UCLA - Dept of Economics

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Socialismo de mercado, marginalismo y empresa pública:
síntesis y puntos de contacto
por Germán Coloma (*)
El objetivo de este trabajo es resumir dos debates teóricos importantes que
ocurrieron en el campo de la economía durante la primera mitad del siglo veinte, y ligar sus
resultados con el desarrollo de la teoría de la empresa pública.
El primero de dichos debates se conoce como la “controversia socialista”, y tuvo
lugar en las décadas de 1930 y 1940 entre un grupo de defensores del laissez-faire
(básicamente miembros de la denominada “escuela austríaca”) y un grupo de propulsores de
los regímenes colectivistas conocidos como “socialistas de mercado”. El objeto de este
debate fue la factibilidad del socialismo como sistema económico, y sus principales
argumentos giraron alrededor de la manera en la cual el mercado y la planificación
funcionarían bajo dicha forma de organización de la economía.
El segundo debate que trataremos es la “controversia marginalista”, cuyo tema
básico fue la deseabilidad de un sistema de impuestos y subsidios para mejorar la
asignación de recursos bajo condiciones de rendimientos crecientes a escala. El alcance de
esta controversia, que tuvo lugar principalmente en la década de 1940, estuvo limitado a un
problema de regulación e imposición bajo un sistema capitalista. Los contendientes fueron
por un lado quienes propugnaban la fijación de precios al costo marginal (que consideraban
conveniente subsidiar las industrias con rendimientos crecientes a escala y obligarlas a fijar
precios iguales a sus costos marginales), y por otro un grupo de críticos que puntualizaron
varias debilidades que tendría un sistema como ése.
La teoría de la empresa pública se desarrolló principalmente entre mediados de la
década de 1950 y principios de la de 1970, y su propósito básico fue hallar reglas óptimas
1
de determinación de precios y cantidades a producir para empresas estatales que operaban
en el contexto de una economía mixta. Es nuestra intención mostrar que el desarrollo de
esta teoría tuvo una conexión clara con los resultados de las controversias socialista y
marginalista, en el sentido de que incorporó ciertos elementos que habían sido propuestos y
tuvo en consideración ciertas críticas que habían aparecido en dichas controversias. Su
punto más débil, sin embargo, fue que no tuvo en cuenta el tema de los incentivos. Como
veremos, este problema puede también considerarse como una herencia de las teorías acerca
del socialismo de mercado y de la fijación de precios al costo marginal, y nunca fue
claramente puntualizado por los críticos de dichas teorías.
1.- La controversia socialista
Las primeras discusiones acerca del desempeño de un sistema económico socialista
son probablemente tan antiguas como el socialismo en sí. Karl Marx, por ejemplo, trata
dicho problema en varias partes de su obra, pero en general sus referencias aparecen
aisladas dentro de un contexto cuyo objetivo es analizar la evolución y el funcionamiento
del sistema capitalista. De acuerdo con Hayek (1935), la primera “ronda de discusión”
sobre el tema fue el debate entre Pierson (1902) y Kautsky (1907), en tanto que el primer
autor que encaró el problema desde un punto de vista analítico fue Barone (1908).
En lo que a nosotros concierne, sin embargo, elegiremos el trabajo de Mises (1920)
cono el punto inicial de la controversia socialista. Mises fue uno de los más importantes
miembros de la escuela austríaca, muy conocido por sus fuertes defensas del papel de la
propiedad privada y la libertad de mercado. De acuerdo con Hayek, la mayor contribución
del artículo de Mises fue formular “... el problema central de las economías socialistas de
(*) Universidad del CEMA, Córdoba 374, (1054) Buenos Aires. Correo electrónico: [email protected].
Agradezco los comentarios de Mariana Conte Grand, Joseph Ostroy y dos comentaristas anónimos.
2
un modo que hace imposible que alguna vez vuelva a desaparecer de la discusión”1. De
hecho, lo que Mises hizo fue formular una crítica muy dura de la factibilidad del
socialismo, basado en su creencia de que era un sistema en el cual el “cálculo económico”
resultaba imposible. Su línea principal de argumentación se relaciona con el hecho de que,
por definición, una sociedad en la cual todos los medios de producción están socializados
carece de un mercado en el cual tales medios de producción puedan comerciarse. Esta
inexistencia implica la ausencia de precios para los bienes de capital, y esta falta de precios
vuelve imposible -o, al menos, irracional- el cálculo económico en cualquier decisión social
que involucre directa o indirectamente el uso de dichos bienes.
En su libro sobre planeamiento económico colectivista, Hayek (1935) compiló las
traducciones al inglés de una serie de artículos sobre el tema (incluyendo los de Barone,
Pierson y Mises) y agregó un ensayo introductorio y otro a manera de conclusión
expresando sus propios puntos de vista. En esos ensayos desarrolló una segunda línea de
crítica a las posibilidades del socialismo, que estaba ligada con el papel del planificador
central en la sociedad socialista. Para él, el punto más débil del socialismo como sistema es
el hecho de que “... una autoridad central tiene que resolver el problema económico de
distribuir una cantidad limitada de recursos entre un número prácticamente infinito de
objetivos contrapuestos...”2. Esto lleva a una situación en la cual las necesidades operativas
y de información de la autoridad central se vuelven tan grandes que resulta imposible
satisfacerlas. Además, las dimensiones del problema de asignación son tan enormes que, de
acuerdo con Hayek, “... al día de hoy, no estamos equipados intelectualmente para mejorar
el funcionamiento de nuestro sistema económico a través de la planificación”3.
