CAPITULO I

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UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR
Decanato de Estudios de Postgrado
Maestría en Ciencia Política
TRABAJO DE GRADO
ESTUDIO COMPARADO DEL MODELO POLÍTICO PROPUESTO POR SIMÓN
BOLÍVAR Y EL MODELO DE MAQUIAVELO
por
Federico Guillermo Pohl Contasti
Noviembre 2005
UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR
Decanato de Estudios de Postgrado
Maestría en Ciencia Política
ESTUDIO COMPARADO DEL MODELO POLÍTICO PROPUESTO POR SIMÓN
BOLÍVAR Y EL MODELO DE MAQUIAVELO
Trabajo de Grado presentado a la Universidad Simón Bolívar por
Federico Guillermo Pohl Contasti
Como requisito parcial para optar al título de
Magíster en Ciencia Política
Realizado con la asesoría del Profesor
Friedrich Welsch, Ph. D.
Noviembre 2005
i
Certifico que he leído este Trabajo de Grado y
lo he encontrado aceptable en cuanto a
contenido científico y lenguaje.
Sartenejas, Noviembre 2005
ii
UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR
Decanato de Estudios de Postgrado
Maestría en Ciencia Política
ESTUDIO COMPARADO DEL MODELO POLÍTICO PROPUESTO POR SIMÓN
BOLÍVAR Y EL MODELO DE MAQUIAVELO
Este Trabajo de Grado ha sido aprobado en nombre de la Universidad Simón Bolívar por el
siguiente jurado examinador:
Noviembre del 2005
iii
AGRADECIMIENTOS
A nuestro supremo creador, por haberme otorgado la
vida, preservado mi salud, e iluminado mi intelecto
para poder realizar el presente trabajo.
A mis padres por haberme inculcado desde mi más
tierna edad el amor al estudio, a la lectura de los
clásicos greco-romanos, a la virtud ciudadana, el amor
a la patria y a sus valores cívicos.
A mi esposa Elizabeth y a mis hijos Federico, Erich y
Kyria, por haber soportado pacientemente mis
desvelos y ausencias.
Al Profesor Friedrich Welsch, mi asesor, por sus
consejos y sus sabias y oportunas recomendaciones y
observaciones lo que me permitió sin lugar a dudas la
culminación del presente trabajo de investigación.
Al respetable cuerpo de profesores del Postgrado en
Ciencia Política, por su apoyo incondicional.
Especialmente a los profesores Mauricio Báez, Omar
Noria, Jesús Herrera, Aníbal Romero, Makram
Haluani y José Vicente Carrasquero quienes me
proporcionaron
excelentes
recomendaciones
y
directa o indirectamente me estimularon a realizar el
presente trabajo.
A las señoras Angelina Bernal, Silvia Pernia, Isaura
Borges y Raiza Achique, por su paciencia y
colaboración.
iv
RESUMEN
El objetivo principal del presente trabajo de grado, es realizar un estudio de política
comparada entre el pensamiento político y filosófico de Simón Bolívar y del filosofo-político
florentino Nicolás Maquiavelo, a fin de localizar convergencias y similitudes en sus formas
de actuar y pensar político, así como de posibles divergencias y con ello dilucidar e inferir
algunas reglas y preceptos políticos comunes enunciados por ellos, que puedan ser de
aplicación universal en todos los tiempos.
Para estos efectos se realizo un análisis de contenido de fuentes primarias y secundarias de
información, de sus obras principales, diversos escritos, discursos, cartas etc. Se tomó como
génesis del trabajo el pensamiento político de los antiguos, haciendo énfasis en los modelos de
las constituciones y la teoría de la Anaciclosis, pasando luego a la medula central del trabajo:
el estudio comparado del pensamiento político de Maquiavelo y de Simón Bolívar.
Si se medita desapasionadamente acerca del contenido esencial, de la pura naturaleza de las
obras respectivas de Maquiavelo y de Bolívar, se hallaran extraordinarias y desconcertantes
analogías entre el pensamiento político de estos grandes hombres, a primera vista y a priori,
tan diversas y opuestas. En este estudio se encontró, que no solamente el pensamiento y el
actuar político de Simón Bolívar se ajusta, dentro de ligeras y inevitables variantes, a aquellas
especies estereotipadas de gobernantes autocráticos que nos lego el secretario florentino en el
Príncipe. No es solamente que responda con su actitud épica y vertiginosa ante la vida a la
actitud peculiar del héroe ideal que soñó Maquiavelo para libertar a Italia, el nuevo príncipe
que expulsaría a los bárbaros de su patria. Es que dentro de una gigantesca diversidad de
medios, de épocas, de calidades, de trabajos y de resultados, los dos perseguían un mismo
anhelo, los dos comprendían la naturaleza humana de la misma forma, los dos vivieron
poseídos por análogas gloriosas empresas, los dos aspiraban a la libertad e independencia de
sus respectivas patrias, los dos clausuraron una etapa de la historia de la humanidad, para abrir
con los propios meritos de su genio una nueva era.
Se da inicio el presente trabajo indagando sobre el origen de los conceptos políticos de las
diferentes formas de gobierno y la teoría de la Anaciclosis en Platón y Aristóteles, para tener
una idea de la génesis de las consecuentes teorías de Polibio, Cicerón y posteriormente de
Maquiavelo, luego la vigencia Maquiavelo en el pensamiento político de los siglos
consecuentes y previos a la “ilustración” y a la revolución francesa para inmediatamente
efectuar un estudio comparado entre el pensamiento político de Simón Bolívar y Maquiavelo y
finalmente formular algunas conclusiones
Cuando me refiero a Modelo Político en el presente trabajo me represento mentalmente al
ideal republicano y a la admiración al modelo de la constitución de la república romana y de la
democracia ( vivere libere, vivere civile) [republica bene ordinata, well ordered republic] que
ambos personajes profesaban, mutatis mutandis, coincidiendo además uno y el otro que los
gobiernos autoritarios sólo son necesarios en casos excepcionales y cuando se corrompen las
repúblicas a tal grado, que no pueden ser corregidas y llevadas de nuevo al buen camino bajo
el imperio de las leyes y el orden cívico
Palabras claves: Anaciclosis, Ecléctico, Entelequia, Oclocracia, Híbrido.
v
INDICE GENERAL
CAPÍTULO
PAG.
CERTIFICACIÓN DEL TUTOR..........................................................................
APROBACIÓN DEL JURADO.............................................................................
AGRADECIMIENTOS ..........................................................................................
RESUMEN ...............................................................................................................
INDICE GENERAL................................................................................................
INTRODUCCIÓN...................................................................................................
I
i
ii
iii
iv
v
1
FORMAS ANTIGUAS DE GOBIERNO Y LA TEORÍA DE LA
ANACICLOSIS ...................................................................................................... 6
1.1. Platón y Aristóteles, las formas de gobierno y la teoría de la Anaciclosis ........ 6
1.2. Tipos de monarquía según Aristóteles ............................................................... 10
1.3. Tipos de democracia según Aristóteles .............................................................. 11
1.4. El sistema mixto (régimen intermedio) según Aristóteles ................................. 14
1.5. La teoría de la Anaciclosis según Aristóteles..................................................... 16
II. POLIBIO Y CICERÓN, LAS FORMAS DE GOBIERNO Y LA TEORIA DE
LA ANACICLOSIS................................................................................................ 18
2.1. Polibio y su obra, la constitución romana y la teoría de la Anaciclosis............. 18
2.2. Polibio y la teoría de la Anaciclosis ................................................................... 20
2.3. Polibio y la Constitución mixta en las historias ................................................. 21
2.4. Polibio y la Constitución romana ....................................................................... 24
2.5. Marco Tulio Cicerón y las formas de gobierno.................................................. 25
2.6. Cicerón, el sistema mixto y los ciclos de gobierno ............................................ 28
2.7. Cicerón y la virtud romana: el amor a las leyes ................................................. 30
2.8. La división de Poderes: ¿Qué es y que no es?.................................................... 31
III MAQUIAVELO, LOS SISTEMAS DE GOBIERNO Y LA TEORÍA DE LA
ANACICLOCIS...................................................................................................... 35
3.1. Maquiavelo, del principiado a la República....................................................... 35
3.2. Del origen de las ciudades.................................................................................. 42
3.3. De la tipología de las Repúblicas según Maquiavelo......................................... 43
3.3.1. Del elogio al sistema híbrido o mixto de gobierno .................................. 47
3.3.2. Maquiavelo y el sistema Híbrido de la República Romana ..................... 48
vi
CAPÍTULO
PAG.
3.3.3 ¿Cuál régimen político es mejor, más perdurable y estable el principado o
la República? ............................................................................................. 50
3.3.4. Del principado civil o la República.......................................................... 54
3.4. De la organización de las republicas .................................................................. 58
3.5. Conclusión: la república ejemplar, la razón de Estado ...................................... 60
3.6. Maquiavelo al espejo de sus críticos .................................................................. 69
IV LEGADO Y VIGENCIA DE MAQUIAVELO EN EL PENSAMIENTO
POLÍTICO DE LOS SIGLOS XVI- XVIII......................................................... 73
4.1. La reivindicación de Maquiavelo como republicano ......................................... 73
4.2. El legado de Maquiavelo y su aceptación, aportes de Bodino-Hobbes-LockeHarrington-Hume-Montesquieu-Rousseau......................................................... 75
4.2.1. El “Momento” de Maquiavelo ................................................................. 76
4.2.2. Críticas de Juan Bodino y Thomas Hobbes al gobierno mixto ................ 80
4.2.3. John Locke, precursor del equilibrio y la separación de los poderes ...... 87
4.2.4. El absolutismo y constitucionalismo bajo los reyes Estuardo y la adopción
del sistema “Mixto” en la Constitución Inglesa de los siglos XVII y XVIII
................................................................................................................ 95
4.2.5. James Harrington y su defensa del gobierno mixto, la República de Oceana
................................................................................................................ 98
a. Harrington y su definición de gobierno............................................
100
b. Harrington, los tipos de gobierno y la Anaciclosis .................................. 100
c. Harrington y la aristocracia natural .......................................................... 101
d. Harrington, el gobierno mixto y el equilibrio de poderes ........................ 102
4.2.6. David Hume y su pensamiento político, la monarquía constitucional.....
.......................................................................................................... 103
a. David Hume, la anaciclosis y la muerte del cuerpo político ................... 108
b. David Hume y los fundadores de un Estado ........................................... 110
4.2.7. Montesquieu y la consolidación de la teoría del equilibrio y la separación
de los poderes………………………………………………………111
a. Montesquieu y los diferentes tipos de gobierno ...................................... 112
b. ¿Qué se entiende por virtud para Montesquieu? ...................................... 114
c. Montesquieu y la teoría de la separación de poderes .....................................
.......................................................................................................... 116
4.2.8. Juan Jacobo Rousseau y el republicanismo........................................ 120
vii
CAPÍTULO
PAG.
a. Juan Jacobo Rousseau y los sistemas de gobierno ................................... 122
b. Juan Jacobo Rousseau y su consideración sobre la democracia .............. 123
c. Juan Jacobo Rousseau y la aristocracia .................................................... 123
d. Juan Jacobo Rousseau y la monarquía .................................................... 123
e. Sobre los gobiernos mixtos ...................................................................... 124
f. No toda forma de gobierno es propia a todo país ..................................... 125
g. De lo signos del buen gobierno ................................................................ 125
h. Del abuso del gobierno y su inclinación a degenerar, [La Anaciclosis
Rousseauniana]....................................................................................... 126
i. De la muerte del cuerpo Político .....................................................................
.......................................................................................................... 127
4.3. Conclusión de este capitulo................................................................................
.......................................................................................................... 129
V
LOS PARADIGMAS POLÍTICOS DE SIMÓN BOLÍVAR Y SU
COMPARACIÓN
CON
EL
PENSAMIENTO
POLÍTICO
DE
MAQUIAVELO…………………………………………………………….....131
5.1. El pensamiento político de Simón Bolívar..............................................
131
5.2. Simón Bolívar y la “Ilustración”................................................................. 134
5.3. Bolívar realista político ................................................................................ 143
5.4. Bolívar fundador [“alfarero”] de naciones ................................................... 158
5.5. Bolívar republicano o monárquico............................................................... 169
5.6. Bolívar y la separación y el equilibrio de los poderes.................................. 196
5.6.1. Algunas ideas políticas plasmadas en la carta de Jamaica del 6 de
septiembre de 1815........................................................................... 200
5.6.2. Algunas ideas Políticas y sistema de gobierno propuesto por Bolívar en su
Discurso ante el Congreso de Angostura del 15 de febrero de 1819 201
5.6.3. Ideas Políticas y sistema de gobierno propuesto en su Mensaje al Congreso
Constituyente de Bolivia, el 25 de mayo de 1826 ............................ 220
5.6.4. Bolívar Presidente de la Confederación de los Andes ....................... 232
5.7. Bolívar y la Anaciclosis, la decadencia política de la Gran Colombia ........ 233
VI CONCLUSIONES……………………………… ............................ ……….. 252
BIBLIOGRAFÍA .......................................................................................... ...269
INTRODUCCIÓN
Suelen decir las personas entendidas, y no sin motivo, que quien desee saber lo
porvenir consulte lo pasado, porque todas las cosas del mundo, en todo tiempo,
se parecen a las precedentes. Esto depende de que, siendo obra de los hombres,
que tienen siempre las mismas pasiones, han de producir necesariamente los
mismos efectos. 1
Todos los pueblos del mundo han pretendido la libertad; los unos por las armas,
los otros por las leyes, pasando alternativamente de la anarquía al despotismo o
del despotismo a la anarquía; muy pocos son los que se han contentado con
pretensiones moderadas constituyéndose de un modo conforme a sus medios, a
su espíritu, y a sus circunstancias. 2
Simón Bolívar y Nicolás Maquiavelo, personajes históricos separados por 300 años de
existencia, plantearon a nuestro parecer modelos de constitución política similares para sus
respectivas naciones, el uno para la naciente República de Venezuela en 1819 y la República
de Bolivia en 1826 y el otro para la República de Florencia y otras ciudades Italianas en el año
de 1515. Entre estos dos modelos políticos, formulados con 300 años de diferencia, se
encuentran muchas similitudes estructurales, producto de ideas políticas que se pueden
considerar universales en todo tiempo de la historia de la humanidad. En ningún momento, el
autor del presente trabajo pretende afirmar a priori que ambos personajes, obedecen al mismo
ideal político, ni tampoco aseverar que Bolívar se inspiró en Maquiavelo para elaborar su
proyecto de Constitución de Angostura de 1819 y su proyecto de Constitución de Bolivia de
1826. Algunos autores, historiadores y expertos en la materia, tales como el Dr. José Gil
Fortoul en el año 1907 3 y Laureano Vallenilla Lanz, en 1919 4 , han analizado y escrito
exhaustivamente sobre el discurso de Angostura de 1819 y el proyecto de Constitución de
Bolivia de 1826, así como los modelos de constitución que allí se planteaban para las
nacientes Repúblicas de Venezuela y de Bolivia. Otros investigadores como el profesor:
1
Maquiavelo, Op Cit, libro II, Cap. XLIII
2
Simón Bolívar. Discurso ante el Congreso de Angostura, 15 de febrero de 1819
3
José Gil Fortoul. “Historia Constitucional de Venezuela”. 1907.
4
Laureano Vallenilla Lanz. “El Cesarismo Democrático”. 1919.
2
Manuel Vicente Magallanes en el año 1972 5 , señalaba la influencia de John Locke,
Montesquieu, (Del Espíritu de las Leyes) y de Juan Jacobo Rousseau, (El Contrato Social), en
la confección del ideario político de Simón Bolívar, y que le sirvió de inspiración para la
posterior redacción de la Constitución de la República de Venezuela en 1819 y la República
de Bolivia en 1826.
Nicolás Maquiavelo, de acuerdo a lo expresado por Norberto Bobbio, en el año 1975 6
y por Mauricio Viroli, en el año 1978 7 , se inspiró en Tito Livio y Polibio para elaborar su obra
“Discursos sobre la primera década de Tito Livio” y su “Discurso sobre la reforma del
Estado de Florencia”, en donde proponía la adopción del sistema mixto de gobierno de
Monarquía, Aristocracia y Democracia y el equilibrio de poderes, para la ciudad de Florencia
y también para el resto de las ciudades de Italia, Maquiavelo consideraba este sistema, como el
más perfecto de todos los sistemas de gobierno que una sociedad humana o nación alguna,
pudiera adoptar y que le garantizaría una mayor estabilidad política y prosperidad a sus
habitantes, copiando “grosso modo” el modelo de Constitución de la República Romana
descrito por Polibio aproximadamente por el 150 A.C. y posteriormente por Cicerón (78. A.
C.) en su obra “De Res Publica”.
Según se desprende de la mayoría de los escritos sobre la visión política y proyectos de
Constitución del Libertador Simón Bolívar, asunto que será objeto de un más detallado
análisis en los capítulos subsiguientes, Bolívar era también, como lo fue Maquiavelo en su
tiempo, un admirador del mundo antiguo y de las instituciones
políticas de la antigua
República Romana, la cual menciona varias veces en su discurso de Angostura y en varios de
sus celebres discursos y escritos, alabando entre otras cosas sus virtudes públicas, su
estabilidad política y su perdurabilidad en el tiempo. Para evidenciar si Bolívar se había leído
los clásicos greco-latinos, y del renacimiento, tenemos como ejemplo su carta dirigida al
vicepresidente de la República de Colombia, Francisco de Paula Santander, fechada el 20 de
mayo de 1825, en la que dice:
5
6
7
Manuel Vicente Magallanes. “Historia Política de Venezuela”. 1972
Norberto Bobbio. “La Teoría de las formas de Gobierno en la historia del Pensamiento Político”. 1976.
Mauricio Viroli. “Machiavelli, Founders of the Modern Political and Social Thought”. 1978.
3
Ciertamente que no aprendí la filosofía de Aristóteles, ni los códigos del crimen
y del error; pero puede ser que Mr. De Mollien no haya estudiado tanto como
yo a Locke, Condillac, Buffon, Dalambert, Helvetius, Montesquieu, Mably,
Filangeri, Lalande, Rousseau, Voltaire, Rollin, Berthot y todos los clásicos de
la antigüedad, así filósofos, historiadores, oradores y poetas; y todos los
clásicos modernos de España, Francia, Italia y gran parte de los ingleses. Todo
esto lo digo muy confidencialmente a Vd. para que no crea que su pobre
presidente ha recibido tan mala educación como dice Mr. De Mollien, aunque
por otra parte yo no sé nada, no he dejado, sin embargo, de ser educado como
un niño de distinción puede ser en América bajo el poder español. 8
En nuestro criterio, tanto en el modelo político propuesto por Maquiavelo en sus
“Discursos de la Primera década de Tito Livio” y en “El Discurso sobre la reforma del Estado
de Florencia”, como el formulado por el Libertador Simón Bolívar en su discurso de
Angostura en 1819, y en sus sugerencias para la elaboración de la Constitución de la futura
República de Bolivia, en 1826, coinciden estructuralmente en muchos aspectos y plantean la
adopción del sistema republicano de gobierno casi a imagen y semejanza de la antigua
República Romana y a lo expresado por Maquiavelo en sus escritos.
Maquiavelo recomienda a los gobernantes de la ciudad de Florencia en su época y
entre otros al papa León X (Julio de Médicis), la adopción de un sistema mixto de gobierno
basado en los tres tipos rectos o buenos de gobierno que Aristóteles y Polibio mencionaban
también en su obra “Política” y en las “Historias” respectivamente, que eran: la Monarquía, la
Aristocracia y la República.
Polibio por el año 150 A.C., expresaba en su descripción sobre el sistema de gobierno
romano lo siguiente: “Las tres formas de gobierno, la
monarquía, la aristocracia, y la
democracia, se encontraban juntas en la Constitución de la República Romana y tan igual era
el equilibrio de estos tres poderes y tan regular la administración del estado que resultaba de
esa unión, que no era cosa fácil determinar con plena seguridad, si ese estado como un todo,
podría ser considerado como una monarquía, una aristocracia o una democracia.” 9 Polibio
también expuso en “Las Historias”, su célebre teoría de la “Rueda de los Sistemas de
8
Carta de Simón Bolívar fechada en Arequipa el 20 de mayo de 1825 y dirigida al General Francisco de Paula
Santander, Vicepresidente de Colombia.
9
Polibio. “Historia Universal durante la República Romana”. Libro VI, (130 A.C.).
4
Gobierno” o “Anaciclosis”, que es descrita igualmente por Maquiavelo en sus “Discursos
sobre la primera década de Tito Livio”.
Maquiavelo en su “Discurso sobre la reforma al Estado de Florencia”, como en la
obra anteriormente mencionada, recomendaba a su cuidad natal, la adopción del sistema mixto
de gobierno, i.e. [Monarquía, Aristocracia y Democracia] al mismo tiempo y en perfecto
equilibrio, sistema que fue denominado posteriormente como “separación y equilibrio de los
poderes”, según la teoría formulada en el siglo XVIII por Montesquieu en el “Espíritu de las
Leyes” y a quien se le ha otorgado su paternidad a posteriori, y a el cual, los filósofos-políticos
anglosajones y norteamericanos del mismo siglo XVIII, denominaron el sistema de “checks
and balances”.
Ambos personajes históricos, Maquiavelo y Bolívar, soñaron y desearon para sus
respectivos países de origen un sistema de gobierno que representara todos los estratos
sociales de una nación, un sistema de gobierno que permitiera: “la mayor suma de felicidad
posible, la mayor suma de seguridad social, y mayor suma de estabilidad política”,
establecimientos políticos sólidos, equilibrio de los poderes, ambos personajes, según se
desprende de sus escritos, eran republicanos convencidos, ambos personajes fomentaban el
realce de las virtudes públicas y ciudadanas, ambos personajes eran realistas políticos
consumados que conocían la verdadera naturaleza de los pueblos y de los tiempos, se trata de
discernir y conocer el verdadero ideal político de los dos grandes hombres. Durante casi cinco
siglos respecto a Maquiavelo y casi dos siglos con respecto a Bolívar, los historiadores y los
críticos han estado en la incertidumbre y la duda sobre sus verdaderos ideales políticos:
¿Fueron realmente republicanos o pro monárquicos ambos personajes?
¿Creían en la democracia o se orientaban más bien hacia la autocracia monocratica o a
la oligarquía?, ¿Tuvieron fe en la capacidad de las masas para gobernarse a sí mismas, o sólo
confiaron el porvenir de sus connacionales a la mano vigorosa y severa de una clase
dirigente?, ¿Son tipos de aristócratas o de demagogos?
Este trabajo pretende hacer un estudio de política comparada entre las ideas políticas
de los antiguos, luego de Maquiavelo y posteriormente de Bolívar, y, presenta a su vez, un
tratado exploratorio y un análisis de contenido de los modelos políticos formulados tanto por
5
Maquiavelo en sus principales escritos, en especial “El Príncipe”, “Los Discursos de la
Primera década de Tito Livio”, “El arte de la Guerra” y el “Discurso sobre la reforma al
Estado de Florencia”, sobre las teorías antiguas sobre lo que debe ser una República, definir
qué era y cómo debería ser para Polibio y principalmente Maquiavelo una República, el
sistema mixto de gobierno, la separación y el equilibrio de los poderes: el ejecutivo, el
legislativo y el judicial, la teoría de la Anaciclosis; también comparar con las teorías del
equilibrio y separación de poderes de Montesquieu formuladas en su obra “Del espíritu de las
leyes”. Posteriormente analizar los principales discursos políticos de Bolívar: “La Carta de
Jamaica” de 1815, “El discurso de Angostura” de 1819, “El mensaje al Congreso
Constituyente de Bolivia” de 1826 y otras cartas y escritos de relevancia sobre el tema en
estudio, describir: ¿Cómo concebía Bolívar una República?, ¿Cómo debería conformarse el
poder ejecutivo?, ¿El legislativo? ¿El judicial?, ¿El equilibrio de los poderes? ¿En qué consiste
el cuarto poder o poder moral?, ¿Era el Libertador pro-monárquico o en esencia ó por
naturaleza un republicano?, ¿Era la constitución propuesta por Bolívar en Angostura una
constitución con un sistema mixto de gobierno como lo fue la República Romana y las
prescripciones efectuadas por Maquiavelo en sus celebres “Discursos”?, ¿Conocía Bolívar de
la teoría de la “Anaciclosis”? Posteriormente a ello, comparar sus postulados con las teorías
antiguas y de Maquiavelo a fin de establecer analogías y discrepancias para finalmente
formular las conclusiones.
CAPÍTULO I
FORMAS ANTIGUAS DE GOBIERNO Y LA TEORÍA DE LA
ANACICLOCIS
Cuantos estados, cuantas denominaciones ejercieron y ejercen todavía una
autoridad soberana sobre los hombres, fueron y son Repúblicas o principados.
Los principados son, o hereditarios cuando la familia del que los sostiene los
poseyó por mucho tiempo, o son nuevos 1 .
Toda idea relativa al porvenir de este país me parece aventurada ¿Se pudo
prever cuando el género humano se hallaba en su infancia, rodeado de tanta
incertidumbre ignorancia y error, cuál sería el régimen que abrazaría para su
conservación? ¿Quién se habría atrevido a decir, tal nación será República o
monarquía, ésta será pequeña, aquella grande? 2
1.1.
Platón y Aristóteles, las formas de gobierno y la teoría de la Anaciclosis.
En este capítulo se analizan el origen de los conceptos sobre las diferentes formas de
gobierno y la teoría de la Anaciclosis en Platón y Aristóteles, para tener una idea de la
génesis de las teorías de Polibio, Cicerón y posteriormente Maquiavelo.
En el siglo IV antes de Cristo, Platón identificaba en su ciudad natal de Atenas (427
A.C.) tres formas buenas de gobierno estas son: monarquía, aristocracia o timocracia y
democracia positiva o politeia como la llamaría posteriormente Aristóteles, y tres formas
malas de gobierno que serían entonces la democracia negativa u oclocracia, la oligarquía y la
tiranía, siendo esta última la peor de todas. 3 . En el modelo platónico, la democracia está al
mismo tiempo al final de la serie de la buenas y al principio de las malas, al tiempo que la
monarquía está al principio de la buenas y la tiranía al final de la serie de malas, Platón
indicaba también que un sistema de gobierno no es algo eterno ni tampoco inalterable en el
tiempo, los sistemas políticos pueden variar de naturaleza en el tiempo y pasar de un sistema a
otro por decadencia y degeneración de los primeros, dando origen a lo que se denominó
posteriormente la teoría de la Anaciclosis:
1
Nicolás Maquiavelo. “El Príncipe”. Capítulo I.
2
Simón Bolívar. “Carta de Jamaica”. 6 de septiembre de 1815.
7
Procuremos por lo pronto explicar de qué manera puede tener lugar el paso de
aristocracia a la timocracia. ¿No es cierto que, en general, que los cambios de
todo gobierno político tienen su origen en el partido que gobierna, cuando se
suscita en él alguna escisión, y que, por pequeño que se suponga este partido,
mientras mantenga en su seno la armonía, es imposible que tenga lugar algún
innovación en el estado?…
Eso es muy cierto!…
Por consiguiente, ¿Cómo un estado de las condiciones del nuestro mudará de
faz? ¿Por dónde la discordia, infiltrándose entre los guerreros y los jefes,
armará cada una de estas clases contra la otra y contra si misma?…
Cómo? Poco más o menos de la manera siguiente. Es difícil que la constitución
de un Estado como el vuestro se altere; pero como todo lo que nace esta
destinado a perecer, vuestro sistema no subsistirá eternamente, se disolverá
algún día, y he aquí cómo: Hay, no solo las plantas que nacen del seno de la
tierra, sino también para el alma y el cuerpo de los animales que viven sobre la
superficie, cambios de fertilidad y de esterilidad. Estos cambios tienen lugar
cuando cada especia termina y vuelve a comenzar su revolución circular, la cual
es más corta o más larga según que la vida de cada especie es más larga o más
corta. Vuestros magistrados, por hábiles que sean y por mucho que los auxilien
la experiencia y el calculo, podrán no fijar exactamente el instante favorable o
contrario a la propagación de su especie. Se les escapara ese instante y darán al
Estado hijos en épocas desfavorables. Las generaciones divinas (virtuosas)
tienen un periodo (de vida), que comprende un numero geométrico, cuya virtud
preside a la buenas y malas generaciones. 4
Aristóteles discípulo de Platón (384-322 A.C.) expone la teoría clásica de las formas de
gobierno en su obra “Política” 5 , tan es así, que dicha teoría ha sido repetida durante siglos
hasta el presente sin grandes variaciones. También en este caso Aristóteles parece haber fijado
para siempre algunas categorías fundamentales de las que nosotros herederos del pasado
greco-romano, continuamos sirviéndonos para comprender la realidad política actual.
El término que Aristóteles usa para indicar lo que hasta entonces se denominaba
“forma de gobierno” es politéia que habitualmente es traducido como “constitución”. En la
3
Norberto Bobbio La Teoría de las Formas de Gobierno en la Historia del Pensamiento Político. Fondo de
Cultura Económica, México D.F. 1987. Pág. 32
4
Platón. “La República o el Estado”. Libro Octavo, Colección Austral, Espasa-Calpe, vigésima edición, Madrid,
España, 1990, Pág. 232 -233.
5
Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 33
8
“Política” de Aristóteles hay muchas definiciones de “constitución”, una de ellas a la que
también denomina “régimen político” se encuentra en el libro tercero: “Régimen político, es
una organización de la ciudad, de las magistraturas y especialmente de la que tiene autoridad
sobre todas. Pues en todas partes es soberano el sector dominante de la ciudad y sector
gobernante es el régimen”. 6
Más adelante en su obra, Aristóteles al igual que Platón, discierne sobre las formas
buenas y las formas malas de gobierno, expresando lo siguiente en el mismo libro tercero:
Es evidente desde luego, que todos los regímenes que velan por el bien común
son rectos, desde el punto de vista de lo absolutamente justo, y que cuantos
atienden sólo a lo particular de los gobernantes son erróneos y todos ellos
desviaciones de los regímenes rectos; pues son despóticos y la ciudad es
comunidad de los hombres libres…
Puesto que régimen político y órgano de gobierno significa lo mismo, y órgano
de gobierno es la parte soberana de las ciudades, necesariamente será soberano
o un solo individuo, o unos pocos o la mayoría, y cuando ese uno o la minoría o
la mayoría gobiernan atendiendo el bien común, esos regímenes serán por
necesidad rectos, y los que atienden al interés particular del individuo o de la
minoría o de la mayoría, desviaciones. Pues o no hay que considerar
ciudadanos a los que no participan, o deben tener participación en el beneficio.
De los gobiernos unipersonales solemos llamar monarquía al que vela por el
bien común; al gobierno de pocos pero de más de uno, aristocracia, bien porque
gobiernen los mejores (Áristoi) o bien porque lo hacen atendiendo a lo mejor
(Áristón) para la ciudad y para los que forman su comunidad; y cuando la
mayoría gobierna mirando por el bien común, recibe el nombre común a todos
los regimenes políticos: República (Politéia), y es así con razón: pues es posible
que un solo individuo o unos cuantos destaquen por su virtud; pero ya difícil es
que un número mayor se distinga en cualquier virtud, a no sea principalmente
en la militar, ya que ésta se da en la masa: Por eso en este régimen político el
sector partidario de la guerra es el más soberano y forman parte de él los que
tiene las armas…
…desviaciones de los citados son: la tiranía, de la monarquía, la oligarquía de
las aristocracias y la democracia de la República. La tiranía, en efecto, es una
monarquía orientada al interés del monarca, la oligarquía, al de los ricos y la
democracia, al interés de los pobres: Pero ninguna de ellas presta atención a lo
que conviene a la comunidad. 7
6
Aristóteles. “Política”. Libro Tercero. Alianza Editorial. Madrid. España. 1986. Pág.118.
7
Aristóteles. “Política”. Op. Cit. Pág.119-120.
9
Tenemos entonces según Aristóteles tres sistemas buenos de gobiernos y tres malos y
ellos serian: la monarquía, la aristocracia y la República (Politéia) y la contraparte la
tiranía, la oligarquía y la democracia, agrega además: que la tiranía es una monarquía como
se ha dicho, que ejerce un poder despótico sobre la comunidad, oligarquía cuando controlan el
régimen político los dueños de las grandes fortunas, es decir la plutocracia, y democracia
cuando la mayoría que no tienen grandes fortunas y que son los pobres, ejercen un poder
despótico sobre la comunidad y a este régimen político se le llamaría oclocracia o anarquía.
Para Aristóteles, el fin de la ciudad o Polis, es el bien vivir de la comunidad, y todo su
objetivo debe estar orientado a ese fin: “La ciudad es la asociación de familias y aldeas para
una vida perfecta y autosuficiente y ésta es, como decimos la vida feliz y bella…Hay que
suponer, en consecuencia que la comunidad política tiene por objeto las buenas acciones y no
sólo la vida en común”. 8
En su libro cuarto, Aristóteles define lo que es un sistema político, las diversas formas
de democracias y el sistema mixto de gobierno, que es la República (politéia) y que según su
criterio es la mejor forma de gobierno, exaltando a la clase media como la mejor comunidad
política.
Veamos que dice Aristóteles con respecto a lo que es un sistema político:
Pues bien, un sistema político es una organización de las ciudades relativa a las
magistraturas, a como están repartidas, cual es la autoridad del régimen y cual
es el fin de cada comunidad; las leyes son las que están separadas de los
elementos que caracterizan al régimen, y según ellas, deben gobernar los
magistrados y guardarse de los que las violan: Por consiguiente, es lógico que
las variedades, y su número, de cada régimen deberán conocerse, también con
vistas al establecimiento de las leyes, pues no es posible que convengan
idénticas leyes a todas las oligarquías ni a todas las democracias, si es que haya
varias y no a una sola democracia ni a una oligarquía exclusivamente. 9
Quería decir Aristóteles en éste párrafo que las leyes serán comunes y específicas al
tipo de gobierno que tenga una ciudad y no necesariamente serán iguales la de todas las
democracias y la de todas las oligarquías, por lo tanto concluye: es obvio que necesariamente
8
9
Ídem. Pág. 124.
Aristóteles. Op. Cit Libro Cuarto. Pág. 148.
10
existirán varios sistemas diferentes unos de otros por su especie, puesto que también esas
partes suyas se diferencian por su especie. En efecto:
Un régimen es la organización de las magistraturas, y éstas todo las distribuyen,
o en función del poder de su miembros, o en función de alguna semejanza
común a ellos, es decir, por ejemplo, a los pobres, los ricos o común ambos.
Por fuerza entonces los sistemas políticos, serán tantos como sean precisamente
las organizaciones fundadas en las ventajas y diferencias de las partes. 10
1.2.
Tipos de monarquías según Aristóteles.
Para Aristóteles existían cuatro tipos de monarquía: la primera la de los tiempos
heroicos, la que canta Homero en la Ilíada, y menciona al gobernante de Micenas, Agamenón
Rey de los argivos, ésta se basaba en el consenso general, pero para asuntos determinados; el
Rey era general en jefe, juez y autoridad suprema en lo concerniente a los dioses, se hicieron
Reyes con el beneplácito de sus súbditos y transmisores para sus herederos; la segunda la de
los bárbaros, ésta ejercía un poder despótico pero legal, fundamentado en la estirpe del
gobernante y la herencia, la tercera, la llamada por el mismo Aristóteles como: Asymnetía o
tiranía electiva, se basaba no según la ley, sino sólo en no ser hereditaria, y la cuarta la
monarquía lacedemonica o espartana, que en pocas palabras era un generalato vitalicio y
hereditario, parecía una de las mejores por estar sujeta a la ley y al bien común, pero no es
soberana en todos los aspectos, sino que, cuando sale del país en campaña, el Rey es jefe en lo
concerniente a la guerra y también en las cuestiones religiosas pero también menciona una
quinta clase de monarquía (absoluta), cuando un solo individuo tiene autoridad sobre todo en
un Estado, como cada pueblo y cada ciudad la tiene en asuntos de la comunidad domestica,
“Estas pues, difieren de esta forma unas de otras”. 11
1.3.
Tipos de democracia según Aristóteles.
Con respecto a los tipos de democracias, Aristóteles expresa que hay varios tipos de
ellas, algunas buenas y otras malas, a saber:
Pues bien, la primera democracia es la que se funda sobre todo en la igualdad; e
igualdad según la ley de dicha democracia consiste en no sobresalir más los
10
Ídem. Pág. 151.
11
Aristóteles. Op. Cit. Pág. 138.
11
pobres que los ricos, ni tener autoridad unos u otros, sino ser iguales ambos:
Pues si la libertad se encuentra principalmente en la democracia como piensan
algunos y también la igualdad, esto se puede lograr en especial, si en concreto,
todos participan por igual en el gobierno. Y puesto que el pueblo es mayoría, y
prevalece la opinión de la mayoría, necesariamente ésta es una democracia…
Una forma de democracia es ésta, y otra, que se establezcan las magistraturas
partir de las rentas, siendo estas pequeñas; y debe existir la posibilidad para el
que adquiera riqueza de intervenir en el gobierno y para quien lo pierda de no
intervenir. Otra forma de democracia consiste en que participan todos los
ciudadanos que no tiene que dar cuentas, pero gobierna la ley. Otra forma de
democracia consiste en dar acceso a las magistraturas a todo el mundo con la
única condición de ser ciudadano, pero que gobierne la ley; y otra forma de
democracia es en lo demás idéntica, pero ejerce la autoridad la masa y no la ley.
Esta ocurre cuando lo que prevalece son los decretos y no la ley; y se da esta
situación por culpa de los demagogos. 12
Con anterioridad a Platón y Aristóteles, Pericles “El grande”, arconte de Atenas
durante la guerra del Peloponeso, acaecida entre Esparta y Atenas y sus respectivos aliados,
por los años 435 A.C. al 404 A.C., en su celebre “Discurso en honor a los muertos” definía la
democracia como:
Nuestra constitución política no sigue las leyes de las otras ciudades, sino que
da ejemplo a los demás. Nuestro gobierno se llama democracia porque la
administración sirve los intereses de la masa y no de una minoría. De acuerdo
con nuestras leyes, todos somos iguales en lo que se refiere nuestras diferencias
particulares. Pero en lo relativo a la participación en la vida publica, cada cual
obtiene la consideración de acuerdo con sus meritos y es más importante el
valor personal que la clase la que pertenece; es decir, nadie siente el obstáculo
de su pobreza o inferior condición social, cuando su valía le capacita para
prestar servicios a la ciudad. 13
Carl J. Richard (1996) 14 , en su obra The Founders and the Classics, Greece, Rome,
and the American Enlightenment., indica que los miembros de las mas prominentes familias
atenienses en la época de Temistocles y de Pericles, es decir la aristocracia ateniense, los “bien
nacidos” o Eupatridas, resentían de la democracia al ver disminuido su poder y su prestigio
12
Ídem. Pág. 156-157.
13
Tucidides. “Historia de la Guerra del Peloponeso”. Libro VIII. Editorial Iberia, Barcelona. España. 1963. Pág.
115-116.
14
Carl J. Richard. The Founders and the Classics, Greece, Rome, and the American Enlightenment. Harvard
University Press. 1996. Pág. 124.
12
con la nueva forma de gobierno, estos aristócratas sostenían que la democracia ateniense
constituía la tiranía de los pobres sobre los ricos, las masas atenienses eran irracionales,
inestables, ingratas y e inconstantes, según Richard, citando al historiador griego Tucidides,
Pericles corrompía las masas ofreciéndoles pago del Estado por servicios al Estado, tomando
como base las “virtudes y loables costumbres de Pericles” expresadas por Tucidides en su
“Historia de la guerra del Peloponeso”:
Pericles tenía influencia en virtud de la consideración que le rodeaba y la
profundidad de su inteligencia, era de desinterés absoluto, sin atentar jamás a la
libertad. Se mostraba con el pueblo tan amigo y compañero como caudillo y
gobernador. Además, no había adquirido su autoridad por medios ilícitos y no
decía cosa alguna para envanecer a la masa: Gracias a su autoridad personal,
podía contradecir libremente cuando alguien le proponía alguna cosa inútil y
fuera de razón. Cada vez que los atenienses se abandonaban de cualquier forma
a la temeridad del orgullo, les retenía y refrenaba con su autoridad y gravedad
en el hablar. Al mismo tiempo, si les veía asustados sin motivo les devolvía la
confianza. Este gobierno lleva el nombre de democracia, aunque en realidad era
el gobierno de un hombre solo…
Pero sus sucesores, que no poseían su personalidad y querían solamente
elevarse sobre los demás (Es decir solo ostentar el poder), procuraban halagar al
pueblo, dejando que se ocupara de los asuntos, de aquí los grandes errores que
suelen ocurrir en un estado poderoso y poseedor de un imperio extenso (cuando
escucha a los demagogos). 15
Más adelante, lo confirma Richard en su misma obra diciendo que la situación de
Atenas empeoró mucho más con la muerte de Pericles, cuando demagogos de inferior
habilidad al fallecido Pericles, controlaron el gobierno de Atenas, esa ciudad era un “horrible
ejemplo” de lo que puede suceder si las inherentes desigualdades de los hombres no son
tomadas en cuenta y los gobiernos se basan en extraños igualitarismos.
Según Richard, los principales forjadores de la “tradición antidemocrática” la cual
dominó la teoría política occidental por casi dos mil años, 16 no sólo sufría de un perjuicio de
clase, sino también de influjo personal: Tucidides fue condenado al Ostracismo (exilio) por los
demagogos: Cleón y el pueblo ateniense, por una falla cometida por él, en una operación
militar durante la guerra del Peloponeso y por eso exacerbó los defectos de la “democracia” en
15
Tucidides. Op Cit. Libro VIII. Pág. 132-133.
16
Carl J. Richard. Op Cit. Pág. 124.
13
su obra Historia de la Guerra del Peloponeso. Igualmente Platón y Jenofonte se convierten en
críticos de la “democracia” ateniense y apologistas de la aristocrática República espartana,
resentidos por la condena a muerte, instigada por la dirigencia ateniense, de su querido
maestro Sócrates. Asimismo, Aristóteles, el principal discípulo de Platón se convierte en un
crítico de la “democracia”, la cual compara a con un gobierno anárquico, tumultuario u
oclocratico, a tal efecto conozcamos que más añade
al respecto Aristóteles en su obra
“Política”:
En efecto, en las ciudades que se gobiernan democráticamente, según la ley, no
tiene lugar el demagogo, sino que lo mejores ciudadanos ocupan la presidencia,
pero donde las leyes no son soberanas, allí aparecen los demagogos, pues el
pueblo se erige en dirigente único, uno solo formado de muchos, ya que
muchos ejercen el poder, no individualmente, sino colectivamente. Y Homero a
qué tipo se refiere al decir que no es buena la soberanía de muchos, si acaso a
éste, o a cuando muchos son los gobernantes, pero cada cual por su lado es
oscuro…
Pues bien, dicho pueblo, igual que se tratara de un monarca pretende reinar
solo, sin regirse por la ley y se hace despótico, de forma que los aduladores son
honrados. Tal democracia se corresponde con la tiranía entre las monarquías, y
por eso sus características son idénticas: ambos tratan despóticamente a los
mejores, los decretos son como allí los edictos y el demagogo y el adulador son
los mismos y se corresponden. Unos y otros adquieren mucho poder en ambos
regímenes respectivamente, los aduladores entre los tiranos y los demagogos
entre los pueblos de esa índole: ellos son los responsables de que prevalezcan
los decretos y no las leyes, llevándolo todo ante el pueblo, pues se engrandecen
porque el pueblo controla todos los asuntos y ellos la opinión del pueblo, ya que
el pueblo les obedece. Además, los que acusan a los magistrados dicen que el
pueblo debe juzgar, y éste acepta encantado la invitación, de forma que todas
las magistraturas acaban por desparecer…
Y sin duda sería razonable la critica de quien dijera que tal democracia no es un
régimen político: Pues donde no gobiernan las leyes, no hay sistema; ya que es
preciso que la ley gobierne todo (en líneas generales), aunque los aspectos
concretos, los magistrados, y que se considere régimen a éste. En consecuencia,
si la democracia es uno de los sistemas políticos, está claro que tal situación en
la que todo se rigen por decretos, ni siquiera propiamente es una democracia;
pues ningún decreto puede tener valor universal: Así pues las formas de la
democracia queda establecida de esa forma. 17
17
Aristóteles. Op Cit. Libro IV. Pág. 157-158.
14
Se refería Aristóteles en este pasaje indudablemente al periodo de anarquía oclocratica
que sufrió la ciudad de Atenas y su régimen político después de la muerte de Pericles 430
A.C., que la llevó a su derrota en la guerra del Peloponeso, después de la fracasada expedición
a Sicilia en el 416-413 A.C. y a su ruina final con la imposición del gobierno de los treinta
tiranos, por parte del general espartano Lisandro, y como colofón del fracaso definitivo de
Atenas en la referida guerra, como consecuencia de su derrota en la batalla de Egospótamos en
el 404 A.C. 18
1.4.
El sistema mixto (régimen intermedio) según Aristóteles.
En cuanto al mejor sistema de gobierno, la clase media y el gobierno mixto, Aristóteles
menciona un tipo de gobierno a la cual denomina República: “Politeia”, obsérvese que la
“politeia” es una mezcla de oligarquía con democracia, ¿Pero de acuerdo con el mismo
Aristóteles, la oligarquía y la democracia son dos formas malas o corruptas de gobierno,
¿Cómo es posible entonces que una forma buena de gobierno puede surgir de una mezcla de
dos formas malas?, dejemos al propio Aristóteles que lo explique:
Ahora daremos unas indicaciones sobre la República. Sus características
resultan más claras, una vez que se ha precisado sobre la oligarquía y la
democracia; ya que es la República, sencillamente, una mezcla de oligarquía y
democracia. Suele darse el nombre de Repúblicas a los regímenes que se
inclinan hacia la democracia, y a los que más bien hacia la oligarquía,
aristocracias, porque la educación y la nobleza van unidas a los más ricos:
además, parece que los ricos tienen aquello por lo que los delincuentes
cometen sus delitos, y de aquí que se les llame hombres de bien y principales.
Ahora bien: la aristocracia busca distribuir la supremacía entre los ciudadanos
mejores, y las oligarquías, según dicen, están formadas por hombres de bien
principalmente…
No se debe suponer democracia, como hoy en día suelen decir algunos,
simplemente donde tiene autoridad la masa (pues también en las oligarquías y
en todas partes el partido más numeroso ejerce la autoridad), ni oligarquía
donde unos pocos tiene el control del régimen. Pues si hubiera en total mil
trescientas personas y de ellas mil ricos y no dieran participación en el poder a
los trescientos pobres, a pesar de ser libres e iguales en los demás aspectos,
nadie diría que estos se gobiernan democráticamente: y lo mismo, si pobres
hubiera pocos, pero más poderosos que los ricos, a pesar de ser más, nadie
llamaría a tal sistema oligarquía, en caso de que los demás, siendo ricos, no
18
Jenofonte. Helenicas. Editorial Juventud. Barcelona. España. 1978. Libro II. Pág. 47-51.
15
tuvieran acceso a los puestos de honor. Por tanto, más bien hay que decir que
una democracia existe cuando los libres ejercen la autoridad, y una oligarquía
cuando los ricos, si además aquellos son muchos y éstos pocos, ya que libres
hay muchos pero ricos pocos…
Entonces tendremos democracia cuando los libres y pobres, siendo muchos,
tengan el control del poder, y oligarquía cuando los ricos y más nobles siendo
pocos…
¿Cuál es el mejor régimen y cuál el mejor tipo de vida para la mayoría de las
ciudades y para la mayoría si, respecto a virtud, no reúnen la superior a la
normal, ni, a educación, la que precisa una naturaleza y unos afortunados y ni
siquiera, un sistema de gobierno, el que se ajusta al ideal, sino un modo de vida
que está al alcance de casi todos y un sistema de gobierno con el que pueden
contar casi todas la ciudades?…
La respuesta a todas estas cuestiones se basa en los mismos principios: Si en
Ética, se ha explicado satisfactoriamente que la vida feliz es la que de acuerdo
con la virtud ofrece menos impedimentos, y el termino medio es la virtud, la
intermedia será necesariamente la vida mejor, por estar al alcance de cada cual
el termino medio; y estos mismos criterios tiene que aplicarse también a la
virtud y maldad de la ciudad y del régimen político, ya que el régimen es en
cierto modo la vida de la ciudad. 19
Aristóteles sostenía que en un régimen político en donde prevalece la clase media es el
mejor de todos y el más estable posible, a este efecto expresaba:
En todas las ciudades hay tres elementos propios de la ciudad: los muy ricos,
los muy pobres, y tercero los intermedios entre éstos. Sin embargo, puesto que
se reconoce que lo moderado es lo mejor y los intermedio…Asimismo, la clase
media es la que menos rehuye los cargos y la que menos los ambiciona,
actitudes ambas fatales para las ciudades…
La ciudad pretende estar integrada por personas lo más iguales y semejantes
posible, y esta situación se da, sobre todo, en la clase media, por tanto, esta
ciudad será necesariamente la mejor gobernada…
Es evidente entonces que la comunidad política mejor es la de la clase media, y
que pueden tener un buen gobierno aquellas ciudades donde la clase media sea
numerosa y muy superior a ambos partidos (pobres y ricos), y si no, a uno u
otro; pues agregándose produce la nivelación y evita la aparición de excesos
contrarios: de aquí que la mayor felicidad consiste en que los ciudadanos
posean una fortuna media y suficiente; puesto que donde unos tiene en exceso y
otros nada, o aparece una democracia radical o una oligarquía pura o una
tiranía, motivada por ambos excesos…
19
Aristóteles. Op Cit. Libro IV. Pág. 162, 152, 153 y 167.
16
Que el régimen intermedio es el mejor es obvio, ya que sólo él está libre de
sediciones; pues donde es numerosa la clase media se origina con menos
frecuencias revueltas y discordias entre los ciudadanos. 20
1.5.
La teoría de la Anaciclosis según Aristóteles.
Aristóteles al igual que Platón menciona el ciclo de las formas de gobierno en varios
libros de su obra Política, pero no sólo la menciona, sino que además critica el ciclo de las
revoluciones de los gobiernos expuestas por Platón en su obra “La República y el Estado”. En
el libro quinto de su obra Aristóteles expresa:
En la República se habla sobre los cambios por parte de Sócrates, pero no se
habla bien; pues del régimen más perfecto y primero no indica el cambio
particularmente: según él, la explicación es que nada permanece (en el tiempo),
sino que en un cierto espacio de tiempo todo cambia, y que el principio de esto
es aquella cuya base epítrita (sic) multiplicada por cinco produce dos
armonías…
Pero, ¿por qué iba a ser ese cambio privativo del llamado él régimen más
perfecto, más bien que de los otros y de todo lo que llega a existir? ¿Y al menos
a través del tiempo, a través del cual dice él que todo cambia, también las cosas
que no al mismo tiempo iniciaron su existencia; al mismo tiempo cambian?
Además de esto, ¿por qué razón a partir de este régimen se produce el cambio
al régimen lacónico? Pues a menudo en el contrario se convierten todos los
regímenes o en el semejante. El mismo argumento también para los demás
cambios. Pues a partir del régimen lacónico (timocracia), dice, se produce el
cambio a la oligarquía, y a partir de ésta a la democracia y a la tiranía a partir de
la democracia. Pero en realidad también a la inversa cambian, como por
ejemplo, a partir de la democracia, la oligarquía, e incluso mejor que a la
monarquía.
Además de la tiranía no dice ni si habrá cambio ni, en caso de haberlo, por qué
razón y hacia que tipo de régimen; y la explicación de ello es que no sería fácil
definirlo, ya que es cosa indeterminable; puesto que según él, debería hacerlo
hacia el primero y más perfecto; pues así se completaría el ciclo. 21
Aristóteles resumía este capítulo de su libro en un pasaje anterior de su libro tercero en
dónde exponía como era la rueda de los sistemas de gobierno (Anaciclosis), casi exactamente
como la parafraseó posteriormente Maquiavelo en su “Discurso sobre la primera década de
Tito Livio”, que describiremos en los próximos capítulos de este trabajo, tal vez así fue, como
20
21
Ídem. Pág. 167, 168, 169.
Aristóteles. Op Cit. Libro V Pág. 225-226.
17
debe haber acaecido en la ciudad de Atenas antes del nacimiento de Aristóteles en la ciudad
griega de Estagira, según lo narrado anteriormente a él por Herodoto, Tucidides, Platón y
Jenofonte en sus respectivas obras, y lo expresa de la siguiente manera:
Quizás por eso se gobernaban al principio monárquicamente (los hombres),
porque era raro encontrar hombres muy destacados en virtud, sobre todo
entonces, cuando habitaban en ciudades pequeñas. Además establecía a los
reyes por sus buenas obras, lo que es precisamente: Pero cuando sucedió que
había muchos semejantes en virtud, ya no soportaban tal gobierno, sino que
buscaron algo común e instituyeron la República (aristocrática). Y cuando
haciéndose estos peores (malos), algunos se enriquecían a costa del erario
público, entonces tal vez es verosímil que surgieron las oligarquías; pues
hicieron respetable el dinero…
De allí cambiaron a las tiranías; y de las tiranías a la democracia: porque al
reducir continuamente su número, por codicia dieron más poder a la masa,
hasta que ésta se impuso y apareció la democracia (oclocracia). Y como ha
ocurrido que las ciudades son mayores, tal vez no sea fácil que surja un régimen
diferente de la democracia…
Si realmente el régimen mejor para las ciudades fuera la monarquía, ¿Cómo
será la situación de los hijos del rey? ¿Es que debe reinar también la
descendencia? Pero si los descendientes resultan como algunos han resultado,
es perjudicial. “Entonces, quien es soberano, no transmitirá el poder a sus
hijos.” No es fácil creerlo; pues es difícil y supone una virtud muy por encima
de la naturaleza humana. 22
22
Aristóteles. Op Cit. Libro III. Pág. 140
CAPÍTULO II
POLIBIO Y CICERÓN, LAS FORMAS DE GOBIERNO Y LA TEORÍA
DE LA ANACICLOCIS
En cualquiera ciudad hay dos inclinaciones diversas, una de las cuales proviene
de que el pueblo desea no ser dominado ni oprimido por los grandes, y la otra
de que los grandes desean dominar y oprimir al pueblo: Del choque de ambas
inclinaciones dimana una de estas tres cosas: o el establecimiento del
principado, o de la República, o la licencia o la anarquía. 1
Cuando deseo atribuir al Ejecutivo una suma de facultades superior a la que
antes gozaba, no he deseado autorizar un déspota para que tiranice la
República, sino impedir que el despotismo deliberante no sea la causa
inmediata de un círculo de vicisitudes despóticas en que alternativamente la
anarquía sea reemplazada por la oligarquía y por la monocracia. 2
2.1
Polibio y su obra, la Constitución romana y la teoría de la Anaciclosis.
Polibio de Megalópolis (Ca. 200-215) pertenecía a una familia de tradición política.
Tras la victoria de Roma sobre Macedonia y Grecia (168 A. C.), por obra del cónsul romano
Lucio Emilio Paulo, los romanos, desconfiando de la lealtad de los griegos, se llevan mil
rehenes y esclavos a Italia. Uno de ellos es Polibio. Paulo lo hizo preceptor de su hijo menor
de su primer matrimonio: Lucio Emilio Paulo, joven que posteriormente sería adoptado por la
familia de los escipiones con el nombre de Publio Cornelio Escipión Emiliano, el futuro
destructor de Numancia y Cartago . 3
Polibio, como se dijo, el más destacado entre los rehenes, entra en contacto con las
familias más prestigiosas de Roma. Estudia la historia y las instituciones romanas.
Rápidamente, intuyó una verdad terrible para los griegos: ¡El que no entiende a Roma no
puede entender el mundo en el que vive!
1
Nicolás Maquiavelo. “El Príncipe” Capítulo IX.
2
Simón Bolívar. “Discurso ante el Congreso de Angostura”. 15 de febrero de 1819.
3
Plutarco. Vidas Paralelas. Editorial Planeta, S. A. Barcelona. España. 1991. Pág. 235.
19
No deja de ser simbólico dentro de la mentalidad romana, que la más antigua de las
historias de Roma que se han conservado y el primer estudio sobre las instituciones políticas de
Roma que ha llegado hasta nosotros sean la obra de un griego.
Polibio investiga, interroga, y participa; acompaña y asesora a Escipión en sus
campañas. Es a la vez testigo, contemporáneo y especialista: de ahí el increíble valor de sus
Historias. Este texto contiene, junto al relato posterior de Tito Livio, la más detallada
descripción de las Guerras Púnicas. En el libro VI de las Historias, dedicado a la Constitución
de Roma, Polibio expone su famosa teoría de la Anaciclosis.
Es el mismo Polibio quien, al comienzo, nos indica el tema y objetivo de su libro:
“¿Hay algún hombre tan necio y descuidado que no quiera saber cómo y mediante qué politeia
los romanos han llegado en cincuenta y tres años escasos a conseguir el dominio de toda la
tierra, hecho absolutamente sin precedentes?” 4 De la misma manera afirma: “la constitución
de un pueblo debe considerarse como la primer causa del éxito o fracaso de toda nación”. 5
Polibio, por tanto, parte de un hecho específicamente político y romano, el hecho de un
dominio imperial expansivo que ha impuesto la unidad política a casi todo el mundo
mediterráneo. Esta perspectiva romana es, ante todo, un homenaje del griego a sus amigos los
escipiones, pero además le capacita para ser el primer historiador que opera con una visión
unitaria de la historia al servicio de un ideal político. Polibio no es en esencia un filósofo sino un
historiador. 6 Está aquí presente la idea estoica de la cosmópolis liberada de sus rasgos ideales y
cargados del pragmatismo romano. Roma está construyendo la cosmópolis y esta construcción
es el último sentido de la historia para Polibio, y también de las historias particulares, llamadas a
integrarse en la historia a través del dominio de Roma. Polibio opera con la tesis de que Roma
tiene un destino providencial y, por ello, invita a los pueblos conquistados a solidarizarse con el
conquistador.
4
Polibio. Historia Universal durante la República Romana. Tomo I. Editorial Iberia, S. A. Barcelona España.
1968. Pág. 5.
5
Ídem. Tomo II. Libro VI.
6
Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 44
20
Pero Polibio va más allá del hecho en si mismo, y en el libro VI de sus Historias
reflexiona sobre cómo ha sido posible este acontecer y nos deja las páginas más interesantes de
toda la obra. Esta reflexión se basa en lo que el pensamiento griego había descubierto sobre las
formas de gobierno. Se trata, por tanto, de un griego que piensa desde su cultura sobre el caso
romano. Polibio no utiliza conceptos jurídicos, ni siquiera los conceptos políticos romanos
fundamentales como la auctoritas y el imperium, sino conceptos históricos y políticos griegos.
Recoge la tradición griega de las tres formas simples de gobierno, a la que se añade la forma
mixta, la mejor, cuyo ejemplo máximo para Polibio es Esparta. Recoge la tradición de las
correspondientes corrupciones de las formas simples. Y recoge la tradición de que una ley
histórica dirige el proceso de sucesión de las formas: Platón la había expuesto en La República
como lo explicamos en el capítulo anterior; Polibio le da una versión nueva, con otro orden más
elaborado y más completo.
2.2.
Polibio y la teoría de la Anaciclosis.
En el libro VI de las Historias, dedicado a la Constitución de Roma, como dijimos,
Polibio expone su famosa teoría de la Anaciclosis. Veamos aquí sucintamente de qué se trata.
Según el historiador griego, hay tres formas de constitución simple: monarquía (reinado de
uno solo), aristocracia (reinado de unos pocos) y democracia (reinado de muchos). Hasta aquí,
Aristóteles puro.
Con el correr del tiempo, estas tres constituciones degeneran, respectivamente, en
tiranía, en oligarquía y en anarquía (oclocracia). En el ciclo de Polibio, la tiranía es
reemplazada por la aristocracia. Cuando la aristocracia degenera en oligarquía, llega el turno
de la democracia. Esta última, sin embargo, se transforma en anarquía. En el instante en que
un nuevo monarca pone fin a la anarquía, otro ciclo comienza, aquí se expresa en sus propias
palabras:
El primero que se forma por un proceso espontáneo y natural es el gobierno de
uno solo, y de él deriva., por una preparación y enmienda, el reino: Pero se
deteriora y cae en un mal que le es congénito, me refiero a la tiranía, de cuya
disolución nace la aristocracia: Cuando ésta por su naturaleza, vira hacia la
oligarquía, si las turbas se indignan por las injusticias de sus jefes, nace la
21
democracia. A su vez, la soberbia y el desprecio de las leyes desembocan, con
el tiempo en la oclocracia o el gobierno del populacho. 7
Esta “transmutación” de una situación a otra es inevitable, según Polibio, debido a la
debilidad inherente de las constituciones simples: sufren de “entropía” o decadencia interna.
Cuando la corona es heredada de generación en generación, el poder ya no depende de la
excelencia del liderazgo, sino de la casualidad del nacimiento. Los monarcas, ahora
acostumbrados a una vida cómoda, carecen de incentivos para liderar y se convierten en
tiranos y déspotas. 8
La situación inicial de todo el proceso es la constitución de una sociedad que renace de
una catástrofe, un cataclismo. Se trata de una civilización muy elemental que se rige por el
principio elemental de la adhesión al más fuerte. En el comienzo, por tanto, está el poder
monárquico. El monarca se transforma en Rey cuando la civilización ha progresado y ha
organizado un poder concentrado pero sometido a leyes y libremente aceptado por los súbditos.
La realeza degenera en tiranía cuando el Rey olvida las leyes y cede a sus pasiones. La tiranía se
hace insoportable y provoca la sublevación de los mejores hombres del pueblo que se hacen con
el poder. La aristocracia degenera en oligarquía porque las generaciones siguientes a los
primeros gobernantes no tienen su altura moral y se aprovechan de su poder para la propia
ventaja y su beneficio particular (misantropía).
La rebelión del pueblo instaura una democracia presidida por la igualdad y la libertad.
Pero algunos (demagogos), se aprovechan del pueblo para manejarlo exagerando su pasión por
la libertad; el pueblo se convierte en turba, en masa desenfrenada y el régimen se llama
oclocracia (ojlos = turba, muchedumbre). La situación de guerra civil termina en catástrofe y
tras ella comienza la primera fase monárquica del nuevo ciclo. Como decíamos arriba, Polibio
nos ha dado una nueva versión más completa y mejor definida de la Anakýklesis=Anaciclosis,
que la de Platón y Aristóteles, la repetición del ciclo, como ley inexorable de la historia: cada
régimen lleva en su interior el germen de su propia destrucción que es la tendencia a acentuar el
principio organizador del régimen. En dicha versión no aparece el régimen mixto, porque
7
Polibio. Op. Cit.1968. Tomo II. Libro VI. Pág. 148.
8
Ídem. Pág. 152.
22
precisamente su principio consiste en compensar unas tendencias con otras, impidiendo su
crecimiento y, por ende, la degeneración. Este fue según Polibio el acierto de Licurgo. Él hace
su elogio al mismo tiempo que describe el régimen espartano. 9 Ahora bien, esta descripción
tiene el sentido de introducir el verdadero tema que interesa a Polibio, la Constitución de Roma.
La aristocracia, compuesta por el liderazgo más dinámico, toma el poder. Pero los hijos
y los nietos de los aristócratas tienen el mismo problema que los descendientes de reyes: los
privilegios los debilitan. Se transforman, colectivamente, en una oligarquía incapaz de
gobernar de manera eficaz: ¡El pueblo los termina echando! Inicialmente, el pueblo,
acostumbrado a los rigores de la lucha, gobierna bien. Fatalmente, sin embargo, termina
cediendo a las tentaciones demagógicas de los más corruptos: comienza la anarquía. Esta, a su
vez, abre el camino para que un nuevo monarca tome el poder: ¡Ciclo cumplido!
En el esquema de Polibio, Roma evitó los ciclos políticos gracias a una constitución
“mixta” que combinó elementos de monarquía (los cónsules), de aristocracia (el senado) y de
democracia (la asamblea popular y los tribunos del pueblo).
Polibio presentó la mejor prueba empírica y ecléctica de una constitución mixta, al
señalar que los propios ciudadanos romanos eran incapaces de dar una respuesta precisa a la
pregunta: “¿Qué tipo de régimen político domina en Roma?”:
2.3.
Polibio y la Constitución Mixta en las Historias.
El secreto de Roma según Polibio era su “constitución mixta”, lo que hoy llamamos
separación o división de poderes. Gracias a la separación de poderes, los romanos contaron
con instituciones estables durante siglos. Esto les permitió evitar la constante repetición de
ciclos de gobiernos despóticos, oligárquicos y anárquicos que tanto debilitaron a sus
adversarios. La gran virtud de una constitución mixta es el equilibrio de fuerzas, que los
escritores anglo-sajones del siglo XVIII bautizaron con el nombre de sistema de checks and
balances: todo exceso de ambición de un componente es contrarrestado por la vigilancia de los
demás. La tradición de Polibio fue continuada por Cicerón, 10 Maquiavelo, 11 Harrington, 12
9
Polibio Op. Cit. Libro VI. Pág. 156-157.
10
Marco Tulio Cicerón. De Republica. Editorial Tecnos S. A. Madrid. España. 1986.
23
Locke, 13 y Montesquieu, el autor que transformó la doctrina del gobierno mixto en una teoría
coherente de la separación de poderes. 14 Luego vinieron Voltaire, David Hume, 15 Juan Jacobo
Rousseau 16 y, naturalmente, los autores del Federalista. Todos los países modernos en los
cuales ha funcionado el principio de separación de poderes: Inglaterra, Holanda y los Estados
Unidos, han alcanzado niveles muy altos de prosperidad y han terminado jugando un papel
central en el mundo. De la misma manera, los países sin constitución mixta, en vías de
modernización y estructuralmente no bien constituidos, han sido sistemas políticos altamente
inestables y ellos, se han sumergido alternativamente a través de su historia en períodos
generalmente muy violentos y de revoluciones, 17 de ciclos al estilo de Polibio. Su prosperidad
ha sido y es muy inferior a la de los países con sistemas políticos mixtos, mejor estructurados
y de verdadero equilibrio entre poderes.
La presencia simultanea de los tres poderes y su control mutuo, preserva
aparentemente a las constituciones mixtas de la degeneración a la que están expuestos los
gobiernos simples, porque impide los excesos que por reacción provocan la oposición y llevan
al cambio
Según Norberto Bobbio, 18 tal vez exista una contradicción entre la afirmación
categórica de que los ciclos de las constituciones son un hecho natural y por lo tanto
inexorable, y también la afirmación categórica que los gobiernos mixtos son estables. Para
Bobbio, la contradicción es más aparente que real: que las constituciones mixtas sean estables
no quiere decir que sean eternas, simplemente que duran más que las simples. Lo que
distingue las constituciones mixtas de las simples no es el hecho de que no estén sometidas a
cambios, ni tampoco que estén exentas de la muerte que golpea todas las constituciones como
11
Nicolás Maquiavelo. Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Alianza Editorial S. A. Madrid. 1987.
12
James Harrington. The Commonwealth of Oceana and a System of Politics. Cambridge University Press 1992.
13
John Locke. Segundo Ensayo sobre el Gobierno Civil. Editorial Losada S. A. Buenos Aires. 2002.
14
Montesquieu. Del Espíritu de las Leyes. Editorial Tecnos S. A. Madrid. 1972.
15
David Hume. Essays, Moral, Political, and Literary. 1758.
16
Juan Jacobo Rousseau. El Contrato Social. 1762.
17
Samuel P Huntington. El Orden Político en las Sociedades en Cambio. Ediciones Paidos S. A. Buenos Aires.
1991. Pág 46-48.
18
Norberto Bobbio. Op. Cit. Pág. 53.
24
a todas las cosas vivientes, sino es un ritmo diferente y una razón diversa del cambio: No es
mera casualidad que inmediatamente después de haber enunciado la ley de los ciclos
históricos (Anaciclosis), Polibio escribiera lo siguiente en relación al Estado romano:
En lo que particularmente, atañe a la Constitución romana, es principalmente a
partir de este método, por las que las formas políticas se transforman, decaen y
regresan al punto de partida, como llegaremos a entender su formación, su
desarrollo y su culminación, y, al propio tiempo, la decadencia que de ello
derivara. 19
2.4.
Polibio y la Constitución romana.
Roma según Polibio, consiguió sus éxitos en la historia porque tenía un sistema político
mixto. Pensándolo desde una mentalidad griega tendríamos que decir que Roma construyó su
cosmópolis en ese entonces y esto lo hizo porque puso en práctica el gran descubrimiento griego
de la forma mixta. Los cónsules son el elemento real; el Senado, el aristocrático; los “comicios
de la curia” y el tribunado de la plebe, el democrático. Estos elementos se controlaban y se
equilibraban en sus poderes. Los cónsules tenían todo el poder sobre los demás magistrados,
pero no sobre los tribunos; tenían todo el poder para dirigir la guerra; dependían del Senado para
el abastecimiento de los ejércitos y del pueblo para su nombramiento. El Senado controlaba el
erario público, tenia poderes judiciales y lleva la política exterior; dependía del pueblo porque
éste tiene el poder supremo y soberano en los grandes procesos y porque los tribunos podían
suspender las decisiones del Senado con el “Veto”. El pueblo decreta premios y castigos, vota
las leyes, y vota la decisión suprema de la guerra y la paz: “Quien sólo contemplara a los
cónsules, creería que Roma es una monarquía; quien se fijara sólo en el Senado, pensaría que es
una aristocracia; quien mirase sólo al pueblo, diría que es una democracia”. 20
Polibio consideró haber descubierto que la estructura política de Roma consistía en un
equilibrio entre los diversos poderes. Este equilibrio era posible porque operaba una especie de
sistema de “frenos” que impedía que cada uno de esos elementos creciera demasiado en su
poder, por lo menos hasta la decadencia de la República romana ocurrida después de las
reformas agrarias de los hermanos Gracos, los consulados de Cayo Mario y la dictadura de
19
Polibio. Op Cit. Pág. 156-57
20
Ídem. Pág. 160.
25
Lucio Cornelio Sila en el 88 A.C., y que culminó con la decadencia y destrucción política de la
República Romana con la dictadura vitalicia de Cayo Julio César en el año 46 A.C. 21
22
El equilibrio se mantiene y el sistema no degenera porque cuando el poder de uno de los
elementos pretende crecer, los otros le frenan. Esta es la vieja fórmula del gobierno mixto, sólo
que ahora ya no es de clases, como en Aristóteles, sino de poderes políticos.
El hecho de que el análisis de la Constitución romana presente deficiencias, como es la
falta de un adecuado tratamiento de los tribunos, no resta méritos a la obra de Polibio. Siglos
más tarde tampoco Montesquieu nos dará un análisis exacto de la Constitución inglesa. 23
Tampoco resta méritos que Polibio haya ignorado el análisis social, que le hubiera llevado a la
conclusión de que el poder estaba en manos de una clase cuyo órgano era el Senado, porque los
cónsules procedían de la clase senatorial y el pueblo sólo tenía funciones de control, no tenía
iniciativa.
Polibio era muy inteligente para quedarse en los aspectos triunfales de Roma. Pensó
también en los que amenazaban a esa grandiosa estructura: el peligro viene por el lado de la
democracia u oclocracia como sucedió posteriormente con la dictadura de César. La conclusión
de Polibio es clara y simple: mantener en su sitio a la nobleza y al pueblo en perfecto equilibrio
de poderes. La receta también es simple: mantener el principio de austeridad que ha inspirado la
civilización romana: que la nobleza renuncie al lujo con lo cual evitará que la ambición se
apodere del pueblo y lo empuje a superar sus límites. Roma debía aprender de la historia para
mantenerse dentro de los límites de la constitución mixta.
2.5.
Marco Tulio Cicerón y las formas de gobierno.
Cicerón nace a finales del siglo II A.C., concretamente en el año 106, en Arpino y en el
seno de una familia acaudalada de origen plebeyo. Su vida se desarrolla durante el siglo I A.C.
falleciendo en el año 43 A.C., antes de la caída de la República y el subsiguiente período
imperial. Era un ciudadano romano destacado, tanto por sus dotes oratorias, actividad por la
que más se le recuerda, como por su contribución al sistema judicial, siendo célebre abogado
21
Plutarco. Op Cit. 1991. vida de Mario, vida de Sila y vida de César.
22
Suetonio. Los Doce Césares. Ediciones Orbis S. A. Barcelona. España. 1985. Pág. 47-50.
26
por su exitosa intervención en procesos de envergadura, tales como la defensa de Sexto Roscio
Amerino acusado falsamente de haber cometido un crimen o su intervención en el juicio de
Verres
24
y su participación como cónsul romano en el sofocamiento de la conjuración de
Catilina.
Cicerón tomó diferentes posiciones políticas dependiendo del momento concreto:
primero se opone al primer triunvirato formado por César, Pompeyo y Craso por considerarlo
anticonstitucional, lo que le acarrea la caída en desgracia; y después adopta la posición
contraria, apoyando la política de los triunviratos. De este período son los dos tratados
políticos más importantes, esto es, De Legibus y De Republica, como premio es nombrado
procónsul de la provincia de Cilicia en Asia Menor. Tras la derrota de Pompeyo en Farsalia y
la consiguiente pérdida de apoyo político, se acoge al perdón de César. 25 En el año 43 es
asesinado por orden de Marco Antonio durante el régimen del segundo triunvirato.
La lectura de De Republica nos va a permitir conocer de primera mano el pensamiento
político de Cicerón como autor representativo del último período de la República romana.
Pero Cicerón la sitúa fuera de su propia época, en dos generaciones anteriores,
específicamente en el año 129 A.C., posiblemente para evitar el riesgo del enfrentamiento
directo con las personalidades de su obra. El texto está escrito en forma de diálogo, al estilo
socrático.
En la República (alrededor del 50 A.C.), la excelencia del gobierno mixto y el elogio
de la Constitución romana corren paralelamente. Cuando Cicerón escribió su libro un siglo
después de Polibio, la idea de que el gobierno mixto fuese el mejor y la conceptualización de
la Constitución romana como mixta ya estaban consolidadas. Una y otra se refuerzan
mutuamente: La Constitución romana es la mejor de las constituciones porque es un gobierno
23
Montesquieu. Op Cit. Libro IX. Capítulo VI. Pág. 143-150.
24
José Guillén. Estudio preliminar y traducción de Sobre la República de Marco Tulio Cicerón. Editorial
Tecnos S. A. Madrid. España. 1986.
25
Cayo Julio César. Comentarios a la Guerra Civil. Alianza Editorial. Madrid. 1985.
27
mixto; pero al mismo tiempo el gobierno mixto es el mejor de los gobiernos porque es el
producto secular de Roma. 26
En el dialogo ficticio con Escipión Emiliano, se pregunta Cicerón, ¿Qué es la
República?:
¿Qué es la República sino la cosa
común a la ciudad. Pero ¿que es
reunidos en una vida común por la
romanos: En breve una multitud
concordia y vino a ser ciudad. 27
del pueblo? Es por consiguiente, la cosa
la ciudad sino una multitud de hombres
concordia? Por eso se lee en los políticos
dispersa y vaga se reunió mediante la
En esta expresión Cicerón es completamente aristotélico, más adelante agrega:
Esta sociedad formada por el motivo que he expuesto resolvió primeramente
apartarse a un lugar determinado para tener un domicilio en común, y después
de haberla hecho fuerte por el lugar elegido y con el trabajo de sus manos a esta
reunión de casas la llamaron fortaleza o ciudad, diseminando por acá y por allá
templos y plazas públicas. Por tanto, todo pueblo, que es tal conjunción de la
multitud que he dicho; toda ciudad, que es la comunidad políticamente
constituida; toda República que, según dije, es lo que pertenece al pueblo, debe
ser regida por una autoridad inteligente. Es, pues, condición necesaria que esta
autoridad ante todo debe estar siempre en relación con la causa que ha dado
origen al Estado…
En segundo lugar, este gobierno puede confiarse o bien a uno solo, o a un grupo
de elegidos, o a la muchedumbre de todos: Cuando el gobierno de todos los
asuntos esta en manos de uno solo, a éste lo llamamos Rey, y esta forma de
constitución política, reino...
Cuando lo tiene unos pocos elegidos, entonces se llama aristocracia: gobierno
popular (democracia), así lo llaman, es aquel en que todo el poder lo administra
el pueblo: Cualquiera de estos tres géneros de gobierno, si mantiene aquel
vínculo que reunió primeramente a los hombres en sociedad política, puede ser,
no diré perfecto, ni óptimo, pero si tolerable, de suerte que puede preferirse una
forma de gobierno a la otra. En efecto un Rey sabio y justo, o la selección de
unos ciudadanos nobles, o el pueblo mismo, aunque el gobierno popular es el
más peligroso, si no los ciega la iniquidad y la codicia, parece que pueden tener
cierta estabilidad. 28
26
Norberto Bobbio. Op. Cit. Pág. 55.
27
Cicerón. Op Cit. Pág. 27
28
Ídem. Pág 28-29.
28
2.6.
Cicerón, el sistema mixto y los ciclos de gobierno.
