UNIVERSIDAD CENTRAL “MARTA ABREU” DE LAS VILLAS Trabajo de Diploma Pertinencia de la crítica marxista a la visión hegeliana de la relación Estado-sociedad civil para la implementación de políticas públicas inclusivas en América Latina. Autor: Eduardo Romero Cano Tutor: Edgardo R. Romero Fernández. Carrera: Filosofía marxista-leninista Santa Clara, 2015 Agradecimientos: A mi tutor por su empeño y sostenidos esfuerzos, por constituirse en paradigma para los que buscan denodadamente el saber y la justicia. A mi madre por ser cautivadoramente única. A mi niña preciosa y risueña, que me alegra las tardes cuando el día ha sido agotador, y por supuesto a su familia. A los que me quieren y apoyan cada día, por su excepcional y franca amistad; a los que me han ayudado en mi formación, por compartir su saber; a los que hacen por un mundo más justo y próspero, por seguirlo haciendo… a todos, gracias… Resumen: La implementación de políticas públicas de corte inclusivo en América Latina se constituye en necesidad fundamental de nuestro tiempo. En ese sentido se muestra como un obstáculo a superar la visión estado-centrista que hoy se promueve desde la Academia y que tiene sus bases en la filosofía-política del idealista alemán Georg Wilhelm Friederich Hegel. Karl Marx es el crítico por excelencia de este pensador y el mejor exponente de la crítica a la visión del mismo respecto a la relación que guardan las categorías Estado y sociedad civil. Debido a ello ha de retomarse la crítica marxista así como su concepción materialista de la historia para, entendiendo de manera correcta la relación Estado y sociedad civil y la necesidad de articular ambos, implementar políticas públicas de corte inclusivo en la región. Palabras clave: Estado, estado-centrismo, sociedad civil, familia, individuo, voluntad, moralidad, eticidad, libertad, Derecho, políticas públicas, formaciones sociales, modos de producción, fuerzas productivas. Exergo “La crítica le ha quitado a la cadena sus imaginarias flores, no para que el hombre arrastre la cadena que no consuela más, que no está embellecida por la fantasía, sino para que arroje de sí esa cadena y recoja la flor viviente…” “Die Kritik hat die imaginärem Blumen an der Kette zarpflückt, nicht damit der Mensch die phantasielose, trostlose Kette trage, sondern damit er die Kette abwerfe und die lebendige Blume breche…” Carlos Marx, Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, 1843 Karl Marx, Zur Kritik der Hegelschen Rechts-Philosophie, 1843 Índice: Introducción................................................................................................…1-5 Capítulo I: La relación categorial. De la sociedad civil al Estado y del Estado a la sociedad civil. Epígrafe 1.1: Contexto e influencias en el pensamiento filosófico político de Georg Wilhelm Friedrich Hegel en relación a su visión de la relación Estado y sociedad civil.……………………..…………………………………………..……6-16 Epígrafe 1.2: El particular escindido del universal. Un fenómeno nuevo que crea nuevos problemas. La concepción del Estado ético en la filosofía de Hegel………………………………………………………………………...…….16-27 Capítulo II: Superación de la crítica Marxista a la Filosofía del Derecho de Hegel Epígrafe 2.1: Primera confrontación teórica. La etapa de juventud productiva de Marx y el inicio de su sistema…………………………………………………..28-39 Epígrafe 2.2: Distinciones metodológicas en cuanto a la conceptualización de sociedad civil y Estado en Hegel y Marx. Contundencia de la crítica marxista a Hegel……………………………………………………………………………....39-46 Capítulo III: El surgimiento de las políticas públicas y las veleidades de su aplicación en América Latina, reflejo de la pertinencia de la crítica marxista a la visión hegeliana de la relación Estado- sociedad civil……………………….47-56 Conclusiones:…………………………………………………………………..…57-62 Bibliografía:………………………………………………………………………..63-68 Introducción El presente trabajo de diploma representa parte de una serie de esfuerzos realizados de conjunto al interior del grupo científico estudiantil denominado Estado y sociedad civil que se encuentra a su vez adjunto al proyecto Valores fundacionales de la Integración Latinoamericana. Existen por lo menos dos razones para abordar un trabajo de la naturaleza del presente, en donde se trata de rescatar y poner a la orden del día a la crítica que efectúa un autor definitivamente revolucionario como Karl Heinrich Marx a un excelso filósofo de la burguesía alemana decimonónica como G. W. F. Hegel, en cuanto a la visión de este último sobre la relación que guardan entre sídos categorías fundamentales de la filosofía política: Estado y sociedad civil. 1. La lectura errónea, que han realizado varios autores, de la visión hegeliana sobre la cuestión tratada, con la consecuente interpretación errónea de la crítica marxista al enfoque hegeliano. 2. La inapropiada utilización de estas categorías en las aplicaciones políticas, económicas, etc. en la práctica social contemporánea a veces sin tener conciencia de ello. La vuelta enmascarada y retrograda a las nociones de Hegel respecto a la relación Estado y sociedad civil se constituye en ejemplo vivo de la puja incesante de potencias hostiles por socavar los niveles de gobernabilidad democrática en el mundo en general y en nuestra área geográfica en particular. Un elemento visible de ello fueron los documentos programáticos de Santa Fe desde 1980 producidos por el gobierno de Ronald Reagan (Santa Fe IV, 2000) y luego de manera más directa la alevosa intención se materializó con la teoría de Francis Fukuyama sobre el «fin de la historia y el último hombre»1 (Santa Fe IV, 2000) lo cual constituía un freno premeditado para la implementación de manera transparente y coherente del quehacer político progresista en el mundo a través políticas públicas de inclusión social. Desde la década de los ´50s del pasado siglo sale a la luz el término política pública. El mismo ha recibido diversas interpretaciones, mas su necesidad esencial sigue estando presente, pues el Estado ha de ser más eficiente en el uso de los recursos públicos destinados al desarrollo. Es por ello 1 Esta connotación intenta de modo geométrico proponer como el mejor de los mundos posibles, en el sentido de organización socio-política a la democracia liberal norteamericana; paradigma este que ya se encuentra en tela de juicio, más allá de los esfuerzos del cuarto por poder ocultar tales evidencias. que, dada la existencia de esa necesidad aceptada por los gobiernos de la época, el vínculo política pública y desarrollo social se torna cada vez más fuerte y con el decursar del tiempo el estudio de las políticas públicas para alcanzar el desarrollo se convirtióincluso en una disciplina académica, que involucra hasta a los cuadros centrales del estado en los diferentes países del globo. Las políticas públicas se convierten en centro de atención de los gobiernos progresistas a inicios del presente siglo, pero desafortunadamente su aplicación no alcanza los frutos previstos, pues a partir de visiones estadocéntricas se alejan de sus planteamientos teóricos de partida y aquí es donde se entremezcla el asunto de la aplicación de políticas públicas con la comprensión de la relación entre Estado y sociedad civil, ya que según la visión que se tenga de esta relación, así se aplicarán las políticas públicas para el desarrollo y se torna relevante la crítica marxista a Hegel en su comprensión sobre Estado y sociedad civil Los referidos documentos de Santa Fe (2000, 15) y Francis Fukuyama2, se inspiran en la noción del fin de la historia expuesta por Hegel en una obra de trascendental relevancia como la Fenomenología del Espíritu de 1807, para afirmar que el motor de la historia se ha paralizado en la actualidad tras el fracaso del comunismo, por lo cual la única opción viable sería la democracia liberal tanto en lo económico como en lo político. Esta postura devenida en el llamado pensamiento único refrenda al sistema de democracia representativa burguesa como “el mejor de los mundos posibles” o sea, se establece el modelo de desarrollo de los Estados Unidos de América como paradigma, no solo en el orden económico, sino además en el plano político, cultural, intelectual, etc. Tales concepciones como la de Fukuyama, que como exponíamos parten del ideal hegeliano, deben ser corregidas y actualizadas, pues el esquema de pensamiento único paraliza los procesos revolucionarios, no por la vía de la violencia física, sino por la vía de la imposición de dogmas, principios y metodologías supuestamente certificadas por grandes teóricos y académicos lo cual hace más daño a la formación de una conciencia de emancipación social que una guerra frontal con armas de destrucción masiva. Para que el proceso dure más de lo que duren sus ídolos se ha de garantizar que comprometidos todos seamos capaces de asumirnos como actores y conscientes en un proceso que va más allá de nuestras carencias espirituales y materiales, es necesario armarnos de elementos teóricos 2 teórico de origen japonés radicado en Estados Unidos para rebatir la producción espiritual burguesa adoradora de mitos prefabricados. Marx vendrá a ser entonces la guía necesaria para desenmascarar cualquier postura socialdemócrata que nos aleje de los procesos verdaderamente revolucionarios. A tenor con los elementos anteriores se plantea el siguiente problema de investigación: ¿Por qué la crítica marxista a Hegel respecto a la relación Estado y Sociedad civil es pertinente en el proceso de elaboración e implementación de políticas públicas de corte inclusivo? Hipótesis: La crítica marxista a la postura hegeliana sobre Estado y sociedad civil es pertinente en cuanto muestra el verdadero vínculo entre Estado y sociedad civil para asíimplementar políticas públicas de corte inclusivo. En función del cumplimiento de dicha investigación se ha planteado como objetivo general: Valorar la pertinencia de la crítica marxista a la concepción hegeliana sobre Estado y sociedad civil para las condiciones contemporáneas de implementación de políticas públicas de corte inclusivo en América latina. Como objetivos específicos establecimos los siguientes: 1. Analizar las categorías sociedad civil y Estado en Hegel, sus homólogas en Marx y hacer contrapunteo. 2. Argumentar la pertinencia de la crítica marxista a la visión hegeliana sobre Estado y sociedad civil para la aplicación de políticas públicas de corte inclusivo en América Latina. Para el cumplimiento de dichos objetivos se emplearán varios métodos. El método histórico-lógico, primario y fundamental para rastrear el problema investigativo desde sus fuentes fundamentales y demostrar cómo el mismo ha sido superado, resuelto, obviado y vuelto a poner sobre el tapete toda vez que la clase en el poder intenta evadirlo. El método inductivo deductivo, en orden de poder analizar los planteos de ambos autores de forma transparente y sin los equívocos que han tenido lugar, (a veces exprofeso) para darles otro significado; hermanarlos cuando en realidad hay puntos de confrontación, e incluso deslegitimarlos, (acusando al marxismo de puro economicismo por ejemplo) cuando no se avienen al interés de la clase dominante que controla la producción espiritual de nuestro tiempo. Por último y a la par, se emplearáel método analítico sintético con el propósito de llegar a conclusiones asertivas que permitan demostrar por qué desde la crítica marxista a la concepción hegeliana del Estado –vuelta a traer como se ha expuesto a nuestro entorno político- se pueden resolver muchos de los problemas que hoy día afrontamos respecto a la gobernabilidad, los niveles de democracia, y todo ello a través de la implementación de políticas públicas de corte inclusivo. La realización de la presente investigación conllevó necesariamente una amplia revisión bibliográfica en la que ocuparon un lugar cimero las obras clásicas de G.W.F Hegel y K. H. Marx, pero así mismo se consultaron las obras de un conjunto de autores que valoraron las posturas de ambos acerca de la relación Estado- sociedad civil entre los que se destacan Cerezo Galán; Dri; Pavón Cuellar; Chihu Amparán; Bobbio y Cerroni. Respecto a la teoría clásica sobre políticas públicas se consultaron las obras de destacados autores, dentro de ellos algunos de sus fundadores y principales cultores como Ch. Lindblom; Garson; Muller, Coob; Goodin y Klingenman. Por último, en el análisis politológico de la aplicación de políticas públicas en el escenario latinoamericano y su vínculo con las categorías Estado y sociedad civil, pudimos consultar las valiosas aportaciones de Alicia Kirchner; Raúl Zibechi; Héctor Díaz Polanco, Alí Rodríguez Araque; Alaín Basaíl y Edgardo Romero. El trabajo se compone de tres capítulos que van imbricándose entre sí a la par que se exponen sus respectivos epígrafes. El Capítulo primero aborda lo referido al entorno en que emerge y distingue la filosofía del Derecho de Hegel, sus fuentes, mayores distanciamientos en cuanto a sus contemporáneos y las pautas que marca a partir del establecimiento de una visión estado-centrista fundamentada en su concepto de libertad que es expreso para explicar su concepción del Estado ético. El capítulo segundo retomará varios de estos aspectos a modo de ir distinguiendo qué lleva a Marx a realizar su obra Crítica a la Filosofía del Derecho de Hegel -Kritik der Hegelschen Rechts Philosophie- de 1843, las principales distinciones que establece respecto a la visión hegeliana de la relación Estado y sociedad civil, así como el resultado de las mismas que se vierte en una teoría revolucionaria sin parangón. Por último, en el Capítulo tercero se historiza lo vinculado a las políticas públicas en América latina y se vincula con los posibles posicionamientos respecto a la relación Estado– sociedad civil con la intención de hacer notar cómo la tradición que se establece siguiendo la visión hegeliana no contempla mecanismos de colaboración entre Estado y sociedad civil, partiendo de una visión idealista que es fundamento a la vez del estado-centrismo, lo que no permite un desarrollo inclusivo para los pueblos de nuestra región. Capítulo I Capítulo I La relación categorial. De la sociedad civil al Estado y del Estado a la sociedad civil. Epígrafe 1.1 Contexto e influencias en el pensamiento filosóficopolítico de Georg Wilhelm Friedrich Hegel en relación a su visión de la relación Estado y sociedad civil. Si nos referimos al escenario teórico que antecede a la definición del par categorial Estado-sociedad civil en el sistema filosófico hegeliano han de tenerse en cuenta tres grandes bloques de pensamiento con los que dicho representante de la cumbre del movimiento decimonónico alemán del idealismo filosófico articula, de manera implícita o explícita, un sostenido debate: el liberalismo clásico inglés, el pensamiento ilustrado francés y escocés y la filosofía idealista alemana pos kantiana3. Tales líneas de pensamiento, independientes y parcialmente conectas entre sí, hallan en el pensamiento de Georg Wilhelm Friederich Hegel una especie de síntesis. Este iniciarásu quehacer filosófico político tomando las propuestas del Estado central y el instrumento del contrato, que fueron realizadas en su momento por los liberales ingleses, aunque, en el caso de algunos de estos, tales propuestas obedecieron a un carácter pragmático4. En el pináculo de su obra filosófico-política Hegel erige una relación categorial que es fundamento y concreción de toda su obra antecedente: «Todo lo real es racional, y todo lo racional es real» (1821/1968, § 34). El fruto de la crítica marxista clásica respecto al establecimiento de dicha relación puede 3 El particular caso que constituye Kant es más bien un momento de apropiación y tácita ruptura en lo que a su visión filosófica política se refiere, producto de lo cual es preferente abordar tales contactos a partir de su precedente en Fichte. 4 En el caso de John Locke, padre del liberalismo inglés, la variante contractual deviene producto del entorno político de su tiempo más que por la racional interpretación de que el contrato fuese lo más conveniente para que el individuo (el burgués) pudiese realizarse a plenitud y hacer cumplir su voluntad sin traba alguna. El contrato no se trata por tanto de una mera puesta de acuerdo sobre algo, sino que es indispensable tener en cuenta con quien se realiza tal puesta de acuerdo. He aquí el primer momento de «engaño» que presenta la burocracia como tal y a lo cual referirá Marx severas críticas con posterioridad (Cfr. Marx, 1843/1991, 259) recogerse en una de las producciones de la etapa de madurez teórica de Friederich Engels: Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. En dicha obra se expone, a treinta y siete años de que Karl Heinrich Marx iniciase su Kritik der Hegelschen RechtsPhilosophie -Crítica de la Filosofía del Derecho hegeliano- que «no ha habido tesis filosófica sobre la que haya pesado más la gratitud de gobiernos miopes y la cólera de liberales, no menos cortos de vista.»(Engels, 1880/1973, 356) Engels refiere, haciendo empleo de una sagaz y requerida retórica, que «era esta la palpable canonización de todo lo existente, la bendición filosófica dada al despotismo, al Estado policíaco, a la justicia de gabinete, a la censura»(Ibíd.) puesto que «para Hegel, no todo lo que existe, ni mucho menos, es real por el solo hecho de existir. En su doctrina, el atributo de la realidad sólo corresponde a lo que, además de existir, es necesario.»