UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR Decanato de Estudios de Postgrado Maestría en Ciencia Política TRABAJO DE GRADO ESTUDIO COMPARADO DEL MODELO POLÍTICO PROPUESTO POR SIMÓN BOLÍVAR Y EL MODELO DE MAQUIAVELO por Federico Guillermo Pohl Contasti Noviembre 2005 UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR Decanato de Estudios de Postgrado Maestría en Ciencia Política ESTUDIO COMPARADO DEL MODELO POLÍTICO PROPUESTO POR SIMÓN BOLÍVAR Y EL MODELO DE MAQUIAVELO Trabajo de Grado presentado a la Universidad Simón Bolívar por Federico Guillermo Pohl Contasti Como requisito parcial para optar al título de Magíster en Ciencia Política Realizado con la asesoría del Profesor Friedrich Welsch, Ph. D. Noviembre 2005 i Certifico que he leído este Trabajo de Grado y lo he encontrado aceptable en cuanto a contenido científico y lenguaje. Sartenejas, Noviembre 2005 ii UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR Decanato de Estudios de Postgrado Maestría en Ciencia Política ESTUDIO COMPARADO DEL MODELO POLÍTICO PROPUESTO POR SIMÓN BOLÍVAR Y EL MODELO DE MAQUIAVELO Este Trabajo de Grado ha sido aprobado en nombre de la Universidad Simón Bolívar por el siguiente jurado examinador: Noviembre del 2005 iii AGRADECIMIENTOS A nuestro supremo creador, por haberme otorgado la vida, preservado mi salud, e iluminado mi intelecto para poder realizar el presente trabajo. A mis padres por haberme inculcado desde mi más tierna edad el amor al estudio, a la lectura de los clásicos greco-romanos, a la virtud ciudadana, el amor a la patria y a sus valores cívicos. A mi esposa Elizabeth y a mis hijos Federico, Erich y Kyria, por haber soportado pacientemente mis desvelos y ausencias. Al Profesor Friedrich Welsch, mi asesor, por sus consejos y sus sabias y oportunas recomendaciones y observaciones lo que me permitió sin lugar a dudas la culminación del presente trabajo de investigación. Al respetable cuerpo de profesores del Postgrado en Ciencia Política, por su apoyo incondicional. Especialmente a los profesores Mauricio Báez, Omar Noria, Jesús Herrera, Aníbal Romero, Makram Haluani y José Vicente Carrasquero quienes me proporcionaron excelentes recomendaciones y directa o indirectamente me estimularon a realizar el presente trabajo. A las señoras Angelina Bernal, Silvia Pernia, Isaura Borges y Raiza Achique, por su paciencia y colaboración. iv RESUMEN El objetivo principal del presente trabajo de grado, es realizar un estudio de política comparada entre el pensamiento político y filosófico de Simón Bolívar y del filosofo-político florentino Nicolás Maquiavelo, a fin de localizar convergencias y similitudes en sus formas de actuar y pensar político, así como de posibles divergencias y con ello dilucidar e inferir algunas reglas y preceptos políticos comunes enunciados por ellos, que puedan ser de aplicación universal en todos los tiempos. Para estos efectos se realizo un análisis de contenido de fuentes primarias y secundarias de información, de sus obras principales, diversos escritos, discursos, cartas etc. Se tomó como génesis del trabajo el pensamiento político de los antiguos, haciendo énfasis en los modelos de las constituciones y la teoría de la Anaciclosis, pasando luego a la medula central del trabajo: el estudio comparado del pensamiento político de Maquiavelo y de Simón Bolívar. Si se medita desapasionadamente acerca del contenido esencial, de la pura naturaleza de las obras respectivas de Maquiavelo y de Bolívar, se hallaran extraordinarias y desconcertantes analogías entre el pensamiento político de estos grandes hombres, a primera vista y a priori, tan diversas y opuestas. En este estudio se encontró, que no solamente el pensamiento y el actuar político de Simón Bolívar se ajusta, dentro de ligeras y inevitables variantes, a aquellas especies estereotipadas de gobernantes autocráticos que nos lego el secretario florentino en el Príncipe. No es solamente que responda con su actitud épica y vertiginosa ante la vida a la actitud peculiar del héroe ideal que soñó Maquiavelo para libertar a Italia, el nuevo príncipe que expulsaría a los bárbaros de su patria. Es que dentro de una gigantesca diversidad de medios, de épocas, de calidades, de trabajos y de resultados, los dos perseguían un mismo anhelo, los dos comprendían la naturaleza humana de la misma forma, los dos vivieron poseídos por análogas gloriosas empresas, los dos aspiraban a la libertad e independencia de sus respectivas patrias, los dos clausuraron una etapa de la historia de la humanidad, para abrir con los propios meritos de su genio una nueva era. Se da inicio el presente trabajo indagando sobre el origen de los conceptos políticos de las diferentes formas de gobierno y la teoría de la Anaciclosis en Platón y Aristóteles, para tener una idea de la génesis de las consecuentes teorías de Polibio, Cicerón y posteriormente de Maquiavelo, luego la vigencia Maquiavelo en el pensamiento político de los siglos consecuentes y previos a la “ilustración” y a la revolución francesa para inmediatamente efectuar un estudio comparado entre el pensamiento político de Simón Bolívar y Maquiavelo y finalmente formular algunas conclusiones Cuando me refiero a Modelo Político en el presente trabajo me represento mentalmente al ideal republicano y a la admiración al modelo de la constitución de la república romana y de la democracia ( vivere libere, vivere civile) [republica bene ordinata, well ordered republic] que ambos personajes profesaban, mutatis mutandis, coincidiendo además uno y el otro que los gobiernos autoritarios sólo son necesarios en casos excepcionales y cuando se corrompen las repúblicas a tal grado, que no pueden ser corregidas y llevadas de nuevo al buen camino bajo el imperio de las leyes y el orden cívico Palabras claves: Anaciclosis, Ecléctico, Entelequia, Oclocracia, Híbrido. v INDICE GENERAL CAPÍTULO PAG. CERTIFICACIÓN DEL TUTOR.......................................................................... APROBACIÓN DEL JURADO............................................................................. AGRADECIMIENTOS .......................................................................................... RESUMEN ............................................................................................................... INDICE GENERAL................................................................................................ INTRODUCCIÓN................................................................................................... I i ii iii iv v 1 FORMAS ANTIGUAS DE GOBIERNO Y LA TEORÍA DE LA ANACICLOSIS ...................................................................................................... 6 1.1. Platón y Aristóteles, las formas de gobierno y la teoría de la Anaciclosis ........ 6 1.2. Tipos de monarquía según Aristóteles ............................................................... 10 1.3. Tipos de democracia según Aristóteles .............................................................. 11 1.4. El sistema mixto (régimen intermedio) según Aristóteles ................................. 14 1.5. La teoría de la Anaciclosis según Aristóteles..................................................... 16 II. POLIBIO Y CICERÓN, LAS FORMAS DE GOBIERNO Y LA TEORIA DE LA ANACICLOSIS................................................................................................ 18 2.1. Polibio y su obra, la constitución romana y la teoría de la Anaciclosis............. 18 2.2. Polibio y la teoría de la Anaciclosis ................................................................... 20 2.3. Polibio y la Constitución mixta en las historias ................................................. 21 2.4. Polibio y la Constitución romana ....................................................................... 24 2.5. Marco Tulio Cicerón y las formas de gobierno.................................................. 25 2.6. Cicerón, el sistema mixto y los ciclos de gobierno ............................................ 28 2.7. Cicerón y la virtud romana: el amor a las leyes ................................................. 30 2.8. La división de Poderes: ¿Qué es y que no es?.................................................... 31 III MAQUIAVELO, LOS SISTEMAS DE GOBIERNO Y LA TEORÍA DE LA ANACICLOCIS...................................................................................................... 35 3.1. Maquiavelo, del principiado a la República....................................................... 35 3.2. Del origen de las ciudades.................................................................................. 42 3.3. De la tipología de las Repúblicas según Maquiavelo......................................... 43 3.3.1. Del elogio al sistema híbrido o mixto de gobierno .................................. 47 3.3.2. Maquiavelo y el sistema Híbrido de la República Romana ..................... 48 vi CAPÍTULO PAG. 3.3.3 ¿Cuál régimen político es mejor, más perdurable y estable el principado o la República? ............................................................................................. 50 3.3.4. Del principado civil o la República.......................................................... 54 3.4. De la organización de las republicas .................................................................. 58 3.5. Conclusión: la república ejemplar, la razón de Estado ...................................... 60 3.6. Maquiavelo al espejo de sus críticos .................................................................. 69 IV LEGADO Y VIGENCIA DE MAQUIAVELO EN EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE LOS SIGLOS XVI- XVIII......................................................... 73 4.1. La reivindicación de Maquiavelo como republicano ......................................... 73 4.2. El legado de Maquiavelo y su aceptación, aportes de Bodino-Hobbes-LockeHarrington-Hume-Montesquieu-Rousseau......................................................... 75 4.2.1. El “Momento” de Maquiavelo ................................................................. 76 4.2.2. Críticas de Juan Bodino y Thomas Hobbes al gobierno mixto ................ 80 4.2.3. John Locke, precursor del equilibrio y la separación de los poderes ...... 87 4.2.4. El absolutismo y constitucionalismo bajo los reyes Estuardo y la adopción del sistema “Mixto” en la Constitución Inglesa de los siglos XVII y XVIII ................................................................................................................ 95 4.2.5. James Harrington y su defensa del gobierno mixto, la República de Oceana ................................................................................................................ 98 a. Harrington y su definición de gobierno............................................ 100 b. Harrington, los tipos de gobierno y la Anaciclosis .................................. 100 c. Harrington y la aristocracia natural .......................................................... 101 d. Harrington, el gobierno mixto y el equilibrio de poderes ........................ 102 4.2.6. David Hume y su pensamiento político, la monarquía constitucional..... .......................................................................................................... 103 a. David Hume, la anaciclosis y la muerte del cuerpo político ................... 108 b. David Hume y los fundadores de un Estado ........................................... 110 4.2.7. Montesquieu y la consolidación de la teoría del equilibrio y la separación de los poderes………………………………………………………111 a. Montesquieu y los diferentes tipos de gobierno ...................................... 112 b. ¿Qué se entiende por virtud para Montesquieu? ...................................... 114 c. Montesquieu y la teoría de la separación de poderes ..................................... .......................................................................................................... 116 4.2.8. Juan Jacobo Rousseau y el republicanismo........................................ 120 vii CAPÍTULO PAG. a. Juan Jacobo Rousseau y los sistemas de gobierno ................................... 122 b. Juan Jacobo Rousseau y su consideración sobre la democracia .............. 123 c. Juan Jacobo Rousseau y la aristocracia .................................................... 123 d. Juan Jacobo Rousseau y la monarquía .................................................... 123 e. Sobre los gobiernos mixtos ...................................................................... 124 f. No toda forma de gobierno es propia a todo país ..................................... 125 g. De lo signos del buen gobierno ................................................................ 125 h. Del abuso del gobierno y su inclinación a degenerar, [La Anaciclosis Rousseauniana]....................................................................................... 126 i. De la muerte del cuerpo Político ..................................................................... .......................................................................................................... 127 4.3. Conclusión de este capitulo................................................................................ .......................................................................................................... 129 V LOS PARADIGMAS POLÍTICOS DE SIMÓN BOLÍVAR Y SU COMPARACIÓN CON EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE MAQUIAVELO…………………………………………………………….....131 5.1. El pensamiento político de Simón Bolívar.............................................. 131 5.2. Simón Bolívar y la “Ilustración”................................................................. 134 5.3. Bolívar realista político ................................................................................ 143 5.4. Bolívar fundador [“alfarero”] de naciones ................................................... 158 5.5. Bolívar republicano o monárquico............................................................... 169 5.6. Bolívar y la separación y el equilibrio de los poderes.................................. 196 5.6.1. Algunas ideas políticas plasmadas en la carta de Jamaica del 6 de septiembre de 1815........................................................................... 200 5.6.2. Algunas ideas Políticas y sistema de gobierno propuesto por Bolívar en su Discurso ante el Congreso de Angostura del 15 de febrero de 1819 201 5.6.3. Ideas Políticas y sistema de gobierno propuesto en su Mensaje al Congreso Constituyente de Bolivia, el 25 de mayo de 1826 ............................ 220 5.6.4. Bolívar Presidente de la Confederación de los Andes ....................... 232 5.7. Bolívar y la Anaciclosis, la decadencia política de la Gran Colombia ........ 233 VI CONCLUSIONES……………………………… ............................ ……….. 252 BIBLIOGRAFÍA .......................................................................................... ...269 INTRODUCCIÓN Suelen decir las personas entendidas, y no sin motivo, que quien desee saber lo porvenir consulte lo pasado, porque todas las cosas del mundo, en todo tiempo, se parecen a las precedentes. Esto depende de que, siendo obra de los hombres, que tienen siempre las mismas pasiones, han de producir necesariamente los mismos efectos. 1 Todos los pueblos del mundo han pretendido la libertad; los unos por las armas, los otros por las leyes, pasando alternativamente de la anarquía al despotismo o del despotismo a la anarquía; muy pocos son los que se han contentado con pretensiones moderadas constituyéndose de un modo conforme a sus medios, a su espíritu, y a sus circunstancias. 2 Simón Bolívar y Nicolás Maquiavelo, personajes históricos separados por 300 años de existencia, plantearon a nuestro parecer modelos de constitución política similares para sus respectivas naciones, el uno para la naciente República de Venezuela en 1819 y la República de Bolivia en 1826 y el otro para la República de Florencia y otras ciudades Italianas en el año de 1515. Entre estos dos modelos políticos, formulados con 300 años de diferencia, se encuentran muchas similitudes estructurales, producto de ideas políticas que se pueden considerar universales en todo tiempo de la historia de la humanidad. En ningún momento, el autor del presente trabajo pretende afirmar a priori que ambos personajes, obedecen al mismo ideal político, ni tampoco aseverar que Bolívar se inspiró en Maquiavelo para elaborar su proyecto de Constitución de Angostura de 1819 y su proyecto de Constitución de Bolivia de 1826. Algunos autores, historiadores y expertos en la materia, tales como el Dr. José Gil Fortoul en el año 1907 3 y Laureano Vallenilla Lanz, en 1919 4 , han analizado y escrito exhaustivamente sobre el discurso de Angostura de 1819 y el proyecto de Constitución de Bolivia de 1826, así como los modelos de constitución que allí se planteaban para las nacientes Repúblicas de Venezuela y de Bolivia. Otros investigadores como el profesor: 1 Maquiavelo, Op Cit, libro II, Cap. XLIII 2 Simón Bolívar. Discurso ante el Congreso de Angostura, 15 de febrero de 1819 3 José Gil Fortoul. “Historia Constitucional de Venezuela”. 1907. 4 Laureano Vallenilla Lanz. “El Cesarismo Democrático”. 1919. 2 Manuel Vicente Magallanes en el año 1972 5 , señalaba la influencia de John Locke, Montesquieu, (Del Espíritu de las Leyes) y de Juan Jacobo Rousseau, (El Contrato Social), en la confección del ideario político de Simón Bolívar, y que le sirvió de inspiración para la posterior redacción de la Constitución de la República de Venezuela en 1819 y la República de Bolivia en 1826. Nicolás Maquiavelo, de acuerdo a lo expresado por Norberto Bobbio, en el año 1975 6 y por Mauricio Viroli, en el año 1978 7 , se inspiró en Tito Livio y Polibio para elaborar su obra “Discursos sobre la primera década de Tito Livio” y su “Discurso sobre la reforma del Estado de Florencia”, en donde proponía la adopción del sistema mixto de gobierno de Monarquía, Aristocracia y Democracia y el equilibrio de poderes, para la ciudad de Florencia y también para el resto de las ciudades de Italia, Maquiavelo consideraba este sistema, como el más perfecto de todos los sistemas de gobierno que una sociedad humana o nación alguna, pudiera adoptar y que le garantizaría una mayor estabilidad política y prosperidad a sus habitantes, copiando “grosso modo” el modelo de Constitución de la República Romana descrito por Polibio aproximadamente por el 150 A.C. y posteriormente por Cicerón (78. A. C.) en su obra “De Res Publica”. Según se desprende de la mayoría de los escritos sobre la visión política y proyectos de Constitución del Libertador Simón Bolívar, asunto que será objeto de un más detallado análisis en los capítulos subsiguientes, Bolívar era también, como lo fue Maquiavelo en su tiempo, un admirador del mundo antiguo y de las instituciones políticas de la antigua República Romana, la cual menciona varias veces en su discurso de Angostura y en varios de sus celebres discursos y escritos, alabando entre otras cosas sus virtudes públicas, su estabilidad política y su perdurabilidad en el tiempo. Para evidenciar si Bolívar se había leído los clásicos greco-latinos, y del renacimiento, tenemos como ejemplo su carta dirigida al vicepresidente de la República de Colombia, Francisco de Paula Santander, fechada el 20 de mayo de 1825, en la que dice: 5 6 7 Manuel Vicente Magallanes. “Historia Política de Venezuela”. 1972 Norberto Bobbio. “La Teoría de las formas de Gobierno en la historia del Pensamiento Político”. 1976. Mauricio Viroli. “Machiavelli, Founders of the Modern Political and Social Thought”. 1978. 3 Ciertamente que no aprendí la filosofía de Aristóteles, ni los códigos del crimen y del error; pero puede ser que Mr. De Mollien no haya estudiado tanto como yo a Locke, Condillac, Buffon, Dalambert, Helvetius, Montesquieu, Mably, Filangeri, Lalande, Rousseau, Voltaire, Rollin, Berthot y todos los clásicos de la antigüedad, así filósofos, historiadores, oradores y poetas; y todos los clásicos modernos de España, Francia, Italia y gran parte de los ingleses. Todo esto lo digo muy confidencialmente a Vd. para que no crea que su pobre presidente ha recibido tan mala educación como dice Mr. De Mollien, aunque por otra parte yo no sé nada, no he dejado, sin embargo, de ser educado como un niño de distinción puede ser en América bajo el poder español. 8 En nuestro criterio, tanto en el modelo político propuesto por Maquiavelo en sus “Discursos de la Primera década de Tito Livio” y en “El Discurso sobre la reforma del Estado de Florencia”, como el formulado por el Libertador Simón Bolívar en su discurso de Angostura en 1819, y en sus sugerencias para la elaboración de la Constitución de la futura República de Bolivia, en 1826, coinciden estructuralmente en muchos aspectos y plantean la adopción del sistema republicano de gobierno casi a imagen y semejanza de la antigua República Romana y a lo expresado por Maquiavelo en sus escritos. Maquiavelo recomienda a los gobernantes de la ciudad de Florencia en su época y entre otros al papa León X (Julio de Médicis), la adopción de un sistema mixto de gobierno basado en los tres tipos rectos o buenos de gobierno que Aristóteles y Polibio mencionaban también en su obra “Política” y en las “Historias” respectivamente, que eran: la Monarquía, la Aristocracia y la República. Polibio por el año 150 A.C., expresaba en su descripción sobre el sistema de gobierno romano lo siguiente: “Las tres formas de gobierno, la monarquía, la aristocracia, y la democracia, se encontraban juntas en la Constitución de la República Romana y tan igual era el equilibrio de estos tres poderes y tan regular la administración del estado que resultaba de esa unión, que no era cosa fácil determinar con plena seguridad, si ese estado como un todo, podría ser considerado como una monarquía, una aristocracia o una democracia.” 9 Polibio también expuso en “Las Historias”, su célebre teoría de la “Rueda de los Sistemas de 8 Carta de Simón Bolívar fechada en Arequipa el 20 de mayo de 1825 y dirigida al General Francisco de Paula Santander, Vicepresidente de Colombia. 9 Polibio. “Historia Universal durante la República Romana”. Libro VI, (130 A.C.). 4 Gobierno” o “Anaciclosis”, que es descrita igualmente por Maquiavelo en sus “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”. Maquiavelo en su “Discurso sobre la reforma al Estado de Florencia”, como en la obra anteriormente mencionada, recomendaba a su cuidad natal, la adopción del sistema mixto de gobierno, i.e. [Monarquía, Aristocracia y Democracia] al mismo tiempo y en perfecto equilibrio, sistema que fue denominado posteriormente como “separación y equilibrio de los poderes”, según la teoría formulada en el siglo XVIII por Montesquieu en el “Espíritu de las Leyes” y a quien se le ha otorgado su paternidad a posteriori, y a el cual, los filósofos-políticos anglosajones y norteamericanos del mismo siglo XVIII, denominaron el sistema de “checks and balances”. Ambos personajes históricos, Maquiavelo y Bolívar, soñaron y desearon para sus respectivos países de origen un sistema de gobierno que representara todos los estratos sociales de una nación, un sistema de gobierno que permitiera: “la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social, y mayor suma de estabilidad política”, establecimientos políticos sólidos, equilibrio de los poderes, ambos personajes, según se desprende de sus escritos, eran republicanos convencidos, ambos personajes fomentaban el realce de las virtudes públicas y ciudadanas, ambos personajes eran realistas políticos consumados que conocían la verdadera naturaleza de los pueblos y de los tiempos, se trata de discernir y conocer el verdadero ideal político de los dos grandes hombres. Durante casi cinco siglos respecto a Maquiavelo y casi dos siglos con respecto a Bolívar, los historiadores y los críticos han estado en la incertidumbre y la duda sobre sus verdaderos ideales políticos: ¿Fueron realmente republicanos o pro monárquicos ambos personajes? ¿Creían en la democracia o se orientaban más bien hacia la autocracia monocratica o a la oligarquía?, ¿Tuvieron fe en la capacidad de las masas para gobernarse a sí mismas, o sólo confiaron el porvenir de sus connacionales a la mano vigorosa y severa de una clase dirigente?, ¿Son tipos de aristócratas o de demagogos? Este trabajo pretende hacer un estudio de política comparada entre las ideas políticas de los antiguos, luego de Maquiavelo y posteriormente de Bolívar, y, presenta a su vez, un tratado exploratorio y un análisis de contenido de los modelos políticos formulados tanto por 5 Maquiavelo en sus principales escritos, en especial “El Príncipe”, “Los Discursos de la Primera década de Tito Livio”, “El arte de la Guerra” y el “Discurso sobre la reforma al Estado de Florencia”, sobre las teorías antiguas sobre lo que debe ser una República, definir qué era y cómo debería ser para Polibio y principalmente Maquiavelo una República, el sistema mixto de gobierno, la separación y el equilibrio de los poderes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial, la teoría de la Anaciclosis; también comparar con las teorías del equilibrio y separación de poderes de Montesquieu formuladas en su obra “Del espíritu de las leyes”. Posteriormente analizar los principales discursos políticos de Bolívar: “La Carta de Jamaica” de 1815, “El discurso de Angostura” de 1819, “El mensaje al Congreso Constituyente de Bolivia” de 1826 y otras cartas y escritos de relevancia sobre el tema en estudio, describir: ¿Cómo concebía Bolívar una República?, ¿Cómo debería conformarse el poder ejecutivo?, ¿El legislativo? ¿El judicial?, ¿El equilibrio de los poderes? ¿En qué consiste el cuarto poder o poder moral?, ¿Era el Libertador pro-monárquico o en esencia ó por naturaleza un republicano?, ¿Era la constitución propuesta por Bolívar en Angostura una constitución con un sistema mixto de gobierno como lo fue la República Romana y las prescripciones efectuadas por Maquiavelo en sus celebres “Discursos”?, ¿Conocía Bolívar de la teoría de la “Anaciclosis”? Posteriormente a ello, comparar sus postulados con las teorías antiguas y de Maquiavelo a fin de establecer analogías y discrepancias para finalmente formular las conclusiones. CAPÍTULO I FORMAS ANTIGUAS DE GOBIERNO Y LA TEORÍA DE LA ANACICLOCIS Cuantos estados, cuantas denominaciones ejercieron y ejercen todavía una autoridad soberana sobre los hombres, fueron y son Repúblicas o principados. Los principados son, o hereditarios cuando la familia del que los sostiene los poseyó por mucho tiempo, o son nuevos 1 . Toda idea relativa al porvenir de este país me parece aventurada ¿Se pudo prever cuando el género humano se hallaba en su infancia, rodeado de tanta incertidumbre ignorancia y error, cuál sería el régimen que abrazaría para su conservación? ¿Quién se habría atrevido a decir, tal nación será República o monarquía, ésta será pequeña, aquella grande? 2 1.1. Platón y Aristóteles, las formas de gobierno y la teoría de la Anaciclosis. En este capítulo se analizan el origen de los conceptos sobre las diferentes formas de gobierno y la teoría de la Anaciclosis en Platón y Aristóteles, para tener una idea de la génesis de las teorías de Polibio, Cicerón y posteriormente Maquiavelo. En el siglo IV antes de Cristo, Platón identificaba en su ciudad natal de Atenas (427 A.C.) tres formas buenas de gobierno estas son: monarquía, aristocracia o timocracia y democracia positiva o politeia como la llamaría posteriormente Aristóteles, y tres formas malas de gobierno que serían entonces la democracia negativa u oclocracia, la oligarquía y la tiranía, siendo esta última la peor de todas. 3 . En el modelo platónico, la democracia está al mismo tiempo al final de la serie de la buenas y al principio de las malas, al tiempo que la monarquía está al principio de la buenas y la tiranía al final de la serie de malas, Platón indicaba también que un sistema de gobierno no es algo eterno ni tampoco inalterable en el tiempo, los sistemas políticos pueden variar de naturaleza en el tiempo y pasar de un sistema a otro por decadencia y degeneración de los primeros, dando origen a lo que se denominó posteriormente la teoría de la Anaciclosis: 1 Nicolás Maquiavelo. “El Príncipe”. Capítulo I. 2 Simón Bolívar. “Carta de Jamaica”. 6 de septiembre de 1815. 7 Procuremos por lo pronto explicar de qué manera puede tener lugar el paso de aristocracia a la timocracia. ¿No es cierto que, en general, que los cambios de todo gobierno político tienen su origen en el partido que gobierna, cuando se suscita en él alguna escisión, y que, por pequeño que se suponga este partido, mientras mantenga en su seno la armonía, es imposible que tenga lugar algún innovación en el estado?… Eso es muy cierto!… Por consiguiente, ¿Cómo un estado de las condiciones del nuestro mudará de faz? ¿Por dónde la discordia, infiltrándose entre los guerreros y los jefes, armará cada una de estas clases contra la otra y contra si misma?… Cómo? Poco más o menos de la manera siguiente. Es difícil que la constitución de un Estado como el vuestro se altere; pero como todo lo que nace esta destinado a perecer, vuestro sistema no subsistirá eternamente, se disolverá algún día, y he aquí cómo: Hay, no solo las plantas que nacen del seno de la tierra, sino también para el alma y el cuerpo de los animales que viven sobre la superficie, cambios de fertilidad y de esterilidad. Estos cambios tienen lugar cuando cada especia termina y vuelve a comenzar su revolución circular, la cual es más corta o más larga según que la vida de cada especie es más larga o más corta. Vuestros magistrados, por hábiles que sean y por mucho que los auxilien la experiencia y el calculo, podrán no fijar exactamente el instante favorable o contrario a la propagación de su especie. Se les escapara ese instante y darán al Estado hijos en épocas desfavorables. Las generaciones divinas (virtuosas) tienen un periodo (de vida), que comprende un numero geométrico, cuya virtud preside a la buenas y malas generaciones. 4 Aristóteles discípulo de Platón (384-322 A.C.) expone la teoría clásica de las formas de gobierno en su obra “Política” 5 , tan es así, que dicha teoría ha sido repetida durante siglos hasta el presente sin grandes variaciones. También en este caso Aristóteles parece haber fijado para siempre algunas categorías fundamentales de las que nosotros herederos del pasado greco-romano, continuamos sirviéndonos para comprender la realidad política actual. El término que Aristóteles usa para indicar lo que hasta entonces se denominaba “forma de gobierno” es politéia que habitualmente es traducido como “constitución”. En la 3 Norberto Bobbio La Teoría de las Formas de Gobierno en la Historia del Pensamiento Político. Fondo de Cultura Económica, México D.F. 1987. Pág. 32 4 Platón. “La República o el Estado”. Libro Octavo, Colección Austral, Espasa-Calpe, vigésima edición, Madrid, España, 1990, Pág. 232 -233. 5 Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 33 8 “Política” de Aristóteles hay muchas definiciones de “constitución”, una de ellas a la que también denomina “régimen político” se encuentra en el libro tercero: “Régimen político, es una organización de la ciudad, de las magistraturas y especialmente de la que tiene autoridad sobre todas. Pues en todas partes es soberano el sector dominante de la ciudad y sector gobernante es el régimen”. 6 Más adelante en su obra, Aristóteles al igual que Platón, discierne sobre las formas buenas y las formas malas de gobierno, expresando lo siguiente en el mismo libro tercero: Es evidente desde luego, que todos los regímenes que velan por el bien común son rectos, desde el punto de vista de lo absolutamente justo, y que cuantos atienden sólo a lo particular de los gobernantes son erróneos y todos ellos desviaciones de los regímenes rectos; pues son despóticos y la ciudad es comunidad de los hombres libres… Puesto que régimen político y órgano de gobierno significa lo mismo, y órgano de gobierno es la parte soberana de las ciudades, necesariamente será soberano o un solo individuo, o unos pocos o la mayoría, y cuando ese uno o la minoría o la mayoría gobiernan atendiendo el bien común, esos regímenes serán por necesidad rectos, y los que atienden al interés particular del individuo o de la minoría o de la mayoría, desviaciones. Pues o no hay que considerar ciudadanos a los que no participan, o deben tener participación en el beneficio. De los gobiernos unipersonales solemos llamar monarquía al que vela por el bien común; al gobierno de pocos pero de más de uno, aristocracia, bien porque gobiernen los mejores (Áristoi) o bien porque lo hacen atendiendo a lo mejor (Áristón) para la ciudad y para los que forman su comunidad; y cuando la mayoría gobierna mirando por el bien común, recibe el nombre común a todos los regimenes políticos: República (Politéia), y es así con razón: pues es posible que un solo individuo o unos cuantos destaquen por su virtud; pero ya difícil es que un número mayor se distinga en cualquier virtud, a no sea principalmente en la militar, ya que ésta se da en la masa: Por eso en este régimen político el sector partidario de la guerra es el más soberano y forman parte de él los que tiene las armas… …desviaciones de los citados son: la tiranía, de la monarquía, la oligarquía de las aristocracias y la democracia de la República. La tiranía, en efecto, es una monarquía orientada al interés del monarca, la oligarquía, al de los ricos y la democracia, al interés de los pobres: Pero ninguna de ellas presta atención a lo que conviene a la comunidad. 7 6 Aristóteles. “Política”. Libro Tercero. Alianza Editorial. Madrid. España. 1986. Pág.118. 7 Aristóteles. “Política”. Op. Cit. Pág.119-120. 9 Tenemos entonces según Aristóteles tres sistemas buenos de gobiernos y tres malos y ellos serian: la monarquía, la aristocracia y la República (Politéia) y la contraparte la tiranía, la oligarquía y la democracia, agrega además: que la tiranía es una monarquía como se ha dicho, que ejerce un poder despótico sobre la comunidad, oligarquía cuando controlan el régimen político los dueños de las grandes fortunas, es decir la plutocracia, y democracia cuando la mayoría que no tienen grandes fortunas y que son los pobres, ejercen un poder despótico sobre la comunidad y a este régimen político se le llamaría oclocracia o anarquía. Para Aristóteles, el fin de la ciudad o Polis, es el bien vivir de la comunidad, y todo su objetivo debe estar orientado a ese fin: “La ciudad es la asociación de familias y aldeas para una vida perfecta y autosuficiente y ésta es, como decimos la vida feliz y bella…Hay que suponer, en consecuencia que la comunidad política tiene por objeto las buenas acciones y no sólo la vida en común”. 8 En su libro cuarto, Aristóteles define lo que es un sistema político, las diversas formas de democracias y el sistema mixto de gobierno, que es la República (politéia) y que según su criterio es la mejor forma de gobierno, exaltando a la clase media como la mejor comunidad política. Veamos que dice Aristóteles con respecto a lo que es un sistema político: Pues bien, un sistema político es una organización de las ciudades relativa a las magistraturas, a como están repartidas, cual es la autoridad del régimen y cual es el fin de cada comunidad; las leyes son las que están separadas de los elementos que caracterizan al régimen, y según ellas, deben gobernar los magistrados y guardarse de los que las violan: Por consiguiente, es lógico que las variedades, y su número, de cada régimen deberán conocerse, también con vistas al establecimiento de las leyes, pues no es posible que convengan idénticas leyes a todas las oligarquías ni a todas las democracias, si es que haya varias y no a una sola democracia ni a una oligarquía exclusivamente. 9 Quería decir Aristóteles en éste párrafo que las leyes serán comunes y específicas al tipo de gobierno que tenga una ciudad y no necesariamente serán iguales la de todas las democracias y la de todas las oligarquías, por lo tanto concluye: es obvio que necesariamente 8 9 Ídem. Pág. 124. Aristóteles. Op. Cit Libro Cuarto. Pág. 148. 10 existirán varios sistemas diferentes unos de otros por su especie, puesto que también esas partes suyas se diferencian por su especie. En efecto: Un régimen es la organización de las magistraturas, y éstas todo las distribuyen, o en función del poder de su miembros, o en función de alguna semejanza común a ellos, es decir, por ejemplo, a los pobres, los ricos o común ambos. Por fuerza entonces los sistemas políticos, serán tantos como sean precisamente las organizaciones fundadas en las ventajas y diferencias de las partes. 10 1.2. Tipos de monarquías según Aristóteles. Para Aristóteles existían cuatro tipos de monarquía: la primera la de los tiempos heroicos, la que canta Homero en la Ilíada, y menciona al gobernante de Micenas, Agamenón Rey de los argivos, ésta se basaba en el consenso general, pero para asuntos determinados; el Rey era general en jefe, juez y autoridad suprema en lo concerniente a los dioses, se hicieron Reyes con el beneplácito de sus súbditos y transmisores para sus herederos; la segunda la de los bárbaros, ésta ejercía un poder despótico pero legal, fundamentado en la estirpe del gobernante y la herencia, la tercera, la llamada por el mismo Aristóteles como: Asymnetía o tiranía electiva, se basaba no según la ley, sino sólo en no ser hereditaria, y la cuarta la monarquía lacedemonica o espartana, que en pocas palabras era un generalato vitalicio y hereditario, parecía una de las mejores por estar sujeta a la ley y al bien común, pero no es soberana en todos los aspectos, sino que, cuando sale del país en campaña, el Rey es jefe en lo concerniente a la guerra y también en las cuestiones religiosas pero también menciona una quinta clase de monarquía (absoluta), cuando un solo individuo tiene autoridad sobre todo en un Estado, como cada pueblo y cada ciudad la tiene en asuntos de la comunidad domestica, “Estas pues, difieren de esta forma unas de otras”. 11 1.3. Tipos de democracia según Aristóteles. Con respecto a los tipos de democracias, Aristóteles expresa que hay varios tipos de ellas, algunas buenas y otras malas, a saber: Pues bien, la primera democracia es la que se funda sobre todo en la igualdad; e igualdad según la ley de dicha democracia consiste en no sobresalir más los 10 Ídem. Pág. 151. 11 Aristóteles. Op. Cit. Pág. 138. 11 pobres que los ricos, ni tener autoridad unos u otros, sino ser iguales ambos: Pues si la libertad se encuentra principalmente en la democracia como piensan algunos y también la igualdad, esto se puede lograr en especial, si en concreto, todos participan por igual en el gobierno. Y puesto que el pueblo es mayoría, y prevalece la opinión de la mayoría, necesariamente ésta es una democracia… Una forma de democracia es ésta, y otra, que se establezcan las magistraturas partir de las rentas, siendo estas pequeñas; y debe existir la posibilidad para el que adquiera riqueza de intervenir en el gobierno y para quien lo pierda de no intervenir. Otra forma de democracia consiste en que participan todos los ciudadanos que no tiene que dar cuentas, pero gobierna la ley. Otra forma de democracia consiste en dar acceso a las magistraturas a todo el mundo con la única condición de ser ciudadano, pero que gobierne la ley; y otra forma de democracia es en lo demás idéntica, pero ejerce la autoridad la masa y no la ley. Esta ocurre cuando lo que prevalece son los decretos y no la ley; y se da esta situación por culpa de los demagogos. 12 Con anterioridad a Platón y Aristóteles, Pericles “El grande”, arconte de Atenas durante la guerra del Peloponeso, acaecida entre Esparta y Atenas y sus respectivos aliados, por los años 435 A.C. al 404 A.C., en su celebre “Discurso en honor a los muertos” definía la democracia como: Nuestra constitución política no sigue las leyes de las otras ciudades, sino que da ejemplo a los demás. Nuestro gobierno se llama democracia porque la administración sirve los intereses de la masa y no de una minoría. De acuerdo con nuestras leyes, todos somos iguales en lo que se refiere nuestras diferencias particulares. Pero en lo relativo a la participación en la vida publica, cada cual obtiene la consideración de acuerdo con sus meritos y es más importante el valor personal que la clase la que pertenece; es decir, nadie siente el obstáculo de su pobreza o inferior condición social, cuando su valía le capacita para prestar servicios a la ciudad. 13 Carl J. Richard (1996) 14 , en su obra The Founders and the Classics, Greece, Rome, and the American Enlightenment., indica que los miembros de las mas prominentes familias atenienses en la época de Temistocles y de Pericles, es decir la aristocracia ateniense, los “bien nacidos” o Eupatridas, resentían de la democracia al ver disminuido su poder y su prestigio 12 Ídem. Pág. 156-157. 13 Tucidides. “Historia de la Guerra del Peloponeso”. Libro VIII. Editorial Iberia, Barcelona. España. 1963. Pág. 115-116. 14 Carl J. Richard. The Founders and the Classics, Greece, Rome, and the American Enlightenment. Harvard University Press. 1996. Pág. 124. 12 con la nueva forma de gobierno, estos aristócratas sostenían que la democracia ateniense constituía la tiranía de los pobres sobre los ricos, las masas atenienses eran irracionales, inestables, ingratas y e inconstantes, según Richard, citando al historiador griego Tucidides, Pericles corrompía las masas ofreciéndoles pago del Estado por servicios al Estado, tomando como base las “virtudes y loables costumbres de Pericles” expresadas por Tucidides en su “Historia de la guerra del Peloponeso”: Pericles tenía influencia en virtud de la consideración que le rodeaba y la profundidad de su inteligencia, era de desinterés absoluto, sin atentar jamás a la libertad. Se mostraba con el pueblo tan amigo y compañero como caudillo y gobernador. Además, no había adquirido su autoridad por medios ilícitos y no decía cosa alguna para envanecer a la masa: Gracias a su autoridad personal, podía contradecir libremente cuando alguien le proponía alguna cosa inútil y fuera de razón. Cada vez que los atenienses se abandonaban de cualquier forma a la temeridad del orgullo, les retenía y refrenaba con su autoridad y gravedad en el hablar. Al mismo tiempo, si les veía asustados sin motivo les devolvía la confianza. Este gobierno lleva el nombre de democracia, aunque en realidad era el gobierno de un hombre solo… Pero sus sucesores, que no poseían su personalidad y querían solamente elevarse sobre los demás (Es decir solo ostentar el poder), procuraban halagar al pueblo, dejando que se ocupara de los asuntos, de aquí los grandes errores que suelen ocurrir en un estado poderoso y poseedor de un imperio extenso (cuando escucha a los demagogos). 15 Más adelante, lo confirma Richard en su misma obra diciendo que la situación de Atenas empeoró mucho más con la muerte de Pericles, cuando demagogos de inferior habilidad al fallecido Pericles, controlaron el gobierno de Atenas, esa ciudad era un “horrible ejemplo” de lo que puede suceder si las inherentes desigualdades de los hombres no son tomadas en cuenta y los gobiernos se basan en extraños igualitarismos. Según Richard, los principales forjadores de la “tradición antidemocrática” la cual dominó la teoría política occidental por casi dos mil años, 16 no sólo sufría de un perjuicio de clase, sino también de influjo personal: Tucidides fue condenado al Ostracismo (exilio) por los demagogos: Cleón y el pueblo ateniense, por una falla cometida por él, en una operación militar durante la guerra del Peloponeso y por eso exacerbó los defectos de la “democracia” en 15 Tucidides. Op Cit. Libro VIII. Pág. 132-133. 16 Carl J. Richard. Op Cit. Pág. 124. 13 su obra Historia de la Guerra del Peloponeso. Igualmente Platón y Jenofonte se convierten en críticos de la “democracia” ateniense y apologistas de la aristocrática República espartana, resentidos por la condena a muerte, instigada por la dirigencia ateniense, de su querido maestro Sócrates. Asimismo, Aristóteles, el principal discípulo de Platón se convierte en un crítico de la “democracia”, la cual compara a con un gobierno anárquico, tumultuario u oclocratico, a tal efecto conozcamos que más añade al respecto Aristóteles en su obra “Política”: En efecto, en las ciudades que se gobiernan democráticamente, según la ley, no tiene lugar el demagogo, sino que lo mejores ciudadanos ocupan la presidencia, pero donde las leyes no son soberanas, allí aparecen los demagogos, pues el pueblo se erige en dirigente único, uno solo formado de muchos, ya que muchos ejercen el poder, no individualmente, sino colectivamente. Y Homero a qué tipo se refiere al decir que no es buena la soberanía de muchos, si acaso a éste, o a cuando muchos son los gobernantes, pero cada cual por su lado es oscuro… Pues bien, dicho pueblo, igual que se tratara de un monarca pretende reinar solo, sin regirse por la ley y se hace despótico, de forma que los aduladores son honrados. Tal democracia se corresponde con la tiranía entre las monarquías, y por eso sus características son idénticas: ambos tratan despóticamente a los mejores, los decretos son como allí los edictos y el demagogo y el adulador son los mismos y se corresponden. Unos y otros adquieren mucho poder en ambos regímenes respectivamente, los aduladores entre los tiranos y los demagogos entre los pueblos de esa índole: ellos son los responsables de que prevalezcan los decretos y no las leyes, llevándolo todo ante el pueblo, pues se engrandecen porque el pueblo controla todos los asuntos y ellos la opinión del pueblo, ya que el pueblo les obedece. Además, los que acusan a los magistrados dicen que el pueblo debe juzgar, y éste acepta encantado la invitación, de forma que todas las magistraturas acaban por desparecer… Y sin duda sería razonable la critica de quien dijera que tal democracia no es un régimen político: Pues donde no gobiernan las leyes, no hay sistema; ya que es preciso que la ley gobierne todo (en líneas generales), aunque los aspectos concretos, los magistrados, y que se considere régimen a éste. En consecuencia, si la democracia es uno de los sistemas políticos, está claro que tal situación en la que todo se rigen por decretos, ni siquiera propiamente es una democracia; pues ningún decreto puede tener valor universal: Así pues las formas de la democracia queda establecida de esa forma. 17 17 Aristóteles. Op Cit. Libro IV. Pág. 157-158. 14 Se refería Aristóteles en este pasaje indudablemente al periodo de anarquía oclocratica que sufrió la ciudad de Atenas y su régimen político después de la muerte de Pericles 430 A.C., que la llevó a su derrota en la guerra del Peloponeso, después de la fracasada expedición a Sicilia en el 416-413 A.C. y a su ruina final con la imposición del gobierno de los treinta tiranos, por parte del general espartano Lisandro, y como colofón del fracaso definitivo de Atenas en la referida guerra, como consecuencia de su derrota en la batalla de Egospótamos en el 404 A.C. 18 1.4. El sistema mixto (régimen intermedio) según Aristóteles. En cuanto al mejor sistema de gobierno, la clase media y el gobierno mixto, Aristóteles menciona un tipo de gobierno a la cual denomina República: “Politeia”, obsérvese que la “politeia” es una mezcla de oligarquía con democracia, ¿Pero de acuerdo con el mismo Aristóteles, la oligarquía y la democracia son dos formas malas o corruptas de gobierno, ¿Cómo es posible entonces que una forma buena de gobierno puede surgir de una mezcla de dos formas malas?, dejemos al propio Aristóteles que lo explique: Ahora daremos unas indicaciones sobre la República. Sus características resultan más claras, una vez que se ha precisado sobre la oligarquía y la democracia; ya que es la República, sencillamente, una mezcla de oligarquía y democracia. Suele darse el nombre de Repúblicas a los regímenes que se inclinan hacia la democracia, y a los que más bien hacia la oligarquía, aristocracias, porque la educación y la nobleza van unidas a los más ricos: además, parece que los ricos tienen aquello por lo que los delincuentes cometen sus delitos, y de aquí que se les llame hombres de bien y principales. Ahora bien: la aristocracia busca distribuir la supremacía entre los ciudadanos mejores, y las oligarquías, según dicen, están formadas por hombres de bien principalmente… No se debe suponer democracia, como hoy en día suelen decir algunos, simplemente donde tiene autoridad la masa (pues también en las oligarquías y en todas partes el partido más numeroso ejerce la autoridad), ni oligarquía donde unos pocos tiene el control del régimen. Pues si hubiera en total mil trescientas personas y de ellas mil ricos y no dieran participación en el poder a los trescientos pobres, a pesar de ser libres e iguales en los demás aspectos, nadie diría que estos se gobiernan democráticamente: y lo mismo, si pobres hubiera pocos, pero más poderosos que los ricos, a pesar de ser más, nadie llamaría a tal sistema oligarquía, en caso de que los demás, siendo ricos, no 18 Jenofonte. Helenicas. Editorial Juventud. Barcelona. España. 1978. Libro II. Pág. 47-51. 15 tuvieran acceso a los puestos de honor. Por tanto, más bien hay que decir que una democracia existe cuando los libres ejercen la autoridad, y una oligarquía cuando los ricos, si además aquellos son muchos y éstos pocos, ya que libres hay muchos pero ricos pocos… Entonces tendremos democracia cuando los libres y pobres, siendo muchos, tengan el control del poder, y oligarquía cuando los ricos y más nobles siendo pocos… ¿Cuál es el mejor régimen y cuál el mejor tipo de vida para la mayoría de las ciudades y para la mayoría si, respecto a virtud, no reúnen la superior a la normal, ni, a educación, la que precisa una naturaleza y unos afortunados y ni siquiera, un sistema de gobierno, el que se ajusta al ideal, sino un modo de vida que está al alcance de casi todos y un sistema de gobierno con el que pueden contar casi todas la ciudades?… La respuesta a todas estas cuestiones se basa en los mismos principios: Si en Ética, se ha explicado satisfactoriamente que la vida feliz es la que de acuerdo con la virtud ofrece menos impedimentos, y el termino medio es la virtud, la intermedia será necesariamente la vida mejor, por estar al alcance de cada cual el termino medio; y estos mismos criterios tiene que aplicarse también a la virtud y maldad de la ciudad y del régimen político, ya que el régimen es en cierto modo la vida de la ciudad. 19 Aristóteles sostenía que en un régimen político en donde prevalece la clase media es el mejor de todos y el más estable posible, a este efecto expresaba: En todas las ciudades hay tres elementos propios de la ciudad: los muy ricos, los muy pobres, y tercero los intermedios entre éstos. Sin embargo, puesto que se reconoce que lo moderado es lo mejor y los intermedio…Asimismo, la clase media es la que menos rehuye los cargos y la que menos los ambiciona, actitudes ambas fatales para las ciudades… La ciudad pretende estar integrada por personas lo más iguales y semejantes posible, y esta situación se da, sobre todo, en la clase media, por tanto, esta ciudad será necesariamente la mejor gobernada… Es evidente entonces que la comunidad política mejor es la de la clase media, y que pueden tener un buen gobierno aquellas ciudades donde la clase media sea numerosa y muy superior a ambos partidos (pobres y ricos), y si no, a uno u otro; pues agregándose produce la nivelación y evita la aparición de excesos contrarios: de aquí que la mayor felicidad consiste en que los ciudadanos posean una fortuna media y suficiente; puesto que donde unos tiene en exceso y otros nada, o aparece una democracia radical o una oligarquía pura o una tiranía, motivada por ambos excesos… 19 Aristóteles. Op Cit. Libro IV. Pág. 162, 152, 153 y 167. 16 Que el régimen intermedio es el mejor es obvio, ya que sólo él está libre de sediciones; pues donde es numerosa la clase media se origina con menos frecuencias revueltas y discordias entre los ciudadanos. 20 1.5. La teoría de la Anaciclosis según Aristóteles. Aristóteles al igual que Platón menciona el ciclo de las formas de gobierno en varios libros de su obra Política, pero no sólo la menciona, sino que además critica el ciclo de las revoluciones de los gobiernos expuestas por Platón en su obra “La República y el Estado”. En el libro quinto de su obra Aristóteles expresa: En la República se habla sobre los cambios por parte de Sócrates, pero no se habla bien; pues del régimen más perfecto y primero no indica el cambio particularmente: según él, la explicación es que nada permanece (en el tiempo), sino que en un cierto espacio de tiempo todo cambia, y que el principio de esto es aquella cuya base epítrita (sic) multiplicada por cinco produce dos armonías… Pero, ¿por qué iba a ser ese cambio privativo del llamado él régimen más perfecto, más bien que de los otros y de todo lo que llega a existir? ¿Y al menos a través del tiempo, a través del cual dice él que todo cambia, también las cosas que no al mismo tiempo iniciaron su existencia; al mismo tiempo cambian? Además de esto, ¿por qué razón a partir de este régimen se produce el cambio al régimen lacónico? Pues a menudo en el contrario se convierten todos los regímenes o en el semejante. El mismo argumento también para los demás cambios. Pues a partir del régimen lacónico (timocracia), dice, se produce el cambio a la oligarquía, y a partir de ésta a la democracia y a la tiranía a partir de la democracia. Pero en realidad también a la inversa cambian, como por ejemplo, a partir de la democracia, la oligarquía, e incluso mejor que a la monarquía. Además de la tiranía no dice ni si habrá cambio ni, en caso de haberlo, por qué razón y hacia que tipo de régimen; y la explicación de ello es que no sería fácil definirlo, ya que es cosa indeterminable; puesto que según él, debería hacerlo hacia el primero y más perfecto; pues así se completaría el ciclo. 21 Aristóteles resumía este capítulo de su libro en un pasaje anterior de su libro tercero en dónde exponía como era la rueda de los sistemas de gobierno (Anaciclosis), casi exactamente como la parafraseó posteriormente Maquiavelo en su “Discurso sobre la primera década de Tito Livio”, que describiremos en los próximos capítulos de este trabajo, tal vez así fue, como 20 21 Ídem. Pág. 167, 168, 169. Aristóteles. Op Cit. Libro V Pág. 225-226. 17 debe haber acaecido en la ciudad de Atenas antes del nacimiento de Aristóteles en la ciudad griega de Estagira, según lo narrado anteriormente a él por Herodoto, Tucidides, Platón y Jenofonte en sus respectivas obras, y lo expresa de la siguiente manera: Quizás por eso se gobernaban al principio monárquicamente (los hombres), porque era raro encontrar hombres muy destacados en virtud, sobre todo entonces, cuando habitaban en ciudades pequeñas. Además establecía a los reyes por sus buenas obras, lo que es precisamente: Pero cuando sucedió que había muchos semejantes en virtud, ya no soportaban tal gobierno, sino que buscaron algo común e instituyeron la República (aristocrática). Y cuando haciéndose estos peores (malos), algunos se enriquecían a costa del erario público, entonces tal vez es verosímil que surgieron las oligarquías; pues hicieron respetable el dinero… De allí cambiaron a las tiranías; y de las tiranías a la democracia: porque al reducir continuamente su número, por codicia dieron más poder a la masa, hasta que ésta se impuso y apareció la democracia (oclocracia). Y como ha ocurrido que las ciudades son mayores, tal vez no sea fácil que surja un régimen diferente de la democracia… Si realmente el régimen mejor para las ciudades fuera la monarquía, ¿Cómo será la situación de los hijos del rey? ¿Es que debe reinar también la descendencia? Pero si los descendientes resultan como algunos han resultado, es perjudicial. “Entonces, quien es soberano, no transmitirá el poder a sus hijos.” No es fácil creerlo; pues es difícil y supone una virtud muy por encima de la naturaleza humana. 22 22 Aristóteles. Op Cit. Libro III. Pág. 140 CAPÍTULO II POLIBIO Y CICERÓN, LAS FORMAS DE GOBIERNO Y LA TEORÍA DE LA ANACICLOCIS En cualquiera ciudad hay dos inclinaciones diversas, una de las cuales proviene de que el pueblo desea no ser dominado ni oprimido por los grandes, y la otra de que los grandes desean dominar y oprimir al pueblo: Del choque de ambas inclinaciones dimana una de estas tres cosas: o el establecimiento del principado, o de la República, o la licencia o la anarquía. 1 Cuando deseo atribuir al Ejecutivo una suma de facultades superior a la que antes gozaba, no he deseado autorizar un déspota para que tiranice la República, sino impedir que el despotismo deliberante no sea la causa inmediata de un círculo de vicisitudes despóticas en que alternativamente la anarquía sea reemplazada por la oligarquía y por la monocracia. 2 2.1 Polibio y su obra, la Constitución romana y la teoría de la Anaciclosis. Polibio de Megalópolis (Ca. 200-215) pertenecía a una familia de tradición política. Tras la victoria de Roma sobre Macedonia y Grecia (168 A. C.), por obra del cónsul romano Lucio Emilio Paulo, los romanos, desconfiando de la lealtad de los griegos, se llevan mil rehenes y esclavos a Italia. Uno de ellos es Polibio. Paulo lo hizo preceptor de su hijo menor de su primer matrimonio: Lucio Emilio Paulo, joven que posteriormente sería adoptado por la familia de los escipiones con el nombre de Publio Cornelio Escipión Emiliano, el futuro destructor de Numancia y Cartago . 3 Polibio, como se dijo, el más destacado entre los rehenes, entra en contacto con las familias más prestigiosas de Roma. Estudia la historia y las instituciones romanas. Rápidamente, intuyó una verdad terrible para los griegos: ¡El que no entiende a Roma no puede entender el mundo en el que vive! 1 Nicolás Maquiavelo. “El Príncipe” Capítulo IX. 2 Simón Bolívar. “Discurso ante el Congreso de Angostura”. 15 de febrero de 1819. 3 Plutarco. Vidas Paralelas. Editorial Planeta, S. A. Barcelona. España. 1991. Pág. 235. 19 No deja de ser simbólico dentro de la mentalidad romana, que la más antigua de las historias de Roma que se han conservado y el primer estudio sobre las instituciones políticas de Roma que ha llegado hasta nosotros sean la obra de un griego. Polibio investiga, interroga, y participa; acompaña y asesora a Escipión en sus campañas. Es a la vez testigo, contemporáneo y especialista: de ahí el increíble valor de sus Historias. Este texto contiene, junto al relato posterior de Tito Livio, la más detallada descripción de las Guerras Púnicas. En el libro VI de las Historias, dedicado a la Constitución de Roma, Polibio expone su famosa teoría de la Anaciclosis. Es el mismo Polibio quien, al comienzo, nos indica el tema y objetivo de su libro: “¿Hay algún hombre tan necio y descuidado que no quiera saber cómo y mediante qué politeia los romanos han llegado en cincuenta y tres años escasos a conseguir el dominio de toda la tierra, hecho absolutamente sin precedentes?” 4 De la misma manera afirma: “la constitución de un pueblo debe considerarse como la primer causa del éxito o fracaso de toda nación”. 5 Polibio, por tanto, parte de un hecho específicamente político y romano, el hecho de un dominio imperial expansivo que ha impuesto la unidad política a casi todo el mundo mediterráneo. Esta perspectiva romana es, ante todo, un homenaje del griego a sus amigos los escipiones, pero además le capacita para ser el primer historiador que opera con una visión unitaria de la historia al servicio de un ideal político. Polibio no es en esencia un filósofo sino un historiador. 6 Está aquí presente la idea estoica de la cosmópolis liberada de sus rasgos ideales y cargados del pragmatismo romano. Roma está construyendo la cosmópolis y esta construcción es el último sentido de la historia para Polibio, y también de las historias particulares, llamadas a integrarse en la historia a través del dominio de Roma. Polibio opera con la tesis de que Roma tiene un destino providencial y, por ello, invita a los pueblos conquistados a solidarizarse con el conquistador. 4 Polibio. Historia Universal durante la República Romana. Tomo I. Editorial Iberia, S. A. Barcelona España. 1968. Pág. 5. 5 Ídem. Tomo II. Libro VI. 6 Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 44 20 Pero Polibio va más allá del hecho en si mismo, y en el libro VI de sus Historias reflexiona sobre cómo ha sido posible este acontecer y nos deja las páginas más interesantes de toda la obra. Esta reflexión se basa en lo que el pensamiento griego había descubierto sobre las formas de gobierno. Se trata, por tanto, de un griego que piensa desde su cultura sobre el caso romano. Polibio no utiliza conceptos jurídicos, ni siquiera los conceptos políticos romanos fundamentales como la auctoritas y el imperium, sino conceptos históricos y políticos griegos. Recoge la tradición griega de las tres formas simples de gobierno, a la que se añade la forma mixta, la mejor, cuyo ejemplo máximo para Polibio es Esparta. Recoge la tradición de las correspondientes corrupciones de las formas simples. Y recoge la tradición de que una ley histórica dirige el proceso de sucesión de las formas: Platón la había expuesto en La República como lo explicamos en el capítulo anterior; Polibio le da una versión nueva, con otro orden más elaborado y más completo. 2.2. Polibio y la teoría de la Anaciclosis. En el libro VI de las Historias, dedicado a la Constitución de Roma, como dijimos, Polibio expone su famosa teoría de la Anaciclosis. Veamos aquí sucintamente de qué se trata. Según el historiador griego, hay tres formas de constitución simple: monarquía (reinado de uno solo), aristocracia (reinado de unos pocos) y democracia (reinado de muchos). Hasta aquí, Aristóteles puro. Con el correr del tiempo, estas tres constituciones degeneran, respectivamente, en tiranía, en oligarquía y en anarquía (oclocracia). En el ciclo de Polibio, la tiranía es reemplazada por la aristocracia. Cuando la aristocracia degenera en oligarquía, llega el turno de la democracia. Esta última, sin embargo, se transforma en anarquía. En el instante en que un nuevo monarca pone fin a la anarquía, otro ciclo comienza, aquí se expresa en sus propias palabras: El primero que se forma por un proceso espontáneo y natural es el gobierno de uno solo, y de él deriva., por una preparación y enmienda, el reino: Pero se deteriora y cae en un mal que le es congénito, me refiero a la tiranía, de cuya disolución nace la aristocracia: Cuando ésta por su naturaleza, vira hacia la oligarquía, si las turbas se indignan por las injusticias de sus jefes, nace la 21 democracia. A su vez, la soberbia y el desprecio de las leyes desembocan, con el tiempo en la oclocracia o el gobierno del populacho. 7 Esta “transmutación” de una situación a otra es inevitable, según Polibio, debido a la debilidad inherente de las constituciones simples: sufren de “entropía” o decadencia interna. Cuando la corona es heredada de generación en generación, el poder ya no depende de la excelencia del liderazgo, sino de la casualidad del nacimiento. Los monarcas, ahora acostumbrados a una vida cómoda, carecen de incentivos para liderar y se convierten en tiranos y déspotas. 8 La situación inicial de todo el proceso es la constitución de una sociedad que renace de una catástrofe, un cataclismo. Se trata de una civilización muy elemental que se rige por el principio elemental de la adhesión al más fuerte. En el comienzo, por tanto, está el poder monárquico. El monarca se transforma en Rey cuando la civilización ha progresado y ha organizado un poder concentrado pero sometido a leyes y libremente aceptado por los súbditos. La realeza degenera en tiranía cuando el Rey olvida las leyes y cede a sus pasiones. La tiranía se hace insoportable y provoca la sublevación de los mejores hombres del pueblo que se hacen con el poder. La aristocracia degenera en oligarquía porque las generaciones siguientes a los primeros gobernantes no tienen su altura moral y se aprovechan de su poder para la propia ventaja y su beneficio particular (misantropía). La rebelión del pueblo instaura una democracia presidida por la igualdad y la libertad. Pero algunos (demagogos), se aprovechan del pueblo para manejarlo exagerando su pasión por la libertad; el pueblo se convierte en turba, en masa desenfrenada y el régimen se llama oclocracia (ojlos = turba, muchedumbre). La situación de guerra civil termina en catástrofe y tras ella comienza la primera fase monárquica del nuevo ciclo. Como decíamos arriba, Polibio nos ha dado una nueva versión más completa y mejor definida de la Anakýklesis=Anaciclosis, que la de Platón y Aristóteles, la repetición del ciclo, como ley inexorable de la historia: cada régimen lleva en su interior el germen de su propia destrucción que es la tendencia a acentuar el principio organizador del régimen. En dicha versión no aparece el régimen mixto, porque 7 Polibio. Op. Cit.1968. Tomo II. Libro VI. Pág. 148. 8 Ídem. Pág. 152. 22 precisamente su principio consiste en compensar unas tendencias con otras, impidiendo su crecimiento y, por ende, la degeneración. Este fue según Polibio el acierto de Licurgo. Él hace su elogio al mismo tiempo que describe el régimen espartano. 9 Ahora bien, esta descripción tiene el sentido de introducir el verdadero tema que interesa a Polibio, la Constitución de Roma. La aristocracia, compuesta por el liderazgo más dinámico, toma el poder. Pero los hijos y los nietos de los aristócratas tienen el mismo problema que los descendientes de reyes: los privilegios los debilitan. Se transforman, colectivamente, en una oligarquía incapaz de gobernar de manera eficaz: ¡El pueblo los termina echando! Inicialmente, el pueblo, acostumbrado a los rigores de la lucha, gobierna bien. Fatalmente, sin embargo, termina cediendo a las tentaciones demagógicas de los más corruptos: comienza la anarquía. Esta, a su vez, abre el camino para que un nuevo monarca tome el poder: ¡Ciclo cumplido! En el esquema de Polibio, Roma evitó los ciclos políticos gracias a una constitución “mixta” que combinó elementos de monarquía (los cónsules), de aristocracia (el senado) y de democracia (la asamblea popular y los tribunos del pueblo). Polibio presentó la mejor prueba empírica y ecléctica de una constitución mixta, al señalar que los propios ciudadanos romanos eran incapaces de dar una respuesta precisa a la pregunta: “¿Qué tipo de régimen político domina en Roma?”: 2.3. Polibio y la Constitución Mixta en las Historias. El secreto de Roma según Polibio era su “constitución mixta”, lo que hoy llamamos separación o división de poderes. Gracias a la separación de poderes, los romanos contaron con instituciones estables durante siglos. Esto les permitió evitar la constante repetición de ciclos de gobiernos despóticos, oligárquicos y anárquicos que tanto debilitaron a sus adversarios. La gran virtud de una constitución mixta es el equilibrio de fuerzas, que los escritores anglo-sajones del siglo XVIII bautizaron con el nombre de sistema de checks and balances: todo exceso de ambición de un componente es contrarrestado por la vigilancia de los demás. La tradición de Polibio fue continuada por Cicerón, 10 Maquiavelo, 11 Harrington, 12 9 Polibio Op. Cit. Libro VI. Pág. 156-157. 10 Marco Tulio Cicerón. De Republica. Editorial Tecnos S. A. Madrid. España. 1986. 23 Locke, 13 y Montesquieu, el autor que transformó la doctrina del gobierno mixto en una teoría coherente de la separación de poderes. 14 Luego vinieron Voltaire, David Hume, 15 Juan Jacobo Rousseau 16 y, naturalmente, los autores del Federalista. Todos los países modernos en los cuales ha funcionado el principio de separación de poderes: Inglaterra, Holanda y los Estados Unidos, han alcanzado niveles muy altos de prosperidad y han terminado jugando un papel central en el mundo. De la misma manera, los países sin constitución mixta, en vías de modernización y estructuralmente no bien constituidos, han sido sistemas políticos altamente inestables y ellos, se han sumergido alternativamente a través de su historia en períodos generalmente muy violentos y de revoluciones, 17 de ciclos al estilo de Polibio. Su prosperidad ha sido y es muy inferior a la de los países con sistemas políticos mixtos, mejor estructurados y de verdadero equilibrio entre poderes. La presencia simultanea de los tres poderes y su control mutuo, preserva aparentemente a las constituciones mixtas de la degeneración a la que están expuestos los gobiernos simples, porque impide los excesos que por reacción provocan la oposición y llevan al cambio Según Norberto Bobbio, 18 tal vez exista una contradicción entre la afirmación categórica de que los ciclos de las constituciones son un hecho natural y por lo tanto inexorable, y también la afirmación categórica que los gobiernos mixtos son estables. Para Bobbio, la contradicción es más aparente que real: que las constituciones mixtas sean estables no quiere decir que sean eternas, simplemente que duran más que las simples. Lo que distingue las constituciones mixtas de las simples no es el hecho de que no estén sometidas a cambios, ni tampoco que estén exentas de la muerte que golpea todas las constituciones como 11 Nicolás Maquiavelo. Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Alianza Editorial S. A. Madrid. 1987. 12 James Harrington. The Commonwealth of Oceana and a System of Politics. Cambridge University Press 1992. 13 John Locke. Segundo Ensayo sobre el Gobierno Civil. Editorial Losada S. A. Buenos Aires. 2002. 14 Montesquieu. Del Espíritu de las Leyes. Editorial Tecnos S. A. Madrid. 1972. 15 David Hume. Essays, Moral, Political, and Literary. 1758. 16 Juan Jacobo Rousseau. El Contrato Social. 1762. 17 Samuel P Huntington. El Orden Político en las Sociedades en Cambio. Ediciones Paidos S. A. Buenos Aires. 1991. Pág 46-48. 18 Norberto Bobbio. Op. Cit. Pág. 53. 24 a todas las cosas vivientes, sino es un ritmo diferente y una razón diversa del cambio: No es mera casualidad que inmediatamente después de haber enunciado la ley de los ciclos históricos (Anaciclosis), Polibio escribiera lo siguiente en relación al Estado romano: En lo que particularmente, atañe a la Constitución romana, es principalmente a partir de este método, por las que las formas políticas se transforman, decaen y regresan al punto de partida, como llegaremos a entender su formación, su desarrollo y su culminación, y, al propio tiempo, la decadencia que de ello derivara. 19 2.4. Polibio y la Constitución romana. Roma según Polibio, consiguió sus éxitos en la historia porque tenía un sistema político mixto. Pensándolo desde una mentalidad griega tendríamos que decir que Roma construyó su cosmópolis en ese entonces y esto lo hizo porque puso en práctica el gran descubrimiento griego de la forma mixta. Los cónsules son el elemento real; el Senado, el aristocrático; los “comicios de la curia” y el tribunado de la plebe, el democrático. Estos elementos se controlaban y se equilibraban en sus poderes. Los cónsules tenían todo el poder sobre los demás magistrados, pero no sobre los tribunos; tenían todo el poder para dirigir la guerra; dependían del Senado para el abastecimiento de los ejércitos y del pueblo para su nombramiento. El Senado controlaba el erario público, tenia poderes judiciales y lleva la política exterior; dependía del pueblo porque éste tiene el poder supremo y soberano en los grandes procesos y porque los tribunos podían suspender las decisiones del Senado con el “Veto”. El pueblo decreta premios y castigos, vota las leyes, y vota la decisión suprema de la guerra y la paz: “Quien sólo contemplara a los cónsules, creería que Roma es una monarquía; quien se fijara sólo en el Senado, pensaría que es una aristocracia; quien mirase sólo al pueblo, diría que es una democracia”. 20 Polibio consideró haber descubierto que la estructura política de Roma consistía en un equilibrio entre los diversos poderes. Este equilibrio era posible porque operaba una especie de sistema de “frenos” que impedía que cada uno de esos elementos creciera demasiado en su poder, por lo menos hasta la decadencia de la República romana ocurrida después de las reformas agrarias de los hermanos Gracos, los consulados de Cayo Mario y la dictadura de 19 Polibio. Op Cit. Pág. 156-57 20 Ídem. Pág. 160. 25 Lucio Cornelio Sila en el 88 A.C., y que culminó con la decadencia y destrucción política de la República Romana con la dictadura vitalicia de Cayo Julio César en el año 46 A.C. 21 22 El equilibrio se mantiene y el sistema no degenera porque cuando el poder de uno de los elementos pretende crecer, los otros le frenan. Esta es la vieja fórmula del gobierno mixto, sólo que ahora ya no es de clases, como en Aristóteles, sino de poderes políticos. El hecho de que el análisis de la Constitución romana presente deficiencias, como es la falta de un adecuado tratamiento de los tribunos, no resta méritos a la obra de Polibio. Siglos más tarde tampoco Montesquieu nos dará un análisis exacto de la Constitución inglesa. 23 Tampoco resta méritos que Polibio haya ignorado el análisis social, que le hubiera llevado a la conclusión de que el poder estaba en manos de una clase cuyo órgano era el Senado, porque los cónsules procedían de la clase senatorial y el pueblo sólo tenía funciones de control, no tenía iniciativa. Polibio era muy inteligente para quedarse en los aspectos triunfales de Roma. Pensó también en los que amenazaban a esa grandiosa estructura: el peligro viene por el lado de la democracia u oclocracia como sucedió posteriormente con la dictadura de César. La conclusión de Polibio es clara y simple: mantener en su sitio a la nobleza y al pueblo en perfecto equilibrio de poderes. La receta también es simple: mantener el principio de austeridad que ha inspirado la civilización romana: que la nobleza renuncie al lujo con lo cual evitará que la ambición se apodere del pueblo y lo empuje a superar sus límites. Roma debía aprender de la historia para mantenerse dentro de los límites de la constitución mixta. 2.5. Marco Tulio Cicerón y las formas de gobierno. Cicerón nace a finales del siglo II A.C., concretamente en el año 106, en Arpino y en el seno de una familia acaudalada de origen plebeyo. Su vida se desarrolla durante el siglo I A.C. falleciendo en el año 43 A.C., antes de la caída de la República y el subsiguiente período imperial. Era un ciudadano romano destacado, tanto por sus dotes oratorias, actividad por la que más se le recuerda, como por su contribución al sistema judicial, siendo célebre abogado 21 Plutarco. Op Cit. 1991. vida de Mario, vida de Sila y vida de César. 22 Suetonio. Los Doce Césares. Ediciones Orbis S. A. Barcelona. España. 1985. Pág. 47-50. 26 por su exitosa intervención en procesos de envergadura, tales como la defensa de Sexto Roscio Amerino acusado falsamente de haber cometido un crimen o su intervención en el juicio de Verres 24 y su participación como cónsul romano en el sofocamiento de la conjuración de Catilina. Cicerón tomó diferentes posiciones políticas dependiendo del momento concreto: primero se opone al primer triunvirato formado por César, Pompeyo y Craso por considerarlo anticonstitucional, lo que le acarrea la caída en desgracia; y después adopta la posición contraria, apoyando la política de los triunviratos. De este período son los dos tratados políticos más importantes, esto es, De Legibus y De Republica, como premio es nombrado procónsul de la provincia de Cilicia en Asia Menor. Tras la derrota de Pompeyo en Farsalia y la consiguiente pérdida de apoyo político, se acoge al perdón de César. 25 En el año 43 es asesinado por orden de Marco Antonio durante el régimen del segundo triunvirato. La lectura de De Republica nos va a permitir conocer de primera mano el pensamiento político de Cicerón como autor representativo del último período de la República romana. Pero Cicerón la sitúa fuera de su propia época, en dos generaciones anteriores, específicamente en el año 129 A.C., posiblemente para evitar el riesgo del enfrentamiento directo con las personalidades de su obra. El texto está escrito en forma de diálogo, al estilo socrático. En la República (alrededor del 50 A.C.), la excelencia del gobierno mixto y el elogio de la Constitución romana corren paralelamente. Cuando Cicerón escribió su libro un siglo después de Polibio, la idea de que el gobierno mixto fuese el mejor y la conceptualización de la Constitución romana como mixta ya estaban consolidadas. Una y otra se refuerzan mutuamente: La Constitución romana es la mejor de las constituciones porque es un gobierno 23 Montesquieu. Op Cit. Libro IX. Capítulo VI. Pág. 143-150. 24 José Guillén. Estudio preliminar y traducción de Sobre la República de Marco Tulio Cicerón. Editorial Tecnos S. A. Madrid. España. 1986. 25 Cayo Julio César. Comentarios a la Guerra Civil. Alianza Editorial. Madrid. 1985. 27 mixto; pero al mismo tiempo el gobierno mixto es el mejor de los gobiernos porque es el producto secular de Roma. 26 En el dialogo ficticio con Escipión Emiliano, se pregunta Cicerón, ¿Qué es la República?: ¿Qué es la República sino la cosa común a la ciudad. Pero ¿que es reunidos en una vida común por la romanos: En breve una multitud concordia y vino a ser ciudad. 27 del pueblo? Es por consiguiente, la cosa la ciudad sino una multitud de hombres concordia? Por eso se lee en los políticos dispersa y vaga se reunió mediante la En esta expresión Cicerón es completamente aristotélico, más adelante agrega: Esta sociedad formada por el motivo que he expuesto resolvió primeramente apartarse a un lugar determinado para tener un domicilio en común, y después de haberla hecho fuerte por el lugar elegido y con el trabajo de sus manos a esta reunión de casas la llamaron fortaleza o ciudad, diseminando por acá y por allá templos y plazas públicas. Por tanto, todo pueblo, que es tal conjunción de la multitud que he dicho; toda ciudad, que es la comunidad políticamente constituida; toda República que, según dije, es lo que pertenece al pueblo, debe ser regida por una autoridad inteligente. Es, pues, condición necesaria que esta autoridad ante todo debe estar siempre en relación con la causa que ha dado origen al Estado… En segundo lugar, este gobierno puede confiarse o bien a uno solo, o a un grupo de elegidos, o a la muchedumbre de todos: Cuando el gobierno de todos los asuntos esta en manos de uno solo, a éste lo llamamos Rey, y esta forma de constitución política, reino... Cuando lo tiene unos pocos elegidos, entonces se llama aristocracia: gobierno popular (democracia), así lo llaman, es aquel en que todo el poder lo administra el pueblo: Cualquiera de estos tres géneros de gobierno, si mantiene aquel vínculo que reunió primeramente a los hombres en sociedad política, puede ser, no diré perfecto, ni óptimo, pero si tolerable, de suerte que puede preferirse una forma de gobierno a la otra. En efecto un Rey sabio y justo, o la selección de unos ciudadanos nobles, o el pueblo mismo, aunque el gobierno popular es el más peligroso, si no los ciega la iniquidad y la codicia, parece que pueden tener cierta estabilidad. 28 26 Norberto Bobbio. Op. Cit. Pág. 55. 27 Cicerón. Op Cit. Pág. 27 28 Ídem. Pág 28-29. 28 2.6. Cicerón, el sistema mixto y los ciclos de gobierno. Para Cicerón, al igual que Aristóteles y Polibio anteriormente, existen tres formas buenas y simples de gobierno y tres malas, es decir la Monarquía, la Aristocracia y la República y su contraparte: la Tiranía, la Oligarquía y la Democracia, y al igual que Polibio como consecuencia de los ciclos de gobierno o anaciclosis, una forma conduce a la otra por decadencia y/o degeneración. De igual forma en la Res Publica, existe el elogio a la forma mixta de gobierno que es la que fue adoptada por la República romana, con una evolución a través de su historia, lentamente y por intermedio de varios legisladores y no como producto de un solo legislador como lo fueron Licurgo para Esparta o Solón para Atenas, a este respecto expresa Cicerón: Estoy hablando de estas tres formas de gobierno sin mezclas ni combinaciones, conservando su estado natural: En cada una de ellas encontramos en primer lugar los defectos que hemos indicado, pero tiene además otros vicios perjudiciales: No hay ninguna forma de gobierno que no este unida a una calamidad próxima por un camino pendiente y resbaladizo… ...sumamente odioso, y de la anarquía, suele seguir el poder de los optimates, o una fracción tiránica, o un Rey, o también con frecuencia la tiranía popular (oclocracia), e igualmente de ésta surgir alguna de las formas ya mencionadas y resultan admirables los giros periódicos y el suceder circular de los cambios y mudanzas de las Repúblicas. Así como es propio del sabio el conocer todo esto, así lo es también de un gran ciudadano y de un hombre casi divino el prever durante el gobierno las revoluciones que amenazan y el regir con mano firme el curso de la nave. Así pues, creo que debe preferirse una cuarta forma de gobierno moderado y templado con los tres géneros que antes presenté. 29 En este caso Cicerón se refiere al sistema mixto o la combinación de los tres sistemas buenos de gobierno: la monarquía, la aristocracia y la democracia, en equilibrio de poderes, lo que según Polibio y el mismo Cicerón, le otorgaron su grandeza a la República romana, a este respecto afirmaba Cicerón: Siendo esto así, de las tres formas primeras de gobierno a mi modo de ver, la mejor, y con mucho, es la monarquía; pero mejor que ella sería la forma de gobierno que se presente equilibrada y templada con las tres formas óptimas de poder...Me gusta que haya en la República un poder eminentemente monárquico, que exista también algo encomendado y atribuido a la autoridad de los príncipes, y que haya así mismo otras cosas reservadas a juicio y a la 29 Cicerón. Op. Cit. Pág. 30-31. 