Para Cicerón, al igual que Aristóteles y Polibio anteriormente, existen tres formas
buenas y simples de gobierno y tres malas, es decir la Monarquía, la Aristocracia y la
República y su contraparte: la Tiranía, la Oligarquía y la Democracia, y al igual que Polibio
como consecuencia de los ciclos de gobierno o anaciclosis, una forma conduce a la otra por
decadencia y/o degeneración. De igual forma en la Res Publica, existe el elogio a la forma
mixta de gobierno que es la que fue adoptada por la República romana, con una evolución a
través de su historia, lentamente y por intermedio de varios legisladores y no como producto
de un solo legislador como lo fueron Licurgo para Esparta o Solón para Atenas, a este respecto
expresa Cicerón:
Estoy hablando de estas tres formas de gobierno sin mezclas ni combinaciones,
conservando su estado natural: En cada una de ellas encontramos en primer
lugar los defectos que hemos indicado, pero tiene además otros vicios
perjudiciales: No hay ninguna forma de gobierno que no este unida a una
calamidad próxima por un camino pendiente y resbaladizo…
...sumamente odioso, y de la anarquía, suele seguir el poder de los optimates, o
una fracción tiránica, o un Rey, o también con frecuencia la tiranía popular
(oclocracia), e igualmente de ésta surgir alguna de las formas ya mencionadas y
resultan admirables los giros periódicos y el suceder circular de los cambios y
mudanzas de las Repúblicas. Así como es propio del sabio el conocer todo esto,
así lo es también de un gran ciudadano y de un hombre casi divino el prever
durante el gobierno las revoluciones que amenazan y el regir con mano firme el
curso de la nave. Así pues, creo que debe preferirse una cuarta forma de
gobierno moderado y templado con los tres géneros que antes presenté. 29
En este caso Cicerón se refiere al sistema mixto o la combinación de los tres sistemas
buenos de gobierno: la monarquía, la aristocracia y la democracia, en equilibrio de poderes, lo
que según Polibio y el mismo Cicerón, le otorgaron su grandeza a la República romana, a este
respecto afirmaba Cicerón:
Siendo esto así, de las tres formas primeras de gobierno a mi modo de ver, la
mejor, y con mucho, es la monarquía; pero mejor que ella sería la forma de
gobierno que se presente equilibrada y templada con las tres formas óptimas de
poder...Me gusta que haya en la República un poder eminentemente
monárquico, que exista también algo encomendado y atribuido a la autoridad
de los príncipes, y que haya así mismo otras cosas reservadas a juicio y a la
29
Cicerón. Op. Cit. Pág. 30-31.
29
voluntad de la multitud. Esta constitución ante todo tiene cierta igualdad, de la
que a duras penas pueden carecer durante mucho tiempo los pueblos libres, y en
segundo lugar estabilidad, puesto que las tres primeras formas indicadas
fácilmente degeneran en los vicios contrarios, de suerte que de un Rey surge un
tirano, de los optimates una facción, del pueblo la anarquía y el desorden, y que
por esos géneros fácilmente se ven suplantados por otros nuevos; esto en
cambio en esta constitución armónica y sabiamente templada no sucede a no ser
por grandes vicios de los gobernantes: No hay motivo de revolución en un
gobierno en que cada uno ocupa firmemente el puesto que le corresponde y no
hay ningún grado inferior en que pueda venir a caer. 30
Es pertinente recordar, para continuar con el texto de De
Republica, que la”
Constitución” romana -como estructura política concretamente realizada y operante, no sólo se
presentó como superior a los modelos que la reflexión política griega construyó en abstracto y
nadie vio funcionar, sino también y sobre todo que esta misma Constitución se consideró un
organismo que fue creciendo y articulándose en el tiempo, haciendo frente a los problemas y
las exigencias que se plantearon en el transcurso de su historia: por lo tanto fue un desarrollo
histórico y, como tal, capaz de sufrir ulteriores transformaciones con respeto de sus elementos
constitutivos. Esta idea se formuló explícitamente al principio del II libro de la Re Publica, en
las palabras de Escipión Emiliano, que a su vez citaba al celebre senador romano Marco
Porcio Catón el “Censor”:
Él...solía decir que nuestra ciudad superaba en su constitución a todas las demás
por esta razón, que en aquéllas generalmente fueron individuos particulares
quienes ordenaron su propio Estado con sus propias leyes e instituciones, como
Minos la de Creta, Licurgo la de Lacedemonia, y la de Atenas había cambiado
muchas veces por obra de Teseo, de Dracón, de Solón, de Clistenes y de otros
muchos, finalmente la había sustentando un hombre sabio, Demetrio Falero,
cuando ya se encontraba extenuada y moribunda. Nuestra constitución en
cambio no fue fruto del ingenio de uno solo, sino por muchos; ni se consolida
en una sola generación, sino que fue mudando a lo largo de los siglos y de las
generaciones. Decía que no había existido ningún ingenio tan grande a quien no
se le escapara alguna cosa, y que ni siquiera todos los ingenios del mundo
reunidos en una sola persona podrían tomar tanta providencia en una sola edad,
de considerar tantas cosas sin la experiencia y la tradición. 31
30
Cicerón. Op. Cit. Pág. 46-47.
31
Cicerón. Op. Cit. Pág. 49-50.
30
Es por ello, prosigue Escipión, que la exposición, que él está a punto de hacer, de los
caracteres de esta constitución asumirá la forma de una historia, partiendo de los orígenes:
“Conseguiré mejor mi propósito, si os presento nuestra República naciente, crecida, adulta y
ya firme y granada, que si me imagino yo mismo una República ideal, como hace Sócrates en
la obras de Platón”. 32
En la exposición de Escipión Emiliano, la Constitución romana sigue siendo una
constitución mixta, tal como se expresa en el texto de Sobre la República: “La mejor
constitución política es la que consta de la combinación de los tres estados principales: el
monárquico, el aristocrático y el popular, unidos con moderación de forma que no irriten con
castigos a los de corazón duro y fiero.” 33
Una afirmación tal cual como la definió Polibio en sus Historias, es decir un tipo de
gobierno que consigue evitar, gracias a una mezcla eficaz de competencias y
responsabilidades entre los componentes de una República, y los inconvenientes que se
derivan de una concentración de poder en las manos de uno solo de esos elementos
constitutivos del Estado, llámese poder ejecutivo, legislativo o judicial.
Sin embargo, su forma de ser y funcionar aseguraba a Roma la superioridad con
respecto a los demás Estados de su época, más allá de la manera en que se quiera definir su
estructura constitucional, tal como proclamó orgullosamente Escipión en la República:
En efecto así tengo averiguado, siento y afirmo que ninguna de todas las
Repúblicas puede ser comparada ni por su constitución, ni por su sabia
organización, ni por férrea disciplina con aquella que recibieron nuestros padres
de sus antepasados y a su vez no las han legado a nosotros. 34
2.7.
Cicerón y la virtud romana: el amor a las leyes.
La virtud es concebida por Cicerón, como la cualidad que tienen los humanos para
hacer el bien común. Esta cualidad no tiene una condición natural sino social. Si los hombres
no actúan conforme al derecho, con la recta razón, es por las malas costumbres, lo cual se
32
Ídem. Pág. 50
33
Ídem. Libro. II. Pág. 41-65.
34
Polibio. Op. Cit. I-70
31
tiene que contrarrestar fomentando la virtud, esto es, obrar conforme a la naturaleza. Dicho de
otro modo, actuar conforme nos indican las leyes, siguiendo una vida constante y continua. La
virtud ciceroniana es la forma, categoría social, mediante la cual se realiza el cumplimiento del
deber ¿de qué deber? Del deber a las leyes: su acatamiento. La virtud romana se concreta en el
amor a las leyes del Estado y a las costumbres de su pueblo.
Pero existe la forma más elevada del bien común: participar en la gestión de la
propiedad pública, esto es, en el gobierno del Estado, pues no hay otra ocupación en que la
virtud humana se aproxime más de cerca de la función augusta de los dioses que la de fundar
nuevos Estados o preservar los ya existentes.
El concepto romano de virtud implica:
•
Obligación de participación en la vida pública.
•
La acción pública tiene como finalidad el bien común.
•
El bien común es obra del Estado, que es su representación.
Esta cualidad se inculca a través de las leyes y la educación que tiene como principios:
la frugalidad, la fidelidad, la excelencia y el rigor, sin olvidar la censura para castigar.
2.8.
La división de Poderes:¿Qué es y qué no es?
Por división de poderes se entiende generalmente una simple separación formal entre
poder ejecutivo, legislativo y judicial. Pero esta interpretación popular es completamente
insuficiente: nos llevaría al absurdo de suponer, por ejemplo, que existe separación de poderes
en Venezuela, que en nuestro caso no pasa de ser un mero formalismo y un “ilusionismo”
jurídico. Podemos decir que hay una separación efectiva de poderes cuando ninguna voluntad
política, aunque sea mayoritaria, está en condiciones de alterar los derechos de propiedad a su
favor y de imponer su voluntad por encima de los demás poderes, a tal efecto decía al respecto
Montesquieu:
Hay en cada estado tres clases de poderes: el poder legislativo, el poder
ejecutivo de los asuntos que dependen del derecho de gentes y el poder
ejecutivo de los que dependen del derecho civil...
Por el poder legislativo, el príncipe, o el magistrado, promulga leyes para cierto
tiempo o para siempre, y enmienda o deroga las existentes. Por el segundo
poder, dispone de la guerra y de la paz, envía o recibe embajadores, establece la
32
seguridad, previene las invasiones. Por el tercero, castiga los delitos o juzga las
diferencias entre particulares. Llamaremos a éste poder judicial, y al otro,
simplemente, poder ejecutivo del Estado...
La libertad política de un ciudadano depende de la tranquilidad de espíritu que
nace de la opinión que tiene cada uno de su seguridad. Y para que exista la
libertad, es necesario que el gobierno sea tal que ningún ciudadano pueda temer
nada de otro...
Cuando el poder legislativo está unido al poder ejecutivo en la misma persona o
en el mismo cuerpo, no hay libertad porque se puede temer que el monarca o el
senado promulguen leyes tiránicas para hacerlas cumplir tiránicamente...
Tampoco hay libertad si el poder judicial no esta separado del legislativo ni del
ejecutivo. Si va unido al poder legislativo, el poder sobre la vida y la libertad de
los ciudadanos será arbitrario, pues el juez seria al mismo tiempo legislador. Si
va unido al poder ejecutivo, el juez podría tener la fuerza de un opresor...
Todo estaría perdido si el mismo hombre, el mismo cuerpo de personas
principales, de los nobles o del pueblo, ejerciera los tres poderes: el de hacer las
leyes, el de ejecutar las resoluciones publicas y el de juzgar los delitos o las
diferencias entre particulares. 35
Bolívar reafirmó prácticamente esa última estrofa de Montesquieu, en su discurso
pronunciado en Caracas el día 2 de enero de 1814 en el convento de religiosos franciscanos de
la siguiente manera: “No usurparé una autoridad que no me toca; yo os declaro, pueblos !que
ninguno puede poseer vuestra soberanía, sino violenta e ilegítimamente! Huid del país donde
uno solo ejerza todos los poderes: es un país de esclavos.” 36
Posteriormente Bolívar en su discurso ante el Congreso de Angostura a principios del
año 1819, lo expresaba de la siguiente manera: “Un gobierno republicano ha sido, es, y debe
ser el de Venezuela; sus bases deben ser la soberanía del pueblo: la división de los poderes, la
libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los
privilegios.” 37
Más adelante en el mismo discurso agregaba al comentar sobre la conveniencia de
adoptar la Constitución británica lo siguiente: “yo os recomiendo esta Constitución popular, la
división y el equilibrio de los poderes, la libertad civil, de cómo la más digna de servir de
35
Montesquieu. Op Cit. Libro IX. Capítulo VI. Pág. 143-144..
36
Simón Bolívar. Discurso pronunciado en Caracas el día 2 de enero de 1814 en el convento de religiosos
Franciscanos.
37
Simón Bolívar. Discurso ante el Congreso de Angostura. del 15 de febrero de 1819.
33
modelo a cuantos aspiran al goce de los derechos del hombre y a toda felicidad política que es
compatible con nuestra frágil naturaleza.” 38
Desde este punto de vista, la separación de poderes puede verse como parte de un
mecanismo de ineficiencia calculada, deliberadamente diseñado para poner trabas a la
ambición política de un sólo hombre o una parcialidad política.
Este mecanismo fue explicado de manera brillante por Antonin Scalia, ex-miembro de
la Corte Suprema de los Estados Unidos, en un artículo publicado en 1999 por el Wall Street
Journal. 39 Scalia menciona una por una las “trabas” que encontraría, en los Estados Unidos,
una voluntad política excesivamente ambiciosa: las garantías constitucionales a los derechos
individuales, la extrema dificultad para modificar la constitución, el colegio electoral, la
estructura federal de gobierno, la Corte Suprema de Justicia, etc.
Luego de esta enumeración, Scalia concluye: “La estructura fue diseñada para
dificultar la tarea de legislar, lo que ofrece, en última instancia, la protección más significativa
para una minoría frente a la voluntad de una mayoría” 40 . En países donde cuesta muy poco
sancionar leyes, como en los de América Latina y el África, que se encuentran en vías de
modernización política, los derechos de propiedad son necesariamente inestables. De ahí la
alta inestabilidad política, la falta de confianza, la fuga de capitales y el alto costo del dinero
(inflación).
La relación entre división de poderes y prosperidad económica fue recientemente
analizada por Stefan Voigt en un importante artículo. 41 Luego de plantear el vínculo ya
conocido -y empíricamente comprobado- entre libertad y prosperidad económica, Voigt se
interroga sobre las condiciones para que florezca la libertad. La principal condición para la
libertad es el “imperio de la ley” (The rule of law). ¿Y cómo se garantiza el “imperio de la
ley”? ¡Con la división de poderes! Un pasaje de los Comentarios del juez Joseph Story, ex-
38
Íbidem.
39
Antonin Scalia: “How Democracy Swept the World”, Wall Street Journal, 7 de septiembre de 1999.
40
Samuel P Huntington. Op. Cit. Capítulo I, Pág. 40-60.
41
Stefan Voigt: “Making Constitutions Work: Conditions for Maintaining the Rule of Law”, Cato Journal, Vol.
18, N.2, 1998.
34
miembro de la histórica Corte Suprema de los Estados Unidos que fue dirigida por el
magistrado John Marshall entre los años 1801 y 1835, y parafraseando a Montesquieu ilustró
esa idea de la siguiente manera: “Si cualquiera de los poderes se une al ejecutivo, la vida, la
libertad y la propiedad de los sujetos quedará en manos de jueces arbitrarios”. 42
42
Joseph Story: Commentaries on the Constitution of the United States (1833), reeditados por Melville M.
Bigelow (Boston: Little, Brown & Co, 1905).
CAPÍTULO III
MAQUIAVELO, LOS SISTEMAS DE GOBIERNO Y LA TEORÍA DE LA
ANACICLOCIS
De modo que yo creo que la fortuna que tuvieron los romanos en este asunto la
tendrán todos los príncipes que procedan como los romanos y sean tan
virtuosos como ellos. 1
La Constitución Romana es la que mayor poder y fortuna ha producido a
ningún pueblo del mundo;...Un gobierno monstruoso y puramente guerrero,
elevo a Roma al mas alto esplendor de virtud y gloria; y formó de la tierra un
dominio Romano para mostrar los hombres de cuanto son capaces las virtudes
públicas; y cuan indiferentes suelen ser las instituciones.
Roma y la Gran bretaña son las naciones que más han sobresalido entre las
antiguas y las modernas; ambas nacieron para mandar y ser libres, pero ambas
se constituyeron no con brillantes formas de libertad, sino con establecimientos
sólidos. 2
3.1.
Maquiavelo, del principado a la República.
Nicolás Maquiavelo nació en Florencia, Italia, el 03 de mayo de 1469 y murió en la
misma ciudad el 21 de junio de 1527. Es considerado uno de los grandes autores de la filosofía
política, para otros investigadores, como uno de los fundadores de la ciencia política moderna,
destacándose no sólo como pensador y escritor político, sino también como historiador y
funcionario estatal.
En sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio (Discorsi sopra la prima deca
di Tito Livio), (1512-1520) esbozó, después de Polibio y anticipándose a Harrington, y
Giambattista Vico, 3 la teoría cíclica de la rueda de las formas de gobierno: la monarquía tiende
a la tiranía, la aristocracia se transforma en oligarquía y la democracia en anarquía, lo que
lleva de nuevo a la monarquía y así sucesivamente.
1
Maquiavelo Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, Libro II, Cap. I.
2
Simón Bolívar. Discurso ante el Congreso de Angostura del 15 de febrero de1819.
3
Norberto Bobbio. La Teoría de las Formas de Gobierno en la Historia del Pensamiento Político. Fondo de
Cultura Económica. México. 1987. Pág. 108.
36
En El Príncipe, obra inspirada en la figura de César Borgia, duque de Valentinois e
hijo del papa Alejandro VI, Maquiavelo describe distintos modelos de Estado según cuál sea
su origen (la fuerza, la perversión, el azar) y deduce las políticas más adecuadas para su
supervivencia. Desde esa perspectiva se analiza el perfil psicológico que debe tener el príncipe
y se explica cuáles son las virtudes humanas que deben primar en su tarea de gobierno.
Maquiavelo concluye en esa obra, que el príncipe debe aparentar poseer ciertas
cualidades, ser capaz de fingir y disimular bien y subordinar todos los valores morales a la
razón de Estado, encarnada en su persona.
Como se señaló anteriormente, entre los años 1512 y 1520 escribió una de sus obras
más importantes objeto del presente análisis: los célebres “Discursos sobre la primera década
de Tito Livio”, texto tanto de filosofía como de teoría política. Se trata de una meditación
profunda y sistemática sobre la Constitución de la antigua República Romana y la teoría de la
rueda de los sistemas de gobierno o “Anaciclosis”, encontrándose en el mismo, análisis
teóricos de gran importancia que son a la vez consejos prácticos; en la obra se fusionan
grandes conceptos de teoría política con detalles minúsculos de la militancia política. El título
muestra el propósito de Maquiavelo: entablar una suerte de “conversación” con Tito Livio y
con otros clásicos, fuera de su tiempo, con el objetivo de obtener una utilidad práctica para
edificar el futuro.
Los discursos como dijimos en el párrafo anterior, se basan fundamentalmente en la
historia de Roma y en los textos de Tito Livio, pues considera a la República romana como un
verdadero modelo de sociedad. Así, Maquiavelo trabaja conceptos tales como: constitución,
orden, aumento y conservación del poder, control y límites del gobierno. También, realiza una
tipología de las formas de gobierno, con sus ventajas y desventajas.
¿Por qué puede una ciudad ser más apta para florecer y mantenerse? Tomando como
punto de partida los diez primeros libros de la Historia de Tito Livio, Maquiavelo se propone
reexaminar la historia de Roma a fin de descubrir en ellos la clave de su grandeza; su objetivo
es el de desentrañar a través de la lectura de la historia la gramática profunda de los asuntos
humanos, los resortes efectivos de la libertad y la obediencia, las condiciones materiales
ideales de la estabilidad de un régimen político.
37
¿Es posible leer El Príncipe a la luz de las enseñanzas de los Discorsi? ¿Podemos
encontrar en el republicanismo de Maquiavelo la clave de interpretación del resto de su obra?
En lo que sigue, y recogiendo el hilo de las interpretaciones contemporáneas de Maquiavelo,
intentáremos sostener que es posible restituir a través de sus textos una idea maquiaveliana del
“mejor régimen”, del régimen político más apto para hacer frente a los avatares de la fortuna y
de la corrupción inevitable del tiempo, del régimen más conforme a la naturaleza de la cosa
política.
De hecho, uno de los problemas interpretativos permanentes del pensamiento político
occidental se encuentra, paradójicamente, en la obra de Maquiavelo, no obstante la aparente
precisión y claridad de sus escritos. Me refiero a la relación contradictoria que podría existir
entre dos de sus obras principales: El Príncipe y los Discursos sobre la Primera Década de
Tito Livio. Los términos de la contradicción son, en síntesis, los siguientes: en El Príncipe,
como es bien sabido, Maquiavelo ofrece un gran número de sugerencias y recomendaciones
para que un gobernante único adquiera y, principalmente, mantenga el poder. En cambio en
los Discursos, además de declarar insistentemente su preferencia por un gobierno republicano,
Maquiavelo ofrece sugerencias y recomendaciones para la instauración y preservación de tal
régimen, el cual contempla la participación ciudadana, y consagra la defensa de la vida libre,
del vivere libere. Un mismo autor, por consiguiente, compromete su inteligencia,
conocimiento y experiencia en esfuerzos cuyos objetivos son dispares, si no diametralmente
opuestos. Lo que dificulta aún más la resolución de este problema interpretativo es que
Maquiavelo reconoce explícitamente la contraposición necesaria entre regímenes republicanos
y principados, tanto en El Príncipe como en los Discursos.
Las líneas que abren el primer capítulo de El Príncipe, expresan la relación dicotómica
entre las dos formas de gobierno y así lo deja en claro: “Todos los estados, todos los dominios
que han tenido y tienen soberanía sobre los hombres, han sido y son o Repúblicas o
principados”. 4
Múltiples y variados han sido los intentos de soslayar esta contradicción, pero hay
algunos que a nuestro parecer que se destaca por su generalizada aceptación y por la aparente
4
Maquiavelo. El Príncipe. Talleres Gráficos de EDUVEN. Caracas. 2001. Capítulo 1. Pág. 13.
38
solidez de su sustento argumentativo y textual. Me refiero a la del profesor Maurizio Viroli,
(1990) 5 que argumenta en su obra la preferencia que tenía Maquiavelo por un régimen
republicano, pero que aduce, al mismo tiempo, que Maquiavelo habría sostenido la necesidad
de un gobierno fuerte y autocrático para ordenar y establecer las bases de una institucionalidad
republicana, es decir, un principado. Así de acuerdo a Viroli,6 El Príncipe y los Discursos
conformarían un argumento continuo en dos fases: El Príncipe establecería los mecanismos a
través de los cuales un individuo lograría concentrar en sí mismo la autoridad necesaria para
reorganizar un sistema político, permitiendo así la construcción de instituciones republicanas;
y los Discursos contendrían la exposición del funcionamiento de una República bien
ordenada, sus fortalezas y debilidades, y las bases normativas que justificarían la calificación
de la República como el régimen preferido. Similar a la opinión de Viroli, es la perspectiva
que asume al respecto Antonio Negri:
A nosotros, en contra de lo que ambas escuelas interpretativas sostienen, nos
parece que la estrechísima interdependencia de El Príncipe y los Discursos
sobre la primera década de Tito Livio, lejos de determinar la renuncia,
comporta por el contrario la exaltación del principio republicano. La absolutez
de lo político, inventada en El Príncipe, es hecha vivir en la República: sólo la
República, sólo la democracia es gobierno absoluto. 7
En la obra de Maquiavelo, subyace perennemente la idea de la virtud ciudadana, que es
siempre mejor premiada en las Repúblicas que en las monarquías o en las aristocracias; esto
no implica que ésta sea siempre la mejor forma para todas las sociedades humanas, ya que, la
forma de gobierno a adoptar dependerá más bien, como lo reafirmo posteriormente
Montesquieu, del carácter del pueblo de que se trate. 8 Es por ello que en “El Príncipe” toma
una postura extrema, la de preferir una monarquía, un poder fuerte, ya que así se terminaría
con el desmembramiento de la península itálica de aquellos tiempos. Así, se erigiría un
“príncipe” lo suficientemente poderoso y virtuoso que logrará expulsar a los “bárbaros” y
5
Maurizio Viroli. Machiavelli. Founders of modern Political and Social Thought. Oxford University Press. New
York. 1998. Capítulos 2 y 4.
6
7
Íbidem.
Antonio Negri. El Poder Constituyente. Ensayo sobre las alternativas de la Modernidad. Madrid:
Libertarias/Prodhufi. 1994: Pág.90-1
39
reunificar Italia. El mayor anhelo y el desiderátum de Maquiavelo era ver unificada la
península itálica bajo la forma de un gobierno republicano con sede en Florencia y así volver
al esplendor de la antigua Roma. 9
10
En este trabajo, coincidimos plenamente con la obra contemporánea de J. G. A
Pocock 11 , quien argumenta que para Maquiavelo, republicano por naturaleza, la República es
el régimen virtuoso en el sentido clásico del humanismo cívico. Es decir, la República es por
encima de todas las cosas, el régimen que permite la realización del vivere civile, de una forma
de vida dedicada al interés cívico y al ejercicio de la actividad política del ciudadano, y es en
esta vida dedicada a la acción, posibilitada por la República, que el hombre puede aspirar a
alcanzar los más altos valores a los que puede pretender. Cualquier forma de gobierno, bien
sea el republicanismo o el gobierno popular, que no llene los requerimientos de la vida civil y
política es o una tiranía o una República corrupta. 12 Es decir, para Maquiavelo, la República es
el régimen virtuoso, una estructura de virtud, en términos de Pocock, en tanto es aquel que
brinda el marco para el ejercicio del vivere civile, de la virtud cívica, que es a la vez expresión
suprema de la virtud y condición de las virtudes particulares.
Pero si sólo en la República hay virtud, el problema de la virtud deviene
inmediatamente en el problema de la estabilidad política de la República, de su capacidad de
hacer frente a los golpes de la fortuna: para que la virtud pueda desplegarse es preciso que la
República perdure. Partiendo de la doble premisa de que toda forma terrenal está sometida a la
corrupción y degradación del tiempo, según lo expresaba el mismo Platón hace casi 2400
años, en su obra “La República y el Estado” 13 y además que la República debe hacer frente en
sus relaciones territoriales a otras unidades políticas con quienes no comparte el vivere civile.
8
Montesquieu. Del Espíritu de las Leyes. Editorial Tecnos S.A. Barcelona España. 1972. Libro XIX. Capítulo
21. Pág. 261.
9
Maquiavelo, El Príncipe. Capítulo XXVI. Pág. 159-170.
10
Maurizio Viroli. Machiavelli. Founders of modern Political and Social Thought. Oxford University Press. New
York. 1998. Pág. 148-49.
11
Pocock, J. G. A. The Machiavellian Moment–Florentine Political Thought and the Atlantic Republican
Tradition. New Jersey: Princeton University Pres. 1975 Pág. 157 y 183-185.
12
Maurizio Viroli. Op Cit. Pág. 121
13
Platón. La Republica o el Estado. Libro VII, Pág. 232 -233.
40
Maquiavelo explorará en El Príncipe y en los Discursos, las condiciones de estabilidad de los
regímenes políticos: allí, la capacidad de un régimen, sea un principado o una República, por
hacer frente a los golpes de la fortuna, tomará el nombre de virtù. Como señala también en su
obra Pocock. Maquiavelo pone en evidencia que toda estructura de virtud habita un mundo de
fortuna; en consecuencia, ninguna estructura de virtud puede prescindir de su componente de
virtù. A partir de este punto, quisiera argumentar que para Maquiavelo la República no sólo es
la ciudad virtuosa en el sentido en que lo entiende el humanismo cívico, sino que es también la
forma política más propicia para hacer frente a los golpes de la fortuna, y la más apta para
hacer gala de virtù. Es decir, la República sería, según las enseñanzas de Maquiavelo, no sólo
la ciudad o el Estado más adecuado a la naturaleza moral del hombre, sino también idealmente
la más conforme a la naturaleza de la cosa política.
La República es en consecuencia para Maquiavelo, la mejor forma de gobierno, es la
forma ideal en donde se plasman la libertad y la vida civil. Sólo en una República bien
organizada, [republica bene ordinata], el fin del Estado es el bien común. Se llega a este bien
común cuando se extinguen las grandes desigualdades sociales, teniendo todos los estamentos
de una sociedad determinada, participación en el gobierno (gobierno mixto); que el Estado sea
libre sin ser sometido a una sola persona o a un grupo parcial.
A este respecto afirma Maquiavelo en sus Discursos:
Los que organizan prudentemente una República, consideran, entre las cosas
más importantes, la institución de una garantía de libertad, y según sea más o
menos acertada, durara más o menos el vivir libre. Y como en todas las
Repúblicas hay magnates y pueblo, existen dudas de en qué manos estaría
mejor colocada esta vigilancia. Los lacedemonios y, en nuestros días los
venecianos, la ponen en manos de los nobles, en cambio los romanos la
confiaron a la plebe. 14
Como lo explicaremos detalladamente más adelante en este capítulo, hay, para
Maquiavelo, una serie de razones por las que la forma de gobierno republicana es la mejor.
Primero, porque mira el bien común. En segundo lugar, al ser el pueblo libre, considera lo
público como algo propio y de esta forma se sacrifica más que cualquier príncipe. En tercer
14
Nicolás Maquiavelo. Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Alianza Editorial. Madrid. 1987.
Capítulo V. Pág. 41.
41
lugar, hay más igualdad y el Estado es el encargado de protegerla. En cuarto lugar, al estar el
gobierno mixto, hibrido o ecléctico, compuesto por varios matices, la República es más
equilibrada, fuerte y apta para la toma de decisiones y es más dúctil. En quinto lugar, en ella
no existe el problema de la sucesión que impera en los reinados; la República puede buscar el
mejor sucesor. En sexto lugar, se respeta la ley, ya que es voluntad de todos; hasta la fuerza se
debe convertir en la expresión del poder público. Toda acción tiende hacia este último fin.
Bien lo expresa Maquiavelo en su obra:
Entre los que merecieron más alabanzas por haber dado constituciones de este
tipo se encuentra Licurgo, que ordeno su leyes de esparta de manera que, dando
su parte de poder al Rey, a los nobles y al pueblo, construyo un Estado que duro
mas de ochocientos años, con suma gloria para él y quietud para su ciudad. 15
Y también enfatiza Maquiavelo en sus Discursos, que por el sólo hecho de vivir libre,
hace aumentar las riquezas de los ciudadanos que habitan en una República:
Es fácil conocer de dónde le viene al pueblo esa afición a vivir libre, porque se
ve por experiencia que las ciudades nunca aumentan su dominio ni su riqueza
sino cuando viven en libertad. Y es algo verdaderamente maravilloso considerar
a cuánta grandeza llegó Atenas por espacio de cien años, porque se liberó de la
tiranía de Pisístrato. Pero lo más maravilloso de todo, es contemplar cuanta
grandeza alcanzo Roma después de liberarse de sus reyes. La causa es fácil de
entender: porque lo que hace grande a las ciudades no es el bien particular sino
el bien común. Y sin duda este bien común no se logra más que en las
Repúblicas, porque éstas ponen en ejecución todo lo que se encamine a tal
propósito, y si alguna vez esto supone un perjuicio para este o aquel particular,
son tantos los que se benefician con ello que se puede llevar adelante el
proyecto pese a la oposición de aquellos pocos que resultan dañados. 16
Para continuar en el análisis de la obra: los “Discursos sobre la primera década de
Tito Livio”, seleccionamos el Libro Primero. Aquí, Maquiavelo comienza su reflexión
política, tomando a los antiguos romanos y su historia como ejemplos de sistemas políticos
exitosos.
15
Maquiavelo. Discursos. 1987. Cap. II. Pág 35.
42
3.2.
Del origen de las ciudades
A lo largo de la historia pueden observarse acciones virtuosas realizadas por reyes,
ciudadanos, capitanes, legisladores y otros hombres que lucharon por su patria. Sin embargo,
aquellas acciones no son tenidas en cuenta ya que al momento de imitarlas nadie lo hace. Así,
desaparecen todos los signos de la “antigua virtud”. Dice Maquiavelo:
Cuando se trata de ordenar la República, de mantener el Estado, de gobernar el
reino, organizar el ejército y llevar a cabo la guerra, juzgar a los súbditos o
acrecentar el imperio, no se encuentra príncipe ni República que recurra a los
ejemplos de los antiguos. 17
El desorden y la violencia de aquellos años son producto, opina Maquiavelo, de la
ignorancia de aquellos actos. Nadie en su época busca imitar aquellas acciones virtuosas;
como que al cambiar el tiempo también cambiaron los hombres y todo lo que los rodea.
En el primer capítulo de los Discursos, Maquiavelo habla acerca del origen de las
ciudades haciendo hincapié, fundamentalmente, en los comienzos de Roma. Afirma que las
ciudades son edificadas por los hombres libres, siendo éstos nativos del lugar en que la ciudad
ha de fundarse, o bien extranjeros. El primero de los casos se daría por razones de seguridad:
ante la presencia de asaltantes y de enemigos, los habitantes de los pequeños y dispersos
poblados no podían hacerles frente por sí mismos. Para ello necesitaban unirse. Pero, no
siempre llegaban a tiempo y cuando lo hacían debían abandonar sus reductos, quedando éstos
desprotegidos y cayendo en manos de los enemigos con facilidad; de manera que, para librarse
de éstos peligros podían proceder por una iniciativa general propia, o bien, llevarlo a cabo
promovidos por alguno que actuase como cabeza, es decir, que entre ellos tuviese más
autoridad.
Muchas veces, los hombres libres se ven obligados a abandonar el país natal y buscar
un nuevo lugar donde asentarse, ya sea por hambre, guerra o epidemias, y pudiendo hacerlo
por iniciativa propia o bajo la guía de algún príncipe.
16
17
Ídem. Pág. 185-186.
Maquiavelo. Discursos. 1987. Pág. 26
43
Con respecto a la virtud, la virtud de los fundadores y la fortuna de la ciudad fundada
serán más o menos maravillosas, según hayan sido más o menos virtuosos sus principios. La
virtud, según Maquiavelo, se reconocerá por dos factores:
•
La elección del lugar
•
La ordenación de las leyes
Mientras tanto, los hombres pueden obrar por necesidad o por libre elección,
siendo la virtud inversamente proporcional a la libre elección. La edificación en
los lugares estériles es mejor por el hecho de que la vida dura quita el lugar al
ocio y lleva a la unidad del pueblo, así como también ayuda a templar el
espíritu.
Pero, sólo el poder garantiza a los hombres la seguridad, de tal manera que les
resulta necesario radicarse en tierras fértiles, de fácil ampliación, que les
permita la defensa de los asaltantes y que sea capaz de someter a todo lo que se
oponga a su grandeza. La abundancia puede venir acompañada por el ocio, es
por esto que las leyes deben tener la finalidad de no producir inhábiles ociosos
para producir cualquier ejercicio virtuoso. 18
3.3.
De la Tipología de las Repúblicas según Maquiavelo.
En el segundo capítulo, da cuenta acerca de los diferentes tipos de Repúblicas, dentro
de los cuales se puede ubicar a la República romana. Maquiavelo se referirá a las ciudades
cuyo origen está alejado de la servidumbre externa; son diferentes sus principios, sus leyes y
sus ordenamientos.
La primera distinción que hace Maquiavelo se da entre las ciudades que recibieron sus
leyes en un momento dado y de un solo legislador, como fue el caso de Esparta con Licurgo,
personaje mítico, pero referido como legislador insigne en las Vidas Paralelas de Plutarco 19 y
en la Política de Aristóteles, 20 y así es diferente del caso de Roma, donde éstas se adquirieron
poco a poco, a través del tiempo y según las circunstancias según lo expresado por Cicerón en
su obra De Res Publica y el propio Maquiavelo. 21 A partir de esto, las ciudades o las
republicas pueden ser felices o infelices. Serán felices aquellas Repúblicas en las que un
18
Maquiavelo. Op. Cit. Pág. 29.
19
Plutarco. Vidas Paralelas. Iberia. Joaquín Gil Editor. Barcelona. España. 1944. Tomo I. Pág. 79-110.
20
Aristóteles. Política. Op Cit.1986. Libro I. Capítulo IX. Pág. 91-95.
21
Cicerón. De República. Editorial Tecnos S. A. Madrid. España. 1986. Pág. 49-50.
44
hombre lo suficientemente prudente le haya dado leyes lo suficientemente ordenadas, como lo
dice Maquiavelo: “Y desde luego podemos llamar feliz a aquella República en la que haya
surgido un hombre tan prudente que le haya dado leyes de tal manera que, sin necesidad de
corregirlas, pueda vivir segura bajo ellas.” 22
Y son infelices las ciudades, cuanto más lejos se hallen del orden adecuado, y más
infelices han de ser, cuanto más alejado se está de ese orden y cuanto más apartadas estén sus
leyes de su perfecto y verdadero fin, como lo expresaba Maquiavelo:
Y, por el contrario, alcanza el mayor grado de infelicidad aquella ciudad que,
no habiéndose trazado según ordenamiento jurídico prudente, se ve forzada a
reorganizarse a sí misma: Y entre éstas, es más infeliz la que está más apartada
del orden adecuado, y estará más apartada la que tenga unas leyes
completamente fuera del camino recto que pudiera conducirla a su perfecto y
verdadero fin. 23
Maquiavelo, al igual que Polibio con anterioridad, reconoce seis formas de gobierno,
de las cuales según el florentino, tres son buenas y las otras tres malas; las formas buenas se
corrompen fácilmente, convirtiéndose en perniciosas. Las buenas son: la Monarquía, la
Aristocracia y el Gobierno Popular. Y las malas por sí mismas son la Tiranía, la Oligarquía y
el Gobierno Licencioso u Oclocracia. 24 Estas últimas están intrínsecamente ligadas a las
primeras y son tan semejantes y cercanas a ellas que con facilidad se pasa de unas a otras.
(...) porque el principado fácilmente se vuelve tiránico, la aristocracia con
facilidad evoluciona en la oligarquía y el gobierno popular se convierte en
licencioso sin dificultad…
De modo que si el organizador de una República ordena la ciudad según uno de
los regimenes buenos, lo hace para poco tiempo, porque irremediablemente,
degenerara en su contrario, por la semejanza que tienen, en este asunto, la
virtud y el vicio. 25
22
Maquiavelo. Discursos. 1987. Pág. 32.
23
Íbidem.
24
El termino Oclocracia, es tomado directamente de Polibio en su libro VI de las Historias, y según Bobbio es el
termino utilizado por Polibio para referirse al gobierno popular en su forma corrupta: “oclocracia”, de okhlos, que
significa multitud, masa, chusma, plebe y que correspondería a nuestro “gobierno de las masas” o popular,
cuando el termino masa es utilizado en el sentido peyorativo. Bobbio. Op Cit. 2003. Pág. 46.
25
Maquiavelo. Discursos. Op Cit. 1987. Pág. 32-3.
45
De esta manera los regímenes buenos son poco duraderos y rápidamente degeneran en
su contrario, por la semejanza entre el vicio y la virtud. El defecto de estas formas simples de
gobierno es la inestabilidad, 26 por lo tanto, también las formas buenas son malas en realidad.
Así, con el origen de las cosas “honestas y buenas” y su diferenciación de las “malas y
perniciosas”, deviene el conocimiento de la justicia. A partir de esto, para elegir a un príncipe,
se buscaba el que fuese más prudente y justo.
Maquiavelo sostiene que las distintas formas de gobierno aparecieron entre los
hombres por azar. En un primer momento, unos pocos habitantes vivían dispersos como las
fieras; al multiplicarse su número se vieron obligados a reunirse con el fin de defenderse
mejor. Para ello empezaron a buscar al más fuerte y al de mayor coraje, al que hicieron jefe y
le prestaron obediencia:
Aquí tuvo su origen el conocimiento de las cosas honestas y buenas y de su
diferencia de las perniciosas y malas; pues viendo que si uno perjudicaba a su
benefactor nacían en los hombres el odio y la compasión denostando el ingrato
y el honrado al que le había favorecido, y pensando cada uno que podía
recibirlas mismas injurias, para huir de tales perjuicios se sometieron las leyes
y ordenar castigos para quien las contraviniese, lo que trajo consigo el
conocimiento de la justicia. Como consecuencia de ello, cuando tenían que
elegir un príncipe ya no iba directamente al de mejores dotes físicas, sino al que
fuese más prudente y más justo. 27
Maquiavelo propone en este capítulo, la “Teoría Circular de las Formas de
Gobierno”, o Anaciclosis, como la denominaron anteriormente: Platón, Aristóteles y
subsiguientemente Polibio.
¿En que consiste la teoría de la rueda de las formas de gobierno o anaciclosis?: En
primer lugar, para la formación del Estado. Veamos como Maquiavelo razona: tal era la
situación que se vivía en la península itálica para la época, que parecía que la mejor forma de
gobierno era la monarquía. Cuando los príncipes comienzan a ser proclamados por sucesión,
comienza la decadencia, se dejan de lado las acciones virtuosas y los herederos superan a los
antepasados en suntuosidades y placeres. El príncipe comienza entonces a ser odiado y él a
26
Norberto Bobbio. La Teoría de las Formas de Gobierno en la Historia del Pensamiento Político. Fondo de
Cultura Económica. México. 1987. Pág. 67
27
Maquiavelo. Discursos.1987. Pág 33.
46
temer por ese odio. Ese miedo se convierte en ofensa hacia sus súbditos y, por lo tanto nace la
tiranía. Pero, no faltó un grupo de hombres poderosos, que superaban a los demás en riquezas,
nobleza y en grandezas de ánimo, que se levantaran en armas, constituyendo un nuevo
gobierno, el de los mejores y así nació la aristocracia. Seguían las leyes que ellos mismos
habían promulgado, posponiendo todo interés propio a la utilidad común, y conservaban y
gobernaban con suma diligencia lo público y lo privado.
De esta manera, los intereses comunes eran antepuestos a los particulares y tanto lo
público como lo privado era manejado con sumo cuidado. Pero, cuando pasaron los cargos a
sus hijos, la situación cambió, ellos no habían vivido la tiranía y la igualdad cívica no los
conformaba. Movidos entonces por la ambición y la avaricia, el “gobierno de los mejores” se
convirtió en el “gobierno de unos pocos”, transformándose en oligarquía siendo este ultimo
un gobierno similar al del tirano. La multitud popular al mando de cualquiera que quisiera
dañar a la oligarquía existente, era un instrumento listo para actuar. Y no faltó quien
movilizara al pueblo y expulsara a esta oligarquía. Maquiavelo dice al respecto del
surgimiento de la democracia lo siguiente: “Como aún estaba fresca la memoria del príncipe y
de los perjuicios que había causado, desecha la oligarquía y sin querer volver al principado, la
gente se inclinó por la democracia, ordenándola de manera que ni los poderosos ni un príncipe
pudiesen tener ninguna autoridad” 28 .
Este gobierno tampoco fue estable; cuando llegó a su fin la generación encargada de
organizarla, volvió a reinar el desorden. Así se reinicia nuevamente el círculo, ya sea por
necesidad o por sugerencia de un hombre prudente, se vuelve al principado y así pasa de grado
en grado se volvió de nuevo al desorden, de la manera y por las razones antedichas, hasta aquí
la teoría de la rueda de los sistemas de gobierno de los Discursos, es tal cual como lo
describió Polibio en sus Historias. 29 Y como lo reafirmaba el mismo Maquiavelo:
Y este es el círculo en que giran todas las Repúblicas, se gobiernen o sean
gobernadas; pero raras veces retornan a las mismas formas políticas, porque
casi ninguna República puede tener una vida tan larga como para pasar muchas
veces esta serie de mutaciones y permanecer en pie. Más bien suele acaecer
28
Maquiavelo. Discursos. 1987. Pág. 35.
29
Polibio. Historia Universal durante la República Romana. Libro VI.
47
que, en uno de esos cambios, una República, falta de prudencia y de fuerza, se
vuelva súbdita de algún estado próximo mejor organizado, pero si no sucediera
esto, un país pudiera dar vueltas por tiempo indefinido en la rueda de las formas
de gobierno. 30
3.3.1. Del elogio al sistema híbrido o mixto de gobierno.
En general, concluye Maquiavelo, en estas mutaciones que el Estado realiza, por falta
de fuerzas y prudencia, se suele caer en manos de otro estado mejor organizado,
convirtiéndose en súbdito o vasallo de éste, además agrega:
Añado además, que todas estas formas son pestíferas, pues la las buenas tienen
una vida muy breve, y las malas son de por sí perversas. De modo que
conociendo este defecto, los legisladores prudentes huyen de cada de estas
formas en estado puro, eligiendo un tipo de gobierno que participe de todas,
juzgándolo más firme y más estable, pues así cada poder controla a los otros, y
en una misma ciudad se mezclan el principado, la aristocracia y el gobierno
popular. 31
Estas formas puras de gobierno pueden ocasionar grandes daños, las buenas porque
tienen muy corta duración, y las malas porque son perversas por sí mismas y en el paso de una
forma a otra se producen grandes revueltas y revoluciones en las ciudades que las sufren. Así,
Maquiavelo considera que la mejor forma de gobierno es el “gobierno híbrido” o mixto ya
que sintetiza y agrupa eclecticamente las formas buenas de gobierno y no sólo porque resulta
más firme, sino también más estable, pues existe un control mutuo o de “balances”, entre el
principado, la aristocracia y el gobierno popular. Para mostrar esto, toma como ejemplo a
Esparta, que vivió cerca de ochocientos años, mientras que Atenas, con un gobierno popular
puro, no duró más de un siglo, veamos como lo expresa Maquiavelo:
Entre los que merecieron mas alabanzas por haber dado constituciones de este
tipo mixto se encuentra Licurgo, que ordenó las leyes de Esparta de manera
que, dando su parte de poder al rey, a los nobles y al pueblo, construyo un
estado que duro más de ochocientos años, con suma gloria para él y quietud
para su ciudad. Sucede lo contrario con Solón, el que dio leyes a Atenas, pues
organizándolo todo según gobierno exclusivamente popular, lo construyo de
vida tan breve que antes de morir vio como nacía la tiranía de Pisístrato, y
aunque cuarenta años más tarde fueron expulsados sus herederos y volvió
30
Maquiavelo. Discursos. 1987. Pág. 35
31
Ídem.
48
Atenas a su libertad, al volver a tomar un gobierno popular según el modelo de
Solón, no lo mantuvo más de cien años. 32
3.3.2. Maquiavelo y el sistema Híbrido de la República Romana.
Maquiavelo en el capítulo II de su Discursos,
presenta como ejemplo de la
constitución mixta o híbrida, el caso de la Constitución romana:
Pero Volvamos a Roma; la cual, aunque no tuvo un Licurgo que la organizase,
en su orígenes, de manera que pudiera vivir libre por mucho tiempo, fueron
tantos los sucesos que la sacudieron, por la desunión existente entre la plebe y
el senado, que lo que no había hecho un legislador lo hizo el acaecer: De modo
que, si Roma no fue favorecida con la mayor fortuna, sí fue afortunada de la
otra forma que decimos más arriba, ya que, aunque su primera ordenación fue
defectuosa, no la desvió del recto camino que podía conducirla a la perfección.
33
Tanto Rómulo como los otros reyes, hicieron las leyes que les permitían vivir en
libertad. Pero como pretendían fundar un reino, al caer la monarquía se vieron en la necesidad
de realizar una serie de cambios a fin de regular en defensa de la libertad, para lo que las leyes
no habían sido previstas. Quienes depusieron al Rey crearon, en su lugar, un espacio para dos
cónsules, quienes reemplazaron al monarca, y el senado, representaba la aristocracia,
existiendo entonces dos de las tres formas de gobierno. Cuando la nobleza romana se volvió
insolente, las masas se sublevaron y, antes de perderlo todo, la nobleza concedió parte de su
poder al pueblo conservando los senadores y los cónsules, de todos modos, la autoridad para
mantener en la República sus respectivas posiciones; así, fueron creados los tribunos de la
plebe. Desde entonces, aquel Estado fue más estable y constituía una República perfecta,
como se expresa en las propias palabras de Maquiavelo:
Y tan favorable le fue la fortuna, que aunque paso de la monarquía y la
aristocracia al poder popular, en la forma y por las causas descritas mas arriba,
no por eso se arrebató toda la autoridad a la corona para darla a los nobles, ni
se anulo enteramente la autoridad de los nobles para darla al pueblo, sino que
permaneciendo mezcladas, compusieron una República perfecta, llegando a esa
32
Maquiavelo. Discursos. 1987. Pág. 36.
33
Ídem.
49
perfección gracias a la desunión entre la plebe y el senado, como se demostrara
ampliamente en los capítulos siguientes. 34
Maquiavelo explica asimismo, los acontecimientos que llevaron a la formación de los
tribunos de la plebe en Roma y de cómo se perfeccionó la República, afirma que como lo
demuestran todos los que han meditado sobre la vida política: y los ejemplos de que esta llena
la historia, es necesario que quien disponga una República y ordena sus leyes presuponga que
todos los hombres son malos, y que pondrán en practica sus perversas ideas siempre que se les
presente la ocasión de hacerlo libremente, y aunque alguna maldad permanezca oculta por un
tiempo, por provenir de una causa escondida, que por no tener experiencia anterior, no se
percibe, siempre la pone al descubierto el tiempo, a quien llama padre de toda verdad:
Los hombres sólo obran bien por necesidad, pero donde se puede elegir y hay
libertad de acción se llena todo inmediatamente de confusión y desorden. Por
eso se dice que el hambre y la pobreza hacen ingeniosos a los hombres y las
leyes los hacen buenos, y cuando una cosa marcha bien por sí misma no es
necesaria la ley, pero cuando desaparece esa buena costumbre, la ley se hace
necesaria con urgencia. 35
Cuando Tito Livio habla de la nobleza y de la plebe, dice que existían entre ellas
intereses comunes e incluso, luego de la expulsión de los reyes, las primeras medidas tomadas
en el senado apuntaban a mantener la concordia en el Estado y a unir al pueblo con los
senadores. Durante los reinados de los Tarquinios, la nobleza los tenía de su lado y trataba de
mantener también a su lado la plebe, motivo por el cual la trataba humanamente. Pero, al
desaparecer definitivamente los reyes, se desvaneció el temor los nobles y ofendían a la plebe
de todas las maneras posibles, no tenían ningún tipo de freno y entonces, tras un período de
mucha confusión, de peligros, alborotos y revueltas, hasta la amenaza de la plebe de
abandonar la ciudad y fundar una nueva, se crearon los tribunos de la plebe, para salvaguarda
de la misma, tanto como medida de protección para la plebe como para hacer de intermediaria
como representación política entre ésta y el senado y así frenar la insolencia de los nobles.
34
Maquiavelo. Discursos.1987. Pág. 37.
35
Íbidem.
50
3.3.3. ¿Cuál régimen político es mejor, más perdurable y estable, el Principado o la
República?
Maquiavelo sostiene que la desunión de la plebe y el senado romano hicieron libre y
poderosa a la República romana. Los continuos conflictos o luchas entre la nobleza y la plebe
son la causa principal de la libertad de Roma; de esta desunión surgieron leyes que hicieron
posible ese ejemplo de libertad durante su periodo republicano. Estas leyes permitieron una
buena educación, los buenos ejemplos y la libertad pública. A partir de los continuos tumultos
entre la nobleza y la plebe se produjeron efectos muy buenos según Maquiavelo: no sólo la
creación de los tribunos de la plebe, que dieron al pueblo un espacio en la administración, sino
también a que éstos se convirtieron a su vez en guardianes de la libertad romana. En sus
propias palabras:
Creo que los que condenan los tumultos entre los nobles y la plebe, se fijan más
n los ruidos y gritos que nacían de esos tumultos que en lo buenos efectos que
produjeron: El de los grandes y el del pueblo, y todas las leyes que se hacen en
pro de la libertad nacen de la desunión entre ambos, como se puede ver
fácilmente por lo ocurrido en Roma.
No se puede llamar en modo alguno, desordenada una República donde existen
tantos ejemplos de virtud, porque lo buenos ejemplos nacen de la buena
educación, la buena educación de las buenas leyes, y las buenas leyes de esas
diferencias internas que, muchos desconsideradamente, condenan, pues quien
estudie el buen fin que tuvieron encontrará que no engendraron exilios ni
violencias en perjuicio del bien común, sino leyes y órdenes en beneficio de la
libertad pública. 36
En el quinto capítulo de los discursos Maquiavelo trataría de dar respuesta al siguiente
interrogante: “¿Dónde se resguardará más seguramente la libertad, en el pueblo o entre los
grandes, y quiénes tienen mayores motivos para causar tumultos, o quiénes quieren conquistar
y quiénes mantener?” 37
Para quien organiza prudentemente una República, resulta de vital importancia instituir
una garantía de la libertad; cuanto más acertada sea la misma, más tiempo vivirá libre. Pero, el
gran dilema es a quién se le debe adjudicar la realización de esta empresa. Hay dos posturas
encontradas: que la vigilancia esté en manos de la plebe o sino, en manos de la nobleza. Hay
36
Maquiavelo. Discursos. Pág. 39.
37
Ídem. Pág. 41.
51
ejemplos para ambas: en Venecia la ponen en manos de los nobles en tanto que en Roma, le
fue confinada a la plebe. No obstante como paradoja tanto en Esparta como en Venecia, esa
libertad tuvo mayor duración que en Roma.
Si se pone como guardián de la libertad al pueblo, sostiene Maquiavelo, “nos veremos
(...) libres de cuidados, pues, no pudiéndola tomar, no permitirá que otro la tome (...)” 38
Mientras que, los que sostiene la postura opuesta, afirman que al poner la vigilancia en
manos de los poderosos, llevan a cabo dos cosas positivas: por un lado, satisfacer la ambición
de los nobles, que al tener más participación, tenderán más a contentarse, y, por el otro, se le
saca a la plebe un cargo de autoridad, ya que ésta es causa de constantes oposiciones y
escándalos
Si una República quisiera constituir un Imperio, como en el caso de Roma, deberían
imitarla, mientras que aquella que se conformase con conservarse en su estado, deberían
asemejarse a Venecia y a Esparta. En este caso Roma se convirtió en imperio porque
permaneció siendo República la ciudad en si misma, mientras que fue tolerante con las
ciudades y Estados conquistados y subyugados, permitiéndoles que mantuvieran sus antiguos
dioses e instituciones y sus pretéritos y tradicionales sistemas de gobierno, lo que le permitió a
Roma, en tiempos de peligro para ella, como lo fue durante la invasión de Italia por parte de
Aníbal Barca durante la segunda guerra punica, entre el 217 y 202 A.C., mantener la lealtad de
las ciudades italianas y evitar así una insurrección general de dichas ciudades en contra suya,
lo que hubiese acarreado sin lugar a dudas la destrucción de Roma por Aníbal en la referida
guerra. 39
Caso contrario pasó con Esparta al vencer a Atenas en la guerra del Peloponeso en el
402 A.C., e imponerle un sistema de gobierno llamado el de los “treinta tiranos”, los hizo
odiosos a las demás ciudades del resto de Grecia e incremento el temor de ellas por su
hegemonía, lo que acarreo finalmente la insurrección armada de Atenas y principalmente de la
ciudad de Tebas, que posteriormente acabarían con la hegemonía espartana en Grecia,
38
39
Ídem. Pág. 39.
Tito Livio. Historia de Roma. Tomo I. Alianza Editorial S.A. Madrid. 1991. Theodor Mommsen. Historia de
Roma. Ediciones Orbis. S.A. Barcelona. 1985.
52
producto de las derrotas militares espartanas a manos de los tebanos comandados por los
celebres héroes plutarquianos Pelópidas y Epaminondas. 40
Finalmente, ¿Qué personaje es más ambicioso?, ¿el que quiere adquirir o el que quiere
mantener? ¿La nobleza o el pueblo? Ambos lo son. Los que lo poseen temen perderlo, y esto
mismo, de manera inversa, es lo que moviliza a los que desean adquirir, porque no están
seguros de los que tienen a no ser que adquieran algo más. Por otro lado, generan en la plebe,
ya sea el deseo de la venganza con el fin de despojarlos, o, simplemente, hacerse de esas
riquezas y honores que los otros no emplean bien.
El cuestionamiento que se realiza en el sexto capítulo de los Discursos, es que si en
Roma hubiera podido establecerse un gobierno que acabase con la vieja rivalidad entre el
senado y la plebe. Para poder arribar a una respuesta, Maquiavelo muestra como ejemplo a
Esparta, entre los antiguos, y a Venecia, entre los modernos.
En Venecia el gobierno pudo nacer y mantenerse sin conflictos, ya que, cuando
Venecia nació, todos sus habitantes integraban el gobierno, y los que luego empezaron a llegar
encontraban un estado firme y cerrado (con respecto al acceso). De esta manera, no tenían ni
causa ni facilidad para levantarse, Además, los que fueron llegando, resultaban ser números
muy reducidos en comparación con los gobernantes.
Con respecto a Esparta, su gobierno estaba constituido por dos reyes, un pequeño
senado (Gerusía) representando la aristocracia y a los éforos representado al pueblo, y pudo
mantenerse por varias razones: primero, porque Esparta poseía pocos habitantes; segundo,
porque no aceptaba extranjeros y, en tercer lugar, porque tenían mucho respeto a las leyes de
Licurgo que impedían la formación de cualquier conflicto.
Por otra parte, cabe recordar que: “los reyes espartanos (...) para mantener su dignidad
debían (...) defender a la plebe de toda injuria; de modo que la plebe ni tenía, ni deseaba el
poder, y no teniendo poder, ni miedo, no había lugar para que surgiese una rivalidad con la
nobleza, ni causa para los tumultos” 41 .
40
Plutarco. Vidas Paralelas. Op Cit. 1944. Libro II. Vida de Pelópidas.
41
Maquiavelo. Discursos. Pág. 45.
53
En Roma, no se debería haber acudido a la plebe en caso de una guerra (como sí lo
hacían los venecianos), como tampoco se debería haber permitido la llegada de extranjeros
(como lo hicieron los espartanos). “Como hicieron ambas cosas, lo que proporcionó a la plebe
fuerza y aumento, permitieron que naciesen infinitas ocasiones de alterar el orden público”. 42
Ahora bien, de haber sido más tranquila Roma, hubiese sido también más débil, pues si
no se hubiesen dado aquellas, tampoco hubiera podido engrandecerse. Por lo tanto, quien
desee organizar una República, debe saber si desea hacer de ella un Imperio como lo hizo
Roma; de esta manera hay que seguir la propuesta de Maquiavelo. Pero si, por el contrario, se
la imita a Esparta, se debe evitar todo tipo de conquista, pues, para un Estado pequeño y débil,
la ampliación significaría su propia destrucción.
Maquiavelo también lleva a meditación el tema de la guerra. Esta puede darse por
querer dominar otros territorios, o para defenderse y evitar la dominación. De esta manera, al
momento de conformar una República, debe elegirse entre armar una gran República o
mantener su territorio. Las claves para convertir una nación en duradera son: ordenarla bien
interiormente o colocarla en un lugar fuerte y bien protegido de manera que los demás pueblos
la consideren débil o que pueden tomarla con facilidad, pero a su vez tan grande que sea
codiciada o en su defecto temida por sus vecinos. Logrando el equilibrio entre la nobleza y el
pueblo perdurará (los patricios y la plebe), el equilibrio antes mencionado es muy difícil ya
que, al estar los hombres siempre en movimiento, los lleva a fluctuaciones de manera que su
rigidez no podrá ser sostenida, por lo cual se caerá. Esto se soluciona formando a la República
de tal forma que cuando surja la necesidad de agrandarse pueda lograrlo, de la misma forma
que mantener el lugar. En lo que Maquiavelo concluye que es menester seguir el modelo
romano:
Por tanto, como no se pude en mi opinión, mantener el equilibrio ni quedarse
indefinidamente el justo medio, es preciso, al establecer la República, tomar el
partido más honorable, y organizarla de modo que, cuando la necesidad la
obligue a engrandecerse, pueda hacerlo, y sea capaz de conservar lo que
conquista. Y para volver al primer razonamiento, creo que es necesario seguir
el modelo romano, y no el de las otras Repúblicas, pues no me parece posible
encontrar un camino entere ambas posibilidades, y hay, pues, que tolerar
42
Ídem. Pág. 46.
54
aquellas enemistades entre el pueblo y el senado, considerándolas como un
inconveniente necesario para alcanzar la grandeza romana. 43
A partir de esta premisa, el gobierno equilibrado no podrá ya descansar sobre la virtud
o la saciedad de los nobles sino únicamente sobre el contrapeso institucionalizado que al deseo
de dominación opone el deseo de libertad del pueblo. Frente a las Repúblicas aristocráticas de
Esparta o de Venecia el modelo romano durante la República, tal como lo recomienda
Maquiavelo, este aparece entonces como aquel que da participación institucional al pueblo,
aquel en que la libertad es confiada a quienes mejor y con más celo han de custodiarla. El
modelo romano aparece entonces según Maquiavelo, como el único que le da espacio
institucional al deseo del pueblo, como el único en que el apetito de dominación de los
“grandes” es contenido por el deseo de no ser dominados de la plebe.
3.3.4. Del Principado civil o la República.
En este mismo orden de ideas, en el capítulo IX de El Príncipe, Maquiavelo desarrolla
la idea de lo que es un principado civil, y como un particular puede hacerse príncipe sin
valerse de crímenes ni violencias exageradas, es cuando un ciudadano común, con el auxilio
de sus conciudadanos llega a reinar o gobernar en su patria, pues bien a ese principado lo
denomina Maquiavelo “Principado Civil”, y además agrega que para conseguirlo no hay
necesidad ninguna de cuanto el valor o la fortuna puedan hacer, sino mas bien de cuanto una
acertada astucia pueda combinar. “Pero digo que no se eleva uno a esta categoría sin el fervor
del pueblo o el de los grandes”. 44
Además agrega:
En cualquiera ciudad hay dos inclinaciones diversas, una de las cuales proviene
de que el pueblo no desea ser dominado ni oprimido por los grandes
(poderosos), y la otra de que los grandes desean dominar y oprimir al pueblo.
Del choque de ambas inclinaciones dimana una de estas tres cosas: o el
establecimiento del principado, o el de la República, o la licencia y anarquía. 45
43
Maquiavelo. Discursos. 1987. Pág. 48.
44
Maquiavelo. El Príncipe. Capítulo IX. Pág. 61.
45
Ídem. Pág. 61.
55
En
esto aspectos esta frase del el Príncipe no difiere mucho de lo expresado
anteriormente por el mismo Maquiavelo en sus Discursos sobre la Primera Década de Tito
Livio en lo que respecta a las formas de gobierno. 46 Más bien específica detalladamente en el
mismo texto analizado, cómo se forman los principados y las Repúblicas:
En cuanto al principado, se promueve su establecimiento por el pueblo o por
los grandes, según que el uno u otro de estos dos partidos tengan ocasión para
ello. Cuando los magnates van que ellos no pueden resistir al pueblo,
comienzan formando una gran reputación a uno de ellos, y dirigiendo todas las
miradas hacia él, hacerlo después príncipe, a fin de poder dar, a la sombra de su
soberanía, rienda suelta a sus inclinaciones. El pueblo procede del mismo modo
con respecto uno solo cuando ve que no puede resistir a los grandes, a fin de
que le proteja de su autoridad. El que consigue su soberanía con el auxilio de
los grandes se mantiene con más dificultad que el que la consigue con el del
pueblo; porque siendo príncipe, se halla cercado de muchas gentes que se tienen
iguales con él, y no puede mandarlas o manejarlas a su discreción.
Pero el que llega a la soberanía con el favor popular, se halla solo en su
exaltación, y entre cuantos le rodean no hay ninguno, o más que poquísimos a
lo menos, que no estén prontos a obedecerle.
Por otra parte, no se puede con decoro, y sin agraviar a los otros, contentar los
deseos de los grandes. Pero contenta uno fácilmente los del pueblo, porque los
deseos de éste tienen un fin más honrado que el de los grandes, en atención que
los últimos quieren oprimir, y que el pueblo limita su deseo a no serlo.
Añádase a esto que, si el príncipe tiene por enemigo al pueblo, no puede estar
jamás en seguridad; porque el pueblo se forma de un grandísimo número de
hombres. Siendo poco numerosos los magnates, es posible asegurarse de ellos
más fácilmente. 47
Llevando a término la capacidad para estar preparado para todo aquello que la fortuna
ocasione, Maquiavelo ofrece una de las sugerencias más perspicaces de toda su obra. El
hombre totalmente virtuoso, y que hace gala de su virtuosismo, es aquel que es incluso capaz
de alterar su carácter de acuerdo a las circunstancias, aunque Maquiavelo es profundamente
escéptico en cuanto a la posibilidad de que tal personaje pueda existir en la realidad:
De ello resulta lo que he dicho; es, a saber, que obrando diversamente dos
hombres logran un mismo efecto, y que otros dos que obran del mismo modo,
el uno consigue su fin y el otro no lo logra. De esto depende también la
variación de su felicidad; porque si, para el que se conduce con moderación y
46
Maquiavelo. Discursos. Pág. 33.
47
Maquiavelo. El Príncipe. Capítulo IX. Pág. 61-62.
56
paciencia, los tiempos y las cosas se vuelven de modo que su gobierno sea
bueno, prospera él; pero si varían los tiempos y cosas, obra su ruina; porque no
muda de modo de proceder. Pero no hay hombre ninguno, por más dotado de
prudencia que esté, que sepa concordar bien sus procederes con los tiempos,
sea porque no le es posible desviarse de la propensión a que su naturaleza le
inclina, sea también porque habiendo prosperado siempre caminando por una
senda no puede persuadirse que obrara bien en desviarse de ella: Cuando ha
llegado para el hombre moderado, el tiempo de obrar con impetuosidad, no
sabe él hacerlo, y resulta de ello su ruina. Si él mudara su naturaleza con los
tiempos y cosas, no se mudaría su fortuna. 48
Maquiavelo dará toda su relevancia a la canalización institucional del conflicto
ineludible entre grandes y pueblo: partiendo del dato de que la división en dos humores es
propia de la vida de la ciudad, la República más estable será aquella que logre dar una
expresión institucional al conflicto, aquella que logre canalizar el conflicto de manera pública
a fin de evitar el accionar faccioso, contrario a la vida en común, de los ciudadanos
descontentos. En otras palabras, la constitución de una escena pública erige el escenario
unitario, común, para la exposición de la división, sin exclusión alguna de ningún sector de la
sociedad civil, ni pobres ni ricos, ni militares ni civiles.
Demos entonces por adquirida esta idea: el modelo romano tal como es reconstruido
por Maquiavelo aparece como el modelo de República más adecuado a la división de lo social,
a la existencia de la ciudad en un contexto de división interna y de conflicto externo. La
República, decíamos, habita un mundo dominado por la fortuna. Sumida en el orden temporal,
ninguna estructura de virtud está a salvo de la corrosión del tiempo, de los acontecimientos
imprevisibles. Su virtù debe ser leída en su capacidad de hacer frente de la mejor manera al
cambio, al tiempo, a lo inesperado. A la lectura de los Discursos, pero también a la lectura de
El Príncipe, hemos ido descubriendo que, mirada desde ángulos diversos, la República
aparece como el régimen más apto para hacer frente a la fortuna, por el hecho de estar sumida
en un tiempo cambiante y en un espacio de conflictos. Como lo expresa textualmente
Maquiavelo:
Nada hay más cierto que el hecho que todas las cosas del mundo tiene un final,
pero, en general las que cumplen enteramente el ciclo que les ha sido asignado
48
Maquiavelo. El Príncipe. Capítulo XXV. Pág. 155-156.
57
por los cielos (léase la fortuna o la providencia) son las que no han desordenado
su cuerpo, sino que lo tiene regulado de modo que no se cambia, y, si se altera,
es para recibir salud y no daño. Y hablando de cuerpos mixtos como las
Repúblicas o las sectas, digo son salutíferas aquellas alteraciones que las
reconducen a sus principios: Y por eso están mejor organizadas y tienen una
vida más larga las que, mediante sus instituciones, se pueden renovar a menudo,
o que, por cualquier circunstancia ajena a sus ordenamientos, llegan a dicha
renovación. Y es más claro que la luz que, si no se renuevan, no pueden durar. 49
Maquiavelo, como ya sabemos, afirma en repetidas oportunidades que la causa de la
buena o mala suerte de los hombres depende de su capacidad de adecuar su actuación a los
cambios de los tiempos y a la fortuna. Hay circunstancias que exigen prudencia y
circunspección, otra temeridad y arrojo. Pero como los hombres tienden a actuar siempre de la
misma manera, según sea su temperamento temerario o prudente, audaz o cauteloso, el
resultado dependerá de que coincidan las exigencias del tiempo con las características de su
personalidad.
Pero ¿cómo puede un régimen político -principado o República- hacer gala de virtù,
cómo puede adecuar el proceder a los tiempos, si frente a los tiempos cambiantes el carácter
de los hombres no varía? La única verdad del éxito y del fracaso parece residir en que “...
siendo la fortuna cambiante, y los hombres permaneciendo siempre iguales en sus maneras,
son afortunados cuando ambos están en consonancia y desafortunados apenas entran en
contradicción...”. Partiendo de esta afirmación, en los Discursos, se expone un ejemplo en que
la fortuna, “la coincidencia fortuita de las exigencias del momento con el carácter del actor”,
quiso que la cautela de Quinto Fabio Máximo fuese la más acorde a los tiempos, cuando la
invasión de Aníbal a Italia durante la segunda Guerra Púnica. 50 No obstante, y en vistas de la
imposibilidad estructural de los hombres por modificar su carácter natural frente a las
variaciones de la fortuna, Maquiavelo termina estableciendo, en palabras generales, “la
superioridad de una conducta audaz sobre un proceder timorato” [Audaces fortuna juvat]. 51
Pero sin duda, la palabra final de Maquiavelo se encuentra en el capítulo 9 del libro III de los
Discursos: afirmando una vez más que:
49
Maquiavelo. Discursos. 1987. Libro III. Cáp. 1. Pág. 289.
50
Ídem. Cap. 9. Pág. 330-331.
58
... la causa de la buena o mala fortuna de los hombres reside en su capacidad de
acomodar su proceder a los tiempos...”, Maquiavelo concluye diciendo que es
“... por eso que una República tiene una vida más larga y conserva por más
tiempo su buena suerte que un principado, porque puede adaptarse mejor a la
diversidad de las circunstancias, porque también son distintos los ciudadanos
que hay en ella, y esto es imposible en un príncipe, porque un hombre que está
acostumbrado a obrar de una manera, no cambia nunca, como decía, y
necesariamente fracasará cuando los tiempos no sean conformes con su modo
de actuar. 52
Al dar lugar a la expresión de la multiplicidad, al no estar atada su virtù a la acción de
uno solo sino contenida en la pluralidad de actores y en el entramado de su vida política, la
República aparece nuevamente como el régimen más conforme a la naturaleza temporal,
cambiante, de la cosa política. Nuevamente la República aparece como el régimen más capaz
de hacer gala de virtù, de encontrar la mejor respuesta, en su ordenamiento, para la verità
effetuale [verdad efectiva] de los asuntos humanos.
3.4.
De la organización de las Repúblicas
Maquiavelo también reflexiona acerca de cómo se debe organizar una República. La
organización según él, debe ser realizada por uno solo, porque cuando hay diversas opiniones,
resulta difícil distinguir lo bueno. Quien organiza debe velar por el bien común, por la patria
común más que por sí mismo. Como debe ser el único que detente la autoridad, puede realizar
cualquier tipo de acción y nadie tiene derecho a reprochárselo cuando organiza, ya sea una
República o un reino. Y, sobre todo, cuando los resultados son buenos, serán excusados de
todo mal que cometan. Debe ser él sólo la máxima autoridad y centralizar el poder en su
persona.
El organizador debe impedir que la autoridad se suceda por herencia, ya que el hombre
tiene tendencias al mal, y quien lo suceda puede usarlas de diferente manera, volviéndose
ambicioso. A este respecto expresa Maquiavelo:
De modo que es necesario que sea uno solo aquél de cuyos métodos e
inteligencia dependa la organización de la ciudad. Por eso, un organizador
prudente que vela por el bien común, debe ingeniárselas para que sea el único
51
Virgilio. La Eneida. Editorial Juventud. S. A. Barcelona. España. 1985. Cáp. X.
52
Maquiavelo. Op Cit. 1987. Libro III. Cáp. 9. Pág. 330-331.
59
que detenta la autoridad, y jamás el que entienda de estas cosas le reprochara
cualquier acción que emprenda, por extraordinaria que sea, para organizar un
reino o constituir una República. Sucede que, aunque le acusan los hechos, le
excusan los resultados, y cuando éstos sean buenos, como en el caso de
Rómulo, siempre le excusaran, porque se debe reprender lo que es violento para
estropear, no al que lo es para componer. Si es prudente y virtuoso, también
evitara dejar en herencia a otro la autoridad que ha conseguido, pues, como los
hombres son más inclinados al mal que al bien, podría su sucesor usar
ambiciosamente aquello que él ha empleado virtuosamente. 53
Maquiavelo en los Discursos, trata asimismo acerca de los fundadores de una
República o de un reino. Éstos son dignos de alabanza, mientras los tiranos son merecedores
de vergüenza y de deshonra pública. Entre los hombres dignos que Maquiavelo enumera se
encuentran los fundadores y cabezas de religiones. Mientras que, considera detestables a
aquellos que destruyen reinos, Repúblicas y religiones. Éstos últimos son los enemigos de la
virtud, contrarios a las letras y a todo arte que honre y resulte útil al género humano; se trata
de los impíos, los violentos, los ignorantes, los ociosos y los viles.
Cuando los gobernantes son buenos y gobiernan de acuerdo a las leyes, el pueblo se
siente seguro, permanece en paz y reina la justicia. Cada uno ocupa su lugar, cumple con sus
respectivas funciones y se exalta la virtud cívica. Veamos como lo expresa Maquiavelo:
Entre todos los hombres dignos de elogio, los que más alabanzas merecen son
los que han sido cabezas y fundadores de las religiones. Inmediatamente
después, los que han fundado Repúblicas o reinos. Después de éstos, son
celebrados los que, puestos a la cabeza de los ejércitos, han ampliado sus
dominios o los de la patria. A éstos se añaden los hombres de letras, y como
éstos son de más clases, se alaba a cada uno según su categoría. A cualquier
otro hombre, y su numero es infinito, le toca alguna parte del loor, qué se le
atribuye gracias al arte u oficio que ejerce. Son por el contrario, infames y
detestables los hombres que destruyen las religiones, que disipan los reinos y
las Repúblicas, enemigos de l virtud, de las letras y de toda otra arte que acarree
utilidad y honor para el genero humano, como son los impíos, los violentos, los
ignorantes, los ineptos, los ociosos y los viles.
Si un príncipe busca la gloria del mundo, debería ser dueño de una ciudad
corrompida, no para echarla a perder como hizo César, sino para reorganizarla,
53
Maquiavelo. Discursos. 1987. Libro I. Cap. 10. Pág. 57.
60
como Rómulo. Y en verdad los cielos no pueden dar a los hombres mayor
ocasión de gloria, ni los hombres la pueden desear mejor. 54
Maquiavelo al mencionar las instituciones políticas que hicieron grande a Roma, habla
sobre la creación de los censores y los beneficios que estos magistrados generaron sobre la
República romana:
Lo difícil que resulta, al ordenar una República proveerla de todas aquellas
leyes que la mantengan libre, lo demuestra bien el proceso de la República
romana, en la que a pesar que se instituyeron muchas leyes, primero por
Rómulo, luego por Numa, Tulio Hostilio y Servio Tulio, y, finalmente, por los
diez ciudadanos nombrados para ese fin, (Decenviros), sin embargo, siempre
en la administración de la ciudad, se describían nuevas necesidades y era
preciso crear nuevos ordenamientos, como sucedió con la creación de los
censores 55 , que fue una de tantas disposiciones que ayudaron a mantener libre a
Roma en el tiempo que vivió civilmente (vivere civile). Porque siendo árbitros
de las costumbres de Roma, fueron causa principal que romanos tardaran más
en corromperse. 56
3. 5.
Conclusión: la República ejemplar, la razón de Estado.
A este respecto examinemos primero lo siguiente: Maquiavelo concuerda con la
conocida máxima de Heráclito que: “El carácter de un hombre es su destino”, identificando
con ello una debilidad intrínseca a todo régimen que depende de la voluntad de un solo
hombre, de un solo individuo que lo dirija. Es decir, todo régimen en el que se concentra la
autoridad en una sola persona tiende, en el largo plazo, a ser menos efectivo en el combate
contra la fortuna, ya que su éxito depende directamente de que se dé la casualidad de que el
carácter del líder coincida con los requerimientos de su época y con su virtù. Esto rara vez
ocurre, y cuando se da se debe simplemente a la buena fortuna y no a la virtù. De aquí que
Maquiavelo haya preferido los regímenes republicanos:
Es necesario pues, como he dicho, que los hombres que viven juntos bajo
cualquier reglamento, se examinen a si mismos a menudo, por circunstancias
extrínsecas o intrínsecas. Estas últimas es mejor que provengan de una ley que
54
Maquiavelo. Discursos. 1987 Pág. 59 y 63.
55
La institución de los censores data del año 443 A.C., y es comentada por Tito Livio en el libro IV, capítulo 8.
Su misión era moderar las costumbres, mantener la disciplina y controlar el derecho de propiedad. (Tomado de
Los discursos sobre la primera década de Tito Livio, Alianza Editorial. Madrid. 1987. Pág. 146.)
56
Ídem. Pág. 147-148.
61
pida cuentas frecuentemente a todos los hombres que viven en aquel cuerpo (el
cuerpo político), o de un hombre virtuoso, surgido entre ellos, que con sus
ejemplos y sus buenas acciones cause el mismo efecto que la ley.
Este bien surge, pues, en las Repúblicas gracias a la virtud de un hombre o de
una ley: en cuanto a esto último. Las instituciones que trajeron a la República
romana a sus principios fueron los tribunos de la plebe, los censores y todas las
leyes que se oponían a la ambición y a la insolencia de los hombres. Estos
ordenamientos deben ser vivificados por la virtud de algún ciudadano que
valientemente se decida a ponerlos en práctica contra aquellos que los
transgreden. 57
Aquí se va claramente expresada la combinación que menciona Maquiavelo de un
príncipe virtuoso que ordene una República o recomponga con sabias y moderadas leyes los
cambios perjudiciales o daños que puedan sufrir una República en el tiempo, las pocas
coincidencias entre El Príncipe y Los Discursos, y que señalan en su obras Maurizio Viroli
y Antonio Negri, autores mencionados al principio de este capítulo del presente trabajo.
