La energía en España

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LAS FUENTES DE ENERGÍA EN ESPAÑA
Las fuentes de energía son los recursos que proporcionan energía útil para las actividades humanas. La sociedad actual necesita una disponibilidad continua de energía, recurso esencial
tanto para el desarrollo económico como para el bienestar social de cualquier sociedad. La carencia de recursos energéticos, en especial de hidrocarburos, ha limitado el desarrollo económico de España y coloca a nuestro país en una situación de déficit y de dependencia exterior.
1. LA IMPORTANCIA DEL SECTOR ENERGÉTICO
La importancia del sector energético podemos analizarla tanto desde consideraciones económicas y sociales
como medioambientales y geopolíticas.
Desde el punto de vista económico, el sector de la energía aporta un 2,5 % del PIB de España, pero su importancia va más allá de su participación en la producción total, puesto que es un sector estratégico del que necesitan todas las ramas de la actividad económica (industria, agricultura, transporte...). La energía es uno de los
factores sobre los que asienta el crecimiento económico moderno: sin energía no hay desarrollo.
Por ello, las fuentes de energía han sido un factor fundamental de localización industrial. Algunas de las primeras industrias se localizaban en regiones carboníferas, como la Asturias o la ría de Bilbao Hoy, debido a que la energía es fácil de transportar, la industria se ha liberado de una localización cercana a las regiones productoras de energía.
Asimismo, el consumo energético es uno de los indicadores del grado de desarrollo económico y del bienestar alcanzado por una sociedad. La demanda energética se relaciona de forma bastante directa con el PIB de un
país, con su capacidad industrial y con el nivel de vida alcanzado por sus habitantes.
Las fuentes de energía son esenciales para la economía y el desarrollo social, pero todas ellas producen, en mayor
o menor medida, un impacto sobre el entorno natural. El impacto ambiental generado (emisiones de carbono,
residuos radiactivos…) depende, básicamente, del tipo de proceso de obtención de la energía y de la tecnología
usada para consumirla y transformarla. Por ello, las políticas energéticas, especialmente en los países más desarrollados, se ven condicionadas por la presión social y por los compromisos internacionales (Protocolo de Kioto).
A esta preocupación hay que sumar las dificultades de sostenibilidad del actual modelo energético, devastador
de recursos. La limitación de las fuentes de energía —los combustibles fósiles, base del consumo energético, son
finitos— convive con un considerable crecimiento del consumo de energía en el mundo, especialmente de la demanda de las economías emergentes (China, India, Corea, Brasil…).
Todo ello hace del sector energético un factor de gran importancia geopolítica y geoeconómica. Los recursos
naturales, y en especial el petróleo y el gas natural, se reparten de forma desigual en el mundo. La diferencia
entre ser excedentario o deficitario de energía es crucial en el plano económico y, sobre todo, determina el grado
de dependencia exterior desde el punto de vista estratégico. Las crisis del petróleo de los años setenta, los conflictos de Oriente Medio o los cortes de suministro del gas ruso a Europa son una buena prueba de ello.
2. LAS PRINCIPALES FUENTES DE ENERGÍA
Las fuentes de energía son los recursos naturales de los que se extrae energía. Las fuentes de energía se clasifican, según su disponiblilidad, en: energías renovables (son fuentes de energía inagotables porque la naturaleza las regenera constantemente, como la energía hidráulica, solar, eólica, geotérmica, la biomasa, y las oceánicas)
y energías no renovables (son recursos limitados que se agotan con el uso, como los combustibles fósiles –carbón, petróleo y gas natural– y los combustibles nucleares –uranio–).
Pero para que la energía esté disponible para el consumo, esas fuentes de energía primaria (las que se obtienen directamente de la naturaleza, renovables o no renovables) han de sufrir un proceso de transformación del
que se obtenga energía secundaria utilizable (electricidad, combustibles…).
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2.1. El carbón: una producción insuficiente y en crisis.
El carbón ha sido la fuente de energía más utilizada en España hasta los años 50, fecha a partir de la cual se fue
sustituyendo de manera progresiva por el petróleo. A pesar de ello, el carbón aún ocupa hoy un importante lugar
dentro del sector energético español. Sin embargo, este relevante papel no debe enmascarar el continuo declive que viene experimentando.