La respuesta a la crítica austríaca vino desde una escuela de pensamiento que tomó
el nombre de socialismo de mercado. Aunque esta doctrina empezó a evolucionar a finales
de la década de 1920 con trabajos como el de Taylor (1929), su primera exposición
1
2
Hayek (1935), pg 32.
Hayek (1935), pg 16.
3
completa se debe a Lange (1936-37). La idea principal del socialismo de mercado es que
una economía socialista no necesita organizarse bajo una estructura completamente
centralizada, sino que los mercados pueden jugar en ella un papel importante indicando
preferencias y escaseces relativas. Esto no implica, sin embargo, que todos los bienes deban
ser comerciados en el mercado. En las áreas de la economía sujetas a un control estatal
completo (vgr, medios de producción) resulta no obstante posible crear mecanismos
descentralizados bajo los cuales las distintas unidades económicas pueden tomar decisiones
basadas en información externa.
Para responder a las críticas de Mises, Lange sostiene que la ausencia de ciertos
precios de mercado no representa en sí misma un impedimento para el cálculo económico
en la sociedad socialista. Lo que resulta realmente necesario es la presencia de “términos
según los cuales se ofrecen las alternativas”, los cuales pueden ser tanto precios de mercado
para los bienes de consumo como “precios de cuenta” para los bienes de capital. Con estos
indicadores, los administradores de las distintas empresas socialistas pueden decidir el
mejor uso de los recursos, siguiendo ciertas normas impuestas por la autoridad central. Esas
normas consisten esencialmente en igualar los cocientes entre productividades marginales y
precios para todos los insumos productivos y en determinar la escala de producción
igualando precios con costos marginales.
El uso de un mecanismo descentralizado para decidir la asignación de recursos es
también la principal respuesta que los socialistas de mercado le dan al ataque de Hayek
acerca de la imposibilidad de organizar la economía según principios colectivistas. Para
Lange, el procedimiento de tanteo que se usa para hallar el equilibrio en una economía
competitiva puede ser replicado exactamente por una oficina central de planeamiento que
“... fije los precios a fin de igualar las cantidades ofrecidas y demandadas de cada bien”4.
Esta visión del planificador central como una personificación de un “rematador walrasiano”
3
4
Hayek (1935), pg 241.
Lange (1936-37), pg 83 de la reimpresión de 1938.
4
es una de las ideas clave que los socialistas de mercado introdujeron en la teoría económica
de la planificación. Fue también un concepto valioso para el desarrollo de la teoría del
equilibrio general, en el sentido de que ayudó a clarificar el papel de los precios como
instrumentos que sirven para descentralizar las decisiones económicas5.
La teoría del socialismo de mercado como un sistema económico alternativo con
propiedades deseables desde el punto de vista del bienestar social fue extensamente
desarrollada por Lerner (1944). Este autor concibe su “economía controlada” como una
síntesis ideal de la competencia perfecta y la planificación centralizada. Para él, la
competencia perfecta genera una asignación de recursos óptima desde el punto de vista de
la eficiencia, pero su ocurrencia es rara en una economía capitalista en virtud de la
presencia de economías de escala que inducen la aparición de monopolios. Una sociedad
socialista cuya producción esté guiada por una regla de igualación entre los valores de los
productos marginales puede eludir ese problema, en tanto todos los consumidores y todas
las unidades de producción se comporten como tomadores de precios. Esta idea tiene
también implicancias en el modo en el cual deberían fijarse los precios en dicha sociedad
por parte de la oficina central de planeamiento, las cuales son extensamente analizadas por
Lerner para una serie de casos diferentes (coeficientes de producción fijos y variables,
indivisibilidades, factores fijos, etc).
El socialismo de mercado a la Lange-Lerner tiene también un corolario relacionado
con la posibilidad de separar los problemas de asignación y distribución dentro de la
economía. Esta característica (que ambos autores enfatizan como una ventaja importante de
su propuesta) se relaciona con el hecho de que, si los medios de producción están
socializados, su ingreso puede distribuirse de acuerdo con reglas que no sigan las de una
sociedad capitalista. Esta posibilidad de alcanzar una división óptima del ingreso a través
del uso de dichas reglas aparece claramente enunciada por Lange, que recomienda una
5
El papel del socialismo de mercado en el desarrollo de la teoría del equilbrio general walrasiano está bien
ilustrado en Makowski y Ostroy (1993).
5
política de igual división de los ingresos de capital entre las personas y una remuneración
competitiva para los ingresos originados en el trabajo. Con esta norma, el sistema asegura
que el mercado de trabajo esté en un equilibrio eficiente y que las restantes fuentes de
ingreso se distribuyan de acuerdo con un criterio de equidad interprersonal6.
