LOS CONDICIONANTES DEL COMPORTAMIENTO 1 Documento introductorio para 2º taller simultáneo sobre Economía Institucional e Historia Agraria Domingo Gallego Martínez Universidad de Zaragoza El objetivo de este trabajo es hilar argumentalmente las distintas variables manejadas por la literatura (económica, sociológica, antropológica, histórica) para explicar las fuerzas que orientan el comportamiento humano. Se parte de la hipótesis de que no hay una explicación simple para comprender estas diferencias y que por lo tanto se hace necesario recurrir a una amplia diversidad de variables y a reflexionar sobre las razones (generales o particulares) que pueden dar mayor protagonismo a unas u otras en la explicación de los comportamientos. El interés de este objetivo desde el punto de vista histórico es que se aprecian considerables diferencias espaciales y temporales en las pautas de comportamiento de las personas, y por lo tanto, también en los modos de relacionarse entre ellas, ya sea en la vida cotidiana, ya en los momentos en los que se hace frente a situaciones extraordinarias de cualquier tipo. Las relaciones humanas tienen a su vez consecuencias en la vida familiar, en las relaciones mercantiles o en el interior de las empresas u otras organizaciones. La vida política o los modos de relacionarse las personas y las organizaciones con el medio natural también se verán afectados por esas circunstancias. En los párrafos siguientes se tratará del egoísmo y de sus posibles consecuencias. De las fuerzas que condicionan el despliegue del egoísmo ya sea la acción pública, los valores sociales o el control mutuo al que nos sometemos unos a otros en los distintos ámbitos. También condicionarán el comportamiento nuestras habilidades, capacidades y rutinas, pues potencian y limitan nuestro margen de maniobra y nuestro modo de actuar frente a la naturaleza o los materiales o frente a los otros. Los modos de acceder a los distintos tipos de recursos se realizan en general a través de diversas organizaciones, por lo que sus características y capacidades también condicionarán las nuestras. Todo ello a su vez no es estático, pues incluso en las sociedades más rígidas y menos dinámicas se pueden dar variadas pautas de comportamiento y los sujetos que observan las de los demás pueden pensar en modificar las suyas o intentar cambiar las de los otros. Puede tener lugar además nuevos acontecimientos ya sean de tipo ambiental, tecnológico o social que induzcan a nuevas formas de hacer las cosas, o pueden darse también influencias externas en cualquiera de los aspectos 1 Este es un texto de carácter muy provisional por lo que pido disculpas por lo precipitado de su redacción y por la imprecisión de las referencias bibliográficas. Su objetivo es presentar, utilizando como hilo conductor el comportamiento humano, algunas de las variables más relevantes de la economía institucional. La particularidad del texto es que la presentación de las variables institucionales se realiza combinándolas con las utilizadas en otras tradiciones teóricas. En esta versión se mantiene una argumentación muy general que no conecta directamente con la problemática de la historia agraria. Pese a ello la estructura argumental del texto es claramente resultado de mi experiencia como agrarista. 1 mencionados. A continuación se abordarán con mayor detenimiento cada una de estas cuestiones. 1. Las dos caras del egoísmo 2. El egoísmo como conductor del comportamiento ha sido valorado de modo dispar por las distintas corrientes de pensamiento y en las diversas épocas. Ahora nos interesa definirlo de tal modo que lo podamos separar claramente de los demás factores que condicionan el comportamiento, por lo que se va a definir de forma restrictiva. Entenderemos por egoísmo la fuerza que nos induce a pensar las consecuencias sobre nosotros mismos de nuestros comportamientos sin preocuparnos de los efectos que lo que hagamos pueda tener sobre los demás. Si nos preocupamos por los otros será tan solo porque esas consecuencias sobre ellos puedan afectarnos indirectamente de modo positivo o negativo. Este móvil egoísta parece inicialmente presentarnos unos individuos asociales, pero el egoísmo individual puede tener sus efectos positivos para el grupo, es decir, para la cooperación entre sus miembros. El egoísmo permite que al ocuparse cada uno de si mismo tienda a preservar y mejorar sus capacidades, lo que puede ser positivo para los intereses