58
Asimismo Maquiavelo rompe con la relación religión-política del Estado, por la ambición de
poder “temporal” de la iglesia católica de su tiempo, su ideal republicano se centra en la
ciudad de -los hombres y no en la “ciudad de Dios”.
Con base a las premisas anteriormente mencionadas, se puede afirmar que de acuerdo a
Maquiavelo, las Repúblicas, aventajan, y por mucho, a los principados en cuanto a su
capacidad para mantenerse en el tiempo. Este elemento es de vital importancia, puesto que,
para Maquiavelo, el criterio de evaluación del éxito de un régimen es precisamente su
capacidad para perdurar y subsistir durante largo tiempo. Así se explica, en parte, la profunda
admiración de Maquiavelo por Roma y por Esparta. Como dice Hannah Arendt:
El interés principal de Maquiavelo por las innumerables mutazioni, variazioni y
alterazioni que abundan en su obra y que podrían llevar a interpretar
erróneamente su doctrina como una ‘teoría del cambio político’, era
precisamente consecuencia de su interés por lo inmutable, lo invariable y lo
inalterable, es decir, lo permanente y lo perdurable. Fue el primero que meditó
57
58
Maquiavelo. Discursos. Libro 3, Capítulo 1, 1987. Pág. 291.
Maurizio Viroli. Machiavelli. Founders of modern Political and Social Thought. Oxford University Press. New
York. 1998. Capítulos 2 y 4. Y Antonio Negri. El Poder Constituyente. Ensayo sobre las alternativas de la
Modernidad. Madrid: Libertarias/Prodhufi. 1994: Pág. 90-1
62
sobre la posibilidad de fundar un cuerpo político permanente, duradero y
perdurable. 59
La institucionalización propia de una República, en distinción de un principado que se
sustenta primordialmente en la voluntad del un sólo gobernante, facilita la proyección en el
tiempo del régimen, porque permite la participación de ciudadanos con diversos caracteres que
se adecuan a las cambiantes contingencias propias del devenir histórico, político e incluso
militar, en una palabra a la ¡fortuna!
Existe por ende una escisión fundamental entre un principado y una República, que
Maquiavelo subraya explícitamente en función de su capacidad para permanecer en el tiempo.
Así, es característico de las Repúblicas bien ordenadas aumentar su riqueza y dominio,
suscitando seguridad y, crucialmente, grandeza. Además, es propio de una República asegurar
la vida libre, el vivere libere, que a su vez favorece la diversidad de formas de vida que
acompaña a la multiplicidad de caracteres que resguarda tal régimen, tal y como lo expresa
Maquiavelo en sus Discursos:
Es fácil conocer de dónde le viene al pueblo esa afición a vivir libre, porque se
ve por experiencia que las ciudades nunca aumentan su dominio ni su riqueza
sino cuando viven en libertad. Y es algo verdaderamente maravilloso considerar
a cuánta grandeza llegó Atenas por espacio de cien años, porque se liberó de la
tiranía de Pisístrato. Pero lo más maravilloso de todo, es contemplar cuanta
grandeza alcanzo Roma después de liberarse de sus reyes. La causa es fácil de
entender: porque lo que hace grande a las ciudades no es el bien particular sino
el bien común. Y sin duda este bien común no se logra más que en las
Repúblicas, porque éstas ponen en ejecución todo lo que se encamine a tal
propósito, y si alguna vez esto supone un perjuicio para este o aquel particular,
son tantos los que se benefician con ello que se puede llevar adelante el
proyecto pese a la oposición de aquellos pocos que resultan dañados. 60
Y además añade Maquiavelo:
Pues todas las tierras y las provincias que viven libres, en todas partes, como
dije antes, hacen enormes progresos. Porque allí los pueblos crecen, por ser los
matrimonios más libres y más apetecibles para los hombres, pues cada uno
procrea voluntariamente todos los hijos que cree poder alimentar, sin temer que
le sea arrebatado su patrimonio, y sabiendo que no solamente nacen libres y no
59
60
Arendt, Hannah. Sobre la Revolución. Madrid: Alianza Editorial, 1988. Pág 36.
Maquiavelo. Discursos. 1987. Libro II, Cap. 2. Pág. 185-186.
63
esclavos, sino que pueden, mediante su virtud, llegar a ser magistrados Las
riquezas se multiplican en mayor número, tanto las que provienen de la
agricultura como las que proceden de las artes, pues cada uno se afana
gustosamente y trata de adquirir bienes que, una vez logrados, está seguro de
poder gozar. De aquí nace que los hombres se preocupen a porfía de los
progresos públicos y privados, y unos y otros se multiplican asombrosamente.
Lo contrario sucede en los países que viven siervos, y tanto más ven mermar el
acostumbrado bien cuanto más dura es la servidumbre. 61
Las ventajas de la organización republicana son entonces fácilmente reconocibles. Por
un lado, aumentan la riqueza y el dominio -es decir, la grandeza- de la comunidad, y, por otro,
se asegura la libertad personal, que comprende la ausencia de restricciones para perseguir fines
propios. Aquí se ven entrelazadas las libertades de la República como un todo y la libertad
ciudadana, que son ambas entendidas como la ausencia de dominación: una República es libre
en la medida en que no está sometida a potencias extranjeras, y un ciudadano es libre en la
medida en que no se encuentre en una situación de servilismo y dependencia personal. 62 Más
aún, la defensa de la libertad de la comunidad como un todo va de la mano de la defensa de la
libertad personal. En otras palabras, en una República bien ordenada, lo que se hace por el
bien común favorece a los ciudadanos en su particularidad.
La conexión entre esta concepción de la libertad y la virtù es evidente: es propio de los
virtuosos no depender de otros, estar libres de dependencia personal o colectiva. Para
mantener su poder, un príncipe debe, en la medida de lo posible, usar sólo “armas propias” y
galvanizar su posición en forma independiente. El príncipe virtuoso se libera de toda
dependencia, ya sea extranjera o de sus súbditos. Una República es un régimen virtuoso en la
medida en que asegura la independencia de la comunidad política, y además contempla la
virtù ciudadana al mantener y fomentar la vida libre, no servil ni dependiente, de los
ciudadanos comunes, que es de hecho un soporte para la libertad compartida.
Dicho de otra manera, el método de Maquiavelo, ha consistido en una suerte de
inventario de las maneras posibles de hacer frente a los acontecimientos políticos en las
sociedades humanas, para establecer aquellos modos más aptos para encauzar los torrentes de
61
62
Idem. Pág. 189-190.
Quentin Skinner y Maurizio Viroli (Et al.), Machiavelli and Republicanism. Cambridge: Cambridge University
Press. 1990. Pág.. 301-302.
64
la fortuna sin ser arrastrados por ella. Y para establecer los modos más aptos de hacer frente a
lo imprevisto es necesario tener presente ciertos datos irreductibles de la vida política. Entre
estos datos irreductibles hemos de retener la división de la ciudad en “humores”, equilibrios y
balances, el carácter temporal -sometido a la corrosión del tiempo- de las cosas humanas, la
existencia de la ciudad en un espacio compartido y potencialmente conflictivo.
Y también, por cierto, que el bien político, el bien de la ciudad, no se deriva
simplemente de la bondad natural de los hombres, si el bien de la ciudad se derivara
naturalmente de la concordia entre los hombres la política no sería un arte. O como lo dirá
Juan Jacobo Rousseau unos siglos más tarde: “... un pueblo que gobernara siempre bien no
tendría necesidad de ser gobernado...” 63 , Toda la reflexión acerca de las condiciones óptimas
de la estabilidad política podría contenerse en esta frase del capítulo XXV de El Príncipe: “...
un príncipe que se apoya completamente en la fortuna se desmorona cuando ésta cambia...”. Si
la virtud consiste en encontrar la mejor manera de no ser prisionero de la fortuna cuando es
adversa y de saber aprovecharla cuando es favorable, la ciencia de la política es por tanto la
sistematización de las condiciones del ejercicio de la virtud.
En el recorrido que hemos realizado llegamos entonces a esta constatación: podemos
hacer abstracción de la adhesión de Maquiavelo a la República como el régimen más virtuoso
en sentido clásico, para seguir en sus textos el rastro de un argumento que nos dice que la
República es el régimen más dotado de virtù, el régimen conforme a la naturaleza de la cosa
política. Ese recorrido nos ha llevado a sostener que, si partimos de aquellos datos
irreductibles de la naturaleza de la cosa política -división social, temporalidad, espacio
territorial potencialmente en pugna; la República bajo el modelo romano aparece de acuerdo a
Maquiavelo, como el régimen que presenta las condiciones de mayor estabilidad, es decir:
organización de la fuerza armada nacional bajo la forma de la milicia popular y ejército
profesional propio, coincidencia del interés particular con el interés público, y ordenamiento
institucional más adecuado y firme para poder adaptarse al cambio de los tiempos.
63
Juan Jacobo Rousseau. El Contrato Social. Op Cit. Editores Mexicanos Unidos, S. A. México.1982. Libro. III,
Cap. 4. Pág. 110.
65
Si la República bajo el modelo romano aparece como el “tipo ideal” de la estabilidad
política, si, revisada detalladamente por Maquiavelo, es aquella que está en mejores
condiciones de proveer a la defensa y a la expansión de la ciudad en las circunstancias siempre
cambiantes, entonces podemos releer El Príncipe con esa clave: la República es el régimen
conforme a la naturaleza de la ciudad, pero la República no siempre es posible -puede haber
momentos en que por el grado de corrupción alcanzado, por falta de ejercicio anterior del vivir
libre de una sociedad humana cualquiera, la República no sea posible. Si bien es cierto que los
datos irreductibles de la cosa política nos indican que la República presenta el “modelo ideal”
de estabilidad de la ciudad, no es menos cierto que las circunstancias en que actuamos son
cambiantes, y que el arte de la política consiste en adecuar la acción a las exigencias de la
situación.
La República brinda, así, el “modelo ideal” a partir de los datos irreductibles de lo
político; pero al mismo tiempo, entre esos datos innegables, la naturaleza temporal de los
asuntos humanos nos alecciona acerca de la necesidad de adaptar la acción a los tiempos. Y si
centramos ahora nuestra mirada, como la centra El Príncipe, no ya sobre la constitución de la
ciudad sino sobre las condiciones de la fundación política, es preciso consagrar una atención
particular a las circunstancias concretas de la fundación: quien quisiera fundar una República
sobre cimientos corrompidos, quien quisiera asentar instituciones republicanas sobre una
población desacostumbrada a la libertad, quien pretendiera lograr a través del equilibrio de los
poderes la convivencia entre clases enfrentadas por odios arraigados durante décadas, ése
príncipe, ese fundador, estaría condenado al fracaso. Como lo estaría también aquel que,
conquistando una ciudad libre, no se decidiera ni a destruirla por completo, ni a instalarse en
ella ni a conservarle su libertad. 64
Hay, entonces, ocasiones en que la República no es posible. El Príncipe virtuoso, es
decir, el gobernante que sepa leer las claves que la historia nos brinda para descubrir las
condiciones de estabilidad de un régimen político, y que sepa hacer gala de audacia y coraje
para aprovechar la ocasión que le da la fortuna, ese príncipe virtuoso sabrá que hay ocasiones,
como dijimos, en que la República no es posible, circunstancias en que el equilibrio entre el
64
Maquiavelo. El Príncipe. Op Cit. 2001. Cap. V. Pág. 34.
66
pueblo y los “grandes” no puede hacerse descansar en las instituciones. Maquiavelo insiste: es
difícil, casi imposible, crear o mantener una República en una ciudad corrupta. Ese proyecto
presupone un hombre bueno, que se propone el fin de reconducir a una ciudad a la verdadera
vida política, y, que está dispuesto a alcanzarlo por malos caminos, o cualquier método, o un
hombre malo que por algún motivo decida obrar bien, que no es más que una utopía, veamos
como lo expresa el mismo Maquiavelo:
En cuanto a renovar los ordenamientos de golpe, cuando todos conocen que no
son buenos, afirmo que esa falta de utilidad, que se conoce fácilmente, es difícil
de corregir, porque para hacerlo no basta con recurrir a los procedimientos
habituales, que ya son malos, sino que es preciso usar medios extraordinarios,
como la violencia y las armas, y convertirse, antes que nada, en príncipe de la
ciudad, para poder disponerlo todo a su modo. Y como reconducir una ciudad a
una verdadera vida política presupone un hombre bueno, y volverse con la
violencia príncipe de una ciudad presupone uno malo, sucederá rarísimas veces
que un hombre bueno quiera llegar a ser príncipe por malos caminos, aunque su
fin sea bueno, o que un hombre malo que se ha convertido en príncipe quiera
obrar bien, y le quepa en la cabeza emplear para el bien aquella autoridad que
ha conquistado con el mal. 65
En este caso, improbable como es su éxito agrega Maquiavelo:
De todo lo dicho se deduce la dificultad o imposibilidad que existe en una
ciudad corrupta para mantener una República o crearla de nuevo, y si, a pesar
de todo [el Príncipe] la hubiese de crear o mantener [a la República], sería
necesario que se inclinase más hacia la monarquía que hacia el estado popular,
para que los hombres cuya insolencia no pueda ser corregida por las leyes sean
frenados de algún modo por una potestad casi regia. 66
Por tanto, El Fundador sabrá que su virtù -su capacidad de acción, de decisión, de
poder-deberá contener la división, que su virtù deberá suplir las instituciones republicanas, que
su virtud deberá garantizar la continuidad de la ciudad. El Príncipe virtuoso, que sabe que la
República es imposible en ese caso, deberá guiarse en su acción por la norma que le brinda el
tipo ideal de la estabilidad política, por la norma que le brinda la República. Es así, sobre el
modelo que ofrece la República como tipo ideal de la estabilidad política posible, como
equilibrio institucionalizado de la división social, que tal vez debamos entonces releer los
65
Maquiavelo. Discursos. 1987: Libro I, Cáp. 18, Pág. 86.
66
Ídem. Pág. 87
67
consejos de Maquiavelo sobre el Príncipe. En este caso, Maquiavelo advierte al Príncipe
Nuevo que se propone conquistar una ciudad que las ciudades más difíciles de conservar son
las ciudades que han vivido libres: porque son las menos corrompidas, porque son aquellas en
que el interés particular marcha en el mismo sentido que el interés común, porque son aquellas
en que los ciudadanos están más interesados en la supervivencia del régimen político, porque
son aquellas, por ende, en que el nuevo príncipe tendrá más dificultad en hacerse de aliados
fieles. 67 Por eso, porque la ciudad que ha vivido libre es la ciudad cuyos habitantes están más
interesados en la continuidad del régimen previo, del régimen de libertad, porque la ciudad
libre regulada por leyes es aquella cuyas instituciones están menos corrompidas en el
equilibrio entre sus principios, por eso es también la ciudad que el príncipe debe destruir por
completo si no desea conservar la libertad para sus moradores.
Maquiavelo advierte entonces al Príncipe que si quiere conquistar una ciudad que ha
vivido libre sin conservar sus instituciones lo más conveniente será destruirla completamente.
Pero, nuevamente, mucho más que una sugerencia a arrasar con las instituciones de la ciudad
libre, los consejos dados al príncipe pueden ser leídos como una sugerencia para inspirarse en
el modelo de la República, modelo ideal como hemos dicho de la mayor estabilidad política
posible: un príncipe nuevo que quisiera fundar un principado apoyado en sus propias fuerzas y
en su virtù, un príncipe nuevo que comprendiera que sólo apoyado en sus fuerzas propias y en
su virtù podrá hacer frente a las variaciones de la fortuna, puede encontrar en el modelo de la
República el “tipo ideal” del régimen estable:
... siguiendo el ejemplo de los buenos arqueros que conociendo bien el alcance
de sus arcos, si el objetivo a alcanzar les parece muy lejano, fijan su mira en un
punto mucho más alto que el objetivo perseguido, no para que su flecha alcance
tal altura sino para poder, con ayuda de una mira tan elevada, alcanzar el punto
designado. 68
Comprendemos entonces que si el Príncipe quiere conservar su dominación -es ésta la
gramática elemental de la política maquiaveliana-, debe procurar no enajenarse el favor del
67
Maquiavelo. El Príncipe. Op Cit. 2001. Cáp. V. Pág. 34
68
Idem. Cap. VI. Pág. 35.
68
pueblo y mantener simultáneamente a raya a los grandes. 69 Comprendemos que si pretende
mantener su dominación sin verse confrontado permanentemente a la rebelión, deberá
neutralizar -por la combinación de favores y amenazas, de lisonjas y castigos, poco importa- el
conflicto entre el pueblo y los grandes: habrá de contener en su persona la división, así como
contienen la división las instituciones republicanas en su equilibrio. Comprendemos que si el
príncipe nuevo quiere mantener el control férreo de su principado tendrá que desarticular toda
posibilidad de insurrección -y que la manera más eficaz de lograrlo es procurar, a la manera de
la República, que el interés de sus habitantes tienda a coincidir con el suyo propio.
Entendemos asimismo que es mejor para el Príncipe ser estimado que ser odiado y temido 70 , y
que la estima se obtiene, en gran medida, haciendo lugar al bienestar de los particulares y del
colectivo: como en la República, el bienestar de los particulares coincidirá en tal caso con el
bien público, con la paz y la prosperidad del principado. Comprendemos, por último, que si el
príncipe nuevo no quiere ser esclavo de la fortuna deberá procurar contar con fuerzas propias
y asegurarse de su lealtad y, como hemos visto, las armas más leales son las de la milicia
popular, que al luchar por la ciudad lucha por su propia causa.
Hemos sostenido, entonces, que si la República puede ser pensada a través de
Maquiavelo como el régimen más conforme a la naturaleza de lo político es porque su
ordenamiento institucional le permite hacer frente con mayor posibilidad de éxito a los
avatares ineludibles de la vida política y a el paso inexorable del tiempo -a la división, a la
corrosión, a la corrupción-. Y que la revisión maquiaveliana del ordenamiento de la República
romana nos provee de algo así como el “tipo ideal” de la estabilidad política, el tipo ideal del
régimen más apto para hacer frente a la naturaleza cambiante de los asuntos humanos, a los
conflictos sociales, a la irremisible decadencia y corrupción de los sistemas políticos en el
tiempo y, a la eterna división y lucha de las clases sociales.
A este respecto, uno de los filósofos políticos más influyentes con sus ideas políticas
en la revolución francesa y las revoluciones de los pueblos ibero-americanos, me refiero al
autor del Emilio y de El Contrato Social: Juan Jacobo Rousseau, hace uno de los elogios más
69
Ídem. Cap. IX. Pág. 61-63.
70
Maquiavelo. El Príncipe. Cáp. XVII.
69
interesantes al filosofo-político florentino, en el libro II, capítulo VI del El Contrato Social
expresa Rousseau: “Esto era lo que Samuel recordaba constantemente a los hebreos y lo que
Maquiavelo ha demostrado hasta la evidencia. Fingiendo enseñar o dar lecciones a los reyes,
las ha dado muy grandes a los pueblos. El Príncipe, de Maquiavelo, es el libro de los
republicanos.” 71
Rousseau, agrega además en su nota al pie de página que hace refiriéndose a su
anterior afirmación lo siguiente:
Maquiavelo era un hombre honrado y un buen ciudadano; pero atado a la casa
de los Médicis, estaba obligado, dada la opresión en que yacía su patria, a
disfrazar su amor por la libertad; La sola elección de su execrable héroe (César
Borgia), manifiesta suficientemente su secreta intención; y la divergencia entre
las máximas de su libro El Príncipe con las de su Discurso sobre Tito Livio y su
Historia de Florencia, demuestra que este profundo político no ha tenido hasta
ahora más que lectores superficiales y corrompidos: La corte de Roma ha
prohibido severamente su libro; lo comprendo, puesto que es a la que más
claramente ha puesto en evidencia. 72
3.6.
Maquiavelo en el espejo de sus críticos.
“Maquiavelismo”, es una de las pocas palabra en lengua española derivada de un
apellido, cuya definición en cualquier diccionario la relaciona con el empleo de mala fe
cuando sea necesario para sostener la política de un Estado, o “modo de proceder con astucia,
doblez o perfidia”; es decir que “maquiavelismo” significa que sólo la efectividad tiene
importancia en la política y que no debe estar restringida por consideraciones éticas o morales.
En este sentido, es obvio que el maquiavelismo como modo de proceder existió mucho antes
que nuestro autor y es tan viejo como la política misma. La perspectiva de que la lucha por el
poder político está exenta de normas éticas era ampliamente reconocida en el mundo antiguo,
desde Herodoto, Tucidides, Jenofonte, Platón, Cicerón, Salustio y hasta Tácito, quien afirmaba
que la violación de las leyes morales era permisible si el bienestar común lo requería, 73 en
otras palabras por la razón de Estado: “Salux Populi Suprema Lex Est”.
71
Juan Jacobo Rousseau. Op Cit. Libro III. Cáp. VI. Pág. 117.
72
Ídem. Pág. 117-118.
73
Tomás Várnagy. Fortuna y Virtud en la República Democrática. Ensayos sobre Maquiavelo. Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales. Buenos Aires. 2003. Introducción. Pág. 38-40.
70
Después de la muerte de Maquiavelo, acaecida en el año 1527, su obra fue prohibida
en 1559 por la Iglesia Católica y el Concilio de Trento de 1564, confirmó el decreto papal que
coloco sus escritos en el índice de los libros prohibidos por la iglesia, aunque El Príncipe ya
circulaba por toda Europa, incluido un plagio de Agustino Nifo. Comienza así una especie de
leyenda negra por la cual es considerado el enemigo de la moral, la religión y la fe, el
corruptor inhumano del mundo de la política, concepto estereotipado y popular que ha llegado
en mayor o menor grado hasta la actualidad.
Federico el Grande (1774-97) escribió el Antimaquiavelo, o ensayo de crítica sobre El
Príncipe de Maquiavelo, afirmando en su obra que el Secretario Florentino “….corrompió a la
política y se proponía destruir los preceptos de la sana moral………pues se trataba de un
monstruo que quería destruir la humanidad y su libro era……. Una de las obras mas peligrosas
que se hayan extendido por todo el mundo….”
También Simón Bolívar se expresó, sino en forma abiertamente negativa, al menos lo
desdeña aparentemente y presume ser bastante indiferente a las obras del secretario florentino,
aún cuando “El Nuevo Príncipe” suramericano, al forjar la Constitución de la naciente
República de Venezuela y después la República de Colombia y la concepción de la
Constitución de Bolivia, se condujo grosso modo como un seguidor de los preceptos de
Maquiavelo expuestos en El Príncipe y en los Discursos sobre la primera década de Tito
Livio, como analizaremos en un capítulo más delante de este trabajo. A este respecto juzga
Augusto Mijares citando las memorias del General Daniel Florencio O`Leary lo siguiente:
Quizás en Florencia leyó por última vez a Maquiavelo. O`Leary nos dice que
no compartía en absoluto la admiración que suele atribuirse a este escritor,
‘contra quien tenía la vulgar preocupación que ha hecho que el nombre de ese
grande y calumniado patriota sea sinónimo de astucia política y de crimen’ y
agrega en una nota del mismo O`Leary:
Estando en Cartagena, poco antes de su muerte, me visito Bolívar, y viendo
sobre mi mesa un tomo de una nueva edición de las obras de Maquiavelo,
observo que en vez de leerlas podría emplear mejor el tiempo. A este propósito
hablamos del merito de esas obras y notando yo que Bolívar conocía a fondo
cuanto contenía la nueva edición, preguntéle si la había leído recientemente; me
71
contesto que desde su salida de Europa, hacia 25 años, no había vuelto a leer ni
una línea de los escritos de Maquiavelo. 74
Esta reputación de Maquiavelo y su obra tiene su raíz como mencionamos, en los
ataques del clero y los moralistas que lo consideraban un “malvado instrumento de Satanás”
que odia a Dios y a los hombres. 75 Que promociona la ciudad de los hombres, el Estado laico y
la separación de la política de la religión y sin la influencia de la inspiración divina.
El Príncipe ha sido considerado como una obra misteriosa e inquietante que daba
consejos a los tiranos para llevar a cabo sus peores designios y opresiones. Al separar la moral
de la política y al secularizar la teología política medieval, develando la manera en la cual se
realizaba la lucha política por el poder en Italia del renacimiento (La Iglesia Católica incluida)
se gano una reputación indeseable e inmerecida. Lo más conocido
de Maquiavelo,
desafortunadamente, no es su obra, sino la significación inmoral proveniente de una mala o
errónea interpretación: inescrupulosidad, falta de ética, falsedad e hipocresía en el
comportamiento político. Estas aseveraciones, como ya hemos visto en el presente capítulo, se
derrumban ante una lectura más atenta y minuciosa de nuestro autor.
A pesar de todo, Maquiavelo también tuvo sus defensores, entre ellos, Francis Bacon
(1561-1626) quien escribió que hay que agradecerle que diga “….abiertamente y sin disimulos
lo que lo hombres acostumbran a hacer, no lo que deben hacer….”. Baruch Espinoza (163277), en su Tratado Político (Cáp. V, secc. 7) lo consideraba un hombre muy agudo, prudente y
amigo de la libertad que dio excelentes consejos para presérvala; por eso quizás, intentaba
mostrar a lo pueblos libres cuán cuidadosos deben ser al confiar su libertad a una sola persona.
Como también mencionábamos anteriormente a Juan Jacobo Rousseau (1712-78) en el
Contrato Social (Libro II, Cap. VI) considera que El Príncipe es el libro de los republicanos,
pues “….fingiendo enseñar o dar lecciones os reyes, as ha dado muy grandes a los pueblos…”.
Para finalizar este capítulo podemos utilizar una frase de Quentin Skinner, que sintetiza
la obra del Secretario Florentino:
74
Augusto Mijares. Obras Completas. Tomo I. El Libertador. Monte Ávila Editores. Caracas. 1998. Pág. 208209
75
Tomás Várnagy. Op Cit. 2003. Pág. 39.
72
La esencia del republicanismo de Maquiavelo puede ser por tanto sumariada
en la forma de dos preposiciones conectadas: primero, que ninguna ciudad
podrá lograr grandeza a menos que mantenga una forma de vivir libre;
segundo, que ninguna ciudad jamás podrá sostener una forma de vivir libre, a
menos que adopte una constitución republicana. 76
76
Quentin Skinner. Gisela Bock. Maurizio Viroli Et al. Machiavelli and Republicanism. Machiavelli’s Discorsi
and the pre-humanist origins of Republican Ideas. Cambridge: Cambridge University Press. 1990. Pág. 141.
CAPÍTULO IV
LEGADO Y VIGENCIA DE MAQUIAVELO EN EL PENSAMIENTO
POLÍTICO DE LOS SIGLOS XVI-XVIII
También puede provenir este renacer de una República a sus primeros
principios de la simple virtud de un solo hombre, sin depender de ninguna ley
que le estimule a poner en ejecución actos ejemplares, pues la virtud de algunos
hombres excepcionales tiene tanto prestigio y es un ejemplo tan eficaz que los
hombres buenos desean imitarlos y los malos se avergüenzan de llevar una vida
tan contraria a la suya. 1
La República de Tebas no tuvo más vida que la de Pelópidas y Epaminondas;
porque a veces son los hombres, no los principios, los que forman los
gobiernos. Los códigos, los sistemas, los estatutos por sabios que sean son
obras muertas que poco influyen sobre las sociedades: ¡hombres virtuosos,
hombres patriotas, hombres ilustrados constituyen las Repúblicas!. 2
4.1.
La reivindicación de Maquiavelo como republicano.
Para el profesor Maurizio Viroli, 3 la reivindicación de la reputación de Maquiavelo
como un pensador republicano comienza con Alberico Gentili, un jurista educado en Perugia,
que emigro a Inglaterra y en 1587 fue nombrado Profesor regio de derecho civil en Oxford, en
su obra De legationibus, publicada en 1585, él escribió un elogio elocuente de Maquiavelo, a
quien apreciaba como el autor de las brillante observaciones acerca de Tito Livio, y como un
hombre de erudición y prudencia única. Señalaba que aquellas personas que habían escrito en
contra de Maquiavelo, no habían entendido en absoluto las ideas del secretario florentino, y
en realidad lo habían calumniado. Para Gentili el verdadero espíritu de Maquiavelo era el
siguiente:
Era un fuerte y entusiasta defensor de la democracia. Él nació y se crió educado
y recibió honores en la República. Era extremadamente hostil a la tiranía. Por
tanto él no ayudó al tirano, su intención no fue instruir al tirano, pero si hacer
todos sus secretos claros, abriendo públicamente todo su grado de bajeza...él
1
Maquiavelo Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, Libro III, Cap.1. Pág. 292-3.
2
Simón Bolívar. Discurso ante el Congreso de Angostura del 15 de febrero de 1819.
3
Maurizio Viroli. Machiavelli. Founders of modern Political and Social Thought. Oxford University Press. New
York. 1998. Cap. 4. Pág. 114-15
74
excedió todos los otros hombres de su época en sabiduría y, mientras parecía
que estaba instruyendo al príncipe, en realidad estaba educando al pueblo. 4
Casi un siglo más tarde, la interpretación de Maquiavelo como un campeón de la
libertad fue resumido por Benedictus De Espinoza en su Tractatus Politicus. “Las opiniones
de ese hombre sabio”, escribió Espinoza, “me parecen particularmente atractivas en vista del
bien conocido hecho que él fue un abogado de la libertad ‘pro libértate fuise constat’, y
también porque suministró consejos muy buenos para preservar esa libertad.” 5 . Después de
Espinoza las ideas de Maquiavelo como un demócrata y republicano malentendido, fueron
arbitrariamente impresas en el Diccionario del Pierre Bayle y en la Encyclopédie de Diderot.
Y posteriormente recibió su aprobación final en las muy bien conocidas líneas del Contrato
Social de Juan Jacobo Rousseau en donde expresa: “Fingiendo enseñar o dar lecciones a los
reyes, las ha dado muy grandes a los pueblos. El Príncipe, de Maquiavelo, es el libro de los
republicanos.” 6
Para nosotros agrega Viroli, a pesar que podamos no creer que El Príncipe, sea el libro
de los republicanos, la reputación de Maquiavelo como un defensor y teórico de las ideas
republicanas, es algo fuera de discusión. “Nosotros todavía debatimos en nuestro propio
tiempo como la misma persona puede haber sido un republicano y el autor de El Príncipe,”
tomando prestado el título del ensayo de Hans Baron; puedo asegurar que todos los
investigadores contemporáneos, están de acuerdo que Maquiavelo era un defensor de la
constitución republicana. 7 No obstante, un grupo de investigadores, parecen estar de acuerdo,
que el republicanismo de Maquiavelo era más bien de una clase especial, porque contenía un
rasgo de monarquía, tanto como él creía, que las Repúblicas no podrían tener existencia sin la
ayuda de grandes personalidades individuales, tal como Friedrich Meinecke lo expresa, 8 o
4 Maurizio Viroli. Op Cit. Pág 115.
5 Benedictus De Espinoza. Tractatus Politicus. Cáp. V, 7, in The Political Works. Ed. A. G. Wernham. Oxford:
Clarendon Press, 1958. Peg 313. Tomado de Viroli Maurizio Machiavelli. Founders of modern Political and
Social Thought. Oxford University Press. New York. 1998. Cap. 4. Pág. 115.
6 Juan Jacobo Rousseau. Op Cit. Libro III. Cáp. VI. Pág 117.
7 Maurizio Viroli. Op Cit. Pág 115.
8
Friedrich Meinecke. Machiavellism: The Doctrine of Raison d’ état and its Place in Modern History. Trans.
Douglas Scott. London: Routledge & Kegan Paul, 1957. 32-3. Tomado de Viroli Maurizio Machiavelli. Founders
of modern Political and Social Thought. Oxford University Press. New York. 1998. Cap. 4. Pág. 115-16.
75
porque en realidad era en verdad una ‘mezcla de republicanismo y tiranía’”, como también lo
han afirmado recientemente Harvey Mansfield y Nathan Tarcov. 9
Viroli enfatiza que esas interpretaciones sobre el republicanismo de
Maquiavelo, o bien son interpretaciones parciales o erróneas o tal vez ambas
cosas. Para Viroli, y en eso coincidimos plenamente con ese autor, el
republicanismo de Maquiavelo no era un compromiso con las virtudes cívicas o
militares ni mucho menos una devoción al ideal de una grandeza militar
depredadora, sino mas bien un compromiso al ideal de la República bien
ordenada -(well–ordered republic)=[republica bene ordinata]- esto es: una
República la cual es mantenida en orden por el imperio de la ley y por
disposiciones constitucionales que aseguren que cada componente de la Politeia
tiene su propio lugar en el Estado en cuestión, es un compromiso con los
principios de la vida política y civil (vivere politico; vivere civile) y a una
concepción de la libertad política, entendida como una ausencia de dependencia
personal. 10
4.2.
El legado de Maquiavelo y su aceptación, aportes de Bodino-Hobbes-LockeHarrington-Hume-Montesquieu-Rousseau
La historiografía Florentina, de los siglos XIV y XV, que culminó con Maquiavelo, es
de especial importancia para la formación del pensamiento de los siglos posteriores al
pensador florentino y del pensamiento político moderno, pues presuponía que el desarrollo
histórico procede a través de una sucesión de causas naturales, con la implicación de que
puedan ser comprendidas por los hombres y, hasta cierto punto, controladas por la acción
inteligente y bien informada, tal como lo expresa Quentin Skinner:
Dentro de la clásica tradición republicana, la discusión de la libertad política
estaba enmarcada en el análisis de lo que significa vivir dentro un “estado libre”
(vivere libere). Esta aproximación estaba ampliamente derivada de la filosofía
moral romana y, especialmente de aquellos escritores cuya mayor admiración
estaba reservada para la extinta República romana: Polibio, Tito Livio, Salustio
y sobre todo Cicerón. Dentro de la moderna teoría política, su línea de
argumentación fue primariamente tomada de la Italia del renacimiento como un
medio de defender las libertades tradicionales de las ciudades-repúblicas contra
la creciente tiranía de los signori y los poderes seculares de la iglesia católica.
Muchos teóricos expusieron la causa republicana en esta etapa de formación y
su desarrollo, pero el más grande entre los que así lo hicieron, tal y como lo
9
Viroli Maurizio. Op Cit. 1998. Cap. 4. Pág. 115.
10
Ídem. Pág. 116.
76
enfatiza el profesor Viroli, fue indudablemente Maquiavelo en sus Discursos
sobre la primera década de Tito Livio. 11
4.2.1. El “Momento” de Maquiavelo.
Al periodo histórico posterior a la muerte de Maquiavelo hasta bien entrada la
ilustración, la revolución norteamericana, la revolución francesa y la independencia de las
naciones iberoamericanas, es decir los siglos XVI, XVII y XVIII, es lo que algunos autores
han denominado “El Momento de Maquiavelo”. El más importante de ellos es J. G. A. Pocock,
al cual mencionamos en el capítulo anterior, para Pocock, “El Momento de Maquiavelo”, es
una frase que debe ser interpretada de dos maneras.
En primer lugar, denota el momento y, la manera, en que el pensamiento de
Maquiavelo hace su aparición; y aquí el autor hace una salvedad, que no es “historia del
pensamiento político” o lo que sea, en los últimos años de la República florentina, o historia
de la experiencia de los florentinos en esa época, diseñada para explicar la articulación de las
ideas a ser estudiadas. El “Momento” en cuestión, selectivamente y temáticamente definido,
asegura que ciertos arraigados patrones en la conciencia temporal de la Europa medieval y en
las primeras etapas del modernismo, conducen al nacimiento de las Repúblicas, y a la
participación ciudadana en ella como un problema constitutivo en la historia del propio
entendimiento, que con Maquiavelo y sus contemporáneos puede ser visto implícitamente y
explícitamente explicado, que luego se convirtió en algo crucial en sus tiempos y permaneció
así, por más de casi tres siglos como resultado de lo que ellos forjaron.
En segundo lugar, “El Momento de Maquiavelo” denota el problema en sí mismo, es
un nombre para el momento de conceptualización en que la República era vista como
confrontando su propia finitud temporal, como intentando mantenerse moral y políticamente
estable en la corriente de eventos irracionales concebidos como esencialmente destructivos de
todos los sistemas de estabilidad secular. En el lenguaje que ha sido desarrollado para el
propósito específico, esto se trata de la confrontación de la virtù con la fortuna y la
corrupción; y el estudio del pensamiento florentino, es el estudio de cómo Maquiavelo y sus
11
Quentin Skinner. Gisela Bock. Maurizio Viroli. Et al. Machiavelli and Republicanism. Machiavelli. The
republican ideal of political liberty. Cambridge. Cambridge University Press. 1990. Pág. 300.
77
contemporáneos, perseguían la relación íntima de esas palabras y posteriormente como
influyeron en la Europa del absolutismo, la Inglaterra de los siglos XVI, XVII y XVIII, el
periodo de la ilustración y la independencia de colonias americanas en el siglo XVIII y XIX. 12
Maquiavelo según Tomás Várnagy 13 , es un clásico en un periodo de transición, es el
hito que señala la continuidad y la ruptura de la tradición greco-romana y la medieval, siendo
el último de los antiguos y el primero de los modernos, pues él también busca la “buena
sociedad”, al bien común como hemos constatado en el capítulo anterior, y tiene una definitiva
actitud valorativa encaminada a lograr la unidad de Italia, pese a eliminar de la política toda
consideración ética o religiosa. Si bien el Florentino es un clásico, su obra es como una
muralla que los separa de los teóricos anteriores, pues durante casi dos milenios hubo en el
pensamiento político occidental una mezcla entre lo que el mundo es en realidad y lo que
desearíamos que fuera, entre política, ética, filosofía, teología y religión, y es el secretario
Florentino quien establece un diferencia tajante entre los que es la realidad de las cosas y lo
que deseáramos que fuesen, es decir nuestros propios deseos platónicos y utopías. 14 Como
humanista y renacentista produce una ruptura con la tradición medieval, ya que descubre y
pone en marcha toda una serie de nuevos conceptos en el pensamiento político de la época y
que prácticamente perduran hasta nuestros días.
De acuerdo a Bobbio, en la teoría contemporánea de la democracia y la República,
15
confluyen tres grandes tradiciones del pensamiento político: La teoría clásica, es decir
Aristóteles y el gobierno del pueblo o de muchos; luego la teoría medieval, de derivación
romana, de la soberanía popular, una concepción ascendente que se contrapone a otra
descendente de la soberanía; y finalmente, la teoría derivada de Maquiavelo que nace con el
surgimiento del Estado moderno. 16 Si bien agrega Bobbio, la República no se identifica
12
J. G. A. Pocock. The Machiavellian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican
Tradition. Princeton University Press.1975.
13
Tomás Várnagy. Fortuna y Virtud en la República Democrática. Ensayos sobre Maquiavelo. Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales. Buenos Aires. 2003. Introducción. Pág. 40-2
14
Tomás Várnagy. Op Cit. Pág. 41.
15
Norberto Bobbio. La Teoría de las Formas de Gobierno en la Historia del Pensamiento Político. Fondo de
Cultura Económica. México. 1987.
16
Tomás Várnagy. Op Cit. Pág. 42.
78
totalmente con la democracia, en ella el poder no está concentrado en las manos de uno solo,
sino que está distribuido diversamente en diferentes cuerpos colegiados, y esta noción se
transmitirá a través de los escritores radicales y antiabsolutistas de los siglos XVI y XVIII,
hasta la revolución francesa, en contraposición a las monarquías absolutas, como veremos más
adelante.
En este sentido, la República como forma de gobierno opuesta al despotismo en su
carácter de gobierno “libre” y antiautocratico, encierra un elemento fundamental de la
democracia moderna. Para Betrand Russell, en los Discursos de Maquiavelo: “Hay capítulos
completos que parecen haber sido escritos por Montesquieu, y la mayor parte de esta obra
habría sido leída con aprobación por los intelectuales liberales del siglo XVIII. La doctrina de
checks and balances (pesos y contrapesos) está allí explícitamente delineada…” 17
Posteriormente, el concepto de República asume un significado distinto en el
pensamiento político moderno cuando se procede a una tipología diferente de la clásica; con
Maquiavelo primero y Montesquieu después, surge una nueva triada que sustituye a la
anterior 18 : monarquía, República (aristocrática y democrática) y despotismo.La diferencia
entre las dos tipologías consiste en el hecho de que la clásica utiliza un criterio cuantitativo
(uno, pocos o muchos que gobiernan), mientras que la segunda usa una regla cualitativa que
resulta de una multiplicidad de factores; primero, el espacio: la República debe tener una
extensión moderada, mientras que la monarquía precisa un espacio grande (y el despotismo
mayor aún); segundo, en la República debe haber una relativa igualdad mientras que en la
monarquía desigualdad en favor de la nobleza (en el despotismo todos son siervos); luego, en
la República, las leyes son expresión de la voluntad popular; en cuarto lugar, las fuerzas de
integración social son diversas: en la República hay virtud, que lleva a los ciudadanos a
anteponer el bien del Estado a su interés particular; en la monarquía la nobleza es sostén y
límite del poder del Rey (en el despotismo hay miedo); y, finalmente, el orden político en la
República nace desde abajo, aún en medio del disenso, con canales institucionalizados para
17
Bertrand Russell. History of Western Philosophy. London: Unwin. 1979. Libro III. Parte I. Cáp. 3. Pág 494.
18
Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 128-130.
79
expresarse; en la monarquía, desde arriba, en una síntesis armónica (en el despotismo por la
fuerza).
Veamos como lo expresa Werner Maihofer
19
(1990) “Rechazo al principio del
despotismo, o el gobierno a través de la esclavitud de los gobernados como una posible
constitución de un Estado,” esto es algo que continua operando a pesar de la oposición de
Montesquieu al despotismo, y sus ecos a través de la tradición republicana del renacimiento
Italiano.
Mientras nosotros hemos estado preocupados con la reconstrucción de los orígenes de
esta tradición republicana, una tradición que incluye a Maquiavelo y desde la cual como ha
señalado extraordinariamente Quentin Skinner, la define decisivamente tanto en pax como en
iustitia, lo que concierne a nosotros también, es el futuro de esta concepción de la República,
en una extrapolación, como si fuera del estímulo que Maquiavelo dio al pensamiento político
en lo albores de la era moderna. Este estímulo dio como resultado el final de la era precedente,
en revoluciones, tanto en el pensamiento como en los tipos de gobierno, que continúan
definiéndose y motivándose en el pensamiento político aún hoy en nuestros días.
El hecho es que esta “revolución del pensamiento”, la cual nosotros denominamos el
periodo de la “Ilustración”, comienza específicamente con pensadores que explícitamente se
veían ellos mismos como sucesores de Maquiavelo, que es la razón fundamental por la cual
Juan Jacobo Rousseau en su Contrato Social, llama a El Príncipe de Maquiavelo: “El libro de
los republicanos”. 20
En este capítulo analizaremos brevemente, para no apartarnos demasiado del objetivo
principal del presente trabajo que es el análisis del pensamiento político de Maquiavelo y su
comparación con el pensamiento político de Simón Bolívar, las ideas de algunos filósofos
políticos posteriores a Maquiavelo, aunque no de manera exhaustiva para no extender
demasiado la investigación, personajes los cuales he considerado tomar en consideración para
el mejor entendimiento de las ideas políticas a ser analizadas en el presente trabajo. En
19
Werner Maihofer. The Ethos of the republic and the reality of politics. From: Quentin Skinner. Gisela Bock.
Maurizio Viroli. Et al. Machiavelli and Republicanism. Cambridge. Cambridge University Press. 1990. Pág. 283.
20
Werner Maihofer. Op Cit. Pág 284.
80
algunos de ellos encontraremos ideas divergentes y opuestas, y en otros ideas convergentes, y
que de alguna u otra forma, estas ideas, han contribuido a la conformación de las Repúblicas
del mundo moderno y tal vez en la confección de la obra política de Simón Bolívar, tema que
estudiaremos en el capítulo subsiguiente.
4.2.2. Críticas de Juan Bodino y Thomas Hobbes al gobierno mixto.
El dominio de la tradición del gobierno mixto en el pensamiento político occidental no
fue confrontado hasta el auge del absolutismo en el siglo diecisiete. Aún los emperadores
romanos generalmente habían disfrazado sus decretos en el lenguaje y formas de la antigua
República, pero los monarquistas como Juan Bodino y Thomas Hobbes, que eran tan
revolucionarios a su propia manera, atacaron la “teoría sagrada” del gobierno mixto con gran
agudeza. Aun cuando a ambos le desagradaban la democracia tanto como a los teóricos del
gobierno mixto, los monarquistas prefirieron atacar el icono más sagrado del gobierno mixto,
es decir la República Romana.
Haciendo un cuidadoso énfasis en refutar a Aristóteles, Polibio, Cicerón y a
Maquiavelo, Bodino en Los Seis Libros de la República, negaba la posibilidad que la
República romana haya sido un gobierno mixto, argumentando que esa República fue una
simple democracia y Esparta una simple aristocracia. En primer lugar, Bodino es terminante y
no acepta la posibilidad de existencia de una forma política mixta. La razón de tal negación es
interesante porque se remite al concepto de soberanía. En otras palabras, Bodino dice que el
término “República” implica una contradicción respecto del principio de indivisibilidad
inmanente a la lógica soberana. Bodino pasó a la historia del pensamiento político como el
primer teórico de la soberanía, 21 veamos su definición: “La soberanía es el poder absoluto y
perpetuo de una República.” 22
Y agrega además:
Es necesario definir la soberanía, porque, pese que constituye el tema principal
y que requiere ser mejor comprendido al tratar de la República, ningún
21
Norberto Bobbio. La Teoría de las Formas de Gobierno en la Historia del Pensamiento Político. Fondo de
Cultura Económica. México. 1987. Pág. 80.
22
Juan Bodino. Los Seis Libros de la República .Ediciones Orbis. Barcelona. España. 1973. Libro I. Cap. VII.
Pág. 79.
81
jurisconsulto ni filósofo político la ha definido todavía. Habiendo dicho que la
República es un recto gobierno de varias familias, y de los que les es común
con poder soberano. Digo que este poder es perpetuo, puesto que puede ocurrir
que se conceda poder absoluto a uno o a varios por tiempo determinado, los
cuales una vez transcurrido éste, no son más que súbditos. Por tanto, no puede
llamárseles príncipes soberanos cuando ostentan tal poder, ya que solo son
custodios o depositarios, hasta que place al pueblo o al príncipe revocarlos.
Una vez que hemos tratado de la soberanía y de sus derechos y atributos, es
necesario ver ahora quiénes son los que, en la República, ostentan la soberanía,
para que podamos decir cual es su estado. Si la soberanía reside en un solo
príncipe, la llamaremos monarquía; si en ella participa todo el pueblo, Estado
popular, y si la parte menor del pueblo: Estado aristocrático. Usando estos
términos, evitaremos la confusión y oscuridad producidas por la variedad de
gobernantes buenos y malos, lo que ha sido ocasión para que algunos autores
hablen de más de tres clases de Repúblicas. Si esta opinión fuese aceptable y
las formas de República se midiesen por las virtudes y los vicios, habría
multitud de ellas. 23
En este sentido, Bodino sostiene que sólo las tres formas simples de los tipos de
regímenes políticos, pueden sustentar este principio esencial para la materialización de
Estados soberanos. Entre ellas opta claramente por la potestad regia, y retoma una visión
anárquica y desventajosa respecto de los gobiernos populares, puesto que según Bodino, sólo
el régimen monárquico puede representar correctamente la soberanía, además agrega:
Todos los antiguos convinieron en afirmar que, al menos, había tres clases (de
Repúblicas), pero algunos añadieron una cuarta, compuesta de las tres primeras.
Platón añadió una cuarta, a saber: cuando los hombres de bien ostentan la
soberanía, lo cual, hablando con propiedad, constituye la aristocracia pura; no
aceptó como forma de República la combinación de las otras tres. Aristóteles
admitió la forma propuesta por Platón y la compuesta resultando cinco clases.
Polibio enumeró siete formas, tres loables, tres viciosas y una compuesta de las
tres primeras... Si no fuera porque la razón me ha forzado a sostener lo
contrario, pudiera ser que la autoridad de tan grandes personajes me hubiera
convencido: Por ello me será preciso demostrar, mediante razones
convincentes, el error en que incurren, valiéndome de los mismos argumentos y
ejemplos que ellos aducen. 24
Según Bobbio, el argumento utilizado por Bodino es un poco engañoso, en realidad los
antiguos habían introducido la distinción entre formas buenas y malas con base a un criterio
23
Juan Bodino. Op Cit. 1973. Libro II. Cap. I. Pág. 79 y 97
24
Ídem. Libro I. Cap. VII. Pág. 97.
82
muy preciso, como el de la fuerza y el consenso, o el de el interés común y el interés propio,
no habían hablado en general de las virtudes y defectos de las constituciones, sino que habían
buscado ubicar algunas diferencias fundamentales, de las que se pudiese obtener una
distinción basada en elementos no accidentales. 25 En definitiva, el sistema mixto y la
República romana, según Bodino, era para él un sistema de gobierno simple y popular:
Si se admite que la combinación de las tres se puede hacer una, es evidente que
ésta será por completo diferente, del mismo modo que la proporción armónica,
compuesta de la proporción aritmética y geométrica, es totalmente diferente una
de otra, o, igual que, en la mezcla de cosas naturales, la compuesta de dos
simples tiene una propiedad especial y distinta de las simples que la integran.
Más la mezcla de las tres Repúblicas en una no produce una especie diferente.
El poder real, aristocrático y popular combinados, sólo dan lugar al Estado
Popular, salvo que se diese la soberanía, en días sucesivos, al monarca, a la
parte menor del pueblo y a todo el pueblo, ejerciendo por turno, cada uno de
ellos, la soberanía…. En tal caso, habría tres clases de República que, además
no durarían mucho, al igual que una familia mal gobernada.
En realidad, es imposible, incompatible e inimaginable combinar monarquía,
Estado popular y aristocracia. Si la soberanía es indivisible como hemos
demostrado, ¿cómo se podrá dividir entre un príncipe, los señores y el pueblo a
un mismo tiempo? Si el principal atributo de la soberanía consiste en dar ley a
los súbditos, ¿qué súbditos obedecerán si también ellos tienen poder de hacer la
ley? ¿Quién podrá hacer la ley, si está constreñido a recibirla de aquellos
mismos a quienes se da? Es necesario pues, concluir que cuando ninguno en
particular tiene poder de hacer la ley, sino que tal poder corresponde a todos es
popular.
Para probar lo que he dicho, tomemos los mismos ejemplos que Polibio,
Contarini y otros nos han propuesto…Han puesto como ejemplo a Roma, cuyo
Estado, según afirman estaba compuesto de poder real, popular y aristocrático.
En Roma se ve -dice Polibio- el poder real en los cónsules, la aristocracia en el
senado, la democracia en los estados del pueblo... No hay duda de que Roma,
una vez que fueron expulsados los reyes, constituyó siempre un Estado popular,
excepto durante los años en que los diez comisarios (decenviros) instituidos
para corregir las costumbres trocaron al Estado popular en aristocracia, o, si
hablamos propiamente oligarquía. 26
Al respecto Bobbio afirma que este argumento de Bodino le parece igualmente
engañoso: y lo expresa de la siguiente manera: en cuanto a la teoría del gobierno mixto, el
argumento principal es el siguiente: “El poder real, el aristocrático y el popular al reunirse no
25
Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 84.
26
Juan Bodino. Op Cit. 1973. Libro II. Cap. I. Pág. 97-98
83
dan por resultado más que una democracia.”. Para Bobbio, esta definición es nueva y extraña,
se trata que para Bodino, la mezcla más que ser garantía de mayor estabilidad, es la causa
principal de inestabilidad al estar la soberanía dividida, sin embargo se podría objetar que los
estados que los antiguos y los modernos han considerado mixtos, han durado más que los
otros. La respuesta de Bodino a esta objeción es clara: Los estados que los antiguos y
modernos han considerado mixtos, en realidad, si sus constituciones son examinadas con
detenimiento, y no se realiza un examen meramente formal, de ninguna manera son mixtos,
porque una de las partes siempre prevaleció sobre las otras. Además, si de hecho una parte no
hubiese dominado sobre las otras, el Estado habría terminado por caer muy pronto en un
conflicto destructivo de su unidad y de su misma naturaleza de Estado. 27
Más adelante Hobbes (1588-1679) es el más grande filósofo político de la época
moderna antes que Hegel. Escribió muchas obras políticas de capital importancia para la
comprensión del Estado moderno, de las cuales las principales son: Los elementos de la ley
Natural y Política (1640); De Cive (Tratado del ciudadano) (1642 y 1647) y el Leviatán
(1651). 28
Para Bobbio, Hobbes al igual que Bodino, no acepta dos de las tesis que han
caracterizado durante siglos la teoría de las formas de gobierno: la distinción entre las formas
buenas y malas, y las del gobierno mixto. Ambas confrontaciones derivan con lógica férrea de
los dos atributos fundamentales de la soberanía: el ser absoluto y el ser indivisible: del atributo
del ser absoluto proviene su crítica de la distinción entre buenas y malas, mientras que el de la
indivisibilidad deriva la crítica del gobierno mixto. 29
Así como es para Bodino, también para Hobbes el poder soberano es absoluto; si no lo
es, no es soberano: El ser soberano y ser absoluto son unum et ídem. Aunque pueda parecer
que un atributo como “absoluto” no permita un superlativo, no es descabellado decir que el
poder soberano de Hobbes es más absoluto que el de Bodino.
27
Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 84-5.
28
Ídem. Pág. 95.
29
Íbidem.
84
De la índole absoluta del poder estatal deriva como se ha dicho, la negación de la
distinción entre formas buenas y malas de gobierno. El razonamiento de Hobbes es riguroso:
la distinción entre formas buenas y malas parte de la distinción entre soberanos que ejercen el
poder de acuerdo a las leyes, y soberanos que gobiernan sin respetar las leyes a las que están
obligados; pero si el soberano verdaderamente es “legibus solutus”, si no está obligado por
ninguna ley que esté por encima de él ¿cómo es posible distinguir al soberano que respeta las
leyes de aquel que no lo hace? En otras palabras: el mal soberano es quien abusa del poder que
se le ha confiado. ¿Pero tiene sentido hablar de abuso de poder allí donde existe un poder
ilimitado? Donde el poder es ilimitado el concepto mismo del abuso se vuelve contradictorio.
Entonces, ¿Cómo se puede distinguir al soberano bueno del malo, si ya no opera el criterio, el
único criterio, que permite su diferenciación? Conviene dejar la palabra al mismo Hobbes,
cuya claridad es insuperable:
Los antiguos escritores políticos introdujeron otras tres formas opuestas a éstas
[se entiende a las tres formas clásicas de la monarquía, la aristocracia y la
democracia], es decir la anarquía (o sea la confusión) en contraste con la
democracia, la oligarquía (el poder excesivo de pocos) en oposición a la
aristocracia, y la tiranía contraria a la monarquía. Pero éstas no son tres formas
de Estado diversas de las primeras, sino tres diferentes denominaciones, que les
da a las primeras, quien tenía odio por el gobierno o los gobernantes.
Ciertamente los hombres no sólo tienen la costumbre de indicar con los
nombres las cosas, sino de designar con ellos sus sentimientos, el amor, el odio,
la ira, etc. De lo que se desprende que lo que uno llama democracia, el otro
denomina anarquía; lo que uno define aristocracia, el otro indica como
oligarquía; y lo que uno denomina tirano, el otro le da el nombre de rey. De
manera que con estos nombres no se designan formas de Estado diferentes, sino
únicamente las diferentes opiniones de los ciudadanos en referencia a las
personas de los gobernantes (De Cive, VII, 2) 30
Para Hobbes, un punto de honor, es que el poder soberano no puede ser dividido más
que a riesgo de destruirlo. Incluso considera como teoría sediciosa, a la que afirme que el
poder soberano es divisible, y que un gobierno bien ordenado debería prohibirla. Cuando
aborda las teorías sediciosas enfatiza con energía el argumento:
También hay quienes subdividen el poder soberano para atribuir la facultad de
declarar la guerra y de acordar la paz a una sola persona (que llaman rey), pero
30
Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 97.
85
el derecho de imponer tributos no lo atribuyen a él sino a otros. Sin embargo
como el dinero es el nervio tanto de la guerra como de la paz, quienes dividen
la soberanía como se ha dicho, o no la dividen de hecho, porque le dan poder
efectivo a quien dispone de las finanzas y al otro solamente un poder nominal, o
si lo dividen disuelven el Estado, porque no se puede hacer la guerra si es
necesario, ni conservar la tranquilidad pública sin dinero. 31
Según Bobbio, el razonamiento hobbesiano es de una simplicidad ejemplar. Si
efectivamente el poder soberano está dividido, ya no es soberano, si continua siendo soberano
quiere decir que no está dividido, lo cual significa que la división solamente es aparente. Se
conoce muy bien cuál es la situación histórica de la que nace la reflexión hobbesiana: es la
contienda entres el Rey Carlos I Estuardo y el parlamento de Inglaterra liderizado por el lider
puritano Oliverio Cromwell en 1642, lo que dio origen en ese entonces a la guerra civil
inglesa, y posteriormente con el triunfo de la revuelta parlamentaria a la disolución del Estado.
Hobbes consideraba responsables de está disolución a quienes de diversas maneras
sostuvieron que el poder soberano debía ser dividido entre el Rey y el parlamento, asunto que
explicaremos mejor en un subcapítulo más adelante. La doctrina dominante entre los
constitucionalistas ingleses durante varios siglos era que la monarquía inglesa fuese una
monarquía mixta, y había sido ratificada poco antes de la guerra civil en 1642 por el Rey
Carlos I Estuardo en una de sus clásicas afirmaciones:
La experiencia y la sabiduría de nuestros antepasados modelaron este gobierno
mediante una combinación de formas [monarquía, aristocracia, democracia]
para dar al régimen (en los límites permitidos por la providencia humana) las
ventajas de las tres, sin los inconvenientes de cada una, a fin de que haya un
equilibrio entre los tres estados y que ellos caminen juntos por su propia vía”.
(Answer to the Nineteen Propositions) 32
Como hemos observado, el argumento tradicional en la Inglaterra de 1642 a favor del
gobierno mixto era el de la estabilidad; mas también indicamos en el capítulo anterior que en
Maquiavelo aparece no sólo ese argumento, sino además un segundo argumento, el de la
garantía de la libertad. En síntesis, la apología del sistema mixto se basa en dos condiciones:
ex parte principis, en la mayor estabilidad del estado, ex parte populi, en la mayor libertad de
31
Ídem. Pág. 102.
32
Tomado de Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 103.
86
los ciudadanos. 33 Hobbes toca el tema de la libertad allí donde rechaza el gobierno mixto con
base en el binomio servidumbre-libertad; pero no descuida el argumento de la estabilidad, en
cuanto muestra, a que a su parecer, la consecuencia inevitable del gobierno mixto es la
disolución del Estado y la guerra civil. Para Hobbes, al igual que para Bodino, el
inconveniente del gobierno mixto es precisamente el de llevar a consecuencias opuestas a las
que se habían imaginado sus partidarios: en primer lugar a la inestabilidad que es lo contrario
da la tan trillada estabilidad que le atribuyeron al gobierno mixto Polibio y Maquiavelo. 34
Bobbio agrega además en su obra el punto clave para el cabal entendimiento de este
capítulo: “De la crítica Hobbesiana del gobierno mixto brota otro problema que ya he
mencionado pero que es hora de indicar toda su importancia. Se trata de la sobreposición, e
incluso de la confusión normalmente no reconocida y por tanto trasladada sin sentido critico
entre teoría del gobierno mixto y teoría de la separación de poderes”. Me apresuro a decir
que de los fragmentos citados resulta claro que la crítica de Hobbes al gobierno mixto es al
mismo tiempo, e incluso fundamentalmente, una crítica a la separación de poderes. ¿Gobierno
mixto y separación de poderes son la misma cosa? Si y no. Lo pueden ser, pero también
pueden no serlo”, 35 se pregunta Bobbio. Antes de considerar esto un poco más a fondo
conviene citar otro fragmento del Leviatán de Hobbes de gran agudeza y perspicacia:
A veces puede haber también en el gobierno meramente civil más de un alma.
Como cuando el poder de recaudar dinero (que es la facultad nutritiva) ha
dependido de una asamblea general, el poder de conducta y mando (que es la
facultad locomotriz) ha dependido de un hombre, y el poder de hacer leyes (que
es la facultad racional) ha dependido del consentimiento accidental de un
tercero: Esto pone en peligro la República, algunas veces por falta de buenas
leyes, pero más a menudo por carecer de alimento necesario para la vida y el
movimiento. Pues aunque pocos perciben que tal gobierno no es gobierno sino
división de Estado en tres facciones, llamándolo monarquía mixta, la verdad
que no se trata de un Estado independiente; no de una persona representativa
sino de tres facciones independientes. En el reino de Dios puede haber tres
personas independientes sin ruptura de la unidad en el Dios que reina; pero
donde los hombres reinan no pueden permitirse una diversidad de opiniones. Y,
por tanto, si el rey ostenta la representación del pueblo y la asamblea general
33
Norberto bobbio. Op Cit. Pág. 103.
34
Íbidem.
35
Íbidem. Pág. 104.
87
ostenta también esa representación, y otra asamblea representa una parte del
pueblo, no son una persona ni un soberano, sino tres personas y tres soberanos.
A que enfermedad en el cuerpo natural del hombre puedo comparar
exactamente esta irregularidad de un Estado, es cosa que no sé. Pero he visto a
un hombre que tenia a otro hombre creciendo de su flanco, con cabeza, brazos,
pecho y estómago propios (evidentemente se trata de unos hermanos
siameses). Si hubiese tenido a otro hombre creciendo desde el otro flanco la
comparación podría entonces haber sido exacta. 36
Pero si no basta las citas anteriores, la opinión que Hobbes tiene del gobierno mixto se
refuerza con los últimos renglones; el gobierno mixto es comparado con algo monstruoso. En
el reino del espíritu, la unión de las tres personas genera la trinidad, pero en el terrenal, ¿la
unión de las tres partes del estado da origen a monstruos?, se pregunta Bobbio: ¿Cuál es el
blanco verdadero de la crítica hobbesiana? Si se vuelven a leer atentamente los primeros
renglones, que por lo demás repiten cosas ya dichas en los fragmentos anteriormente citados,
se observa que la crítica de Hobbes va contra la separación de las principales funciones del
Estado y de su asignación a órganos diferentes. ¿Era ésta la idea original del gobierno mixto,
como fue diseñada por los griegos? Esta idea no nació de la exigencia de dividir el poder
único del Estado, sino precisamente del concepto contrario, es decir, de la necesidad de
integrar en la unidad las diferentes clases que constituyen una sociedad compleja.
La sobreposición de la teoría de la separación de poderes y la del gobierno mixto,
sucede únicamente porque se busca hacer coincidir la tripartición de las funciones principales
del Estado, que de acuerdo con los partidarios de la separación de poderes deberían ser
divididas, es decir, atribuidas a órganos diferentes, con la desagregación y unificación de las
clases que componen una sociedad compleja y de las cuales, cada una, de acuerdo con los
partidarios del gobierno mixto, debería tener su propio órgano de representación en el Estado
compuesto, y , precisamente por esto, “mixto”. Pero tal coincidencia de ninguna manera es
necesaria. Veamos dice Bobbio, un poco más de cerca esta cuestión.
Si se admite que las funciones del Estado son tres: la legislativa, la ejecutiva y
la judicial, la identificación de la practica de la división de poderes con la
realidad del sistema político, llamado mixto, puede darse solamente si cada
36
Tomás Hobbes. Leviatán. Editora Nacional. Madrid 1983. Cáp. XXIX. Vol. I. Pág. 272. Tomado de Norberto
Bobbio. Op Cit. Pág. 105.
88
función corresponde a una de las tres partes de la sociedad (rey, notables y
pueblo) 37
Es decir, si se puede concebir un Estado en el cual, supongamos, al Rey le sea confiada
la función ejecutiva, al senado la judicial y al pueblo la legislativa. Pero los primeros teóricos
del gobierno mixto jamás sostuvieron una idea de este tipo. En todo caso, el gobierno mixto
perfecto es exactamente lo opuesto: es aquel gobierno en el cual la misma función, entiendo
la función principal, la legislativa, es ejercida habitual y conjuntamente por las tres partes que
componen el Estado, es decir, para permanecer fieles a la constitución que Hobbes propone al
mismo tiempo por el Rey, los lores y los comunes, como veremos más adelante con David
Hume. En el gobierno mixto no hay ninguna correspondencia necesaria entre las tres
funciones del Estado y las tres partes de la sociedad que se reintegran en el sistema político
propio del gobierno mixto.
Asimismo agrega Bobbio: La dificultad de la identificación aumenta si se toma en
consideración el hecho de que los teóricos del gobierno mixto siempre hablaron de tres clases
de gobierno o Estados en los que está dividido el poder de una sociedad compleja, mientras los
teóricos de la separación de poderes como por ejemplo Marsilio de Padua y John Locke, 38
siempre frecuentemente redujeron a dos las funciones básicas del estado, la legislativa y la
ejecutiva. 39
4.2.3. John Locke, precursor del equilibrio y la separación de los poderes.
La teoría política más importante que viene después de Hobbes es la de John Locke
(1632-1704), expuesta principalmente en su obra los Dos Ensayos sobre el gobierno Civil
(1680). Justamente Locke pasa a la historia como el teórico de la monarquía constitucional, es
decir, de un sistema político basado al mismo tiempo entre la doble distinción entre dos partes
del Estado, el parlamento y el Rey, y entre dos funciones del Estado. La función legislativa y
la ejecutiva, y en una correspondencia casi perfecta entre las dos distinciones, en cuanto el
37
Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 106.
38
John Locke. Segundo Ensayo sobre el Gobierno Civil. Editorial Losada S. A. Buenos Aires. 2004. cap. XII.
Pág. 104-5.
39
Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 106.
89
poder legislativo emana del pueblo que tiene su representación en el parlamento y el poder
ejecutivo es delegado por el parlamento al Rey. 40
Una constitución de este tipo no es un gobierno mixto en el sentido tradicional de la
palabra, es una constitución que se podría llamar, de acuerdo con la interpretación bodiniana:
democrática-monárquica, es decir, una constitución en la cual la soberanía del Estado
pertenece al pueblo, y el gobierno, entendido como el ejercicio del poder ejecutivo al Rey.
Como principal teórico de la revolución inglesa de 1688 John Locke, fue autor
asimismo de un libro clave en el posterior desarrollo del pensamiento constitucional inglés y,
en realidad, del occidental: An Essay Concerning the True Original Extent and End of Civil
Government, que salió a circulación en 1690, aunque su autor lo había redactado bastantes
años antes de que estallara la revolución de 1688, como bien lo ha mencionado en su obra
Peter Laslett. 41
Pero lo que en realidad importaba a Locke en su Ensayo sobre el Gobierno Civil,
como bien mencionó Bobbio en su obra 42 , era justificar una nueva Monarquía, la
constitucional o “moderada”, como él mismo la denomina, utilizando una expresión de claro
sabor tomista, basada en el consentimiento del pueblo. Un tipo de monarquía que vertebraría
la revolución Inglesa de 1688 y en la que podía verse -aunque, como se dirá, ésta no fuese la
interpretación más extendida-, si no el fin de un ahistórico “Estado de naturaleza” sí, al menos,
la renovación de un no menos supuesto pacto social de los ingleses, tras la disolución del
Estado a consecuencia de la política absolutista llevada a cabo por el Rey Jacobo II Estuardo.
En el capítulo X, su obra Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, Locke señala tres
tipos de gobierno o “Estado” 43 como él los denomina, a saber:
40
Ídem. Pág. 107.
41
Peter Laslett, The English Revolution and Locke´s Two Treatises of Government, publicado inicialmente en la
Cambridge Historical Journal, vol. 12, nº 1, Pág. 40-55 y reproducido en la obra colectiva: John Locke. Critical
Assessments. Edited by Richard Ashcraft. Routledge, Londres y Nueva York, 1991, Vol. I,. Pág. 32-50.
42
43
Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 106.
John Locke. Segundo Ensayo sobre el Gobierno Civil. Editorial Losada S. A. Buenos Aires. 2004. Cap. XII.
Pág. 93.
90
Como se ha demostrado, al unirse por primera vez los hombres en sociedad la
mayoría tiene naturalmente todo el poder de la comunidad, y puede emplear
todo ese poder en hacer periódicamente leyes para dicha comunidad y en
ejecutar esas leyes por medio de funcionarios designados para por ella. En ese
caso, la forma de gobierno es una democracia perfecta. O puede depositar el
poder de hacer leyes en manos de unos pocos hombres selectos y sus herederos
o sucesores, y entonces es una oligarquía, O puede depositarlo en las manos de
un solo hombre entonces es una monarquía; si la deposita en las suyas y las de
sus herederos, se trata de una monarquía hereditaria, y si sólo se le concede a él
de por vida pero, a su muerte, el poder de nombrar un sucesor vuelva al pueblo,
se trata de una monarquía electiva. Y así, basándose en estas formas de
gobierno, la comunidad puede mezclarlas y combinarlas según mejor le
parezca. Si el poder legislativo lo da la mayoría originalmente a una o más
personas solo mientras vivan o por un periodo de tiempo limitado, y luego el
poder supremo vuelve a ella, cuando así revierte sobre la comunidad ésta puede
depositarlo en las manos que le plazcan, y así constituir una nueva forma de
gobierno. Como la forma de gobierno depende de dónde se deposite el poder
supremo, que es el legislativo -pues es imposible concebir que un poder inferior
prescriba lo que debe hacer uno superior, y no hay poder más alto que el de
dictar leyes-, la forma del Estado dependerá de dónde esté depositado el poder
de legislar. 44
Hasta aquí Locke se asemeja mucho en sus conceptos a Aristóteles, Polibio y al
mismo Maquiavelo, en su versión de los tres tipos de gobierno buenos, los gobiernos que se
basan en el respeto a el imperio de la ley y el bien común y no en el de los intereses
particulares, y en los diferentes tipos de monarquía mencionados por Aristóteles.
M. J. C. Vile en su interesante estudio: Constitutionalism and the Separation of
Powers, 45 ha puesto de relieve que la guerra civil inglesa supuso un hito muy importante en la
historia de la doctrina de la división de poderes. Hasta esa fecha, lo más frecuente era limitarse
a distinguir el poder legislativo del ejecutivo, como había hecho Marsilio de Padua (1324) en
su Defensor de Pacis. 46
Al explicar el origen de los poderes en el estado de naturaleza, Locke parece admitir,
en principio, tan sólo dos: el legislativo y el ejecutivo. Mientras el antecedente del primero se
44
John Locke. Op Cit. Cap. X. Pág. 93-4.
45
M. J. C. Vile. Constitutionalism and the Separation of Powers. Oxford University Press, Oxford, 1967, Cap I
y II. Pag. 55-57.
46
Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 57.
91
encontraba en la facultad que todos los hombres tenían, conforme al derecho natural, para
hacer lo que estimase conveniente para su propia salvaguardia y para la de los demás, el del
segundo se hallaba en la facultad de castigar los atropellos cometidos contra el derecho
natural. Ahora bien, cuando defiende la necesidad de salir del estado de naturaleza para
proteger eficazmente los derechos naturales.47
Locke añade a estos dos poderes un tercero: el judicial. Locke, en efecto, recuerda que
la protección de los derechos naturales exigía, en primer lugar, “una ley establecida, aceptada,
conocida y firme que sirva por común consenso de norma de lo justo y de lo injusto y de
medida común para que puedan resolverse por ella todas las disputas que surjan entre los
hombres”; en segundo lugar, “un juez reconocido e imparcial, con autoridad para resolver
todas las diferencias, de acuerdo con la ley establecida”; en tercer lugar, “un poder suficiente
que respalde y sostenga la sentencia cuando esta es justa y que la ejecute debidamente.” 48
Sin embargo, Locke -que utiliza el vocablo "power" tanto para designar una función
como un órgano, por lo que a veces no es fácil interpretar sus planteamientos- abandona más
adelante, y de forma ya definitiva, esta clasificación tripartita de los órganos o funciones del
Estado, sustituyéndola por una nueva, a tenor de la cual distingue la función legislativa, la
ejecutiva y la federativa, sin mencionar para nada la jurisdiccional. Tal omisión no significaba
que Locke minusvalorase la importancia de poder judicial en el seno del Estado constitucional.
Al contrario, como subraya asimismo Vile, para Locke “la principal función del Estado es
esencialmente la jurisdiccional... El Estado era, por consiguiente, el juez que faltaba en el
“Estado de Naturaleza” 49 .
¿Por qué razón, pues, el pensador inglés no menciona la jurisdicción como una función
autónoma ni la judicatura como un órgano o poder distinto del ejecutivo y del legislativo? Para
responder a esta pregunta es preciso tener en cuenta que en Inglaterra de la época de Locke
(1650-1700), como en los mejores tiempos de la República romana, no había una nítida
47
John Locke. An Essay concerning the True Original Extent and End of Civil Government, Cap. IX. parágrafos
128, 129 y 130. Se ha consultado la edición de Everyman's Library, John Locke, Two Treatises of Government,
Londres, 1986, con una Introducción de W. S. Carpenter.
48
Ídem, Cáp. IX, parágrafos 124, 125 y 126. A esta clasificación tripartita se refiere ya en los parágrafos 87 y 88.
49
M. J. C. Vile., Op. Cit. Pág. 59.
92
distinción orgánica entre el poder judicial y el legislativo ni una clara distinción entre la
función legislativa y la jurisdiccional. Si la Cámara de los Lores era -y sigue siéndolo todavíael supremo tribunal del reino, los jueces creaban derecho a la vez que lo aplicaban, pues sus
sentencias se convertían en precedentes que les vinculaban en el futuro a la hora de resolver
casos análogos [derecho consuetudinario]. En cualquier caso, el propósito fundamental de
Locke consistía en atribuir a dos órganos distintos el poder legislativo y el poder ejecutivo, sin
perjuicio de los mecanismos de relación que establecía entre ambos órganos, a los que luego
se aludirá.
Locke, en efecto, sostiene que tanto en las “monarquías moderadas” como en todos los
demás “gobiernos bien constituidos”, (well-ordered-governments), o Estados bien ordenados,
el poder legislativo y el ejecutivo “se encuentran en distintas manos” 50 . Previamente había
dejado bien claro que “en las comunidades políticas bien ordenadas y en las que se tiene en
cuenta como es debido el bien de la totalidad de quienes la forman”, el poder legislativo "suele
ponerse en manos de varias personas... debidamente reunidas", esto es, en una asamblea 51 , a
diferencia de lo que ocurre con el poder ejecutivo, que, al ser un poder "permanente", ejercido
sin interrupción, suele atribuirse a una sola persona 52 .
Esta atribución de los dos poderes básicos del Estado a dos órganos distintos distinguía
a las “monarquías moderadas” y a los demás “gobiernos bien constituidos"”de las
“monarquías absolutas”, en donde “el príncipe reúne en sí mismo” ambos poderes, por lo que
“no existe juez ni manera de apelar a alguien capaz de decidir con justicia e imparcialidad así
como con autoridad para sentenciar, ni que pueda remediar y compensar cualquier atropello o
daño que ese príncipe haya causado por sí mismo o por orden suya” 53
Ahora bien, al pronunciarse a favor de atribuir a distintas manos los poderes legislativo
y ejecutivo, Locke no pretendía sólo, aunque sí primordialmente, denunciar la monarquía
absoluta, en la que el Rey ejercía ambos poderes, sino también el sistema parlamentario de
50
John Locke. An Essay concerning the True Original Extent and End of Civil Government. Cap. XIV. parágrafo
159
51
Ídem. Cap. XIV, parágrafo 159.
52
Ídem, Cap. XII, parágrafo 143
53
Íbidem. Capítulo VII, parágrafos 90 y 91.
93
gobierno, basado en el monopolio de aquellos dos poderes por parte de una asamblea. A este
respecto, Locke tenía sin duda muy presente la experiencia histórica del Parlamento Largo en
Inglaterra (1640 a 1649), “verdadero punto de viraje en la historia política de las razas de
lengua inglesa” 54 . En esa experiencia pensaba sin duda Locke cuando señalaba que no era
“conveniente, pues sería una tentación demasiado fuerte para la debilidad humana, que tiene
tendencia a aferrarse al poder, confiar la tarea de ejecutar las leyes a las mismas personas que
tienen la misión de hacerlas”.
El pensador inglés como posteriormente lo haría Montesquieu en su obra Del Espíritu
de las Leyes, subrayó que si el legislativo y el ejecutivo estuviesen en unas mismas manos se
corría el grave riesgo de que las leyes no se obedeciesen y de que se redactasen y aplicasen de
acuerdo con “intereses particulares” y no a favor de los intereses de toda la comunidad, lo que
sería contrario “a la finalidad de la sociedad y del gobierno”, veamos como lo expresó el
mismo Locke en su Segundo Ensayo sobre el Gobierno Civil:
§ 143 El poder legislativo es aquel que posee el derecho de determinar cómo
debe utilizarse la fuerza de la sociedad política y de los integrantes de la misma.
No es imprescindible que el órgano legislativo se mantenga en ejercicio
continuamente; las leyes tienen como finalidad ser cumplidas de forma
continua y poseen vigencia permanente; para hacerlas solamente se necesita un
poco de tiempo. Además, tampoco es aconsejable, pues para la debilidad
humana sería una tentación demasiado grande delegar la función de ejecutar las
leyes a las mismas personas que poseen la tarea de realizarlas, puesto que el
género humano tiene tendencia a aferrarse al poder. Ello devendría a que
rehuyesen la obediencia a esas mismas normas elaboradas por ellos, o que las
formulasen y aplicasen de acuerdo con sus propósitos particulares, llegando por
ello a que esos propósitos fueran diferentes de los del resto de la sociedad,
resultado contrario a los fines de la comunidad y del gobierno. Por ese motivo,
en las sociedades políticas bien organizadas y en que se mira como es debido
por el bien de la totalidad de quienes la integran, el poder legislativo suele
establecerse en manos de varias personas; éstas, debidamente conjuntadas,
poseen por sí mismas, o en colaboración con otras, el poder de redactar leyes, y
una vez promulgadas éstas se disgregan los legisladores estando ellos mismos
sometidos a ellas. Esto supone para dichos legisladores una razón
complementaria poderosa para procurar adecuarlas al bien público.