Las ideas propuestas por los socialistas de mercado hallaron nuevas respuestas en
los críticos del socialismo. La más destacada de dichas respuestas se debió una vez más a
Hayek (1945), y se relaciona con las limitaciones del socialismo para resolver sus
problemas de información. El punto principal de esta argumentación es que el problema
básico de la sociedad no es asignar una dotación de recursos dada sino “... más bien
asegurar el mejor uso de recursos que los distintos miembros de la sociedad poseen, para
satisfacer fines cuya importancia relativa sólo dichos miembros conocen”7. Para Hayek,
entonces, la solución que Lange y Lerner sugieren por medio de una oficina central de
planeamiento que fija precios de equilibrio y redistribuye el ingreso a fin de alcanzar un
óptimo social es por definición una manera ineficiente de utilizar el conocimiento, ya que
impone un requerimiento muy fuerte sobre la figura del planificador central. Es siempre
más eficiente dejar que individuos con conocimientos limitados acerca de sus
circunstancias específicas interactúen entre ellos y encuentren una solución espontánea, en
vez de pretender hallar dicha solución a través de una autoridad central que resulta incapaz
de acumular toda la información necesaria para sustituir dicha interacción.
Aunque interesante, la crítica de Hayek resulta relativamente limitada, en el sentido
de que sólo hace hincapié en el modo en el cual los precios comunican la información en
las sociedades capitalista y socialista. Como vimos, este modo es básicamente el mismo si
6
El razonamiento subyacente en esta propuesta es el siguiente. Lange define la distribución óptima como
aquélla en la cual la utilidad marginal del ingreso es igual para todos los individuos. Esta condición no puede
ser observada objetivamente pero, si suponemos que todos los agentes tienen la misma “curva de utilidad
marginal” del ingreso, entonces puede ser satisfecha cuando todos los individuos tienen el mismo ingreso. Sin
embargo, si la provisión de trabajo implica cierta desutilidad para los individuos, entonces deben existir
también diferencias de salario entre la población, y las mismas deben igualarse con las diferencias entre los
respectivos valores de la productividad marginal del trabajo.
7
Hayek (1945), pg 519.
6
tomamos como base el mecanismo sugerido por Lange y Lerner, que se apoya fuertemente
en la idea de que precios centralmente determinados pueden conducir eficientemente a
decisiones descentralizadas. La diferencia básica es que en el socialismo de mercado la
determinación de los precios de equilibrio la realiza en parte un organismo
institucionalizado, en tanto que en un sistema capitalista puro queda a cargo de una “mano
invisible”. La ganancia en eficiencia informativa de este último se origina por lo tanto en el
hecho de que resulta más costoso que el rematador walrasiano “real” de los socialistas de
mercado recopile la información necesaria para obtener el equilibrio, en vez de dejar que el
mercado halle el mismo equilibrio por su cuenta. Esta virtud de la competencia había sido
ya reconocida por Lerner (1944), quien sin embargo consideró que los supuestos bajo los
cuales un equilibrio perfectamente competitivo resultaba posible en una economía
capitalista eran “... muy fuertes y de improbable cumplimiento”8, y que las ventajas globales
del socialismo de mercado más que compensaban sus ineficiencias informativas.
Ni los defensores del socialismo de mercado ni sus críticos, sin embargo, pusieron
nunca demasiado énfasis en el tema de los incentivos durante los años en los cuales tuvo
lugar la controversia socialista. La idea de que los administradores de las empresas
socializadas y los planificadores centrales no tienen ninguna motivación directa para
comportarse eficientemente no aparece por lo tanto en el debate de manera explícita. Es
cierto, por ejemplo, que Mises escribió que “... el principal motivo (para el comportamiento
eficiente de los administradores de las empresas) desaparece al excluirse los intereses
materiales de los agentes privados”9, y que hasta el propio Lange reconoció que “... el
peligro real del socialismo es el de la burocratización de la vida económica”10. Sin
embargo, esas observaciones no fueron nunca el punto básico del debate, y eran claramente
menos importantes para sus autores que los temas del cálculo económico y la eficiencia
asignativa a los cuales se dirigían esencialmente sus argumentos. Su inclusión tenía también
8
9
Lerner (1944), pg 78.
Mises (1920), pg 118 de la traducción al inglés de Hayek (1935).
7
un carácter relativamente informal, en el sentido de que no estaban ligadas dentro de ningún
sistema de pensamiento que abarcara al mismo tiempo los problemas de eficiencia y los de
compatibilidad de incentivos.
La primera aparición formal del tema de los incentivos en una comparación entre
procesos de asignación de recursos se da probablemente en Hurwicz (1960), que inicia la
literatura económica sobre diseño de mecanismos. El objetivo principal de ese artículo es
establecer las propiedades de eficiencia del mecanismo socialista de mercado (al cual se lo
denomina “proceso avaro”) y compararlo con las del mecanismo competitivo. Al hacer esto,
Hurwicz encuentra que ambos procesos son satisfactorios en el sentido de Pareto pero que
el mecanismo competitivo es más eficiente desde el punto de vista de la transmisión de
información (conclusión ésta que está ligada con la idea de Hayek sobre la utilización
óptima del conocimiento en la sociedad). También menciona que el proceso avaro “... exige
un comportamiento de las unidades económicas que entra en conflicto con su propio
interés”11 pero señala que ese problema también lo comparte el mecanismo competitivo,
excepto cuando el mismo se aplica en un entorno atomístico. Esta referencia a la
compatibilidad de incentivos se transformaría posteriormente en el núcleo de la teoría de
los mecanismos, y sería uno de los principales problemas detectados en relación con la
factibilidad del socialismo de mercado como una alternativa económica práctica.