generales. Pero además la preocupación por uno mismo induce a tener en cuenta a los demás en la medida que la cooperación con ellos se podrá mejorar en sus resultados generales y particulares teniendo en cuenta sus intereses. El hecho de que cooperando con otros se puedan hacer cosas inaccesibles desde la mera actividad individual explica la preocupación egoísta por los demás. Pero el egoísmo desplegado sin freno puede traer también problemas para el grupo. El robo y la extorsión tienen costes para las víctimas y el grupo, pero generan indudables ganancias individuales para el extorsionador. El apropiarse de los recursos o de la libertad individual del otro no implica frecuentemente que no se quiera cooperar con él, sino que se pretende hacerlo desde una situación de poder que permita disponer de amplio margen para fijar los modos de cooperación. El enfrentarse a las fuerzas que puedan diluir relaciones de poder muy desequilibradas puede resultar razonable para preservar modos de cooperación muy favorecedores para una de las partes. La defraudación fiscal o, en general, la no participación con el trabajo o el patrimonio propio en la provisión de bienes públicos necesarios para el correcto funcionamiento de cualquier sociedad pueden ser otros de los modos en los que se manifiesta la contradicción entre intereses generales y comportamientos individuales guiados por actitudes exclusivamente egoístas. Es decir, el egoísmo por sí mismo no es un soporte suficiente para favorecer formas de cooperación respetuosas con los intereses de los otros y los generales, pues junto a las fuerzas que inducen a cooperar con los otros considerando sus intereses hay otras que inducen a explotar a los demás de distintos modos. Una sociedad gobernada tan solo por el egoísmo individual podría ser gravemente peligrosa para los intereses generales y para los de muchos 2 En este apartado se hace uso del los siguientes trabajos: Becker, 1976; Gauthier, 1998; Bhaduri, 1998 y Olson, [2000] 2001. 2 individuos. Se plantea así el problema de cómo se consigue domesticar el egoísmo, es decir, reconducirlo de las tendencias depredadoras a las cooperativas. Un camino para embridar al egoísmo es la acción controladora y en su caso represora del Estado: leyes y normas; vigilancia policial o administrativa de su cumplimiento; persecución de los comportamientos desviados. Pero, ¿quién vigila al Estado? La respuesta de Olson es que guiados por sus propios intereses egoístas quienes controlan el Estado se verán inducidos a tener en cuenta los intereses de los demás, pues del grado de prosperidad de las actividades económicas privadas dependen los ingresos impositivos (el incremento de la presión impositiva puede llegar a provocar un descenso en los ingresos del Estado). Además pueden aumentar los ingresos impositivos netos gastando parte de lo ingresado en el suministro de bienes públicos como, por ejemplo, los que encauzan el egoísmo de los particulares. Pero estos incentivos que inducen a limitar la presión impositiva y a la producción de bienes públicos muestran la cara amable de quienes controlan el Estado, pero estos, al igual que aquellos que manejan tan solo sus asuntos particulares, pueden tener incentivos depredadores. En el caso de ser personas que tan solo poseen poder político, su egoísmo les puede inducir también a la realización de acciones depredadoras relacionados con la consolidación de su poder. Si poseen además patrimonios particulares para cuyo aprovechamiento necesitan cooperar con otros tendrán los mismos incentivos de carácter cooperador o depredador antes comentados y que se pueden manifestar tanto en su actividad como gestores de su patrimonio como en el de responsables de alguna esfera de la administración pública. La duplicidad de los efectos de su egoísmo se manifestará así tanto en los criterios de gestión de los asuntos públicos como de los privados, y también en las estrategias que se desarrollen para actuar coherentemente con sus intereses egoístas en ambos ámbitos de actividad. De nuevo nos encontramos con que dejar que los asuntos privados o públicos se gestionen tan solo desde el criterio del egoísmo individual puede seguir siendo gravemente peligroso pese a los intereses inclusivos de quienes controlen el Estado, pues en todo egoísmo desencadenado se combina lo inclusivo con lo excluyente. 