54
George Macaulay Trevelyan. Historia Política de Inglaterra, Fondo de Cultura Económica, México, 2ª
Edición. 1984. Pág. 284. El Parlamento Largo, indica: “no sólo impidió a la monarquía inglesa convertirse en un
absolutismo del tipo que entonces se generalizaba en Europa, sino que hizo un gran experimento en el gobierno
directo del país y del imperio mediante la Cámara de los Comunes”.
94
§ 144. Pero por el mismo motivo de que las leyes se elaboran de una vez, y que
su realización sólo requiere un período de tiempo bastante corto, aunque su
capacidad de obligar es duradera y constante, siendo como es preciso aplicarlas
ininterrumpidamente y de una forma permanente, necesitamos que haya un
poder siempre en ejercicio que se encargue de la ejecución de las mismas
mientras estén vigentes. De ahí surge el que con frecuencia se encuentren
separados los poderes legislativo y ejecutivo. 55
Si el poder legislativo consistía en la facultad de aprobar leyes, el ejecutivo, a juicio de
Locke, comprendía dos esferas: la ejecutiva propiamente dicha y la federativa, cuya distinción
supone la más importante aportación de Locke a la doctrina de las funciones del Estado 56 .
Ambas esferas solían y debían atribuirse al mismo órgano, que en Inglaterra no era otro que el
Monarca:
§ 147. E1 poder ejecutivo y el federativo son diferentes realmente en sí
mismos; no obstante, a pesar de que uno de ellos comprende la ejecución de las
normas comunales de la sociedad dentro de la misma y a todos los que la
integran, y el otro abarca a la protección de los intereses de la población en el
exterior, en relación a quienes pueden servirles o perjudicarle, sucede que casi
siempre suelen encontrarse vinculados. Aunque la acertada o errónea dirección
de este poder federativo acarree graves consecuencias a la sociedad política, es
mucho más difícil normalizarlo por mediación de leyes positivas determinadas
ya de antemano que el poder ejecutivo. Por ese motivo es necesario
encomendarlo a el comedimiento y a la sabiduría de aquellos que tienen la
misión de ejercerlo para el bien público. Las leyes concernientes a las
relaciones mutuas de los individuos están encargadas de regir sus actos y por
ello pueden anticiparse perfectamente a los mismos. Pero el método a seguir
cuando se trata de extranjeros varía mucho según la forma que éstos tienen de
obrar y de las transformaciones que se dan en sus intereses y en sus propósitos.
Consecuentemente, es necesario dejar un margen amplio a la iniciativa
cautelosa de las personas a quienes está confiado ese poder para que ellas lo
ejerciten en interés de la comunidad pública con la mayor destreza posible. 57 ”
4.2.4. El absolutismo y constitucionalismo bajo los reyes Estuardo y la adopción del
sistema “Mixto” en la Constitución Inglesa de los siglos XVII y XVIII.
55
John Locke. Segundo Ensayo sobre el Gobierno Civil. Editorial Losada S. A. Buenos Aires. 2004. Cáp. XII.
Pág. 104-5.
56
Lo recuerda M. J. C. Vile en el libro ya citado, Pág. 60. Sobre la doctrina lockeana de la división de poderes,
vid. en general, Pág. 58 a 67.
57
John Locke. Segundo Ensayo sobre el Gobierno Civil. Editorial Losada S. A. Buenos Aires. 2004. Cap. XII.
Pág. 104-5.
95
Los reyes de la dinastía Estuardo, en Inglaterra, pretendieron, más todavía que los
Tudores, acabar con los límites institucionales y normativos de la monarquía, siguiendo el
ejemplo de los Borbones franceses y de los Hasburgos españoles. Para decirlo con más
exactitud, si los Tudores habían pretendido suprimir de facto la antigua Constitución inglesa,
los Estuardos quisieron hacerlo de iure, impugnando algunos de sus principios fundamentales.
El propio Jacobo I, el primer Rey de esta dinastía, defendió la soberanía del monarca y el
origen divino de su poder en un escrito, The Trew Law of Free Monarchies, en el que llegó a
sostener unas premisas ajenas por completo a la tradición constitucional inglesa.
La Monarquía -sostuvo este Rey intelectual en un discurso ante el Parlamento,
el 21 de Marzo de 1610- es la cosa más sublime de la tierra, pues los reyes no
son sólo lugartenientes de Dios en la tierra, sentándose sobre el Trono de Dios,
sino que incluso Dios mismo llama dioses a los reyes... 58
En apoyo de las pretensiones de Jacobo I, Francis Bacon sostuvo que la autoridad del
Monarca era superior a la de las otras dos partes que componían el Parlamento, los Lores y los
Comunes, y que, por consiguiente, el Monarca podía dispensar el cumplimiento de las leyes
dadas por el Parlamento, así como vetarlas y suspender su ejecución e incluso dictar
ordenanzas por encima de ellas. Bacon, enfrentándose al otro antagonista institucional del
absolutismo regio, añadía que los jueces no tenían por función crear derecho, como sostenía el
Juez Coke, sino tan sólo interpretarlo: ius dicere y no ius dare 59 .
A estas tesis absolutistas respondieron tanto los Comunes como los Jueces del
“common law”. Los primeros sostuvieron que el supremo poder del Estado no estaba en
manos sólo del Rey, sino en las del Parlamento en su conjunto. En 1628, como más tarde en
1641 y en 1642 -escribe a este respecto John G. A. Pocock-, el objetivo de la Cámara de los
Comunes no era limitar los poderes del soberano, sino exigir que el soberano mismo
58
Apud. J. P. Kenyon. The Stuart Constitution. 1603-1688. Documents and Commentary . CUP. Oxford. 2ª
Edición, 1986. Pág. 11.
59
G. P. Gooch. Political Thought in England: from Bacon to Halifax. Oxford University Press. Londres.1955.
Reimpreso por AMS Press, Nueva York, 1977, Pág. 13-22.
96
restableciese esos poderes en términos legales. El Rey era un auténtico Rey -pensaban los
parlamentarios- “cuando obraba en Parlamento con pleno respeto del derecho" 60
Poco antes de que estallase la guerra civil, exactamente el 27 de Mayo de 1642, volvió
a defenderse con vigor la tesis de la soberanía del Parlamento como parte esencial del derecho
constitucional inglés. Ese día los Lores y los Comunes declararon, en oposición ahora a Carlos
I, que el Parlamento era el Consejo constitucionalmente autorizado para “preservar la paz
pública y la seguridad del Reino.” 61
En Junio de 1642, las dos Cámaras del Parlamento decidieron remitir al Rey Carlos I
un documento, conocido como The Nineteen Propositions, en el que se recordaba que el
Parlamento era el "más alto y supremo consejo" del Rey, a quien correspondía resolver "los
grandes negocios del reino" y nombrar los altos cargos del Estado. En respuesta a este
documento -que de forma tan vigorosa resaltaba la soberanía del Parlamento- los más
próximos consejeros del Rey, el vizconde Lord Falkland y Sir. John Colepeper, redactaron
otro, en el mismo año de 1642, en respuesta a las “Diecinueve Proposiciones” del parlamento
y que llamaron: His Majesty’s Answer to Nineteen Proposition of Both Houses of Parliament,
persuadiendo al Rey Carlos I, para que emitiera esa repuesta al parlamento el 21 de junio de
1642, a escasos dos meses del estallido formal de la guerra civil. 62 Con este documento, el
monarca ingles y sus asesores, intentaban evitar la guerra civil; haciendo al Rey, a la cámara
de los lores y la de los comunes iguales en el gobierno, también las hacia igualmente
responsables de mantener el equilibrio del gobierno. 63 En ese documento, se defendía la vieja
doctrina del Estado mixto de forma muy novedosa y trascendental para la posterior historia de
60
J. G. A. Pocock. The Machiavellian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican
Tradition. Princeton University Press.1975. Pág 361-63.
61
Apud, C. H. Macilwain. The High Court of Parliament and its Supremac. 1912. p. 390. Por su parte, Prynne,
en Sovereign Power of Parliaments and Kindgdoms, publicado en 1643, intentó mostrar que las bases de la
Constitución descansaban en el Parlamento y no en la persona del Rey. Apud, Geoffrey Marshall, Parliamentary
Sovereignity and the Commonwealth, OUP, 1957, p. 48. tomado de: Joaquin Varela Suanzes.La Soberanía en la
Doctrina Británica (de Bracton a Dicey). Universidad de Oviedo. España. 2001.
62
J. G. A. Pocock. The Machiavellian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican
Tradition. Princeton University Press.1975. Pág 361.
63
J G. A. Pocock. Tomado de: James Harrington. The Commonwealth of Oceana and a System of Politics. Edited
by. J.G.A. Pocock. John Hopkins University. Baltimore. Cambridge University Press. 2003. Introduction. Pág.
xiii-xiv.
97
la teoría constitucional inglesa. En este sentido, J. G. A. Pocock recuerda, que “ya se había
hablado en el pasado de monarquía mixta, en el sentido de una mezcla de monarquía y ley o
de un equilibrio entre la primacía del monarca y la supremacía de la ley". Ahora bien, continúa
Pocock, lo que proponían los consejeros de Carlos I en su Answer to the Nineteen Propositions
era una cosa bien distinta. Se trataba como lo habían descrito Polibio y Maquiavelo con
anterioridad, 64 de un gobierno mixto o mejor dicho ecléctico entre la monarquía y las otras
formas de gobierno: monarquía en la persona del Rey, aristocracia en la de los Lores y
democracia en la de los Comunes. Cada una de estas partes debía ejercer una clase distinta de
poder: el Rey debería decidir; los Lores, aconsejar; y los Comunes, asentir. Cada uno de estos
tres poderes disponía de una "virtud" específica, destinada indefectiblemente a degenerar
cuando se aflojase la vigilancia de los otros dos. El equilibrio de la Constitución consistiría en
una distribución de poderes con el objeto de asegurar a cada uno de ellos la posibilidad de
prevenir la corrupción de los otros dos, para confirmarlo, conozcamos un extracto de la carta
de la Answer to the Nineteen Propositions:
Existen tres tipos de gobierno entre los hombres, monarquía absoluta,
aristocracia y democracia, y todos ellos tienen sus particulares conveniencias e
inconveniencias, la experiencia y sabiduría de nuestros ancestros así lo han
modelado, de una mezcla de estos tres actos para dar a este reino (tanto como la
prudencia humana puede procurar) las conveniencias de todos los tres, sin las
inconveniencias de cada uno, tanto tiempo como es precario el balance aún
entre esos tres Estados, que corren conjuntamente en sus propios canales
(engendrando verdor y fertilidad en las praderas de ambas partes) y la
sobrecrecida de cualquier lado, no origina ni diluvio ni inundación. El mal de la
monarquía es la tiranía, el mal de la aristocracia son las facciones y la división,
los males de la democracia son los tumultos, la violencia y el libertinaje. El
bien de la monarquía es unificar una nación bajo solo una cabeza para resistir
la invasión foránea y la insurrección interna, el bien de la aristocracia, es la
conjunción del consejo de las personas más capaces de un estado para el
beneficio público; el bien de la democracia es la libertad, y el coraje y la
industria que engendra. 65
64
J G. A. Pocock. Tomado de: James Harrington. The Commonwealth of Oceana and a System of Politics. Edited
by. J.G.A. Pocock. John Hopkins University. Baltimore. Cambridge University Press. 2003. Introduction. Pág.
xiii-xiv.
65
J. G. A. Pocock. The Machiavellian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican
Tradition.1975. Pág 362.
98
Podemos apreciar en esté extracto de las Answer to the Nineteen Propositions,
básicamente la misma idea política de Polibio y de Maquiavelo sobre el gobierno mixto; no
obstante de la aparente actitud conciliadora del Rey con el parlamento en este documento, la
guerra civil no se pudo detener y culminó en 1649 con la derrota de las fuerzas realistas y la
captura del Rey Carlos I y su posterior ejecución por decapitación, acusado de alta traición por
el parlamento británico a instancias de Oliverio Cromwell, Lord Protector de Inglaterra,
Escocia e Irlanda, y, que se convirtió en dictador a posteriori con poderes absolutos similares
al del depuesto Rey.
De acuerdo a la tesis de Pocock:
La doctrina de la constitución mixta (gobierno mixto), fue importada como un
eclecticismo a la retórica política inglesa para naturalizar allí, la doctrina
republicana de Polibio y de Maquiavelo, en la cual las virtudes (de todos los
tipos de gobierno), pueden neutralizar los vicios de los cuales ninguno es libre,
pero esto es históricamente frágil y puede ser derribado a la más ligera
variación de ese balance. La alternativa y opuesto al balance es la fortuna y la
corrupción; pero hay una importante diferencia entre el comportamiento
florentino de la época de Maquiavelo y el inglés de esta antitesis según Pocock:
Los florentinos optaron por la República porque estaba en su naturaleza actuar
así, encontrando en la fortuna su enemigo y en la virtud y en el balance sus
únicas defensas; por el contrario, los ingleses, monárquicos y animales de
costumbres por naturaleza, tomaron la retórica de la República y el equilibrio
de poderes, sólo porque su constitución tradicional estaba siendo amenazada
por el desorden en tal forma -una disputa sobre la repartición del poder- para
hacer de ella una apropiada respuesta para el caso. 66
4.2.5. James Harrington y su defensa del gobierno mixto, la República de Oceana.
James Harrington, (1611-1677), contemporáneo y compatriota de Hobbes y John
Locke, ha sido un pensador menos conocido y estudiado que sus dos coterráneos
anteriormente mencionados, sin embargo no menos importante en sus conceptos políticos para
los fines de este trabajo y en la concepción de los sistemas republicanos al estilo de Polibio y
Maquiavelo, en las Repúblicas modernas. Harrington ha sido señalado de tener una gran
influencia en los constituyentistas y padres fundadores de la República de los Estados Unidos
de América: “Un Inglés del siglo diecisiete, James Harrington, ha sido el defensor moderno
66
J. G. A. Pocock. Op. Cit. Pág 365.
99
del sistema mixto de gobierno de mayor influencia en América.” 67 Para Pocock, la obra más
importante de Harrington, The Commonwealth of Oceana, (1656):
Es uno de esos trabajos que trasciende a su inmediato contexto. El histórico
significado del libro, es porque marca el hito de una ruptura paradigmática, una
revisión mayor en la teoría política inglesa y en la historia de las luces de los
conceptos sacados del humanismo cívico y el republicanismo de Maquiavelo. 68
En la introducción a la edición moderna de la República de Oceana, editada por
Pocock, señala:
El republicanismo de Harrington, es más Maquiavélico que Platónico, el
secretario florentino es un autor que él (Harrington) admiraba profundamente -a
causa de su preocupación- con las situaciones de facto. Él quería saber, como la
monarquía parlamentaria inglesa, el gobierno del rey, de la cámara de los lores
y la de los comunes, habían llegado a su colapso, y también quería conocer
que sistema debería reemplazarlo. Él compartió la tesis polibiana, que el objeto
de un gobierno, era la de mantener un equilibrio, entre el gobierno de uno solo,
el de pocos y el de muchos, y aceptó el dictado de 1649, que la monarquía
histórica inglesa, nunca fue del todo buena, y se había corrompido, al
mantenerse inmutable sin evolucionar en el tiempo. Así fue, como Harrington
se puso a escribir sobre el republicanismo histórico, ya que tenia acceso a
recursos para interpretar la historia, los cuales no habían estado disponibles
para Platón en su época ni tampoco para Maquiavelo. 69
Harrington en su obra, critica reciamente la antigua democracia ateniense, pero toma
muchos elementos del gobierno ateniense para su estado ideal de Oceana, citando en ella a
Aristóteles y a Maquiavelo, hace también la usual reverencia a Roma, asimismo, critica la
filosofía política de Tomás Hobbes, e intenta refutar sus ideas con su obra. Fue Harrington
quien contribuyó con un concepto esencial para cualquier adaptación americana de la teoría
del gobierno mixto, aporta el concepto de “aristocracia natural”. 70
67
Carl J. Richard. The founders and the Classics. Greece, Rome and the American Enlightenment. Harvard
University Press. 1996. Pág 130.
68
J. G. A. Pocock. The Machiavellian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican
Tradition. 1975. Pág 384.
69
J G. A. Pocock. Tomado de: James Harrington. The Commonwealth of Oceana and a System of Politics. Edited
by. J.G.A. Pocock. John Hopkins University. Baltimore. Cambridge University Press. 2003. Introduction. Pág.
xv-xvi.
70
Carl J. Richard. Op Cit. 1996. Pág 130.
100
Veamos en que consiste: para Harrington aun en una nueva nación como Oceana, sin
ninguna aristocracia originaria, ciertos hombres tendrían más talentos que otros (como es
natural). En cualquier sociedad libre esta diferencia natural en talento generaría una desigual
riqueza entre los hombres. Esta desigual riqueza a su vez produciría el conflicto de clases. 71
Por lo tanto, sólo el gobierno mixto, combinado con algunas cuántas leyes que limitaran la
tenencia excesiva de tierras, sería el único medio para prevenir la lucha violenta ente clases y
la tiranía que inevitablemente surgiría después de cruentas guerras civiles,
mostremos
algunas interesantes definiciones del propio Harrington:
a.
Harrington y su definición de gobierno.
Un gobierno (definiéndolo de iure o de acuerdo con la antigua prudencia), es el
arte por el cual una sociedad civil de hombres es instituida y preservada sobre
la fundación de derechos o intereses comunes, o (como dijeron Aristóteles y
Tito Livio) es el imperio de la ley y no la de los hombres.
Y un gobierno, (para definirlo de facto o de acuerdo a la moderna prudencia),
es el arte por lo cual algún hombre, o alguno de ellos, someten a una nación, y
la gobiernan de acuerdo a sus propios intereses privados; por tanto que siendo
las leyes en este caso hechas de acuerdo a los intereses de un solo hombre, o de
algunas cuantas familias, puede decirse entonces que este gobierno es el del
impero del hombre y no el de las leyes.
La primera forma, (la de iure), es aquella que concibe Maquiavelo (cuyos libros
han sido dejados en el olvido) y es el único político en recomendarla. 72
b.
Harrington, los tipos de gobierno y la Anaciclosis.
El gobierno, de acuerdo a los antiguos y su destacado discípulo Maquiavelo, el
único filósofo político de las eras posteriores, es de tres clases: el gobierno de
un solo hombre, el de los mejores, o el del pueblo, los cuales con nombres
doctos serian: monarquía, aristocracia y democracia. Estos tienden, a través de
su natural inclinación a degenerar, a ser todos malos, por cuanto ellos deben
gobernar por la razón, si ellos gobiernan de acuerdo a la pasión, ellos están
haciendo lo que no deberían hacer. Por lo que, al ser la razón y la pasión dos
cosas diferentes y opuestas, de manera que el gobierno de la razón es una cosa
y la corrupción del gobierno por la pasión es otra cosa, pero no siempre otro
tipo de gobierno: como un cuerpo que esta vivo es una cosa y un cuerpo que
esta muerto es otra cosa, pero no siempre otra criatura, aunque, la corrupción de
71
72
Ibidem.
James Harrington. The Commonwealth of Oceana and a System of Politics. Edited by. J.G.A. Pocock. John
Hopkins University. Baltimore. Cambridge University Press. 2003. Pág. 8-9.
101
uno sucede en el tiempo dentro de la generación de otro. La forma corrupta de
la monarquía es llamada tiranía, la de la aristocracia, oligarquía, y la de la
democracia, anarquía. Pero los legisladores, habiendo encontrado que esos tres
gobiernos eran una nulidad en si mismos, han inventado otro consistente de la
mezcla de todos ellos, la cual solo es bueno. Esa es la doctrina de los
antiguos…
Pero de acuerdo a Leviatán (Hobbes), es positivo que todos ellos han sido
abandonados, y que no hay otro gobierno en la naturaleza que uno solo de los
antes mencionados (la monarquía), como si la carne de ellos no se pudiera
corromper, los nombres de sus formas corruptas no son mas que fantasías de
los hombres; lo cuál seria entendido, cuando se nos muestre cual de ellos era
Senatus Populusque Romanus (la República Romana). 73
En estos párrafos de la Oceana de Harrington, se observa claramente el elogio y la
admiración del autor hacia el secretario florentino y la crítica que hace a la obra de Tomás
Hobbes: Leviatán, en su misma obra, Harrington profundiza aun más su definición de
gobierno de la siguiente manera:
Ahora gobierno no es otra cosa que el alma de una nación, por lo que la razón
en el debate de una República siendo creada por el resultado, debe ser la virtud,
y así como por mucho el alma de una ciudad o una nación es el poder soberano,
su virtud debe ser la ley. Pero el gobierno en donde su ley es virtud, y cuya
virtud es la ley, es el mismo en donde su imperio es la autoridad y su autoridad
es imperio.
De Nuevo, si la libertad de un hombre consiste en el imperio de su razón, por
tanto su ausencia lo arrastraría a la esclavitud de sus pasiones, luego la libertad
de una República consiste en el imperio de su leyes. 74
c.
Harrington y la aristocracia natural.
Harrington creía que entre los hombres existía y existe una aristocracia natural, fruto de
las desigualdades normales que existen entre los hombres en carácter personal, personalidad,
habilidades y talentos intelectuales y artísticos que hacían o hacen a cada uno de los seres
humanos aptos para un tipo específico de actividad, bien sea de naturaleza mental o física.
Asimismo, dentro de los hombre hay algunos de cualidades especiales, llámense líderes
naturales que los hacen aptos para la funciones de gobernar a los pueblos y para confeccionar
buenas leyes, citando el ejemplo de Moisés que dirigió con leyes rígidas y draconianas al
73
James Harrington. Op Cit. 2003. Pág. 10.
74
Ibíd. Pág. 19-20.
102
pueblo de Israel durante su exilio de 40 años en el desierto del Sinaí, Harrington lo expresa
textualmente en su obra:
Una República no es otra cosa que la sociedad civil de los hombres…es
auctoritas patrum, por lo que no puede haber otra cosa que una aristocracia
natural, difuminada por Dios a lo largo de todo el cuerpo de la humanidad para
este fin y propósito (dirigir, confortar y formular buenas leyes), y por lo tanto la
gente no tiene solamente una obligación natural, sino mas bien una positiva
obligación de hacerlos sus guías; como al pueblo de Israel se le comandó:
(durante los 40 años en el desierto del Sinaí) “Escojan de cada tribu de ustedes,
hombres sabios, inteligentes y experimentados, para que yo los ponga como
jefes de ustedes.” 75
d.
Harrington, el gobierno mixto y el equilibrio de poderes.
De acuerdo a Harrington, el gobierno de Oceana, una República o Estado ficticio, a la
manera de la Utopía de Tomás Moro (1478-1535) y la Nueva Atlántida de Francis Bacon
(1561-1626), debería ser un gobierno estable y equilibrado en el que se dé una organización
constitucional.
Ese gobierno debería estar conformado por un senado electivo (de los
mejores), no hereditario, integrado por la “aristocracia natural”, encargada de proponer las
leyes y dirigir los asuntos públicos, una enorme asamblea popular, formada por el pueblo o sus
representantes, con el objeto de decidir los proyectos del senado mediante el voto y un
ejecutivo, llamado “magistratura” que desempeñaría las funciones administrativas del
gobierno y como un centro de poder equilibrante. 76 Apreciémoslo en las propias palabras de
Harrington:
Pero la ley, habiendo sido hechas, como dice Leviatán: ‘Sólo son letras
(muertas) y papeles, sin las manos y las espadas de los hombres’, para lo cual
son estas dos partes de la República, a saber el senado y el pueblo, que son
legisladores, así que por necesidad de haber una tercera parte para ser el
ejecutivo de las leyes que se han formulado, y ese es el magistrado, el cual en
orden con el resto seria forjado el arte. En consecuencia la República
consistiría en el senado que propone, el pueblo resolviendo, y el magistrado
ejecutando, por el cual tomando parte en cada una de ellas, de la aristocracia
75
James Harrington. Op Cit. 2003. Pág. 23. Harrington cita al final de su párrafo una frase del Deuteronomio. I13
76
James Harrington. Op Cit. 2003 Pág. 23-24.
103
como el senado, la democracia, en la asamblea del pueblo, y de la monarquía
como el magistrado, y así está completa. 77
Harrington creía que tal sistema produciría buenas leyes y en consecuencia produciría
buenos hombres y por lo tanto generaría un gobierno estable y firme. Aunque las
proposiciones de Harrington tuvieron gran difusión en su época no hallaron eco en la
tradicionalista Inglaterra en donde nunca se formó una República. Por el contrario como
dijimos al principio del tema, en América del Norte su influencia fue efectiva, 78 algunas
constituciones estatales como la de Carolina del Norte y Pennsilvania en los Estados Unidos
de América, adoptaron sus ideas fundamentales.
4.2.6. David Hume y su pensamiento político, la monarquía constitucional.
David Hume (1711-1776), el filósofo político escocés, es comúnmente considerado
como un epistemólogo y un filósofo de la naturaleza humana, y en estos ámbitos de la
investigación su importancia en la evolución del pensamiento occidental es incuestionable. Su
pensamiento político, sin embargo, no ha recibido el mismo grado de atención. Aunque lejos
de considerar justificada esta relativa desatención, creo que ella se puede explicar
parcialmente porque, en comparación con su obra propiamente filosófica, sus escritos políticos
carecen de la espectacularidad escéptica de otros tratadistas, por ejemplo, el Tratado de la
naturaleza humana, aquel mismo que despertó a Kant de su sueño dogmático, tal como Kant
nos informa en sus Prolegómenos. 79
En cambio, el tono que Hume adopta en sus ensayos morales, políticos y literarios es
mas bien pausado y cauto, abogando constantemente por la moderación. Es necesario
dedicarle algún espacio de explicación, entonces, al tono que sus ensayos políticos adoptan, y
para este propósito, es de nuestro parecer que mucho del pensamiento político de Hume
guarda bastante similitud y convergencia con el de Maquiavelo, como veremos cuando
escribamos algunos de las reflexiones de sus obras, nada mejor que permitir que el mismo
Hume nos aclare su concepción política en la escritura de sus ensayos.
77
78
Ídem.Pág. 24-25.
Carl J. Richard. Op Cit. 1996. Pág 131.
104
Para Joaquín Varela Suanzes, (2001), la aportación de Hume a la ciencia política,
consistió en criticar la metafísica del estado de naturaleza, del pacto social y de los derechos
naturales, sustentada por el iusnaturalismo racionalista, tan en boga en su siglo, sin dejar por
ello de construir una auténtica teoría del Estado, individualista y utilitaria, cuya articulación
era imposible desde los esquemas conceptuales, organicistas y moralizantes, de la filosofía
política tradicional, esto es, aristotélico-tomista. 80
La teoría “humeana” del Estado era, en realidad, tan individualista y tan utilitaria como
la de Hobbes, el otro gran filósofo británico anteriormente mencionado. Sin embargo, no
hundía sus raíces, como la de éste, en un método inductivo y racionalista y, por tanto,
apriorístico, sino en otro deductivo y empírico, basado en la observación y en la experiencia,
en el que cobraba una gran relevancia las lecciones suministradas por la historia. Un método
de gran precisión, enormemente sugestivo e influyente. 81
Al elaborar su filosofía política de acuerdo con la experiencia y la observación, Hume
critica abiertamente las verdades evidentes por sí mismas y, en general, todo axioma
indemostrable empíricamente, comenzando por la idea misma de un Derecho Natural, esto es,
de unas leyes válidas en todo tiempo y lugar, establecedoras de una moralidad eterna e
inmutable, ya se concibiesen como emanación de la divinidad o, como Hugo Grocio había
afirmado en su obra De Iure Belli ad Pacis: etiamsi daremus Deum non esse. 82
Para Hume la razón de ser del gobierno, su origen de derecho, es administrar la
justicia, precisamente porque los hombres no van a cumplirla espontáneamente. El gobierno
(la institución política) es un artificio para compensar el impulso de las pasiones violentas.
Llevado por ellas, los hombres prefieren muchas veces un bien inmediato a uno remoto. En la
79
Tomás A. Chuaqui. Selección de Escritos Políticos de David Hume. Pontificia Universidad Católica de Chile.
Estudios Públicos Nº. 71. (invierno 1998). Pág. 360.
80
Varela Suanzes. Joaquín. La Soberanía en la Doctrina Británica. (de Bracton a Dicey). Universidad de
Oviedo. España. 2001. Pág. 25.
81
Sobre el influjo de Hume en el pensamiento británico de su siglo, vid. la clásica obra de Leslie Stephen,
History of English Thought in the Eighteenh Century, Londres, 1881, vol. 1, pp. 309 y ss. y vol. 2. pp. 179 y ss.
Tomado de Varela Suanzes. Joaquín. La Soberanía en la Doctrina Británica. (de Bracton a Dicey). Universidad
de Oviedo. España. 2001. Pág. 25.
82
Varela Suanzes. Joaquín. Op Cit.. 2001. Pág. 26
105
esfera social el bien inmediato es mi ventaja personal inmediata y el bien remoto es la ventaja
que obtengo del buen funcionamiento de la sociedad. Este impulso empujaría a quebrantar las
reglas de la justicia y, consiguientemente, a la destrucción de la sociedad. La inteligencia
indica que es preferible orientarse por objetivos remotos y generales, pero los humanos, para
seguir esta indicación, tienen que hacer frente a las pasiones.
Como es muy difícil corregir la naturaleza humana y eliminar el impulso pasional, [en
esto coincide plenamente con Maquiavelo], es más práctico buscar la solución corrigiendo la
situación social en que vivimos, de modo que la observancia de las reglas de justicia sea
nuestro interés más cercano y, en consecuencia, nuestras propias pasiones nos inclinen a
seguir dichas reglas.
Pero como esto es impracticable con respecto a toda la humanidad, sólo podrá tener
lugar por lo que respecta a unos pocos, a quienes interesamos inmediatamente de este modo en
la ejecución de la justicia. Estas son las personas a quienes llamamos magistrados civiles. Es
decir, los hombres convienen en crear puestos públicos para unas personas que se encarguen
de velar por la conservación de la sociedad. Estas personas han de estar suficientemente
gratificadas para que su interés inmediato sea mantener la justicia. El gobierno, la institución
política, surge así como corrección a la inclinación del hombre de actuar de manera
impensada.
En sus Ensayos morales y políticos Hume analiza diversos problemas de teoría
política, entre ellos el fundamental de las formas de gobierno. El gobierno libre es el que tiene
el poder repartido entre diversos órganos, al igual que lo expresó su predecesor John Locke e
igualmente con anterioridad a ambos, Maquiavelo. Hume se apunta a la corriente inaugurada
por Locke de afirmar la división de los poderes como exigencia de la libertad. Puede tener dos
formas: republicana y monárquica. El ejemplo único de esta última es Inglaterra. Hume piensa
que de hecho la monarquía inglesa funciona casi como una República. La versión monárquica
de esta forma de gobierno presenta mayores problemas puesto que consiste en un equilibrio
mucho más complejo. Hay que evitar, por un lado, la tendencia a que el Rey sea anulado por
los otros poderes (con lo cual derivaría hacia una República) y, por otro lado, hay que evitar la
tendencia a que el poder del Rey crezca (con lo cual terminaría en una monarquía absoluta).
En pura teoría Hume como Maquiavelo, prefiere el gobierno republicano, pero en sus
106
circunstancias concretas nuestro autor está muy satisfecho con la Constitución británica.
Examinémoslo en las propias palabras de Hume:
Nada puede sorprender tanto a un extranjero como la gran libertad que en este
país disfrutamos para comunicar al público cuanto nos plazca y censurar
abiertamente las medidas tomadas por el rey o sus ministros. Si la
administración resuelve ir a la guerra, se afirma que, a sabiendas o no, confunde
los intereses de la nación, y que la paz es, en el estado de cosas actual,
infinitamente preferible. Si, por el contrario, los ministros se inclinan a la paz,
nuestros escritores políticos respiran guerra y devastación, y presentan la
conducta del gobierno como vil y pusilánime. Dado que esta libertad no es
concedida por ningún otro gobierno, ni republicano ni monárquico, y carecen
de ella tanto Holanda y Venecia como Francia o España, parece natural
preguntarse a qué se debe el que sólo Gran Bretaña disfrute de tan especial
privilegio. La razón de que las leyes nos den tal libertad parece ser nuestra
forma mixta de gobierno, no del todo monárquica ni enteramente republicana.
En mi opinión, es observación cierta en política que las dos formas extremas de
gobierno, la libertad y la esclavitud, suelen parecerse, y que si, apartándonos de
ellas, ponemos cierta dosis de monarquía en libertad, el gobierno se hace más
libre, mientras que si mezclamos alguna libertad con la monarquía el yugo
resulta más gravoso e intolerable. 83
Hume -que en lo que concierne a las relaciones entre la Corona y las dos Cámaras del
Parlamento admitió los esquemas de la monarquía mixta y equilibrada, a su juicio la mejor
forma de gobierno posible al igual que Polibio y Maquiavelo, sostiene que el peso de la
corona residía "en el poder ejecutivo", pero se quejaba que dicho poder se hallaba entonces
"completamente subordinado al legislativo", pues su ejercicio requería "un gasto inmenso" y
los Comunes habían hecho suyo "el derecho exclusivo de conceder créditos". El pensador
escocés añade que “la parte de poder que concede nuestra Constitución a la Cámara de los
Comunes es tan grande que le permite imperar de modo absoluto sobre los demás órganos del
gobierno”.
A este respecto, considera que el poder legislativo del Rey era "un contrapeso
insuficiente", aunque el Monarca tiene el derecho de veto en la elaboración de las leyes, en la
práctica se le concede tan poca importancia que cuando ambas Cámaras las aprueban se tiene
83
César Armando Gómez. David Hume, Ensayos políticos, Editorial Tecnos, 1987. Tomado de: Tomás A.
Chuaqui. Selección de Escritos Políticos de David Hume. Pontificia Universidad Católica de Chile. Estudios
Públicos Nº. 71. (invierno 1998). Pág. 373-74
107
la seguridad de que las leyes se promulgarán, pues la aprobación real es poco más que un
“formulismo”. Por otro lado, si bien era cierto que "la Cámara de los Lores" constituía " un
poderoso apoyo para la Corona, dado que sus miembros son, a su vez, sostenidos por ella",
tanto la "experiencia" como la "razón" mostraban que los Lores no tenían "fuerza ni autoridad
suficientes para mantenerse sin tal apoyo".
Tal estado de cosas no significaba, sin embargo, que la Constitución inglesa de la
época no fuese grosso modo una "Constitución equilibrada", por cuanto si bien era verdad que
la corona dependía de los Comunes, no lo era menos que los Comunes dependían de la
"influencia" que la Corona ejercía sobre ellos, ya fuese directamente o a través de los
Ministros. "La Corona tiene tantos cargos a su disposición -escribió Hume- que mientras
cuente con el apoyo de la parte honesta y desinteresada de la Cámara, dominará siempre sus
resoluciones, al menos en la medida suficiente para librar de peligros a la constitución
tradicional". Por ello, Hume sostiene que la "influencia" regia, un “gobierno fuerte”, resultaba
imprescindible para mantener el carácter mixto y equilibrado de esta Constitución
coincidiendo en este aspecto con Maquiavelo y lo que anhelaría Bolívar posteriormente para
las nacientes Repúblicas de iberoamérica. Como podemos constatar en las propias palabras de
Hume:
Hay una observación de Maquiavelo, referida a las conquistas de Alejandro
Magno, que creo puede ser considerada como una de esas verdades políticas
que ni el tiempo ni los accidentes logran cambiar. Parecerá extraño, dice aquel
político, que conquistas tan rápidas como las de Alejandro pudieran ser
poseídas de modo tan pacífico por sus sucesores, y que, durante los disturbios y
guerras civiles que tuvieron lugar entre los griegos, los persas no se esforzasen
nunca por recobrar su antiguo gobierno independiente [ver Maquiavelo, El
Príncipe, Capítulo IV (N. del A.)]. 84 Para explicarnos la causa de hecho tan
notable, debemos considerar que un monarca puede gobernar a sus súbditos de
dos maneras: puede seguir las máximas de los príncipes orientales y extender su
autoridad hasta no dejar diferencia alguna de rango entre sus súbditos que no
proceda inmediatamente de él, acabando con los privilegios de cuna, los
honores y posesiones hereditarios y, en una palabra, con cualquier ascendiente
sobre el pueblo que no sea conferido por él, [monarquía absoluta] o bien puede
ejercer su poder de modo más suave, como hacen tantos príncipes europeos, y
permitir que haya otras fuentes de honor que su favor y benevolencia, tales
84
Maquiavelo, El Príncipe, Capítulo IV. Pág. 29-32
108
como el nacimiento, los títulos, las posesiones, el valor, la integridad, el saber o
las grandes acciones. [monarquía moderada o liberal] …Tal es el razonamiento
de Maquiavelo, que encuentro sólido y concluyente; …De modo que, en todos
los aspectos, un gobierno suave es preferible y da mayor seguridad tanto al
soberano como al súbdito. 85
Y además agrega:
Los escritores políticos han establecido como máxima que, al elaborar un
sistema de gobierno y fijar los diversos contrapesos y cautelas de la
constitución, debe suponerse que todo hombre es un bellaco, y no tiene otro fin
en sus actos que el interés personal. [Ver Maquiavelo, Discursos, Libro I,
Capítulo III (N. del A.)]. 86 Mediante este interés hemos de gobernarlo, y con él
como instrumento obligatorio, a pesar de su insaciable avaricia y ambición, a
contribuir al bien público. Sin esto, dicen, en vano nos enorgulleceremos de las
ventajas de una constitución, pues al final resultará que no tenemos otra
seguridad para nuestras libertades y haciendas que la buena voluntad de
nuestros gobernantes; es decir, ninguna. Es, por tanto, una acertada máxima
política la de que todo hombre ha de ser tenido por un bribón, [Ver
Maquiavelo, El Príncipe, Capítulos XVII, XVIII (N. del A.)]. 87 88
a.
David Hume, la anaciclosis y la muerte del cuerpo político.
Hume al igual que Polibio y Maquiavelo en su tiempo, así como lo hará posteriormente
a Hume, Juan Jacobo Rousseau en su Contrato Social, (1762), coinciden en decir que todos
los sistemas políticos, al ser obra de humanos, deben de tener un fin inexorablemente y por
ende una muerte política, y por tanto pasaran irremisiblemente por el circulo interminable de
las diferentes formas de gobierno, es decir, la anaciclosis polibiana. En este respecto
observemos las palabras textuales de Hume:
Es bien sabido que todo sistema de gobierno ha de tener un fin, y que la muerte
es tan inevitable para un cuerpo político como para un organismo animal. [Ver
85
Hume, Political Essays, Knud Haakonssen, ed. (Cambridge University Press, 1994); y David Hume, Essays:
Moral, Political, and Literary, Eugene F. Miller, ed. (Liberty Fund, Inc., 1985). Tomado de: Tomás A. Chuaqui.
Selección de Escritos Políticos de David Hume. Pontificia Universidad Católica de Chile. Estudios Públicos Nº.
71. (invierno 1998). Pág. 379-80.
86
Maquiavelo. Discursos. 1987 Libro I. Capítulo III. Pág. 37-38
87
Maquiavelo, El Príncipe, Capítulos XVII y XVIII.
88
César Armando Gómez. David Hume, Ensayos políticos, Editorial Tecnos, 1987. Tomado de: Tomás A.
Chuaqui. Selección de Escritos Políticos de David Hume. Pontificia Universidad Católica de Chile. Estudios
Públicos Nº. 71. (invierno 1998). Pág. 388.
109
Maquiavelo, Discursos, Libro III. Capítulo I (N. del E.)]. 89 Pero, puesto que
hay muertes preferibles a otras, cabe preguntarse si es más deseable para la
constitución británica acabar en gobierno popular o en monarquía absoluta.
Aquí he de declarar francamente que, aunque la libertad sea preferible a la
esclavitud en la inmensa mayoría de los casos, antes preferiría ver en esta isla
una monarquía absoluta que una República. Porque, veamos qué clase de
República podemos esperar. No se trata de una hermosa República imaginaria,
cuyo plan concibe un hombre en su gabinete. Qué duda cabe de que un
gobierno popular puede ser pensado como más perfecto que una monarquía
absoluta, e incluso que nuestra actual constitución. Pero, ¿qué razón tenemos
para esperar que un gobierno semejante vaya a establecerse en Gran Bretaña
tras la caída de nuestra monarquía? Si un individuo logra poder bastante para
hacer añicos nuestra constitución e implantar otra, será de hecho un monarca
absoluto; y hemos tenido ya un ejemplo, suficiente para convencernos de que
esa persona nunca renunciará a su poder ni establecerá un gobierno libre. [La
referencia es a Oliver Cromwell (1599-1658), quien lideró las fuerzas
parlamentarias en la destitución del monarca Carlos I, convirtiéndose en Lord
Protector de Inglaterra, Escocia, e Irlanda entre 1653 y 1658. Cuando el
parlamento de 1654-1655 quiso limitar los poderes del Protector, Cromwell
disolvió el parlamento e instauró un régimen militar. (N. del A.)] Las cosas
deben, pues, ser confiadas a su marcha y funcionamiento naturales, y en
consecuencia será la Cámara de los Comunes, de acuerdo con su actual
constitución, el único poder legislativo de ese gobierno popular. Los
inconvenientes de semejante situación se nos ofrecen a millares. Si la Cámara
de los Comunes llega a disolverse por propia decisión, lo que no es de esperar,
cada elección sería una verdadera guerra civil. Si, por el contrario, se perpetúa,
sufriremos la tiranía de una facción subdividida en otras muchas. Y como un
gobierno tan violento no puede durar mucho, al cabo de un sinfín de
convulsiones y guerras civiles acabaremos por hallar reposo en la monarquía
absoluta, que hubiera sido más feliz para nosotros establecer pacíficamente
desde un principio. La monarquía absoluta es, por tanto, la muerte más dulce, la
verdadera eutanasia de la constitución británica. De modo que si tenemos
razones para desconfiar más de la monarquía porque el peligro es más
inminente de su lado, las tenemos también para recelar del gobierno popular
porque es amenaza más grave. De todo ello debemos sacar la enseñanza de una
mayor moderación en nuestras controversias políticas. 90
b.
89
90
David Hume y los fundadores de un Estado.
Maquiavelo. Discursos. 1987. Libro III. Capítulo I. Pág. 289.
César Armando Gómez. David Hume, Ensayos políticos, Editorial Tecnos, 1987. Tomado de: Tomás A.
Chuaqui. Selección de Escritos Políticos de David Hume. Pontificia Universidad Católica de Chile. Estudios
Públicos Nº. 71. (invierno 1998). Pág. 395.
110
Igualmente Hume coincide plenamente con Maquiavelo cuando expresa que los
fundadores de naciones y legisladores, son personajes dignos de elogios y de los más altos
honores entre los seres humanos, mientras que los que destruyen Repúblicas y reinos son seres
detestables y objeto de repudio. Que para que los pueblos alcancen su felicidad deben estar
adornados de las virtudes públicas y de la buena educación. Observemos la sentencia del
propio Hume al respecto.
De cuantos hombres se distinguen por hazañas memorables, el lugar de honor
corresponde a los legisladores y a los fundadores de estados, que transmiten un
sistema de leyes e instituciones dirigidas a asegurar la paz, la felicidad y la
libertad de las generaciones futuras. [Ver Maquiavelo, Discursos. Libro I.
Capítulos 9, 10 y 11. (N. del E.)]. 91 …Ello sin contar con que la prevalencia de
la virtud y las buenas costumbres en un estado, tan necesaria para la felicidad,
nunca puede ser obra de los preceptos filosóficos, aun los más excelentes, ni
siquiera de las admoniciones de la religión, sino exclusivamente de la
educación virtuosa de la juventud, hija de unas leyes e instituciones sabias. Si
los legisladores y fundadores de estados deben ser honrados y respetados, no
menos merecen ser detestados los fundadores de castas y facciones; porque la
influencia de estas divisiones se opone directamente a la de las leyes. Las
facciones subvierten el gobierno, hacen las leyes impotentes y engendran las
más fieras animosidades entre hombres de una misma nación, que se deben
ayuda y protección mutua. Y lo que debería hacer más odiosos a los fundadores
de partidos es la dificultad para extirpar tan mala hierba una vez que arraiga en
un estado. Se propaga de un modo natural durante generaciones, y rara vez
concluye sino con total desintegración del gobierno en que fue sembrada. Es,
además, planta que crece con mayor profusión en los suelos más ricos, y
aunque tampoco los gobiernos absolutos estén libres de ella, ha de confesarse
que crece con mayor facilidad y se propaga más de prisa en los gobiernos
libres, donde nunca deja de infestar incluso a los legisladores, únicos capaces
de erradicarla mediante la firme aplicación de recompensas y castigos. 92
4.2.7. Montesquieu y la consolidación de la teoría del equilibrio y la separación de los
poderes.
La mayor obra de Charles A. Secondat, Marques de Montesquieu (1689-1755), Del
Espíritu de las Leyes, apareció en el año 1748. Para Judith N. Shklar, Montesquieu hizo por la
segunda mitad del siglo dieciocho, lo que Maquiavelo había hecho por su siglo, él puso los
91
Maquiavelo, Discursos. 1987. Libro I. Capítulo 9, 10 y 11. .
111
términos en los cuales el republicanismo tenía que ser discutido. No hace falta mencionar que
era un republicanismo significantemente diferente que el de Maquiavelo, no mucho porque
Montesquieu dudase acerca de la erudición de Maquiavelo, sino porque sus
fines eran
diferentes. 93
El desprecio de Maquiavelo iba dirigido a los mezquinos y arrogantes gobernantes de
las ciudades estado italianas de su época, los signores y gonfalonieres, mientras que por su
parte Montesquieu rechazaba la monarquía absoluta que fue creada por el Rey francés Luís
XIV. Su gran temor no fue la prepotencia política, sino mas bien el despotismo, un régimen en
el cual España iba cayendo rápidamente y en el cual Francia también podía caer presa. Esto
por supuesto, marcó una muy importante orientación en el carácter de su republicanismo. En
realidad la mayoría de las ideologías republicanas después de la “Reforma” encontraron su
inspiración y estructura en revueltas contra la monarquía, más que en una irrompible
adherencia a la tradición republicana florentina. 94
A diferencia de Maquiavelo, Montesquieu, en ningún momento, soñó en una nueva
República romana para sustituir la monarquía absoluta, y eso es por supuesto una gran
diferencia. Aun cuando él eventualmente escribió dos versiones diferentes de las
características de las Repúblicas antiguas, nunca titubeo en sus conclusiones que estas eran
totalmente remotas del mundo político de la Europa moderna de sus tiempos. Las diferencias
entre estas y aquellas eran numerosas, pero pueden ser resumidas en una sola diferencia
fundamental: el tamaño. 95
El análisis del gobierno republicano en Del Espíritu de las Leyes, es menos duro y más
tradicional en Montesquieu que en Maquiavelo. También el ciclo de Polibio es resucitado, no
obstante, y de hecho, no es la única teoría de Montesquieu sobre la decadencia política y
corrupción de las formas de gobierno. El propósito de su trabajo, era en todo caso mucho más
92
César Armando Gómez. David Hume, Ensayos políticos, Editorial Tecnos, 1987. Tomado de: Tomás A.
Chuaqui. Selección de Escritos Políticos de David Hume. Pontificia Universidad Católica de Chile. Estudios
Públicos Nº. 71. (invierno 1998). Pág. 395-97.
93
Judith N. Shklar. Montesquieu and the New Republicanism. From: Quentin Skinner. Gisela Bock. Maurizio
Viroli. Et al. Machiavelli and Republicanism. Cambridge. Cambridge University Press. 1990. Pág. 265.
94
Judith N. Shklar. Op Cit. Pág. 265.
112
científico que polémico. La gran interrogante, era,
determinar que hacia que diferentes
regímenes políticos sobrevivieran y otros perecieran, y construir una teoría comprensiva de
derecho comparado. 96
En 1778 ningún escritor Europeo era más cotizado que Montesquieu, era su hora de
reivindicación, para muchos lectores franceses que no habían apreciado sus doctrinas. 97
a.
Montesquieu y los diferentes tipos de gobierno.
Vamos ahora a analizar el tema principal que compete nuestro estudio, el de las
formas de gobierno. Según Bobbio, para Montesquieu, las formas generales de gobierno que
sirven para dar un orden sistemático a las diversas formas históricas de sociedad son las que
corresponden a los diferentes tipos de regímenes políticos. Lo que cambia en Montesquieu,
agrega Bobbio, es el contenido de la tipología que ya no corresponde a la clásica (la
tripartición con base al “quien” y al “como”) ni a la maquiaveliana (la bipartición en
principados y Repúblicas). 98 El segundo libro Del Espíritu de las Leyes, comienza con un
capítulo titulado: “De la naturaleza de los tres Gobiernos distintos” que
citamos a
continuación:
Hay tres clases de gobierno: el republicano, el monárquico y el despótico. Para
describir su naturaleza nos basta con la idea que tienen estos tres gobiernos para
los hombres menos instruidos. Doy por supuestas tres definiciones o, mejor,
hechos: uno, que el gobierno republicano es aquel en que el pueblo entero, o
parte del pueblo, tiene el poder soberano; el monárquico es aquel en que
gobierna uno solo, con arreglo a leyes fijas y establecidas, por el contrario, en el
gobierno despótico una sola persona sin ley y sin norma, lleva todo según su
voluntad y su capricho. 99
De acuerdo a Bobbio, la diferencia de esta tipología con respecto a las anteriores salta a
la vista. Las dos primeras formas corresponden a las dos formas maquiavelianas:
efectivamente la República abarca aquí tanto a la aristocrática como a la democrática, según si
95
Ídem. Pág. 266.
96
Ídem. Pág. 268.
97
Donald S. Lutz The relative influence of European writers on late eighteenth-century American political
thought. American Political Science Review. 78. 1984. Pág. 189-98.
98
Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 126.
99
Montesquieu. Del Espíritu de las Leyes. Editorial Tecnos. S. A. 1972. Barcelona. España. Pág. 36.
113
sólo una parte del pueblo o “todo el pueblo” ejerce el poder. Montesquieu lo agrega en su obra
inmediatamente después:
Si el pueblo entero es, en la República, dueño del poder soberano, estamos ante
una democracia; si el poder soberano está en manos de una parte del pueblo, se
trata de una aristocracia.
El pueblo es, en la democracia, monarca o súbdito, según los puntos de vista. A
través del sufragio, que es la expresión de su voluntad, será monarca puesto que
la voluntad del soberano es el mismo soberano. Las leyes que establecen el
derecho al voto son, fundamentales en este gobierno. 100
Lo que quiere decir según Bobbio, que también para Montesquieu la diferencia
fundamental con respecto al sujeto del poder soberano está entre el gobierno de uno y el de
más de uno (no importa que éstos, pocos o muchos), pero la tipología de Montesquieu es
diferente a la de Maquiavelo porque es, como la tipología de los antiguos tripartita, con la
diferencia de que la tripartición se obtiene con la inclusión de una forma de gobierno que en
las tipologías antiguas, era considerada una forma específica de monarquía, (como hemos
visto también en Bodino), es decir, el despotismo. Más aún: si se pone atención en la
definición de despotismo del fragmento citado, nos damos cuenta que Montesquieu define el
despotismo en los mismos términos en los que la tradición hasta ahora ha definido a la tiranía,
en particular la tiranía ex parte exercitii, es decir, como el gobierno de uno solo, “sin leyes ni
frenos”.
En suma, la tercera forma de gobierno de Montesquieu es, si se toma en cuenta la
teoría clásica, una de las formas malas o corruptas. En consecuencia, la tipología de
Montesquieu, es de acuerdo a Bobbio, “marcadamente anómala” frente a las tipologías
anteriores, las clásicas antiguas y las modernas previas a él, “la anomalía consiste en lo
siguiente: en que combina dos criterios diferentes, el de los sujetos del poder soberano que
permite distinguir la monarquía de la República, y el modo de gobernar, que consiste en
diferenciar la monarquía del despotismo”. 101
100
Montesquieu. Op Cit.. 1972. Pág. 36.
101
Norberto Bobbio. Op. Cit. Pág. 127.
114
La tipología de Montesquieu se vuelve más clara si se interpreta como una repetición
de la tradicional, por lo menos de Maquiavelo en adelante, que con base a las
transformaciones sufridas por la sociedad europea clasifica a todos los Estados como
principados o Repúblicas, con algo más: la incorporación de la categoría que sirve para incluir
en el esquema general de las formas de gobierno al mundo oriental. Según Bobbio, debe
agregarse que Montesquieu pudo haber confirmado su topología con el ejemplo de la historia
pasada, especialmente con la historia de Roma, que, como había hecho objeto de sus
reflexiones, particularmente en una obra escrita antes que Del Espíritu de las Leyes, titulada
Consideraciones sobre las causas de la Grandeza y Decadencia de los Romanos. (1733), de
acuerdo a ella, la historia romana podía dividirse en periodos de la siguiente manera: la
monarquía de la primera época de los “reyes de Roma”, la República, primero aristocrática y
luego democrática, del periodo republicano, y finalmente el despotismo del periodo del
Imperio. 102
b.
¿Qué se entiende por virtud para Montesquieu?
Montesquieu entiende por virtud, no la virtud moral, que es una disposición meramente
individual, sino una determinación que vincula íntimamente el individuo al todo del que forma
parte: en diversas ocasiones la llama “amor a la patria”, como en el siguiente fragmento:
Para la comprensión de los cuatro primeros libros de esta obra hay que tener
presente:
1º “Que lo que llamo virtud en la República es el amor a la patria, es decir amor
a la igualdad. No retrata de una virtud moral ni tampoco de una virtud cristiana,
sino de la virtud política: En este sentido se define como el resorte que pone en
movimiento el Gobierno Republicano, del mimo modo que el honor es el
resorte que mueve la monarquía. Así pues, he llamado virtud política al amor a
la patria y la igualdad. 103
Y asimismo en el libro V, capítulo II, que se titula: Qué se entiende por virtud en el
Estado Político, expresa lo siguiente:
La virtud en un República es sencillamente el amor a la República. No es un
conjunto de conocimientos, sino un sentimiento que puede experimentar el
102
Norberto Bobbio. Op. Cit Pág.129.
103
Montesquieu. Op. Cit. 1972. Pág. 29.
115
último hombre del Estado como el primero. Cuando el pueblo se rige por
buenas máximas, se atiene a ellas durante más tiempo que las gentes
distinguidas: Es raro que la corrupción empiece por el pueblo, pues a menudo la
escasez de sus luces le liga más estrechamente a lo establecido.
El amor a la patria conduce a la pureza de costumbres, y a la inversa, la pureza
de costumbres lleva al amor a la patria. 104
Montesquieu agrega también en su libro V, capítulo III, lo que se entiende por amor a
la patria, bajo el titulo siguiente; ¿Qué se entiende por amor a la República en la
democracia?:
El amor a la República en la democracia es amor a la democracia, y éste es
amor a la igualdad.
Es además amor a la frugalidad. Cada cual debe gozar de la misma felicidad y
de las mimas ventajas, disfrutar de los mismos placeres y tener las mismas
esperanzas, lo cual sólo puede conseguirse mediante la frugalidad general. 105
Esta manera de entender la virtud provocó en sus tiempos muchas críticas,
comenzando por Voltaire, quien consideraba que la virtud era más idónea para los gobiernos
monárquicos y el honor era más compatible con los gobiernos republicanos: se preguntaba en
general si la virtud no fuese necesaria para todas las formas de gobierno. 106
En el capítulo VII del libro V, Montesquieu
emite su opinión de cómo debería
constituirse el Senado de una República, en este caso vitalicio como lo fue en Roma, el
capítulo se titula: Otros medios para favorecer el principio de la democracia:
Se puede establecer un cuerpo fijo que constituya por si mismo la norma de las
costumbres; un Senado al que den acceso la edad, la virtud, la gravedad y los
servicios, cuyos miembros, expuestos a la vista del pueblo como simulacro de
los dioses, inspiren sentimientos que se propagaran al seno de todas las
familias…
Es preciso, sobre todo, que dicho Senado se guíe por las instituciones antiguas y
actué de manera que el pueblo y los magistrados no se aparten nunca de ellas.
En lo que se refiere a las costumbres, es una ventaja conservar las antiguas. Los
pueblos corrompidos hacen rara vez grandes cosas….
Se ha discutido si los miembros del Senado de que hablamos deben ser
vitalicios o temporales. Sin duda deben ser vitalicios, como se practicaba en
104
Idem. Pág. 60.
105
Íbidem.
106
Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 131.
116
Roma, en Lacedemonia e incluso en Atenas, [pues no hay que confundir lo que
se llamaba Senado en Atenas, cuerpo que cambiaba cada tres meses con el
Areópago] cuyos miembros se nombraban con carácter vitalicios como modelos
perpetuos…
La máxima general es: en un Senado, que ha de ser la norma y, por decirlo así,
el depósito de las costumbres, los senadores deben de ser elegidos con carácter
vitalicio; en un Senado constituido para preparar o negocios del Estado, los
senadores pueden cambiar.
Dice Aristóteles que el espíritu envejece como el cuerpo. Esa reflexión es
valida aplicada a un funcionario único, pero no puede aplicarse a una asamblea
de senadores. 107
c.
Montesquieu y la teoría de la separación de poderes.
Según Bobbio, en Montesquieu, al lado de la división horizontal del poder, hay
también una división que denominó vertical; esta segunda forma de división constituye la
famosa teoría de la separación de poderes (equilibrio de poderes), que sin lugar a dudas, de
todas las teorías del autor de Del Espíritu de las Leyes, es la que ha tenido mayor éxito hasta
nuestros días, a tal grado que las primeras constituciones escritas, la norteamericana de 1787 y
la francesa de 1791, se consideran una aplicación de ella, asimismo la gran mayoría de las
constituciones de las Repúblicas suramericanas adoptaron la doctrina de la separación de
poderes de Montesquieu.
Entre el gobierno mixto y el gobierno que Montesquieu denomina “moderado”, existe
una unidad de inspiración: ambos derivan de la convicción de que con el objeto de que no
haya abuso de poder, éste debe ser distribuido de manera que el poder supremo sea el efecto
de una sabia disposición de equilibrio entre tres diferentes poderes parciales, y no esté
concentrado en las manos de uno solo. Recordemos la expresión que utiliza el primer teórico
del gobierno mixto, Polibio, cuando dice que en un gobierno mixto: “Ninguna de las partes
excede su competencia ni sobrepasa su medida”. 108 O como cuando hace su elogio a la
constitución de Licurgo para la República de Esparta: “En su República estaban contrapesadas
107
Montesquieu. Op Cit. 1972. Pág. 66.
108
Polibio. Historia Universal durante la República Romana. Op Cit. Pág. 166.
117
entre sí las autoridades, para que la una no hiciese declinar demasiado a la otra, sino que todas
se hallaran en equilibrio y balanza”. 109
Encontraremos expresiones semejantes en Montesquieu. Sin embargo entre el gobierno
mixto y el moderado hay una diferencia en cuanto a la manera como se concibe esta
distribución de poderes: El gobierno mixto deriva de una recomposición de las tres formas
clásicas de gobierno, y en consecuencia de una distribución del poder entre las tres partes que
componen una sociedad, entre los posibles “sujetos del poder”, particularmente entre las dos
partes antagónicas, los ricos y los pobres (los patricios y los plebeyos); en cambio el gobierno
moderado de Montesquieu deriva de la disociación del poder soberano y de su división con
base en las tres funciones fundamentales del estado, la legislativa, la ejecutiva y la judicial. De
acuerdo a Bobbio, no se excluye que las dos divisiones (mixto-moderado) pueda coincidir,
cuando a cada una de las tres partes (real, nobleza y pueblo) se le confié una de la tres
funciones (legislativo, ejecutivo, y judicial), pero esta coincidencia de ninguna manera es
necesaria. 110
Lo que le llama la atención a Montesquieu, de manera fundamental, es la separación de
poderes según las funciones, no la división basada en las partes constitutivas de la sociedad.
Cuando hace el elogio de la República romana, que es una práctica común en los teóricos del
gobierno mixto, no lo hace porque considere un gobierno mixto, sino porque la interpreta
como un gobierno moderado, es decir, un gobierno basado en la división y control recíproco
de poderes: 111
Sabiamente las leyes de Roma dividieron el poder público entre un gran
número de magistraturas que se sostenían, frenaban y moderaban una con otra;
y en cuanto ellas tenían un poder limitado cada ciudadano se podía prevenir. De
esta manera el pueblo veía pasar muchos personajes, sin poderse habituar a
alguno. 112
109
Polibio. Op Cit. Pág. 157.
110
Norberto Bobbio. Op Cit. Pág. 135.
111
Íbidem.
112
Montesquieu. Consideraciones sobre las causas se la grandeza y decadencia de los romanos. Capítulo XI.
Tomado de Norberto Bobbio. Op. Cit. Pág. 136.
118
Montesquieu, expone la teoría de la separación de poderes en el libro XI del Espíritu
de las Leyes, que se titula: De las leyes que dan origen a la libertad política en su relación
con la constitución. En este capítulo trata de las leyes que forman la libertad política,
Montesquieu define la libertad como “La libertad es el derecho de hacer todo lo que las leyes
permiten”, además enuncia que la libertad política se encuentra en los gobiernos moderados,
veamos como lo expresa:
Capítulo III: ¿Qué es la libertad?- Es cierto que en las democracias parece que
el pueblo hace lo que quiere; pero la libertad política no consiste en hacer lo
que uno quiera. En un Estado, es decir, en una sociedad en la que hay leyes, la
libertad sólo puede consistir en poder hacer lo que se debe querer y no estar
obligado a hacer lo que no se debe querer…
Hay que tomar conciencia de lo que es la independencia y de lo que es la
libertad. La libertad es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten, de
modo que si un ciudadano pudiera hacer lo que las leyes prohíben, ya no habría
libertad, pues los demás tendrían igualmente esa facultad. 113
Y en el capítulo siguiente agrega ¿en donde se
encuentra la libertad?, según
Montesquieu, sólo en los Estados moderados, veamos:
Capítulo IV: continuación del mismo tema: La democracia y la aristocracia no
son estados libres por su naturaleza. La libertad política no se encuentra más
que en los Estados moderados; ahora bien, no siempre aparece en ellos, sino
sólo cuando no se abusa del poder. Pero es una experiencia eterna, que todo
hombre que tiene poder siente la inclinación de abusar de él, yendo hasta donde
encuentra límites. ¡Quién lo diría! La misma virtud necesita límites…
Para que no se pueda abusar del poder es preciso que, por la disposición de las
cosas, el poder frene al poder. Una constitución puede ser tal que nadie esté
obligado a hacer las cosas no preceptuadas por la ley, y a no hacer las
permitidas. 114
Ahora bien, ¿Cuál es el recurso constitucional que permite la realización del principio,
que prescribe que “es necesario que el poder frene al poder”? La respuesta de Montesquieu,
quien tiene en la mente la constitución inglesa (la constitución que tenía entre sus inspiradores
a Locke), es terminante: el control recíproco de los poderes es la distribución de las tres
funciones del Estado en órganos diferentes:
113
Montesquieu. Op Cit. 1972. Pág. 142.
114
Ídem. Pág. 142-43.
119
Capítulo VI: De la constitución de Inglaterra.- “Hay en cada estado tres clases
de poderes: el poder legislativo, el poder ejecutivo de los asuntos que dependen
del derecho de gentes y el poder ejecutivo de los que dependen del derecho
civil…
Por el poder legislativo, el príncipe, o el magistrado, promulga leyes para cierto
tiempo o para siempre, y enmienda o deroga las existentes. Por el segundo
poder, dispone de la guerra y de la paz, envía o recibe embajadores, establece la
seguridad, previene las invasiones. Por el tercero, castiga los delitos o juzga las
diferencias entre particulares. Llamaremos a éste poder judicial, y al otro,
simplemente, poder ejecutivo del Estado…
La libertad política de un ciudadano depende de la tranquilidad de espíritu que
nace de la opinión que tiene cada uno de su seguridad. Y para que exista la
libertad, es necesario que el gobierno sea tal que ningún ciudadano pueda temer
nada de otro…
Cuando el poder legislativo está unido al poder ejecutivo en la misma persona o
en el mismo cuerpo, no hay libertad porque se puede temer que el monarca o el
senado promulguen leyes tiránicas para hacerlas cumplir tiránicamente…
Tampoco hay libertad si el poder judicial no esta separado del legislativo ni del
ejecutivo. Si va unido al poder legislativo, el poder sobre la vida y la libertad de
los ciudadanos será arbitrario, pues el juez seria al mismo tiempo legislador. Si
va unido al poder ejecutivo, el juez podría tener la fuerza de un opresor…
Todo estaría perdido si el mismo hombre, el mismo cuerpo de personas
principales, de los nobles o del pueblo, ejerciera los tres poderes: el de hacer las
leyes, el de ejecutar las resoluciones publicas y el de juzgar los delitos o las
diferencias entre particulares. 115
Para Judith N. Shklar, Montesquieu en su celebrado libro once, capítulo VI, que
acabamos de reseñar, no solo hace un análisis sobre la Constitución inglesa y sus bondades,
sino más bien una comparación entre la Constitución Inglesa y la Romana, y la romana es
presentada con menos capacidad de autocorección [homeostasis] ni la de impedir abusos y, era
menos justa que la Inglesa. En Roma, el pueblo, el Senado y los cónsules, todos tenían
funciones judiciales, y esa separación completa del poder judicial de los demás poderes es la
piedra angular de la separación de los poderes en la visión de Montesquieu. “Fue un logro de
Inglaterra y sus instituciones políticas, de tener tal tipo de poder judicial que sólo, pudo
asegurar la libertad política y personal de sus conciudadanos.” 116 Veámoslo en las propias
palabras de Montesquieu: “Esta es la ventaja del gobierno al que nos referimos sobre la mayor
115
116
Montesquieu. Op Cit. 1972.Pág. 143-44
Judith N. Shklar. Op Cit. 1990. Pág. 269.
120
parte de las Repúblicas antiguas, donde existía el abuso de que el pueblo era al mismo tiempo
Juez y acusador” 117
Es importante recordar que en la teoría de separación de poderes está la repuesta al
constitucionalismo moderno contra el peligro recurrente del despotismo, como resulta claro en
el siguiente fragmento: “Por eso, siempre que los príncipes han querido hacerse déspotas,
han empezado por reunir todas las magistraturas en su persona…” 118
4.2.8. Juan Jacobo Rousseau y el republicanismo.
Después de Montesquieu, Juan Jacobo Rousseau (1712-1778), es uno de los filósofos
políticos más influyentes con sus ideas políticas en la revolución francesa y las revoluciones y
guerras de independencia de los países ibero-americanos, es ampliamente conocido por sus
dos obras principales El Emilio o de la Educación y el Contrato Social o Principios del
Derecho Político, ambas publicadas en el año 1762. De su obra se ha analizado mucho más el
aspecto del Contrato Social propiamente dicho, es decir, la parte que trata sobre la noción de
la voluntad general y de la soberanía, que son fundamentalmente, las piedras angulares del
Contrato Social rousseauniano. Se pretende más bien analizar la parte del Contrato Social
menos estudiada, y que corresponde a los libros III y IV, específicamente el libro III, que
trata sobre las formas de gobierno y de cómo era el gobierno en la República romana.
Rousseau manifiesta en su obra una abierta admiración hacia Maquiavelo. En el libro II,
capítulo VI del El Contrato Social, hace uno de los elogios más interesantes
sobre el
Secretario Florentino: “Esto era lo que Samuel recordaba constantemente a los hebreos y lo
que Maquiavelo ha demostrado hasta la evidencia. Fingiendo enseñar o dar lecciones a los
reyes, las ha dado muy grandes a los pueblos. El Príncipe, de maquiavelo, es el libro de los
republicanos.” 119
Rousseau, agrega además en su nota al pie de página que hace refiriéndose a su
anterior afirmación lo siguiente:
117
Montesquieu. Op Cit. 1972. Pág. 149
118
Ídem. Pág. 144.
119
Juan Jacobo Rousseau. El Contrato Social o Principios de Derecho Político. Editores Mexicanos Unidos. S.
A. México. 1982 Libro III. Cap. VI. Pág. 117.
121
Maquiavelo era un hombre honrado y un buen ciudadano; pero atado a la casa
de los Médicis, estaba obligado, dada la opresión en que yacía su patria, a
disfrazar su amor por la libertad. La sola elección de su execrable héroe (César
Borgia), manifiesta suficientemente su secreta intención; y la divergencia entre
las máximas de su libro El Príncipe con las de su Discurso sobre Tito Livio y su
Historia de Florencia, demuestra que este profundo político no ha tenido hasta
ahora más que lectores superficiales y corrompidos: La corte de Roma ha
prohibido severamente su libro; lo comprendo, puesto que es a la que más
claramente ha puesto en evidencia. 120
Para Judith Shklar, de alguna manera, la distancia que Montesquieu había creado entre
las Repúblicas antiguas y las modernas. Le sirvieron a Rousseau excelentemente. Le
permitieron condenar los Estados modernos al compararlos con una República idealizada de la
antigüedad. Sin embrago Rousseau fue capaz de labrar su propio camino después de su
predecesor y usarlo para sus propios propósitos, eso fue hecho según Shklar, de tres maneras
diferentes: primero, usando la versión de la República igualitaria de Montesquieu como un
espejo crítico de la sociedad moderna como un todo; segundo, mostrando que las Repúblicas
antiguas, especialmente Esparta, era el único modelo apropiado para un sociedad justa; y
tercero, universalizando el republicanismo como un psicoterapia preventiva para la angustia
creada en su época por las desigualdades sociales y los conflictos de luchas de clases. 121
En otro de sus trabajos, la misma Judith Shklar señala que Rousseau fue el Maquiavelo
del siglo dieciocho. 122 Sus observaciones sobre la religión civil hechas en el libro IV, capítulo
IX, del Contrato Social, son en muchas facetas comparables con las de Maquiavelo acerca del
divorcio existente entre los valores cívicos y los valores cristianos y de la Iglesia Católica, 123 y
como en el caso del secretario florentino, tomo tiempo para que fuera entendida cabalmente, la
120
Ídem. Pág. 117-118.
121
Judith N. Shklar. Montesquieu and the new republicanism. From Machiavelli and Republicanism. Quentin
Skinner. Gisela Bock. Et al. Cambridge University Press. 1990. Pág. 270.
122
Judith N. Shklar. Men and Citizens: A study of Rousseau’s Social Theory . Cambridge University Press.1969.
from J. G. a. Pocock. The Machiavellian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican
Tradition. Princeton University Press. 1975. Pág. 504.
123
Maquiavelo. Discursos. 1987. Libro I. Cáp. 12.Pág. 67-70.
122
extraordinaria fuerza del intelecto de Rousseau, que lo ha llevado a ser considerado uno de los
grandes teóricos clásicos de la sucesión humanista. 124
a.
Juan Jacobo Rousseau y los sistemas de gobierno.
Para Rousseau, la tipología de las formas de gobierno son prácticamente las mismas
tres formas buenas y las tres formas malas de Polibio y Maquiavelo, las buenas: la monarquía,
la aristocracia y la democracia, y las malas: la tiranía, la oligarquía y la oclocracia, más una
gran cantidad que pueden surgir de la combinación de las tres formas buenas lo que generaría
una multitud de formas mixtas. Veamos lo que escribió al respecto:
Hemos dado en el capítulo anterior la razón por la cual se distinguen las
diversas especies o formas de gobierno por el número de miembros que la
componen. Veamos ahora como se efectúa esta división…
El soberano puede en primer lugar, confiar el depósito del gobierno a todo el
pueblo o a su mayoría, de suerte que haya más ciudadanos magistrados que
simples particulares. A esta forma de gobierno se le da el nombre de
democracia…
O puede también reducir o limitar el gobierno depositándolo en manos de los
menos, de manera que resulten más ciudadanos que magistrados. Este sistema
toma el nombre de Aristocracia…
Puede por último concentrar todo el gobierno en un magistrado único de quien
los demás reciben el poder. Esta tercera forma es la más común y se llama
monarquía o gobierno real…
Hay más: pudiendo este mismo gobierno subdividirse en otras formas,
administrada de cierta manera una y otra de otra, puede resultar de las tres
formas combinadas una multitud de formas mixtas, cada una de las cuales es
multiplicable por todas las simples…
En todos los tiempos se ha disputado mucho acerca de la mejor forma de
gobierno, sin considerar que cada una de ellas es la mejor en ciertos casos y la
peor en otros. 125
b.
Juan Jacobo Rousseau y su consideración sobre la democracia.
124
J. G. a. Pocock. The Machiavellian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican
Tradition. Princeton University Press. 1975. Pág. 505.
125
Juan Jacobo Rousseau. Op Cit. 1982. Libro III, Cáp. III. Pág. 108-109.
123
Un pueblo que no abusara jamás del gobierno, no abusaría jamás de su
independencia: Un pueblo que gobernara siempre bien no tendría necesidad de
ser gobernado…
Tomando la palabra en su rigorosa acepción, no ha existido, no existirá jamás
verdadera democracia. Es contra el orden natural que el mayor número
gobierne y los menos sean gobernados. No es concebible que el pueblo
permanezca incesantemente reunido, siendo fácil comprender que no podría
delegar tal función sin que la forma de administración cambie. 126
De acuerdo a éste último precepto, para Rousseau no existe entonces la democracia
absoluta y nunca existirá, porque la mayoría del pueblo según lo expresado por él mismo, no
puede estar todo el tiempo reunido para decidir los asuntos políticos del Estado y el hecho de
delegar su soberanía, para gobernar, significaría que el Estado, cambiaria a otra
distinta de gobierno.
c.
Juan Jacobo Rousseau y la aristocracia.
Esta forma de gobierno tiene dos personas morales muy distintas, el gobierno y
el soberano, y por consiguiente dos voluntades generales, uno con relación a
todos los ciudadanos, la otra con relación a los miembros de la administración
solamente. Así aunque el gobierno pueda arreglar como le plazca su régimen
interno, no puede jamás hablarle al pueblo sino en el nombre del soberano, es
decir, del pueblo mismo, cosa que no podemos olvidar.
Hay pues, tres clases de aristocracia: natural, electiva y hereditaria. La primera
no es propia sino de pueblos sencillos; la tercera constituye el peor de todos los
gobiernos. La segunda es la mejor, es la aristocracia propiamente dicha. 127
d.
Juan Jacobo Rousseau y la monarquía.
Hasta aquí hemos considerado al príncipe como una persona moral y colectiva,
unida por la fuerza de las leyes y depositaria en el Estado del poder ejecutivo.
Tenemos ahora que considerar este poder concentrado en las manos de una
persona natural, de un hombre real, único que tenga derecho a disponer de él en
conformidad con las leyes. A esta persona, se llama monarca o Rey…
Un defecto esencial inevitable que hará siempre inferior el gobierno
monárquico al republicano, es que en éste el voto popular casi siempre lleva a
los primeros puestos a hombres esclarecidos y capaces, que hacen honor a sus
cargos, en tanto que los que surgen en las monarquías, no son a menudo sino
chismosos, bribonzuelos e intrigantes, talentos mediocres que una vez elevados
126
127
Ídem. Pág. 110.
Juan Jacobo Rousseau. Op Cit. 1982. Pág. 112-113.
forma
124
a las altas dignidades de la corte, no sirven sino para demostrar al publico su
ineptitud. El pueblo se equivoca menos en esta elección que el príncipe, siendo
casi tan raro encontrar un hombre verdadero merito en el ministerio como ver
un tonto a la cabeza de un gobierno republicano. 128
Se nota en este párrafo, el rechazo que tenia Rousseau por el gobierno monárquico, a
causa del absolutismo francés de la época y a su ideal republicano.
e.
Sobre los gobiernos mixtos.
En opinión de Rousseau, en frontal oposición a Bodino, no existe gobierno que sea
simple, debido a que cualquier forma de gobierno necesita
dividir la administración y
nombrar diferentes magistrados, a tal efecto escribe Rousseau:
Para hablar con propiedad, no hay gobierno cuya forma sea simple. Es
necesario que un jefe único tenga magistrados subalternos, y que un gobierno
popular tenga un jefe. Así, en la participación del poder ejecutivo, existe
siempre una graduación mayor al menor número, con la diferencia de que tan
pronto el mayor depende del menor, como tan pronto éste de aquél…
Algunas veces la participación es igual, ya sea cuando las partes constitutivas
están en una dependencia mutua, como en el gobierno de Inglaterra, ya cuando
la autoridad de las partes es, aunque de manera imperfecta, independiente una
de otra, como en Polonia. Esta última forma es mala, porque no hay unidad en
el gobierno y porque el Estado carece de enlace o conexión…
¿Cuál de los dos sistemas de gobierno es el mejor, el simple o el mixto?
Cuestión ésta muy debatida entre los políticos y a la cual es preciso dar la
misma respuesta que he dado con respecto a todas las demás formas de
gobierno…
El sistema simple es el mejor por el hecho mismo de ser simple. Pero cuando el
poder ejecutivo no depende lo bastante del legislativo, es decir, cuando la
relación del príncipe con el soberano es mayor que la del pueblo con el
príncipe, es necesario remediar esa falta de proporción dividiendo el gobierno,
de suerte que todas las partes tengan igual autoridad sobre los súbditos y que la
división las haga en conjunto, menos fuertes contra el soberano. 129
f.