La minería del carbón en España tuvo un período de auge
hasta mediados del XX, apoyada en un fuerte proteccionismo. Sin embargo, desde hace décadas está en proceso
de ajuste, descendiendo la producción y cerrándose muchas minas. La causa de este declive está en el agotamiento de algunos yacimientos, la competencia de
carbones más baratos y de mayor calidad procedentes de
otros países, el descenso de la demanda —debido a la crisis siderometalúrgica, la reducción del consumo doméstico y las restricciones impuestas por su negativo impacto
ambiental (que han impulsado un uso cada vez mayor del
gas para la producción de electricidad)— y una mayor
participación de las energías renovables en la estructura de generación eléctrica. La entrada en la UE —cuya política de competencia restringe las subvenciones— obligó a un plan de reconversión que supone una disminución progresiva de las ayudas al sector y una reducción escalonada de la producción.
Actualmente, la producción nacional de carbón, insuficiente para cubrir las necesidades del consumo interno, se concentra en la cuenca a astur-leonesa (Asturias, León y norte de Palencia), Sierra Morena (Córdoba, Ciudad Real), y Teruel. Se utiliza, sobre todo, para la producción de electricidad en las centrales térmicas y como materia prima en la
siderurgia y las cementeras. A pesar de este consumo limitado (en torno a un 9 % de la energía primaria consumida
en España en 2013), es necesario recurrir a importaciones exteriores (Colombia, Rusia, Sudáfrica e Indonesia).
2.2. Los hidrocarburos: petróleo y gas natural.
El petróleo (44 %) y el gas natural (21 %) constituyen en la actualidad la fuente de energía primaria de mayor consumo en España, destinados esencialmente al consumo como combustible (transporte, industria, usos domésticos), a la producción de electricidad y como materia prima en la industria petroquímica (abonos, plásticos,
anticongelantes, detergentes...).
A partir de los años 60, el petróleo era ya la principal fuente de
energía —debido a su menor coste y mayor poder energético respecto al carbón—, convirtiéndose en un elemento fundamental
del desarrollismo español. Las oscilaciones en el precio del crudo
–a raíz de la crisis de 1973– lo han convertido en un elemento
muy inestable para la economía mundial, lo que unido a la limitación de sus reservas y a su carácter contaminante, han llevado
a su paulatina sustitución por el gas natural y otras energías.
El gas natural es una fuente energética de reciente introducción en España, pero con una gran expansión ante las dificultades que plantean otras fuentes de energía (subida de precios
del petróleo, moratoria nuclear, problemas del carbón…) y sus
ventajas en cuanto a eficiencia en la producción de energía
eléctrica (centrales de ciclo combinado) y a impacto ambiental (se trata del combustible fósil menos contaminante; por ello está menos penalizado por el protocolo de Kioto y la asignación de emisiones).
La producción nacional de hidrocarburos es prácticamente testimonial y no llega a cubrir el 1 % de la demanda.
Hay una muy escasa producción de petróleo en las plataformas de la costa de Tarragona (Casablanca) y casi nula
El ya en los pozos de La Lora (Burgos), y de gas en los yacimientos del valle del Guadalquivir (Romeral, Marismas...) y de las costas de Huelva (Poseidón).
Estos desequilibrios entre producción y consumo obligan a importar grandes cantidades de hidrocarburos, con efectos negativos sobre la balanza de pagos y con una grave dependencia estratégica. Para evitar riesgos se ha diversificado
la procedencia del suministro de petróleo (México, Arabia, Rusia...). Por el contario, las importaciones de gas natural
están más concentradas (provienen principalmente de África –Argelia, Nigeria–, y en menor medida de Qatar y Noruega).
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A esa limitación hay que añadir las derivadas de las necesidades del almacenamiento y del transporte de los
hidrocarburos, para lo cual se han construido o están en fase de ejecución diversos gasoductos y oleoductos.
Éstos comunican los principales puertos y puntos de entrada (Huelva, Cádiz, Bilbao, Valencia, Barcelona) con las
grandes regiones industriales (Madrid, País Vasco, Cataluña, corredor del Ebro).
A pesar de no contar con hidrocarburos, España dispone de una potente industria petrolera, que permite exportar
productos derivados del petróleo y compensar ligeramente la balanza comercial energética. Esta industria cuenta con
diez refinerías, todas ellas situadas en el litoral (Cartagena, Tarragona, Castellón, La Coruña, Algeciras, Huelva), o en
las islas (Santa Cruz de Tenerife), con la excepción de Puertollano (Ciudad Real), abastecida por oleoductos.