2. Valores, normas, rutinas, organizaciones, redes 3. Cualquier persona que se desenvuelve en sociedad encuentra restricciones poderosas al despliegue de unas pautas de comportamiento impulsadas tan solo por sus intereses personales. Vivir en sociedad implica contactos reiterados con los otros desde nuestro nacimiento. Observas comportamientos, aptitudes, gestos. Con ellos y, sobre todo, con el paulatino aprendizaje del lenguaje, penetran en nuestra mente valores y criterios de comportamientos y también múltiples rutinas, primero tan solo observadas en el ámbito familiar y luego transmitidas de modo sistemático mediante el sistema educativo o de las múltiples experiencias que se suelen tener en el entorno laboral o profesional. Es decir, vamos adquiriendo habilidades y capacidades, así como criterios para su utilización. 3 Trabajos utilizados para los argumentos sobre valores y normas: North, 1990; Douglas [1986] 1996; Hirschman, 1991; Taylor [1993] 1995; Gauthier, 1998 e Izquierdo, 2001. Para el papel en el comportamiento de rutinas, organizaciones y redes Hodgson [1993] 1995 y Granovette, 1973. 3 Estas habilidades, capacidades y criterios no resultan de ningún designio individual, sino que son la resultante de experiencias anteriores individuales y colectivas filtradas, sistematizadas y transmitidas de una generación a otra al mismo tiempo que se modifican al combinarse con nuevas experiencias. ¿Qué es lo que hay que hacer? ¿Cómo se debe hacer? Son, en muchos ámbitos de nuestra vida, unas preguntas que nuestro entorno nos transmite con su correspondiente gama de respuestas posibles o socialmente aceptables. El ámbito del egoísmo queda pues circunscrito en buena medida al espacio que las decisiones colectivas consideran socialmente aceptable, condicionando estas restricciones tanto a quienes actúan en el ámbito de la gestión pública como en el de los recursos y capacidades individuales. Pero no solo los valores y rutinas condicionan nuestros comportamientos sino el hecho de que todos de un modo u otro nos controlamos unos a otros dificultando el deslizamiento hacia pautas de comportamiento consideradas inadecuadas. Nuestros procesos de toma de decisiones (aparentemente individualizados) y nuestras actividades tienen lugar habitualmente en el ámbito de organizaciones o redes más o menos formalizadas familias, centros de trabajo o estudio, asociaciones de distinto tipo, redes más o menos formalizadas de vecinos, amigos o de personas con las que estás conectado por razones profesionales, políticas, o por cualquier otro tipo de afinidad. En ellas nuestro comportamiento es visible para los demás y es supervisado por ellos implícita o explícitamente. Cuando nos desenvolvemos fuera de estas organizaciones o redes frecuentemente no nos encontramos solos, sino que estamos sumergidos en ámbitos de sociabilidad más tenues en los que aunque nos prestemos una escasa atención mutua, resultan llamativos los comportamientos que se salen de lo esperado, pudiéndose llegar a producir respuestas de distinta intensidad y carácter los que son considerados inadecuados. En estos contextos tan interactivos el egoísmo individual queda encauzado y por lo tanto dispone de un campo de posibilidades de desplegarse muy condicionado por lo considerado socialmente correcto y por la intensidad y las formas que tome la interacción humana en las distintas sociedades. Incluso las normas formales necesitan de este entramado de mutuos controles para ser operativas, pues si su cumplimiento tan solo dependiera del control de los organismos públicos o privados especializados en labores de supervisión y vigilancia tendría que haber un inabarcable despliegue de supervisores. En cualquier caso las normas formales, en la medida en que sean socialmente aceptadas, inducen a controles públicos y privados similares a los que sostienen la coherencia entre valores y comportamientos, con la peculiaridad de que los comportamientos contrarios a las normas formales al ser judicial o administrativamente recurribles ofrecen un respaldo adicional a quienes estén interesados en su cumplimiento. Los valores, normas e interacciones comentadas hasta ahora condicionarán tanto los comportamientos desarrollados en el ámbito privado como en el público y tanto el de los controladores profesionales como el de los controlados. Pues aunque en cada ámbito de la sociedad hay personas u organizaciones con funciones específicamente controladoras (padres, profesores, patrones, jefes, inspectores, policías, fiscales, jueces) sus criterios y pautas de