2.- La controversia marginalista
La controversia marginalista tuvo lugar aproximadamente durante el mismo período
que la controversia socialista. Ambos debates compartieron algunas características, aunque
en la controversia marginalista el alcance de la discusión estuvo limitado a un tópico menos
amplio. Su objeto fue analizar la conveniencia de establecer un sistema de impuestos y
10
11
Lange (1936-37), pg 109 de la reimpresión de 1938.
Hurwicz (1960), pg 62 de la reimpresión de 1969.
8
subsidios en el contexto de una economía capitalista en la cual coexistían industrias con
rendimientos crecientes y decrecientes. La relación entre este tema y el concepto de costo
marginal se debe al hecho de que, bajo condiciones competitivas, los precios fijados por las
empresas maximizadoras de beneficios son iguales a sus costos marginales. Esto implica
que las industrias con rendimientos decrecientes obtienen beneficios positivos, en tanto que
las que presentan rendimientos crecientes obtienen beneficios negativos. En virtud de ello,
y en ausencia de un sistema de impuestos y subsidios, este último grupo de industrias
enfrenta dos posibilidades alternativas: o bien no produce o bien carga precios que exceden
sus costos marginales. Mas aún, el hecho de que existan industrias con rendimientos
crecientes a escala en todo su rango de producción las transforma además en monopolios
naturales, y esta característica implica que sus precios sean típicamente mayores a sus
costos marginales en virtud de consideraciones ligadas al uso de su poder de mercado.
La solución a este problema puede hallarse en un esquema de regulación del
monopolio natural, que implique fijar precios para las industrias con rendimientos
crecientes de modo que los mismos se encuentren lo más cerca posible de los precios de
eficiencia y que al mismo tiempo le aseguren a las empresas un cierto nivel de beneficios no
negativo a fin de que no abandonen el mercado. Esta clase de regulación debe ser
administrada por una agencia gubernamental cuya tarea (aunque limitada a un número
relativamente más pequeño de industrias) es similar a la que realiza la oficina central de
planeamiento bajo el socialismo de mercado, en el sentido de que implica fijar precios de
equilibrio y sirve para inducir un comportamiento eficiente por parte de las empresas. Su
mayor diferencia, sin embargo, es que la misma opera en el contexto de una sociedad donde
los medios de producción son privados, y donde la distribución del ingreso queda
determinada básicamente por el sistema de precios y por las dotaciones iniciales de recursos
de los agentes económicos.
El primer autor que propuso la idea de la fijación de precios al costo marginal para
una clase particular de industria con rendimientos crecientes a escala (en su caso, para las
9
obras públicas) fue Dupuit (1844). Publicado originalmente en una revista de ingeniería, la
idea principal de su trabajo es que el beneficio social total (utilidad) generado por una cierta
cantidad producida de un bien es igual a la disposición a pagar de todos los agentes que
están detrás de la correspondiente curva de demanda, y que dicho beneficio puede medirse a
través del área debajo de dicha curva. Para maximizar la utilidad, entonces, lo óptimo es
producir una cantidad para la cual el beneficio de una unidad adicional sea nulo. En el
contexto de las obras públicas que Dupuit consideró, esto implica fijar precios iguales a
cero y financiar la inversión utilizando otras fuentes de fondos. Adaptado a una situación
con costos variables positivos, su regla recomienda fijar precios iguales a los costos
marginales, ya que en ese caso el beneficio adicional nulo surge cuando la disposición
marginal a pagar de los consumidores (precio) se iguala con el costo marginal de proveer el
bien en cuestión.
La utilización del área bajo la curva de demanda como una medida de bienestar (que
Dupuit inició) se volvió común en economía a partir de la obra de Marshall (1890). En ese
sentido, Marshall fue también un defensor del principio de fijación de precios al costo
marginal, e inclusive propuso de manera más o menos explícita gravar los bienes
producidos bajo condiciones de rendimientos decrecientes a escala y subsidiar a los
producidos bajo condiciones de rendimientos crecientes. Esta posición fue luego
desarrollada por Pigou (1920), el cual identificó la existencia de rendimientos crecientes y
decrecientes con una situación de divergencia entre los productos marginales privados y
sociales de los factores de producción. Esta característica abre la posibilidad de utilizar un
sistema de impuestos sobre los bienes producidos bajo condiciones de rendimientos
decrecientes y de transferencias hacia las industrias con rendimientos crecientes, a fin de
corregir la brecha entre las correspondientes valuaciones privadas y sociales12.
12
Para un análisis más amplio de la evolución del principio de fijación de precios al costo marginal en las
primeras décadas del siglo XX, véase Ruggles (1949).
10
La primera formulación general sobre el principio de fijación de precios al costo
marginal, sin embargo, se debe a Hotelling (1938). Su contribución puede también
considerarse como el primer capítulo de la controversia marginalista, ya que inició la línea
de argumentos a favor de un sistema general de precios cuyos fundamentos surgen de la
llamada “economía del bienestar moderna”. Al revés de sus predecesores -que
recomendaban sistemas basados en impuestos indirectos sobre las industrias de
rendimientos decrecientes- Hotelling prueba que el procedimiento óptimo para financiar la
fijación de precios al costo marginal se basa en impuestos de suma fija. Su prueba se basa
enteramente en condiciones de optimización marginal y no necesita suponer comparaciones
interpersonales de utilidad (que Dupuit sí había utilizado implícitamente), concluyendo que
“... si una persona debe pagar una cierta suma de dinero en impuestos, su satisfacción será
mayor si tales impuestos le son cobrados directamente ... en lugar de tener que contribuir a
través de un sistema de impuestos indirectos”13. Esto implica que la fijación de precios al
costo marginal es una condición necesaria para la maximización del bienestar, y que por lo
tanto es conveniente regular las industrias con rendimientos crecientes a escala a través de
un sistema que las obligue a cobrar precios iguales a sus costos marginales y que cubra sus
pérdidas a través de transferencias recaudadas por medio de impuestos de suma fija.