2.3. La energía nuclear
Las centrales nucleares producen electricidad mediante el aprovechamiento de la energía liberada en el núcleo
de átomos de uranio enriquecido. El calor generado en dicha reacción se utiliza para producir vapor de agua
que, de manera semejante a como ocurre en las centrales térmicas de combustibles fósiles, se emplea para accionar un grupo turbina-generador y producir así energía eléctrica.
Actualmente hay siete centrales nucleares operativas en España (Almaraz I y II, Ascó I y II, Cofrentes, Trillo y Vandellós II), estando las más antiguas al borde de su vida útil. Éstas aportan más del 40 % de la energía primaria producida en España y cubren el 12 % del consumo energético español.
El desarrollo de la energía nuclear en España estuvo vinculado a la necesidad de disminuir la dependencia del
petróleo tras la crisis de 1973. Sin embargo, en 1984 el gobierno paralizó su expansión (la “moratoria nuclear”) por
razones financieras y por la oposición de la opinión pública ante los riesgos que comporta su uso.
En los últimos años vuelve a resurgir el debate sobre la conveniencia, o no, de apostar por la energía nuclear
ante el creciente consumo de energía, el aumento de los precios del petróleo y la necesidad de reducir las emisiones contaminantes de las centrales térmicas convencionales. Sin embargo, cuenta con un fuerte rechazo social por el peligro de los escapes radioactivos (Chernobil, 1986) y la gestión de los residuos radiactivos. No se
plantea en estos momentos tanto la construcción de nuevas centrales (de elevado coste, además de necesitar unlargo período de construcción), sino la prolongación de la vida útil de las actuales (Garoña).
2.4. La energía hidráulica
La energía hidráulica aprovecha la energía que posee la corriente de los ríos en función de su desnivel (natural
o mediante presas) para mover turbinas y producir electricidad.
En España, la utilización de la energía hidráulica está bastante desarrollada, aunque –como en el resto de países
desarrollados– ha perdido peso relativo en las últimas décadas. Durante años fue la principal fuente de producción de electricidad, pero, a partir de 1950, ha sido sustituida progresivamente por la energía térmica, la nuclear
y, recientemente, por las otras fuentes de energía renovables. En cualquier caso, la hidroeléctrica sigue siendo una
energía de relativa importancia en España (casi un 10 % de la energía primaria producida en España), aunque Su
producción oscila en función de las características del año hidrológico.
Actualmente hay 1.300 centrales —la mayoría de ellas de pequeño tamaño o minihidráulicas—, de las que sólo
entre 10 reúnen el 28% de la producción nacional. Las grandes centrales se localizan en el norte, en los embalses de los ríos caudalosos (Sil, Duero, Tajo y Ebro).
Entre los aspectos positivos de esta energía destaca
que es limpia, renovable y se produce de forma instantánea, aunque irregular, ya que está supeditada al
caudal (y por tanto a las condiciones climáticas) de los
ríos. En su contra hay que señalar el elevado coste inicial de las centrales hidroeléctricas y los impactos ambientales y sociales causados por la construcción de
infraestructuras.
En la actualidad la tendencia es construir minicentrales hidráulicas, de poca potencia (menos de 10
megavatios), que utilizan el caudal de pequeños ríos
y permiten llevar electricidad a lugares apartados,
sobre todo de montaña, además de ser mucho más
respetuosas con el medioambiente.
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2.5. Las energías alternativas
La utilización de fuentes de energía alternativas a las convencionales arranca de la crisis del petróleo, que hizo
necesario disminuir la dependencia energética del exterior. Estas energías, aunque cuantitativamente tienen
hoy en el plano comercial una importancia relativa, están llamadas a jugar un papel importante a medida que
mejore su desarrollo tecnológico y se vayan agotando las reservas de las energías fósiles.
Frente a las fuentes de energía convencionales, las energías alternativas ofrecen la ventaja de ser inagotables,
menos agresivas con el medioambiente y tienen una elevada dispersión en el territorio, favoreciendo el autoabastecimiento energético. Por el contrario, y al margen de su rentabilidad social, entre sus inconvenientes destacan la carestía de sus instalaciones, la dificultad en el almacenamiento de su producción y su discontinuidad,
al depender de las condiciones climatológicas.
Existen diferentes fuentes de energía alternativas, dependiendo de los recursos naturales utilizados para la generación de energía: eólica, solar, biomasa, geotérmica y marinas.
 La energía eólica emplea la fuerza del viento para mover aerogeneradores que producen energía eléctrica.