comportamiento son observadas e implícitamente controladas por los sometidos a la supervisión y por la sociedad en general, lo que limita también su margen de maniobra y sus modos de actuación a lo que socialmente se considera adecuado. Además, esta vigilancia implícita o explícita a la que nos sometemos unos a otros es eficazmente complementada y/o 4 sustituida por el propio autocontrol de nuestros impulsos meramente egoístas, pues las respuestas esperadas de los demás ante comportamientos inadecuados nos hacen auto disciplinarnos para adecuar nuestro comportamiento a lo socialmente correcto e incluso asumir esas restricciones como valores o virtudes propias. Mediante estos procesos de interacción con otros y de autocontrol, los valores aprendidos se reproducen en nosotros, pero también se adaptan a las cambiantes situaciones a las que cada uno, su entorno y la sociedad en general se van enfrentando. Debe tenerse en cuenta a su vez que el margen de lo considerado adecuado puede ser muy distinto en unas sociedades que en otras y en cada sociedad puede ser ese ámbito más o menos abierto según el lugar que ocupes en ella, según el tipo de actividad que se pretenda desarrollar, o según a quien o a qué afecten sus consecuencias. Pero independientemente de los desequilibrios sociales y ambientales que pueda generar un determinado sistema de valores, de normas y de modos de interacción social, sus características y sus pautas de transformación no serán tan solo ni principalmente resultado de interacciones en el ámbito de la cultura o del pensamiento ético o moral, sino que también serán consecuencia de su proceso de validación práctica en el ámbito de su sostenibilidad social, tecnológica y ambiental. Es decir, los valores, sus modos de reproducción y la supervisión de los comportamientos deben inducir a organizar modos de cooperación que tengan cierta capacidad de reproducirse, es decir, de ser coherentes con las tramas sociales existentes, con las tecnologías accesibles y con las características y posibilidades del entorno ambiental. En este sentido cambios endógenos o exógenos en cualquiera de estos aspectos pueden ser inductores de transformaciones en lo considerado socialmente aceptable. 3. Distribución, modos de acceso a los recursos, tipos de recursos 4. Egoísmo, valores, normas, control social y autocontrol no son evidentemente los únicos condicionantes del comportamiento, pues lo que se puede hacer también depende de los recursos a los que se tiene acceso y de sus características. Además, como se ha señalado, ambos aspectos también pueden incidir en los valores y en los modos de control social. El comportamiento se concreta en buena medida en el desarrollo de actividades de distinto tipo y objetivo. El conjunto de actividades a las que se pueden tener potencialmente acceso depende en buena medida de la posibilidad de acceder a la formación, a la información, a los recursos naturales, a los bienes y también a las demás personas, pues la inmensa mayoría de lo que hacemos lo realizamos directa o indirectamente en cooperación con otros. Nuestra capacidad de disponer de distintas alternativas de elección será muy dependiente de que los canales de acceso a estos distintos tipos de recursos sean fluidos y despejados o estén obstruidos por obstáculos de distintos tipos. En definitiva, si el acceso a los recursos nos brinda capacidades, el egoísmo y los valores nos transmiten criterios siendo la interacción social un modo de control de la coherencia entre comportamientos y valores. Pero claro, incluso en el caso de que los valores no sean 4 En este apartado se utilizan principalmente los siguientes trabajos: Sen 1993 y 1995; GeorgescuRoegen, 1994; Bhadduri, 1998; Landes, 1998; Congost, 2007 y Gallego, 2007. 5 discriminatorios los mismos valores serán compatibles con un margen de actuación muy distinto para unos y para otros dependiendo de los recursos a los que tenga acceso y esta situación tenderá a inducir a pautas de comportamiento diferenciadas dentro de un mismo campo de valores y redes de interacciones sociales. Pero, a su vez, es frecuente que las diferencias notorias en el acceso a los recursos tienda a inducir valores sociales discriminatorios con márgenes de permisividad diferenciados según el lugar que se ocupe en la sociedad, así como con controles sociales públicos y privados de distinto carácter para unos y para otros. Estas disparidades implican que el comportamiento diferenciado