(Ibíd.) Ya que como planteara el referido idealista alemán «la realidad, al desplegarse, se revela como necesidad »(Hegel, 1821/1968, §34) Al respecto Nicolás Abbagnano se adelanta en registrar cómo este dilema respecto a la relación entre el ser y deber ser se hubo de constituir en fundamental para el posterior planteo del sistema filosófico del joven Hegel, sobre todo en materia de filosofía política, la cual en su caso particular estuvo impregnada de un amplio matiz religioso atendiendo a que: «Durante su permanencia en Francfort (1797), el pensamiento de Hegel se orientómás claramente hacia el panteísmo, sobre todo por la influencia ejercida sobre él por Fichte y Schelling. Aparece en los fragmentos de este período lo que debía ser el tema de toda la filosofía hegeliana: la unidad de Dios y del hombre» […] (Abbagnano, 2004, II, 480) Hegel posteriormente «declara su conformidad con el empirismo en el principio de lo que es verdadero debe ser en la realidad»(Abbagnano, 2004, II, 478) tesis esta que le vale para resguardar y erigir su sistema aislándose cada vez más de un Immanuel Kant que le resulta aportativo en cuanto a sus consideraciones de la moral y la ética como baluartes del orden de la societas, pero, por otra parte ,conflictivo puesto que su consideración de la relación del «deber ser» con el «ser», le dificulta el absoluto anclaje de su teoría en la realidad. Los postulados kantianos que suponen un alejamiento del ser con el deber ser y suponen además que dicho alejamiento es natural en el mundo; impiden por tanto la adecuación de la teoría al marco de lo terreno al que ansía llegar Hegel, el cual pretende demostrar a toda costa que «el ser y el deber ser coinciden» (Ibid, 478). Partiendo de dicha idea su teoría del Estado como comunión de las voluntades individuales quedaría perfectamente esbozada. Se entiende que «de aquí nace la tenaz oposición de Hegel a Kant» (Ibid, 478) La concepción hegeliana del Estado, que parte de una visón éticoracionalizadora del ordenamiento social de la civitas, aun cuando rechaza la postura kantiana sobre la relación ser-deber ser, se propone construir sistemáticamente, tras realizar un detenido estudio de las distintas formas de Estado lo que se va a denominar como «Estado Ético» (Cfr. Dri, 2007, 235). Antes de tocar lo referido al mismo, deben hacerse unas breves precisiones en cuanto a las diferencias correspondientes y críticas que presentó frente a la visión de los contractualistas ingleses de los cuales toma, como se ha dicho, la noción del Estado central, frente a la posterior noción francesa de la división de poderes. En la obra filosófico-política de Hegel, puede percibirse cómo se separa de los contractualistas ingleses y franceses o más bien del contractualismo en sí mismo; debe hacerse notar que algunos pensadores liberales fueron contractualistas, pues su tiempo histórico no permitía otra postura. Tal sería el caso de John Locke, padre del liberalismo que se encontró influenciado por la puja de poderes en Inglaterra durante la Revolución Gloriosa, a pesar de compartir de principio las nociones del Derecho natural. Autores como Aquiles Chihu5 concuerdan en que Hegel, además de estar en contra de las posturas contractualistas a la hora de abordar la estructura estatal, superó a las mismas o concibió al Estado desde una perspectiva diferente en la cual no determinaría lo jurídico sino el desarrollo del hombre y su poder de razonamiento (Chihu, 1999, 111). A este caso se suma otro autor latinoamericano: el teólogo Rubén Dri6, quien desarrolla más denodadamente su concepción del Estado que da en llamar Estado ético partiendo de este mismo principio de racionalidad que ha de ser tratado más adelante y del estudio pertinente de los diferentes «tipos de Estado»que el propio Hegel identifica en su obra (Cfr Dri, 2007, 235). Hegel primeramente bebe de la tradición iusnaturalista -la cual trasciende desde las obras de Platón y Aristóteles (Cfr Chihu 1999; Cerezo Galán 2007; Pavón Cuéllar 2007) hasta el propio Hobbes- y de Kant–apoyándose en la 5 Aquiles Chihu Amparán es un profesor de la Universidad de Iztapalapa en México que ha presentado diversos escritos sobre las obras respectivas de Hegel y Marx sin que se perciba con claridad su postura respecto a los mismos. 6 Profesor de Filosofía, Sociología de la Religión y Teoría Política y Social I y II en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Autor de numerosos artículos sobre Hegel. definición universal del individuo como poseedor de derechos y como agente de conciencia moral- estableciendo asíel esquema dentro del cual encierra su concepto de sociedad civil, tanto más amplio como claro con relación al Estado que el de sus antecesores. Para abordar el mismo hace empleo de sus características tríadas, lo cual le permite establecer, tras el empleo de sostenidas deducciones lógicas, el recorrido que ha sostenido la humanidad hasta arribar al establecimiento del Estado. (Cfr. Hegel, 1821/1968, §188) Se detecta una cierta discrepancia, toda vez que negación, en cuanto al lugar del Estado en Hegel y en los liberales puesto que «para el liberalismo el universal, el Estado, debe subordinarse al particular (sociedad civil) y seguidamente al mercado, a la propiedad (como capital)» (Cfr. Dri, 2007, 250). Aquí se aprecia el resorte de lo que hace alarmar a los conservadores del «estado de cosas»que luego criticará Marx o a la realidad existente a que refiere Engels en la obra citada al inicio de este trabajo. La discrepancia entre el pensamiento hegeliano y el liberal clásico, distante de reflejar el antagonismo de clase expuesto por el marxismo, síes expresión al menos, y queda evidenciado, de una pugna entre la aristocracia y la burguesía pudiente, que se da como apertura del siglo XIX. El Estado ético hegeliano promueve la idea de existencia del particular dentro de sí, o sea del mercado, sociedad civil y demás realizándose dentro del universal concreto que es el Estado (Cfr. Dri, 2007, 254).Con lo cual el Estado ético de Hegel es cuasi equiparable como tal a la noción de sistema político como se entiende hoy día, pero sin la concreción de poderes y contrapoderes o pesos y contrapesos con la que se estructuró definitivamente el mismo, lo cual acerca esta propuesta de Estado ético a una postura totalitaria. Lo que en el marxismo clásico se denomina dialéctica -entendida esta como una progresión en la que cada movimiento sucesivo surge como solución de las contradicciones inherentes al movimiento anterior- va a ser lo que le lleve a Hegel a asumir la Revolución francesa como la introducción de la verdadera libertad a las sociedades occidentales por primera vez en la historia. Sin embargo, Hegel no puede despreciar los «catastróficos resultados» que se sucedieron tras la misma (Cfr. Fichte 1793/1974, 69) y refiere que precisamente por su novedad absoluta, es también absolutamente radical: por una parte, el aumento abrupto de violencia que hizo falta para realizar la revolución no puede dejar de ser lo que es, y por otra parte, ya ha consumido a su oponente. La revolución, por consiguiente, ya no tiene hacia donde volverse más que a su propio resultado: la libertad7 conquistada con tantas penurias es consumida por un brutal «Reinado del Terror».(Ibarra, 1914, 591) La historia, no obstante, progresa aprendiendo de sus propios errores: sólo después de esta experiencia, y precisamente por ella, puede postularse la existencia de un Estado constitucional de ciudadanos libres, que consagra tanto el poder organizador benévolo (supuestamente) del gobierno racional y los ideales revolucionarios de la libertad y la igualdad. De esto se deduce el planteamiento hegeliano:«En el pensamiento es donde reside la libertad.»(Hegel, 1821/1968, §26) En un segundo momento de retorno a lo moderno Hegel generaliza la distinción del pensamiento político francés dieciochesco entre Estado y sociedad civil, de una forma que da cuenta de su interpenetración. Dentro de los pensadores que pueden considerarse de influencia en la concreción del sistema filosófico político hegeliano destaca la figura de Jean-Jacques Rousseau, cuyo principal aporte a la teoría del Estado es su concepto de la «soberanía», concepto que Hegel retoma luego en un sentido radicalmente opuesto 8 (Cfr. Hegel, 1821/1968,§278,279). Para Rousseau el derecho a gobernar no es algo apriorístico y de origen divino, sino que depende de la voluntad general de los gobernados. La soberanía deja así de residir en una persona y se traslada al conjunto de «la comunidad» política: la nación, que será quien legitime la acción de gobierno. (Cfr. 1993, 49) El Estado ha de ser, en su sistema, un medio de desarrollo moral de la humanidad, y debe tender a conseguir el bien común. El pensamiento de Rousseau influye en la superación del modelo absolutista y es uno de los pilares básicos del liberalismo, doctrina política a la que también realizaron aportaciones decisivas otros pensadores, como Montesquieu, que formuló el principio de la «separación de poderes» (ejecutivo, legislativo y judicial) en virtud del cual se consigue evitar el abuso en la acción de gobierno y garantizar el respeto a los derechos de los administrados. (Montesquieu, 1748/1976, 50-58) El estallido y triunfo de la Revolución francesa en 1789 marca el punto de inflexión en el tránsito hacia un Estado moderno, acaba con los últimos vestigios del absolutismo y permite llevar a la práctica los postulados teóricos de la Ilustración. Debe tenerse en cuenta además, como complemento del par categorial que se halla en debate, la conceptualización particular de sociedad civil, pues, 7 Categoría fundamental dentro de su sistema y que será abordada debidamente en el epígrafe 1.2 No es necesario que hiciese mención a los autores con los que discrepa, basta con leer entre líneas su obra -de Hegel-, y, volviendo atrás en la historia, notar las propuestas y análisis de sus antecesores que son criticados por él. 8 como se verá Hegel hace subordinación de esta al Estado, mas sin el abordaje concreto de la misma no se comprende de forma total la concepción hegeliana del Estado. En la concepción hegeliana del Estado aparece, como una de las figuras que marca pauta, el ilustrado escocés Adam Ferguson (Cfr. Fernández Santillán9, s/f, 194). Es precisamente por la obra del referido pensador, Ensayos de la Historia de la sociedad civil –An Essay of the History of civil societyaparecida en 1767 y traducida al alemán un año después, sumado al pensamiento filosófico-político francés trascendente, así como a las transformaciones ocurridas tras la Revolución Francesa y las posteriores Guerras napoleónicas (Cfr. Ibarra, 1914, 622) que durante el siglo XIX comienza a manifestarse con fuerza, en la doctrina filosófica, una tendencia a acentuar la distinción entre el Estado y la sociedad civil. El debate en torno a la impronta de la figura de Ferguson resulta interesante toda vez que se percibe en la obra filosófico-política de Hegel una cierta confrontación y negación10 con respecto la propuesta de su par escocés (1821/1968, §258). Es sobre todo en lo referido al abordaje de la noción de sociedad civil que se postulan las tesis más distantes entre sí por parte de los distintos especialistas que abordan el tema. La postura de Paula Bligieri, que coincide con la del teólogo Rubén Dri, (Cfr. Dri, 2007, 233) al contemplar que «sin lugar a dudas, el autor que por excelencia se presenta como el primer gran filósofo moderno que conceptualizó de manera compleja el término sociedad civil es el alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel» (Biglieri, 2011, 2). Otros autores consideran la obra fergusoniana incluso más completa y asertiva en su abordaje histórico lógico con respecto a la de Hegel. (Cfr. Wences, 2006,3; Santillán, s/f 196) Esto último se debe por sobre todo al abordaje que hace Ferguson de los diferentes momentos en que se expresa la sociedad civil, partiendo del asociasonismo que es propio de la Escuela escocesa de pensamiento. G. Jellinek,11 hace notar en su obra más reconocida, Teoría General del Estado -Allgemeines Staatsrecht- publicada en 1900, a A.L. Schlözer12 como el 9 Filósofo político mexicano, conocido por sus estudios sobre la teoría contractualista del Estado y sus aportaciones al debate sobre la Sociedad Civil y la Democracia en las sociedades contemporáneas, además de ser traductor al español de una parte importante de la obra del filósofo italiano Norberto Bobbio. 10 Interpretada como se expone más adelante a favor de cada uno en la diversidad de las obras pasivas consultadas. 11 Jurista y teórico, alemán de origen austriaco. Estudia al Estado desde dos enfoques: el jurídico y el sociológico. En sus obras sobre Filosofía del Derecho y ciencia jurídica sostiene que la soberanía recae en «primer autor alemán»que distingue «Estado»y «Sociedad». Esta última es, para Schlözer, una comunidad jurídica sin Imperium, determinada por exigencias económicas. (G.Jellinek, 15) Según otros autores «es verosímil que Hegel conociese directamente las obras de Ferguson y de Schlözer»(Solari, 1931, XXI) La marcada actividad filosófica que deja tras de síel siglo XVIII lleva entonces a que la sociedad deje de ser considerada como un conjunto de individuos aglutinados por el Estado, y pase a ser vista como un grupo formado por las interrelaciones que surgen al pretender sus miembros satisfacer sus propias necesidades. No es hasta un tanto avanzada la primera mitad del siglo decimonónico que Hegel, en una obra que será tratada con mayor detenimiento, sus Principios de la Filosofía del Derecho –Grundlinien der RechtsPhilosophie- diferencia expresamente a la sociedad civil (sociedad burguesa) del Estado, considerando la confusión de esta sociedad con el Estado como un error reiterado de la mayoría de los tratadistas modernos de derecho público. En su propia concepción, y atendiendo a hacer valer su tesis antes expuesta, Hegel concibe como instrumento explicativo que sirva de motor a lo interno de la sociedad civil tal cual la concibe, al «sistema de necesidades»(Cfr. 1821/1968, §188; 208) Hegel «toma de Ferguson el concepto de sociedad civil»(Cohen y Arato, 1997, 92) confiriéndole una estructura enriquecida que refleja, al menos, el deber ser de la misma en una historia que se halla «más allá del Rin»(Cfr. Marx, 1843, 218). Cabe señalar que algunos autores contemporáneos, que no tardan en entremezclar terminologías, se aventuran a decir sobre el vínculo de Hegel con la escuela de pensamiento escocesa que no sólo «toma de Ferguson»tal concepto –el de la sociedad civil- sino, además, «de la nueva disciplina de entonces (la economía política)»y que le confiere así«la importancia»a la misma «como lugar y portador de la civilización material». (Cohen y Arato, 1997, 92). Tales expresiones significan aventurarse precipitadamente a forzar la coincidencia del pensador idealista objetivo con la pertinente crítica materialista que de él realizaráMarx años más tarde de manera consecuente. Ferguson, como escalón inmediato del sistema filosófico-político de Hegel (inmediato y básico) realiza una síntesis previa del pensamiento del siglo el Estado y no en la nación, concepción derivada de la revolución francesa, tal como expone en la obra que se referencia en el presente trabajo. Teoría General del Estado (Allgemeine Staatslehre), escrita en 1900. 12 August Ludwig von Schlözer. Historiador alemán del siglo XVIII. Schlözer publicó una obra muy famosa y reconocida acerca de la historia universal: Weltgeschichte nach ihren Haupttheilen im Auszug und Zusammenhänge (Principales elementos de la historia del mundo en fragmentos y el contexto), la cual proporcionaba fundamentos muy relevantes para el estudio de la Historia universal. XVIII el cual venía sirviendo de escenario al debate establecido entre las visiones de Locke y Rousseau respecto a la sociedad civil en abstracto. En lugar de la contraposición que establece Locke entre el estado civil de paz y el estado natural de guerra, lo que se tiene aquí es una contraposición entre el estado natural de paz y el estado civil de guerra. A diferencia de la sociedad natural, que obedece unas leyes que no establece, la sociedad civil decreta las mismas leyes por las que se rige. A la sociedad civil feliz, próspera y pacífica de Locke, que aparece descrita como una sociedad natural, Rousseau contrapone otra sociedad civil en la que denuncia los crímenes, las guerras y los homicidios con los que se preserva la paz; las miserias con las que se paga la prosperidad; los horrores con los que se obtiene la felicidad. En contraste con este clarividente pesimismo, el anglosajón Adam Ferguson sí comparte el optimismo de su coterráneo Locke. Para Ferguson, al igual que para Locke, la sociedad civil existe por la felicidad en este mundo. Si esta «felicidad»mundana «de los individuos»o «de las partes»es «el gran objeto del todo», un todo cuyo «bien»–la felicidad civil de Locke–es «el principal objeto de las partes», esto es porque «el interés»de las partes y el del todo «se concilian naturalmente»(Ferguson,1782/1974, 95-96). Asíconciliados, según este ilustrado anglosajón 13 , el interés individual y el colectivo pueden entonces constituir naturalmenteuna sociedad civil en la que se disipa el último rastro de anti-naturalidad hobbesiana, rastro que tal cual se evidencia aún subsistía en Locke14. No lejos de Aristóteles, (s/f /2013, 108) Ferguson concibe un animal social humano cuyo interés individual, coincidiendo naturalmente con el colectivo, lo hace «miembro por naturaleza» de una sociedad cuya constitución es entonces natural (Ibíd, 95). No obstante Ferguson, que discrepa con el naturalismo absoluto aristotélico tanto como con la forma hobbesiano de asumir lo conveniente como primario, asume que «ni la propensión a mezclarse con la manada -mix with the herd-, ni la consideración de las ventajas de esta 13 Cabe hacer notar que la denominación de escocés lleva cierto cuidado atendiendo ala conformación de lo que es hoy Escocia como nación. 