29 voluntad de la multitud. Esta constitución ante todo tiene cierta igualdad, de la que a duras penas pueden carecer durante mucho tiempo los pueblos libres, y en segundo lugar estabilidad, puesto que las tres primeras formas indicadas fácilmente degeneran en los vicios contrarios, de suerte que de un Rey surge un tirano, de los optimates una facción, del pueblo la anarquía y el desorden, y que por esos géneros fácilmente se ven suplantados por otros nuevos; esto en cambio en esta constitución armónica y sabiamente templada no sucede a no ser por grandes vicios de los gobernantes: No hay motivo de revolución en un gobierno en que cada uno ocupa firmemente el puesto que le corresponde y no hay ningún grado inferior en que pueda venir a caer. 30 Es pertinente recordar, para continuar con el texto de De Republica, que la” Constitución” romana -como estructura política concretamente realizada y operante, no sólo se presentó como superior a los modelos que la reflexión política griega construyó en abstracto y nadie vio funcionar, sino también y sobre todo que esta misma Constitución se consideró un organismo que fue creciendo y articulándose en el tiempo, haciendo frente a los problemas y las exigencias que se plantearon en el transcurso de su historia: por lo tanto fue un desarrollo histórico y, como tal, capaz de sufrir ulteriores transformaciones con respeto de sus elementos constitutivos. Esta idea se formuló explícitamente al principio del II libro de la Re Publica, en las palabras de Escipión Emiliano, que a su vez citaba al celebre senador romano Marco Porcio Catón el “Censor”: Él...solía decir que nuestra ciudad superaba en su constitución a todas las demás por esta razón, que en aquéllas generalmente fueron individuos particulares quienes ordenaron su propio Estado con sus propias leyes e instituciones, como Minos la de Creta, Licurgo la de Lacedemonia, y la de Atenas había cambiado muchas veces por obra de Teseo, de Dracón, de Solón, de Clistenes y de otros muchos, finalmente la había sustentando un hombre sabio, Demetrio Falero, cuando ya se encontraba extenuada y moribunda. Nuestra constitución en cambio no fue fruto del ingenio de uno solo, sino por muchos; ni se consolida en una sola generación, sino que fue mudando a lo largo de los siglos y de las generaciones. Decía que no había existido ningún ingenio tan grande a quien no se le escapara alguna cosa, y que ni siquiera todos los ingenios del mundo reunidos en una sola persona podrían tomar tanta providencia en una sola edad, de considerar tantas cosas sin la experiencia y la tradición. 31 30 Cicerón. Op. Cit. Pág. 46-47. 31 Cicerón. Op. Cit. Pág. 49-50. 30 Es por ello, prosigue Escipión, que la exposición, que él está a punto de hacer, de los caracteres de esta constitución asumirá la forma de una historia, partiendo de los orígenes: “Conseguiré mejor mi propósito, si os presento nuestra República naciente, crecida, adulta y ya firme y granada, que si me imagino yo mismo una República ideal, como hace Sócrates en la obras de Platón”. 32 En la exposición de Escipión Emiliano, la Constitución romana sigue siendo una constitución mixta, tal como se expresa en el texto de Sobre la República: “La mejor constitución política es la que consta de la combinación de los tres estados principales: el monárquico, el aristocrático y el popular, unidos con moderación de forma que no irriten con castigos a los de corazón duro y fiero.” 33 Una afirmación tal cual como la definió Polibio en sus Historias, es decir un tipo de gobierno que consigue evitar, gracias a una mezcla eficaz de competencias y responsabilidades entre los componentes de una República, y los inconvenientes que se derivan de una concentración de poder en las manos de uno solo de esos elementos constitutivos del Estado, llámese poder ejecutivo, legislativo o judicial. Sin embargo, su forma de ser y funcionar aseguraba a Roma la superioridad con respecto a los demás Estados de su época, más allá de la manera en que se quiera definir su estructura constitucional, tal como proclamó orgullosamente Escipión en la República: En efecto así tengo averiguado, siento y afirmo que ninguna de todas las Repúblicas puede ser comparada ni por su constitución, ni por su sabia organización, ni por férrea disciplina con aquella que recibieron nuestros padres de sus antepasados y a su vez no las han legado a nosotros. 34 2.7. Cicerón y la virtud romana: el amor a las leyes. La virtud es concebida por Cicerón, como la cualidad que tienen los humanos para hacer el bien común. Esta cualidad no tiene una condición natural sino social. Si los hombres no actúan conforme al derecho, con la recta razón, es por las malas costumbres, lo cual se 32 Ídem. Pág. 50 33 Ídem. Libro. II. Pág. 41-65. 34 Polibio. Op. Cit. I-70 31 tiene que contrarrestar fomentando la virtud, esto es, obrar conforme a la naturaleza. Dicho de otro modo, actuar conforme nos indican las leyes, siguiendo una vida constante y continua. La virtud ciceroniana es la forma, categoría social, mediante la cual se realiza el cumplimiento del deber ¿de qué deber? Del deber a las leyes: su acatamiento. La virtud romana se concreta en el amor a las leyes del Estado y a las costumbres de su pueblo. Pero existe la forma más elevada del bien común: participar en la gestión de la propiedad pública, esto es, en el gobierno del Estado, pues no hay otra ocupación en que la virtud humana se aproxime más de cerca de la función augusta de los dioses que la de fundar nuevos Estados o preservar los ya existentes. El concepto romano de virtud implica: • Obligación de participación en la vida pública. • La acción pública tiene como finalidad el bien común. • El bien común es obra del Estado, que es su representación. Esta cualidad se inculca a través de las leyes y la educación que tiene como principios: la frugalidad, la fidelidad, la excelencia y el rigor, sin olvidar la censura para castigar. 2.8. La división de Poderes:¿Qué es y qué no es? Por división de poderes se entiende generalmente una simple separación formal entre poder ejecutivo, legislativo y judicial. Pero esta interpretación popular es completamente insuficiente: nos llevaría al absurdo de suponer, por ejemplo, que existe separación de poderes en Venezuela, que en nuestro caso no pasa de ser un mero formalismo y un “ilusionismo” jurídico. Podemos decir que hay una separación efectiva de poderes cuando ninguna voluntad política, aunque sea mayoritaria, está en condiciones de alterar los derechos de propiedad a su favor y de imponer su voluntad por encima de los demás poderes, a tal efecto decía al respecto Montesquieu: Hay en cada estado tres clases de poderes: el poder legislativo, el poder ejecutivo de los asuntos que dependen del derecho de gentes y el poder ejecutivo de los que dependen del derecho civil... Por el poder legislativo, el príncipe, o el magistrado, promulga leyes para cierto tiempo o para siempre, y enmienda o deroga las existentes. Por el segundo poder, dispone de la guerra y de la paz, envía o recibe embajadores, establece la 32 seguridad, previene las invasiones. Por el tercero, castiga los delitos o juzga las diferencias entre particulares. Llamaremos a éste poder judicial, y al otro, simplemente, poder ejecutivo del Estado... La libertad política de un ciudadano depende de la tranquilidad de espíritu que nace de la opinión que tiene cada uno de su seguridad. Y para que exista la libertad, es necesario que el gobierno sea tal que ningún ciudadano pueda temer nada de otro... Cuando el poder legislativo está unido al poder ejecutivo en la misma persona o en el mismo cuerpo, no hay libertad porque se puede temer que el monarca o el senado promulguen leyes tiránicas para hacerlas cumplir tiránicamente... Tampoco hay libertad si el poder judicial no esta separado del legislativo ni del ejecutivo. Si va unido al poder legislativo, el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos será arbitrario, pues el juez seria al mismo tiempo legislador. Si va unido al poder ejecutivo, el juez podría tener la fuerza de un opresor... Todo estaría perdido si el mismo hombre, el mismo cuerpo de personas principales, de los nobles o del pueblo, ejerciera los tres poderes: el de hacer las leyes, el de ejecutar las resoluciones publicas y el de juzgar los delitos o las diferencias entre particulares. 35 Bolívar reafirmó prácticamente esa última estrofa de Montesquieu, en su discurso pronunciado en Caracas el día 2 de enero de 1814 en el convento de religiosos franciscanos de la siguiente manera: “No usurparé una autoridad que no me toca; yo os declaro, pueblos !que ninguno puede poseer vuestra soberanía, sino violenta e ilegítimamente! Huid del país donde uno solo ejerza todos los poderes: es un país de esclavos.” 36 Posteriormente Bolívar en su discurso ante el Congreso de Angostura a principios del año 1819, lo expresaba de la siguiente manera: “Un gobierno republicano ha sido, es, y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la soberanía del pueblo: la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios.” 37 Más adelante en el mismo discurso agregaba al comentar sobre la conveniencia de adoptar la Constitución británica lo siguiente: “yo os recomiendo esta Constitución popular, la división y el equilibrio de los poderes, la libertad civil, de cómo la más digna de servir de 35 Montesquieu. Op Cit. Libro IX. Capítulo VI. Pág. 143-144.. 36 Simón Bolívar. Discurso pronunciado en Caracas el día 2 de enero de 1814 en el convento de religiosos Franciscanos. 37 Simón Bolívar. Discurso ante el Congreso de Angostura. del 15 de febrero de 1819. 33 modelo a cuantos aspiran al goce de los derechos del hombre y a toda felicidad política que es compatible con nuestra frágil naturaleza.” 38 Desde este punto de vista, la separación de poderes puede verse como parte de un mecanismo de ineficiencia calculada, deliberadamente diseñado para poner trabas a la ambición política de un sólo hombre o una parcialidad política. Este mecanismo fue explicado de manera brillante por Antonin Scalia, ex-miembro de la Corte Suprema de los Estados Unidos, en un artículo publicado en 1999 por el Wall Street Journal. 39 Scalia menciona una por una las “trabas” que encontraría, en los Estados Unidos, una voluntad política excesivamente ambiciosa: las garantías constitucionales a los derechos individuales, la extrema dificultad para modificar la constitución, el colegio electoral, la estructura federal de gobierno, la Corte Suprema de Justicia, etc. Luego de esta enumeración, Scalia concluye: “La estructura fue diseñada para dificultar la tarea de legislar, lo que ofrece, en última instancia, la protección más significativa para una minoría frente a la voluntad de una mayoría” 40 . En países donde cuesta muy poco sancionar leyes, como en los de América Latina y el África, que se encuentran en vías de modernización política, los derechos de propiedad son necesariamente inestables. De ahí la alta inestabilidad política, la falta de confianza, la fuga de capitales y el alto costo del dinero (inflación). La relación entre división de poderes y prosperidad económica fue recientemente analizada por Stefan Voigt en un importante artículo. 41 Luego de plantear el vínculo ya conocido -y empíricamente comprobado- entre libertad y prosperidad económica, Voigt se interroga sobre las condiciones para que florezca la libertad. La principal condición para la libertad es el “imperio de la ley” (The rule of law). ¿Y cómo se garantiza el “imperio de la ley”? ¡Con la división de poderes! Un pasaje de los Comentarios del juez Joseph Story, ex- 38 Íbidem. 39 Antonin Scalia: “How Democracy Swept the World”, Wall Street Journal, 7 de septiembre de 1999. 40 Samuel P Huntington. Op. Cit. Capítulo I, Pág. 40-60. 41 Stefan Voigt: “Making Constitutions Work: Conditions for Maintaining the Rule of Law”, Cato Journal, Vol. 18, N.2, 1998. 34 miembro de la histórica Corte Suprema de los Estados Unidos que fue dirigida por el magistrado John Marshall entre los años 1801 y 1835, y parafraseando a Montesquieu ilustró esa idea de la siguiente manera: “Si cualquiera de los poderes se une al ejecutivo, la vida, la libertad y la propiedad de los sujetos quedará en manos de jueces arbitrarios”. 42 42 Joseph Story: Commentaries on the Constitution of the United States (1833), reeditados por Melville M. Bigelow (Boston: Little, Brown & Co, 1905). CAPÍTULO III MAQUIAVELO, LOS SISTEMAS DE GOBIERNO Y LA TEORÍA DE LA ANACICLOCIS De modo que yo creo que la fortuna que tuvieron los romanos en este asunto la tendrán todos los príncipes que procedan como los romanos y sean tan virtuosos como ellos. 1 La Constitución Romana es la que mayor poder y fortuna ha producido a ningún pueblo del mundo;...Un gobierno monstruoso y puramente guerrero, elevo a Roma al mas alto esplendor de virtud y gloria; y formó de la tierra un dominio Romano para mostrar los hombres de cuanto son capaces las virtudes públicas; y cuan indiferentes suelen ser las instituciones. Roma y la Gran bretaña son las naciones que más han sobresalido entre las antiguas y las modernas; ambas nacieron para mandar y ser libres, pero ambas se constituyeron no con brillantes formas de libertad, sino con establecimientos sólidos. 2 3.1. Maquiavelo, del principado a la República. Nicolás Maquiavelo nació en Florencia, Italia, el 03 de mayo de 1469 y murió en la misma ciudad el 21 de junio de 1527. Es considerado uno de los grandes autores de la filosofía política, para otros investigadores, como uno de los fundadores de la ciencia política moderna, destacándose no sólo como pensador y escritor político, sino también como historiador y funcionario estatal. En sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio (Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio), (1512-1520) esbozó, después de Polibio y anticipándose a Harrington, y Giambattista Vico, 3 la teoría cíclica de la rueda de las formas de gobierno: la monarquía tiende a la tiranía, la aristocracia se transforma en oligarquía y la democracia en anarquía, lo que lleva de nuevo a la monarquía y así sucesivamente. 1 Maquiavelo Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, Libro II, Cap. I. 2 Simón Bolívar. Discurso ante el Congreso de Angostura del 15 de febrero de1819. 3 Norberto Bobbio. La Teoría de las Formas de Gobierno en la Historia del Pensamiento Político. Fondo de Cultura Económica. México. 1987. Pág. 108. 36 En El Príncipe, obra inspirada en la figura de César Borgia, duque de Valentinois e hijo del papa Alejandro VI, Maquiavelo describe distintos modelos de Estado según cuál sea su origen (la fuerza, la perversión, el azar) y deduce las políticas más adecuadas para su supervivencia. Desde esa perspectiva se analiza el perfil psicológico que debe tener el príncipe y se explica cuáles son las virtudes humanas que deben primar en su tarea de gobierno. Maquiavelo concluye en esa obra, que el príncipe debe aparentar poseer ciertas cualidades, ser capaz de fingir y disimular bien y subordinar todos los valores morales a la razón de Estado, encarnada en su persona. Como se señaló anteriormente, entre los años 1512 y 1520 escribió una de sus obras más importantes objeto del presente análisis: los célebres “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”, texto tanto de filosofía como de teoría política. Se trata de una meditación profunda y sistemática sobre la Constitución de la antigua República Romana y la teoría de la rueda de los sistemas de gobierno o “Anaciclosis”, encontrándose en el mismo, análisis teóricos de gran importancia que son a la vez consejos prácticos; en la obra se fusionan grandes conceptos de teoría política con detalles minúsculos de la militancia política. El título muestra el propósito de Maquiavelo: entablar una suerte de “conversación” con Tito Livio y con otros clásicos, fuera de su tiempo, con el objetivo de obtener una utilidad práctica para edificar el futuro. Los discursos como dijimos en el párrafo anterior, se basan fundamentalmente en la historia de Roma y en los textos de Tito Livio, pues considera a la República romana como un verdadero modelo de sociedad. Así, Maquiavelo trabaja conceptos tales como: constitución, orden, aumento y conservación del poder, control y límites del gobierno. También, realiza una tipología de las formas de gobierno, con sus ventajas y desventajas. ¿Por qué puede una ciudad ser más apta para florecer y mantenerse? Tomando como punto de partida los diez primeros libros de la Historia de Tito Livio, Maquiavelo se propone reexaminar la historia de Roma a fin de descubrir en ellos la clave de su grandeza; su objetivo es el de desentrañar a través de la lectura de la historia la gramática profunda de los asuntos humanos, los resortes efectivos de la libertad y la obediencia, las condiciones materiales ideales de la estabilidad de un régimen político. 37 ¿Es posible leer El Príncipe a la luz de las enseñanzas de los Discorsi? ¿Podemos encontrar en el republicanismo de Maquiavelo la clave de interpretación del resto de su obra? En lo que sigue, y recogiendo el hilo de las interpretaciones contemporáneas de Maquiavelo, intentáremos sostener que es posible restituir a través de sus textos una idea maquiaveliana del “mejor régimen”, del régimen político más apto para hacer frente a los avatares de la fortuna y de la corrupción inevitable del tiempo, del régimen más conforme a la naturaleza de la cosa política. De hecho, uno de los problemas interpretativos permanentes del pensamiento político occidental se encuentra, paradójicamente, en la obra de Maquiavelo, no obstante la aparente precisión y claridad de sus escritos. Me refiero a la relación contradictoria que podría existir entre dos de sus obras principales: El Príncipe y los Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio. Los términos de la contradicción son, en síntesis, los siguientes: en El Príncipe, como es bien sabido, Maquiavelo ofrece un gran número de sugerencias y recomendaciones para que un gobernante único adquiera y, principalmente, mantenga el poder. En cambio en los Discursos, además de declarar insistentemente su preferencia por un gobierno republicano, Maquiavelo ofrece sugerencias y recomendaciones para la instauración y preservación de tal régimen, el cual contempla la participación ciudadana, y consagra la defensa de la vida libre, del vivere libere. Un mismo autor, por consiguiente, compromete su inteligencia, conocimiento y experiencia en esfuerzos cuyos objetivos son dispares, si no diametralmente opuestos. Lo que dificulta aún más la resolución de este problema interpretativo es que Maquiavelo reconoce explícitamente la contraposición necesaria entre regímenes republicanos y principados, tanto en El Príncipe como en los Discursos. Las líneas que abren el primer capítulo de El Príncipe, expresan la relación dicotómica entre las dos formas de gobierno y así lo deja en claro: “Todos los estados, todos los dominios que han tenido y tienen soberanía sobre los hombres, han sido y son o Repúblicas o principados”. 4 Múltiples y variados han sido los intentos de soslayar esta contradicción, pero hay algunos que a nuestro parecer que se destaca por su generalizada aceptación y por la aparente 4 Maquiavelo. El Príncipe. Talleres Gráficos de EDUVEN. Caracas. 2001. Capítulo 1. Pág. 13. 38 solidez de su sustento argumentativo y textual. Me refiero a la del profesor Maurizio Viroli, (1990) 5 que argumenta en su obra la preferencia que tenía Maquiavelo por un régimen republicano, pero que aduce, al mismo tiempo, que Maquiavelo habría sostenido la necesidad de un gobierno fuerte y autocrático para ordenar y establecer las bases de una institucionalidad republicana, es decir, un principado. Así de acuerdo a Viroli,6 El Príncipe y los Discursos conformarían un argumento continuo en dos fases: El Príncipe establecería los mecanismos a través de los cuales un individuo lograría concentrar en sí mismo la autoridad necesaria para reorganizar un sistema político, permitiendo así la construcción de instituciones republicanas; y los Discursos contendrían la exposición del funcionamiento de una República bien ordenada, sus fortalezas y debilidades, y las bases normativas que justificarían la calificación de la República como el régimen preferido. Similar a la opinión de Viroli, es la perspectiva que asume al respecto Antonio Negri: A nosotros, en contra de lo que ambas escuelas interpretativas sostienen, nos parece que la estrechísima interdependencia de El Príncipe y los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, lejos de determinar la renuncia, comporta por el contrario la exaltación del principio republicano. La absolutez de lo político, inventada en El Príncipe, es hecha vivir en la República: sólo la República, sólo la democracia es gobierno absoluto. 7 En la obra de Maquiavelo, subyace perennemente la idea de la virtud ciudadana, que es siempre mejor premiada en las Repúblicas que en las monarquías o en las aristocracias; esto no implica que ésta sea siempre la mejor forma para todas las sociedades humanas, ya que, la forma de gobierno a adoptar dependerá más bien, como lo reafirmo posteriormente Montesquieu, del carácter del pueblo de que se trate. 8 Es por ello que en “El Príncipe” toma una postura extrema, la de preferir una monarquía, un poder fuerte, ya que así se terminaría con el desmembramiento de la península itálica de aquellos tiempos. Así, se erigiría un “príncipe” lo suficientemente poderoso y virtuoso que logrará expulsar a los “bárbaros” y 5 Maurizio Viroli. Machiavelli. Founders of modern Political and Social Thought. Oxford University Press. New York. 1998. Capítulos 2 y 4. 6 7 Íbidem. Antonio Negri. El Poder Constituyente. Ensayo sobre las alternativas de la Modernidad. Madrid: Libertarias/Prodhufi. 1994: Pág.90-1 39 reunificar Italia. El mayor anhelo y el desiderátum de Maquiavelo era ver unificada la península itálica bajo la forma de un gobierno republicano con sede en Florencia y así volver al esplendor de la antigua Roma. 9 10 En este trabajo, coincidimos plenamente con la obra contemporánea de J. G. A Pocock 11 , quien argumenta que para Maquiavelo, republicano por naturaleza, la República es el régimen virtuoso en el sentido clásico del humanismo cívico. Es decir, la República es por encima de todas las cosas, el régimen que permite la realización del vivere civile, de una forma de vida dedicada al interés cívico y al ejercicio de la actividad política del ciudadano, y es en esta vida dedicada a la acción, posibilitada por la República, que el hombre puede aspirar a alcanzar los más altos valores a los que puede pretender. Cualquier forma de gobierno, bien sea el republicanismo o el gobierno popular, que no llene los requerimientos de la vida civil y política es o una tiranía o una República corrupta. 12 Es decir, para Maquiavelo, la República es el régimen virtuoso, una estructura de virtud, en términos de Pocock, en tanto es aquel que brinda el marco para el ejercicio del vivere civile, de la virtud cívica, que es a la vez expresión suprema de la virtud y condición de las virtudes particulares. Pero si sólo en la República hay virtud, el problema de la virtud deviene inmediatamente en el problema de la estabilidad política de la República, de su capacidad de hacer frente a los golpes de la fortuna: para que la virtud pueda desplegarse es preciso que la República perdure. Partiendo de la doble premisa de que toda forma terrenal está sometida a la corrupción y degradación del tiempo, según lo expresaba el mismo Platón hace casi 2400 años, en su obra “La República y el Estado” 13 y además que la República debe hacer frente en sus relaciones territoriales a otras unidades políticas con quienes no comparte el vivere civile. 8 Montesquieu. Del Espíritu de las Leyes. Editorial Tecnos S.A. Barcelona España. 1972. Libro XIX. Capítulo 21. Pág. 261. 9 Maquiavelo, El Príncipe. Capítulo XXVI. Pág. 159-170. 10 Maurizio Viroli. Machiavelli. Founders of modern Political and Social Thought. Oxford University Press. New York. 1998. Pág. 148-49. 11 Pocock, J. G. A. The Machiavellian Moment–Florentine Political Thought and the Atlantic Republican Tradition. New Jersey: Princeton University Pres. 1975 Pág. 157 y 183-185. 12 Maurizio Viroli. Op Cit. Pág. 121 13 Platón. La Republica o el Estado. Libro VII, Pág. 232 -233. 40 Maquiavelo explorará en El Príncipe y en los Discursos, las condiciones de estabilidad de los regímenes políticos: allí, la capacidad de un régimen, sea un principado o una República, por hacer frente a los golpes de la fortuna, tomará el nombre de virtù. Como señala también en su obra Pocock. Maquiavelo pone en evidencia que toda estructura de virtud habita un mundo de fortuna; en consecuencia, ninguna estructura de virtud puede prescindir de su componente de virtù. A partir de este punto, quisiera argumentar que para Maquiavelo la República no sólo es la ciudad virtuosa en el sentido en que lo entiende el humanismo cívico, sino que es también la forma política más propicia para hacer frente a los golpes de la fortuna, y la más apta para hacer gala de virtù. Es decir, la República sería, según las enseñanzas de Maquiavelo, no sólo la ciudad o el Estado más adecuado a la naturaleza moral del hombre, sino también idealmente la más conforme a la naturaleza de la cosa política. La República es en consecuencia para Maquiavelo, la mejor forma de gobierno, es la forma ideal en donde se plasman la libertad y la vida civil. Sólo en una República bien organizada, [republica bene ordinata], el fin del Estado es el bien común. Se llega a este bien común cuando se extinguen las grandes desigualdades sociales, teniendo todos los estamentos de una sociedad determinada, participación en el gobierno (gobierno mixto); que el Estado sea libre sin ser sometido a una sola persona o a un grupo parcial. A este respecto afirma Maquiavelo en sus Discursos: Los que organizan prudentemente una República, consideran, entre las cosas más importantes, la institución de una garantía de libertad, y según sea más o menos acertada, durara más o menos el vivir libre. Y como en todas las Repúblicas hay magnates y pueblo, existen dudas de en qué manos estaría mejor colocada esta vigilancia. Los lacedemonios y, en nuestros días los venecianos, la ponen en manos de los nobles, en cambio los romanos la confiaron a la plebe. 14 Como lo explicaremos detalladamente más adelante en este capítulo, hay, para Maquiavelo, una serie de razones por las que la forma de gobierno republicana es la mejor. Primero, porque mira el bien común. En segundo lugar, al ser el pueblo libre, considera lo público como algo propio y de esta forma se sacrifica más que cualquier príncipe. En tercer 14 Nicolás Maquiavelo. Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Alianza Editorial. Madrid. 1987. Capítulo V. Pág. 41. 41 lugar, hay más igualdad y el Estado es el encargado de protegerla. En cuarto lugar, al estar el gobierno mixto, hibrido o ecléctico, compuesto por varios matices, la República es más equilibrada, fuerte y apta para la toma de decisiones y es más dúctil. En quinto lugar, en ella no existe el problema de la sucesión que impera en los reinados; la República puede buscar el mejor sucesor. En sexto lugar, se respeta la ley, ya que es voluntad de todos; hasta la fuerza se debe convertir en la expresión del poder público. Toda acción tiende hacia este último fin. Bien lo expresa Maquiavelo en su obra: Entre los que merecieron más alabanzas por haber dado constituciones de este tipo se encuentra Licurgo, que ordeno su leyes de esparta de manera que, dando su parte de poder al Rey, a los nobles y al pueblo, construyo un Estado que duro mas de ochocientos años, con suma gloria para él y quietud para su ciudad. 15 Y también enfatiza Maquiavelo en sus Discursos, que por el sólo hecho de vivir libre, hace aumentar las riquezas de los ciudadanos que habitan en una República: Es fácil conocer de dónde le viene al pueblo esa afición a vivir libre, porque se ve por experiencia que las ciudades nunca aumentan su dominio ni su riqueza sino cuando viven en libertad. Y es algo verdaderamente maravilloso considerar a cuánta grandeza llegó Atenas por espacio de cien años, porque se liberó de la tiranía de Pisístrato. Pero lo más maravilloso de todo, es contemplar cuanta grandeza alcanzo Roma después de liberarse de sus reyes. La causa es fácil de entender: porque lo que hace grande a las ciudades no es el bien particular sino el bien común. Y sin duda este bien común no se logra más que en las Repúblicas, porque éstas ponen en ejecución todo lo que se encamine a tal propósito, y si alguna vez esto supone un perjuicio para este o aquel particular, son tantos los que se benefician con ello que se puede llevar adelante el proyecto pese a la oposición de aquellos pocos que resultan dañados. 16 Para continuar en el análisis de la obra: los “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”, seleccionamos el Libro Primero. Aquí, Maquiavelo comienza su reflexión política, tomando a los antiguos romanos y su historia como ejemplos de sistemas políticos exitosos. 15 Maquiavelo. Discursos. 1987. Cap. II. Pág 35. 42 3.2. Del origen de las ciudades A lo largo de la historia pueden observarse acciones virtuosas realizadas por reyes, ciudadanos, capitanes, legisladores y otros hombres que lucharon por su patria. Sin embargo, aquellas acciones no son tenidas en cuenta ya que al momento de imitarlas nadie lo hace. Así, desaparecen todos los signos de la “antigua virtud”. Dice Maquiavelo: Cuando se trata de ordenar la República, de mantener el Estado, de gobernar el reino, organizar el ejército y llevar a cabo la guerra, juzgar a los súbditos o acrecentar el imperio, no se encuentra príncipe ni República que recurra a los ejemplos de los antiguos. 17 El desorden y la violencia de aquellos años son producto, opina Maquiavelo, de la ignorancia de aquellos actos. Nadie en su época busca imitar aquellas acciones virtuosas; como que al cambiar el tiempo también cambiaron los hombres y todo lo que los rodea. En el primer capítulo de los Discursos, Maquiavelo habla acerca del origen de las ciudades haciendo hincapié, fundamentalmente, en los comienzos de Roma. Afirma que las ciudades son edificadas por los hombres libres, siendo éstos nativos del lugar en que la ciudad ha de fundarse, o bien extranjeros. El primero de los casos se daría por razones de seguridad: ante la presencia de asaltantes y de enemigos, los habitantes de los pequeños y dispersos poblados no podían hacerles frente por sí mismos. Para ello necesitaban unirse. Pero, no siempre llegaban a tiempo y cuando lo hacían debían abandonar sus reductos, quedando éstos desprotegidos y cayendo en manos de los enemigos con facilidad; de manera que, para librarse de éstos peligros podían proceder por una iniciativa general propia, o bien, llevarlo a cabo promovidos por alguno que actuase como cabeza, es decir, que entre ellos tuviese más autoridad. Muchas veces, los hombres libres se ven obligados a abandonar el país natal y buscar un nuevo lugar donde asentarse, ya sea por hambre, guerra o epidemias, y pudiendo hacerlo por iniciativa propia o bajo la guía de algún príncipe. 16 17 Ídem. Pág. 185-186. Maquiavelo. Discursos. 1987. Pág. 26 43 Con respecto a la virtud, la virtud de los fundadores y la fortuna de la ciudad fundada serán más o menos maravillosas, según hayan sido más o menos virtuosos sus principios. La virtud, según Maquiavelo, se reconocerá por dos factores: • La elección del lugar • La ordenación de las leyes Mientras tanto, los hombres pueden obrar por necesidad o por libre elección, siendo la virtud inversamente proporcional a la libre elección. La edificación en los lugares estériles es mejor por el hecho de que la vida dura quita el lugar al ocio y lleva a la unidad del pueblo, así como también ayuda a templar el espíritu. Pero, sólo el poder garantiza a los hombres la seguridad, de tal manera que les resulta necesario radicarse en tierras fértiles, de fácil ampliación, que les permita la defensa de los asaltantes y que sea capaz de someter a todo lo que se oponga a su grandeza. La abundancia puede venir acompañada por el ocio, es por esto que las leyes deben tener la finalidad de no producir inhábiles ociosos para producir cualquier ejercicio virtuoso. 18 3.3. De la Tipología de las Repúblicas según Maquiavelo. En el segundo capítulo, da cuenta acerca de los diferentes tipos de Repúblicas, dentro de los cuales se puede ubicar a la República romana. Maquiavelo se referirá a las ciudades cuyo origen está alejado de la servidumbre externa; son diferentes sus principios, sus leyes y sus ordenamientos. La primera distinción que hace Maquiavelo se da entre las ciudades que recibieron sus leyes en un momento dado y de un solo legislador, como fue el caso de Esparta con Licurgo, personaje mítico, pero referido como legislador insigne en las Vidas Paralelas de Plutarco 19 y en la Política de Aristóteles, 20 y así es diferente del caso de Roma, donde éstas se adquirieron poco a poco, a través del tiempo y según las circunstancias según lo expresado por Cicerón en su obra De Res Publica y el propio Maquiavelo. 21 A partir de esto, las ciudades o las republicas pueden ser felices o infelices. Serán felices aquellas Repúblicas en las que un 18 Maquiavelo. Op. Cit. Pág. 29. 19 Plutarco. Vidas Paralelas. Iberia. Joaquín Gil Editor. Barcelona. España. 1944. Tomo I. Pág. 79-110. 20 Aristóteles. Política. Op Cit.1986. Libro I. Capítulo IX. Pág. 91-95. 21 Cicerón. De República. Editorial Tecnos S. A. Madrid. España. 1986. Pág. 49-50. 44 hombre lo suficientemente prudente le haya dado leyes lo suficientemente ordenadas, como lo dice Maquiavelo: “Y desde luego podemos llamar feliz a aquella República en la que haya surgido un hombre tan prudente que le haya dado leyes de tal manera que, sin necesidad de corregirlas, pueda vivir segura bajo ellas.” 22 Y son infelices las ciudades, cuanto más lejos se hallen del orden adecuado, y más infelices han de ser, cuanto más alejado se está de ese orden y cuanto más apartadas estén sus leyes de su perfecto y verdadero fin, como lo expresaba Maquiavelo: Y, por el contrario, alcanza el mayor grado de infelicidad aquella ciudad que, no habiéndose trazado según ordenamiento jurídico prudente, se ve forzada a reorganizarse a sí misma: Y entre éstas, es más infeliz la que está más apartada del orden adecuado, y estará más apartada la que tenga unas leyes completamente fuera del camino recto que pudiera conducirla a su perfecto y verdadero fin. 23 Maquiavelo, al igual que Polibio con anterioridad, reconoce seis formas de gobierno, de las cuales según el florentino, tres son buenas y las otras tres malas; las formas buenas se corrompen fácilmente, convirtiéndose en perniciosas. Las buenas son: la Monarquía, la Aristocracia y el Gobierno Popular. Y las malas por sí mismas son la Tiranía, la Oligarquía y el Gobierno Licencioso u Oclocracia. 24 Estas últimas están intrínsecamente ligadas a las primeras y son tan semejantes y cercanas a ellas que con facilidad se pasa de unas a otras. (...) porque el principado fácilmente se vuelve tiránico, la aristocracia con facilidad evoluciona en la oligarquía y el gobierno popular se convierte en licencioso sin dificultad… De modo que si el organizador de una República ordena la ciudad según uno de los regimenes buenos, lo hace para poco tiempo, porque irremediablemente, degenerara en su contrario, por la semejanza que tienen, en este asunto, la virtud y el vicio. 25 22 Maquiavelo. Discursos. 1987. Pág. 32. 23 Íbidem. 24 El termino Oclocracia, es tomado directamente de Polibio en su libro VI de las Historias, y según Bobbio es el termino utilizado por Polibio para referirse al gobierno popular en su forma corrupta: “oclocracia”, de okhlos, que significa multitud, masa, chusma, plebe y que correspondería a nuestro “gobierno de las masas” o popular, cuando el termino masa es utilizado en el sentido peyorativo. Bobbio. Op Cit. 2003. Pág. 46. 25 Maquiavelo. Discursos. Op Cit. 1987. Pág. 32-3. 45 De esta manera los regímenes buenos son poco duraderos y rápidamente degeneran en su contrario, por la semejanza entre el vicio y la virtud. El defecto de estas formas simples de gobierno es la inestabilidad, 26 por lo tanto, también las formas buenas son malas en realidad. Así, con el origen de las cosas “honestas y buenas” y su diferenciación de las “malas y perniciosas”, deviene el conocimiento de la justicia. A partir de esto, para elegir a un príncipe, se buscaba el que fuese más prudente y justo. Maquiavelo sostiene que las distintas formas de gobierno aparecieron entre los hombres por azar. En un primer momento, unos pocos habitantes vivían dispersos como las fieras; al multiplicarse su número se vieron obligados a reunirse con el fin de defenderse mejor. Para ello empezaron a buscar al más fuerte y al de mayor coraje, al que hicieron jefe y le prestaron obediencia: Aquí tuvo su origen el conocimiento de las cosas honestas y buenas y de su diferencia de las perniciosas y malas; pues viendo que si uno perjudicaba a su benefactor nacían en los hombres el odio y la compasión denostando el ingrato y el honrado al que le había favorecido, y pensando cada uno que podía recibirlas mismas injurias, para huir de tales perjuicios se sometieron las leyes y ordenar castigos para quien las contraviniese, lo que trajo consigo el conocimiento de la justicia. Como consecuencia de ello, cuando tenían que elegir un príncipe ya no iba directamente al de mejores dotes físicas, sino al que fuese más prudente y más justo. 27 Maquiavelo propone en este capítulo, la “Teoría Circular de las Formas de Gobierno”, o Anaciclosis, como la denominaron anteriormente: Platón, Aristóteles y subsiguientemente Polibio. ¿En que consiste la teoría de la rueda de las formas de gobierno o anaciclosis?: En primer lugar, para la formación del Estado. Veamos como Maquiavelo razona: tal era la situación que se vivía en la península itálica para la época, que parecía que la mejor forma de gobierno era la monarquía. Cuando los príncipes comienzan a ser proclamados por sucesión, comienza la decadencia, se dejan de lado las acciones virtuosas y los herederos superan a los antepasados en suntuosidades y placeres. El príncipe comienza entonces a ser odiado y él a 26 Norberto Bobbio. La Teoría de las Formas de Gobierno en la Historia del Pensamiento Político. Fondo de Cultura Económica. México. 1987. Pág. 67 27 Maquiavelo. Discursos.1987. Pág 33. 46 temer por ese odio. Ese miedo se convierte en ofensa hacia sus súbditos y, por lo tanto nace la tiranía. Pero, no faltó un grupo de hombres poderosos, que superaban a los demás en riquezas, nobleza y en grandezas de ánimo, que se levantaran en armas, constituyendo un nuevo gobierno, el de los mejores y así nació la aristocracia. Seguían las leyes que ellos mismos habían promulgado, posponiendo todo interés propio a la utilidad común, y conservaban y gobernaban con suma diligencia lo público y lo privado. De esta manera, los intereses comunes eran antepuestos a los particulares y tanto lo público como lo privado era manejado con sumo cuidado. Pero, cuando pasaron los cargos a sus hijos, la situación cambió, ellos no habían vivido la tiranía y la igualdad cívica no los conformaba. Movidos entonces por la ambición y la avaricia, el “gobierno de los mejores” se convirtió en el “gobierno de unos pocos”, transformándose en oligarquía siendo este ultimo un gobierno similar al del tirano. La multitud popular al mando de cualquiera que quisiera dañar a la oligarquía existente, era un instrumento listo para actuar. Y no faltó quien movilizara al pueblo y expulsara a esta oligarquía. Maquiavelo dice al respecto del surgimiento de la democracia lo siguiente: “Como aún estaba fresca la memoria del príncipe y de los perjuicios que había causado, desecha la oligarquía y sin querer volver al principado, la gente se inclinó por la democracia, ordenándola de manera que ni los poderosos ni un príncipe pudiesen tener ninguna autoridad” 28 . Este gobierno tampoco fue estable; cuando llegó a su fin la generación encargada de organizarla, volvió a reinar el desorden. Así se reinicia nuevamente el círculo, ya sea por necesidad o por sugerencia de un hombre prudente, se vuelve al principado y así pasa de grado en grado se volvió de nuevo al desorden, de la manera y por las razones antedichas, hasta aquí la teoría de la rueda de los sistemas de gobierno de los Discursos, es tal cual como lo describió Polibio en sus Historias. 29 Y como lo reafirmaba el mismo Maquiavelo: Y este es el círculo en que giran todas las Repúblicas, se gobiernen o sean gobernadas; pero raras veces retornan a las mismas formas políticas, porque casi ninguna República puede tener una vida tan larga como para pasar muchas veces esta serie de mutaciones y permanecer en pie. Más bien suele acaecer 28 Maquiavelo. Discursos. 1987. Pág. 35. 29 Polibio. Historia Universal durante la República Romana. Libro VI. 47 que, en uno de esos cambios, una República, falta de prudencia y de fuerza, se vuelva súbdita de algún estado próximo mejor organizado, pero si no sucediera esto, un país pudiera dar vueltas por tiempo indefinido en la rueda de las formas de gobierno. 30 3.3.1. Del elogio al sistema híbrido o mixto de gobierno. En general, concluye Maquiavelo, en estas mutaciones que el Estado realiza, por falta de fuerzas y prudencia, se suele caer en manos de otro estado mejor organizado, convirtiéndose en súbdito o vasallo de éste, además agrega: Añado además, que todas estas formas son pestíferas, pues la las buenas tienen una vida muy breve, y las malas son de por sí perversas. De modo que conociendo este defecto, los legisladores prudentes huyen de cada de estas formas en estado puro, eligiendo un tipo de gobierno que participe de todas, juzgándolo más firme y más estable, pues así cada poder controla a los otros, y en una misma ciudad se mezclan el principado, la aristocracia y el gobierno popular. 31 Estas formas puras de gobierno pueden ocasionar grandes daños, las buenas porque tienen muy corta duración, y las malas porque son perversas por sí mismas y en el paso de una forma a otra se producen grandes revueltas y revoluciones en las ciudades que las sufren. Así, Maquiavelo considera que la mejor forma de gobierno es el “gobierno híbrido” o mixto ya que sintetiza y agrupa eclecticamente las formas buenas de gobierno y no sólo porque resulta más firme, sino también más estable, pues existe un control mutuo o de “balances”, entre el principado, la aristocracia y el gobierno popular. Para mostrar esto, toma como ejemplo a Esparta, que vivió cerca de ochocientos años, mientras que Atenas, con un gobierno popular puro, no duró más de un siglo, veamos como lo expresa Maquiavelo: Entre los que merecieron mas alabanzas por haber dado constituciones de este tipo mixto se encuentra Licurgo, que ordenó las leyes de Esparta de manera que, dando su parte de poder al rey, a los nobles y al pueblo, construyo un estado que duro más de ochocientos años, con suma gloria para él y quietud para su ciudad. Sucede lo contrario con Solón, el que dio leyes a Atenas, pues organizándolo todo según gobierno exclusivamente popular, lo construyo de vida tan breve que antes de morir vio como nacía la tiranía de Pisístrato, y aunque cuarenta años más tarde fueron expulsados sus herederos y volvió 30 Maquiavelo. Discursos. 1987. Pág. 35 31 Ídem. 48 Atenas a su libertad, al volver a tomar un gobierno popular según el modelo de Solón, no lo mantuvo más de cien años. 32 3.3.2. Maquiavelo y el sistema Híbrido de la República Romana. Maquiavelo en el capítulo II de su Discursos, presenta como ejemplo de la constitución mixta o híbrida, el caso de la Constitución romana: Pero Volvamos a Roma; la cual, aunque no tuvo un Licurgo que la organizase, en su orígenes, de manera que pudiera vivir libre por mucho tiempo, fueron tantos los sucesos que la sacudieron, por la desunión existente entre la plebe y el senado, que lo que no había hecho un legislador lo hizo el acaecer: De modo que, si Roma no fue favorecida con la mayor fortuna, sí fue afortunada de la otra forma que decimos más arriba, ya que, aunque su primera ordenación fue defectuosa, no la desvió del recto camino que podía conducirla a la perfección. 33 Tanto Rómulo como los otros reyes, hicieron las leyes que les permitían vivir en libertad. Pero como pretendían fundar un reino, al caer la monarquía se vieron en la necesidad de realizar una serie de cambios a fin de regular en defensa de la libertad, para lo que las leyes no habían sido previstas. Quienes depusieron al Rey crearon, en su lugar, un espacio para dos cónsules, quienes reemplazaron al monarca, y el senado, representaba la aristocracia, existiendo entonces dos de las tres formas de gobierno. Cuando la nobleza romana se volvió insolente, las masas se sublevaron y, antes de perderlo todo, la nobleza concedió parte de su poder al pueblo conservando los senadores y los cónsules, de todos modos, la autoridad para mantener en la República sus respectivas posiciones; así, fueron creados los tribunos de la plebe. Desde entonces, aquel Estado fue más estable y constituía una República perfecta, como se expresa en las propias palabras de Maquiavelo: Y tan favorable le fue la fortuna, que aunque paso de la monarquía y la aristocracia al poder popular, en la forma y por las causas descritas mas arriba, no por eso se arrebató toda la autoridad a la corona para darla a los nobles, ni se anulo enteramente la autoridad de los nobles para darla al pueblo, sino que permaneciendo mezcladas, compusieron una República perfecta, llegando a esa 32 Maquiavelo. Discursos. 1987. Pág. 36. 33 Ídem. 49 perfección gracias a la desunión entre la plebe y el senado, como se demostrara ampliamente en los capítulos siguientes. 34 Maquiavelo explica asimismo, los acontecimientos que llevaron a la formación de los tribunos de la plebe en Roma y de cómo se perfeccionó la República, afirma que como lo demuestran todos los que han meditado sobre la vida política: y los ejemplos de que esta llena la historia, es necesario que quien disponga una República y ordena sus leyes presuponga que todos los hombres son malos, y que pondrán en practica sus perversas ideas siempre que se les presente la ocasión de hacerlo libremente, y aunque alguna maldad permanezca oculta por un tiempo, por provenir de una causa escondida, que por no tener experiencia anterior, no se percibe, siempre la pone al descubierto el tiempo, a quien llama padre de toda verdad: Los hombres sólo obran bien por necesidad, pero donde se puede elegir y hay libertad de acción se llena todo inmediatamente de confusión y desorden. Por eso se dice que el hambre y la pobreza hacen ingeniosos a los hombres y las leyes los hacen buenos, y cuando una cosa marcha bien por sí misma no es necesaria la ley, pero cuando desaparece esa buena costumbre, la ley se hace necesaria con urgencia. 35 Cuando Tito Livio habla de la nobleza y de la plebe, dice que existían entre ellas intereses comunes e incluso, luego de la expulsión de los reyes, las primeras medidas tomadas en el senado apuntaban a mantener la concordia en el Estado y a unir al pueblo con los senadores. Durante los reinados de los Tarquinios, la nobleza los tenía de su lado y trataba de mantener también a su lado la plebe, motivo por el cual la trataba humanamente. Pero, al desaparecer definitivamente los reyes, se desvaneció el temor los nobles y ofendían a la plebe de todas las maneras posibles, no tenían ningún tipo de freno y entonces, tras un período de mucha confusión, de peligros, alborotos y revueltas, hasta la amenaza de la plebe de abandonar la ciudad y fundar una nueva, se crearon los tribunos de la plebe, para salvaguarda de la misma, tanto como medida de protección para la plebe como para hacer de intermediaria como representación política entre ésta y el senado y así frenar la insolencia de los nobles. 34 Maquiavelo. Discursos.1987. Pág. 37. 35 Íbidem. 50 3.3.3. ¿Cuál régimen político es mejor, más perdurable y estable, el Principado o la República? Maquiavelo sostiene que la desunión de la plebe y el senado romano hicieron libre y poderosa a la República romana. Los continuos conflictos o luchas entre la nobleza y la plebe son la causa principal de la libertad de Roma; de esta desunión surgieron leyes que hicieron posible ese ejemplo de libertad durante su periodo republicano. Estas leyes permitieron una buena educación, los buenos ejemplos y la libertad pública. A partir de los continuos tumultos entre la nobleza y la plebe se produjeron efectos muy buenos según Maquiavelo: no sólo la creación de los tribunos de la plebe, que dieron al pueblo un espacio en la administración, sino también a que éstos se convirtieron a su vez en guardianes de la libertad romana. En sus propias palabras: Creo que los que condenan los tumultos entre los nobles y la plebe, se fijan más n los ruidos y gritos que nacían de esos tumultos que en lo buenos efectos que produjeron: El de los grandes y el del pueblo, y todas las leyes que se hacen en pro de la libertad nacen de la desunión entre ambos, como se puede ver fácilmente por lo ocurrido en Roma. No se puede llamar en modo alguno, desordenada una República donde existen tantos ejemplos de virtud, porque lo buenos ejemplos nacen de la buena educación, la buena educación de las buenas leyes, y las buenas leyes de esas diferencias internas que, muchos desconsideradamente, condenan, pues quien estudie el buen fin que tuvieron encontrará que no engendraron exilios ni violencias en perjuicio del bien común, sino leyes y órdenes en beneficio de la libertad pública. 36 En el quinto capítulo de los discursos Maquiavelo trataría de dar respuesta al siguiente interrogante: “¿Dónde se resguardará más seguramente la libertad, en el pueblo o entre los grandes, y quiénes tienen mayores motivos para causar tumultos, o quiénes quieren conquistar y quiénes mantener?” 37 Para quien organiza prudentemente una República, resulta de vital importancia instituir una garantía de la libertad; cuanto más acertada sea la misma, más tiempo vivirá libre. Pero, el gran dilema es a quién se le debe adjudicar la realización de esta empresa. Hay dos posturas encontradas: que la vigilancia esté en manos de la plebe o sino, en manos de la nobleza. Hay 36 Maquiavelo. Discursos. Pág. 39. 37 Ídem. Pág. 41. 51 ejemplos para ambas: en Venecia la ponen en manos de los nobles en tanto que en Roma, le fue confinada a la plebe. No obstante como paradoja tanto en Esparta como en Venecia, esa libertad tuvo mayor duración que en Roma. Si se pone como guardián de la libertad al pueblo, sostiene Maquiavelo, “nos veremos (...) libres de cuidados, pues, no pudiéndola tomar, no permitirá que otro la tome (...)” 38 Mientras que, los que sostiene la postura opuesta, afirman que al poner la vigilancia en manos de los poderosos, llevan a cabo dos cosas positivas: por un lado, satisfacer la ambición de los nobles, que al tener más participación, tenderán más a contentarse, y, por el otro, se le saca a la plebe un cargo de autoridad, ya que ésta es causa de constantes oposiciones y escándalos Si una República quisiera constituir un Imperio, como en el caso de Roma, deberían imitarla, mientras que aquella que se conformase con conservarse en su estado, deberían asemejarse a Venecia y a Esparta. En este caso Roma se convirtió en imperio porque permaneció siendo República la ciudad en si misma, mientras que fue tolerante con las ciudades y Estados conquistados y subyugados, permitiéndoles que mantuvieran sus antiguos dioses e instituciones y sus pretéritos y tradicionales sistemas de gobierno, lo que le permitió a Roma, en tiempos de peligro para ella, como lo fue durante la invasión de Italia por parte de Aníbal Barca durante la segunda guerra punica, entre el 217 y 202 A.C., mantener la lealtad de las ciudades italianas y evitar así una insurrección general de dichas ciudades en contra suya, lo que hubiese acarreado sin lugar a dudas la destrucción de Roma por Aníbal en la referida guerra. 39 Caso contrario pasó con Esparta al vencer a Atenas en la guerra del Peloponeso en el 402 A.C., e imponerle un sistema de gobierno llamado el de los “treinta tiranos”, los hizo odiosos a las demás ciudades del resto de Grecia e incremento el temor de ellas por su hegemonía, lo que acarreo finalmente la insurrección armada de Atenas y principalmente de la ciudad de Tebas, que posteriormente acabarían con la hegemonía espartana en Grecia, 38 39 Ídem. Pág. 39. Tito Livio. Historia de Roma. Tomo I. Alianza Editorial S.A. Madrid. 1991. Theodor Mommsen. Historia de Roma. Ediciones Orbis. S.A. Barcelona. 1985. 52 producto de las derrotas militares espartanas a manos de los tebanos comandados por los celebres héroes plutarquianos Pelópidas y Epaminondas. 40 Finalmente, ¿Qué personaje es más ambicioso?, ¿el que quiere adquirir o el que quiere mantener? ¿La nobleza o el pueblo? Ambos lo son. Los que lo poseen temen perderlo, y esto mismo, de manera inversa, es lo que moviliza a los que desean adquirir, porque no están seguros de los que tienen a no ser que adquieran algo más. Por otro lado, generan en la plebe, ya sea el deseo de la venganza con el fin de despojarlos, o, simplemente, hacerse de esas riquezas y honores que los otros no emplean bien. El cuestionamiento que se realiza en el sexto capítulo de los Discursos, es que si en Roma hubiera podido establecerse un gobierno que acabase con la vieja rivalidad entre el senado y la plebe. Para poder arribar a una respuesta, Maquiavelo muestra como ejemplo a Esparta, entre los antiguos, y a Venecia, entre los modernos. En Venecia el gobierno pudo nacer y mantenerse sin conflictos, ya que, cuando Venecia nació, todos sus habitantes integraban el gobierno, y los que luego empezaron a llegar encontraban un estado firme y cerrado (con respecto al acceso). De esta manera, no tenían ni causa ni facilidad para levantarse, Además, los que fueron llegando, resultaban ser números muy reducidos en comparación con los gobernantes. Con respecto a Esparta, su gobierno estaba constituido por dos reyes, un pequeño senado (Gerusía) representando la aristocracia y a los éforos representado al pueblo, y pudo mantenerse por varias razones: primero, porque Esparta poseía pocos habitantes; segundo, porque no aceptaba extranjeros y, en tercer lugar, porque tenían mucho respeto a las leyes de Licurgo que impedían la formación de cualquier conflicto. Por otra parte, cabe recordar que: “los reyes espartanos (...) para mantener su dignidad debían (...) defender a la plebe de toda injuria; de modo que la plebe ni tenía, ni deseaba el poder, y no teniendo poder, ni miedo, no había lugar para que surgiese una rivalidad con la nobleza, ni causa para los tumultos” 41 . 40 Plutarco. Vidas Paralelas. Op Cit. 1944. Libro II. Vida de Pelópidas. 41 Maquiavelo. Discursos. Pág. 45. 53 En Roma, no se debería haber acudido a la plebe en caso de una guerra (como sí lo hacían los venecianos), como tampoco se debería haber permitido la llegada de extranjeros (como lo hicieron los espartanos). “Como hicieron ambas cosas, lo que proporcionó a la plebe fuerza y aumento, permitieron que naciesen infinitas ocasiones de alterar el orden público”. 42 Ahora bien, de haber sido más tranquila Roma, hubiese sido también más débil, pues si no se hubiesen dado aquellas, tampoco hubiera podido engrandecerse. Por lo tanto, quien desee organizar una República, debe saber si desea hacer de ella un Imperio como lo hizo Roma; de esta manera hay que seguir la propuesta de Maquiavelo. Pero si, por el contrario, se la imita a Esparta, se debe evitar todo tipo de conquista, pues, para un Estado pequeño y débil, la ampliación significaría su propia destrucción. Maquiavelo también lleva a meditación el tema de la guerra. Esta puede darse por querer dominar otros territorios, o para defenderse y evitar la dominación. De esta manera, al momento de conformar una República, debe elegirse entre armar una gran República o mantener su territorio. Las claves para convertir una nación en duradera son: ordenarla bien interiormente o colocarla en un lugar fuerte y bien protegido de manera que los demás pueblos la consideren débil o que pueden tomarla con facilidad, pero a su vez tan grande que sea codiciada o en su defecto temida por sus vecinos. Logrando el equilibrio entre la nobleza y el pueblo perdurará (los patricios y la plebe), el equilibrio antes mencionado es muy difícil ya que, al estar los hombres siempre en movimiento, los lleva a fluctuaciones de manera que su rigidez no podrá ser sostenida, por lo cual se caerá. Esto se soluciona formando a la República de tal forma que cuando surja la necesidad de agrandarse pueda lograrlo, de la misma forma que mantener el lugar. En lo que Maquiavelo concluye que es menester seguir el modelo romano: Por tanto, como no se pude en mi opinión, mantener el equilibrio ni quedarse indefinidamente el justo medio, es preciso, al establecer la República, tomar el partido más honorable, y organizarla de modo que, cuando la necesidad la obligue a engrandecerse, pueda hacerlo, y sea capaz de conservar lo que conquista. Y para volver al primer razonamiento, creo que es necesario seguir el modelo romano, y no el de las otras Repúblicas, pues no me parece posible encontrar un camino entere ambas posibilidades, y hay, pues, que tolerar 42 Ídem. Pág. 46. 54 aquellas enemistades entre el pueblo y el senado, considerándolas como un inconveniente necesario para alcanzar la grandeza romana. 43 A partir de esta premisa, el gobierno equilibrado no podrá ya descansar sobre la virtud o la saciedad de los nobles sino únicamente sobre el contrapeso institucionalizado que al deseo de dominación opone el deseo de libertad del pueblo. Frente a las Repúblicas aristocráticas de Esparta o de Venecia el modelo romano durante la República, tal como lo recomienda Maquiavelo, este aparece entonces como aquel que da participación institucional al pueblo, aquel en que la libertad es confiada a quienes mejor y con más celo han de custodiarla. El modelo romano aparece entonces según Maquiavelo, como el único que le da espacio institucional al deseo del pueblo, como el único en que el apetito de dominación de los “grandes” es contenido por el deseo de no ser dominados de la plebe. 3.3.4. Del Principado civil o la República. En este mismo orden de ideas, en el capítulo IX de El Príncipe, Maquiavelo desarrolla la idea de lo que es un principado civil, y como un particular puede hacerse príncipe sin valerse de crímenes ni violencias exageradas, es cuando un ciudadano común, con el auxilio de sus conciudadanos llega a reinar o gobernar en su patria, pues bien a ese principado lo denomina Maquiavelo “Principado Civil”, y además agrega que para conseguirlo no hay necesidad ninguna de cuanto el valor o la fortuna puedan hacer, sino mas bien de cuanto una acertada astucia pueda combinar. “Pero digo que no se eleva uno a esta categoría sin el fervor del pueblo o el de los grandes”. 44 Además agrega: En cualquiera ciudad hay dos inclinaciones diversas, una de las cuales proviene de que el pueblo no desea ser dominado ni oprimido por los grandes (poderosos), y la otra de que los grandes desean dominar y oprimir al pueblo. Del choque de ambas inclinaciones dimana una de estas tres cosas: o el establecimiento del principado, o el de la República, o la licencia y anarquía. 45 43 Maquiavelo. Discursos. 1987. Pág. 48. 44 Maquiavelo. El Príncipe. Capítulo IX. Pág. 61. 45 Ídem. Pág. 61. 55 En esto aspectos esta frase del el Príncipe no difiere mucho de lo expresado anteriormente por el mismo Maquiavelo en sus Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio en lo que respecta a las formas de gobierno. 46 Más bien específica detalladamente en el mismo texto analizado, cómo se forman los principados y las Repúblicas: En cuanto al principado, se promueve su establecimiento por el pueblo o por los grandes, según que el uno u otro de estos dos partidos tengan ocasión para ello. Cuando los magnates van que ellos no pueden resistir al pueblo, comienzan formando una gran reputación a uno de ellos, y dirigiendo todas las miradas hacia él, hacerlo después príncipe, a fin de poder dar, a la sombra de su soberanía, rienda suelta a sus inclinaciones. El pueblo procede del mismo modo con respecto uno solo cuando ve que no puede resistir a los grandes, a fin de que le proteja de su autoridad. El que consigue su soberanía con el auxilio de los grandes se mantiene con más dificultad que el que la consigue con el del pueblo; porque siendo príncipe, se halla cercado de muchas gentes que se tienen iguales con él, y no puede mandarlas o manejarlas a su discreción. Pero el que llega a la soberanía con el favor popular, se halla solo en su exaltación, y entre cuantos le rodean no hay ninguno, o más que poquísimos a lo menos, que no estén prontos a obedecerle. Por otra parte, no se puede con decoro, y sin agraviar a los otros, contentar los deseos de los grandes. Pero contenta uno fácilmente los del pueblo, porque los deseos de éste tienen un fin más honrado que el de los grandes, en atención que los últimos quieren oprimir, y que el pueblo limita su deseo a no serlo. Añádase a esto que, si el príncipe tiene por enemigo al pueblo, no puede estar jamás en seguridad; porque el pueblo se forma de un grandísimo número de hombres. Siendo poco numerosos los magnates, es posible asegurarse de ellos más fácilmente. 47 Llevando a término la capacidad para estar preparado para todo aquello que la fortuna ocasione, Maquiavelo ofrece una de las sugerencias más perspicaces de toda su obra. El hombre totalmente virtuoso, y que hace gala de su virtuosismo, es aquel que es incluso capaz de alterar su carácter de acuerdo a las circunstancias, aunque Maquiavelo es profundamente escéptico en cuanto a la posibilidad de que tal personaje pueda existir en la realidad: De ello resulta lo que he dicho; es, a saber, que obrando diversamente dos hombres logran un mismo efecto, y que otros dos que obran del mismo modo, el uno consigue su fin y el otro no lo logra. De esto depende también la variación de su felicidad; porque si, para el que se conduce con moderación y 46 Maquiavelo. Discursos. Pág. 33. 47 Maquiavelo. El Príncipe. Capítulo IX. Pág. 61-62. 56 paciencia, los tiempos y las cosas se vuelven de modo que su gobierno sea bueno, prospera él; pero si varían los tiempos y cosas, obra su ruina; porque no muda de modo de proceder. Pero no hay hombre ninguno, por más dotado de prudencia que esté, que sepa concordar bien sus procederes con los tiempos, sea porque no le es posible desviarse de la propensión a que su naturaleza le inclina, sea también porque habiendo prosperado siempre caminando por una senda no puede persuadirse que obrara bien en desviarse de ella: Cuando ha llegado para el hombre moderado, el tiempo de obrar con impetuosidad, no sabe él hacerlo, y resulta de ello su ruina. Si él mudara su naturaleza con los tiempos y cosas, no se mudaría su fortuna. 48 Maquiavelo dará toda su relevancia a la canalización institucional del conflicto ineludible entre grandes y pueblo: partiendo del dato de que la división en dos humores es propia de la vida de la ciudad, la República más estable será aquella que logre dar una expresión institucional al conflicto, aquella que logre canalizar el conflicto de manera pública a fin de evitar el accionar faccioso, contrario a la vida en común, de los ciudadanos descontentos. En otras palabras, la constitución de una escena pública erige el escenario unitario, común, para la exposición de la división, sin exclusión alguna de ningún sector de la sociedad civil, ni pobres ni ricos, ni militares ni civiles. Demos entonces por adquirida esta idea: el modelo romano tal como es reconstruido por Maquiavelo aparece como el modelo de República más adecuado a la división de lo social, a la existencia de la ciudad en un contexto de división interna y de conflicto externo. La República, decíamos, habita un mundo dominado por la fortuna. Sumida en el orden temporal, ninguna estructura de virtud está a salvo de la corrosión del tiempo, de los acontecimientos imprevisibles. Su virtù debe ser leída en su capacidad de hacer frente de la mejor manera al cambio, al tiempo, a lo inesperado. A la lectura de los Discursos, pero también a la lectura de El Príncipe, hemos ido descubriendo que, mirada desde ángulos diversos, la República aparece como el régimen más apto para hacer frente a la fortuna, por el hecho de estar sumida en un tiempo cambiante y en un espacio de conflictos. Como lo expresa textualmente Maquiavelo: Nada hay más cierto que el hecho que todas las cosas del mundo tiene un final, pero, en general las que cumplen enteramente el ciclo que les ha sido asignado 48 Maquiavelo. El Príncipe. Capítulo XXV. Pág. 155-156. 57 por los cielos (léase la fortuna o la providencia) son las que no han desordenado su cuerpo, sino que lo tiene regulado de modo que no se cambia, y, si se altera, es para recibir salud y no daño. Y hablando de cuerpos mixtos como las Repúblicas o las sectas, digo son salutíferas aquellas alteraciones que las reconducen a sus principios: Y por eso están mejor organizadas y tienen una vida más larga las que, mediante sus instituciones, se pueden renovar a menudo, o que, por cualquier circunstancia ajena a sus ordenamientos, llegan a dicha renovación. Y es más claro que la luz que, si no se renuevan, no pueden durar. 49 Maquiavelo, como ya sabemos, afirma en repetidas oportunidades que la causa de la buena o mala suerte de los hombres depende de su capacidad de adecuar su actuación a los cambios de los tiempos y a la fortuna. Hay circunstancias que exigen prudencia y circunspección, otra temeridad y arrojo. Pero como los hombres tienden a actuar siempre de la misma manera, según sea su temperamento temerario o prudente, audaz o cauteloso, el resultado dependerá de que coincidan las exigencias del tiempo con las características de su personalidad. Pero ¿cómo puede un régimen político -principado o República- hacer gala de virtù, cómo puede adecuar el proceder a los tiempos, si frente a los tiempos cambiantes el carácter de los hombres no varía? La única verdad del éxito y del fracaso parece residir en que “... siendo la fortuna cambiante, y los hombres permaneciendo siempre iguales en sus maneras, son afortunados cuando ambos están en consonancia y desafortunados apenas entran en contradicción...”. Partiendo de esta afirmación, en los Discursos, se expone un ejemplo en que la fortuna, “la coincidencia fortuita de las exigencias del momento con el carácter del actor”, quiso que la cautela de Quinto Fabio Máximo fuese la más acorde a los tiempos, cuando la invasión de Aníbal a Italia durante la segunda Guerra Púnica. 50 No obstante, y en vistas de la imposibilidad estructural de los hombres por modificar su carácter natural frente a las variaciones de la fortuna, Maquiavelo termina estableciendo, en palabras generales, “la superioridad de una conducta audaz sobre un proceder timorato” [Audaces fortuna juvat]. 51 Pero sin duda, la palabra final de Maquiavelo se encuentra en el capítulo 9 del libro III de los Discursos: afirmando una vez más que: 49 Maquiavelo. Discursos. 1987. Libro III. Cáp. 1. Pág. 289. 50 Ídem. Cap. 9. Pág. 330-331. 58 ... la causa de la buena o mala fortuna de los hombres reside en su capacidad de acomodar su proceder a los tiempos...”, Maquiavelo concluye diciendo que es “... por eso que una República tiene una vida más larga y conserva por más tiempo su buena suerte que un principado, porque puede adaptarse mejor a la diversidad de las circunstancias, porque también son distintos los ciudadanos que hay en ella, y esto es imposible en un príncipe, porque un hombre que está acostumbrado a obrar de una manera, no cambia nunca, como decía, y necesariamente fracasará cuando los tiempos no sean conformes con su modo de actuar. 52 Al dar lugar a la expresión de la multiplicidad, al no estar atada su virtù a la acción de uno solo sino contenida en la pluralidad de actores y en el entramado de su vida política, la República aparece nuevamente como el régimen más conforme a la naturaleza temporal, cambiante, de la cosa política. Nuevamente la República aparece como el régimen más capaz de hacer gala de virtù, de encontrar la mejor respuesta, en su ordenamiento, para la verità effetuale [verdad efectiva] de los asuntos humanos. 3.4. De la organización de las Repúblicas Maquiavelo también reflexiona acerca de cómo se debe organizar una República. La organización según él, debe ser realizada por uno solo, porque cuando hay diversas opiniones, resulta difícil distinguir lo bueno. Quien organiza debe velar por el bien común, por la patria común más que por sí mismo. Como debe ser el único que detente la autoridad, puede realizar cualquier tipo de acción y nadie tiene derecho a reprochárselo cuando organiza, ya sea una República o un reino. Y, sobre todo, cuando los resultados son buenos, serán excusados de todo mal que cometan. Debe ser él sólo la máxima autoridad y centralizar el poder en su persona. El organizador debe impedir que la autoridad se suceda por herencia, ya que el hombre tiene tendencias al mal, y quien lo suceda puede usarlas de diferente manera, volviéndose ambicioso. A este respecto expresa Maquiavelo: De modo que es necesario que sea uno solo aquél de cuyos métodos e inteligencia dependa la organización de la ciudad. Por eso, un organizador prudente que vela por el bien común, debe ingeniárselas para que sea el único 51 Virgilio. La Eneida. Editorial Juventud. S. A. Barcelona. España. 1985. Cáp. X. 52 Maquiavelo. Op Cit. 1987. Libro III. Cáp. 9. Pág. 330-331. 59 que detenta la autoridad, y jamás el que entienda de estas cosas le reprochara cualquier acción que emprenda, por extraordinaria que sea, para organizar un reino o constituir una República. Sucede que, aunque le acusan los hechos, le excusan los resultados, y cuando éstos sean buenos, como en el caso de Rómulo, siempre le excusaran, porque se debe reprender lo que es violento para estropear, no al que lo es para componer. Si es prudente y virtuoso, también evitara dejar en herencia a otro la autoridad que ha conseguido, pues, como los hombres son más inclinados al mal que al bien, podría su sucesor usar ambiciosamente aquello que él ha empleado virtuosamente. 53 Maquiavelo en los Discursos, trata asimismo acerca de los fundadores de una República o de un reino. Éstos son dignos de alabanza, mientras los tiranos son merecedores de vergüenza y de deshonra pública. Entre los hombres dignos que Maquiavelo enumera se encuentran los fundadores y cabezas de religiones. Mientras que, considera detestables a aquellos que destruyen reinos, Repúblicas y religiones. Éstos últimos son los enemigos de la virtud, contrarios a las letras y a todo arte que honre y resulte útil al género humano; se trata de los impíos, los violentos, los ignorantes, los ociosos y los viles. Cuando los gobernantes son buenos y gobiernan de acuerdo a las leyes, el pueblo se siente seguro, permanece en paz y reina la justicia. Cada uno ocupa su lugar, cumple con sus respectivas funciones y se exalta la virtud cívica. Veamos como lo expresa Maquiavelo: Entre todos los hombres dignos de elogio, los que más alabanzas merecen son los que han sido cabezas y fundadores de las religiones. Inmediatamente después, los que han fundado Repúblicas o reinos. Después de éstos, son celebrados los que, puestos a la cabeza de los ejércitos, han ampliado sus dominios o los de la patria. A éstos se añaden los hombres de letras, y como éstos son de más clases, se alaba a cada uno según su categoría. A cualquier otro hombre, y su numero es infinito, le toca alguna parte del loor, qué se le atribuye gracias al arte u oficio que ejerce. Son por el contrario, infames y detestables los hombres que destruyen las religiones, que disipan los reinos y las Repúblicas, enemigos de l virtud, de las letras y de toda otra arte que acarree utilidad y honor para el genero humano, como son los impíos, los violentos, los ignorantes, los ineptos, los ociosos y los viles. Si un príncipe busca la gloria del mundo, debería ser dueño de una ciudad corrompida, no para echarla a perder como hizo César, sino para reorganizarla, 53 Maquiavelo. Discursos. 1987. Libro I. Cap. 10. Pág. 57. 60 como Rómulo. Y en verdad los cielos no pueden dar a los hombres mayor ocasión de gloria, ni los hombres la pueden desear mejor. 54 Maquiavelo al mencionar las instituciones políticas que hicieron grande a Roma, habla sobre la creación de los censores y los beneficios que estos magistrados generaron sobre la República romana: Lo difícil que resulta, al ordenar una República proveerla de todas aquellas leyes que la mantengan libre, lo demuestra bien el proceso de la República romana, en la que a pesar que se instituyeron muchas leyes, primero por Rómulo, luego por Numa, Tulio Hostilio y Servio Tulio, y, finalmente, por los diez ciudadanos nombrados para ese fin, (Decenviros), sin embargo, siempre en la administración de la ciudad, se describían nuevas necesidades y era preciso crear nuevos ordenamientos, como sucedió con la creación de los censores 55 , que fue una de tantas disposiciones que ayudaron a mantener libre a Roma en el tiempo que vivió civilmente (vivere civile). Porque siendo árbitros de las costumbres de Roma, fueron causa principal que romanos tardaran más en corromperse. 56 3. 5. Conclusión: la República ejemplar, la razón de Estado. A este respecto examinemos primero lo siguiente: Maquiavelo concuerda con la conocida máxima de Heráclito que: “El carácter de un hombre es su destino”, identificando con ello una debilidad intrínseca a todo régimen que depende de la voluntad de un solo hombre, de un solo individuo que lo dirija. Es decir, todo régimen en el que se concentra la autoridad en una sola persona tiende, en el largo plazo, a ser menos efectivo en el combate contra la fortuna, ya que su éxito depende directamente de que se dé la casualidad de que el carácter del líder coincida con los requerimientos de su época y con su virtù. Esto rara vez ocurre, y cuando se da se debe simplemente a la buena fortuna y no a la virtù. De aquí que Maquiavelo haya preferido los regímenes republicanos: Es necesario pues, como he dicho, que los hombres que viven juntos bajo cualquier reglamento, se examinen a si mismos a menudo, por circunstancias extrínsecas o intrínsecas. Estas últimas es mejor que provengan de una ley que 54 Maquiavelo. Discursos. 1987 Pág. 59 y 63. 55 La institución de los censores data del año 443 A.C., y es comentada por Tito Livio en el libro IV, capítulo 8. Su misión era moderar las costumbres, mantener la disciplina y controlar el derecho de propiedad. (Tomado de Los discursos sobre la primera década de Tito Livio, Alianza Editorial. Madrid. 1987. Pág. 146.) 56 Ídem. Pág. 147-148. 61 pida cuentas frecuentemente a todos los hombres que viven en aquel cuerpo (el cuerpo político), o de un hombre virtuoso, surgido entre ellos, que con sus ejemplos y sus buenas acciones cause el mismo efecto que la ley. Este bien surge, pues, en las Repúblicas gracias a la virtud de un hombre o de una ley: en cuanto a esto último. Las instituciones que trajeron a la República romana a sus principios fueron los tribunos de la plebe, los censores y todas las leyes que se oponían a la ambición y a la insolencia de los hombres. Estos ordenamientos deben ser vivificados por la virtud de algún ciudadano que valientemente se decida a ponerlos en práctica contra aquellos que los transgreden. 57 Aquí se va claramente expresada la combinación que menciona Maquiavelo de un príncipe virtuoso que ordene una República o recomponga con sabias y moderadas leyes los cambios perjudiciales o daños que puedan sufrir una República en el tiempo, las pocas coincidencias entre El Príncipe y Los Discursos, y que señalan en su obras Maurizio Viroli y Antonio Negri, autores mencionados al principio de este capítulo del presente trabajo. 58 Asimismo Maquiavelo rompe con la relación religión-política del Estado, por la ambición de poder “temporal” de la iglesia católica de su tiempo, su ideal republicano se centra en la ciudad de -los hombres y no en la “ciudad de Dios”. Con base a las premisas anteriormente mencionadas, se puede afirmar que de acuerdo a Maquiavelo, las Repúblicas, aventajan, y por mucho, a los principados en cuanto a su capacidad para mantenerse en el tiempo. Este elemento es de vital importancia, puesto que, para Maquiavelo, el criterio de evaluación del éxito de un régimen es precisamente su capacidad para perdurar y subsistir durante largo tiempo. Así se explica, en parte, la profunda admiración de Maquiavelo por Roma y por Esparta. Como dice Hannah Arendt: El interés principal de Maquiavelo por las innumerables mutazioni, variazioni y alterazioni que abundan en su obra y que podrían llevar a interpretar erróneamente su doctrina como una ‘teoría del cambio político’, era precisamente consecuencia de su interés por lo inmutable, lo invariable y lo inalterable, es decir, lo permanente y lo perdurable. Fue el primero que meditó 57 58 Maquiavelo. Discursos. Libro 3, Capítulo 1, 1987. Pág. 291. Maurizio Viroli. Machiavelli. Founders of modern Political and Social Thought. Oxford University Press. New York. 1998. Capítulos 2 y 4. Y Antonio Negri. El Poder Constituyente. Ensayo sobre las alternativas de la Modernidad. Madrid: Libertarias/Prodhufi. 1994: Pág. 90-1 62 sobre la posibilidad de fundar un cuerpo político permanente, duradero y perdurable. 59 La institucionalización propia de una República, en distinción de un principado que se sustenta primordialmente en la voluntad del un sólo gobernante, facilita la proyección en el tiempo del régimen, porque permite la participación de ciudadanos con diversos caracteres que se adecuan a las cambiantes contingencias propias del devenir histórico, político e incluso militar, en una palabra a la ¡fortuna! Existe por ende una escisión fundamental entre un principado y una República, que Maquiavelo subraya explícitamente en función de su capacidad para permanecer en el tiempo. Así, es característico de las Repúblicas bien ordenadas aumentar su riqueza y dominio, suscitando seguridad y, crucialmente, grandeza. Además, es propio de una República asegurar la vida libre, el vivere libere, que a su vez favorece la diversidad de formas de vida que acompaña a la multiplicidad de caracteres que resguarda tal régimen, tal y como lo expresa Maquiavelo en sus Discursos: Es fácil conocer de dónde le viene al pueblo esa afición a vivir libre, porque se ve por experiencia que las ciudades nunca aumentan su dominio ni su riqueza sino cuando viven en libertad. Y es algo verdaderamente maravilloso considerar a cuánta grandeza llegó Atenas por espacio de cien años, porque se liberó de la tiranía de Pisístrato. Pero lo más maravilloso de todo, es contemplar cuanta grandeza alcanzo Roma después de liberarse de sus reyes. La causa es fácil de entender: porque lo que hace grande a las ciudades no es el bien particular sino el bien común. Y sin duda este bien común no se logra más que en las Repúblicas, porque éstas ponen en ejecución todo lo que se encamine a tal propósito, y si alguna vez esto supone un perjuicio para este o aquel particular, son tantos los que se benefician con ello que se puede llevar adelante el proyecto pese a la oposición de aquellos pocos que resultan dañados. 60 Y además añade Maquiavelo: Pues todas las tierras y las provincias que viven libres, en todas partes, como dije antes, hacen enormes progresos. Porque allí los pueblos crecen, por ser los matrimonios más libres y más apetecibles para los hombres, pues cada uno procrea voluntariamente todos los hijos que cree poder alimentar, sin temer que le sea arrebatado su patrimonio, y sabiendo que no solamente nacen libres y no 59 60 Arendt, Hannah. Sobre la Revolución. Madrid: Alianza Editorial, 1988. Pág 36. Maquiavelo. Discursos. 1987. Libro II, Cap. 2. Pág. 185-186. 63 esclavos, sino que pueden, mediante su virtud, llegar a ser magistrados Las riquezas se multiplican en mayor número, tanto las que provienen de la agricultura como las que proceden de las artes, pues cada uno se afana gustosamente y trata de adquirir bienes que, una vez logrados, está seguro de poder gozar. De aquí nace que los hombres se preocupen a porfía de los progresos públicos y privados, y unos y otros se multiplican asombrosamente. Lo contrario sucede en los países que viven siervos, y tanto más ven mermar el acostumbrado bien cuanto más dura es la servidumbre. 61 Las ventajas de la organización republicana son entonces fácilmente reconocibles. Por un lado, aumentan la riqueza y el dominio -es decir, la grandeza- de la comunidad, y, por otro, se asegura la libertad personal, que comprende la ausencia de restricciones para perseguir fines propios. Aquí se ven entrelazadas las libertades de la República como un todo y la libertad ciudadana, que son ambas entendidas como la ausencia de dominación: una República es libre en la medida en que no está sometida a potencias extranjeras, y un ciudadano es libre en la medida en que no se encuentre en una situación de servilismo y dependencia personal. 62 Más aún, la defensa de la libertad de la comunidad como un todo va de la mano de la defensa de la libertad personal. En otras palabras, en una República bien ordenada, lo que se hace por el bien común favorece a los ciudadanos en su particularidad. La conexión entre esta concepción de la libertad y la virtù es evidente: es propio de los virtuosos no depender de otros, estar libres de dependencia personal o colectiva. Para mantener su poder, un príncipe debe, en la medida de lo posible, usar sólo “armas propias” y galvanizar su posición en forma independiente. El príncipe virtuoso se libera de toda dependencia, ya sea extranjera o de sus súbditos. Una República es un régimen virtuoso en la medida en que asegura la independencia de la comunidad política, y además contempla la virtù ciudadana al mantener y fomentar la vida libre, no servil ni dependiente, de los ciudadanos comunes, que es de hecho un soporte para la libertad compartida. Dicho de otra manera, el método de Maquiavelo, ha consistido en una suerte de inventario de las maneras posibles de hacer frente a los acontecimientos políticos en las sociedades humanas, para establecer aquellos modos más aptos para encauzar los torrentes de 61 62 Idem. Pág. 189-190. Quentin Skinner y Maurizio Viroli (Et al.), Machiavelli and Republicanism. Cambridge: Cambridge University Press. 1990. Pág.. 301-302. 