No toda forma de gobierno es propia a todo país.
128
Idem. Pág. 118.
129
Juan Jacobo Rousseau. Op Cit. 1982. Pág. 123-124.
125
En este apartado, Rousseau prácticamente parafrasea a su predecesor inmediato
Montesquieu, cuando expresa que los gobiernos son propios a los pueblos y a los climas en
que habitan, veámoslo en sus propias palabras:
No siendo la libertad fruto de todos los climas, no está por tanto al alcance de
todo los pueblos. Cuanto más se medita sobre este principio establecido por
Montesquieu, más se penetra uno de su realidad; mientras más en duda se pone,
más ocasiones se presentan para confirmarlo con nuevas pruebas…
Cuanto más se reflexiona, en efecto, mejor se descubre la diferencia en esto
entre los Estados libres y los monárquicos. En los primeros, todo se emplea en
provecho común; en los segundos, las fuerzas públicas y las particulares son
recíprocas, y por consiguiente, las unas aumentan n detrimento de las otras: en
fin, en vez de gobernar a los súbditos para hacerlos dichosos, el despotismo los
hace miserables para gobernarlos…
Se ve, pues, que en cada clima existen causas naturales que pueden servir de
norma para establecer la forma de gobierno adecuada, y hasta para decir que
clase de habitantes debe tener. 130
g.
De los signos del buen gobierno.
En este apartado Rousseau expresa, que esta cuestión es prácticamente indisoluble y
que depende más bien de la apreciación subjetiva humana sobre cada tipo de gobierno, para
unos será un gobierno severo el mejor tipo de gobierno, para otros los gobiernos libres y así
cada opinión humana, tendrá su propia opinión sobre cual es el mejor tipo de gobierno,
veamos la versión de Rousseau:
Cuando se pregunta en absoluto cuál es el mejor gobierno, se establece una
cuestión insoluble como indeterminada, o si se quiere, que tiene tantas
soluciones buenas como combinaciones son posibles en las posiciones
absolutas y relativas de los pueblos.
Mas si se preguntara, por qué signo puede reconocerse si un pueblo dado está
bien o mal gobernado, la cosa cambiaría de aspecto y la cuestión podría de
hecho resolverse.
Sin embargo, no se resuelve porque cada cual quiere resolverla su manera. 131
h.
Del abuso del gobierno y su inclinación a degenerar, [La Anaciclosis
Rousseauniana].
130
Ídem. Pág. 125-126.
131
Íbidem. Pág. 131-132.
126
En su explicación sobre el tema, Rousseau, revive prácticamente el ciclo interminable
de las ruedas de gobierno de Polibio y Maquiavelo y con anterioridad Hume y Montesquieu,
sin embargo agrega una diferencia fundamental, el paso de una forma de gobierno a otra sólo
se produce por concertación del poder, es decir, cuando pasa del gran número de gobernantes
al pequeño, en otras palabras, cuando se pasa del gobierno de muchos como la democracia, a
la aristocracia o de unos pocos y, de esta etapa a la monarquía, que es el gobierno de uno solo,
el caso contrario de la desconcentración del poder, el paso del gobierno de uno, a unos pocos
y finalmente al de muchos, es para Rousseau algo imposible, lo contrario sucedería sólo, en
caso de la disolución del Estado. Dejemos que sea el mismo Rousseau el que no los explique:
Así como la voluntad particular obra sin cesar contra la general, así el gobierno
ejerce un continuo esfuerzo contra la soberanía. A medida que este esfuerzo
aumenta, la constitución se altera, y como no existe otra voluntad de cuerpo que
resistiendo a la del príncipe sostenga el equilibrio, resulta que tarde o temprano
ésta oprime a aquella rompiendo el contrato social. Tal es el vicio inherente e
inevitable que, desde la aparición del cuerpo político tiende sin descanso a
destruirle, como la vejez y la muerte destruyen por fin el cuerpo humano…
Existen dos vías o medios generales por los cuales un gobierno degenera, a
saber: cuando se concentra o cuando el Estado se disuelve…
El gobierno se concentra cuando pasa del gran número al pequeño, es decir, de
la democracia a la aristocracia y de ésta a la monarquía. Esta es su inclinación
natural. Si retrogradase del pequeño número al grande podría decirse que su
intensidad se relaja, pero este progreso inverso es imposible…
En efecto, el gobierno no cambia jamás de forma sino cuando, gastado sus
resortes, queda demasiado débil para conservar la que tiene. Ahora, si se
relajase aun extendiéndose, su fuerza vendría a ser completamente nula y
menos podría subsistir: es preciso pues, dar cuerda a los resortes a medida que
se aflojan o ceden; de otra suerte el Estado se arruina…
La disolución del Estado puede efectuarse de dos maneras: primeramente
cuando el príncipe no administra el Estado de acuerdo con las leyes y usurpa el
poder soberano. Entonces ocurre un cambio notable; pues no es el gobierno el
que se concentra sino el Estado, es decir, éste se disuelve siendo reemplazado
por los miembros del gobierno únicamente, el cual se convierte en dueño y
tirano del pueblo…
En segundo lugar, cuando los miembros del gobierno usurpan por separado el
poder que deben ejercer en conjunto, infracción de las leyes no menor y que
produce mayores desordenes. En este caso, resultan tantos príncipes como
magistrados, y el Estado, no menos dividido que el gobierno perece o cambia
de forma…
Cuando el Estado se disuelve, el abuso del gobierno, cualquiera que el sea,
toma el nombre de anarquía. Distinguiendo: la democracia degenera en
127
oclocracia, la aristocracia en oligarquía, y añadiré que la monarquía degenera
en tiranía. Más esta última palabra es equívoca y exige explicación…
En el sentido vulgar, tirano es el rey que gobierna con violencia y sin
miramiento a la justicia ni a las leyes. En la acepción precisa del vocablo, tirano
es un particular que se abroga la autoridad real sin derecho. Así entendían los
griegos la palabra tirano, aplicándola indistintamente a los príncipes buenos o
malos cuya autoridad no era legítima. Tirano y usurpador son, pues
perfectamente sinónimos…
Para dar a cada cosa su calificativo, llamó tirano al usurpador de la autoridad
real y déspota al usurpador del poder soberano. El tirano es el que se injiere
contra las leyes a gobernar según ellas; el déspota el que las pisotea. Así pues,
el tirano puede no ser déspota, pero el déspota es siempre tirano. 132
i.
De la muerte del cuerpo Político.
En el Libro III, Capítulo XI del Contrato Social, llamado por Rousseau, De la muerte
del Cuerpo Social, expone al igual que Platón y Aristóteles en sus tiempos y Polibio y
Maquiavelo posteriormente así como Harrington y David Hume, que todo cuerpo o sistema
político y todo lo que existe, por naturaleza, ha de tener un fin, o simplemente morir. Rousseau
parafrasea a Maquiavelo, de manera ejemplar, en el contenido del Libro III, capítulo I, de los
Discurso sobre la primera década de Tito Livio. Veamos que dice primero Maquiavelo en ese
capítulo de los Discursos y luego comparémoslo más abajo con el contenido del capítulo XI,
Libro III, del Contrato Social:
Nada hay más cierto que el hecho que todas las cosas del mundo tiene un final,
pero, en general las que cumplen enteramente el ciclo que les ha sido asignado
por los cielos (léase la fortuna o la providencia) son las que no han
desordenado su cuerpo, sino que lo tiene regulado de modo que no se cambia,
y, si se altera, es para recibir salud y no daño. Y hablando de cuerpos mixtos
como las Repúblicas o las sectas, digo son salutíferas aquellas alteraciones que
las reconducen a sus principios: Y por eso están mejor organizadas y tienen una
vida más larga las que, mediante sus instituciones, se pueden renovar a menudo,
o que, por cualquier circunstancia ajena a sus ordenamientos, llegan a dicha
renovación. Y es más claro que la luz que, si no se renuevan, no pueden durar.
El modo de renovarlas es, como he dicho, reducirlas a sus principios. Porque
todos lo principios de las sectas, de las Repúblicas y de los reinos tiene
forzosamente alguna bondad, gracias a la cual recobrarán su primitiva
reputación y su capacidad de crecimiento. Y como en el transcurso del tiempo
132
Juan Jacobo Rousseau. Op Cit. 1982. Pág. 134-137.
128
se corrompe aquella bondad, si no sucede nada que los reconduzca a sus
orígenes, los cuerpos morirán necesariamente. 133
Comparémoslo ahora con el capítulo De la muerte del cuerpo político en el Contrato
Social:
Tal es la inclinación natural e inevitable de todos los gobiernos, aun los mejores
constituidos. Si Esparta y Roma perecieron, ¿qué Estado puede esperar existir
perpetuamente? Si queremos fundar algo durable, no pensemos en hacerlo
eterno. Para que el éxito corone nuestros esfuerzos es preciso no intentar
empresas imposibles ni lisonjearse de poder dar a las obras humanas una
solidez que no está en los límites de la inteligencia del hombre.
El cuerpo político como el humano, comienza a morir desde su nacimiento,
llevando en sí los gérmenes de su destrucción. Pero el uno y el otro pueden
tener una constitución más o menos robusta y conservarse más o menos tiempo.
La constitución humana es obra de la naturaleza, pero el organismo del Estado
es obra del arte. No depende ni está en la facultad del hombre prolongar su
vida, pero sí la del Estado, tanto como sea posible constituyéndolo del mejor
modo. El que esté, pues mejor constituido, perecerá, pero más tarde, si algún
accidente imprevisto no acarrea su desaparición antes de tiempo.
El principio de la vida política reside en la autoridad soberana. El poder
legislativo es el corazón del Estado; el ejecutivo es el cerebro, que lleva el
movimiento a todas las partes: El cerebro puede paralizarse y la vía continuar,
pero tan pronto el corazón cesa en sus funciones, aquella se extingue.
El Estado no subsiste por las leyes, sino por el poder legislativo. La ley de ayer
no es obligatoria hoy, pero del silencio se presume el consentimiento tácito, y el
soberano debe confirmar innecesariamente las leyes que no abroga pudiendo
hacerlo. Todo lo que una vez a declarado querer, lo quiere siempre, mientras no
lo revoca.
Por esta misma razón se respetan tanto las leyes antiguas. Debe creerse que
solo debido a lo excelente de las voluntades que la inspiraron, han podido
conservarse tanto tiempo, puesto que si no hubiesen sido reconocidas como
siempre saludables, habrían sido revocadas millares de veces. He allí la razón
por la cual, lejos de debilitarse, las leyes adquieren sin cesar nuevas fuerzas en
todo Estado bien constituido. [republica bene ordinata] El perjuicio de la
antigüedad las hace de día en día más venerables. Si se debilitan con el
transcurso del tiempo, es prueba de que no hay poder legislativo y de que el
Estado ha dejado de existir. 134
4.3.
Conclusión de este Capítulo.
133
Maquiavelo. Discursos. Op Cit. 1987. Libro III. Cáp. I. Pág. 289-290.
134
Juan Jacobo Rousseau. Op Cit. 1982. Pág. 137-139.
129
Como conclusión de esa capítulo, primeramente queremos destacar que coincidimos
plenamente con Werner Maihofer, en que todos los filósofos políticos
y pensadores
republicanos de importancia de la era moderna, posteriores a Maquiavelo, se veían ellos
mismos como sucesores del secretario florentino, ese es el motivo fundamental por el cual,
Juan Jacobo Rousseau en su Contrato Social, llama al El Príncipe de Maquiavelo: “El libro
de los republicanos”. 135 Asimismo compartimos la opinión de Tomás Várnagy 136 , de que
Maquiavelo es un clásico en un periodo de transición, es el hito que señala la continuidad y la
ruptura de la tradición greco-romana y la medieval, “siendo el último de los antiguos y el
primero de lo modernos”, pues él también buscaba a la “República bien organizada”, el bien
común como hemos constatado. Si bien el florentino es un clásico, su obra es como una
muralla que los separa de los teóricos anteriores, ya que durante casi dos milenios hubo en el
pensamiento político occidental una mezcla entre lo que el mundo es en realidad y lo que los
hombres desearíamos que debería ser, dilema que no pudo ser ampliamente resuelto hasta las
obras de Maquiavelo.
Maquiavelo sin lugar a dudas, marcó un hito histórico que hizo renacer las ideas
republicanas del mundo antiguo, para traerlas al mundo moderno, su elogio a Roma y su
instituciones políticas, a la virtù ciudadana, al vivere libere.
También compartimos la idea de Pocock
137
que el republicanismo florentino, y en
especial las ideas políticas de Maquiavelo y los pensadores republicanos posteriores, tuvieron
una decisiva influencia en la conformación de las Repúblicas
occidentales del mundo
moderno, en especial de la Monarquía Parlamentaria Británica y de la República de los
Estados Unidos de América.
En el próximo capítulo, nos proponemos estudiar el pensamiento político del
Libertador Simón Bolívar, en especial los modelos políticos de las constituciones propuestas
por Bolívar, en el discurso de Angostura y en el discurso ante el Congreso Constituyente de
135
Werner Maihofer. Op Cit. Pág 284.
136
Tomás Várnagy. Fortuna y Virtud en la República Democrática. Ensayos sobre Maquiavelo. Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales. Buenos Aires. 2003. Introducción. Pág. 40-2
137
J. G. A. Pocock. The Machiavellian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican
Tradition. Princeton University Press. 1975.
130
Bolivia, y algunas cartas personales, a fin de encontrar posibles analogías y similitudes del
pensamiento político de Bolívar, con el pensamiento político de Nicolás Maquiavelo.
131
CAPÍTULO V
LOS PARADIGMAS POLÍTICOS DE SIMÓN BOLÍVAR Y SU
COMPARACIÓN CON EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE MAQUIAVELO
Siendo mi fin escribir una cosa útil para quien la comprende, he tenido
por más conducente seguir la verdad real (verdad efectiva) de la materia, que
los desvaríos de la imaginación en lo relativo a ella, porque muchos imaginaron
Repúblicas y principados que no se vieron ni existieron nunca. Hay tanta
distancia entre saber como viven los hombres y saber como deberían vivir ellos,
que el que, para gobernarlos, abandona el estudio de lo que se hace para
estudiar lo que seria más conveniente hacerse aprende más bien lo que debe
obrar su ruina que lo que debe preservarle de ella; supuesto que un príncipe que
en todo quiere hacer profesión de ser bueno, cuando en el hecho está rodado de
gentes que no lo son, no puede menos que caminar hacia su ruina.
Los códigos que consultaban nuestros magistrados, no eran los que
podían enseñarles la ciencia práctica del Gobierno, sino los que han formado
ciertos buenos visionarios que, imaginándose Repúblicas aéreas, han procurado
alcanzar la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje
humano. Por manera que tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación,
dialéctica por táctica y sofistas por soldados. Con semejante subversión de
principios, y de cosas, el orden social se resintió extremadamente conmovido, y
desde luego corrió el Estado a una disolución universal, que bien pronto se vio
realizada.
5. 1.
El pensamiento político de Simón Bolívar.
Mucho se ha escrito sobre el pensamiento político de Simón Bolívar y de su vida, y
desde diferentes ángulos y orientaciones, desde elogios moderados, hasta extremos de exaltar
la figura del héroe a alturas mitológicas de los dioses del Olimpo como la de Eduardo Blanco,
132
y hasta duras críticas como las de Salvador de Madariaga. No obstante, a nuestro modo de
ver, no hay historia mala ni historia buena, ni libro “blanco ni libro negro” de la historia, en
mi concepto, simplemente hay eventos o hechos humanos; “vicios y virtudes son algo
inherente en la naturaleza humana” decía Plutarco parafraseando a Platón, o mejor dicho
como expresaba Maquiavelo en sus discursos: “no hay hombre ni completamente bueno ni
completamente malo.”
Y Bolívar a pesar de toda la gloria alcanzada por haber libertado a cinco naciones
suramericanas, algo inédito en la historia del hombre, y de todas sus cualidades de gran
personaje de la historia de los pueblos fuera de toda duda; en definitiva, no era más que un
hombre, un hombre como todos, con vicios y virtudes, debilidades y fortalezas como cualquier
otro mortal.
Pretendemos analizar el pensamiento político de Simón Bolívar, sus paradigmas y sus
modelos de constituciones a fin de hacer una analogía y comparación con el pensamiento
político de Maquiavelo, el filósofo político florentino, anatemizado y satanizado por la Iglesia
Católica y por algunos pensadores del mundo occidental, como sinónimo de intriga, falsedad,
y maldad política y, hasta desechado despectivamente por Bolívar según algunos
historiadores. Hoy en día Maquiavelo, prácticamente ha sido reivindicado como uno de los
fundadores del pensamiento político occidental por muchos catedráticos de renombradas
universidades mundiales como Quentin Skinner y Gisela Bock, J. G. A. Pocock, Norberto
Bobbio, Antonio Gramsci, A. Negri y Maurizio Viroli entre otros. Por Ejemplo el extinto
venezolano Laureano Vallenilla Lanz (1919), consideró un honor que se haya comparado su
obra “Cesarismo Democrático” con El Príncipe de Maquiavelo, como él mismo lo expresó:
Algunos críticos me hecho el honor insigne de comparar mi
modestísimo libro con El Príncipe de Maquiavelo: No sé como agradecerles el
paralelo! Quisieron ofenderme y me han hecho el más grande elogio a que
pudiera o aspirar en mi vida de escritor! Sólo los ignorantes no han llegado a
comprender hoy que Maquiavelo fue el menos maquiavélico de los hombres;
sobre su solo nombre, han venido pesando todas las responsabilidades de su
época, pero al fin el veredicto de la posteridad le ha hecho justicia.
133
Pero antes de seguir adelante con el presente trabajo, es necesario hacer una salvedad,
al realizar una comparación de Bolívar con Maquiavelo, no se pretende empañar ni profanar
la gloria de la gesta del héroe suramericano, como podrían pensar algunos admiradores
incondicionales del gran hombre, sino dilucidar formas de pensamiento político que son
comunes
en todos los tiempos, tanto en Maquiavelo como en Bolívar, que se pueden
considerar de aplicación universal, y que han servido de guía para la conformación política de
diferentes naciones y el comportamiento de los principales líderes políticos en toda la historia
de la sociedad humana y que pueden recibir la categoría de principios fundamentales y
universales en política.
En el presente trabajo nos proponemos analizar sus más importantes discursos, escritos
y cartas para dilucidar su espíritu político, si fue un republicano convencido o un
promonárquico, ¿Qué tipo de constitución deseaba para Venezuela y para el resto de las
naciones del continente suramericano emancipadas por su mano? ¿Repúblicas o Monarquías?,
¿Quería convertirse en un fundador de naciones o legislador como Teseo, Solón, Licurgo,
Rómulo o Pericles, o mas bien quería ser un dictador como Sila, un Julio César, un emperador
como Marco Aurelio o Napoleón o un tirano y déspota como Agatocles?, ¿o simplemente un
demócrata a carta cabal como George Washington? ¿Cómo deberían ser las formas de
gobierno? ¿Cómo deberían conformarse esas constituciones? ¿Con sistemas mixtos de
gobierno, equilibrio de poderes? ¿Sistemas monocráticos y autoritarios o pluralistas y
democráticos? ¿La felicidad general y el bien común de los pueblos?
Después de realizado este estudio, comparar simultáneamente su pensamiento político
con el de Maquiavelo, personaje al cual ya previamente hemos analizado en los capítulos
precedentes del presente trabajo, a fin de encontrar posibles convergencias y similitudes y
también tal vez divergencias en las formas de concebir los modelos políticos y de como se
debe gobernar a los hombres.
En nuestro concepto, Bolívar en su vida política y al forjar la constitución de la
naciente República de Venezuela en Angostura en el año 1819, poco tiempo después la
creación de la República de Colombia en 1821, posteriormente la libertad del Perú en 1824 y
finalmente la creación de Bolivia en 1826, se comportó grosso modo como un seguidor de los
134
preceptos de Maquiavelo expuestos en El Príncipe y en los Discursos sobre la primera década
de Tito Livio.
En nuestro parecer, Simón Bolívar, representó en su época, el “El Nuevo Príncipe”
suramericano, el prototipo “ideal” que hubiese deseado Maquiavelo que liberara Italia de los
“bárbaros” y unificase la península en una sola nación, según lo expresado por el Secretario
florentino, en el capítulo XXVI del “El Príncipe”. Tema que analizaremos más adelante en
éste capítulo del presente trabajo.
Para el referido análisis y estudio comparado, utilizaremos un enfoque sistémico, en el
cual marcaremos los renglones de las facetas principales del pensamiento de Maquiavelo y
presentaremos la contraparte de Bolívar, este enfoque lo desglosamos a continuación:
4.2.
Simón Bolívar y la “Ilustración”.
“Los bienhechores de la humanidad, no nacen cuando empiezan a ver la
luz, sino cuando empiezan a alumbrar ellos.”
Simón Rodríguez. (1830)
Varias ideas centrales provenientes de la ilustración influyeron sobre la formación
intelectual y política de Simón Bolívar, el mismo Bolívar lo reconoce en su carta dirigida al
vicepresidente de Colombia, Francisco de Paula Santander, fechada 20 de mayo de 1825, en la
que dice:
Ciertamente que no aprendí la filosofía de Aristóteles, ni los códigos del
crimen y del error; pero puede ser que Mr. De Mollien no haya estudiado tanto
como yo a Locke, Condillac, Buffon, Dalambert, Helvetius, Montesquieu,
Mably, Filangeri, Lalande, Rousseau, Voltaire, Rollin, Berthot y todos los
clásicos de la antigüedad, así filósofos, historiadores, oradores y poetas; y todos
los clásicos modernos de España, Francia, Italia y gran parte de los ingleses.
Todo esto lo digo muy confidencialmente a Vd. para que no crea que su pobre
presidente ha recibido tan mala educación como dice Mr. De Mollien, aunque
por otra parte yo no sé nada, no he dejado, sin embargo, de ser educado como
un niño de distinción puede ser en América bajo el poder español.
135
El resurgimiento de las virtudes públicas y ciudadanas, de la filosofía de los antiguos
griegos y romanos, de los valores que engrandecen el espíritu humano, amor por todo tipo de
conocimiento: científico, filosófico y literario, así como un fuerte compromiso a favor de la
libertad y la tolerancia, estimularon la época de la ilustración y las expectativas por una nueva
era de felicidad para el genero humano.
El “fenómeno” de la ilustración ha sido definido por Lester G. Crocker como “una
reconstrucción ideal” de más de un siglo de historia. Este período representa un movimiento
formado por el influjo de muchos escritores y sus obras y aunque los llamados “Philosophes”
tenían un propósito similar, hubo significativas diferencias entre ellos.
Agrega Crocker en su obra que la ilustración como movimiento tomó forma hacia la
década de 1740-1750 y pervivió a través de varias generaciones antes de poder ser
conscientemente explicado.
La fuerza galvanizadora fundamental de la ilustración, se debió en principio al esfuerzo
incesante de Voltaire en contra del espíritu de partido y el absolutismo monárquico y su
defensa a favor de la Enciclopedia, a la cual servia de centro unificador de los filósofos
(Philosophes) de la época, como se han denominado a los escritores que tuvieron participación
en la promoción de los objetivos de la ilustración.
En palabras de Ernst Cassirer, el lema de la ilustración fue oponerse “al poder de las
convenciones, la tradición y la autoridad en todos los campos del saber”.
Fuerte confianza en el futuro del hombre, tolerancia política y religiosa, mejoramiento
de la sociedad, control del hombre de su propio destino, como hemos anteriormente referido,
admiración por los valores de las sociedades de la antigüedad clásica como la griega y la
romana, tal y como lo afirmó previamente Maquiavelo en sus obras: “El Príncipe” y “Los
discursos sobre la primera década de Tito Livio”, admiración por las virtudes públicas y
ciudadana, fueron en general todos estos, los ideales comunes que defendieron personajes
como Voltaire, Helvetius, Hume, Montesquieu y Rousseau que ya hemos analizado, y otros
ilustrados miembros de esa élite de hombres, que además se caracterizaron por luchar en
contra de la superstición, el vicio, el absolutismo monárquico, la corrupción y la injusticia.
136
Por otra parte, ellos representaron a un grupo de escritores cosmopolitas, con espíritu
misionero, para quienes por sobre las fronteras nacionales debía de existir una gran
confraternidad cuya meta fuese expandir el conocimiento científico, la filosofía, y la literatura
a todas las culturas y sociedades humanas.
Peter Gay, en su profunda reflexión que sirve de introducción a su “Antología de la
Ilustración”, sostiene que los filósofos en cierta forma fueron destructivos porque ellos
pensaron que se debe “limpiar primero el terreno antes de que uno pueda construir algo”, y
agregaba: “no se puede edificar la ciudad del hombre soportando el fuego el enemigo, en
medio de los escombros o un pantano”.
Estas afirmaciones de Peter Gay en relación a los filósofos, se asemejan a las
expresadas por Maquiavelo en los capítulos V y VI del “El Príncipe” acerca de lo que deben
los príncipes nuevos y los fundadores de ciudades, que hace falta descomponer el régimen
político anterior para establecer uno nuevo:
Los que por medios semejantes llegan a ser príncipes (por las armas y el
valor), no adquieren su principado sin trabajo, pero le conservan fácilmente, y
las dificultades que ellos experimentan al adquirirle dimana en parte de las
nuevas leyes y modos que les es indispensable introducir para fundar su Estado
y su seguridad. Debe notarse bien que no hay otra cosa más difícil de manejar,
ni cuyo acierto sea más dudoso, ni se haga con más peligro, que el obrar como
jefe para introducir nuevos estatutos. Tiene el introductor por enemigos
activísimos a cuantos sacaron provechos a los antiguos estatutos.
La idea planteada por Gay y anteriormente por Maquiavelo puede ser relacionada con
el rol de “Legislador” y “Fundador” de naciones de algunos hombres y en particular de Simón
Bolívar, de las cenizas de la destrucción producida por las guerras de independencia en
Venezuela y otros países de Ibero América, liberadas por obra de su brazo y genio, del
régimen monárquico del imperio español.
La mayoría de los filósofos de la ilustración estaban convencidos al igual que Polibio
y Maquiavelo de la Anaciclosis, es decir que “Las civilizaciones eran asunto de ciclos,
137
levantándose y cayendo como en el ciclo de vida de los seres vivos individualmente
hablando”.
Dos grandes acontecimientos políticos acaecidos de las últimas décadas del siglo XVII,
la revolución e independencia de los Estados Unidos de América (1776-1783) y la Revolución
Francesa (1789-1794), fueron una importante fuente de propagación en la inspiración de las
ideas de la ilustración en las colonias iberoamericanas. La independencia de los Estados
Unidos, dio origen a la primera República moderna que incorporó en su constitución
republicana las ideas y valores de la ilustración y los ideales republicanos de Polibio,
Maquiavelo, Locke, Harrington, Rousseau y Montesquieu entre otros, de acuerdo a lo
expresado por uno de lo padres fundadores de esa República, y su segundo presidente
constitucional: John Adams, en su obra. “Defence of the Constitution of Government of the
United States”. (1787).
Por otra parte la Revolución Francesa, que llevó esos principios e ideales hasta últimas
consecuencias y extremos. Ambos eventos ejercieron una gran influencia sobre las ideas
políticas de la generación de hispanoamericanos que iniciaron posteriormente, la lucha por la
independencia de sus respectivas naciones, entre ellos Miranda y el propio Bolívar, y que los
llevaría finalmente a la conformación de sistemas republicanos, muchos de ellos al inicio
similares al modelo norteamericano.
Una excelente explicación de todo este proceso a través del cual las ideas liberales de
la ilustración Europea y Norteamericana llegaron a Hispanoamérica y a Venezuela en
particular, lo representa un conjuntos de ensayos compilados y editados por Arthur P.
Whitaker (1942), titulado: “Latin America and the Enlightenment”. En este trabajo, varios
autores, cada uno con su respectivo ensayo, explicaron como las ideas liberales extranjeras
penetraron en el continente Sur Americano, especialmente en Argentina; Brasil, Chile, Perú, la
Nueva Granada, México y Venezuela.
Estos autores en sus respectivos ensayos describen como las bibliotecas, libros,
periódicos y viajeros, fueron todos agentes de cambio tanto en España como en
Hispanoamérica, y coadyuvaron a impulsar las transformaciones pertinentes en el ambiente
intelectual de la época, fundamentalmente en el seno de la élite criolla de la segunda mitad del
138
siglo XVII y primer cuarto del siglo XIX, algunos de esos criollos, fueron Francisco de
Miranda, José de San Martín, Simón Rodríguez y por supuesto el joven para la época y, futuro
libertador de Venezuela, La Nueva Granada, el Perú y fundador de Bolivia, Simón Bolívar.
Bolívar innegablemente tenía el hábito de la lectura y sobre todo de los clásicos tanto
modernos como de los de la antigüedad clásica, hábito que cultivó desde sus años mozos y no
perdió hasta su muerte. Según se desprende de la carta dirigida al vicepresidente Santander
anteriormente señalada, y de los comentarios sobre su persona, de quienes lo conocieron en
vida como por ejemplo su primer edecán Daniel Florencio O`Leary, su ayudante de Estado
Mayor el Coronel francés Perú De Lacroix, o el historiador neogranadino José Manuel
Restrepo quien fue su Ministro del Interior en 1828.
En base a estos argumentos y los que mencionaremos a continuación, se puede afirmar,
que Bolívar era un Hombre de la “Ilustración”. Algunos autores como Augusto Mijares en sus
“Obras Completas” tomo I (1998), expresa: “Tenía el habito de la lectura, que conservó toda
su vida. Según Jules Mancini, al salir de Venezuela por primera vez rumbo a España, había
tomado para la travesía del Atlántico, a Plutarco, Montesquieu, Voltaire y Rousseau. Más de
veinte años después en 1828, en la cúspide de su vida le manifestó al Coronel Francés Luís
Perú de Lacroix, uno de los ayudantes del “Estado Mayor Libertador” para la época, que
Voltaire, [quien fue amigo personal y consejero del rey de Prusia, Federico el Grande], era su
preferido, según los expresó el mismo Perú de Lacroix en su escrito, “El Diario de
Bucaramanga”:
Después de almorzar, S. E., se fue a la hamaca y me llamó para que
oyese el modo como traduce lo versos franceses al castellano. Tomó La Guerra
de los Dioses y la leyó como si fuera una obra escrita en español; lo hizo con
facilidad, con prontitud y elocuencia; más de un hora me quede oyéndolo y
confieso que lo hice con gusto y que muy raras veces tuvo necesidad S. E., de
pedirme le tradujese algunas voces: En la comida volvió S. E., a hacer el elogio
de la obra del Caballero de Parny; se pasó después a elogiar las de Voltaire, que
es su autor favorito; criticó luego a algunos autores ingleses, particularmente a
Walter Scott, y concluyó diciendo que la Nueva Eloisa de Juan Jacobo
Rousseau, no le gustaba por lo pesado de la obra y que sólo el estilo es
139
admirable, que en Voltaire, se encuentra todo: estilo, grandes y profundo
pensamientos, filosofía, crítica fina y diversión.
Su primer edecán después del General Diego Ibarra, el General irlandés Daniel
Florencio O’Leary en sus “Memorias” también menciona los filósofos más importantes
estudiados por Bolívar y nombra entre otros a Helvetius, Holbach y Hume, que según el
propio O`Leary su estudio fue aconsejado por su maestro de las primeras letras, Simón
Rodríguez. Y agrega: “Admiraba Bolívar la austera independencia de Hobbes, a pesar de las
tendencias monárquicas de sus escritos; pero le cautivaron más las opiniones especulativas de
Espinoza y en ellas debemos buscar el origen de algunas de sus propias ideas políticas”. En
este sentido, Mijares en su obra hace la siguiente reflexión:
La seguridad con que lanza estos juicios el cuidadoso edecán del
Libertador nos hace meditar. ¿Será licito suponer que Bolívar comentó a
menudo con él los autores que cita? Sabemos que el Libertador le encargó a
Chile, en 1823, obras de Voltaire, Locke, Robertson y otros escritores.
Y además agrega como comentario: “Hoy estamos acostumbrados a considerar que un
hombre culto debe poseer necesariamente mucha “información”. No obstante en aquellos días
agrega Mijares un hombre de pocos libros podía ser hombre de muchas ideas, porque las
lecturas se dejaban sedimentar y se las saboreaba como verdadero alimento espiritual.
En el retrato de Bolívar realizado por O`Leary en su Memorias muchos años después
de la muerte del libertador, señala muy claramente la afición que éste tenía a la lectura y sobre
todo de los clásicos greco-romanos:
Gran conocedor de los hombres y del corazón humano, comprendía a
primera vista para que podía servir cada cual; muy raras veces se equivocó.
Hablaba y escribía Francés correctamente, e Italiano con bastante perfección;
de Inglés sabia poco, aunque suficiente para entender lo que leía. Conocía a
fondo los clásicos griegos y latinos, que había estudiado, y los leía siempre con
gusto en las buenas traducciones francesas.
140
Pero tal vez el hombre que más influencia haya tenido sobre el pensamiento político y
filosófico de Simón Bolívar, haya sido su maestro de sus años mozos, el filósofo e “Ilustrado”
venezolano don Simón Rodríguez a quien Bolívar llamó cariñosamente “Robinson” y que lo
acompañó hasta en Italia en su juramento del Monte Sacro, en este mismo sentido Manuel
Vicente Magallanes expresa en su obra “Historia Política de Venezuela” lo siguiente:
Bolívar fue un demócrata formado en las ideas liberales, su filosofía
política estaba fundada en los principios de la libertad individual, soberanía
popular e igualdad social. Sus ductores intelectuales fueron Locke,
Montesquieu, Voltaire, Rousseau y Bentham: Estaba enmarcado pues, dentro
del constitucionalismo liberal y democrático de la filosofía iluminista. Su
maestro don Simón Rodríguez lo inició en esa corriente (La Ilustración) con las
ideas inglesas de fines del siglo XVII y la doctrina de Rousseau, la continuo él
con sus lecturas directas de los enciclopedistas, hasta llegar al ideologismo y
utilitarismo de principios del siglo XIX. Estos conocimientos lo formaron como
revolucionario idealista y como estadista ejemplar.
En cuanto al utilitarismo del siglo XIX que menciona Magallanes, son conocidas las
cartas entre Bolívar y el filósofo del “utilitarismo” del siglo XVII y principios del XIX, el
Inglés Jeremy Bentham, éste en 1823, le escribió una larga carta a Bolívar, en la cual le
exponía sus trabajos principales relacionados con la legislación y la administración racional de
la administración, y de cómo debería ser la “Constitución Utilitaria” de una naciente nación;
es decir, en palabras del mismo Bolívar, aquel tipo de gobierno “que produce la mayor suma
de felicidad posible, mayor suma de seguridad social, y mayor suma de estabilidad política”.
Posteriormente en 1828, a raíz de las críticas que realizó Bentham en Inglaterra, así
como las realizadas por Benjamín Constant en Francia, sobre el nuevo proyecto de
constitución que Bolívar deseaba que se adoptara en la República de Colombia en la
convención de Ocaña de ese mismo año, con una presidencia vitalicia como la de Bolivia, y
que fue interpretada por los mencionados pensadores europeos como un intento de Bolívar de
perpetuarse en el poder y convertirse en un tirano y un déspota, le valió a Bentham, que
Bolívar mediante un decreto presidencial emitido el 12 de marzo de 1828, prohibiera la
141
enseñanza de las obras del pensador Inglés en las Universidades de Colombia. El decreto en
cuestión en su primer artículo, decía lo siguiente: “En ninguna de las Universidades de
Colombia será enseñado el Tratado sobre Moral y Legislación de Jeremías Bentham, en
consecuencia el artículo 168 del plan general de estudios debe ser modificado.”
De acuerdo, Napoleón Fancheschi González, en su obra “El Pensamiento Político del
Libertador Simón Bolívar” (2001), señalando a Jules Mancini y su obra: “Bolívar y la
Emancipación de las Colonias Españolas…” (1944) indica lo siguiente. “De acuerdo con este
autor, Simón Rodríguez aplicó al joven Bolívar el plan pedagógico esbozado en el Emilio de
Rousseau y moldeó así la conciencia de su ilustre alumno”.
Las características de Bolívar: un rico de vieja cepa, huérfano, fuerte y saludable joven
eran supuestamente iguales a Emilio. Además, el profesor (Rodríguez) era joven,
independiente y con un alma bella, que coincidía con el ideal plasmado en la obra maestra de
Juan Jacobo Rousseau”.
Asimismo Francheschi en su obra, menciona igualmente a Waldo Frank y su libro
“Birth of a World (Bolívar)” (1951), señala además, que el libro de Mancini inspiró a Frank
y a otros autores, específicamente en el capítulo que tituló: “Educación de un Príncipe de
Provincias”, construyendo un argumento bastante similar al de Mancini, es decir que Bolívar
recibió una educación en su infancia y adolescencia al mejor estilo Rousseauniano, y por lo
tanto ilustrada.
De acuerdo a Francheschi, en palabras de Mancini, Waldo Frank y otros, Simón
Rodríguez debe ser considerado el mentor intelectual por excelencia de su posteriormente
célebre alumno y tocayo Simón Bolívar.
Como guía en las lecturas de los clásicos greco-romanos y modernos, Bolívar contó en
su juventud, como ya hemos dicho, con su maestro y “filósofo americano” Don Simón
Rodríguez, y en su ideal político para el resto de su vida. Para confirmarlo, basta leer la carta
que le dirigió Bolívar a su antiguo maestro y preceptor, fechada en Pativilca el 19 de Enero de
1824, en la cual le reconoce a Rodríguez que formó su corazón “Para la libertad, para la
justicia, para lo grande y hermoso”, veamos parte del texto de la carta escrita por Bolívar:
142
!Oh mi Maestro! ¡Oh mi amigo! ¡Oh mi Robinson!, V. en Colombia, V.
en Bogotá, y nada me ha dicho, nada me ha escrito. Sin duda es V. el hombre
más extraordinario del mundo, podría V. merecer otros epítetos, pero no quiero
darlos por no ser descortés al saludar un huésped que viene del Viejo Mundo a
visitar el nuevo, sí a visitar su patria que ya no conoce, que tenia olvidada no en
su corazón sino en su memoria. Nadie más que yo sabe lo que V. quiere a
nuestra adorada Colombia. ¿Se acuerda V. cuando fuimos juntos al Monte
Sacro en Roma, a jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la patria?
Ciertamente no habrá V. olvidado aquel día de eterna gloria para nosotros, día
que anticipó, por decirlo así, un juramento profético a la misma esperanza que
no debíamos tener.
Vmd., maestro mío, ¡Cuánto debe haberme contemplado de cerca,
aunque colocado a tan remota distancia! ¡Con qué avidez habrá seguido V. mis
pasos, esos pasos dirigidos muy anticipadamente por Vmd., mismo! Vmd.
formó mi corazón para libertad, para la justicia, para lo grande, para lo
hermoso. Yo he seguido el sendero que V. me señaló. Vmd. fue mi piloto
aunque sentado sobre una de las playas de Europa. No puede V. figurarse cuán
hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que V. me ha dado; no
he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que V. me
ha dado. Siempre presentes mis ojos intelectuales, las he seguido como guías
infalibles. En fin, V. ha visto mi conducta; Vmd. ha visto mis pensamientos
escritos, mi alma pintada en un papel, y Vmd. no habrá dejado de decirse, todo
esto es mío, yo sembré esta planta, yo la regué, yo la enderece tierna, ahora
robusta, fuerte y fructífera, he aquí sus frutos; ellos son míos, yo voy
saborearlos en el jardín que planté; voy a gozar de la sombra de sus brazos
amigos, porque mi derecho es imprescriptible, privativo a todo.
Se advierte claramente en lo expresado por Bolívar en esta carta, que la influencia de
Simón Rodríguez sobre su discípulo fue tanto moral como intelectual, y que debió ejercerse
sobre Bolívar, niño, adolescente, joven y ya adulto. Según Augusto Mijares:
143
Rodríguez podía hablar a su mente tanto como a su corazón. En dos
ocasiones don Simón llegó a tiempo para ser el libertador del futuro Libertador:
en la primera evitó que la rebeldía del acosado niño se convirtiera en grave
desajuste del carácter; en París impidió que el indómito joven encontrara artero
sosiego en el placer buscado todos los días. En uno y otro caso se propuso
reagrupar las dispersas fuerzas espirituales de Bolívar y señalarles nuevas
perspectivas. ‘Por cálculos no dispone el hombre de sus pasiones…’ se
repetiría muchas veces a sí mismo, para obligarse a proceder con cautela
cuando trataba de orientar las de su discípulo.
Desde luego agrega Mijares, “su seducción intelectual no debía provenir de los
conocimientos que derramara sobre éste, o que le sugiriera por medio de lecciones formales,
sino del encanto con que animaba la historia, de la vivacidad y penetración con que juzgaba
hombres y acontecimientos.”
4.3.
Bolívar realista político.
“Homo sum, nihil humani a me alienum puto.”
Terencio
Bolívar como Maquiavelo y otros grandes hombres de la historia, como Licurgo,
Aníbal, Escipión el “Africano”, Cayo Julio César, Richelieu, Cromwell, Federico el Grande,
Napoleón y Bismarck, fueron realistas políticos consumados, adecuaron sus obras de acuerdo
a los tiempos y a las necesidades y actuaron de acuerdo a las circunstancias específicas que se
le presentaron y enfrentaron en cada ocasión independientemente de la ética y moral política
del momento y sujetos en todo instante como diría Richelieu, a la “Razón de Estado”.
Según Germán Carrera Damas en su obra El Culto a Bolívar (2003), hay renuencia en
la sociedad venezolana a aceptar que en Bolívar predominase la condición de político, y tal
renuencia se fundamenta no sólo en el rechazo de toda limitación impuesta a la capacidad
universal del Genio, sino también a la incompatibilidad presente, en este caso, entre la más
vulgar de las virtudes ciudadanas y la condición deificada del sujeto. No obstante, vista la
clara presencia de la acción política como constante en la vida histórica de Bolívar, tan sólo
144
dos salidas han quedado: depurar al máximo el concepto para, una vez purificado, atribuírselo
a Bolívar; o situar a éste en el plano superior a lo humano, del cual se desprende lo político,
sobre todo en las dimensiones humanas del concepto.
Carrera va más allá en su concepción de Bolívar como hombre político y agrega en su
misma obra: “Más difícil de aceptar es la afirmación de que Bolívar no sólo fue esencialmente
un político, sino que entre los muchos calificativos que cuadran a la especie le corresponde el
de realista”, y esto es así por las implicaciones supuestas del termino.”
Por político realista suele entenderse comúnmente al inescrupuloso, o, en todo caso,
aquel que no teme abandonar la esfera de la ética política o de los elevados principios para
obtener el propósito político que se propone, y su lucha es fundamentalmente sólo por el
poder, tal y como ha sido interpretado en algunos capítulos de El Príncipe de Maquiavelo, y al
hacer la descripción de César Borgia el Duque de Valentinois y de su padre el papa Alejandro
VI. Estamos sin embargo de acuerdo con Carrera Damas cuando agrega al respecto un párrafo
más adelante: “Otra cosa sería, quizá, si al calificativo de realista añadiésemos de seguida:
entendido como atributo del hombre público o estadista cuyo pensamiento y cuya acción se
hallan siempre vinculados a la realidad del acontecer, sin que por ello resulte afectado su alto
vuelo habitual”. No hay duda, agrega Carrera, creemos, de que esto último vendría justo
cuando nos referimos a Bolívar, pero es igualmente cierto que su “realismo político” no
vaciló en transgredir los límites que sus cultores le imponen, guiándose para esto por los
dictados de una moral política que no siempre es apreciada históricamente. Es natural, expresa
además Carrera, pues, que más de una conciencia se alarme cuando no ve coincidir la
representación que del Héroe se ha hecho con la realidad de su vida histórica, y comprensible
también, tratándose de tales conciencias, que no se haya vacilado en mutilar, en disimular, en
tergiversar lo que les parecía incongruente con su enfoque, hasta el punto de que bien
podríamos pensar que el culto a Bolívar acabará por hacer de su vida ese relato insulso,
muestrario de virtudes y predestinación, en que han sido convertidas las vidas de los santos
para uso catequístico.
En referencia al realismo político de Bolívar, señala asimismo J. L. Salcedo-Bastardo
en su obra Visión y Revisión de Bolívar, (1977) lo siguiente: “Al elaborar su tipo de gobierno,
145
Bolívar arranca de la convicción de que no es ése un ente abstracto, sino una institución real
que debe atender a la naturaleza de su sociedad.”
Gerhard Masur, en su Biografía de Bolívar (1971), expresa el realismo político de
Bolívar de la manera siguiente: “Buscó para la América una Constitución que diese forma a
sus múltiples y diversos elementos. En él se combinaban el realismo anglosajón con el
radicalismo francés de Rousseau.”
Y más adelante en su obra añade Masur:
El alegato de Bolívar giró en torno a una Venezuela indivisible con un
gobierno central. Era tan urgente como vital: una República conservadora, plan
de un hombre que temía a la anarquía y que desconfiaba del instinto de las
masas. Era el resultado de la observación y de la lectura realista y quimérica al
mismo tiempo. Montesquieu y Platón, Maquiavelo y Rousseau eran quienes
apadrinaban sus ideas.
Aníbal Romero en su obra Simón Bolívar (1983), considera que es decisivo para la
interpretación acertada del legado intelectual bolivariano, el discernir “¿En qué sentido puede
hablarse de realismo político en el pensamiento del Libertador?” Para Romero: “Lo primero
que debe constatarse es que en Bolívar existía una acentuada vocación orientada a enfrentar
descarnadamente la realidad de las cosas, y evaluar con serenidad y sin fanatismo las
situaciones políticas y militares, aún en las horas más difíciles.”
En las diferentes cartas, decretos y discursos políticos de Bolívar, en especial en el
Manifiesto de Cartagena (1812), el Manifiesto de Carúpano (1814), La Carta de Jamaica
(1815) y el Discurso ante el Congreso de Angostura (1819), se encuentran dispersos
pensamientos que expresan fehacientemente su condición de realista político y se asemejan
los expresados por Maquiavelo en sus escritos, de cómo debe ser un príncipe o un político
realista o que viva de la verità effetuale (verdad efectiva), y que se encuentran reflejados en
sus obras El Príncipe y los Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio. Pero antes de
proceder a analizar y a comparar los pensamientos a éste respecto de Maquiavelo y Bolívar,
veamos primero lo que expresó su maestro Simón Rodríguez en su Defensa del General
Bolívar, publicada en 1830 y realizada por Rodríguez en Arequipa, para defender el legado y
146
el pensamiento político de su discípulo, que se hallaba siendo atacado poco antes de su
muerte, por sus detractores más encarnizados, acusándolo entre otras cosas de tirano, déspota
y de querer coronarse monarca de América del Sur. En éste sentido escribe Rodríguez:
Muy poco conocimiento del mundo debe tener, ó muy poco debe pensar,
el que crea tan fáciles las coronaciones en las pobres y despobladas rejiones
(sic) de América. No basta adquirir un Principado, es menester conservarlo, y
‘para que el poder sea durable debe tener dos fundamentos-BUENAS LEYES
Y BUENAS TROPAS’, (verdad que enseño Maquiavelo)(sic).
Evidentemente Rodríguez se refería al contenido del capítulo XII del El Príncipe de
Maquiavelo. También Rodríguez responde a las acusaciones de tirano, déspota e injusto que
le hicieron a Bolívar de la siguiente manera:
Todo el que manda está expuesto a cometerlas (las injusticias), y en
muchos casos las debe cometer, porque no puede evitarlo; lo que se hace por
ignorancia invencible ó por necesidad no es pecado.-la vara de la justicia se ha
de empuñar para mandar, y levantarse para hacerse obedecer.
Para Maquiavelo sería una verdadera ingenuidad no reconocer que en el ámbito de lo
político, es necesario en ocasiones, llevar a cabo actos que no serían justificables en otras
parcelas de la vida humana. La necesidad de cometer tales actos conlleva, aunque
indirectamente, su legitimación. Así, para el Secretario Florentino, lo político tiene una ética
de comportamiento propia, distinguible de la que corresponde al resto de las actividades
humanas, y esto tanto en el contexto de un principado como en el contexto de una República.
Maquiavelo justifica, en el ámbito de lo político, el uso de la crueldad, el engaño, la mentira,
la injusticia, la violencia y una plétora de métodos “extraordinarios”; que serian justificables
sólo para lograr el bien común y en circunstancias que lo ameriten plenamente; extraordinarios
precisamente en tanto sólo se justifican en la vida política. Parte importante del significado de
su obra es una reconceptualización de la virtud política que contrasta fuertemente con la
versión más tradicional de las virtudes de la religión cristiana, que conforman
mayoritariamente la moral y la ética de ésta parte de la sociedad humana que abrazó al
cristianismo como religión.
147
Mostremos y comparemos ahora los pensamientos de Bolívar y Maquiavelo y
saquemos conclusiones, veamos primero lo que expresa Maquiavelo en el capítulo XV del
Príncipe:
Siendo mi fin escribir una cosa útil para quien la comprende, he tenido
por más conducente seguir la verdad real (efectiva) de la materia, que los
desvaríos de la imaginación en lo relativo a ella, porque muchos imaginaron
Repúblicas y principados que no se vieron ni existieron nunca. Hay tanta
distancia entre saber como viven los hombres y saber como deberían vivir ellos,
que el que, para gobernarlos, abandona el estudio de lo que se hace para
estudiar lo que seria más conveniente hacerse aprende más bien lo que debe
obrar su ruina que lo que debe preservarle de ella; supuesto que un príncipe que
en todo quiere hacer profesión de ser bueno, cuando en el hecho está rodado de
gentes que no lo son, no puede menos que caminar hacia su ruina. Es, pues,
necesario, que un príncipe que desea mantenerse aprenda a no ser bueno y a
servirse o no servirse de esta facultad según que las circunstancias lo exijan.
Comparémoslo ahora con lo que expresó Bolívar en el Manifiesto de Cartagena:
Los códigos que consultaban nuestros magistrados, no eran los que
podían enseñarles la ciencia práctica del Gobierno, sino los que han formado
ciertos buenos visionarios que, imaginándose Repúblicas aéreas, han procurado
alcanzar la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje
humano. Por manera que tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación,
dialéctica por táctica y sofistas por soldados. Con semejante subversión de
principios, y de cosas, el orden social se resintió extremadamente conmovido, y
desde luego corrió el Estado a una disolución universal, que bien pronto se vio
realizada.
Es evidente que cuando Maquiavelo habla sobre que: “muchos imaginaron Repúblicas
y principados que no se vieron ni existieron nunca” y Bolívar en su Manifiesto de Cartagena:
“sino los que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose Repúblicas aéreas,
han procurado alcanzar la perfección política”. En este caso, Bolívar y Maquiavelo se refieren
148
a la misma cosa: Repúblicas que nunca han existido, ni son efectivamente viables en la
realidad. Bolívar las llama “aéreas”, que son utópicas, una entelequia y, sólo han existido en
la mente de algunos legisladores de buenos propósitos, y no son sistemas políticos reales y
efectivos que perduraran en el tiempo. Al final en aquellas quimeras de republicas o
principados, los resultados han desengañado a los que las hicieron con evidentes propósitos
filantrópicos y loables “creyendo la perfectibilidad del linaje humano”, y cayeron, porque la
naturaleza humana de por sí es inconstante y variable en humores y el hombre es propenso a la
maldad; por lo tanto esos principiados o Repúblicas duraron muy poco, porque pronto se
derrumbaron o cayeron por si solos.
Cuando un legislador se imagina Repúblicas o principados, es frecuente la tentación
para ellos, de construir el “edificio político”, sobre bases “idealistas”, sobre la base de que los
hombres son buenos y razonables [y no inconstantes, variables y volubles y con tendencia a
obrar con maldad], sin advertir que esta generalización también es producto de la imaginación.
Lo que se constata en la realidad, en cambio, es la oposición y lucha entre el hombre de bien y
el que no lo es, por el poder, y una separación entre lo que los hombres hacen y dicen que hay
que hacer. Cabe entonces distinguir no sólo entre cómo son y cómo deberían ser las
Repúblicas y principados, sino también entre cómo son los hombres y cómo deberían ser
desde el punto de vista ético y moral.
Estas distinciones de Maquiavelo están encuadradas en un contexto prescriptivo,
puesto que la opción en favor del “realismo gnoseológico”, está en función de un realismo de
la conducta a su vez puesto al servicio de un fin político. Se trata de prescribir al príncipe -y,
por extensión, a todo hombre político- cómo debe actuar si quiere preservar o acrecentar su
poder, y no de establecer una perfecta censura lógica entre el ser y el deber ser en busca de una
perfecta objetividad.
Maquiavelo en el Libro III, capítulo 41 de los Discursos, en relación a los medios para
defender una República o un reino expresaba:
Que la patria se debe defender siempre, con ignominia o con gloria y de
cualquier manera estará bien defendida...Esto es algo que merece ser notado e
imitado por todo ciudadano que quiera aconsejar a su patria, pues en las
149
deliberaciones en que está en juego la salvación de la patria, no se debe guardar
ninguna consideración a lo justo o lo injusto, lo piadoso o lo cruel, lo laudable
o lo vergonzoso, sino que, dejando de lado cualquier otro respeto, se ha de
seguir aquel camino que salve la patria y mantenga su libertad.
Maquiavelo hace una afirmación muy parecida a la anterior en el capítulo XVIII de El
Príncipe:
Un príncipe, y especialmente uno nuevo que quiere mantenerse, debe
comprender bien que no le es posible observar en todo lo que lo hace mirar
como virtuosos a los hombres, supuesto que ha menudo, para conservar el
orden de un Estado, está en la precisión de obrar contra su fe, contra las
virtudes de humanidad, de caridad, y aún contra su religión. Su espíritu debe
estar dispuesto volverse según que los vientos y variaciones de la fortuna lo
exijan de él, y, como lo he dicho anteriormente, a no apartarse del bien mientras
pueda.
De estos aforismos de Maquiavelo se observa claramente que un gobernante, o un líder
político, de una nación cualesquiera, para mantener su independencia y libertad y hasta para
mantener su gobierno, no debe apartarse del bien mientras pueda, pero si las circunstancias se
lo exigen para garantizar su subsistencia y la de su Estado, debe actuar mediante cualquier
medio, licito o no licito, legal o ilegal, ético o antitético con el fin de lograr su propósito. De
estos conceptos de Maquiavelo, se ha sacado para la posteridad la celebre frase tergiversada
de que “El fin justifica lo medios”, siempre y cuando por supuesto, que ese fin sea noble y
loable, como salvaguardar la libertad y la integridad y la salvación de la patria. Richelieu lo
aplicó y lo denominaría posteriormente durante la guerra de los treinta años (1618-1648)
como: “Raison d état”, (Razón de Estado), al preguntársele porque aún cuando siendo él,
Cardenal de la Iglesia Católica, había forjado una alianza con los Estados alemanes
protestantes del norte en contra de sus hermanos católicos del sur de Alemania durante el
referido conflicto armado, a lo que él contestó: “por la sobrevivencia de Francia, que esta por
encima de cualquier otra consideración, religiosa, ética o personal, etc.”
150
Bolívar como realista político, aplicó también estos principios “Maquiavélicos” en
varias oportunidades durante su vida y en especial durante la guerra de independencia para
garantizar la subsistencia de las nacientes República de Venezuela y Colombia. Entre ellos
podríamos mencionar algunos relevantes: como el decreto de guerra a muerte de Trujillo de
1813. Decreto mediante el cual ordena la ejecución de los prisioneros realistas en las cárceles
de la Guaira de 1814 y la muerte del General Manuel Piar en 1817, entre otros, sin pretender
dar ejemplos exhaustivos en esta materia en el presente trabajo.
En el año de 1813, después de su entrada triunfal a Venezuela, con la “Campaña
Admirable”, y la proclamación de la ciudad de Mérida. Ante la indeferencia del pueblo para
apoyar la causa republicana, como él mismo reconoció más tarde y, ante las crueldades y
atrocidades que habían cometido Monteverde y sus lugartenientes, como Antonio Zuazola,
Eusebio Antoñanzas, Francisco Javier Cerveríz y Yañez, entre otros, en contra de la población
civil sospechosa de apoyar a la causa republicana, así como con los ex combatientes patriotas
que habían sido tomados como prisioneros, reñidas con los principios del derecho de la guerra
y de la humanidad, y comprobados por la crítica historiográfica imparcial, Bolívar expide en
Trujillo su celebérrimo decreto, declarando la guerra a Muerte. Al explicar este acto, lanzó
una proclama a la cual pertenecen estas palabras:
Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa
por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo y castigado
como traidor a la patria, y por consiguiente será irremisiblemente pasado por las
armas!....
Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si
no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos,
contad con la vida, aun cuando seáis culpables.
Más adelante, en 1814, Bolívar necesitaba disponer de todas sus fuerzas, por las
urgencias de la guerra y el surgimiento del “Azote de Dios”, el caudillo José Tomás Boves en
los llanos de Calabozo, que amenazaba con marchar con sus huestes hasta la misma capital,
Caracas. Además, existían crecientes rumores que entre los españoles y promonárquicos en
Caracas no afectos a la causa republicana, se fraguaba una inminente insurrección. Bolívar
151
ante el apremio de estas circunstancias, no vacila un instante, y ordena la ejecución de los
presos realistas recluidos en la capital y en el Puerto de la Guaira. En una comunicación
dirigida al Comandante de la Guaira, José Leandro Palacios, le ordena lo siguiente:
Por el oficio de US. del 4 actual, que acabo de recibir, me impongo de
las criticas circunstancias en que se encuentra esa plaza con poca guarnición y
un crecido número de presos. En consecuencia, ordenó a US. que
inmediatamente se pasen por las armas todos los españoles presos en esas
bóvedas y en el hospital, sin excepción alguna.
Cuartel General Libertador en Valencia, 8 de febrero de 1814. 2º, a las
ocho de la noche. SIMÓN BOLÍVAR.
Estos pocos ejemplos nos muestran, que Bolívar para garantizar la independencia y la
libertad de la naciente República, fue capaz, como recomendaba Maquiavelo en sus escritos,
de ir en contra de la caridad y las reglas de humanidad, de ser injusto y cruel si fuera
necesario, de utilizar cualquier medio, con tal de garantizar con esas acciones la libertad y la
salvación de la patria en peligro. Pero Bolívar como el mismo Maquiavelo lo dijo en su época,
era el hombre de las circunstancias y del momento, el “nuevo príncipe”, el hombre con
suficiente virtù, capaz de adaptarse a los cambios de la fortuna para lograr la magna empresa
que se había propuesto desde su juramento del Monte Sacro, la libertad y la independencia de
su patria del régimen monárquico del imperio español, e instaurar en su lugar una “república
bien ordenada” (republica bene ordinata), en donde reinara el imperio de la leyes, la justicia y
las libertades públicas y no el imperio de los hombres y de la fuerza, como también lo había
expresado asimismo Maquiavelo en sus obras, y para lograrlo no iba a escatimar ninguna
pena, ningún esfuerzo, ningún sacrificio y tomaría cualquier medida, buena o mala, justa o
injusta, [Per fas et nefas], y por dura que fuese para lograr ese propósito. Veamos como lo
expresó Maquiavelo en el libro III, capítulo 9 de sus Discursos:
He pensado muchas veces que la causa de la buena o mala fortuna de los
hombres reside en su capacidad de acomodar su proceder a los tiempos, pues
vemos que lo hombres proceden, unos con ímpetu, otros con timidez y
precaución, y como ambos estilos sobrepasan los términos convenientes y no
152
siguen el verdadero camino, en ambos se yerra; pero se equivocará menos y
tendrá la fortuna próspera quien sepa, como decía, ajustar su proceder con el
tiempo, sobre todo si obra según la inclinación de la naturaleza .
Maquiavelo concluye diciendo en ese mismo capítulo que:
...por eso que una República tiene una vida más larga y conserva por
más tiempo su buena suerte que un principado, porque puede adaptarse mejor a
la diversidad de las circunstancias, porque también son distintos los ciudadanos
que hay en ella, y esto es imposible en un príncipe, porque un hombre que está
acostumbrado a obrar de una manera, no cambia nunca, como decía, y
necesariamente fracasará cuando los tiempos no sean conformes con su modo
de actuar.
Examinemos ahora algunos pensamientos y expresiones de Bolívar a éste respecto,
primero, en el Manifiesto de Carúpano de 1814:
Es laudable, es noble y sublime, vindicar la naturaleza ultrajada por la
tiranía; nada es comparable a la grandeza de
este acto y aun cuando la
desolación y la muerte sean el premio de tan glorioso intento, no hay razón para
condenarlo, porque no es lo asequible lo que se debe hacer, sino aquello que el
derecho nos autoriza.
Así mismo, Simón Bolívar en su discurso pronunciado el 23 de enero de 1815, en
Bogotá con motivo de la instalación del Gobierno de las Provincias Unidas en dicha ciudad,
expone:
La América entera está teñida con la sangre americana. ¡Ella era
necesaria para lavar una mancha tan envejecida! es la primera que se vierte con
honor en este desgraciado continente, siempre teatro de desolaciones, pero
nunca de libertad. Méjico, Venezuela, Nueva Granada, Buenos Aires y el Perú
presentan heroicos espectáculos de triunfo, por todas partes corre en el nuevo
mundo la sangre de sus hijos, y ahora sí por la libertad, único objeto digno del
sacrificio de la vida de los hombres. Por la libertad, digo, está erizada de armas
153
la tierra, que poco ha sufría el reposo de los esclavos, y si desastres horrorosos
han afligido las más bellas provincias y aun Repúblicas enteras, ha sido por
culpa nuestra, y no por el poder de nuestros enemigos.
Y en la carta de Bolívar al Arzobispo Narciso Coll y Prat del 8 de febrero de 1814, en
respuesta a la intercesión del Arzobispo para que suspendiese la orden dada al comandante
militar de la Guaira, José Leandro Palacios, de ese mismo día, para que pasase por las armas a
los presos españoles en esa localidad, le expresó allí los siguientes argumentos:
No sólo por vengar a mi patria, sino por contener el torrente de sus
destructores, estoy obligado a la severa medida que V. S. Illma. ha sabido. Uno
menos que exista de tales monstruos es uno menos que ha inmolado e inmolaría
centenares de victimas. El enemigo viéndonos inexorables a lo menos sabrá que
pagará irremisiblemente sus atrocidades y no tendrá la impunidad que le
aliente.
Nada me sería más grato que entrar en esta ocasión en las miras de V. S.
Illma. y ceder a mi propio sentimiento de humanidad. Pero la salud de mi
patria me impone la imperiosa ley de adoptar medidas opuestas, y crea V. S.
Illma. que la piedad misma las exige, pues pequeños sacrificios ahora evitaran
mayores en lo sucesivo.
De igual manera, Simón Bolívar en su Carta a Guillermo White, expone:
Si hay alguna violencia justa, es aquella que se emplea en hacer a los
hombres buenos y por consiguientes felices, y no hay libertad legitima sino
cuando ésta se dirige honrar la humanidad, y a perfeccionarle su suerte. Todo
lo demás es de pura ilusión, y quizá de una ilusión perniciosa.
Estos pensamientos de Bolívar, son una muestra fehaciente y clara de su realismo
político, y de que para él, la “salux populi suprema lex est”, pues Bolívar fue capaz de tomar
las medidas más severas y duras en función del bienestar de la patria, según las recetas del
propio Maquiavelo, más adelante en su Discurso ante el Congreso de Angostura en 1919,
154
expresó lo siguiente: “No aspiremos lo imposible, no sea que por elevarnos sobre la región de
libertad, descendamos a la región de la tiranía.”
Casi diez años más tarde, en el ocaso de su vida, en el año 1828, Bolívar estando con
sus principales asesores, en la ciudad de Bucaramanga, mientras se realizaba la Convención de
Ocaña.
Le confesó allí, a uno de sus ayudantes del Estado Mayor Libertador, el ya
anteriormente referido Coronel francés Luís Perú De Lacroix, los verdaderos motivos del
fusilamiento del General en Jefe, Manuel Piar en 1817. De Lacroix lo anotó en su escrito
anteriormente mencionado “El diario de Bucaramanga”:
Después de la misa, el comandante Wilson y yo nos quedamos con el
Libertador en su casa. Su Excelencia nos habló de su expedición sobre la
provincia de Guayana el año 17; de lo peligrosa y útil que había sido…Que
hasta entonces se habían realizado a la verdad, grandes y heroicos esfuerzos por
parte de los patriotas, pero sin ninguno o muy poco resultados y que lo que él
quería y trataba de lograr era uno de esos grandes éxitos que fuerzan la opinión
de todo un país en favor del vencedor y contra el vencido, que establecen un
espíritu nacional, sin el cual nada estable puede crearse en política; que en
aquella época su nombre era ya conocido, su reputación se hallaba establecida,
pero no como él lo quería y como era necesario para dominarlo todo y alcanzar
independizar a todo el país, hacerlo libre y constituirlo bajo el sistema central,
que grandes obstáculos se le presentaron, ocasionados por la rivalidad, la
ambición y la enemistad personal; que la muerte del General Piar fue entonces
de necesidad política y salvadora del país, porque sin ella iba a empezar la
guerra de los hombres de color contra los blancos, el exterminio de todos ellos
y por consiguiente el triunfo de los españoles, que el General Mariño merecía la
muerte como Piar, por motivos de su disidencia, pero que su vida no presentaba
los mismos peligros y por esto mismo la política pudo ceder a los sentimientos
de humanidad y aun de amistad por un antiguo compañero. Las cosas han
mudado bien de aspecto -continuó diciendo el Libertador- entonces la ejecución
del General Piar, que fue el 16 de octubre de 1817, fue suficiente para destruir
la sedición; fue un golpe maestro en política, que desconcertó y aterró a todos
155
los rebeldes, desopino a Mariño y a su Congreso de Cariaco, puso a todos bajo
mi obediencia, aseguró mi autoridad, evitó la guerra civil y la esclavitud del
país, me permitió proyectar y efectuar la expedición a la Nueva Granada y crear
después la República de Colombia, nunca ha habido una muerte más útil, más
política y, por otra parte más merecida. Pero hoy, repito las cosas han
cambiado; la muerte de un criminal en 1817 fue suficiente para asegurar el
orden y la tranquilidad, y ahora en 1828 no bastaría la muerte de muchos
centenares.
Como podemos observar, Bolívar en este comentario nos revela una vez más, que para
él, la salud y la salvaguarda de la patria estaban por encima de cualquier consideración
personal, de amistad y de humanidad. Que la muerte del General Piar fue un asunto de “Razón
de Estado” que salvó a la República en ese entonces por las causas mencionadas, como él
mismo lo expresó: “que la muerte de general Piar fue entonces de necesidad política y
salvadora del país… !Fue un golpe maestro en política!….; nunca ha habido una muerte más
útil, más política y, por otra parte más merecida”. Vemos aquí entonces las recomendaciones
de Maquiavelo seguidas por Bolívar; porque en caso en que está en juego la salvación de la
patria, cualquier medio es licito [Per fas et nefas] para lograrlo, que “no se debe guardar
ninguna consideración a lo justo o lo injusto, lo piadoso o lo cruel, lo laudable o lo
vergonzoso, sino que, dejando de lado cualquier otro respeto, se ha de seguir aquel camino que
salve la patria y mantenga su libertad”.
Además, un príncipe, y especialmente uno nuevo, como Bolívar en ese entonces, que
quiere mantenerse en el poder y organizar su República, debe comprender bien que no le es
posible observar en todo lo que hace la virtud ciudadana, debido a que a menudo, para
conservar el orden de un Estado, está en la precisión de obrar contra su fe, contra las virtudes
de humanidad, de caridad, y aún contra su religión. Que un príncipe nuevo y organizador
prudente que construye de nuevo una República o un reino, que vela por el bien común y sin
pensar en sí mismo, debe ingeniárselas para ser el único que detenta la autoridad, y jamás el
que entienda de estas cosas, le reprochará acción alguna que emprenda, por extraordinaria que
sea, para organizar un reino o construir una República. Sucede que, aunque le acusan los
hechos, le excusan los resultados, y cuando estos sean buenos, como en el caso de Rómulo,
156
[que mató a su propio hermano Remo al fundar la ciudad de Roma], siempre le excusarán.
Que en ocasiones es preferible ser más temido que amado, pero no odiado y que cuando le sea
indispensable derramar la sangre de alguno, no deberá hacerlo nunca sin que para ello haya
una conducente justificación y un patente delito.
En resumen, la aplicación por parte de Bolívar, de una “medicina fuerte” con la muerte
de Piar para lograr la salvación de la República, estaba según el mismo Bolívar plenamente
justificada en la consecución del bien “común”. La expresión “medicinas fuertes” fue muy
utilizada en la época de Maquiavelo para expresar violencia y crueldad (P: III, VIII y XVII).
La “crueldad” de Maquiavelo era, en realidad, una buena administración de ella, una economía
de la violencia, una muestra fehaciente de “realismo político”, una aplicación controlada de la
fuerza que evita males mayores y sólo se justifica si contribuye a crear la paz y el orden en
beneficio del pueblo, es decir del bien común, por eso es que “... un príncipe no debe
preocuparse de la fama de cruel si a cambio mantiene a sus súbditos unidos y leales. Porque
con poquísimos castigos ejemplares será más clemente que aquellos otros que, por excesiva
clemencia, permiten que los desórdenes continúen, de lo cual surgen siempre asesinatos y
rapiñas...” que perjudican a toda la comunidad (P: XVII). No se trata, por tanto, de justificar a
los medios por el fin, sino de lograr el mal menor, una “crueldad piadosa”, “bien empleada”.
El Secretario Florentino consideraba que, además de la virtud y la fortuna, se puede
llegar al principado por otras dos vías: “... por medio de acciones criminales y contrarias a
toda ley humana y divina...” o “... con el favor de los ciudadanos...” de su patria (P: VIII). El
ejemplo que él da de éste caso es Agátocles, en la ciudad de Siracusa, que alcanzó su objetivo
con conductas criminales, violencia exacerbada y crueldad inaudita, razón por la cual el autor
de El Príncipe -mostrando su “antimaquiavelismo”- afirmó que:
... no es posible llamar virtud exterminar a sus ciudadanos, traicionar a
los amigos, carecer de palabra, de respeto, de religión. Tales medios pueden
hacer conseguir poder, pero no la gloria, [“Gloria”, que era precisamente lo que
más aspiraba Bolívar, y por tanto no se puede pensar en él como un Agatocles],
ya que su feroz crueldad e inhumanidad, sus infinitas maldades, no permiten
que sea celebrado entre los hombres más nobles y eminentes... (P: VIII).
157
Como señalamos en el punto precedente, gloria era lo que más aspiraba Bolívar desde
el su juramento del Monte Sacro, gloria de libertar a su patria y, no precisamente el obtener el
poder por el poder y de cualquier medio como Agatocles, esto lo expresó Bolívar de variadas
maneras en sus innumerables discursos y escritos de disímiles formas y en diferentes
oportunidades:
Soy un simple ciudadano, que prefiero siempre la libertad, la gloria y la
dicha de mis ciudadanos, a mi propio engrandecimiento…Huí de la tiranía, no
para ir a salvar mi vida, ni esconderla en la oscuridad, sino para exponerla en el
campo de la batalla, en busca de la gloria y la libertad.
La angustia y el malestar de Maquiavelo que se vislumbra en sus escritos respecto a
éste tema, se muestra en lo que se ha considerado como uno de los más famosos paréntesis de
la literatura italiana, cuando escribió que “...bien usadas se pueden llamar aquellas crueldades
(si del mal es lícito decir bien) que se hacen de una sola vez y de golpe, por la necesidad de
asegurarse, y luego ya no se insiste más en ellas, sino que se convierten en lo más útiles
posible para los súbditos.” (P: VIII). Lo importante es la “buena utilización” de las crueldades
para lograr el bien de los ciudadanos y por ello es que recomienda “... hacer todas las ofensas
de un golpe...” (D: I, 46), hay que aplicarlas “... de una sola vez [para] que hagan menos
daño...” y, al no renovarlas, se los tranquiliza y gana con favores (P: VIII)
Finalmente para completar éste subcapítulo, observemos a continuación lo que le
refirió Bolívar a Perú De Lacroix, sobre los mejores hombres de Estado y cuales deben ser
las cualidades (vicios) en la política:
Los pueblos quieren más algunas veces a los que más males le hacen,
todo consiste en el modo de hacerlo. El jesuitismo, la hipocresía, la mala fe, el
arte del engaño y de la mentira, que se llaman vicios en la sociedad, son
cualidades en política, y el mejor diplómata, (sic), el mejor hombre de Estado
es el que mejor sabe ocultarlos y hacer uso de ellos, y la civilización, lejos de
extirpar estos males no hace sino refinarlos mucho más.
158
Como podemos observar, otra receta de Maquiavelo, y una antigua máxima de la
República Romana, que fue utilizada por Julio César y Cayo Octavio César Augusto, su
sobrino nieto y su heredero político a su muerte, y usada también frecuentemente por los
emperadores romanos posteriores a éste, y que fue parafraseada por Maquiavelo en El
Príncipe y que reza: “Qui nescit dissimulare nescit regnare”, [“Quien no sabe disimular, no
sabe reinar”]. Veamos como lo expresa Maquiavelo:
Es menester, pues, que sepáis que hay dos modos de defenderse: el uno
con las leyes y el otro con la fuerza. El primero es el que conviene a los
hombres; el segundo pertenece esencialmente a los animales, pero a menudo no
basta con aquel, es preciso recurrir al segundo. Le es, pues, indispensable a un
príncipe el saber hacer buen uso de uno y otro enteramente juntos…Desde que
un príncipe está en la precisión de saber obrar competentemente según la
naturaleza de los brutos, los que él debe imitar son la zorra y el león
enteramente juntos. El ejemplo del león no basta, porque este animal no se
preserva de las trampas, y la zorra sola no es más suficiente, porque ella no
puede librarse de los lobos. Es necesario, pues, ser zorra para conocer los lazos,
y león para espantar a los lobos, pero los que no toman por modelo más que al
león, no entienden sus intereses…El que mejor supo obrar como zorra tuvo
mejor acierto…Pero es necesario saber encubrir bien este artificioso natural y
tener la habilidad para fingir y disimular. Los hombres son tan simples, y se
sujetan en tanto grado la necesidad, que el que engaña con arte halla siempre
gente que se deja engañar.
Querían decir tanto Maquiavelo como Bolívar, que en el arte de gobernar, en la vida
“real”, se debe saber disimular y mentir para poder seguir gobernando y no ser derrocado, que
los hombres son en general tan simples y se sujetan tanto a las necesidades, que fácilmente se
dejan engañar por políticos sagaces, hábiles demagogos, sofistas que tienen el arte de
seducirlos con la retórica, y argumentos falaces (zorros). De manera que no hay político que
no mienta y no hay pueblo que no se deja seducir y engañar, y el arte de un político
demagogo, consiste en saber mentir bien y que sus mentiras: “sean tan buenas y tan bien
159
elaboradas”, que sean creíbles para las multitudes, de manera de poder mantenerse en el poder
o bien alcanzarlo sino se tiene.
5.4.
Bolívar fundador [“alfarero”] de naciones.
“No aspiro otra cosa qué la libertad y la gloria, gloria y libertad”.
Simón Bolívar
Con respecto a los fundadores y creadores de principados y Repúblicas, Maquiavelo
considera en el capítulo décimo de los Discursos, que laudables y tan merecedores de honor y
gloria, son los fundadores de una República o de un reino, mientras que los tiranos y los
déspotas, son merecedores de vergüenza y de deshonra pública:
Entre todos los hombres dignos de Elogio, los que más alabanzas
merecen, son los que han sido cabezas y fundadores de las religiones.
Inmediatamente después, los que han fundado repúblicas o reinos. Después de
éstos, son celebrados los que, puestos a la cabeza de los ejércitos han ampliado
sus dominios o los de la patria. A éstos se añaden los hombres de letras, y como
éstos son de más clases, se alaba a cada uno según su categoría.
Maquiavelo considera por lo contrario detestables a aquellos personajes que destruyen
reinos, Repúblicas y religiones:
Son, por el contrario, infames y detestables, los hombres que destruyen
las religiones, que disipan los reinos y las Repúblicas, enemigos de la virtud, de
las letras y a toda otra arte que acarree utilidad y honor para el género humano,
como son los impíos, los violentos, los ignorantes, los ineptos, los ociosos y los
viles.
Y no habrá nunca nadie tan loco o tan sabio, tan triste o tan bueno, que
si se le da a elegir entre las cualidades del hombre no alabe las dignas de
alabanza y reproche las reprochables. Sin embargo, luego, casi todos,
engañados por un falso bien y una falsa gloria, se dejan arrastrar,
voluntariamente o por ignorancia, a lo que merece más reproche que alabanza,
160
y pudiendo fundar, con perpetuo honor para ellos una República o un reino, se
convierten en tiranos, no percatándose, al tomar esta partido, de cuánta gloria,
honor, seguridad, quietud y satisfacción del alma dejan de lado, y cuánta
infamia, vituperio, reproches, peligros e inquietud echan sobre sí.
Se podrían citar numerosos ejemplos de lo dicho, como Moisés,
Licurgo, Solón y otros fundadores de reinos y Repúblicas, los cuales pudieron,
atribuyéndose tal autoridad, redactar leyes adecuadas al bien común.