de unos y otros no se deba tan solo al dispar acceso a los recursos, sino a que puedan existir permisividades diferenciadas para el despliegue del egoísmo personal que se sustentan en relaciones de poder asimétricas (en lo económico y en lo político), que tenderán a reproducirse si son adecuadamente gestionadas por los interesados. Si las disparidades en las posibilidades de despliegue de los criterios egoístas son marcadas es posible que las tendencias oscuras del egoísmo se desplieguen a su vez dando lugar a comportamientos depredadores que refuercen el carácter desequilibrado del sistema social y de los modos de cooperación que en él se organicen. Las formas de acceder a los recursos también pueden afectar a las pautas de comportamiento. Las formas de acceso a los recursos son tan variadas como las distintas formas de organizar la cooperación que se puedan dar en una sociedad. Se puede acceder a ellos como vecino de un municipio, como ciudadano de un país, como propietario o familiar de un propietario, como asalariado, como miembro de una cooperativa o de una asociación, como colono a través de distintos contratos de cesión temporal de la capacidad productiva de la tierra, como familiar de un colono, simplemente como ser humano que utiliza recursos de acceso libre. Tras cada una de estas formas de acceso a los recursos nos encontramos distintos modos de organizar la cooperación entre las personas. El acceso como vecino implica la existencia de bienes colectivos y modos comunales de gestión; el acceso como ciudadano supone que las administraciones públicas organizan la provisión de algunos bienes y servicios; el acceso como miembro de la familia del colono o propietario supone la capacidad de las familias y redes familiares de organizar procesos de cooperación entre sus miembros; el acceder como asalariado o colono implica la existencia de propietarios particulares que organizan procesos de cooperación fuera del marco familiar o de tal envergadura que ese marco se queda pequeño para atender las necesidades de trabajo y de otros recursos; el acceso como cooperativista o asociado implica lógicamente la existencia de este tipo de organizaciones; y el acceso como ser humano implica la existencia de bienes libres o no apropiados pero quizá de uso regulado por los valores sociales o por las normas de alguna institución pública. Hay, evidentemente, otras muchas formas de acceso a los recursos y, por lo tanto, otras posibles formas de organizar la cooperación, pero lo que se quiere ahora destacar es que esta diversidad es una fuente de oportunidades para las distintas personas que se desenvuelven en una sociedad y por lo tanto un freno a los desequilibrios interpersonales en el acceso a los recursos y a los problemas que pueden derivarse del desequilibrado despliegue de los 6 egoísmos de unos y otros. Cada individuo por sus características personales, por su formación, por su patrimonio o por el de su familia pude encontrar oportunidades para acceder a los recurso por uno u otro camino pudiéndose mitigar así situaciones de marginalidad o indefensión, limitándose también las posibilidades de que los mejor situados extorsionen a los demás. Pero además no es indiferente cuáles son las características de estas organizaciones, pues no es indiferente que el principal (sea padre de familia, empresario o líder sindical) pueda actuar con amplio margen guiado principalmente por sus intereses personales o que tenga que combinar de modo relevante los intereses de los demás agentes que cooperan o los de quienes se vean afectados de un modo u otro por el funcionamiento de la organización. El tipo de interacción entre ellos dependerá del margen de maniobra de los agentes, del principal o de las personas afectadas indirectamente; de los valores y normas sociales que respalden a unos u a otros; o de la capacidad respectiva (de la que se tratará posteriormente), de desarrollar acciones colectiva para la defensa de sus intereses. Las características de estas interacciones inducirán a quienes controlan las organizaciones a combinar de modo más o menos equilibrado sus intereses con los de los distintos tipos de personas u organizaciones con las que cooperan y con los de su entorno social. En cualquier caso, el margen de maniobra para decidir y por lo tanto para comportarse de un modo o u otro no dependerá tan solo de los distintos aspectos de tipo social comentados hasta ahora, pues el margen de maniobra