14 Después de que Locke haya identificado, en la sociedad civil anti-natural de Hobbes, las condiciones individuales naturales que la motivan y las facultades individuales también naturales que la mantienen, Ferguson establece una conciliación natural entre el interés individual, llamado por estas condiciones o perseguido por estas facultades, y el interés colectivo de la sociedad civil. Constituida naturalmente por tal conciliación natural, la sociedad civil no puede ya ser considerada como anti-natural, tal como podía ser todavía considerada en Locke, en el cual la sociedad civil, pese a estar naturalmente motivada y mantenida, no se constituía naturalmente, sino artificialmente y en oposición al estado natural, al derecho natural y a la libertad natural. condición, comprenden todos los principios por los que los hombres viven juntos» (Ibíd, 28). Dicho de otro modo, ni la concepción aristotélica ni la concepción hobbesiana bastan por sí solas, para explicar el origen de la sociedad civil: «la historia de nuestra especie nos muestra que los hombres son, los unos para los otros, objetos mutuos de miedo y de amor, y quienes quisieran probar que estaban originalmente en estado de concordia o de guerra», como Aristóteles y Hobbes respectivamente, «encuentran numerosas pruebas para justificar sus aserciones»(Ferguson, 1782/1974, 26) Combinando lo natural con lo que es pragmáticamente asumido como conveniente en tanto tal para los individuos, aún más en profundidad que Locke, Ferguson admite, una «sociedad civil tan convencional como naturalmente constituida». (Pavón Cuéllar, 2007, 73) Una vez constituida, esta sociedad, como el Leviatán de Hobbes, deja tras de síla forma «natural»y «convencional»de su constitución y adquiere, bajo una forma «cultural», una identidad colectiva que trasciende las identidades individuales de sus elementos constitutivos. Estos pueden ser entonces comparados de manera tácita, tal cual lo hace el autor a «los miembros de un cuerpo, las partes de un edificio -fabric- las piezas de una máquina/motor –engine» (Ferguson, 1782/1974, 95). Con esta identidad trascendente, la sociedad civil, como cualquiera de «los individuos que la constituyen», puede caer «bajo la influencia»de «animosidades vehementes» (Ferguson, 1782/1974, 353). Si la sociedad civil fergusoniana contribuye siempre al desarrollo de la cultura o de los «más bellos talentos» del hombre, suele ocurrir que actúe bajo la influencia de ciertas animosidades vehementes, que «entre en luchas con vehemencia» y que no contribuya entonces más que al «perfeccionamiento» de la cultura bélica: del «arte de la guerra» y de «los recursos de las armadas»(Ferguson, 1782/1974 259; 353). No excluyendo ya las guerras, los crímenes y los homicidios que Rousseau denunciaba, la sociedad civil de Ferguson deja de ser así una sociedad necesariamente pacífica y pacificadora como la de Locke15. Aunque ambas sociedades civiles se deban o inclinen a la búsqueda de la felicidad, la de Locke, ya sea en la cultura o en la incultura, encuentra su felicidad en la paz y mediante su contribución al mantenimiento de la paz, mientras que la de 15 De hecho, la sociedad civil fergusoniana, como lo ha observado Hill (2001), es una sociedad original y fundamentalmente guerrera y conflictiva. Originándola y fundamentándola, «el conflicto y la guerra» son los «catalizadores» que desencadenan la «organización»y la «construcción de las comunidades» en las que toma «forma» (286-289). Ferguson, ya sea en la paz o en la guerra, encuentra su felicidad en la cultura y mediante su contribución al desarrollo de la cultura. Por este medio, «contribuyendo al desarrollo de una cultura pacífica o guerrera, la sociedad civil de Ferguson, tanto convencional como naturalmente, se constituye como ente colectivo trascendente con objeto de alcanzar una felicidad colectiva indisociable de la felicidad individual»(Pavón Cuéllar, 2007, 73) En Hegel como exponente del tema que nos ocupa, se habrá de apreciar el abordaje de una relación que distingue toda vez que distancia Estado y sociedad civil, lo cual deviene de manera inevitable en el fundamentalismo del Estado centralizado que se presencia hoy día en el entorno socio-político a nivel de globo. Tenemos además en él a un pensador que supera a su tiempo 16 aunque se ve a la vez determinado por el mismo, específicamente por Ferguson como digno exponente de la Escuela de pensamiento escocesa. Hay varios autores que han desmitificado un tanto la invulnerabilidad del sistema hegeliano haciendo notar lo cerrado y metafísico de su análisis en el ámbito de lo político. Entre tanto lo loable por parte de la Escuela de pensamiento escocesa es que rescata la forma no estatal, si no a la forma primigenia, al menos sía la idea de un asociacionismo pre-estatal, o sea, a la sociedad civil en su distintiva conformación con respecto al estado, a pesar de los errores que asumen como punto de partida. No obstante, Hegel trasciende de manera inevitable y es menester profundizar en su estudio. Epígrafe 1.2 El particular escindido del universal. Un fenómeno nuevo que crea nuevos problemas. La concepción del Estado ético en la filosofía de Hegel. La teoría de la fundamentación del Estado moderno, esbozada por Hegel en su sistema, es el resultado no sólo de la genialidad que pueda haber poseído dicho autor, sino del momento clímax al que había arribado la humanidad y más específicamente Europa. Cabe cuestionar la opinión de Dri quien considera que puede considerársele a Hegel, sin olvidar lo expuesto por otros autores en el 16 O más bien capitaliza todo el contenido previamente abordado por los modernos, siguiendo su objetivo de respaldar la Monarquía Constitucional del Imperio prusiano y los Federico Guillermo I, II, III y IV. anterior epígrafe, «no solamente el gran filósofo alemán del siglo XIX, sino también el máximo filósofo de la revolución burguesa, que a partir de la Revolución Francesa se expande por toda Europa». Esto parece una mera afirmación que no contempla la cómoda distancia que separa a este autor de los sucesos que le son vinculados. Es necesario, en orden de esclarecer la cuestión y a modo de lograr un enfoque más asertivo desde la historia, tener en cuenta por un lado la etapa en la que se encontraba el capitalismo y por otra, la situación real que presentaba Alemania. Tras iniciarse la Revolución industrial y con ella pasar el capital a primer plano, subsumiendo al trabajo real, se da una separación entre el productor y los medios de producción, y se pierden, por tanto, los vínculos, las relaciones orgánicas en las que se encontraba inserto el individuo: la familia patriarcal afincada al suelo, el feudo, el gremio, la Iglesia y demás formas, todas, pasan a un segundo plano desapareciendo de forma paulatina, en tanto el desarrollo de las fuerzas productivas lo permite. El campesino se ve entonces en la necesidad de buscar trabajo en la manufactura o en la fábrica, debe orientar su vida en otra lógica. El individuo, tal cual lo trabaja la concepción filosófica moderna, queda así aislado. Se forma lo que para Hegel constituye la sociedad civil -bϋrgerlichen Gesselschaft- entendida como aquella «unión de miembros en cuanto que individuos independientes en una universalidad por tanto formal a través de sus necesidades y de la constitución jurídica como medio de seguridad de las personas y de la propiedad, asícomo a través de un orden exterior para sus intereses particulares y comunes» (Hegel, 1821/1968, §157). Es precisamente el autor que se toma como contraparte en el presente trabajo, Karl Heinrich Marx, quien primero aclara que el término en debate, entiéndase la sociedad civil, Hegel lo emplea para, desde su análisis lógico e idealista de la sociedad, resumir, «siguiendo el precedente de los ingleses y franceses del siglo XVIII» lo que se corresponde con «el conjunto de las condiciones materiales de vida» (Marx, 1859/1973, I, 517) Hegel la denomina así, bürgerliche Gesellschaft, entendida meramente como sociedad burguesa (del burgo, de la ciudad) y así se refleja a posteriori, pues teoriza sobre un particular obviando el proceso de su conformación lo cual ya había sido planteado por Ferguson (Wences Simon, 2006, 3). Partiendo de los basamentos ya expuestos del pensamiento filosóficopolíticodel influyente pensador alemán, impulsor y máximo representante del idealismo, el Estado es considerado la plasmación institucional de una coincidencia de voluntades entre los miembros de una sociedad (se comprende en este caso: la burguesa). De acuerdo con su enfoque, la libertad del individuo consiste en actuar de acuerdo a una voluntad universal encaminada hacia el bien común, para lo cual ha de seguirse una pauta de carácter moral17. Esta comunión de voluntades constituye el espíritu del pueblo –Volksgeist- (Hegel, 1968, §157) el cual Hegel identifica con la nación, que se convertiría así en algo trascendente e idealizado, un fin en sí mismo que, en la práctica, tendría su concreción orgánica en el Estado. La noción del Estado como una «necesaria fuerza coercitiva» con la cual se «identifica al Derecho» se recoge indistintamente en toda la filosofía alemana del siglo XVIII y alcanza su encumbramiento en la obra madura de Hegel que ha resultado principal fuente del debate en cuanto al para categorial Estadosociedad civil. Del mismo modo, las nociones de «derecho privado»y «derecho público»que este autor expone en su obra encuentran sus antecedentes en toda la producción de finales del siglo que tras de sí. Esto queda evidenciado tanto en la obra de 1796 de Fichte que lleva por nombre Fundamentos del derecho natural según los principios de la doctrina de la ciencia como en una obra madura de Kant como lo es la Metafísica de las Costumbres -Die Metaphysik der Sitten- (Cfr. Abbagnano, 399, 445). En otra de las obras de Kant, la Fundamentación de la metafísica de las costumbres -Grundlegung zur Metaphysik der Sitten- que aunque más temprana conforma lo que se considera su período crítico, saliendo a la luz en 1785, se aborda lo referido a la relación de la «racionalidad» con la «voluntad»y su representación en las «leyes», presentando como particular diferencia con la teoría esbozada años más tarde por Hegel el ya mencionado tema de la relación ser-deber ser. (Kant, 1785/1997, 52) Para Kant el «deber ser» resulta inadecuado y va a ser substituido por el «querer»ya que este «de suyo coincide necesariamente con la ley»(Ibíd, 54) La gran preocupación de Hegel es presentar la estructura específica de la sociedad civil y llegar en su lógica, a la concreción del Estado ético (comunidad política universal o intersubjetividad) para así determinar que sólo en relación con éste, es posible la realización de la sociedad civil. En efecto, gran parte del esfuerzo de la filosofía hegeliana gira en torno de la construcción de las mediaciones que llevan al individuo aislado (en sus puras necesidades y arrojado a las eventualidades del mercado) a formar parte de un todo universal, de una comunidad política (Estado ético). 17 Influencia innegable del aporte reconocido o no del kantismo en su filosofía, más allá de sus distanciamientos respecto a la ontología En sus Lecciones sobre filosofía de la historia de 1820 Hegel describe al Estado ético como una obra de la razón eterna, y como resultado de la historia universal. Razón e historia no son separables para el filósofo, porque entiende que el desenvolvimiento de la razón corre paralelo con el proceso de la historia universal o, expuesto de otro modo, piensa el proceso histórico como un proceso fundamentalmente racional. (Dri, 1991, 33) Siguiendo la lógica de Dri, para Hegel, solamente en el ámbito del Estado es posible que el individuo alcance su auténtica realidad, pues sólo en él y por él llega a la superación del aislamiento individual y alcanza la intersubjetividad que implica la universalidad realizada del Estado ético. De manera didáctica y en sus usuales tríadas expone Hegel su Rechts Philosophie: el derecho universal (universal abstracto), la moralidad (particularidad) y la eticidad (universal concreto). A su vez, cada uno de estos momentos contiene para Paula Biglieri su propio trío dialéctico. Pero sólo en el tercer momento (el de la eticidad), se ubica a la sociedad civil. Así, la dialéctica de la eticidad adquiere la siguiente triada: familia, sociedad civil, Estado; en donde queda claramente graficado el lugar intermedio que la sociedad civil tiene entre un ámbito estrictamente privado (la familia) y otro estrictamente público (el Estado). La dialéctica específica de la sociedad civil queda planteada entonces de la siguiente forma: sistema de necesidades (universal abstracto), administración de justicia (particularidad) y policía y corporaciones (universal concreto) encarnada en instituciones y costumbres porque éstas son la vida misma del Estado ético en los individuos. Esta lógica es eventualmente trastocada por autores que lo mismo la interpretan en un entresijo de términos actuales que la intentan vincular con la posterior crítica que hace Marx de la obra hegeliana y del tratamiento de esta categoría en general. La complejidad y la interpenetración entre la sociedad civil y el Estado, Hegel la desarrolla y plasma en una de sus obras maduras, Principios de la Filosofía del Derecho -Grundlinien der Philosophie der Rechts-de 1821. En la misma se comienza esbozando de manera casi perfecta una sociedad, totalmente desanclada de sus condiciones epocales reales, pero cuyo basamento inicial lo constituirían -como vendría a hacer notar Umberto Cerroni«el sistema de necesidades» (Cerroni, 1972, 85). Dicho sistema no comprende más que una relación de corte metafísico que parte del análisis de un individuo abstracto, cuya vida dentro del marco de la sociedad civil o burguesa moderna18 está constituida por la relación entre la producción de un bien faltante y la apropiación del bien para satisfacer la necesidad cualquiera que fuere la misma. Este «aparato técnico natural»como lo describe Cerroni (1972,85) no es sino una de las piezas lógicas que conforman el amplio sistema filosófico político de Hegel para iniciar lo que se debe considerar como «la cúspide» a la que arriba en su obra precedente (Cfr. Cerezo Galán,2007,3 ) Partiendo de la noción del sistema de necesidades del que son simples peones los individuos –que poseen un condicionamiento abstracto- y de la necesidad de máxima de un constituir un orden social (tendencialmente similar al de l’ancien Régiment enarbola Hegel la tesis de que el Estado es un ente racional supremo y único, capaz de articular a las organizaciones de la sociedad civil, eslabones directamente superiores que la familia y que el individuo. En cuanto a obras que compongan un sistema filosófico congruente, ya entrado el siglo XIX, «la gran tríada de Hegel la componen la Fenomenología del espíritu (1807), la Lógica (1812-1816), y la Enciclopedia de las ciencias filosóficas (1817)» (Cerezo, 2007, 2). La cuarta gran obra, los ya mencionados Principios de la Filosofía del Derecho -Grundlinien der Philosophie der Rechtsya mencionados se convierte en la máxima expresión de su sistema en el orden de la razón práctica (en su realización en la puesta en obra de la libertad), sólo superable por lo especulativo del espíritu absoluto en el saber. La idea de que el espíritu absoluto es la vida racional que se sabe a sí misma (noesis19 ) y que esta vida es el bien incondicionado y completo que en su difusión y comunicación arriba al final, al modo platónico, a la Idea absoluta, como único objeto de su Filosofía. Son varios los autores que coinciden en que la categoría de libertad20 es fundamental para comprender la concepción hegeliana del Estado, que como ya se ha visto expuesto por Dri y según las propias exigencias metodológicas que contiene el presente trabajo no puede verse aislado de una conceptualización al unísono de sociedad civil. Para Pedro Cerezo Galán así como para Pavón Cuellar esto se hace evidente con la ya mencionada obra Filosofía del Derecho. 18 El debate de las nomenclaturas resulta harto innecesario puesto que se comprende que se refería a la sociedad de su tiempo intentando inmortalizar un sistema social típico 19 Para Platón el conocimiento que se refiere a la realidad de las ideas. Esta idea fue fuertemente criticada por Aristóteles quién la concebía de modo diferente 20 Jorge Siuriana es un claro exponente de ello, mas no es menester abundar en sus consideraciones pues en este campo coinciden otros tantos como Santillán, Sofía Montenegro y sería demasiado pretencioso encerrar dichos criterios en un sistema. La Filosofía del derecho de Hegel es publicada en el año 1821. Este trabajo basa su exposición y fundamentación en las categorías de eticidad (Sittlichkeit) y moralidad (Morälitat) -vinculadas a la libertad- expuesta con anterioridad en la Fenomenología del espíritu 1807. Es esta una obra influyente para el retorno a l´ancien Régiment en Europa, en un momento en que el Imperio prusiano con Federico Guillermo a la cabeza parecía venirse abajo. Respecto al Estado (cuya máxima representación de máxima subjetividad la constituye el Príncipe) la noción hegeliana queda expuesta de conjunto con la noción fuerte de realidad -Wirklichkeit- en el sentido de realización: «El Estado es la realidad de la idea ética–die Wirklichkeit der sittlichen Idee-, el espíritu ético en cuanto voluntad clara –offenbare, ostensible a sí misma, sustancial, que se piensa y sabe y cumple aquello que sabe y en la medida en que lo sabe. En la costumbre –an der Sittetiene su existencia inmediata, y en la autoconciencia del individuo, en su saber y actividad, tiene su existencia mediada, así como esta autoconciencia, por el carácter, tiene en él cual esencia suya, finalidad y productos de su actividad, su libertad sustancial […] » (Hegel, 1821/1968, §257) El Estado es, pues, la forma histórica específica en la que la libertad adquiere existencia objetiva y goza de objetividad. Porque la ley es la objetividad del espíritu y la voluntad en su verdad. Sólo la voluntad que obedece a la ley es libre, porque se obedece a sí misma, permanece en sí. Para Hegel: «Sólo en el Estado tiene el hombre una existencia conforme a la Razón. El fin de toda educación es que el individuo deje de ser algo puramente subjetivo y se objetive en el Estado. El individuo puede ciertamente utilizar el Estado como medio para alcanzar esto o aquello; pero la verdad exige que cada cual quiera la cosa misma y elimine lo inesencial. Todo cuanto es el hombre, se lo debe al Estado: en él reside su ser. Todo su valor, toda su realidad espiritual, no los tiene sino por el Estado. Lo que constituye su realidad espiritual es el hecho de que la Razón, que es su propio ser, se convierte para él en objeto en su calidad de sujeto cognoscente y se presenta a él como una objetividad inmediatamente existente. De este modo es el hombre conciencia; así participa en las costumbres, en las leyes, en la vida ética y estatal. Porque la verdad es la unidad de la voluntad subjetiva y la voluntad general; y en el Estado, lo universal se expresa en las leyes, en determinaciones racionales y universales. [...] » (Hegel, 1980, 143) Respecto a los contemporáneos y antecesores cuya obra viene a intentar recubrir a conveniencia Hegel, cabe volver sobre el término específico de sociedad civil, en tanto este fue más controvertido a lo largo del abordaje del binomio Estado-sociedad civil. Lo civil socializador kantiano como tal, ya no se refiere ni a un elemento colectivo ni a una suma de elementos individuales vinculados de forma orgánica, sino a un rasgo formal, (que otros autores como Cuéllar insisten en denominar inmaterial), por el que se relacionan socialmente los elementos21. Siguiendo la tradición de Kant, Fichte (1793/1974,176) concibe una relación civil carente de materialidad propia. Instituida por un «contrato civil», esta «relación entre ciudadanos» es una relación puramente formal. Ahora bien, por más inmaterial y «estrecha»que sea, esta relación civil fichteana puede concretarse y «transgredir sus límites» a través de un «Estado»que «invade»los dominios contractual, social e individual en los que se incluye (Ibíd, 149).22 En la referida inmaterialidad que Cuéllar le otorga, lo civil fichteano puede concretarse como Estado. Por el contrario, lo civil hegeliano, también inmaterial, se deduce precisamente, como bien lo constató Marx (1843/1991), a partir de su «abstracción» con respecto a la «idea concreta»del Estado (407-446). No pudiendo concretarse así en un ente colectivo como el Leviatán de Hobbes (Cfr. 1977, 244), la sociedad civil de Hegel tampoco adquiere la concreción de sus elementos constitutivos, no siendo sino la relación entre éstos un mera «relación”(Verbindung) «formal»entre «individuos subsistentes para sí»(Hegel, 1821/1968, §157). En el idealismo hegeliano, «versión más consecuente, rica y definitiva» de la filosofía alemana del Estado y del Derecho (Marx, 1843/1991, 217) de todo el pensamiento en el que toda colectividad material es abstraída y formalizada, el único ente colectivo concreto es una pura idea: la del Estado. La concreción de tal idea contrasta con la falta de concreción de las otras dos entidades, 21 Lo que le quede aún de materialidad, lo civil habrá de perderlo en el idealismo de Fichte y Hegel, debiendo esperar el materialismo de Marx para volver a ser tan material como lo era en Ferguson, Locke y Hobbes. 