Y más adelante, en el capítulo VI de El Príncipe, Maquiavelo prácticamente repite lo
expresado por él mismo, en el párrafo precedente del los Discursos: “Pero volviendo a los
hombres que por su propio valor y no con la fortuna, llegaron a ser príncipes, digo que los más
dignos de imitarse son: Moisés, Ciro, Rómulo, Teseo y otros semejantes.”
Maquiavelo al igual que Polibio en sus Historias, elogia al legislador Licurgo por
haber creado la República de Esparta y la estabilidad política que logró por casi ochocientos
años, aplicando el sistema mixto de gobierno:
Entre los que merecieron más alabanzas por haber dado constituciones
de este tipo mixto se encuentra Licurgo, que ordenó sus leyes de esparta de
manera que, dando su parte de poder al rey, a los nobles y al pueblo, construyó
un Estado que duró más de ochocientos años, con suma gloria para él y quietud
para su ciudad, sucede lo contrario con Solón el que le dio leyes a Atenas, pues
organizándolo todo según gobierno excluidamente popular, lo construyó de
vida tan breve que antes de morir vio como nacía la tiranía de Pisístrato, y
aunque cuarenta años más tarde fueron expulsados sus herederos y volvió
Atenas a la libertad, al volver a tomar un gobierno popular según el modelo de
Solón, no lo mantuvo más que cien años.
Y como lo parafraseó posteriormente Bolívar en su Discurso ante el Congreso de
Angostura:
La República de Esparta, que parecía una invención quimérica, produjo
más efectos reales que la obra ingeniosa de Solón. Gloria, virtud moral, y, por
161
consiguiente, la felicidad nacional, fue el resultado de la legislación de Licurgo.
Aunque dos reyes en un Estado son dos monstruos para devorarlo, Esparta poco
tuvo que sentir de su doble trono, en tanto que Atenas se prometía la suerte más
espléndida, con una soberanía absoluta, libre elección de magistrados,
frecuentemente renovados. Leyes suaves, sabias y políticas. Pisístrato,
usurpador y tirano fue más saludable a Atenas que sus leyes; y Pericles, aunque
también usurpador, fue el más útil ciudadano.
Bolívar, como observamos, era un amante de la gloria, y desde su juventud y su
segundo viaje a Europa después de la muerte de su esposa, a los 20 años, se ve influenciado
por sus lecturas, en especial las Vidas Paralelas de Plutarco. Era un clásico de moda en ese
momento, leído por la juventud revolucionaria francesa a raíz que se conocía que era una de
las lecturas preferidas de Napoleón Bonaparte en su juventud y su libro de cabecera, desde su
formación en la Academia Militar Francesa de Brienne.
Como bien lo expresa Augusto Mijares en sus Obras Completas:
El verdadero romanticismo era el que existía antes, en las costumbres; el
que se enloquecía en nombre de la razón, el que consideraba perfecta a la
República Romana. El que glorificaba a héroes de la antigüedad clásica a veces
absolutamente falsos, pero admirablemente falsificados para servir de estímulo
a la exaltación que se quería vivir.
Por eso para el Bolívar que llegó a Paris en 1804 estaban todavía de
moda Plutarco y sus héroes. Y a muchos jóvenes los salvaban Plutarco y sus
héroes de la vulgaridad y la rutina. La humanidad ha dado siempre el carácter
de heroísmo, no al combatir vulgar, sino a una íntima condición ética que pone
al hombre por encima de sus semejantes: héroe es el que se resiste cuando los
otros ceden; el que cree cuando otro vacilan; el que se subleva contra la rutina y
el conformismo en que se complacen los cobardes.
Bolívar era también el ideal del héroe “Plutarquiano”. Como podemos inferir de la
biografía de su vida, allí en Francia y en Italia se inspiró para realizar la magna obra de
162
libertad a su país y fundar una República independiente en su propia patria y llenarse de
gloria; al mismo estilo de Licurgo, Rómulo o Solón de quién conocía sus vidas por sus
lecturas de las Vidas Paralelas y que más de una vez haría referencia en sus discursos, cartas
y proclamas. Como por ejemplo en su carta dirigida al señor Guillermo White, en 1820, sobre
la situación política que vivía el país:
Todo el cuerpo de la historia manifiesta que los hombres se someten a
cuanto un hábil legislador pretende de ellos y a cuanto una fuerte magistratura
le aplica. Dracón dio leyes de sangre a Atenas, y Atenas las sufrió, y aún
observó hasta que Solón quiso reformarlas. Licurgo estatuyó en Esparta lo que
Platón no se habría atrevido a soñar en su República si no hubiese tenido por
modelo al legislador de Esparta. ¡A qué no se han sometido los hombres y a qué
no están sometidos aún! Si hay alguna violencia justa, es aquella que se emplea
en hacer a lo hombres buenos y por consiguientes felices, y no hay libertad
legitima sino cuando ésta se dirige honrar la humanidad, y a perfeccionarle su
suerte. Todo lo demás es de pura ilusión, y quizá de una ilusión perniciosa.
Además Bolívar, al igual que Licurgo, Solón, Teseo y Rómulo, todos héroes
Plutarquianos, mencionados por Maquiavelo como hemos visto anteriormente, tanto en el
Príncipe como en los Discursos, quería seguir en parte el ejemplo de Napoleón Bonaparte a
quien admiraba según sus propias palabras y de acuerdo a sus confidencias al Coronel Perú De
Lacroix, y a las memorias del General O`Leary. Bolívar había asistido a la coronación del
Emperador Francés en 1804, veamos lo que dice Mijares al respecto: “Ya hemos visto que
Bolívar presenció la coronación de Napoleón, según sus confidencias a Perú De Lacroix. La
trascripción que éste hace de los recuerdos que guardaba el Libertador de aquel
acontecimiento tiene sorprendente vivacidad.” Veamos, pues, que le comentó Bolívar a Perú
De Lacroix:
Vi en Paris, en el último mes de 1804, el coronamiento de Napoleón:
aquel acto o función magnifica me entusiasmó, pero menos su pompa que los
sentimientos de amor que un inmenso pueblo manifestaba al héroe francés;
aquella efusión general de todos los corazones, aquel libre y espontáneo
163
movimiento popular excitado por las glorias, las heroicas hazañas de Napoleón,
vitoreado, en aquel momento, por más de un millón de individuos, me pareció
ser, para el que obtenía aquellos sentimientos, el último grado de aspiración, el
último deseo como la última ambición del hombre. La corona que se puso
Napoleón en la cabeza la miré como una cosa miserable y de estilo gótico; lo
que me pareció grande fue la aclamación universal y el interés que inspiraba su
persona. Esto lo confieso, me hizo pensar en la esclavitud de mi país y en la
gloria que cabría al que lo libertase; pero cuan lejos me hallaba de imaginar que
tal fortuna me aguardaba! Más tarde, sí empecé a lisonjearme con que algún día
pudiera yo cooperar a su libertad, pero no con que haría el primer papel en tan
grande acontecimiento. Sin la muerte de mi mujer no hubiera hecho mi segundo
viaje a Europa, y es de creer que en Caracas o en San Mateo no me habrían
nacido las ideas que me vinieron en mis viajes, y en América no hubiera
logrado la experiencia ni hecho el estudio del mundo, de los hombres y de las
cosas que tanto me han servido en todo el curso de mi carrera política. La
muerte de mi mujer me puso muy temprano en el camino de la política, me hizo
seguir después el carro de Marte en lugar de habérmelas con el arado de Ceres:
vean, pues, ustedes si influyó o no sobre mi suerte.
No obstante lo de su asistencia o no a ese evento es poco clara a pesar del testimonio
de De Lacroix, porque según el mismo O`Leary en sus memorias, Bolívar prefirió quedarse en
su casa ese día que asistir a la coronación. Tal vez quisiera Bolívar que no se conociese
públicamente su admiración por el Emperador Francés, al temer ser blanco de los ataques
políticos de sus detractores, que lo acusarían de querer imitar a Napoleón en todo, inclusive
haciéndose coronar como “Emperador” de América del Sur.
Esta última versión nos ha quedado escrita a la posteridad, en su manifestación de su
admiración por Bonaparte que le refirió al mismo Perú De Lacroix:
Usted habrá notado sin duda, que en mis conversaciones, delante de los
de mi casa y otras personas, nunca hago elogio de Napoleón; que por el
contrario, cuando llego a hablar de él o de sus hechos es más bien para
164
criticarlo que para aprobarlo, y que más de una vez me ha sucedido llamarlo
tirano, déspota, como también el haber censurado varias de sus grandes
medidas políticas y algunas de sus operaciones militares: Todo esto ha sido y es
aún necesario para mi, aunque mi opinión sea diferente; pero tengo que
ocultarla y disfrazarla para evitar que se establezca la opinión de que mi política
es imitada de la de Napoleón, de que mis miras y proyectos son iguales a los
suyos, de que como él quiero hacerme emperador o rey, dominar la América del
Sur como él dominó la Europa: todo esto no habrían dejado de decirlo si yo
hubiera hecho conocer mi admiración y mi entusiasmo por ese grande hombre.
Más aún habrían hecho mis enemigos: me habrían acusado de querer crear una
nobleza y un Estado militar igual al de Napoleón en poder, prerrogativas y
honores. No dude usted de que esto hubiera sucedido si yo me hubiera
mostrado, como lo soy, grande apreciador del héroe francés, si me hubieran
oído elogiar su política, hablar con entusiasmo de sus victorias, preconizarlo
como al primer capitán del mundo, como hombre de estado, como filósofo y
como sabio. Todas estas son mis opiniones sobre Napoleón pero gran cuidado
he tenido y tengo todavía de ocultarlas, El Diario de Santa Helena, las
campañas de Napoleón y todo lo que es suyo, es para mí la más agradable y
provechosa lectura: es donde debe estudiarse el arte de la guerra, el de la
política, el de gobernar.
Como notamos en el Diario de Bucaramanga, Bolívar demuestra su admiración
“oculta” por Napoleón, y le afirma además a De Lacroix que en el estudio de la obra y vida
del Bonaparte: “debe estudiarse el arte de la guerra, el de la política, el de gobernar.” De
nuevo se presenta en Bolívar, la receta de Maquiavelo: “Qui nescit disimulare nescit regnare”
y, habiendo sido el Emperador de los Franceses, Napoleón I, a su vez un ferviente lector y
seguidor de los preceptos de Maquiavelo, siendo el prototipo ideal del Nuevo Príncipe de
Maquiavelo al haber logrado su “principado” por la fuerza y por su valor; no es difícil
concluir por tanto, de que siendo Bolívar un admirador de Napoleón y en sus obras donde
“debe estudiarse el arte de la guerra, el de la política, el de gobernar.”, que al menos
indirectamente, Bolívar debe haber seguido los principios en política del Secretario Florentino.
165
Mijares en sus Obras Completas, refiere en relación a la estancia del joven Bolívar en
Paris durante la coronación de Bonaparte, lo siguiente:
Confusos sentimientos entre los cuales predominaban la admiración y el
entusiasmo, eso debió sentir Bolívar; y también -con el inevitable egoísmo de la
juventud- punzantes dudas sobre lo que debía significar para su propio destino
aquel espectáculo sin igual que le había tocado presenciar. No olvidemos que,
para un joven ávido, todo lo que ve es materia de asimilación y, aunque sin
confesarlo, ante el suceso más grandioso sólo está pensando en como hace suyo
aquel ejemplo; incorporar a su vida aquella experiencia: Si ya en Bolívar
comenzaban a precisarse ideas políticas debió sentir dolor o cólera al evocar la
apagada vida que predominaba en su América. Y también asfixiante ansiedad
debía unirse al torbellino de sus otros sentimientos, al comparar aquella
omnipotencia personal de Napoleón con su propia insignificancia -apenas
veintiún años, unidad perdida entre la multitud- y como tercer término con la
obra portentosa de emancipar la América.
Cuando después de la coronación de Bonaparte, Bolívar en compañía de su maestro
Simón Rodríguez y su primo Fernando Toro viajan a Italia en 1805, allí en la colina del
Avéntino, formula su celebre juramento del Monte Sacro en donde repropone libertar a su
patria del imperio español y que le sirve de guía e inspiración y de fuerza espiritual para llevar
a cabo más adelante en su vida, la gran obra emancipadora de las naciones de América del Sur
y de fundador de naciones:
¿Conque éste es el pueblo de Rómulo y Numa, de los Gracos y los
Horacios, de Augusto y de Nerón, de César y de Bruto, de Tiberio y de
Trajano? Aquí todas las grandezas han tenido su tipo y todas las miserias su
cuna…
La civilización que ha soplado del Oriente, ha mostrado aquí todas sus
faces, han hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver el gran
problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido y
166
que el despejo de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo
Mundo.
¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos;
juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni
reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por
voluntad del poder español!
Aún cuando Mijares en sus Obras Completas, señala la “supuesta” aversión que tenía
Bolívar sobre los pensamientos de Maquiavelo; reseña sobre la permanencia de Bolívar en
Italia lo siguiente:
En el momento de visitar a Italia, los dos propósitos que ennoblecen la
vida de Maquiavelo -expulsar de su patria a los extranjeros y unificarla- debían
parecer, sin embargo, particularmente conmovedores a aquellos viajeros. Que
sin duda recordaban la gloria y el genio que en otros tiempos alumbraron aquel
suelo, y a la vez observaban de cerca la abyección de los gobiernos que sufría.
Bolívar no dejaría de asociar a lo que sugería el pasado de Italia lo que
esperaba del porvenir se su América. Pero la mirifica visión en que se
integraban sus confusos sueños era libertad, la significación de los pueblos.
Nada parecido a los tortuosos ajustes de un César Borgia, y a la esclavitud con
que el déspota hace pagar a sus súbditos lo que él considera la grandeza del
Estado.
Además Mijares agrega:
Excitado por esos sentimientos que en el dialogo cotidiano con
Rodríguez y con Toro se precisaban cada día más, llegó Bolívar a Roma. Y a
mediados de agosto, durante una excursión de los tres venezolanos al Monte
Sacro, acaeció el celebre juramento. Bolívar exaltado por el recuerdo de la
gloria y las miserias de Roma, súbitamente apareció transfigurado a la vista de
sus atónitos compañeros, y juró ante ellos consagrarse a la independencia de
América. En ese momento podemos decir que nació el Libertador.
167
Según Carrera Damas, en su obra El Culto a Bolívar (1970), cuando trata el tema del
Padre de la Patria, lo expresa de la siguiente forma:
La conformación del Padre de la Patria es un
hecho histórico de
singular trascendencia para los venezolanos: No es un hecho único, pues otros
comparables y similares se han producido en diversos pueblos. Llámanles
fundadores de la Patria, o creadores, y presiden simbólicamente los orígenes de
una nueva estructura de la nacionalidad. Asocian su nombre a un acto inicial,
fuente visible de un estado de cosas que contrasta marcadamente con el
precedente, y por ello personifican el cambio mismo. Bastará, entonces,
mencionarlos para evocar toda una situación histórica. Pero la condición de
Padre de la Patria reconocida a Bolívar desborda bastante los límites de esa
transfiguración histórica, porque en esa designación va implícita la noción de
creador mismo de la patria, de supremo hacedor, y una vez admitido esto se
derivan consecuencias lógicas que llevan el pensamiento por caminos
característicos.
Más adelante Carrera en su misma obra reconoce que La gloria era un objeto de
constante búsqueda por parte de Bolívar, su desideratum:
Y en Bolívar sobresalía, precisamente, una idea fija, una constante
inclinación que se entronizó en su psiquis hasta el punto de convertirse en
rectora de sus actos históricos. Esa idea Fija está representada por la solicitud
de gloria, por la conciencia de la propia grandeza. Si algún rasgo de la
personalidad del Libertador ha sido reconocido unánimemente, es precisamente
su deseo de gloria. Testimonios expresos y directos fundamentan ese
reconocimiento. El balance de su personalidad, juzgada por sus actos políticos,
militares y morales, lo confirma.
Afirmaba Maquiavelo en el capítulo 9 de Los Discursos, que es preciso que sea un solo
legislador que organice de nuevo una República o el que la reforme totalmente, sin tener en
cuenta lo usos antiguos: “Debe tomarse como regla general que pocas veces, o nunca, sucede
168
que una República o reino esta bien ordenada desde el principio, o reordenada de nuevo fuera
de los usos antiguos, si no ha sido ordenada por una sola persona.”
Bolívar en varias oportunidades afirmó que él no usurpaba la soberanía, que él era un
simple ciudadano, quería decir un Libertador, “un legislador”, “un Licurgo”, “un Rómulo”,
que sólo había venido a traer buenas leyes y la libertad al pueblo. Examinemos algunas de sus
afirmaciones emitidas en su discurso en la asamblea realizada en Caracas el día 2 de enero de
1814, en el Convento de religiosos Franciscanos:
Para salvaros de la anarquía y destruir los enemigos que intentaron
sostener el partido de la opresión, fue que admití y conserve el poder soberano.
Os he dado leyes; os he organizado una administración de justicia y de rentas;
en fin os he dado un Gobierno.
No ha sido el orgullo, ni la ambición de poder la que me ha inspirado
esta empresa. La libertad encendió en mi seno este fuego sagrado; y el cuadro
de mis conciudadanos expirando en la afrenta de los suplicios o gimiendo en las
cadenas, me hizo empuñar la espada contra los enemigos.
Juzgad con imparcialidad si he dirigido los elementos del poder a mi
propia elevación, o si he hecho el sacrificio de mi vida, de mis sentimientos, de
todos mis instantes por constituiros en nación, por aumentar vuestros recursos,
o más bien por crearlos.
Compatriotas: yo no he venido a oprimiros con mis armas vencedoras;
he venido a traeros el imperio de las leyes; he venido con el designio de
conservaros vuestros sagrados designios.
Os suplico no creáis que mi moderación es para alucinaros, y para llegar
por este medio a la tiranía. Mis protestas, os juro son las más sinceras. Yo no
soy como Sila, que cubrió de luto y de sangre a su patria, pero quiero imitar al
dictador de Roma, en el desprendimiento con que abdicando el supremo poder,
volvió la vida privada, y se sometió en todo al reino de las leyes.
169
Y en junio de 1827, Bolívar le escribía al General Inglés Robert Wilson, que le había
enviado a su hijo Belford Wilson para que le sirviera de edecán:
Quiero pasar por todo, prefiero sucumbir en mis esperanzas a pasar por
tirano, y aun aparecer sospechoso. Mi impetuosa pasión, mi aspiración mayor
es la de llevar el nombre de amante de la libertad. El papel de Bruto es mi
delirio, y el de Sila, aunque salvador de la constitución romana me parece
execrable.
Más adelante aclara:
No soy un Pisístrato, que con finas supercherías pretende arrancar
vuestros sufragios afectando una pérfida moderación, indigna de un
republicano; y más indigna aún, de un defensor de la patria. Soy un simple
ciudadano, que prefiero siempre la libertad, la gloria, y la dicha de mis
conciudadanos, a mi propio engrandecimiento. Aceptad, pues, las más puras
expresiones de mi gratitud, por la espontánea aclamación que habéis hecho
titulándome vuestro dictador, protestándoos al separarme de vosotros, que la
voluntad general del pueblo será para mi, siempre la suprema ley; que ella será
mi guía en el curso de mi conducta, como el objeto de mis conatos será vuestra
gloria y vuestra libertad.
Para Augusto Mijares en su Obras Completas, Bolívar en el ocaso de su vida, había
perdido esa jactancia de ser “Alfarero de Repúblicas”. La arcilla, el torno y el modelo habían
desaparecido en medio de la imprevista tormenta; y hasta la sabia mano del artífice ya no tenía
la paciencia y la perseverancia de otros días. “Lo atormentaban con frecuencia la introspección
y la duda. ‘Yo no estudio a la Convención, sino a la República entera y el carácter del genero
humano’ escribía. Como un Hamlet solitario, perdido entre sucesos sin sentido y desoladas
cavilaciones.”
Para Laureano Vallenilla Lanz en su obra Cesarismo Democrático (1919), Bolívar fue:
El único constitucionalista, el único estadista original y genial que ha
producido la América española...Emancipado de los perjuicios de la época,
170
cuando todavía los discípulos de Rousseau y Mably, creían que ‘hacer un
pueblo era lo mismo que fabricar una cerradura’ y que ‘las sociedades eran en
las manos del legislador lo que la arcilla en manos del alfarero’.
Bolívar en otra carta dirigida al General Robert Wilson resalta su condición de
fundador de naciones y le indica que se encuentra como el mítico Sísifo, cargando una enorme
piedra hasta la cumbre de una montaña que se vuelve una y otra vez a caer sin cesar, y se
siente impotente de lograr mantener el equilibrio de las naciones que él creo en este
continente:
No se sabe en Europa lo que me cuesta mantener el equilibrio en alguna
de estas regiones. Parecerá fábula lo que podemos decir de mis servicios,
semejantes a la de aquel condenado que llevaba su enorme peso hasta la cumbre
para volverse rodando con él al abismo. Yo me hallo luchando contra los
esfuerzos combinados de un mundo; de mi parte estoy solo, y la lucha, por lo
mismo, es muy desigual: así, debo ser vencido: La historia misma no me
muestra un ejemplo capaz de alentarme; ni aun la fábula nos enseña este
prodigio. Lo que se nos dice de Baco y de Hércules es menor en realidad de lo
que se exige de mí. ¿Logrará un hombre solo constituir la mitad del mundo? ¡Y
un hombre como yo!! No, mi querido General, renuncie Vd. tal esperanza. Si
Vd. me conociera no exigiría de mi la continuación en el servicio; ya mis
miembros me abandonan; esfuerzos inauditos me han arrancado la energía de la
vida, y, por consiguiente, me hallo reducido al más triste desaliento. Estoy, sin
embargo resuelto a restablecer las cosas hasta que la grande asamblea
convencional decida la suerte de la nación.
Después de este análisis podemos afirmar con propiedad, que Bolívar encuadra
perfectamente en éste caso, en dos tipologías “Maquiavélicas”: primero, “de aquellos que han
fundado repúblicas o reinos”; segundo, de aquellos que, “puestos a la cabeza de los ejércitos
han ampliado sus dominios o los de la patria”, es decir de aquellos personajes dignos de
elogio, gloria y honor. También en nuestra opinión, Bolívar entraría igualmente, en la
tipología del prototipo ideal del “Príncipe Nuevo” de Maquiavelo, aquel que según el
171
Secretario Florentino, libertaría la península Italiana de la dominación y esclavitud de los
“bárbaros”, franceses, españoles y alemanes, que tenían posesiones en Italia para la época y
subyugaban a pueblos enteros, aquel que los expulsaría y que unificaría a Italia en una sola
nación, una sola patria, con centro en su ciudad natal Florencia que sería entonces la “Nueva
Roma”.
Recordemos que en el último capítulo de El Príncipe, el XXVI, trata del llamado de
Maquiavelo a la venida de éste Príncipe Nuevo, en una “Exhortación a emancipar a Italia y a
liberarla de los bárbaros”. Podemos leer ese último capítulo como el llamado a un príncipe
nuevo que, aleccionado por Maquiavelo, viniera a suplir con su virtù la inexistencia de
instituciones libres en una Italia desahuciada. En el grado de corrupción en que se encuentra,
“... más esclava que los judíos, más sierva que los persas, más dispersa que los atenienses...”,
Italia no parece estar en condiciones de darse instituciones libres. Podemos leer ese capítulo
como la apelación a la llegada de un Príncipe Nuevo que, guiándose por las lecciones del
tratado de Maquiavelo, pudiera con su virtù y con ayuda de la fortuna suplir la ausencia de
instituciones libres, suplir la ausencia del vivere libere, que pudiera con su virtù imponer por
la fuerza un orden unificado y estable.
Parece entonces que el “desideratum” de Maquiavelo de un “Príncipe Nuevo” se
cumplió con Simón Bolívar, en esta parte del mundo y 300 años más tarde de lo anhelado por
el Secretario Florentino. “Príncipe” que libertó a Venezuela, la Nueva Granada, Quito, Perú y
fundó a Bolivia, libertándolas de los “bárbaros” españoles y finalmente, intentaría en vano
unificar esas nacientes naciones en una sola patria.
5.5.
Bolívar republicano o monárquico.
Todos los pueblos de la tierra se han gobernado por sí mismos con
despotismo o con libertad; sistemas más o menos justos a han regido a las
grandes sociedades; pero siempre por sus ciudadanos, refundiendo el bien o el
mal en ellos mismos.
Ningún otro aspecto ha sido tan controversial en la vida de Bolívar hasta nuestros días,
que discernir a ciencia cierta, si él fue un republicano y un demócrata por convencimiento, o
por lo contrario era un autócrata que deseaba instaurar una monarquía en nuestras nacientes
172
naciones. Un sinnúmero de Autores y analistas han escrito al respecto y han concluido que
Bolívar era un Republicano a carta cabal, como por ejemplo lo han señalado entre otros: José
Luís Salcedo-Bastardo, (1977) en su obra Visión y Revisión de Bolívar, en donde expresa:
Frente a la subordinación colonialista y al gobierno monárquico
despótico, Bolívar profesa, de manera vital e incesante, el credo de la
independencia y la Democracia.
A despecho de ciertos discutibles aspectos de la anécdota histórica que,
en determinados casos parecieran servir de fundamento a un supuesto
sentimiento ademocrático (sic) del Libertador, la ideología bolivariana, es decir,
el alma de su acción, es profunda y forzosamente democrática. Cualquiera otra
fórmula ius-política es incompatible con la unidad de su línea mental, con su
terca inspiración moral, y con la proyección de su esfuerzo en todos los ordenes
de lo social. Tan sólo la democracia puede compaginarse con su propósito
unitario de emancipación política, igualdad social, justicia económica, unidad
americana, conciencia histórica y perfección moral.
El gobierno concebido por él, y a cuyo logro se dedica, es un gobierno
democrático, republicano, popular, efectivo, sencillo, moralmente fuerte, capaz
de sobreponerse a la anarquía y a la tiranía como de realizar y defender la
revolución.
Coincidentes con la opinión de Salcedo-Bastardo, son entre otros: Juan Vicente
González (1845), Felipe Larrázabal (1889), José Gil Fortoul (1809), Augusto Mijares (1998),
Pedro Grases (1999) y Tomas Polanco Alcántara (1999).
El escritor alemán Gerhard Masur (1971) también lo afirma aunque dándole un aire de
un sistema parecido al periodo del “Principado” en Roma o el “Napoleonismo” en Francia,
con la incorporación de un poder ejecutivo fuerte, en su proyecto político:
Bolívar creía que todo Estado libre está amenazado por dos males: la
tiranía y la anarquía, que constituyen un océano de opresión del cual emergen
solamente unas pocas venturosas islas de libertad. Para evitar esos males,
173
Bolívar, en 1826, colocó sin reservas al lado de la autoridad. Las famosas
palabras de Abraham Lincoln que declaran que la democracia consiste en el
gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. La Constitución de Bolivia
aleja al pueblo, en la medida de lo posible, de ejercer influencia alguna sobre el
gobierno; emula el Gobierno consular de Napoleón. Sin embargo Bolívar no
preconiza el Gobierno ilimitado en manos de un solo hombre.
Para Masur, aún cuando en su biografía de Bolívar, afirma que la constitución
boliviana, “Emula el Gobierno Consular de Napoleón”, añade más adelante que Bolívar
nunca pretendió nombrarse rey ni emperador, ni tampoco instaurar un régimen monárquico en
América del Sur:
¿Acarició alguna vez Bolívar ese sueño? El autor está convencido de
que, a éste respecto, Bolívar nunca sintió la tentación de seguir los pasos de
Napoleón. Para él, su reputación significó siempre más que su poder, y esa
reputación se basaba más bien en el título de Libertador que en el de posible
emperador.
Los estudiosos de Bolívar no deben desorientarse con esos subterfugios
característicos de Bolívar. El Libertador nunca se propuso ceñir corona, ni
tampoco hacer experimentos con la monarquía en América Latina.
“Simón I”, Emperador de los andes, no era un título que ejerciera una
tentación irresistible sobre Bolívar; pero Simón Bolívar, creador de tres
Repúblicas, Presidente de la liga de Naciones de América del Sur, era quizá la
meta íntima de sus ambiciones que acaricio durante mucho tiempo.
Para José Gil Fortoul, en su obra Historia Constitucional de Venezuela (1909), Bolívar
en 1825, cuando se encontraba cerca de los 42 años, estaba en la cúspide de su vida política y
ejercía según sus propias palabras: “una autoridad equivalente a la de Pericles en Atenas, rey
sin corona.”, es decir un líder democrático y conductor vitalicio de su pueblo y en cuanto a la
inclinación de Bolívar a favor de la forma republicana de gobierno o de la monarquía agrega
en su obra:
174
En cuanto a Bolívar, si es verdad que hizo a este respecto declaraciones
contradictorias en 1829, resulta sin embargo consecuente consigo mismo, al
mantener la idea esencial que forma el centro de todas sus teorías
constitucionales, a saber un Poder ejecutivo cuyo jefe fuese Vitalicio. Y de
serlo él, desistió solamente cuando, envejecido y cansado, se apoderó de su
espíritu, según su propia confesión, aquella “decadencia”, “calma universal”,
“tibieza absoluta”, mensajera de la muerte. Por último, no se ha encontrado
hasta ahora en ninguna parte la prueba de que Bolívar pretendiera coronarse. Y
aún cuando se encontrara esa prueba, el nombre del Libertador no sería ni más
grande ni más pequeño en la historia. Su república estaba calcada sobre la
Monarquía Inglesa: su Presidente siendo vitalicio equivalía a un monarca
constitucional.
Para Laureano Vallenilla Lanz en su obra Cesarismo Democrático (1919), afirma que
la historia había demostrado, que la Constitución Boliviana, propuesta por Bolívar en 1826,
con su presidencia vitalicia, adaptada a los diversos medios y naciones del continente
americano, era la única que hubiera podido prevalecer con provecho para la estabilidad
política, el desarrollo social y económico y la consolidación del sentimiento nacional:
Si los ideólogos no le hubieran opuesto sistemáticamente los principios
anárquicos que han legitimado en cierto modo las ambiciones de los unos y los
impulsos desordenados de los otros, dando bandera a las revoluciones y
perpetuando junto a la anarquía la necesidad del tirano. Sin embargo, esa ley
[La Constitución boliviana] -como hemos dicho- se ha cumplido en casi todos
los países.[De Latinoamérica]
Para Vallenilla Lanz, la constitución boliviana era un “mal necesario”, y el único
modelo posible de proporcionarle un gobierno justo y estable a los pueblos recién
emancipados de la América del Sur, de acuerdo a su carácter nacional y a el crisol de razas
que allí se habían originado después de 300 años de régimen monárquico español. La
considera un verdadero instrumento republicano. También señala como “seres perniciosos a la
sociedad” a aquellos que criticaron a Bolívar por la elaboración de esa constitución
175
acusándolo de tirano y déspota. Asimismo menciona que aún las constituciones más liberales
y democráticas del mundo como la norteamericana, tienen elementos autocráticos y
“monárquicos” en ellas:
El genio penetrante del Libertador solicitó en su Constitución Boliviana,
en una monarquía sin corona, someter a una ley, sistematizar un hecho
rigurosamente científico, necesario y fatal como todo fenómeno sociológico,
instituyendo su presidente vitalicio con la facultad de elegir el sucesor.
Los que criticaron al Libertador, los que en su ceguera jacobina llegaron
a calificarle de déspota, de autócrata, de tirano y atentaron contra su vida
creyendo realizar un acto de justicia de amor a la libertad, no sólo están
condenados por la historia, sino que la ciencia misma los califica como seres
perniciosos para la sociedad.
Envenenados por aquel desbordamiento de sofismas y de utopías que
desato sobre el mundo la revolución francesa, no se daban cuenta de que
provocando la desobediencia y la rebelión contra la única autoridad posible en
aquellos momentos, retardaban la evolución lógica que han seguido todos los
pueblos y a la cual no podían sustraerse los hispano-americanos, partiendo de la
disgregación a la unidad hasta llegar a constituirse en verdaderas
nacionalidades bajo la autoridad del César que engendra la anarquía.
Aquellos que han calificado de antirrepublicanas las ideas del
Libertador, y que empíricamente han creído en la existencia real de los moldes
clásicos del constitucionalismo democrático, han ignorado seguramente que en
la más republicana de las constituciones que han existido en el mundo, en la
que ha servido de modelo a los partidos más radicales de la América Española,
en la Constitución de los Estados Unidos -como lo observa un eminente
sociólogo norteamericano- ‘Se encuentran al lado de elementos puramente
democráticos, elementos de un carácter absolutamente opuestos. Así, en lo que
concierne a los poderes atribuidos al Ejecutivo, está generalmente admitido
que la Constitución americana es más monárquica que la del Reino Unido de
176
la Gran Bretaña. Y si algún día las ideas democráticas, actualmente en boga,
llegaran a cambiar, como ha sucedido otras épocas en que las opiniones
políticas han sufrido una especie de trastrueque, se vería con asombro que la
constitución de los Estados Unidos no tendría necesidad sino de muy ligeras
modificaciones para adaptarse fácilmente a teorías absolutamente diferentes.
Para el periodista norteamericano Waldo Frank en su obra Bolívar, Nacimiento de un
Mundo (1951), Bolívar era un republicano convencido y afirma en su obra:
Es difícil imaginarse la fama de Bolívar en la Europa de Byron y de
Scott, de Chateaubriand y de Hugo, de Goethe y de Humboldt. Washington,
héroe de la América del Norte, era el hombre de un país pobre, y era también
un hombre de gesto magro. La América española era más rica y populosa, los
hechos de armas del andino Bolívar eran más dramáticos, y sus frases
superaban en vibración a las sencillas y razonables de Jefferson y Franklin. La
América española era la meca de los románticos, y Bolívar, su profeta; los
románticos y liberales de Europa lo situaban por encima de Napoleón y de
Washington.
Bolívar tenía una viva apreciación de estos dos hombres. En Bonaparte
admiraba eso que en los tiempos de Rockefeller, de Vanderbilt y de Edison iba
a calificarse de norteamericanismo: el magnate implacable que se ha forjado a
sí mismo, el organizador y el técnico continentales. Bolívar sentía desden por la
caída de Napoleón en la pompa medieval; igual que Beethoven, no le podía
perdonar que se hubiese coronado. Bolívar amaba en Washington al hombre de
nobles sentimientos, y le envidiaba la suerte que tuvo de contar con un pueblo
sólido, sustancia de la unión. En Napoleón, Bolívar rechazaba la exagerada
voluntad de poder que al él mismo le poseía. En cierta ocasión dijo que lo que
América necesitaba eran reyes que se llamasen Presidentes. En Washington
envidiaba el éxito que a él no le permitía conseguir su propio mundo más
complejo.
177
Otros sin embargo como el historiador español Salvador de Madariaga (1951), afirman
sin ambages que Bolívar sencillamente quería convertirse en un tirano y un déspota y en un
monarca sur americano:
Bolívar aspiraba, pues, a ser presidente vitalicio con más poderes de lo
que disfrutaba entonces el Rey de Inglaterra. Toda discusión sobre si era
monárquico o republicano huelga. Si los vocablos monarca y monárquico
estorban por evocar la idea tradicional y patriarcal del rey, el rey de cuentos de
hadas o de la baraja, acuñemos otros. Era Bolívar un monócrata, y lo que
deseaba era…Bueno, pues si no se admite que fuera una monarquía, digamos
que era una monocracia.
Personajes históricos que lo conocieron personalmente en vida y compartieron parte de
su gloria como el General José Antonio Páez (1865) y su maestro Simón Rodríguez (1830)
afirman que Bolívar fue un republicano, veamos lo que ambos nos han legado:
De acuerdo al maestro de Bolívar de sus primeras letras, Don Simón Rodríguez, en su
Defensa del General Bolívar (1830), expresa que Bolívar nunca ambicionó hacerse rey o
emperador, que su única ambición era la gloria, que la ambición de poder no era su objeto, que
ese tipo de sentimiento subalterno nunca embargó el alma de Bolívar, conozcamos como lo
expresa:
Bolívar no merece este reproche, porque sus miras se ven proyectadas
en el plan de la revolución. Sólo él se ha elevado a la altura del objeto, y fijado
el punto de distancia, en el cuadro de la Sociedad Americana. La perspectiva de
la Libertad es obra suya: Sólo él ha presentado el Gobierno Republicano bajo su
verdadero punto de vista; no se ha desviado de su fin ni ha desmayado; ha
pretendido hacer valer su obra, como todo autor lo pretende, y ha aspirado á ser
el Presidente (No el Rey) de la Federación Americana, como todos pueden
aspirar a serlo -Si en la relación de meritos de algún candidato aparecen
aptitudes ó servicios iguales ó superiores a los suyos…prefiéranse- No hay más
ambición en pretender la Presidencia Suprema de las Repúblicas de América,
178
que en pretender el pontificado -Los clérigos no han fundado la santa sede y
aspiran a ocuparla?- Bolívar es el patriarca político de América.
Bolívar no pudo haber olvidado las máximas que han presidido en sus
consejos, y reglado su conducta pública.
‘Sólo los filósofos son inmortales, porque viven en los corazones…La
gratitud de los pueblos es la GLORIA ETERNA DE LOS HÉROES
PROFANOS.’
‘Los Guerreros, los conquistadores y los reyes se sepultan en los libros’.
Genio y figura hasta la sepultura.
Uno de principales lugartenientes de Bolívar durante la Guerra de Independencia y
posteriormente tres veces presidente de la República, el General José Antonio Páez y testigo
presencial de todas las vicisitudes que afectó a la República de Venezuela, a Colombia y al
propio Bolívar en ese entonces, niega en su Autobiografía (1867) que Bolívar haya pretendido
coronarse monarca de América del Sur. Lo que afirma Páez, es que Bolívar pretendía un
gobierno fuerte que controlara la anarquía y la tiranía popular en que podía desembocar un
pueblo recién liberado de la esclavitud de un gobierno absolutista. Una presidencia vitalicia
como en la Constitución boliviana, una constitución mixta, como la recomendada por
Maquiavelo para la ciudad de Florencia al papa Médicis, León X en 1515, en donde estuviera
presente tanto el elemento monárquico representado por el poder ejecutivo, la aristocracia
“natural”, representada por el Senado hereditario, y una cámara de Tribunos como
representantes del pueblo y como la parte más liberal de un gobierno republicano y
democrático.
Aún cuando Páez fue uno de los primeros que en el año 1825 le sugirió a Bolívar que
convirtiera el gobierno de Colombia en una autocracia como lo hizo Napoleón Bonaparte en
Francia para sofocar la anarquía y los peligros de golpe de Estado y guerra civil que se
cernían sobre ese país en ese momento historico y sobre Venezuela y la Nueva Granada en
1825, a causa de las luchas intestinas por el poder que se presentaron en aquel tiempo por las
rivalidades entre civiles y militares. A tal efecto Páez le escribió a Bolívar en una carta
179
fechada en Caracas el 1º de octubre de 1825 y que el último de los nombrados recibió en Lima
en marzo de 1826, en la cual le expresó lo siguiente:
La situación en este país, es muy semejante en el día a la de Francia a
cuando Napoleón el grande se encontraba en Egipto y fue llamado por aquellos
primeros hombres de la revolución, convencidos de que un gobierno que había
caído en las manos de la más vil canalla no era el que podía salvar aquella
nación, y usted está en el caso de decir lo que lo que aquel hombre celebre
entonces: ‘Los intrigantes van a perder la patria vamos a salvarla.’
Y asimismo Páez en la misma carta, agrega:
Este país en lo general de su población no tiene más que los restos de
una colonia española, de consiguiente falto de todo elemento para montar una
república. Usted y un puñado de valientes, lo han hecho todo, el día que V. lo
deje, deja de ser lo que V. lo ha hecho, de consiguiente la existencia de un
orden de cosas aquí que pueda llamarse gobierno es circunstancial con V. y en
prueba es que solo su alejamiento ha producido un estado habitual de anarquía,
que no se puede atajar con la actual administración a pesar de sus mejores
deseos...
Mi general: esta no es la tierra de Washington; aquí se hacen obsequios
al poder, como se la han hecho á Boves y á Morillo, (sic) y el fundador de la
república será insultado por los hombres más viles el día que volviese al
recinto de su casa.
Dice además Gil Fortoul, que Bolívar recibió esta carta en el Perú, y con ella la visita
del señor Antonio Leocadio Guzmán, que iba comisionado especialmente para exponerle el
proyecto. Al propio tiempo recibió una carta de su hermana Maria Antonia, fechada en
Caracas el 30 de octubre de 1825 en donde le dice:
Mandan ahora un comisionado a proponerte la corona. Recíbelo como
merece la propuesta que es infame, y parto de las potencias de Europa, a ver si
concluyen con nuestra existencia miserable a manos de los partidos; pero di
180
siempre lo que dijiste en Cumaná el año 14: “que serías Libertador o muerto’”.
Ese es tu verdadero titulo, el que te ha elevado sobre los hombres grandes y el
que te conservara las glorias que has adquirido a costa de tantos sacrificios.
Detesta a todo el que te proponga la corona porque ese procura tu ruina.
Acuérdate de Bonaparte, e Iturbide y de otros muchos que no ignoras; estoy
bien satisfecha de tu modo de pensar, y te creo incapaz de permitir semejante
cosa, pero no puedo menos que declararte los sentimientos de mi corazón por el
interés que tengo de tu felicidad.
Bolívar reaccionó respondiéndole la carta a Páez, en otra fechada en Magdalena el 6 de
marzo de 1826, reafirmándole rotundamente sus principios republicanos:
He recibido la carta de Vd. el 1º de octubre del año pasado, que me
mando Vd. por medio del señor Guzmán, a quien he visto y oído no sin
sorpresa…. -le contestó a Páez- A la verdad casi toda la carta de Vd. esta
escrita en el buril de la verdad, más no basta la verdad sola para que un plan
logre su efecto. Vd. no ha juzgado, me parece, bastante imparcialmente el
estado de las cosas y de los hombres. Ni Colombia es Francia, ni yo Napoleón.
En Francia se piensa mucho y se sabe todavía más, la población es homogénea,
y además la guerra la ponía al borde del precipicio. No hay otra República más
grande que la francesa y la Francia ha sido siempre un reino. El gobierno
republicano se había desacreditado y abatido hasta estar en un abismo de
execración. Los monstruos que dirigían la Francia eran igualmente crueles e
ineptos. Napoleón era grande y único, y además sumamente ambicioso. Aquí
no hay nada de eso. Yo no soy Napoleón ni quiero serlo; tampoco quiero imitar
a César; aun menos a Iturbide. Tales ejemplos me parecen indignos de mi
gloria: El título de libertador es superior a todos los que ha recibido el orgullo
humano, Por lo tanto, es imposible degradarlo.
Y en oposición al pesimismo de Páez, insistía:
La República ha levantado el país a la gloria y a la prosperidad, ha dado
leyes y libertad. Los magistrados de Colombia no son ni Robespierre ni Marat.
181
El peligro ha cesado cuando las esperanzas empiezan: por lo mismo, nada urge
para tal medida. Son repúblicas las que rodean a Colombia, y Colombia jamás
ha sido un reino: Un trono espantaría tanto por su altura como por su brillo. La
igualdad sería rota y los colores verían perdidos todos sus derechos por una
nueva aristocracia. En fin, amigo yo no puedo persuadirme de que el proyecto
que me ha comunicado Guzmán sea sensato, y creo también que los que lo han
sugerido son hombres de aquéllos que elevaron a Napoleón y Iturbide para
gozar de su prosperidad y abandonarlos en el peligro, o si la buena fe los ha
guiado, crea Vd. que son unos aturdidos o partidarios de ideas exageradas bajo
cualquier forma que sean.
Con anterioridad de esta carta de respuesta de Bolívar al General Páez, Bolívar le
había escrito una al vicepresidente Santander, haciendo de su conocimiento de la carta de Páez
y de la repuesta que le iba a enviar, veamos parte de su contenido:
Reservadísimo.
En estos días he recibido cartas de diferentes amigos de Venezuela
proponiéndome ideas napoleónicas. El general Páez está a la cabeza de estas
ideas sugeridas por sus amigos los demagogos. Un secretario privado y redactor
de “El Argos” [Se refiere a Antonio L. Guzmán que publicaba en Caracas este
periódico], ha venido a traerme el proyecto, Vd. lo vera disfrazado en la carta
que incluyo original que Vd. deberá cuidar con infinito cuidado. El redactor de
esta carta es Carabaño (Francisco). El General Briceño me ha escrito
diciéndome que él ha tenido que contener a los que querían dar el golpe en
Venezuela y les aconsejo que me consultasen…Yo enviare al General Páez mi
proyecto de constitución para Bolivia por toda respuesta, a fin de que considere
mis ideas sobre estabilidad unida a la libertad y conservación de los principios
que hemos adoptado. También le diré que no debe desesperar a sus amigos, a
fin de que no caigan en otro extremo más cruel que éste, pues ya no les queda
otro que el de la pura anarquía…Yo diré al general Páez que haga dirigir la
opinión hacia mi constitución boliviana, que reúne los extremos y todos los
182
bienes, pues hasta los federalistas hallan en ella sus deseos en gran parte; y que
en el año 1831 puede hacerse una reforma favorable a la estabilidad y
conservación de la república; que debe temer lo que Iturbide padeció por su
demasiada confianza en sus partidarios, o bien debe temer una reacción de parte
del pueblo por la justa sospecha de una nueva aristocracia destructora de la
igualdad…Este plan me ofende más que todas las injurias de mis enemigos,
pues él me supone una ambición vulgar y de una alma infame capaz de
igualarse a la de Iturbide y esos otros miserables usurpadores. Según esos
señores, nadie puede ser grande, sino a la manera de Alejandro, César y
Napoleón. Yo quiero superarlos a todos en desprendimiento, ya que no puedo
igualarlos en hazañas. Mi ejemplo puede servir de algo a mi patria misma pues
la moderación del primer jefe cundirá entre los últimos, y mi vida será su regla.
El pueblo me adorará y yo seré la arca de su alianza.
Soy de Vd. de todo Corazón.
En los párrafos finales de esta carta de Bolívar, prácticamente plantea la máxima
esbozada por Maquiavelo en sus celebres Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio,
Libro III, capítulo I, cuando dice:
Los hombres cobran ánimos para intentar novedades y para hablar mal,
y por eso es necesario prevenir los males, volviendo el Estado a sus principios.
También puede provenir este renacer de una república a sus primeros principios
de la simple virtud de un solo hombre, sin depender de ninguna ley que
estimule a poner en ejecución actos ejemplares, pues la virtud de algunos
hombres excepcionales tiene tanto prestigio y es un ejemplo tan eficaz que los
hombres buenos desean imitarlos y los malos se avergüenzan de llevar una vida
tan contraria a la suya. Algunos varones que causaron a Roma efectos tan
beneficiosos fueron Horacio Cocles, Scevola, Cayo Fabricio Luscino, los dos
Decios, Marco Atilio Régulo y algunos otros, que con sus ejemplos raros y
virtuosos cumplieron casi la misma función que las leyes y las instituciones. Y
si las ejecuciones a que nos referíamos antes, junto a estos particulares
183
ejemplos, se hubieran seguido produciendo en aquella ciudad (Roma) al menos
cada diez años, podemos estar seguros que nunca se hubiera corrompido.
Páez en su autobiografía, realizada en los postreros años de su vida y como él mismo
expresó en ella: que ya no necesitaba decir otra cosa sino la verdad ante el tribunal de la
historia, cuando poco le faltaba para rendir cuenta a Dios por las acciones de su vida,
plasmaba los siguientes comentarios sobre la inclinación de Bolívar hacia la monarquía o a la
república, en donde deja claro la preferencia de este último hacía la forma republicana de
gobierno:
Calumnia infame, y que nadie puede sostener con visos de verdad, seria
el suponer que el General Bolívar alimentó jamás deseos de cambiar sus
inmarcesibles laureles de Libertador por la efímera corona de un imperio
americano, y no me detengo en dar razones, porque sobradas las dio él en todas
las ocasiones que se ofreció hablar sobre la materia, pero que él creyese que
convenía al país un gobierno monárquico o cuando menos uno con apariencia
de tal, es hecho que no pueden negar los que le trataron de cerca, conocieron lo
desilusionado que estaba de la democracia, y el dolor que le causaba la triste
situación de Colombia. Horrible debía ser la lucha que tuvo que sostener entre
sus convicciones particulares y el temor de contrariar los deseos de una
multitud, que nutrida de las ideas modernas importadas de
Francia y los
Estados Unidos, no opinaban como él respecto a las necesidades de Colombia.
No hay un documento del Libertador en que no se observe esa lucha.
Si Bolívar no hubiera tenido conciencia de su gloria, o hubiera sido un
ambicioso vulgar, habría podido sin escrúpulo alguno y con apariencia de la
mejor intención coronarse Rey de Colombia, pues había muchos en la
República que lo deseaban y aún Lord Aberdeen, secretario de relaciones
extranjeras de S. M. B., cuando se le hablaba de un príncipe Europeo,
aseguraba que el gobierno inglés no pondría objeción alguna si el pueblo
Colombiano proponía al Libertador como su monarca.
Y en ese mismo capítulo de su autobiografía, Páez aclara:
184
No es de extrañarse, pues, que Bolívar hubiese concebido la idea de que
bajo un gobierno monárquico moderado podían los colonos españoles vivir en
paz y hacer los progresos que su infancia política les permitía. Bolívar que dijo
repetidas veces que la América española presentaba un caos que amenazaba a
todas horas con la anarquía más completa, estaba convencido de que aquellos
pueblos necesitaban de un gobierno firme, estable y fuerte. Esa tendencia la
había manifestado el Libertador en su mensaje al Congreso de Guayana, y en su
predilección por la constitución Boliviana que recomendaba siempre, y la que
llamaba monarquía sin corona.
Además Páez enfatizó la predilección de Bolívar por la constitución boliviana con el
siguiente comentario de su obra:
El medio más eficaz en la opinión de Bolívar para impedir la
aniquilamiento de la obra de sus esfuerzos, era elegir un Presidente vitalicio con
un senado hereditario como el que en 1819 propuso en Guayana. Bien se
advierte que de este sistema á una monarquía constitucional hay muy poca
distancia, y que si Bolívar no abogaba abiertamente por este último gobierno,
era por un exceso de prudencia, pues sabia que tendría que habérselas con
partidos exaltados, entre los cuales no faltaban quienes le atribuyesen ideas
indignas de su gloria y de su genio.
Y en el capítulo XXV de su autobiografía, Páez va mucho más allá de lo expresado
anteriormente:
He seguido los pasos del Libertador desde el momento que apareció en
la brillante escena de la salvación de la patria: Habéis corrido conmigo la
revista de los más importantes hechos de su vida política; y ya como soldado,
ya como magistrado, su lenguaje y sus obras han sido uniformes y
consecuentes: su espíritu, el de la libertad que inflama en su corazón; su
anhelo, la felicidad de Colombia, de la América toda; su ambición, ocupar el
eminente rango de ciudadano; él ha manifestado siempre un amor entrañable las
instituciones liberales, una ciega idolatría la soberanía nacional y un rencor
185
eterno, la rabia más atroz á la dictadura, al mando supremo, al despotismo y a la
ignominia del cetro y de la corona.
En ese mismo capítulo de su autobiografía, Páez reseña una alocución del libertador al
Congreso de Colombia, que según él, apareció en la gaceta de Colombia nº 174 del año 1927:
Soy, pues, incapaz de permitir vuestra opresión, ni ayudar a imponer las
mismas cadenas que he despedazado. ¡Yo querer ser un monarca! Primero me
arrancaría el corazón antes que intentar perjurarme, antes que yo sucumbiese á
tan vil degradación. Estad seguro de esto, colombianos del Norte; nunca, nunca
el General Bolívar vuestro Libertador y vuestro padre, será rey, ni soberano en
Colombia, ni en la América, ni José Antonio Páez cooperara a tan nefasto
parricidio.
Maquiavelo, indicaba en sus obras que prefería el sistema republicano de gobierno al
principado, sin embargo afirmaba que los príncipes en ocasiones deberían preferir adoptar un
principado o una monarquía a una República si las condiciones no eran favorables a la
creación de estas últimas, o si la republica en cuestión se hallaba corrompida y los hombres se
han vuelto malos e indiferentes a las leyes. Éste análisis lo hace tanto en el Príncipe como en
los Discursos, al mostrar su admiración por la constitución romana y sus virtudes públicas.
Veamos como piensa el Secretario Florentino con respecto a la República: en relación a los
dos tipos más comunes de gobierno que suelen gobernar a los hombres, como afirmaba en el
capítulo I de El Príncipe: “Cuantos Estados, cuantas denominaciones ejercieron y ejercen
todavía una autoridad soberana sobre los hombres, fueron y son Repúblicas o principados. Los
principados son, o hereditarios cuando la familia que los sostiene lo poseyó por mucho tiempo
o son nuevos”.
Bolívar parafraseando a Maquiavelo, afirmaba en su Carta de Jamaica:
¿Se pudo prever cuando el genero humano se hallaba en su infancia,
rodeado de tanta incertidumbre, ignorancia y error, cuál sería el régimen que
abrazaría para su conservación? ¿Quién se habría atrevido a decir, tal nación
186
será República o monarquía, ésta será pequeña, aquella grande? En mi
concepto, ésta es la imagen de nuestra situación.
Como hemos afirmado anteriormente para Maquiavelo, como para Bolívar, sin lugar a
dudas, la República es la mejor forma de gobierno, es la forma ideal en donde se plasman la
libertad y la vida civil. Sólo en una República bien organizada el fin del Estado es el bien
común. Se llega a este bien común cuando se extinguen las grandes desigualdades sociales,
teniendo todos los estamentos participación en el gobierno (gobierno mixto); que el estado sea
libre sin ser sometido al poder de una sola persona o a un grupo parcial.
Como expusimos en el capítulo IV de este trabajo, de acuerdo a J. G. A Pocock; para
Maquiavelo, [republicano convencido] la República es el régimen virtuoso en el sentido
clásico del humanismo cívico. Es decir, la República es por encima de todas las cosas, el
régimen que permite la realización del vivere libere y el vivere civile, de una forma de vida
dedicada al interés cívico y al ejercicio de la actividad política del ciudadano, y es en esta vida
dedicada a la acción, posibilitada por la República, que el hombre puede aspirar a alcanzar los
más altos valores cívicos a los que puede pretender. Cualquier forma de gobierno, bien sea el
republicanismo o el gobierno popular, que no llene los requerimientos de la vida civil y
política, es bien, o una tiranía o una República corrupta. Es decir, la República es el régimen
virtuoso, una estructura de virtud, en términos de Pocock, en tanto es aquel que brinda el
marco para el ejercicio del vivere civile, de la virtud cívica, que es a la vez expresión suprema
de la virtud y condición de las virtudes particulares.
Maquiavelo pone en evidencia que toda estructura de virtud habita un mundo de
fortuna; en consecuencia, ninguna estructura de virtud puede prescindir de su componente de
virtù. A partir de este punto, quisiera argumentar que para Maquiavelo la República no sólo es
la ciudad virtuosa en el sentido en que lo entiende el humanismo cívico, sino que es también la
forma política más propicia para hacer frente a los golpes de la fortuna, y la más apta para
hacer gala de virtù. Es decir, la República sería, según las enseñanzas de Maquiavelo, no sólo
la forma de gobierno más adecuada a la naturaleza moral del hombre, sino también idealmente
la más estable y la más conforme a la naturaleza de la cosa política. Veámoslo en los propios
términos de Maquiavelo:
187
Los que organizan prudentemente una República, consideran, entre las
cosas más importantes, la institución de una garantía de libertad, y según sea
más o menos acertada, durará más o menos el vivir libre. Y como en todas las
Repúblicas hay magnates y pueblo, existen dudas de en qué manos estaría
mejor colocada esta vigilancia. Los lacedemonios y, en nuestros días los
venecianos, la ponen en manos de los nobles, en cambio los romanos la
confiaron a la plebe.
Es fácil conocer de dónde le viene al pueblo esa afición a vivir libre,
porque se ve por experiencia que las ciudades nunca aumentan su dominio ni su
riqueza sino cuando viven en libertad. Y es algo verdaderamente maravilloso
considerar a cuánta grandeza llegó Atenas por espacio de cien años, porque se
liberó de la tiranía de Pisístrato. Pero lo más maravilloso de todo, es contemplar
cuanta grandeza alcanzó Roma después de liberarse de sus reyes. La causa es
fácil de entender: porque lo que hace grande a las ciudades no es el bien
particular sino el bien común. Y sin duda este bien común no se logra más que
en las Repúblicas, porque éstas ponen en ejecución todo lo que se encamine a
tal propósito, y si alguna vez esto supone un perjuicio para este o aquel
particular, son tantos los que se benefician con ello que se puede llevar adelante
el proyecto pese a la oposición de aquellos pocos que resultan dañados. Lo
contrario sucede con los príncipes, pues la mayoría de las veces lo que hace
para sí mismos perjudica a la ciudad, y lo que hacen para la ciudad les perjudica
a ellos. De modo que, cuando en un Estado libre surge una tiranía, el mal menor
que surge de ello es que la ciudad ya no avanza ni crece en poder ni riquezas,
sino que la mayoría de las veces retrocede o disminuye.
Pues todas las tierras y las provincias que viven libres, en todas partes,
como dije antes, hacen enormes progresos. Porque allí los pueblos crecen, por
ser los matrimonios más libres y más apetecibles para los hombres, pues cada
uno procrea voluntariamente todos los hijos que cree poder alimentar, sin temer
que le sea arrebatado su patrimonio, y sabiendo que no solamente nacen libres y
no esclavos, sino que pueden, mediante su virtud, llegar a ser magistrados. Las
188
riquezas se multiplican en mayor número, tanto las que provienen de la
agricultura como las que proceden de las artes, pues cada uno se afana
gustosamente y trata de adquirir bienes que, una vez logrados, está seguro de
poder gozar. De aquí nace que los hombres se preocupen a porfía de los
progresos públicos y privados, y unos y otros se multiplican asombrosamente.
Lo contrario sucede en los países que viven siervos, y tanto más ven mermar el
acostumbrado bien cuanto más dura es la servidumbre.
... por eso que una República tiene una vida más larga y conserva por
más tiempo su buena suerte que un principado, porque puede adaptarse mejor a
la diversidad de las circunstancias, porque también son distintos los ciudadanos
que hay en ella, y esto es imposible en un príncipe, porque un hombre que está
acostumbrado a obrar de una manera, no cambia nunca, como decía, y
necesariamente fracasará cuando los tiempos no sean conformes con su modo
de actuar...
Maquiavelo afirmaba tanto en su Discursos, como en El Príncipe que cuando una
República se había corrompido y su virtù e instituciones públicas ya no eran suficientes para
restáurarla al vivere libere y a su buen funcionamiento como republica bene ordinata era
necesario que El Príncipe, asumiera plenos poderes e instaurara preferiblemente un régimen
autoritario y monárquico, en este sentido las afirmaciones de Maquiavelo justifican
plenamente las acciones que tomó Bolívar posteriormente cuando trató de tomar medidas
extremas para salvar a la República de Colombia de la anarquía que amenazaba con destruirla
en los años 1827, 1828, 1829 y 1830, veamos a continuación como lo expresa Maquiavelo:
De todo lo dicho se deduce la dificultad o imposibilidad que existe en
una ciudad corrupta para mantener una república o crearla de nuevo, y si, a
pesar de todo, la hubiese de crear o mantener, seria necesario que se inclinase
más hacia la monarquía que hacia el estado popular, para que los hombres cuya
insolencia no pueda ser corregida por las leyes sean frenados de algún modo
por una potestad casi regia: Y quererlos corregir por otro camino sería empresa
muy ardua o del todo imposible.
189
Cuando alguien llega a ser príncipe de una ciudad o de un Estado, sobre
todo si sus cimientos son débiles y no se inclina a la vida civil (vivere civile), ni
por el camino de la monarquía ni el de la república, el mejor medio que podrá
empeñar para mantener su principado es que, siendo él un príncipe nuevo, lo
organice todo de nuevo en aquel Estado, por ejemplo, instituyendo en la ciudad
nuevas formas de gobierno con nuevos nombres y autoridades con nuevos
hombres.
Si un príncipe busca la gloria del mundo, debería desear ser el dueño de
una ciudad corrompida, no para echarla a perder completamente, como César,
sino para reorganizarla, como Rómulo. Y en verdad los cielos no pueden dar a
los hombres mayor ocasión de gloria, ni los hombres la pueden desear mayor. Y
si, al querer organizar debidamente una ciudad, hubiera necesidad de renunciar
al principado, merecería alguna excusa el que, para no perder aquella categoría,
la dejase desordenada, pero el que puede conservar el trono y ordenarla, no
tiene excusa alguna para no hacerlo. En suma, podemos considerar que aquellos
a los que el cielo da tal ocasión ven abrirse ante sí dos caminos: uno que les
hará vivir seguros y, tras la muerte, volverse gloriosos, y otro que les hará vivir
en continuas angustias y los dejará, después de la muerte, en sempiterna
infamia.
Maquiavelo es enfático en sus Discursos al afirmar sobre la conveniencia de la
creación de una República o una monarquía lo siguiente: “Conviene, pues, fundar una
República donde existe o se ha instituido una gran igualdad, y, en cambio, establecer un
principado donde la desigualdad sea grande, pues de otro modo se hará algo desproporcionado
y poco duradero.”
Y en El Príncipe en relación a lo principados nuevos, adquiridos con sus propias
armas y el valor Maquiavelo agrega:
Los que por medios semejantes llegan a ser príncipes no adquieren su
principado sin trabajo, pero le conservan fácilmente; y las dificultades que ellos
190
experimentan al adquirirle dimanan en parte de las nuevas leyes y modos que
les es indispensable introducir para fundar su estado y su seguridad.
Debe notarse bien que no hay otra cosa más difícil de manejar, ni cuyo
acierto sea más dudoso, ni se haga con más peligro, que el obrar como jefe para
introducir nuevos estatutos.
En conclusión, en Los Discursos, Maquiavelo trata básicamente de la conveniencia de
adoptar la República y muestra las simpatías del autor por esta forma de gobierno. Bruto es el
héroe y César, destructor de las libertades de Roma, su villano (D: I, 10) pues el bien común
es más fácil de lograr en una República que bajo un príncipe. Pero Maquiavelo al igual que el
Bolívar posterior a la constitución boliviana, también veía las ventajas de un reino, pues
consideraba que era posible un buen gobierno bajo un príncipe: Francia debía ser admirada por
los italianos pues según Maquiavelo, estaba unificada bajo una sabia monarquía constitucional
(P: XIX). Existen, inclusive, circunstancias en las cuales solamente un monarca puede
gobernar, esto es, cuando se necesita fundar un Estado o hacer reformas profundas; o cuando
los ciudadanos son demasiado corruptos, entonces sólo una conducción fuerte puede ser
efectiva (D: I,9). En su misma obra Maquiavelo expresaba: Los “cuerpos mixtos como las
Repúblicas (...) están mejor organizados y tienen una vida más larga [ya que] mediante sus
instituciones, se pueden renovar a menudo...” (D: III, 1). Si el hombre es proclive a la
corrupción, la clave consiste en mantener a los ciudadanos “bien ordenados”, [republica bene
ordinata] a través de las leyes para que puedan defender sus libertades por medio de una serie
de instituciones, y en el Libro III de los Discursos: El renacer de una República puede
provenir de “... la virtud de un hombre o de una ley...” y es un solo hombre “... con sus
ejemplos raros y virtuosos [quien cumplirá] casi la misma función que las leyes y las
instituciones...” (D: III, 1).
En estos postulado de Maquiavelo se exponen claramente las circunstancias de la
actuación de Bolívar en 1828, posterior a la convención de Ocaña, los dilemas que confrontó y
su angustia entre la opción de elegir un gobierno netamente republicano y liberal para
gobernar a la República en esa época, o más bien la adopción de un gobierno monocrático o
monárquico, como se lo recomendaban en 1928, parte de sus asesores más cercanos y parte de
191
su gabinete ministerial, para “salvar a la patria”, tales como, José Manuel Restrepo, Ministro
del Interior; José María del Castillo y Rada, Estanislao Vergara Ministro de Relaciones
Exteriores, y el General, Rafael Urdaneta, Ministro de Guerra y Marina entre otros, a
instancias de los enviados franceses, el Duque de Montebello y el Conde Charles Bresson.
En nuestra apreciación, existen tres etapas
en la vida política de Bolívar como
estadista: una primera etapa que va desde la misma independencia en 1811, hasta el discurso
ante el Congreso de Angostura en 1819. En donde Bolívar se comportaba como un
republicano y demócrata liberal por excelencia, abogando por un sistema mixto de gobierno,
la independencia y el completo equilibrio de los poderes, apreciémoslo en sus propias palabras
pronunciadas en el manifiesto de Cartagena:
Es preciso que el gobierno se identifique, por decirlo así, al carácter de
las circunstancias, de los tiempos y de los hombres que lo rodean. Si éstos son
prósperos y serenos, él debe ser dulce y protector; pero si son calamitosos y
turbulentos, él debe mostrarse terrible y armarse de una firmeza igual a los
peligros, sin atender a leyes ni constituciones, ínterin no se restablecen la
felicidad y la paz.
Y en su carta de Jamaica:
Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande
nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y
gloria. Aunque aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no puedo
persuadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran
república; como es imposible, no me atrevo a desearlo; y menos deseo aún una
monarquía universal de América, porque este proyecto sin ser útil, es también
imposible.
No convengo en el sistema federal entre los populares y representativos,
por ser demasiado perfecto y exigir virtudes y talentos políticos muy superiores
a los nuestros; por igual razón rehúso la monarquía mixta de aristocracia y
democracia que tanta fortuna y esplendor ha procurado a Inglaterra. No
192
siéndonos posible lograr entre las repúblicas y monarquías lo más perfecto y
acabado, evitemos caer en anarquías demagógicas o en tiranías monócratas.
Busquemos un medio entre extremos opuestos que nos conducirían a los
mismos escollos, a la infelicidad y al deshonor.
Esta nación se llamaría Colombia como tributo de justicia y gratitud al
creador de nuestro hemisferio. Su gobierno podrá imitar al inglés; con la
diferencia de que en lugar de un rey habrá un poder ejecutivo, electivo, cuando
más vitalicio, y jamás hereditario si se quiere república, una cámara o senado
legislativo hereditario, que en las tempestades políticas se interponga entre las
olas populares y los rayos del gobierno, y un cuerpo legislativo de libre
elección, sin otras restricciones que las de la Cámara Baja de Inglaterra. Esta
constitución participaría de todas las formas y yo deseo que no participe de
todos los vicios.
Y en su discurso ante el Congreso de Angostura:
La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente
ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son
esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar
permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se
acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la
usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la libertad republicana, y
nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo magistrado,
que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente.
El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma
de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de
estabilidad política. Por las leyes que dictó el primer Congreso tenemos derecho
de esperar que la dicha sea el dote de Venezuela; y por las vuestras, debemos
lisonjearnos que la seguridad y la estabilidad eternizarán esta dicha. A vosotros
toca resolver el problema.
193
Un gobierno republicano ha sido, es, y debe ser el de Venezuela; sus
bases deben ser la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la libertad
civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los
privilegios. Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un
todo, la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres
públicas. Luego, extendiendo la vista sobre el vasto campo que nos falta por
recorrer, fijemos la atención sobre los peligros que debemos evitar. Que la
historia nos sirva de guía en esta carrera. Atenas, la primera, nos da el ejemplo
más brillante de una democracia absoluta, y al instante, la misma Atenas, nos
ofrece el ejemplo más melancólico de la extrema debilidad de esta especie de
gobierno. El más sabio legislador de Grecia no vio conservar su República diez
años, y sufrió la humillación de reconocer la insuficiencia de la democracia
absoluta para regir ninguna especie de sociedad, ni con la más cuita, morígera y
limitada, porque sólo brilla con relámpagos de libertad. Reconozcamos, pues,
que Solón ha desengañado al mundo; y le ha enseñado cuán difícil es dirigir por
simples leyes a los hombres.
Cuando hablo del Gobierno británico sólo me refiero a lo que tiene de
republicanismo, y a la verdad ¿puede llamarse pura monarquía un sistema en el
cual se reconoce la soberanía popular, la división y el equilibrio de los poderes,
la libertad civil, de conciencia, de imprenta, y cuanto es sublime en la política?
¿Puede haber más libertad en ninguna especie de república? ¿y puede
pretenderse a más en el orden social? Yo os recomiendo esta Constitución
popular, la división y el equilibrio de los poderes, la libertad civil, de como la
más digna de servir de modelo a cuantos aspiran al goce de los derechos del
hombre y a toda la felicidad política que es compatible con nuestra frágil
naturaleza.
Y finaliza Bolívar su discurso ante el Congreso de Angostura con su desiderátum de
una República democrática y liberal, la republica bene ordinata de Maquiavelo:
194
Dignaos, legisladores, acoger con indulgencias la profesión de mi
conciencia política, los últimos votos de mi corazón y los ruegos fervorosos que
a nombre del pueblo me atrevo a dirigiros. Dignaos conceder a Venezuela un
Gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral,
que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un Gobierno que haga reinar
la inocencia, la humanidad y la paz. Un Gobierno que haga triunfar bajo el
imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad.
Señor, empezad vuestras funciones; yo he terminado las mías.
Una segunda etapa, que va desde el Discurso ante el Congreso de Angostura en 1819
hasta la creación de Bolivia en 1826, en el cual madura su pensamiento republicano en función
de las características particulares de los pueblos que ha liberado de la monarquía española;
hace hincapié en la necesidad de fortalecer las facultades del poder ejecutivo, permaneciendo
todavía en cierta forma como un demócrata liberal. En carta dirigida al Dr. Pedro Gual
fechada en Maracaibo, con comentario sobre la situación política y militar de la República, le
expresaba:
Vd. me dice que la historia dirá de mí cosas magníficas. Yo pienso que
no dirá nada tan grande
como
mi desprendimiento del mando, y mi
consagración absoluta a las armas para salvar al gobierno y a la patria.
La historia dirá: ‘Bolívar tomó el mando para libertar a su
conciudadanos, y cuando fueron libres, los dejó para que se gobernasen por las
leyes, y no por su voluntad’. Esta es mi respuesta Gual; las otras razones las
vera Vd. en mi carta al Vicepresidente.
En una carta dirigida al Vicepresidente Santander fechada en Tulcán, le expresa:
V. E. sabe, y Colombia entera lo sabe también, que yo he consagrado mi
vida a la integridad de Colombia, a su libertad y a su dicha. Mi política ha sido
por la estabilidad, por la fuerza y por la verdadera libertad…La soberanía del
pueblo no es ilimitada, porque la justicia es la base y la utilidad perfecta le pone
termino.
195
Y en otra carta dirigida al Presidente del Perú, José De La Riva Agüero, fechada en
Guayaquil, le decía:
Tengo además la aprensión íntima que mi marcha a Lima puede ser
mirada por mis amigos con muy mal ojo. Hubo un Bonaparte, y nuestra propia
América ha tenido tres césares. Estos perniciosos ejemplos perjudican mi
opinión actual, pues nadie se persuade que, habiendo seguido la carrera militar
como aquellos, no me halle animado de su odiosa ambición. Ya mis tres
colegas: San Martín, O`Higgins e Iturbide, han probado su mala suerte por no
haber amado la libertad, y, por lo mismo, no quiero que una leve sospecha me
haga padecer como ellos. El deseo de terminar la guerra en América me impele
hacia el Perú, y me rechaza, al mismo tiempo, el amor a mi reputación, de
suerte que fluctuó y no decido nada, porque los dos motivos opuestos me
combaten con igual fuerza. Sin embargo me inclino a pensar que si es
indispensable, el amor a la patria vencerá, como ha dicho un antiguo.
Hay una tercera etapa en la vida de Bolívar posterior a la fundación y a la creación de
la Constitución de Bolivia en el año 1826, en la cual alcanza la cúspide de su vida como
político, y en donde sin abandonar del todo su pensamiento republicano, prevé la necesidad de
un ejecutivo fuerte, un presidente vitalicio y una constitución mixta de monarquía y
República, según lo que él mismo expresó en sus propias palabras en una carta enviada al
embajador de Colombia en Londres y Paris, el Señor José Fernández Madrid:
Mis opiniones sobre políticas son conocidas, y yo no sé que ventajas
sacaría nadie de seguirlas. Sobre este punto diré a Vd. cuatro palabras. Antes de
ahora creía que convenía un gobierno concentrado que mandase a Colombia, y
como me hallaba comprometido en salvarla de los españoles, lo dije al
Congreso de Angostura en el discurso que le hice el año 19. En nada más me he
metido durante mi vida…mi propósito por una circunstancia extraordinaria.
Colombia se hallaba dividida por el espíritu de reforma. De Venezuela me
ofrecían la corona; muchos pueblos querían Federación: Guayaquil me la pidió.
Santander pretendía sostener la constitución; entonces indiqué muy ligeramente
196
que transáramos las diferencias adoptando mis ideas políticas presentadas a
Bolivia con las modificaciones que se juzgaran propias. En efecto, mi proyecto
para Bolivia reúne la monarquía liberal con la república más libre; y por más
que parezca erróneo y lo sea en realidad, yo no tengo la culpa en pensar de este
modo, lo peor de todo es que mi error se obstina hasta imaginar que no somos
capaces de mantener repúblicas, digo más, ni gobiernos constitucionales. La
historia lo dirá.
Según Gerhard Masur (1971) en su biografía de Bolívar, la vida política de Bolívar
llegó a su punto de apogeo en Bolivia, o como diría Maquiavelo, hasta allí lo acompañó la
fortuna, o mejor dicho, después de allí no mudó de forma de actuar frente a los cambios de las
circunstancias, de las cosas y de los avatares del tiempo. Y en las propias palabras del
Secretario Florentino:
Restringiéndome más a varios casos particulares, digo que se ve a cierto
príncipe que prosperaba ayer caer hoy, sin que se haya visto mudar de genio ni
propiedades. Esto dimana, en mi creencia, de las causas que he explicado antes
con harta extensión, cuando he dicho que el príncipe que no se apoya más que
en la fortuna cae según ella varía. Creo también que es dichoso aquel cuyo
modo de proceder se halla en armonía con la calidad de las circunstancias y que
no puede menos de ser desgraciado aquel cuya conducta está en discordancia
con los tiempos.
Para Masur, en lo sucesivo, después de la creación de Bolivia, era inevitable el
descenso en su fortuna y su gloria. Sólo hubiera podido impedirlo a condición de renunciar a
su poder político. Pero la renuncia no se compadecía con el carácter de Bolívar.
Asimismo Masur explica en su obra:
La creación de Bolivia y su Constitución cierran un raro capítulo en la
vida de Bolívar. Estos dos acontecimientos son los dos últimos actos heroicos
en su carrera de Libertador. Hasta entonces había obrado inspirado por un
genuino deseo de gloria, pero en lo sucesivo parece dominado por la ambición
197
de elevarse de rango de un semidiós cuya existencia mítica diera vida a una
nación entera. Parece como si la contemplación de ese pináculo final de la fama
oscureciera con un velo de irrealismo algunas de las más bellas cualidades de
Bolívar. Una gran capacidad de organización se asociaba a un pensamiento
político deficiente. La Constitución de 1826 es un plan utópico cuyos ideales
son del pasado, en cambio, la Liga Americana de Naciones es una idea
profética de las necesidades del futuro.
Durante todas las fluctuantes circunstancias de la vida de Bolívar, encontramos ciertos
elementos básicos de su pensamiento político que permanecieron inalterados en el tiempo:
nacionalismo, republicanismo, centralismo, unidad el estado, sistema “mixto” de gobierno,
separación y equilibrio de los poderes, senado vitalicio y hereditario, parlamento
independiente, ejecutivo fuerte, eficaz y eficiente, rechazo al federalismo y respeto por las
fuerzas culturales y religiosas de los diferentes pueblos que conformaban la América del Sur.
A medida que Bolívar se fue formando esas ideas, subsistieron en su mente sin alteración,
pero se combinaron de modo diferente en los diferentes periodos de su vida. Masur agrega
además en su obra: “En la Constitución Boliviana hay un máximo de autoridad, estabilidad y
seguridad, pero un mínimo de espontaneidad en la libre expresión de la voluntad del pueblo.”
Aún en las postrimerías de su vida, Bolívar fue fiel a sus ideales republicanos y en
especial de su “hija menor” como llamaba a la Constitución de Bolivia. En una carta enviada
al Doctor Estanislao Vergara, Ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, fechada en el
campo del Buijó, frente a Guayaquil el 13 de junio de 1829, mantenía su opinión que el tipo de
gobierno que más le convenía a Colombia era el de un
presidente vitalicio como la
Constitución de Bolivia y un Senado hereditario como en Angostura y le manifestaba
asimismo, la impracticabilidad de implantar una monarquía extranjera para suplantarlo a él en
el gobierno de Colombia, en esa carta le expresa:
Yo he dicho hasta ahora a Vds., si, si, a todo cuanto me han propuesto
sin atreverme a dar mi opinión verdadera, temiendo que me interceptaran mi
cartas y se prevalieran de ellas para hacer la guerra al mismo gobierno y
alarmar la multitud contra el consejo.
198
Mi opinión es vieja, y por lo mismo creo haberla meditado mucho.
Primero.- No pudiendo yo continuar por mucho tiempo a la cabeza del
gobierno, luego que yo falte, el país se dividirá en medio de la guerra civil y de
los desordenes más espantosos.
Segundo.- Para impedir daños tan horribles que necesariamente debe de
suceder antes de diez años es preferible dividir el país con legalidad en paz y
buena armonía.