de los miembros de una sociedad puede verse modificado por las características de los recursos a los que tienen acceso sus miembros. No es lo mismo desenvolverse en contextos ambientales frágiles y con pocas y poco productivas opciones de aprovechamiento que en espacios más estables y feraces. No es lo mismo disponer de una tecnología u otra para el manejo del medio natural con fines agrícolas o con el propósito de desplegar procesos productivos en otros ámbitos. No es lo mismo disponer o no de formación y experiencia en el diseño de organizaciones. Los medios naturales más feraces y las tecnologías más productivas, flexibles o ambientalmente menos agresivas abren posibilidades que potencialmente pueden aprovechar todos los miembros del grupo (pueden ampliar el margen de maniobra y por lo tanto las pautas de comportamiento de casi todos). Aunque siempre pueden darse sociedades en las que por sus características bloqueen las capacidades de buena parte de sus miembros de aprovechar las potencialidades del medio natural o de la tecnología disponible. 4. Reproducción, evolución, acción colectiva 5. En las páginas anteriores se transmite quizá una imagen en exceso reproductiva de las prácticas sociales. Pero cualquier sociedad tiene esa tendencia reproductiva general que conduce también al comportamiento repetitivo de los agentes y de las organizaciones que en 5 Sobre reproducción y evolución se han utilizado principalmente los siguientes trabajos: Hodgson [1993] 1995 y 1999; Vara, Turno y Rodríguez, 2005; North, 2005 y Almudí y Fatás-Villafranca, 2007. Sobre la acción colectiva: Polanyi, 1957; Granovette, 1973; Hirschman, 1970, 1984 y 1993; Thompson, [1991] 1995 y Tello, 2005. 7 ella actúan, asegurando con ello una cierta dosis de seguridad en el comportamiento de los demás y en el desenvolvimiento de las distintas actividades productivas. Pero además las sociedades tienen tendencias evolutivas derivadas de que, aunque en distinto grado, son sociedades complejas, interconectadas en su interior y con contactos de variado carácter con el exterior. El ser complejas no solo consiste en desarrollar diversos tipos de actividades, sino también hacer las cosas de modo distinto, incluso para dar respuesta a los mismos problemas o para producir el mismo tipo de bienes o servicios. A su vez, incluso desde los mismos valores y similares restricciones, se puede actuar de modo distinto y la forma de responder a los comportamientos de los otros puede ser diferente aun en situaciones de similar intensidad de la interacción social. Todas estas diferencias se deben a una gran variedad de circunstancias. Las personas tenemos caracteres distintos y eso provoca comportamientos distintos ante similares restricciones o influencias, lo que afecta a su vez a los modos de cooperar dentro de las organizaciones de las que cada cual formamos parte. Las personas que convivimos unas con otras nos hemos formado en épocas distintas o en la misma época pero en ambientes diferenciados. Algo similar les ocurre a las organizaciones que interactúan entre ellas. No es infrecuente además que se decida aplicar soluciones distintas para problemas similares aun utilizando la misma oferta tecnológica o criterios organizativos de carácter similar. En este contexto de experiencias diferenciadas la interconexión de unas personas y unas organizaciones con otras no solo genera mutuo control, sino transmisión de experiencias distintas y la posibilidad de aprovechar las de los otros para intentar mejorar las formas de hacer las cosas o los modos de influir sobre los demás. La interacción social genera múltiples interferencias que hacen circular experiencias induciendo a experimentar con nuevas soluciones o nuevas pautas de comportamiento. Esa interacción y esa experimentación aun pueden alcanzar mayor envergadura si tenemos en cuenta la existencia de relaciones con sociedades distintas que se desenvuelven apoyadas en valores, tipos de interacciones sociales y organizaciones o tecnologías diferentes a las nuestras. Es decir, vemos cómo las sociedades combinan fuerzas que les inducen a la reproducción y a la evolución que repercuten sobre los individuos, induciéndoles a sostener sus formas de comportamiento y a modificarlas aprovechando las experiencias ajenas a las que tengan acceso y les resulten más convenientes. Pero tanto las fuerzas que inducen a la reproducción como a la evolución no son neutras con respecto a los interés de unos