22 Justificando así la “revolución”, individual o social, de “hombres” que no son tan sólo “ciudadanos” de un Estado y que pueden constituir otro Estado mediante un nuevo contrato civil (Fichte, 1793/1974, 150-164). intrínsecamente reales, en las que se manifiesta «la sustancia ética»: la familia, como «sustancia ética inmediata o natural», y la sociedad civil, como «escisión» (Entzweiung) de la misma sustancia y como «vinculación» de los elementos escindidos «por sus necesidades, por su constitución jurídica y por un orden exterior para sus intereses”(Hegel, 1821/1968, §156-157). En este orden, la «universalidad formal» civil se concreta en «la universalidad sustancial» estatal (Ibíd. §157) superando así al fin su realidad abstracta, la sociedad civil sólo consigue concretarse para Hegel de un modo ideal, como Estado y al dejar de ser ya sociedad civil, o al ser un Estado que ya no se «confunde» con la sociedad civil, a diferencia del «Estado liberal»de Hobbes, Locke y Ferguson, que Hegel se aventura a criticar so pena de presentar una visión más pobre que la del último, mas aun así, logrando su cometido como legitimador de la Monarquía constitucional (Ibíd. §258). Entre la superación de la familia y la constitución del Estado, entre la «disolución» y la «recomposición de la unidad social en un nivel superior», entre la escisión material y la concreción ideal de la sustancia ética, el «momento negativo»de la sociedad civil hegeliana (Bobbio, 1973/2012, 77) se divide en tres «momentos»sucesivos (Hegel, 1821/1968, §188, p. 346). En un primer momento aristotélico (Cfr. Aristóteles s/f /2013, 102), se acepta «la mediación» (Vermittlung), por el «trabajo», entre «la necesidad y la satisfacción». En un segundo momento liberal, más lockeano y fergusoniano que hobbesiano, se anhela «el elemento universal de la libertad», que requiere de «la protección de la propiedad por la administración del derecho» (Rechtspfl ege). En un tercer momento kantiano, se impone «la previsión» (Vorsorge), gracias a «la policía», ante «la contingencia» de los dos momentos anteriores (1821/1968, §188). Según esta visión de corte liberal y poseedora del más puro espíritu burgués, para ser verdaderamente satisfactora, protectora y previsora, la sociedad civil ha de trascender a los individuos y a las familias que obtienen de ella la satisfacción de sus necesidades, la protección de sus propiedades y la previsión de sus adversidades. En su trascendencia, la sociedad en cuestión adquiere una existencia colectiva, supra-individual y supra-familiar, irreductible a los individuos y a las familias que la constituyen. Ahora bien, aunque irreductible a estos elementos constitutivos, tal existencia no deja de carecer, al igual que ellos, de una concreción propia e independiente como la del Estado. Si la sociedad civil hegeliana puede llegar a contraer cierta concreción en sus »leyes»y en sus «intereses», tal concreción, como «orden exterior», es «dependiente» (abhängig) de la «necesidad exterior» del Estado al que se halla «subordinada» (untergeordnet) (Hegel, 1821/1968, §261). Es por ello que la sociedad civil, tal como la concibe Hegel, no alcanza jamás a consistir en un elemento, sino tan sólo en una relación entre elementos. Es expuesta, no obstante, como capacitada para asegurar libertad, satisfacción y previsión para sus elementos constitutivos. Aun careciendo de acción propia e independiente, no carece por ello de capacidad para ejecutar una acción ajena y dependiente del Estado, es decir, para cumplir orgánicamente con la función con la que debe de cumplir en el seno del Estado. Por lo tanto, la sociedad civil en cuestión, aunque sea una simple vinculación pasiva entre sus elementos constitutivos, no es evidentemente por ello una vinculación casual ni tampoco neutra, ello implicaría un absurdo que no puede permitirse la lógica hegeliana. La razón, el espíritu de la Historia y los grandes «artesanos universales»23 al frente del aparato estatal han de justificar de manera digna su prevalencia por encima de aquellos que no están capacitados para pensar de manera orgánica y funcional, debiendo funcionar de cierta manera y debiendo estar organizada, para funcionar, también de cierta manera. Respecto al papel que le da Hegel a la opinión pública cabe decir que esta presenta o tiene un lugar ambiguo en esta lógica de su discurso político. «La libertad subjetiva formal de que los individuos como tales tengan y exterioricen sus juicios, opiniones y consejos propios sobre los asuntos universales, tiene su fenómeno en el conjunto que se llama opinión pública. Lo universal en síy para sí, lo sustancial y lo verdadero, está vinculado con ello con su contrario, con lo peculiar y particular para sí del opinar de muchos. Por consiguiente, esta existencia es la contradicción en sí misma, el conocer como fenómeno la esencialidad igualmente inmediata como la inesencialidad. La opinión pública es el modo inorgánico como se da a conocer lo que un pueblo quiere y opina. Lo que se hace realmente vigente en el Estado, tiene que confirmarse ciertamente de manera orgánica y éste es el caso de la Constitución […]»(Hegel, 1821/1968, 316). En principio, la sociedad civil hegeliana, para funcionar –pese a la carencia de derechos reales a que la destina Hegel- debe organizarse como «un 23 Haciendo alusión al Timeo de Platón. Hegel desde joven se interesó por los temas de historia y religión y no es de extrañar, pues se evidencia en la terminología usada y en su propia cosmovisión. sistema de dependencia multilateral» (ein System allseitiger Abhängigkeit) en el que «la subsistencia y el bienestar del individuo-singular (Einzelnen), así como su ser-ahíjurídico (rechtliches Dasein), están entrelazados con la subsistencia, el bienestar y el derecho de todos y fundados sobre éstos»(Hegel, 1821/1968, §183, 340). A pesar de no ser un elemento, a pesar de su falta de unidad inorgánica y natural, (Hegel 1821/1968, 238;303) este sistema funcional, esta vinculación orgánica y artificial, obtiene, como «sociedad civil», una consistencia –por llamarla de algún modo–comparable a la del elemento familiar. Con esta consistencia, «la sociedad civil sustituye su propio suelo a la naturaleza inorgánica externa y al suelo paterno en el cual el individuo singular (Einzelne) tenía su subsistencia». Es así como «el individuo (Individuum) se vuelve hijo de la sociedad civil» (1821/1968, §238, 203). Dicho individuo se nos muestra exento de historicidad. De manera casi mística escucha la voz cargada de racionalidad proveniente del Estado, el cual desempeña un rol paradigmático y conformador de todo orden dentro de la relación cada vez más compleja que se entrama entre unos individuos y otros, entre una familia y otra hasta llegar a las más complejas estructuras de esta artificiosa sociedad civil. Ante tales pautas de corte metafísico los elementos de posición que se ocupa desde antaño heredados del orden social precedente, la fortuna acumulada por centurias dentro de la estructura de la familia o sencillamente las vías de enriquecimiento no contempladas dentro de la producción de su tiempo. El origen de la sociedad civil hegeliana es el momento natural del animal político: de la individualidad, la necesidad y el trabajo para la satisfacción de la necesidad. Es tan sólo a partir de tal momento aristotélico de la satisfacción natural que la sociedad civil puede ascender hasta el origen del Estado, hasta el momento sintético kantiano de la prevención policial, después de haber pasado por el momento antitético lockeano de la convención liberal: de la universalidad, la libertad, la propiedad y la protección de la propiedad. Para algunos estudiosos más profundos del tema: «Precediendo la constitución del Estado como realidad concreta, la forma abstracta de la sociedad civil hegeliana, sucesivamente satisfactoranatural, convencional-liberal y preventiva-policial, no consiste sino en la vinculación entre sus elementos constitutivos: una vinculación pasiva, pero consistente, cuya pasividad no le impide ser orgánicamente funcional y cuya consistencia le permite sustituirse a la familia. […]» (Pavón Cuéllar 2007, 16) Si la sociedad civil termina siendo así un sustituto de la familia, esto es porque lo sustituido, la familia, no consigue dar satisfacción a las necesidades naturales. Ahora bien, la sociedad civil, en Hegel –cuya teoría se encuentra en este punto con la de Aristóteles (s/f /2013, I, 101) –no es capaz tampoco de bastarse a sí misma para satisfacer tales necesidades: «pese al exceso de fortuna, la sociedad civil no es tan afortunada como para remediar el exceso de pobreza»(Hegel, 1820/1970, §245, 390-391). Para esto es preciso que intervenga el Estado. Su intervención, por lo demás, era previsible desde un principio, tanto en la familia como en la sociedad civil, que no han sido aquí sino los dos momentos pasivos y virtuales, incompletos y abstractos, de un proceso formal que sólo se activa y se actualiza, se completa y se concreta para Hegel en el tercer momento, el del Estado, concebido como la síntesis dialéctica de los dos momentos anteriores. Tal visión de Hegel no hace sino evadir la cruel realidad de sus años: la vuelta a l`ancien régiment, la pobreza causada por las guerras napoleónicas y las desiguales condiciones de las naciones consideradas bárbaras que quedaban al margen del sistema de dependencia multilateral (ein System allseitiger Abhängigkeit) (1821/1968, §238, 203) La solución que finalmente propone es de corte netamente imperialista. Se trata de la propuesta de «colonización» de nuevas tierras, con lo cual el Estado encuentra a otros pueblos como consumidores, una parte de la población retorna al principio familiar y comienza la dialéctica de un nuevo Estado, y finalmente logra un nuevo campo de aplicación de su trabajo. El problema especial de todo este proceso se presenta con la clase formal representada en la sociedad civil o burguesa24. Efectivamente, mientras la clase campesina o agrícola participa del universal en forma inmediata mediante su familia en contacto directo con el suelo, y la clase universal no tiene otras miras que el universal del Estado, la clase formal está orientada hacia lo 24 Respecto a la penumbra en que cae el término y los elementos para distinguir luego el para antagónico, proletarios y burgueses la obra marxista es suficiente, baste rememorar la grácil aclaración que hiciera el aún joven Marx a Proudhon en su Miseria de la Filosofía cuando le desenmascara como burgués. particular. La mueve un profundo egoísmo. Necesita, pues, una disciplina y una educación hacia la universalidad del Estado. Ésa es la tarea de la corporación. Marx planteará luego que no es el Estado quien determina la sociedad civil, como supone Hegel, sino a la inversa. De esta manera se ocupa de poner en evidencia cuáles son las relaciones que dentro de la sociedad civil poseen el peso determinante, y construye todo un conjunto de categorías y conceptos, como relaciones de producción, modo de producción, fuerzas productivas, relaciones de clase, lucha de clases, además de Estado-poder político, dictadura del proletariado, etcétera, que le permiten entender más a fondo el problema social del poder y la relación de lo público y lo privado. Capítulo II Capítulo II Superación de la crítica Marxista a la Filosofía del Derecho de Hegel Epígrafe 2.1 Primera confrontación teórica. La etapa de juventud productiva de Marx y el inicio de su sistema. Existe una incorrecta interpretación desde posturas idealistas y producto a diversos sesgos ideológicos respecto a Hegel, es por eso que Marx, como su principal crítico, además de sus cercanía en tiempo y espacio representa una fuente necesaria a ser consultada toda vez que nos veamos en la necesidad de hacer frente a las posturas estado-céntricas actuales, que vuelven a una visión hegeliana de la concepción de la relación Estado-sociedad civil. Karl Heinrich Marx (1818-1883) es un icónico pensador alemán, reconocido por educar a la clase obrera de su tiempo para combatir contra el orden burgués que se presentaba frente a sí. De sus inicios en esta tarea es cronista Leszeck Kolakowski25, quien en amplio volumen titulado Las principales corrientes del marxismo. Su nacimiento, desarrollo y disolución recoge, no siempre de la forma más clara, su quehacer en lo filosófico, en lo político y sus contribuciones desde la economía a lo que se conforma luego en toda una teoría revolucionaria que sacude a su época e intenta rescatar al hombre real y no a la abstracción que hacía Hegel de este con su filosofía. Precisamente es Marx el autor que destaca por hacer una exhaustiva crítica a la Filosofía del Derecho hegeliana. No es casual que aun siendo muy joven, y tras dejar el Liceo de Tréveris en 1835, pase a matricular en la Facultad de Derecho de la Universidad de Bonn. «Aun siendo estudiante de derecho, estaba más interesado por sus numerosas lecturas sobre filosofía e historia» 25 Profesor en Oxford tras una larga etapa en la Universidad de Varsovia. Se dedica al estudio de las controversias y las grandes líneas del ascenso y decadencia del marxismo, como son los orígenes de la dialéctica, la izquierda hegeliana y al joven Marx. (Kolakowski, 1985, 103). Es de ese modo que comienza su contacto con la filosofía, y con el hegelianismo pues dicha asignatura le es impartida por Eduard Gans, un hegeliano del centro liberal de dicho sistema filosófico y «uno de los pocos de su tiempo que profesó ideas socialistas, que absorbióen la idea sansimoniana»(Ibíd.). No es de extrañar que se considere que «Marx se introdujo desde el principio en una forma de hegelianismo que de ninguna manera imponía una aceptación del status quo, sino que más bien exigía que este fuera juzgado por los dictados de la Razón»(Ibíd.) Por otro lado cabe apuntar que: «…cuando Marx entró en contacto con la izquierda hegeliana, ésta era ya consciente de constituir un movimiento independiente. En la universidad pudo testimoniar el conflicto entre el racionalismo hegeliano y la doctrina conservadora de la que fue llamada Escuela Histórica del derecho (Historsche Rechtsschule). Su formación y propio temperamento crítico llevaron al joven Marx a la adopción de una actitud radical.»[…] (Kolakowski, 1985, 102). La visión de la historia de Marx se forma por tanto a comienzos de los años 1840, en un enfrentamiento intelectual notable entre el joven Marx y Hegel, el gran filósofo cuya obra lo cautiva unos años antes. «El interés de Marx hacia la política le llevó a hacer un estudio más profundo de la filosofía del derecho de Hegel. Su Crítica a la Filosofía del Derecho de Hegel, escrita en 1843 (y publicada por vez primera en 1927), quedó sin terminar, pero pueden hallarse algunas de sus ideas principales en dos artículos titulados Sobre la Cuestión Judía e Introducción a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel. Estos artículos fueron escritos hacia finales de 1843 y aparecieron en los Deutsch-Franzosische Jahrbucher». […] (Kolakowski, 1985, 127) En su Fenomenología del Espíritu Hegel presenta la historia de Europa como un proceso tríadico, cuyo punto de partida se encuentra en la polis de la antigua Grecia. La lógica de esta obra va desde la disolución de la polis griega hasta la Revolución Francesa, recreando el desarrollo del Espíritu como razón actuante en la Historia. La polis se concibe como un primer momento de armonía entre el todo y las partes que aún precisa del desgarre del espíritu que es su último acto, una especie de apoteosis del desarrollo dividido. El espíritu arriba entonces, en esta forzosa elucubración hegeliana, a su tercera fase, el momento de su reconciliación definitiva bajo la figura del Estado racional (prusiano). Es el fin de la historia –al que hace referencia Fukuyama casi dos siglos después- y la reunificación de las partes con el todo ahora enriquecido y diferenciado. Este es el nuevo amanecer que Hegel hacía creer se presenciaba y que encontraba su horizonte en la Europa posrevolucionaria y su sol en la nueva filosofía alemana de la que él mismo era el más alto exponente. Esta es, a la vez, la inspiración que Marx tiene presente al exponer, en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, por vez primera una filosofía de la historia completa. El punto de partida de Marx es un postulado que podría darse en llamar ontológico, es decir sobre la constitución misma del «ser histórico», de la mayor importancia: el trabajo constituye no sólo el fundamento de la vida humana sino también su paradigma. Respecto a ello vuelve sobre algunas de las ideas de Owen26. Añade además al adentrarse en la caracterización del comunismo como negación de la negación, que este constituye la apropiación de la esencia humana que se media a sí misma a través de la negación de la propiedad privada. Señala que el comunismo no es la posición verdadera «di wahre Position»(Marx, 1844/1975, 104) que parte de sí misma, sino más bien la posición que parte de la propiedad privada. Esta es la importancia del carácter real y práctico del comunismo. «Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. Las condiciones de ese movimiento se desprende de la premisa actualmente existente».