Tercero.- Si los representantes del pueblo en el congreso juzgan esta
providencia será bien aceptada por éste, deben verificarlo lisa y llanamente,
declarando, al mismo tiempo, todo lo que es concerniente a los intereses y
derechos comunes.
Cuarto.- En el caso de que los representantes no se juzguen
bastantemente autorizados para dar un paso tan importante, podrían mandar
pedir el dictamen de los colegios electorales de Colombia, para que estos digan
cual es su voluntad y sus deseos; y, conforme a ellos, dar a Colombia un
gobierno.
Quinto.-No pudiéndose adoptar ninguna de estas medidas porque el
congreso se opone a ellas, en este extremo solamente debe pensarse en un
gobierno vitalicio como el de Bolivia, con un Senado hereditario como propuse
en Guayana. Esto es todo cuanto podemos hacer para consultar la estabilidad
del gobierno, estabilidad que yo juzgo quimérica entre Venezuela y Nueva
Granada, porque en ambos países existen antipatías que no se pueden vencer. El
partido de Páez y el de Santander están en un punto completamente de acuerdo,
aunque el resto del país se oponga a estas ideas.
Bolívar en este documento, hace énfasis en que se debe consultar al pueblo en un
referéndum sobre que tipo de gobierno desea tener, haciendo gala de su vocación democrática,
y agrega, que en caso de que el Congreso de la República se oponga a esa medida, pues, se
debería adoptar la Constitución Boliviana, incorporando el Senado vitalicio y hereditario que
199
propuso en Angostura. Y con respecto a establecer una monarquía en Colombia, Bolívar
opinaba en esa misma carta lo siguiente:
El pensamiento de una monarquía extranjera para sucederme en el
mando, por ventajosa que fueran sus resultados, veo mil inconvenientes para
conseguirla:
Primero.-Ningún príncipe extranjero admitirá por patrimonio un
principado anárquico y sin garantías.
Segundo.-Las deudas nacionales y la pobreza del país no ofrecen medios
para mantener un príncipe y una corte miserablemente.
Tercero.-Las clases inferiores se alarmaran, temiendo los efectos de la
aristocracia y de la desigualdad.
Y cuarto.-Los generales y ambiciosos de todas condiciones no podrán
soportar la idea de verse privados del mando supremo.
Por las evidencias escritas presentadas, Bolívar tenía razón, proponer una monarquía
para Colombia en ese momento, después de libertada de los españoles, de tantos años de
luchas y de tanta sangre derramada, una vez establecida la República, era algo más que una
simple herejía política y una afrenta a los pueblos libertados. No era posible concebir idea de
monarquía en ese entonces, sin asociarla al despotismo, a la tiranía, y a la abyección y cuanto
puede envilecer y degradar al ciudadano; no se podía formar idea de monarquía
separadamente de estas anomalías; no se podía formar idea de monarca, sin la identificación y
el recuerdo del déspota de Fernando VII, objeto de odio y aborrecimiento para los americanos
del sur.
En otra carta escrita al General Rafael Urdaneta del mismo 5 de agosto de 1829, le
decía:
Para el proyecto de monarquía no hay sujeto, porque yo no quiero ni
quiere ningún príncipe de Europa subir a un cadalso regio; y si yo me olvidara
alguna vez de lo que dije en Bolivia, tengo a mi lado a Iturbide que me lo
recordará todos los días.
200
Esto es lo que conviene, mi amigo, al país, a Vd. y a mi. Digo a usted
porque, aunque es el más comprometido, no deja de tener retirada en el día. Si
usted no quiere salir de Colombia, váyase usted a Caracas y ayude usted a Páez
a reunir las opiniones de Venezuela. Si quiere usted salir del país le ofreceré a
usted la mitad de lo que tenga, y sobre esto debe usted contar como infalible.
Mejor es estar tranquilo que vivir sobre el trono del universo.
Posteriormente le escribió una carta a su edecán el General Daniel Florencio O`Leary,
fechada en Guayaquil el 13 de septiembre de 1829, en donde le expresa que no sólo está en
contra de la instauración de la monarquía en Colombia, sino tampoco con el establecimiento
de un gobierno federal como el de los Estados Unidos, que es preferible en éste caso, adoptar
el Corán que ese sistema tan liberal y tan perfecto:
Yo no concibo que sea posible siquiera establecer un reino en un país
que es constitutivamente democrático, porque las clases inferiores y más
numerosas proclaman esta prerrogativa con derechos incontestables, pues la
igualdad legal es indispensable donde hay desigualdad física, para corregir en
cierto modo la injusticia de la naturaleza. Además, ¿quién puede ser rey en
Colombia? Nadie, en mi parecer, porque ningún príncipe extranjero admitiría
un trono rodeado de peligros y miserias; y los generales tendrían a menos
someterse a un compañero y renunciar, para siempre, la autoridad suprema. El
pueblo se alarmaría con esta novedad y se juzgaría perdido por la serie de
consecuencias que deduciría de la estructura y base de este gobierno. Los
agitadores conmoverían al pueblo con armas bien alevosas y su seducción sería
invencible, porque todo conspira a odiar ese fantasma de tiranía que aterra con
el nombre solo. La pobreza del país no permite la erección de un gobierno
fastuoso y que consagra todos los abusos del lujo y la disipación. La nueva
nobleza indispensable en una monarquía, saldría de la masa del pueblo, con
todos los celos de una parte, y toda la altanería de la otra. Nadie sufriría sin
impaciencia esta miserable aristocracia cubierta de pobreza e ignorancia y
animada de pretensiones ridículas... No hablemos más por consiguiente de esta
quimera.
201
Todavía tengo menos inclinación a tratar del gobierno federal;
semejante forma social es una anarquía regularizada, o más bien es la ley que
prescribe implícitamente la obligación de disociarse y arruinar el Estado con
todos sus individuos: Yo pienso que mejor sería para la América adoptar el
Corán que el gobierno de los Estados Unidos, aunque es el mejor del mundo.
Aquí no hay que añadir más nada, sino echar la vista sobre esos pobres países
de Buenos Aires, Chile, Méjico y Guatemala. También podemos nosotros
recordar nuestros primeros años! Estos ejemplos solos nos dicen más que las
bibliotecas…El Congreso constituyente tendrá que elegir una de dos
resoluciones únicas que le queda en la situación de las cosas:
1ª.- La división de la Nueva Granada y Venezuela.
2ª.- La Creación de un gobierno vitalicio y fuerte.
El 6 de diciembre de 1829, Bolívar escribe a Antonio Leocadio Guzmán, quien años
antes le llevara a Lima la propuesta monárquica de Páez en 1825:
Si algunas personas interpretan mi modo de pensar y en él apoyan sus
errores, me es bien sensible, pero inevitable: con mi nombre se quiere hacer en
Colombia el bien y el mal, y muchos lo invocan como el texto de sus disparates.
No son pocos los que me han hablado de un sistema monárquico y en diferentes
épocas, pero siempre he dicho francamente lo que pienso en tal asunto. La
nación puede darse la forma que quiera, los pueblos han sido invitados de mil
modos a expresar su voluntad y ella debe ser la única guía en las deliberaciones
del congreso; pero persuádase usted y que se persuada todo el mundo que yo no
seré el rey de Colombia ni por un extraordinario evento, ni me haré acreedor a
que la posteridad me despoje del título de Libertador que me dieron mis
conciudadanos y que halaga toda mi ambición...
Dentro de la controversia de que si Bolívar era pro Monárquico o pro Republicano, una
cosa si es cierta, Bolívar en sus discursos, proclamas e innumerables cartas nunca se pronunció
abiertamente ni fehacientemente a favor de la instauración de una monarquía en las naciones
202
que libertó, prefería una República, pero una República bien ordenada como Maquiavelo, con
un ejecutivo fuerte, con poderes regios como lo tenía el ejecutivo británico, en fin una
entelequia: un “principado vitalicio” con rasgos de república que evitara la anarquía que
pudiera surgir en un pueblo que no estaba preparado ni acostumbrado a vivir en un régimen
puramente democrático y de libertades públicas, dado que nuestros pueblos, como él mismo lo
afirmó en más de una oportunidad, por haber estado sometidos a la monarquía absoluta del
reino de España por casi 300 años, no estaban todavía preparados para tal sistema ni tampoco
para el sistema federal de gobierno que tan bien había funcionado para los Estados Unidos de
América en ese entonces. Veamos como lo dijo el mismo Bolívar:
Mas por halagüeño que parezca, y sea en efecto este magnifico sistema
federativo, no era dado a los venezolanos gozarlo repentinamente al salir de las
cadenas. No estábamos preparados para tanto bien; el bien, como el mal, da la
muerte cuando es súbito y excesivo. Nuestra constitución moral no tenía
todavía La consistencia necesaria para recibir el beneficio de un gobierno
completamente representativo, y tan sublime que podía ser adaptado a una
república de santos.
Quizá este dilema le acompañó hasta el fin de sus días, tal vez, al hablarse de sistema
monárquico, pudiera haber pensado en instaurar un sistema similar al del vecino país, Brasil y
su primera constitución escrita de 1824, que conformó el Imperio del Brasil de Pedro I,
elaborado según las prescripciones del pensador y revolucionario francés Benjamín Constant,
que era mas bien una monarquía moderada y liberal con un legislativo muy similar al
británico, con un senado vitalicio y hereditario y una cámara de representantes electos con el
voto popular, sistema que funcionó perfectamente bien en el vecino país y garantizó su
estabilidad política por casi 70 años hasta su transformación en República en 1889.
Aún cuando Bolívar entró en Caracas con toda la gloria y el poder del mundo en 1813,
después de haber sido proclamado como Libertador por la Campaña Admirable, manifestó
fehacientemente su amor por la libertad y su vocación por los principios republicanos, cuando
el 2 de enero de 1814, en el discurso pronunciado en el convento de los religiosos
203
Franciscanos, expresó que un “soldado feliz no adquiere ningún derecho para mandar a su
patria”:
Un soldado feliz no adquiere ningún derecho para mandar a su patria:
No es el árbitro de las leyes ni del Gobierno; es el defensor de la libertad: Sus
glorias deben de confundirse con las de la República; y su ambición debe
quedar satisfecha al hacer la felicidad de su país.
Y en el discurso pronunciado el 23 de enero de 1815, en Bogotá, con motivo de la
instalación del Gobierno de las Provincias Unidas en dicha ciudad, expresó que la justicia es la
reina de las virtudes republicanas, veamos: “La justicia es la reina de las virtudes republicanas,
y con ellas se sostiene la igualdad y la libertad que son las columnas de este edificio.”
5.6.
Bolívar y la separación y el equilibrio de los poderes.
“Todos recibirán esta constitución como el arca de la alianza y como la
transacción de la Europa con la América, del ejercito con el pueblo, de la
democracia con la aristocracia y del imperio con la república. Todos me dicen
que mi constitución va a ser el gran móvil de nuestra reforma social.”
Bolívar al igual que Maquiavelo y Polibio con anterioridad era partidario y proclive de
instaurar en la nacientes naciones de Iberoamérica sistemas mixtos, eclécticos o “híbridos” de
gobierno que incorporaran el elemento monárquico, el aristocrático y el popular; sistemas que
habían sido elogiado a su vez tanto por Maquiavelo, como también por James Harrington,
Montesquieu y Rousseau durante los siglos XVII y XVIII. Y que según estos pensadores
garantizarían a una naciente República, la mayor estabilidad y felicidad política posible. La
tesis original de Polibio y posteriormente la misma de Maquiavelo, estribaba que todas las
constituciones simples, por el hecho de serlo, son malas (inclusive las rectas); pues siempre se
corrompían y derivaban en otro sistema, por consiguiente eran todas formas inestables. ¿Cuál
era el remedio?, pues las constituciones mixtas, es decir, una constitución que sea producto del
arreglo ecléctico entre las tres formas clásicas: monarquía, aristocracia y democracia.
Apreciémoslo en las propias palabras de Polibio y Maquiavelo:
204
En efecto, debemos de considerar óptima la constitución que se integre
de las características de las tres formas citadas.
Ciertamente Licurgo había llegado a comprender que todos los
trastornos que hemos dicho eran naturalmente inevitables. Se hallaba
persuadido que toda especie de gobierno simple y constituida sobre una sola
autoridad era peligrosa, por degenerar rápidamente en el vicio familiar y
consiguiente a su naturaleza. A la manera que el orín en el hierro y la polilla y
la carcoma a la madera son pestes connaturales que, sin necesidad de otros
males externos corroen estos cuerpos, porque fomentan en sí mismos la causa
de su destrucción, de igual modo cada especie de gobierno alimenta dentro de sí
un cierto vicio que es la causa de su ruina.
Según Bobbio, en este caso Polibio en el libro VI de sus Historias, da una definición,
que se volvió clásica, del gobierno mixto y de su funcionamiento en la descripción del
remedio que Licurgo tuvo que establecer en Esparta para resolver el inconveniente de la
“inseguridad”.
Licurgo formó una república no simple ni uniforme, sino compuesta de
lo bueno y lo peculiar que encontró en los mejores gobiernos y para que
ninguna potestad saliese de su esfera y degenerase en el vicio connatural. En
una república estaban contrapesadas entre sí las autoridades para que la una no
hiciese ceder ni declinar demasiado a la otra, sino que todas se hallasen en
equilibrio y balanza a la manera del barco que por todas partes es impelido
igualmente de los vientos. El miedo del pueblo que tenía su buena parte en el
gobierno contenía la soberbia de los reyes. Al pueblo para que no se atreviese
contra el decoro de los reyes, refrenaba el respeto del Senado, cuerpo formado
de gentes escogidas y virtuosas, que siempre se habían de poner de parte de la
justicia. De suerte que la parte más débil, pero que conservaba en vigor la
disciplina, venia a ser la más fuerte y poderosa con la agregación y contrapeso
del Senado.
205
Para Maquiavelo al igual que Polibio, los sistemas simples de gobiernos son también
inestables y por consiguiente poco duraderos, por tanto recomienda la adopción de un sistema
mixto de gobierno que le garantizase a las nacientes naciones su estabilidad y su
perdurabilidad en el tiempo:
Añado además, que todas estas formas son pestíferas, pues las buenas
tienen una vida muy breve, y las malas son de por sí perversas. De modo que
conociendo este defecto, los legisladores prudentes huyen de cada de estas
formas en estado puro, eligiendo un tipo de gobierno que participe de todas,
juzgándolo más firme y más estable, pues así cada poder controla a los otros, y
en una misma ciudad se mezclan el principado, la aristocracia y el gobierno
popular.
Para Maquiavelo, las formas simples de gobierno pueden ocasionar grandes daños, las
buenas porque tienen muy corta duración, y las malas porque son perversas por sí mismas y en
el paso de una forma a otra se producen grandes revueltas y revoluciones en las ciudades que
las padecen. Así, Maquiavelo considera que la mejor forma de gobierno es el “gobierno
mixto” o ecléctico, puesto que sintetiza y agrupa las formas buenas de gobierno y no sólo
porque resulta más firme, sino también más estable, pues existe un control mutuo o de
“frenos” y “balances” [Checks and Balances], entre el principado, la aristocracia y el gobierno
popular. Para mostrar esto, al igual que Polibio, toma como ejemplo a Esparta, que vivió cerca
de ochocientos años, mientras que Atenas, con un gobierno popular puro, no duró más de un
siglo, veamos como lo expresa Maquiavelo:
Entre los que merecieron más alabanzas por haber dado constituciones
de este tipo mixto se encuentra Licurgo, que ordenó las leyes de Esparta de
manera que, dando su parte de poder al rey, a los nobles y al pueblo, construyó
un estado que duró más de ochocientos años, con suma gloria para él y quietud
para su ciudad. Sucede lo contrario con Solón, el que dio leyes a Atenas, pues
organizándolo todo según gobierno exclusivamente popular, lo construyó de
vida tan breve que antes de morir vio como nacía la tiranía de Pisístrato, y
aunque cuarenta años más tarde fueron expulsados sus herederos y volvió
206
Atenas a su libertad, al volver a tomar un gobierno popular según el modelo de
Solón, no lo mantuvo más de cien años.
El elogio de Maquiavelo en sus Discursos a Licurgo y a la constitución de Esparta, lo
expresó también Bolívar de casi de igual manera en su discurso ante el Congreso de Angostura
el 15 de febrero de 1819:
Que la historia nos sirva de guía en esta carrera. Atenas, la primera, nos
da el ejemplo más brillante de una democracia absoluta, y al instante, la misma
Atenas, nos ofrece el ejemplo más melancólico de la extrema debilidad de esta
especie de gobierno. El más sabio legislador de Grecia no vio conservar su
República diez años, y sufrió la humillación de reconocer la insuficiencia de la
democracia absoluta para regir ninguna especie de sociedad, ni con la más
culta, morígera y limitada, porque sólo brilla con relámpagos de libertad.
Reconozcamos, pues, que Solón ha desengañado al mundo; y le ha enseñado
cuán difícil es dirigir por simples leyes a los hombres.
La República de Esparta, que parecía una invención quimérica, produjo
más efectos reales que la obra ingeniosa de Solón. Gloria, virtud moral, y, por
consiguiente, la felicidad nacional, fue el resultado de la legislación de Licurgo.
Además para Maquiavelo, el prototipo ideal de república bien organizada y estable, era
el sistema mixto de la República romana, a la que denominó “república perfecta”:
Y así, aunque los reyes perdieron el poder por razones y motivos
similares a los que hemos expuesto, los mismos que les habían depuesto
crearon inmediatamente dos cónsules que ocupasen el lugar correspondiente al
rey, desterrando de Roma el nombre, mas no la potestad regia; de este modo,
existiendo en aquella República los cónsules y el senado, venia a ser una
mezcla de sólo dos de los tres gobiernos citados: Monarquía y Aristocracia.
Sólo le quedaba dar su parte al gobierno popular, y entonces, habiéndose vuelto
insolente la nobleza romana por las causas que comentaremos más adelante, el
pueblo se sublevó contra ella, de manera, que para no perderlo todo, se vio
207
obligada a conceder su parte al pueblo, aunque el senado y los cónsules
conservaron la suficiente autoridad como para mantener su posición en la
república. Y así fueron creados los tribunos de la plebe, después de lo cual fue
mucho más estable aquel estado participando de las tres formas de gobierno. Y
tan favorable le fue la fortuna, que aunque pasó de la monarquía y la
aristocracia al poder popular, en la forma y por las causas descritas mas arriba,
no por eso se arrebató toda la autoridad a la corona para darla a los nobles, ni se
anuló enteramente la autoridad de los nobles para darla al pueblo, sino que
permaneciendo mezcladas, compusieron una república perfecta, llegando a esa
perfección gracias a la desunión entre la plebe y el senado, como se demostrará
ampliamente en los capítulos siguientes.
Bolívar como ya hemos mencionado, en casi todos sus escritos y declaraciones de
importancia, en especial en su Carta de Jamaica, (1815), en su Discurso ante el Congreso de
Angostura, (1819) y su Mensaje al Congreso Constituyente de Bolivia, (1826), manifiesta su
clara inclinación hacia un sistema mixto de gobierno, a pesar de que lo niega sin enfatizar en
un párrafo de su misma Carta de Jamaica. Bolívar aspiraba a constituir en Colombia la
Grande, una República como la romana o similar a lo que tenía de republicano la Monarquía
Inglesa del momento, que poseyera al elemento monárquico, al aristocrático y el segmento
popular, como lo fue en sus tiempos la mencionada República romana, y que tanto preconizara
Maquiavelo como modelo de estabilidad y seguridad política y a la que denominó “república
perfecta”. Bolívar estaba consciente de las características específicas de los pueblos
latinoamericanos, que contenían en su seno elementos monárquicos y aristocráticos con los
blancos españoles y en los “mantuanos” o “blancos criollos” y el fragmento popular en los
“pardos” [mezcal racial de blancos, negros e indios] y esclavos, que debían ser libertados y,
con la combinación de esos tres sistemas, pensaba dar participación política y “equilibrio
político” a cada uno de esos sectores de la sociedad venezolana y sur americana de la época
para evitar el conflicto entre las diferentes clases sociales que devendría irremisiblemente en la
tiranía o en la anarquía y la guerra civil de prevalecer uno de esos sectores mencionados sobre
los otros.
208
Bolívar mediante este sistema mixto de gobierno buscaba una República bien
organizada, [republica bene ordinata] con perfecto equilibrio de poderes, el vivere civile, y el
vivere libere, la participación ciudadana, leyes justas y suaves que garantizasen el mayor
grado de felicidad, el mayor grado de estabilidad política y el mayor grado de seguridad
posible como lo dijera en sus propias palabras en su Discurso ante el Congreso de Angostura:
“El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible,
mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política.”
No se puede entonces hablar de Bolívar republicano puro ni de monárquico “Estrictu
Sensu”. Bolívar como anteriormente Polibio, Maquiavelo, Harrington, Montesquieu y
Rousseau, estaba consciente de la debilidad intrínseca de los sistemas simples de gobierno,
bien sea la democracia absoluta, la libertad absoluta o la monarquía absoluta, conocía de que
cada uno de ellos llevaba dentro de sí mismo el germen de su propia destrucción, y su
derivación natural en sistemas opuestos anárquicos e indeseables. Bolívar como Maquiavelo
preconizaba gobiernos acordes con las características propias de los pueblos y de los tiempos,
gobiernos fuertes y estables, que pudieran garantizar, la libertad, la estabilidad y la seguridad
de los pueblos recién liberados de la monarquía española. Analicemos algunos de sus
pensamientos que confirmarían la tesis anteriormente formulada:
5.6.1. Algunas ideas políticas plasmadas en la Carta de Jamaica del 6 de septiembre de
1815.
Yo considero el estado actual de América, como cuando desplomado el
imperio romano cada desmembración formó un sistema político, conforme a
sus intereses y situación, o siguiendo la ambición particular de algunos jefes,
familias o corporaciones, con esta notable diferencia, que aquellos miembros
dispersos volvían a restablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que
exigían las cosas o los sucesos; mas nosotros, que apenas conservamos
vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos indios, ni
europeos, sino una especie mezcla entre los legítimos propietarios del país y los
usurpadores españoles; en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento, y
nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar a éstos a los del país, y
209
que mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallemos en
el caso más extraordinario y complicado.
Los acontecimientos de la tierra firme nos han probado que las
instituciones perfectamente representativas no son adecuadas a nuestro carácter,
costumbres y luces actuales. En Caracas el espíritu de partido tomó su origen en
las sociedades, asambleas y elecciones populares; y estos partidos nos tornaron
a la esclavitud. Y así como Venezuela ha sido la república americana que más
se ha adelantado en sus instituciones políticas, también ha sido el más claro
ejemplo de la ineficacia de la forma demócrata y federal para nuestros nacientes
Estados.
Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande
nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y
gloria. Aunque aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no puedo
persuadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran
República; como es imposible, no me atrevo a desearlo; y menos deseo aún una
monarquía universal de América, porque este proyecto sin ser útil, es también
imposible.
Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar
una República central, cuya capital sea Maracaibo o una nueva ciudad que con
el nombre de Las Casas (en honor de este héroe de la filantropía), se funde
entre los confines de ambos países, en el soberbio puerto de Bahía
Honda…Esta nación se llamaría Colombia como tributo de justicia y gratitud al
creador de nuestro hemisferio. Su gobierno podrá imitar al inglés; con la
diferencia de que en lugar de un rey habrá un poder ejecutivo, electivo, cuando
más vitalicio, y jamás hereditario si se quiere república, una cámara o senado
legislativo hereditario, que en las tempestades políticas se interponga entre las
olas populares y los rayos del gobierno, y un cuerpo legislativo de libre
elección, sin otras restricciones que las de la Cámara Baja de Inglaterra. Esta
constitución participaría de todas las formas y yo deseo que no participe de
todos los vicios.
210
5.6.2. Algunas ideas Políticas y sistema de gobierno propuesto por Bolívar en su
Discurso ante el Congreso de Angostura del 15 de febrero de 1819.
El Discurso ante el Congreso de Angostura, es la obra cumbre de Simón Bolívar como
estadista y fundador de naciones, allí propone una República democrática y liberal, un sistema
“mixto” de gobierno, con separación y equilibrio de poderes, y quizás con excepción del
anacronismo el Senado vitalicio y hereditario, no tendría nada que envidiarle a ninguna
Constitución moderada y moderna vigente, veamos:
Un gobierno republicano ha sido, es, y debe ser el de Venezuela; sus
bases deben ser la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la libertad
civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los
privilegios. Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un
todo, la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres
públicas. Luego, extendiendo la vista sobre el vasto campo que nos falta por
recorrer, fijemos la atención sobre los peligros que debemos evitar.
La Constitución Romana es la que mayor poder y fortuna ha producido
a ningún pueblo del mundo; allí no había una exacta distribución de los
poderes. Los Cónsules, el Senado, el Pueblo, ya eran Legisladores, ya
magistrados, ya Jueces; todos participaban de todos los poderes. El Ejecutivo,
compuesto de dos Cónsules, padecía el mismo inconveniente que el de Esparta.
A pesar de su deformidad no sufrió la República la desastrosa discordancia que
toda previsión habría supuesto inseparable de una magistratura compuesta de
dos individuos, igualmente autorizados con las facultades de un monarca.
Aquí es el lugar de repetiros, legisladores, lo que os dice el elocuente
Volney en la dedicatoria de su Ruinas de Palmira: «A los pueblos nacientes de
las Indias Castellanas, a los jefes generosos que los guían a la libertad: que los
errores e infortunios del mundo antiguo enseñen la sabiduría y la felicidad al
mundo nuevo». Que no se pierdan, pues, las lecciones de la experiencia; y que
las secuelas de Grecia, de Roma, de Francia, de Inglaterra y de América nos
instruyan en la difícil ciencia de crear y conservar las naciones con leyes
211
propias, justas, legítimas, y sobre todo útiles. No olvidando jamás que la
excelencia de un gobierno no consiste en su teórica, en su forma, ni en su
mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación para
quien se instituye.
Roma y la Gran Bretaña son las naciones que más han sobresalido entre
las antiguas y modernas; ambas nacieron para mandar y ser libres; pero ambas
se constituyeron no con brillantes formas de libertad, sino con establecimientos
sólidos. Así, pues, os recomiendo, representantes, el estudio de la Constitución
británica, que es la que parece destinada a operar el mayor bien posible a los
pueblos que la adoptan; pero por perfecta que sea, estoy muy lejos de
proponeros su imitación servil. Cuando hablo del Gobierno británico sólo me
refiero a lo que tiene de republicanismo, y a la verdad ¿puede llamarse pura
monarquía un sistema en el cual se reconoce la soberanía popular, la división y
el equilibrio de los poderes, la libertad civil, de conciencia, de imprenta, y
cuanto es sublime en la política? ¿Puede haber más libertad en ninguna especie
de república? ¿y puede pretenderse a más en el orden social? Yo os recomiendo
esta Constitución popular, la división y el equilibrio de los poderes, la libertad
civil, de como la más digna de servir de modelo a cuantos aspiran al goce de los
derechos del hombre y a toda la felicidad política que es compatible con nuestra
frágil naturaleza.
En este proyecto de Constitución de 1819, Bolívar propuso una República democrática
y liberal, y, como dijimos, es la obra cumbre de su obra política como estadista, recomienda
prácticamente la adopción de un sistema de “gobierno mixto”, compuesto del elemento
monárquico, el aristocrático y el popular. Como Montesquieu, Bolívar plantea la separación y
el equilibrio de los poderes, una República “moderada”. También plantea la necesidad de un
ejecutivo fuerte similar al ejecutivo británico, reniega del sistema federal y recomienda la
adopción de un gobierno central y la creación de un cuarto poder o poder moral. Veamos
como lo expresa en sus propias palabras:
212
Por más que se examine la naturaleza del Poder Ejecutivo en Inglaterra,
no se puede hallar nada que no incline a juzgar que es el más perfecto modelo,
sea para un Reino, sea para una Aristocracia, sea para una democracia.
Aplíquese a Venezuela este Poder Ejecutivo en la persona de un Presidente,
nombrado por el Pueblo o por sus Representantes, y habremos dado un gran
paso hacia la felicidad nacional.
El Soberano de Inglaterra tiene tres formidables rivales: su Gabinete que
debe responder al Pueblo y al Parlamento; el Senado, que defiende los intereses
del Pueblo como Representante de la Nobleza de que se compone, y la Cámara
de los Comunes, que sirve de órgano y de tribuna al pueblo británico.
Además, como los jueces son responsables del cumplimiento de las
leyes, no se separan de ellas, y los administradores del Erario, siendo
perseguidos no solamente por sus propias infracciones, sino aun por las que
hace el mismo gobierno, se guardan bien de malversar los fondos públicos.
Abandonemos las formas federales que no nos convienen; abandonemos
el triunvirato del Poder Ejecutivo; y concentrándolo en un presidente,
confiémosle la autoridad suficiente para que logre mantenerse luchando contra
los inconvenientes anexos a nuestra reciente situación, al estado de guerra que
sufrimos, y a la especie de los enemigos externos y domésticos, contra quienes
tendremos largo tiempo que combatir.
Bolívar no especifica claramente en el Discurso de Angostura si el poder ejecutivo
propuesto, representado por un Presidente de la República, como en los Estados Unidos de
América, debía ser electivo por periodos alternativos o vitalicio como en la constitución de
Bolivia, se infiere por las cartas del General Daniel Florencio O`Leary que éste debería ser
electivo y renovado cada cuatro (04) años.
En Angostura, Bolívar recomienda también un poder legislativo con dos cámaras: la
primera la del Senado vitalicio y hereditario, y una cámara de representantes del pueblo. He
aquí el elemento aristocrático de su constitución “mixta”, el gobierno de los mejores (boni
hommi) como diría Maquiavelo: la sugerencia del Senado vitalicio y hereditario, fue muy
213
criticada por sus opositores en ese entonces y posteriormente hasta en la comtenporaneidad,
debido a que no fue bien comprendido por haberse creído que se trataba de establecer una
nueva nobleza en Venezuela. Aún más, nos atrevemos a afirmar, que esa propuesta aún hoy en
día, no ha sido bien comprendida. En nuestro parecer, lo que Bolívar pretendía realmente era
el establecimiento de un Senado como en la República Romana o la Cámara de los Lores en
Inglaterra, institución republicana en esencia, que había hecho grandes a ambas naciones, un
contrapeso entre el poder ejecutivo y los representantes del pueblo, como bien lo expresó
Polibio al hacer referencia a Licurgo y a la Constitución de Esparta, también como lo expresó
Maquiavelo en el Libro I, capítulos IV y VI de los Discursos e igualmente como lo
recomendado por Montesquieu en su obra Del Espíritu de la Leyes, veámoslo a continuación:
Se puede establecer un cuerpo fijo que constituya por sí mismo la norma
de las costumbres; un Senado al que den acceso la edad, la virtud, la gravedad y
los servicios, cuyos miembros, expuestos a la vista del pueblo como simulacro
de los dioses, inspiren sentimientos que se propagaran al seno de todas las
familias.
Es preciso, sobre todo, que dicho Senado se guíe por las instituciones
antiguas y actué de manera que el pueblo y los magistrados no se aparten nunca
de ellas.
En lo que se refiere a las costumbres, es una ventaja conservar las
antiguas. Los pueblos corrompidos hacen rara vez grandes cosas…
Se ha discutido si los miembros del Senado de que hablamos deben ser
vitalicios o temporales. Sin duda deben ser vitalicios, como se practicaba en
Roma, en Lacedemonia e incluso en Atenas, pues no hay que confundir lo que
se llamaba Senado en Atenas, cuerpo que cambiaba cada tres meses con el
Areópago, cuyos miembros se nombraban con carácter vitalicios como modelos
perpetuos.
La máxima general es: en un Senado, que ha de ser la norma y, por
decirlo así, el depósito de las costumbres, los senadores deben de ser elegidos
214
con carácter vitalicio; en un Senado constituido para preparar o negocios del
Estado, los senadores pueden cambiar.
Dice Aristóteles que el espíritu envejece como el cuerpo. Esa reflexión
es valida aplicada a un funcionario único, pero no puede aplicarse a una
asamblea de senadores.
Apreciémoslo en palabras del mismo Bolívar en su Discurso ante el Congreso de
Angostura, muy similares a las de Polibio en el libro VI de sus Historias:
En nada alteraríamos nuestras leyes fundamentales, si adoptásemos un
Poder Legislativo semejante al Parlamento británico. Hemos dividido como los
americanos la representación nacional en dos Cámaras: la de Representantes y
el Senado. La primera está compuesta muy sabiamente, goza de todas las
atribuciones que le corresponden y no es susceptible de una reforma esencial,
porque la Constitución le ha dado el origen, la forma y las facultades que
requiere la voluntad del pueblo para ser legítima y competentemente
representada. Si el Senado en lugar de ser electivo fuese hereditario, sería en
mi concepto la base, el lazo, el alma de nuestra República. Este Cuerpo en las
tempestades políticas pararía los rayos del gobierno, y rechazaría las olas
populares. Adicto al gobierno por el justo interés de su propia conservación, se
opondría siempre a las invasiones que el pueblo intenta contra la jurisdicción y
la autoridad de sus magistrados. (Las cursivas son nuestras) Debemos
confesarlo: los más de los hombres desconocen sus verdaderos intereses y
constantemente procuran asaltarlos en las manos de sus depositarios; el
individuo pugna contra la masa, y la masa contra la autoridad. Por tanto, es
preciso que en todos los gobiernos exista un cuerpo neutro que se ponga
siempre de parte del ofendido y desarme al ofensor. Este cuerpo neutro, para
que pueda ser tal, no ha de deber su origen a la elección del gobierno, ni a la del
pueblo; de modo que goce de una plenitud de independencia que ni tema, ni
espere nada de estas dos fuentes de autoridad. El Senado hereditario como parte
del pueblo, participa de sus intereses, de sus sentimientos y de su espíritu. Por
215
esta causa no se debe presumir que un Senado hereditario se desprenda de los
intereses populares, ni olvide sus deberes legislativos. Los senadores en Roma,
y los lores en Londres, han sido las columnas más firmes sobre que se ha
fundado el edificio de la libertad política y civil.
Estos senadores serán elegidos la primera vez por el Congreso. Los
sucesores al Senado llaman la primera atención del gobierno, que debería
educarlos en un colegio especialmente destinado para instruir aquellos tutores,
legisladores futuros de la patria. Aprenderían las artes, las ciencias y las letras
que adornan el espíritu de un hombre público; desde su infancia ellos sabrían a
qué carrera la Providencia los destinaba y desde muy tiernos elevarían su alma
a la dignidad que los espera.
De ningún modo sería una violación de la igualdad política la creación
de un Senado hereditario; no es una nobleza la que pretendo establecer, porque,
como ha dicho un célebre republicano, sería destruir a la vez la igualdad y la
libertad. Es un oficio para el cual se deben preparar los candidatos, y es un
oficio que exige mucho saber, y los medios proporcionados para adquirir su
instrucción. Todo no se debe dejar al acaso y a la ventura en las elecciones: el
pueblo se engaña más fácilmente que la naturaleza perfeccionada por el arte; y
aunque es verdad que estos senadores no saldrían del seno de las virtudes,
también es verdad que saldrían del seno de una educación ilustrada.
José Gil Fortoul en su obra Historia Constitucional de Venezuela (1909), llama a la
propuesta de Bolívar de crear un Senado vitalicio y hereditario, de “mera ideología” y
“especulación filosófica”:
Mera ideología, sin duda, que no tuvo entonces, como lo demostró la
deliberación del Congreso, ni tiene hoy ninguna probabilidad de realizarse en
América; pero es forzoso admirar de todos modos al grande espíritu que se
adelantaba a su tiempo en la especulación filosófica, planteando ya el problema
de las selecciones sociales. ¿Hubiera acaso el principio hereditario conservado
la casta de hombres ‘virtuosos, prudentes y esforzados’ que promovieron la
216
independencia, y los hubiera apartado de la desorganizadora contienda de la
guerra civil? Tal es el secreto del pasado, así como es todavía el secreto del
porvenir averiguar cómo se efectuara la selección social y política en las
democracias modernas...
Para Gerhard Masur en su biografía de Bolívar (1971), considera que este Senado
vitalicio y hereditario propuesto por Bolívar en su Discurso ante el Congreso de Angostura, no
“podía conciliarse con los principios democráticos”:
Esta forma de congregar al Senado hereditario estaba tomada en parte
del Estado de Platón y de manera considerable de la Iglesia Católica. Las ideas
de Bolívar se aproximaban a las de Napoleón y anticipaban algo del sistema
fascista. Se defendió de la acusación de que quería crear una nueva nobleza,
alegando que la dignidad de Senador no era título, sino un cargo para cuyo
desempeño debían prepararse los aspirantes.
Aunque Bolívar no deseaba crear una nueva nobleza, sí pensaba formar
una selección que, con el curso del tiempo, podría convertirse en un patriciado
americano. Aquí esta el punto flaco del pensamiento de Bolívar. Este senado no
podía conciliarse con los principios democráticos.
Para Salvador de Madariaga en su Biografía de Bolívar (1951), considera que el Estado
naciente, bajo los principios del proyecto de Constitución de Angostura, hubiese comenzado
su vida independiente “bajo mejores auspicios”:
Cabe dudar de la eficacia de algunas de estas ideas, y de la posibilidad
de aplicar otras; pero todo este conjunto revela un espíritu positivo, libre de la
retórica superficial de los más de los políticos que lo rodeaban; y si el Congreso
de Angostura le hubiera escuchado, concediéndole la realeza sin Corona y el
Senado hereditario que solicitaba, el Estado naciente hubiera comenzado su
vida de independencia bajo mejores auspicios pues, con todos sus defectos,
Bolívar era un gran espíritu.
217
Bolívar en respuesta a las críticas formuladas a su Senado vitalicio y hereditario y el
poder moral, le escribe una carta a un amigo, el señor Guillermo White, en donde le da su
explicación de porque debe adoptarse en la naciente República, un Senado vitalicio y
hereditario y un poder moral:
Aprovecho la oportunidad de dirigir a Vd. mi discurso al congreso,
reimpreso en Bogotá, para que lo mire con más indulgencia que antes. Me
parece que Vd. me criticó la creación de un senado hereditario, y la educación
de los senadores futuros. Lo primero esta de acuerdo con la práctica de todas las
repúblicas democráticas y lo segundo, me parece que no está de acuerdo con la
razón. La educación forma al hombre moral, y para formar un legislador se
necesita ciertamente educarlo en una escuela de moral, de justicia y de leyes:
Vd. me cita a Inglaterra, como un ejemplo contrario a mi establecimiento, pero
¿en Inglaterra no se deja de hacer mucho bueno? En cuanto a mi senado diré
que no es una aristocracia, ni una nobleza constituidas, la primera sobre el
derecho de mandar la República, y la segunda sobre privilegios ofensivos. El
oficio de mi Senado es temperar la democracia absoluta; es mezclar la forma de
un gobierno absoluto, con una institución moderada; porque ya es un principio
recibido en la política, que tan tirano es el gobierno democrático absoluto,
como un déspota; así sólo un gobierno temperado puede ser libre. ¿Cómo
quiere Vd. que yo tempere esta democracia, sino con una institución
aristocrática? Ya que no podemos mezclar la forma monárquica con la popular,
que hemos adoptado, debemos por lo menos hacer que haya en la república un
cuerpo inalterable que le asegure su estabilidad, pues sin estabilidad todo
principio político se corrompe y termina siempre por destruirse.
Bolívar cuando recomendó la adopción de un senado vitalicio y hereditario estaba
pensando en su sana obsesión de la necesidad de la estabilidad política de un gobierno
republicano. Estaba pensando en Tucídides, Licurgo, Polibio y Maquiavelo cuando expresa
fehacientemente en su carta que “tan tirano es el gobierno democrático absoluto, como un
déspota”. El autor infiere que se refería Bolívar a la oclocracia mencionada por Polibio en sus
Historias y la anarquía y a los tumultos que se produjeron en Atenas cuando disfrutó de la
218
democracia absoluta que la condujo al despotismo de la masa popular u oclocracia a la muerte
de Pericles, (430 A. C.) que fue la causante de su propia destrucción; lo que ameritaba como
recomendaban Polibio y Maquiavelo la adopción de un gobierno Mixto, de monarquía,
aristocracia y gobierno popular, un sistema de frenos y balanzas que impidiera la anarquía y
la tiranía que se derivaba de la tendencia natural de esos cuerpos por separado de hacerse con
el poder absoluto en un Estado o en una ciudad. Apreciemos como lo dice Bolívar en sus
propias palabras:
Los establecimientos de los antiguos nos prueban que lo hombres
pueden ser regidos por los preceptos más severos. Todo el cuerpo de la historia
manifiesta que los hombres se someten a cuanto un hábil legislador pretende de
ellos y a cuanto una fuerte magistratura le aplica. Dracón dio leyes de sangre a
Atenas, y Atenas las sufrió, y aún observó hasta que Solón quiso reformarlas.
Licurgo estatuyó en Esparta lo que Platón no se habría atrevido a soñar en su
República si no hubiese tenido por modelo al legislador de Esparta. ¡A qué no
se han sometido los hombres y a qué no están sometidos aún! Si hay alguna
violencia justa, es aquella que se emplea en hacer a los hombres buenos y por
consiguientes felices, y no hay libertad legitima sino cuando ésta se dirige
honrar la humanidad, y a perfeccionarle su suerte. Todo lo demás es de pura
ilusión, y quizá de una ilusión perniciosa.
Se hace evidente entonces y de acuerdo a algunos de los escritos de Bolívar, que él al
igual que James Harrington (1656) en su Obra The Commonwealth of Oceana, pensaba que
existía y existe evidentemente aunque parezca “clasista”, una “aristocracia natural”. Que
todos los hombres teóricamente somos iguales ante la ley, y tal vez ante Dios, pero somos por
naturaleza diferentes en constitución mental y talentos, sabemos sin lugar a dudas que no todo
el mundo es un Moisés, un Licurgo, un Solón, un Julio César, un Napoleón, un Newton, un
Mozart, un Beethoven, un Washington, un Bolívar, un Lincoln, un Bismarck, un Pasteur, una
Marie-Curie o un Einstein, etc…etc. Bolívar pensaba que primero los “libertadores”, luego los
equivalentes a los eupatridas atenienses: los venezolanos de la época pertenecientes a la casta
“mantuana”, a la cual él mismo pertenecía, que conformaban la “aristocracia” venezolana del
momento, los bon hommi, Los Gonfalonieri de Maquiavelo, la gente pudiente y adinerada que
219
podía costearse una educación ilustrada y en Europa como pasó con él mismo, debían de
conformar ese naciente Senado.
De allí por supuesto debían salir esos nuevos senadores que conformarían ese inédito
cuerpo de legisladores que conformarían el Senado vitalicio y hereditario de la nueva
República, pues según sus mismas palabras sólo los hombres virtuosos e ilustrados
“constituyen” las Repúblicas, y sólo ellos con su educación, “ilustración” y buenas
costumbres serían capaces de formular buenas leyes a favor del pueblo y del colectivo. La idea
era dar participación política a todos los sectores de la sociedad venezolana de la época sin
excepciones tanto a la aristocracia “mantuana”, como el pueblo y con sus “enfrentamientos y
choques naturales” de acuerdo a lo dicho por Maquiavelo en sus Discursos, dieran origen a
buenas leyes y en consecuencia a un sistema estable y perdurable, que era una de las
obsesiones de Bolívar con respecto a las nacientes naciones, el continente. Evaluémoslo en las
palabras del propio Bolívar:
Por otra parte, los Libertadores de Venezuela son acreedores a ocupar
siempre un alto rango en la República que les debe su existencia. Creo que la
posteridad vería con sentimiento, anonadados los nombres ilustres de sus
primeros bienhechores; digo más, es del interés público, es de la gratitud de
Venezuela, es del honor nacional, conservar con gloria hasta la última
posteridad, una raza de hombres virtuosos, prudentes y esforzados que
superando todos los obstáculos, han fundado la República a costa de los más
heroicos sacrificios. Y si el pueblo de Venezuela no aplaude la elevación de sus
bienhechores, es indigno de ser libre, y no lo será jamás.
Un Senado hereditario, repito, será la base fundamental del Poder
Legislativo y, por consiguiente, será la base de todo gobierno. Igualmente
servirá de contrapeso para el gobierno y para el pueblo; será una potestad
intermediaria que embote los tiros que recíprocamente se lanzan estos eternos
rivales. En todas las luchas la calma de un tercero viene a ser el órgano de la
reconciliación, así el Senado de Venezuela será la traba de este edificio
delicado y harto susceptible de impresiones violentas; será el iris que calmará
220
las tempestades y mantendrá la armonía entre los miembros y la cabeza de este
cuerpo político.
Con respecto a su opinión sobre la “aristocracia natural”, Bolívar expresaba en su
Discurso ante el Congreso de Angostura lo siguiente:
La naturaleza hace a los hombres desiguales, en genio, temperamento,
fuerzas y caracteres. Las leyes corrigen esta diferencia porque colocan al
individuo en la sociedad para que la educación, la industria, las artes, los
servicios, las virtudes, le den una igualdad ficticia, propiamente llamada
política y social. Es una inspiración eminentemente benéfica, la reunión de
todas las clases en un Estado, en que la diversidad se multiplicaba en razón de
la propagación de la especie. Por este solo paso se ha arrancado de raíz la cruel
discordia. ¡Cuántos celos, rivalidades y odios se han evitado!
Los ciudadanos de Venezuela gozan todos por la Constitución,
intérprete de la naturaleza, de una perfecta igualdad política. Cuando esta
igualdad no hubiese sido un dogma en Atenas, en Francia y en América,
deberíamos nosotros consagrarlo para corregir la diferencia que aparentemente
existe. Mi opinión es, legisladores, que el principio fundamental de nuestro
sistema, depende inmediata y exclusivamente de la igualdad establecida y
practicada en Venezuela. Que los hombres nacen todos con derechos iguales a
los bienes de la sociedad, está sancionado por la pluralidad de los sabios; como
también lo está que no todos los hombres nacen igualmente aptos a la obtención
de todos los rangos; pues todos deben practicar la virtud y no todos la practican;
todos deben ser valerosos, y todos no lo son; todos deben poseer talentos, y
todos no lo poseen. De aquí viene la distinción efectiva que se observa entre los
individuos de la sociedad más liberalmente establecida. Si el principio de la
igualdad política es generalmente reconocido, no lo es menos el de la
desigualdad física y moral.
221
Bolívar, en una carta dirigida a su ex primer edecán el General Daniel Florencio
O`Leary, fechada en Guayaquil el 13 de septiembre de 1829, también hace una observación
sobre las desigualdades de los hombres:
Yo no concibo que sea posible siquiera establecer un reino en un país
que es constitutivamente democrático, porque las clases inferiores y las más
numerosas reclaman esa prerrogativa con derechos incontestables, pues la
igualdad legal es indispensable donde hay desigualdad física, para corregir en
cierto modo la injusticia de la naturaleza.
Maquiavelo consideraba que de los conflictos que se originaban de las diferencias de
opinión y las controversias entre el Senado Romano y la Plebe, surgían finalmente buenas
leyes que le dieron al sistema político romano, una gran estabilidad que la hizo perdurar en el
tiempo, tal vez esta circunstancia hizo que Bolívar insistiera a lo largo de toda su vida en la
adopción por parte de Colombia de un Senado Vitalicio y Hereditario. Estudiemos primero la
expresión de Maquiavelo:
No se puede llamar en modo alguno, desordenada una república donde
existieron tantos ejemplos de virtud, porque los buenos ejemplos nacen de la
buena educación, la buena educación de las buenas leyes, y las buenas leyes de
esas diferencias internas que muchos, desconsideradamente, condenan, pues
quien estudie el buen fin que tuvieron encontrará que no engendraron exilios ni
violencias en perjuicio del bien común, sino leyes y ordenes en beneficio de la
libertad pública.
Y ahora veámoslo en palabras del propio Bolívar:
Ningún estímulo podrá adulterar un Cuerpo Legislativo investido de los
primeros honores, dependiente de sí mismo, sin temer nada del pueblo, ni
esperar nada del gobierno, que no tiene otro objeto que el de reprimir todo
principio de mal y propagar todo principio de bien; y que está altamente
interesado en la existencia de una sociedad en la cual participa de sus efectos
funestos o favorables. Se ha dicho con demasiada razón que la Cámara alta de
222
Inglaterra, es preciosa para la nación porque ofrece un baluarte a la libertad, y
yo añado que el Senado de Venezuela, no sólo sería un baluarte de la libertad,
sino un apoyo para eternizar la República.
Todavía en las postrimerías de su vida y en vísperas de la disolución de la Gran
Colombia, Bolívar en carta a su Ministro de Relaciones Exteriores, el Dr. Estanislao Vergara
desde Guayaquil en donde atendía a la guerra contra el Perú, insistía en la adopción de un
Senado vitalicio y hereditario para los Estados que permanecieran constituidos después del
inevitable desmembramiento de la República:
No pudiéndose adoptar ninguna de estas medidas porque el congreso se
opone a ellas, en este extremo solamente debe pensarse en un gobierno vitalicio
como el de Bolivia, con un Senado hereditario como propuse en Guayana. Esto
es todo cuanto podemos hacer para consultar la estabilidad del gobierno,
estabilidad que yo juzgo quimérica entre Venezuela y Nueva Granada, porque
en ambos países existen antipatías que no se pueden vencer. El partido de Páez
y el de Santander están en un punto completamente de acuerdo, aunque el resto
del país se oponga a estas ideas.
Quisiera mencionar al considerarlo importante para este trabajo y dilucidar a ciencia
cierta las verdaderas intenciones de Bolívar al recomendar un Senado Vitalicio y Hereditario a
la naciente República, la solución que dieron al respecto los prohombres que redactaron la
Constitución de los Estados Unidos de América en la convención de Filadelfia de 1787, es
decir, treinta y dos años antes del Congreso de Angostura, como John Adams, James Madison
y Alexander Hamilton, aún cuando los constituyentistas norteamericanos tuvieron fuertes y
acaloradas discusiones entre la opción de adoptar un senado vitalicio hereditario y uno
electivo en dicha convención, y a pesar de la favorable “herencia” inglesa de la cámara de los
Lores en Gran Bretaña [vitalicia y hereditaria], estos resolvieron el dilema de una manera
consensual, ejemplar y providencial y, para su buena ventura en cuanto al futuro político de la
nación del norte, otorgándole al Senado de los Estados Unidos, cierto carácter “vitalicio y
hereditario” en su constitución, al menos “artificialmente”, al integrar dicho cuerpo legislativo
con dos senadores por cada Estado, con una duración en sus cargos de seis (06) años con
223
reelección ilimitada. Al principio ese cuerpo, no fue elegido directamente por el pueblo, sino
por las legislaturas, posteriormente con la enmienda XVII de la constitución norteamericana,
se instituyó la elección de los senadores por el voto popular.
Los referidos constituyentistas norteamericanos, estaban al tanto de la teoría de la
aristocracia “natural” de James Harrington. Por ejemplo el constituyentista, primer
vicepresidente y segundo presidente de los Estados Unidos, John Adams afirmaba en su obra:
Defense of the Constitution of Government of the United States, (1787) que desde el tiempo en
que Licurgo (considerado un hombre mítico), instituyó el gobierno mixto en Esparta en el
siglo octavo antes de Cristo, sólo tres grandes innovaciones se habían hecho en la ciencia de
gobierno, i.e.: “La representatividad”, “La separación de los poderes”, y la “División de la
legislatura en tres ramas independientes”, esto era según Adams, el poder de veto para las tres
ordenes de la sociedad.(sic)
Según Carl Richard (1996), en su obra, The Founders and the Classics. Greece, Rome,
and the American Enlightenment, Adams ávido lector de Polibio y de Maquiavelo, era
particularmente enfático en lo concerniente a la necesidad de un alto grado de separación de
los poderes en un gobierno mixto, en cierta manera se asemejaba a lo dicho por Bolívar
posteriormente en el discurso de Angostura. Veamos como lo expresó Adams parafraseando a
Montesquieu:
Si existe una innegable verdad a ser recogida de la historia de todas las
edades, es ésta: Que las libertades y los derechos del pueblo, y la combinación
democrática en una constitución, nunca se pueden preservar sin un ejecutivo
fuerte, o, en otras palabras, sin separar el poder ejecutivo del legislativo. Si el
poder ejecutivo, o una considerable parte de el, es dejado en manos o bien de
una asamblea aristocrática o una democrática, corromperá al legislativo tanto
como el orín corrompe al hierro, o como el arsénico envenena al cuerpo
humano, y cuando la legislatura esta corrompida, el pueblo no es libre.
Y en palabras del propio Bolívar, las cuales se asemejan a las de Adams:
Un magistrado republicano, es un individuo aislado en medio de una
sociedad, encargado de contener el ímpetu del pueblo hacia la licencia, la
224
propensión de los jueces y administradores hacia el abuso de las leyes. Está
sujeto inmediatamente al Cuerpo Legislativo, al Senado, al pueblo: es un
hombre solo resistiendo el ataque combinado de las opiniones, de los intereses
y de las pasiones del Estado social que, como dice Carnot, no hace más que
luchar continuamente entre el deseo de dominar, y el deseo de substraerse a la
dominación. Es, en fin, un atleta lanzado contra otra multitud de atletas.
Sólo puede servir de correctivo a esta debilidad, el vigor bien cimentado
y más bien proporcionado a la resistencia que necesariamente le oponen al
Poder Ejecutivo, el Legislativo, el Judiciario y el pueblo de una república. Si no
se ponen al alcance del Ejecutivo todos los medios que una justa atribución le
señala, cae inevitablemente en la nulidad o en su propio abuso; quiero decir, en
la muerte del gobierno, cuyos herederos son la anarquía, la usurpación y la
tiranía. Se quiere contener la autoridad ejecutiva con restricciones y trabas;
nada es más justo; pero que se advierta que los lazos que se pretenden
conservar se fortifican sí, mas no se estrechan.
Que se fortifique, pues, todo el sistema del gobierno, y que el equilibrio
se establezca de modo que no se pierda, y de modo que no sea su propia
delicadeza, una causa de decadencia. Por lo mismo que ninguna forma de
gobierno es tan débil como la democracia, su estructura debe ser de la mayor
solidez; y sus instituciones consultarse para la estabilidad. Si no es así,
contemos con que se establece un ensayo de gobierno, y no un sistema
permanente; contemos con una sociedad díscola, tumultuaria y anárquica y no
con un establecimiento social donde tengan su imperio la felicidad, la paz y la
justicia.
De acuerdo al mismo Richard (1996), lo que más temía Adams en los Estados
Americanos, era la asamblea unicameral, que según él, sería inevitablemente dominada por
una aristocracia “natural” por razones de riqueza, nacimiento y/o talento. Por consiguiente la
aristocracia “natural” debería ser incorporada en un Senado, donde su talento podría beneficiar
a todo el país, a todo el colectivo, mientras que su ambición al poder absoluto, podría ser
225
frenada por un ejecutivo fuerte y por la cámara de representantes del pueblo. La consecuencia
del fallo de los Estados de mantener tal balance podría conducir a una repetición de la historia
griega y de la República romana en su decadencia, es decir, en palabras de Richard “Dos
facciones disputándose el poder, primero en palabras, luego en escritos, y por último por la
vía de las armas.”
Tal vez Bolívar haya leído a Adams y su Defensa a la Constitución del Gobierno de
los Estados Unidos (1787), y si no lo hizo, evidentemente coincidió en el mismo propósito del
constituyentista norteamericano al confeccionar su proyecto de constitución de Angostura, con
la configuración de un legislativo bicameral y un exacto equilibro y separación de poderes, un
sistema de “frenos y contrapesos” (Checks and balances).
Otro Constituyentista Norteamericano de renombre y 5º Presidente de los Estados
Unidos, James Madison, escribió en “El Federalista” Nº 63 que “la historia no muestra
ninguna República que haya vivido largo tiempo que no haya tenido un Senado”. Madison
relata asimismo en su escrito como los senados de la antigua Esparta, el Romano y el
Cartaginés, cuyos miembros que eran vitalicios habían actuado como “un ancla que frenaba
las fluctuaciones del populacho”, lo que coincide plenamente con las ideas que expresó
Bolívar respecto al Senado Vitalicio en su carta al señor Guillermo White.
La representación popular en el proyecto de Constitución de Angostura la conformaba
la cámara de representantes, en palabras de Bolívar:
Por exorbitante que parezca la autoridad del Poder Ejecutivo de
Inglaterra, quizás no es excesiva en la República de Venezuela. Aquí el
Congreso ha ligado las manos y hasta la cabeza a los magistrados. Este cuerpo
deliberante ha asumido una parte de las funciones ejecutivas contra la máxima
de Montesquieu, que dice que un Cuerpo Representante no debe tomar ninguna
resolución activa: debe hacer leyes y ver si se ejecutan las que hace. Nada es
tan contrario a la armonía entre los poderes, como su mezcla. Nada es tan
peligroso con respecto al pueblo, como la debilidad del Ejecutivo, y si en un
reino se ha juzgado necesario concederle tantas facultades, en una república,
son éstas infinitamente más indispensables.
226
Mi deseo es que todas las partes del gobierno y administración,
adquieran el grado de vigor que únicamente puede mantener el equilibrio, no
sólo entre los miembros que componen el gobierno, sino entre las diferentes
fracciones de que se compone nuestra sociedad. Nada importaría que los
resortes de un sistema político se relajasen por su debilidad, si esta relajación
no arrastrase consigo la disolución del cuerpo social, y la ruina de los
asociados.
Para formar un gobierno estable se requiere la base de un espíritu
nacional, que tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos
capitales: moderar la voluntad general, y limitar la autoridad pública. Los
términos que fijan teóricamente estos dos puntos son de una difícil asignación,
pero se puede concebir que la regla que debe dirigirlos, es la restricción, y la
concentración recíproca a fin de que haya la menos frotación posible entre la
voluntad y el poder legítimo.
Y en relación a las atribuciones del poder Legislativo y Judicial Bolívar proponía:
Que el Poder Legislativo se desprenda de las atribuciones que
corresponden al Ejecutivo; y adquiera no obstante nueva consistencia, nueva
influencia en el equilibrio de las autoridades. Que los tribunales sean reforzados
por la estabilidad, y la independencia de los jueces; por el establecimiento de
jurados; de códigos civiles y criminales que no sean dictados por la antigüedad,
ni por reyes conquistadores, sino por la voz de la naturaleza, por el grito de la
justicia y por el genio de la sabiduría.
Bolívar en su Discurso ante el Congreso de Angostura, rechaza el sistema federal de
gobierno por considerarlo un sistema demasiado perfecto y no apropiado para los pueblos
iberoamericanos, porque a su criterio, estos pueblos no estaban preparados como los
americanos del norte para disfrutar de tal régimen de libertades, que sólo era posible para una
sociedad de “santos”, culta e ilustrada, en su lugar recomienda la adopción de un gobierno
central que garantizaría a su modo de ver, mayor seguridad y estabilidad política a la naciente
republica:
227
Mas por halagüeño que parezca, y sea en efecto este magnifico sistema
federativo, no era dado a los venezolanos gozarlo repentinamente al salir de las
cadenas. No estábamos preparados para tanto bien; el bien, como el mal, da la
muerte cuando es súbito y excesivo. Nuestra constitución moral no tenía
todavía. La consistencia necesaria para recibir el beneficio de un gobierno
completamente representativo, y tan sublime que podía ser adaptado a una
República de santos.
Cuanto más admiro la excelencia de la Constitución Federal de
Venezuela, tanto más me persuado de la imposibilidad de su aplicación a
nuestro estado. Y, según mi modo de ver, es un prodigio que su modelo en el
Norte de América subsista tan prósperamente y no se trastorne al aspecto del
primer embarazo o peligro. A pesar de que aquel pueblo es un modelo singular
de virtudes políticas y de ilustración moral; no obstante que la libertad ha sido
su cuna, se ha criado en la libertad, y se alimenta de pura libertad; lo diré todo,
aunque bajo de muchos respectos, este pueblo es único en la historia del género
humano es un prodigio, repito, que un sistema tan débil y complicado como el
federal haya podido regirlo en circunstancias tan difíciles y delicadas como las
pasadas. Pero sea lo que fuere de este gobierno con respecto a la nación
norteamericana, debo decir, que ni remotamente ha entrado en mi idea asimilar
la situación y naturaleza de los Estados tan distintos como el inglés americano y
el americano español. ¿No sería muy difícil aplicar a España el Código de
libertad política, civil y religiosa de Inglaterra? Pues aun es más difícil adaptar
en Venezuela las leyes de Norteamérica. ¿No dice el Espíritu de las Leyes que
éstas deben ser propias para el pueblo que se hacen? ¿Que es una gran
casualidad que las de una nación puedan convenir a otra? ¿Que las leyes deben
ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación,
a su extensión, al género de vida de los pueblos? ¿Referirse al grado de libertad
que la Constitución puede sufrir, a la religión de los habitantes, a sus
inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, a
228
sus modales? ¡He aquí el Código que debíamos consultar, y no el de
Washington!
Un pueblo pervertido si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a
perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en
la práctica de la virtud; que el imperio de las leyes es más poderoso que el de
los tiranos, porque son más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico
rigor; que las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las leyes;
que el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad
Muchas naciones antiguas y modernas han sacudido la opresión; pero
son rarísimas las que han sabido gozar de algunos preciosos momentos de
libertad; muy luego han recaído en sus antiguos vicios políticos; porque son los
pueblos, más bien que los gobiernos, los que arrastran tras sí la tiranía. El
hábito de la dominación, los hace insensibles a los encantos del honor y de la
prosperidad nacional; y miran con indolencia la gloria de vivir en el
movimiento de la libertad, bajo la tutela de leyes dictadas por su propia
voluntad. Los fastos del universo proclaman esta espantosa verdad.
«La libertad-dice Rousseau es un alimento suculento, pero de difícil
digestión». Nuestros débiles conciudadanos tendrán que enrobustecer su
espíritu mucho antes que logren digerir el saludable nutritivo de la libertad.
Entumidos sus miembros por las cadenas, debilitada su vista en las sombras de
las mazmorras, y aniquilados por las pestilencias serviles, ¿eran capaces de
marchar con pasos firmes hacia el augusto templo de la libertad? ¿Serán
capaces de admirar de cerca sus espléndidos rayos y respirar sin opresión el éter
puro que allí reina?
Mas por halagüeño que parezca, y sea en efecto este magnifico sistema
federativo, no era dado a los venezolanos gozarlo repentinamente al salir de las
cadenas. No estábamos preparados para tanto bien; el bien, como el mal, da la
muerte cuando es súbito y excesivo. Nuestra constitución moral no tenía
todavía. La consistencia necesaria para recibir el beneficio de un gobierno
229
completamente representativo, y tan sublime que podía ser adaptado a una
República de santos.
Horrorizado de la divergencia que ha reinado y debe reinar entre
nosotros por el espíritu sutil que caracteriza al Gobierno federativo, he sido
arrastrado a rogaros para que adoptéis el centralismo y la reunión de todos los
Estados de Venezuela en una República sola e indivisible. Esta medida, en mi
opinión, urgente, vital, redentora, es de tal naturaleza que, sin ella, el fruto de
nuestra regeneración será la muerte.
Igualmente Bolívar recomienda la adopción de un poder “moral” como lo fueron el
Areópago ateniense y la institución de los “Censores” en la República romana, y que este
velara por las buenas costumbres y las buenas leyes:
Meditando sobre el modo efectivo de regenerar el carácter y las
costumbres que la tiranía y la guerra nos han dado, me he sentido la audacia de
inventar un poder moral, sacado del fondo de la oscura antigüedad, y de
aquellas olvidadas leyes que mantuvieron, algún tiempo, la virtud entre los
griegos y romanos. Bien puede ser tenido por un cándido delirio, mas no es
imposible, y yo me lisonjeo que no desdeñaréis enteramente un pensamiento
que mejorado por la experiencia y las luces, puede llegar a ser muy eficaz.
La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal
del Congreso. Moral y luces son los polos de una república; moral y luces son
nuestras primeras necesidades. Tomemos de Atenas su areópago, y los
guardianes de las costumbres y de las leyes; tomemos de Roma sus censores y
sus tribunales domésticos; y haciendo una santa alianza de estas instituciones
morales, renovemos en el mundo la idea de un pueblo que no se contenta con
ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso. Tomemos de Esparta sus
austeros establecimientos, y formando de estos tres manantiales una fuente de
virtud, demos a nuestra República una cuarta potestad cuyo dominio sea la
infancia y el corazón de los hombres, el espíritu público, las buenas costumbres
230
y la moral republicana. Constituyamos este areópago para que vele sobre la
educación de los niños, sobre la instrucción nacional; para que purifique lo que
se haya corrompido en la República; que acuse la ingratitud, el egoísmo, la
frialdad del amor a la patria, el ocio, la negligencia de los ciudadanos; que
juzgue de los principios de corrupción, de los ejemplos perniciosos; debiendo
corregir las costumbres con penas morales, como las leyes castigan los delitos
con penas aflictivas, y no solamente lo que choca contra ellas, sino lo que las
burla; no solamente lo que las ataca, sino lo que las debilita; no solamente lo
que viola la Constitución, sino lo que viola el respeto público. La jurisdicción
de este tribunal verdaderamente santo, deberá ser efectiva con respecto a la
educación y a la instrucción, y de opinión solamente en las penas y castigos.
Pero sus anales, o registros donde se consignan sus actas y deliberaciones; los
principios morales y las acciones de los ciudadanos, serán los libros de la virtud
y del vicio. Libros que consultará el pueblo para sus elecciones, los magistrados
para sus resoluciones, y los jueces para sus juicios. Una institución semejante
que más que parezca quimérica, es infinitamente más realizable que otras que
algunos legisladores antiguos y modernos han establecido con menos utilidad
del género humano.
Criticado también Bolívar por la confección del poder moral en su Discurso ante el
Congreso de Angostura, responde en la misma carta que le escribo a su amigo Guillermo
White de fecha 26 de mayo de 1820, en donde le da respuestas sobre el Senado hereditario, le
alega que sin moral y virtud ciudadana no pude haber República:
Tenga Vd. la bondad de leer con atención mi discurso, sin atender a sus
partes, sino a todo de él. Su conjunto prueba que yo tengo muy poca confianza
en la moral de nuestros ciudadanos, ya que sin moral republicana no puede
haber gobierno libre: Para afirmar esta moral, he inventado un cuarto poder,
que crié los hombres en la virtud y los mantenga en ella. También este poder le
parecerá a Vd. defectuoso. Más amigo, si Vd. quiere república de Colombia, es
preciso que quiera también que haya virtud política.
231
En el capítulo 49 del libro primero de los discursos, Maquiavelo habla sobre la
creación de los censores y los beneficios que estos magistrados generaron sobre la República
romana:
Lo difícil que resulta, al ordenar una república proveerla de
todas
aquellas leyes que la mantengan libre, lo demuestra bien el proceso de la
república romana, en la que a pesar que se instituyeron muchas leyes, primero
por Rómulo, luego por Numa, Tulio Hostilio y Servio Tulio, y, finalmente, por
los diez ciudadanos
nombrados para ese fin, (Decenviros), sin embargo,
siempre en la administración de la ciudad, se describían nuevas necesidades y
era preciso crear nuevos ordenamientos, como sucedió con la creación de los
censores, que fue una de tantas disposiciones que ayudaron a mantener libre a
Roma en el tiempo que vivió civilmente (vivere civile).
Porque siendo árbitros de las costumbres de Roma, fueron causa
principal que romanos tardaran más en corromperse…
Pero volviendo al principio de este discurso, digo que, por la creación de
esa nueva magistratura, se puede considerar que, si aquellas ciudades que como
Roma, han sido libres por sus orígenes y se han mantenido así, hallan tantas
dificultades para encontrar buenas leyes para mantener la libertad, no hay de
extrañarse de que aquellas otras que han nacido con origen servil tengan, no ya
dificultad, sino imposibilidad de organizarse de un modo que les permita vivir
civil y pacíficamente…
Y aunque muchas veces, por sufragio público, se han otorgado amplios
poderes a un reducido grupo de ciudadanos para que pudieran reformar la
ciudad, sin embargo, éstos nunca la han organizado pensando en la utilidad
común, sino en sus propios intereses, lo que ha producido no un nuevo orden,
sino un mayor desorden en aquella ciudad.
Culmina Bolívar el Discurso de Angostura con la invocación al soberano Congreso, de
constituir una República democrática y liberal donde existan leyes suaves y justas, una
232
República bien ordenada [republica bene ordinata] como la hubiese deseado el mismísimo
Maquiavelo:
Dignaos, legisladores, acoger con indulgencias la profesión de mi
conciencia política, los últimos votos de mi corazón y los ruegos fervorosos que
a nombre del pueblo me atrevo a dirigiros. Dignaos conceder a Venezuela un
Gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral,
que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un Gobierno que haga reinar
la inocencia, la humanidad y la paz. Un Gobierno que haga triunfar bajo el
imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad.
5.6.3. Ideas Políticas y sistema de gobierno propuesto en su Mensaje al Congreso
Constituyente de Bolivia, el 25 de mayo de 1826.
En este proyecto de Constitución, Bolívar concibió una quimera de forma de gobierno
una entelequia política para la época, él previó la necesidad al igual que Maquiavelo y el
constituyentista norteamericano John Adams anteriormente, de un ejecutivo fuerte, casi un
monarquía sin corona, con poderes casi regios, un presidente vitalicio y un vicepresidente
designado por el presidente para “heredar” la presidencia, cuatro poderes, tres cámaras
legislativas y una constitución mixta de monarquía, República y gobierno popular, según lo
expresó con sus propias palabras en una carta enviada posteriormente al embajador de
Colombia en Gran Bretaña, el Señor José Fernández Madrid, fechada el 26 de mayo de 1827:
Mis opiniones sobre políticas son conocidas, y yo no sé que ventajas
sacaría nadie de seguirlas. Sobre este punto diré a Vd. cuatro palabras. Antes de
ahora creía que convenía un gobierno concentrado que mandase a Colombia, y
como me hallaba comprometido en salvarla de los españoles, lo dije al
Congreso de Angostura en el discurso que le hice el año 19. En nada más me he
metido durante mi vida…mi propósito por una circunstancia extraordinaria.
Colombia se hallaba dividida por el espíritu de reforma. De Venezuela me
ofrecían la corona; muchos pueblos querían Federación: Guayaquil me la pidió.
Santander pretendía sostener la constitución; entonces indique muy ligeramente
que transáramos las diferencias adoptando mis ideas políticas presentadas a
233
Bolivia con las modificaciones que se juzgaran propias. En efecto, mi proyecto
para Bolivia reúne la monarquía liberal con la república más libre; y por más
que parezca erróneo y lo sea en realidad, yo no tengo la culpa en pensar de este
modo, lo peor de todo es que mi error se obstina hasta imaginar que no somos
capaces de mantener repúblicas, digo más, ni gobiernos constitucionales. La
historia lo dirá.
En su alocución al Congreso constituyente de Bolivia, Bolívar comienza con el
siguiente mensaje:
¡Legisladores! Al ofreceros el Proyecto de Constitución para Bolivia,
me siento sobrecogido de confusión y timidez, porque estoy persuadido de mi
incapacidad para hacer leyes. Cuando yo considero que la sabiduría de todos los
siglos no es suficiente para componer una ley fundamental que sea perfecta, y
que el más esclarecido Legislador es la causa inmediata de la infelicidad
humana, y la burla, por decirlo así, de su ministerio divino ¿qué deberé deciros
del soldado que, nacido entre esclavos y sepultado en los desiertos de su patria,
no ha visto más que cautivos con cadenas, y compañeros con armas para
romperlas? ¡Yo Legislador...! Vuestro engaño y mi compromiso se disputan la
preferencia: no sé quién padezca más en este horrible conflicto; si vosotros por
los males que debéis temer de las leyes que me habéis pedido, o yo del oprobio
a que me condenáis por vuestra confianza.
He recogido todas mis fuerzas para exponeros mis opiniones sobre el
modo de manejar hombres libres, por los principios adoptados entre los pueblos
cultos; aunque las lecciones de la experiencia sólo muestran largos periodos de
desastres, interrumpidos por relámpagos de ventura. ¿Qué guías podremos
seguir a la sombra de tan tenebrosos ejemplos?
¡Legisladores! Vuestro deber os llama a resistir el choque de dos
monstruosos enemigos que recíprocamente se combaten, y ambos os atacarán a
la vez: la tiranía y la anarquía forman un inmenso océano de opresión, que
rodea a una pequeña isla de libertad, embatida perpetuamente por la violencia
234
de las olas y de los huracanes, que la arrastran sin cesar a sumergirla. Mirad el
mar que vais a surcar con una frágil barca, cuyo piloto es tan inexperto.
Bolívar en el caso de Bolivia propone cuatro poderes públicos, esta vez agrega el
“Poder Electoral” como cuarto poder y un poder legislativo compuesto de tres cámaras en
lugar de las dos cámaras tradicionales, es decir, la cámara del Senado, las de representantes del
pueblo a los que el denomina “Tribunos” como en la antigua Roma y la de los Censores,
encargados de velar por la moral, las buenas leyes y las costumbres al igual también como en
la antigua Roma, del cual ya hemos disertado. Asimismo como John Adams anteriormente en
los Estados Unidos, rechaza como un “absurdo” la idea de un parlamento unicameral tal
como lo proponía el abate Siéyès a los revolucionarios franceses:
El Proyecto de Constitución para Bolivia está dividido en cuatro
Poderes Políticos, habiendo añadido uno más, sin complicar por esto la división
clásica de cada uno de los otros. El Electoral ha recibido facultades que no le
estaban señaladas en otros Gobiernos que se estiman entre los más liberales.
Estas atribuciones se acercan en gran manera a las del sistema federal. Me ha
parecido no sólo conveniente y útil, sino también fácil, conceder a los
Representantes inmediatos del pueblo los privilegios que más pueden desear los
ciudadanos de cada Departamento, Provincia o Cantón. Ningún objeto es más
importante a un Ciudadano que la elección de sus Legisladores, Magistrados,
Jueces y Pastores. Los Colegios Electorales de cada Provincia representan las
necesidades y los intereses de ellas y sirven para quejarse de las infracciones de
las leyes, y de los abusos de los Magistrados. Me atrevería a decir con alguna
exactitud que esta representación participa de los derechos de que gozan los
gobiernos particulares de los Estados federados. De este modo se ha puesto
nuevo peso a la balanza contra el Ejecutivo; y el Gobierno ha adquirido más
garantías, más popularidad, y nuevos títulos, para que sobresalga entre los más
democráticos.
Cada diez Ciudadanos nombran un Elector; y así se encuentra la nación
representada por el décimo de sus Ciudadanos. No se exigen sino capacidades,
235
ni se necesita de poseer bienes, para representar la augusta función del
Soberano; mas debe saber escribir sus votaciones, firmar su nombre, y leer las
leyes. Ha de profesar una ciencia, o un arte que le asegure un alimento honesto.
No se le ponen otras exclusiones que las del crimen, de la ociosidad y de la
ignorancia absoluta. Saber y honradez, no dinero, es lo que requiere el ejercicio
del Poder Público.
El
Cuerpo
Legislativo
tiene
una
composición
que
lo
hace
necesariamente armonioso entre sus partes: no se hallará siempre dividido por
falta de un juez árbitro, como sucede donde no hay más que dos Cámaras.
Habiendo aquí tres, la discordia entre dos queda resuelta por la tercera; y la
cuestión examinada por dos partes contendientes, y un imparcial que la juzga:
de ese modo ninguna ley útil queda sin efecto, o por lo menos habrá sido vista
una, dos y tres veces, antes de sufrir la negativa. En todos los negocios entre
dos contrarios se nombra un tercero para decidir, y ¿no sería absurdo que en los
intereses más arduos de la sociedad se desdeñara esta providencia dictada por
una necesidad imperiosa? Así las cámaras guardarán entre sí aquellas
consideraciones que son indispensables para conservar la unión del todo, que
debe deliberar en el silencio de las pasiones y con la calma de la sabiduría. Los
Congresos modernos, me dirán, se han compuesto de solas dos secciones. Es
porque en Inglaterra, que ha servido de modelo, la nobleza y el pueblo debían
representarse en dos Cámaras; y si en Norte América se hizo lo mismo sin
haber nobleza, puede suponerse que la costumbre de estar bajo el Gobierno
inglés, le inspiró esta imitación. El hecho es, que dos cuerpos deliberantes
deben combatir perpetuamente: y por esto Siéyès no quería más que uno.
Clásico absurdo.
La primera Cámara es de Tribunos, y goza de la atribución de iniciar las
leyes relativas a Hacienda, Paz y Guerra. Ella tiene la inspección inmediata de
los ramos que el Ejecutivo administra con menos intervención del Legislativo.
Los Senadores forman los Códigos y Reglamentos eclesiásticos, y velan
sobre los Tribunales y el Culto. Toca al Senado escoger los Prefectos, los
236
Jueces del distrito, Gobernadores, Corregidores, y todos los Subalternos del
Departamento de Justicia. Propone a la Cámara de Censores los miembros del
Tribunal Supremo, los Arzobispos, Obispos, Dignidades y Canónigos. Es del
resorte del Senado, cuanto pertenece a la Religión y a las leyes.
Los Censores ejercen una potestad política y moral que tiene alguna
semejanza con la del Areópago de Atenas, y de los Censores de Roma. Serán
ellos los fiscales contra el Gobierno para celar si la Constitución y los Tratados
públicos se observan con religión. He puesto bajo su éjida el Juicio Nacional,
que debe decidir de la buena o mala administración del Ejecutivo.