Las nítidas conclusiones de Hotelling sobre la deseabilidad de un sistema de
impuestos y subsidios en gran escala para mejorar la asignación de recursos marcó el inicio
de un debate en el cual aparecieron varias objeciones al principio de fijación de precios al
costo marginal. En líneas generales, dichas objeciones pueden clasificarse en tres grupos,
que apuntan respectivamente a la no consideración por parte del marginalismo de los costos
del sistema impositivo, del valor de mantener la producción, y de los incentivos para la
reducción de costos que las restricciones presupuestarias imponen14. El primero de dichos
temas fue señalado por primera vez por Meade (1944), quien puso énfasis en que un
13
Hotelling (1938), pg 297 de la reimpresión de 1969.
11
sistema de impuestos y subsidios en gran escala era necesariamente costoso. Este costo se
origina tanto en el uso de los recursos administrativos necesarios para recaudar los
impuestos y efectuar las transferencias como en los ingredientes no monetarios que
aparecen siempre que los impuestos de suma fija no son una alternativa práctica de
recaudación y el gobierno debe por lo tanto recurrir a impuestos distorsivos sobre el
ingreso, el capital o el consumo. En términos más modernos, esta crítica está ligada a la no
consideración del “precio sombra” de los ingresos públicos, y sirve para justificar que las
industrias con rendimientos crecientes puedan cargar precios que excedan sus costos
marginales. Meade postuló también que un sistema de impuestos y subsidios como el
necesario para sostener la fijación de precios al costo marginal funcionaría mejor utilizando
empresas públicas en vez de empresas privadas reguladas, especialmente en lo referido a las
decisiones de inversión y empleo.
La segunda fuente de críticas vino de un punto de vista muy diferente, ya que
cuestionó la capacidad del principio marginalista para revelar adecuadamente las
preferencias de la sociedad por los distintos bienes. Este argumento fue expuesto por Coase
(1946), quien mostró que el excedente del consumidor generado por una industria con
rendimientos crecientes puede ser menor que el costo total en el que dicha industria incurre.
En dicho caso, subsidiar a la industria implica recaudar impuestos por un monto mayor al
valor de mantener la producción, y por lo tanto la sugerencia del principio de fijación de
precios al costo marginal resulta inferior al óptimo social (que sería no producir nada). Para
remediar este problema, Coase sugiere el uso de tarifas en dos partes, en las que el precio se
iguale con el costo marginal y la diferencia entre los costos medios y marginales se cubra
con un cargo fijo a los consumidores del bien. Cuando dicha solución no resulte posible, la
recomendación es cargar directamente el costo medio del bien, ya que el mismo tiene la
14
Esta clasificación está tomada de Laffont y Tirole (1993), pgs 23-30. Para una descripción más detallada de
la controversia marginalista, véase también Ruggles (1950).
12
ventaja de que elimina la posibilidad de que las industrias cuya producción tenga un valor
social menor que su costo puedan seguir produciendo.
La última objeción a la fijación de precios al costo marginal está relacionada con el
tema de los incentivos, y fue señalada por primera vez por Allais (1948). La idea detrás de
esta crítica es que la ausencia de restricciones presupuestarias en las industrias con
rendimientos crecientes a escala puede implicar que las empresas dejen de preocuparse por
minimizar sus costos de producción. Para resolver este problema, Allais sugiere que los
precios se fijen de manera proporcional a los costos marginales en vez de igualarse con
ellos. Con este esquema, este autor esta en cierto modo refinando el criterio de fijación de
precios al costo medio, ya que propone una regla según la cual los costos fijos de las
industrias con rendimientos crecientes se comparten entre todos los productos de dichas
industrias a través del mismo apartamiento proporcional entre precio y costo marginal. Pero
aunque esta regla sirve para restablecer la restricción presupuestaria en una empresa que de
otro modo requeriría un subsidio, la misma no soluciona del problema de la falta de
incentivos que las industrias reguladas tienen para revelar sus verdaderos costos a las
agencias regulatorias. Este punto sólo aparece tratado indirectamente en la formulación de
Allais, cuando el mismo apoya el establecimiento de empresas públicas a fin de permitir
que el gobierno cuente con mejor información sobre las condiciones internas de las
industrias con rendimientos crecientes. Pero dicha solución puede volverse inclusive peor
desde el punto de vista de los incentivos, si consideramos que -una vez nacionalizadas- las
empresas pierden el objetivo de maximización de beneficios y pueden por lo tanto
descuidar aún más sus esfuerzos destinados a minimizar costos. Esta crítica, que apareció
informalmente en algunas de las contribuciones a la controversia socialista, está
completamente ausente en los trabajos publicados en relación con la controversia
marginalista.