(Marx y Engels,1846/1979,36) La vida de los seres humanos se basa en el trabajo y, además, se configura y desarrolla de una manera que refleja las formas en que se trabaja. He aquí el fundamento de la historia, la esencia detrás de las apariencias, el principio activo del cual se deriva todo lo demás. Sin embargo, la estructura misma de la historia seguirá discurriendo de acuerdo a la misma lógica sobre la que Hegel había construido su filosofía de la historia y recorrerá, además, las mismas fases. Según algunos autores «el esquema no es otro que aquel 26 Robert Owen, socialista utópico, considerado como el padre del cooperativismo. Marx retoma de Owen la idea de que el trabajo no debe ser aislado del goce puesto que de manera natural el hombre siente la necesidad de realizarse mediante el mismo. propuesto por Hegel en la Fenomenología del Espíritu que será ahora recreado atendiendo al desarrollo de las formaciones sociales. Al comienzo tenemos una especie de estado de naturaleza, una fase previa a la división del trabajo, donde el trabajador controla sus condiciones de trabajo y tiene una relación directa con los frutos del mismo. No hay mediación ni separación alguna y por ello tampoco existe la alienación o el extrañamiento del trabajador respecto de su actividad vital y los productos de la misma. La propiedad privada es, simplemente la expresión de la existencia del trabajo enajenado, la otra cara de la misma moneda, la objetivación de la pérdida del hombre de su ser como especie, es decir, de su alienación respecto del colectivo humano. La superación positiva de la propiedad privada como apropiación de la vida humana es la superación positiva de toda enajenación (Entffrendung ), esto es, la vuelta del hombre desde la Religión, la familia, el Estado, etc., a su existencia humana, es decir, social -gesellschaftliches Dasein. (Marx, 1843/1991, 245) En Hegel, las diferentes formaciones sociales de importancia históricouniversal correspondían a las diversas fases de «desarrollo del Espíritu», que no es otra cosa que «la razón actuando en la historia». (Hegel, 1821/1968, §347) Para Marx, sin embargo, no es la naturaleza (Kant), la razón (Hegel) o la Providencia (cristianismo) lo que actúa como la fuerza motora de la marcha progresiva de la historia. Marx pone, a tono con el creciente optimismo tecnológico e industrial de su época, las fuerzas productivas de la humanidad en primer plano (Marx y Engels, 1845/1979, 19-20) de una manera hasta entonces desconocida. Es el desarrollo de éstas que ahora pasa a ser concebido como el núcleo secreto de la historia, como aquel factor que, a fin de cuentas, explica los avances y las conmociones sociales, políticas o ideológicas que forman la superficie más visible y evidente del movimiento histórico (Ibíd, 18-19). En Marx, esas formaciones sociales, las cuales denomina «modos de producción», corresponden al grado de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas materiales, y las consecuentes relaciones de producción a ellas inherentes, apareciendo formas sociales nuevas y superiores cuando así lo exige el incremento de esas capacidades productivas. Pese a que otros autores contemporáneos de cortas miras asumen que el hecho anterior es resultado del empleo que hace Marx del mismo tipo de dialéctica27 que Hegel le había atribuido al Espíritu, pero en la cual la marcha de la lógica es reemplazada por la de la tecnología. (Cfr. Pavón Cuéllar, 2007) Debe refutarse tal planteo haciendo énfasis en que el estudio en profundidad de la obra hegeliana, y de la marxista a la vez, demuestra que en realidad lo que ocurre es que Hegel desconoce28la realidad histórica que acompaña a su puño y letra, no alcanza a realizar un análisis certero del avance de la historia; producto de ello no logra entender la base económica de la sociedad, que no refiere sólo al trueque y el freetrade británico como otros muchos equivocadamente asumen (Cfr. Bobbio, 1986, 35). Hegel se nos muestra entonces como el conductor de un amplio programa de análisis recalentado de la historia. El Espíritu de la Historia en Hegel queda trunco en su propia concepción, es expresión de una sociedad que se detiene en el tiempo buscando la quietud en el orden político, sin eliminar la política del ámbito social y natural de la vida de los individuos. Hegel pretendidamente escinde teoría y práctica, dejando en su obra el plasme de un salto mortal ilusorio que llevaría a Alemania a evitar la revolución política como único vehículo para alcanzar verdaderas transformaciones sociales. Tales sortilegios son practicados desde antes por la tradición filosófica alemana. Volviendo sobre el basamento moral kantiano se percibe la intención, en la búsqueda de los clásicos por alcanzar la felicidad, de llegar a un nivel de sabiduría tal que su voluntad comulgara con la del espíritu universal. Se ha de recordar que pese a que Kant concebía como naturales y necesarias las formas antagónicas de manifestación de la vida social, no hubo nunca en su teoría moral (sustentada en la Crítica de la Razón Pura, la Crítica de la Razón Práctica, La Crítica del Juicio y La Metafísica de las Costumbres) cabida para la sublevación del pueblo contra el soberano a la vez que condena las revoluciones burguesas. (Abbagnano, 2004, II, 399). Queda asíanclada una visión que asume y defiende a ultranza la concepción de una Monarquía Constitucional con caracteres divinos. El Estado concebido como «la realidad de la idea ética» (Cfr. Dri,2007, 256) entiéndase de la eticidad en su plenitud, en su máxima realización no es más que una falacia que aunque no sugerida directamente por el autor, lleva en la esencia de su concepción, a la opresión y falta de libertad real del individuo. 27 Marx no necesitó emplear miméticamente la «dialéctica hegeliana». Las coincidencias en cuanto a términos responden en muchos casos a la mera necesidad de replantear los ilusorios esquemas en que la entretejida lógica hegeliana intentó encerrar la sociedad alemana, haciéndola lucir como una Francia o una Inglaterra exentas de la necesidad de revoluciones y con el progreso al alcance de la almohada. 28 Si es a propósito o no queda en el campo especulativo o para un estudio posterior en el campo de la Historia de la filosofía, lo cierto es que lo hace tajantemente. Dicho individuo no decide ni se hace a sí mismo con el trabajo o mediante el empleo, sino que realiza, en el caso del estado policíaco propuesto por Hegel, lo que se ha establecido que realice sin libertad de elección, solo con la oportunidad de alienarse en la religión para encontrar una dicha irrealizable en el mundo terreno. A esa visión estatista, reduccionista incluso respecto a otras formas de gobierno, se le opone la visión social y dialéctica de Marx, quien desde su crítica económico-política a la forma absolutizadora de un tipo de estado planteó como natural el vínculo entre las formas sociales de producción y la superestructura política. La crítica iniciada por Marx y que quedase inconclusa en la ya referida obra de 1843 sería sólo el anuncio de toda una teoría social aún en ciernes. Pasarían poco más de dos décadas de la redacción de los Grundlinien para que Marx, ya apartado de los jóvenes hegelianos de izquierda -incluso de Stirner y Feuerbach- y en estrecho vínculo con Engels (Cfr. E.Thomson, 2004, 45) enunciara en breve carta a P.V. Annekov su noción de sociedad civil tomándola como «determinadas formas de constitución social, una determinada forma de organización de la familia, de los estamentos o de las clases» (Marx, 1846/1973, 532) La sociedad civil, según el enfoque renovador de Marx, y por sobre los «plagios»de algunos de sus coterráneos que retomaban o intentaban «explicarse un poco los rudimentos de la Economía política anglo-francesa» (Cfr. Marx, 1859 /1973, 522) no vacila en revelar su pleno sentido puesto que en definitiva «el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general»(Marx, 1859/1973, 518). Esta visión permite combatir las posturas ancladas por los economistas políticos clásicos que asumieron de manera tácita una visión a veces ingenua otras tantas intencionadamente metafísica sobre el freetrade. Tales posturas no hacen sino obviar -a modo de justificar el estado de cosas y su posición de privilegio dentro de la sociedad- el hecho de que una determinada forma de producción, que no emerge de la nada sino que responde a una realidad histórica cargada de antagonismos y desigualdad, acompaña o lleva a una nueva división de la sociedad. Respecto a esto Marx aclara que dicha división, como forma antagónica del proceso social de producción, es rebatible toda vez que las fuerzas productivas que se desarrollen en el seno de la sociedad misma brindan las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. El mismo Marx nos hace entrega, en 1859, el mejor resumen que de sus tesis se pueda hacer: «Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella.»[…] (Marx, 1859/1973, 522) Para Marx, existe un histórico sistema de relaciones de producción, en el cual las categorías empleadas son las de medios de producción y bienes de consumo y mercancías y no como en Hegel quien emplea la abstracta categoría: cosa. En Hegel, la propiedad privada no es una relación histórico-social, entre un hombre y otro, sino que surge por el derecho absoluto del hombre a apropiarse de todas las cosas. Hegel establece una relación entre querer y poseer. La persona para Hegel «tiene como fin el derecho de poner su voluntad en toda cosa, la cual por lo tanto, es mía... un absoluto derecho de apropiación del hombre sobre todas las cosas.» (Hegel, 1968, §44) Sin embargo, debe atribuírsele a Hegel el meritorio intento por evidenciar y legitimar el hecho de que la administración de la justicia asegura la libertad y defensa de la propiedad. Momento que instaura la universalidad de la norma jurídica en «el hecho de que el Yo sea reconocido como persona universal en la cual todos son idénticos. El hombre tiene que valer por ser hombre, no porque sea judío, católico, protestante alemán, italiano»(Hegel, 1968 §209). Este planteamiento, lo retomaráMarx más tarde en La cuestión judía para hacerle memoria a otro joven hegeliano: Bruno Bauer. Asimismo, «la obligatoriedad respecto a la ley incluye la publicidad de la ley, la necesidad de que las leyes sean dadas a conocer universalmente en un lenguaje accesible.» (Hegel, 1968 §215) Pero el ardid de esta cuestión no radica en que se reconozcan o no los derechos de los hombres de diferentes nacionalidades29, sino en que se trata de asegurar, mediante la justicia que esgrime el Estado propuesto por Hegel, la inmanencia de la inequidad que arrastra la Historia tras de sí, exacerbando cada 29 Aunque valga señalar que los ejemplos remiten exclusivamente a representaciones netamente europeas, tal parece que el europeo sólo reconoce su semejante e igual como quien se mira en el espejo al cambiarse de sombrero. vez más los niveles de «pobreza» a los que conduce «la riqueza que se ha producido al interior de la sociedad civil». (Cfr. Dri, 2007, 255) En ningún momento se ha querido mencionar que el agente discriminatorio al cual son sometidos los individuos en su cotidianeidad sea el relativo al credo religioso, o a género, nacionalidad o raza -todas estas son prefiguraciones que enmascaran una contradicción mayor- sino el tan desviado pero complejo concepto de la igualdad. Hegel, que trabaja sobradamente la categoría libertad, a la cual se deben los adjetivos de «ético» y «justiciero de ese Estado racional que propugna; no ha hecho otra cosa (pese a haber esbozado toda una lógica de la historia para su análisis más completo) que evadir el hecho de que los hombres son vistos como iguales según su estado natural ante la ley, pero que en el transcurso de la historia acuden a esta en condiciones de desigualdad y por tanto leyes esbozadas por los que presentan mayor ventaja no hacen sino que esa desventaja (que pasa no sólo por el rasero de lo económico) se acreciente de manera sobrada. Respecto a este tema la lógica de su rastreo se torna densa. Hegel concibe a la moralidad a la eticidad y al interés privado como derechos particulares que se sostienen en la concreción del Estado como comunión de voluntades, Marx por su parte no tarda en hacer notar que: «Como el Estado es la forma bajo la que los individuos de una clase dominante hacen valer sus intereses comunes y en la que se condensa toda la sociedad civil de una época, se sigue de aquí que todas las instituciones comunes tienen como mediador al Estado y adquieren a través de él una forma política. De ahí la ilusión de que la ley se basa en la voluntad y, además, en la voluntad desgajada de su base real, en la voluntad libre. Y del mismo modo, se reduce al derecho, a su vez, a la ley.»[…] (Marx, 1845/1979, 69) Chihu Amparán, no obstante, se acomoda en apuntar que en Hegel «la figura del magistrado» indica que los miembros de la sociedad civil tienen el derecho de entablar pleito y el deber de presentarse ante el juez.”30 Marx señala con preocupación cómo, en realidad, son aquellos pertenecientes a la «novísima aristocracia que se reproduce y muta, que se desplaza a la competencia anquilosada en títulos o se alía a ella, los que mejor conocen las reglas del juego y están en posiciones estratégicas para cambiarlas 30 Juez que a su vez es mero representante de la esfera divinamente autoritaria del Estado. o mantenerlas» (Marx, 1845,) Seguido a esto, ha de recordarse el contacto kantiano que asegura y contiene la eticidad refleja en el Estado; la policía y las corporaciones están al cuidado de los intereses particulares y la rígida prevención de la accidentalidad. «La previsión policial realiza y sostiene, ante todo, lo universal, que está contenido en la particularidad de la sociedad civil, como orden externo y organización para la defensa y la garantía de los complejos de fines e intereses particulares». (Hegel, 1968, § 249) Marx nota como, en la visión hegeliana, se acrecienta cada vez más la tendencia que criticase Engels años más tarde 31 No obstante el olvido de la crítica ha posibilitado que tales prácticas se continúen dando y que se naturalice y reifique32 el aparato estatal burgués asumiendo además que: «La corporación tiene bajo la vigilancia del poder político el derecho de proveer a sus intereses particulares, contenidos dentro de sí, de acoger a sus componentes según el valor objetivo de su aptitud y honradez... y de cuidar de lo que les pertenece frente a las contingencias particulares, así como de la educación de las aptitudes pm llegar a ser partícipe de la corporación; y, en general, a intervenir en favor de ellos como segunda familia». (Hegel, 1968, §252) Por otro lado es nefasta la actitud de autores que adoptan posiciones inocentes33 las cuales no permiten sacar en claro el amplio valor que supone la obra de Marx para hacer justicia a la visión hegeliana de la relación entre Estado y sociedad civil. Según Chihu Amparán «si en Hegel el concepto de sociedad civil tiene tres momentos, en Marx parece tener el significado unívoco de condiciones materiales de vida, relaciones económicas o estructura» (1999, 102). Visto en de pasada esto parece un simple llevar y traer de términos de antaño con otros más contemporáneos a fin de hacer más simple la comprensión de lo que se lee, más finalmente cae en posturas inconsecuentes como el plantear que según lo antes planteado «todo está sobre sus pies y no parece existir la necesidad» (Ibíd.) La conclusión es vacía, no obstante continúa con una subordinación inaceptablemente positivista al asumir que «el concepto 31 Cita del texto: Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana que se realiza al iniciar el presente trabajo. 32 Cosifique, el término ha sido bastante manido, pero se entiendo como dar vida a algo que no lo tiene, otorgar condición de sujeto a un ente que es creado y no creador, tal cual es el caso del Estado, que sólo goza de tal condición gracias a las abstracciones a que somete la lógica hegeliana a la realidad 33 Esto ha sido visto en reiteradas ocasiones. (Ver pp. 18,19,23,32 y 36) que le atribuye Marx –a la sociedad civil- es semejante al del primer momento de Hegel: el del sistema de necesidades, es decir, la sociedad civil como el lugar en donde los individuos no tienen otro vínculo que el de la necesidad.» (Ibíd. 103) En el mismo sentido que más tarde retomará Marx, como sociedad burguesa, vinculada a las condiciones materiales de vida; en su Filosofía del Derecho, Hegel habla de la sociedad civil como el lugar de la «disolución, la miseria y la corrupción física y moral».(Hegel, 1968, §185) El lugar de la «acumulación de las riquezas», donde se “acrecienta la división y la limitación del trabajo particular y, por lo tanto, la dependencia y la necesidad de la clase ligada a ese trabajo, agregándose la insuficiencia de la capacidad y del goce de los demás bienes».(Hegel, 1821/1968, §243) En esas páginas Hegel habla del «descenso de una gran masa por debajo de un cierto nivel de existencia...formación de plebe... facilidad para acrecentar en pocas manos riquezas desproporcionadas».’(Hegel, 1821/1968, §244) Acá el autor se refiere a la sociedad civil como la base del edificio jurídico político (esfera del derecho y las relaciones públicas). Esfera de lo privado, en la que el hombre se encuentra unido a otro hombre sólo por el interés privado. De manera que la política se explica a partir de las relaciones económicas sobre las que surgen las contradicciones de clase, terreno de las luchas entre las clases y los partidos. Por su parte Norberto Bobbio, que intenta presentar el contrapunteo entre los clásicos abordados de forma ambigua, sin definir su clara postura al respecto, plantea que en Hegel el concepto es «más amplio y a la vez más restringido»que en Marx. (Bobbio, 1986, 36). La consideración de su mayor amplitud se debe, en consideración del politólogo italiano, a que incluye la esfera de las relaciones económicas y la formación de las clases, más la administración de la justicia y el ordenamiento policial y corporativo. Esta es una forma más específica34 de abundar en los ya mencionados elementos que expone Hegel y que son de fácil referencia, basta remitirse al parágrafo 183 de los Grundlinien donde se constata este encierre en tres momentos que realiza Hegel de la sociedad civil. El primero lo constituye el ya referido «sistema de necesidades», al cual hacía alusión Humberto Cerroni (1972, 82) como aparato técnico natural, que es la expresión de la esfera de relaciones económicas y formación de las clases. El segundo momento Hegel lo encierra en lo que compete a la administración de la 34 Más específica que la de Chihu, toda vez que reiterativa y plana en base a la obra original. justicia, exenta de conflictos conla ley 35 y el cuerpo jurídico-político. Dicho momento incluye además a la policía y las corporaciones de oficios. Debe referirse de manera inmediata que tales observaciones no son sino las representaciones truncas y metafísicas que hace Hegel con un carácter ahistórico de las formaciones sociales de producción (Hegel, 1821/1968 §183) Volviendo a la estructura que esboza Hegel y teniendo en cuenta las nociones marxistas clásicas (no sus interpretaciones positivistas) nos percatamos de que no se aleja para nada de una obra de corte metafísico que solo gira en torno a un presente, y a un presente imaginario por demás. En el primer momento la sociedad civil se presenta de modo preliminar respecto al Estado. No es la familia (sociedad natural), ni es todavía el Estado, posee características del Estado, Hegel lo vincula a un«Estado externo». (Hegel, 1821/1968,§183) El segundo y el tercer momento para Bobbio«se asemejan al de la superestructura en términos de Marx, al aparato Jurídico político que ejerce la dirección y coerción.» He aquí otra confusión tanto de naturaleza ingenua como mal intencionada (Cfr. Bobbio 1986; Chihu 1999) El concepto de sociedad civil en Hegel es más restringido en la medida que constituye el momento intermedio entre la familia y el Estado y no contiene todas las relaciones e instituciones pre-estatales, incluida la familia. Hegel presenta a la sociedad civil como el momento intermedio entre la familia y el Estado. Relación en donde el momento de la tesis es la familia (lo universal) mientras que la antítesis es la sociedad civil (lo particular), y el momento de síntesis es el Estado (lo universal y lo particular). (Hegel, 