y otros, ni con respecto a la relación de la sociedad con su entorno ambiental. El descontento producido por la posible contraposición de intereses que la persistencia de lo que hay o el cambio pueden provocar inducirá a la acción colectiva como modo de modificar los procesos de reproducción o las tendencias inducida por la evolución. La acción colectiva se apoyará en las mismas fuerzas que inducen a la reproducción y a la evolución, es decir, se apoyará en la interacción social, en este caso con el objetivo de movilizar a personas u organizaciones que tengan similares problemas. Esta movilización puede tener distintos objetivos: sostener la reproducción, lograr apoyos para aplicar los cambios inducidos por la evolución o también modificar los equilibrios que inducen a determinadas pautas de reproducción y evolución. Puede también ser respuesta a problemas o a deficiencias puntuales en el funcionamiento de las distintas organizaciones o consecuencia de persistentes desajustes motivados por intereses de otros o simplemente por errores o 8 desajustes que no benefician a nadie y pueden perjudicar a muchos. Puede ser impulsada tanto desde grupos que ven peligrar o quieren reforzar su hegemonía como desde aquellos que pretenden salir de situaciones de indefensión o simplemente desde sectores que pretenden dar solución en común a algún problema que les afecta a todos, al que ninguno por sí mismo puede dar respuesta (por ejemplo, la provisión de algún bien público de interés para el conjunto de un determinado sector de la población). Puede tomar a su vez diversas formas: acciones totalmente individuales y descoordinadas pero que acaban teniendo efectos generales; resistencias o imposiciones hechas sin coordinación pero suponiendo o conociendo que los demás lo hacen también; acciones coordinadas de resistencia o imposición combinadas en algunos casos con movilizaciones; construcción de organizaciones estables para dar mayor cohesión, fuerza y continuidad a las acciones emprendidas. En definitiva, las acciones colectivas tienen tanto capacidad de inducir a la persistencia de las fuerzas que inducen a la reproducción o la evolución como capacidad de modificarlas. Tras ella irá quedando un poso de experiencias, de redes y organizaciones sociales y de nuevas actitudes que podrán afectar tanto a los comportamientos futuros de los particulares como al de los políticos y funcionarios públicos. El sistema político y los distintos tipos de organizaciones también pueden verse afectados por estas acciones combinadas de muchos individuos. 5. Negociación 6. Los individuos desde sus peculiaridades como personas y desde su posición en los distintos ámbitos en los que se desenvuelven se encuentran condicionados en su comportamiento por unas más o menos tupidas redes de interconexión con los demás. Mediante esa interacción reciben valores, son controlados, aprecian nuevas posibilidades en las formas de hacer las cosas, son condicionados o condicionan a los otros a través de distintos tipos de acciones colectivas. Parece útil acudir al concepto de negociación para sintetizar la resultante del conjunto de fuerzas que surgen de cada individuo e inciden sobre él. El concepto de negociación sintetiza la relación (y consiguientemente la tensión) entre individuos y organizaciones que van fijando el margen de maniobra de cada cual para seguir haciendo lo que venía siendo habitual o para hacer cosas distintas. Este concepto nos induce a observar las decisiones como acuerdos con los demás, acuerdos alcanzados en el contexto de la diversidad de restricciones y posibilidades que afectan a cada cual. Es decir, nos muestran la decisión no como resultado de un proceso de introspección individual, sino como resultado de la interacción con los otros y también con el medio natural en el que las actividades humanas se desenvuelven. Creo que esta perspectiva es particularmente útil para el análisis histórico en el que el objetivo es entender las fuerzas que explican el cambio en los valores, en las relaciones, en el acceso a los recursos o en los modos de acceder a ellos. Aunque de hecho muchos comportamientos parezcan resultado de decisiones autónomas, el concepto de negociación nos induce a reconstruir las condiciones que permiten que algunos tomen unas decisiones y que otros lo consientan. 6 Sobre los procesos de negociación: Polanyi, 1957; North, 1990 y Gallego, 2007. Sobre la relación con el medio natural: Soddy, 1922; Georgescu-Roegen, 1994 y Soto, Herrera, González de Molina y Ortega, 2007. 