3.- La teoría de la empresa pública
13
Las controversias socialista y marginalista tuvieron lugar en contextos en los cuales
los supuestos que se hacían sobre la organización económica de la sociedad resultaban
relativamente extremos. Así, mientras los socialistas de mercado desarrollaron su esquema
para un caso donde la inmensa mayoría de las empresas operaban bajo propiedad estatal, los
marginalistas estaban pensando en un sistema de impuestos y subsidios que tenía lugar
principalmente entre empresas privadas sujetas a regulación. La teoría de la empresa
pública -cuyo mayor desarrollo ocurrió entre mediados de la década de 1950 y principios de
la de 1970- adoptó una posición diferente. Su idea fue que en una economía mixta las
empresas públicas y privadas podían coexistir, y que las decisiones de producción y precios
de la empresa pública podían servir como instrumentos de política para alcanzar distintos
objetivos que afectaban tanto al sector público como al privado. Este punto de vista estaba
sin duda influido fuertemente por ciertos hechos que estaban ocurriendo en aquellos años,
relacionados con la nacionalización de los servicios públicos y otras grandes industrias en
diversos lugares del mundo.
Aunque en muchos aspectos la teoría de la empresa pública se desarrolló a través
del análisis de equilibrio parcial, la misma puede también interpretarse como una teoría
acerca de los apartamientos óptimos entre precios y costos marginales en el contexto de una
implementación parcial del socialismo de mercado. Este enfoque no es aplicable a todas las
contribuciones sobre decisiones de producción y fijación de precios de las empresas
públicas, pero sí resulta adecuada para varios de los principales trabajos que trataron de
enmarcar a la teoría normativa de la empresa pública dentro del análisis de equilibrio
general15. La idea de una implementación parcial del socialismo de mercado es
relativamente obvia en varios de dichos trabajos: la teoría supone siempre un entorno en el
cual existe un sector público y un sector privado, y todos los precios de los factores quedan
determinados en mercados (así como también los precios de los insumos y los bienes
14
producidos por el sector privado). Los precios de las empresas públicas, en cambio, se fijan
de acuerdo con ciertas reglas de maximización del bienestar, las cuales suelen estar
influidas por la existencia de restricciones relacionadas con objetivos financieros,
problemas distributivos o imperfecciones del mercado.
Los principales antecedentes de la teoría de la empresa pública pueden hallarse en
los trabajos sobre fijación de precios al costo marginal y en la literatura sobre imposición
óptima. El primero de dichos grupos incluye algunos de los artículos mencionados en la
sección anterior, a los cuales deben agregarse varias contribuciones generadas entre fines de
la década de 1940 y principios de la de 1950 por la llamada “escuela marginalista francesa”
(formada básicamente por ingenieros ligados de un modo u otro a la actividad de las
empresas públicas). Varios miembros de dicha escuela estudiaron economía bajo la
dirección de Maurice Allais, y entre ellos pueden citarse los nombres de Marcel Boiteux y
Pierre Massé, quienes realizaron significativos avances en el tratamiento de problemas tales
como fijación de precios ante demanda fluctuante, políticas de inversión, fijación de precios
en condiciones de incertidumbre, etc16.
La contribución más importante de la teoría de la imposición óptima al tema de las
empresas públicas es sin duda la de Ramsey (1927). En ella, su autor analiza el problema de
un sistema tributario en el cual no pueden utilizarse impuestos de suma fija, y por lo tanto
toda la imposición debe hacerse sobre el consumo de los distintos bienes comerciados. Para
minimizar las pérdidas de bienestar de un sistema como ése, Ramsey propone cobrar
impuestos más elevados sobre los bienes cuyas demandas son más inelásticas e impuestos
más bajos sobre los que presentan demandas más elásticas. Esta regla se basa en el supuesto
de que la economía es competitiva y que no hay externalidades reales, con lo cual los
precios sobre los cuales se calculan los impuestos son iguales a los correspondientes costos
marginales. Las distorsiones introducidas por el sistema impositivo son así equivalentes a
15
El enfoque de equilibrio general de la teoría de la empresa pública aparece en una serie de fuentes diversas.
Atkinson y Stiglitz (1980) ofrecen un buen resumen de sus principales conclusiones (cap 15).
15
apartamientos entre costos marginales y precios de venta al consumidor, y pueden por lo
tanto asociarse con “márgenes” sobre dichos costos que el gobierno impone a fin de
recaudar un cierto nivel de ingreso con la mínima pérdida de eficiencia global.
La primera aplicación de la idea de Ramsey a la teoría de la empresa pública se debe
a Boiteux (1956), quien llegó a conclusiones similares a través de una línea de
investigación independiente. Su economía está modelada como un sistema en el cual existe
un sector privado perfectamente competitivo y un sector de empresas públicas sujeto a
rendimientos crecientes a escala. El sector público se encuentra además limitado por un
requerimiento de autofinanciamiento, que aparece alternativamente como una sola
restricción para todo el sector o como un conjunto de restricciones aplicables a cada una de
las empresas públicas. La solución general de este problema toma la forma de una regla en
la cual los apartamientos óptimos entre precios y costos marginales dependen directamente
del precio sombra de los fondos públicos (que es el multiplicador de Lagrange de la
restricción de autofinanciamiento) e inversamente de la elasticidad de las demandas
involucradas. Esta regla resulta virtualmente idéntica a la propuesta por Ramsey para su
problema de imposición óptima17.