Por su baja producción, es preciso reunir aerogeneradores en grandes parques eólicos para que resulte rentable.
 La energía solar aprovecha la captación de la luz y el calor emitidos por el Sol para transformarlos en energía
térmica o eléctrica. El aprovechamiento de la energía solar puede hacerse por dos vías: térmica (colectores planos, concentradores cilindro-parabólicos, centrales termosolares) y fotovoltaica (paneles fotovoltaicos, agrupados a veces en huertos solares).
 La biomasa se basa en el aprovechamiento de la materia orgánica, procedente de cultivos energéticos o de residuos (forestales, agrícolas, ganaderos o urbanos) para obtener energía por combustión directa (para producir calor en el sector residencial o para generar electricidad en centrales de biomasa) o por transformación en
biogás y biocombustibles (biodieses, etanol).
 La energía geotérmica (utilizando el calor acumulado en la corteza terrestre) y las energías marinas (aprovechando la energía de olas, mareas y corrientes marinas) aún están en fase experimental en nuestro país.
La producción y consumo de este tipo de energías ha ido aumentando en los últimos años en España (en gran
parte gracias al sistema de ayudas públicas), convirtiéndose las energías renovables en una parte importante del
mix eléctrico nacional. En la actualidad aportan más de un 40 % de la energía eléctrica producida en España, pero
todavía no alcanzan más de un 12 % del total del consumo total de energía primaria en nuestro país.
España presenta condiciones naturales favorables a las energías alternativas y cuenta con un nivel industrial
avanzado en el desarrollo y comercialización de estas tecnologías, apoyado además en las políticas llevadas a
cabo en nuestro país en la última década. España tiene posiciones de liderazgo en el desarrollo de tecnologías eólicas y solares: es el tercer país del mundo en capacidad instalada en energía eólica, después de Estados
Unidos y Alemania; en energía solar, el segundo, después de Alemania. Y, además, las empresas españolas se
han consolidado como punteras a nivel mundial en estas tecnologías, con un importante papel en los mercados
de Estados Unidos, China o India.
Desde el punto de vista de la distribución espacial, las energías renovables están desigualmente implantadas
en España. Castilla y León (energía eólica) y Andalucía (energía solar) lideran la implantación de energías renovables. También es notable su desarrollo en Navarra, Castilla la Mancha, Galicia y Cataluña.
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2.6. La electricidad como forma de aprovechamiento energético dominante
Las fuentes de energía primaria no pueden utilizarse directamente, sino que necesitan ser transformadas en formas
de energía utilizables, como la electricidad o los carburantes. La electricidad, una de las formas más usuales de consumo de energía, es una fuente de energía secundaria, generada a partir de otras fuentes de energía primaria.
Es una de las formas de energía más extendidas en la actualidad por la facuilidad de sus transporte a lastgas distancias y de conversión en otro tipo de energía útil (calor, luz, energía mecánica...), y por ser una energía limpia, que
no produce residuos (en su utilización).
En España, algo menos de la mitad de la producción eléctrica (43 %) se obtiene de las energías renovables; entre
éstas destacan la energía eólica (21 %) y la hidráulica (en torno al 15 %), con oscilaciones más o menos acusadas,
dependiendo del año hidrológico, y en menor medida la solar (7 %). En las centrales térmicas, que utilizan carbón, gas natural o petróleo, se produce algo más del 35 % de la electricidad consumida en España; recientemente están viviendo una gran expansión las centrales térmicas de gas de ciclo combinado, por su alto rendimiento
y menor impacto ambiental. El resto de la producción eléctrica (22 %) procede de las centrales nucleares.
La distribución espacial de la producción responde a factores específicos de localización de cada uno de los
tipos de centrales eléctricas. Las centrales térmicas de carbón se concentran en las principales zonas productoras de carbón; las de petróleo o gas natural se localizan en áreas costeras por donde entran esos hidrocarburos
o en zonas próximas a los grandes centros de consumo. Las nucleares se dispersan por el territorio con un predominio de lugares de baja densidad de población y abundancia de recursos hídricos. Las basadas en energías
renovables se distribuyen en función de las condiciones naturales: centrales termosolares en el sur (Andalucía y
Extremadura), hidroeléctricas en los ríos caudalosos del norte… En conjunto, las CCAA con mayor producción de
electricidad son Cataluña, Castilla y León, Galicia y Extremadura.