64 la fortuna sin ser arrastrados por ella. Y para establecer los modos más aptos de hacer frente a lo imprevisto es necesario tener presente ciertos datos irreductibles de la vida política. Entre estos datos irreductibles hemos de retener la división de la ciudad en “humores”, equilibrios y balances, el carácter temporal -sometido a la corrosión del tiempo- de las cosas humanas, la existencia de la ciudad en un espacio compartido y potencialmente conflictivo. Y también, por cierto, que el bien político, el bien de la ciudad, no se deriva simplemente de la bondad natural de los hombres, si el bien de la ciudad se derivara naturalmente de la concordia entre los hombres la política no sería un arte. O como lo dirá Juan Jacobo Rousseau unos siglos más tarde: “... un pueblo que gobernara siempre bien no tendría necesidad de ser gobernado...” 63 , Toda la reflexión acerca de las condiciones óptimas de la estabilidad política podría contenerse en esta frase del capítulo XXV de El Príncipe: “... un príncipe que se apoya completamente en la fortuna se desmorona cuando ésta cambia...”. Si la virtud consiste en encontrar la mejor manera de no ser prisionero de la fortuna cuando es adversa y de saber aprovecharla cuando es favorable, la ciencia de la política es por tanto la sistematización de las condiciones del ejercicio de la virtud. En el recorrido que hemos realizado llegamos entonces a esta constatación: podemos hacer abstracción de la adhesión de Maquiavelo a la República como el régimen más virtuoso en sentido clásico, para seguir en sus textos el rastro de un argumento que nos dice que la República es el régimen más dotado de virtù, el régimen conforme a la naturaleza de la cosa política. Ese recorrido nos ha llevado a sostener que, si partimos de aquellos datos irreductibles de la naturaleza de la cosa política -división social, temporalidad, espacio territorial potencialmente en pugna; la República bajo el modelo romano aparece de acuerdo a Maquiavelo, como el régimen que presenta las condiciones de mayor estabilidad, es decir: organización de la fuerza armada nacional bajo la forma de la milicia popular y ejército profesional propio, coincidencia del interés particular con el interés público, y ordenamiento institucional más adecuado y firme para poder adaptarse al cambio de los tiempos. 63 Juan Jacobo Rousseau. El Contrato Social. Op Cit. Editores Mexicanos Unidos, S. A. México.1982. Libro. III, Cap. 4. Pág. 110. 65 Si la República bajo el modelo romano aparece como el “tipo ideal” de la estabilidad política, si, revisada detalladamente por Maquiavelo, es aquella que está en mejores condiciones de proveer a la defensa y a la expansión de la ciudad en las circunstancias siempre cambiantes, entonces podemos releer El Príncipe con esa clave: la República es el régimen conforme a la naturaleza de la ciudad, pero la República no siempre es posible -puede haber momentos en que por el grado de corrupción alcanzado, por falta de ejercicio anterior del vivir libre de una sociedad humana cualquiera, la República no sea posible. Si bien es cierto que los datos irreductibles de la cosa política nos indican que la República presenta el “modelo ideal” de estabilidad de la ciudad, no es menos cierto que las circunstancias en que actuamos son cambiantes, y que el arte de la política consiste en adecuar la acción a las exigencias de la situación. La República brinda, así, el “modelo ideal” a partir de los datos irreductibles de lo político; pero al mismo tiempo, entre esos datos innegables, la naturaleza temporal de los asuntos humanos nos alecciona acerca de la necesidad de adaptar la acción a los tiempos. Y si centramos ahora nuestra mirada, como la centra El Príncipe, no ya sobre la constitución de la ciudad sino sobre las condiciones de la fundación política, es preciso consagrar una atención particular a las circunstancias concretas de la fundación: quien quisiera fundar una República sobre cimientos corrompidos, quien quisiera asentar instituciones republicanas sobre una población desacostumbrada a la libertad, quien pretendiera lograr a través del equilibrio de los poderes la convivencia entre clases enfrentadas por odios arraigados durante décadas, ése príncipe, ese fundador, estaría condenado al fracaso. Como lo estaría también aquel que, conquistando una ciudad libre, no se decidiera ni a destruirla por completo, ni a instalarse en ella ni a conservarle su libertad. 64 Hay, entonces, ocasiones en que la República no es posible. El Príncipe virtuoso, es decir, el gobernante que sepa leer las claves que la historia nos brinda para descubrir las condiciones de estabilidad de un régimen político, y que sepa hacer gala de audacia y coraje para aprovechar la ocasión que le da la fortuna, ese príncipe virtuoso sabrá que hay ocasiones, como dijimos, en que la República no es posible, circunstancias en que el equilibrio entre el 64 Maquiavelo. El Príncipe. Op Cit. 2001. Cap. V. Pág. 34. 66 pueblo y los “grandes” no puede hacerse descansar en las instituciones. Maquiavelo insiste: es difícil, casi imposible, crear o mantener una República en una ciudad corrupta. Ese proyecto presupone un hombre bueno, que se propone el fin de reconducir a una ciudad a la verdadera vida política, y, que está dispuesto a alcanzarlo por malos caminos, o cualquier método, o un hombre malo que por algún motivo decida obrar bien, que no es más que una utopía, veamos como lo expresa el mismo Maquiavelo: En cuanto a renovar los ordenamientos de golpe, cuando todos conocen que no son buenos, afirmo que esa falta de utilidad, que se conoce fácilmente, es difícil de corregir, porque para hacerlo no basta con recurrir a los procedimientos habituales, que ya son malos, sino que es preciso usar medios extraordinarios, como la violencia y las armas, y convertirse, antes que nada, en príncipe de la ciudad, para poder disponerlo todo a su modo. Y como reconducir una ciudad a una verdadera vida política presupone un hombre bueno, y volverse con la violencia príncipe de una ciudad presupone uno malo, sucederá rarísimas veces que un hombre bueno quiera llegar a ser príncipe por malos caminos, aunque su fin sea bueno, o que un hombre malo que se ha convertido en príncipe quiera obrar bien, y le quepa en la cabeza emplear para el bien aquella autoridad que ha conquistado con el mal. 65 En este caso, improbable como es su éxito agrega Maquiavelo: De todo lo dicho se deduce la dificultad o imposibilidad que existe en una ciudad corrupta para mantener una República o crearla de nuevo, y si, a pesar de todo [el Príncipe] la hubiese de crear o mantener [a la República], sería necesario que se inclinase más hacia la monarquía que hacia el estado popular, para que los hombres cuya insolencia no pueda ser corregida por las leyes sean frenados de algún modo por una potestad casi regia. 66 Por tanto, El Fundador sabrá que su virtù -su capacidad de acción, de decisión, de poder-deberá contener la división, que su virtù deberá suplir las instituciones republicanas, que su virtud deberá garantizar la continuidad de la ciudad. El Príncipe virtuoso, que sabe que la República es imposible en ese caso, deberá guiarse en su acción por la norma que le brinda el tipo ideal de la estabilidad política, por la norma que le brinda la República. Es así, sobre el modelo que ofrece la República como tipo ideal de la estabilidad política posible, como equilibrio institucionalizado de la división social, que tal vez debamos entonces releer los 65 Maquiavelo. Discursos. 1987: Libro I, Cáp. 18, Pág. 86. 66 Ídem. Pág. 87 67 consejos de Maquiavelo sobre el Príncipe. En este caso, Maquiavelo advierte al Príncipe Nuevo que se propone conquistar una ciudad que las ciudades más difíciles de conservar son las ciudades que han vivido libres: porque son las menos corrompidas, porque son aquellas en que el interés particular marcha en el mismo sentido que el interés común, porque son aquellas en que los ciudadanos están más interesados en la supervivencia del régimen político, porque son aquellas, por ende, en que el nuevo príncipe tendrá más dificultad en hacerse de aliados fieles. 67 Por eso, porque la ciudad que ha vivido libre es la ciudad cuyos habitantes están más interesados en la continuidad del régimen previo, del régimen de libertad, porque la ciudad libre regulada por leyes es aquella cuyas instituciones están menos corrompidas en el equilibrio entre sus principios, por eso es también la ciudad que el príncipe debe destruir por completo si no desea conservar la libertad para sus moradores. Maquiavelo advierte entonces al Príncipe que si quiere conquistar una ciudad que ha vivido libre sin conservar sus instituciones lo más conveniente será destruirla completamente. Pero, nuevamente, mucho más que una sugerencia a arrasar con las instituciones de la ciudad libre, los consejos dados al príncipe pueden ser leídos como una sugerencia para inspirarse en el modelo de la República, modelo ideal como hemos dicho de la mayor estabilidad política posible: un príncipe nuevo que quisiera fundar un principado apoyado en sus propias fuerzas y en su virtù, un príncipe nuevo que comprendiera que sólo apoyado en sus fuerzas propias y en su virtù podrá hacer frente a las variaciones de la fortuna, puede encontrar en el modelo de la República el “tipo ideal” del régimen estable: ... siguiendo el ejemplo de los buenos arqueros que conociendo bien el alcance de sus arcos, si el objetivo a alcanzar les parece muy lejano, fijan su mira en un punto mucho más alto que el objetivo perseguido, no para que su flecha alcance tal altura sino para poder, con ayuda de una mira tan elevada, alcanzar el punto designado. 68 Comprendemos entonces que si el Príncipe quiere conservar su dominación -es ésta la gramática elemental de la política maquiaveliana-, debe procurar no enajenarse el favor del 67 Maquiavelo. El Príncipe. Op Cit. 2001. Cáp. V. Pág. 34 68 Idem. Cap. VI. Pág. 35. 68 pueblo y mantener simultáneamente a raya a los grandes. 69 Comprendemos que si pretende mantener su dominación sin verse confrontado permanentemente a la rebelión, deberá neutralizar -por la combinación de favores y amenazas, de lisonjas y castigos, poco importa- el conflicto entre el pueblo y los grandes: habrá de contener en su persona la división, así como contienen la división las instituciones republicanas en su equilibrio. Comprendemos que si el príncipe nuevo quiere mantener el control férreo de su principado tendrá que desarticular toda posibilidad de insurrección -y que la manera más eficaz de lograrlo es procurar, a la manera de la República, que el interés de sus habitantes tienda a coincidir con el suyo propio. Entendemos asimismo que es mejor para el Príncipe ser estimado que ser odiado y temido 70 , y que la estima se obtiene, en gran medida, haciendo lugar al bienestar de los particulares y del colectivo: como en la República, el bienestar de los particulares coincidirá en tal caso con el bien público, con la paz y la prosperidad del principado. Comprendemos, por último, que si el príncipe nuevo no quiere ser esclavo de la fortuna deberá procurar contar con fuerzas propias y asegurarse de su lealtad y, como hemos visto, las armas más leales son las de la milicia popular, que al luchar por la ciudad lucha por su propia causa. Hemos sostenido, entonces, que si la República puede ser pensada a través de Maquiavelo como el régimen más conforme a la naturaleza de lo político es porque su ordenamiento institucional le permite hacer frente con mayor posibilidad de éxito a los avatares ineludibles de la vida política y a el paso inexorable del tiempo -a la división, a la corrosión, a la corrupción-. Y que la revisión maquiaveliana del ordenamiento de la República romana nos provee de algo así como el “tipo ideal” de la estabilidad política, el tipo ideal del régimen más apto para hacer frente a la naturaleza cambiante de los asuntos humanos, a los conflictos sociales, a la irremisible decadencia y corrupción de los sistemas políticos en el tiempo y, a la eterna división y lucha de las clases sociales. A este respecto, uno de los filósofos políticos más influyentes con sus ideas políticas en la revolución francesa y las revoluciones de los pueblos ibero-americanos, me refiero al autor del Emilio y de El Contrato Social: Juan Jacobo Rousseau, hace uno de los elogios más 69 Ídem. Cap. IX. Pág. 61-63. 70 Maquiavelo. El Príncipe. Cáp. XVII. 69 interesantes al filosofo-político florentino, en el libro II, capítulo VI del El Contrato Social expresa Rousseau: “Esto era lo que Samuel recordaba constantemente a los hebreos y lo que Maquiavelo ha demostrado hasta la evidencia. Fingiendo enseñar o dar lecciones a los reyes, las ha dado muy grandes a los pueblos. El Príncipe, de Maquiavelo, es el libro de los republicanos.” 71 Rousseau, agrega además en su nota al pie de página que hace refiriéndose a su anterior afirmación lo siguiente: Maquiavelo era un hombre honrado y un buen ciudadano; pero atado a la casa de los Médicis, estaba obligado, dada la opresión en que yacía su patria, a disfrazar su amor por la libertad; La sola elección de su execrable héroe (César Borgia), manifiesta suficientemente su secreta intención; y la divergencia entre las máximas de su libro El Príncipe con las de su Discurso sobre Tito Livio y su Historia de Florencia, demuestra que este profundo político no ha tenido hasta ahora más que lectores superficiales y corrompidos: La corte de Roma ha prohibido severamente su libro; lo comprendo, puesto que es a la que más claramente ha puesto en evidencia. 72 3.6. Maquiavelo en el espejo de sus críticos. “Maquiavelismo”, es una de las pocas palabra en lengua española derivada de un apellido, cuya definición en cualquier diccionario la relaciona con el empleo de mala fe cuando sea necesario para sostener la política de un Estado, o “modo de proceder con astucia, doblez o perfidia”; es decir que “maquiavelismo” significa que sólo la efectividad tiene importancia en la política y que no debe estar restringida por consideraciones éticas o morales. En este sentido, es obvio que el maquiavelismo como modo de proceder existió mucho antes que nuestro autor y es tan viejo como la política misma. La perspectiva de que la lucha por el poder político está exenta de normas éticas era ampliamente reconocida en el mundo antiguo, desde Herodoto, Tucidides, Jenofonte, Platón, Cicerón, Salustio y hasta Tácito, quien afirmaba que la violación de las leyes morales era permisible si el bienestar común lo requería, 73 en otras palabras por la razón de Estado: “Salux Populi Suprema Lex Est”. 71 Juan Jacobo Rousseau. Op Cit. Libro III. Cáp. VI. Pág. 117. 72 Ídem. Pág. 117-118. 73 Tomás Várnagy. Fortuna y Virtud en la República Democrática. Ensayos sobre Maquiavelo. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Buenos Aires. 2003. Introducción. Pág. 38-40. 70 Después de la muerte de Maquiavelo, acaecida en el año 1527, su obra fue prohibida en 1559 por la Iglesia Católica y el Concilio de Trento de 1564, confirmó el decreto papal que coloco sus escritos en el índice de los libros prohibidos por la iglesia, aunque El Príncipe ya circulaba por toda Europa, incluido un plagio de Agustino Nifo. Comienza así una especie de leyenda negra por la cual es considerado el enemigo de la moral, la religión y la fe, el corruptor inhumano del mundo de la política, concepto estereotipado y popular que ha llegado en mayor o menor grado hasta la actualidad. Federico el Grande (1774-97) escribió el Antimaquiavelo, o ensayo de crítica sobre El Príncipe de Maquiavelo, afirmando en su obra que el Secretario Florentino “….corrompió a la política y se proponía destruir los preceptos de la sana moral………pues se trataba de un monstruo que quería destruir la humanidad y su libro era……. Una de las obras mas peligrosas que se hayan extendido por todo el mundo….” También Simón Bolívar se expresó, sino en forma abiertamente negativa, al menos lo desdeña aparentemente y presume ser bastante indiferente a las obras del secretario florentino, aún cuando “El Nuevo Príncipe” suramericano, al forjar la Constitución de la naciente República de Venezuela y después la República de Colombia y la concepción de la Constitución de Bolivia, se condujo grosso modo como un seguidor de los preceptos de Maquiavelo expuestos en El Príncipe y en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, como analizaremos en un capítulo más delante de este trabajo. A este respecto juzga Augusto Mijares citando las memorias del General Daniel Florencio O`Leary lo siguiente: Quizás en Florencia leyó por última vez a Maquiavelo. O`Leary nos dice que no compartía en absoluto la admiración que suele atribuirse a este escritor, ‘contra quien tenía la vulgar preocupación que ha hecho que el nombre de ese grande y calumniado patriota sea sinónimo de astucia política y de crimen’ y agrega en una nota del mismo O`Leary: Estando en Cartagena, poco antes de su muerte, me visito Bolívar, y viendo sobre mi mesa un tomo de una nueva edición de las obras de Maquiavelo, observo que en vez de leerlas podría emplear mejor el tiempo. A este propósito hablamos del merito de esas obras y notando yo que Bolívar conocía a fondo cuanto contenía la nueva edición, preguntéle si la había leído recientemente; me 71 contesto que desde su salida de Europa, hacia 25 años, no había vuelto a leer ni una línea de los escritos de Maquiavelo. 74 Esta reputación de Maquiavelo y su obra tiene su raíz como mencionamos, en los ataques del clero y los moralistas que lo consideraban un “malvado instrumento de Satanás” que odia a Dios y a los hombres. 75 Que promociona la ciudad de los hombres, el Estado laico y la separación de la política de la religión y sin la influencia de la inspiración divina. El Príncipe ha sido considerado como una obra misteriosa e inquietante que daba consejos a los tiranos para llevar a cabo sus peores designios y opresiones. Al separar la moral de la política y al secularizar la teología política medieval, develando la manera en la cual se realizaba la lucha política por el poder en Italia del renacimiento (La Iglesia Católica incluida) se gano una reputación indeseable e inmerecida. Lo más conocido de Maquiavelo, desafortunadamente, no es su obra, sino la significación inmoral proveniente de una mala o errónea interpretación: inescrupulosidad, falta de ética, falsedad e hipocresía en el comportamiento político. Estas aseveraciones, como ya hemos visto en el presente capítulo, se derrumban ante una lectura más atenta y minuciosa de nuestro autor. A pesar de todo, Maquiavelo también tuvo sus defensores, entre ellos, Francis Bacon (1561-1626) quien escribió que hay que agradecerle que diga “….abiertamente y sin disimulos lo que lo hombres acostumbran a hacer, no lo que deben hacer….”. Baruch Espinoza (163277), en su Tratado Político (Cáp. V, secc. 7) lo consideraba un hombre muy agudo, prudente y amigo de la libertad que dio excelentes consejos para presérvala; por eso quizás, intentaba mostrar a lo pueblos libres cuán cuidadosos deben ser al confiar su libertad a una sola persona. Como también mencionábamos anteriormente a Juan Jacobo Rousseau (1712-78) en el Contrato Social (Libro II, Cap. VI) considera que El Príncipe es el libro de los republicanos, pues “….fingiendo enseñar o dar lecciones os reyes, as ha dado muy grandes a los pueblos…”. Para finalizar este capítulo podemos utilizar una frase de Quentin Skinner, que sintetiza la obra del Secretario Florentino: 74 Augusto Mijares. Obras Completas. Tomo I. El Libertador. Monte Ávila Editores. Caracas. 1998. Pág. 208209 75 Tomás Várnagy. Op Cit. 2003. Pág. 39. 72 La esencia del republicanismo de Maquiavelo puede ser por tanto sumariada en la forma de dos preposiciones conectadas: primero, que ninguna ciudad podrá lograr grandeza a menos que mantenga una forma de vivir libre; segundo, que ninguna ciudad jamás podrá sostener una forma de vivir libre, a menos que adopte una constitución republicana. 76 76 Quentin Skinner. Gisela Bock. Maurizio Viroli Et al. Machiavelli and Republicanism. Machiavelli’s Discorsi and the pre-humanist origins of Republican Ideas. Cambridge: Cambridge University Press. 1990. Pág. 141. CAPÍTULO IV LEGADO Y VIGENCIA DE MAQUIAVELO EN EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE LOS SIGLOS XVI-XVIII También puede provenir este renacer de una República a sus primeros principios de la simple virtud de un solo hombre, sin depender de ninguna ley que le estimule a poner en ejecución actos ejemplares, pues la virtud de algunos hombres excepcionales tiene tanto prestigio y es un ejemplo tan eficaz que los hombres buenos desean imitarlos y los malos se avergüenzan de llevar una vida tan contraria a la suya. 1 La República de Tebas no tuvo más vida que la de Pelópidas y Epaminondas; porque a veces son los hombres, no los principios, los que forman los gobiernos. Los códigos, los sistemas, los estatutos por sabios que sean son obras muertas que poco influyen sobre las sociedades: ¡hombres virtuosos, hombres patriotas, hombres ilustrados constituyen las Repúblicas!. 2 4.1. La reivindicación de Maquiavelo como republicano. Para el profesor Maurizio Viroli, 3 la reivindicación de la reputación de Maquiavelo como un pensador republicano comienza con Alberico Gentili, un jurista educado en Perugia, que emigro a Inglaterra y en 1587 fue nombrado Profesor regio de derecho civil en Oxford, en su obra De legationibus, publicada en 1585, él escribió un elogio elocuente de Maquiavelo, a quien apreciaba como el autor de las brillante observaciones acerca de Tito Livio, y como un hombre de erudición y prudencia única. Señalaba que aquellas personas que habían escrito en contra de Maquiavelo, no habían entendido en absoluto las ideas del secretario florentino, y en realidad lo habían calumniado. Para Gentili el verdadero espíritu de Maquiavelo era el siguiente: Era un fuerte y entusiasta defensor de la democracia. Él nació y se crió educado y recibió honores en la República. Era extremadamente hostil a la tiranía. Por tanto él no ayudó al tirano, su intención no fue instruir al tirano, pero si hacer todos sus secretos claros, abriendo públicamente todo su grado de bajeza...él 1 Maquiavelo Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, Libro III, Cap.1. Pág. 292-3. 2 Simón Bolívar. Discurso ante el Congreso de Angostura del 15 de febrero de 1819. 3 Maurizio Viroli. Machiavelli. Founders of modern Political and Social Thought. Oxford University Press. New York. 1998. Cap. 4. Pág. 114-15 74 excedió todos los otros hombres de su época en sabiduría y, mientras parecía que estaba instruyendo al príncipe, en realidad estaba educando al pueblo. 4 Casi un siglo más tarde, la interpretación de Maquiavelo como un campeón de la libertad fue resumido por Benedictus De Espinoza en su Tractatus Politicus. “Las opiniones de ese hombre sabio”, escribió Espinoza, “me parecen particularmente atractivas en vista del bien conocido hecho que él fue un abogado de la libertad ‘pro libértate fuise constat’, y también porque suministró consejos muy buenos para preservar esa libertad.” 5 . Después de Espinoza las ideas de Maquiavelo como un demócrata y republicano malentendido, fueron arbitrariamente impresas en el Diccionario del Pierre Bayle y en la Encyclopédie de Diderot. Y posteriormente recibió su aprobación final en las muy bien conocidas líneas del Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau en donde expresa: “Fingiendo enseñar o dar lecciones a los reyes, las ha dado muy grandes a los pueblos. El Príncipe, de Maquiavelo, es el libro de los republicanos.” 6 Para nosotros agrega Viroli, a pesar que podamos no creer que El Príncipe, sea el libro de los republicanos, la reputación de Maquiavelo como un defensor y teórico de las ideas republicanas, es algo fuera de discusión. “Nosotros todavía debatimos en nuestro propio tiempo como la misma persona puede haber sido un republicano y el autor de El Príncipe,” tomando prestado el título del ensayo de Hans Baron; puedo asegurar que todos los investigadores contemporáneos, están de acuerdo que Maquiavelo era un defensor de la constitución republicana. 7 No obstante, un grupo de investigadores, parecen estar de acuerdo, que el republicanismo de Maquiavelo era más bien de una clase especial, porque contenía un rasgo de monarquía, tanto como él creía, que las Repúblicas no podrían tener existencia sin la ayuda de grandes personalidades individuales, tal como Friedrich Meinecke lo expresa, 8 o 4 Maurizio Viroli. Op Cit. Pág 115. 5 Benedictus De Espinoza. Tractatus Politicus. Cáp. V, 7, in The Political Works. Ed. A. G. Wernham. Oxford: Clarendon Press, 1958. Peg 313. Tomado de Viroli Maurizio Machiavelli. Founders of modern Political and Social Thought. Oxford University Press. New York. 1998. Cap. 4. Pág. 115. 6 Juan Jacobo Rousseau. Op Cit. Libro III. Cáp. VI. Pág 117. 7 Maurizio Viroli. Op Cit. Pág 115. 8 Friedrich Meinecke. Machiavellism: The Doctrine of Raison d’ état and its Place in Modern History. Trans. Douglas Scott. London: Routledge & Kegan Paul, 1957. 32-3. Tomado de Viroli Maurizio Machiavelli. Founders of modern Political and Social Thought. Oxford University Press. New York. 1998. Cap. 4. Pág. 115-16. 75 porque en realidad era en verdad una ‘mezcla de republicanismo y tiranía’”, como también lo han afirmado recientemente Harvey Mansfield y Nathan Tarcov. 9 Viroli enfatiza que esas interpretaciones sobre el republicanismo de Maquiavelo, o bien son interpretaciones parciales o erróneas o tal vez ambas cosas. Para Viroli, y en eso coincidimos plenamente con ese autor, el republicanismo de Maquiavelo no era un compromiso con las virtudes cívicas o militares ni mucho menos una devoción al ideal de una grandeza militar depredadora, sino mas bien un compromiso al ideal de la República bien ordenada -(well–ordered republic)=[republica bene ordinata]- esto es: una República la cual es mantenida en orden por el imperio de la ley y por disposiciones constitucionales que aseguren que cada componente de la Politeia tiene su propio lugar en el Estado en cuestión, es un compromiso con los principios de la vida política y civil (vivere politico; vivere civile) y a una concepción de la libertad política, entendida como una ausencia de dependencia personal. 10 4.2. El legado de Maquiavelo y su aceptación, aportes de Bodino-Hobbes-LockeHarrington-Hume-Montesquieu-Rousseau La historiografía Florentina, de los siglos XIV y XV, que culminó con Maquiavelo, es de especial importancia para la formación del pensamiento de los siglos posteriores al pensador florentino y del pensamiento político moderno, pues presuponía que el desarrollo histórico procede a través de una sucesión de causas naturales, con la implicación de que puedan ser comprendidas por los hombres y, hasta cierto punto, controladas por la acción inteligente y bien informada, tal como lo expresa Quentin Skinner: Dentro de la clásica tradición republicana, la discusión de la libertad política estaba enmarcada en el análisis de lo que significa vivir dentro un “estado libre” (vivere libere). Esta aproximación estaba ampliamente derivada de la filosofía moral romana y, especialmente de aquellos escritores cuya mayor admiración estaba reservada para la extinta República romana: Polibio, Tito Livio, Salustio y sobre todo Cicerón. Dentro de la moderna teoría política, su línea de argumentación fue primariamente tomada de la Italia del renacimiento como un medio de defender las libertades tradicionales de las ciudades-repúblicas contra la creciente tiranía de los signori y los poderes seculares de la iglesia católica. Muchos teóricos expusieron la causa republicana en esta etapa de formación y su desarrollo, pero el más grande entre los que así lo hicieron, tal y como lo 9 Viroli Maurizio. Op Cit. 1998. Cap. 4. Pág. 115. 10 Ídem. Pág. 116. 76 enfatiza el profesor Viroli, fue indudablemente Maquiavelo en sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio. 11 4.2.1. El “Momento” de Maquiavelo. Al periodo histórico posterior a la muerte de Maquiavelo hasta bien entrada la ilustración, la revolución norteamericana, la revolución francesa y la independencia de las naciones iberoamericanas, es decir los siglos XVI, XVII y XVIII, es lo que algunos autores han denominado “El Momento de Maquiavelo”. El más importante de ellos es J. G. A. Pocock, al cual mencionamos en el capítulo anterior, para Pocock, “El Momento de Maquiavelo”, es una frase que debe ser interpretada de dos maneras. En primer lugar, denota el momento y, la manera, en que el pensamiento de Maquiavelo hace su aparición; y aquí el autor hace una salvedad, que no es “historia del pensamiento político” o lo que sea, en los últimos años de la República florentina, o historia de la experiencia de los florentinos en esa época, diseñada para explicar la articulación de las ideas a ser estudiadas. El “Momento” en cuestión, selectivamente y temáticamente definido, asegura que ciertos arraigados patrones en la conciencia temporal de la Europa medieval y en las primeras etapas del modernismo, conducen al nacimiento de las Repúblicas, y a la participación ciudadana en ella como un problema constitutivo en la historia del propio entendimiento, que con Maquiavelo y sus contemporáneos puede ser visto implícitamente y explícitamente explicado, que luego se convirtió en algo crucial en sus tiempos y permaneció así, por más de casi tres siglos como resultado de lo que ellos forjaron. En segundo lugar, “El Momento de Maquiavelo” denota el problema en sí mismo, es un nombre para el momento de conceptualización en que la República era vista como confrontando su propia finitud temporal, como intentando mantenerse moral y políticamente estable en la corriente de eventos irracionales concebidos como esencialmente destructivos de todos los sistemas de estabilidad secular. En el lenguaje que ha sido desarrollado para el propósito específico, esto se trata de la confrontación de la virtù con la fortuna y la corrupción; y el estudio del pensamiento florentino, es el estudio de cómo Maquiavelo y sus 11 Quentin Skinner. Gisela Bock. Maurizio Viroli. Et al. Machiavelli and Republicanism. Machiavelli. The republican ideal of political liberty. Cambridge. Cambridge University Press. 1990. Pág. 300. 77 contemporáneos, perseguían la relación íntima de esas palabras y posteriormente como influyeron en la Europa del absolutismo, la Inglaterra de los siglos XVI, XVII y XVIII, el periodo de la ilustración y la independencia de colonias americanas en el siglo XVIII y XIX. 12 Maquiavelo según Tomás Várnagy 13 , es un clásico en un periodo de transición, es el hito que señala la continuidad y la ruptura de la tradición greco-romana y la medieval, siendo el último de los antiguos y el primero de los modernos, pues él también busca la “buena sociedad”, al bien común como hemos constatado en el capítulo anterior, y tiene una definitiva actitud valorativa encaminada a lograr la unidad de Italia, pese a eliminar de la política toda consideración ética o religiosa. Si bien el Florentino es un clásico, su obra es como una muralla que los separa de los teóricos anteriores, pues durante casi dos milenios hubo en el pensamiento político occidental una mezcla entre lo que el mundo es en realidad y lo que desearíamos que fuera, entre política, ética, filosofía, teología y religión, y es el secretario Florentino quien establece un diferencia tajante entre los que es la realidad de las cosas y lo que deseáramos que fuesen, es decir nuestros propios deseos platónicos y utopías. 14 Como humanista y renacentista produce una ruptura con la tradición medieval, ya que descubre y pone en marcha toda una serie de nuevos conceptos en el pensamiento político de la época y que prácticamente perduran hasta nuestros días. De acuerdo a Bobbio, en la teoría contemporánea de la democracia y la República, 15 confluyen tres grandes tradiciones del pensamiento político: La teoría clásica, es decir Aristóteles y el gobierno del pueblo o de muchos; luego la teoría medieval, de derivación romana, de la soberanía popular, una concepción ascendente que se contrapone a otra descendente de la soberanía; y finalmente, la teoría derivada de Maquiavelo que nace con el surgimiento del Estado moderno. 16 Si bien agrega Bobbio, la República no se identifica 12 J. G. A. Pocock. The Machiavellian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican Tradition. Princeton University Press.1975. 13 Tomás Várnagy. Fortuna y Virtud en la República Democrática. Ensayos sobre Maquiavelo. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Buenos Aires. 2003. Introducción. Pág. 40-2 14 Tomás Várnagy. Op Cit. Pág. 41. 15 Norberto Bobbio. La Teoría de las Formas de Gobierno en la Historia del Pensamiento Político. Fondo de Cultura Económica. México. 1987. 16 Tomás Várnagy. Op Cit. Pág. 42. 78 totalmente con la democracia, en ella el poder no está concentrado en las manos de uno solo, sino que está distribuido diversamente en diferentes cuerpos colegiados, y esta noción se transmitirá a través de los escritores radicales y antiabsolutistas de los siglos XVI y XVIII, hasta la revolución francesa, en contraposición a las monarquías absolutas, como veremos más adelante. En este sentido, la República como forma de gobierno opuesta al despotismo en su carácter de gobierno “libre” y antiautocratico, encierra un elemento fundamental de la democracia moderna. Para Betrand Russell, en los Discursos de Maquiavelo: “Hay capítulos completos que parecen haber sido escritos por Montesquieu, y la mayor parte de esta obra habría sido leída con aprobación por los intelectuales liberales del siglo XVIII. La doctrina de checks and balances (pesos y contrapesos) está allí explícitamente delineada…” 17 Posteriormente, el concepto de República asume un significado distinto en el pensamiento político moderno cuando se procede a una tipología diferente de la clásica; con Maquiavelo primero y Montesquieu después, surge una nueva triada que sustituye a la anterior 18 : monarquía, República (aristocrática y democrática) y despotismo.La diferencia entre las dos tipologías consiste en el hecho de que la clásica utiliza un criterio cuantitativo (uno, pocos o muchos que gobiernan), mientras que la segunda usa una regla cualitativa que resulta de una multiplicidad de factores; primero, el espacio: la República debe tener una extensión moderada, mientras que la monarquía precisa un espacio grande (y el despotismo mayor aún); segundo, en la República debe haber una relativa igualdad mientras que en la monarquía desigualdad en favor de la nobleza (en el despotismo todos son siervos); luego, en la República, las leyes son expresión de la voluntad popular; en cuarto lugar, las fuerzas de integración social son diversas: en la República hay virtud, que lleva a los ciudadanos a anteponer el bien del Estado a su interés particular; en la monarquía la nobleza es sostén y límite del poder del Rey (en el despotismo hay miedo); y, finalmente, el orden político en la República nace desde abajo, aún en medio del disenso, con canales institucionalizados para 17 Bertrand Russell. History of Western Philosophy. London: Unwin. 1979. Libro III. Parte I. Cáp. 3. Pág 494. 18 Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 128-130. 79 expresarse; en la monarquía, desde arriba, en una síntesis armónica (en el despotismo por la fuerza). Veamos como lo expresa Werner Maihofer 19 (1990) “Rechazo al principio del despotismo, o el gobierno a través de la esclavitud de los gobernados como una posible constitución de un Estado,” esto es algo que continua operando a pesar de la oposición de Montesquieu al despotismo, y sus ecos a través de la tradición republicana del renacimiento Italiano. Mientras nosotros hemos estado preocupados con la reconstrucción de los orígenes de esta tradición republicana, una tradición que incluye a Maquiavelo y desde la cual como ha señalado extraordinariamente Quentin Skinner, la define decisivamente tanto en pax como en iustitia, lo que concierne a nosotros también, es el futuro de esta concepción de la República, en una extrapolación, como si fuera del estímulo que Maquiavelo dio al pensamiento político en lo albores de la era moderna. Este estímulo dio como resultado el final de la era precedente, en revoluciones, tanto en el pensamiento como en los tipos de gobierno, que continúan definiéndose y motivándose en el pensamiento político aún hoy en nuestros días. El hecho es que esta “revolución del pensamiento”, la cual nosotros denominamos el periodo de la “Ilustración”, comienza específicamente con pensadores que explícitamente se veían ellos mismos como sucesores de Maquiavelo, que es la razón fundamental por la cual Juan Jacobo Rousseau en su Contrato Social, llama a El Príncipe de Maquiavelo: “El libro de los republicanos”. 20 En este capítulo analizaremos brevemente, para no apartarnos demasiado del objetivo principal del presente trabajo que es el análisis del pensamiento político de Maquiavelo y su comparación con el pensamiento político de Simón Bolívar, las ideas de algunos filósofos políticos posteriores a Maquiavelo, aunque no de manera exhaustiva para no extender demasiado la investigación, personajes los cuales he considerado tomar en consideración para el mejor entendimiento de las ideas políticas a ser analizadas en el presente trabajo. En 19 Werner Maihofer. The Ethos of the republic and the reality of politics. From: Quentin Skinner. Gisela Bock. Maurizio Viroli. Et al. Machiavelli and Republicanism. Cambridge. Cambridge University Press. 1990. Pág. 283. 20 Werner Maihofer. Op Cit. Pág 284. 80 algunos de ellos encontraremos ideas divergentes y opuestas, y en otros ideas convergentes, y que de alguna u otra forma, estas ideas, han contribuido a la conformación de las Repúblicas del mundo moderno y tal vez en la confección de la obra política de Simón Bolívar, tema que estudiaremos en el capítulo subsiguiente. 4.2.2. Críticas de Juan Bodino y Thomas Hobbes al gobierno mixto. El dominio de la tradición del gobierno mixto en el pensamiento político occidental no fue confrontado hasta el auge del absolutismo en el siglo diecisiete. Aún los emperadores romanos generalmente habían disfrazado sus decretos en el lenguaje y formas de la antigua República, pero los monarquistas como Juan Bodino y Thomas Hobbes, que eran tan revolucionarios a su propia manera, atacaron la “teoría sagrada” del gobierno mixto con gran agudeza. Aun cuando a ambos le desagradaban la democracia tanto como a los teóricos del gobierno mixto, los monarquistas prefirieron atacar el icono más sagrado del gobierno mixto, es decir la República Romana. Haciendo un cuidadoso énfasis en refutar a Aristóteles, Polibio, Cicerón y a Maquiavelo, Bodino en Los Seis Libros de la República, negaba la posibilidad que la República romana haya sido un gobierno mixto, argumentando que esa República fue una simple democracia y Esparta una simple aristocracia. En primer lugar, Bodino es terminante y no acepta la posibilidad de existencia de una forma política mixta. La razón de tal negación es interesante porque se remite al concepto de soberanía. En otras palabras, Bodino dice que el término “República” implica una contradicción respecto del principio de indivisibilidad inmanente a la lógica soberana. Bodino pasó a la historia del pensamiento político como el primer teórico de la soberanía, 21 veamos su definición: “La soberanía es el poder absoluto y perpetuo de una República.” 22 Y agrega además: Es necesario definir la soberanía, porque, pese que constituye el tema principal y que requiere ser mejor comprendido al tratar de la República, ningún 21 Norberto Bobbio. La Teoría de las Formas de Gobierno en la Historia del Pensamiento Político. Fondo de Cultura Económica. México. 1987. Pág. 80. 22 Juan Bodino. Los Seis Libros de la República .Ediciones Orbis. Barcelona. España. 1973. Libro I. Cap. VII. Pág. 79. 81 jurisconsulto ni filósofo político la ha definido todavía. Habiendo dicho que la República es un recto gobierno de varias familias, y de los que les es común con poder soberano. Digo que este poder es perpetuo, puesto que puede ocurrir que se conceda poder absoluto a uno o a varios por tiempo determinado, los cuales una vez transcurrido éste, no son más que súbditos. Por tanto, no puede llamárseles príncipes soberanos cuando ostentan tal poder, ya que solo son custodios o depositarios, hasta que place al pueblo o al príncipe revocarlos. Una vez que hemos tratado de la soberanía y de sus derechos y atributos, es necesario ver ahora quiénes son los que, en la República, ostentan la soberanía, para que podamos decir cual es su estado. Si la soberanía reside en un solo príncipe, la llamaremos monarquía; si en ella participa todo el pueblo, Estado popular, y si la parte menor del pueblo: Estado aristocrático. Usando estos términos, evitaremos la confusión y oscuridad producidas por la variedad de gobernantes buenos y malos, lo que ha sido ocasión para que algunos autores hablen de más de tres clases de Repúblicas. Si esta opinión fuese aceptable y las formas de República se midiesen por las virtudes y los vicios, habría multitud de ellas. 23 En este sentido, Bodino sostiene que sólo las tres formas simples de los tipos de regímenes políticos, pueden sustentar este principio esencial para la materialización de Estados soberanos. Entre ellas opta claramente por la potestad regia, y retoma una visión anárquica y desventajosa respecto de los gobiernos populares, puesto que según Bodino, sólo el régimen monárquico puede representar correctamente la soberanía, además agrega: Todos los antiguos convinieron en afirmar que, al menos, había tres clases (de Repúblicas), pero algunos añadieron una cuarta, compuesta de las tres primeras. Platón añadió una cuarta, a saber: cuando los hombres de bien ostentan la soberanía, lo cual, hablando con propiedad, constituye la aristocracia pura; no aceptó como forma de República la combinación de las otras tres. Aristóteles admitió la forma propuesta por Platón y la compuesta resultando cinco clases. Polibio enumeró siete formas, tres loables, tres viciosas y una compuesta de las tres primeras... Si no fuera porque la razón me ha forzado a sostener lo contrario, pudiera ser que la autoridad de tan grandes personajes me hubiera convencido: Por ello me será preciso demostrar, mediante razones convincentes, el error en que incurren, valiéndome de los mismos argumentos y ejemplos que ellos aducen. 24 Según Bobbio, el argumento utilizado por Bodino es un poco engañoso, en realidad los antiguos habían introducido la distinción entre formas buenas y malas con base a un criterio 23 Juan Bodino. Op Cit. 1973. Libro II. Cap. I. Pág. 79 y 97 24 Ídem. Libro I. Cap. VII. Pág. 97. 82 muy preciso, como el de la fuerza y el consenso, o el de el interés común y el interés propio, no habían hablado en general de las virtudes y defectos de las constituciones, sino que habían buscado ubicar algunas diferencias fundamentales, de las que se pudiese obtener una distinción basada en elementos no accidentales. 25 En definitiva, el sistema mixto y la República romana, según Bodino, era para él un sistema de gobierno simple y popular: Si se admite que la combinación de las tres se puede hacer una, es evidente que ésta será por completo diferente, del mismo modo que la proporción armónica, compuesta de la proporción aritmética y geométrica, es totalmente diferente una de otra, o, igual que, en la mezcla de cosas naturales, la compuesta de dos simples tiene una propiedad especial y distinta de las simples que la integran. Más la mezcla de las tres Repúblicas en una no produce una especie diferente. El poder real, aristocrático y popular combinados, sólo dan lugar al Estado Popular, salvo que se diese la soberanía, en días sucesivos, al monarca, a la parte menor del pueblo y a todo el pueblo, ejerciendo por turno, cada uno de ellos, la soberanía…. En tal caso, habría tres clases de República que, además no durarían mucho, al igual que una familia mal gobernada. En realidad, es imposible, incompatible e inimaginable combinar monarquía, Estado popular y aristocracia. Si la soberanía es indivisible como hemos demostrado, ¿cómo se podrá dividir entre un príncipe, los señores y el pueblo a un mismo tiempo? Si el principal atributo de la soberanía consiste en dar ley a los súbditos, ¿qué súbditos obedecerán si también ellos tienen poder de hacer la ley? ¿Quién podrá hacer la ley, si está constreñido a recibirla de aquellos mismos a quienes se da? Es necesario pues, concluir que cuando ninguno en particular tiene poder de hacer la ley, sino que tal poder corresponde a todos es popular. Para probar lo que he dicho, tomemos los mismos ejemplos que Polibio, Contarini y otros nos han propuesto…Han puesto como ejemplo a Roma, cuyo Estado, según afirman estaba compuesto de poder real, popular y aristocrático. En Roma se ve -dice Polibio- el poder real en los cónsules, la aristocracia en el senado, la democracia en los estados del pueblo... No hay duda de que Roma, una vez que fueron expulsados los reyes, constituyó siempre un Estado popular, excepto durante los años en que los diez comisarios (decenviros) instituidos para corregir las costumbres trocaron al Estado popular en aristocracia, o, si hablamos propiamente oligarquía. 26 Al respecto Bobbio afirma que este argumento de Bodino le parece igualmente engañoso: y lo expresa de la siguiente manera: en cuanto a la teoría del gobierno mixto, el argumento principal es el siguiente: “El poder real, el aristocrático y el popular al reunirse no 25 Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 84. 26 Juan Bodino. Op Cit. 1973. Libro II. Cap. I. Pág. 97-98 83 dan por resultado más que una democracia.”. Para Bobbio, esta definición es nueva y extraña, se trata que para Bodino, la mezcla más que ser garantía de mayor estabilidad, es la causa principal de inestabilidad al estar la soberanía dividida, sin embargo se podría objetar que los estados que los antiguos y los modernos han considerado mixtos, han durado más que los otros. La respuesta de Bodino a esta objeción es clara: Los estados que los antiguos y modernos han considerado mixtos, en realidad, si sus constituciones son examinadas con detenimiento, y no se realiza un examen meramente formal, de ninguna manera son mixtos, porque una de las partes siempre prevaleció sobre las otras. Además, si de hecho una parte no hubiese dominado sobre las otras, el Estado habría terminado por caer muy pronto en un conflicto destructivo de su unidad y de su misma naturaleza de Estado. 27 Más adelante Hobbes (1588-1679) es el más grande filósofo político de la época moderna antes que Hegel. Escribió muchas obras políticas de capital importancia para la comprensión del Estado moderno, de las cuales las principales son: Los elementos de la ley Natural y Política (1640); De Cive (Tratado del ciudadano) (1642 y 1647) y el Leviatán (1651). 28 Para Bobbio, Hobbes al igual que Bodino, no acepta dos de las tesis que han caracterizado durante siglos la teoría de las formas de gobierno: la distinción entre las formas buenas y malas, y las del gobierno mixto. Ambas confrontaciones derivan con lógica férrea de los dos atributos fundamentales de la soberanía: el ser absoluto y el ser indivisible: del atributo del ser absoluto proviene su crítica de la distinción entre buenas y malas, mientras que el de la indivisibilidad deriva la crítica del gobierno mixto. 29 Así como es para Bodino, también para Hobbes el poder soberano es absoluto; si no lo es, no es soberano: El ser soberano y ser absoluto son unum et ídem. Aunque pueda parecer que un atributo como “absoluto” no permita un superlativo, no es descabellado decir que el poder soberano de Hobbes es más absoluto que el de Bodino. 27 Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 84-5. 28 Ídem. Pág. 95. 29 Íbidem. 84 De la índole absoluta del poder estatal deriva como se ha dicho, la negación de la distinción entre formas buenas y malas de gobierno. El razonamiento de Hobbes es riguroso: la distinción entre formas buenas y malas parte de la distinción entre soberanos que ejercen el poder de acuerdo a las leyes, y soberanos que gobiernan sin respetar las leyes a las que están obligados; pero si el soberano verdaderamente es “legibus solutus”, si no está obligado por ninguna ley que esté por encima de él ¿cómo es posible distinguir al soberano que respeta las leyes de aquel que no lo hace? En otras palabras: el mal soberano es quien abusa del poder que se le ha confiado. ¿Pero tiene sentido hablar de abuso de poder allí donde existe un poder ilimitado? Donde el poder es ilimitado el concepto mismo del abuso se vuelve contradictorio. Entonces, ¿Cómo se puede distinguir al soberano bueno del malo, si ya no opera el criterio, el único criterio, que permite su diferenciación? Conviene dejar la palabra al mismo Hobbes, cuya claridad es insuperable: Los antiguos escritores políticos introdujeron otras tres formas opuestas a éstas [se entiende a las tres formas clásicas de la monarquía, la aristocracia y la democracia], es decir la anarquía (o sea la confusión) en contraste con la democracia, la oligarquía (el poder excesivo de pocos) en oposición a la aristocracia, y la tiranía contraria a la monarquía. Pero éstas no son tres formas de Estado diversas de las primeras, sino tres diferentes denominaciones, que les da a las primeras, quien tenía odio por el gobierno o los gobernantes. Ciertamente los hombres no sólo tienen la costumbre de indicar con los nombres las cosas, sino de designar con ellos sus sentimientos, el amor, el odio, la ira, etc. De lo que se desprende que lo que uno llama democracia, el otro denomina anarquía; lo que uno define aristocracia, el otro indica como oligarquía; y lo que uno denomina tirano, el otro le da el nombre de rey. De manera que con estos nombres no se designan formas de Estado diferentes, sino únicamente las diferentes opiniones de los ciudadanos en referencia a las personas de los gobernantes (De Cive, VII, 2) 30 Para Hobbes, un punto de honor, es que el poder soberano no puede ser dividido más que a riesgo de destruirlo. Incluso considera como teoría sediciosa, a la que afirme que el poder soberano es divisible, y que un gobierno bien ordenado debería prohibirla. Cuando aborda las teorías sediciosas enfatiza con energía el argumento: También hay quienes subdividen el poder soberano para atribuir la facultad de declarar la guerra y de acordar la paz a una sola persona (que llaman rey), pero 30 Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 97. 85 el derecho de imponer tributos no lo atribuyen a él sino a otros. Sin embargo como el dinero es el nervio tanto de la guerra como de la paz, quienes dividen la soberanía como se ha dicho, o no la dividen de hecho, porque le dan poder efectivo a quien dispone de las finanzas y al otro solamente un poder nominal, o si lo dividen disuelven el Estado, porque no se puede hacer la guerra si es necesario, ni conservar la tranquilidad pública sin dinero. 31 Según Bobbio, el razonamiento hobbesiano es de una simplicidad ejemplar. Si efectivamente el poder soberano está dividido, ya no es soberano, si continua siendo soberano quiere decir que no está dividido, lo cual significa que la división solamente es aparente. Se conoce muy bien cuál es la situación histórica de la que nace la reflexión hobbesiana: es la contienda entres el Rey Carlos I Estuardo y el parlamento de Inglaterra liderizado por el lider puritano Oliverio Cromwell en 1642, lo que dio origen en ese entonces a la guerra civil inglesa, y posteriormente con el triunfo de la revuelta parlamentaria a la disolución del Estado. Hobbes consideraba responsables de está disolución a quienes de diversas maneras sostuvieron que el poder soberano debía ser dividido entre el Rey y el parlamento, asunto que explicaremos mejor en un subcapítulo más adelante. La doctrina dominante entre los constitucionalistas ingleses durante varios siglos era que la monarquía inglesa fuese una monarquía mixta, y había sido ratificada poco antes de la guerra civil en 1642 por el Rey Carlos I Estuardo en una de sus clásicas afirmaciones: La experiencia y la sabiduría de nuestros antepasados modelaron este gobierno mediante una combinación de formas [monarquía, aristocracia, democracia] para dar al régimen (en los límites permitidos por la providencia humana) las ventajas de las tres, sin los inconvenientes de cada una, a fin de que haya un equilibrio entre los tres estados y que ellos caminen juntos por su propia vía”. (Answer to the Nineteen Propositions) 32 Como hemos observado, el argumento tradicional en la Inglaterra de 1642 a favor del gobierno mixto era el de la estabilidad; mas también indicamos en el capítulo anterior que en Maquiavelo aparece no sólo ese argumento, sino además un segundo argumento, el de la garantía de la libertad. En síntesis, la apología del sistema mixto se basa en dos condiciones: ex parte principis, en la mayor estabilidad del estado, ex parte populi, en la mayor libertad de 31 Ídem. Pág. 102. 32 Tomado de Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 103. 86 los ciudadanos. 33 Hobbes toca el tema de la libertad allí donde rechaza el gobierno mixto con base en el binomio servidumbre-libertad; pero no descuida el argumento de la estabilidad, en cuanto muestra, a que a su parecer, la consecuencia inevitable del gobierno mixto es la disolución del Estado y la guerra civil. Para Hobbes, al igual que para Bodino, el inconveniente del gobierno mixto es precisamente el de llevar a consecuencias opuestas a las que se habían imaginado sus partidarios: en primer lugar a la inestabilidad que es lo contrario da la tan trillada estabilidad que le atribuyeron al gobierno mixto Polibio y Maquiavelo. 34 Bobbio agrega además en su obra el punto clave para el cabal entendimiento de este capítulo: “De la crítica Hobbesiana del gobierno mixto brota otro problema que ya he mencionado pero que es hora de indicar toda su importancia. Se trata de la sobreposición, e incluso de la confusión normalmente no reconocida y por tanto trasladada sin sentido critico entre teoría del gobierno mixto y teoría de la separación de poderes”. Me apresuro a decir que de los fragmentos citados resulta claro que la crítica de Hobbes al gobierno mixto es al mismo tiempo, e incluso fundamentalmente, una crítica a la separación de poderes. ¿Gobierno mixto y separación de poderes son la misma cosa? Si y no. Lo pueden ser, pero también pueden no serlo”, 35 se pregunta Bobbio. Antes de considerar esto un poco más a fondo conviene citar otro fragmento del Leviatán de Hobbes de gran agudeza y perspicacia: A veces puede haber también en el gobierno meramente civil más de un alma. Como cuando el poder de recaudar dinero (que es la facultad nutritiva) ha dependido de una asamblea general, el poder de conducta y mando (que es la facultad locomotriz) ha dependido de un hombre, y el poder de hacer leyes (que es la facultad racional) ha dependido del consentimiento accidental de un tercero: Esto pone en peligro la República, algunas veces por falta de buenas leyes, pero más a menudo por carecer de alimento necesario para la vida y el movimiento. Pues aunque pocos perciben que tal gobierno no es gobierno sino división de Estado en tres facciones, llamándolo monarquía mixta, la verdad que no se trata de un Estado independiente; no de una persona representativa sino de tres facciones independientes. En el reino de Dios puede haber tres personas independientes sin ruptura de la unidad en el Dios que reina; pero donde los hombres reinan no pueden permitirse una diversidad de opiniones. Y, por tanto, si el rey ostenta la representación del pueblo y la asamblea general 33 Norberto bobbio. Op Cit. Pág. 103. 34 Íbidem. 35 Íbidem. Pág. 104. 87 ostenta también esa representación, y otra asamblea representa una parte del pueblo, no son una persona ni un soberano, sino tres personas y tres soberanos. A que enfermedad en el cuerpo natural del hombre puedo comparar exactamente esta irregularidad de un Estado, es cosa que no sé. Pero he visto a un hombre que tenia a otro hombre creciendo de su flanco, con cabeza, brazos, pecho y estómago propios (evidentemente se trata de unos hermanos siameses). Si hubiese tenido a otro hombre creciendo desde el otro flanco la comparación podría entonces haber sido exacta. 36 Pero si no basta las citas anteriores, la opinión que Hobbes tiene del gobierno mixto se refuerza con los últimos renglones; el gobierno mixto es comparado con algo monstruoso. En el reino del espíritu, la unión de las tres personas genera la trinidad, pero en el terrenal, ¿la unión de las tres partes del estado da origen a monstruos?, se pregunta Bobbio: ¿Cuál es el blanco verdadero de la crítica hobbesiana? Si se vuelven a leer atentamente los primeros renglones, que por lo demás repiten cosas ya dichas en los fragmentos anteriormente citados, se observa que la crítica de Hobbes va contra la separación de las principales funciones del Estado y de su asignación a órganos diferentes. ¿Era ésta la idea original del gobierno mixto, como fue diseñada por los griegos? Esta idea no nació de la exigencia de dividir el poder único del Estado, sino precisamente del concepto contrario, es decir, de la necesidad de integrar en la unidad las diferentes clases que constituyen una sociedad compleja. La sobreposición de la teoría de la separación de poderes y la del gobierno mixto, sucede únicamente porque se busca hacer coincidir la tripartición de las funciones principales del Estado, que de acuerdo con los partidarios de la separación de poderes deberían ser divididas, es decir, atribuidas a órganos diferentes, con la desagregación y unificación de las clases que componen una sociedad compleja y de las cuales, cada una, de acuerdo con los partidarios del gobierno mixto, debería tener su propio órgano de representación en el Estado compuesto, y , precisamente por esto, “mixto”. Pero tal coincidencia de ninguna manera es necesaria. Veamos dice Bobbio, un poco más de cerca esta cuestión. Si se admite que las funciones del Estado son tres: la legislativa, la ejecutiva y la judicial, la identificación de la practica de la división de poderes con la realidad del sistema político, llamado mixto, puede darse solamente si cada 36 Tomás Hobbes. Leviatán. Editora Nacional. Madrid 1983. Cáp. XXIX. Vol. I. Pág. 272. Tomado de Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 105. 88 función corresponde a una de las tres partes de la sociedad (rey, notables y pueblo) 37 Es decir, si se puede concebir un Estado en el cual, supongamos, al Rey le sea confiada la función ejecutiva, al senado la judicial y al pueblo la legislativa. Pero los primeros teóricos del gobierno mixto jamás sostuvieron una idea de este tipo. En todo caso, el gobierno mixto perfecto es exactamente lo opuesto: es aquel gobierno en el cual la misma función, entiendo la función principal, la legislativa, es ejercida habitual y conjuntamente por las tres partes que componen el Estado, es decir, para permanecer fieles a la constitución que Hobbes propone al mismo tiempo por el Rey, los lores y los comunes, como veremos más adelante con David Hume. En el gobierno mixto no hay ninguna correspondencia necesaria entre las tres funciones del Estado y las tres partes de la sociedad que se reintegran en el sistema político propio del gobierno mixto. Asimismo agrega Bobbio: La dificultad de la identificación aumenta si se toma en consideración el hecho de que los teóricos del gobierno mixto siempre hablaron de tres clases de gobierno o Estados en los que está dividido el poder de una sociedad compleja, mientras los teóricos de la separación de poderes como por ejemplo Marsilio de Padua y John Locke, 38 siempre frecuentemente redujeron a dos las funciones básicas del estado, la legislativa y la ejecutiva. 39 4.2.3. John Locke, precursor del equilibrio y la separación de los poderes. La teoría política más importante que viene después de Hobbes es la de John Locke (1632-1704), expuesta principalmente en su obra los Dos Ensayos sobre el gobierno Civil (1680). Justamente Locke pasa a la historia como el teórico de la monarquía constitucional, es decir, de un sistema político basado al mismo tiempo entre la doble distinción entre dos partes del Estado, el parlamento y el Rey, y entre dos funciones del Estado. La función legislativa y la ejecutiva, y en una correspondencia casi perfecta entre las dos distinciones, en cuanto el 37 Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 106. 38 John Locke. Segundo Ensayo sobre el Gobierno Civil. Editorial Losada S. A. Buenos Aires. 2004. cap. XII. Pág. 104-5. 39 Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 106. 89 poder legislativo emana del pueblo que tiene su representación en el parlamento y el poder ejecutivo es delegado por el parlamento al Rey. 40 Una constitución de este tipo no es un gobierno mixto en el sentido tradicional de la palabra, es una constitución que se podría llamar, de acuerdo con la interpretación bodiniana: democrática-monárquica, es decir, una constitución en la cual la soberanía del Estado pertenece al pueblo, y el gobierno, entendido como el ejercicio del poder ejecutivo al Rey. Como principal teórico de la revolución inglesa de 1688 John Locke, fue autor asimismo de un libro clave en el posterior desarrollo del pensamiento constitucional inglés y, en realidad, del occidental: An Essay Concerning the True Original Extent and End of Civil Government, que salió a circulación en 1690, aunque su autor lo había redactado bastantes años antes de que estallara la revolución de 1688, como bien lo ha mencionado en su obra Peter Laslett. 41 Pero lo que en realidad importaba a Locke en su Ensayo sobre el Gobierno Civil, como bien mencionó Bobbio en su obra 42 , era justificar una nueva Monarquía, la constitucional o “moderada”, como él mismo la denomina, utilizando una expresión de claro sabor tomista, basada en el consentimiento del pueblo. Un tipo de monarquía que vertebraría la revolución Inglesa de 1688 y en la que podía verse -aunque, como se dirá, ésta no fuese la interpretación más extendida-, si no el fin de un ahistórico “Estado de naturaleza” sí, al menos, la renovación de un no menos supuesto pacto social de los ingleses, tras la disolución del Estado a consecuencia de la política absolutista llevada a cabo por el Rey Jacobo II Estuardo. En el capítulo X, su obra Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, Locke señala tres tipos de gobierno o “Estado” 43 como él los denomina, a saber: 40 Ídem. Pág. 107. 41 Peter Laslett, The English Revolution and Locke´s Two Treatises of Government, publicado inicialmente en la Cambridge Historical Journal, vol. 12, nº 1, Pág. 40-55 y reproducido en la obra colectiva: John Locke. Critical Assessments. Edited by Richard Ashcraft. Routledge, Londres y Nueva York, 1991, Vol. I,. Pág. 32-50. 42 43 Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 106. John Locke. Segundo Ensayo sobre el Gobierno Civil. Editorial Losada S. A. Buenos Aires. 2004. Cap. XII. Pág. 93. 90 Como se ha demostrado, al unirse por primera vez los hombres en sociedad la mayoría tiene naturalmente todo el poder de la comunidad, y puede emplear todo ese poder en hacer periódicamente leyes para dicha comunidad y en ejecutar esas leyes por medio de funcionarios designados para por ella. En ese caso, la forma de gobierno es una democracia perfecta. O puede depositar el poder de hacer leyes en manos de unos pocos hombres selectos y sus herederos o sucesores, y entonces es una oligarquía, O puede depositarlo en las manos de un solo hombre entonces es una monarquía; si la deposita en las suyas y las de sus herederos, se trata de una monarquía hereditaria, y si sólo se le concede a él de por vida pero, a su muerte, el poder de nombrar un sucesor vuelva al pueblo, se trata de una monarquía electiva. Y así, basándose en estas formas de gobierno, la comunidad puede mezclarlas y combinarlas según mejor le parezca. Si el poder legislativo lo da la mayoría originalmente a una o más personas solo mientras vivan o por un periodo de tiempo limitado, y luego el poder supremo vuelve a ella, cuando así revierte sobre la comunidad ésta puede depositarlo en las manos que le plazcan, y así constituir una nueva forma de gobierno. Como la forma de gobierno depende de dónde se deposite el poder supremo, que es el legislativo -pues es imposible concebir que un poder inferior prescriba lo que debe hacer uno superior, y no hay poder más alto que el de dictar leyes-, la forma del Estado dependerá de dónde esté depositado el poder de legislar. 44 Hasta aquí Locke se asemeja mucho en sus conceptos a Aristóteles, Polibio y al mismo Maquiavelo, en su versión de los tres tipos de gobierno buenos, los gobiernos que se basan en el respeto a el imperio de la ley y el bien común y no en el de los intereses particulares, y en los diferentes tipos de monarquía mencionados por Aristóteles. M. J. C. Vile en su interesante estudio: Constitutionalism and the Separation of Powers, 45 ha puesto de relieve que la guerra civil inglesa supuso un hito muy importante en la historia de la doctrina de la división de poderes. Hasta esa fecha, lo más frecuente era limitarse a distinguir el poder legislativo del ejecutivo, como había hecho Marsilio de Padua (1324) en su Defensor de Pacis. 46 Al explicar el origen de los poderes en el estado de naturaleza, Locke parece admitir, en principio, tan sólo dos: el legislativo y el ejecutivo. Mientras el antecedente del primero se 44 John Locke. Op Cit. Cap. X. Pág. 93-4. 45 M. J. C. Vile. Constitutionalism and the Separation of Powers. Oxford University Press, Oxford, 1967, Cap I y II. Pag. 55-57. 46 Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 57. 91 encontraba en la facultad que todos los hombres tenían, conforme al derecho natural, para hacer lo que estimase conveniente para su propia salvaguardia y para la de los demás, el del segundo se hallaba en la facultad de castigar los atropellos cometidos contra el derecho natural. Ahora bien, cuando defiende la necesidad de salir del estado de naturaleza para proteger eficazmente los derechos naturales.47 Locke añade a estos dos poderes un tercero: el judicial. Locke, en efecto, recuerda que la protección de los derechos naturales exigía, en primer lugar, “una ley establecida, aceptada, conocida y firme que sirva por común consenso de norma de lo justo y de lo injusto y de medida común para que puedan resolverse por ella todas las disputas que surjan entre los hombres”; en segundo lugar, “un juez reconocido e imparcial, con autoridad para resolver todas las diferencias, de acuerdo con la ley establecida”; en tercer lugar, “un poder suficiente que respalde y sostenga la sentencia cuando esta es justa y que la ejecute debidamente.” 48 Sin embargo, Locke -que utiliza el vocablo "power" tanto para designar una función como un órgano, por lo que a veces no es fácil interpretar sus planteamientos- abandona más adelante, y de forma ya definitiva, esta clasificación tripartita de los órganos o funciones del Estado, sustituyéndola por una nueva, a tenor de la cual distingue la función legislativa, la ejecutiva y la federativa, sin mencionar para nada la jurisdiccional. Tal omisión no significaba que Locke minusvalorase la importancia de poder judicial en el seno del Estado constitucional. Al contrario, como subraya asimismo Vile, para Locke “la principal función del Estado es esencialmente la jurisdiccional... El Estado era, por consiguiente, el juez que faltaba en el “Estado de Naturaleza” 49 . ¿Por qué razón, pues, el pensador inglés no menciona la jurisdicción como una función autónoma ni la judicatura como un órgano o poder distinto del ejecutivo y del legislativo? Para responder a esta pregunta es preciso tener en cuenta que en Inglaterra de la época de Locke (1650-1700), como en los mejores tiempos de la República romana, no había una nítida 47 John Locke. An Essay concerning the True Original Extent and End of Civil Government, Cap. IX. parágrafos 128, 129 y 130. Se ha consultado la edición de Everyman's Library, John Locke, Two Treatises of Government, Londres, 1986, con una Introducción de W. S. Carpenter. 48 Ídem, Cáp. IX, parágrafos 124, 125 y 126. A esta clasificación tripartita se refiere ya en los parágrafos 87 y 88. 49 M. J. C. Vile., Op. Cit. Pág. 59. 92 distinción orgánica entre el poder judicial y el legislativo ni una clara distinción entre la función legislativa y la jurisdiccional. Si la Cámara de los Lores era -y sigue siéndolo todavíael supremo tribunal del reino, los jueces creaban derecho a la vez que lo aplicaban, pues sus sentencias se convertían en precedentes que les vinculaban en el futuro a la hora de resolver casos análogos [derecho consuetudinario]. En cualquier caso, el propósito fundamental de Locke consistía en atribuir a dos órganos distintos el poder legislativo y el poder ejecutivo, sin perjuicio de los mecanismos de relación que establecía entre ambos órganos, a los que luego se aludirá. Locke, en efecto, sostiene que tanto en las “monarquías moderadas” como en todos los demás “gobiernos bien constituidos”, (well-ordered-governments), o Estados bien ordenados, el poder legislativo y el ejecutivo “se encuentran en distintas manos” 50 . Previamente había dejado bien claro que “en las comunidades políticas bien ordenadas y en las que se tiene en cuenta como es debido el bien de la totalidad de quienes la forman”, el poder legislativo "suele ponerse en manos de varias personas... debidamente reunidas", esto es, en una asamblea 51 , a diferencia de lo que ocurre con el poder ejecutivo, que, al ser un poder "permanente", ejercido sin interrupción, suele atribuirse a una sola persona 52 . Esta atribución de los dos poderes básicos del Estado a dos órganos distintos distinguía a las “monarquías moderadas” y a los demás “gobiernos bien constituidos"”de las “monarquías absolutas”, en donde “el príncipe reúne en sí mismo” ambos poderes, por lo que “no existe juez ni manera de apelar a alguien capaz de decidir con justicia e imparcialidad así como con autoridad para sentenciar, ni que pueda remediar y compensar cualquier atropello o daño que ese príncipe haya causado por sí mismo o por orden suya” 53 Ahora bien, al pronunciarse a favor de atribuir a distintas manos los poderes legislativo y ejecutivo, Locke no pretendía sólo, aunque sí primordialmente, denunciar la monarquía absoluta, en la que el Rey ejercía ambos poderes, sino también el sistema parlamentario de 50 John Locke. An Essay concerning the True Original Extent and End of Civil Government. Cap. XIV. parágrafo 159 51 Ídem. Cap. XIV, parágrafo 159. 52 Ídem, Cap. XII, parágrafo 143 53 Íbidem. Capítulo VII, parágrafos 90 y 91. 93 gobierno, basado en el monopolio de aquellos dos poderes por parte de una asamblea. A este respecto, Locke tenía sin duda muy presente la experiencia histórica del Parlamento Largo en Inglaterra (1640 a 1649), “verdadero punto de viraje en la historia política de las razas de lengua inglesa” 54 . En esa experiencia pensaba sin duda Locke cuando señalaba que no era “conveniente, pues sería una tentación demasiado fuerte para la debilidad humana, que tiene tendencia a aferrarse al poder, confiar la tarea de ejecutar las leyes a las mismas personas que tienen la misión de hacerlas”. El pensador inglés como posteriormente lo haría Montesquieu en su obra Del Espíritu de las Leyes, subrayó que si el legislativo y el ejecutivo estuviesen en unas mismas manos se corría el grave riesgo de que las leyes no se obedeciesen y de que se redactasen y aplicasen de acuerdo con “intereses particulares” y no a favor de los intereses de toda la comunidad, lo que sería contrario “a la finalidad de la sociedad y del gobierno”, veamos como lo expresó el mismo Locke en su Segundo Ensayo sobre el Gobierno Civil: § 143 El poder legislativo es aquel que posee el derecho de determinar cómo debe utilizarse la fuerza de la sociedad política y de los integrantes de la misma. No es imprescindible que el órgano legislativo se mantenga en ejercicio continuamente; las leyes tienen como finalidad ser cumplidas de forma continua y poseen vigencia permanente; para hacerlas solamente se necesita un poco de tiempo. Además, tampoco es aconsejable, pues para la debilidad humana sería una tentación demasiado grande delegar la función de ejecutar las leyes a las mismas personas que poseen la tarea de realizarlas, puesto que el género humano tiene tendencia a aferrarse al poder. Ello devendría a que rehuyesen la obediencia a esas mismas normas elaboradas por ellos, o que las formulasen y aplicasen de acuerdo con sus propósitos particulares, llegando por ello a que esos propósitos fueran diferentes de los del resto de la sociedad, resultado contrario a los fines de la comunidad y del gobierno. Por ese motivo, en las sociedades políticas bien organizadas y en que se mira como es debido por el bien de la totalidad de quienes la integran, el poder legislativo suele establecerse en manos de varias personas; éstas, debidamente conjuntadas, poseen por sí mismas, o en colaboración con otras, el poder de redactar leyes, y una vez promulgadas éstas se disgregan los legisladores estando ellos mismos sometidos a ellas. Esto supone para dichos legisladores una razón complementaria poderosa para procurar adecuarlas al bien público. 54 George Macaulay Trevelyan. Historia Política de Inglaterra, Fondo de Cultura Económica, México, 2ª Edición. 1984. Pág. 284. El Parlamento Largo, indica: “no sólo impidió a la monarquía inglesa convertirse en un absolutismo del tipo que entonces se generalizaba en Europa, sino que hizo un gran experimento en el gobierno directo del país y del imperio mediante la Cámara de los Comunes”. 94 § 144. Pero por el mismo motivo de que las leyes se elaboran de una vez, y que su realización sólo requiere un período de tiempo bastante corto, aunque su capacidad de obligar es duradera y constante, siendo como es preciso aplicarlas ininterrumpidamente y de una forma permanente, necesitamos que haya un poder siempre en ejercicio que se encargue de la ejecución de las mismas mientras estén vigentes. De ahí surge el que con frecuencia se encuentren separados los poderes legislativo y ejecutivo. 55 Si el poder legislativo consistía en la facultad de aprobar leyes, el ejecutivo, a juicio de Locke, comprendía dos esferas: la ejecutiva propiamente dicha y la federativa, cuya distinción supone la más importante aportación de Locke a la doctrina de las funciones del Estado 56 . Ambas esferas solían y debían atribuirse al mismo órgano, que en Inglaterra no era otro que el Monarca: § 147. E1 poder ejecutivo y el federativo son diferentes realmente en sí mismos; no obstante, a pesar de que uno de ellos comprende la ejecución de las normas comunales de la sociedad dentro de la misma y a todos los que la integran, y el otro abarca a la protección de los intereses de la población en el exterior, en relación a quienes pueden servirles o perjudicarle, sucede que casi siempre suelen encontrarse vinculados. Aunque la acertada o errónea dirección de este poder federativo acarree graves consecuencias a la sociedad política, es mucho más difícil normalizarlo por mediación de leyes positivas determinadas ya de antemano que el poder ejecutivo. Por ese motivo es necesario encomendarlo a el comedimiento y a la sabiduría de aquellos que tienen la misión de ejercerlo para el bien público. Las leyes concernientes a las relaciones mutuas de los individuos están encargadas de regir sus actos y por ello pueden anticiparse perfectamente a los mismos. Pero el método a seguir cuando se trata de extranjeros varía mucho según la forma que éstos tienen de obrar y de las transformaciones que se dan en sus intereses y en sus propósitos. Consecuentemente, es necesario dejar un margen amplio a la iniciativa cautelosa de las personas a quienes está confiado ese poder para que ellas lo ejerciten en interés de la comunidad pública con la mayor destreza posible. 57 ” 4.2.4. El absolutismo y constitucionalismo bajo los reyes Estuardo y la adopción del sistema “Mixto” en la Constitución Inglesa de los siglos XVII y XVIII. 55 John Locke. Segundo Ensayo sobre el Gobierno Civil. Editorial Losada S. A. Buenos Aires. 2004. Cáp. XII. Pág. 104-5. 56 Lo recuerda M. J. C. Vile en el libro ya citado, Pág. 60. Sobre la doctrina lockeana de la división de poderes, vid. en general, Pág. 58 a 67. 57 John Locke. Segundo Ensayo sobre el Gobierno Civil. Editorial Losada S. A. Buenos Aires. 2004. Cap. XII. Pág. 104-5. 95 Los reyes de la dinastía Estuardo, en Inglaterra, pretendieron, más todavía que los Tudores, acabar con los límites institucionales y normativos de la monarquía, siguiendo el ejemplo de los Borbones franceses y de los Hasburgos españoles. Para decirlo con más exactitud, si los Tudores habían pretendido suprimir de facto la antigua Constitución inglesa, los Estuardos quisieron hacerlo de iure, impugnando algunos de sus principios fundamentales. El propio Jacobo I, el primer Rey de esta dinastía, defendió la soberanía del monarca y el origen divino de su poder en un escrito, The Trew Law of Free Monarchies, en el que llegó a sostener unas premisas ajenas por completo a la tradición constitucional inglesa. La Monarquía -sostuvo este Rey intelectual en un discurso ante el Parlamento, el 21 de Marzo de 1610- es la cosa más sublime de la tierra, pues los reyes no son sólo lugartenientes de Dios en la tierra, sentándose sobre el Trono de Dios, sino que incluso Dios mismo llama dioses a los reyes... 58 En apoyo de las pretensiones de Jacobo I, Francis Bacon sostuvo que la autoridad del Monarca era superior a la de las otras dos partes que componían el Parlamento, los Lores y los Comunes, y que, por consiguiente, el Monarca podía dispensar el cumplimiento de las leyes dadas por el Parlamento, así como vetarlas y suspender su ejecución e incluso dictar ordenanzas por encima de ellas. Bacon, enfrentándose al otro antagonista institucional del absolutismo regio, añadía que los jueces no tenían por función crear derecho, como sostenía el Juez Coke, sino tan sólo interpretarlo: ius dicere y no ius dare 59 . A estas tesis absolutistas respondieron tanto los Comunes como los Jueces del “common law”. Los primeros sostuvieron que el supremo poder del Estado no estaba en manos sólo del Rey, sino en las del Parlamento en su conjunto. En 1628, como más tarde en 1641 y en 1642 -escribe a este respecto John G. A. Pocock-, el objetivo de la Cámara de los Comunes no era limitar los poderes del soberano, sino exigir que el soberano mismo 58 Apud. J. P. Kenyon. The Stuart Constitution. 1603-1688. Documents and Commentary . CUP. Oxford. 2ª Edición, 1986. Pág. 11. 59 G. P. Gooch. Political Thought in England: from Bacon to Halifax. Oxford University Press. Londres.1955. Reimpreso por AMS Press, Nueva York, 1977, Pág. 13-22. 96 restableciese esos poderes en términos legales. El Rey era un auténtico Rey -pensaban los parlamentarios- “cuando obraba en Parlamento con pleno respeto del derecho" 60 Poco antes de que estallase la guerra civil, exactamente el 27 de Mayo de 1642, volvió a defenderse con vigor la tesis de la soberanía del Parlamento como parte esencial del derecho constitucional inglés. Ese día los Lores y los Comunes declararon, en oposición ahora a Carlos I, que el Parlamento era el Consejo constitucionalmente autorizado para “preservar la paz pública y la seguridad del Reino.” 61 En Junio de 1642, las dos Cámaras del Parlamento decidieron remitir al Rey Carlos I un documento, conocido como The Nineteen Propositions, en el que se recordaba que el Parlamento era el "más alto y supremo consejo" del Rey, a quien correspondía resolver "los grandes negocios del reino" y nombrar los altos cargos del Estado. En respuesta a este documento -que de forma tan vigorosa resaltaba la soberanía del Parlamento- los más próximos consejeros del Rey, el vizconde Lord Falkland y Sir. John Colepeper, redactaron otro, en el mismo año de 1642, en respuesta a las “Diecinueve Proposiciones” del parlamento y que llamaron: His Majesty’s Answer to Nineteen Proposition of Both Houses of Parliament, persuadiendo al Rey Carlos I, para que emitiera esa repuesta al parlamento el 21 de junio de 1642, a escasos dos meses del estallido formal de la guerra civil. 62 Con este documento, el monarca ingles y sus asesores, intentaban evitar la guerra civil; haciendo al Rey, a la cámara de los lores y la de los comunes iguales en el gobierno, también las hacia igualmente responsables de mantener el equilibrio del gobierno. 63 En ese documento, se defendía la vieja doctrina del Estado mixto de forma muy novedosa y trascendental para la posterior historia de 60 J. G. A. Pocock. The Machiavellian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican Tradition. Princeton University Press.1975. Pág 361-63. 61 Apud, C. H. Macilwain. The High Court of Parliament and its Supremac. 1912. p. 390. Por su parte, Prynne, en Sovereign Power of Parliaments and Kindgdoms, publicado en 1643, intentó mostrar que las bases de la Constitución descansaban en el Parlamento y no en la persona del Rey. Apud, Geoffrey Marshall, Parliamentary Sovereignity and the Commonwealth, OUP, 1957, p. 48. tomado de: Joaquin Varela Suanzes.La Soberanía en la Doctrina Británica (de Bracton a Dicey). Universidad de Oviedo. España. 2001. 62 J. G. A. Pocock. The Machiavellian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican Tradition. Princeton University Press.1975. Pág 361. 63 J G. A. Pocock. Tomado de: James Harrington. The Commonwealth of Oceana and a System of Politics. Edited by. J.G.A. Pocock. John Hopkins University. Baltimore. Cambridge University Press. 