El modelo de Boiteux ha sido considerado como el trabajo liminar sobre fijación de
precios para empresas públicas bajo condiciones de restricción financiera. Sin embargo,
también puede interpretárselo como un modelo de equilibrio general para una economía
mixta, y en ese sentido representa una alternativa interesante a los casos polares de
organización económica tratados en la controversia socialista. El rigor, el hecho de que en
la formulación de Boiteux las empresas privadas sean competitivas y las empresas públicas
presenten rendimientos crecientes puede explicarse a través del supuesto implícito de que la
política óptima de propiedad de las firmas consiste en dejar que el sector privado opere las
16
Para una reseña de los principales trabajos de la escuela marginalista francesa, véase Drèze (1964).
La relación entre los problemas de Ramsey y Boiteux aparece ilustrada en Baumol y Bradford (1970), junto
con una revisión de los trabajos sobre imposición óptima y fijación de precios para las empresas públicas de
17
16
industrias en las que la competencia es factible (rendimientos decrecientes y constantes) y
nacionalizar en cambio las áreas en las que el fracaso de mercado es una posibilidad real
(vgr, las industrias con rendimientos crecientes). Esto puede interpretarse como una
alternativa superior al socialismo de mercado, en el sentido de que elude buena parte de la
crítica a la que el mismo se hallaba sujeto (imposibilidad del cálculo económico,
requerimientos de información excesivos) y cumple relativamente bien la tarea de alcanzar
un nivel elevado de eficiencia asignativa. Su alcance es de todos modos menos amplio, ya
que no sirve para resolver los problemas de distribución del ingreso que los socialistas de
mercado encaraban simultáneamente en su propuesta.
Desde otra perspectiva, asimismo, este modelo de economía mixta representa un
paso más allá en la controversia sobre la fijación de precios al costo marginal, ya que
incorpora soluciones todos los elementos que habían sido señalados como puntos débiles
del paradigma marginalista (costo social de los fondos públicos, valor de mantener la
producción, incentivos para la reducción de costos a través de la imposición de restricciones
financieras). Es también una respuesta tácita a las recomendaciones de Meade (1944) y
Allais (1948), quienes habían defendido la alternativa de la propiedad pública para las
industrias con rendimientos crecientes a escala.
Las dos modificaciones principales de la regla de Ramsey-Boiteux que aparecieron
en las décadas de 1960 y 1970 estuvieron relacionadas con la inclusión en el modelo de
distorsiones de mercado y problemas distributivos. El primero de estos temas puede ser
ejemplificado con el trabajo de Rees (1968), que es un enfoque de “segunda preferencia” a
la teoría de la empresa pública. Este enfoque determina algunos ajustes óptimos a la regla
de fijación de precios a la Ramsey-Boiteux, que resultan necesarios cuando las empresas
públicas interactúan con monopolios privados o externalidades reales. Por otro lado, la
inclusión de consideraciones distributivas implica el uso de reglas de fijación de precios
otros autores (Pigou, Debreu, Vickrey, etc). Baumol y Bradford fueron también quienes tradujeron a Boiteux
al inglés.
17
que intenten resolver al mismo tiempo problemas de eficiencia y equidad. La idea principal
es así que -en un contexto en el que el gobierno no puede utilizar otros instrumentos para
redistribuir ingresos- la estructura óptima de precios del sector público debe tener en cuenta
el impacto que los bienes tienen sobre los distintos grupos de la población, a través del uso
de ciertas “características distributivas”. El resultado de esto es que en principio resulta
posible que algunos bienes deban ser vendidos a precios inferiores a sus costos marginales,
si es que son demandados básicamente por grupos cuya ponderación en la función de
bienestar del gobierno es alta (vgr, por los sectores más pobres). El trabajo más importante
sobre estos temas es probablemente el de Diamond y Mirrlees (1971), que ofrece un análisis
sumamente general de la economía normativa de la empresa pública que incluye al modelo
de Boiteux como un caso particular. Su conclusión principal es que, si no es posible
establecer un sistema de impuestos y subsidios de suma fija, los impuestos indirectos y los
precios de las empresas públicas pueden ser utilizados para mejorar la distribución del
ingreso.
La relación entre el socialismo de mercado, el marginalismo y la teoría de la
empresa pública no termina en los tópicos que fueron tratados por estas tres líneas de
pensamiento económico, sino que también se extiende a un tema que ninguna de ellas trató
acabadamente: el de la compatibilidad de incentivos. La no consideración de este tema por
parte de la teoría de la empresa pública es una debilidad de la misma que fue reconocida
desde bastante temprano18. De hecho, la teoría de la empresa pública se desarrolló siempre
con un enfoque enteramente normativo, y todos los desvíos del comportamiento
maximizador del bienestar se modelaron como restricciones del entorno económico. No fue
hasta la aparición de la literatura sobre diseño de mecanismos y problemas de tipo
principal/agente que la teoría económica encontró un modo de incorporar formalmente la
idea de que los individuos que deben obedecer las reglas normativas definidas por un
18
gobierno maximizador del bienestar pueden tener sus propios intereses, que en muchos
casos entran en conflicto con las reglas sugeridas. En tales casos, el comportamiento de
estos individuos (administradores, reguladores, trabajadores, etc) debe ser modelado
explícitamente, junto con la idea de que las reglas de fijación de precios y cantidades a
producir por la empresa pública deben tomar en cuenta los problemas de compatibilidad de
incentivos.