1968, §157) Lo que no parece resultar fácil para algunos especialistas (Chihu, 1999, 111) es evitar la nefasta tendencia a equiparar de manera ecléctica las terminologías marxista y hegeliana en el afán de presentar en Hegel a un pensador omnipresente, capaz de encajar perfectamente en nuestro tiempo, encontrando lugares comunes incluso con sus más asertivos críticos. Se presenta así un ensayo por dar existencia a lo que es inexistente en toda su teoría y que se muestra sin embargo, sólidamente, en la crítica marxista. A nuestro modo de ver tanto lo que pretende resaltar Chihu Amparán, como lo que intenta contemporizar Bobbio al comparar las visiones de Marx y 35 Ley o leyes que suplen luego ,en la realidad, al derecho, no sólo al de los individuos por cuanto se le vincula a la voluntad de tales de manera abstracta, sino, además, al supuesto Derecho en toda su dimensión, evidenciando que la conexión entre voluntad, racionalidad, derecho y libertad no es más que una falacia. Sólo aquellos que ostentan el poder para imponer leyes hacen valer sus intereses, violentando a la vez los de aquellos que no participan en tales determinaciones, así como tampoco en el plano jurídico ni mucho menos en el ejecutivo. Hegel sobre sociedad civil no posee el sentido que ellos le ofrecen, pues un análisis profundo nos muestra a un Hegel descriptivista de un fenómeno que no comprende en su esencia y a un Marx que por haber entendido la esencia de la sociedad civil y su relación natural respecto al Estado se refiere a ella en términos precisos y esenciales. Epígrafe 2.2 Distinciones metodológicas en cuanto a la conceptualización de sociedad civil y Estado en Hegel y Marx. Contundencia de la crítica marxista a Hegel. La relación Estado-sociedad civil se ha colocado en el orden del día del pensamiento político contemporáneo, debido a su relación con la gobernabilidad democrática y la legitimidad de los regímenes políticos. El estudio de dicha relación resulta esclarecedor al analizar el ejercicio de la democracia en pos del desarrollo de los pueblos. Su importancia radica no solo en el poder de esclarecimiento teórico que ofrece, sino en lo útil que resulta para rebatir las argucias con que se ha intentado inculpar, señalar y descalificar el proyecto social cubano 36 , entre otros, ya sea partiendo de la lectura errónea y convenientemente realizada (Cfr. Azor, 2012, 15) de los clásicos o del reciclaje de los mismos. La no conceptualización del Estado por parte de Marlene Azor torna vacías y carentes de cientificidad sus afirmaciones –casi en su totalidad con carácter gratuito, y refrendadas en el pésimo ejercicio lógico formal de magister dixit- sobre la sociedad civil. Y es que, una de las concepciones de que partiremos para el desarrollo teórico del presente trabajo es el estudio armónico de estos dos componentes del sistema político –Estado y sociedad civil- pues hoy día no es posible, sino a partir del estudio del recorrido histórico lógico que han tenido las categorías expuestas, comprender el problema tal y como se manifiesta fenomenológicamente en la realidad. La crítica marxista a la visión hegeliana del Estado penetra en los más recónditos parajes del discurso político actual, desplazando 36 hermenéuticas Baste recordar los sucesos ocurridos en el pasado Foro de sociedad civil celebrado en Panamá, en la que se intentó suplantar a los representantes legítimos de la Sociedad civil partiendo de lo ambiguo que se ha vuelto dicho término producto al poco dominio que de él tiene la mayoría de la población a escala regional. erradas y trayendo de vuelta planteos que son núcleo de una verdadera teoría revolucionaria. Como principales distinciones en cuanto a la conceptualización de sociedad civil y Estado en Hegel y Marx se verifica que la sociedad civil de Hegel no incluye a la familia37 mientras que la sociedad civil de Marx sí. Hegel trata a la sociedad civil como el momento en que la unidad familiar se disuelve en las clases sociales buscando satisfacer sus necesidades mediante el trabajo. De este punto de partida deviene luego una postura individualista por excelencia y sin disimulo alguno. Hegel, como ha expuesto Dri (1991, 267), nos remite a la concepción de Estado ético cuando nos indica que «no hay que confundir al Estado con la sociedad civil, ni asignarle el destino de velar por la seguridad y la protección de la propiedad y de la seguridad personales». (Hegel, 1821/1968, §258) El Estado en Hegel es el «espíritu que reside en el mundo.» (Hegel, 1821/1968, §270) Hegel concibe el proceso histórico como fases dirigidas hacia una síntesis que se expresa como descenso del Absoluto al mundo y ascenso del hombre al Absoluto, situando el motor de la historia en un proceso dialéctico de alienación del Absoluto, contrariamente a Marx quien ubica el motor de la historia en la lucha de clases y en el desarrollo dialéctico de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción. Como indicara Marx: «Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella y jamás aparecen nuevas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia haya madurado en el seno de la sociedad antigua». (Marx, 1859/1973, 523) En Hegel, quien a diferencia Marx se interesó desde joven por los temas vinculados a la religión (Cfr. Abbagnano, 2004, 478) el Estado representa la marcha de Dios por el mundo, encarna al Espíritu y sus fines supremos. La historia es el ropaje del Espíritu, su producto y no el producto de los hombres ni «el resultado del conflicto socioeconómico como asegura Marx». (Chihu, 37 La familia entendida como la manifestación inmediata o natural del Espíritu ético pierde en su momento, para Hegel, la unidad de su sustancialidad al darse la escisión de sus miembros producto del pase a un punto de vista relativo, con el cual se conforma otro tipo de unión amparada bajo la constitución jurídica. No obstante tal unión responderá sólo a las necesidades de los individuos dependientes que, atendiendo a sus intereses particulares y comunes intentan garantizar el salvaguarde de su propiedad, es por ello que, como se ha abordado, Hegel denomina a este momento como universalidad formal siendo el posterior y verdadero garante de tales intereses, el Estado, o sea, la universalidad sustancial. (Ver p.22) 1999,113) Vale hacer crítica reiterada a la impune negligencia de Chihu respecto a otra interpretación extrema y equívoca. El Estado, el representante del interés general, determina y subordina en tanto que es el poder superior, necesidad externa, unidad de lo universal y lo particular, ordena y mantiene unida la sociedad civil, esfera superior donde se reconcilian las contradicciones irreconciliables de la sociedad civil, lugar donde el individuo logra su libertad particular. (Cfr. Hegel 1821/1968 §261) Para Hegel el Estado es el sujeto y la sociedad civil es el predicado de ese sujeto. El Estado es el eje de la sociedad, determina, ordena y mantiene unida la sociedad civil. La sociedad civil, la propiedad privada, es el predicado, lo determinado, lo dependiente y subordinado, la esfera inferior unida por el Estado y la que debe ceder en caso de contradicción de sus intereses ante el Estado. (Cfr. Chihu) Marx invierte la proposición: el Estado es un producto humano, producto de las contradicciones de clase, las instituciones políticas y jurídicas tienen sus raíces en las relaciones materiales de existencia (sociedad civil). El Estado político no puede existir sin la base natural de la familia y sin la base artificial de la sociedad civil, son para él una conditio sine qua non38. Pero en Hegel la conclusión es formulada como lo condicionado, lo determinante como lo determinado, lo productor corno el producto. Para Hegel el Estado es el representante del interés general de la nación y está por encima del interés particular. En cambio, para Marx, el Estado estáen función de la sociedad civil, garantiza los intereses particulares de una minoría, está subordinado a la propiedad privada. Mientras que en Hegel la idea es el sujeto y el hombre es el predicado de ese sujeto, es decir, el ser es producto del pensamiento, de la idea, para Marx el ser produce el pensamiento. Marx señala que invertida o de cabeza se encuentra la representación que da Hegel del Estado e invertida se encuentra también la realidad que genera el Estado. (Cfr. Marx, 1843/1991, 70) En el discurso hegeliano, la sociedad civil es apenas un momento en el proceso político de constitución del Estado: un momento precario, encauzado y ordenado al resultado constituido, subordinado a él y dependiente de él.Esta dependencia y subordinación han sido argumentadas por Bobbio (1970/2001), el cual, oponiéndose a la crítica marxista de Hegel, recuerda que la sociedad civil hegeliana, en contraste con la marxista, es una sociedad cuyo «derecho» 38Condición necesaria y esencial para que sea posible requiere de la «fuerza del Estado», cuya «libertad» consiste en la «obediencia a la voluntad del Estado» y cuya única existencia es la de un primer «momento»en la «formación del Estado»(180-181). En la visión hegeliana la burocracia posee los mismos atributos del Estado, encarna y representa el interés general, sus intereses son los del Estado. Se presenta, según Pavón Cuéllar (2007), a la clase media como la que sabe y por lo tanto gobierna. Entre tanto el pueblo viene a ser «la parte que no sabe lo que quiere. Saber lo que se quiere...y saber lo que quiere la razón es el mito de un conocimiento y una penetración más profunda que no es asunto del pueblo […]». (Hegel, 1821/1968,§301) Sobre la base de estos planteos queda trazada la frontera del interés clasista burgués, que como ya se hace mención en epígrafes anteriores deposita su «seguridad» en el poder legislativo que se concreta en la Constitución, intentando a toda costa evitar participación alguna del pueblo. Producto de ello para Marx, la burocracia es «engaño» (Marx, 1843/1991, 259), la encarnación institucional de la alienación política y la libertad política reside en convertir al Estado de órgano subordinante de la sociedad en órgano subordinado. Para Marx esto se evidencia al abordar un ciclo histórico lógico que Hegel parecía querer evitar y que apuntaba necesariamente al descubrimiento o desmantelamiento del carácter clasista que se seguía de la puja por el poder político. Queda claro entonces que «todas las luchas que se libran dentro del Estado, la lucha entre la democracia la aristocracia y la monarquía, la lucha por el derecho de sufragio, etc., no son sino las formas ilusorias bajo las que se ventilan las luchas reales entre las diversas clases» (Marx y Engels, 1979,34). De esto se sigue que «toda clase que aspire a implantar su dominación, aunque esta, como ocurre en el caso del proletariado, condicione en absoluto la abolición de toda la forma de sociedad anterior y de toda la dominación anterior en general, tiene que empezar conquistando el poder político, para poder presentar su interés como el interés general, cosa a que en el primer momento se ve obligada.» (Marx y Engels, 1979,35) Si el Estado moderno reconoce para todos la titularidad de los derechos civiles y la titularidad de los derechos políticos, su carácter de clase reside en la estructura de la sociedad civil donde el mecanismo de la satisfacción de necesidades funciona de tal manera, que los medios de producción de los bienes de consumo deben ser apropiados privadamente y por ello, será el rico el que triunfe en la competencia por la felicidad, aunque todos tengan igual derecho a la felicidad. (Cfr Chihu 1999, 115) Existe un nexo entre Hegel y Marx cuando en la Enciclopedia de las ciencias filosóficas (Hegel, 1817, §539) se deduce en Hegel una crítica a la igualdad formal del derecho. En ambos autores encontramos el planteamiento de que el derecho burgués presupone la desigualdad (la da como preexistente y natural al igual que la existencia de Dios), en tanto que constituye la aplicación de una regla única a hombres distintos, desiguales. Durante el esclavismo y el feudalismo existe una desigualdad natural en la medida en que antes de nacer el individuo encuentra predestinado su grupo social, status del cual, salvo excepciones, difícilmente puede escapar. En el capitalismo en cambio, todos aparecen como iguales, en tanto que cada uno es propietario de mercancías. Sin embargo, se trata de una igualdad formal que esconde un intercambio de mercancías desiguales: capital o fuerza de trabajo. El capitalismo es la única formación social en la que el mecanismo económico contiene en sí escondida la explotación. El obrero se contrata libre y voluntariamente sin obligación, para realizar un trabajo que le mortifica. Es libre de no vender su fuerza de trabajo. Sin embargo, la libertad-voluntariedad encubre lo forzoso de la necesidad de trabajar para subsistir. El obrero requiere un salario para reproducirse como mercancía fuerza de trabajo. Si en el feudalismo la ley no es igual para todos, ni todos son iguales ante la ley, en el capitalismo el derecho valora igual a todos considerándolos sujetos abstractos (derecho independiente de las condiciones sociales de cada uno). Sin embargo, a pesar de que el Estado moderno reconoce para todos la titularidad de los derechos civiles y políticos, este derecho es un derecho abstracto porque trata de manera igual a sujetos desiguales y reproduce, como el privilegio feudal, la exclusión de una parte del género humano. Como indica Cerroni, la sociedad moderna posibilita que la relación de producción quede mediada por el contrato, por el consenso del productor. Este contrato es el del trabajo asalariado. (Cfr. Cerroni, 1972,85) Desaparecen el esclavo y el siervo y el productor se presenta como un individuo libre en su persona, no sometido a un amo por nacimiento, porque ya no está vinculado al medio de producción. El obrero moderno es libre de un amo esclavista que desde su nacimiento lo considere como algo suyo. Pero también es libre de un medio de producción que le permita subsistir. Si el esclavo está sujeto por cadenas a su propietario, el asalariado está sujeto por hilos invisibles. El constante cambio de amo individual y el derecho contractual le dan la apariencia de autonomía. Si posee una capacidad jurídica para decidir su propia venta en cada ocasión, también se puede decir que posee un amo anónimo que no tiene las obligaciones del amo antiguo. De lo que se trata acá es de crear hombres desposeídos de amos, hombres activos en la vida política, que participen y tomen decisiones concienzudas respecto a hacia donde dirigirán sus esfuerzos en la vida. Para ello Marx hace hincapié en la necesidad de asumir la conversión del pueblo (das Volk) en principio (Prinzip) de la Constitución (Verfassung): «…por la naturaleza de la cosa, es necesario que el movimiento de la Constitución, que el progreso, se convierta en principio de la Constitución, que, por tanto, el portador real de la Constitución, el pueblo, sea convertido en principio de la Constitución. El progreso mismo es entonces la Constitución» […] (Marx, 1843,1991, 263) La adjudicación, por parte de la alta clase, de la potestad de asumir que dicha norma suprema, esa organización establecida o aceptada para regir el Estado, sea anclada de manera imperecedera en el centre de la vida social, constituye un fatídico e intencionado error. Siendo la constitución aquella que fija los límites y define las relaciones entre los poderes39 del Estado y de estos con sus ciudadanos, permite establecer las bases para su gobierno y para la organización de las instituciones en que tales poderes se asientan. Este documento, asumido desde la visión occidental clásica, busca garantizar al pueblo sus derechos y libertades, pero desde un punto de vista verticalista y paternal que impide que se juzgue lo acertado o no de los consecuentes resultados de tal normativa. Es producto de tales hechos que Marx se adelanta en señalar que: «Si se plantea correctamente la cuestión, ella dice así: ¿Tiene el pueblo el derecho de darse una nueva Constitución? Lo cual tiene que ser afirmado incondicionalmente, puesto que la Constitución tan pronto como ha cesado de ser la expresión real de la voluntad del pueblo, se ha convertido en una ilusión práctica.»(Marx, 1843,1991, 263) Para Marx la crítica adquiere un papel fundamental en el teatro de acción de las necesarias «revoluciones políticas» en que se han de tornar «las evoluciones sociales»; dinámica que «sólo»dejará de presentarse «en un orden 39 Según la teoría clásica de Montesquieu de la separación de poderes, que distingue entre poder legislativo, ejecutivo y judicial. Dicha división vendrá a garantizar la libertad del ciudadano. de cosas en el que ya no existan las clases ni los antagonismos de clases. (Marx, 1847/1979, 143) En cuanto a su particular aterrizado en Alemania refiere que la crítica «no es una pasión de la cabeza sino la cabeza de la pasión. No es un bisturí sino un arma. Su objeto es su enemigo, a quien no quiere refutar sino aniquilar.»