2003. Introduction. Pág. xiii-xiv. 97 la teoría constitucional inglesa. En este sentido, J. G. A. Pocock recuerda, que “ya se había hablado en el pasado de monarquía mixta, en el sentido de una mezcla de monarquía y ley o de un equilibrio entre la primacía del monarca y la supremacía de la ley". Ahora bien, continúa Pocock, lo que proponían los consejeros de Carlos I en su Answer to the Nineteen Propositions era una cosa bien distinta. Se trataba como lo habían descrito Polibio y Maquiavelo con anterioridad, 64 de un gobierno mixto o mejor dicho ecléctico entre la monarquía y las otras formas de gobierno: monarquía en la persona del Rey, aristocracia en la de los Lores y democracia en la de los Comunes. Cada una de estas partes debía ejercer una clase distinta de poder: el Rey debería decidir; los Lores, aconsejar; y los Comunes, asentir. Cada uno de estos tres poderes disponía de una "virtud" específica, destinada indefectiblemente a degenerar cuando se aflojase la vigilancia de los otros dos. El equilibrio de la Constitución consistiría en una distribución de poderes con el objeto de asegurar a cada uno de ellos la posibilidad de prevenir la corrupción de los otros dos, para confirmarlo, conozcamos un extracto de la carta de la Answer to the Nineteen Propositions: Existen tres tipos de gobierno entre los hombres, monarquía absoluta, aristocracia y democracia, y todos ellos tienen sus particulares conveniencias e inconveniencias, la experiencia y sabiduría de nuestros ancestros así lo han modelado, de una mezcla de estos tres actos para dar a este reino (tanto como la prudencia humana puede procurar) las conveniencias de todos los tres, sin las inconveniencias de cada uno, tanto tiempo como es precario el balance aún entre esos tres Estados, que corren conjuntamente en sus propios canales (engendrando verdor y fertilidad en las praderas de ambas partes) y la sobrecrecida de cualquier lado, no origina ni diluvio ni inundación. El mal de la monarquía es la tiranía, el mal de la aristocracia son las facciones y la división, los males de la democracia son los tumultos, la violencia y el libertinaje. El bien de la monarquía es unificar una nación bajo solo una cabeza para resistir la invasión foránea y la insurrección interna, el bien de la aristocracia, es la conjunción del consejo de las personas más capaces de un estado para el beneficio público; el bien de la democracia es la libertad, y el coraje y la industria que engendra. 65 64 J G. A. Pocock. Tomado de: James Harrington. The Commonwealth of Oceana and a System of Politics. Edited by. J.G.A. Pocock. John Hopkins University. Baltimore. Cambridge University Press. 2003. Introduction. Pág. xiii-xiv. 65 J. G. A. Pocock. The Machiavellian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican Tradition.1975. Pág 362. 98 Podemos apreciar en esté extracto de las Answer to the Nineteen Propositions, básicamente la misma idea política de Polibio y de Maquiavelo sobre el gobierno mixto; no obstante de la aparente actitud conciliadora del Rey con el parlamento en este documento, la guerra civil no se pudo detener y culminó en 1649 con la derrota de las fuerzas realistas y la captura del Rey Carlos I y su posterior ejecución por decapitación, acusado de alta traición por el parlamento británico a instancias de Oliverio Cromwell, Lord Protector de Inglaterra, Escocia e Irlanda, y, que se convirtió en dictador a posteriori con poderes absolutos similares al del depuesto Rey. De acuerdo a la tesis de Pocock: La doctrina de la constitución mixta (gobierno mixto), fue importada como un eclecticismo a la retórica política inglesa para naturalizar allí, la doctrina republicana de Polibio y de Maquiavelo, en la cual las virtudes (de todos los tipos de gobierno), pueden neutralizar los vicios de los cuales ninguno es libre, pero esto es históricamente frágil y puede ser derribado a la más ligera variación de ese balance. La alternativa y opuesto al balance es la fortuna y la corrupción; pero hay una importante diferencia entre el comportamiento florentino de la época de Maquiavelo y el inglés de esta antitesis según Pocock: Los florentinos optaron por la República porque estaba en su naturaleza actuar así, encontrando en la fortuna su enemigo y en la virtud y en el balance sus únicas defensas; por el contrario, los ingleses, monárquicos y animales de costumbres por naturaleza, tomaron la retórica de la República y el equilibrio de poderes, sólo porque su constitución tradicional estaba siendo amenazada por el desorden en tal forma -una disputa sobre la repartición del poder- para hacer de ella una apropiada respuesta para el caso. 66 4.2.5. James Harrington y su defensa del gobierno mixto, la República de Oceana. James Harrington, (1611-1677), contemporáneo y compatriota de Hobbes y John Locke, ha sido un pensador menos conocido y estudiado que sus dos coterráneos anteriormente mencionados, sin embargo no menos importante en sus conceptos políticos para los fines de este trabajo y en la concepción de los sistemas republicanos al estilo de Polibio y Maquiavelo, en las Repúblicas modernas. Harrington ha sido señalado de tener una gran influencia en los constituyentistas y padres fundadores de la República de los Estados Unidos de América: “Un Inglés del siglo diecisiete, James Harrington, ha sido el defensor moderno 66 J. G. A. Pocock. Op. Cit. Pág 365. 99 del sistema mixto de gobierno de mayor influencia en América.” 67 Para Pocock, la obra más importante de Harrington, The Commonwealth of Oceana, (1656): Es uno de esos trabajos que trasciende a su inmediato contexto. El histórico significado del libro, es porque marca el hito de una ruptura paradigmática, una revisión mayor en la teoría política inglesa y en la historia de las luces de los conceptos sacados del humanismo cívico y el republicanismo de Maquiavelo. 68 En la introducción a la edición moderna de la República de Oceana, editada por Pocock, señala: El republicanismo de Harrington, es más Maquiavélico que Platónico, el secretario florentino es un autor que él (Harrington) admiraba profundamente -a causa de su preocupación- con las situaciones de facto. Él quería saber, como la monarquía parlamentaria inglesa, el gobierno del rey, de la cámara de los lores y la de los comunes, habían llegado a su colapso, y también quería conocer que sistema debería reemplazarlo. Él compartió la tesis polibiana, que el objeto de un gobierno, era la de mantener un equilibrio, entre el gobierno de uno solo, el de pocos y el de muchos, y aceptó el dictado de 1649, que la monarquía histórica inglesa, nunca fue del todo buena, y se había corrompido, al mantenerse inmutable sin evolucionar en el tiempo. Así fue, como Harrington se puso a escribir sobre el republicanismo histórico, ya que tenia acceso a recursos para interpretar la historia, los cuales no habían estado disponibles para Platón en su época ni tampoco para Maquiavelo. 69 Harrington en su obra, critica reciamente la antigua democracia ateniense, pero toma muchos elementos del gobierno ateniense para su estado ideal de Oceana, citando en ella a Aristóteles y a Maquiavelo, hace también la usual reverencia a Roma, asimismo, critica la filosofía política de Tomás Hobbes, e intenta refutar sus ideas con su obra. Fue Harrington quien contribuyó con un concepto esencial para cualquier adaptación americana de la teoría del gobierno mixto, aporta el concepto de “aristocracia natural”. 70 67 Carl J. Richard. The founders and the Classics. Greece, Rome and the American Enlightenment. Harvard University Press. 1996. Pág 130. 68 J. G. A. Pocock. The Machiavellian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican Tradition. 1975. Pág 384. 69 J G. A. Pocock. Tomado de: James Harrington. The Commonwealth of Oceana and a System of Politics. Edited by. J.G.A. Pocock. John Hopkins University. Baltimore. Cambridge University Press. 2003. Introduction. Pág. xv-xvi. 70 Carl J. Richard. Op Cit. 1996. Pág 130. 100 Veamos en que consiste: para Harrington aun en una nueva nación como Oceana, sin ninguna aristocracia originaria, ciertos hombres tendrían más talentos que otros (como es natural). En cualquier sociedad libre esta diferencia natural en talento generaría una desigual riqueza entre los hombres. Esta desigual riqueza a su vez produciría el conflicto de clases. 71 Por lo tanto, sólo el gobierno mixto, combinado con algunas cuántas leyes que limitaran la tenencia excesiva de tierras, sería el único medio para prevenir la lucha violenta ente clases y la tiranía que inevitablemente surgiría después de cruentas guerras civiles, mostremos algunas interesantes definiciones del propio Harrington: a. Harrington y su definición de gobierno. Un gobierno (definiéndolo de iure o de acuerdo con la antigua prudencia), es el arte por el cual una sociedad civil de hombres es instituida y preservada sobre la fundación de derechos o intereses comunes, o (como dijeron Aristóteles y Tito Livio) es el imperio de la ley y no la de los hombres. Y un gobierno, (para definirlo de facto o de acuerdo a la moderna prudencia), es el arte por lo cual algún hombre, o alguno de ellos, someten a una nación, y la gobiernan de acuerdo a sus propios intereses privados; por tanto que siendo las leyes en este caso hechas de acuerdo a los intereses de un solo hombre, o de algunas cuantas familias, puede decirse entonces que este gobierno es el del impero del hombre y no el de las leyes. La primera forma, (la de iure), es aquella que concibe Maquiavelo (cuyos libros han sido dejados en el olvido) y es el único político en recomendarla. 72 b. Harrington, los tipos de gobierno y la Anaciclosis. El gobierno, de acuerdo a los antiguos y su destacado discípulo Maquiavelo, el único filósofo político de las eras posteriores, es de tres clases: el gobierno de un solo hombre, el de los mejores, o el del pueblo, los cuales con nombres doctos serian: monarquía, aristocracia y democracia. Estos tienden, a través de su natural inclinación a degenerar, a ser todos malos, por cuanto ellos deben gobernar por la razón, si ellos gobiernan de acuerdo a la pasión, ellos están haciendo lo que no deberían hacer. Por lo que, al ser la razón y la pasión dos cosas diferentes y opuestas, de manera que el gobierno de la razón es una cosa y la corrupción del gobierno por la pasión es otra cosa, pero no siempre otro tipo de gobierno: como un cuerpo que esta vivo es una cosa y un cuerpo que esta muerto es otra cosa, pero no siempre otra criatura, aunque, la corrupción de 71 72 Ibidem. James Harrington. The Commonwealth of Oceana and a System of Politics. Edited by. J.G.A. Pocock. John Hopkins University. Baltimore. Cambridge University Press. 2003. Pág. 8-9. 101 uno sucede en el tiempo dentro de la generación de otro. La forma corrupta de la monarquía es llamada tiranía, la de la aristocracia, oligarquía, y la de la democracia, anarquía. Pero los legisladores, habiendo encontrado que esos tres gobiernos eran una nulidad en si mismos, han inventado otro consistente de la mezcla de todos ellos, la cual solo es bueno. Esa es la doctrina de los antiguos… Pero de acuerdo a Leviatán (Hobbes), es positivo que todos ellos han sido abandonados, y que no hay otro gobierno en la naturaleza que uno solo de los antes mencionados (la monarquía), como si la carne de ellos no se pudiera corromper, los nombres de sus formas corruptas no son mas que fantasías de los hombres; lo cuál seria entendido, cuando se nos muestre cual de ellos era Senatus Populusque Romanus (la República Romana). 73 En estos párrafos de la Oceana de Harrington, se observa claramente el elogio y la admiración del autor hacia el secretario florentino y la crítica que hace a la obra de Tomás Hobbes: Leviatán, en su misma obra, Harrington profundiza aun más su definición de gobierno de la siguiente manera: Ahora gobierno no es otra cosa que el alma de una nación, por lo que la razón en el debate de una República siendo creada por el resultado, debe ser la virtud, y así como por mucho el alma de una ciudad o una nación es el poder soberano, su virtud debe ser la ley. Pero el gobierno en donde su ley es virtud, y cuya virtud es la ley, es el mismo en donde su imperio es la autoridad y su autoridad es imperio. De Nuevo, si la libertad de un hombre consiste en el imperio de su razón, por tanto su ausencia lo arrastraría a la esclavitud de sus pasiones, luego la libertad de una República consiste en el imperio de su leyes. 74 c. Harrington y la aristocracia natural. Harrington creía que entre los hombres existía y existe una aristocracia natural, fruto de las desigualdades normales que existen entre los hombres en carácter personal, personalidad, habilidades y talentos intelectuales y artísticos que hacían o hacen a cada uno de los seres humanos aptos para un tipo específico de actividad, bien sea de naturaleza mental o física. Asimismo, dentro de los hombre hay algunos de cualidades especiales, llámense líderes naturales que los hacen aptos para la funciones de gobernar a los pueblos y para confeccionar buenas leyes, citando el ejemplo de Moisés que dirigió con leyes rígidas y draconianas al 73 James Harrington. Op Cit. 2003. Pág. 10. 74 Ibíd. Pág. 19-20. 102 pueblo de Israel durante su exilio de 40 años en el desierto del Sinaí, Harrington lo expresa textualmente en su obra: Una República no es otra cosa que la sociedad civil de los hombres…es auctoritas patrum, por lo que no puede haber otra cosa que una aristocracia natural, difuminada por Dios a lo largo de todo el cuerpo de la humanidad para este fin y propósito (dirigir, confortar y formular buenas leyes), y por lo tanto la gente no tiene solamente una obligación natural, sino mas bien una positiva obligación de hacerlos sus guías; como al pueblo de Israel se le comandó: (durante los 40 años en el desierto del Sinaí) “Escojan de cada tribu de ustedes, hombres sabios, inteligentes y experimentados, para que yo los ponga como jefes de ustedes.” 75 d. Harrington, el gobierno mixto y el equilibrio de poderes. De acuerdo a Harrington, el gobierno de Oceana, una República o Estado ficticio, a la manera de la Utopía de Tomás Moro (1478-1535) y la Nueva Atlántida de Francis Bacon (1561-1626), debería ser un gobierno estable y equilibrado en el que se dé una organización constitucional. Ese gobierno debería estar conformado por un senado electivo (de los mejores), no hereditario, integrado por la “aristocracia natural”, encargada de proponer las leyes y dirigir los asuntos públicos, una enorme asamblea popular, formada por el pueblo o sus representantes, con el objeto de decidir los proyectos del senado mediante el voto y un ejecutivo, llamado “magistratura” que desempeñaría las funciones administrativas del gobierno y como un centro de poder equilibrante. 76 Apreciémoslo en las propias palabras de Harrington: Pero la ley, habiendo sido hechas, como dice Leviatán: ‘Sólo son letras (muertas) y papeles, sin las manos y las espadas de los hombres’, para lo cual son estas dos partes de la República, a saber el senado y el pueblo, que son legisladores, así que por necesidad de haber una tercera parte para ser el ejecutivo de las leyes que se han formulado, y ese es el magistrado, el cual en orden con el resto seria forjado el arte. En consecuencia la República consistiría en el senado que propone, el pueblo resolviendo, y el magistrado ejecutando, por el cual tomando parte en cada una de ellas, de la aristocracia 75 James Harrington. Op Cit. 2003. Pág. 23. Harrington cita al final de su párrafo una frase del Deuteronomio. I13 76 James Harrington. Op Cit. 2003 Pág. 23-24. 103 como el senado, la democracia, en la asamblea del pueblo, y de la monarquía como el magistrado, y así está completa. 77 Harrington creía que tal sistema produciría buenas leyes y en consecuencia produciría buenos hombres y por lo tanto generaría un gobierno estable y firme. Aunque las proposiciones de Harrington tuvieron gran difusión en su época no hallaron eco en la tradicionalista Inglaterra en donde nunca se formó una República. Por el contrario como dijimos al principio del tema, en América del Norte su influencia fue efectiva, 78 algunas constituciones estatales como la de Carolina del Norte y Pennsilvania en los Estados Unidos de América, adoptaron sus ideas fundamentales. 4.2.6. David Hume y su pensamiento político, la monarquía constitucional. David Hume (1711-1776), el filósofo político escocés, es comúnmente considerado como un epistemólogo y un filósofo de la naturaleza humana, y en estos ámbitos de la investigación su importancia en la evolución del pensamiento occidental es incuestionable. Su pensamiento político, sin embargo, no ha recibido el mismo grado de atención. Aunque lejos de considerar justificada esta relativa desatención, creo que ella se puede explicar parcialmente porque, en comparación con su obra propiamente filosófica, sus escritos políticos carecen de la espectacularidad escéptica de otros tratadistas, por ejemplo, el Tratado de la naturaleza humana, aquel mismo que despertó a Kant de su sueño dogmático, tal como Kant nos informa en sus Prolegómenos. 79 En cambio, el tono que Hume adopta en sus ensayos morales, políticos y literarios es mas bien pausado y cauto, abogando constantemente por la moderación. Es necesario dedicarle algún espacio de explicación, entonces, al tono que sus ensayos políticos adoptan, y para este propósito, es de nuestro parecer que mucho del pensamiento político de Hume guarda bastante similitud y convergencia con el de Maquiavelo, como veremos cuando escribamos algunos de las reflexiones de sus obras, nada mejor que permitir que el mismo Hume nos aclare su concepción política en la escritura de sus ensayos. 77 78 Ídem.Pág. 24-25. Carl J. Richard. Op Cit. 1996. Pág 131. 104 Para Joaquín Varela Suanzes, (2001), la aportación de Hume a la ciencia política, consistió en criticar la metafísica del estado de naturaleza, del pacto social y de los derechos naturales, sustentada por el iusnaturalismo racionalista, tan en boga en su siglo, sin dejar por ello de construir una auténtica teoría del Estado, individualista y utilitaria, cuya articulación era imposible desde los esquemas conceptuales, organicistas y moralizantes, de la filosofía política tradicional, esto es, aristotélico-tomista. 80 La teoría “humeana” del Estado era, en realidad, tan individualista y tan utilitaria como la de Hobbes, el otro gran filósofo británico anteriormente mencionado. Sin embargo, no hundía sus raíces, como la de éste, en un método inductivo y racionalista y, por tanto, apriorístico, sino en otro deductivo y empírico, basado en la observación y en la experiencia, en el que cobraba una gran relevancia las lecciones suministradas por la historia. Un método de gran precisión, enormemente sugestivo e influyente. 81 Al elaborar su filosofía política de acuerdo con la experiencia y la observación, Hume critica abiertamente las verdades evidentes por sí mismas y, en general, todo axioma indemostrable empíricamente, comenzando por la idea misma de un Derecho Natural, esto es, de unas leyes válidas en todo tiempo y lugar, establecedoras de una moralidad eterna e inmutable, ya se concibiesen como emanación de la divinidad o, como Hugo Grocio había afirmado en su obra De Iure Belli ad Pacis: etiamsi daremus Deum non esse. 82 Para Hume la razón de ser del gobierno, su origen de derecho, es administrar la justicia, precisamente porque los hombres no van a cumplirla espontáneamente. El gobierno (la institución política) es un artificio para compensar el impulso de las pasiones violentas. Llevado por ellas, los hombres prefieren muchas veces un bien inmediato a uno remoto. En la 79 Tomás A. Chuaqui. Selección de Escritos Políticos de David Hume. Pontificia Universidad Católica de Chile. Estudios Públicos Nº. 71. (invierno 1998). Pág. 360. 80 Varela Suanzes. Joaquín. La Soberanía en la Doctrina Británica. (de Bracton a Dicey). Universidad de Oviedo. España. 2001. Pág. 25. 81 Sobre el influjo de Hume en el pensamiento británico de su siglo, vid. la clásica obra de Leslie Stephen, History of English Thought in the Eighteenh Century, Londres, 1881, vol. 1, pp. 309 y ss. y vol. 2. pp. 179 y ss. Tomado de Varela Suanzes. Joaquín. La Soberanía en la Doctrina Británica. (de Bracton a Dicey). Universidad de Oviedo. España. 2001. Pág. 25. 82 Varela Suanzes. Joaquín. Op Cit.. 2001. Pág. 26 105 esfera social el bien inmediato es mi ventaja personal inmediata y el bien remoto es la ventaja que obtengo del buen funcionamiento de la sociedad. Este impulso empujaría a quebrantar las reglas de la justicia y, consiguientemente, a la destrucción de la sociedad. La inteligencia indica que es preferible orientarse por objetivos remotos y generales, pero los humanos, para seguir esta indicación, tienen que hacer frente a las pasiones. Como es muy difícil corregir la naturaleza humana y eliminar el impulso pasional, [en esto coincide plenamente con Maquiavelo], es más práctico buscar la solución corrigiendo la situación social en que vivimos, de modo que la observancia de las reglas de justicia sea nuestro interés más cercano y, en consecuencia, nuestras propias pasiones nos inclinen a seguir dichas reglas. Pero como esto es impracticable con respecto a toda la humanidad, sólo podrá tener lugar por lo que respecta a unos pocos, a quienes interesamos inmediatamente de este modo en la ejecución de la justicia. Estas son las personas a quienes llamamos magistrados civiles. Es decir, los hombres convienen en crear puestos públicos para unas personas que se encarguen de velar por la conservación de la sociedad. Estas personas han de estar suficientemente gratificadas para que su interés inmediato sea mantener la justicia. El gobierno, la institución política, surge así como corrección a la inclinación del hombre de actuar de manera impensada. En sus Ensayos morales y políticos Hume analiza diversos problemas de teoría política, entre ellos el fundamental de las formas de gobierno. El gobierno libre es el que tiene el poder repartido entre diversos órganos, al igual que lo expresó su predecesor John Locke e igualmente con anterioridad a ambos, Maquiavelo. Hume se apunta a la corriente inaugurada por Locke de afirmar la división de los poderes como exigencia de la libertad. Puede tener dos formas: republicana y monárquica. El ejemplo único de esta última es Inglaterra. Hume piensa que de hecho la monarquía inglesa funciona casi como una República. La versión monárquica de esta forma de gobierno presenta mayores problemas puesto que consiste en un equilibrio mucho más complejo. Hay que evitar, por un lado, la tendencia a que el Rey sea anulado por los otros poderes (con lo cual derivaría hacia una República) y, por otro lado, hay que evitar la tendencia a que el poder del Rey crezca (con lo cual terminaría en una monarquía absoluta). En pura teoría Hume como Maquiavelo, prefiere el gobierno republicano, pero en sus 106 circunstancias concretas nuestro autor está muy satisfecho con la Constitución británica. Examinémoslo en las propias palabras de Hume: Nada puede sorprender tanto a un extranjero como la gran libertad que en este país disfrutamos para comunicar al público cuanto nos plazca y censurar abiertamente las medidas tomadas por el rey o sus ministros. Si la administración resuelve ir a la guerra, se afirma que, a sabiendas o no, confunde los intereses de la nación, y que la paz es, en el estado de cosas actual, infinitamente preferible. Si, por el contrario, los ministros se inclinan a la paz, nuestros escritores políticos respiran guerra y devastación, y presentan la conducta del gobierno como vil y pusilánime. Dado que esta libertad no es concedida por ningún otro gobierno, ni republicano ni monárquico, y carecen de ella tanto Holanda y Venecia como Francia o España, parece natural preguntarse a qué se debe el que sólo Gran Bretaña disfrute de tan especial privilegio. La razón de que las leyes nos den tal libertad parece ser nuestra forma mixta de gobierno, no del todo monárquica ni enteramente republicana. En mi opinión, es observación cierta en política que las dos formas extremas de gobierno, la libertad y la esclavitud, suelen parecerse, y que si, apartándonos de ellas, ponemos cierta dosis de monarquía en libertad, el gobierno se hace más libre, mientras que si mezclamos alguna libertad con la monarquía el yugo resulta más gravoso e intolerable. 83 Hume -que en lo que concierne a las relaciones entre la Corona y las dos Cámaras del Parlamento admitió los esquemas de la monarquía mixta y equilibrada, a su juicio la mejor forma de gobierno posible al igual que Polibio y Maquiavelo, sostiene que el peso de la corona residía "en el poder ejecutivo", pero se quejaba que dicho poder se hallaba entonces "completamente subordinado al legislativo", pues su ejercicio requería "un gasto inmenso" y los Comunes habían hecho suyo "el derecho exclusivo de conceder créditos". El pensador escocés añade que “la parte de poder que concede nuestra Constitución a la Cámara de los Comunes es tan grande que le permite imperar de modo absoluto sobre los demás órganos del gobierno”. A este respecto, considera que el poder legislativo del Rey era "un contrapeso insuficiente", aunque el Monarca tiene el derecho de veto en la elaboración de las leyes, en la práctica se le concede tan poca importancia que cuando ambas Cámaras las aprueban se tiene 83 César Armando Gómez. David Hume, Ensayos políticos, Editorial Tecnos, 1987. Tomado de: Tomás A. Chuaqui. Selección de Escritos Políticos de David Hume. Pontificia Universidad Católica de Chile. Estudios Públicos Nº. 71. (invierno 1998). Pág. 373-74 107 la seguridad de que las leyes se promulgarán, pues la aprobación real es poco más que un “formulismo”. Por otro lado, si bien era cierto que "la Cámara de los Lores" constituía " un poderoso apoyo para la Corona, dado que sus miembros son, a su vez, sostenidos por ella", tanto la "experiencia" como la "razón" mostraban que los Lores no tenían "fuerza ni autoridad suficientes para mantenerse sin tal apoyo". Tal estado de cosas no significaba, sin embargo, que la Constitución inglesa de la época no fuese grosso modo una "Constitución equilibrada", por cuanto si bien era verdad que la corona dependía de los Comunes, no lo era menos que los Comunes dependían de la "influencia" que la Corona ejercía sobre ellos, ya fuese directamente o a través de los Ministros. "La Corona tiene tantos cargos a su disposición -escribió Hume- que mientras cuente con el apoyo de la parte honesta y desinteresada de la Cámara, dominará siempre sus resoluciones, al menos en la medida suficiente para librar de peligros a la constitución tradicional". Por ello, Hume sostiene que la "influencia" regia, un “gobierno fuerte”, resultaba imprescindible para mantener el carácter mixto y equilibrado de esta Constitución coincidiendo en este aspecto con Maquiavelo y lo que anhelaría Bolívar posteriormente para las nacientes Repúblicas de iberoamérica. Como podemos constatar en las propias palabras de Hume: Hay una observación de Maquiavelo, referida a las conquistas de Alejandro Magno, que creo puede ser considerada como una de esas verdades políticas que ni el tiempo ni los accidentes logran cambiar. Parecerá extraño, dice aquel político, que conquistas tan rápidas como las de Alejandro pudieran ser poseídas de modo tan pacífico por sus sucesores, y que, durante los disturbios y guerras civiles que tuvieron lugar entre los griegos, los persas no se esforzasen nunca por recobrar su antiguo gobierno independiente [ver Maquiavelo, El Príncipe, Capítulo IV (N. del A.)]. 84 Para explicarnos la causa de hecho tan notable, debemos considerar que un monarca puede gobernar a sus súbditos de dos maneras: puede seguir las máximas de los príncipes orientales y extender su autoridad hasta no dejar diferencia alguna de rango entre sus súbditos que no proceda inmediatamente de él, acabando con los privilegios de cuna, los honores y posesiones hereditarios y, en una palabra, con cualquier ascendiente sobre el pueblo que no sea conferido por él, [monarquía absoluta] o bien puede ejercer su poder de modo más suave, como hacen tantos príncipes europeos, y permitir que haya otras fuentes de honor que su favor y benevolencia, tales 84 Maquiavelo, El Príncipe, Capítulo IV. Pág. 29-32 108 como el nacimiento, los títulos, las posesiones, el valor, la integridad, el saber o las grandes acciones. [monarquía moderada o liberal] …Tal es el razonamiento de Maquiavelo, que encuentro sólido y concluyente; …De modo que, en todos los aspectos, un gobierno suave es preferible y da mayor seguridad tanto al soberano como al súbdito. 85 Y además agrega: Los escritores políticos han establecido como máxima que, al elaborar un sistema de gobierno y fijar los diversos contrapesos y cautelas de la constitución, debe suponerse que todo hombre es un bellaco, y no tiene otro fin en sus actos que el interés personal. [Ver Maquiavelo, Discursos, Libro I, Capítulo III (N. del A.)]. 86 Mediante este interés hemos de gobernarlo, y con él como instrumento obligatorio, a pesar de su insaciable avaricia y ambición, a contribuir al bien público. Sin esto, dicen, en vano nos enorgulleceremos de las ventajas de una constitución, pues al final resultará que no tenemos otra seguridad para nuestras libertades y haciendas que la buena voluntad de nuestros gobernantes; es decir, ninguna. Es, por tanto, una acertada máxima política la de que todo hombre ha de ser tenido por un bribón, [Ver Maquiavelo, El Príncipe, Capítulos XVII, XVIII (N. del A.)]. 87 88 a. David Hume, la anaciclosis y la muerte del cuerpo político. Hume al igual que Polibio y Maquiavelo en su tiempo, así como lo hará posteriormente a Hume, Juan Jacobo Rousseau en su Contrato Social, (1762), coinciden en decir que todos los sistemas políticos, al ser obra de humanos, deben de tener un fin inexorablemente y por ende una muerte política, y por tanto pasaran irremisiblemente por el circulo interminable de las diferentes formas de gobierno, es decir, la anaciclosis polibiana. En este respecto observemos las palabras textuales de Hume: Es bien sabido que todo sistema de gobierno ha de tener un fin, y que la muerte es tan inevitable para un cuerpo político como para un organismo animal. [Ver 85 Hume, Political Essays, Knud Haakonssen, ed. (Cambridge University Press, 1994); y David Hume, Essays: Moral, Political, and Literary, Eugene F. Miller, ed. (Liberty Fund, Inc., 1985). Tomado de: Tomás A. Chuaqui. Selección de Escritos Políticos de David Hume. Pontificia Universidad Católica de Chile. Estudios Públicos Nº. 71. (invierno 1998). Pág. 379-80. 86 Maquiavelo. Discursos. 1987 Libro I. Capítulo III. Pág. 37-38 87 Maquiavelo, El Príncipe, Capítulos XVII y XVIII. 88 César Armando Gómez. David Hume, Ensayos políticos, Editorial Tecnos, 1987. Tomado de: Tomás A. Chuaqui. Selección de Escritos Políticos de David Hume. Pontificia Universidad Católica de Chile. Estudios Públicos Nº. 71. (invierno 1998). Pág. 388. 109 Maquiavelo, Discursos, Libro III. Capítulo I (N. del E.)]. 89 Pero, puesto que hay muertes preferibles a otras, cabe preguntarse si es más deseable para la constitución británica acabar en gobierno popular o en monarquía absoluta. Aquí he de declarar francamente que, aunque la libertad sea preferible a la esclavitud en la inmensa mayoría de los casos, antes preferiría ver en esta isla una monarquía absoluta que una República. Porque, veamos qué clase de República podemos esperar. No se trata de una hermosa República imaginaria, cuyo plan concibe un hombre en su gabinete. Qué duda cabe de que un gobierno popular puede ser pensado como más perfecto que una monarquía absoluta, e incluso que nuestra actual constitución. Pero, ¿qué razón tenemos para esperar que un gobierno semejante vaya a establecerse en Gran Bretaña tras la caída de nuestra monarquía? Si un individuo logra poder bastante para hacer añicos nuestra constitución e implantar otra, será de hecho un monarca absoluto; y hemos tenido ya un ejemplo, suficiente para convencernos de que esa persona nunca renunciará a su poder ni establecerá un gobierno libre. [La referencia es a Oliver Cromwell (1599-1658), quien lideró las fuerzas parlamentarias en la destitución del monarca Carlos I, convirtiéndose en Lord Protector de Inglaterra, Escocia, e Irlanda entre 1653 y 1658. Cuando el parlamento de 1654-1655 quiso limitar los poderes del Protector, Cromwell disolvió el parlamento e instauró un régimen militar. (N. del A.)] Las cosas deben, pues, ser confiadas a su marcha y funcionamiento naturales, y en consecuencia será la Cámara de los Comunes, de acuerdo con su actual constitución, el único poder legislativo de ese gobierno popular. Los inconvenientes de semejante situación se nos ofrecen a millares. Si la Cámara de los Comunes llega a disolverse por propia decisión, lo que no es de esperar, cada elección sería una verdadera guerra civil. Si, por el contrario, se perpetúa, sufriremos la tiranía de una facción subdividida en otras muchas. Y como un gobierno tan violento no puede durar mucho, al cabo de un sinfín de convulsiones y guerras civiles acabaremos por hallar reposo en la monarquía absoluta, que hubiera sido más feliz para nosotros establecer pacíficamente desde un principio. La monarquía absoluta es, por tanto, la muerte más dulce, la verdadera eutanasia de la constitución británica. De modo que si tenemos razones para desconfiar más de la monarquía porque el peligro es más inminente de su lado, las tenemos también para recelar del gobierno popular porque es amenaza más grave. De todo ello debemos sacar la enseñanza de una mayor moderación en nuestras controversias políticas. 90 b. 89 90 David Hume y los fundadores de un Estado. Maquiavelo. Discursos. 1987. Libro III. Capítulo I. Pág. 289. César Armando Gómez. David Hume, Ensayos políticos, Editorial Tecnos, 1987. Tomado de: Tomás A. Chuaqui. Selección de Escritos Políticos de David Hume. Pontificia Universidad Católica de Chile. Estudios Públicos Nº. 71. (invierno 1998). Pág. 395. 110 Igualmente Hume coincide plenamente con Maquiavelo cuando expresa que los fundadores de naciones y legisladores, son personajes dignos de elogios y de los más altos honores entre los seres humanos, mientras que los que destruyen Repúblicas y reinos son seres detestables y objeto de repudio. Que para que los pueblos alcancen su felicidad deben estar adornados de las virtudes públicas y de la buena educación. Observemos la sentencia del propio Hume al respecto. De cuantos hombres se distinguen por hazañas memorables, el lugar de honor corresponde a los legisladores y a los fundadores de estados, que transmiten un sistema de leyes e instituciones dirigidas a asegurar la paz, la felicidad y la libertad de las generaciones futuras. [Ver Maquiavelo, Discursos. Libro I. Capítulos 9, 10 y 11. (N. del E.)]. 91 …Ello sin contar con que la prevalencia de la virtud y las buenas costumbres en un estado, tan necesaria para la felicidad, nunca puede ser obra de los preceptos filosóficos, aun los más excelentes, ni siquiera de las admoniciones de la religión, sino exclusivamente de la educación virtuosa de la juventud, hija de unas leyes e instituciones sabias. Si los legisladores y fundadores de estados deben ser honrados y respetados, no menos merecen ser detestados los fundadores de castas y facciones; porque la influencia de estas divisiones se opone directamente a la de las leyes. Las facciones subvierten el gobierno, hacen las leyes impotentes y engendran las más fieras animosidades entre hombres de una misma nación, que se deben ayuda y protección mutua. Y lo que debería hacer más odiosos a los fundadores de partidos es la dificultad para extirpar tan mala hierba una vez que arraiga en un estado. Se propaga de un modo natural durante generaciones, y rara vez concluye sino con total desintegración del gobierno en que fue sembrada. Es, además, planta que crece con mayor profusión en los suelos más ricos, y aunque tampoco los gobiernos absolutos estén libres de ella, ha de confesarse que crece con mayor facilidad y se propaga más de prisa en los gobiernos libres, donde nunca deja de infestar incluso a los legisladores, únicos capaces de erradicarla mediante la firme aplicación de recompensas y castigos. 92 4.2.7. Montesquieu y la consolidación de la teoría del equilibrio y la separación de los poderes. La mayor obra de Charles A. Secondat, Marques de Montesquieu (1689-1755), Del Espíritu de las Leyes, apareció en el año 1748. Para Judith N. Shklar, Montesquieu hizo por la segunda mitad del siglo dieciocho, lo que Maquiavelo había hecho por su siglo, él puso los 91 Maquiavelo, Discursos. 1987. Libro I. Capítulo 9, 10 y 11. . 111 términos en los cuales el republicanismo tenía que ser discutido. No hace falta mencionar que era un republicanismo significantemente diferente que el de Maquiavelo, no mucho porque Montesquieu dudase acerca de la erudición de Maquiavelo, sino porque sus fines eran diferentes. 93 El desprecio de Maquiavelo iba dirigido a los mezquinos y arrogantes gobernantes de las ciudades estado italianas de su época, los signores y gonfalonieres, mientras que por su parte Montesquieu rechazaba la monarquía absoluta que fue creada por el Rey francés Luís XIV. Su gran temor no fue la prepotencia política, sino mas bien el despotismo, un régimen en el cual España iba cayendo rápidamente y en el cual Francia también podía caer presa. Esto por supuesto, marcó una muy importante orientación en el carácter de su republicanismo. En realidad la mayoría de las ideologías republicanas después de la “Reforma” encontraron su inspiración y estructura en revueltas contra la monarquía, más que en una irrompible adherencia a la tradición republicana florentina. 94 A diferencia de Maquiavelo, Montesquieu, en ningún momento, soñó en una nueva República romana para sustituir la monarquía absoluta, y eso es por supuesto una gran diferencia. Aun cuando él eventualmente escribió dos versiones diferentes de las características de las Repúblicas antiguas, nunca titubeo en sus conclusiones que estas eran totalmente remotas del mundo político de la Europa moderna de sus tiempos. Las diferencias entre estas y aquellas eran numerosas, pero pueden ser resumidas en una sola diferencia fundamental: el tamaño. 95 El análisis del gobierno republicano en Del Espíritu de las Leyes, es menos duro y más tradicional en Montesquieu que en Maquiavelo. También el ciclo de Polibio es resucitado, no obstante, y de hecho, no es la única teoría de Montesquieu sobre la decadencia política y corrupción de las formas de gobierno. El propósito de su trabajo, era en todo caso mucho más 92 César Armando Gómez. David Hume, Ensayos políticos, Editorial Tecnos, 1987. Tomado de: Tomás A. Chuaqui. Selección de Escritos Políticos de David Hume. Pontificia Universidad Católica de Chile. Estudios Públicos Nº. 71. (invierno 1998). Pág. 395-97. 93 Judith N. Shklar. Montesquieu and the New Republicanism. From: Quentin Skinner. Gisela Bock. Maurizio Viroli. Et al. Machiavelli and Republicanism. Cambridge. Cambridge University Press. 1990. Pág. 265. 94 Judith N. Shklar. Op Cit. Pág. 265. 112 científico que polémico. La gran interrogante, era, determinar que hacia que diferentes regímenes políticos sobrevivieran y otros perecieran, y construir una teoría comprensiva de derecho comparado. 96 En 1778 ningún escritor Europeo era más cotizado que Montesquieu, era su hora de reivindicación, para muchos lectores franceses que no habían apreciado sus doctrinas. 97 a. Montesquieu y los diferentes tipos de gobierno. Vamos ahora a analizar el tema principal que compete nuestro estudio, el de las formas de gobierno. Según Bobbio, para Montesquieu, las formas generales de gobierno que sirven para dar un orden sistemático a las diversas formas históricas de sociedad son las que corresponden a los diferentes tipos de regímenes políticos. Lo que cambia en Montesquieu, agrega Bobbio, es el contenido de la tipología que ya no corresponde a la clásica (la tripartición con base al “quien” y al “como”) ni a la maquiaveliana (la bipartición en principados y Repúblicas). 98 El segundo libro Del Espíritu de las Leyes, comienza con un capítulo titulado: “De la naturaleza de los tres Gobiernos distintos” que citamos a continuación: Hay tres clases de gobierno: el republicano, el monárquico y el despótico. Para describir su naturaleza nos basta con la idea que tienen estos tres gobiernos para los hombres menos instruidos. Doy por supuestas tres definiciones o, mejor, hechos: uno, que el gobierno republicano es aquel en que el pueblo entero, o parte del pueblo, tiene el poder soberano; el monárquico es aquel en que gobierna uno solo, con arreglo a leyes fijas y establecidas, por el contrario, en el gobierno despótico una sola persona sin ley y sin norma, lleva todo según su voluntad y su capricho. 99 De acuerdo a Bobbio, la diferencia de esta tipología con respecto a las anteriores salta a la vista. Las dos primeras formas corresponden a las dos formas maquiavelianas: efectivamente la República abarca aquí tanto a la aristocrática como a la democrática, según si 95 Ídem. Pág. 266. 96 Ídem. Pág. 268. 97 Donald S. Lutz The relative influence of European writers on late eighteenth-century American political thought. American Political Science Review. 78. 1984. Pág. 189-98. 98 Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 126. 99 Montesquieu. Del Espíritu de las Leyes. Editorial Tecnos. S. A. 1972. Barcelona. España. Pág. 36. 113 sólo una parte del pueblo o “todo el pueblo” ejerce el poder. Montesquieu lo agrega en su obra inmediatamente después: Si el pueblo entero es, en la República, dueño del poder soberano, estamos ante una democracia; si el poder soberano está en manos de una parte del pueblo, se trata de una aristocracia. El pueblo es, en la democracia, monarca o súbdito, según los puntos de vista. A través del sufragio, que es la expresión de su voluntad, será monarca puesto que la voluntad del soberano es el mismo soberano. Las leyes que establecen el derecho al voto son, fundamentales en este gobierno. 100 Lo que quiere decir según Bobbio, que también para Montesquieu la diferencia fundamental con respecto al sujeto del poder soberano está entre el gobierno de uno y el de más de uno (no importa que éstos, pocos o muchos), pero la tipología de Montesquieu es diferente a la de Maquiavelo porque es, como la tipología de los antiguos tripartita, con la diferencia de que la tripartición se obtiene con la inclusión de una forma de gobierno que en las tipologías antiguas, era considerada una forma específica de monarquía, (como hemos visto también en Bodino), es decir, el despotismo. Más aún: si se pone atención en la definición de despotismo del fragmento citado, nos damos cuenta que Montesquieu define el despotismo en los mismos términos en los que la tradición hasta ahora ha definido a la tiranía, en particular la tiranía ex parte exercitii, es decir, como el gobierno de uno solo, “sin leyes ni frenos”. En suma, la tercera forma de gobierno de Montesquieu es, si se toma en cuenta la teoría clásica, una de las formas malas o corruptas. En consecuencia, la tipología de Montesquieu, es de acuerdo a Bobbio, “marcadamente anómala” frente a las tipologías anteriores, las clásicas antiguas y las modernas previas a él, “la anomalía consiste en lo siguiente: en que combina dos criterios diferentes, el de los sujetos del poder soberano que permite distinguir la monarquía de la República, y el modo de gobernar, que consiste en diferenciar la monarquía del despotismo”. 101 100 Montesquieu. Op Cit.. 1972. Pág. 36. 101 Norberto Bobbio. Op. Cit. Pág. 127. 114 La tipología de Montesquieu se vuelve más clara si se interpreta como una repetición de la tradicional, por lo menos de Maquiavelo en adelante, que con base a las transformaciones sufridas por la sociedad europea clasifica a todos los Estados como principados o Repúblicas, con algo más: la incorporación de la categoría que sirve para incluir en el esquema general de las formas de gobierno al mundo oriental. Según Bobbio, debe agregarse que Montesquieu pudo haber confirmado su topología con el ejemplo de la historia pasada, especialmente con la historia de Roma, que, como había hecho objeto de sus reflexiones, particularmente en una obra escrita antes que Del Espíritu de las Leyes, titulada Consideraciones sobre las causas de la Grandeza y Decadencia de los Romanos. (1733), de acuerdo a ella, la historia romana podía dividirse en periodos de la siguiente manera: la monarquía de la primera época de los “reyes de Roma”, la República, primero aristocrática y luego democrática, del periodo republicano, y finalmente el despotismo del periodo del Imperio. 102 b. ¿Qué se entiende por virtud para Montesquieu? Montesquieu entiende por virtud, no la virtud moral, que es una disposición meramente individual, sino una determinación que vincula íntimamente el individuo al todo del que forma parte: en diversas ocasiones la llama “amor a la patria”, como en el siguiente fragmento: Para la comprensión de los cuatro primeros libros de esta obra hay que tener presente: 1º “Que lo que llamo virtud en la República es el amor a la patria, es decir amor a la igualdad. No retrata de una virtud moral ni tampoco de una virtud cristiana, sino de la virtud política: En este sentido se define como el resorte que pone en movimiento el Gobierno Republicano, del mimo modo que el honor es el resorte que mueve la monarquía. Así pues, he llamado virtud política al amor a la patria y la igualdad. 103 Y asimismo en el libro V, capítulo II, que se titula: Qué se entiende por virtud en el Estado Político, expresa lo siguiente: La virtud en un República es sencillamente el amor a la República. No es un conjunto de conocimientos, sino un sentimiento que puede experimentar el 102 Norberto Bobbio. Op. Cit Pág.129. 103 Montesquieu. Op. Cit. 1972. Pág. 29. 115 último hombre del Estado como el primero. Cuando el pueblo se rige por buenas máximas, se atiene a ellas durante más tiempo que las gentes distinguidas: Es raro que la corrupción empiece por el pueblo, pues a menudo la escasez de sus luces le liga más estrechamente a lo establecido. El amor a la patria conduce a la pureza de costumbres, y a la inversa, la pureza de costumbres lleva al amor a la patria. 104 Montesquieu agrega también en su libro V, capítulo III, lo que se entiende por amor a la patria, bajo el titulo siguiente; ¿Qué se entiende por amor a la República en la democracia?: El amor a la República en la democracia es amor a la democracia, y éste es amor a la igualdad. Es además amor a la frugalidad. Cada cual debe gozar de la misma felicidad y de las mimas ventajas, disfrutar de los mismos placeres y tener las mismas esperanzas, lo cual sólo puede conseguirse mediante la frugalidad general. 105 Esta manera de entender la virtud provocó en sus tiempos muchas críticas, comenzando por Voltaire, quien consideraba que la virtud era más idónea para los gobiernos monárquicos y el honor era más compatible con los gobiernos republicanos: se preguntaba en general si la virtud no fuese necesaria para todas las formas de gobierno. 106 En el capítulo VII del libro V, Montesquieu emite su opinión de cómo debería constituirse el Senado de una República, en este caso vitalicio como lo fue en Roma, el capítulo se titula: Otros medios para favorecer el principio de la democracia: Se puede establecer un cuerpo fijo que constituya por si mismo la norma de las costumbres; un Senado al que den acceso la edad, la virtud, la gravedad y los servicios, cuyos miembros, expuestos a la vista del pueblo como simulacro de los dioses, inspiren sentimientos que se propagaran al seno de todas las familias… Es preciso, sobre todo, que dicho Senado se guíe por las instituciones antiguas y actué de manera que el pueblo y los magistrados no se aparten nunca de ellas. En lo que se refiere a las costumbres, es una ventaja conservar las antiguas. Los pueblos corrompidos hacen rara vez grandes cosas…. Se ha discutido si los miembros del Senado de que hablamos deben ser vitalicios o temporales. Sin duda deben ser vitalicios, como se practicaba en 104 Idem. Pág. 60. 105 Íbidem. 106 Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 131. 116 Roma, en Lacedemonia e incluso en Atenas, [pues no hay que confundir lo que se llamaba Senado en Atenas, cuerpo que cambiaba cada tres meses con el Areópago] cuyos miembros se nombraban con carácter vitalicios como modelos perpetuos… La máxima general es: en un Senado, que ha de ser la norma y, por decirlo así, el depósito de las costumbres, los senadores deben de ser elegidos con carácter vitalicio; en un Senado constituido para preparar o negocios del Estado, los senadores pueden cambiar. Dice Aristóteles que el espíritu envejece como el cuerpo. Esa reflexión es valida aplicada a un funcionario único, pero no puede aplicarse a una asamblea de senadores. 107 c. Montesquieu y la teoría de la separación de poderes. Según Bobbio, en Montesquieu, al lado de la división horizontal del poder, hay también una división que denominó vertical; esta segunda forma de división constituye la famosa teoría de la separación de poderes (equilibrio de poderes), que sin lugar a dudas, de todas las teorías del autor de Del Espíritu de las Leyes, es la que ha tenido mayor éxito hasta nuestros días, a tal grado que las primeras constituciones escritas, la norteamericana de 1787 y la francesa de 1791, se consideran una aplicación de ella, asimismo la gran mayoría de las constituciones de las Repúblicas suramericanas adoptaron la doctrina de la separación de poderes de Montesquieu. Entre el gobierno mixto y el gobierno que Montesquieu denomina “moderado”, existe una unidad de inspiración: ambos derivan de la convicción de que con el objeto de que no haya abuso de poder, éste debe ser distribuido de manera que el poder supremo sea el efecto de una sabia disposición de equilibrio entre tres diferentes poderes parciales, y no esté concentrado en las manos de uno solo. Recordemos la expresión que utiliza el primer teórico del gobierno mixto, Polibio, cuando dice que en un gobierno mixto: “Ninguna de las partes excede su competencia ni sobrepasa su medida”. 108 O como cuando hace su elogio a la constitución de Licurgo para la República de Esparta: “En su República estaban contrapesadas 107 Montesquieu. Op Cit. 1972. Pág. 66. 108 Polibio. Historia Universal durante la República Romana. Op Cit. Pág. 166. 117 entre sí las autoridades, para que la una no hiciese declinar demasiado a la otra, sino que todas se hallaran en equilibrio y balanza”. 109 Encontraremos expresiones semejantes en Montesquieu. Sin embargo entre el gobierno mixto y el moderado hay una diferencia en cuanto a la manera como se concibe esta distribución de poderes: El gobierno mixto deriva de una recomposición de las tres formas clásicas de gobierno, y en consecuencia de una distribución del poder entre las tres partes que componen una sociedad, entre los posibles “sujetos del poder”, particularmente entre las dos partes antagónicas, los ricos y los pobres (los patricios y los plebeyos); en cambio el gobierno moderado de Montesquieu deriva de la disociación del poder soberano y de su división con base en las tres funciones fundamentales del estado, la legislativa, la ejecutiva y la judicial. De acuerdo a Bobbio, no se excluye que las dos divisiones (mixto-moderado) pueda coincidir, cuando a cada una de las tres partes (real, nobleza y pueblo) se le confié una de la tres funciones (legislativo, ejecutivo, y judicial), pero esta coincidencia de ninguna manera es necesaria. 110 Lo que le llama la atención a Montesquieu, de manera fundamental, es la separación de poderes según las funciones, no la división basada en las partes constitutivas de la sociedad. Cuando hace el elogio de la República romana, que es una práctica común en los teóricos del gobierno mixto, no lo hace porque considere un gobierno mixto, sino porque la interpreta como un gobierno moderado, es decir, un gobierno basado en la división y control recíproco de poderes: 111 Sabiamente las leyes de Roma dividieron el poder público entre un gran número de magistraturas que se sostenían, frenaban y moderaban una con otra; y en cuanto ellas tenían un poder limitado cada ciudadano se podía prevenir. De esta manera el pueblo veía pasar muchos personajes, sin poderse habituar a alguno. 112 109 Polibio. Op Cit. Pág. 157. 110 Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 135. 111 Íbidem. 112 Montesquieu. Consideraciones sobre las causas se la grandeza y decadencia de los romanos. Capítulo XI. Tomado de Norberto Bobbio. Op. Cit. Pág. 136. 118 Montesquieu, expone la teoría de la separación de poderes en el libro XI del Espíritu de las Leyes, que se titula: De las leyes que dan origen a la libertad política en su relación con la constitución. En este capítulo trata de las leyes que forman la libertad política, Montesquieu define la libertad como “La libertad es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten”, además enuncia que la libertad política se encuentra en los gobiernos moderados, veamos como lo expresa: Capítulo III: ¿Qué es la libertad?- Es cierto que en las democracias parece que el pueblo hace lo que quiere; pero la libertad política no consiste en hacer lo que uno quiera. En un Estado, es decir, en una sociedad en la que hay leyes, la libertad sólo puede consistir en poder hacer lo que se debe querer y no estar obligado a hacer lo que no se debe querer… Hay que tomar conciencia de lo que es la independencia y de lo que es la libertad. La libertad es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten, de modo que si un ciudadano pudiera hacer lo que las leyes prohíben, ya no habría libertad, pues los demás tendrían igualmente esa facultad. 113 Y en el capítulo siguiente agrega ¿en donde se encuentra la libertad?, según Montesquieu, sólo en los Estados moderados, veamos: Capítulo IV: continuación del mismo tema: La democracia y la aristocracia no son estados libres por su naturaleza. La libertad política no se encuentra más que en los Estados moderados; ahora bien, no siempre aparece en ellos, sino sólo cuando no se abusa del poder. Pero es una experiencia eterna, que todo hombre que tiene poder siente la inclinación de abusar de él, yendo hasta donde encuentra límites. ¡Quién lo diría! La misma virtud necesita límites… Para que no se pueda abusar del poder es preciso que, por la disposición de las cosas, el poder frene al poder. Una constitución puede ser tal que nadie esté obligado a hacer las cosas no preceptuadas por la ley, y a no hacer las permitidas. 114 Ahora bien, ¿Cuál es el recurso constitucional que permite la realización del principio, que prescribe que “es necesario que el poder frene al poder”? La respuesta de Montesquieu, quien tiene en la mente la constitución inglesa (la constitución que tenía entre sus inspiradores a Locke), es terminante: el control recíproco de los poderes es la distribución de las tres funciones del Estado en órganos diferentes: 113 Montesquieu. Op Cit. 1972. Pág. 142. 114 Ídem. Pág. 142-43. 119 Capítulo VI: De la constitución de Inglaterra.- “Hay en cada estado tres clases de poderes: el poder legislativo, el poder ejecutivo de los asuntos que dependen del derecho de gentes y el poder ejecutivo de los que dependen del derecho civil… Por el poder legislativo, el príncipe, o el magistrado, promulga leyes para cierto tiempo o para siempre, y enmienda o deroga las existentes. Por el segundo poder, dispone de la guerra y de la paz, envía o recibe embajadores, establece la seguridad, previene las invasiones. Por el tercero, castiga los delitos o juzga las diferencias entre particulares. Llamaremos a éste poder judicial, y al otro, simplemente, poder ejecutivo del Estado… La libertad política de un ciudadano depende de la tranquilidad de espíritu que nace de la opinión que tiene cada uno de su seguridad. Y para que exista la libertad, es necesario que el gobierno sea tal que ningún ciudadano pueda temer nada de otro… Cuando el poder legislativo está unido al poder ejecutivo en la misma persona o en el mismo cuerpo, no hay libertad porque se puede temer que el monarca o el senado promulguen leyes tiránicas para hacerlas cumplir tiránicamente… Tampoco hay libertad si el poder judicial no esta separado del legislativo ni del ejecutivo. Si va unido al poder legislativo, el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos será arbitrario, pues el juez seria al mismo tiempo legislador. Si va unido al poder ejecutivo, el juez podría tener la fuerza de un opresor… Todo estaría perdido si el mismo hombre, el mismo cuerpo de personas principales, de los nobles o del pueblo, ejerciera los tres poderes: el de hacer las leyes, el de ejecutar las resoluciones publicas y el de juzgar los delitos o las diferencias entre particulares. 115 Para Judith N. Shklar, Montesquieu en su celebrado libro once, capítulo VI, que acabamos de reseñar, no solo hace un análisis sobre la Constitución inglesa y sus bondades, sino más bien una comparación entre la Constitución Inglesa y la Romana, y la romana es presentada con menos capacidad de autocorección [homeostasis] ni la de impedir abusos y, era menos justa que la Inglesa. En Roma, el pueblo, el Senado y los cónsules, todos tenían funciones judiciales, y esa separación completa del poder judicial de los demás poderes es la piedra angular de la separación de los poderes en la visión de Montesquieu. “Fue un logro de Inglaterra y sus instituciones políticas, de tener tal tipo de poder judicial que sólo, pudo asegurar la libertad política y personal de sus conciudadanos.” 116 Veámoslo en las propias palabras de Montesquieu: “Esta es la ventaja del gobierno al que nos referimos sobre la mayor 115 116 Montesquieu. Op Cit. 1972.Pág. 143-44 Judith N. Shklar. Op Cit. 1990. Pág. 269. 120 parte de las Repúblicas antiguas, donde existía el abuso de que el pueblo era al mismo tiempo Juez y acusador” 117 Es importante recordar que en la teoría de separación de poderes está la repuesta al constitucionalismo moderno contra el peligro recurrente del despotismo, como resulta claro en el siguiente fragmento: “Por eso, siempre que los príncipes han querido hacerse déspotas, han empezado por reunir todas las magistraturas en su persona…” 118 4.2.8. Juan Jacobo Rousseau y el republicanismo. Después de Montesquieu, Juan Jacobo Rousseau (1712-1778), es uno de los filósofos políticos más influyentes con sus ideas políticas en la revolución francesa y las revoluciones y guerras de independencia de los países ibero-americanos, es ampliamente conocido por sus dos obras principales El Emilio o de la Educación y el Contrato Social o Principios del Derecho Político, ambas publicadas en el año 1762. De su obra se ha analizado mucho más el aspecto del Contrato Social propiamente dicho, es decir, la parte que trata sobre la noción de la voluntad general y de la soberanía, que son fundamentalmente, las piedras angulares del Contrato Social rousseauniano. Se pretende más bien analizar la parte del Contrato Social menos estudiada, y que corresponde a los libros III y IV, específicamente el libro III, que trata sobre las formas de gobierno y de cómo era el gobierno en la República romana. Rousseau manifiesta en su obra una abierta admiración hacia Maquiavelo. En el libro II, capítulo VI del El Contrato Social, hace uno de los elogios más interesantes sobre el Secretario Florentino: “Esto era lo que Samuel recordaba constantemente a los hebreos y lo que Maquiavelo ha demostrado hasta la evidencia. Fingiendo enseñar o dar lecciones a los reyes, las ha dado muy grandes a los pueblos. El Príncipe, de maquiavelo, es el libro de los republicanos.” 119 Rousseau, agrega además en su nota al pie de página que hace refiriéndose a su anterior afirmación lo siguiente: 117 Montesquieu. Op Cit. 1972. Pág. 149 118 Ídem. Pág. 144. 119 Juan Jacobo Rousseau. El Contrato Social o Principios de Derecho Político. Editores Mexicanos Unidos. S. A. México. 1982 Libro III. Cap. VI. Pág. 117. 121 Maquiavelo era un hombre honrado y un buen ciudadano; pero atado a la casa de los Médicis, estaba obligado, dada la opresión en que yacía su patria, a disfrazar su amor por la libertad. La sola elección de su execrable héroe (César Borgia), manifiesta suficientemente su secreta intención; y la divergencia entre las máximas de su libro El Príncipe con las de su Discurso sobre Tito Livio y su Historia de Florencia, demuestra que este profundo político no ha tenido hasta ahora más que lectores superficiales y corrompidos: La corte de Roma ha prohibido severamente su libro; lo comprendo, puesto que es a la que más claramente ha puesto en evidencia. 120 Para Judith Shklar, de alguna manera, la distancia que Montesquieu había creado entre las Repúblicas antiguas y las modernas. Le sirvieron a Rousseau excelentemente. Le permitieron condenar los Estados modernos al compararlos con una República idealizada de la antigüedad. Sin embrago Rousseau fue capaz de labrar su propio camino después de su predecesor y usarlo para sus propios propósitos, eso fue hecho según Shklar, de tres maneras diferentes: primero, usando la versión de la República igualitaria de Montesquieu como un espejo crítico de la sociedad moderna como un todo; segundo, mostrando que las Repúblicas antiguas, especialmente Esparta, era el único modelo apropiado para un sociedad justa; y tercero, universalizando el republicanismo como un psicoterapia preventiva para la angustia creada en su época por las desigualdades sociales y los conflictos de luchas de clases. 121 En otro de sus trabajos, la misma Judith Shklar señala que Rousseau fue el Maquiavelo del siglo dieciocho. 122 Sus observaciones sobre la religión civil hechas en el libro IV, capítulo IX, del Contrato Social, son en muchas facetas comparables con las de Maquiavelo acerca del divorcio existente entre los valores cívicos y los valores cristianos y de la Iglesia Católica, 123 y como en el caso del secretario florentino, tomo tiempo para que fuera entendida cabalmente, la 120 Ídem. Pág. 117-118. 121 Judith N. Shklar. Montesquieu and the new republicanism. From Machiavelli and Republicanism. Quentin Skinner. Gisela Bock. Et al. Cambridge University Press. 1990. Pág. 270. 122 Judith N. Shklar. Men and Citizens: A study of Rousseau’s Social Theory . Cambridge University Press.1969. from J. G. a. Pocock. The Machiavellian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican Tradition. Princeton University Press. 1975. Pág. 504. 123 Maquiavelo. Discursos. 1987. Libro I. Cáp. 12.Pág. 67-70. 122 extraordinaria fuerza del intelecto de Rousseau, que lo ha llevado a ser considerado uno de los grandes teóricos clásicos de la sucesión humanista. 124 a. Juan Jacobo Rousseau y los sistemas de gobierno. Para Rousseau, la tipología de las formas de gobierno son prácticamente las mismas tres formas buenas y las tres formas malas de Polibio y Maquiavelo, las buenas: la monarquía, la aristocracia y la democracia, y las malas: la tiranía, la oligarquía y la oclocracia, más una gran cantidad que pueden surgir de la combinación de las tres formas buenas lo que generaría una multitud de formas mixtas. Veamos lo que escribió al respecto: Hemos dado en el capítulo anterior la razón por la cual se distinguen las diversas especies o formas de gobierno por el número de miembros que la componen. Veamos ahora como se efectúa esta división… El soberano puede en primer lugar, confiar el depósito del gobierno a todo el pueblo o a su mayoría, de suerte que haya más ciudadanos magistrados que simples particulares. A esta forma de gobierno se le da el nombre de democracia… O puede también reducir o limitar el gobierno depositándolo en manos de los menos, de manera que resulten más ciudadanos que magistrados. Este sistema toma el nombre de Aristocracia… Puede por último concentrar todo el gobierno en un magistrado único de quien los demás reciben el poder. Esta tercera forma es la más común y se llama monarquía o gobierno real… Hay más: pudiendo este mismo gobierno subdividirse en otras formas, administrada de cierta manera una y otra de otra, puede resultar de las tres formas combinadas una multitud de formas mixtas, cada una de las cuales es multiplicable por todas las simples… En todos los tiempos se ha disputado mucho acerca de la mejor forma de gobierno, sin considerar que cada una de ellas es la mejor en ciertos casos y la peor en otros. 125 b. Juan Jacobo Rousseau y su consideración sobre la democracia. 124 J. G. a. Pocock. The Machiavellian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican Tradition. Princeton University Press. 1975. Pág. 505. 125 Juan Jacobo Rousseau. Op Cit. 1982. Libro III, Cáp. III. Pág. 108-109. 123 Un pueblo que no abusara jamás del gobierno, no abusaría jamás de su independencia: Un pueblo que gobernara siempre bien no tendría necesidad de ser gobernado… Tomando la palabra en su rigorosa acepción, no ha existido, no existirá jamás verdadera democracia. Es contra el orden natural que el mayor número gobierne y los menos sean gobernados. No es concebible que el pueblo permanezca incesantemente reunido, siendo fácil comprender que no podría delegar tal función sin que la forma de administración cambie. 126 De acuerdo a éste último precepto, para Rousseau no existe entonces la democracia absoluta y nunca existirá, porque la mayoría del pueblo según lo expresado por él mismo, no puede estar todo el tiempo reunido para decidir los asuntos políticos del Estado y el hecho de delegar su soberanía, para gobernar, significaría que el Estado, cambiaria a otra distinta de gobierno. c. Juan Jacobo Rousseau y la aristocracia. Esta forma de gobierno tiene dos personas morales muy distintas, el gobierno y el soberano, y por consiguiente dos voluntades generales, uno con relación a todos los ciudadanos, la otra con relación a los miembros de la administración solamente. Así aunque el gobierno pueda arreglar como le plazca su régimen interno, no puede jamás hablarle al pueblo sino en el nombre del soberano, es decir, del pueblo mismo, cosa que no podemos olvidar. Hay pues, tres clases de aristocracia: natural, electiva y hereditaria. La primera no es propia sino de pueblos sencillos; la tercera constituye el peor de todos los gobiernos. La segunda es la mejor, es la aristocracia propiamente dicha. 127 d. Juan Jacobo Rousseau y la monarquía. Hasta aquí hemos considerado al príncipe como una persona moral y colectiva, unida por la fuerza de las leyes y depositaria en el Estado del poder ejecutivo. Tenemos ahora que considerar este poder concentrado en las manos de una persona natural, de un hombre real, único que tenga derecho a disponer de él en conformidad con las leyes. A esta persona, se llama monarca o Rey… Un defecto esencial inevitable que hará siempre inferior el gobierno monárquico al republicano, es que en éste el voto popular casi siempre lleva a los primeros puestos a hombres esclarecidos y capaces, que hacen honor a sus cargos, en tanto que los que surgen en las monarquías, no son a menudo sino chismosos, bribonzuelos e intrigantes, talentos mediocres que una vez elevados 126 127 Ídem. Pág. 110. Juan Jacobo Rousseau. Op Cit. 1982. Pág. 112-113. forma 124 a las altas dignidades de la corte, no sirven sino para demostrar al publico su ineptitud. El pueblo se equivoca menos en esta elección que el príncipe, siendo casi tan raro encontrar un hombre verdadero merito en el ministerio como ver un tonto a la cabeza de un gobierno republicano. 128 Se nota en este párrafo, el rechazo que tenia Rousseau por el gobierno monárquico, a causa del absolutismo francés de la época y a su ideal republicano. e. Sobre los gobiernos mixtos. En opinión de Rousseau, en frontal oposición a Bodino, no existe gobierno que sea simple, debido a que cualquier forma de gobierno necesita dividir la administración y nombrar diferentes magistrados, a tal efecto escribe Rousseau: Para hablar con propiedad, no hay gobierno cuya forma sea simple. Es necesario que un jefe único tenga magistrados subalternos, y que un gobierno popular tenga un jefe. Así, en la participación del poder ejecutivo, existe siempre una graduación mayor al menor número, con la diferencia de que tan pronto el mayor depende del menor, como tan pronto éste de aquél… Algunas veces la participación es igual, ya sea cuando las partes constitutivas están en una dependencia mutua, como en el gobierno de Inglaterra, ya cuando la autoridad de las partes es, aunque de manera imperfecta, independiente una de otra, como en Polonia. Esta última forma es mala, porque no hay unidad en el gobierno y porque el Estado carece de enlace o conexión… ¿Cuál de los dos sistemas de gobierno es el mejor, el simple o el mixto? Cuestión ésta muy debatida entre los políticos y a la cual es preciso dar la misma respuesta que he dado con respecto a todas las demás formas de gobierno… El sistema simple es el mejor por el hecho mismo de ser simple. Pero cuando el poder ejecutivo no depende lo bastante del legislativo, es decir, cuando la relación del príncipe con el soberano es mayor que la del pueblo con el príncipe, es necesario remediar esa falta de proporción dividiendo el gobierno, de suerte que todas las partes tengan igual autoridad sobre los súbditos y que la división las haga en conjunto, menos fuertes contra el soberano. 129 f. No toda forma de gobierno es propia a todo país. 128 Idem. Pág. 118. 129 Juan Jacobo Rousseau. Op Cit. 1982. Pág. 123-124. 125 En este apartado, Rousseau prácticamente parafrasea a su predecesor inmediato Montesquieu, cuando expresa que los gobiernos son propios a los pueblos y a los climas en que habitan, veámoslo en sus propias palabras: No siendo la libertad fruto de todos los climas, no está por tanto al alcance de todo los pueblos. Cuanto más se medita sobre este principio establecido por Montesquieu, más se penetra uno de su realidad; mientras más en duda se pone, más ocasiones se presentan para confirmarlo con nuevas pruebas… Cuanto más se reflexiona, en efecto, mejor se descubre la diferencia en esto entre los Estados libres y los monárquicos. En los primeros, todo se emplea en provecho común; en los segundos, las fuerzas públicas y las particulares son recíprocas, y por consiguiente, las unas aumentan n detrimento de las otras: en fin, en vez de gobernar a los súbditos para hacerlos dichosos, el despotismo los hace miserables para gobernarlos… Se ve, pues, que en cada clima existen causas naturales que pueden servir de norma para establecer la forma de gobierno adecuada, y hasta para decir que clase de habitantes debe tener. 130 g. De los signos del buen gobierno. En este apartado Rousseau expresa, que esta cuestión es prácticamente indisoluble y que depende más bien de la apreciación subjetiva humana sobre cada tipo de gobierno, para unos será un gobierno severo el mejor tipo de gobierno, para otros los gobiernos libres y así cada opinión humana, tendrá su propia opinión sobre cual es el mejor tipo de gobierno, veamos la versión de Rousseau: Cuando se pregunta en absoluto cuál es el mejor gobierno, se establece una cuestión insoluble como indeterminada, o si se quiere, que tiene tantas soluciones buenas como combinaciones son posibles en las posiciones absolutas y relativas de los pueblos. Mas si se preguntara, por qué signo puede reconocerse si un pueblo dado está bien o mal gobernado, la cosa cambiaría de aspecto y la cuestión podría de hecho resolverse. Sin embargo, no se resuelve porque cada cual quiere resolverla su manera. 131 h. Del abuso del gobierno y su inclinación a degenerar, [La Anaciclosis Rousseauniana]. 130 Ídem. Pág. 125-126. 131 Íbidem. Pág. 131-132. 126 En su explicación sobre el tema, Rousseau, revive prácticamente el ciclo interminable de las ruedas de gobierno de Polibio y Maquiavelo y con anterioridad Hume y Montesquieu, sin embargo agrega una diferencia fundamental, el paso de una forma de gobierno a otra sólo se produce por concertación del poder, es decir, cuando pasa del gran número de gobernantes al pequeño, en otras palabras, cuando se pasa del gobierno de muchos como la democracia, a la aristocracia o de unos pocos y, de esta etapa a la monarquía, que es el gobierno de uno solo, el caso contrario de la desconcentración del poder, el paso del gobierno de uno, a unos pocos y finalmente al de muchos, es para Rousseau algo imposible, lo contrario sucedería sólo, en caso de la disolución del Estado. Dejemos que sea el mismo Rousseau el que no los explique: Así como la voluntad particular obra sin cesar contra la general, así el gobierno ejerce un continuo esfuerzo contra la soberanía. A medida que este esfuerzo aumenta, la constitución se altera, y como no existe otra voluntad de cuerpo que resistiendo a la del príncipe sostenga el equilibrio, resulta que tarde o temprano ésta oprime a aquella rompiendo el contrato social. Tal es el vicio inherente e inevitable que, desde la aparición del cuerpo político tiende sin descanso a destruirle, como la vejez y la muerte destruyen por fin el cuerpo humano… Existen dos vías o medios generales por los cuales un gobierno degenera, a saber: cuando se concentra o cuando el Estado se disuelve… El gobierno se concentra cuando pasa del gran número al pequeño, es decir, de la democracia a la aristocracia y de ésta a la monarquía. Esta es su inclinación natural. Si retrogradase del pequeño número al grande podría decirse que su intensidad se relaja, pero este progreso inverso es imposible… En efecto, el gobierno no cambia jamás de forma sino cuando, gastado sus resortes, queda demasiado débil para conservar la que tiene. Ahora, si se relajase aun extendiéndose, su fuerza vendría a ser completamente nula y menos podría subsistir: es preciso pues, dar cuerda a los resortes a medida que se aflojan o ceden; de otra suerte el Estado se arruina… La disolución del Estado puede efectuarse de dos maneras: primeramente cuando el príncipe no administra el Estado de acuerdo con las leyes y usurpa el poder soberano. Entonces ocurre un cambio notable; pues no es el gobierno el que se concentra sino el Estado, es decir, éste se disuelve siendo reemplazado por los miembros del gobierno únicamente, el cual se convierte en dueño y tirano del pueblo… En segundo lugar, cuando los miembros del gobierno usurpan por separado el poder que deben ejercer en conjunto, infracción de las leyes no menor y que produce mayores desordenes. En este caso, resultan tantos príncipes como magistrados, y el Estado, no menos dividido que el gobierno perece o cambia de forma… Cuando el Estado se disuelve, el abuso del gobierno, cualquiera que el sea, toma el nombre de anarquía. Distinguiendo: la democracia degenera en 127 oclocracia, la aristocracia en oligarquía, y añadiré que la monarquía degenera en tiranía. Más esta última palabra es equívoca y exige explicación… En el sentido vulgar, tirano es el rey que gobierna con violencia y sin miramiento a la justicia ni a las leyes. En la acepción precisa del vocablo, tirano es un particular que se abroga la autoridad real sin derecho. Así entendían los griegos la palabra tirano, aplicándola indistintamente a los príncipes buenos o malos cuya autoridad no era legítima. Tirano y usurpador son, pues perfectamente sinónimos… Para dar a cada cosa su calificativo, llamó tirano al usurpador de la autoridad real y déspota al usurpador del poder soberano. El tirano es el que se injiere contra las leyes a gobernar según ellas; el déspota el que las pisotea. Así pues, el tirano puede no ser déspota, pero el déspota es siempre tirano. 132 i. De la muerte del cuerpo Político. En el Libro III, Capítulo XI del Contrato Social, llamado por Rousseau, De la muerte del Cuerpo Social, expone al igual que Platón y Aristóteles en sus tiempos y Polibio y Maquiavelo posteriormente así como Harrington y David Hume, que todo cuerpo o sistema político y todo lo que existe, por naturaleza, ha de tener un fin, o simplemente morir. Rousseau parafrasea a Maquiavelo, de manera ejemplar, en el contenido del Libro III, capítulo I, de los Discurso sobre la primera década de Tito Livio. Veamos que dice primero Maquiavelo en ese capítulo de los Discursos y luego comparémoslo más abajo con el contenido del capítulo XI, Libro III, del Contrato Social: Nada hay más cierto que el hecho que todas las cosas del mundo tiene un final, pero, en general las que cumplen enteramente el ciclo que les ha sido asignado por los cielos (léase la fortuna o la providencia) son las que no han desordenado su cuerpo, sino que lo tiene regulado de modo que no se cambia, y, si se altera, es para recibir salud y no daño. Y hablando de cuerpos mixtos como las Repúblicas o las sectas, digo son salutíferas aquellas alteraciones que las reconducen a sus principios: Y por eso están mejor organizadas y tienen una vida más larga las que, mediante sus instituciones, se pueden renovar a menudo, o que, por cualquier circunstancia ajena a sus ordenamientos, llegan a dicha renovación. Y es más claro que la luz que, si no se renuevan, no pueden durar. El modo de renovarlas es, como he dicho, reducirlas a sus principios. Porque todos lo principios de las sectas, de las Repúblicas y de los reinos tiene forzosamente alguna bondad, gracias a la cual recobrarán su primitiva reputación y su capacidad de crecimiento. Y como en el transcurso del tiempo 132 Juan Jacobo Rousseau. Op Cit. 1982. Pág. 134-137. 128 se corrompe aquella bondad, si no sucede nada que los reconduzca a sus orígenes, los cuerpos morirán necesariamente. 133 Comparémoslo ahora con el capítulo De la muerte del cuerpo político en el Contrato Social: Tal es la inclinación natural e inevitable de todos los gobiernos, aun los mejores constituidos. Si Esparta y Roma perecieron, ¿qué Estado puede esperar existir perpetuamente? Si queremos fundar algo durable, no pensemos en hacerlo eterno. Para que el éxito corone nuestros esfuerzos es preciso no intentar empresas imposibles ni lisonjearse de poder dar a las obras humanas una solidez que no está en los límites de la inteligencia del hombre. El cuerpo político como el humano, comienza a morir desde su nacimiento, llevando en sí los gérmenes de su destrucción. Pero el uno y el otro pueden tener una constitución más o menos robusta y conservarse más o menos tiempo. La constitución humana es obra de la naturaleza, pero el organismo del Estado es obra del arte. No depende ni está en la facultad del hombre prolongar su vida, pero sí la del Estado, tanto como sea posible constituyéndolo del mejor modo. El que esté, pues mejor constituido, perecerá, pero más tarde, si algún accidente imprevisto no acarrea su desaparición antes de tiempo. El principio de la vida política reside en la autoridad soberana. El poder legislativo es el corazón del Estado; el ejecutivo es el cerebro, que lleva el movimiento a todas las partes: El cerebro puede paralizarse y la vía continuar, pero tan pronto el corazón cesa en sus funciones, aquella se extingue. El Estado no subsiste por las leyes, sino por el poder legislativo. La ley de ayer no es obligatoria hoy, pero del silencio se presume el consentimiento tácito, y el soberano debe confirmar innecesariamente las leyes que no abroga pudiendo hacerlo. Todo lo que una vez a declarado querer, lo quiere siempre, mientras no lo revoca. Por esta misma razón se respetan tanto las leyes antiguas. Debe creerse que solo debido a lo excelente de las voluntades que la inspiraron, han podido conservarse tanto tiempo, puesto que si no hubiesen sido reconocidas como siempre saludables, habrían sido revocadas millares de veces. He allí la razón por la cual, lejos de debilitarse, las leyes adquieren sin cesar nuevas fuerzas en todo Estado bien constituido. [republica bene ordinata] El perjuicio de la antigüedad las hace de día en día más venerables. Si se debilitan con el transcurso del tiempo, es prueba de que no hay poder legislativo y de que el Estado ha dejado de existir. 134 4.3. Conclusión de este Capítulo. 133 Maquiavelo. Discursos. Op Cit. 1987. Libro III. Cáp. I. Pág. 289-290. 134 Juan Jacobo Rousseau. Op Cit. 1982. Pág. 137-139. 129 Como conclusión de esa capítulo, primeramente queremos destacar que coincidimos plenamente con Werner Maihofer, en que todos los filósofos políticos y pensadores republicanos de importancia de la era moderna, posteriores a Maquiavelo, se veían ellos mismos como sucesores del secretario florentino, ese es el motivo fundamental por el cual, Juan Jacobo Rousseau en su Contrato Social, llama al El Príncipe de Maquiavelo: “El libro de los republicanos”. 135 Asimismo compartimos la opinión de Tomás Várnagy 136 , de que Maquiavelo es un clásico en un periodo de transición, es el hito que señala la continuidad y la ruptura de la tradición greco-romana y la medieval, “siendo el último de los antiguos y el primero de lo modernos”, pues él también buscaba a la “República bien organizada”, el bien común como hemos constatado. Si bien el florentino es un clásico, su obra es como una muralla que los separa de los teóricos anteriores, ya que durante casi dos milenios hubo en el pensamiento político occidental una mezcla entre lo que el mundo es en realidad y lo que los hombres desearíamos que debería ser, dilema que no pudo ser ampliamente resuelto hasta las obras de Maquiavelo. Maquiavelo sin lugar a dudas, marcó un hito histórico que hizo renacer las ideas republicanas del mundo antiguo, para traerlas al mundo moderno, su elogio a Roma y su instituciones políticas, a la virtù ciudadana, al vivere libere. También compartimos la idea de Pocock 137 que el republicanismo florentino, y en especial las ideas políticas de Maquiavelo y los pensadores republicanos posteriores, tuvieron una decisiva influencia en la conformación de las Repúblicas occidentales del mundo moderno, en especial de la Monarquía Parlamentaria Británica y de la República de los Estados Unidos de América. En el próximo capítulo, nos proponemos estudiar el pensamiento político del Libertador Simón Bolívar, en especial los modelos políticos de las constituciones propuestas por Bolívar, en el discurso de Angostura y en el discurso ante el Congreso Constituyente de 135 Werner Maihofer. Op Cit. Pág 284. 136 Tomás Várnagy. Fortuna y Virtud en la República Democrática. Ensayos sobre Maquiavelo. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Buenos Aires. 2003. Introducción. Pág. 40-2 137 J. G. A. Pocock. The Machiavellian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican Tradition. Princeton University Press. 1975. 130 Bolivia, y algunas cartas personales, a fin de encontrar posibles analogías y similitudes del pensamiento político de Bolívar, con el pensamiento político de Nicolás Maquiavelo. 