Esta debilidad en la teoría de la empresa pública quedó demostrada en la literatura
económica que surgió en defensa de las privatizaciones y la desregulación de los mercados
en la década de 1980. En la misma época, la literatura sobre empresas públicas también
comenzó a incluir este tipo de problemas, a través de la aparición de una teoría “positiva”
de la empresa pública. Esta teoría, sin embargo, nunca alcanzó un grado elevado de
elaboración y parece haber quedado relativamente olvidada entre un cúmulo de trabajos
sobre problemas de contrataciones públicas y regulación, en los cuales el interés principal
está puesto en la estructura de incentivos de los contratos entre el gobierno y los agentes
privados19. Este cambio de orientación coincide con el abandono de la idea de que las
empresas públicas pueden servir como instrumentos de política, idea ésta que parece haber
sido sepultada -al menos temporalmente- por la ola de privatizaciones y estrategias
desregulatorias que aparecieron en los últimos veinte años.
4.- Conclusiones
El desarrollo del socialismo de mercado y del marginalismo como componentes de
la teoría económica estuvo marcado por intensos debates acerca de la factibilidad y
optimalidad de las reglas propuestas por los creadores de estas líneas de pensamiento. Los
18
Drèze (1964), por ejemplo, señala que el sesgo normativo de la escuela marginalista francesa es “una severa
limitación” analítica y urge a encarar una evaluación empírica de las reglas de fijación de precios propuestas
por dicha escuela (pg 7).
19
El mejor ejemplo de esta literatura es probablemente Laffont y Tirole (1993).
19
socialistas de mercado consiguieron así mostrar que la eficiencia económica era posible en
una sociedad socialista descentralizada, pero fueron criticados porque sus ideas requerían la
recopilación de una gran cantidad de información que podía ser utilizada más eficazmente
por un sistema de tipo capitalista. Los iniciadores de la teoría de la fijación de precios al
costo marginal, por su parte, mostraron que su regla de fijación de precios era óptima como
estrategia regulatoria en situaciones en las que coexistían industrias con rendimientos
crecientes y decrecientes, aunque requería de un sistema de impuestos y subsidios en gran
escala y no tenía en cuenta problemas tales como es costo de los fondos públicos y el valor
de mantener la producción.
La teoría de la empresa pública recogió parte de los resultados de las controversias
socialista y marginalista, y propuso una solución para la implementación parcial del
socialismo de mercado con apartamientos óptimos entre precios y costos marginales. Dicha
propuesta tuvo en cuenta la existencia de restricciones presupuestarias, distorsiones de
mercado y objetivos distributivos, utilizando en todos los casos modelos normativos
explícitos de maximización del bienestar. Esta característica, sin embargo, resultó ser su
mayor debilidad, ya que implicó la no consideración de los problemas de compatibilidad de
incentivos que todo mecanismo descentralizado presenta. De hecho, esta omisión es
compartida por la mayor parte de la teoría económica anterior a 1970, y resulta
particularmente evidente en las controversias socialista y marginalista. En ese sentido,
entonces, la teoría de la empresa pública heredó su punto débil de los enfoques teóricos que
la precedieron, ya que ni los socialistas de mercado ni los marginalistas habían incluido el
tema de los incentivos en sus modelos.
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22
Socialismo de mercado, marginalismo y empresa pública: síntesis y
puntos de contacto
por Germán Coloma (Universidad del CEMA)
Resumen
En este trabajo intentamos resumir los principales aspectos de la controversia socialista y
de la controversia marginalista, y ligar sus resultados con la teoría de la empresa pública. Vemos
así el desarrollo del concepto de “socialismo de mercado” y las críticas al mismo por su
ineficiencia en el uso de la información. Vemos también que la fijación de precios al costo
marginal requiere de un sistema de impuestos y subsidios en gran escala, que origina problemas
cuando no se tienen en cuenta temas como el costo de los fondos públicos o el valor de mantener la
producción. La teoría de la empresa pública recoge todos estos elementos, y propone una
implementación parcial del socialismo de mercado con apartamientos óptimos entre precios y
costos marginales. Este avance, sin embargo, no contempla problemas de compatibilidad de
incentivos, y esta omisión resulta ser la principal debilidad de dicha teoría. Pero tal debilidad viene
también como herencia de las controversias socialista y marginalista, en las cuales el tema de los
incentivos nunca fue tratado como un punto central del debate.
Clasificación del JEL: B21.
Market Socialism, Marginal Cost Pricing and Public Enterprise:
Overview and Connections
by Germán Coloma (CEMA University)
Abstract
In this paper we try to summarize the main points of the socialist and marginal cost
controversies and link their results to the theory of public enterprise. We see the development of
the concept of “market socialism” and the criticisms to this concept because of its informational
inefficiency. We also see how marginal cost pricing requires the use of a large-scale system of
taxes and transfers, and the problems that it has when this system does not consider issues such as
the cost of public funds or the value of maintaining production. All these elements are compiled by
the theory of public enterprise, which proposes a partial implementation of market socialism with
optimal departures from marginal cost pricing. This development, however, does not contemplate
problems of incentive compatibility, and this omission becomes the main weakness of the theory.
This shortcoming is also inherited from the socialist and marginal cost controversies, which did not
include incentives as a central issue of the debate.
JEL Classification: B21.
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