(Marx, 1843/1991, 211) No obstante a lo planteado anteriormente, Marx conoce de los lamentables resultados a que condujo el pensamiento anárquico de la Revolución francesa de 1789 e incluso de sus remodelaciones a manos de Pierre Joseph Proudhon con su obra ¿Qué es la propiedad? oInvestigaciones sobre el principio del derecho y del gobierno de 1840. Debido a esto se ocupa en señalar respecto a la crítica que «ni de suyo ni considerada en toda su realidad merece ser tenida en cuenta; su existencia es tan despreciable como despreciada. Para entenderse a sí misma, la crítica no necesita de por sí entenderse con su objeto, pues ya se halla lista con él. Tampoco se tiene ya por un fin de sí misma sino sólo por un medio»(Marx, 1843/1991, 211) Con esta idea logra exponer parte de su metódica revolucionaria y distanciarse del impulso denodado de un Proudhon o, a posteriori, un Mikhail Bakunin–que también hallábase en Francia embebido de tales fuentes–por lograr de golpe, con la ira de una fiera herida, «una forma de gobierno sin amo ni soberano». Marx concluirá sobre la crítica como instrumento fundamental del quehacer revolucionario, en orden de no deslegitimar su necesidad, mas dejando en claro sus limitaciones: que «su pathos esencial es la indignación, su trabajo central la denunciación»(Marx 1843/1991, p. 211) producto de lo cual queda tras de sí la tarea de transformar ese estado de cosas cualquiera que sea y de continuar en la ardua faena de ser propositivos en la búsqueda de soluciones. Sólo partiendo de dicho instrumento se pueden hoy día detectar las demandas y necesidades del Estado y de la sociedad civil que, posteriormente, dan origen a la agenda y consecuencialmente a la política pública. Tal acción ha de ser llevada a feliz término con la ayuda de profesionales de una y otra esfera, con consenso y aumento de la legitimidad, compartiendo espacios y descontinuando las prácticas aisladas, suprimiendo la puja por alcanzar el poder político. A la luz de la nueva concepción de Marx que pone en correspondencia a la historia, al hombre y la sociedad, resultó evidente que la sociedad civil no sólo se contrapone al Estado, como postulaba la versión liberal, sino que se refleja y encarna en él, pues está vinculada al mismo a través de las condiciones materiales de existencia, las clases sociales, las distintas cuotas de poder de que aquellas disfrutan, la hegemonía ideológico-espiritual, las diversas instituciones y normas sociales. El estudio de la relación Estado-sociedad civil develó la naturaleza socioclasista del Estado. Capítulo III Capítulo III El surgimiento de las políticas públicas y las veleidades de su aplicación en América Latina, reflejo de la pertinencia de la crítica marxista a la visión hegeliana de la relación Estado-sociedad civil. En el escenario actual latinoamericano las políticas públicas son consideradas como «bisagra entre el Estado y la sociedad civil» (Kirchner, 2007, IV) Ello es altamente significativo, pues indica la importancia que se le confiere a las políticas públicas no solo para alcanzar eficiencia económica o el desarrollo social, sino además para vincular a los dos términos que han sido objeto de nuestras reflexiones en los capítulos anteriores. Ello nos conduce a la necesidad de hacer un poco de historia sobre el surgimiento de las políticas públicas y su implementación en América Latina, vinculando, por supuesto, estos procesos a las posturas teóricas de los pensadores objeto de análisis. El surgimiento de las políticas públicas tuvo lugar en Estados Unidos a partir de una propuesta de Harold Lasswell40 en los años de postguerra. Varios autores coinciden, (Ripley, 1985, XIV; De Leon, 1994, 77; McCool, 1995, 2) en afirmar que la idea fundadora de Lasswell aparecióen la obra editada por el mismo en compañía de Daniel Lerner, The policy Sciences: Recent developments in Scope and Methods, publicada en 1951, con el patrocinio del gobierno federal, que estaba muy interesado en racionalizar el gasto público y atender problemas sociales de diversos grupos marginales que debían ser objeto de control social. En la actualidad, las políticas públicas se han establecido como una «subdisciplina»en la ciencia política (Cfr. Goodin y Klingemann, 2001, 67). Estas comenzaron a ser nombradas en espacios públicos y académicos en Estados 40 Lasswell fue un hombre reconocido tanto en el ámbito académico e investigativo como en el de asesoría al gobierno, siendo convocado en este último ámbito por el propio Presidente Harry Truman. Como profesor de ciencia política en la Universidad de Chicago (1922-1938) y más tarde, luego de su experiencia en el gobierno, terminóen el claustro de la Escuela de Derecho en Yale (1947-1973). Fue un personaje que tuvo una gran influencia en el terreno de la ciencia social en autores tan importantes como V. O. Key, David Truman, Herbert Simon, Gabriel Almond y Edgard Shils, todos ellos considerados sus discípulos (Cfr. Garson, 1996, p. 150). Unidos, Francia y España, especialmente, por las agencias multilaterales y de desarrollo como el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) o La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y actualmente se han extendido a las múltiples disciplinas sociales, quienes ven en este campo mucho por decir y hacer. En particular, el interés de la ciencia política por el estudio de las políticas públicas es el Estado y la administración pública y aunque su basamento teórico supone dos elementos ausentes en la tradicional elaboración de políticas estatales como son el análisis profesional y la participación protagónica de los beneficiarios, (Cfr. Lindblom, 1991; Coob y Elder, 1972) las visiones estatistas al estilo hegeliano no han permitido que los postulados teóricos iniciales se hagan realidad, pues el Estado se ha venido erigiendo en actor fundamental y muchas veces único del proceso, proscribiendo la participación popular o dejándola en un aspecto formal. La entrada en América Latina del análisis de políticas públicas ocurrió por la vía de la influencia de las academias norteamericanas, pero fundamentalmente lo hizo de la mano de organismos internacionales (BID, CEPAL, etc.), como se apuntaba antes. Dichos organismos utilizarían esta valiosa herramienta para manipular los procesos de desarrollo que tenían o debían tener lugar en el subcontinente, asíla «lucha contra la pobreza» se convirtió en contrainsurgencia (Cfr. Zibechi, 2010, 21) y los mecanismos de política pública fueron puestos en manos del Estado para fortalecer el control social respecto a los movimientos sociales emergentes y las iniciativas de autonomía y desarrollo local. No es extraño que este proceso fuese orquestado por el Banco Mundial en la época en que Robert McNamara presidió esta institución (entre 1968 y finales de los 70). McNamara provenía de dirigir el Pentágono (1961-1968) y su vocación principal fue relacionar los problemas de desarrollo con los de seguridad nacional de los Estados Unidos, por lo que los mecanismos que propone para lograrlo son políticas focalizadas hacia diversos sectores de la sociedad para impedir su integración como actores sociales y propiciar el control gubernamental que tan amenazado estaba en América latina por diversos movimientos guerrilleros en la época de su presidencia en el Banco Mundial. En el decenio de los 80 y los 90 la política exterior de los EUA hacia América Latina cambió, primero con la doctrina de los documentos de Santa Fe, a través de la cual se pretendía activar una sociedad civil en contra del estado especialmente del Estado cubano- y de algunas otras democracias latinoamericanas planteando que había que pasar del movimentismo al fomento de organizaciones para luchar por sus derechos, ese era el freno más eficiente al fortalecimiento de los actores sociales y políticos en América latina y a algunos gobiernos democráticos y progresistas de la región ( Nicaragua, Granada, Panamá, etc.) y a la lucha armada que continuaba (Salvador, Honduras, Guatemala, Colombia). En segundo lugar, el decenio de los noventas se caracterizó por la implantación en el continente de políticas neoliberales orientadas por el BM, el FMI y el BID, que arrasaron las economías de la región, incluso las más potentes como Argentina, México o Brasil. De nuevo políticas sociales bajo el subterfugio del rescate de las economías de la región condicionaban todo el desarrollo social, supuestamente el control o el no control lo propiciaba el mercado, pero las políticas provenían de los estados nacionales con la metodología que proponían los organismos internacionales bajo un sesgo de cientificismo41. La visión estatista continuaba incorporada al análisis de las políticas públicas y se convirtió en parte de la propia metodología para todos aquellos que urgidos por realidades deprimentes a ser transformadas no tuvieron el tiempo o la preparación para la reconsideración crítica de los manejos de la relación Estado–sociedad civil y la utilización de las políticas públicas como mecanismo de su mediación. Aparentemente nos encontramos frente a una contradicción, puesto que se presenta una intención de fortalecer a la sociedad civil. Tal visión sería ingenua y desacertada puesto que de lo que se ha tratado ha sido de fragmentar la sociedad civil a partir de la creación de pequeños núcleos organizacionales embebidos de un cierto nivel de poder y que intentan dar solución a sus demandas de manera aislada. Dicha fragmentación42 es impulsada de conjunto entre las organizaciones internacionales y los estados nacionales. Esta es, además, una de las principales limitaciones que presenta la visión hegeliana estado-céntrica que no alcanza a hacer notar la influencia de las relaciones de producción internacionales que se tornan en ideológicas y que penetran a cualquier estado evidenciando el imperecedero antagonismo de clases el cual trasciende las barreras de lo nacional. 41 Todos los años el Banco Mundial y el BID promueven seminarios y postgrados para cuadros y técnicos de los estados latinoamericanos. En el decenio de los noventa estos fueron más de cien, en lo que va del presente siglo hasta los datos que poseemos el número se duplicó. (Cfr. Bango, 2009) 42 Sobre un análisis particular de esta fragmentación y cómo se puede trabajar con ella se puede consultar el trabajo del Dr. Edgardo Romero Fernández sobre la provincia de Loja en Ecuador. ( Cfr. Romero, 2008) Marx resulta superador en este sentido al promover la necesidad de la Internacional comunista, toda vez que logra comprender el entramado de relaciones sociales, políticas y económicas que corresponden a la humanidad, sin subordinar las mismas al simple arbitrio de un estado en particular (el Estado alemán) como hace Hegel en definitiva en sus Grundlinien; en los cuales -más allá de presentarse una fraseología que pretende dar carácter de universal a sus productos teóricos más acabados- no se expone sino la imagen ilusoria de un orden perfecto basado en la subordinación por parte de una determinada sociedad civil a la propia concreción de sus voluntades representada en el Estado. Cabe apuntar que -más allá del vínculo necesario entre la teoría marxista y los procesos de transformación que se proyectan en nuestro continente- según Zibechi los nuevos gobiernos de la izquierda progresista que inician el siglo XXI también son acríticos con la forma de hacer política pública (Cfr. 2010, 42), o mejor dicho, de no hacerla bajo el imperativo de los cambios necesarios en sus sociedades tomaron el camino de las políticas públicas con las metodologías y enfoques de aplicación existentes, que como ya se ha explicado, estaban sesgados por el estado-centrismo y por una política imperialista hacia el Tercer Mundo y particularmente hacia América Latina. La visión y la práctica estado-céntricas denunciadas por la mayoría de los autores que abordan los problemas de las políticas para el desarrollo en América Latina (Cfr. Basail, 2004) presentan numerosas limitaciones: «…la deficiente cobertura poblacional de la seguridad social pública que obligaba a complementos con programas de orientación asistencialista; segunda, varios sistemas de seguridad social que ofrecen beneficios diferentes, tercera, no está contemplada la protección económica en caso de desempleo, ni políticas estatales de generación de empleo y de intervención en el mercado de trabajo. En conclusiones, la orientación y el contenido de las políticas sociales son las de una estado de bienestar, pero restringido o incompleto por las limitaciones tanto del tipo de programas como por su selectividad.» […] (Basail, 2004, XXIV) Dichas deficiencias son identificables además en los procesos de integración social que tienen lugar en el continente, pues los mecanismos asistencialistas han suplido la participación protagónica y la coherencia entre el quehacer teórico y el práctico apenas se articula en el discurso político ( Romero et alii, 2007, 13; Echemendía, 2014 ) creando en todos estos países una deuda pública considerable, bajos porcentajes de conciencia política 43 y una dependencia excesiva de lo que pueda hacer el estado. La participación continúa como asignatura pendiente, por lo que el vínculo natural sociedad civil– Estado tal y como lo explica Marx queda trunco con la consecuente desmovilización social, que se traduce como ya dijimos en desmovilización política y esta, por su parte en deslegitimación del gobierno. Según Muller (2007), las políticas públicas son la forma en la que se le da coherencia, integralidad y sostenibilidad a las decisiones y acciones de los gobiernos, utilizando analistas profesionales y dando participación protagónica a la población en la toma de decisiones. En esta perspectiva, temas como el sistema y el régimen político, la coherencia ideológica y programática de los partidos políticos, la fortaleza institucional, la gobernabilidad (capacidad del ejecutivo para conducir la política), el poder legislativo (legitimidad y representatividad), el poder judicial (autonomía e independencia) y la sociedad civil (organización y acción colectiva) son temas que comparten la ciencia política y las políticas públicas. En síntesis, las políticas públicas vinieron a permear la política en todas sus dimensiones y el asumir su uso acríticamente solo puede servir a los intereses de las élites de poder dominantes internacionalmente que se han encargado de elaborar un arsenal metodológico que funcione de acuerdo a sus necesidades al ser aplicado por terceros. A esta altura ya cabría preguntarse si el asunto no seráque la teoría de análisis de políticas públicas no es exportable a países no desarrollados o como plantea Lindblom es impracticable en los países comunistas, (Lindblom, 1991, 14). Evidentemente el entramado socio-político y económico de cualquier sociedad es determinante a la hora de aplicar metodologías diversas, sea cual fuere la disciplina de origen de las mismas, pero la dimensión axiológica del desarrollo de los gobiernos progresistas latinoamericanos no es contraria para nada al espíritu teórico del análisis de las políticas públicas, más bien por el contrario, los países que establecen como meta el socialismo desde un enfoque marxista tienden a alejarse de modelos de desarrollo consumistas y antiUn elemento interesante que nos indica los pobres niveles de concientización política y además la conflictividad entre el gobierno y los movimientos que lo llevan al poder es que en 2015 en dos países en los cuales los respectivos mandatarios arrasan en la anterior elección presidencial (Bolivia y Ecuador, con Evo y Correa respectivamente) en las elecciones locales sus organizaciones políticas pierden en los supuestos bastiones de sus líderes. 43 ecológicos como los de los actuales países desarrollados, su lógica de desarrollo «…se refiere a un proceso sostenible, humanista, equitativo, incluyente y diverso y como plantea nuestro José Martí, definitivamente creativo, pues la copia y el calco de lo que se hizo o se hace en otras latitudes, carece de sentido para nuestra realidad»(Romero, 2013, 392). Precisamente los principios teóricos a los que alude la política pública permiten utilizar con más eficiencia estos postulados cuando el ser humano es puesto en el centro del vínculo entre Estado y sociedad civil, que cuando la meta éxito es el dinero, o dicho en palabras de Max Weber la maximización de ganancias, valor supremo del capitalismo. Así «el paradigma de desarrollo capitalista no es nuestro paradigma de desarrollo y no puede serlo, pues las condiciones históricas en que surgió no existen hoy y no se repetirán en el futuro y sus motores o mecanismos esenciales de funcionamiento, (el productivismo y el consumismo) son anti-ecológicos y anti-humanos.»(Ibíd.) Vistas así las cosas, la cuestión no es si es exportable o no la teoría del análisis de políticas públicas y utilizable en el desarrollo del sub-continente latinoamericano, sino cuáles son las bases de una deficiente aplicación de esa teoría en nuestras realidades, y esas bases como hemos ido estableciendo provienen de la absolutización de la visión hegeliana del estado burgués alemán como sociedad modélica, visión que incluso fue reelaborada en forma teórica por Francis Fukuyama, para tras la idea del fin de la Historia plantear la existencia del mejor de los mundos posibles (Ubango, 1993, 94), cuya traducción práctica eran los regímenes liberales representativos burgueses de los países centro a nivel mundial, especialmente E.U.A (Ubango, 1993, 95). Frente a esta postura se colocó antaño Marx, como hemos podido apreciar. Él mismo, desde su crítica económico-política a la forma reduccionista y absolutizadora de un tipo de estado con caracteres divinos otorgados por el Espíritu de la Historia –el ya abordado Estado ético hegeliano- plantea como natural el vínculo entre las formas sociales de producción y la superestructura política, distinguiendo que: «…tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del espíritu, sino que radican, por el contrario, en las condiciones materiales de vida cuyo conjunto resume Hegel, siguiendo el precedente de los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de “sociedad civil […]»(Marx y Engels, 1859, 517) En la realidad socio-política de las naciones latinoamericanas a las que hemos hecho referencia anteriormente se habla de socialismo, pero no se actúa consecuentemente con las relaciones de producción, las relaciones de propiedad siguen siendo capitalistas. Se pretende vivir de la renta del suelo y de la explotación de los recursos naturales (petróleo, gas, minerales preciosos). Por ello se mantiene la visión estado-céntrica, y acrítica de unas metodologías de aplicación de política social, que pretende ser pública, pero no lo es, porque el asistencialismo encaja perfectamente en el esquema distributivo que se genera de la renta del suelo. Situaciones que llaman la atención sobre la necesidad de volver a retomar los postulados esenciales de Marx sobre estas cuestiones. Un ejemplo claro de cómo se obvia la crítica marxista de la visión estadocéntrica hegeliana es la conducción de la economía venezolana en los marcos del proceso revolucionario bolivariano, el ex-secretario ejecutivo de UNASUR y actual embajador en Cuba Ali Rodriguez Araque comenta que «la sustitución de la renta internacional del petróleo a estas alturas del desarrollo social de Venezuela solo puede acaecer a costa de una muy drástica disminución del consumo colectivo, es decir, una caída de los estándares de vida hacia niveles más extremos»(Rodríguez Araque, 2012, 113-114) O sea, posturas idealistas en el enfoque de la realidad social hacen que las buenas intenciones no basten para impulsar procesos de transformación social que pretenden construir el socialismo sin desmontar el capitalismo. Rebatiendo la teoría idealista que sustenta tales nociones –la de Hegel y sus seguidores- que promueve la comunión de voluntad, razón, moralidad y eticidad, libertad y derecho como ejes del orden social regulado únicamente por el Estado, Marx enfatiza que: «…en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que le corresponden determinadas formas de conciencia social […] »(Marx, 1859/1973, 517-518) Ahora bien, Marx resalta siempre que se trate de ver a futuro lo referido a los cambios en el orden instaurado que «ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella.» Añade además, acto seguido–tal cual se hubo mencionado- que «jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua» (Marx, 1857/1973, 518) Se evidencia así la fundamental importancia que constituye la crítica a la economía política dentro de la teoría marxista dado que en muchos de estos países latinoamericanos se habla del socialismo mas no se tiene la propiedad sobre los medios fundamentales de producción, no se ha nacionalizado la banca internacional que opera en el país e incluso se