131 CAPÍTULO V LOS PARADIGMAS POLÍTICOS DE SIMÓN BOLÍVAR Y SU COMPARACIÓN CON EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE MAQUIAVELO Siendo mi fin escribir una cosa útil para quien la comprende, he tenido por más conducente seguir la verdad real (verdad efectiva) de la materia, que los desvaríos de la imaginación en lo relativo a ella, porque muchos imaginaron Repúblicas y principados que no se vieron ni existieron nunca. Hay tanta distancia entre saber como viven los hombres y saber como deberían vivir ellos, que el que, para gobernarlos, abandona el estudio de lo que se hace para estudiar lo que seria más conveniente hacerse aprende más bien lo que debe obrar su ruina que lo que debe preservarle de ella; supuesto que un príncipe que en todo quiere hacer profesión de ser bueno, cuando en el hecho está rodado de gentes que no lo son, no puede menos que caminar hacia su ruina. Los códigos que consultaban nuestros magistrados, no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del Gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose Repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano. Por manera que tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica y sofistas por soldados. Con semejante subversión de principios, y de cosas, el orden social se resintió extremadamente conmovido, y desde luego corrió el Estado a una disolución universal, que bien pronto se vio realizada. 5. 1. El pensamiento político de Simón Bolívar. Mucho se ha escrito sobre el pensamiento político de Simón Bolívar y de su vida, y desde diferentes ángulos y orientaciones, desde elogios moderados, hasta extremos de exaltar la figura del héroe a alturas mitológicas de los dioses del Olimpo como la de Eduardo Blanco, 132 y hasta duras críticas como las de Salvador de Madariaga. No obstante, a nuestro modo de ver, no hay historia mala ni historia buena, ni libro “blanco ni libro negro” de la historia, en mi concepto, simplemente hay eventos o hechos humanos; “vicios y virtudes son algo inherente en la naturaleza humana” decía Plutarco parafraseando a Platón, o mejor dicho como expresaba Maquiavelo en sus discursos: “no hay hombre ni completamente bueno ni completamente malo.” Y Bolívar a pesar de toda la gloria alcanzada por haber libertado a cinco naciones suramericanas, algo inédito en la historia del hombre, y de todas sus cualidades de gran personaje de la historia de los pueblos fuera de toda duda; en definitiva, no era más que un hombre, un hombre como todos, con vicios y virtudes, debilidades y fortalezas como cualquier otro mortal. Pretendemos analizar el pensamiento político de Simón Bolívar, sus paradigmas y sus modelos de constituciones a fin de hacer una analogía y comparación con el pensamiento político de Maquiavelo, el filósofo político florentino, anatemizado y satanizado por la Iglesia Católica y por algunos pensadores del mundo occidental, como sinónimo de intriga, falsedad, y maldad política y, hasta desechado despectivamente por Bolívar según algunos historiadores. Hoy en día Maquiavelo, prácticamente ha sido reivindicado como uno de los fundadores del pensamiento político occidental por muchos catedráticos de renombradas universidades mundiales como Quentin Skinner y Gisela Bock, J. G. A. Pocock, Norberto Bobbio, Antonio Gramsci, A. Negri y Maurizio Viroli entre otros. Por Ejemplo el extinto venezolano Laureano Vallenilla Lanz (1919), consideró un honor que se haya comparado su obra “Cesarismo Democrático” con El Príncipe de Maquiavelo, como él mismo lo expresó: Algunos críticos me hecho el honor insigne de comparar mi modestísimo libro con El Príncipe de Maquiavelo: No sé como agradecerles el paralelo! Quisieron ofenderme y me han hecho el más grande elogio a que pudiera o aspirar en mi vida de escritor! Sólo los ignorantes no han llegado a comprender hoy que Maquiavelo fue el menos maquiavélico de los hombres; sobre su solo nombre, han venido pesando todas las responsabilidades de su época, pero al fin el veredicto de la posteridad le ha hecho justicia. 133 Pero antes de seguir adelante con el presente trabajo, es necesario hacer una salvedad, al realizar una comparación de Bolívar con Maquiavelo, no se pretende empañar ni profanar la gloria de la gesta del héroe suramericano, como podrían pensar algunos admiradores incondicionales del gran hombre, sino dilucidar formas de pensamiento político que son comunes en todos los tiempos, tanto en Maquiavelo como en Bolívar, que se pueden considerar de aplicación universal, y que han servido de guía para la conformación política de diferentes naciones y el comportamiento de los principales líderes políticos en toda la historia de la sociedad humana y que pueden recibir la categoría de principios fundamentales y universales en política. En el presente trabajo nos proponemos analizar sus más importantes discursos, escritos y cartas para dilucidar su espíritu político, si fue un republicano convencido o un promonárquico, ¿Qué tipo de constitución deseaba para Venezuela y para el resto de las naciones del continente suramericano emancipadas por su mano? ¿Repúblicas o Monarquías?, ¿Quería convertirse en un fundador de naciones o legislador como Teseo, Solón, Licurgo, Rómulo o Pericles, o mas bien quería ser un dictador como Sila, un Julio César, un emperador como Marco Aurelio o Napoleón o un tirano y déspota como Agatocles?, ¿o simplemente un demócrata a carta cabal como George Washington? ¿Cómo deberían ser las formas de gobierno? ¿Cómo deberían conformarse esas constituciones? ¿Con sistemas mixtos de gobierno, equilibrio de poderes? ¿Sistemas monocráticos y autoritarios o pluralistas y democráticos? ¿La felicidad general y el bien común de los pueblos? Después de realizado este estudio, comparar simultáneamente su pensamiento político con el de Maquiavelo, personaje al cual ya previamente hemos analizado en los capítulos precedentes del presente trabajo, a fin de encontrar posibles convergencias y similitudes y también tal vez divergencias en las formas de concebir los modelos políticos y de como se debe gobernar a los hombres. En nuestro concepto, Bolívar en su vida política y al forjar la constitución de la naciente República de Venezuela en Angostura en el año 1819, poco tiempo después la creación de la República de Colombia en 1821, posteriormente la libertad del Perú en 1824 y finalmente la creación de Bolivia en 1826, se comportó grosso modo como un seguidor de los 134 preceptos de Maquiavelo expuestos en El Príncipe y en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio. En nuestro parecer, Simón Bolívar, representó en su época, el “El Nuevo Príncipe” suramericano, el prototipo “ideal” que hubiese deseado Maquiavelo que liberara Italia de los “bárbaros” y unificase la península en una sola nación, según lo expresado por el Secretario florentino, en el capítulo XXVI del “El Príncipe”. Tema que analizaremos más adelante en éste capítulo del presente trabajo. Para el referido análisis y estudio comparado, utilizaremos un enfoque sistémico, en el cual marcaremos los renglones de las facetas principales del pensamiento de Maquiavelo y presentaremos la contraparte de Bolívar, este enfoque lo desglosamos a continuación: 4.2. Simón Bolívar y la “Ilustración”. “Los bienhechores de la humanidad, no nacen cuando empiezan a ver la luz, sino cuando empiezan a alumbrar ellos.” Simón Rodríguez. (1830) Varias ideas centrales provenientes de la ilustración influyeron sobre la formación intelectual y política de Simón Bolívar, el mismo Bolívar lo reconoce en su carta dirigida al vicepresidente de Colombia, Francisco de Paula Santander, fechada 20 de mayo de 1825, en la que dice: Ciertamente que no aprendí la filosofía de Aristóteles, ni los códigos del crimen y del error; pero puede ser que Mr. De Mollien no haya estudiado tanto como yo a Locke, Condillac, Buffon, Dalambert, Helvetius, Montesquieu, Mably, Filangeri, Lalande, Rousseau, Voltaire, Rollin, Berthot y todos los clásicos de la antigüedad, así filósofos, historiadores, oradores y poetas; y todos los clásicos modernos de España, Francia, Italia y gran parte de los ingleses. Todo esto lo digo muy confidencialmente a Vd. para que no crea que su pobre presidente ha recibido tan mala educación como dice Mr. De Mollien, aunque por otra parte yo no sé nada, no he dejado, sin embargo, de ser educado como un niño de distinción puede ser en América bajo el poder español. 135 El resurgimiento de las virtudes públicas y ciudadanas, de la filosofía de los antiguos griegos y romanos, de los valores que engrandecen el espíritu humano, amor por todo tipo de conocimiento: científico, filosófico y literario, así como un fuerte compromiso a favor de la libertad y la tolerancia, estimularon la época de la ilustración y las expectativas por una nueva era de felicidad para el genero humano. El “fenómeno” de la ilustración ha sido definido por Lester G. Crocker como “una reconstrucción ideal” de más de un siglo de historia. Este período representa un movimiento formado por el influjo de muchos escritores y sus obras y aunque los llamados “Philosophes” tenían un propósito similar, hubo significativas diferencias entre ellos. Agrega Crocker en su obra que la ilustración como movimiento tomó forma hacia la década de 1740-1750 y pervivió a través de varias generaciones antes de poder ser conscientemente explicado. La fuerza galvanizadora fundamental de la ilustración, se debió en principio al esfuerzo incesante de Voltaire en contra del espíritu de partido y el absolutismo monárquico y su defensa a favor de la Enciclopedia, a la cual servia de centro unificador de los filósofos (Philosophes) de la época, como se han denominado a los escritores que tuvieron participación en la promoción de los objetivos de la ilustración. En palabras de Ernst Cassirer, el lema de la ilustración fue oponerse “al poder de las convenciones, la tradición y la autoridad en todos los campos del saber”. Fuerte confianza en el futuro del hombre, tolerancia política y religiosa, mejoramiento de la sociedad, control del hombre de su propio destino, como hemos anteriormente referido, admiración por los valores de las sociedades de la antigüedad clásica como la griega y la romana, tal y como lo afirmó previamente Maquiavelo en sus obras: “El Príncipe” y “Los discursos sobre la primera década de Tito Livio”, admiración por las virtudes públicas y ciudadana, fueron en general todos estos, los ideales comunes que defendieron personajes como Voltaire, Helvetius, Hume, Montesquieu y Rousseau que ya hemos analizado, y otros ilustrados miembros de esa élite de hombres, que además se caracterizaron por luchar en contra de la superstición, el vicio, el absolutismo monárquico, la corrupción y la injusticia. 136 Por otra parte, ellos representaron a un grupo de escritores cosmopolitas, con espíritu misionero, para quienes por sobre las fronteras nacionales debía de existir una gran confraternidad cuya meta fuese expandir el conocimiento científico, la filosofía, y la literatura a todas las culturas y sociedades humanas. Peter Gay, en su profunda reflexión que sirve de introducción a su “Antología de la Ilustración”, sostiene que los filósofos en cierta forma fueron destructivos porque ellos pensaron que se debe “limpiar primero el terreno antes de que uno pueda construir algo”, y agregaba: “no se puede edificar la ciudad del hombre soportando el fuego el enemigo, en medio de los escombros o un pantano”. Estas afirmaciones de Peter Gay en relación a los filósofos, se asemejan a las expresadas por Maquiavelo en los capítulos V y VI del “El Príncipe” acerca de lo que deben los príncipes nuevos y los fundadores de ciudades, que hace falta descomponer el régimen político anterior para establecer uno nuevo: Los que por medios semejantes llegan a ser príncipes (por las armas y el valor), no adquieren su principado sin trabajo, pero le conservan fácilmente, y las dificultades que ellos experimentan al adquirirle dimana en parte de las nuevas leyes y modos que les es indispensable introducir para fundar su Estado y su seguridad. Debe notarse bien que no hay otra cosa más difícil de manejar, ni cuyo acierto sea más dudoso, ni se haga con más peligro, que el obrar como jefe para introducir nuevos estatutos. Tiene el introductor por enemigos activísimos a cuantos sacaron provechos a los antiguos estatutos. La idea planteada por Gay y anteriormente por Maquiavelo puede ser relacionada con el rol de “Legislador” y “Fundador” de naciones de algunos hombres y en particular de Simón Bolívar, de las cenizas de la destrucción producida por las guerras de independencia en Venezuela y otros países de Ibero América, liberadas por obra de su brazo y genio, del régimen monárquico del imperio español. La mayoría de los filósofos de la ilustración estaban convencidos al igual que Polibio y Maquiavelo de la Anaciclosis, es decir que “Las civilizaciones eran asunto de ciclos, 137 levantándose y cayendo como en el ciclo de vida de los seres vivos individualmente hablando”. Dos grandes acontecimientos políticos acaecidos de las últimas décadas del siglo XVII, la revolución e independencia de los Estados Unidos de América (1776-1783) y la Revolución Francesa (1789-1794), fueron una importante fuente de propagación en la inspiración de las ideas de la ilustración en las colonias iberoamericanas. La independencia de los Estados Unidos, dio origen a la primera República moderna que incorporó en su constitución republicana las ideas y valores de la ilustración y los ideales republicanos de Polibio, Maquiavelo, Locke, Harrington, Rousseau y Montesquieu entre otros, de acuerdo a lo expresado por uno de lo padres fundadores de esa República, y su segundo presidente constitucional: John Adams, en su obra. “Defence of the Constitution of Government of the United States”. (1787). Por otra parte la Revolución Francesa, que llevó esos principios e ideales hasta últimas consecuencias y extremos. Ambos eventos ejercieron una gran influencia sobre las ideas políticas de la generación de hispanoamericanos que iniciaron posteriormente, la lucha por la independencia de sus respectivas naciones, entre ellos Miranda y el propio Bolívar, y que los llevaría finalmente a la conformación de sistemas republicanos, muchos de ellos al inicio similares al modelo norteamericano. Una excelente explicación de todo este proceso a través del cual las ideas liberales de la ilustración Europea y Norteamericana llegaron a Hispanoamérica y a Venezuela en particular, lo representa un conjuntos de ensayos compilados y editados por Arthur P. Whitaker (1942), titulado: “Latin America and the Enlightenment”. En este trabajo, varios autores, cada uno con su respectivo ensayo, explicaron como las ideas liberales extranjeras penetraron en el continente Sur Americano, especialmente en Argentina; Brasil, Chile, Perú, la Nueva Granada, México y Venezuela. Estos autores en sus respectivos ensayos describen como las bibliotecas, libros, periódicos y viajeros, fueron todos agentes de cambio tanto en España como en Hispanoamérica, y coadyuvaron a impulsar las transformaciones pertinentes en el ambiente intelectual de la época, fundamentalmente en el seno de la élite criolla de la segunda mitad del 138 siglo XVII y primer cuarto del siglo XIX, algunos de esos criollos, fueron Francisco de Miranda, José de San Martín, Simón Rodríguez y por supuesto el joven para la época y, futuro libertador de Venezuela, La Nueva Granada, el Perú y fundador de Bolivia, Simón Bolívar. Bolívar innegablemente tenía el hábito de la lectura y sobre todo de los clásicos tanto modernos como de los de la antigüedad clásica, hábito que cultivó desde sus años mozos y no perdió hasta su muerte. Según se desprende de la carta dirigida al vicepresidente Santander anteriormente señalada, y de los comentarios sobre su persona, de quienes lo conocieron en vida como por ejemplo su primer edecán Daniel Florencio O`Leary, su ayudante de Estado Mayor el Coronel francés Perú De Lacroix, o el historiador neogranadino José Manuel Restrepo quien fue su Ministro del Interior en 1828. En base a estos argumentos y los que mencionaremos a continuación, se puede afirmar, que Bolívar era un Hombre de la “Ilustración”. Algunos autores como Augusto Mijares en sus “Obras Completas” tomo I (1998), expresa: “Tenía el habito de la lectura, que conservó toda su vida. Según Jules Mancini, al salir de Venezuela por primera vez rumbo a España, había tomado para la travesía del Atlántico, a Plutarco, Montesquieu, Voltaire y Rousseau. Más de veinte años después en 1828, en la cúspide de su vida le manifestó al Coronel Francés Luís Perú de Lacroix, uno de los ayudantes del “Estado Mayor Libertador” para la época, que Voltaire, [quien fue amigo personal y consejero del rey de Prusia, Federico el Grande], era su preferido, según los expresó el mismo Perú de Lacroix en su escrito, “El Diario de Bucaramanga”: Después de almorzar, S. E., se fue a la hamaca y me llamó para que oyese el modo como traduce lo versos franceses al castellano. Tomó La Guerra de los Dioses y la leyó como si fuera una obra escrita en español; lo hizo con facilidad, con prontitud y elocuencia; más de un hora me quede oyéndolo y confieso que lo hice con gusto y que muy raras veces tuvo necesidad S. E., de pedirme le tradujese algunas voces: En la comida volvió S. E., a hacer el elogio de la obra del Caballero de Parny; se pasó después a elogiar las de Voltaire, que es su autor favorito; criticó luego a algunos autores ingleses, particularmente a Walter Scott, y concluyó diciendo que la Nueva Eloisa de Juan Jacobo Rousseau, no le gustaba por lo pesado de la obra y que sólo el estilo es 139 admirable, que en Voltaire, se encuentra todo: estilo, grandes y profundo pensamientos, filosofía, crítica fina y diversión. Su primer edecán después del General Diego Ibarra, el General irlandés Daniel Florencio O’Leary en sus “Memorias” también menciona los filósofos más importantes estudiados por Bolívar y nombra entre otros a Helvetius, Holbach y Hume, que según el propio O`Leary su estudio fue aconsejado por su maestro de las primeras letras, Simón Rodríguez. Y agrega: “Admiraba Bolívar la austera independencia de Hobbes, a pesar de las tendencias monárquicas de sus escritos; pero le cautivaron más las opiniones especulativas de Espinoza y en ellas debemos buscar el origen de algunas de sus propias ideas políticas”. En este sentido, Mijares en su obra hace la siguiente reflexión: La seguridad con que lanza estos juicios el cuidadoso edecán del Libertador nos hace meditar. ¿Será licito suponer que Bolívar comentó a menudo con él los autores que cita? Sabemos que el Libertador le encargó a Chile, en 1823, obras de Voltaire, Locke, Robertson y otros escritores. Y además agrega como comentario: “Hoy estamos acostumbrados a considerar que un hombre culto debe poseer necesariamente mucha “información”. No obstante en aquellos días agrega Mijares un hombre de pocos libros podía ser hombre de muchas ideas, porque las lecturas se dejaban sedimentar y se las saboreaba como verdadero alimento espiritual. En el retrato de Bolívar realizado por O`Leary en su Memorias muchos años después de la muerte del libertador, señala muy claramente la afición que éste tenía a la lectura y sobre todo de los clásicos greco-romanos: Gran conocedor de los hombres y del corazón humano, comprendía a primera vista para que podía servir cada cual; muy raras veces se equivocó. Hablaba y escribía Francés correctamente, e Italiano con bastante perfección; de Inglés sabia poco, aunque suficiente para entender lo que leía. Conocía a fondo los clásicos griegos y latinos, que había estudiado, y los leía siempre con gusto en las buenas traducciones francesas. 140 Pero tal vez el hombre que más influencia haya tenido sobre el pensamiento político y filosófico de Simón Bolívar, haya sido su maestro de sus años mozos, el filósofo e “Ilustrado” venezolano don Simón Rodríguez a quien Bolívar llamó cariñosamente “Robinson” y que lo acompañó hasta en Italia en su juramento del Monte Sacro, en este mismo sentido Manuel Vicente Magallanes expresa en su obra “Historia Política de Venezuela” lo siguiente: Bolívar fue un demócrata formado en las ideas liberales, su filosofía política estaba fundada en los principios de la libertad individual, soberanía popular e igualdad social. Sus ductores intelectuales fueron Locke, Montesquieu, Voltaire, Rousseau y Bentham: Estaba enmarcado pues, dentro del constitucionalismo liberal y democrático de la filosofía iluminista. Su maestro don Simón Rodríguez lo inició en esa corriente (La Ilustración) con las ideas inglesas de fines del siglo XVII y la doctrina de Rousseau, la continuo él con sus lecturas directas de los enciclopedistas, hasta llegar al ideologismo y utilitarismo de principios del siglo XIX. Estos conocimientos lo formaron como revolucionario idealista y como estadista ejemplar. En cuanto al utilitarismo del siglo XIX que menciona Magallanes, son conocidas las cartas entre Bolívar y el filósofo del “utilitarismo” del siglo XVII y principios del XIX, el Inglés Jeremy Bentham, éste en 1823, le escribió una larga carta a Bolívar, en la cual le exponía sus trabajos principales relacionados con la legislación y la administración racional de la administración, y de cómo debería ser la “Constitución Utilitaria” de una naciente nación; es decir, en palabras del mismo Bolívar, aquel tipo de gobierno “que produce la mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social, y mayor suma de estabilidad política”. Posteriormente en 1828, a raíz de las críticas que realizó Bentham en Inglaterra, así como las realizadas por Benjamín Constant en Francia, sobre el nuevo proyecto de constitución que Bolívar deseaba que se adoptara en la República de Colombia en la convención de Ocaña de ese mismo año, con una presidencia vitalicia como la de Bolivia, y que fue interpretada por los mencionados pensadores europeos como un intento de Bolívar de perpetuarse en el poder y convertirse en un tirano y un déspota, le valió a Bentham, que Bolívar mediante un decreto presidencial emitido el 12 de marzo de 1828, prohibiera la 141 enseñanza de las obras del pensador Inglés en las Universidades de Colombia. El decreto en cuestión en su primer artículo, decía lo siguiente: “En ninguna de las Universidades de Colombia será enseñado el Tratado sobre Moral y Legislación de Jeremías Bentham, en consecuencia el artículo 168 del plan general de estudios debe ser modificado.” De acuerdo, Napoleón Fancheschi González, en su obra “El Pensamiento Político del Libertador Simón Bolívar” (2001), señalando a Jules Mancini y su obra: “Bolívar y la Emancipación de las Colonias Españolas…” (1944) indica lo siguiente. “De acuerdo con este autor, Simón Rodríguez aplicó al joven Bolívar el plan pedagógico esbozado en el Emilio de Rousseau y moldeó así la conciencia de su ilustre alumno”. Las características de Bolívar: un rico de vieja cepa, huérfano, fuerte y saludable joven eran supuestamente iguales a Emilio. Además, el profesor (Rodríguez) era joven, independiente y con un alma bella, que coincidía con el ideal plasmado en la obra maestra de Juan Jacobo Rousseau”. Asimismo Francheschi en su obra, menciona igualmente a Waldo Frank y su libro “Birth of a World (Bolívar)” (1951), señala además, que el libro de Mancini inspiró a Frank y a otros autores, específicamente en el capítulo que tituló: “Educación de un Príncipe de Provincias”, construyendo un argumento bastante similar al de Mancini, es decir que Bolívar recibió una educación en su infancia y adolescencia al mejor estilo Rousseauniano, y por lo tanto ilustrada. De acuerdo a Francheschi, en palabras de Mancini, Waldo Frank y otros, Simón Rodríguez debe ser considerado el mentor intelectual por excelencia de su posteriormente célebre alumno y tocayo Simón Bolívar. Como guía en las lecturas de los clásicos greco-romanos y modernos, Bolívar contó en su juventud, como ya hemos dicho, con su maestro y “filósofo americano” Don Simón Rodríguez, y en su ideal político para el resto de su vida. Para confirmarlo, basta leer la carta que le dirigió Bolívar a su antiguo maestro y preceptor, fechada en Pativilca el 19 de Enero de 1824, en la cual le reconoce a Rodríguez que formó su corazón “Para la libertad, para la justicia, para lo grande y hermoso”, veamos parte del texto de la carta escrita por Bolívar: 142 !Oh mi Maestro! ¡Oh mi amigo! ¡Oh mi Robinson!, V. en Colombia, V. en Bogotá, y nada me ha dicho, nada me ha escrito. Sin duda es V. el hombre más extraordinario del mundo, podría V. merecer otros epítetos, pero no quiero darlos por no ser descortés al saludar un huésped que viene del Viejo Mundo a visitar el nuevo, sí a visitar su patria que ya no conoce, que tenia olvidada no en su corazón sino en su memoria. Nadie más que yo sabe lo que V. quiere a nuestra adorada Colombia. ¿Se acuerda V. cuando fuimos juntos al Monte Sacro en Roma, a jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la patria? Ciertamente no habrá V. olvidado aquel día de eterna gloria para nosotros, día que anticipó, por decirlo así, un juramento profético a la misma esperanza que no debíamos tener. Vmd., maestro mío, ¡Cuánto debe haberme contemplado de cerca, aunque colocado a tan remota distancia! ¡Con qué avidez habrá seguido V. mis pasos, esos pasos dirigidos muy anticipadamente por Vmd., mismo! Vmd. formó mi corazón para libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que V. me señaló. Vmd. fue mi piloto aunque sentado sobre una de las playas de Europa. No puede V. figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que V. me ha dado; no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que V. me ha dado. Siempre presentes mis ojos intelectuales, las he seguido como guías infalibles. En fin, V. ha visto mi conducta; Vmd. ha visto mis pensamientos escritos, mi alma pintada en un papel, y Vmd. no habrá dejado de decirse, todo esto es mío, yo sembré esta planta, yo la regué, yo la enderece tierna, ahora robusta, fuerte y fructífera, he aquí sus frutos; ellos son míos, yo voy saborearlos en el jardín que planté; voy a gozar de la sombra de sus brazos amigos, porque mi derecho es imprescriptible, privativo a todo. Se advierte claramente en lo expresado por Bolívar en esta carta, que la influencia de Simón Rodríguez sobre su discípulo fue tanto moral como intelectual, y que debió ejercerse sobre Bolívar, niño, adolescente, joven y ya adulto. Según Augusto Mijares: 143 Rodríguez podía hablar a su mente tanto como a su corazón. En dos ocasiones don Simón llegó a tiempo para ser el libertador del futuro Libertador: en la primera evitó que la rebeldía del acosado niño se convirtiera en grave desajuste del carácter; en París impidió que el indómito joven encontrara artero sosiego en el placer buscado todos los días. En uno y otro caso se propuso reagrupar las dispersas fuerzas espirituales de Bolívar y señalarles nuevas perspectivas. ‘Por cálculos no dispone el hombre de sus pasiones…’ se repetiría muchas veces a sí mismo, para obligarse a proceder con cautela cuando trataba de orientar las de su discípulo. Desde luego agrega Mijares, “su seducción intelectual no debía provenir de los conocimientos que derramara sobre éste, o que le sugiriera por medio de lecciones formales, sino del encanto con que animaba la historia, de la vivacidad y penetración con que juzgaba hombres y acontecimientos.” 4.3. Bolívar realista político. “Homo sum, nihil humani a me alienum puto.” Terencio Bolívar como Maquiavelo y otros grandes hombres de la historia, como Licurgo, Aníbal, Escipión el “Africano”, Cayo Julio César, Richelieu, Cromwell, Federico el Grande, Napoleón y Bismarck, fueron realistas políticos consumados, adecuaron sus obras de acuerdo a los tiempos y a las necesidades y actuaron de acuerdo a las circunstancias específicas que se le presentaron y enfrentaron en cada ocasión independientemente de la ética y moral política del momento y sujetos en todo instante como diría Richelieu, a la “Razón de Estado”. Según Germán Carrera Damas en su obra El Culto a Bolívar (2003), hay renuencia en la sociedad venezolana a aceptar que en Bolívar predominase la condición de político, y tal renuencia se fundamenta no sólo en el rechazo de toda limitación impuesta a la capacidad universal del Genio, sino también a la incompatibilidad presente, en este caso, entre la más vulgar de las virtudes ciudadanas y la condición deificada del sujeto. No obstante, vista la clara presencia de la acción política como constante en la vida histórica de Bolívar, tan sólo 144 dos salidas han quedado: depurar al máximo el concepto para, una vez purificado, atribuírselo a Bolívar; o situar a éste en el plano superior a lo humano, del cual se desprende lo político, sobre todo en las dimensiones humanas del concepto. Carrera va más allá en su concepción de Bolívar como hombre político y agrega en su misma obra: “Más difícil de aceptar es la afirmación de que Bolívar no sólo fue esencialmente un político, sino que entre los muchos calificativos que cuadran a la especie le corresponde el de realista”, y esto es así por las implicaciones supuestas del termino.” Por político realista suele entenderse comúnmente al inescrupuloso, o, en todo caso, aquel que no teme abandonar la esfera de la ética política o de los elevados principios para obtener el propósito político que se propone, y su lucha es fundamentalmente sólo por el poder, tal y como ha sido interpretado en algunos capítulos de El Príncipe de Maquiavelo, y al hacer la descripción de César Borgia el Duque de Valentinois y de su padre el papa Alejandro VI. Estamos sin embargo de acuerdo con Carrera Damas cuando agrega al respecto un párrafo más adelante: “Otra cosa sería, quizá, si al calificativo de realista añadiésemos de seguida: entendido como atributo del hombre público o estadista cuyo pensamiento y cuya acción se hallan siempre vinculados a la realidad del acontecer, sin que por ello resulte afectado su alto vuelo habitual”. No hay duda, agrega Carrera, creemos, de que esto último vendría justo cuando nos referimos a Bolívar, pero es igualmente cierto que su “realismo político” no vaciló en transgredir los límites que sus cultores le imponen, guiándose para esto por los dictados de una moral política que no siempre es apreciada históricamente. Es natural, expresa además Carrera, pues, que más de una conciencia se alarme cuando no ve coincidir la representación que del Héroe se ha hecho con la realidad de su vida histórica, y comprensible también, tratándose de tales conciencias, que no se haya vacilado en mutilar, en disimular, en tergiversar lo que les parecía incongruente con su enfoque, hasta el punto de que bien podríamos pensar que el culto a Bolívar acabará por hacer de su vida ese relato insulso, muestrario de virtudes y predestinación, en que han sido convertidas las vidas de los santos para uso catequístico. En referencia al realismo político de Bolívar, señala asimismo J. L. Salcedo-Bastardo en su obra Visión y Revisión de Bolívar, (1977) lo siguiente: “Al elaborar su tipo de gobierno, 145 Bolívar arranca de la convicción de que no es ése un ente abstracto, sino una institución real que debe atender a la naturaleza de su sociedad.” Gerhard Masur, en su Biografía de Bolívar (1971), expresa el realismo político de Bolívar de la manera siguiente: “Buscó para la América una Constitución que diese forma a sus múltiples y diversos elementos. En él se combinaban el realismo anglosajón con el radicalismo francés de Rousseau.” Y más adelante en su obra añade Masur: El alegato de Bolívar giró en torno a una Venezuela indivisible con un gobierno central. Era tan urgente como vital: una República conservadora, plan de un hombre que temía a la anarquía y que desconfiaba del instinto de las masas. Era el resultado de la observación y de la lectura realista y quimérica al mismo tiempo. Montesquieu y Platón, Maquiavelo y Rousseau eran quienes apadrinaban sus ideas. Aníbal Romero en su obra Simón Bolívar (1983), considera que es decisivo para la interpretación acertada del legado intelectual bolivariano, el discernir “¿En qué sentido puede hablarse de realismo político en el pensamiento del Libertador?” Para Romero: “Lo primero que debe constatarse es que en Bolívar existía una acentuada vocación orientada a enfrentar descarnadamente la realidad de las cosas, y evaluar con serenidad y sin fanatismo las situaciones políticas y militares, aún en las horas más difíciles.” En las diferentes cartas, decretos y discursos políticos de Bolívar, en especial en el Manifiesto de Cartagena (1812), el Manifiesto de Carúpano (1814), La Carta de Jamaica (1815) y el Discurso ante el Congreso de Angostura (1819), se encuentran dispersos pensamientos que expresan fehacientemente su condición de realista político y se asemejan los expresados por Maquiavelo en sus escritos, de cómo debe ser un príncipe o un político realista o que viva de la verità effetuale (verdad efectiva), y que se encuentran reflejados en sus obras El Príncipe y los Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio. Pero antes de proceder a analizar y a comparar los pensamientos a éste respecto de Maquiavelo y Bolívar, veamos primero lo que expresó su maestro Simón Rodríguez en su Defensa del General Bolívar, publicada en 1830 y realizada por Rodríguez en Arequipa, para defender el legado y 146 el pensamiento político de su discípulo, que se hallaba siendo atacado poco antes de su muerte, por sus detractores más encarnizados, acusándolo entre otras cosas de tirano, déspota y de querer coronarse monarca de América del Sur. En éste sentido escribe Rodríguez: Muy poco conocimiento del mundo debe tener, ó muy poco debe pensar, el que crea tan fáciles las coronaciones en las pobres y despobladas rejiones (sic) de América. No basta adquirir un Principado, es menester conservarlo, y ‘para que el poder sea durable debe tener dos fundamentos-BUENAS LEYES Y BUENAS TROPAS’, (verdad que enseño Maquiavelo)(sic). Evidentemente Rodríguez se refería al contenido del capítulo XII del El Príncipe de Maquiavelo. También Rodríguez responde a las acusaciones de tirano, déspota e injusto que le hicieron a Bolívar de la siguiente manera: Todo el que manda está expuesto a cometerlas (las injusticias), y en muchos casos las debe cometer, porque no puede evitarlo; lo que se hace por ignorancia invencible ó por necesidad no es pecado.-la vara de la justicia se ha de empuñar para mandar, y levantarse para hacerse obedecer. Para Maquiavelo sería una verdadera ingenuidad no reconocer que en el ámbito de lo político, es necesario en ocasiones, llevar a cabo actos que no serían justificables en otras parcelas de la vida humana. La necesidad de cometer tales actos conlleva, aunque indirectamente, su legitimación. Así, para el Secretario Florentino, lo político tiene una ética de comportamiento propia, distinguible de la que corresponde al resto de las actividades humanas, y esto tanto en el contexto de un principado como en el contexto de una República. Maquiavelo justifica, en el ámbito de lo político, el uso de la crueldad, el engaño, la mentira, la injusticia, la violencia y una plétora de métodos “extraordinarios”; que serian justificables sólo para lograr el bien común y en circunstancias que lo ameriten plenamente; extraordinarios precisamente en tanto sólo se justifican en la vida política. Parte importante del significado de su obra es una reconceptualización de la virtud política que contrasta fuertemente con la versión más tradicional de las virtudes de la religión cristiana, que conforman mayoritariamente la moral y la ética de ésta parte de la sociedad humana que abrazó al cristianismo como religión. 147 Mostremos y comparemos ahora los pensamientos de Bolívar y Maquiavelo y saquemos conclusiones, veamos primero lo que expresa Maquiavelo en el capítulo XV del Príncipe: Siendo mi fin escribir una cosa útil para quien la comprende, he tenido por más conducente seguir la verdad real (efectiva) de la materia, que los desvaríos de la imaginación en lo relativo a ella, porque muchos imaginaron Repúblicas y principados que no se vieron ni existieron nunca. Hay tanta distancia entre saber como viven los hombres y saber como deberían vivir ellos, que el que, para gobernarlos, abandona el estudio de lo que se hace para estudiar lo que seria más conveniente hacerse aprende más bien lo que debe obrar su ruina que lo que debe preservarle de ella; supuesto que un príncipe que en todo quiere hacer profesión de ser bueno, cuando en el hecho está rodado de gentes que no lo son, no puede menos que caminar hacia su ruina. Es, pues, necesario, que un príncipe que desea mantenerse aprenda a no ser bueno y a servirse o no servirse de esta facultad según que las circunstancias lo exijan. Comparémoslo ahora con lo que expresó Bolívar en el Manifiesto de Cartagena: Los códigos que consultaban nuestros magistrados, no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del Gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose Repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano. Por manera que tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica y sofistas por soldados. Con semejante subversión de principios, y de cosas, el orden social se resintió extremadamente conmovido, y desde luego corrió el Estado a una disolución universal, que bien pronto se vio realizada. Es evidente que cuando Maquiavelo habla sobre que: “muchos imaginaron Repúblicas y principados que no se vieron ni existieron nunca” y Bolívar en su Manifiesto de Cartagena: “sino los que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose Repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política”. En este caso, Bolívar y Maquiavelo se refieren 148 a la misma cosa: Repúblicas que nunca han existido, ni son efectivamente viables en la realidad. Bolívar las llama “aéreas”, que son utópicas, una entelequia y, sólo han existido en la mente de algunos legisladores de buenos propósitos, y no son sistemas políticos reales y efectivos que perduraran en el tiempo. Al final en aquellas quimeras de republicas o principados, los resultados han desengañado a los que las hicieron con evidentes propósitos filantrópicos y loables “creyendo la perfectibilidad del linaje humano”, y cayeron, porque la naturaleza humana de por sí es inconstante y variable en humores y el hombre es propenso a la maldad; por lo tanto esos principiados o Repúblicas duraron muy poco, porque pronto se derrumbaron o cayeron por si solos. Cuando un legislador se imagina Repúblicas o principados, es frecuente la tentación para ellos, de construir el “edificio político”, sobre bases “idealistas”, sobre la base de que los hombres son buenos y razonables [y no inconstantes, variables y volubles y con tendencia a obrar con maldad], sin advertir que esta generalización también es producto de la imaginación. Lo que se constata en la realidad, en cambio, es la oposición y lucha entre el hombre de bien y el que no lo es, por el poder, y una separación entre lo que los hombres hacen y dicen que hay que hacer. Cabe entonces distinguir no sólo entre cómo son y cómo deberían ser las Repúblicas y principados, sino también entre cómo son los hombres y cómo deberían ser desde el punto de vista ético y moral. Estas distinciones de Maquiavelo están encuadradas en un contexto prescriptivo, puesto que la opción en favor del “realismo gnoseológico”, está en función de un realismo de la conducta a su vez puesto al servicio de un fin político. Se trata de prescribir al príncipe -y, por extensión, a todo hombre político- cómo debe actuar si quiere preservar o acrecentar su poder, y no de establecer una perfecta censura lógica entre el ser y el deber ser en busca de una perfecta objetividad. Maquiavelo en el Libro III, capítulo 41 de los Discursos, en relación a los medios para defender una República o un reino expresaba: Que la patria se debe defender siempre, con ignominia o con gloria y de cualquier manera estará bien defendida...Esto es algo que merece ser notado e imitado por todo ciudadano que quiera aconsejar a su patria, pues en las 149 deliberaciones en que está en juego la salvación de la patria, no se debe guardar ninguna consideración a lo justo o lo injusto, lo piadoso o lo cruel, lo laudable o lo vergonzoso, sino que, dejando de lado cualquier otro respeto, se ha de seguir aquel camino que salve la patria y mantenga su libertad. Maquiavelo hace una afirmación muy parecida a la anterior en el capítulo XVIII de El Príncipe: Un príncipe, y especialmente uno nuevo que quiere mantenerse, debe comprender bien que no le es posible observar en todo lo que lo hace mirar como virtuosos a los hombres, supuesto que ha menudo, para conservar el orden de un Estado, está en la precisión de obrar contra su fe, contra las virtudes de humanidad, de caridad, y aún contra su religión. Su espíritu debe estar dispuesto volverse según que los vientos y variaciones de la fortuna lo exijan de él, y, como lo he dicho anteriormente, a no apartarse del bien mientras pueda. De estos aforismos de Maquiavelo se observa claramente que un gobernante, o un líder político, de una nación cualesquiera, para mantener su independencia y libertad y hasta para mantener su gobierno, no debe apartarse del bien mientras pueda, pero si las circunstancias se lo exigen para garantizar su subsistencia y la de su Estado, debe actuar mediante cualquier medio, licito o no licito, legal o ilegal, ético o antitético con el fin de lograr su propósito. De estos conceptos de Maquiavelo, se ha sacado para la posteridad la celebre frase tergiversada de que “El fin justifica lo medios”, siempre y cuando por supuesto, que ese fin sea noble y loable, como salvaguardar la libertad y la integridad y la salvación de la patria. Richelieu lo aplicó y lo denominaría posteriormente durante la guerra de los treinta años (1618-1648) como: “Raison d état”, (Razón de Estado), al preguntársele porque aún cuando siendo él, Cardenal de la Iglesia Católica, había forjado una alianza con los Estados alemanes protestantes del norte en contra de sus hermanos católicos del sur de Alemania durante el referido conflicto armado, a lo que él contestó: “por la sobrevivencia de Francia, que esta por encima de cualquier otra consideración, religiosa, ética o personal, etc.” 150 Bolívar como realista político, aplicó también estos principios “Maquiavélicos” en varias oportunidades durante su vida y en especial durante la guerra de independencia para garantizar la subsistencia de las nacientes República de Venezuela y Colombia. Entre ellos podríamos mencionar algunos relevantes: como el decreto de guerra a muerte de Trujillo de 1813. Decreto mediante el cual ordena la ejecución de los prisioneros realistas en las cárceles de la Guaira de 1814 y la muerte del General Manuel Piar en 1817, entre otros, sin pretender dar ejemplos exhaustivos en esta materia en el presente trabajo. En el año de 1813, después de su entrada triunfal a Venezuela, con la “Campaña Admirable”, y la proclamación de la ciudad de Mérida. Ante la indeferencia del pueblo para apoyar la causa republicana, como él mismo reconoció más tarde y, ante las crueldades y atrocidades que habían cometido Monteverde y sus lugartenientes, como Antonio Zuazola, Eusebio Antoñanzas, Francisco Javier Cerveríz y Yañez, entre otros, en contra de la población civil sospechosa de apoyar a la causa republicana, así como con los ex combatientes patriotas que habían sido tomados como prisioneros, reñidas con los principios del derecho de la guerra y de la humanidad, y comprobados por la crítica historiográfica imparcial, Bolívar expide en Trujillo su celebérrimo decreto, declarando la guerra a Muerte. Al explicar este acto, lanzó una proclama a la cual pertenecen estas palabras: Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo y castigado como traidor a la patria, y por consiguiente será irremisiblemente pasado por las armas!.... Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables. Más adelante, en 1814, Bolívar necesitaba disponer de todas sus fuerzas, por las urgencias de la guerra y el surgimiento del “Azote de Dios”, el caudillo José Tomás Boves en los llanos de Calabozo, que amenazaba con marchar con sus huestes hasta la misma capital, Caracas. Además, existían crecientes rumores que entre los españoles y promonárquicos en Caracas no afectos a la causa republicana, se fraguaba una inminente insurrección. Bolívar 151 ante el apremio de estas circunstancias, no vacila un instante, y ordena la ejecución de los presos realistas recluidos en la capital y en el Puerto de la Guaira. En una comunicación dirigida al Comandante de la Guaira, José Leandro Palacios, le ordena lo siguiente: Por el oficio de US. del 4 actual, que acabo de recibir, me impongo de las criticas circunstancias en que se encuentra esa plaza con poca guarnición y un crecido número de presos. En consecuencia, ordenó a US. que inmediatamente se pasen por las armas todos los españoles presos en esas bóvedas y en el hospital, sin excepción alguna. Cuartel General Libertador en Valencia, 8 de febrero de 1814. 2º, a las ocho de la noche. SIMÓN BOLÍVAR. Estos pocos ejemplos nos muestran, que Bolívar para garantizar la independencia y la libertad de la naciente República, fue capaz, como recomendaba Maquiavelo en sus escritos, de ir en contra de la caridad y las reglas de humanidad, de ser injusto y cruel si fuera necesario, de utilizar cualquier medio, con tal de garantizar con esas acciones la libertad y la salvación de la patria en peligro. Pero Bolívar como el mismo Maquiavelo lo dijo en su época, era el hombre de las circunstancias y del momento, el “nuevo príncipe”, el hombre con suficiente virtù, capaz de adaptarse a los cambios de la fortuna para lograr la magna empresa que se había propuesto desde su juramento del Monte Sacro, la libertad y la independencia de su patria del régimen monárquico del imperio español, e instaurar en su lugar una “república bien ordenada” (republica bene ordinata), en donde reinara el imperio de la leyes, la justicia y las libertades públicas y no el imperio de los hombres y de la fuerza, como también lo había expresado asimismo Maquiavelo en sus obras, y para lograrlo no iba a escatimar ninguna pena, ningún esfuerzo, ningún sacrificio y tomaría cualquier medida, buena o mala, justa o injusta, [Per fas et nefas], y por dura que fuese para lograr ese propósito. Veamos como lo expresó Maquiavelo en el libro III, capítulo 9 de sus Discursos: He pensado muchas veces que la causa de la buena o mala fortuna de los hombres reside en su capacidad de acomodar su proceder a los tiempos, pues vemos que lo hombres proceden, unos con ímpetu, otros con timidez y precaución, y como ambos estilos sobrepasan los términos convenientes y no 152 siguen el verdadero camino, en ambos se yerra; pero se equivocará menos y tendrá la fortuna próspera quien sepa, como decía, ajustar su proceder con el tiempo, sobre todo si obra según la inclinación de la naturaleza . Maquiavelo concluye diciendo en ese mismo capítulo que: ...por eso que una República tiene una vida más larga y conserva por más tiempo su buena suerte que un principado, porque puede adaptarse mejor a la diversidad de las circunstancias, porque también son distintos los ciudadanos que hay en ella, y esto es imposible en un príncipe, porque un hombre que está acostumbrado a obrar de una manera, no cambia nunca, como decía, y necesariamente fracasará cuando los tiempos no sean conformes con su modo de actuar. Examinemos ahora algunos pensamientos y expresiones de Bolívar a éste respecto, primero, en el Manifiesto de Carúpano de 1814: Es laudable, es noble y sublime, vindicar la naturaleza ultrajada por la tiranía; nada es comparable a la grandeza de este acto y aun cuando la desolación y la muerte sean el premio de tan glorioso intento, no hay razón para condenarlo, porque no es lo asequible lo que se debe hacer, sino aquello que el derecho nos autoriza. Así mismo, Simón Bolívar en su discurso pronunciado el 23 de enero de 1815, en Bogotá con motivo de la instalación del Gobierno de las Provincias Unidas en dicha ciudad, expone: La América entera está teñida con la sangre americana. ¡Ella era necesaria para lavar una mancha tan envejecida! es la primera que se vierte con honor en este desgraciado continente, siempre teatro de desolaciones, pero nunca de libertad. Méjico, Venezuela, Nueva Granada, Buenos Aires y el Perú presentan heroicos espectáculos de triunfo, por todas partes corre en el nuevo mundo la sangre de sus hijos, y ahora sí por la libertad, único objeto digno del sacrificio de la vida de los hombres. Por la libertad, digo, está erizada de armas 153 la tierra, que poco ha sufría el reposo de los esclavos, y si desastres horrorosos han afligido las más bellas provincias y aun Repúblicas enteras, ha sido por culpa nuestra, y no por el poder de nuestros enemigos. Y en la carta de Bolívar al Arzobispo Narciso Coll y Prat del 8 de febrero de 1814, en respuesta a la intercesión del Arzobispo para que suspendiese la orden dada al comandante militar de la Guaira, José Leandro Palacios, de ese mismo día, para que pasase por las armas a los presos españoles en esa localidad, le expresó allí los siguientes argumentos: No sólo por vengar a mi patria, sino por contener el torrente de sus destructores, estoy obligado a la severa medida que V. S. Illma. ha sabido. Uno menos que exista de tales monstruos es uno menos que ha inmolado e inmolaría centenares de victimas. El enemigo viéndonos inexorables a lo menos sabrá que pagará irremisiblemente sus atrocidades y no tendrá la impunidad que le aliente. Nada me sería más grato que entrar en esta ocasión en las miras de V. S. Illma. y ceder a mi propio sentimiento de humanidad. Pero la salud de mi patria me impone la imperiosa ley de adoptar medidas opuestas, y crea V. S. Illma. que la piedad misma las exige, pues pequeños sacrificios ahora evitaran mayores en lo sucesivo. De igual manera, Simón Bolívar en su Carta a Guillermo White, expone: Si hay alguna violencia justa, es aquella que se emplea en hacer a los hombres buenos y por consiguientes felices, y no hay libertad legitima sino cuando ésta se dirige honrar la humanidad, y a perfeccionarle su suerte. Todo lo demás es de pura ilusión, y quizá de una ilusión perniciosa. Estos pensamientos de Bolívar, son una muestra fehaciente y clara de su realismo político, y de que para él, la “salux populi suprema lex est”, pues Bolívar fue capaz de tomar las medidas más severas y duras en función del bienestar de la patria, según las recetas del propio Maquiavelo, más adelante en su Discurso ante el Congreso de Angostura en 1919, 154 expresó lo siguiente: “No aspiremos lo imposible, no sea que por elevarnos sobre la región de libertad, descendamos a la región de la tiranía.” Casi diez años más tarde, en el ocaso de su vida, en el año 1828, Bolívar estando con sus principales asesores, en la ciudad de Bucaramanga, mientras se realizaba la Convención de Ocaña. Le confesó allí, a uno de sus ayudantes del Estado Mayor Libertador, el ya anteriormente referido Coronel francés Luís Perú De Lacroix, los verdaderos motivos del fusilamiento del General en Jefe, Manuel Piar en 1817. De Lacroix lo anotó en su escrito anteriormente mencionado “El diario de Bucaramanga”: Después de la misa, el comandante Wilson y yo nos quedamos con el Libertador en su casa. Su Excelencia nos habló de su expedición sobre la provincia de Guayana el año 17; de lo peligrosa y útil que había sido…Que hasta entonces se habían realizado a la verdad, grandes y heroicos esfuerzos por parte de los patriotas, pero sin ninguno o muy poco resultados y que lo que él quería y trataba de lograr era uno de esos grandes éxitos que fuerzan la opinión de todo un país en favor del vencedor y contra el vencido, que establecen un espíritu nacional, sin el cual nada estable puede crearse en política; que en aquella época su nombre era ya conocido, su reputación se hallaba establecida, pero no como él lo quería y como era necesario para dominarlo todo y alcanzar independizar a todo el país, hacerlo libre y constituirlo bajo el sistema central, que grandes obstáculos se le presentaron, ocasionados por la rivalidad, la ambición y la enemistad personal; que la muerte del General Piar fue entonces de necesidad política y salvadora del país, porque sin ella iba a empezar la guerra de los hombres de color contra los blancos, el exterminio de todos ellos y por consiguiente el triunfo de los españoles, que el General Mariño merecía la muerte como Piar, por motivos de su disidencia, pero que su vida no presentaba los mismos peligros y por esto mismo la política pudo ceder a los sentimientos de humanidad y aun de amistad por un antiguo compañero. Las cosas han mudado bien de aspecto -continuó diciendo el Libertador- entonces la ejecución del General Piar, que fue el 16 de octubre de 1817, fue suficiente para destruir la sedición; fue un golpe maestro en política, que desconcertó y aterró a todos 155 los rebeldes, desopino a Mariño y a su Congreso de Cariaco, puso a todos bajo mi obediencia, aseguró mi autoridad, evitó la guerra civil y la esclavitud del país, me permitió proyectar y efectuar la expedición a la Nueva Granada y crear después la República de Colombia, nunca ha habido una muerte más útil, más política y, por otra parte más merecida. Pero hoy, repito las cosas han cambiado; la muerte de un criminal en 1817 fue suficiente para asegurar el orden y la tranquilidad, y ahora en 1828 no bastaría la muerte de muchos centenares. Como podemos observar, Bolívar en este comentario nos revela una vez más, que para él, la salud y la salvaguarda de la patria estaban por encima de cualquier consideración personal, de amistad y de humanidad. Que la muerte del General Piar fue un asunto de “Razón de Estado” que salvó a la República en ese entonces por las causas mencionadas, como él mismo lo expresó: “que la muerte de general Piar fue entonces de necesidad política y salvadora del país… !Fue un golpe maestro en política!….; nunca ha habido una muerte más útil, más política y, por otra parte más merecida”. Vemos aquí entonces las recomendaciones de Maquiavelo seguidas por Bolívar; porque en caso en que está en juego la salvación de la patria, cualquier medio es licito [Per fas et nefas] para lograrlo, que “no se debe guardar ninguna consideración a lo justo o lo injusto, lo piadoso o lo cruel, lo laudable o lo vergonzoso, sino que, dejando de lado cualquier otro respeto, se ha de seguir aquel camino que salve la patria y mantenga su libertad”. Además, un príncipe, y especialmente uno nuevo, como Bolívar en ese entonces, que quiere mantenerse en el poder y organizar su República, debe comprender bien que no le es posible observar en todo lo que hace la virtud ciudadana, debido a que a menudo, para conservar el orden de un Estado, está en la precisión de obrar contra su fe, contra las virtudes de humanidad, de caridad, y aún contra su religión. Que un príncipe nuevo y organizador prudente que construye de nuevo una República o un reino, que vela por el bien común y sin pensar en sí mismo, debe ingeniárselas para ser el único que detenta la autoridad, y jamás el que entienda de estas cosas, le reprochará acción alguna que emprenda, por extraordinaria que sea, para organizar un reino o construir una República. Sucede que, aunque le acusan los hechos, le excusan los resultados, y cuando estos sean buenos, como en el caso de Rómulo, 156 [que mató a su propio hermano Remo al fundar la ciudad de Roma], siempre le excusarán. Que en ocasiones es preferible ser más temido que amado, pero no odiado y que cuando le sea indispensable derramar la sangre de alguno, no deberá hacerlo nunca sin que para ello haya una conducente justificación y un patente delito. En resumen, la aplicación por parte de Bolívar, de una “medicina fuerte” con la muerte de Piar para lograr la salvación de la República, estaba según el mismo Bolívar plenamente justificada en la consecución del bien “común”. La expresión “medicinas fuertes” fue muy utilizada en la época de Maquiavelo para expresar violencia y crueldad (P: III, VIII y XVII). La “crueldad” de Maquiavelo era, en realidad, una buena administración de ella, una economía de la violencia, una muestra fehaciente de “realismo político”, una aplicación controlada de la fuerza que evita males mayores y sólo se justifica si contribuye a crear la paz y el orden en beneficio del pueblo, es decir del bien común, por eso es que “... un príncipe no debe preocuparse de la fama de cruel si a cambio mantiene a sus súbditos unidos y leales. Porque con poquísimos castigos ejemplares será más clemente que aquellos otros que, por excesiva clemencia, permiten que los desórdenes continúen, de lo cual surgen siempre asesinatos y rapiñas...” que perjudican a toda la comunidad (P: XVII). No se trata, por tanto, de justificar a los medios por el fin, sino de lograr el mal menor, una “crueldad piadosa”, “bien empleada”. El Secretario Florentino consideraba que, además de la virtud y la fortuna, se puede llegar al principado por otras dos vías: “... por medio de acciones criminales y contrarias a toda ley humana y divina...” o “... con el favor de los ciudadanos...” de su patria (P: VIII). El ejemplo que él da de éste caso es Agátocles, en la ciudad de Siracusa, que alcanzó su objetivo con conductas criminales, violencia exacerbada y crueldad inaudita, razón por la cual el autor de El Príncipe -mostrando su “antimaquiavelismo”- afirmó que: ... no es posible llamar virtud exterminar a sus ciudadanos, traicionar a los amigos, carecer de palabra, de respeto, de religión. Tales medios pueden hacer conseguir poder, pero no la gloria, [“Gloria”, que era precisamente lo que más aspiraba Bolívar, y por tanto no se puede pensar en él como un Agatocles], ya que su feroz crueldad e inhumanidad, sus infinitas maldades, no permiten que sea celebrado entre los hombres más nobles y eminentes... (P: VIII). 157 Como señalamos en el punto precedente, gloria era lo que más aspiraba Bolívar desde el su juramento del Monte Sacro, gloria de libertar a su patria y, no precisamente el obtener el poder por el poder y de cualquier medio como Agatocles, esto lo expresó Bolívar de variadas maneras en sus innumerables discursos y escritos de disímiles formas y en diferentes oportunidades: Soy un simple ciudadano, que prefiero siempre la libertad, la gloria y la dicha de mis ciudadanos, a mi propio engrandecimiento…Huí de la tiranía, no para ir a salvar mi vida, ni esconderla en la oscuridad, sino para exponerla en el campo de la batalla, en busca de la gloria y la libertad. La angustia y el malestar de Maquiavelo que se vislumbra en sus escritos respecto a éste tema, se muestra en lo que se ha considerado como uno de los más famosos paréntesis de la literatura italiana, cuando escribió que “...bien usadas se pueden llamar aquellas crueldades (si del mal es lícito decir bien) que se hacen de una sola vez y de golpe, por la necesidad de asegurarse, y luego ya no se insiste más en ellas, sino que se convierten en lo más útiles posible para los súbditos.” (P: VIII). Lo importante es la “buena utilización” de las crueldades para lograr el bien de los ciudadanos y por ello es que recomienda “... hacer todas las ofensas de un golpe...” (D: I, 46), hay que aplicarlas “... de una sola vez [para] que hagan menos daño...” y, al no renovarlas, se los tranquiliza y gana con favores (P: VIII) Finalmente para completar éste subcapítulo, observemos a continuación lo que le refirió Bolívar a Perú De Lacroix, sobre los mejores hombres de Estado y cuales deben ser las cualidades (vicios) en la política: Los pueblos quieren más algunas veces a los que más males le hacen, todo consiste en el modo de hacerlo. El jesuitismo, la hipocresía, la mala fe, el arte del engaño y de la mentira, que se llaman vicios en la sociedad, son cualidades en política, y el mejor diplómata, (sic), el mejor hombre de Estado es el que mejor sabe ocultarlos y hacer uso de ellos, y la civilización, lejos de extirpar estos males no hace sino refinarlos mucho más. 158 Como podemos observar, otra receta de Maquiavelo, y una antigua máxima de la República Romana, que fue utilizada por Julio César y Cayo Octavio César Augusto, su sobrino nieto y su heredero político a su muerte, y usada también frecuentemente por los emperadores romanos posteriores a éste, y que fue parafraseada por Maquiavelo en El Príncipe y que reza: “Qui nescit dissimulare nescit regnare”, [“Quien no sabe disimular, no sabe reinar”]. Veamos como lo expresa Maquiavelo: Es menester, pues, que sepáis que hay dos modos de defenderse: el uno con las leyes y el otro con la fuerza. El primero es el que conviene a los hombres; el segundo pertenece esencialmente a los animales, pero a menudo no basta con aquel, es preciso recurrir al segundo. Le es, pues, indispensable a un príncipe el saber hacer buen uso de uno y otro enteramente juntos…Desde que un príncipe está en la precisión de saber obrar competentemente según la naturaleza de los brutos, los que él debe imitar son la zorra y el león enteramente juntos. El ejemplo del león no basta, porque este animal no se preserva de las trampas, y la zorra sola no es más suficiente, porque ella no puede librarse de los lobos. Es necesario, pues, ser zorra para conocer los lazos, y león para espantar a los lobos, pero los que no toman por modelo más que al león, no entienden sus intereses…El que mejor supo obrar como zorra tuvo mejor acierto…Pero es necesario saber encubrir bien este artificioso natural y tener la habilidad para fingir y disimular. Los hombres son tan simples, y se sujetan en tanto grado la necesidad, que el que engaña con arte halla siempre gente que se deja engañar. Querían decir tanto Maquiavelo como Bolívar, que en el arte de gobernar, en la vida “real”, se debe saber disimular y mentir para poder seguir gobernando y no ser derrocado, que los hombres son en general tan simples y se sujetan tanto a las necesidades, que fácilmente se dejan engañar por políticos sagaces, hábiles demagogos, sofistas que tienen el arte de seducirlos con la retórica, y argumentos falaces (zorros). De manera que no hay político que no mienta y no hay pueblo que no se deja seducir y engañar, y el arte de un político demagogo, consiste en saber mentir bien y que sus mentiras: “sean tan buenas y tan bien 159 elaboradas”, que sean creíbles para las multitudes, de manera de poder mantenerse en el poder o bien alcanzarlo sino se tiene. 5.4. Bolívar fundador [“alfarero”] de naciones. “No aspiro otra cosa qué la libertad y la gloria, gloria y libertad”. Simón Bolívar Con respecto a los fundadores y creadores de principados y Repúblicas, Maquiavelo considera en el capítulo décimo de los Discursos, que laudables y tan merecedores de honor y gloria, son los fundadores de una República o de un reino, mientras que los tiranos y los déspotas, son merecedores de vergüenza y de deshonra pública: Entre todos los hombres dignos de Elogio, los que más alabanzas merecen, son los que han sido cabezas y fundadores de las religiones. Inmediatamente después, los que han fundado repúblicas o reinos. Después de éstos, son celebrados los que, puestos a la cabeza de los ejércitos han ampliado sus dominios o los de la patria. A éstos se añaden los hombres de letras, y como éstos son de más clases, se alaba a cada uno según su categoría. Maquiavelo considera por lo contrario detestables a aquellos personajes que destruyen reinos, Repúblicas y religiones: Son, por el contrario, infames y detestables, los hombres que destruyen las religiones, que disipan los reinos y las Repúblicas, enemigos de la virtud, de las letras y a toda otra arte que acarree utilidad y honor para el género humano, como son los impíos, los violentos, los ignorantes, los ineptos, los ociosos y los viles. Y no habrá nunca nadie tan loco o tan sabio, tan triste o tan bueno, que si se le da a elegir entre las cualidades del hombre no alabe las dignas de alabanza y reproche las reprochables. Sin embargo, luego, casi todos, engañados por un falso bien y una falsa gloria, se dejan arrastrar, voluntariamente o por ignorancia, a lo que merece más reproche que alabanza, 160 y pudiendo fundar, con perpetuo honor para ellos una República o un reino, se convierten en tiranos, no percatándose, al tomar esta partido, de cuánta gloria, honor, seguridad, quietud y satisfacción del alma dejan de lado, y cuánta infamia, vituperio, reproches, peligros e inquietud echan sobre sí. Se podrían citar numerosos ejemplos de lo dicho, como Moisés, Licurgo, Solón y otros fundadores de reinos y Repúblicas, los cuales pudieron, atribuyéndose tal autoridad, redactar leyes adecuadas al bien común. Y más adelante, en el capítulo VI de El Príncipe, Maquiavelo prácticamente repite lo expresado por él mismo, en el párrafo precedente del los Discursos: “Pero volviendo a los hombres que por su propio valor y no con la fortuna, llegaron a ser príncipes, digo que los más dignos de imitarse son: Moisés, Ciro, Rómulo, Teseo y otros semejantes.” Maquiavelo al igual que Polibio en sus Historias, elogia al legislador Licurgo por haber creado la República de Esparta y la estabilidad política que logró por casi ochocientos años, aplicando el sistema mixto de gobierno: Entre los que merecieron más alabanzas por haber dado constituciones de este tipo mixto se encuentra Licurgo, que ordenó sus leyes de esparta de manera que, dando su parte de poder al rey, a los nobles y al pueblo, construyó un Estado que duró más de ochocientos años, con suma gloria para él y quietud para su ciudad, sucede lo contrario con Solón el que le dio leyes a Atenas, pues organizándolo todo según gobierno excluidamente popular, lo construyó de vida tan breve que antes de morir vio como nacía la tiranía de Pisístrato, y aunque cuarenta años más tarde fueron expulsados sus herederos y volvió Atenas a la libertad, al volver a tomar un gobierno popular según el modelo de Solón, no lo mantuvo más que cien años. Y como lo parafraseó posteriormente Bolívar en su Discurso ante el Congreso de Angostura: La República de Esparta, que parecía una invención quimérica, produjo más efectos reales que la obra ingeniosa de Solón. Gloria, virtud moral, y, por 161 consiguiente, la felicidad nacional, fue el resultado de la legislación de Licurgo. Aunque dos reyes en un Estado son dos monstruos para devorarlo, Esparta poco tuvo que sentir de su doble trono, en tanto que Atenas se prometía la suerte más espléndida, con una soberanía absoluta, libre elección de magistrados, frecuentemente renovados. Leyes suaves, sabias y políticas. Pisístrato, usurpador y tirano fue más saludable a Atenas que sus leyes; y Pericles, aunque también usurpador, fue el más útil ciudadano. Bolívar, como observamos, era un amante de la gloria, y desde su juventud y su segundo viaje a Europa después de la muerte de su esposa, a los 20 años, se ve influenciado por sus lecturas, en especial las Vidas Paralelas de Plutarco. Era un clásico de moda en ese momento, leído por la juventud revolucionaria francesa a raíz que se conocía que era una de las lecturas preferidas de Napoleón Bonaparte en su juventud y su libro de cabecera, desde su formación en la Academia Militar Francesa de Brienne. Como bien lo expresa Augusto Mijares en sus Obras Completas: El verdadero romanticismo era el que existía antes, en las costumbres; el que se enloquecía en nombre de la razón, el que consideraba perfecta a la República Romana. El que glorificaba a héroes de la antigüedad clásica a veces absolutamente falsos, pero admirablemente falsificados para servir de estímulo a la exaltación que se quería vivir. Por eso para el Bolívar que llegó a Paris en 1804 estaban todavía de moda Plutarco y sus héroes. Y a muchos jóvenes los salvaban Plutarco y sus héroes de la vulgaridad y la rutina. La humanidad ha dado siempre el carácter de heroísmo, no al combatir vulgar, sino a una íntima condición ética que pone al hombre por encima de sus semejantes: héroe es el que se resiste cuando los otros ceden; el que cree cuando otro vacilan; el que se subleva contra la rutina y el conformismo en que se complacen los cobardes. Bolívar era también el ideal del héroe “Plutarquiano”. Como podemos inferir de la biografía de su vida, allí en Francia y en Italia se inspiró para realizar la magna obra de 162 libertad a su país y fundar una República independiente en su propia patria y llenarse de gloria; al mismo estilo de Licurgo, Rómulo o Solón de quién conocía sus vidas por sus lecturas de las Vidas Paralelas y que más de una vez haría referencia en sus discursos, cartas y proclamas. Como por ejemplo en su carta dirigida al señor Guillermo White, en 1820, sobre la situación política que vivía el país: Todo el cuerpo de la historia manifiesta que los hombres se someten a cuanto un hábil legislador pretende de ellos y a cuanto una fuerte magistratura le aplica. Dracón dio leyes de sangre a Atenas, y Atenas las sufrió, y aún observó hasta que Solón quiso reformarlas. Licurgo estatuyó en Esparta lo que Platón no se habría atrevido a soñar en su República si no hubiese tenido por modelo al legislador de Esparta. ¡A qué no se han sometido los hombres y a qué no están sometidos aún! Si hay alguna violencia justa, es aquella que se emplea en hacer a lo hombres buenos y por consiguientes felices, y no hay libertad legitima sino cuando ésta se dirige honrar la humanidad, y a perfeccionarle su suerte. Todo lo demás es de pura ilusión, y quizá de una ilusión perniciosa. Además Bolívar, al igual que Licurgo, Solón, Teseo y Rómulo, todos héroes Plutarquianos, mencionados por Maquiavelo como hemos visto anteriormente, tanto en el Príncipe como en los Discursos, quería seguir en parte el ejemplo de Napoleón Bonaparte a quien admiraba según sus propias palabras y de acuerdo a sus confidencias al Coronel Perú De Lacroix, y a las memorias del General O`Leary. Bolívar había asistido a la coronación del Emperador Francés en 1804, veamos lo que dice Mijares al respecto: “Ya hemos visto que Bolívar presenció la coronación de Napoleón, según sus confidencias a Perú De Lacroix. La trascripción que éste hace de los recuerdos que guardaba el Libertador de aquel acontecimiento tiene sorprendente vivacidad.” Veamos, pues, que le comentó Bolívar a Perú De Lacroix: Vi en Paris, en el último mes de 1804, el coronamiento de Napoleón: aquel acto o función magnifica me entusiasmó, pero menos su pompa que los sentimientos de amor que un inmenso pueblo manifestaba al héroe francés; aquella efusión general de todos los corazones, aquel libre y espontáneo 163 movimiento popular excitado por las glorias, las heroicas hazañas de Napoleón, vitoreado, en aquel momento, por más de un millón de individuos, me pareció ser, para el que obtenía aquellos sentimientos, el último grado de aspiración, el último deseo como la última ambición del hombre. La corona que se puso Napoleón en la cabeza la miré como una cosa miserable y de estilo gótico; lo que me pareció grande fue la aclamación universal y el interés que inspiraba su persona. Esto lo confieso, me hizo pensar en la esclavitud de mi país y en la gloria que cabría al que lo libertase; pero cuan lejos me hallaba de imaginar que tal fortuna me aguardaba! Más tarde, sí empecé a lisonjearme con que algún día pudiera yo cooperar a su libertad, pero no con que haría el primer papel en tan grande acontecimiento. Sin la muerte de mi mujer no hubiera hecho mi segundo viaje a Europa, y es de creer que en Caracas o en San Mateo no me habrían nacido las ideas que me vinieron en mis viajes, y en América no hubiera logrado la experiencia ni hecho el estudio del mundo, de los hombres y de las cosas que tanto me han servido en todo el curso de mi carrera política. La muerte de mi mujer me puso muy temprano en el camino de la política, me hizo seguir después el carro de Marte en lugar de habérmelas con el arado de Ceres: vean, pues, ustedes si influyó o no sobre mi suerte. No obstante lo de su asistencia o no a ese evento es poco clara a pesar del testimonio de De Lacroix, porque según el mismo O`Leary en sus memorias, Bolívar prefirió quedarse en su casa ese día que asistir a la coronación. Tal vez quisiera Bolívar que no se conociese públicamente su admiración por el Emperador Francés, al temer ser blanco de los ataques políticos de sus detractores, que lo acusarían de querer imitar a Napoleón en todo, inclusive haciéndose coronar como “Emperador” de América del Sur. Esta última versión nos ha quedado escrita a la posteridad, en su manifestación de su admiración por Bonaparte que le refirió al mismo Perú De Lacroix: Usted habrá notado sin duda, que en mis conversaciones, delante de los de mi casa y otras personas, nunca hago elogio de Napoleón; que por el contrario, cuando llego a hablar de él o de sus hechos es más bien para 164 criticarlo que para aprobarlo, y que más de una vez me ha sucedido llamarlo tirano, déspota, como también el haber censurado varias de sus grandes medidas políticas y algunas de sus operaciones militares: Todo esto ha sido y es aún necesario para mi, aunque mi opinión sea diferente; pero tengo que ocultarla y disfrazarla para evitar que se establezca la opinión de que mi política es imitada de la de Napoleón, de que mis miras y proyectos son iguales a los suyos, de que como él quiero hacerme emperador o rey, dominar la América del Sur como él dominó la Europa: todo esto no habrían dejado de decirlo si yo hubiera hecho conocer mi admiración y mi entusiasmo por ese grande hombre. Más aún habrían hecho mis enemigos: me habrían acusado de querer crear una nobleza y un Estado militar igual al de Napoleón en poder, prerrogativas y honores. No dude usted de que esto hubiera sucedido si yo me hubiera mostrado, como lo soy, grande apreciador del héroe francés, si me hubieran oído elogiar su política, hablar con entusiasmo de sus victorias, preconizarlo como al primer capitán del mundo, como hombre de estado, como filósofo y como sabio. Todas estas son mis opiniones sobre Napoleón pero gran cuidado he tenido y tengo todavía de ocultarlas, El Diario de Santa Helena, las campañas de Napoleón y todo lo que es suyo, es para mí la más agradable y provechosa lectura: es donde debe estudiarse el arte de la guerra, el de la política, el de gobernar. Como notamos en el Diario de Bucaramanga, Bolívar demuestra su admiración “oculta” por Napoleón, y le afirma además a De Lacroix que en el estudio de la obra y vida del Bonaparte: “debe estudiarse el arte de la guerra, el de la política, el de gobernar.” De nuevo se presenta en Bolívar, la receta de Maquiavelo: “Qui nescit disimulare nescit regnare” y, habiendo sido el Emperador de los Franceses, Napoleón I, a su vez un ferviente lector y seguidor de los preceptos de Maquiavelo, siendo el prototipo ideal del Nuevo Príncipe de Maquiavelo al haber logrado su “principado” por la fuerza y por su valor; no es difícil concluir por tanto, de que siendo Bolívar un admirador de Napoleón y en sus obras donde “debe estudiarse el arte de la guerra, el de la política, el de gobernar.”, que al menos indirectamente, Bolívar debe haber seguido los principios en política del Secretario Florentino. 165 Mijares en sus Obras Completas, refiere en relación a la estancia del joven Bolívar en Paris durante la coronación de Bonaparte, lo siguiente: Confusos sentimientos entre los cuales predominaban la admiración y el entusiasmo, eso debió sentir Bolívar; y también -con el inevitable egoísmo de la juventud- punzantes dudas sobre lo que debía significar para su propio destino aquel espectáculo sin igual que le había tocado presenciar. No olvidemos que, para un joven ávido, todo lo que ve es materia de asimilación y, aunque sin confesarlo, ante el suceso más grandioso sólo está pensando en como hace suyo aquel ejemplo; incorporar a su vida aquella experiencia: Si ya en Bolívar comenzaban a precisarse ideas políticas debió sentir dolor o cólera al evocar la apagada vida que predominaba en su América. Y también asfixiante ansiedad debía unirse al torbellino de sus otros sentimientos, al comparar aquella omnipotencia personal de Napoleón con su propia insignificancia -apenas veintiún años, unidad perdida entre la multitud- y como tercer término con la obra portentosa de emancipar la América. Cuando después de la coronación de Bonaparte, Bolívar en compañía de su maestro Simón Rodríguez y su primo Fernando Toro viajan a Italia en 1805, allí en la colina del Avéntino, formula su celebre juramento del Monte Sacro en donde repropone libertar a su patria del imperio español y que le sirve de guía e inspiración y de fuerza espiritual para llevar a cabo más adelante en su vida, la gran obra emancipadora de las naciones de América del Sur y de fundador de naciones: ¿Conque éste es el pueblo de Rómulo y Numa, de los Gracos y los Horacios, de Augusto y de Nerón, de César y de Bruto, de Tiberio y de Trajano? Aquí todas las grandezas han tenido su tipo y todas las miserias su cuna… La civilización que ha soplado del Oriente, ha mostrado aquí todas sus faces, han hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver el gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido y 166 que el despejo de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo. ¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español! Aún cuando Mijares en sus Obras Completas, señala la “supuesta” aversión que tenía Bolívar sobre los pensamientos de Maquiavelo; reseña sobre la permanencia de Bolívar en Italia lo siguiente: En el momento de visitar a Italia, los dos propósitos que ennoblecen la vida de Maquiavelo -expulsar de su patria a los extranjeros y unificarla- debían parecer, sin embargo, particularmente conmovedores a aquellos viajeros. Que sin duda recordaban la gloria y el genio que en otros tiempos alumbraron aquel suelo, y a la vez observaban de cerca la abyección de los gobiernos que sufría. Bolívar no dejaría de asociar a lo que sugería el pasado de Italia lo que esperaba del porvenir se su América. Pero la mirifica visión en que se integraban sus confusos sueños era libertad, la significación de los pueblos. Nada parecido a los tortuosos ajustes de un César Borgia, y a la esclavitud con que el déspota hace pagar a sus súbditos lo que él considera la grandeza del Estado. Además Mijares agrega: Excitado por esos sentimientos que en el dialogo cotidiano con Rodríguez y con Toro se precisaban cada día más, llegó Bolívar a Roma. Y a mediados de agosto, durante una excursión de los tres venezolanos al Monte Sacro, acaeció el celebre juramento. Bolívar exaltado por el recuerdo de la gloria y las miserias de Roma, súbitamente apareció transfigurado a la vista de sus atónitos compañeros, y juró ante ellos consagrarse a la independencia de América. En ese momento podemos decir que nació el Libertador. 167 Según Carrera Damas, en su obra El Culto a Bolívar (1970), cuando trata el tema del Padre de la Patria, lo expresa de la siguiente forma: La conformación del Padre de la Patria es un hecho histórico de singular trascendencia para los venezolanos: No es un hecho único, pues otros comparables y similares se han producido en diversos pueblos. Llámanles fundadores de la Patria, o creadores, y presiden simbólicamente los orígenes de una nueva estructura de la nacionalidad. Asocian su nombre a un acto inicial, fuente visible de un estado de cosas que contrasta marcadamente con el precedente, y por ello personifican el cambio mismo. Bastará, entonces, mencionarlos para evocar toda una situación histórica. Pero la condición de Padre de la Patria reconocida a Bolívar desborda bastante los límites de esa transfiguración histórica, porque en esa designación va implícita la noción de creador mismo de la patria, de supremo hacedor, y una vez admitido esto se derivan consecuencias lógicas que llevan el pensamiento por caminos característicos. Más adelante Carrera en su misma obra reconoce que La gloria era un objeto de constante búsqueda por parte de Bolívar, su desideratum: Y en Bolívar sobresalía, precisamente, una idea fija, una constante inclinación que se entronizó en su psiquis hasta el punto de convertirse en rectora de sus actos históricos. Esa idea Fija está representada por la solicitud de gloria, por la conciencia de la propia grandeza. Si algún rasgo de la personalidad del Libertador ha sido reconocido unánimemente, es precisamente su deseo de gloria. Testimonios expresos y directos fundamentan ese reconocimiento. El balance de su personalidad, juzgada por sus actos políticos, militares y morales, lo confirma. Afirmaba Maquiavelo en el capítulo 9 de Los Discursos, que es preciso que sea un solo legislador que organice de nuevo una República o el que la reforme totalmente, sin tener en cuenta lo usos antiguos: “Debe tomarse como regla general que pocas veces, o nunca, sucede 168 que una República o reino esta bien ordenada desde el principio, o reordenada de nuevo fuera de los usos antiguos, si no ha sido ordenada por una sola persona.” Bolívar en varias oportunidades afirmó que él no usurpaba la soberanía, que él era un simple ciudadano, quería decir un Libertador, “un legislador”, “un Licurgo”, “un Rómulo”, que sólo había venido a traer buenas leyes y la libertad al pueblo. Examinemos algunas de sus afirmaciones emitidas en su discurso en la asamblea realizada en Caracas el día 2 de enero de 1814, en el Convento de religiosos Franciscanos: Para salvaros de la anarquía y destruir los enemigos que intentaron sostener el partido de la opresión, fue que admití y conserve el poder soberano. Os he dado leyes; os he organizado una administración de justicia y de rentas; en fin os he dado un Gobierno. No ha sido el orgullo, ni la ambición de poder la que me ha inspirado esta empresa. La libertad encendió en mi seno este fuego sagrado; y el cuadro de mis conciudadanos expirando en la afrenta de los suplicios o gimiendo en las cadenas, me hizo empuñar la espada contra los enemigos. Juzgad con imparcialidad si he dirigido los elementos del poder a mi propia elevación, o si he hecho el sacrificio de mi vida, de mis sentimientos, de todos mis instantes por constituiros en nación, por aumentar vuestros recursos, o más bien por crearlos. Compatriotas: yo no he venido a oprimiros con mis armas vencedoras; he venido a traeros el imperio de las leyes; he venido con el designio de conservaros vuestros sagrados designios. Os suplico no creáis que mi moderación es para alucinaros, y para llegar por este medio a la tiranía. Mis protestas, os juro son las más sinceras. Yo no soy como Sila, que cubrió de luto y de sangre a su patria, pero quiero imitar al dictador de Roma, en el desprendimiento con que abdicando el supremo poder, volvió la vida privada, y se sometió en todo al reino de las leyes. 