9 Entre esas interacciones que nos hacen percibir a las decisiones como resultado de acuerdos negociados está la relación con el medio natural, pues este tiene una capacidad autónoma de responder a las decisiones que sobre su modo de manejo toman las personas y las organizaciones. Estas decisiones al afectar al entorno ambiental pueden afectar a la viabilidad de las relaciones que con él se mantienen. Las decisiones humanas pueden afectar a la composición del suelo, del agua o de la atmósfera o a las reservas de algunos recursos naturales básicos provocando situaciones que en algunos casos pueden dificultar gravemente la reproducción de las actividades de producción y consumo desarrolladas. Estas respuestas de la naturaleza tienden a ser percibidas y tenidas en cuenta por los agentes al igual que las reacciones de las otras personas con las que cooperan. Pero también es frecuente que quienes reaccionen ante los problemas ambientales producidos por la acción humana no sean las personas que los han provocado sino otros agentes. En este caso, la capacidad de la reacción de la naturaleza de incidir en el comportamiento humano dependerá del margen de maniobra que estos últimos tengan para desarrollar acciones colectivas que transmitan el problema y generen una presión suficiente para inducir a la variación de los comportamientos ambientalmente depredadores. Pero incluso en el caso que el afectado sea el inductor del problema, su capacidad de respuesta ante las señales de la naturaleza será dependiente de su margen de maniobra para poder hacer las cosas de otro modo en vez de aceptar simplemente un deterioro de su entorno y con él de sus condiciones de vida. Es decir, el concepto negociación nos permite también integrar a la naturaleza como condicionante del comportamiento humano percibiendo a su vez que ese condicionamiento está mediado además de por la tecnología por el tipo de valores, normas, experiencias e interacciones sociales en el que los individuos y las organizaciones se desenvuelven. 6. Conclusiones: la atmósfera social. En las páginas anteriores se ha concretado poco. Los argumentos presentados no acaban de aterrizar en los ámbitos concretos en los que se desenvuelve la interacción entre las personas: familias, explotaciones agrarias, empresas, mercados, política o naturaleza, tecnología, producción, consumo. Parece como si se hablara de todo pero no se concretara nada. Esta impresión es correcta, pero creo que el modo de razonamiento utilizado en este trabajo se adecúa al objetivo que se pretendía abordar. Es decir, lo que se ha pretendido presentar es la atmósfera social en la que se desenvuelven las relaciones entre las personas, las organizaciones y el medio natural. La hipótesis implícita es que las características de esa atmósfera afectarán profundamente a las formas de hacer las cosas en todos los ámbitos de la vida. La atmósfera se concretará en valores y normas más o menos flexibles y en distinto grado discriminatorias; en la intensidad con la que la interacción social atrofie o facilite aprender de las experiencias de los otros o desplegar acciones colectivas; en un acceso a los recursos más o menos abierto y más o menos variado en sus formas; en una tecnología y en unas condiciones naturales más o menos integradas y abiertas a campos de posibilidades de producción más o menos amplios. La atmósfera social es la resultante de la combinación de todas estas circunstancias. Este contexto condicionará los modos de relacionarse con la naturaleza, la vida familiar, el funcionamiento de los mercados, los modos de organización de las empresas, el sistema político, la acción de las distintas administraciones públicas. Tras las características de 10 ese medio ambiente social una gran diversidad de factores de cuya resultante conjunta dependerá que en las negociaciones en las que cada uno esté implicado sea en distinto grado tenido en cuenta y tenga que contar en mayor o menor medida con los demás. Bibliografía: ALMUDÍ, Isabel y FATÁS-VILLAFRANCA, Francisco (2007): Dynamic Implications of the Impurity Principle (documento inédito en proceso de elaboración). BECKER, Gary (1976): “El enfoque económico del comportamiento humano” (se ha utilizado la edición contenida en R. Febrero y P. Schwartz: La esencia de Becker, Ariel, Barcelona, 2001, pp. 47-58). 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