En cuanto mapa de consumo eléctrico, éste refleja el volumen de población, su nivel de bienestar, la intensidad de la actividad económica y la distribución espacial de la industria. Los niveles más altos de consumo se dan
en Madrid, Barcelona, País Vasco y los ejes mediterráneo y del Ebro. En cambio, el consumo es menor en regiones poco industrializadas y con población menos numerosa (las dos Castillas y Extremadura).
De estos desequilibrios espaciales entre producción y consumo se deriva que Castilla y León, junto con Extremadura sean las regiones españolas que más energía eléctrica exportan, seguidas de Galicia, Murcia, Aragón y
Castilla-La Mancha. En el otro lado, Madrid, País Vasco, Cataluña, Andalucía, Cantabria y Comunidad Valenciana
son deficitarias en energía eléctrica.
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3. LA PRODUCCIÓN Y EL CONSUMO DE ENERGÍA EN ESPAÑA
3. 1. La evolución del consumo energético en España.
El consumo de energía primaria en España alcanzó 121 Mtep (millones de Tonelada equivalente de petróleo) en
2010, lo que supone cerca de 3 Tep por habitante, un consumo relativamente importante, propio de un país desarrollado, aunque está muy lejos de EE.UU. (3,3 veces más por habitante) o de Alemania (1,8 veces más). Este elevado
consumo es un hecho relativamente reciente en España y tiene que ver con la industrialización del país, y con el nivel
de renta de los españoles, que han adoptado unas pautas consumistas semejantes a cualquier otra sociedad desarrollada (electrodomésticos, vehículo privado, calefacción) que conllevan un gasto energético considerable.
a. El crecimiento del consumo energético
En el último medio siglo el consumo de energía ha
experimentado en España un crecimiento ininterrumpido, derivado de las necesidades impuestas
por el proceso industrializador a partir de 1960, la
paralela mejora del nivel de vida y el consumo doméstico, la rápida e intensa motorización del transporte, la mecanización agraria... Este crecimiento
sólo se quiebra como consecuencia de la crisis del
petróleo de los 70 —que ralentiza el consumo durante los años 80—, para, desde entonces, recuperar su trayectoria ascendente como consecuencia
del crecimiento económico registrado. La actual crisis económica y una mayor eficiencia energética han
hecho retroceder el consumo energético español un
12 % desde 2008.
b. La composición del consumo energético
A lo largo del siglo XX ha ido cambiando el predominio y la importancia de las fuentes energéticas utilizadas en
España, distinguiéndose tres ciclos energéticos: hasta hace medio siglo, el carbón era la base principal de la
energía consumida; desde entonces esa primacía pasó al petróleo; y a partir de las crisis energéticas de los años
70 se inicia la expansión de la energía nuclear y la búsqueda de energías alternativas al petróleo (gas natural
y energías renovables).
En la actualidad, el consumo de energía primaria en España se basa en cerca de un 75% en fuentes de energía
fósil, especialmente hidrocarburos. El petróleo, a pesar del descenso de su participación relativa en el consumo
global de energía (en 1973 suponía casi el 73 %), sigue siendo la fuente más importante —aún supone cerca de
la mitad de la energía consumida en España, el 44 %—, y en términos absolutos el consumo de energía procedente del petróleo ha experimentado un fuerte crecimiento desde finales de los ochenta, de forma que en nuestro país sigue existiendo aún hoy una gran dependencia respecto a este tipo de energía. El gas natural (21 %), ha
experimentado un fuerte incremento en las últimas décadas, mientras que el carbón sigue descendiendo y pasa
a ser ya casi marginal (9 %). El consumo de energía primaria se completa con la energía nuclear (12 %), cuya expansión se frenó a finales de los ochenta con la moratoria nuclear. y con las fuentes de energía basadas en recursos renovables (14%), que van aumentando su presencia, pero con un crecimiento muy lento.
3. 2. Los desequilibrios entre producción y consumo: dependencia energética.
Lo primero que destaca al observar el balance energético de España es la enorme diferencia entre el consumo
(121 MTep) y la producción interna (34 MTep), que obliga a importar más del 70 % de la energía consumida. Ante
la escasa presencia de combustibles fósiles en el subsuelo nacional, España sólo consigue autoabastecerse en
energía nuclear y en energías renovables, teniendo que importar la casi totalidad del petróleo y del gas y una
buena parte del carbón utilizado.