169 Y en junio de 1827, Bolívar le escribía al General Inglés Robert Wilson, que le había enviado a su hijo Belford Wilson para que le sirviera de edecán: Quiero pasar por todo, prefiero sucumbir en mis esperanzas a pasar por tirano, y aun aparecer sospechoso. Mi impetuosa pasión, mi aspiración mayor es la de llevar el nombre de amante de la libertad. El papel de Bruto es mi delirio, y el de Sila, aunque salvador de la constitución romana me parece execrable. Más adelante aclara: No soy un Pisístrato, que con finas supercherías pretende arrancar vuestros sufragios afectando una pérfida moderación, indigna de un republicano; y más indigna aún, de un defensor de la patria. Soy un simple ciudadano, que prefiero siempre la libertad, la gloria, y la dicha de mis conciudadanos, a mi propio engrandecimiento. Aceptad, pues, las más puras expresiones de mi gratitud, por la espontánea aclamación que habéis hecho titulándome vuestro dictador, protestándoos al separarme de vosotros, que la voluntad general del pueblo será para mi, siempre la suprema ley; que ella será mi guía en el curso de mi conducta, como el objeto de mis conatos será vuestra gloria y vuestra libertad. Para Augusto Mijares en su Obras Completas, Bolívar en el ocaso de su vida, había perdido esa jactancia de ser “Alfarero de Repúblicas”. La arcilla, el torno y el modelo habían desaparecido en medio de la imprevista tormenta; y hasta la sabia mano del artífice ya no tenía la paciencia y la perseverancia de otros días. “Lo atormentaban con frecuencia la introspección y la duda. ‘Yo no estudio a la Convención, sino a la República entera y el carácter del genero humano’ escribía. Como un Hamlet solitario, perdido entre sucesos sin sentido y desoladas cavilaciones.” Para Laureano Vallenilla Lanz en su obra Cesarismo Democrático (1919), Bolívar fue: El único constitucionalista, el único estadista original y genial que ha producido la América española...Emancipado de los perjuicios de la época, 170 cuando todavía los discípulos de Rousseau y Mably, creían que ‘hacer un pueblo era lo mismo que fabricar una cerradura’ y que ‘las sociedades eran en las manos del legislador lo que la arcilla en manos del alfarero’. Bolívar en otra carta dirigida al General Robert Wilson resalta su condición de fundador de naciones y le indica que se encuentra como el mítico Sísifo, cargando una enorme piedra hasta la cumbre de una montaña que se vuelve una y otra vez a caer sin cesar, y se siente impotente de lograr mantener el equilibrio de las naciones que él creo en este continente: No se sabe en Europa lo que me cuesta mantener el equilibrio en alguna de estas regiones. Parecerá fábula lo que podemos decir de mis servicios, semejantes a la de aquel condenado que llevaba su enorme peso hasta la cumbre para volverse rodando con él al abismo. Yo me hallo luchando contra los esfuerzos combinados de un mundo; de mi parte estoy solo, y la lucha, por lo mismo, es muy desigual: así, debo ser vencido: La historia misma no me muestra un ejemplo capaz de alentarme; ni aun la fábula nos enseña este prodigio. Lo que se nos dice de Baco y de Hércules es menor en realidad de lo que se exige de mí. ¿Logrará un hombre solo constituir la mitad del mundo? ¡Y un hombre como yo!! No, mi querido General, renuncie Vd. tal esperanza. Si Vd. me conociera no exigiría de mi la continuación en el servicio; ya mis miembros me abandonan; esfuerzos inauditos me han arrancado la energía de la vida, y, por consiguiente, me hallo reducido al más triste desaliento. Estoy, sin embargo resuelto a restablecer las cosas hasta que la grande asamblea convencional decida la suerte de la nación. Después de este análisis podemos afirmar con propiedad, que Bolívar encuadra perfectamente en éste caso, en dos tipologías “Maquiavélicas”: primero, “de aquellos que han fundado repúblicas o reinos”; segundo, de aquellos que, “puestos a la cabeza de los ejércitos han ampliado sus dominios o los de la patria”, es decir de aquellos personajes dignos de elogio, gloria y honor. También en nuestra opinión, Bolívar entraría igualmente, en la tipología del prototipo ideal del “Príncipe Nuevo” de Maquiavelo, aquel que según el 171 Secretario Florentino, libertaría la península Italiana de la dominación y esclavitud de los “bárbaros”, franceses, españoles y alemanes, que tenían posesiones en Italia para la época y subyugaban a pueblos enteros, aquel que los expulsaría y que unificaría a Italia en una sola nación, una sola patria, con centro en su ciudad natal Florencia que sería entonces la “Nueva Roma”. Recordemos que en el último capítulo de El Príncipe, el XXVI, trata del llamado de Maquiavelo a la venida de éste Príncipe Nuevo, en una “Exhortación a emancipar a Italia y a liberarla de los bárbaros”. Podemos leer ese último capítulo como el llamado a un príncipe nuevo que, aleccionado por Maquiavelo, viniera a suplir con su virtù la inexistencia de instituciones libres en una Italia desahuciada. En el grado de corrupción en que se encuentra, “... más esclava que los judíos, más sierva que los persas, más dispersa que los atenienses...”, Italia no parece estar en condiciones de darse instituciones libres. Podemos leer ese capítulo como la apelación a la llegada de un Príncipe Nuevo que, guiándose por las lecciones del tratado de Maquiavelo, pudiera con su virtù y con ayuda de la fortuna suplir la ausencia de instituciones libres, suplir la ausencia del vivere libere, que pudiera con su virtù imponer por la fuerza un orden unificado y estable. Parece entonces que el “desideratum” de Maquiavelo de un “Príncipe Nuevo” se cumplió con Simón Bolívar, en esta parte del mundo y 300 años más tarde de lo anhelado por el Secretario Florentino. “Príncipe” que libertó a Venezuela, la Nueva Granada, Quito, Perú y fundó a Bolivia, libertándolas de los “bárbaros” españoles y finalmente, intentaría en vano unificar esas nacientes naciones en una sola patria. 5.5. Bolívar republicano o monárquico. Todos los pueblos de la tierra se han gobernado por sí mismos con despotismo o con libertad; sistemas más o menos justos a han regido a las grandes sociedades; pero siempre por sus ciudadanos, refundiendo el bien o el mal en ellos mismos. Ningún otro aspecto ha sido tan controversial en la vida de Bolívar hasta nuestros días, que discernir a ciencia cierta, si él fue un republicano y un demócrata por convencimiento, o por lo contrario era un autócrata que deseaba instaurar una monarquía en nuestras nacientes 172 naciones. Un sinnúmero de Autores y analistas han escrito al respecto y han concluido que Bolívar era un Republicano a carta cabal, como por ejemplo lo han señalado entre otros: José Luís Salcedo-Bastardo, (1977) en su obra Visión y Revisión de Bolívar, en donde expresa: Frente a la subordinación colonialista y al gobierno monárquico despótico, Bolívar profesa, de manera vital e incesante, el credo de la independencia y la Democracia. A despecho de ciertos discutibles aspectos de la anécdota histórica que, en determinados casos parecieran servir de fundamento a un supuesto sentimiento ademocrático (sic) del Libertador, la ideología bolivariana, es decir, el alma de su acción, es profunda y forzosamente democrática. Cualquiera otra fórmula ius-política es incompatible con la unidad de su línea mental, con su terca inspiración moral, y con la proyección de su esfuerzo en todos los ordenes de lo social. Tan sólo la democracia puede compaginarse con su propósito unitario de emancipación política, igualdad social, justicia económica, unidad americana, conciencia histórica y perfección moral. El gobierno concebido por él, y a cuyo logro se dedica, es un gobierno democrático, republicano, popular, efectivo, sencillo, moralmente fuerte, capaz de sobreponerse a la anarquía y a la tiranía como de realizar y defender la revolución. Coincidentes con la opinión de Salcedo-Bastardo, son entre otros: Juan Vicente González (1845), Felipe Larrázabal (1889), José Gil Fortoul (1809), Augusto Mijares (1998), Pedro Grases (1999) y Tomas Polanco Alcántara (1999). El escritor alemán Gerhard Masur (1971) también lo afirma aunque dándole un aire de un sistema parecido al periodo del “Principado” en Roma o el “Napoleonismo” en Francia, con la incorporación de un poder ejecutivo fuerte, en su proyecto político: Bolívar creía que todo Estado libre está amenazado por dos males: la tiranía y la anarquía, que constituyen un océano de opresión del cual emergen solamente unas pocas venturosas islas de libertad. Para evitar esos males, 173 Bolívar, en 1826, colocó sin reservas al lado de la autoridad. Las famosas palabras de Abraham Lincoln que declaran que la democracia consiste en el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. La Constitución de Bolivia aleja al pueblo, en la medida de lo posible, de ejercer influencia alguna sobre el gobierno; emula el Gobierno consular de Napoleón. Sin embargo Bolívar no preconiza el Gobierno ilimitado en manos de un solo hombre. Para Masur, aún cuando en su biografía de Bolívar, afirma que la constitución boliviana, “Emula el Gobierno Consular de Napoleón”, añade más adelante que Bolívar nunca pretendió nombrarse rey ni emperador, ni tampoco instaurar un régimen monárquico en América del Sur: ¿Acarició alguna vez Bolívar ese sueño? El autor está convencido de que, a éste respecto, Bolívar nunca sintió la tentación de seguir los pasos de Napoleón. Para él, su reputación significó siempre más que su poder, y esa reputación se basaba más bien en el título de Libertador que en el de posible emperador. Los estudiosos de Bolívar no deben desorientarse con esos subterfugios característicos de Bolívar. El Libertador nunca se propuso ceñir corona, ni tampoco hacer experimentos con la monarquía en América Latina. “Simón I”, Emperador de los andes, no era un título que ejerciera una tentación irresistible sobre Bolívar; pero Simón Bolívar, creador de tres Repúblicas, Presidente de la liga de Naciones de América del Sur, era quizá la meta íntima de sus ambiciones que acaricio durante mucho tiempo. Para José Gil Fortoul, en su obra Historia Constitucional de Venezuela (1909), Bolívar en 1825, cuando se encontraba cerca de los 42 años, estaba en la cúspide de su vida política y ejercía según sus propias palabras: “una autoridad equivalente a la de Pericles en Atenas, rey sin corona.”, es decir un líder democrático y conductor vitalicio de su pueblo y en cuanto a la inclinación de Bolívar a favor de la forma republicana de gobierno o de la monarquía agrega en su obra: 174 En cuanto a Bolívar, si es verdad que hizo a este respecto declaraciones contradictorias en 1829, resulta sin embargo consecuente consigo mismo, al mantener la idea esencial que forma el centro de todas sus teorías constitucionales, a saber un Poder ejecutivo cuyo jefe fuese Vitalicio. Y de serlo él, desistió solamente cuando, envejecido y cansado, se apoderó de su espíritu, según su propia confesión, aquella “decadencia”, “calma universal”, “tibieza absoluta”, mensajera de la muerte. Por último, no se ha encontrado hasta ahora en ninguna parte la prueba de que Bolívar pretendiera coronarse. Y aún cuando se encontrara esa prueba, el nombre del Libertador no sería ni más grande ni más pequeño en la historia. Su república estaba calcada sobre la Monarquía Inglesa: su Presidente siendo vitalicio equivalía a un monarca constitucional. Para Laureano Vallenilla Lanz en su obra Cesarismo Democrático (1919), afirma que la historia había demostrado, que la Constitución Boliviana, propuesta por Bolívar en 1826, con su presidencia vitalicia, adaptada a los diversos medios y naciones del continente americano, era la única que hubiera podido prevalecer con provecho para la estabilidad política, el desarrollo social y económico y la consolidación del sentimiento nacional: Si los ideólogos no le hubieran opuesto sistemáticamente los principios anárquicos que han legitimado en cierto modo las ambiciones de los unos y los impulsos desordenados de los otros, dando bandera a las revoluciones y perpetuando junto a la anarquía la necesidad del tirano. Sin embargo, esa ley [La Constitución boliviana] -como hemos dicho- se ha cumplido en casi todos los países.[De Latinoamérica] Para Vallenilla Lanz, la constitución boliviana era un “mal necesario”, y el único modelo posible de proporcionarle un gobierno justo y estable a los pueblos recién emancipados de la América del Sur, de acuerdo a su carácter nacional y a el crisol de razas que allí se habían originado después de 300 años de régimen monárquico español. La considera un verdadero instrumento republicano. También señala como “seres perniciosos a la sociedad” a aquellos que criticaron a Bolívar por la elaboración de esa constitución 175 acusándolo de tirano y déspota. Asimismo menciona que aún las constituciones más liberales y democráticas del mundo como la norteamericana, tienen elementos autocráticos y “monárquicos” en ellas: El genio penetrante del Libertador solicitó en su Constitución Boliviana, en una monarquía sin corona, someter a una ley, sistematizar un hecho rigurosamente científico, necesario y fatal como todo fenómeno sociológico, instituyendo su presidente vitalicio con la facultad de elegir el sucesor. Los que criticaron al Libertador, los que en su ceguera jacobina llegaron a calificarle de déspota, de autócrata, de tirano y atentaron contra su vida creyendo realizar un acto de justicia de amor a la libertad, no sólo están condenados por la historia, sino que la ciencia misma los califica como seres perniciosos para la sociedad. Envenenados por aquel desbordamiento de sofismas y de utopías que desato sobre el mundo la revolución francesa, no se daban cuenta de que provocando la desobediencia y la rebelión contra la única autoridad posible en aquellos momentos, retardaban la evolución lógica que han seguido todos los pueblos y a la cual no podían sustraerse los hispano-americanos, partiendo de la disgregación a la unidad hasta llegar a constituirse en verdaderas nacionalidades bajo la autoridad del César que engendra la anarquía. Aquellos que han calificado de antirrepublicanas las ideas del Libertador, y que empíricamente han creído en la existencia real de los moldes clásicos del constitucionalismo democrático, han ignorado seguramente que en la más republicana de las constituciones que han existido en el mundo, en la que ha servido de modelo a los partidos más radicales de la América Española, en la Constitución de los Estados Unidos -como lo observa un eminente sociólogo norteamericano- ‘Se encuentran al lado de elementos puramente democráticos, elementos de un carácter absolutamente opuestos. Así, en lo que concierne a los poderes atribuidos al Ejecutivo, está generalmente admitido que la Constitución americana es más monárquica que la del Reino Unido de 176 la Gran Bretaña. Y si algún día las ideas democráticas, actualmente en boga, llegaran a cambiar, como ha sucedido otras épocas en que las opiniones políticas han sufrido una especie de trastrueque, se vería con asombro que la constitución de los Estados Unidos no tendría necesidad sino de muy ligeras modificaciones para adaptarse fácilmente a teorías absolutamente diferentes. Para el periodista norteamericano Waldo Frank en su obra Bolívar, Nacimiento de un Mundo (1951), Bolívar era un republicano convencido y afirma en su obra: Es difícil imaginarse la fama de Bolívar en la Europa de Byron y de Scott, de Chateaubriand y de Hugo, de Goethe y de Humboldt. Washington, héroe de la América del Norte, era el hombre de un país pobre, y era también un hombre de gesto magro. La América española era más rica y populosa, los hechos de armas del andino Bolívar eran más dramáticos, y sus frases superaban en vibración a las sencillas y razonables de Jefferson y Franklin. La América española era la meca de los románticos, y Bolívar, su profeta; los románticos y liberales de Europa lo situaban por encima de Napoleón y de Washington. Bolívar tenía una viva apreciación de estos dos hombres. En Bonaparte admiraba eso que en los tiempos de Rockefeller, de Vanderbilt y de Edison iba a calificarse de norteamericanismo: el magnate implacable que se ha forjado a sí mismo, el organizador y el técnico continentales. Bolívar sentía desden por la caída de Napoleón en la pompa medieval; igual que Beethoven, no le podía perdonar que se hubiese coronado. Bolívar amaba en Washington al hombre de nobles sentimientos, y le envidiaba la suerte que tuvo de contar con un pueblo sólido, sustancia de la unión. En Napoleón, Bolívar rechazaba la exagerada voluntad de poder que al él mismo le poseía. En cierta ocasión dijo que lo que América necesitaba eran reyes que se llamasen Presidentes. En Washington envidiaba el éxito que a él no le permitía conseguir su propio mundo más complejo. 177 Otros sin embargo como el historiador español Salvador de Madariaga (1951), afirman sin ambages que Bolívar sencillamente quería convertirse en un tirano y un déspota y en un monarca sur americano: Bolívar aspiraba, pues, a ser presidente vitalicio con más poderes de lo que disfrutaba entonces el Rey de Inglaterra. Toda discusión sobre si era monárquico o republicano huelga. Si los vocablos monarca y monárquico estorban por evocar la idea tradicional y patriarcal del rey, el rey de cuentos de hadas o de la baraja, acuñemos otros. Era Bolívar un monócrata, y lo que deseaba era…Bueno, pues si no se admite que fuera una monarquía, digamos que era una monocracia. Personajes históricos que lo conocieron personalmente en vida y compartieron parte de su gloria como el General José Antonio Páez (1865) y su maestro Simón Rodríguez (1830) afirman que Bolívar fue un republicano, veamos lo que ambos nos han legado: De acuerdo al maestro de Bolívar de sus primeras letras, Don Simón Rodríguez, en su Defensa del General Bolívar (1830), expresa que Bolívar nunca ambicionó hacerse rey o emperador, que su única ambición era la gloria, que la ambición de poder no era su objeto, que ese tipo de sentimiento subalterno nunca embargó el alma de Bolívar, conozcamos como lo expresa: Bolívar no merece este reproche, porque sus miras se ven proyectadas en el plan de la revolución. Sólo él se ha elevado a la altura del objeto, y fijado el punto de distancia, en el cuadro de la Sociedad Americana. La perspectiva de la Libertad es obra suya: Sólo él ha presentado el Gobierno Republicano bajo su verdadero punto de vista; no se ha desviado de su fin ni ha desmayado; ha pretendido hacer valer su obra, como todo autor lo pretende, y ha aspirado á ser el Presidente (No el Rey) de la Federación Americana, como todos pueden aspirar a serlo -Si en la relación de meritos de algún candidato aparecen aptitudes ó servicios iguales ó superiores a los suyos…prefiéranse- No hay más ambición en pretender la Presidencia Suprema de las Repúblicas de América, 178 que en pretender el pontificado -Los clérigos no han fundado la santa sede y aspiran a ocuparla?- Bolívar es el patriarca político de América. Bolívar no pudo haber olvidado las máximas que han presidido en sus consejos, y reglado su conducta pública. ‘Sólo los filósofos son inmortales, porque viven en los corazones…La gratitud de los pueblos es la GLORIA ETERNA DE LOS HÉROES PROFANOS.’ ‘Los Guerreros, los conquistadores y los reyes se sepultan en los libros’. Genio y figura hasta la sepultura. Uno de principales lugartenientes de Bolívar durante la Guerra de Independencia y posteriormente tres veces presidente de la República, el General José Antonio Páez y testigo presencial de todas las vicisitudes que afectó a la República de Venezuela, a Colombia y al propio Bolívar en ese entonces, niega en su Autobiografía (1867) que Bolívar haya pretendido coronarse monarca de América del Sur. Lo que afirma Páez, es que Bolívar pretendía un gobierno fuerte que controlara la anarquía y la tiranía popular en que podía desembocar un pueblo recién liberado de la esclavitud de un gobierno absolutista. Una presidencia vitalicia como en la Constitución boliviana, una constitución mixta, como la recomendada por Maquiavelo para la ciudad de Florencia al papa Médicis, León X en 1515, en donde estuviera presente tanto el elemento monárquico representado por el poder ejecutivo, la aristocracia “natural”, representada por el Senado hereditario, y una cámara de Tribunos como representantes del pueblo y como la parte más liberal de un gobierno republicano y democrático. Aún cuando Páez fue uno de los primeros que en el año 1825 le sugirió a Bolívar que convirtiera el gobierno de Colombia en una autocracia como lo hizo Napoleón Bonaparte en Francia para sofocar la anarquía y los peligros de golpe de Estado y guerra civil que se cernían sobre ese país en ese momento historico y sobre Venezuela y la Nueva Granada en 1825, a causa de las luchas intestinas por el poder que se presentaron en aquel tiempo por las rivalidades entre civiles y militares. A tal efecto Páez le escribió a Bolívar en una carta 179 fechada en Caracas el 1º de octubre de 1825 y que el último de los nombrados recibió en Lima en marzo de 1826, en la cual le expresó lo siguiente: La situación en este país, es muy semejante en el día a la de Francia a cuando Napoleón el grande se encontraba en Egipto y fue llamado por aquellos primeros hombres de la revolución, convencidos de que un gobierno que había caído en las manos de la más vil canalla no era el que podía salvar aquella nación, y usted está en el caso de decir lo que lo que aquel hombre celebre entonces: ‘Los intrigantes van a perder la patria vamos a salvarla.’ Y asimismo Páez en la misma carta, agrega: Este país en lo general de su población no tiene más que los restos de una colonia española, de consiguiente falto de todo elemento para montar una república. Usted y un puñado de valientes, lo han hecho todo, el día que V. lo deje, deja de ser lo que V. lo ha hecho, de consiguiente la existencia de un orden de cosas aquí que pueda llamarse gobierno es circunstancial con V. y en prueba es que solo su alejamiento ha producido un estado habitual de anarquía, que no se puede atajar con la actual administración a pesar de sus mejores deseos... Mi general: esta no es la tierra de Washington; aquí se hacen obsequios al poder, como se la han hecho á Boves y á Morillo, (sic) y el fundador de la república será insultado por los hombres más viles el día que volviese al recinto de su casa. Dice además Gil Fortoul, que Bolívar recibió esta carta en el Perú, y con ella la visita del señor Antonio Leocadio Guzmán, que iba comisionado especialmente para exponerle el proyecto. Al propio tiempo recibió una carta de su hermana Maria Antonia, fechada en Caracas el 30 de octubre de 1825 en donde le dice: Mandan ahora un comisionado a proponerte la corona. Recíbelo como merece la propuesta que es infame, y parto de las potencias de Europa, a ver si concluyen con nuestra existencia miserable a manos de los partidos; pero di 180 siempre lo que dijiste en Cumaná el año 14: “que serías Libertador o muerto’”. Ese es tu verdadero titulo, el que te ha elevado sobre los hombres grandes y el que te conservara las glorias que has adquirido a costa de tantos sacrificios. Detesta a todo el que te proponga la corona porque ese procura tu ruina. Acuérdate de Bonaparte, e Iturbide y de otros muchos que no ignoras; estoy bien satisfecha de tu modo de pensar, y te creo incapaz de permitir semejante cosa, pero no puedo menos que declararte los sentimientos de mi corazón por el interés que tengo de tu felicidad. Bolívar reaccionó respondiéndole la carta a Páez, en otra fechada en Magdalena el 6 de marzo de 1826, reafirmándole rotundamente sus principios republicanos: He recibido la carta de Vd. el 1º de octubre del año pasado, que me mando Vd. por medio del señor Guzmán, a quien he visto y oído no sin sorpresa…. -le contestó a Páez- A la verdad casi toda la carta de Vd. esta escrita en el buril de la verdad, más no basta la verdad sola para que un plan logre su efecto. Vd. no ha juzgado, me parece, bastante imparcialmente el estado de las cosas y de los hombres. Ni Colombia es Francia, ni yo Napoleón. En Francia se piensa mucho y se sabe todavía más, la población es homogénea, y además la guerra la ponía al borde del precipicio. No hay otra República más grande que la francesa y la Francia ha sido siempre un reino. El gobierno republicano se había desacreditado y abatido hasta estar en un abismo de execración. Los monstruos que dirigían la Francia eran igualmente crueles e ineptos. Napoleón era grande y único, y además sumamente ambicioso. Aquí no hay nada de eso. Yo no soy Napoleón ni quiero serlo; tampoco quiero imitar a César; aun menos a Iturbide. Tales ejemplos me parecen indignos de mi gloria: El título de libertador es superior a todos los que ha recibido el orgullo humano, Por lo tanto, es imposible degradarlo. Y en oposición al pesimismo de Páez, insistía: La República ha levantado el país a la gloria y a la prosperidad, ha dado leyes y libertad. Los magistrados de Colombia no son ni Robespierre ni Marat. 181 El peligro ha cesado cuando las esperanzas empiezan: por lo mismo, nada urge para tal medida. Son repúblicas las que rodean a Colombia, y Colombia jamás ha sido un reino: Un trono espantaría tanto por su altura como por su brillo. La igualdad sería rota y los colores verían perdidos todos sus derechos por una nueva aristocracia. En fin, amigo yo no puedo persuadirme de que el proyecto que me ha comunicado Guzmán sea sensato, y creo también que los que lo han sugerido son hombres de aquéllos que elevaron a Napoleón y Iturbide para gozar de su prosperidad y abandonarlos en el peligro, o si la buena fe los ha guiado, crea Vd. que son unos aturdidos o partidarios de ideas exageradas bajo cualquier forma que sean. Con anterioridad de esta carta de respuesta de Bolívar al General Páez, Bolívar le había escrito una al vicepresidente Santander, haciendo de su conocimiento de la carta de Páez y de la repuesta que le iba a enviar, veamos parte de su contenido: Reservadísimo. En estos días he recibido cartas de diferentes amigos de Venezuela proponiéndome ideas napoleónicas. El general Páez está a la cabeza de estas ideas sugeridas por sus amigos los demagogos. Un secretario privado y redactor de “El Argos” [Se refiere a Antonio L. Guzmán que publicaba en Caracas este periódico], ha venido a traerme el proyecto, Vd. lo vera disfrazado en la carta que incluyo original que Vd. deberá cuidar con infinito cuidado. El redactor de esta carta es Carabaño (Francisco). El General Briceño me ha escrito diciéndome que él ha tenido que contener a los que querían dar el golpe en Venezuela y les aconsejo que me consultasen…Yo enviare al General Páez mi proyecto de constitución para Bolivia por toda respuesta, a fin de que considere mis ideas sobre estabilidad unida a la libertad y conservación de los principios que hemos adoptado. También le diré que no debe desesperar a sus amigos, a fin de que no caigan en otro extremo más cruel que éste, pues ya no les queda otro que el de la pura anarquía…Yo diré al general Páez que haga dirigir la opinión hacia mi constitución boliviana, que reúne los extremos y todos los 182 bienes, pues hasta los federalistas hallan en ella sus deseos en gran parte; y que en el año 1831 puede hacerse una reforma favorable a la estabilidad y conservación de la república; que debe temer lo que Iturbide padeció por su demasiada confianza en sus partidarios, o bien debe temer una reacción de parte del pueblo por la justa sospecha de una nueva aristocracia destructora de la igualdad…Este plan me ofende más que todas las injurias de mis enemigos, pues él me supone una ambición vulgar y de una alma infame capaz de igualarse a la de Iturbide y esos otros miserables usurpadores. Según esos señores, nadie puede ser grande, sino a la manera de Alejandro, César y Napoleón. Yo quiero superarlos a todos en desprendimiento, ya que no puedo igualarlos en hazañas. Mi ejemplo puede servir de algo a mi patria misma pues la moderación del primer jefe cundirá entre los últimos, y mi vida será su regla. El pueblo me adorará y yo seré la arca de su alianza. Soy de Vd. de todo Corazón. En los párrafos finales de esta carta de Bolívar, prácticamente plantea la máxima esbozada por Maquiavelo en sus celebres Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, Libro III, capítulo I, cuando dice: Los hombres cobran ánimos para intentar novedades y para hablar mal, y por eso es necesario prevenir los males, volviendo el Estado a sus principios. También puede provenir este renacer de una república a sus primeros principios de la simple virtud de un solo hombre, sin depender de ninguna ley que estimule a poner en ejecución actos ejemplares, pues la virtud de algunos hombres excepcionales tiene tanto prestigio y es un ejemplo tan eficaz que los hombres buenos desean imitarlos y los malos se avergüenzan de llevar una vida tan contraria a la suya. Algunos varones que causaron a Roma efectos tan beneficiosos fueron Horacio Cocles, Scevola, Cayo Fabricio Luscino, los dos Decios, Marco Atilio Régulo y algunos otros, que con sus ejemplos raros y virtuosos cumplieron casi la misma función que las leyes y las instituciones. Y si las ejecuciones a que nos referíamos antes, junto a estos particulares 183 ejemplos, se hubieran seguido produciendo en aquella ciudad (Roma) al menos cada diez años, podemos estar seguros que nunca se hubiera corrompido. Páez en su autobiografía, realizada en los postreros años de su vida y como él mismo expresó en ella: que ya no necesitaba decir otra cosa sino la verdad ante el tribunal de la historia, cuando poco le faltaba para rendir cuenta a Dios por las acciones de su vida, plasmaba los siguientes comentarios sobre la inclinación de Bolívar hacia la monarquía o a la república, en donde deja claro la preferencia de este último hacía la forma republicana de gobierno: Calumnia infame, y que nadie puede sostener con visos de verdad, seria el suponer que el General Bolívar alimentó jamás deseos de cambiar sus inmarcesibles laureles de Libertador por la efímera corona de un imperio americano, y no me detengo en dar razones, porque sobradas las dio él en todas las ocasiones que se ofreció hablar sobre la materia, pero que él creyese que convenía al país un gobierno monárquico o cuando menos uno con apariencia de tal, es hecho que no pueden negar los que le trataron de cerca, conocieron lo desilusionado que estaba de la democracia, y el dolor que le causaba la triste situación de Colombia. Horrible debía ser la lucha que tuvo que sostener entre sus convicciones particulares y el temor de contrariar los deseos de una multitud, que nutrida de las ideas modernas importadas de Francia y los Estados Unidos, no opinaban como él respecto a las necesidades de Colombia. No hay un documento del Libertador en que no se observe esa lucha. Si Bolívar no hubiera tenido conciencia de su gloria, o hubiera sido un ambicioso vulgar, habría podido sin escrúpulo alguno y con apariencia de la mejor intención coronarse Rey de Colombia, pues había muchos en la República que lo deseaban y aún Lord Aberdeen, secretario de relaciones extranjeras de S. M. B., cuando se le hablaba de un príncipe Europeo, aseguraba que el gobierno inglés no pondría objeción alguna si el pueblo Colombiano proponía al Libertador como su monarca. Y en ese mismo capítulo de su autobiografía, Páez aclara: 184 No es de extrañarse, pues, que Bolívar hubiese concebido la idea de que bajo un gobierno monárquico moderado podían los colonos españoles vivir en paz y hacer los progresos que su infancia política les permitía. Bolívar que dijo repetidas veces que la América española presentaba un caos que amenazaba a todas horas con la anarquía más completa, estaba convencido de que aquellos pueblos necesitaban de un gobierno firme, estable y fuerte. Esa tendencia la había manifestado el Libertador en su mensaje al Congreso de Guayana, y en su predilección por la constitución Boliviana que recomendaba siempre, y la que llamaba monarquía sin corona. Además Páez enfatizó la predilección de Bolívar por la constitución boliviana con el siguiente comentario de su obra: El medio más eficaz en la opinión de Bolívar para impedir la aniquilamiento de la obra de sus esfuerzos, era elegir un Presidente vitalicio con un senado hereditario como el que en 1819 propuso en Guayana. Bien se advierte que de este sistema á una monarquía constitucional hay muy poca distancia, y que si Bolívar no abogaba abiertamente por este último gobierno, era por un exceso de prudencia, pues sabia que tendría que habérselas con partidos exaltados, entre los cuales no faltaban quienes le atribuyesen ideas indignas de su gloria y de su genio. Y en el capítulo XXV de su autobiografía, Páez va mucho más allá de lo expresado anteriormente: He seguido los pasos del Libertador desde el momento que apareció en la brillante escena de la salvación de la patria: Habéis corrido conmigo la revista de los más importantes hechos de su vida política; y ya como soldado, ya como magistrado, su lenguaje y sus obras han sido uniformes y consecuentes: su espíritu, el de la libertad que inflama en su corazón; su anhelo, la felicidad de Colombia, de la América toda; su ambición, ocupar el eminente rango de ciudadano; él ha manifestado siempre un amor entrañable las instituciones liberales, una ciega idolatría la soberanía nacional y un rencor 185 eterno, la rabia más atroz á la dictadura, al mando supremo, al despotismo y a la ignominia del cetro y de la corona. En ese mismo capítulo de su autobiografía, Páez reseña una alocución del libertador al Congreso de Colombia, que según él, apareció en la gaceta de Colombia nº 174 del año 1927: Soy, pues, incapaz de permitir vuestra opresión, ni ayudar a imponer las mismas cadenas que he despedazado. ¡Yo querer ser un monarca! Primero me arrancaría el corazón antes que intentar perjurarme, antes que yo sucumbiese á tan vil degradación. Estad seguro de esto, colombianos del Norte; nunca, nunca el General Bolívar vuestro Libertador y vuestro padre, será rey, ni soberano en Colombia, ni en la América, ni José Antonio Páez cooperara a tan nefasto parricidio. Maquiavelo, indicaba en sus obras que prefería el sistema republicano de gobierno al principado, sin embargo afirmaba que los príncipes en ocasiones deberían preferir adoptar un principado o una monarquía a una República si las condiciones no eran favorables a la creación de estas últimas, o si la republica en cuestión se hallaba corrompida y los hombres se han vuelto malos e indiferentes a las leyes. Éste análisis lo hace tanto en el Príncipe como en los Discursos, al mostrar su admiración por la constitución romana y sus virtudes públicas. Veamos como piensa el Secretario Florentino con respecto a la República: en relación a los dos tipos más comunes de gobierno que suelen gobernar a los hombres, como afirmaba en el capítulo I de El Príncipe: “Cuantos Estados, cuantas denominaciones ejercieron y ejercen todavía una autoridad soberana sobre los hombres, fueron y son Repúblicas o principados. Los principados son, o hereditarios cuando la familia que los sostiene lo poseyó por mucho tiempo o son nuevos”. Bolívar parafraseando a Maquiavelo, afirmaba en su Carta de Jamaica: ¿Se pudo prever cuando el genero humano se hallaba en su infancia, rodeado de tanta incertidumbre, ignorancia y error, cuál sería el régimen que abrazaría para su conservación? ¿Quién se habría atrevido a decir, tal nación 186 será República o monarquía, ésta será pequeña, aquella grande? En mi concepto, ésta es la imagen de nuestra situación. Como hemos afirmado anteriormente para Maquiavelo, como para Bolívar, sin lugar a dudas, la República es la mejor forma de gobierno, es la forma ideal en donde se plasman la libertad y la vida civil. Sólo en una República bien organizada el fin del Estado es el bien común. Se llega a este bien común cuando se extinguen las grandes desigualdades sociales, teniendo todos los estamentos participación en el gobierno (gobierno mixto); que el estado sea libre sin ser sometido al poder de una sola persona o a un grupo parcial. Como expusimos en el capítulo IV de este trabajo, de acuerdo a J. G. A Pocock; para Maquiavelo, [republicano convencido] la República es el régimen virtuoso en el sentido clásico del humanismo cívico. Es decir, la República es por encima de todas las cosas, el régimen que permite la realización del vivere libere y el vivere civile, de una forma de vida dedicada al interés cívico y al ejercicio de la actividad política del ciudadano, y es en esta vida dedicada a la acción, posibilitada por la República, que el hombre puede aspirar a alcanzar los más altos valores cívicos a los que puede pretender. Cualquier forma de gobierno, bien sea el republicanismo o el gobierno popular, que no llene los requerimientos de la vida civil y política, es bien, o una tiranía o una República corrupta. Es decir, la República es el régimen virtuoso, una estructura de virtud, en términos de Pocock, en tanto es aquel que brinda el marco para el ejercicio del vivere civile, de la virtud cívica, que es a la vez expresión suprema de la virtud y condición de las virtudes particulares. Maquiavelo pone en evidencia que toda estructura de virtud habita un mundo de fortuna; en consecuencia, ninguna estructura de virtud puede prescindir de su componente de virtù. A partir de este punto, quisiera argumentar que para Maquiavelo la República no sólo es la ciudad virtuosa en el sentido en que lo entiende el humanismo cívico, sino que es también la forma política más propicia para hacer frente a los golpes de la fortuna, y la más apta para hacer gala de virtù. Es decir, la República sería, según las enseñanzas de Maquiavelo, no sólo la forma de gobierno más adecuada a la naturaleza moral del hombre, sino también idealmente la más estable y la más conforme a la naturaleza de la cosa política. Veámoslo en los propios términos de Maquiavelo: 187 Los que organizan prudentemente una República, consideran, entre las cosas más importantes, la institución de una garantía de libertad, y según sea más o menos acertada, durará más o menos el vivir libre. Y como en todas las Repúblicas hay magnates y pueblo, existen dudas de en qué manos estaría mejor colocada esta vigilancia. Los lacedemonios y, en nuestros días los venecianos, la ponen en manos de los nobles, en cambio los romanos la confiaron a la plebe. Es fácil conocer de dónde le viene al pueblo esa afición a vivir libre, porque se ve por experiencia que las ciudades nunca aumentan su dominio ni su riqueza sino cuando viven en libertad. Y es algo verdaderamente maravilloso considerar a cuánta grandeza llegó Atenas por espacio de cien años, porque se liberó de la tiranía de Pisístrato. Pero lo más maravilloso de todo, es contemplar cuanta grandeza alcanzó Roma después de liberarse de sus reyes. La causa es fácil de entender: porque lo que hace grande a las ciudades no es el bien particular sino el bien común. Y sin duda este bien común no se logra más que en las Repúblicas, porque éstas ponen en ejecución todo lo que se encamine a tal propósito, y si alguna vez esto supone un perjuicio para este o aquel particular, son tantos los que se benefician con ello que se puede llevar adelante el proyecto pese a la oposición de aquellos pocos que resultan dañados. Lo contrario sucede con los príncipes, pues la mayoría de las veces lo que hace para sí mismos perjudica a la ciudad, y lo que hacen para la ciudad les perjudica a ellos. De modo que, cuando en un Estado libre surge una tiranía, el mal menor que surge de ello es que la ciudad ya no avanza ni crece en poder ni riquezas, sino que la mayoría de las veces retrocede o disminuye. Pues todas las tierras y las provincias que viven libres, en todas partes, como dije antes, hacen enormes progresos. Porque allí los pueblos crecen, por ser los matrimonios más libres y más apetecibles para los hombres, pues cada uno procrea voluntariamente todos los hijos que cree poder alimentar, sin temer que le sea arrebatado su patrimonio, y sabiendo que no solamente nacen libres y no esclavos, sino que pueden, mediante su virtud, llegar a ser magistrados. Las 188 riquezas se multiplican en mayor número, tanto las que provienen de la agricultura como las que proceden de las artes, pues cada uno se afana gustosamente y trata de adquirir bienes que, una vez logrados, está seguro de poder gozar. De aquí nace que los hombres se preocupen a porfía de los progresos públicos y privados, y unos y otros se multiplican asombrosamente. Lo contrario sucede en los países que viven siervos, y tanto más ven mermar el acostumbrado bien cuanto más dura es la servidumbre. ... por eso que una República tiene una vida más larga y conserva por más tiempo su buena suerte que un principado, porque puede adaptarse mejor a la diversidad de las circunstancias, porque también son distintos los ciudadanos que hay en ella, y esto es imposible en un príncipe, porque un hombre que está acostumbrado a obrar de una manera, no cambia nunca, como decía, y necesariamente fracasará cuando los tiempos no sean conformes con su modo de actuar... Maquiavelo afirmaba tanto en su Discursos, como en El Príncipe que cuando una República se había corrompido y su virtù e instituciones públicas ya no eran suficientes para restáurarla al vivere libere y a su buen funcionamiento como republica bene ordinata era necesario que El Príncipe, asumiera plenos poderes e instaurara preferiblemente un régimen autoritario y monárquico, en este sentido las afirmaciones de Maquiavelo justifican plenamente las acciones que tomó Bolívar posteriormente cuando trató de tomar medidas extremas para salvar a la República de Colombia de la anarquía que amenazaba con destruirla en los años 1827, 1828, 1829 y 1830, veamos a continuación como lo expresa Maquiavelo: De todo lo dicho se deduce la dificultad o imposibilidad que existe en una ciudad corrupta para mantener una república o crearla de nuevo, y si, a pesar de todo, la hubiese de crear o mantener, seria necesario que se inclinase más hacia la monarquía que hacia el estado popular, para que los hombres cuya insolencia no pueda ser corregida por las leyes sean frenados de algún modo por una potestad casi regia: Y quererlos corregir por otro camino sería empresa muy ardua o del todo imposible. 189 Cuando alguien llega a ser príncipe de una ciudad o de un Estado, sobre todo si sus cimientos son débiles y no se inclina a la vida civil (vivere civile), ni por el camino de la monarquía ni el de la república, el mejor medio que podrá empeñar para mantener su principado es que, siendo él un príncipe nuevo, lo organice todo de nuevo en aquel Estado, por ejemplo, instituyendo en la ciudad nuevas formas de gobierno con nuevos nombres y autoridades con nuevos hombres. Si un príncipe busca la gloria del mundo, debería desear ser el dueño de una ciudad corrompida, no para echarla a perder completamente, como César, sino para reorganizarla, como Rómulo. Y en verdad los cielos no pueden dar a los hombres mayor ocasión de gloria, ni los hombres la pueden desear mayor. Y si, al querer organizar debidamente una ciudad, hubiera necesidad de renunciar al principado, merecería alguna excusa el que, para no perder aquella categoría, la dejase desordenada, pero el que puede conservar el trono y ordenarla, no tiene excusa alguna para no hacerlo. En suma, podemos considerar que aquellos a los que el cielo da tal ocasión ven abrirse ante sí dos caminos: uno que les hará vivir seguros y, tras la muerte, volverse gloriosos, y otro que les hará vivir en continuas angustias y los dejará, después de la muerte, en sempiterna infamia. Maquiavelo es enfático en sus Discursos al afirmar sobre la conveniencia de la creación de una República o una monarquía lo siguiente: “Conviene, pues, fundar una República donde existe o se ha instituido una gran igualdad, y, en cambio, establecer un principado donde la desigualdad sea grande, pues de otro modo se hará algo desproporcionado y poco duradero.” Y en El Príncipe en relación a lo principados nuevos, adquiridos con sus propias armas y el valor Maquiavelo agrega: Los que por medios semejantes llegan a ser príncipes no adquieren su principado sin trabajo, pero le conservan fácilmente; y las dificultades que ellos 190 experimentan al adquirirle dimanan en parte de las nuevas leyes y modos que les es indispensable introducir para fundar su estado y su seguridad. Debe notarse bien que no hay otra cosa más difícil de manejar, ni cuyo acierto sea más dudoso, ni se haga con más peligro, que el obrar como jefe para introducir nuevos estatutos. En conclusión, en Los Discursos, Maquiavelo trata básicamente de la conveniencia de adoptar la República y muestra las simpatías del autor por esta forma de gobierno. Bruto es el héroe y César, destructor de las libertades de Roma, su villano (D: I, 10) pues el bien común es más fácil de lograr en una República que bajo un príncipe. Pero Maquiavelo al igual que el Bolívar posterior a la constitución boliviana, también veía las ventajas de un reino, pues consideraba que era posible un buen gobierno bajo un príncipe: Francia debía ser admirada por los italianos pues según Maquiavelo, estaba unificada bajo una sabia monarquía constitucional (P: XIX). Existen, inclusive, circunstancias en las cuales solamente un monarca puede gobernar, esto es, cuando se necesita fundar un Estado o hacer reformas profundas; o cuando los ciudadanos son demasiado corruptos, entonces sólo una conducción fuerte puede ser efectiva (D: I,9). En su misma obra Maquiavelo expresaba: Los “cuerpos mixtos como las Repúblicas (...) están mejor organizados y tienen una vida más larga [ya que] mediante sus instituciones, se pueden renovar a menudo...” (D: III, 1). Si el hombre es proclive a la corrupción, la clave consiste en mantener a los ciudadanos “bien ordenados”, [republica bene ordinata] a través de las leyes para que puedan defender sus libertades por medio de una serie de instituciones, y en el Libro III de los Discursos: El renacer de una República puede provenir de “... la virtud de un hombre o de una ley...” y es un solo hombre “... con sus ejemplos raros y virtuosos [quien cumplirá] casi la misma función que las leyes y las instituciones...” (D: III, 1). En estos postulado de Maquiavelo se exponen claramente las circunstancias de la actuación de Bolívar en 1828, posterior a la convención de Ocaña, los dilemas que confrontó y su angustia entre la opción de elegir un gobierno netamente republicano y liberal para gobernar a la República en esa época, o más bien la adopción de un gobierno monocrático o monárquico, como se lo recomendaban en 1928, parte de sus asesores más cercanos y parte de 191 su gabinete ministerial, para “salvar a la patria”, tales como, José Manuel Restrepo, Ministro del Interior; José María del Castillo y Rada, Estanislao Vergara Ministro de Relaciones Exteriores, y el General, Rafael Urdaneta, Ministro de Guerra y Marina entre otros, a instancias de los enviados franceses, el Duque de Montebello y el Conde Charles Bresson. En nuestra apreciación, existen tres etapas en la vida política de Bolívar como estadista: una primera etapa que va desde la misma independencia en 1811, hasta el discurso ante el Congreso de Angostura en 1819. En donde Bolívar se comportaba como un republicano y demócrata liberal por excelencia, abogando por un sistema mixto de gobierno, la independencia y el completo equilibrio de los poderes, apreciémoslo en sus propias palabras pronunciadas en el manifiesto de Cartagena: Es preciso que el gobierno se identifique, por decirlo así, al carácter de las circunstancias, de los tiempos y de los hombres que lo rodean. Si éstos son prósperos y serenos, él debe ser dulce y protector; pero si son calamitosos y turbulentos, él debe mostrarse terrible y armarse de una firmeza igual a los peligros, sin atender a leyes ni constituciones, ínterin no se restablecen la felicidad y la paz. Y en su carta de Jamaica: Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Aunque aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran república; como es imposible, no me atrevo a desearlo; y menos deseo aún una monarquía universal de América, porque este proyecto sin ser útil, es también imposible. No convengo en el sistema federal entre los populares y representativos, por ser demasiado perfecto y exigir virtudes y talentos políticos muy superiores a los nuestros; por igual razón rehúso la monarquía mixta de aristocracia y democracia que tanta fortuna y esplendor ha procurado a Inglaterra. No 192 siéndonos posible lograr entre las repúblicas y monarquías lo más perfecto y acabado, evitemos caer en anarquías demagógicas o en tiranías monócratas. Busquemos un medio entre extremos opuestos que nos conducirían a los mismos escollos, a la infelicidad y al deshonor. Esta nación se llamaría Colombia como tributo de justicia y gratitud al creador de nuestro hemisferio. Su gobierno podrá imitar al inglés; con la diferencia de que en lugar de un rey habrá un poder ejecutivo, electivo, cuando más vitalicio, y jamás hereditario si se quiere república, una cámara o senado legislativo hereditario, que en las tempestades políticas se interponga entre las olas populares y los rayos del gobierno, y un cuerpo legislativo de libre elección, sin otras restricciones que las de la Cámara Baja de Inglaterra. Esta constitución participaría de todas las formas y yo deseo que no participe de todos los vicios. Y en su discurso ante el Congreso de Angostura: La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la libertad republicana, y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo magistrado, que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente. El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política. Por las leyes que dictó el primer Congreso tenemos derecho de esperar que la dicha sea el dote de Venezuela; y por las vuestras, debemos lisonjearnos que la seguridad y la estabilidad eternizarán esta dicha. A vosotros toca resolver el problema. 193 Un gobierno republicano ha sido, es, y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios. Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas. Luego, extendiendo la vista sobre el vasto campo que nos falta por recorrer, fijemos la atención sobre los peligros que debemos evitar. Que la historia nos sirva de guía en esta carrera. Atenas, la primera, nos da el ejemplo más brillante de una democracia absoluta, y al instante, la misma Atenas, nos ofrece el ejemplo más melancólico de la extrema debilidad de esta especie de gobierno. El más sabio legislador de Grecia no vio conservar su República diez años, y sufrió la humillación de reconocer la insuficiencia de la democracia absoluta para regir ninguna especie de sociedad, ni con la más cuita, morígera y limitada, porque sólo brilla con relámpagos de libertad. Reconozcamos, pues, que Solón ha desengañado al mundo; y le ha enseñado cuán difícil es dirigir por simples leyes a los hombres. Cuando hablo del Gobierno británico sólo me refiero a lo que tiene de republicanismo, y a la verdad ¿puede llamarse pura monarquía un sistema en el cual se reconoce la soberanía popular, la división y el equilibrio de los poderes, la libertad civil, de conciencia, de imprenta, y cuanto es sublime en la política? ¿Puede haber más libertad en ninguna especie de república? ¿y puede pretenderse a más en el orden social? Yo os recomiendo esta Constitución popular, la división y el equilibrio de los poderes, la libertad civil, de como la más digna de servir de modelo a cuantos aspiran al goce de los derechos del hombre y a toda la felicidad política que es compatible con nuestra frágil naturaleza. Y finaliza Bolívar su discurso ante el Congreso de Angostura con su desiderátum de una República democrática y liberal, la republica bene ordinata de Maquiavelo: 194 Dignaos, legisladores, acoger con indulgencias la profesión de mi conciencia política, los últimos votos de mi corazón y los ruegos fervorosos que a nombre del pueblo me atrevo a dirigiros. Dignaos conceder a Venezuela un Gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un Gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un Gobierno que haga triunfar bajo el imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad. Señor, empezad vuestras funciones; yo he terminado las mías. Una segunda etapa, que va desde el Discurso ante el Congreso de Angostura en 1819 hasta la creación de Bolivia en 1826, en el cual madura su pensamiento republicano en función de las características particulares de los pueblos que ha liberado de la monarquía española; hace hincapié en la necesidad de fortalecer las facultades del poder ejecutivo, permaneciendo todavía en cierta forma como un demócrata liberal. En carta dirigida al Dr. Pedro Gual fechada en Maracaibo, con comentario sobre la situación política y militar de la República, le expresaba: Vd. me dice que la historia dirá de mí cosas magníficas. Yo pienso que no dirá nada tan grande como mi desprendimiento del mando, y mi consagración absoluta a las armas para salvar al gobierno y a la patria. La historia dirá: ‘Bolívar tomó el mando para libertar a su conciudadanos, y cuando fueron libres, los dejó para que se gobernasen por las leyes, y no por su voluntad’. Esta es mi respuesta Gual; las otras razones las vera Vd. en mi carta al Vicepresidente. En una carta dirigida al Vicepresidente Santander fechada en Tulcán, le expresa: V. E. sabe, y Colombia entera lo sabe también, que yo he consagrado mi vida a la integridad de Colombia, a su libertad y a su dicha. Mi política ha sido por la estabilidad, por la fuerza y por la verdadera libertad…La soberanía del pueblo no es ilimitada, porque la justicia es la base y la utilidad perfecta le pone termino. 195 Y en otra carta dirigida al Presidente del Perú, José De La Riva Agüero, fechada en Guayaquil, le decía: Tengo además la aprensión íntima que mi marcha a Lima puede ser mirada por mis amigos con muy mal ojo. Hubo un Bonaparte, y nuestra propia América ha tenido tres césares. Estos perniciosos ejemplos perjudican mi opinión actual, pues nadie se persuade que, habiendo seguido la carrera militar como aquellos, no me halle animado de su odiosa ambición. Ya mis tres colegas: San Martín, O`Higgins e Iturbide, han probado su mala suerte por no haber amado la libertad, y, por lo mismo, no quiero que una leve sospecha me haga padecer como ellos. El deseo de terminar la guerra en América me impele hacia el Perú, y me rechaza, al mismo tiempo, el amor a mi reputación, de suerte que fluctuó y no decido nada, porque los dos motivos opuestos me combaten con igual fuerza. Sin embargo me inclino a pensar que si es indispensable, el amor a la patria vencerá, como ha dicho un antiguo. Hay una tercera etapa en la vida de Bolívar posterior a la fundación y a la creación de la Constitución de Bolivia en el año 1826, en la cual alcanza la cúspide de su vida como político, y en donde sin abandonar del todo su pensamiento republicano, prevé la necesidad de un ejecutivo fuerte, un presidente vitalicio y una constitución mixta de monarquía y República, según lo que él mismo expresó en sus propias palabras en una carta enviada al embajador de Colombia en Londres y Paris, el Señor José Fernández Madrid: Mis opiniones sobre políticas son conocidas, y yo no sé que ventajas sacaría nadie de seguirlas. Sobre este punto diré a Vd. cuatro palabras. Antes de ahora creía que convenía un gobierno concentrado que mandase a Colombia, y como me hallaba comprometido en salvarla de los españoles, lo dije al Congreso de Angostura en el discurso que le hice el año 19. En nada más me he metido durante mi vida…mi propósito por una circunstancia extraordinaria. Colombia se hallaba dividida por el espíritu de reforma. De Venezuela me ofrecían la corona; muchos pueblos querían Federación: Guayaquil me la pidió. Santander pretendía sostener la constitución; entonces indiqué muy ligeramente 196 que transáramos las diferencias adoptando mis ideas políticas presentadas a Bolivia con las modificaciones que se juzgaran propias. En efecto, mi proyecto para Bolivia reúne la monarquía liberal con la república más libre; y por más que parezca erróneo y lo sea en realidad, yo no tengo la culpa en pensar de este modo, lo peor de todo es que mi error se obstina hasta imaginar que no somos capaces de mantener repúblicas, digo más, ni gobiernos constitucionales. La historia lo dirá. Según Gerhard Masur (1971) en su biografía de Bolívar, la vida política de Bolívar llegó a su punto de apogeo en Bolivia, o como diría Maquiavelo, hasta allí lo acompañó la fortuna, o mejor dicho, después de allí no mudó de forma de actuar frente a los cambios de las circunstancias, de las cosas y de los avatares del tiempo. Y en las propias palabras del Secretario Florentino: Restringiéndome más a varios casos particulares, digo que se ve a cierto príncipe que prosperaba ayer caer hoy, sin que se haya visto mudar de genio ni propiedades. Esto dimana, en mi creencia, de las causas que he explicado antes con harta extensión, cuando he dicho que el príncipe que no se apoya más que en la fortuna cae según ella varía. Creo también que es dichoso aquel cuyo modo de proceder se halla en armonía con la calidad de las circunstancias y que no puede menos de ser desgraciado aquel cuya conducta está en discordancia con los tiempos. Para Masur, en lo sucesivo, después de la creación de Bolivia, era inevitable el descenso en su fortuna y su gloria. Sólo hubiera podido impedirlo a condición de renunciar a su poder político. Pero la renuncia no se compadecía con el carácter de Bolívar. Asimismo Masur explica en su obra: La creación de Bolivia y su Constitución cierran un raro capítulo en la vida de Bolívar. Estos dos acontecimientos son los dos últimos actos heroicos en su carrera de Libertador. Hasta entonces había obrado inspirado por un genuino deseo de gloria, pero en lo sucesivo parece dominado por la ambición 197 de elevarse de rango de un semidiós cuya existencia mítica diera vida a una nación entera. Parece como si la contemplación de ese pináculo final de la fama oscureciera con un velo de irrealismo algunas de las más bellas cualidades de Bolívar. Una gran capacidad de organización se asociaba a un pensamiento político deficiente. La Constitución de 1826 es un plan utópico cuyos ideales son del pasado, en cambio, la Liga Americana de Naciones es una idea profética de las necesidades del futuro. Durante todas las fluctuantes circunstancias de la vida de Bolívar, encontramos ciertos elementos básicos de su pensamiento político que permanecieron inalterados en el tiempo: nacionalismo, republicanismo, centralismo, unidad el estado, sistema “mixto” de gobierno, separación y equilibrio de los poderes, senado vitalicio y hereditario, parlamento independiente, ejecutivo fuerte, eficaz y eficiente, rechazo al federalismo y respeto por las fuerzas culturales y religiosas de los diferentes pueblos que conformaban la América del Sur. A medida que Bolívar se fue formando esas ideas, subsistieron en su mente sin alteración, pero se combinaron de modo diferente en los diferentes periodos de su vida. Masur agrega además en su obra: “En la Constitución Boliviana hay un máximo de autoridad, estabilidad y seguridad, pero un mínimo de espontaneidad en la libre expresión de la voluntad del pueblo.” Aún en las postrimerías de su vida, Bolívar fue fiel a sus ideales republicanos y en especial de su “hija menor” como llamaba a la Constitución de Bolivia. En una carta enviada al Doctor Estanislao Vergara, Ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, fechada en el campo del Buijó, frente a Guayaquil el 13 de junio de 1829, mantenía su opinión que el tipo de gobierno que más le convenía a Colombia era el de un presidente vitalicio como la Constitución de Bolivia y un Senado hereditario como en Angostura y le manifestaba asimismo, la impracticabilidad de implantar una monarquía extranjera para suplantarlo a él en el gobierno de Colombia, en esa carta le expresa: Yo he dicho hasta ahora a Vds., si, si, a todo cuanto me han propuesto sin atreverme a dar mi opinión verdadera, temiendo que me interceptaran mi cartas y se prevalieran de ellas para hacer la guerra al mismo gobierno y alarmar la multitud contra el consejo. 198 Mi opinión es vieja, y por lo mismo creo haberla meditado mucho. Primero.- No pudiendo yo continuar por mucho tiempo a la cabeza del gobierno, luego que yo falte, el país se dividirá en medio de la guerra civil y de los desordenes más espantosos. Segundo.- Para impedir daños tan horribles que necesariamente debe de suceder antes de diez años es preferible dividir el país con legalidad en paz y buena armonía. Tercero.- Si los representantes del pueblo en el congreso juzgan esta providencia será bien aceptada por éste, deben verificarlo lisa y llanamente, declarando, al mismo tiempo, todo lo que es concerniente a los intereses y derechos comunes. Cuarto.- En el caso de que los representantes no se juzguen bastantemente autorizados para dar un paso tan importante, podrían mandar pedir el dictamen de los colegios electorales de Colombia, para que estos digan cual es su voluntad y sus deseos; y, conforme a ellos, dar a Colombia un gobierno. Quinto.-No pudiéndose adoptar ninguna de estas medidas porque el congreso se opone a ellas, en este extremo solamente debe pensarse en un gobierno vitalicio como el de Bolivia, con un Senado hereditario como propuse en Guayana. Esto es todo cuanto podemos hacer para consultar la estabilidad del gobierno, estabilidad que yo juzgo quimérica entre Venezuela y Nueva Granada, porque en ambos países existen antipatías que no se pueden vencer. El partido de Páez y el de Santander están en un punto completamente de acuerdo, aunque el resto del país se oponga a estas ideas. Bolívar en este documento, hace énfasis en que se debe consultar al pueblo en un referéndum sobre que tipo de gobierno desea tener, haciendo gala de su vocación democrática, y agrega, que en caso de que el Congreso de la República se oponga a esa medida, pues, se debería adoptar la Constitución Boliviana, incorporando el Senado vitalicio y hereditario que 199 propuso en Angostura. Y con respecto a establecer una monarquía en Colombia, Bolívar opinaba en esa misma carta lo siguiente: El pensamiento de una monarquía extranjera para sucederme en el mando, por ventajosa que fueran sus resultados, veo mil inconvenientes para conseguirla: Primero.-Ningún príncipe extranjero admitirá por patrimonio un principado anárquico y sin garantías. Segundo.-Las deudas nacionales y la pobreza del país no ofrecen medios para mantener un príncipe y una corte miserablemente. Tercero.-Las clases inferiores se alarmaran, temiendo los efectos de la aristocracia y de la desigualdad. Y cuarto.-Los generales y ambiciosos de todas condiciones no podrán soportar la idea de verse privados del mando supremo. Por las evidencias escritas presentadas, Bolívar tenía razón, proponer una monarquía para Colombia en ese momento, después de libertada de los españoles, de tantos años de luchas y de tanta sangre derramada, una vez establecida la República, era algo más que una simple herejía política y una afrenta a los pueblos libertados. No era posible concebir idea de monarquía en ese entonces, sin asociarla al despotismo, a la tiranía, y a la abyección y cuanto puede envilecer y degradar al ciudadano; no se podía formar idea de monarquía separadamente de estas anomalías; no se podía formar idea de monarca, sin la identificación y el recuerdo del déspota de Fernando VII, objeto de odio y aborrecimiento para los americanos del sur. En otra carta escrita al General Rafael Urdaneta del mismo 5 de agosto de 1829, le decía: Para el proyecto de monarquía no hay sujeto, porque yo no quiero ni quiere ningún príncipe de Europa subir a un cadalso regio; y si yo me olvidara alguna vez de lo que dije en Bolivia, tengo a mi lado a Iturbide que me lo recordará todos los días. 200 Esto es lo que conviene, mi amigo, al país, a Vd. y a mi. Digo a usted porque, aunque es el más comprometido, no deja de tener retirada en el día. Si usted no quiere salir de Colombia, váyase usted a Caracas y ayude usted a Páez a reunir las opiniones de Venezuela. Si quiere usted salir del país le ofreceré a usted la mitad de lo que tenga, y sobre esto debe usted contar como infalible. Mejor es estar tranquilo que vivir sobre el trono del universo. Posteriormente le escribió una carta a su edecán el General Daniel Florencio O`Leary, fechada en Guayaquil el 13 de septiembre de 1829, en donde le expresa que no sólo está en contra de la instauración de la monarquía en Colombia, sino tampoco con el establecimiento de un gobierno federal como el de los Estados Unidos, que es preferible en éste caso, adoptar el Corán que ese sistema tan liberal y tan perfecto: Yo no concibo que sea posible siquiera establecer un reino en un país que es constitutivamente democrático, porque las clases inferiores y más numerosas proclaman esta prerrogativa con derechos incontestables, pues la igualdad legal es indispensable donde hay desigualdad física, para corregir en cierto modo la injusticia de la naturaleza. Además, ¿quién puede ser rey en Colombia? Nadie, en mi parecer, porque ningún príncipe extranjero admitiría un trono rodeado de peligros y miserias; y los generales tendrían a menos someterse a un compañero y renunciar, para siempre, la autoridad suprema. El pueblo se alarmaría con esta novedad y se juzgaría perdido por la serie de consecuencias que deduciría de la estructura y base de este gobierno. Los agitadores conmoverían al pueblo con armas bien alevosas y su seducción sería invencible, porque todo conspira a odiar ese fantasma de tiranía que aterra con el nombre solo. La pobreza del país no permite la erección de un gobierno fastuoso y que consagra todos los abusos del lujo y la disipación. La nueva nobleza indispensable en una monarquía, saldría de la masa del pueblo, con todos los celos de una parte, y toda la altanería de la otra. Nadie sufriría sin impaciencia esta miserable aristocracia cubierta de pobreza e ignorancia y animada de pretensiones ridículas... No hablemos más por consiguiente de esta quimera. 201 Todavía tengo menos inclinación a tratar del gobierno federal; semejante forma social es una anarquía regularizada, o más bien es la ley que prescribe implícitamente la obligación de disociarse y arruinar el Estado con todos sus individuos: Yo pienso que mejor sería para la América adoptar el Corán que el gobierno de los Estados Unidos, aunque es el mejor del mundo. Aquí no hay que añadir más nada, sino echar la vista sobre esos pobres países de Buenos Aires, Chile, Méjico y Guatemala. También podemos nosotros recordar nuestros primeros años! Estos ejemplos solos nos dicen más que las bibliotecas…El Congreso constituyente tendrá que elegir una de dos resoluciones únicas que le queda en la situación de las cosas: 1ª.- La división de la Nueva Granada y Venezuela. 2ª.- La Creación de un gobierno vitalicio y fuerte. El 6 de diciembre de 1829, Bolívar escribe a Antonio Leocadio Guzmán, quien años antes le llevara a Lima la propuesta monárquica de Páez en 1825: Si algunas personas interpretan mi modo de pensar y en él apoyan sus errores, me es bien sensible, pero inevitable: con mi nombre se quiere hacer en Colombia el bien y el mal, y muchos lo invocan como el texto de sus disparates. No son pocos los que me han hablado de un sistema monárquico y en diferentes épocas, pero siempre he dicho francamente lo que pienso en tal asunto. La nación puede darse la forma que quiera, los pueblos han sido invitados de mil modos a expresar su voluntad y ella debe ser la única guía en las deliberaciones del congreso; pero persuádase usted y que se persuada todo el mundo que yo no seré el rey de Colombia ni por un extraordinario evento, ni me haré acreedor a que la posteridad me despoje del título de Libertador que me dieron mis conciudadanos y que halaga toda mi ambición... Dentro de la controversia de que si Bolívar era pro Monárquico o pro Republicano, una cosa si es cierta, Bolívar en sus discursos, proclamas e innumerables cartas nunca se pronunció abiertamente ni fehacientemente a favor de la instauración de una monarquía en las naciones 202 que libertó, prefería una República, pero una República bien ordenada como Maquiavelo, con un ejecutivo fuerte, con poderes regios como lo tenía el ejecutivo británico, en fin una entelequia: un “principado vitalicio” con rasgos de república que evitara la anarquía que pudiera surgir en un pueblo que no estaba preparado ni acostumbrado a vivir en un régimen puramente democrático y de libertades públicas, dado que nuestros pueblos, como él mismo lo afirmó en más de una oportunidad, por haber estado sometidos a la monarquía absoluta del reino de España por casi 300 años, no estaban todavía preparados para tal sistema ni tampoco para el sistema federal de gobierno que tan bien había funcionado para los Estados Unidos de América en ese entonces. Veamos como lo dijo el mismo Bolívar: Mas por halagüeño que parezca, y sea en efecto este magnifico sistema federativo, no era dado a los venezolanos gozarlo repentinamente al salir de las cadenas. No estábamos preparados para tanto bien; el bien, como el mal, da la muerte cuando es súbito y excesivo. Nuestra constitución moral no tenía todavía La consistencia necesaria para recibir el beneficio de un gobierno completamente representativo, y tan sublime que podía ser adaptado a una república de santos. Quizá este dilema le acompañó hasta el fin de sus días, tal vez, al hablarse de sistema monárquico, pudiera haber pensado en instaurar un sistema similar al del vecino país, Brasil y su primera constitución escrita de 1824, que conformó el Imperio del Brasil de Pedro I, elaborado según las prescripciones del pensador y revolucionario francés Benjamín Constant, que era mas bien una monarquía moderada y liberal con un legislativo muy similar al británico, con un senado vitalicio y hereditario y una cámara de representantes electos con el voto popular, sistema que funcionó perfectamente bien en el vecino país y garantizó su estabilidad política por casi 70 años hasta su transformación en República en 1889. Aún cuando Bolívar entró en Caracas con toda la gloria y el poder del mundo en 1813, después de haber sido proclamado como Libertador por la Campaña Admirable, manifestó fehacientemente su amor por la libertad y su vocación por los principios republicanos, cuando el 2 de enero de 1814, en el discurso pronunciado en el convento de los religiosos 203 Franciscanos, expresó que un “soldado feliz no adquiere ningún derecho para mandar a su patria”: Un soldado feliz no adquiere ningún derecho para mandar a su patria: No es el árbitro de las leyes ni del Gobierno; es el defensor de la libertad: Sus glorias deben de confundirse con las de la República; y su ambición debe quedar satisfecha al hacer la felicidad de su país. Y en el discurso pronunciado el 23 de enero de 1815, en Bogotá, con motivo de la instalación del Gobierno de las Provincias Unidas en dicha ciudad, expresó que la justicia es la reina de las virtudes republicanas, veamos: “La justicia es la reina de las virtudes republicanas, y con ellas se sostiene la igualdad y la libertad que son las columnas de este edificio.” 5.6. Bolívar y la separación y el equilibrio de los poderes. “Todos recibirán esta constitución como el arca de la alianza y como la transacción de la Europa con la América, del ejercito con el pueblo, de la democracia con la aristocracia y del imperio con la república. Todos me dicen que mi constitución va a ser el gran móvil de nuestra reforma social.” Bolívar al igual que Maquiavelo y Polibio con anterioridad era partidario y proclive de instaurar en la nacientes naciones de Iberoamérica sistemas mixtos, eclécticos o “híbridos” de gobierno que incorporaran el elemento monárquico, el aristocrático y el popular; sistemas que habían sido elogiado a su vez tanto por Maquiavelo, como también por James Harrington, Montesquieu y Rousseau durante los siglos XVII y XVIII. Y que según estos pensadores garantizarían a una naciente República, la mayor estabilidad y felicidad política posible. La tesis original de Polibio y posteriormente la misma de Maquiavelo, estribaba que todas las constituciones simples, por el hecho de serlo, son malas (inclusive las rectas); pues siempre se corrompían y derivaban en otro sistema, por consiguiente eran todas formas inestables. ¿Cuál era el remedio?, pues las constituciones mixtas, es decir, una constitución que sea producto del arreglo ecléctico entre las tres formas clásicas: monarquía, aristocracia y democracia. Apreciémoslo en las propias palabras de Polibio y Maquiavelo: 204 En efecto, debemos de considerar óptima la constitución que se integre de las características de las tres formas citadas. Ciertamente Licurgo había llegado a comprender que todos los trastornos que hemos dicho eran naturalmente inevitables. Se hallaba persuadido que toda especie de gobierno simple y constituida sobre una sola autoridad era peligrosa, por degenerar rápidamente en el vicio familiar y consiguiente a su naturaleza. A la manera que el orín en el hierro y la polilla y la carcoma a la madera son pestes connaturales que, sin necesidad de otros males externos corroen estos cuerpos, porque fomentan en sí mismos la causa de su destrucción, de igual modo cada especie de gobierno alimenta dentro de sí un cierto vicio que es la causa de su ruina. Según Bobbio, en este caso Polibio en el libro VI de sus Historias, da una definición, que se volvió clásica, del gobierno mixto y de su funcionamiento en la descripción del remedio que Licurgo tuvo que establecer en Esparta para resolver el inconveniente de la “inseguridad”. Licurgo formó una república no simple ni uniforme, sino compuesta de lo bueno y lo peculiar que encontró en los mejores gobiernos y para que ninguna potestad saliese de su esfera y degenerase en el vicio connatural. En una república estaban contrapesadas entre sí las autoridades para que la una no hiciese ceder ni declinar demasiado a la otra, sino que todas se hallasen en equilibrio y balanza a la manera del barco que por todas partes es impelido igualmente de los vientos. El miedo del pueblo que tenía su buena parte en el gobierno contenía la soberbia de los reyes. Al pueblo para que no se atreviese contra el decoro de los reyes, refrenaba el respeto del Senado, cuerpo formado de gentes escogidas y virtuosas, que siempre se habían de poner de parte de la justicia. De suerte que la parte más débil, pero que conservaba en vigor la disciplina, venia a ser la más fuerte y poderosa con la agregación y contrapeso del Senado. 205 Para Maquiavelo al igual que Polibio, los sistemas simples de gobiernos son también inestables y por consiguiente poco duraderos, por tanto recomienda la adopción de un sistema mixto de gobierno que le garantizase a las nacientes naciones su estabilidad y su perdurabilidad en el tiempo: Añado además, que todas estas formas son pestíferas, pues las buenas tienen una vida muy breve, y las malas son de por sí perversas. De modo que conociendo este defecto, los legisladores prudentes huyen de cada de estas formas en estado puro, eligiendo un tipo de gobierno que participe de todas, juzgándolo más firme y más estable, pues así cada poder controla a los otros, y en una misma ciudad se mezclan el principado, la aristocracia y el gobierno popular. Para Maquiavelo, las formas simples de gobierno pueden ocasionar grandes daños, las buenas porque tienen muy corta duración, y las malas porque son perversas por sí mismas y en el paso de una forma a otra se producen grandes revueltas y revoluciones en las ciudades que las padecen. Así, Maquiavelo considera que la mejor forma de gobierno es el “gobierno mixto” o ecléctico, puesto que sintetiza y agrupa las formas buenas de gobierno y no sólo porque resulta más firme, sino también más estable, pues existe un control mutuo o de “frenos” y “balances” [Checks and Balances], entre el principado, la aristocracia y el gobierno popular. Para mostrar esto, al igual que Polibio, toma como ejemplo a Esparta, que vivió cerca de ochocientos años, mientras que Atenas, con un gobierno popular puro, no duró más de un siglo, veamos como lo expresa Maquiavelo: Entre los que merecieron más alabanzas por haber dado constituciones de este tipo mixto se encuentra Licurgo, que ordenó las leyes de Esparta de manera que, dando su parte de poder al rey, a los nobles y al pueblo, construyó un estado que duró más de ochocientos años, con suma gloria para él y quietud para su ciudad. Sucede lo contrario con Solón, el que dio leyes a Atenas, pues organizándolo todo según gobierno exclusivamente popular, lo construyó de vida tan breve que antes de morir vio como nacía la tiranía de Pisístrato, y aunque cuarenta años más tarde fueron expulsados sus herederos y volvió 206 Atenas a su libertad, al volver a tomar un gobierno popular según el modelo de Solón, no lo mantuvo más de cien años. El elogio de Maquiavelo en sus Discursos a Licurgo y a la constitución de Esparta, lo expresó también Bolívar de casi de igual manera en su discurso ante el Congreso de Angostura el 15 de febrero de 1819: Que la historia nos sirva de guía en esta carrera. Atenas, la primera, nos da el ejemplo más brillante de una democracia absoluta, y al instante, la misma Atenas, nos ofrece el ejemplo más melancólico de la extrema debilidad de esta especie de gobierno. El más sabio legislador de Grecia no vio conservar su República diez años, y sufrió la humillación de reconocer la insuficiencia de la democracia absoluta para regir ninguna especie de sociedad, ni con la más culta, morígera y limitada, porque sólo brilla con relámpagos de libertad. Reconozcamos, pues, que Solón ha desengañado al mundo; y le ha enseñado cuán difícil es dirigir por simples leyes a los hombres. La República de Esparta, que parecía una invención quimérica, produjo más efectos reales que la obra ingeniosa de Solón. Gloria, virtud moral, y, por consiguiente, la felicidad nacional, fue el resultado de la legislación de Licurgo. Además para Maquiavelo, el prototipo ideal de república bien organizada y estable, era el sistema mixto de la República romana, a la que denominó “república perfecta”: Y así, aunque los reyes perdieron el poder por razones y motivos similares a los que hemos expuesto, los mismos que les habían depuesto crearon inmediatamente dos cónsules que ocupasen el lugar correspondiente al rey, desterrando de Roma el nombre, mas no la potestad regia; de este modo, existiendo en aquella República los cónsules y el senado, venia a ser una mezcla de sólo dos de los tres gobiernos citados: Monarquía y Aristocracia. Sólo le quedaba dar su parte al gobierno popular, y entonces, habiéndose vuelto insolente la nobleza romana por las causas que comentaremos más adelante, el pueblo se sublevó contra ella, de manera, que para no perderlo todo, se vio 207 obligada a conceder su parte al pueblo, aunque el senado y los cónsules conservaron la suficiente autoridad como para mantener su posición en la república. Y así fueron creados los tribunos de la plebe, después de lo cual fue mucho más estable aquel estado participando de las tres formas de gobierno. Y tan favorable le fue la fortuna, que aunque pasó de la monarquía y la aristocracia al poder popular, en la forma y por las causas descritas mas arriba, no por eso se arrebató toda la autoridad a la corona para darla a los nobles, ni se anuló enteramente la autoridad de los nobles para darla al pueblo, sino que permaneciendo mezcladas, compusieron una república perfecta, llegando a esa perfección gracias a la desunión entre la plebe y el senado, como se demostrará ampliamente en los capítulos siguientes. Bolívar como ya hemos mencionado, en casi todos sus escritos y declaraciones de importancia, en especial en su Carta de Jamaica, (1815), en su Discurso ante el Congreso de Angostura, (1819) y su Mensaje al Congreso Constituyente de Bolivia, (1826), manifiesta su clara inclinación hacia un sistema mixto de gobierno, a pesar de que lo niega sin enfatizar en un párrafo de su misma Carta de Jamaica. Bolívar aspiraba a constituir en Colombia la Grande, una República como la romana o similar a lo que tenía de republicano la Monarquía Inglesa del momento, que poseyera al elemento monárquico, al aristocrático y el segmento popular, como lo fue en sus tiempos la mencionada República romana, y que tanto preconizara Maquiavelo como modelo de estabilidad y seguridad política y a la que denominó “república perfecta”. Bolívar estaba consciente de las características específicas de los pueblos latinoamericanos, que contenían en su seno elementos monárquicos y aristocráticos con los blancos españoles y en los “mantuanos” o “blancos criollos” y el fragmento popular en los “pardos” [mezcal racial de blancos, negros e indios] y esclavos, que debían ser libertados y, con la combinación de esos tres sistemas, pensaba dar participación política y “equilibrio político” a cada uno de esos sectores de la sociedad venezolana y sur americana de la época para evitar el conflicto entre las diferentes clases sociales que devendría irremisiblemente en la tiranía o en la anarquía y la guerra civil de prevalecer uno de esos sectores mencionados sobre los otros. 