provee de medios a la empresa privada para que opere, sosteniendo o «creando» a un sector privado capitalista (Rodríguez Araque, 2012, 119). En muchas decisiones, se encuentran aún supeditados estos gobiernos a las determinaciones del BM y el FMI, y no se hacen transformaciones estructurales en la base, esas de las que Marx habla y que son esenciales para revolucionar «más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella»(Marx, I, 1857/1973, 518) La verdad básica, sigue siendo, que el análisis de cualquier sociedad, en cualquier momento de la evolución histórica, debe empezar con el estudio de su modo de producción, es decir de la forma técnico-económica de la relación hombre-naturaleza, o sea, la manera en que el hombre se adapta a la naturaleza y la transforma por medio del trabajo y las medidas sociales por medio de las cuales se moviliza, despliega y asigna el trabajo. El modo de producción es la base de la comprensión de la variedad de sociedades humanas y sus interacciones, así como de su dinámica histórica. Desconocer esto o minimizarlo, aun cuando se trate de una versión popular o populista 44 de trasformación revolucionaria puede dar origen a catástrofes sociales, como las que acontecieron debido a la aplicación de las políticas neoliberales de los 90`s en América Latina. La crítica de Marx al enfoque hegeliano sobre Estado y sociedad civil posee un valor excepcional en las circunstancias actuales del desarrollo de varios proyectos sociales progresistas en América Latina, pues se precisan transformaciones estructurales en el contexto latinoamericano para poder 44 Un interesante debate sobre estos términos y el desarrollo de su aplicación en América Latina se puede encontrar en la compilación: La región andina: entre los nuevos populismos y la movilización social. (Ahumada, 2003) mantener el camino del desarrollo sostenible para los pueblos de la región. Los discursos y acciones ambiguas no conducirán al camino del tan ansiado progreso para la región, los enfoque alternativos pueden ser bienvenidos en tanto no sean excluyentes, pues no se podrá construir una sociedad latinoamericana justa y equitativa con enfoques de etnias, razas, género o de cualquier otro tipo por encima de un enfoque humano universal. La crisis actual de la forma tradicional de hacer política, lleva no a dejar de hacerla, sino a hacerla con enfoque marxista, es decir, apuntando a su origen, a lo social, a las formas no estatales de gestión y de dirección de los procesos sociales. Esto implica creatividad y constante búsqueda, pero sobre todo el rompimiento con los mecanismos tradicionales de la maquinaria estatal burguesa. Implica además ensayar el «poder comunal» como plantea Marx en su memorable obra La guerra civil en Francia,«para organizar la nación mediante un régimen comunal»(Marx, 1871/1973, p. 234) para «devolver al organismo social todas la fuerzas que hasta entonces ha venido absorbiendo el Estado parásito, que se nutre a expensas de la sociedad y entorpece su libre movimiento» (Ibíd, 237) En consonancia a tales implicaciones, una vez se restablezca el orden natural de cosas se tratará de «simplemente dar suelta a los elementos de la nueva sociedad que la vieja sociedad burguesa agonizante lleva en su seno» (Ibíd, 237). Esa es la visión más acabada que se encuentra en Marx sobre lo que pasará con el Estado, es una clave que atraviesa toda su obra, no se llegará a un ideal que está en la cabeza de nadie, ni a una sociedad perfecta preconcebida. El comunismo existe en potencia en toda la obra de Marx, las imágenes que nos ofrece Marx del cambio revolucionario, consisten en que la «potencia latencia» como plantea Zibechi, «que anida en el mundo de los oprimidos, crece, estalla»(Zibechi, 2006, 26). En el análisis de la Comuna de París que hace Marx encontramos auto-organización de los obreros, formas noestatales de organización, que también podemos encontrar en los escenarios latinoamericanos cuando observamos los caracoles zapatistas en Méjico (DíazPolanco, 1997); la organización comunal/barrial del Alto en Bolivia (FEJUVE-El Alto, 2003); las formas de organización del MST brasilero o la auto-organización obrera argentina para recuperar las fábricas al inicio de este siglo, aquí está la presencia del «dar suelta» de Marx, esto es un apelativo a lo que ya existe como costumbre natural en la sociedad, en contra de lo que está establecido como mecanismo de dominación política: el Estado. Pero la visión marxista que no solo dista del idealismo, sino además del anarquismo; entiende al comunismo como movimiento, como proceso que debe ser develado en la lucha con la participación protagónica de la sociedad civil, (elemento fundamental de la correcta aplicación de las políticas públicas) y en ese sentido el «dar suelta» también es aplicable, pues América Latina posee tradición de participación popular horizontal (juntas vecinales, juntas comunales, juntas de riego, cabildos indígenas, la silla vacía y mucho más recientemente los gobiernos autónomos descentralizados en Ecuador (COOTAD, 2011). Conclusiones: El abordaje de la relación entre Estado y sociedad civil que realiza Georg Wilhelm Friederich Hegel contempla, dentro de su filosofía política, lo que se considera una ruptura específicamente moderna. En cuanto a su contenido práctico-político, se trata de la más profunda y omnicomprensiva teoría de la fundamentación del Estado moderno en un doble diálogo: con la filosofía política de su tiempo (Montesquieu, Hobbes, Ferguson, Rousseau, Kant, Fichte) y con la tradición histórica clásica griega (Platón, Aristóteles). Dicho diálogo -plagado de atajos lógicos que evaden aterrizajes teóricos y se cargan de ilusión y fantasía- intenta establecer una síntesis entre el Espíritu de la Historia y la realidad misma de su presente histórico, efectivo en la constitución política del Estado prusiano. El sistema filosófico-político hegeliano se nutre en primera instancia de una gran tríada (la Fenomenología del espíritu, la Lógica y la Enciclopedia de las ciencias filosóficas) siendo la cuarta gran obra, Los Principios de la Filosofía del Derecho una cúspide del sistema en el orden de la razón práctica en cuanto aborda la realización del espíritu objetivo en la puesta en obra de la libertad, sólo superable por lo especulativo del espíritu absoluto en el saber que produce el bien incondicionado y omniabarcador en su difusión y comunicación. De este modo hace articularse idealistamente al final, al modo platónico, y encerrados en la Idea absoluta como único objeto de la Filosofía, lo práctico y lo teórico. Este forcejeo entre lo real y lo ilusorio a que somete Hegel a las ya mencionadas categorías, componentes de la Societas, no hace sino intentar una fundamentación de la divina autoridad que posee el Príncipe como suma representación de la subjetividad desde su posicionamiento a la cabeza del Estado como comunión de las voluntades individuales y que depositan en el mismo sus Derecho colectivos. Frente a esta postura totalizadora del Estado como único ente capaz de ordenar, legislar y administrar justicia se presenta Karl Heinrich Marx, quien pone sobre sus pies la lógica hegeliana y con ella la relación entre Estado y sociedad civil. La exposición que hace magistralmente Marx de dicha relación contribuye de manera excepcional a esclarecer, de una vez y por todas, estos términos y a desenmascarar los intereses de clase ocultos bajo los equívocos en cuanto a su interpretación. No obstante, existe una incorrecta lectura –que parte desde diversas posturas idealistas y es producto de diversos sesgos ideológicos- respecto a la crítica que hace Marx a la obra de Hegel. Dicha lectura se bifurca en dos grandes tendencias. En una de las mismas se produce, de manera intencionada o no, una mezcla de las terminologías de uno y otro autor de manera positivista, inclinándose a equipararlos tanto para hacer loas a sus aportes, (filantropía literaria) como para infundirles las más despiadadas críticas por conducir al desorden; tal tendencia se presenta a lo largo del siglo XX y del comienzo del XXI sin que se distinga con justeza y objetividad el aporte de la crítica Marxista. En esta tendencia destacan lo mismo Karl Popper con su Miseria del Historicismo, como el teólogo Rubén Dri haciendo salvaguarda a una visión cuasi perfecta de Hegel con la salvedad de distinguir cierta tendencia imperialista, que es expuesta, sí, mas no criticada. En su contraparte la otra tendencia que destaca remite a una separación extrema de Marx respecto a la visión de Hegel, colocando al primero como defensor a ultranza de la sociedad civil única a la que considera activa –si así fuera Marx no habría reparado en afirmar que el Estado cumplía un rol de representante oficial de la misma- y como un rabioso detractor de la existencia del Estado. Esta tendencia supone que se da una visión inconclusa respecto al tema de la relación Estado y sociedad civil por parte de ambos, tendiendo lo mismo a realzar a un tercer autor, gendarme de la posición que defienden, o a fortalecer la visión estado-céntrica de Hegel asumiendo las nociones del fin de la historia, que aunque se han visto debilitadas por los acontecimientos recientes en la escena internacional, aún se sostienen por los grupos de extrema derecha a escala planetaria. Frente a todo este escenario de subidas y bajadas de telón, de cambios y recambios de paradigmas dentro del quehacer político, expresos en lo que compete a la producción literaria, sólo la vuelta a los clásicos del marxismo permite sacar en claro una única verdad: es la teoría de la revolución social la única capaz de transformar el estado de cosas de la sociedad capitalista en cualquiera de sus variantes históricas. Tal verdad debe ser transformada en consigna de los que sufren y aspiran a un mundo más justo y que respete la verdadera esencia humana. Marx lapidó en su momento el pensamiento estado-céntrico hegeliano a partir de la crítica a su desconocimiento de la verdadera evolución de la historia de la humanidad, substituido por el excelso filósofo por el andamiaje de conceptos vacíos ya referido. Para Marx, la Historia ha transcurrido en tanto se han resuelto los antagonismos de las diferentes clases que han ido conformando las diferentes formaciones sociales, cada una de las cuales ha presentado un determinado modo de producción. Tales antagonismos se han resuelto a su vez al alcanzar las fuerzas productivas, insertas en cada uno de los modos de producción, su desarrollo pleno. Este sistema contundentemente elaborado sobre la base del estudio en profundidad de la Historia, la Economía y el Derecho ha sido vilmente criticado por algunos autores contemporáneos y otros no tanto, que tildan a Marx de ser un mero economicista, visión que, pésele a quien le pese no denota más que una incapacidad de razonamiento. La crítica marxista posibilita la desarticulación del enmascarado pacto entre burguesía y aristocracia que se constituyó en baluarte de la clase burguesa como tal, la cual detentaba y detenta hoy –bajo otras formas- el poder. Sólo siguiendo tal crítica pueden comprenderse los sucesos que han ido marcando el transcurso del siglo pasado de manera clara y actuar en consonancia a las condiciones actuales del entorno socio-político que nos circunda. Marx argumentó que no era el Estado quien determinaba la sociedad civil, como suponía Hegel, sino a la inversa. De esta manera se ocupa de poner en evidencia cuáles son las relaciones que dentro de la sociedad civil poseen el peso determinante, y construye todo un conjunto de categorías y conceptos, como relaciones de producción, modo de producción, fuerzas productivas, relaciones de clase, lucha de clases, además de Estado-poder político, dictadura del proletariado, etcétera, que le permiten entender más a fondo el problema social del poder y la relación de lo público y lo privado. Marx descubre una relación en principio nueva entre la sociedad civil y el Estado como resultado de la revolución proletaria: el Estado debe de cesar de parasitar la sociedad y comenzar a facilitar y estimular su libre desenvolvimiento; pues su vínculo con ella resulta esencialmente diferente, ya que se rompe la escisión tradicional propia de la formación social capitalista sostenida sobre la hegemonía de las clases explotadoras, y el poder político pasa a construirse sobre la base de los intereses y la participación directa e indirecta de las clases y sectores sociales tradicionalmente explotados y oprimidos. Es esa la vía de la superación histórica del carácter público del poder, de su transformación en poder directamente social. El nuevo tipo de relación entre la sociedad civil y el mundo de la política está condicionado por el hecho de que la nueva sociedad se encamina no a crear un nuevo régimen de dominación política y de explotación de clases, sino a la superación de las clases y de la política misma como atributo de la dirección de la sociedad. La esencia del enlace sociedad civil-Estado no es ahistórica, sino que está sujeta a las regularidades del desarrollo de las diferentes formaciones económico-sociales y culturas humanas. A partir de estas consideraciones, es obvia la legitimidad de su empleo para los análisis de las experiencias de construcción de nuevas visiones de la sociedad, socialistas o no. Por ello el análisis de la utilización de políticas públicas en el escenario actual de América Latina, a partir del esclarecimiento de la real relación entre estado y sociedad civil, se torna muy necesario. Advertimos en el análisis realizado la poca profesionalidad del uso de la relación Estado –sociedad civil, y algo similar sucede con política pública, pues aunque se cite a los clásicos fundadores de esta teoría su aplicación dista mucho de la teoría, pues se basa en visiones estado-céntricas al estilo hegeliano. A ello no escapan los denominados gobiernos progresistas o de izquierda que producto al desconocimiento de las categorías con que Marx esboza su crítica a la filosofía hegeliana del Derecho–más allá de otros posibles móvilescaen en discursos políticos ingenuos, haciendo las veces la contrapartida a los discursos liberales. Tras iniciarse la caída en descrédito de los Estados de Bienestar General-sostenidos sobre la base de un cierto mejoramiento de la calidad de vida de la clase obrera y una tenue y formal lucha contra la pobreza- en los ´80s, se comienza a promover la idea del necesario depósito en la sociedad civil. Desvirtuada esta en su acepción –a manos de otros teóricos burgueses empoderados en la Academia- y entendida como la conjunción de meras asociaciones mercantiles, comienzan a depositarse en la misma mayores cuotas de poder, en orden a fortalecerla para suplir aquellas encomiendas que ya no podía asumir el Estado. Tales medidas no hicieron sino hacer recircular el torrente del poder político que corría sin un cauce claro, promoviendo entonces un cambio de faz a un mismo problema: la desigual distribución de los recursos fundamentales de subsistencia, la creciente inequidad y aumento de la pobreza. Semejantes resultados fueron además acompañados por la puesta en marcha de las políticas neoliberales, bajo el telón de fondo de la globalización, pacto de los que detentan el poder en lo estatal (represivo, judicial, etc) y de los poseedores de los medios de producción y de capital y su extrapolación al ámbito internacional a través de mecanismos de formación académica y preparación técnica para “instruir”a los más necesitados en cómo salir de la pobreza sin eliminar la riqueza. Sólo con el rescate que hace Marx de la concepción de sociedad civil, entendiendo que el Estado tiene en ella su matriz histórica y que se debe por tanto a ella entendida en toda su acepción y no sólo al sector que defiende un interés privado sino que responde al salvaguarde del interés público, únicamente así se podrá conseguir erigir una sociedad más próspera, en la que dejen de sucederse los líderes de manera arbitraria y nos encaminemos hacia un horizonte de igualdad y respeto humanos en su plenitud. Tales hechos serán sólo posibles si, teniendo en cuenta lo planteado por Marx se asume, en un primer y transitorio momento una adecuada articulación del Estado con la sociedad civil, entendida esta en toda su acepción y no en las visiones fragmentadas que de ella se dan hoy día. Por otro lado la tarea es harto difícil, puesto que no se combate, como se ha explicado, contra un estado en particular, sino contra formas mucho más complejas que Hegel en su metafísica no alcanzóni podría alcanzar a hacer notar, puesto que su visión respondía a la estatización de una forma de orden social a la cual se subordinaba atendiendo a su interés de clase burgués. Se combate hoy en realidad contra la componenda establecida entre las diferentes organizaciones internacionales -que han instituido los mismos empoderados burgueses- con los diferentes Estados nacionales. Se necesita ser propositivos y no reaccionarios pues de tal forma se han desarticulado a la pluralidad de representaciones de sociedad civil de los distintos países. Las mismas han sido atomizadas en sectores de interés que, fuera del real juego por el poder han caído en la falencia de perseguir objetivos particulares que les alejan cada vez más del propio logro de los mismos. Siguiendo esta lógica no puede continuar pasando inadvertida la necesidad de articular a la sociedad civil real, en toda su dimensión, con los Estados nacionales y posteriormente a ello desmantelar todo el aparataje burgués que constituye los pilares de la máxima expresión del capitalismo iniciada ya desde finales del siglo decimonónico: el Imperialismo, entendido como capitalismo de Estado. Tras esto y con la instauración de lo que Marx denominara dictadura del proletariado cabría preguntarse ¿No es esto más que otro fin de la historia en su variante comunista como juzgan algunos? Marx esclarece que de lo único que se trata es de que la nueva sociedad que surgirá necesariamente –salvo que a la altura del siglo XXI puede que el consumismo y el deterioro del medio ambiente nos hagan un ajuste de cuentas antes de verla- tome del seno de la vieja sociedad aquello que le es provechoso y que contiene el fruto de años de civilización. ¿Qué sucederá entonces? ¿Vendrá una panacea universal? Está claro que todos los procesos sociales en tanto son necesarios son reversibles, pero si se llega a ese nivel que centenariamente se erigió en las mentes cándidas de los utópicos como un fin máximo de la humanidad, puede sólo esperarse que discurra la vida humana en un constante proceso de aprendizaje de los errores cometidos en el pasado y disfrutando de lo que aguarde el futuro… BIBLIOGRAFÍA ABBAGNANO, NICOLÁS (2004) Historia de la Filosofía. Tomo II. Editorial Félix Varela. La Habana, Cuba. Pp. 374-483 ISBN: 959-258-633-0 AHUMADA, CONSUELO Y ANGARITA, TELMA (Eds.) (2003). 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