Esta dependencia energética supone un doble problema: por un lado, ocasiona un fuerte déficit comercial que afecta
a la balanza de pagos; y por otro, expone a la economía y sociedad española a una gran vulnerabilidad frente a cualquier crisis y ante las decisiones políticas y económicas de otros países. Los países abastecedores de fuentes de energía (Golfo Pérsico, Magreb, Rusia...) tienen en muchos casos una problemática social y política muy comprometida.
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3.3. Producción y consumo en Castilla y León.
Castilla y León presenta un grado de autoabastecimiento más elevado que la media nacional, aunque la producción no consigue alcanzar la mitad de la energía consumida en la comunidad.
 La producción regional de energía primaria procede esencialmente del carbón, la hidráulica y la eólica.
El carbón se extrae sobre todo en las cuencas mineras del Bierzo y norte de León y de Palencia; junto a las zonas
mineras están establecidas centrales termicas, como la de Compostilla (León) o Guardo (Palencia). La energía hidroeléctrica se ubica sobre todo en el Duero (Ricobayo, Almendra, Aldeadávila…). La energía eólica predomina
sobre todo en las provincias de Burgos y Soria. El escasísimo petróleo que se produce se localiza en el norte de Burgos (Ayoluengo), donde estaba también la única central nuclear de la Región (Garoña).
 La distribución del consumo de la energía —muy reducido respecto al total nacional— sigue un patrón muy
similar al español: los productos petrolíferos y el gas natural totalizan las cuatro quintas partes del consumo. Les
siguen el consumo de la electricidad y, finalmente, el carbón.
 Respecto a la energía eléctrica, Castilla y León es una región excedentaria, que produce casi el doble de la electricidad que consume. Sin embargo, apenas se beneficia de estos recursos, ya que la energía es traficable y el
precio del kilovatio es el mismo independientemente de la distancia del consumidor a la central que genera la
energía. Además, las empresas propietarias de las centrales eléctricas (Iberdrola, Gas Natural, etc.) tienen su
sede social fuera de la región, en Madrid, Bilbao o Barcelona…
3.4. La Política Energética Nacional (Los P.E.N.)
La energía es imprescindible para el desarrollo económico y el bienestar social, y es preciso asegurar su disponibilidad. Hoy en día el abastecimiento de energía en España depende, en gran medida, de los recursos energéticos fósiles, lo que conlleva una fuerte dependencia exterior con la consiguiente inseguridad en el
abastecimiento y la reducción de la competitividad económica y notables implicaciones medioambientales.
Para responder a estos desafíos, los gobiernos ordenan y planifican la política energética. En nuestro país esta política se concreta en los denominados Planes Energéticos Nacionales (PEN) y en los Planes de Energías Renovables (PER).
Los principales objetivos de esta política energética son:
 Asegurar el abastecimiento energético, diversificando los países proveedores –para aminorar la dependencia exterior– y las fuentes energéticas –evitando la excesiva concentración en el petróleo– con una
mayor utilización del gas natural y de las energías renovables.
 Mejorar la eficiencia energética en las industrias, la edificación y el transporte, impulsando el ahorro energético.
 Reducir los impactos sobre el medio ambiente, disminuyendo las emisiones contaminantes. Para ello se
fomenta el uso de energías renovables, el desarrollo de tecnologías más limpias y el uso más eficiente de
la energía. A ello nos obligan los compromisos del Protocolo de Kioto y los de nuestra pertenencia a la UE.
El balance de la política energética presenta luces y sombras. Los sucesivos Planes Energéticos han tenido
unos efectos positivos evidentes, aunque bastante limitados. Se ha logrado avanzar en la diversificación, disminuyendo la dependencia del petróleo, sustituido en buena parte por el gas natural. Asimismo, se ha incrementado la utilización de energías renovables, alcanzando el objetivo previsto del 12% del consumo.
Sin embargo, el consumo de energía ha seguido aumentado por encima de lo previsto —especialmente en los
años de gran crecimiento económico—, sin que se haya logrado la eficiencia energética deseada, y están muy
lejos de cumplirse los compromisos relacionados con la reducción de los impactos ambientales. España ha sobrepasado en 2012 casi un 9 % el compromiso adquirido en el Protocolo de Kioto referente a la emisión de gases
de efecto invernadero, y no ha sido más por el freno al consumo energético que ha supuesto la crisis económica.
La política energética española estaá condicionada por las directivas de la Unión Europea, que ha establecido
el “objetivo del 20” para el año 2020: 20 % de reducción en las emisiones de gases de efecto invernadero, 20 %
de energía procedente de fuentes renovables, y 20 % de ahorro en el consumo energético. o
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