208 Bolívar mediante este sistema mixto de gobierno buscaba una República bien organizada, [republica bene ordinata] con perfecto equilibrio de poderes, el vivere civile, y el vivere libere, la participación ciudadana, leyes justas y suaves que garantizasen el mayor grado de felicidad, el mayor grado de estabilidad política y el mayor grado de seguridad posible como lo dijera en sus propias palabras en su Discurso ante el Congreso de Angostura: “El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política.” No se puede entonces hablar de Bolívar republicano puro ni de monárquico “Estrictu Sensu”. Bolívar como anteriormente Polibio, Maquiavelo, Harrington, Montesquieu y Rousseau, estaba consciente de la debilidad intrínseca de los sistemas simples de gobierno, bien sea la democracia absoluta, la libertad absoluta o la monarquía absoluta, conocía de que cada uno de ellos llevaba dentro de sí mismo el germen de su propia destrucción, y su derivación natural en sistemas opuestos anárquicos e indeseables. Bolívar como Maquiavelo preconizaba gobiernos acordes con las características propias de los pueblos y de los tiempos, gobiernos fuertes y estables, que pudieran garantizar, la libertad, la estabilidad y la seguridad de los pueblos recién liberados de la monarquía española. Analicemos algunos de sus pensamientos que confirmarían la tesis anteriormente formulada: 5.6.1. Algunas ideas políticas plasmadas en la Carta de Jamaica del 6 de septiembre de 1815. Yo considero el estado actual de América, como cuando desplomado el imperio romano cada desmembración formó un sistema político, conforme a sus intereses y situación, o siguiendo la ambición particular de algunos jefes, familias o corporaciones, con esta notable diferencia, que aquellos miembros dispersos volvían a restablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que exigían las cosas o los sucesos; mas nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos indios, ni europeos, sino una especie mezcla entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles; en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento, y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar a éstos a los del país, y 209 que mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallemos en el caso más extraordinario y complicado. Los acontecimientos de la tierra firme nos han probado que las instituciones perfectamente representativas no son adecuadas a nuestro carácter, costumbres y luces actuales. En Caracas el espíritu de partido tomó su origen en las sociedades, asambleas y elecciones populares; y estos partidos nos tornaron a la esclavitud. Y así como Venezuela ha sido la república americana que más se ha adelantado en sus instituciones políticas, también ha sido el más claro ejemplo de la ineficacia de la forma demócrata y federal para nuestros nacientes Estados. Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Aunque aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran República; como es imposible, no me atrevo a desearlo; y menos deseo aún una monarquía universal de América, porque este proyecto sin ser útil, es también imposible. Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una República central, cuya capital sea Maracaibo o una nueva ciudad que con el nombre de Las Casas (en honor de este héroe de la filantropía), se funde entre los confines de ambos países, en el soberbio puerto de Bahía Honda…Esta nación se llamaría Colombia como tributo de justicia y gratitud al creador de nuestro hemisferio. Su gobierno podrá imitar al inglés; con la diferencia de que en lugar de un rey habrá un poder ejecutivo, electivo, cuando más vitalicio, y jamás hereditario si se quiere república, una cámara o senado legislativo hereditario, que en las tempestades políticas se interponga entre las olas populares y los rayos del gobierno, y un cuerpo legislativo de libre elección, sin otras restricciones que las de la Cámara Baja de Inglaterra. Esta constitución participaría de todas las formas y yo deseo que no participe de todos los vicios. 210 5.6.2. Algunas ideas Políticas y sistema de gobierno propuesto por Bolívar en su Discurso ante el Congreso de Angostura del 15 de febrero de 1819. El Discurso ante el Congreso de Angostura, es la obra cumbre de Simón Bolívar como estadista y fundador de naciones, allí propone una República democrática y liberal, un sistema “mixto” de gobierno, con separación y equilibrio de poderes, y quizás con excepción del anacronismo el Senado vitalicio y hereditario, no tendría nada que envidiarle a ninguna Constitución moderada y moderna vigente, veamos: Un gobierno republicano ha sido, es, y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios. Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas. Luego, extendiendo la vista sobre el vasto campo que nos falta por recorrer, fijemos la atención sobre los peligros que debemos evitar. La Constitución Romana es la que mayor poder y fortuna ha producido a ningún pueblo del mundo; allí no había una exacta distribución de los poderes. Los Cónsules, el Senado, el Pueblo, ya eran Legisladores, ya magistrados, ya Jueces; todos participaban de todos los poderes. El Ejecutivo, compuesto de dos Cónsules, padecía el mismo inconveniente que el de Esparta. A pesar de su deformidad no sufrió la República la desastrosa discordancia que toda previsión habría supuesto inseparable de una magistratura compuesta de dos individuos, igualmente autorizados con las facultades de un monarca. Aquí es el lugar de repetiros, legisladores, lo que os dice el elocuente Volney en la dedicatoria de su Ruinas de Palmira: «A los pueblos nacientes de las Indias Castellanas, a los jefes generosos que los guían a la libertad: que los errores e infortunios del mundo antiguo enseñen la sabiduría y la felicidad al mundo nuevo». Que no se pierdan, pues, las lecciones de la experiencia; y que las secuelas de Grecia, de Roma, de Francia, de Inglaterra y de América nos instruyan en la difícil ciencia de crear y conservar las naciones con leyes 211 propias, justas, legítimas, y sobre todo útiles. No olvidando jamás que la excelencia de un gobierno no consiste en su teórica, en su forma, ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación para quien se instituye. Roma y la Gran Bretaña son las naciones que más han sobresalido entre las antiguas y modernas; ambas nacieron para mandar y ser libres; pero ambas se constituyeron no con brillantes formas de libertad, sino con establecimientos sólidos. Así, pues, os recomiendo, representantes, el estudio de la Constitución británica, que es la que parece destinada a operar el mayor bien posible a los pueblos que la adoptan; pero por perfecta que sea, estoy muy lejos de proponeros su imitación servil. Cuando hablo del Gobierno británico sólo me refiero a lo que tiene de republicanismo, y a la verdad ¿puede llamarse pura monarquía un sistema en el cual se reconoce la soberanía popular, la división y el equilibrio de los poderes, la libertad civil, de conciencia, de imprenta, y cuanto es sublime en la política? ¿Puede haber más libertad en ninguna especie de república? ¿y puede pretenderse a más en el orden social? Yo os recomiendo esta Constitución popular, la división y el equilibrio de los poderes, la libertad civil, de como la más digna de servir de modelo a cuantos aspiran al goce de los derechos del hombre y a toda la felicidad política que es compatible con nuestra frágil naturaleza. En este proyecto de Constitución de 1819, Bolívar propuso una República democrática y liberal, y, como dijimos, es la obra cumbre de su obra política como estadista, recomienda prácticamente la adopción de un sistema de “gobierno mixto”, compuesto del elemento monárquico, el aristocrático y el popular. Como Montesquieu, Bolívar plantea la separación y el equilibrio de los poderes, una República “moderada”. También plantea la necesidad de un ejecutivo fuerte similar al ejecutivo británico, reniega del sistema federal y recomienda la adopción de un gobierno central y la creación de un cuarto poder o poder moral. Veamos como lo expresa en sus propias palabras: 212 Por más que se examine la naturaleza del Poder Ejecutivo en Inglaterra, no se puede hallar nada que no incline a juzgar que es el más perfecto modelo, sea para un Reino, sea para una Aristocracia, sea para una democracia. Aplíquese a Venezuela este Poder Ejecutivo en la persona de un Presidente, nombrado por el Pueblo o por sus Representantes, y habremos dado un gran paso hacia la felicidad nacional. El Soberano de Inglaterra tiene tres formidables rivales: su Gabinete que debe responder al Pueblo y al Parlamento; el Senado, que defiende los intereses del Pueblo como Representante de la Nobleza de que se compone, y la Cámara de los Comunes, que sirve de órgano y de tribuna al pueblo británico. Además, como los jueces son responsables del cumplimiento de las leyes, no se separan de ellas, y los administradores del Erario, siendo perseguidos no solamente por sus propias infracciones, sino aun por las que hace el mismo gobierno, se guardan bien de malversar los fondos públicos. Abandonemos las formas federales que no nos convienen; abandonemos el triunvirato del Poder Ejecutivo; y concentrándolo en un presidente, confiémosle la autoridad suficiente para que logre mantenerse luchando contra los inconvenientes anexos a nuestra reciente situación, al estado de guerra que sufrimos, y a la especie de los enemigos externos y domésticos, contra quienes tendremos largo tiempo que combatir. Bolívar no especifica claramente en el Discurso de Angostura si el poder ejecutivo propuesto, representado por un Presidente de la República, como en los Estados Unidos de América, debía ser electivo por periodos alternativos o vitalicio como en la constitución de Bolivia, se infiere por las cartas del General Daniel Florencio O`Leary que éste debería ser electivo y renovado cada cuatro (04) años. En Angostura, Bolívar recomienda también un poder legislativo con dos cámaras: la primera la del Senado vitalicio y hereditario, y una cámara de representantes del pueblo. He aquí el elemento aristocrático de su constitución “mixta”, el gobierno de los mejores (boni hommi) como diría Maquiavelo: la sugerencia del Senado vitalicio y hereditario, fue muy 213 criticada por sus opositores en ese entonces y posteriormente hasta en la comtenporaneidad, debido a que no fue bien comprendido por haberse creído que se trataba de establecer una nueva nobleza en Venezuela. Aún más, nos atrevemos a afirmar, que esa propuesta aún hoy en día, no ha sido bien comprendida. En nuestro parecer, lo que Bolívar pretendía realmente era el establecimiento de un Senado como en la República Romana o la Cámara de los Lores en Inglaterra, institución republicana en esencia, que había hecho grandes a ambas naciones, un contrapeso entre el poder ejecutivo y los representantes del pueblo, como bien lo expresó Polibio al hacer referencia a Licurgo y a la Constitución de Esparta, también como lo expresó Maquiavelo en el Libro I, capítulos IV y VI de los Discursos e igualmente como lo recomendado por Montesquieu en su obra Del Espíritu de la Leyes, veámoslo a continuación: Se puede establecer un cuerpo fijo que constituya por sí mismo la norma de las costumbres; un Senado al que den acceso la edad, la virtud, la gravedad y los servicios, cuyos miembros, expuestos a la vista del pueblo como simulacro de los dioses, inspiren sentimientos que se propagaran al seno de todas las familias. Es preciso, sobre todo, que dicho Senado se guíe por las instituciones antiguas y actué de manera que el pueblo y los magistrados no se aparten nunca de ellas. En lo que se refiere a las costumbres, es una ventaja conservar las antiguas. Los pueblos corrompidos hacen rara vez grandes cosas… Se ha discutido si los miembros del Senado de que hablamos deben ser vitalicios o temporales. Sin duda deben ser vitalicios, como se practicaba en Roma, en Lacedemonia e incluso en Atenas, pues no hay que confundir lo que se llamaba Senado en Atenas, cuerpo que cambiaba cada tres meses con el Areópago, cuyos miembros se nombraban con carácter vitalicios como modelos perpetuos. La máxima general es: en un Senado, que ha de ser la norma y, por decirlo así, el depósito de las costumbres, los senadores deben de ser elegidos 214 con carácter vitalicio; en un Senado constituido para preparar o negocios del Estado, los senadores pueden cambiar. Dice Aristóteles que el espíritu envejece como el cuerpo. Esa reflexión es valida aplicada a un funcionario único, pero no puede aplicarse a una asamblea de senadores. Apreciémoslo en palabras del mismo Bolívar en su Discurso ante el Congreso de Angostura, muy similares a las de Polibio en el libro VI de sus Historias: En nada alteraríamos nuestras leyes fundamentales, si adoptásemos un Poder Legislativo semejante al Parlamento británico. Hemos dividido como los americanos la representación nacional en dos Cámaras: la de Representantes y el Senado. La primera está compuesta muy sabiamente, goza de todas las atribuciones que le corresponden y no es susceptible de una reforma esencial, porque la Constitución le ha dado el origen, la forma y las facultades que requiere la voluntad del pueblo para ser legítima y competentemente representada. Si el Senado en lugar de ser electivo fuese hereditario, sería en mi concepto la base, el lazo, el alma de nuestra República. Este Cuerpo en las tempestades políticas pararía los rayos del gobierno, y rechazaría las olas populares. Adicto al gobierno por el justo interés de su propia conservación, se opondría siempre a las invasiones que el pueblo intenta contra la jurisdicción y la autoridad de sus magistrados. (Las cursivas son nuestras) Debemos confesarlo: los más de los hombres desconocen sus verdaderos intereses y constantemente procuran asaltarlos en las manos de sus depositarios; el individuo pugna contra la masa, y la masa contra la autoridad. Por tanto, es preciso que en todos los gobiernos exista un cuerpo neutro que se ponga siempre de parte del ofendido y desarme al ofensor. Este cuerpo neutro, para que pueda ser tal, no ha de deber su origen a la elección del gobierno, ni a la del pueblo; de modo que goce de una plenitud de independencia que ni tema, ni espere nada de estas dos fuentes de autoridad. El Senado hereditario como parte del pueblo, participa de sus intereses, de sus sentimientos y de su espíritu. Por 215 esta causa no se debe presumir que un Senado hereditario se desprenda de los intereses populares, ni olvide sus deberes legislativos. Los senadores en Roma, y los lores en Londres, han sido las columnas más firmes sobre que se ha fundado el edificio de la libertad política y civil. Estos senadores serán elegidos la primera vez por el Congreso. Los sucesores al Senado llaman la primera atención del gobierno, que debería educarlos en un colegio especialmente destinado para instruir aquellos tutores, legisladores futuros de la patria. Aprenderían las artes, las ciencias y las letras que adornan el espíritu de un hombre público; desde su infancia ellos sabrían a qué carrera la Providencia los destinaba y desde muy tiernos elevarían su alma a la dignidad que los espera. De ningún modo sería una violación de la igualdad política la creación de un Senado hereditario; no es una nobleza la que pretendo establecer, porque, como ha dicho un célebre republicano, sería destruir a la vez la igualdad y la libertad. Es un oficio para el cual se deben preparar los candidatos, y es un oficio que exige mucho saber, y los medios proporcionados para adquirir su instrucción. Todo no se debe dejar al acaso y a la ventura en las elecciones: el pueblo se engaña más fácilmente que la naturaleza perfeccionada por el arte; y aunque es verdad que estos senadores no saldrían del seno de las virtudes, también es verdad que saldrían del seno de una educación ilustrada. José Gil Fortoul en su obra Historia Constitucional de Venezuela (1909), llama a la propuesta de Bolívar de crear un Senado vitalicio y hereditario, de “mera ideología” y “especulación filosófica”: Mera ideología, sin duda, que no tuvo entonces, como lo demostró la deliberación del Congreso, ni tiene hoy ninguna probabilidad de realizarse en América; pero es forzoso admirar de todos modos al grande espíritu que se adelantaba a su tiempo en la especulación filosófica, planteando ya el problema de las selecciones sociales. ¿Hubiera acaso el principio hereditario conservado la casta de hombres ‘virtuosos, prudentes y esforzados’ que promovieron la 216 independencia, y los hubiera apartado de la desorganizadora contienda de la guerra civil? Tal es el secreto del pasado, así como es todavía el secreto del porvenir averiguar cómo se efectuara la selección social y política en las democracias modernas... Para Gerhard Masur en su biografía de Bolívar (1971), considera que este Senado vitalicio y hereditario propuesto por Bolívar en su Discurso ante el Congreso de Angostura, no “podía conciliarse con los principios democráticos”: Esta forma de congregar al Senado hereditario estaba tomada en parte del Estado de Platón y de manera considerable de la Iglesia Católica. Las ideas de Bolívar se aproximaban a las de Napoleón y anticipaban algo del sistema fascista. Se defendió de la acusación de que quería crear una nueva nobleza, alegando que la dignidad de Senador no era título, sino un cargo para cuyo desempeño debían prepararse los aspirantes. Aunque Bolívar no deseaba crear una nueva nobleza, sí pensaba formar una selección que, con el curso del tiempo, podría convertirse en un patriciado americano. Aquí esta el punto flaco del pensamiento de Bolívar. Este senado no podía conciliarse con los principios democráticos. Para Salvador de Madariaga en su Biografía de Bolívar (1951), considera que el Estado naciente, bajo los principios del proyecto de Constitución de Angostura, hubiese comenzado su vida independiente “bajo mejores auspicios”: Cabe dudar de la eficacia de algunas de estas ideas, y de la posibilidad de aplicar otras; pero todo este conjunto revela un espíritu positivo, libre de la retórica superficial de los más de los políticos que lo rodeaban; y si el Congreso de Angostura le hubiera escuchado, concediéndole la realeza sin Corona y el Senado hereditario que solicitaba, el Estado naciente hubiera comenzado su vida de independencia bajo mejores auspicios pues, con todos sus defectos, Bolívar era un gran espíritu. 217 Bolívar en respuesta a las críticas formuladas a su Senado vitalicio y hereditario y el poder moral, le escribe una carta a un amigo, el señor Guillermo White, en donde le da su explicación de porque debe adoptarse en la naciente República, un Senado vitalicio y hereditario y un poder moral: Aprovecho la oportunidad de dirigir a Vd. mi discurso al congreso, reimpreso en Bogotá, para que lo mire con más indulgencia que antes. Me parece que Vd. me criticó la creación de un senado hereditario, y la educación de los senadores futuros. Lo primero esta de acuerdo con la práctica de todas las repúblicas democráticas y lo segundo, me parece que no está de acuerdo con la razón. La educación forma al hombre moral, y para formar un legislador se necesita ciertamente educarlo en una escuela de moral, de justicia y de leyes: Vd. me cita a Inglaterra, como un ejemplo contrario a mi establecimiento, pero ¿en Inglaterra no se deja de hacer mucho bueno? En cuanto a mi senado diré que no es una aristocracia, ni una nobleza constituidas, la primera sobre el derecho de mandar la República, y la segunda sobre privilegios ofensivos. El oficio de mi Senado es temperar la democracia absoluta; es mezclar la forma de un gobierno absoluto, con una institución moderada; porque ya es un principio recibido en la política, que tan tirano es el gobierno democrático absoluto, como un déspota; así sólo un gobierno temperado puede ser libre. ¿Cómo quiere Vd. que yo tempere esta democracia, sino con una institución aristocrática? Ya que no podemos mezclar la forma monárquica con la popular, que hemos adoptado, debemos por lo menos hacer que haya en la república un cuerpo inalterable que le asegure su estabilidad, pues sin estabilidad todo principio político se corrompe y termina siempre por destruirse. Bolívar cuando recomendó la adopción de un senado vitalicio y hereditario estaba pensando en su sana obsesión de la necesidad de la estabilidad política de un gobierno republicano. Estaba pensando en Tucídides, Licurgo, Polibio y Maquiavelo cuando expresa fehacientemente en su carta que “tan tirano es el gobierno democrático absoluto, como un déspota”. El autor infiere que se refería Bolívar a la oclocracia mencionada por Polibio en sus Historias y la anarquía y a los tumultos que se produjeron en Atenas cuando disfrutó de la 218 democracia absoluta que la condujo al despotismo de la masa popular u oclocracia a la muerte de Pericles, (430 A. C.) que fue la causante de su propia destrucción; lo que ameritaba como recomendaban Polibio y Maquiavelo la adopción de un gobierno Mixto, de monarquía, aristocracia y gobierno popular, un sistema de frenos y balanzas que impidiera la anarquía y la tiranía que se derivaba de la tendencia natural de esos cuerpos por separado de hacerse con el poder absoluto en un Estado o en una ciudad. Apreciemos como lo dice Bolívar en sus propias palabras: Los establecimientos de los antiguos nos prueban que lo hombres pueden ser regidos por los preceptos más severos. Todo el cuerpo de la historia manifiesta que los hombres se someten a cuanto un hábil legislador pretende de ellos y a cuanto una fuerte magistratura le aplica. Dracón dio leyes de sangre a Atenas, y Atenas las sufrió, y aún observó hasta que Solón quiso reformarlas. Licurgo estatuyó en Esparta lo que Platón no se habría atrevido a soñar en su República si no hubiese tenido por modelo al legislador de Esparta. ¡A qué no se han sometido los hombres y a qué no están sometidos aún! Si hay alguna violencia justa, es aquella que se emplea en hacer a los hombres buenos y por consiguientes felices, y no hay libertad legitima sino cuando ésta se dirige honrar la humanidad, y a perfeccionarle su suerte. Todo lo demás es de pura ilusión, y quizá de una ilusión perniciosa. Se hace evidente entonces y de acuerdo a algunos de los escritos de Bolívar, que él al igual que James Harrington (1656) en su Obra The Commonwealth of Oceana, pensaba que existía y existe evidentemente aunque parezca “clasista”, una “aristocracia natural”. Que todos los hombres teóricamente somos iguales ante la ley, y tal vez ante Dios, pero somos por naturaleza diferentes en constitución mental y talentos, sabemos sin lugar a dudas que no todo el mundo es un Moisés, un Licurgo, un Solón, un Julio César, un Napoleón, un Newton, un Mozart, un Beethoven, un Washington, un Bolívar, un Lincoln, un Bismarck, un Pasteur, una Marie-Curie o un Einstein, etc…etc. Bolívar pensaba que primero los “libertadores”, luego los equivalentes a los eupatridas atenienses: los venezolanos de la época pertenecientes a la casta “mantuana”, a la cual él mismo pertenecía, que conformaban la “aristocracia” venezolana del momento, los bon hommi, Los Gonfalonieri de Maquiavelo, la gente pudiente y adinerada que 219 podía costearse una educación ilustrada y en Europa como pasó con él mismo, debían de conformar ese naciente Senado. De allí por supuesto debían salir esos nuevos senadores que conformarían ese inédito cuerpo de legisladores que conformarían el Senado vitalicio y hereditario de la nueva República, pues según sus mismas palabras sólo los hombres virtuosos e ilustrados “constituyen” las Repúblicas, y sólo ellos con su educación, “ilustración” y buenas costumbres serían capaces de formular buenas leyes a favor del pueblo y del colectivo. La idea era dar participación política a todos los sectores de la sociedad venezolana de la época sin excepciones tanto a la aristocracia “mantuana”, como el pueblo y con sus “enfrentamientos y choques naturales” de acuerdo a lo dicho por Maquiavelo en sus Discursos, dieran origen a buenas leyes y en consecuencia a un sistema estable y perdurable, que era una de las obsesiones de Bolívar con respecto a las nacientes naciones, el continente. Evaluémoslo en las palabras del propio Bolívar: Por otra parte, los Libertadores de Venezuela son acreedores a ocupar siempre un alto rango en la República que les debe su existencia. Creo que la posteridad vería con sentimiento, anonadados los nombres ilustres de sus primeros bienhechores; digo más, es del interés público, es de la gratitud de Venezuela, es del honor nacional, conservar con gloria hasta la última posteridad, una raza de hombres virtuosos, prudentes y esforzados que superando todos los obstáculos, han fundado la República a costa de los más heroicos sacrificios. Y si el pueblo de Venezuela no aplaude la elevación de sus bienhechores, es indigno de ser libre, y no lo será jamás. Un Senado hereditario, repito, será la base fundamental del Poder Legislativo y, por consiguiente, será la base de todo gobierno. Igualmente servirá de contrapeso para el gobierno y para el pueblo; será una potestad intermediaria que embote los tiros que recíprocamente se lanzan estos eternos rivales. En todas las luchas la calma de un tercero viene a ser el órgano de la reconciliación, así el Senado de Venezuela será la traba de este edificio delicado y harto susceptible de impresiones violentas; será el iris que calmará 220 las tempestades y mantendrá la armonía entre los miembros y la cabeza de este cuerpo político. Con respecto a su opinión sobre la “aristocracia natural”, Bolívar expresaba en su Discurso ante el Congreso de Angostura lo siguiente: La naturaleza hace a los hombres desiguales, en genio, temperamento, fuerzas y caracteres. Las leyes corrigen esta diferencia porque colocan al individuo en la sociedad para que la educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y social. Es una inspiración eminentemente benéfica, la reunión de todas las clases en un Estado, en que la diversidad se multiplicaba en razón de la propagación de la especie. Por este solo paso se ha arrancado de raíz la cruel discordia. ¡Cuántos celos, rivalidades y odios se han evitado! Los ciudadanos de Venezuela gozan todos por la Constitución, intérprete de la naturaleza, de una perfecta igualdad política. Cuando esta igualdad no hubiese sido un dogma en Atenas, en Francia y en América, deberíamos nosotros consagrarlo para corregir la diferencia que aparentemente existe. Mi opinión es, legisladores, que el principio fundamental de nuestro sistema, depende inmediata y exclusivamente de la igualdad establecida y practicada en Venezuela. Que los hombres nacen todos con derechos iguales a los bienes de la sociedad, está sancionado por la pluralidad de los sabios; como también lo está que no todos los hombres nacen igualmente aptos a la obtención de todos los rangos; pues todos deben practicar la virtud y no todos la practican; todos deben ser valerosos, y todos no lo son; todos deben poseer talentos, y todos no lo poseen. De aquí viene la distinción efectiva que se observa entre los individuos de la sociedad más liberalmente establecida. Si el principio de la igualdad política es generalmente reconocido, no lo es menos el de la desigualdad física y moral. 221 Bolívar, en una carta dirigida a su ex primer edecán el General Daniel Florencio O`Leary, fechada en Guayaquil el 13 de septiembre de 1829, también hace una observación sobre las desigualdades de los hombres: Yo no concibo que sea posible siquiera establecer un reino en un país que es constitutivamente democrático, porque las clases inferiores y las más numerosas reclaman esa prerrogativa con derechos incontestables, pues la igualdad legal es indispensable donde hay desigualdad física, para corregir en cierto modo la injusticia de la naturaleza. Maquiavelo consideraba que de los conflictos que se originaban de las diferencias de opinión y las controversias entre el Senado Romano y la Plebe, surgían finalmente buenas leyes que le dieron al sistema político romano, una gran estabilidad que la hizo perdurar en el tiempo, tal vez esta circunstancia hizo que Bolívar insistiera a lo largo de toda su vida en la adopción por parte de Colombia de un Senado Vitalicio y Hereditario. Estudiemos primero la expresión de Maquiavelo: No se puede llamar en modo alguno, desordenada una república donde existieron tantos ejemplos de virtud, porque los buenos ejemplos nacen de la buena educación, la buena educación de las buenas leyes, y las buenas leyes de esas diferencias internas que muchos, desconsideradamente, condenan, pues quien estudie el buen fin que tuvieron encontrará que no engendraron exilios ni violencias en perjuicio del bien común, sino leyes y ordenes en beneficio de la libertad pública. Y ahora veámoslo en palabras del propio Bolívar: Ningún estímulo podrá adulterar un Cuerpo Legislativo investido de los primeros honores, dependiente de sí mismo, sin temer nada del pueblo, ni esperar nada del gobierno, que no tiene otro objeto que el de reprimir todo principio de mal y propagar todo principio de bien; y que está altamente interesado en la existencia de una sociedad en la cual participa de sus efectos funestos o favorables. Se ha dicho con demasiada razón que la Cámara alta de 222 Inglaterra, es preciosa para la nación porque ofrece un baluarte a la libertad, y yo añado que el Senado de Venezuela, no sólo sería un baluarte de la libertad, sino un apoyo para eternizar la República. Todavía en las postrimerías de su vida y en vísperas de la disolución de la Gran Colombia, Bolívar en carta a su Ministro de Relaciones Exteriores, el Dr. Estanislao Vergara desde Guayaquil en donde atendía a la guerra contra el Perú, insistía en la adopción de un Senado vitalicio y hereditario para los Estados que permanecieran constituidos después del inevitable desmembramiento de la República: No pudiéndose adoptar ninguna de estas medidas porque el congreso se opone a ellas, en este extremo solamente debe pensarse en un gobierno vitalicio como el de Bolivia, con un Senado hereditario como propuse en Guayana. Esto es todo cuanto podemos hacer para consultar la estabilidad del gobierno, estabilidad que yo juzgo quimérica entre Venezuela y Nueva Granada, porque en ambos países existen antipatías que no se pueden vencer. El partido de Páez y el de Santander están en un punto completamente de acuerdo, aunque el resto del país se oponga a estas ideas. Quisiera mencionar al considerarlo importante para este trabajo y dilucidar a ciencia cierta las verdaderas intenciones de Bolívar al recomendar un Senado Vitalicio y Hereditario a la naciente República, la solución que dieron al respecto los prohombres que redactaron la Constitución de los Estados Unidos de América en la convención de Filadelfia de 1787, es decir, treinta y dos años antes del Congreso de Angostura, como John Adams, James Madison y Alexander Hamilton, aún cuando los constituyentistas norteamericanos tuvieron fuertes y acaloradas discusiones entre la opción de adoptar un senado vitalicio hereditario y uno electivo en dicha convención, y a pesar de la favorable “herencia” inglesa de la cámara de los Lores en Gran Bretaña [vitalicia y hereditaria], estos resolvieron el dilema de una manera consensual, ejemplar y providencial y, para su buena ventura en cuanto al futuro político de la nación del norte, otorgándole al Senado de los Estados Unidos, cierto carácter “vitalicio y hereditario” en su constitución, al menos “artificialmente”, al integrar dicho cuerpo legislativo con dos senadores por cada Estado, con una duración en sus cargos de seis (06) años con 223 reelección ilimitada. Al principio ese cuerpo, no fue elegido directamente por el pueblo, sino por las legislaturas, posteriormente con la enmienda XVII de la constitución norteamericana, se instituyó la elección de los senadores por el voto popular. Los referidos constituyentistas norteamericanos, estaban al tanto de la teoría de la aristocracia “natural” de James Harrington. Por ejemplo el constituyentista, primer vicepresidente y segundo presidente de los Estados Unidos, John Adams afirmaba en su obra: Defense of the Constitution of Government of the United States, (1787) que desde el tiempo en que Licurgo (considerado un hombre mítico), instituyó el gobierno mixto en Esparta en el siglo octavo antes de Cristo, sólo tres grandes innovaciones se habían hecho en la ciencia de gobierno, i.e.: “La representatividad”, “La separación de los poderes”, y la “División de la legislatura en tres ramas independientes”, esto era según Adams, el poder de veto para las tres ordenes de la sociedad.(sic) Según Carl Richard (1996), en su obra, The Founders and the Classics. Greece, Rome, and the American Enlightenment, Adams ávido lector de Polibio y de Maquiavelo, era particularmente enfático en lo concerniente a la necesidad de un alto grado de separación de los poderes en un gobierno mixto, en cierta manera se asemejaba a lo dicho por Bolívar posteriormente en el discurso de Angostura. Veamos como lo expresó Adams parafraseando a Montesquieu: Si existe una innegable verdad a ser recogida de la historia de todas las edades, es ésta: Que las libertades y los derechos del pueblo, y la combinación democrática en una constitución, nunca se pueden preservar sin un ejecutivo fuerte, o, en otras palabras, sin separar el poder ejecutivo del legislativo. Si el poder ejecutivo, o una considerable parte de el, es dejado en manos o bien de una asamblea aristocrática o una democrática, corromperá al legislativo tanto como el orín corrompe al hierro, o como el arsénico envenena al cuerpo humano, y cuando la legislatura esta corrompida, el pueblo no es libre. Y en palabras del propio Bolívar, las cuales se asemejan a las de Adams: Un magistrado republicano, es un individuo aislado en medio de una sociedad, encargado de contener el ímpetu del pueblo hacia la licencia, la 224 propensión de los jueces y administradores hacia el abuso de las leyes. Está sujeto inmediatamente al Cuerpo Legislativo, al Senado, al pueblo: es un hombre solo resistiendo el ataque combinado de las opiniones, de los intereses y de las pasiones del Estado social que, como dice Carnot, no hace más que luchar continuamente entre el deseo de dominar, y el deseo de substraerse a la dominación. Es, en fin, un atleta lanzado contra otra multitud de atletas. Sólo puede servir de correctivo a esta debilidad, el vigor bien cimentado y más bien proporcionado a la resistencia que necesariamente le oponen al Poder Ejecutivo, el Legislativo, el Judiciario y el pueblo de una república. Si no se ponen al alcance del Ejecutivo todos los medios que una justa atribución le señala, cae inevitablemente en la nulidad o en su propio abuso; quiero decir, en la muerte del gobierno, cuyos herederos son la anarquía, la usurpación y la tiranía. Se quiere contener la autoridad ejecutiva con restricciones y trabas; nada es más justo; pero que se advierta que los lazos que se pretenden conservar se fortifican sí, mas no se estrechan. Que se fortifique, pues, todo el sistema del gobierno, y que el equilibrio se establezca de modo que no se pierda, y de modo que no sea su propia delicadeza, una causa de decadencia. Por lo mismo que ninguna forma de gobierno es tan débil como la democracia, su estructura debe ser de la mayor solidez; y sus instituciones consultarse para la estabilidad. Si no es así, contemos con que se establece un ensayo de gobierno, y no un sistema permanente; contemos con una sociedad díscola, tumultuaria y anárquica y no con un establecimiento social donde tengan su imperio la felicidad, la paz y la justicia. De acuerdo al mismo Richard (1996), lo que más temía Adams en los Estados Americanos, era la asamblea unicameral, que según él, sería inevitablemente dominada por una aristocracia “natural” por razones de riqueza, nacimiento y/o talento. Por consiguiente la aristocracia “natural” debería ser incorporada en un Senado, donde su talento podría beneficiar a todo el país, a todo el colectivo, mientras que su ambición al poder absoluto, podría ser 225 frenada por un ejecutivo fuerte y por la cámara de representantes del pueblo. La consecuencia del fallo de los Estados de mantener tal balance podría conducir a una repetición de la historia griega y de la República romana en su decadencia, es decir, en palabras de Richard “Dos facciones disputándose el poder, primero en palabras, luego en escritos, y por último por la vía de las armas.” Tal vez Bolívar haya leído a Adams y su Defensa a la Constitución del Gobierno de los Estados Unidos (1787), y si no lo hizo, evidentemente coincidió en el mismo propósito del constituyentista norteamericano al confeccionar su proyecto de constitución de Angostura, con la configuración de un legislativo bicameral y un exacto equilibro y separación de poderes, un sistema de “frenos y contrapesos” (Checks and balances). Otro Constituyentista Norteamericano de renombre y 5º Presidente de los Estados Unidos, James Madison, escribió en “El Federalista” Nº 63 que “la historia no muestra ninguna República que haya vivido largo tiempo que no haya tenido un Senado”. Madison relata asimismo en su escrito como los senados de la antigua Esparta, el Romano y el Cartaginés, cuyos miembros que eran vitalicios habían actuado como “un ancla que frenaba las fluctuaciones del populacho”, lo que coincide plenamente con las ideas que expresó Bolívar respecto al Senado Vitalicio en su carta al señor Guillermo White. La representación popular en el proyecto de Constitución de Angostura la conformaba la cámara de representantes, en palabras de Bolívar: Por exorbitante que parezca la autoridad del Poder Ejecutivo de Inglaterra, quizás no es excesiva en la República de Venezuela. Aquí el Congreso ha ligado las manos y hasta la cabeza a los magistrados. Este cuerpo deliberante ha asumido una parte de las funciones ejecutivas contra la máxima de Montesquieu, que dice que un Cuerpo Representante no debe tomar ninguna resolución activa: debe hacer leyes y ver si se ejecutan las que hace. Nada es tan contrario a la armonía entre los poderes, como su mezcla. Nada es tan peligroso con respecto al pueblo, como la debilidad del Ejecutivo, y si en un reino se ha juzgado necesario concederle tantas facultades, en una república, son éstas infinitamente más indispensables. 226 Mi deseo es que todas las partes del gobierno y administración, adquieran el grado de vigor que únicamente puede mantener el equilibrio, no sólo entre los miembros que componen el gobierno, sino entre las diferentes fracciones de que se compone nuestra sociedad. Nada importaría que los resortes de un sistema político se relajasen por su debilidad, si esta relajación no arrastrase consigo la disolución del cuerpo social, y la ruina de los asociados. Para formar un gobierno estable se requiere la base de un espíritu nacional, que tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos capitales: moderar la voluntad general, y limitar la autoridad pública. Los términos que fijan teóricamente estos dos puntos son de una difícil asignación, pero se puede concebir que la regla que debe dirigirlos, es la restricción, y la concentración recíproca a fin de que haya la menos frotación posible entre la voluntad y el poder legítimo. Y en relación a las atribuciones del poder Legislativo y Judicial Bolívar proponía: Que el Poder Legislativo se desprenda de las atribuciones que corresponden al Ejecutivo; y adquiera no obstante nueva consistencia, nueva influencia en el equilibrio de las autoridades. Que los tribunales sean reforzados por la estabilidad, y la independencia de los jueces; por el establecimiento de jurados; de códigos civiles y criminales que no sean dictados por la antigüedad, ni por reyes conquistadores, sino por la voz de la naturaleza, por el grito de la justicia y por el genio de la sabiduría. Bolívar en su Discurso ante el Congreso de Angostura, rechaza el sistema federal de gobierno por considerarlo un sistema demasiado perfecto y no apropiado para los pueblos iberoamericanos, porque a su criterio, estos pueblos no estaban preparados como los americanos del norte para disfrutar de tal régimen de libertades, que sólo era posible para una sociedad de “santos”, culta e ilustrada, en su lugar recomienda la adopción de un gobierno central que garantizaría a su modo de ver, mayor seguridad y estabilidad política a la naciente republica: 227 Mas por halagüeño que parezca, y sea en efecto este magnifico sistema federativo, no era dado a los venezolanos gozarlo repentinamente al salir de las cadenas. No estábamos preparados para tanto bien; el bien, como el mal, da la muerte cuando es súbito y excesivo. Nuestra constitución moral no tenía todavía. La consistencia necesaria para recibir el beneficio de un gobierno completamente representativo, y tan sublime que podía ser adaptado a una República de santos. Cuanto más admiro la excelencia de la Constitución Federal de Venezuela, tanto más me persuado de la imposibilidad de su aplicación a nuestro estado. Y, según mi modo de ver, es un prodigio que su modelo en el Norte de América subsista tan prósperamente y no se trastorne al aspecto del primer embarazo o peligro. A pesar de que aquel pueblo es un modelo singular de virtudes políticas y de ilustración moral; no obstante que la libertad ha sido su cuna, se ha criado en la libertad, y se alimenta de pura libertad; lo diré todo, aunque bajo de muchos respectos, este pueblo es único en la historia del género humano es un prodigio, repito, que un sistema tan débil y complicado como el federal haya podido regirlo en circunstancias tan difíciles y delicadas como las pasadas. Pero sea lo que fuere de este gobierno con respecto a la nación norteamericana, debo decir, que ni remotamente ha entrado en mi idea asimilar la situación y naturaleza de los Estados tan distintos como el inglés americano y el americano español. ¿No sería muy difícil aplicar a España el Código de libertad política, civil y religiosa de Inglaterra? Pues aun es más difícil adaptar en Venezuela las leyes de Norteamérica. ¿No dice el Espíritu de las Leyes que éstas deben ser propias para el pueblo que se hacen? ¿Que es una gran casualidad que las de una nación puedan convenir a otra? ¿Que las leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los pueblos? ¿Referirse al grado de libertad que la Constitución puede sufrir, a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, a 228 sus modales? ¡He aquí el Código que debíamos consultar, y no el de Washington! Un pueblo pervertido si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud; que el imperio de las leyes es más poderoso que el de los tiranos, porque son más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico rigor; que las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las leyes; que el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad Muchas naciones antiguas y modernas han sacudido la opresión; pero son rarísimas las que han sabido gozar de algunos preciosos momentos de libertad; muy luego han recaído en sus antiguos vicios políticos; porque son los pueblos, más bien que los gobiernos, los que arrastran tras sí la tiranía. El hábito de la dominación, los hace insensibles a los encantos del honor y de la prosperidad nacional; y miran con indolencia la gloria de vivir en el movimiento de la libertad, bajo la tutela de leyes dictadas por su propia voluntad. Los fastos del universo proclaman esta espantosa verdad. «La libertad-dice Rousseau es un alimento suculento, pero de difícil digestión». Nuestros débiles conciudadanos tendrán que enrobustecer su espíritu mucho antes que logren digerir el saludable nutritivo de la libertad. Entumidos sus miembros por las cadenas, debilitada su vista en las sombras de las mazmorras, y aniquilados por las pestilencias serviles, ¿eran capaces de marchar con pasos firmes hacia el augusto templo de la libertad? ¿Serán capaces de admirar de cerca sus espléndidos rayos y respirar sin opresión el éter puro que allí reina? Mas por halagüeño que parezca, y sea en efecto este magnifico sistema federativo, no era dado a los venezolanos gozarlo repentinamente al salir de las cadenas. No estábamos preparados para tanto bien; el bien, como el mal, da la muerte cuando es súbito y excesivo. Nuestra constitución moral no tenía todavía. La consistencia necesaria para recibir el beneficio de un gobierno 229 completamente representativo, y tan sublime que podía ser adaptado a una República de santos. Horrorizado de la divergencia que ha reinado y debe reinar entre nosotros por el espíritu sutil que caracteriza al Gobierno federativo, he sido arrastrado a rogaros para que adoptéis el centralismo y la reunión de todos los Estados de Venezuela en una República sola e indivisible. Esta medida, en mi opinión, urgente, vital, redentora, es de tal naturaleza que, sin ella, el fruto de nuestra regeneración será la muerte. Igualmente Bolívar recomienda la adopción de un poder “moral” como lo fueron el Areópago ateniense y la institución de los “Censores” en la República romana, y que este velara por las buenas costumbres y las buenas leyes: Meditando sobre el modo efectivo de regenerar el carácter y las costumbres que la tiranía y la guerra nos han dado, me he sentido la audacia de inventar un poder moral, sacado del fondo de la oscura antigüedad, y de aquellas olvidadas leyes que mantuvieron, algún tiempo, la virtud entre los griegos y romanos. Bien puede ser tenido por un cándido delirio, mas no es imposible, y yo me lisonjeo que no desdeñaréis enteramente un pensamiento que mejorado por la experiencia y las luces, puede llegar a ser muy eficaz. La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una república; moral y luces son nuestras primeras necesidades. Tomemos de Atenas su areópago, y los guardianes de las costumbres y de las leyes; tomemos de Roma sus censores y sus tribunales domésticos; y haciendo una santa alianza de estas instituciones morales, renovemos en el mundo la idea de un pueblo que no se contenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso. Tomemos de Esparta sus austeros establecimientos, y formando de estos tres manantiales una fuente de virtud, demos a nuestra República una cuarta potestad cuyo dominio sea la infancia y el corazón de los hombres, el espíritu público, las buenas costumbres 230 y la moral republicana. Constituyamos este areópago para que vele sobre la educación de los niños, sobre la instrucción nacional; para que purifique lo que se haya corrompido en la República; que acuse la ingratitud, el egoísmo, la frialdad del amor a la patria, el ocio, la negligencia de los ciudadanos; que juzgue de los principios de corrupción, de los ejemplos perniciosos; debiendo corregir las costumbres con penas morales, como las leyes castigan los delitos con penas aflictivas, y no solamente lo que choca contra ellas, sino lo que las burla; no solamente lo que las ataca, sino lo que las debilita; no solamente lo que viola la Constitución, sino lo que viola el respeto público. La jurisdicción de este tribunal verdaderamente santo, deberá ser efectiva con respecto a la educación y a la instrucción, y de opinión solamente en las penas y castigos. Pero sus anales, o registros donde se consignan sus actas y deliberaciones; los principios morales y las acciones de los ciudadanos, serán los libros de la virtud y del vicio. Libros que consultará el pueblo para sus elecciones, los magistrados para sus resoluciones, y los jueces para sus juicios. Una institución semejante que más que parezca quimérica, es infinitamente más realizable que otras que algunos legisladores antiguos y modernos han establecido con menos utilidad del género humano. Criticado también Bolívar por la confección del poder moral en su Discurso ante el Congreso de Angostura, responde en la misma carta que le escribo a su amigo Guillermo White de fecha 26 de mayo de 1820, en donde le da respuestas sobre el Senado hereditario, le alega que sin moral y virtud ciudadana no pude haber República: Tenga Vd. la bondad de leer con atención mi discurso, sin atender a sus partes, sino a todo de él. Su conjunto prueba que yo tengo muy poca confianza en la moral de nuestros ciudadanos, ya que sin moral republicana no puede haber gobierno libre: Para afirmar esta moral, he inventado un cuarto poder, que crié los hombres en la virtud y los mantenga en ella. También este poder le parecerá a Vd. defectuoso. Más amigo, si Vd. quiere república de Colombia, es preciso que quiera también que haya virtud política. 231 En el capítulo 49 del libro primero de los discursos, Maquiavelo habla sobre la creación de los censores y los beneficios que estos magistrados generaron sobre la República romana: Lo difícil que resulta, al ordenar una república proveerla de todas aquellas leyes que la mantengan libre, lo demuestra bien el proceso de la república romana, en la que a pesar que se instituyeron muchas leyes, primero por Rómulo, luego por Numa, Tulio Hostilio y Servio Tulio, y, finalmente, por los diez ciudadanos nombrados para ese fin, (Decenviros), sin embargo, siempre en la administración de la ciudad, se describían nuevas necesidades y era preciso crear nuevos ordenamientos, como sucedió con la creación de los censores, que fue una de tantas disposiciones que ayudaron a mantener libre a Roma en el tiempo que vivió civilmente (vivere civile). Porque siendo árbitros de las costumbres de Roma, fueron causa principal que romanos tardaran más en corromperse… Pero volviendo al principio de este discurso, digo que, por la creación de esa nueva magistratura, se puede considerar que, si aquellas ciudades que como Roma, han sido libres por sus orígenes y se han mantenido así, hallan tantas dificultades para encontrar buenas leyes para mantener la libertad, no hay de extrañarse de que aquellas otras que han nacido con origen servil tengan, no ya dificultad, sino imposibilidad de organizarse de un modo que les permita vivir civil y pacíficamente… Y aunque muchas veces, por sufragio público, se han otorgado amplios poderes a un reducido grupo de ciudadanos para que pudieran reformar la ciudad, sin embargo, éstos nunca la han organizado pensando en la utilidad común, sino en sus propios intereses, lo que ha producido no un nuevo orden, sino un mayor desorden en aquella ciudad. Culmina Bolívar el Discurso de Angostura con la invocación al soberano Congreso, de constituir una República democrática y liberal donde existan leyes suaves y justas, una 232 República bien ordenada [republica bene ordinata] como la hubiese deseado el mismísimo Maquiavelo: Dignaos, legisladores, acoger con indulgencias la profesión de mi conciencia política, los últimos votos de mi corazón y los ruegos fervorosos que a nombre del pueblo me atrevo a dirigiros. Dignaos conceder a Venezuela un Gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un Gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un Gobierno que haga triunfar bajo el imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad. 5.6.3. Ideas Políticas y sistema de gobierno propuesto en su Mensaje al Congreso Constituyente de Bolivia, el 25 de mayo de 1826. En este proyecto de Constitución, Bolívar concibió una quimera de forma de gobierno una entelequia política para la época, él previó la necesidad al igual que Maquiavelo y el constituyentista norteamericano John Adams anteriormente, de un ejecutivo fuerte, casi un monarquía sin corona, con poderes casi regios, un presidente vitalicio y un vicepresidente designado por el presidente para “heredar” la presidencia, cuatro poderes, tres cámaras legislativas y una constitución mixta de monarquía, República y gobierno popular, según lo expresó con sus propias palabras en una carta enviada posteriormente al embajador de Colombia en Gran Bretaña, el Señor José Fernández Madrid, fechada el 26 de mayo de 1827: Mis opiniones sobre políticas son conocidas, y yo no sé que ventajas sacaría nadie de seguirlas. Sobre este punto diré a Vd. cuatro palabras. Antes de ahora creía que convenía un gobierno concentrado que mandase a Colombia, y como me hallaba comprometido en salvarla de los españoles, lo dije al Congreso de Angostura en el discurso que le hice el año 19. En nada más me he metido durante mi vida…mi propósito por una circunstancia extraordinaria. Colombia se hallaba dividida por el espíritu de reforma. De Venezuela me ofrecían la corona; muchos pueblos querían Federación: Guayaquil me la pidió. Santander pretendía sostener la constitución; entonces indique muy ligeramente que transáramos las diferencias adoptando mis ideas políticas presentadas a 233 Bolivia con las modificaciones que se juzgaran propias. En efecto, mi proyecto para Bolivia reúne la monarquía liberal con la república más libre; y por más que parezca erróneo y lo sea en realidad, yo no tengo la culpa en pensar de este modo, lo peor de todo es que mi error se obstina hasta imaginar que no somos capaces de mantener repúblicas, digo más, ni gobiernos constitucionales. La historia lo dirá. En su alocución al Congreso constituyente de Bolivia, Bolívar comienza con el siguiente mensaje: ¡Legisladores! Al ofreceros el Proyecto de Constitución para Bolivia, me siento sobrecogido de confusión y timidez, porque estoy persuadido de mi incapacidad para hacer leyes. Cuando yo considero que la sabiduría de todos los siglos no es suficiente para componer una ley fundamental que sea perfecta, y que el más esclarecido Legislador es la causa inmediata de la infelicidad humana, y la burla, por decirlo así, de su ministerio divino ¿qué deberé deciros del soldado que, nacido entre esclavos y sepultado en los desiertos de su patria, no ha visto más que cautivos con cadenas, y compañeros con armas para romperlas? ¡Yo Legislador...! Vuestro engaño y mi compromiso se disputan la preferencia: no sé quién padezca más en este horrible conflicto; si vosotros por los males que debéis temer de las leyes que me habéis pedido, o yo del oprobio a que me condenáis por vuestra confianza. He recogido todas mis fuerzas para exponeros mis opiniones sobre el modo de manejar hombres libres, por los principios adoptados entre los pueblos cultos; aunque las lecciones de la experiencia sólo muestran largos periodos de desastres, interrumpidos por relámpagos de ventura. ¿Qué guías podremos seguir a la sombra de tan tenebrosos ejemplos? ¡Legisladores! Vuestro deber os llama a resistir el choque de dos monstruosos enemigos que recíprocamente se combaten, y ambos os atacarán a la vez: la tiranía y la anarquía forman un inmenso océano de opresión, que rodea a una pequeña isla de libertad, embatida perpetuamente por la violencia 234 de las olas y de los huracanes, que la arrastran sin cesar a sumergirla. Mirad el mar que vais a surcar con una frágil barca, cuyo piloto es tan inexperto. Bolívar en el caso de Bolivia propone cuatro poderes públicos, esta vez agrega el “Poder Electoral” como cuarto poder y un poder legislativo compuesto de tres cámaras en lugar de las dos cámaras tradicionales, es decir, la cámara del Senado, las de representantes del pueblo a los que el denomina “Tribunos” como en la antigua Roma y la de los Censores, encargados de velar por la moral, las buenas leyes y las costumbres al igual también como en la antigua Roma, del cual ya hemos disertado. Asimismo como John Adams anteriormente en los Estados Unidos, rechaza como un “absurdo” la idea de un parlamento unicameral tal como lo proponía el abate Siéyès a los revolucionarios franceses: El Proyecto de Constitución para Bolivia está dividido en cuatro Poderes Políticos, habiendo añadido uno más, sin complicar por esto la división clásica de cada uno de los otros. El Electoral ha recibido facultades que no le estaban señaladas en otros Gobiernos que se estiman entre los más liberales. Estas atribuciones se acercan en gran manera a las del sistema federal. Me ha parecido no sólo conveniente y útil, sino también fácil, conceder a los Representantes inmediatos del pueblo los privilegios que más pueden desear los ciudadanos de cada Departamento, Provincia o Cantón. Ningún objeto es más importante a un Ciudadano que la elección de sus Legisladores, Magistrados, Jueces y Pastores. Los Colegios Electorales de cada Provincia representan las necesidades y los intereses de ellas y sirven para quejarse de las infracciones de las leyes, y de los abusos de los Magistrados. Me atrevería a decir con alguna exactitud que esta representación participa de los derechos de que gozan los gobiernos particulares de los Estados federados. De este modo se ha puesto nuevo peso a la balanza contra el Ejecutivo; y el Gobierno ha adquirido más garantías, más popularidad, y nuevos títulos, para que sobresalga entre los más democráticos. Cada diez Ciudadanos nombran un Elector; y así se encuentra la nación representada por el décimo de sus Ciudadanos. No se exigen sino capacidades, 235 ni se necesita de poseer bienes, para representar la augusta función del Soberano; mas debe saber escribir sus votaciones, firmar su nombre, y leer las leyes. Ha de profesar una ciencia, o un arte que le asegure un alimento honesto. No se le ponen otras exclusiones que las del crimen, de la ociosidad y de la ignorancia absoluta. Saber y honradez, no dinero, es lo que requiere el ejercicio del Poder Público. El Cuerpo Legislativo tiene una composición que lo hace necesariamente armonioso entre sus partes: no se hallará siempre dividido por falta de un juez árbitro, como sucede donde no hay más que dos Cámaras. Habiendo aquí tres, la discordia entre dos queda resuelta por la tercera; y la cuestión examinada por dos partes contendientes, y un imparcial que la juzga: de ese modo ninguna ley útil queda sin efecto, o por lo menos habrá sido vista una, dos y tres veces, antes de sufrir la negativa. En todos los negocios entre dos contrarios se nombra un tercero para decidir, y ¿no sería absurdo que en los intereses más arduos de la sociedad se desdeñara esta providencia dictada por una necesidad imperiosa? Así las cámaras guardarán entre sí aquellas consideraciones que son indispensables para conservar la unión del todo, que debe deliberar en el silencio de las pasiones y con la calma de la sabiduría. Los Congresos modernos, me dirán, se han compuesto de solas dos secciones. Es porque en Inglaterra, que ha servido de modelo, la nobleza y el pueblo debían representarse en dos Cámaras; y si en Norte América se hizo lo mismo sin haber nobleza, puede suponerse que la costumbre de estar bajo el Gobierno inglés, le inspiró esta imitación. El hecho es, que dos cuerpos deliberantes deben combatir perpetuamente: y por esto Siéyès no quería más que uno. Clásico absurdo. La primera Cámara es de Tribunos, y goza de la atribución de iniciar las leyes relativas a Hacienda, Paz y Guerra. Ella tiene la inspección inmediata de los ramos que el Ejecutivo administra con menos intervención del Legislativo. Los Senadores forman los Códigos y Reglamentos eclesiásticos, y velan sobre los Tribunales y el Culto. Toca al Senado escoger los Prefectos, los 236 Jueces del distrito, Gobernadores, Corregidores, y todos los Subalternos del Departamento de Justicia. Propone a la Cámara de Censores los miembros del Tribunal Supremo, los Arzobispos, Obispos, Dignidades y Canónigos. Es del resorte del Senado, cuanto pertenece a la Religión y a las leyes. Los Censores ejercen una potestad política y moral que tiene alguna semejanza con la del Areópago de Atenas, y de los Censores de Roma. Serán ellos los fiscales contra el Gobierno para celar si la Constitución y los Tratados públicos se observan con religión. He puesto bajo su éjida el Juicio Nacional, que debe decidir de la buena o mala administración del Ejecutivo. Son los Censores los que protegen la moral, las ciencias, las artes, la instrucción y la imprenta. La más terrible como la más augusta función pertenece a los Censores. Condenan a oprobio eterno a los usurpadores de la autoridad soberana, y a los insignes criminales. Conceden honores públicos a los servicios y a las virtudes de los ciudadanos ilustres. El fiel de la gloria se ha confiado a sus manos: por lo mismo, los Censores deben gozar de una inocencia intacta, y de una vida sin mancha. Si delinquen, serán acusados hasta por faltas leves. A estos Sacerdotes de las leyes he confiado la conservación de nuestras sagradas tablas, porque son ellos los que deben clamar contra sus profanadores. En cuanto al poder ejecutivo Bolívar recomienda un Presidente vitalicio, no hereditario, con las facultades de un presidente Americano y con las características del de Haití, y, un vicepresidente nombrado por el presidente para ser su sucesor, como en el principado durante la República romana: El presidente de la República viene a ser en nuestra Constitución, como el sol que, firme en su centro, da vida al Universo. Esta suprema autoridad debe ser perpetua; porque en los sistemas sin jerarquías se necesita más que en otros, un punto fijo alrededor del cual giren los Magistrados y los ciudadanos: los hombres y las cosas. Dadme un punto fijo, decía un antiguo; y moveré el mundo. Para Bolivia, este punto es el Presidente vitalicio. En él estriba todo 237 nuestro orden, sin tener por esto acción. Se le ha cortado la cabeza para que nadie tema sus intenciones, y se le han ligado las manos para que a nadie dañe. El Presidente de Bolivia participa de las facultades del Ejecutivo Americano, pero con restricciones favorables al pueblo su duración es la de los Presidentes de Haití. Yo he tomado para Bolivia el Ejecutivo de la República más democrática del mundo. El Presidente de la República nombra al Vice-Presidente, para que administre el estado, y le suceda en el mando. Por esta providencia se evitan las elecciones, que producen el grande azote de las repúblicas, la anarquía, que es el lujo de la tiranía, y el peligro más inmediato y más terrible de los gobiernos populares. Ved de qué modo sucede como en los reinos legítimos, la tremenda crisis de las repúblicas. El Vice-Presidente debe ser el hombre más puro: la razón es, que si el primer Magistrado no elige un ciudadano muy recto, debe temerle como a enemigo encarnizado; y sospechar hasta de sus secretas ambiciones. Este VicePresidente ha de esforzarse a merecer por sus buenos servicios el crédito que necesita para desempeñar las más altas funciones, y esperar la gran recompensa nacional -el mando supremo. El Cuerpo Legislativo y el pueblo exigirán capacidades y talentos de parte de ese Magistrado; y le pedirán una ciega obediencia a las leyes de la libertad. Bolívar estaba convencido que la constitución de Bolivia, era la “panacea” que iba a salvar a la República de la anarquía y la tiranía derivada de la decadencia natural de los sistemas políticos, la República “bien ordenada” de Maquiavelo, aquella que conjuga simultáneamente y eclecticamente a su parecer, elementos monárquicos, aristocráticos y democráticos en perfecto equilibrio sin alterar su naturaleza republicana. Bolívar Confiesa a sus más íntimos colaboradores como el Vice -presidente Santander, Sucre, Páez, Soublette, Urdaneta y O`Leary entre otros, que esta constitución es la mezcla ideal de lo más liberal de las monarquías y las Repúblicas, el “Arca de la Alianza entre Europa y América” y recomienda su estudio y análisis profundo. Este convencimiento de Bolívar se aprecia 238 claramente en la carta dirigida al Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, fechada en Magdalena el 12 de mayo de 1826, en donde expresó lo siguiente: Se esta imprimiendo hoy mismo mi constitución de Boliviana: ésta debe servir para los estados en particular y para la federación en general, haciéndose aquellas variaciones que se crean necesarias. Vd. debe dar el ejemplo en Bolivia a esta federación adoptando desde luego la constitución que ha recibido una perfección casi inesperable. Pando dice que es divina, que es la obra del genio y que es la perfección posible. Pando (José María) es un hombre incapaz de adular, recto hasta ser inexorable, instruido y firme más que nada; por consiguiente, debemos creer la aprobación de Pando: él cree la constitución adaptable al gobierno de un Estado y de muchos a la vez, por las variaciones del caso. Todos recibirán esta constitución como el arca de la alianza y como la transacción de la Europa con la América, del ejército con el pueblo, de la democracia con la aristocracia y del imperio con la República. Todos me dicen que mi constitución va a ser el gran móvil de nuestra reforma social. Y en carta de Bolívar al General Francisco de Paula Santander, Vicepresidente de Colombia, fechada el 21 de febrero de 1826 en donde lo pone al corriente de la propuesta que le formuló el General Páez, que se convirtiera en el Napoleón de Colombia para que salvara la patria, le expresa: Yo enviaré al general Páez mi proyecto de constitución para Bolivia por toda respuesta, a fin de que considere mis ideas sobre estabilidad unida a la libertad y conservación de los principios que hemos adoptado…Yo diré al general Páez que haga dirigir la opinión hacia mi constitución boliviana, que reúne los extremos y todos los bienes, pues hasta los federalistas hallan en ella sus deseos en gran parte; y que en el año 1831 puede hacerse una reforma favorable a la estabilidad y conservación de la República; que debe temer lo que Iturbide padeció por su demasiada confianza en sus partidarios, o bien debe temer una reacción de parte del pueblo por la justa sospecha de una nueva aristocracia destructora de la igualdad. 239 Tal y como se lo notificó asimismo al vicepresidente Santander, Bolívar en carta dirigida al General Páez, fechada en Lima el 26 de mayo de 1826, le envió al último mencionado en Venezuela, en las manos de su edecán, el Coronel Daniel Florencio O`Leary, su proyecto de constitución de Bolivia para que se le analizara y se difundiera en el país, a fin que se dieran cuenta de sus bondades: Mando a Vd. un proyecto de constitución hecho para la República de Bolivia y el discurso analítico de ella. Mi edecán, el Coronel O`Leary, tiene orden de ir hasta Venezuela para ver a Vd. y manifestarle mis ideas sobre esta constitución. Creo que seria conveniente imprimirla en Caracas con el discurso al Congreso, y que nuestros amigos dijesen en los papeles públicos lo que ella puede contener de bueno, para prevenir los ánimos cuando llegue el caso de la reforma constitucional en el año 31. Entonces podremos adoptar la parte que nos convenga de este proyecto. El discurso no es más que la expresión de mis ideas republicanas y patrióticas. Dice todo y explica todo. He conservado intactas las cuatro grandes garantías: libertad, igualdad, seguridad y propiedad. Los principios federales se han adoptado hasta cierto punto y la del gobierno monárquico se logrará también. Esta constitución es un término medio entre el federalismo y la monarquía. Bolívar el cuatro de agosto de 1826 le envía una nueva carta a Páez en donde le expresa: Se me ha dicho que muchos pensadores desean un príncipe con una constitución federal. Pero ¿Dónde esta el príncipe? ¿Y qué división política producirá armonía? Todo esto es ideal. Vd. me dirá que de menos utilidad es mi pobre delirio legislativo, que encierra todos los males como la caja de Pandora. Y en su carta dirigida al General Sir. Robert Wilson, fechada en Caracas el 16 de Junio de 1827, le expresa: 240 Lo que Vd. se sirve decirme con respecto a la constitución boliviana me llena de satisfacción; ésta es mi hija menor, la amo con ternura y dolor, porque es desgraciada; se la recomiendo Vd. para que la proteja como a una victima del furor de los soldados; ella puede ser culpable, pero su castigo excede la crueldad, ni aun la buena fe la ha salvado, su inocencia y sencillez la han conducido al suplicio. Para Laureano Vallenilla Lanz en su obra Cesarismo Democrático (1919), afirma que la historia había demostrado, que la constitución Boliviana, propuesta por Bolívar en 1826, con su presidencia vitalicia, adaptada a los diversos medios y naciones del continente americano, era la única que hubiera podido prevalecer con provecho para la estabilidad política, el desarrollo social y económico y la consolidación del sentimiento nacional: Si los ideólogos no le hubieran opuesto sistemáticamente los principios anárquicos que han legitimado en cierto modo las ambiciones de los unos y los impulsos desordenados de los otros, dando bandera a las revoluciones y perpetuando junto a la anarquía la necesidad del tirano. Sin embargo, esa ley [La Constitución boliviana] -como hemos dicho- se ha cumplido en casi todos los países.[De Latinoamérica] Para José Gil Fortoul, en su obra Historia Constitucional de Venezuela (1909), tiene capital importancia el proyecto Boliviano, por haberla adoptado la República de Bolivia, y luego la del Perú, como por la recomendación que de ella hiciera el Libertador a sus amigos de Colombia. Y agrega refiriéndose a los comentarios que hiciera Antonio Leocadio Guzmán, redactor del periódico “Argos” de Caracas: Fue tanto el entusiasmo con que lo acogieron al principio sus admiradores, que uno de ellos escribió lo siguiente: ‘Esta no es sólo la Constitución de Bolivia, no es sólo una constitución, sino el resumen de todo lo bueno que los hombres han sabido en la ciencia de gobierno, y el germen de una felicidad inmensa que se desarrollará en medio de las sociedades que tengan la dicha de adoptarla’. 241 Gil Fortoul la considera asimismo “lirismo exagerado” y de nuevo una especulación filosofía política: Lirismo exagerado, sin duda; pero con todo y sin salir de la esfera teórica, lirismo que no se aparta mucho de la verdad, porque sí puede afirmarse que los proyectos constitucionales de Bolívar, el de Angostura y el de Lima, son la más notable especulación filosófico-político de la historia sudamericana. Más adelante Gil Fortoul expresa en su obra: “El destino de la constitución Boliviana fue el mismo de la casi totalidad de las constituciones hispanoamericanas; terminó en tumultos, siendo reemplazada por otra que resultó inferior, lo mismo en su redacción que en su eficacia.” Para Gerhard Masur en su biografía de Bolívar, (1971): “La Constitución boliviana, adoptada en julio de 1826, es el producto de una extravagante imaginación política.” Sus disposiciones habrían hecho de Bolivia: …una monarquía sin monarca, con una realeza electiva tal como la Iglesia Católica y el Sacro Imperio Romano Germánico. El rey sin corona nombraba al vicepresidente, que también tenia el cargo de primer ministro y habría de suceder al presidente en su cargo. ‘De acuerdo con este procedimiento se evitarían las elecciones, que son el peor flagelo de las Repúblicas y sólo producen anarquía.’ Bolívar dijo que su precedente era Pétion, pero en realidad había tomado como modelo a Napoleón. Y también agrega: “…en la constitución boliviana hay un máximo de autoridad, estabilidad y seguridad, pero un mínimo de espontaneidad en la libre expresión de la voluntad del pueblo.” Sin embargo observa Masur: Si queremos ser justos con Bolívar, debemos tener presente el carácter del pueblo al cual estaba destinada esa Constitución: un pueblo considerado como el más atrasado de América del Sur. Por consiguiente, es preciso juzgar a Bolívar sin perjuicios. Sus ideas reaccionarias provienen del deseo de poner 242 coto a movimientos subversivos y veleidades anárquicas. Sea como fuere hay que convenir en que la disposición relativa a los censores era tan absurda y utópica en 1826 como en 1819. Más no era ese error lo que sentenciaba la constitución, sino las propuestas de Bolívar a favor el poder ilimitado del presidente el vicepresidente. El deseo de Bolívar era combinar las ventajas de todos los sistemas políticos, pero lo que hizo fue una combinación de todos sus defectos. Y aun fue más allá en su error: se enamoró de este hijo de su fantasía política concebido en éxtasis y acabó considerándolo verdadera panacea, remedio seguro para todos los males. Para Masur, Bolívar, a pesar de su gran capacidad analítica como estadista, cuando concibió la constitución de Bolivia, no identificó apropiadamente las circunstancias de los tiempos y de las cosas, como diría Maquiavelo, ni logró captar en su verdadera dimensión los problemas esenciales de América del Sur para el momento del punto culminante de su vida: “No logró percibir que el virus de la democracia tiene vida propia y tarde o temprano infecta un pueblo haciéndolo sospechar de todas formas de monarquía o dictadura. En una palabra: La constitución boliviana es uno de los grandes dislates de Bolívar.” Para Waldo Frank en su obra, Simón Bolívar. Nacimiento de un Mundo (1951), muchas disposiciones de la constitución boliviana eran liberales para la época; “había en ella una declaración de derechos parecida a la de Jefferson, que nadie podía amenguar, ni siquiera el presidente en momentos de peligro nacional.” Y además Frank agrega: Entre los papeles de Simón Rodríguez, el viejo maestro de Bolívar había un original manuscrito, de un libro, en el que el filósofo republicano-socialista, explica las razones de que la monarquía pueda perdurar, el rey es un instrumento de estabilidad y de continuidad, porque no es un individuo, sino un símbolo. Esta observación venia a refutar antes que tuviese la oportunidad de aplicarlo-el remedio desesperado que Bolívar traía para el caos de Hispanoamérica. Un presidente vitalicio no seria en América más que un 243 simple individuo, y Bolívar había expuesto las razones en su argumentación contra los reyes. Por consiguiente un presidente de esa clase daría origen, por un lado, a la tiranía (para sostenerse) y a la revolución (para derrocarlo). Condición previa para una cámara de censores era que el pueblo que había de elegirlos existiese un alto nivel de criterio, existiendo ese alto nivel sobraban los censores, y si no existía, los censores se convertirían pronto en una iglesia laica. En un santo oficio profano carente de la sabiduría tradicional de Roma. Para Frank, al igual que para Masur esa disposición de la Constitución boliviana de un presidente vitalicio y un vicepresidente designado por el presidente para sucederlo en el poder, levantó suspicacias y sospechas en los diferentes líderes políticos del momento, y en sectores del mismo pueblo, en Colombia, en Venezuela, en Perú y en Bolivia; en el sentido de que lo que se pretendía con ella verdaderamente era perpetuar en el poder a Bolívar y a Sucre, a este respecto Waldo Frank afirma en su trabajo: Como es natural, los enemigos de Bolívar, que de allí en adelante habían de multiplicarse con exuberancia tropical, vieron en su Constitución, un tosco instrumento para perpetuar su propio poder. La verdad es que Bolívar pensaba entonces en su confederación de los Andes (Colombia, Perú, Bolivia, Chile). Al principio seria él quién la presidiese, y luego Sucre. Bolívar asume la defensa de la Constitución de Bolivia, enviando múltiples cartas a sus colaboradores principales y amigos, en las cuales les explica las bondades que a su criterio tenía y la conveniencia de la adopción de la misma por parte de Colombia, una de las defensas más vehementes a la obra de su intelecto se la envió al Coronel Tomás Cipriano de Mosquera, fechada en Lima el 8 de agosto de 1826: Yo concibo que el proyecto de Constitución que presenté a Bolivia puede ser el signo de unión y firmeza para estos gobiernos: Tan popular como ningún otro, consagra la soberanía de éste, confiriéndole en los cuerpos electorales el ejercicio inmediato de los actos más esenciales de ellos. Tan firme y tan robusto con un ejecutivo vitalicio y un vicepresidente hereditario, evita las oscilaciones, los partidos y las aspiraciones como ha sucedido 244 recientemente en Colombia. En ningún pacto se ve tanta libertad popular, tanta intervención inmediata de los ciudadanos en el ejercicio de la soberanía y tanta fuerza en el ejecutivo como en este proyecto; en él están reunidos todos los encantos de la federación; toda la solidez del gobierno central, toda la estabilidad de los gobiernos monárquicos. Este mismo pacto, con algunas modificaciones ligeras, podría acomodarse a estados pequeños formando una vasta confederación. Entonces lo que pertenece al ejecutivo en el proyecto de Bolivia podría aplicarse al gobierno federal, y el poder electoral a los estados particulares. Puede ser que lográramos muchas ventajas de más o menos duración, según el espíritu que nos guié en este laberinto adoptando el código boliviano. Este es, mi querido, el fruto de mis meditaciones y en mi concepto el arca donde salvaremos nuestra tranquilidad pronta a sumergirse en un mar de anarquía y desolación. Considero pertinente al presente trabajo, mencionar el comentario de Germán Carrera Damas en su obra el Culto a Bolívar (1970), en relación al papel de Bolívar como guía y orientador de la sociedad surgida de la guerra, que fue un componente real de la acción política de esa sociedad, y en vida del guía éste quiso hacer efectiva su orientación, avalada por el derecho innegable del conductor de la guerra, moldeándola con arreglo criterios que eran vistos como la esencia misma de su concepción constitucional. Según Carrera, Bolívar. Fue obstinado en su propósito, y quizá fuera esta insistencia en proveer sus ideales, en pugna con intereses mejor definidos, robustecidos e impulsados por la guerra, el punto de partida de la declinación de su poder como guía de la sociedad. Así lo presenta Francisco Javier Yanes, hijo, en 1835, cuando intenta explicar los orígenes de la Revolución de las Reformas: ‘…el general Bolívar desde los primeros años de su gloriosa carrera manifestó a sus conciudadanos sus opiniones sobre la forma de gobierno que, en su concepto le convenía: él no creyó nunca que pudiesen marchar bien con una Constitución tan liberal como la que hemos tenido hasta el presente. Que 245 esto seria incompatible con la educación que habíamos recibido por trescientos años y con las preocupaciones políticas y religiosas con que aquélla nos había familiarizado; que habían vivido esclavos, y que serian turbulentos al momento en que se viesen del todo desembarazados de los eslabones de la servidumbre. […Se] recordara la Constitución que propuso al Congreso de Guayana para cuya formación le sirvió de modelo la de la Gran Bretaña: en ella establecía entre otras cosas, un Senado vitalicio y hereditario. Hizo cuantos esfuerzos pudo para que aquella asamblea la adoptase, pero todos fueron frustrados por la opinión opuesta de sus conciudadanos. Bolívar, sin embargo, no desistió de sus proyectos; y en Bolivia logró establecer el gobierno de su conciencia, con un presidente vitalicio, etc., etc. […] Él insistía y la nación porfiaba, y en medio de esta lucha señalada con muchas desgracias, desapareció el grande hombre sin poder ver establecido un gobierno a que le daba el nombre de enérgico, y que, en su concepto, era el único que podía salvar a la patria de los grandes males que él preveía.’ Pero bien su poder como guía de la sociedad declinó hasta el punto de perderse en un descrédito inimaginable, fue tan sólo para cambiar de condición y resurgir despojado de lo contingente, convertido en a pura imagen del Padre de la Patria, rector prestigioso e indiscutible, juzgado capaz de realizar eternamente la misma misión que la condujo en vida, al fracaso. O como lo diría Maquiavelo en sus Discursos: Pero no hay hombre ninguno, por más dotado de prudencia que esté, que sepa concordar bien sus procederes con los tiempos, sea porque no le es posible desviarse de la propensión a que su naturaleza le inclina, sea también porque habiendo prosperado siempre caminando por una senda no puede persuadirse que obrara bien en desviarse de ella: Cuando ha llegado para el hombre moderado, el tiempo de obrar con impetuosidad, no sabe él hacerlo, y resulta de ello su ruina. Si él mudara su naturaleza con los tiempos y cosas, no se mudaría su fortuna. 246 O como diría Bolívar parafraseando a Maquiavelo en su manifiesto de Carúpano el 7 de septiembre de 1814: Es una estupidez maligna atribuir a los hombres públicos las vicisitudes que el orden de las cosas produce en los Estados, no estando en la esfera de las facultades de un general o magistrado contener en un momento de turbulencia, de choque, y de divergencia de opiniones el torrente de las pasiones humanas, que agitadas por el movimiento de las revoluciones se aumentan en razón de la fuerza que las resiste. Y aun cuando graves errores o pasiones violentas en los jefes causen frecuentes perjuicios a la República estos mismos perjuicios deben, sin embargo, apreciarse con equidad y buscar su origen en las causas primitivas de todos los infortunios: la fragilidad de nuestra especie, y el imperio de la suerte en todos los acontecimientos. En resumen la constitución de Bolivia en nuestro parecer no era más que una quimera de un buen visionario como el mismo Bolívar había manifestado en su manifiesto de Cartagena en el año 1812: “que, imaginándose Repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano”. Una entelequia política que al final no representó una solución practica para generar la estabilidad política necesaria en ese entonces para las nacientes Repúblicas del continente, sino más bien una Némesis que dio origen al germen de su propia destrucción y disolución como sistema político y que subsistió como tipología de gobierno en muchas naciones del continente americano con variantes mayores y menores de acuerdo al contenido de la obra de Laureano Vallenilla Lanz: Cesarismo Democrático y criterios los cuáles compartimos. 5.6.4. Bolívar Presidente de la Confederación de los Andes. Bolívar en la misma carta que envió a Sucre del 12 de mayo de 1826, le adelantó la idea de la creación de una Confederación de Naciones sudamericanas cuyo nombre debería haber sido “Boliviana”: El gobierno de los estados particulares quedará al presidente y vicepresidente con sus cámaras, con todo lo relativo a religión, justicia, 247 administración civil, económica y, en fin, todo lo que no sea relaciones, guerra y hacienda nacional. El Libertador como jefe supremo, marchará cada año a visitar los departamentos de cada estado. La capital será un punto céntrico como Quito o Guayaquil, Colombia deberá dividirse en tres Estados, Venezuela, Cundinamarca y Quito; uno tomará el nombre de Colombia, que probablemente será Cundinamarca; la confederación llevará el nombre que se quiera, pero seria probable que fuese Boliviana. Habrá una bandera, un ejército y una nación sola. Heres [Tomas de] dice que es mejor que haya dos naciones como Bolivia compuesta de Bajo y Alto Perú, y Colombia compuesta con sus partes constituyentes. Que yo sea el presidente de ambas naciones y haga lo mismo que con una. El consejo de gobierno quiere la reunión de las tres repúblicas, como he dicho antes, y Pando se inclina uno y otro partido. Por consiguiente, debemos dar el ejemplo de esta federación entre Bolivia y el Perú, y en mi marcha a Colombia yo veré lo que conviene más. Colombia no puede quedarse más en el estado en que esta, porque todos quieren una variación, sea federal o sea imperial. Aquí se quiere lo mismo; y Bolivia no puede quedar en el estado en que está, pues el Rió de la Plata, y el Emperador [de Brasil] por su parte, al fin destruirán esa república. No hay otro partido que un ejército, una bandera y una nación en Colombia como en Bolivia. De otro modo los desordenes serán tantos, que forzosamente pedirán un imperio, pues el ejercito, el clero y la Europa lo quieren absolutamente. Bolívar propuso muchas veces la Confederación de América. Menciono el término por vez primera en 1815 en la célebre Carta de Jamaica. Así como veía su factibilidad, también señaló las dificultades inherentes a la estructura multinacional, por la diversidad de costumbres y rivalidades provincianas. Su proyecto consistía en confederar las relaciones exteriores y el ministerio de la guerra para enfrentar enemigos de dentro y fuera del continente, pero más adelante en 1824 cuando retomó la idea de la anfictionía o Congreso Americano y convoco al congreso anfictiónico de Panamá, para discutir conjuntamente los 248 convenios multinacionales para hacer la guerra o establecer la paz, la defensa común y las relaciones diplomáticas y económicas entre las nacientes naciones del continente americano, americanos del sur y americanos del norte por igual, sin exclusiones. 5.7. Bolívar y la Anaciclosis, la decadencia política de la Gran Colombia. Todos los pueblos del mundo han pretendido la libertad; los unos por las armas, los otros por las leyes, pasando alternativamente de la anarquía al despotismo o del despotismo a la anarquía; muy pocos son los que se han contentado con pretensiones moderadas, constituyéndose de un modo conforme a sus medios, a su espíritu y a sus circunstancias. Bolívar en sus escritos y frases de sus principales discursos, y además como asiduo y ávido lector y admirador de los clásicos de la antigüedad greco-romana, como él mismo lo admitió, como hombre de la ilustración de su tiempo, demostró que tenía conocimientos profundos de las teorías políticas de la antigüedad clásica, y de sus célebres legisladores como Licurgo, Dracón y Solón a quienes menciona en el Discurso de Angostura y otros escritos y también de otros líderes políticos de la antigüedad, hombres de virtudes públicas como Pericles, Epaminondas, Rómulo y Bruto o tiranos como Pisístrato, Sila, Mario y César, producto de sus lecturas de las Vidas Paralelas de Plutarco. Es de presumir que Bolívar también haya leído a Tucídides, a Jenofonte, a Tito Livio y sus Décadas y quizá a al mismo Polibio y sus Historias, por sus amplios conocimientos que tenia del tema y de la historia de Roma, demostrado fehacientemente en su juramento en el Monte Sacro. No obstante, está perfectamente claro que Bolívar se leyó a Maquiavelo como se lo reconoce a su edecán el General Daniel Florencio O`Leary: Estando en Cartagena, poco antes de su muerte, me visitó Bolívar, y viendo sobre mi mesa un tomo de una nueva edición de las obras de Maquiavelo, observó que en vez de leerlas podría emplear mejor el tiempo. A este propósito hablamos del merito de esas obras y notando yo que Bolívar conocía a fondo cuanto contenía la nueva edición, preguntéle si la había leído recientemente; me contesto que desde su salida de Europa, hacía 25 años, no había vuelto a leer ni una línea de los escritos de Maquiavelo. 249 De manera que asumimos como cierta la hipótesis que Bolívar tenía conocimiento de la teoría griega o polibiana de la Anaciclosis, más tarde adoptada y plasmada por Maquiavelo en sus Discursos Sobre la Primera Década de Tito Livio. Aunque en el presente trabajo se efectuó una investigación casi exhaustiva de cartas y documentos, no se encontró escrito alguno en donde Bolívar hiciera referencia directa al término de la Anacyclosis o “teoría de lo ciclos de gobierno” sin embargo Bolívar menciona perfectamente ese proceso cíclico mutatis mutandis, tanto en la Carta de Jamaica (1815) como en el Discurso ante el Congreso de Angostura (1819) como veremos más adelante. Recordemos primero en que consiste la Anaciclosis y luego estudiemos como lo expresó el mismo Bolívar. La Anaciclosis se deriva de la teoría de los ciclos de gobierno, el “eterno retorno”, ley inexorable que menciona primariamente Platón en su República y el Estado, Aristóteles en su Política y Polibio en sus Historias. Parte del principio de que todas las cosas del mundo tienen un fin o bien se transforman en otras entidades, tanto los seres vivos, las cosas cogitativas y no cogitativas, como las aldeas, ciudades y finalmente los Estados. Es decir que nada permanece (en el tiempo), sino que en un cierto espacio de tiempo cambia o muere, nada permanece inmutable, ni aun las constituciones ni las naciones mejor organizadas. Para Maquiavelo aquellas Constituciones que tiene gobiernos simples, sean estos buenos o las versiones malas tienen en sí mismas el germen de su propia destrucción y una vida inestable y por ende muy corta. Maquiavelo expresa el concepto de los ciclos polibianos, en el Libro tercero, Capítulo I de los Discursos sobre la primera Década de Tito Livio, y afirma que las Repúblicas bien organizadas y con gobiernos mixtos tienen una vida más larga, tienen una capacidad de “homeostasis” o de autorregulación del sistema, una estabilidad que les permiten perdurar más en el tiempo y en sus buenas y sólidas instituciones está la clave de ese fenómeno: Nada hay más cierto que el hecho que todas las cosas del mundo tiene un final, pero, en general las que cumplen enteramente el ciclo que les ha sido asignado por los cielos (léase la fortuna o la providencia) son las que no han desordenado su cuerpo, sino que lo tiene regulado de modo que no se cambia, y, si se altera, es para recibir salud y no daño. Y hablando de cuerpos mixtos como las repúblicas o las sectas, digo son salutíferas aquellas alteraciones que 250 las reconducen a sus principios: Y por eso están mejor organizadas y tienen una vida más larga las que, mediante sus instituciones, se pueden renovar a menudo, o que, por cualquier circunstancia ajena a sus ordenamientos, llegan a dicha renovación. Y es más claro que la luz que, si no se renuevan, no pueden durar. Polibio en su Libro VI de las Historias, lo llamó “Progressus y regressus ab infinitum”. El eterno retorno, o si lo preferimos, una concepción cíclica de la historia. De lo mismo salimos para volver a lo mismo eternamente, porque el Estado, no menos que el hombre, sigue a su modo el ciclo de las estaciones y la regularidad, igualmente cíclica, de la naturaleza. De la generación nace la corrupción y de ésta, a su vez, la generación y así indefinidamente, en un mundo sujeto por entero al eterno ciclo de la generación y la corrupción. De él sólo escapa (de acuerdo a la filosofía platónica) el alma humana, ingenerada e incorruptible, pero ella también, por su parte, está sujeta supuestamente a otro ciclo, el de sus reencarnaciones "per aeternitatem". O Bien como Maquiavelo lo afirma en el Libro I, capítulo II de los Discursos: Las buenas son las que enumerábamos antes [monarquía, aristocracia y gobierno popular], las malas, otras tres que dependen de ellas y les son tan semejantes y cercanas, que es fácil pasar de una a otra: porque el principado fácilmente se vuelve tiránico, la aristocracia con facilidad evoluciona en oligarquía y el gobierno popular se convierte en licencioso sin dificultad. De modo que si el organizador de una república ordena la ciudad según uno de esos regímenes bueno, lo hace por poco tiempo, porque, irremediablemente, degenerará en su contrario, por la semejanza que tienen, en este asunto, la virtud el vicio. Y este es el círculo en que giran todas las Repúblicas, se gobiernen o sean gobernadas; pero raras veces retornan a las mismas formas políticas, porque casi ninguna república puede tener una vida tan larga como para pasar muchas veces esta serie de mutaciones y permanecer en pie. Más bien suele acaecer que, en uno de esos cambios, una república, falta de prudencia y de 251 fuerza, se vuelva súbdita de algún estado próximo mejor organizado, pero si no sucediera esto, un país pudiera dar vueltas por tiempo indefinido en la rueda de las formas de gobierno. En resumen: el gobierno de Uno (monarquía) degenera en tiranía y despotismo. El gobierno de pocos (aristocracia) degenera en oligarquía. El gobierno de la mayoría o todos (democracia) degenera en oclocracia, licencioso o anarquía. Son seis las formas de gobierno. Tres sanas y tres pervertidas. Así se reiteran, se suceden, en un eterno proceso circular. "Questo è il cerchio" (este es el ciclo o círculo). Frente a este eterno proceso circular, sólo se puede intentar prolongar la etapa paradigmática de la democracia. Pero si no logramos que ese “intervalo” se prolongue en el tiempo, caeremos fatalmente en el ciclo inexorable de la degradación y la corrupción. Peor aún, según Maquiavelo en la Ley del Eterno Retorno, nunca se vuelve a las mismas formas de gobierno que se dieron con anterioridad. Las nuevas formas de gobierno podrán ser análogas, parecidas, cercanas; pero cada vez con mayor degradación de la energía social e individual. En suma, serán cada vez peores. Tanto para Polibio como para Maquiavelo, la forma para evitar esa degeneración y corrupción tan rápida, sería, organizar bien los Estados con sistemas mixtos de gobierno que contengan las tres formas simples y buenas de gobierno que le den por consiguiente al Estado así organizado, un mayor grado de estabilidad política que los Estados organizados con constituciones simples: Ciertamente Licurgo había llegado a comprender que todos los trastornos que hemos dicho eran naturalmente inevitables. Se hallaba persuadido que toda especie de gobierno simple y constituida sobre una sola autoridad era peligrosa, por degenerar rápidamente en el vicio familiar y consiguiente a su naturaleza. A la manera que el orín en el hierro y la polilla y la carcoma a la madera son pestes connaturales que, sin necesidad de otros males externos corroen estos cuerpos, porque fomentan en sí mismos la causa de su destrucción, de igual modo cada especie de gobierno alimenta dentro de sí un cierto vicio que es la causa de su ruina. 252 Y como Maquiavelo también lo expresa: Añado además, que todas estas formas son pestíferas, pues las buenas tienen una vida muy breve, y las malas son de por sí perversas. De modo que conociendo este defecto, los legisladores prudentes huyen de cada de estas formas en estado puro, eligiendo un tipo de gobierno que participe de todas, juzgándolo más firme y más estable, pues así cada poder controla a los otros, y en una misma ciudad se mezclan el principado, la aristocracia y el gobierno popular. Maquiavelo preconiza que el prototipo de la República bien ordenada, el ideal del sistema “mixto” de gobierno es la República romana: Por tanto, como no se puede en mi opinión, mantener el equilibrio ni quedarse indefinidamente el justo medio, es preciso, al establecer la república, tomar el partido más honorable, y organizarla de modo que, cuando la necesidad la obligue a engrandecerse, pueda hacerlo, y sea capaz de conservar lo que conquista. Y para volver al primer razonamiento, creo que es necesario seguir el modelo romano, y no el de las otras repúblicas, pues no me parece posible encontrar un camino entre ambas posibilidades, y hay, pues, que tolerar aquellas enemistades entre el pueblo y el senado, considerándolas como un inconveniente necesario para alcanzar la grandeza romana. Porque además de las razones antes expuestas, donde se demostraba que la autoridad tribunicia fue necesaria para resguardar la libertad, se puede considerar el bien que hizo en la república la capacidad de acusar, que estaba, entre otras muchas, encomendada a los tribunos. Bolívar en su Carta de Jamaica (1815), cuando escribe sobre el futuro que tendría la República Mexicana, hace un resumen perfecto de la ley del eterno retorno de la Anaciclosis, prácticamente igual mutatis mutandis a los descritos por Polibio y Maquiavelo en sus obras, en donde Bolívar le vaticina al destinatario de su carta, que los mexicanos tendrán primero un gobierno democrático y popular, luego de allí por corrupción del gobernante, degeneraría esa forma de gobierno en un gobierno de pocos, una aristocracia o una asamblea, de allí pasarán a 253 una monarquía y posteriormente por degeneración de ella, derivará en monarquía absoluta o tiranía, veamos: Por la naturaleza de las localidades, riquezas, población y carácter de los mexicanos, imagino que intentarán al principio establecer una república representativa, en la cual tenga grandes atribuciones el poder Ejecutivo, concentrándolo en un individuo que, si desempeña sus funciones con acierto y justicia, casi naturalmente vendrá a conservar una autoridad vitalicia. Si su incapacidad o violenta administración excita una conmoción popular que triunfe, ese mismo poder ejecutivo quizás se difundirá en una asamblea. Si el partido preponderante es militar o aristocrático, exigirá probablemente una monarquía que al principio será limitada y constitucional, y después inevitablemente declinará en absoluta; pues debemos convenir en que nada hay más difícil en el orden político que la conservación de una monarquía mixta; y también es preciso convenir en que sólo un pueblo tan patriota como el inglés es capaz de contener la autoridad de un rey, y de sostener el espíritu de libertad bajo un cetro y una corona. También cuando menciona al desmembramiento del Imperio Romano tanto en su carta de Jamaica como en el discurso ante el Congreso de Angostura se refiere al ciclo polibiano a que se vio sometida la República romana al final de su existencia: Yo considero el estado actual de América, como cuando desplomado el imperio romano cada desmembración formó un sistema político, conforme a sus intereses y situación, o siguiendo la ambición particular de algunos jefes, familias o corporaciones, con esta notable diferencia, que aquellos miembros dispersos volvían a restablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que exigían las cosas o los sucesos; mas nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos indios, ni europeos, sino una especie mezcla entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles; en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento, y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar a éstos a los del país, y 254 que mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallemos en el caso más extraordinario y complicado. Bolívar como hemos analizado en párrafos anteriores, no estaba de acuerdo con implantar en los países de América del Sur, en especial en Colombia y en Venezuela el sistema federal y la democracia liberal a imitación de la norteamericana, admiraba al pueblo de los Estados Unidos porque lo consideraba un modelo de virtud ciudadana, único en la historia humana, que su educación, su amor a la patria y a las virtudes publicas le había permitido la instauración de ese tipo de régimen político en el país del norte. Que los tipos de gobierno deberían ser confeccionados de acuerdo al carácter de los pueblos, de lo físico del terreno, de los climas y de los tiempos, según lo mencionado por Montesquieu y Rousseau en el Espíritu de las Leyes y el Contrato Social respectivamente. Que los pueblos de las indias americanas, específicamente los hispanoamericanos, no estaban preparados para un tipo de gobierno tan liberal y de absolutas libertades como el norteamericano, por haber estado tan acostumbrado vivir bajo un régimen monárquico en una especie de esclavitud y nulidad política por casi trescientos años, sin conocer sus derechos ni su deberes como ciudadanos. Apreciémoslo en las propias palabras de Bolívar: Cuanto más admiro la excelencia de la Constitución federal de Venezuela, tanto más me persuado de la imposibilidad de su aplicación a nuestro estado. Y, según mi modo de ver, es un prodigio que su modelo en el Norte de América subsista tan prósperamente y no se trastorne al aspecto del primer embarazo o peligro. A pesar de que aquel pueblo es un modelo singular de virtudes políticas y de ilustración moral; no obstante que la libertad ha sido su cuna, se ha criado en la libertad, y se alimenta de pura libertad; lo diré todo, aunque Bajo de muchos respectos, este pueblo es único en la historia del género humano es un prodigio, repito, que un sistema tan débil y complicado como el federal haya podido regirlo en circunstancias tan difíciles y delicadas como las pasadas. Pero sea lo que fuere de este gobierno con respecto a la nación norteamericana, debo decir, que ni remotamente ha entrado en mi idea asimilar la situación y naturaleza de los Estados tan distintos como el inglés americano y el americano español. 255 Y, en efecto, el ejemplo de los Estados Unidos, por su peregrina prosperidad, era demasiado lisonjero para que no fuese seguido. ¿Quién puede resistir al atractivo victorioso del goce pleno y absoluto de la soberanía, de la independencia, de la libertad? ¿Quién puede resistir al amor que inspira un gobierno inteligente que liga a un mismo tiempo, los derechos particulares a los derechos generales; que forma de la voluntad común la ley suprema de la voluntad individual? ¿Quién puede resistir al imperio de un gobierno bienhechor que con una mano hábil, activa, y poderosa dirige siempre, y en todas partes, todos sus resortes hacia la perfección social, que es el fin único de las instituciones humanas? Mas por halagüeño que parezca, y sea en efecto este magnifico sistema federativo, no era dado a los venezolanos gozarlo repentinamente al salir de las cadenas. No estábamos preparados para tanto bien; el bien, como el mal, da la muerte cuando es súbito y excesivo. Nuestra constitución moral no tenía todavía la consistencia necesaria para recibir el beneficio de un gobierno completamente representativo, y tan sublime que podía ser adaptado a una República de santos. Lo que más temía Bolívar al confeccionar la nueva Constitución era que el excesivo liberalismo de ellas perjudicara la estabilidad política del Estado, de la libertad absoluta se pasa a la tiranía y luego a la anarquía, una anaciclosis, lo que produciría tumultos y guerras civiles, al no estar preparados los pueblos para disfrutar de una súbita libertad después de haberse acostumbrado a vivir como esclavos, lo que acarrearía irremisiblemente la ruina y la destrucción del Estado. Bolívar en su Discurso de Angostura da también ejemplos de esa anaciclosis: No aspiremos a lo imposible, no sea que por elevarnos sobre la región de la libertad, descendamos a la región de la tiranía. De la libertad absoluta se desciende siempre al poder absoluto, y el medio entre estos dos términos es la suprema libertad social. Teorías abstractas son las que producen la perniciosa idea de una libertad ilimitada. Hagamos que la fuerza pública se contenga en 256 los límites que la razón y el interés prescriben; que la voluntad nacional se contenga en los límites que un justo poder le señala; que una legislación civil y criminal análoga a nuestra actual Constitución domine imperiosamente sobre el poder judiciario, y entonces habrá un equilibrio, y no habrá el choque que embaraza la marcha del Estado, y no habrá esa complicación que traba, en vez de ligar la sociedad. Bolívar insiste en su obra que un pueblo que está acostumbrado a vivir como esclavo no esta todavía preparado para recibir los beneficios de un sistema de gobierno democrático y liberal, que hacía falta educación y virtudes públicas para ello: Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir, ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros las lecciones que hemos recibido, y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia, de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad; la traición por el patriotismo; la venganza por la justicia. Semejante a un robusto ciego que, instigado por el sentimiento de sus fuerzas, marcha con la seguridad del hombre más perspicaz, y dando en todos los escollos no puede rectificar sus pasos. Un pueblo pervertido si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud; que el imperio de las leyes es más poderoso que el de los tiranos, porque son más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico rigor; que las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las leyes; que el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad. 257 Muchas naciones antiguas y modernas han sacudido la opresión; pero son rarísimas las que han sabido gozar de algunos preciosos momentos de libertad; muy luego han recaído en sus antiguos vicios políticos; porque son los pueblos, más bien que los gobiernos, los que arrastran tras sí la tiranía. El hábito de la dominación, los hace insensibles a los encantos del honor y de la prosperidad nacional; y miran con indolencia la gloria de vivir en el movimiento de la libertad, bajo la tutela de leyes dictadas por su propia voluntad. Los fastos del universo proclaman esta espantosa verdad. Para evitar el “ciclo eterno” de los sistemas de gobierno, y prevenir la anarquía, los tumultos y guerras civiles que conlleva el “pasó” de un sistema político a otro en esa rueda de los sistemas de gobierno, Bolívar esta de acuerdo con Polibio y Maquiavelo y concibe la instauración de un sistema “mixto” de gobierno, mezcla de monarquía, aristocracia y gobierno popular, en las nacientes Repúblicas del continente, separación de poderes y perfecto equilibrio, una República bien ordenada como la de Maquiavelo, o “moderada” como la denominó Montesquieu posteriormente, desechando el sistema federal de gobierno, recomendando mas bien el centralismo y el ejecutivo fuerte que temperaría las luchas entre el senado (la aristocracia) y el Pueblo, como lo mencionó Maquiavelo en sus Discursos. Este sistema mixto de gobierno se aprecia claramente en el sistema político propuesto en el Discurso de Angostura en 1819, pero posteriormente desecho la idea primigenia de una republica bene ordinata con el modelo propuesto en la Constitución de Bolivia, en 1826, en donde rompió con el perfecto equilibro de poderes que tanto preconizó en Angostura, concediéndole en éste caso preponderancia al poder ejecutivo por encima de los demás poderes del Estado, menoscabando en cierto grado los derechos del pueblo y del ciudadano, con sus variantes. Veamos como lo expresa Bolívar en el discurso de Angostura: Cuando deseo atribuir al Ejecutivo una suma de facultades superior a la que antes gozaba, no he deseado autorizar un déspota para que tiranice la República, sino impedir que el despotismo deliberante no sea la causa inmediata de un círculo de vicisitudes despóticas en que alternativamente la anarquía sea reemplazada por la oligarquía y por la monocracia. 258 Si no se ponen al alcance del Ejecutivo todos los medios que una justa atribución le señala, cae inevitablemente en la nulidad o en su propio abuso; quiero decir, en la muerte del gobierno, cuyos herederos son la anarquía, la usurpación y la tiranía. Que se fortifique, pues, todo el sistema del gobierno, y que el equilibrio se establezca de modo que no se pierda, y de modo que no sea su propia delicadeza, una causa de decadencia. Por lo mismo que ninguna forma de gobierno es tan débil como la democracia, su estructura debe ser de la mayor solidez; y sus instituciones consultarse para la estabilidad. Si no es así, contemos con que se establece un ensayo de gobierno, y no un sistema permanente; contemos con una sociedad díscola, tumultuaria y anárquica y no con un establecimiento social donde tengan su imperio la felicidad, la paz y la justicia. No obstante, a pesar de sus temores e innumerables advertencias en sus diferentes cartas, discursos y proclamas, Bolívar no pudo “evitar” la decadencia política de los sistemas de gobierno establecidos en las diferentes nacientes naciones del continente libertadas por su brazo. Maquiavelo menciona en sus Discursos que el gobernante que no toma medidas para asegurar su gobierno ante a los enemigos del orden nuevo, creará un Estado de vida muy fugaz: “Y el que se hace cargo del gobierno de una multitud, en régimen de libertad o de principiado, y no toma medidas para asegurar su gobierno frente a los enemigos del orden nuevo, constituirá un Estado de muy corta vida. Aún cuando Bolívar había tenido éxito en su vida como militar al haber libertado cuatro naciones en la América del Sur, (Venezuela, Nueva Granada, Ecuador y Perú) del imperio español y, creado una quinta: Bolivia, no logró el éxito que él deseaba de establecer republicas libres y gobiernos estables y justos en esas naciones que proporcionara el mayor grado de felicidad, estabilidad y seguridad política posible. Inmediatamente después de alcanzada su máxima gloria como gestor dela independencia de América, al culminar la batalla de Ayacucho (1824) y la rendición del Callao (1825), que expulsa los últimos contingentes de tropas españolas del continente americano y luego la confección de la 259 Constitución de Bolivia, (1826) comienza el desmembramiento y la decadencia política de los regímenes instaurados en esas naciones, que llevaban en sí mismas una entropía natural, el germen de su propia destrucción. En Venezuela, en 1825, Páez sofoca revueltas civiles promovidas por los vestigios de los elementos pro-realistas que aún continuaban populando en su territorio; ante la disputa entre civiles y militares por el poder en Venezuela y los riesgos de un golpe de estado y una guerra civil, Páez escribe a Bolívar que asuma poderes de “César”, como Napoleón lo hizo en Francia para salvar a la República del caos y la anarquía cuando éste último se encontraba en Egipto, el mismo Páez lidera La Cosiata en 1826, en un intento previo de desconocer el gobierno de Bogotá y separarse de la Gran Colombia. Luego Páez mismo es llamado al Congreso en Bogotá para rendir cuenta de sus actos en Venezuela y se niega sospechando que se desea juzgarlo y someterlo a la pena de muerte por rencillas personales con el Vicepresidente Santander, entrando en rebeldía con el gobierno. Bolívar regresa a Colombia desde el Perú, se dirige a Venezuela y después de entenderse con Páez lo restituye en su cargo de Intendente y jefe militar de Venezuela, esto genera el descontento en el Vicepresidente Santander que considera que es un golpe de Estado que ha abolido de “facto” la Constitución de Cúcuta de 1821. Bolívar regresa a Bogotá, asume la dictadura, Santander y sus seguidores que proponen el federalismo y un gobierno democrático y liberal en Colombia, acusan a Bolívar de tirano, déspota y usurpador, de querer hacer como César en Roma que se convirtió en dictador vitalicio. Al mismo tiempo en Perú, el comandante neo-granadino José Bustamante a instancias de Santander, insubordina las tropas Colombianas en el Callao, haciendo preso al general Jacinto Lara; las tropas colombianas regresan a Guayaquil que se amotinó junto con ellas, lo mismo sucede en el Perú, hay un alzamiento en Lima, se pide la renuncia de los ministros y se revoca la Constitución Boliviana, el General La Mar es nombrado Presidente del Perú, poco después el mismo La Mar ocupa Guayaquil y lo reclama para el Perú con la ayuda de disidentes locales. En Bogotá Bolívar hace la convocatoria a la Convención Constituyente de Ocaña para 1828, los liberales dirigidos por Santander abogan por una constitución federal y liberal, Bolívar y sus seguidores por una constitución centralista, con un ejecutivo fuerte, similar a la constitución boliviana, simultáneamente el General Sucre es 260 depuesto como presidente de Bolivia, por medio de un golpe de Estado, dirigido por el General Gamarra, en el cual también es revocada la constitución “boliviana”, luego Sucre se dirige a Quito y expulsa a los peruanos dirigidos por el General La Mar de Guayaquil, después de derrotarlos en la Batalla de Tarquí. En Bogotá, los seguidores de Bolívar en la Convección de Ocaña, al verse en minoría con los santanderistas sabotean la convención, Colombia entra en un interregno, Bolívar es nombrado dictador por el congreso en virtud del artículo 128 de la Constitución de Cúcuta. En Venezuela Páez se hace con el poder fáctico, y ultima los detalles para separar definitivamente a Venezuela de la Nueva Granada. Finalmente a principios de 1830 se instala en Colombia el Congreso Admirable y en Venezuela la Convención de Valencia para modificar la Constitución; a Bolívar se le acepta la renuncia y finalmente a su muerte se desmiembra la obra de su vida, la Gran Colombia, la separación definitiva de Venezuela de la Nueva Granada, de Ecuador de Perú y de Bolivia. Después de 15 años de guerra, en sólo 5 años de “paz” se derrumbó todo aquel sueño de Bolívar como un castillo de naipes azotado por la tempestad de la anarquía, como él mismo Bolívar lo había temido, predicho y advertido en un sinnúmero de veces. Bolívar para salvar a la República y a la unión de naciones que él había forjado, intentó modificar la constitución para crear un sistema mixto de monarquía y República como el mismo lo expresó en varias de sus cartas al recomendar su constitución boliviana, haciendo énfasis en el elemento monárquico al proponer la presidencia vitalicia y el vicepresidente designado y sucesor, creando una entelequia con el germen de su propia destrucción, intentando darle con ese sistema de gobierno una mayor estabilidad política a la República y una mayor seguridad y una mayor felicidad que garantizara su existencia, se lo había expresado al vicepresidente Santander antes de la ruptura personal y política de ambos personajes, en carta fechada en Lima el 8 de agosto de 1826: No obstante, me adelanto a decir a Vd. que yo no encuentro otro modo de conciliar las voluntades y los intereses encontrados de nuestros conciudadanos que el presentar a Colombia la constitución boliviana, porque ella reúne los encantos de la federación, la fuerza del centralismo; libertad del pueblo, la energía del gobierno; y, en fin mi modo de ver las cosas, yo que las peso en mi corazón, no encuentro otro arbitrio de conciliación que la 261 constitución boliviana, la que contemplo como el arca donde únicamente podemos salvar la gloria de quince años de victorias y desastres, y, últimamente, yo presentaré a Colombia esta medida de salvación como mi último pensamiento. Yo iré, pues, a Colombia y prometo hacer cuanto dependa de mi por llegar a las cosas, y entienda Vd. que este sacrificio lo emprendo más bien por salir de este Perú que por el gusto de ir a Colombia. El mismo General José Antonio Páez, reconoció en su Autobiografía, que Bolívar intentó salvar de la decadencia y muerte política a la República de Colombia la Grande, tratando de instaurar en ella la Constitución boliviana: El medio más eficaz en la opinión de Bolívar para impedir el aniquilamiento de la obra de sus esfuerzos, era elegir un Presidente vitalicio con un senado hereditario como el que en 1819 propuso en Guayana. Bien se advierte que de este sistema á una monarquía constitucional hay muy poca distancia, y que si Bolívar no abogaba abiertamente por este último gobierno, era por un exceso de prudencia, pues sabia que tendría que habérselas con partidos exaltados, entre los cuales no faltaban quienes le atribuyesen ideas indignas de su gloria y de su genio. Pero parece que en ese entonces era muy tarde ya, pues, la corrupción, la anarquía, el descontento y la disidencia se habían propagado por toda la República. En el Diario de Bucaramanga, desencantado, le confiesa Perú De Lacroix, que en ese estado de cosas, sólo un tirano y un déspota podía gobernar a Colombia: Con los elementos morales que hay en el país; con nuestra educación, nuestros vicios y nuestras costumbres, sólo siendo un tirano, un déspota, podría gobernarse bien a Colombia; yo no lo soy y nunca lo seré, aunque mis enemigos me gratifican con esos títulos; más mi vida pública no ofrece ningún hecho que lo compruebe. El escritor imparcial que escriba mi historia o la de Colombia, dirá que ha sido dictador, Jefe Supremo nombrado por los pueblos, pero no un tirano y un déspota. 262 En la misma carta que Bolívar le dirigió a Santander el 8 de agosto de 1826, argumenta párrafos más adelante lo contrario a lo que había dicho al principio de la carta, predice que ni la constitución boliviana ni el establecimiento de un imperio salvarían a Colombia de la división: Vd. se sorprenderá de la inconsistencia que notará en esta carta. Me explicaré, todo lo que antecede lo ha dicho Páez y yo digo lo que sigue: No creo que se salve Colombia con la constitución boliviana, ni con la federación ni con el imperio. Ya estoy mirando venir el África a apoderarse de América y todas las legiones infernales establecerse en nuestro país. Si yo quisiera imitar a Sila pudiera retardar quizás algún tanto nuestra perdida, pero después de haber hecho de Nerón contra los españoles me basta de sangre. Me servirá de disculpa el llamarlos tiranos, pero contra los patriotas no valdrá esta excusa. Napoleón no ha mandado al otro mundo tantos como yo, es decir por mi orden. Ahora, si añado los pobres patriotas que será necesario exterminar para restablecer el orden, no habrá termino para mis desgracias, pues que mayor desgracia que la de matar. No, amigo, no más sacrificios, estoy cansado de mandar, de sufrir y de quejas contra mi: El amor a la libertad me ha forzado a seguir un oficio contrario a todos mis sentimientos. Bolívar intentó inútilmente la receta recomendada por Maquiavelo en sus Discursos para salvar las repúblicas corruptas: De todo lo dicho se deduce la dificultad o imposibilidad que existe en una ciudad corrupta para mantener una república o crearla de nuevo, y si, a pesar de todo, la hubiese de crear o mantener, seria necesario que se inclinase más hacia la monarquía que hacia el Estado popular, para que los hombres cuya insolencia no pueda ser corregida por las leyes sean frenados de algún modo por una potestad casi regia. Y quererlos corregir por otro camino sería empresa muy ardua o del todo imposible. 263 En pocas palabras nos atrevemos a afirmar, que en todo este proceso, en la Venezuela de 1810 a 1830, se produjo un ciclo polibiano en 20 años. Venezuela, después de haberse separado del reino de España en 1811, y haber logrado la independencia absoluta del reino de España, de haber adoptado en su nacimiento, una Constitución republicana, federal, liberal y democrática a imitación a la de los Estados Unidos de América; la República paso por una serie de cambios anacicloticos, pasó por una serie de constituciones en donde se alterno desde el modelo federal hasta el centralismo y luego un modelo semi-monárquico antes de que se desmembrara la República: después de siete años de guerra cruenta y de caer dos veces de nuevo bajo el poder del imperio español. En 1819 se instaura la Constitución de Angostura, sin haber sido libertada por completo la nación, luego después de la Batalla de Carabobo en 1821 y una vez consolidada la independencia, se logra la unificación con la Nueva Granada, en 1820. En 1821se adoptó una nueva constitución, la de Cúcuta, luego al seguir el General Bolívar en campaña militar en el sur, específicamente en Perú, no se consolidó ni cementó en Colombia la grande, el modelo político instaurado por las manos de su propio creador, la republica bene ordinata recomendada en Angostura, Venezuela había quedado después de la guerra de independencia desvastada por la guerra, las disensiones entre civiles y militares generaron el desorden y la anarquía y hasta el riesgo de una guerra civil. De la libertad absoluta se pasa a la tiranía y luego a la anarquía que destruye las Repúblicas decía el propio Bolívar en el discurso de Angostura parafraseando a Maquiavelo, lamentablemente no se recordaron las experiencias del pasado como el mismo Bolívar dijo en Angostura: Aquí es el lugar de repetiros, legisladores, lo que os dice el elocuente Volney en la dedicatoria de su Ruinas de Palmira: «A los pueblos nacientes de las Indias Castellanas, a los jefes generosos que los guían a la libertad: que los errores e infortunios del mundo antiguo enseñen la sabiduría y la felicidad al mundo nuevo». Que no se pierdan, pues, las lecciones de la experiencia; y que las secuelas de Grecia, de Roma, de Francia, de Inglaterra y de América nos instruyan en la difícil ciencia de crear y conservar las naciones con leyes propias, justas, legítimas, y sobre todo útiles. No olvidando jamás que la excelencia de un gobierno no consiste en su teórica, en su forma, ni en su 264 mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación para quien se instituye. Y con este desmembramiento de la Gran Colombia, se cumplió proféticamente lo que el mismo Bolívar había establecido como un postulado de la ciencia política en el referido discurso: Todos los pueblos del mundo han pretendido la libertad; los unos por las armas, los otros por las leyes, pasando alternativamente de la anarquía al despotismo o del despotismo a la anarquía; muy pocos son los que se han contentado con pretensiones moderadas, constituyéndose de un modo conforme a sus medios, a su espíritu y a sus circunstancias. E igualmente cuando Bolívar hace referencia en su discurso de Angostura al desmembramiento del imperio romano: Al desprenderse América de la Monarquía Española, se ha encontrado, semejante al Imperio Romano, cuando aquella enorme masa, cayó dispersa en medio del antiguo mundo. Cada desmembración formó entonces una nación independiente con forme a su situación o a sus intereses; pero con la diferencia de que aquellos miembros volvían a restablecer sus primeras asociaciones. Es por eso que debemos examinar lo que dice Maquiavelo, lo que debe hacerse cuando se suceden esas vicisitudes, como renovar las instituciones y así evitar la muerte política de las repúblicas: El modo de renovarlas es, como se ha dicho, reducirlas a sus principios. Porque todos los principios de las sectas, de las repúblicas y de los reinos tienen forzosamente alguna bondad, gracias la cual recobrarán su primitiva reputación y su capacidad de crecimiento. Y como con el transcurso del tiempo se corrompe aquella bondad, si no sucede nada que los reconduzca a sus orígenes, esos cuerpos morirán necesariamente. Los doctores en medicina dicen, hablando del cuerpo humano ‘Quod quotidie aggregatur aliquid, quod quandoque indiget curatione’, (Que cada día se absorbe alguna cosa que, tarde 265 o temprano necesita cura). Hablando de las repúblicas, esta reducción al principio puede hacerse o por alguna circunstancia imprevista externa o por prudencia interna. Es necesario pues, como he dicho, que los hombres que viven juntos bajo cualquier reglamento, se examinen a sí mismos a menudo, por circunstancias extrínsecas o intrínsecas. Estas últimas es mejor que provengan de una ley que pida cuentas menudo a todos los hombres que viven en aquel cuerpo (el cuerpo político), o de un hombre virtuoso, surgido entre ellos, que con sus ejemplos y sus buenas acciones cause el mismo efecto que la ley… …este bien surge, pues, en las Repúblicas gracias a la virtud de un hombre o de una ley: en cuanto a esto último. Las instituciones que trajeron a la República romana a sus principios fueron los tribunos de la plebe, los censores y todas las leyes que se oponían a la ambición y a la insolencia de los hombres. Estos ordenamientos deben ser vivificados por la virtud de algún ciudadano que valientemente se decida a ponerlos en práctica contra aquellos que los transgreden. Aquí se ve claramente expresada la combinación que menciona Maquiavelo de un príncipe virtuoso que ordene una República o recomponga con sabias y moderadas leyes los cambios perjudiciales o daños que puedan sufrir una República en el tiempo, y evitar su muerte anticipada. Tal vez Bolívar no estaba errado al seguir la receta recomendada por Maquiavelo en sus discursos para recomponer las Repúblicas, al pretender regresar las Repúblicas creadas por él a “sus principios”, es decir adoptar un sistema monárquico o cuasimonárquico, como eran originalmente cuando se desprendieron del reino de España, y propuso hacerlo con su constitución boliviana, para así poder renovarlas y evitar su muerte política prematura, como sucedió inevitablemente con la Gran Colombia. Maquiavelo lo expresa en los Discursos, de la siguiente manera: También puede provenir este renacer de una República a sus primeros principios de la simple virtud de un solo hombre, sin depender de ninguna ley que le estimule a poner en ejecución actos ejemplares, pues la virtud de algunos 266 hombres excepcionales tiene tanto prestigio y es un ejemplo tan eficaz que los hombres buenos desean imitarlos y los malos se avergüenzan de llevar una vida tan contraria a la suya. Bolívar presagió el destino que sufrió posteriormente la República de Colombia, desde que escribió su celebre Carta de Jamaica en 1815: Cuando los sucesos no están asegurados, cuando el Estado es débil, y cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan; las opiniones se dividen, las pasiones las agitan y los enemigos las animan para triunfar por este fácil medio. Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nación liberal que nos preste su protección, se nos verá de acuerdo cultivar las virtudes y los talentos que conducen a la gloria; entonces seguiremos la marcha majestuosa hacia las grandes prosperidades a que está destinada la América meridional; entonces las ciencias y las artes que nacieron en el Oriente y han ilustrado a Europa, volarán a Colombia libre que las convidará con un asilo. Es importante mencionar, que Bolívar, estaba plenamente de acuerdo con Maquiavelo, con que el destino de los hombres, así como la de los Estados, a veces está sujeto a los avatares de la fortuna a pesar de toda la virtù que poseyeran. Maquiavelo decía en sus Discursos: “La fortuna ciega las mentes de los hombres cuando no quiere que se opongan a sus designios.” Y también Maquiavelo afirmaba que: Cuando la fortuna quiere que se produzcan grandes acontecimientos, sabe como hacerlo, eligiendo un hombre de tanto espíritu y tanta virtud que se dé cuenta de las oportunidades que ella le ofrece. Y lo mismo sucede cuando quiere provocar la ruina, escogiendo entonces a hombres que contribuyen a arruinarlo todo. Bolívar en su manifiesto de Carúpano parafraseando a Maquiavelo decía lo siguiente: El hombre es el débil juguete de la fortuna, sobre la cual suele calcular con fundamento muchas veces, sin poder contar con ella jamás, porque nuestra 267 esfera no está en contacto con la suya de un orden muy superior a la nuestra. Pretender que la política y la guerra marchen al grado de nuestros proyectos, obrando a tientas con sólo la pureza de nuestras intenciones, y auxiliados por los limitados medios que están a nuestro arbitrio, es querer lograr los efectos de un poder divino por resortes humanos. Y Maquiavelo en sus Discursos agregaba: Pues donde los hombres tiene poca virtud, la fortuna muestra más su poder, y como ella es variable, así mudan las Repúblicas y los Estados a menudo, y cambiaran siempre hasta que no surja alguien tan amante de la antigüedad que regule las cosas de modo que la fortuna no tenga motivos para mostrar su poder a cada momento. Y para finalizar este capítulo es pertinente mencionar que consideramos que Bolívar estaba plenamente conciente del proceso de decadencia política por la que transitaba la obra de su vida. Prácticamente un mes antes de su fallecimiento, un Bolívar desengañado y decepcionado en una carta profética dirigida al General Juan José Flores, futuro Presidente del Ecuador, fechada en Barranquilla, el 9 de noviembre de 1830, predice el triste destino que van a tener las naciones del continente libertadas por su mano, completando un ciclo polibiano: Vd. Sabe que yo he mandado 20 años y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos: 1º. La América es ingobernable para nosotros. 2º. El que sirve a una revolución ara en el mar. 3º. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. 4º. Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas. 5º. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignaran a conquistarnos- 6º. Si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, este sería el último periodo de la América. La primera revolución francesa hizo degollar las Antillas y la segunda causará el mismo efecto en este vasto Continente. La súbita reacción de la 268 ideología exagerada va a llenarnos de cuantos males nos faltaban o más bien los va a completar. V. vera que todo el mundo va a entregarse al torrente de la demagogia y ¡desgraciados de los pueblos! ¡y desgraciaos de los gobiernos! Mi consejo a V. como amigo es que en cuanto V. se vea próximo a declinar, se precipite V. mismo y deje el puesto con honor y espontáneamente: nadie se muere de hambre en tierra. 269 CAPÍTULO VI CONCLUSIONES Tanto nomini nullum par elogium. Nicolaus Machiavelli. (Sic) Genio y figura hasta en la sepultura. Del análisis realizado en los seis capítulos precedentes del presente trabajo se puede concluir lo siguiente: Tanto Bolívar como Maquiavelo, fueron dentro de una cabalidad magnifica, simplemente unos hombres, pero unos hombres excepcionales. Nadie sin duda alguna hubiera podido repetir con tanta exactitud como ellos, a manera de síntesis expresiva de su personalidad, el pensamiento de Terencio: Homo sum: nihil humani a me alienum puto. 270 Ahora bien: quien haya meditado desapasionadamente acerca del contenido esencial, de la pura naturaleza de las obras respectivas de Maquiavelo y de Bolívar, encontrará extraordinarias y desconcertantes analogías entre el pensamiento político de estos grandes hombres, a primera vista y a priori, tan diversas y opuestas. No es solamente que Bolívar se ajuste, dentro de ligeras y inevitables variantes, a aquellas especies estereotipadas de gobernantes autocráticos que nos legó el Secretario Florentino en el Príncipe, mutatis mutandis. No es solamente que responda con su actitud épica y vertiginosa ante la vida a la actitud peculiar del héroe ideal que soñó Maquiavelo para libertar a Italia, el nuevo príncipe que expulsaría a los bárbaros de su patria. Es que dentro de una gigantesca diversidad de medios, de épocas, de calidades, de trabajos y de resultados, los dos perseguían un mismo anhelo, los dos comprendían la naturaleza humana de la misma forma, los dos vivieron poseídos por análogas gloriosas empresas, los dos clausuraron una etapa de la historia de la humanidad, para abrir con los propios meritos de su genio una nueva era. Tanto Bolívar como Maquiavelo conforman personajes históricos de carácter universal, ambos fueron pensadores y escritores insignes que con su genio lograron confeccionar formas de pensamiento político que son de aplicación secular para la dirección de los pueblos y las naciones en todos los tiempos. Tanto Maquiavelo como Bolívar, enunciaron leyes, reglas y principios en la ciencia política que se pueden considerar de aplicación universal, y además han servido de guía para la actuación política de los líderes de diferentes naciones, en todos los tiempos, y hasta en nuestros días. Ambos aspiraban a la más dilatada y noble posibilidad que cabe en el alma del hombre virtuoso: a la creación de la patria. Entre la Italia de los comienzos del renacimiento y la América del Sur de fines del siglo XVIII y principios del XIX, todos los elementos integrantes de los Estados son heterogéneos y aun antagónicos entre sí. Pero hay algo que es fundamentalmente igual, por encima de la variedad de las fuerzas constitutivas: se trata de nacionalidades latentes que no sabe definirse ni reconocerse, pero cuyas energías recónditas pugnan por emerger y expresarse por salir de la pasividad y el caos. Se trata en ambos casos de pueblos subyugados por conquistadores insolentes e ineptos, que mantienen a millones de hombres en la esclavitud, la ignominia y la miseria. Se trata de realizar ante dificultades sin 271 límites, dos ideales aparentemente contradictorios entre sí dentro de la complejidad de las circunstancias: la independencia y la libertad de sus respectivos pueblos. Bolívar y Maquiavelo amaban con exaltado amor a sus propios compatriotas, cuyo perfeccionismo y prosperidad fue en cada día y en cada hora de sus vidas, el núcleo esencial de sus preocupaciones, pero el uno y el otro, aleccionados por la enseñanza del mundo antiguo, del cual fueron ardientes admiradores y devotos, y guiados por una penetración absolutamente singular, desconfiaban de los hombres, los juzgan con cáustica amargura y viven en guardia contra sus deslealtades y miserias. Tanto Bolívar como Maquiavelo son realistas políticos consumados, hombres que supieron diferenciar perfectamente bien las cosas, entre el “deber ser” o “lo deseado” por las personas individualmente hablando y las sociedades y, las cosas “tal como son en realidad”. La verdad “real” o “efectiva”, la verita effettuale, de las mismas, para ellos es virtud. De las doctrinas y los principios toman apenas lo que es vital y profundo, y urgidos por la necesidad de alcanzar un fin político, sacrifican los contornos formales de las cosas, por admirables y cautivantes que sean. Tanto Bolívar como Maquiavelo pertenecen a la categoría de los grandes hombres y mujeres de la historia, como lo fueron Hashepshut, Ramses II, Licurgo, Pericles, Alejandro, Aníbal, Escipión el “Africano”, Cayo Julio César, Marco Aurelio, Mahoma, Hernán Cortes, Isabel I de Inglaterra, Richelieu, Cromwell, Federico el Grande, Napoleón, Lincoln y Bismarck, entre otros, que fueron realistas políticos consumados, dirigieron las obras de sus vidas de acuerdo a los tiempos y a las necesidades y actuaron de acuerdo a las circunstancias específicas que se les presentaron y enfrentaron cada ocasión independientemente de la ética y moral política del momento y sujetos en todo instante como diría Richelieu, a la “Razón de Estado”. Desde los griegos hasta el medioevo, los tratadistas políticos elaboraron prescripciones, reglas y recetas, escribieron sobre el deber ser, esto es, cómo han de comportarse los gobernantes dentro de la ética política y la moral, sobre todo dentro de los cánones de la moral cristiana. Maquiavelo al igual que Bolívar posteriormente, se apartó de estos métodos y afirmaba que: 272 ... siendo mi propósito escribir algo útil para quien lo lea, me ha parecido más conveniente ir directamente a la verdad real [veritá effettuale] de las cosas, que a la representación imaginaria de la misma...Agrega que muchos...se han imaginado Repúblicas y principados [repúblicas aéreas] que nadie ha visto jamás ni se ha sabido que existieran realmente; porque hay tanta distancia de cómo se vive a cómo se debería vivir, que quien deja de lado lo que se hace por lo que se debería hacer, aprende antes su ruina que su preservación... El comportamiento de los hombres es un hecho real, objetivo y observable, de una naturaleza fija pues “... nacen, viven y mueren siempre de la misma manera...” (D: I, 11), y ...se ve fácilmente, si se consideran las cosas presentes y las antiguas, que todas las ciudades y todos los pueblos tienen los mismos deseos y los mismos humores, y así ha sido siempre...por esta razón es que...quien examina diligentemente las cosas pasadas, le es fácil prever las futuras en cualquier República, y aplicar los remedios empleados por los antiguos o, si no encuentra ninguno usado por ellos, pensar unos nuevos teniendo en cuenta la similitud de las circunstancias...(D: I, 39). En otras palabras: ... quien quiera ver lo que será, considere lo que ha sido, porque todas las cosas del mundo tienen siempre su correspondencia en sus tiempos pasados...y esto es así porque los hombres... tienen y tendrán siempre las mismas pasiones...”, razón por la cual necesariamente producirán los mismos efectos. (D: III, 43) Para Maquiavelo, como para Bolívar, la política se convierte en una ciencia porque el comportamiento humano es observable y predecible y tiene sus propias leyes con postulados, normas y un caudal de experiencias, históricas y contemporáneas, que permiten confirmar las hipótesis y llegar a conclusiones determinadas que servirán para prevenir a los futuros gobernantes acerca de sus actos. Maquiavelo nos presenta diversos ejemplos, pues él tiene “... 273 una larga experiencia de las cosas modernas...” y ha realizado una “... continua lectura de las antiguas...” (P: Dedicatoria). Este descubrimiento de las regularidades de la conducta humana es paralela al desarrollo de las ciencias naturales y experimentales de la época, (Renacimiento) considerando al hombre como un fenómeno natural estudiable y predecible. Así, Maquiavelo sienta las bases de una teoría política, una nueva ciencia que refleja la creencia de que, para poder analizar de modo coherente los fenómenos políticos, es necesario liberarlos de las ilusiones entretejidas con conceptos irreales y ajenos a ella. Entramos en una de las tendencias fundamentales del renacimiento: la proliferación de áreas independientes de indagación, cada una resuelta a establecer su autonomía y preocupada por elaborar un lenguaje adecuado para un conjunto particular de fenómenos. De esta manera, comienza la independencia de la filosofía de la teología, la física de la metafísica, la música de la liturgia, y la política de otros campos. Recapitulando, la constitución de la ciencia política, en tanto empresa colectiva y acumulativa, tiende a la formulación de tipologías, de generalizaciones, de teorías generales, de leyes, todas éstas relativas a fenómenos puramente políticos, fundadas en el estudio de la historia y el análisis fáctico de hechos contemporáneos. Estos conocimientos permitirán prever los problemas para solucionarlos y “buscar remedio rápido”, por ello es que los gobernantes sabios: “... no solamente han de preocuparse de los problemas presentes, sino también de los futuros, tratando de superarlos con todos los recursos de su habilidad...” para prevenir con antelación las dificultades (P: III). La concepción técnica de Maquiavelo de la problemática política la hace compararla con artes como la arquitectura y la medicina: para curar la tisis hay que diagnosticar rápidamente, y ...lo mismo ocurre en los asuntos de Estado; porque los males que nacen de él se curan pronto si se les reconoce con antelación (lo cual no es dado sino a una persona prudente); pero cuando por no haberlos reconocido se los deja crecer de forma que llegan a ser de dominio público, ya no hay remedio posible... (P: III). 274 Esta capacidad de prevención está relacionada con la virtud de los gobernantes y “... el que en un principado no detecta los males cuando nacen, no es verdaderamente prudente. Pero tal cualidad solamente es concedida a pocos...” (P: XIII) que poseen la virtud con la cual pueden enfrentar a la fortuna. Bolívar y Maquiavelo profesaron la virtud desde en el sentido estrictamente romano, es decir entendiéndola como energía, como fortaleza, que hacen al ser humano apto para los grandes sacrificios y las grandes empresas. Tanto para Maquiavelo como para Bolívar posteriormente: “virtù”, no son las virtudes cristianas que los escritores de la época aconsejaban cultivar al gobernante y sus súbditos, sino que el concepto tiene una clara significación pagana que puede desdoblarse en su significado de origen etimológico (vir: virilidad: hombre) que implica fuerza interior, energía de la voluntad, habilidad para actuar y decidir con determinación, virtud militar como valor, bravura y coraje; a lo cual hay que sumarle el talento, técnica, eficacia, claridad mental, autocontrol, originalidad, sabiduría práctica; en suma, la capacidad subjetiva para superar los obstáculos. También es prudencia y saber prever, pues un gobernante tiene que tener la sabiduría para ver los peligros en su Estado mientras sean pequeños y, así, poder resolverlos, en fin la misma “virtud” vista desde el punto de vista de Simón Bolívar y su actuación como hombre de Estado y “príncipe nuevo” 300 años después de la muerte de Maquiavelo. Para ambos personajes el paradigma de virtud política a seguir es imitar a Roma, la República bien ordenada [republica bene ordinata], que se mantuvo durante siglos pues estuvo “... llena de tanta virtud como jamás ha ostentado ninguna otra ciudad o República...” (D: I, 1), por ello es que “... es necesario seguir el modelo romano...” (D: I, 6) debido a que si una ciudad está armada y ordenada como ella “... de modo que sus ciudadanos experimenten cada día, en público y en privado, su virtud y el poder de la fortuna, siempre, en cualquier situación, en cualquier tiempo mostrarán el mismo ánimo y mantendrán la misma dignidad...” (D: III, 31). Los romanos fueron virtuosos pues realizaron correctamente “... la elección del lugar [de la fundación de una ciudad] y la ordenación de las leyes...” (D: I, 1). De acuerdo a Leonardo Bruni (1506) citando al libro octavo de la Política de Aristóteles una República bien ordenada es: “Una ciudad con gobierno propio en la cual el pueblo tiene su lugar en la vida pública.” (“quiescere autem plebem non principantem nullum 275 signum est benem contitutive civitatis”) Para Maquiavelo una República bien ordenada: “…es aquella que es más apta para asegurar el vivere libere y civile bajo el imperio de la ley, de leyes justas y buenas para el beneficio del bien común.” Para el profesor Quentin Skinner: “la esencia del republicanismo de Maquiavelo puede ser resumida en forma de dos preposiciones conectadas. Primero, que ninguna ciudad puede lograr la grandeza a menos que sostenga una forma de vivir libre (vivire libere), y segundo que ninguna ciudad puede jamás sostener una forma de vivir libre a menos que mantenga una Constitución republicana.” La visión política de Maquiavelo y de Bolívar ante la fortuna es la de un activista: el hombre debe confrontar a la fortuna con su virtud, a pesar de ser un “débil juguete” de ella, no para soportar sus golpes sino para defenderse o controlarlos a través de una pugna activa, y no debe someterse servilmente a sus efectos sino tenerlos en cuenta para una decisión efectiva. A diferencia de la Providencia Divina, la fortuna no es directriz de las acciones humanas, por eso critica el situarlas como gobernantes del mundo quitando al hombre todo poder para corregir el rumbo y para oponer remedios, que ha sido un punto de vista que muchos han tenido y tienen, debido a que “... después de una larga prosperidad, al perder, no se echa la culpa a ninguna cosa propia, sino que se acusa al cielo y las disposiciones del hado...” Frente al azar y la fortuna, el hombre renacentista como Maquiavelo, y el hombre de la “Ilustración” que era Bolívar, manifiestan su dignidad de la única manera posible: atribuyéndose un papel en la ejecución de su destino. En la elección de una única idea caracterizadora del pensamiento moderno elegiríamos la afirmación y legitimación de la voluntad individual, y esto es lo que hace Maquiavelo cuando escribe que “... para que nuestra libre voluntad no quede anulada, pienso que puede ser cierto que la fortuna sea árbitro de la mitad de las acciones nuestras, pero la otra mitad, o casi, nos es dejada, incluso por ella, a nuestro control...” (P: XXV). Esta frase fue interpretada como que la historia es obra de la voluntad humana, o como diría Hegel posteriormente que, la “Guerra es el motor de la historia”. El hombre tiene todas las posibilidades de modificar su entorno y determinar su destino, y ya no depende ni de Dios ni de la fortuna. La vena activista de Maquiavelo lo hace llamar constantemente a la acción y a condenar la pasividad y a los príncipes que culpan a la fortuna por la pérdida de sus Estados, ocultando su propia responsabilidad. 276 La metáfora de Maquiavelo en el Príncipe, que la fortuna se asemeja a un río torrentoso, o la de Bolívar al decir en el manifiesto de Carúpano, que el hombre es un “débil juguete de la fortuna” capaz de arrastrar en su furia cualquier resistencia, pero ante el cual el hombre puede construir diques y canales en momentos de tranquilidad para controlar su caudal, expresa con claridad la postura de Maquiavelo: la fortuna rige cuando no hay virtud, cuando ésta no está preparada y organizada para enfrentarse a ella; la fortuna se manifiesta en los puntos débiles, donde no hay diques. Estos diques, en el orden político, son las instituciones. Como lo afirmaría Bolívar en su manifiesto de Carúpano: Es una estupidez maligna atribuir a los hombres públicos las vicisitudes que el orden de las cosas produce en los Estados, no estando en la esfera de las facultades de un general o magistrado contener en un momento de turbulencia, de choque, y de divergencia de opiniones el torrente de las pasiones humanas, que agitadas por el movimiento de las revoluciones se aumentan en razón de la fuerza que las resiste. Y aun cuando graves errores o pasiones violentas en los jefes causen frecuentes perjuicios a la República estos mismos perjuicios deben, sin embargo, apreciarse con equidad y buscar su origen en las causas primitivas de todos los infortunios: la fragilidad de nuestra especie, y el imperio de la suerte en todos los acontecimientos. Y agrega además: El hombre es el débil juguete de la fortuna, sobre la cual suele calcular con fundamento muchas veces, sin poder contar con ella jamás, porque nuestra esfera no está en contacto con la suya de un orden muy superior a la nuestra. Pretender que la política y la guerra marchen al grabo de nuestros proyectos, obrando a tientas con sólo la pureza de nuestras intenciones, y auxiliados por los limitados medios que están a nuestro arbitrio, es querer lograr los efectos de un poder divino por resortes humanos. Y posteriormente en su Discurso ante el Congreso de Angostura reafirma: “Hombres virtuosos, hombres ilustrados constituyen las Repúblicas.” 277 Tanto para Bolívar como para Maquiavelo, el amor a la patria está por encima de cualquier otra consideración, ellos sostienen la moral heroica, es decir aquella tesis que el secretario Florentino expresó en sus Discursos con precisión lapidaria: Ella debe defenderse siempre y de cualquier manera posible; y, si está en juego su salvación,...no se debe guardar ninguna consideración a lo justo o lo injusto, lo piadoso o lo cruel, lo laudable o lo vergonzoso, sino que, dejando de lado cualquier otro respeto, se ha de seguir aquel camino que salve la vida de la patria y mantenga su libertad... (D: III, 41). En este caso ambos personajes consideran que todo gobernante debe actuar con el bien mientras le sea posible, pero debe aprender a actuar de la manera contraria, si el bien y la salvación de la patria lo ameritan. El ejercicio de las virtudes morales puede arruinar al Estado y al bien común; entonces, sólo se tienen dos opciones: aferrarse a principios éticos o al bienestar del pueblo. En los reinos imaginarios de los moralistas los dos son uno y a Maquiavelo como a Bolívar le hubiesen gustado que fuese así; pero la realidad es otra y el príncipe necesariamente debe elegir: salvar su alma o su gente, y para el secretario florentino como lo fue igualmente para Bolívar, no hay debate aquí pues el deber de un gobernante es hacia sus ciudadanos. Quien salva su propia alma y destruye a su pueblo puede parecer un santo, pero así se convierte en el peor de los tiranos. Si “el fin justifica los medios” -frase nunca utilizada literalmente por el Florentino-, hacer el mal es a veces necesario (un “mal menor”) para obtener el bien común, puesto que la meta última es el bienestar general que requiere, en algunos casos, la utilización de medios extraordinarios considerados -a vecesinmorales. Si un hombre “... quiere hacer en todos los puntos profesión de bueno, labrará necesariamente su ruina entre tantos que no lo son...” y esta es la razón por la cual...”… es necesario a un príncipe, si se quiere mantener, que aprenda a poder ser no bueno y a usar o no usar de esta capacidad en función de la necesidad...”. Es, realmente, digno de elogio poseer los rasgos “... que son tenidos por buenos...” pero si peligra el Estado “... puede incurrir en ellos [los vicios] con menos miramientos. Y todavía más: que no se preocupe de caer en la fama de aquellos vicios sin los cuales difícilmente podrá salvar su Estado...” (P: XV). En otras 278 palabras, las virtudes morales pueden llevar a la ruina de un Estado y, por el contrario, ciertos vicios pueden salvarlo. Tal y como lo expresó Bolívar parafraseando a Maquiavelo en su manifiesto de Cartagena: Es preciso que el gobierno se identifique, por decirlo así, al carácter de las circunstancias, de los tiempos y de los hombres, que lo rodean. Si estos son prósperos y serenos el debe ser dulce y protector, pero si son calamitosos y turbulentos, él debe mostrarse terrible, y armarse de una firmeza igual a los peligros, in atender a leyes ni constituciones, ínterin no se establece la felicidad y la paz. Y también como se lo expreso al Coronel francés Perú de Lacroix en el Diario de Bucaramanga: ...Los pueblos quieren más algunas veces a los que más males le hacen, todo consiste en el modo de hacerlo. El jesuitismo, la hipocresía, la mala fe, el arte del engaño y de la mentira, que se llaman vicios en la sociedad, son cualidades en política, y el mejor diplómata, (sic), el mejor hombre de Estado es el que mejor sabe ocultarlos y hacer uso de ellos, y la civilización, lejos de extirpar estos males no hace sino refinarlos mucho más. El problema moral reside en la siguiente cuestión: ¿puede un buen gobernante, con fines justos, actuar inmoralmente? Nótese que Maquiavelo no afirma que el gobernante debe ser “malvado”, sino “poder ser no bueno”; él nunca aprueba la conducta perversa de un príncipe como en el caso de Agatocles que menciona en El Príncipe, pues únicamente pueden alabarse aquellas acciones que son dirigidas hacia el bien común. No existiría este dilema en un mundo perfecto, pero los ejemplos de la vida política y la historia muestran la maldad de los hombres, “... que pondrán en práctica sus perversas ideas siempre que se les presente la ocasión de hacerlo libremente...” (D: I, 3); por esta razón, quien disponga de un Estado ha de presuponer “... que todos los hombres son malos [y que] sólo obran bien por necesidad...” (D: 279 I, 3), con lo cual Maquiavelo, no está negando la existencia o la necesidad de las virtudes morales. La patria, su ciudad natal de Florencia y la Italia toda, fue para Maquiavelo objeto de veneración, así como para Bolívar lo fue Venezuela y la Gran Colombia. Bolívar al igual que Maquiavelo, consideraban que un hombre no tiene deber más importante que hacia ella y que el mayor bien dentro de las posibilidades humanas y las que más agradan a Dios, son las obras que realiza por su patria. Al igual que los antiguos ciudadanos romanos. Maquiavelo afirmó en sus Discursos, (D: III, 41) de manera vehemente que “... amo a mi patria más que a mi alma...” palabras que sin duda alguna parecen pronunciadas por el mismo Bolívar. Tanto Maquiavelo como Bolívar son republicanos por excelencia, ambos consideran en la mayoría de sus escritos y discursos que es el único sistema político en donde se puede garantizar la democracia y el vivere libere (la libertad) y el vivere civile y puede perdurar el imperio de las leyes. Tanto para Maquiavelo, como para Bolívar, sin lugar a dudas, la República es la mejor forma de gobierno, es la forma ideal en donde se plasman la libertad y la vida civil. Sólo en una República bien organizada [republica bene ordinata] el fin del Estado es el bien común. Se llega a este bien común cuando se extinguen las grandes desigualdades sociales, teniendo todos los estamentos participación en el gobierno (gobierno mixto); que el Estado sea libre sin ser sometido a la voluntad de una sola persona o a un grupo parcial (parcialidad política). La República para Maquiavelo y Bolívar, es el régimen virtuoso en el sentido clásico del humanismo cívico. Es decir, la República es por encima de todas las cosas, el régimen que permite la realización del vivere libere y el vivere civile, de una forma de vida dedicada al interés cívico, del bienestar común y al ejercicio de la actividad política del ciudadano, y es en esta vida dedicada a la acción, posibilitada por la República, que el hombre puede aspirar a alcanzar los más altos valores cívicos a los que puede pretender. La libertad, que implica un gobierno amplio y democrático (a la escala de la época) sirve para vivir seguros, y este deseo se satisface con facilidad “... haciendo leyes y ordenamientos justos en los que, a la vez que se afirma el poder, se garantiza la seguridad de todos...” (D: I 16). Además, se hacen enormes progresos “... sin temer que le sea arrebatado su 280 patrimonio, y sabiendo que no solamente nacen libres y no esclavos, sino que pueden, mediante su virtud, llegar a ser magistrados...”. Asimismo, “... las riquezas se multiplican en mayor número [y] lo contrario sucede en los países que viven siervos...” (D: II, 2). Y así lo expresó textualmente Maquiavelo en sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio: Los que organizan prudentemente una República, consideran, entre las cosas más importantes, la institución de una garantía de libertad, y según sea más o menos acertada, durará más o menos el vivir libre… Es fácil conocer de dónde le viene al pueblo esa afición a vivir libre, porque se ve por experiencia que las ciudades nunca aumentan su dominio ni su riqueza sino cuando viven en libertad...porque lo que hace grande a las ciudades no es el bien particular sino el bien común. Y sin duda este bien común no se logra más que en las Repúblicas… ... por eso que una República tiene una vida más larga y conserva por más tiempo su buena suerte que un principado, porque puede adaptarse mejor a la diversidad de las circunstancias…Pues todas las tierras y las provincias que viven libres, en todas partes, como dije antes, hacen enormes progresos. Y como lo expresó Bolívar fehacientemente en su discurso ante el Congreso de Angostura: Sólo la democracia, en mi concepto, es susceptible de una absoluta libertad… El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política… Un gobierno republicano ha sido, es, y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la libertad 281 civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios… Dignaos, legisladores, acoger con indulgencias la profesión de mi conciencia política, los últimos votos de mi corazón y los ruegos fervorosos que a nombre del pueblo me atrevo a dirigiros. Dignaos conceder a Venezuela un Gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un gobierno que haga triunfar bajo el imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad. Maquiavelo en los Discursos, enfatiza su conceptualización sobre la República y muestran la preferencia del secretario florentino por esta forma de gobierno. Bruto es el héroe y César, destructor de las libertades de Roma, su villano (D: I, 10) pues el bien común como hemos dicho es más fácil de lograr en una República que bajo un príncipe. Igualmente Bolívar expresa en la mayoría de sus escritos de importancia, al igual que Maquiavelo, su preferencia por el sistema republicano de gobierno. Pero Maquiavelo al igual que Bolívar en su tiempo, previó también las ventajas de un reino o principado en algunos casos, pues consideraba que era posible un buen gobierno bajo un príncipe: Francia por ejemplo: debía ser admirada por los italianos pues estaba unificada bajo una sabia monarquía constitucional (P: XIX). Existen para Maquiavelo, inclusive, circunstancias en las cuales solamente un monarca puede gobernar, esto es, cuando se necesita fundar un Estado o hacer reformas profundas; cuando los ciudadanos y las instituciones se han corrompido, entonces sólo una conducción fuerte puede ser efectiva (D: I, 9). Maquiavelo afirmaba tanto en su Discursos, como en El Príncipe que cuando una República se había corrompido y su virtù e instituciones públicas ya no eran suficientes para restáurala al vivere libere y a su buen funcionamiento como republica bene ordinata era necesario que El Príncipe, asumiera plenos poderes e instaurara preferiblemente un gobierno fuerte y monárquico, en este sentido las afirmaciones de Maquiavelo justifican plenamente las acciones enérgicas tomadas por Bolívar cuando trató de ejecutar medidas extremas para salvar a la República de Colombia de la anarquía que amenazaba con destruirla en los años 282 1827, 1828, 1829 y 1830, tratando de implantar la controversial Constitución boliviana con su presidencia vitalicia y el senado vitalicio y hereditario como en Angostura. Tanto Bolívar como Maquiavelo preconizaban el régimen republicano y democrático, con un sistema mixto de gobierno, en donde confluyeran en su constitución, tanto el elemento monárquico, el elemento aristocrático y el gobierno popular, al igual mutatis mutandis, que la antigua República romana, que fuese capaz tal sistema, de garantizarle a la naciente República el “mayor grado de estabilidad política posible, el mayor grado de felicidad política y el mayor grado de seguridad posible”, que le permitiera mayor crecimiento en paz y en armonía y mayor permanencia en el tiempo, evitando con este tipo de constitución, su rápida decadencia, corrupción política y desaparición eventual, como sucede con los sistemas simples en la rueda de los ciclos polibianos. Maquiavelo afirmaba que: Los “cuerpos mixtos como las Repúblicas (...) están mejor organizados y tienen una vida más larga [ya que] mediante sus instituciones, se pueden renovar a menudo...” (D: III, 1). Si el hombre es proclive a la corrupción, la clave consiste en mantener a los ciudadanos “bien ordenados” a través de las leyes para que puedan defender sus libertades por medio de una serie de instituciones, tema principal del Libro III de los Discursos. El renacer de una República puede provenir de “... la virtud de un hombre o de una ley...” y es un solo hombre “... con sus ejemplos raros y virtuosos [quien cumplirá] casi la misma función que las leyes y las instituciones...” (D: III, 1). Agregaba Maquiavelo en sus Discursos, que las buenas formas de gobierno clásicas -monarquía, aristocracia y gobierno popular- son fáciles de pasar a las formas malas “... porque el principado fácilmente se vuelve tiránico, la aristocracia con facilidad evoluciona en oligarquía, y el gobierno popular se convierte en licencioso con facilidad...”. Por esta razón, si alguien organiza un Estado de acuerdo a los regímenes buenos “... lo hace para poco tiempo, porque irremediablemente, degenerará en su contrario...” (D: I, 2). El régimen mixto, una combinación de las formas buenas, produce un equilibrio entre las fuerzas sociales y logra que todas las partes se vean comprometidas en los asuntos de gobierno y cada una “vigile a la otra” para evitar “la arrogancia de los ricos” o el “libertinaje del pueblo”. 283 Bolívar lo expresaba en su discurso ante el Congreso de Angostura de la manera siguiente: No aspiremos a lo imposible, no sea que por elevarnos sobre la región de la libertad, descendamos a la región de la tiranía. De la libertad absoluta se desciende siempre al poder absoluto, y el medio entre estos dos términos es la suprema libertad social. Cuando deseo atribuir al Ejecutivo una suma de facultades superior a la que antes gozaba, no he deseado autorizar un déspota para que tiranice la República, sino impedir que el despotismo deliberante no sea la causa inmediata de un círculo de vicisitudes despóticas en que alternativamente la anarquía sea reemplazada por la oligarquía y por la monocracia. Asimismo en Maquiavelo encontramos como dijimos una visión cíclica polibiana de los regímenes políticos, según la cual “... un país podría dar vueltas por tiempo indefinido en la rueda de las formas de gobierno...” y todas esas formas son “... pestíferas, pues las buenas tienen una vida muy breve y las malas son de por sí perversas...”. Por esta razón, considera al igual que Bolívar en su tiempo, que la mejor forma de gobierno es el gobierno mixto, mezcla de las tres formas puras y buenas, y es así que: ... los legisladores prudentes huyen de cada una de estas formas en estado puro, eligiendo un tipo de gobierno que participe de todas, juzgándolo más firme y más estable, pues así cada poder controla a los otros y, en una misma ciudad se mezclan el principado, la aristocracia y el gobierno popular...” (D: I, 2). El gobierno mixto es una “República perfecta” (D: I, 2) y es la forma de gobierno “... más duradera y casi no se puede esperar salir de ella...” (D: II, 2). Según Maquiavelo, el bienestar general de la sociedad, y asimismo afirmamos que eso es lo que preocupaba igualmente Bolívar, y solamente se logra en las Repúblicas, y en última instancia: “... porque lo que hace grandes a las ciudades no es el bien particular, sino el bien 284 común [y] lo contrario sucede con los príncipes...” pues la mayoría de las veces sólo buscan su beneficio propio; y: ... cuando en un Estado libre surge una tiranía, el menor mal que resulta de ello es que la ciudad ya no avanza ni crece...”, por ello es que no hay que maravillarse “... de que los antiguos pueblos persiguiesen con tanto odio a los tiranos y amasen la vida libre, y de que el nombre de la libertad fuese tan estimado por ellos...(D: II, 2). Las principales ideas políticas de Maquiavelo, así como de Bolívar, como hemos afirmado, se encuentran en la concepción tradicional, antigua y moderna, del bien común. Maquiavelo. En su Proemio Del arte de la guerra, menciona que “... todo cuanto se establece en una sociedad [es] para el bien común de los hombres...”. En los Discursos afirma que, para distinguirse y lograr la gloria, hay que proponer “... una ley que redundase en beneficio público...” (D: III, 34). Se pronuncia por algo similar en el capítulo XXI de El Príncipe. Evidentemente, quien lea solamente esta última obra de Maquiavelo (El Príncipe) y desdeñe las demás, (Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Discorsi sobre la Constitución de Florencia y el Arte de la Guerra) no apreciará con plenitud que la principal preocupación del florentino era el bienestar general del pueblo. Igualmente Para Bolívar, como lo manifestó en sus principales discursos, proclamas e innumerables cartas, la finalidad de un buen gobierno es el bien común, como lo expresó fehacientemente en su discurso ante el Congreso de Angostura: El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política. Por las leyes que dictó el primer Congreso tenemos derecho de esperar que la dicha sea la dote de Venezuela; y por las vuestras, debemos lisonjearnos que la seguridad y la estabilidad eternizarán esta dicha. Meditad bien vuestra elección, legisladores. No olvidéis que vais a echar los fundamentos a un pueblo naciente que podrá elevarse a la grandeza que la naturaleza le ha señalado, si vosotros proporcionáis su base al eminente rango 285 que le espera. Si vuestra elección no está presidida por el genio tutelar de Venezuela que debe inspiraros el acierto de escoger la naturaleza y la forma de gobierno que vais a adoptar para la felicidad del pueblo; si no acertáis, repito, la esclavitud será el término de nuestra transformación. En nuestro criterio, Simón Bolívar, representó en su época, el “El Nuevo Príncipe” suramericano, el prototipo “ideal” que hubiese deseado Maquiavelo que liberara Italia de los “bárbaros” y unificase la península en una sola nación, según lo expresado por el Secretario florentino, en el capítulo XXVI del Príncipe. Bolívar encuadra perfectamente en éste caso, en dos tipologías “Maquiavélicas”: primero, “de aquellos que han fundado Repúblicas o reinos”; segundo, de aquellos que, “puestos a la cabeza de los ejércitos han ampliado sus dominios o los de la patria”, es decir de aquellos personajes dignos de elogio, gloria y honor. Bolívar en varias oportunidades afirmó que él no usurpaba la soberanía, que él era un simple ciudadano, quería decir un Libertador, “un legislador”, “un Licurgo”, “un Rómulo”, un “Pericles, un “Marco Aurelio” que sólo había venido a traer buenas leyes y la libertad y la felicidad al pueblo: Compatriotas: yo no he venido a oprimiros con mis armas vencedoras; he venido a traeros el imperio de las leyes; he venido con el designio de conservaros vuestros sagrados designios. No es el despotismo militar el que pueda hacer la felicidad de un pueblo, ni el mando que obtengo puede convenir jamás sino temporariamente a la República… Un soldado feliz no adquiere ningún derecho para mandar a su patria. No es el árbitro de las leyes ni del gobierno, es el defensor de su libertad. Sus glorias deben confundirse con las de la República, y su ambición debe quedar satisfecha al hacer la felicidad de su país. Maquiavelo escribía para el salvador de la península italiana en sus tiempos, como un patriota cuyo último capítulo de El Príncipe parece ser la razón de su obra: una ardiente invocación en el campo del deber ser a la liberación de Italia, rompiendo con la racionalidad técnica y realista de los capítulos anteriores con un reto apasionado y desesperado debido a la 286 angustia por la dominación extranjera: exhorta a un príncipe “... a ponerse al frente de Italia y liberarla de los bárbaros...” y que introduzca con su virtud un nuevo orden capaz de sacar a su patria de la postración. El secretario florentino invita a la acción, “... esperando quién podrá ser el que la cure [a Italia] de sus heridas y ponga fin a los saqueos [...] y le limpie esas sus llagas desde hace ya tanto tiempo emponzoñadas...” (P: XXVI) Recordemos que en ese último capítulo (XXVI) de El Príncipe, como hemos dicho, trata del llamado de Maquiavelo a la venida de éste Príncipe Nuevo, en una “Exhortación a emancipar a Italia y a liberarla de los bárbaros”. Es el llamado como dijimos a un príncipe nuevo que, aleccionado por Maquiavelo, viniera a suplir con su virtù la inexistencia de instituciones libres en una Italia desahuciada. En el grado de corrupción en que se encuentra, “... más esclava que los judíos, más sierva que los persas, más dispersa que los atenienses...”, Italia no parece estar en condiciones de darse instituciones libres. En conclusión, en función del análisis efectuado en los capítulos anteriores del presente trabajo, es nuestro criterio, que el “desideratum” de Maquiavelo de un “Príncipe Nuevo” se cumplió mutatis mutandis, tiempo y espacio, con Simón Bolívar, en ésta parte del mundo, la América española y, 300 años más tarde de lo anhelado por el secretario florentino. Bolívar. El “Príncipe Nuevo”, que libertó a Venezuela, la Nueva Granada, Quito, Perú y fundo a Bolivia, emancipándolas de los “bárbaros” españoles, que finalmente intentaría unificar esas nacientes naciones en una sola patria, otorgándoles la libertad, leyes justas y suaves y sistemas de gobiernos estables que garantizarían la mayor suma de felicidad, prosperidad, estabilidad y seguridad política posibles en sociedad humana alguna. 287 BIBLIOGRAFÍA ARENDT, Hannah. Sobre la Revolución. Madrid: Alianza Editorial, 1988. ARISTÓTELES. Política. Alianza Editorial S.A. Madrid. Edición 1986. BENTHAM, Jeremy. A Fragment on Government. 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