Son los Censores los que protegen la moral, las ciencias, las artes, la
instrucción y la imprenta. La más terrible como la más augusta función
pertenece a los Censores. Condenan a oprobio eterno a los usurpadores de la
autoridad soberana, y a los insignes criminales. Conceden honores públicos a
los servicios y a las virtudes de los ciudadanos ilustres. El fiel de la gloria se ha
confiado a sus manos: por lo mismo, los Censores deben gozar de una
inocencia intacta, y de una vida sin mancha. Si delinquen, serán acusados hasta
por faltas leves. A estos Sacerdotes de las leyes he confiado la conservación de
nuestras sagradas tablas, porque son ellos los que deben clamar contra sus
profanadores.
En cuanto al poder ejecutivo Bolívar recomienda un Presidente vitalicio,
no
hereditario, con las facultades de un presidente Americano y con las características del de
Haití, y, un vicepresidente nombrado por el presidente para ser su sucesor, como en el
principado durante la República romana:
El presidente de la República viene a ser en nuestra Constitución, como
el sol que, firme en su centro, da vida al Universo. Esta suprema autoridad debe
ser perpetua; porque en los sistemas sin jerarquías se necesita más que en otros,
un punto fijo alrededor del cual giren los Magistrados y los ciudadanos: los
hombres y las cosas. Dadme un punto fijo, decía un antiguo; y moveré el
mundo. Para Bolivia, este punto es el Presidente vitalicio. En él estriba todo
237
nuestro orden, sin tener por esto acción. Se le ha cortado la cabeza para que
nadie tema sus intenciones, y se le han ligado las manos para que a nadie dañe.
El Presidente de Bolivia participa de las facultades del Ejecutivo
Americano, pero con restricciones favorables al pueblo su duración es la de los
Presidentes de Haití. Yo he tomado para Bolivia el Ejecutivo de la República
más democrática del mundo.
El Presidente de la República nombra al Vice-Presidente, para que
administre el estado, y le suceda en el mando. Por esta providencia se evitan las
elecciones, que producen el grande azote de las repúblicas, la anarquía, que es
el lujo de la tiranía, y el peligro más inmediato y más terrible de los gobiernos
populares. Ved de qué modo sucede como en los reinos legítimos, la tremenda
crisis de las repúblicas.
El Vice-Presidente debe ser el hombre más puro: la razón es, que si el
primer Magistrado no elige un ciudadano muy recto, debe temerle como a
enemigo encarnizado; y sospechar hasta de sus secretas ambiciones. Este VicePresidente ha de esforzarse a merecer por sus buenos servicios el crédito que
necesita para desempeñar las más altas funciones, y esperar la gran recompensa
nacional -el mando supremo. El Cuerpo Legislativo y el pueblo exigirán
capacidades y talentos de parte de ese Magistrado; y le pedirán una ciega
obediencia a las leyes de la libertad.
Bolívar estaba convencido que la constitución de Bolivia, era la “panacea” que iba a
salvar a la República de la anarquía y la tiranía derivada de la decadencia natural de los
sistemas políticos, la República “bien ordenada” de Maquiavelo, aquella que conjuga
simultáneamente y eclecticamente a su parecer, elementos monárquicos, aristocráticos y
democráticos en perfecto equilibrio sin alterar su naturaleza republicana. Bolívar Confiesa a
sus más íntimos colaboradores como el Vice -presidente Santander, Sucre, Páez, Soublette,
Urdaneta y O`Leary entre otros, que esta constitución es la mezcla ideal de lo más liberal de
las monarquías y las Repúblicas, el “Arca de la Alianza entre Europa y América” y
recomienda su estudio y análisis profundo. Este convencimiento de Bolívar se aprecia
238
claramente en la carta dirigida al Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, fechada
en Magdalena el 12 de mayo de 1826, en donde expresó lo siguiente:
Se esta imprimiendo hoy mismo mi constitución de Boliviana: ésta debe
servir para los estados en particular y para la federación en general, haciéndose
aquellas variaciones que se crean necesarias. Vd. debe dar el ejemplo en
Bolivia a esta federación adoptando desde luego la constitución que ha recibido
una perfección casi inesperable. Pando dice que es divina, que es la obra del
genio y que es la perfección posible. Pando (José María) es un hombre incapaz
de adular, recto hasta ser inexorable, instruido y firme más que nada; por
consiguiente, debemos creer la aprobación de Pando: él cree la constitución
adaptable al gobierno de un Estado y de muchos a la vez, por las variaciones
del caso. Todos recibirán esta constitución como el arca de la alianza y como la
transacción de la Europa con la América, del ejército con el pueblo, de la
democracia con la aristocracia y del imperio con la República. Todos me dicen
que mi constitución va a ser el gran móvil de nuestra reforma social.
Y en carta de Bolívar al General Francisco de Paula Santander, Vicepresidente de
Colombia, fechada el 21 de febrero de 1826 en donde lo pone al corriente de la propuesta que
le formuló el General Páez, que se convirtiera en el Napoleón de Colombia para que salvara la
patria, le expresa:
Yo enviaré al general Páez mi proyecto de constitución para Bolivia por
toda respuesta, a fin de que considere mis ideas sobre estabilidad unida a la
libertad y conservación de los principios que hemos adoptado…Yo diré al
general Páez que haga dirigir la opinión hacia mi constitución boliviana, que
reúne los extremos y todos los bienes, pues hasta los federalistas hallan en ella
sus deseos en gran parte; y que en el año 1831 puede hacerse una reforma
favorable a la estabilidad y conservación de la República; que debe temer lo
que Iturbide padeció por su demasiada confianza en sus partidarios, o bien debe
temer una reacción de parte del pueblo por la justa sospecha de una nueva
aristocracia destructora de la igualdad.
239
Tal y como se lo notificó asimismo al vicepresidente Santander, Bolívar en carta
dirigida al General Páez, fechada en Lima el 26 de mayo de 1826, le envió al último
mencionado en Venezuela, en las manos de su edecán, el Coronel Daniel Florencio O`Leary,
su proyecto de constitución de Bolivia para que se le analizara y se difundiera en el país, a fin
que se dieran cuenta de sus bondades:
Mando a Vd. un proyecto de constitución hecho para la República de
Bolivia y el discurso analítico de ella. Mi edecán, el Coronel O`Leary, tiene
orden de ir hasta Venezuela para ver a Vd. y manifestarle mis ideas sobre esta
constitución. Creo que seria conveniente imprimirla en Caracas con el discurso
al Congreso, y que nuestros amigos dijesen en los papeles públicos lo que ella
puede contener de bueno, para prevenir los ánimos cuando llegue el caso de la
reforma constitucional en el año 31. Entonces podremos adoptar la parte que
nos convenga de este proyecto.
El discurso no es más que la expresión de mis ideas republicanas y
patrióticas. Dice todo y explica todo. He conservado intactas las cuatro grandes
garantías: libertad, igualdad, seguridad y propiedad. Los principios federales se
han adoptado hasta cierto punto y la del gobierno monárquico se logrará
también. Esta constitución es un término medio entre el federalismo y la
monarquía.
Bolívar el cuatro de agosto de 1826 le envía una nueva carta a Páez en donde le
expresa:
Se me ha dicho que muchos pensadores desean un príncipe con una
constitución federal. Pero ¿Dónde esta el príncipe? ¿Y qué división política
producirá armonía? Todo esto es ideal. Vd. me dirá que de menos utilidad es mi
pobre delirio legislativo, que encierra todos los males como la caja de Pandora.
Y en su carta dirigida al General Sir. Robert Wilson, fechada en Caracas el 16 de Junio
de 1827, le expresa:
240
Lo que Vd. se sirve decirme con respecto a la constitución boliviana me
llena de satisfacción; ésta es mi hija menor, la amo con ternura y dolor, porque
es desgraciada; se la recomiendo Vd. para que la proteja como a una victima
del furor de los soldados; ella puede ser culpable, pero su castigo excede la
crueldad, ni aun la buena fe la ha salvado, su inocencia y sencillez la han
conducido al suplicio.
Para Laureano Vallenilla Lanz en su obra Cesarismo Democrático (1919), afirma que
la historia había demostrado, que la constitución Boliviana, propuesta por Bolívar en 1826,
con su presidencia vitalicia, adaptada a los diversos medios y naciones del continente
americano, era la única que hubiera podido prevalecer con provecho para la estabilidad
política, el desarrollo social y económico y la consolidación del sentimiento nacional:
Si los ideólogos no le hubieran opuesto sistemáticamente los principios
anárquicos que han legitimado en cierto modo las ambiciones de los unos y los
impulsos desordenados de los otros, dando bandera
a las revoluciones y
perpetuando junto a la anarquía la necesidad del tirano. Sin embargo, esa ley
[La Constitución boliviana] -como hemos dicho- se ha cumplido en casi todos
los países.[De Latinoamérica]
Para José Gil Fortoul, en su obra Historia Constitucional de Venezuela (1909), tiene
capital importancia el proyecto Boliviano, por haberla adoptado la República de Bolivia, y
luego la del Perú, como por la recomendación que de ella hiciera el Libertador a sus amigos de
Colombia. Y agrega refiriéndose a los comentarios que hiciera Antonio Leocadio Guzmán,
redactor del periódico “Argos” de Caracas:
Fue tanto el entusiasmo con que lo acogieron al principio sus
admiradores, que uno de ellos escribió lo siguiente: ‘Esta no es sólo la
Constitución de Bolivia, no es sólo una constitución, sino el resumen de todo lo
bueno que los hombres han sabido en la ciencia de gobierno, y el germen de
una felicidad inmensa que se desarrollará en medio de las sociedades que
tengan la dicha de adoptarla’.
241
Gil Fortoul la considera asimismo “lirismo exagerado” y de nuevo una especulación
filosofía política:
Lirismo exagerado, sin duda; pero con todo y sin salir de la esfera
teórica, lirismo que no se aparta mucho de la verdad, porque sí puede afirmarse
que los proyectos constitucionales de Bolívar, el de Angostura y el de Lima,
son la más notable especulación filosófico-político de la historia sudamericana.
Más adelante Gil Fortoul expresa en su obra: “El destino de la constitución Boliviana
fue el mismo de la casi totalidad de las constituciones hispanoamericanas; terminó en
tumultos, siendo reemplazada por otra que resultó inferior, lo mismo en su redacción que en su
eficacia.”
Para Gerhard Masur en su biografía de Bolívar, (1971): “La Constitución boliviana,
adoptada en julio de 1826, es el producto de una extravagante imaginación política.”
Sus disposiciones habrían hecho de Bolivia:
…una monarquía sin monarca, con una realeza electiva tal como la
Iglesia Católica y el Sacro Imperio Romano Germánico. El rey sin corona
nombraba al vicepresidente, que también tenia el cargo de primer ministro y
habría de suceder al presidente en su cargo. ‘De acuerdo con este procedimiento
se evitarían las elecciones, que son el peor flagelo de las Repúblicas y sólo
producen anarquía.’ Bolívar dijo que su precedente era Pétion, pero en realidad
había tomado como modelo a Napoleón.
Y también agrega: “…en la constitución boliviana hay un máximo de autoridad,
estabilidad y seguridad, pero un mínimo de espontaneidad en la libre expresión de la voluntad
del pueblo.”
Sin embargo observa Masur:
Si queremos ser justos con Bolívar, debemos tener presente el carácter
del pueblo al cual estaba destinada esa Constitución: un pueblo considerado
como el más atrasado de América del Sur. Por consiguiente, es preciso juzgar a
Bolívar sin perjuicios. Sus ideas reaccionarias provienen del deseo de poner
242
coto a movimientos subversivos y veleidades anárquicas. Sea como fuere hay
que convenir en que la disposición relativa a los censores era tan absurda y
utópica en 1826 como en 1819. Más no era ese error lo que sentenciaba la
constitución, sino las propuestas de Bolívar a favor el poder ilimitado del
presidente el vicepresidente.
El deseo de Bolívar era combinar las ventajas de todos los sistemas
políticos, pero lo que hizo fue una combinación de todos sus defectos. Y aun
fue más allá en su error: se enamoró de este hijo de su fantasía política
concebido en éxtasis y acabó considerándolo verdadera panacea, remedio
seguro para todos los males.
Para Masur, Bolívar, a pesar de su gran capacidad analítica como estadista, cuando
concibió la constitución de Bolivia, no identificó apropiadamente las circunstancias de los
tiempos y de las cosas, como diría Maquiavelo, ni logró captar en su verdadera dimensión los
problemas esenciales de América del Sur para el momento del punto culminante de su vida:
“No logró percibir que el virus de la democracia tiene vida propia y tarde o temprano infecta
un pueblo haciéndolo sospechar de todas formas de monarquía o dictadura. En una palabra: La
constitución boliviana es uno de los grandes dislates de Bolívar.”
Para Waldo Frank en su obra, Simón Bolívar. Nacimiento de un Mundo (1951), muchas
disposiciones de la constitución boliviana eran liberales para la época; “había en ella una
declaración de derechos parecida a la de Jefferson, que nadie podía amenguar, ni siquiera el
presidente en momentos de peligro nacional.”
Y además Frank agrega:
Entre los papeles de Simón Rodríguez, el viejo maestro de Bolívar había
un original manuscrito, de un libro, en el que el filósofo republicano-socialista,
explica las razones de que la monarquía pueda perdurar, el rey es un
instrumento de estabilidad y de continuidad, porque no es un individuo, sino un
símbolo. Esta observación venia a refutar antes que tuviese la oportunidad de
aplicarlo-el remedio desesperado que Bolívar traía para el caos de
Hispanoamérica. Un presidente vitalicio no seria en América más que un
243
simple individuo, y Bolívar había expuesto las razones en su argumentación
contra los reyes. Por consiguiente un presidente de esa clase daría origen, por
un lado, a la tiranía (para sostenerse) y a la revolución (para derrocarlo).
Condición previa para una cámara de censores era que el pueblo que había de
elegirlos existiese un alto nivel de criterio, existiendo ese alto nivel sobraban
los censores, y si no existía, los censores se convertirían pronto en una iglesia
laica. En un santo oficio profano carente de la sabiduría tradicional de Roma.
Para Frank, al igual que para Masur esa disposición de la Constitución boliviana de un
presidente vitalicio y un vicepresidente designado por el presidente para sucederlo en el poder,
levantó suspicacias y sospechas en los diferentes líderes políticos del momento, y en sectores
del mismo pueblo, en Colombia, en Venezuela, en Perú y en Bolivia; en el sentido de que lo
que se pretendía con ella verdaderamente era perpetuar en el poder a Bolívar y a Sucre, a este
respecto Waldo Frank afirma en su trabajo:
Como es natural, los enemigos de Bolívar, que de allí en adelante habían
de multiplicarse con exuberancia tropical, vieron en su Constitución, un tosco
instrumento para perpetuar su propio poder. La verdad es que Bolívar pensaba
entonces en su confederación de los Andes (Colombia, Perú, Bolivia, Chile). Al
principio seria él quién la presidiese, y luego Sucre.
Bolívar asume la defensa de la Constitución de Bolivia, enviando múltiples cartas a sus
colaboradores principales y amigos, en las cuales les explica las bondades que a su criterio
tenía y la conveniencia de la adopción de la misma por parte de Colombia, una de las defensas
más vehementes a la obra de su intelecto se la envió al Coronel Tomás Cipriano de Mosquera,
fechada en Lima el 8 de agosto de 1826:
Yo concibo que el proyecto de Constitución que presenté a Bolivia
puede ser el signo de unión y firmeza para estos gobiernos: Tan popular como
ningún otro, consagra la soberanía de éste, confiriéndole en los cuerpos
electorales el ejercicio inmediato de los actos más esenciales de ellos. Tan
firme y tan robusto con un ejecutivo vitalicio y un vicepresidente hereditario,
evita las oscilaciones, los partidos y las aspiraciones como ha sucedido
244
recientemente en Colombia. En ningún pacto se ve tanta libertad popular, tanta
intervención inmediata de los ciudadanos en el ejercicio de la soberanía y tanta
fuerza en el ejecutivo como en este proyecto; en él están reunidos todos los
encantos de la federación; toda la solidez del gobierno central, toda la
estabilidad de los gobiernos monárquicos. Este mismo pacto, con algunas
modificaciones ligeras, podría acomodarse a estados pequeños formando una
vasta confederación. Entonces lo que pertenece al ejecutivo en el proyecto de
Bolivia podría aplicarse al gobierno federal, y el poder electoral a los estados
particulares. Puede ser que lográramos muchas ventajas de más o menos
duración, según el espíritu que nos guié en este laberinto adoptando el código
boliviano.
Este es, mi querido, el fruto de mis meditaciones y en mi concepto el
arca donde salvaremos nuestra tranquilidad pronta a sumergirse en un mar de
anarquía y desolación.
Considero pertinente al presente trabajo, mencionar el comentario de Germán Carrera
Damas en su obra el Culto a Bolívar (1970), en relación al papel de Bolívar como guía y
orientador de la sociedad surgida de la guerra, que fue un componente real de la acción
política de esa sociedad, y en vida del guía éste quiso hacer efectiva su orientación, avalada
por el derecho innegable del conductor de la guerra, moldeándola con arreglo criterios que
eran vistos como la esencia misma de su concepción constitucional. Según Carrera, Bolívar.
Fue obstinado en su propósito, y quizá fuera esta insistencia en proveer
sus ideales, en pugna con intereses mejor definidos, robustecidos e impulsados
por la guerra, el punto de partida de la declinación de su poder como guía de la
sociedad. Así lo presenta Francisco Javier Yanes, hijo, en 1835, cuando intenta
explicar los orígenes de la Revolución de las Reformas:
‘…el general Bolívar desde los primeros años de su gloriosa carrera
manifestó a sus conciudadanos sus opiniones sobre la forma de gobierno que,
en su concepto le convenía: él no creyó nunca que pudiesen marchar bien con
una Constitución tan liberal como la que hemos tenido hasta el presente. Que
245
esto seria incompatible con la educación que habíamos recibido por trescientos
años y con las preocupaciones políticas y religiosas con que aquélla nos había
familiarizado; que habían vivido esclavos, y que serian turbulentos al momento
en que se viesen del todo desembarazados de los eslabones de la servidumbre.
[…Se] recordara la Constitución que propuso al Congreso de Guayana para
cuya formación le sirvió de modelo la de la Gran Bretaña: en ella establecía
entre otras cosas, un Senado vitalicio y hereditario. Hizo cuantos esfuerzos
pudo para que aquella asamblea la adoptase, pero todos fueron frustrados por la
opinión opuesta de sus conciudadanos. Bolívar, sin embargo, no desistió de sus
proyectos; y en Bolivia logró establecer el gobierno de su conciencia, con un
presidente vitalicio, etc., etc. […] Él insistía y la nación porfiaba, y en medio de
esta lucha señalada con muchas desgracias, desapareció el grande hombre sin
poder ver establecido un gobierno a que le daba el nombre de enérgico, y que,
en su concepto, era el único que podía salvar a la patria de los grandes males
que él preveía.’
Pero bien su poder como guía de la sociedad declinó hasta el punto de
perderse en un descrédito inimaginable, fue tan sólo para cambiar de condición
y resurgir despojado de lo contingente, convertido en a pura imagen del Padre
de la Patria, rector prestigioso e indiscutible, juzgado capaz de realizar
eternamente la misma misión que la condujo en vida, al fracaso.
O como lo diría Maquiavelo en sus Discursos:
Pero no hay hombre ninguno, por más dotado de prudencia que esté,
que sepa concordar bien sus procederes con los tiempos, sea porque no le es
posible desviarse de la propensión a que su naturaleza le inclina, sea también
porque habiendo prosperado siempre caminando por una senda no puede
persuadirse que obrara bien en desviarse de ella: Cuando ha llegado para el
hombre moderado, el tiempo de obrar con impetuosidad, no sabe él hacerlo, y
resulta de ello su ruina. Si él mudara su naturaleza con los tiempos y cosas, no
se mudaría su fortuna.
246
O como diría Bolívar parafraseando a Maquiavelo en su manifiesto de Carúpano el 7
de septiembre de 1814:
Es una estupidez maligna atribuir a los hombres públicos las vicisitudes
que el orden de las cosas produce en los Estados, no estando en la esfera de las
facultades de un general o magistrado contener en un momento de turbulencia,
de choque, y de divergencia de opiniones el torrente de las pasiones humanas,
que agitadas por el movimiento de las revoluciones se aumentan en razón de la
fuerza que las resiste. Y aun cuando graves errores o pasiones violentas en los
jefes causen frecuentes perjuicios a la República estos mismos perjuicios deben,
sin embargo, apreciarse con equidad y buscar su origen en las causas primitivas
de todos los infortunios: la fragilidad de nuestra especie, y el imperio de la
suerte en todos los acontecimientos.
En resumen la constitución de Bolivia en nuestro parecer no era más que una quimera
de un buen visionario como el mismo Bolívar había manifestado en su manifiesto de
Cartagena en el año 1812: “que, imaginándose Repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la
perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano”. Una entelequia
política que al final no representó una solución practica para generar la estabilidad política
necesaria en ese entonces para las nacientes Repúblicas del continente, sino más bien una
Némesis que dio origen al germen de su propia destrucción y disolución como sistema
político y que subsistió como tipología de gobierno en muchas naciones del continente
americano con variantes mayores y menores de acuerdo al contenido de la obra de Laureano
Vallenilla Lanz: Cesarismo Democrático y criterios los cuáles compartimos.
5.6.4. Bolívar Presidente de la Confederación de los Andes.
Bolívar en la misma carta que envió a Sucre del 12 de mayo de 1826, le adelantó la
idea de la creación de una Confederación de Naciones sudamericanas cuyo nombre debería
haber sido “Boliviana”:
El gobierno de los estados particulares quedará al presidente y
vicepresidente con sus cámaras, con todo lo relativo a religión, justicia,
247
administración civil, económica y, en fin, todo lo que no sea relaciones, guerra
y hacienda nacional.
El Libertador como jefe supremo, marchará cada año a visitar los
departamentos de cada estado. La capital será un punto céntrico como Quito o
Guayaquil,
Colombia
deberá
dividirse
en
tres
Estados,
Venezuela,
Cundinamarca y Quito; uno tomará el nombre de Colombia, que probablemente
será Cundinamarca; la confederación llevará el nombre que se quiera, pero seria
probable que fuese Boliviana. Habrá una bandera, un ejército y una nación sola.
Heres [Tomas de] dice que es mejor que haya dos naciones como Bolivia
compuesta de Bajo y Alto Perú, y Colombia compuesta con sus partes
constituyentes. Que yo sea el presidente de ambas naciones y haga lo mismo
que con una. El consejo de gobierno quiere la reunión de las tres repúblicas,
como he dicho antes, y Pando se inclina uno y otro partido.
Por consiguiente, debemos dar el ejemplo de esta federación entre
Bolivia y el Perú, y en mi marcha a Colombia yo veré lo que conviene más.
Colombia no puede quedarse más en el estado en que esta, porque todos
quieren una variación, sea federal o sea imperial. Aquí se quiere lo mismo; y
Bolivia no puede quedar en el estado en que está, pues el Rió de la Plata, y el
Emperador [de Brasil] por su parte, al fin destruirán esa república. No hay otro
partido que un ejército, una bandera y una nación en Colombia como en
Bolivia. De otro modo los desordenes serán tantos, que forzosamente pedirán
un imperio, pues el ejercito, el clero y la Europa lo quieren absolutamente.
Bolívar propuso muchas veces la Confederación de América. Menciono el término por
vez primera en 1815 en la célebre Carta de Jamaica. Así como veía su factibilidad, también
señaló las dificultades inherentes a la estructura multinacional, por la diversidad de
costumbres y rivalidades provincianas. Su proyecto consistía en confederar las relaciones
exteriores y el ministerio de la guerra para enfrentar enemigos de dentro y fuera del
continente, pero más adelante en 1824 cuando retomó la idea de la anfictionía o Congreso
Americano y convoco al congreso anfictiónico de Panamá, para discutir conjuntamente los
248
convenios multinacionales para hacer la guerra o establecer la paz, la defensa común y las
relaciones diplomáticas y económicas entre las nacientes naciones del continente americano,
americanos del sur y americanos del norte por igual, sin exclusiones.
5.7.
Bolívar y la Anaciclosis, la decadencia política de la Gran Colombia.
Todos los pueblos del mundo han pretendido la libertad; los unos por las
armas, los otros por las leyes, pasando alternativamente de la anarquía al
despotismo o del despotismo a la anarquía; muy pocos son los que se han
contentado con pretensiones moderadas, constituyéndose de un modo conforme
a sus medios, a su espíritu y a sus circunstancias.
Bolívar en sus escritos y frases de sus principales discursos, y además como asiduo y
ávido lector y admirador de los clásicos de la antigüedad greco-romana, como él mismo lo
admitió, como hombre de la ilustración de su tiempo, demostró que tenía conocimientos
profundos de las teorías políticas de la antigüedad clásica, y de sus célebres legisladores como
Licurgo, Dracón y Solón a quienes menciona en el Discurso de Angostura y otros escritos y
también de otros líderes políticos de la antigüedad, hombres de virtudes públicas como
Pericles, Epaminondas, Rómulo y Bruto o tiranos como Pisístrato, Sila, Mario y César,
producto de sus lecturas de las Vidas Paralelas de Plutarco. Es de presumir que Bolívar
también haya leído a Tucídides, a Jenofonte, a Tito Livio y sus Décadas y quizá a al mismo
Polibio y sus Historias, por sus amplios conocimientos que tenia del tema y de la historia de
Roma, demostrado fehacientemente en su juramento en el Monte Sacro. No obstante, está
perfectamente claro que Bolívar se leyó a Maquiavelo como se lo reconoce a su edecán el
General Daniel Florencio O`Leary:
Estando en Cartagena, poco antes de su muerte, me visitó Bolívar, y
viendo sobre mi mesa un tomo de una nueva edición de las obras de
Maquiavelo, observó que en vez de leerlas podría emplear mejor el tiempo. A
este propósito hablamos del merito de esas obras y notando yo que Bolívar
conocía a fondo cuanto contenía la nueva edición, preguntéle si la había leído
recientemente; me contesto que desde su salida de Europa, hacía 25 años, no
había vuelto a leer ni una línea de los escritos de Maquiavelo.
249
De manera que asumimos como cierta la hipótesis que Bolívar tenía conocimiento de
la teoría griega o polibiana de la Anaciclosis, más tarde adoptada y plasmada por Maquiavelo
en sus Discursos Sobre la Primera Década de Tito Livio. Aunque en el presente trabajo se
efectuó una investigación casi exhaustiva de cartas y documentos, no se encontró escrito
alguno en donde Bolívar hiciera referencia directa al término de la Anacyclosis o “teoría de lo
ciclos de gobierno” sin embargo Bolívar menciona perfectamente ese proceso cíclico mutatis
mutandis, tanto en la Carta de Jamaica (1815) como en el Discurso ante el Congreso de
Angostura (1819) como veremos más adelante. Recordemos primero en que consiste la
Anaciclosis y luego estudiemos como lo expresó el mismo Bolívar.
La Anaciclosis se deriva de la teoría de los ciclos de gobierno, el “eterno retorno”, ley
inexorable que menciona primariamente Platón en su República y el Estado, Aristóteles en su
Política y Polibio en sus Historias. Parte del principio de que todas las cosas del mundo tienen
un fin o bien se transforman en otras entidades, tanto los seres vivos, las cosas cogitativas y no
cogitativas, como las aldeas, ciudades y finalmente los Estados. Es decir que nada permanece
(en el tiempo), sino que en un cierto espacio de tiempo cambia o muere, nada permanece
inmutable, ni aun las constituciones ni las naciones mejor organizadas. Para Maquiavelo
aquellas Constituciones que tiene gobiernos simples, sean estos buenos o las versiones malas
tienen en sí mismas el germen de su propia destrucción y una vida inestable y por ende muy
corta.
Maquiavelo expresa el concepto de los ciclos polibianos, en el Libro tercero, Capítulo I
de los Discursos sobre la primera Década de Tito Livio, y afirma que las Repúblicas bien
organizadas y con gobiernos mixtos tienen una vida más larga, tienen una capacidad de
“homeostasis” o de autorregulación del sistema, una estabilidad que les permiten perdurar más
en el tiempo y en sus buenas y sólidas instituciones está la clave de ese fenómeno:
Nada hay más cierto que el hecho que todas las cosas del mundo tiene
un final, pero, en general las que cumplen enteramente el ciclo que les ha sido
asignado por los cielos (léase la fortuna o la providencia) son las que no han
desordenado su cuerpo, sino que lo tiene regulado de modo que no se cambia,
y, si se altera, es para recibir salud y no daño. Y hablando de cuerpos mixtos
como las repúblicas o las sectas, digo son salutíferas aquellas alteraciones que
250
las reconducen a sus principios: Y por eso están mejor organizadas y tienen una
vida más larga las que, mediante sus instituciones, se pueden renovar a menudo,
o que, por cualquier circunstancia ajena a sus ordenamientos, llegan a dicha
renovación. Y es más claro que la luz que, si no se renuevan, no pueden durar.
Polibio en su Libro VI de las Historias, lo llamó “Progressus y regressus ab
infinitum”. El eterno retorno, o si lo preferimos, una concepción cíclica de la historia. De lo
mismo salimos para volver a lo mismo eternamente, porque el Estado, no menos que el
hombre, sigue a su modo el ciclo de las estaciones y la regularidad, igualmente cíclica, de la
naturaleza.
De la generación nace la corrupción y de ésta, a su vez, la generación y así
indefinidamente, en un mundo sujeto por entero al eterno ciclo de la generación y la
corrupción. De él sólo escapa (de acuerdo a la filosofía platónica) el alma humana, ingenerada
e incorruptible, pero ella también, por su parte, está sujeta supuestamente a otro ciclo, el de sus
reencarnaciones "per aeternitatem".
O Bien como Maquiavelo lo afirma en el Libro I, capítulo II de los Discursos:
Las buenas son las que enumerábamos antes [monarquía, aristocracia y
gobierno popular], las malas, otras tres que dependen de ellas y les son tan
semejantes y cercanas, que es fácil pasar de una a otra: porque el principado
fácilmente se vuelve tiránico, la aristocracia con facilidad evoluciona en
oligarquía y el gobierno popular se convierte en licencioso sin dificultad. De
modo que si el organizador de una república ordena la ciudad según uno de
esos regímenes bueno, lo hace por poco tiempo, porque, irremediablemente,
degenerará en su contrario, por la semejanza que tienen, en este asunto, la
virtud el vicio.
Y este es el círculo en que giran todas las Repúblicas, se gobiernen o
sean gobernadas; pero raras veces retornan a las mismas formas políticas,
porque casi ninguna república puede tener una vida tan larga como para pasar
muchas veces esta serie de mutaciones y permanecer en pie. Más bien suele
acaecer que, en uno de esos cambios, una república, falta de prudencia y de
251
fuerza, se vuelva súbdita de algún estado próximo mejor organizado, pero si no
sucediera esto, un país pudiera dar vueltas por tiempo indefinido en la rueda de
las formas de gobierno.
En resumen: el gobierno de Uno (monarquía) degenera en tiranía y despotismo. El
gobierno de pocos (aristocracia) degenera en oligarquía. El gobierno de la mayoría o todos
(democracia) degenera en oclocracia, licencioso o anarquía. Son seis las formas de gobierno.
Tres sanas y tres pervertidas. Así se reiteran, se suceden, en un eterno proceso circular.
"Questo è il cerchio" (este es el ciclo o círculo).
Frente a este eterno proceso circular, sólo se puede intentar prolongar la etapa
paradigmática de la democracia. Pero si no logramos que ese “intervalo” se prolongue en el
tiempo, caeremos fatalmente en el ciclo inexorable de la degradación y la corrupción.
Peor aún, según Maquiavelo en la Ley del Eterno Retorno, nunca se vuelve a las
mismas formas de gobierno que se dieron con anterioridad. Las nuevas formas de gobierno
podrán ser análogas, parecidas, cercanas; pero cada vez con mayor degradación de la energía
social e individual. En suma, serán cada vez peores.
Tanto para Polibio como para Maquiavelo, la forma para evitar esa degeneración y
corrupción tan rápida, sería, organizar bien los Estados con sistemas mixtos de gobierno que
contengan las tres formas simples y buenas de gobierno que le den por consiguiente al Estado
así organizado, un mayor grado de estabilidad política que los Estados organizados con
constituciones simples:
Ciertamente Licurgo había llegado a comprender que todos los
trastornos que hemos dicho eran naturalmente inevitables. Se hallaba
persuadido que toda especie de gobierno simple y constituida sobre una sola
autoridad era peligrosa, por degenerar rápidamente en el vicio familiar y
consiguiente a su naturaleza. A la manera que el orín en el hierro y la polilla y
la carcoma a la madera son pestes connaturales que, sin necesidad de otros
males externos corroen estos cuerpos, porque fomentan en sí mismos la causa
de su destrucción, de igual modo cada especie de gobierno alimenta dentro de sí
un cierto vicio que es la causa de su ruina.
252
Y como Maquiavelo también lo expresa:
Añado además, que todas estas formas son pestíferas, pues las buenas
tienen una vida muy breve, y las malas son de por sí perversas. De modo que
conociendo este defecto, los legisladores prudentes huyen de cada de estas
formas en estado puro, eligiendo un tipo de gobierno que participe de todas,
juzgándolo más firme y más estable, pues así cada poder controla a los otros, y
en una misma ciudad se mezclan el principado, la aristocracia y el gobierno
popular.
Maquiavelo preconiza que el prototipo de la República bien ordenada, el ideal del
sistema “mixto” de gobierno es la República romana:
Por tanto, como no se puede en mi opinión, mantener el equilibrio ni
quedarse indefinidamente el justo medio, es preciso, al establecer la república,
tomar el partido más honorable, y organizarla de modo
que, cuando la
necesidad la obligue a engrandecerse, pueda hacerlo, y sea capaz de conservar
lo que conquista. Y para volver al primer razonamiento, creo que es necesario
seguir el modelo romano, y no el de las otras repúblicas, pues no me parece
posible encontrar un camino entre ambas posibilidades, y hay, pues, que tolerar
aquellas enemistades entre el pueblo y el senado, considerándolas como un
inconveniente necesario para alcanzar la grandeza romana. Porque además de
las razones antes expuestas, donde se demostraba que la autoridad tribunicia fue
necesaria para resguardar la libertad, se puede considerar el bien que hizo en la
república la capacidad de acusar, que estaba, entre otras muchas, encomendada
a los tribunos.
Bolívar en su Carta de Jamaica (1815), cuando escribe sobre el futuro que tendría la
República Mexicana, hace un resumen perfecto de la ley del eterno retorno de la Anaciclosis,
prácticamente igual mutatis mutandis a los descritos por Polibio y Maquiavelo en sus obras, en
donde Bolívar le vaticina al destinatario de su carta, que los mexicanos tendrán primero un
gobierno democrático y popular, luego de allí por corrupción del gobernante, degeneraría esa
forma de gobierno en un gobierno de pocos, una aristocracia o una asamblea, de allí pasarán a
253
una monarquía y posteriormente por degeneración de ella, derivará en monarquía absoluta o
tiranía, veamos:
Por la naturaleza de las localidades, riquezas, población y carácter de los
mexicanos, imagino que intentarán al principio establecer una república
representativa, en la cual tenga grandes atribuciones el poder Ejecutivo,
concentrándolo en un individuo que, si desempeña sus funciones con acierto y
justicia, casi naturalmente vendrá a conservar una autoridad vitalicia. Si su
incapacidad o violenta administración excita una conmoción popular que
triunfe, ese mismo poder ejecutivo quizás se difundirá en una asamblea. Si el
partido preponderante es militar o aristocrático, exigirá probablemente una
monarquía que al principio será limitada y constitucional, y después
inevitablemente declinará en absoluta; pues debemos convenir en que nada hay
más difícil en el orden político que la conservación de una monarquía mixta; y
también es preciso convenir en que sólo un pueblo tan patriota como el inglés
es capaz de contener la autoridad de un rey, y de sostener el espíritu de libertad
bajo un cetro y una corona.
También cuando menciona al desmembramiento del Imperio Romano tanto en su carta
de Jamaica como en el discurso ante el Congreso de Angostura se refiere al ciclo polibiano a
que se vio sometida la República romana al final de su existencia:
Yo considero el estado actual de América, como cuando desplomado el
imperio romano cada desmembración formó un sistema político, conforme a
sus intereses y situación, o siguiendo la ambición particular de algunos jefes,
familias o corporaciones, con esta notable diferencia, que aquellos miembros
dispersos volvían a restablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que
exigían las cosas o los sucesos; mas nosotros, que apenas conservamos
vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos indios, ni
europeos, sino una especie mezcla entre los legítimos propietarios del país y los
usurpadores españoles; en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento, y
nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar a éstos a los del país, y
254
que mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallemos en
el caso más extraordinario y complicado.
Bolívar como hemos analizado en párrafos anteriores, no estaba de acuerdo con
implantar en los países de América del Sur, en especial en Colombia y en Venezuela el
sistema federal y la democracia liberal a imitación de la norteamericana, admiraba al pueblo
de los Estados Unidos porque lo consideraba un modelo de virtud ciudadana, único en la
historia humana, que su educación, su amor a la patria y a las virtudes publicas le había
permitido la instauración de ese tipo de régimen político en el país del norte. Que los tipos de
gobierno deberían ser confeccionados de acuerdo al carácter de los pueblos, de lo físico del
terreno, de los climas y de los tiempos, según lo mencionado por Montesquieu y Rousseau en
el Espíritu de las Leyes y el Contrato Social respectivamente. Que los pueblos de las indias
americanas, específicamente los hispanoamericanos, no estaban preparados para un tipo de
gobierno tan liberal y de absolutas libertades como el norteamericano, por haber estado tan
acostumbrado vivir bajo un régimen monárquico en una especie de esclavitud y nulidad
política por casi trescientos años, sin conocer sus derechos ni su deberes como ciudadanos.
Apreciémoslo en las propias palabras de Bolívar:
Cuanto más admiro la excelencia de la Constitución federal de
Venezuela, tanto más me persuado de la imposibilidad de su aplicación a
nuestro estado. Y, según mi modo de ver, es un prodigio que su modelo en el
Norte de América subsista tan prósperamente y no se trastorne al aspecto del
primer embarazo o peligro. A pesar de que aquel pueblo es un modelo singular
de virtudes políticas y de ilustración moral; no obstante que la libertad ha sido
su cuna, se ha criado en la libertad, y se alimenta de pura libertad; lo diré todo,
aunque Bajo de muchos respectos, este pueblo es único en la historia del género
humano es un prodigio, repito, que un sistema tan débil y complicado como el
federal haya podido regirlo en circunstancias tan difíciles y delicadas como las
pasadas. Pero sea lo que fuere de este gobierno con respecto a la nación
norteamericana, debo decir, que ni remotamente ha entrado en mi idea asimilar
la situación y naturaleza de los Estados tan distintos como el inglés americano y
el americano español.
255
Y, en efecto, el ejemplo de los Estados Unidos, por su peregrina
prosperidad, era demasiado lisonjero para que no fuese seguido. ¿Quién puede
resistir al atractivo victorioso del goce pleno y absoluto de la soberanía, de la
independencia, de la libertad? ¿Quién puede resistir al amor que inspira un
gobierno inteligente que liga a un mismo tiempo, los derechos particulares a los
derechos generales; que forma de la voluntad común la ley suprema de la
voluntad individual? ¿Quién puede resistir al imperio de un gobierno
bienhechor que con una mano hábil, activa, y poderosa dirige siempre, y en
todas partes, todos sus resortes hacia la perfección social, que es el fin único de
las instituciones humanas?
Mas por halagüeño que parezca, y sea en efecto este magnifico sistema
federativo, no era dado a los venezolanos gozarlo repentinamente al salir de las
cadenas. No estábamos preparados para tanto bien; el bien, como el mal, da la
muerte cuando es súbito y excesivo. Nuestra constitución moral no tenía
todavía la consistencia necesaria para recibir el beneficio de un gobierno
completamente representativo, y tan sublime que podía ser adaptado a una
República de santos.
Lo que más temía Bolívar al confeccionar la nueva Constitución era que el excesivo
liberalismo de ellas perjudicara la estabilidad política del Estado, de la libertad absoluta se
pasa a la tiranía y luego a la anarquía, una anaciclosis, lo que produciría tumultos y guerras
civiles, al no estar preparados los pueblos para disfrutar de una súbita libertad después de
haberse acostumbrado a vivir como esclavos, lo que acarrearía irremisiblemente la ruina y la
destrucción del Estado. Bolívar en su Discurso de Angostura da también ejemplos de esa
anaciclosis:
No aspiremos a lo imposible, no sea que por elevarnos sobre la región
de la libertad, descendamos a la región de la tiranía. De la libertad absoluta se
desciende siempre al poder absoluto, y el medio entre estos dos términos es la
suprema libertad social. Teorías abstractas son las que producen la perniciosa
idea de una libertad ilimitada. Hagamos que la fuerza pública se contenga en
256
los límites que la razón y el interés prescriben; que la voluntad nacional se
contenga en los límites que un justo poder le señala; que una legislación civil y
criminal análoga a nuestra actual Constitución domine imperiosamente sobre el
poder judiciario, y entonces habrá un equilibrio, y no habrá el choque que
embaraza la marcha del Estado, y no habrá esa complicación que traba, en vez
de ligar la sociedad.
Bolívar insiste en su obra que un pueblo que está acostumbrado a vivir como esclavo
no esta todavía preparado para recibir los beneficios de un sistema de gobierno democrático y
liberal, que hacía falta educación y virtudes públicas para ello:
Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía
y del vicio, no hemos podido adquirir, ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos
de tan perniciosos maestros las lecciones que hemos recibido, y los ejemplos
que hemos estudiado, son los más destructores. Por el engaño se nos ha
dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien
que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo
ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la
intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia, de hombres ajenos de
todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que
son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad; la traición por el
patriotismo; la venganza por la justicia. Semejante a un robusto ciego que,
instigado por el sentimiento de sus fuerzas, marcha con la seguridad del hombre
más perspicaz, y dando en todos los escollos no puede rectificar sus pasos.
Un pueblo pervertido si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a
perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en
la práctica de la virtud; que el imperio de las leyes es más poderoso que el de
los tiranos, porque son más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico
rigor; que las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las leyes;
que el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad.
257
Muchas naciones antiguas y modernas han sacudido la opresión; pero
son rarísimas las que han sabido gozar de algunos preciosos momentos de
libertad; muy luego han recaído en sus antiguos vicios políticos; porque son los
pueblos, más bien que los gobiernos, los que arrastran tras sí la tiranía. El
hábito de la dominación, los hace insensibles a los encantos del honor y de la
prosperidad nacional; y miran con indolencia la gloria de vivir en el
movimiento de la libertad, bajo la tutela de leyes dictadas por su propia
voluntad. Los fastos del universo proclaman esta espantosa verdad.
Para evitar el “ciclo eterno” de los sistemas de gobierno, y prevenir la anarquía, los
tumultos y guerras civiles que conlleva el “pasó” de un sistema político a otro en esa rueda de
los sistemas de gobierno, Bolívar esta de acuerdo con Polibio y Maquiavelo y concibe la
instauración de un sistema “mixto” de gobierno, mezcla de monarquía, aristocracia y gobierno
popular, en las nacientes Repúblicas del continente, separación de poderes y perfecto
equilibrio, una República bien ordenada como la de Maquiavelo, o “moderada” como la
denominó Montesquieu posteriormente, desechando el sistema federal de gobierno,
recomendando mas bien el centralismo y el ejecutivo fuerte que temperaría las luchas entre el
senado (la aristocracia) y el Pueblo, como lo mencionó Maquiavelo en sus Discursos. Este
sistema mixto de gobierno se aprecia claramente en el sistema político propuesto en el
Discurso de Angostura en 1819, pero posteriormente desecho la idea primigenia de una
republica bene ordinata con el modelo propuesto en la Constitución de Bolivia, en 1826, en
donde rompió con el perfecto equilibro de poderes que tanto preconizó en Angostura,
concediéndole en éste caso preponderancia al poder ejecutivo por encima de los demás
poderes del Estado, menoscabando en cierto grado los derechos del pueblo y del ciudadano,
con sus variantes. Veamos como lo expresa Bolívar en el discurso de Angostura:
Cuando deseo atribuir al Ejecutivo una suma de facultades superior a la
que antes gozaba, no he deseado autorizar un déspota para que tiranice la
República, sino impedir que el despotismo deliberante no sea la causa
inmediata de un círculo de vicisitudes despóticas en que alternativamente la
anarquía sea reemplazada por la oligarquía y por la monocracia.
258
Si no se ponen al alcance del Ejecutivo todos los medios que una justa
atribución le señala, cae inevitablemente en la nulidad o en su propio abuso;
quiero decir, en la muerte del gobierno, cuyos herederos son la anarquía, la
usurpación y la tiranía.
Que se fortifique, pues, todo el sistema del gobierno, y que el equilibrio
se establezca de modo que no se pierda, y de modo que no sea su propia
delicadeza, una causa de decadencia. Por lo mismo que ninguna forma de
gobierno es tan débil como la democracia, su estructura debe ser de la mayor
solidez; y sus instituciones consultarse para la estabilidad. Si no es así,
contemos con que se establece un ensayo de gobierno, y no un sistema
permanente; contemos con una sociedad díscola, tumultuaria y anárquica y no
con un establecimiento social donde tengan su imperio la felicidad, la paz y la
justicia.
No obstante, a pesar de sus temores e innumerables advertencias en sus diferentes
cartas, discursos y proclamas, Bolívar no pudo “evitar” la decadencia política de los sistemas
de gobierno establecidos en las diferentes nacientes naciones del continente libertadas por su
brazo. Maquiavelo menciona en sus Discursos que el gobernante que no toma medidas para
asegurar su gobierno ante a los enemigos del orden nuevo, creará un Estado de vida muy
fugaz: “Y el que se hace cargo del gobierno de una multitud, en régimen de libertad o de
principiado, y no toma medidas para asegurar su gobierno frente a los enemigos del orden
nuevo, constituirá un Estado de muy corta vida.
Aún cuando Bolívar había tenido éxito en su vida como militar al haber libertado
cuatro naciones en la América del Sur, (Venezuela, Nueva Granada, Ecuador y Perú) del
imperio español y, creado una quinta: Bolivia, no logró el éxito que él deseaba de establecer
republicas libres y gobiernos estables y justos en esas naciones que proporcionara el mayor
grado de felicidad, estabilidad y seguridad política posible. Inmediatamente después de
alcanzada su máxima gloria como gestor dela independencia de América, al culminar la
batalla de Ayacucho (1824) y la rendición del Callao (1825), que expulsa los últimos
contingentes de tropas españolas del continente americano y luego la confección de la
259
Constitución de Bolivia, (1826) comienza el desmembramiento y la decadencia política de los
regímenes instaurados en esas naciones, que llevaban en sí mismas una entropía natural, el
germen de su propia destrucción.
En Venezuela, en 1825, Páez sofoca revueltas civiles promovidas por los vestigios de
los elementos pro-realistas que aún continuaban populando en su territorio; ante la disputa
entre civiles y militares por el poder en Venezuela y los riesgos de un golpe de estado y una
guerra civil, Páez escribe a Bolívar que asuma poderes de “César”, como Napoleón lo hizo en
Francia para salvar a la República del caos y la anarquía cuando éste último se encontraba en
Egipto, el mismo Páez lidera La Cosiata en 1826, en un intento previo de desconocer el
gobierno de Bogotá y separarse de la Gran Colombia. Luego Páez mismo es llamado al
Congreso en Bogotá para rendir cuenta de sus actos en Venezuela y se niega sospechando que
se desea juzgarlo y someterlo a la pena de muerte por rencillas personales con el
Vicepresidente Santander, entrando en rebeldía con el gobierno. Bolívar regresa a Colombia
desde el Perú, se dirige a Venezuela y después de entenderse con Páez lo restituye en su cargo
de Intendente y jefe militar de Venezuela, esto genera el descontento en el Vicepresidente
Santander que considera que es un golpe de Estado que ha abolido de “facto” la Constitución
de Cúcuta de 1821.
Bolívar regresa a Bogotá, asume la dictadura, Santander y sus seguidores que proponen
el federalismo y un gobierno democrático y liberal en Colombia, acusan a Bolívar de tirano,
déspota y usurpador, de querer hacer como César en Roma que se convirtió en dictador
vitalicio. Al mismo tiempo en Perú, el comandante neo-granadino José Bustamante a
instancias de Santander, insubordina las tropas Colombianas en el Callao, haciendo preso al
general Jacinto Lara; las tropas colombianas regresan a Guayaquil que se amotinó junto con
ellas, lo mismo sucede en el Perú, hay un alzamiento en Lima, se pide la renuncia de los
ministros y se revoca la Constitución Boliviana, el General La Mar es nombrado Presidente
del Perú, poco después el mismo La Mar ocupa Guayaquil y lo reclama para el Perú con la
ayuda de disidentes locales. En Bogotá Bolívar hace la convocatoria a la Convención
Constituyente de Ocaña para 1828, los liberales dirigidos por Santander abogan por una
constitución federal y liberal, Bolívar y sus seguidores por una constitución centralista, con un
ejecutivo fuerte, similar a la constitución boliviana, simultáneamente el General Sucre es
260
depuesto como presidente de Bolivia, por medio de un golpe de Estado, dirigido por el
General Gamarra, en el cual también es revocada la constitución “boliviana”, luego Sucre se
dirige a Quito y expulsa a los peruanos dirigidos por el General La Mar de Guayaquil,
después de derrotarlos en la Batalla de Tarquí. En Bogotá, los seguidores de Bolívar en la
Convección de Ocaña, al verse en minoría con los santanderistas sabotean la convención,
Colombia entra en un interregno, Bolívar es nombrado dictador por el congreso en virtud del
artículo 128 de la Constitución de Cúcuta. En Venezuela Páez se hace con el poder fáctico, y
ultima los detalles para separar definitivamente a Venezuela de la Nueva Granada. Finalmente
a principios de 1830 se instala en Colombia el Congreso Admirable y en Venezuela la
Convención de Valencia para modificar la Constitución; a Bolívar se le acepta la renuncia y
finalmente a su muerte se desmiembra la obra de su vida, la Gran Colombia, la separación
definitiva de Venezuela de la Nueva Granada, de Ecuador de Perú y de Bolivia. Después de 15
años de guerra, en sólo 5 años de “paz” se derrumbó todo aquel sueño de Bolívar como un
castillo de naipes azotado por la tempestad de la anarquía, como él mismo Bolívar lo había
temido, predicho y advertido en un sinnúmero de veces. Bolívar para salvar a la República y a
la unión de naciones que él había forjado, intentó modificar la constitución para crear un
sistema mixto de monarquía y República como el mismo lo expresó en varias de sus cartas al
recomendar su constitución boliviana, haciendo énfasis en el elemento monárquico al
proponer la presidencia vitalicia y el vicepresidente designado y sucesor, creando una
entelequia con el germen de su propia destrucción, intentando darle con ese sistema de
gobierno una mayor estabilidad política a la República y una mayor seguridad y una mayor
felicidad que garantizara su existencia, se lo había expresado al vicepresidente Santander antes
de la ruptura personal y política de ambos personajes, en carta fechada en Lima el 8 de agosto
de 1826:
No obstante, me adelanto a decir a Vd. que yo no encuentro otro modo
de conciliar las voluntades y los intereses encontrados de nuestros
conciudadanos que el presentar a Colombia la constitución boliviana, porque
ella reúne los encantos de la federación, la fuerza del centralismo; libertad del
pueblo, la energía del gobierno; y, en fin mi modo de ver las cosas, yo que las
peso en mi corazón, no encuentro otro arbitrio de conciliación que la
261
constitución boliviana, la que contemplo como el arca donde únicamente
podemos salvar la gloria de quince años de victorias y desastres, y,
últimamente, yo presentaré a Colombia esta medida de salvación como mi
último pensamiento. Yo iré, pues, a Colombia y prometo hacer cuanto dependa
de mi por llegar a las cosas, y entienda Vd. que este sacrificio lo emprendo más
bien por salir de este Perú que por el gusto de ir a Colombia.
El mismo General José Antonio Páez, reconoció en su Autobiografía, que Bolívar
intentó salvar de la decadencia y muerte política a la República de Colombia la Grande,
tratando de instaurar en ella la Constitución boliviana:
El medio más eficaz en la opinión de Bolívar para impedir el
aniquilamiento de la obra de sus esfuerzos, era elegir un Presidente vitalicio con
un senado hereditario como el que en 1819 propuso en Guayana. Bien se
advierte que de este sistema á una monarquía constitucional hay muy poca
distancia, y que si Bolívar no abogaba abiertamente por este último gobierno,
era por un exceso de prudencia, pues sabia que tendría que habérselas con
partidos exaltados, entre los cuales no faltaban quienes le atribuyesen ideas
indignas de su gloria y de su genio.
Pero parece que en ese entonces era muy tarde ya, pues, la corrupción, la anarquía, el
descontento y la disidencia se habían propagado por toda la República. En el Diario de
Bucaramanga, desencantado, le confiesa Perú De Lacroix, que en ese estado de cosas, sólo un
tirano y un déspota podía gobernar a Colombia:
Con los elementos morales que hay en el país; con nuestra educación,
nuestros vicios y nuestras costumbres, sólo siendo un tirano, un déspota, podría
gobernarse bien a Colombia; yo no lo soy y nunca lo seré, aunque mis
enemigos me gratifican con esos títulos; más mi vida pública no ofrece ningún
hecho que lo compruebe. El escritor imparcial que escriba mi historia o la de
Colombia, dirá que ha sido dictador, Jefe Supremo nombrado por los pueblos,
pero no un tirano y un déspota.
262
En la misma carta que Bolívar le dirigió a Santander el 8 de agosto de 1826, argumenta
párrafos más adelante lo contrario a lo que había dicho al principio de la carta, predice que ni
la constitución boliviana ni el establecimiento de un imperio salvarían a Colombia de la
división:
Vd. se sorprenderá de la inconsistencia que notará en esta carta. Me
explicaré, todo lo que antecede lo ha dicho Páez y yo digo lo que sigue:
No creo que se salve Colombia con la constitución boliviana, ni con la
federación ni con el imperio. Ya estoy mirando venir el África a apoderarse de
América y todas las legiones infernales establecerse en nuestro país. Si yo
quisiera imitar a Sila pudiera retardar quizás algún tanto nuestra perdida, pero
después de haber hecho de Nerón contra los españoles me basta de sangre. Me
servirá de disculpa el llamarlos tiranos, pero contra los patriotas no valdrá esta
excusa. Napoleón no ha mandado al otro mundo tantos como yo, es decir por
mi orden. Ahora, si añado los pobres patriotas que será necesario exterminar
para restablecer el orden, no habrá termino para mis desgracias, pues que mayor
desgracia que la de matar. No, amigo, no más sacrificios, estoy cansado de
mandar, de sufrir y de quejas contra mi: El amor a la libertad me ha forzado a
seguir un oficio contrario a todos mis sentimientos.
Bolívar intentó inútilmente la receta recomendada por Maquiavelo en sus Discursos
para salvar las repúblicas corruptas:
De todo lo dicho se deduce la dificultad o imposibilidad que existe en
una ciudad corrupta para mantener una república o crearla de nuevo, y si, a
pesar de todo, la hubiese de crear o mantener, seria necesario que se inclinase
más hacia la monarquía que hacia el Estado popular, para que los hombres cuya
insolencia no pueda ser corregida por las leyes sean frenados de algún modo
por una potestad casi regia. Y quererlos corregir por otro camino sería empresa
muy ardua o del todo imposible.
263
En pocas palabras nos atrevemos a afirmar, que en todo este proceso, en la Venezuela
de 1810 a 1830, se produjo un ciclo polibiano en 20 años. Venezuela, después de haberse
separado del reino de España en 1811, y haber logrado la independencia absoluta del reino de
España, de haber adoptado en su nacimiento, una Constitución republicana, federal, liberal y
democrática a imitación a la de los Estados Unidos de América; la República paso por una
serie de cambios anacicloticos, pasó por una serie de constituciones en donde se alterno desde
el modelo federal hasta el centralismo y luego un modelo semi-monárquico antes de que se
desmembrara la República: después de siete años de guerra cruenta y de caer dos veces de
nuevo bajo el poder del imperio español.
En 1819 se instaura la Constitución de Angostura, sin haber sido libertada por
completo la nación, luego después de la Batalla de Carabobo en 1821 y una vez consolidada la
independencia, se logra la unificación con la Nueva Granada, en 1820. En 1821se adoptó una
nueva constitución, la de Cúcuta, luego al seguir el General Bolívar en campaña militar en el
sur, específicamente en Perú, no se consolidó ni cementó en Colombia la grande, el modelo
político instaurado por las manos de su propio creador, la republica bene ordinata
recomendada en Angostura, Venezuela había quedado después de la guerra de independencia
desvastada por la guerra, las disensiones entre civiles y militares generaron el desorden y la
anarquía y hasta el riesgo de una guerra civil. De la libertad absoluta se pasa a la tiranía y
luego a la anarquía que destruye las Repúblicas decía el propio Bolívar en el discurso de
Angostura parafraseando a Maquiavelo, lamentablemente no se recordaron las experiencias
del pasado como el mismo Bolívar dijo en Angostura:
Aquí es el lugar de repetiros, legisladores, lo que os dice el elocuente
Volney en la dedicatoria de su Ruinas de Palmira: «A los pueblos nacientes de
las Indias Castellanas, a los jefes generosos que los guían a la libertad: que los
errores e infortunios del mundo antiguo enseñen la sabiduría y la felicidad al
mundo nuevo». Que no se pierdan, pues, las lecciones de la experiencia; y que
las secuelas de Grecia, de Roma, de Francia, de Inglaterra y de América nos
instruyan en la difícil ciencia de crear y conservar las naciones con leyes
propias, justas, legítimas, y sobre todo útiles. No olvidando jamás que la
excelencia de un gobierno no consiste en su teórica, en su forma, ni en su
264
mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación para
quien se instituye.
Y con este desmembramiento de la Gran Colombia, se cumplió proféticamente lo que
el mismo Bolívar había establecido como un postulado de la ciencia política en el referido
discurso:
Todos los pueblos del mundo han pretendido la libertad; los unos por las
armas, los otros por las leyes, pasando alternativamente de la anarquía al
despotismo o del despotismo a la anarquía; muy pocos son los que se han
contentado con pretensiones moderadas, constituyéndose de un modo conforme
a sus medios, a su espíritu y a sus circunstancias.
E igualmente cuando Bolívar hace referencia en su discurso de Angostura al
desmembramiento del imperio romano:
Al desprenderse América de la Monarquía Española, se ha encontrado,
semejante al Imperio Romano, cuando aquella enorme masa, cayó dispersa en
medio del antiguo mundo. Cada desmembración formó entonces una nación
independiente con forme a su situación o a sus intereses; pero con la diferencia
de que aquellos miembros volvían a restablecer sus primeras asociaciones.
Es por eso que debemos examinar lo que dice Maquiavelo, lo que debe hacerse cuando
se suceden esas vicisitudes, como renovar las instituciones y así evitar la muerte política de las
repúblicas:
El modo de renovarlas es, como se ha dicho, reducirlas a sus principios.
Porque todos los principios de las sectas, de las repúblicas y de los reinos tienen
forzosamente alguna bondad, gracias la cual recobrarán su primitiva reputación
y su capacidad de crecimiento. Y como con el transcurso del tiempo se
corrompe aquella bondad, si no sucede nada que los reconduzca a sus orígenes,
esos cuerpos morirán necesariamente. Los doctores en medicina dicen,
hablando del cuerpo humano ‘Quod quotidie aggregatur aliquid, quod
quandoque indiget curatione’, (Que cada día se absorbe alguna cosa que, tarde
265
o temprano necesita cura). Hablando de las repúblicas, esta reducción al
principio puede hacerse o por alguna circunstancia imprevista externa o por
prudencia interna.
Es necesario pues, como he dicho, que los hombres que viven juntos
bajo cualquier reglamento, se examinen a sí mismos a menudo, por
circunstancias extrínsecas o intrínsecas. Estas últimas es mejor que provengan
de una ley que pida cuentas menudo a todos los hombres que viven en aquel
cuerpo (el cuerpo político), o de un hombre virtuoso, surgido entre ellos, que
con sus ejemplos y sus buenas acciones cause el mismo efecto que la ley…
…este bien surge, pues, en las Repúblicas gracias a la virtud de un
hombre o de una ley: en cuanto a esto último. Las instituciones que trajeron a la
República romana a sus principios fueron los tribunos de la plebe, los censores
y todas las leyes que se oponían a la ambición y a la insolencia de los
hombres. Estos ordenamientos deben ser vivificados por la virtud de algún
ciudadano que valientemente se decida a ponerlos en práctica contra aquellos
que los transgreden.
Aquí se ve claramente expresada la combinación que menciona Maquiavelo de un
príncipe virtuoso que ordene una República o recomponga con sabias y moderadas leyes los
cambios perjudiciales o daños que puedan sufrir una República en el tiempo, y evitar su
muerte anticipada. Tal vez Bolívar no estaba errado al seguir la receta recomendada por
Maquiavelo en sus discursos para recomponer las Repúblicas, al pretender regresar las
Repúblicas creadas por él a “sus principios”, es decir adoptar un sistema monárquico o cuasimonárquico, como eran originalmente cuando se desprendieron del reino de España, y
propuso hacerlo con su constitución boliviana, para así poder renovarlas y evitar su muerte
política prematura, como sucedió inevitablemente con la Gran Colombia.
Maquiavelo lo expresa en los Discursos, de la siguiente manera:
También puede provenir este renacer de una República a sus primeros
principios de la simple virtud de un solo hombre, sin depender de ninguna ley
que le estimule a poner en ejecución actos ejemplares, pues la virtud de algunos
266
hombres excepcionales tiene tanto prestigio y es un ejemplo tan eficaz que los
hombres buenos desean imitarlos y los malos se avergüenzan de llevar una vida
tan contraria a la suya.
Bolívar presagió el destino que sufrió posteriormente la República de Colombia, desde
que escribió su celebre Carta de Jamaica en 1815:
Cuando los sucesos no están asegurados, cuando el Estado es débil, y
cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan; las opiniones se
dividen, las pasiones las agitan y los enemigos las animan para triunfar por este
fácil medio. Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nación liberal
que nos preste su protección, se nos verá de acuerdo cultivar las virtudes y los
talentos que conducen a la gloria; entonces seguiremos la marcha majestuosa
hacia las grandes prosperidades a que está destinada la América meridional;
entonces las ciencias y las artes que nacieron en el Oriente y han ilustrado a
Europa, volarán a Colombia libre que las convidará con un asilo.
Es importante mencionar, que Bolívar, estaba plenamente de acuerdo con Maquiavelo,
con que el destino de los hombres, así como la de los Estados, a veces está sujeto a los
avatares de la fortuna a pesar de toda la virtù que poseyeran. Maquiavelo decía en sus
Discursos: “La fortuna ciega las mentes de los hombres cuando no quiere que se opongan a
sus designios.”
Y también Maquiavelo afirmaba que:
Cuando la fortuna quiere que se produzcan grandes acontecimientos,
sabe como hacerlo, eligiendo un hombre de tanto espíritu y tanta virtud que se
dé cuenta de las oportunidades que ella le ofrece. Y lo mismo sucede cuando
quiere provocar la ruina, escogiendo entonces a hombres que contribuyen a
arruinarlo todo.
Bolívar en su manifiesto de Carúpano parafraseando a Maquiavelo decía lo siguiente:
El hombre es el débil juguete de la fortuna, sobre la cual suele calcular
con fundamento muchas veces, sin poder contar con ella jamás, porque nuestra
267
esfera no está en contacto con la suya de un orden muy superior a la nuestra.
Pretender que la política y la guerra marchen al grado de nuestros proyectos,
obrando a tientas con sólo la pureza de nuestras intenciones, y auxiliados por
los limitados medios que están a nuestro arbitrio, es querer lograr los efectos de
un poder divino por resortes humanos.
Y Maquiavelo en sus Discursos agregaba:
Pues donde los hombres tiene poca virtud, la fortuna muestra más su
poder, y como ella es variable, así mudan las Repúblicas y los Estados a
menudo, y cambiaran siempre hasta que no surja alguien tan amante de la
antigüedad que regule las cosas de modo que la fortuna no tenga motivos para
mostrar su poder a cada momento.
Y para finalizar este capítulo es pertinente mencionar que consideramos que Bolívar
estaba plenamente conciente del proceso de decadencia política por la que transitaba la obra de
su vida. Prácticamente un mes antes de su fallecimiento, un Bolívar desengañado y
decepcionado en una carta profética dirigida al General Juan José Flores, futuro Presidente del
Ecuador, fechada en Barranquilla, el 9 de noviembre de 1830, predice el triste destino que van
a tener las naciones del continente libertadas por su mano, completando un ciclo polibiano:
Vd. Sabe que yo he mandado 20 años y de ellos no he sacado más que
pocos resultados ciertos: 1º. La América es ingobernable para nosotros. 2º. El
que sirve a una revolución ara en el mar. 3º. La única cosa que se puede hacer
en América es emigrar. 4º. Este país caerá infaliblemente en manos de la
multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de
todos colores y razas. 5º. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la
ferocidad, los europeos no se dignaran a conquistarnos- 6º. Si fuera posible que
una parte del mundo volviera al caos primitivo, este sería el último periodo de
la América.
La primera revolución francesa hizo degollar las Antillas y la segunda
causará el mismo efecto en este vasto Continente. La súbita reacción de la
268
ideología exagerada va a llenarnos de cuantos males nos faltaban o más bien los
va a completar. V. vera que todo el mundo va a entregarse al torrente de la
demagogia y ¡desgraciados de los pueblos! ¡y desgraciaos de los gobiernos!
Mi consejo a V. como amigo es que en cuanto V. se vea próximo a
declinar, se precipite V. mismo y deje el puesto con honor y espontáneamente:
nadie se muere de hambre en tierra.
269
CAPÍTULO VI
CONCLUSIONES
Tanto nomini nullum par elogium. Nicolaus Machiavelli.
(Sic)
Genio y figura hasta en la sepultura.
Del análisis realizado en los seis capítulos precedentes del presente trabajo se puede
concluir lo siguiente:
Tanto Bolívar como Maquiavelo, fueron dentro de una cabalidad magnifica,
simplemente unos hombres, pero unos hombres excepcionales. Nadie sin duda alguna hubiera
podido repetir con tanta exactitud como ellos, a manera de síntesis expresiva de su
personalidad, el pensamiento de Terencio: Homo sum: nihil humani a me alienum puto.
270
Ahora bien: quien haya meditado desapasionadamente acerca del contenido esencial,
de la pura naturaleza de las obras respectivas de Maquiavelo y de Bolívar, encontrará
extraordinarias y desconcertantes analogías entre el pensamiento político de estos grandes
hombres, a primera vista y a priori, tan diversas y opuestas. No es solamente que Bolívar se
ajuste, dentro de ligeras y inevitables variantes, a aquellas especies estereotipadas de
gobernantes autocráticos que nos legó el Secretario Florentino en el Príncipe, mutatis
mutandis.
No es solamente que responda con su actitud épica y vertiginosa ante la vida a la
actitud peculiar del héroe ideal que soñó Maquiavelo para libertar a Italia, el nuevo príncipe
que expulsaría a los bárbaros de su patria. Es que dentro de una gigantesca diversidad de
medios, de épocas, de calidades, de trabajos y de resultados, los dos perseguían un mismo
anhelo, los dos comprendían la naturaleza humana de la misma forma, los dos vivieron
poseídos por análogas gloriosas empresas, los dos clausuraron una etapa de la historia de la
humanidad, para abrir con los propios meritos de su genio una nueva era.
Tanto Bolívar como Maquiavelo conforman personajes históricos de carácter universal,
ambos fueron pensadores y escritores insignes que con su genio lograron confeccionar formas
de pensamiento político que son de aplicación secular para la dirección de los pueblos y las
naciones en todos los tiempos. Tanto Maquiavelo como Bolívar, enunciaron leyes, reglas y
principios en la ciencia política que se pueden considerar de aplicación universal, y además
han servido de guía para la actuación política de los líderes de diferentes naciones, en todos
los tiempos, y hasta en nuestros días.
Ambos aspiraban a la más dilatada y noble posibilidad que cabe en el alma del hombre
virtuoso: a la creación de la patria. Entre la Italia de los comienzos del renacimiento y la
América del Sur de fines del siglo XVIII y principios del XIX, todos los elementos integrantes
de los Estados son heterogéneos y aun antagónicos entre sí. Pero hay algo que es
fundamentalmente igual, por encima de la variedad de las fuerzas constitutivas: se trata de
nacionalidades latentes que no sabe definirse ni reconocerse, pero cuyas energías recónditas
pugnan por emerger y expresarse por salir de la pasividad y el caos. Se trata en ambos casos
de pueblos subyugados por conquistadores insolentes e ineptos, que mantienen a millones de
hombres en la esclavitud, la ignominia y la miseria. Se trata de realizar ante dificultades sin
271
límites, dos ideales aparentemente contradictorios entre sí dentro de la complejidad de las
circunstancias: la independencia y la libertad de sus respectivos pueblos.
Bolívar y Maquiavelo amaban con exaltado amor a sus propios compatriotas, cuyo
perfeccionismo y prosperidad fue en cada día y en cada hora de sus vidas, el núcleo esencial
de sus preocupaciones, pero el uno y el otro, aleccionados por la enseñanza del mundo
antiguo, del cual fueron ardientes admiradores y devotos, y guiados por una penetración
absolutamente singular, desconfiaban de los hombres, los juzgan con cáustica amargura y
viven en guardia contra sus deslealtades y miserias.
Tanto Bolívar como Maquiavelo son realistas políticos consumados, hombres que
supieron diferenciar perfectamente bien las cosas, entre el “deber ser” o “lo deseado” por las
personas individualmente hablando y las sociedades y, las cosas “tal como son en realidad”.
La verdad “real” o “efectiva”, la verita effettuale, de las mismas, para ellos es virtud. De las
doctrinas y los principios toman apenas lo que es vital y profundo, y urgidos por la necesidad
de alcanzar un fin político, sacrifican los contornos formales de las cosas, por admirables y
cautivantes que sean. Tanto Bolívar como Maquiavelo pertenecen a la categoría de los grandes
hombres y mujeres de la historia, como lo fueron Hashepshut, Ramses II, Licurgo, Pericles,
Alejandro, Aníbal, Escipión el “Africano”, Cayo Julio César, Marco Aurelio, Mahoma,
Hernán Cortes, Isabel I de Inglaterra, Richelieu, Cromwell, Federico el Grande, Napoleón,
Lincoln y Bismarck, entre otros, que fueron realistas políticos consumados, dirigieron las
obras de sus vidas de acuerdo a los tiempos y a las necesidades y actuaron de acuerdo a las
circunstancias
específicas
que
se
les
presentaron
y
enfrentaron
cada
ocasión
independientemente de la ética y moral política del momento y sujetos en todo instante como
diría Richelieu, a la “Razón de Estado”.
Desde los griegos hasta el medioevo, los tratadistas políticos elaboraron prescripciones,
reglas y recetas, escribieron sobre el deber ser, esto es, cómo han de comportarse los
gobernantes dentro de la ética política y la moral, sobre todo dentro de los cánones de la moral
cristiana. Maquiavelo al igual que Bolívar posteriormente, se apartó de estos métodos y
afirmaba que:
272
... siendo mi propósito escribir algo útil para quien lo lea, me ha
parecido más conveniente ir directamente a la verdad real [veritá effettuale] de
las cosas, que a la representación imaginaria de la misma...Agrega que
muchos...se han imaginado Repúblicas y principados [repúblicas aéreas] que
nadie ha visto jamás ni se ha sabido que existieran realmente; porque hay tanta
distancia de cómo se vive a cómo se debería vivir, que quien deja de lado lo que
se hace por lo que se debería hacer, aprende antes su ruina que su
preservación...
El comportamiento de los hombres es un hecho real, objetivo y observable, de una
naturaleza fija pues “... nacen, viven y mueren siempre de la misma manera...” (D: I, 11), y
...se ve fácilmente, si se consideran las cosas presentes y las antiguas,
que todas las ciudades y todos los pueblos tienen los mismos deseos y los
mismos humores, y así ha sido siempre...por esta razón es que...quien examina
diligentemente las cosas pasadas, le es fácil prever las futuras en cualquier
República, y aplicar los remedios empleados por los antiguos o, si no encuentra
ninguno usado por ellos, pensar unos nuevos teniendo en cuenta la similitud de
las circunstancias...(D: I, 39).
En otras palabras:
... quien quiera ver lo que será, considere lo que ha sido, porque todas
las cosas del mundo tienen siempre su correspondencia en sus tiempos
pasados...y esto es así porque los hombres... tienen y tendrán siempre las
mismas pasiones...”, razón por la cual necesariamente producirán los mismos
efectos. (D: III, 43)
Para Maquiavelo, como para Bolívar, la política se convierte en una ciencia porque el
comportamiento humano es observable y predecible y tiene sus propias leyes con postulados,
normas y un caudal de experiencias, históricas y contemporáneas, que permiten confirmar las
hipótesis y llegar a conclusiones determinadas que servirán para prevenir a los futuros
gobernantes acerca de sus actos. Maquiavelo nos presenta diversos ejemplos, pues él tiene “...
273
una larga experiencia de las cosas modernas...” y ha realizado una “... continua lectura de las
antiguas...” (P: Dedicatoria). Este descubrimiento de las regularidades de la conducta humana
es paralela al desarrollo de las ciencias naturales y experimentales de la época, (Renacimiento)
considerando al hombre como un fenómeno natural estudiable y predecible.
Así, Maquiavelo sienta las bases de una teoría política, una nueva ciencia que refleja la
creencia de que, para poder analizar de modo coherente los fenómenos políticos, es necesario
liberarlos de las ilusiones entretejidas con conceptos irreales y ajenos a ella. Entramos en una
de las tendencias fundamentales del renacimiento: la proliferación de áreas independientes de
indagación, cada una resuelta a establecer su autonomía y preocupada por elaborar un lenguaje
adecuado para un conjunto particular de fenómenos. De esta manera, comienza la
independencia de la filosofía de la teología, la física de la metafísica, la música de la liturgia, y
la política de otros campos.
Recapitulando, la constitución de la ciencia política, en tanto empresa colectiva y
acumulativa, tiende a la formulación de tipologías, de generalizaciones, de teorías generales,
de leyes, todas éstas relativas a fenómenos puramente políticos, fundadas en el estudio de la
historia y el análisis fáctico de hechos contemporáneos.
Estos conocimientos permitirán prever los problemas para solucionarlos y “buscar
remedio rápido”, por ello es que los gobernantes sabios: “... no solamente han de preocuparse
de los problemas presentes, sino también de los futuros, tratando de superarlos con todos los
recursos de su habilidad...” para prevenir con antelación las dificultades (P: III).
La concepción técnica de Maquiavelo de la problemática política la hace compararla
con artes como la arquitectura y la medicina: para curar la tisis hay que diagnosticar
rápidamente, y
...lo mismo ocurre en los asuntos de Estado; porque los males que nacen
de él se curan pronto si se les reconoce con antelación (lo cual no es dado sino a
una persona prudente); pero cuando por no haberlos reconocido se los deja
crecer de forma que llegan a ser de dominio público, ya no hay remedio
posible... (P: III).
274
Esta capacidad de prevención está relacionada con la virtud de los gobernantes y “... el
que en un principado no detecta los males cuando nacen, no es verdaderamente prudente. Pero
tal cualidad solamente es concedida a pocos...” (P: XIII) que poseen la virtud con la cual
pueden enfrentar a la fortuna.
Bolívar y Maquiavelo profesaron la virtud desde en el sentido estrictamente romano, es
decir entendiéndola como energía, como fortaleza, que hacen al ser humano apto para los
grandes sacrificios y las grandes empresas. Tanto para Maquiavelo como para Bolívar
posteriormente: “virtù”, no son las virtudes cristianas que los escritores de la época
aconsejaban cultivar al gobernante y sus súbditos, sino que el concepto tiene una clara
significación pagana que puede desdoblarse en su significado de origen etimológico (vir:
virilidad: hombre) que implica fuerza interior, energía de la voluntad, habilidad para actuar y
decidir con determinación, virtud militar como valor, bravura y coraje; a lo cual hay que
sumarle el talento, técnica, eficacia, claridad mental, autocontrol, originalidad, sabiduría
práctica; en suma, la capacidad subjetiva para superar los obstáculos. También es prudencia y
saber prever, pues un gobernante tiene que tener la sabiduría para ver los peligros en su Estado
mientras sean pequeños y, así, poder resolverlos, en fin la misma “virtud” vista desde el
punto de vista de Simón Bolívar y su actuación como hombre de Estado y “príncipe nuevo”
300 años después de la muerte de Maquiavelo.
Para ambos personajes el paradigma de virtud política a seguir es imitar a Roma, la
República bien ordenada [republica bene ordinata], que se mantuvo durante siglos pues
estuvo “... llena de tanta virtud como jamás ha ostentado ninguna otra ciudad o República...”
(D: I, 1), por ello es que “... es necesario seguir el modelo romano...” (D: I, 6) debido a que si
una ciudad está armada y ordenada como ella “... de modo que sus ciudadanos experimenten
cada día, en público y en privado, su virtud y el poder de la fortuna, siempre, en cualquier
situación, en cualquier tiempo mostrarán el mismo ánimo y mantendrán la misma dignidad...”
(D: III, 31). Los romanos fueron virtuosos pues realizaron correctamente “... la elección del
lugar [de la fundación de una ciudad] y la ordenación de las leyes...” (D: I, 1).
De acuerdo a Leonardo Bruni (1506) citando al libro octavo de la Política de
Aristóteles una República bien ordenada es: “Una ciudad con gobierno propio en la cual el
pueblo tiene su lugar en la vida pública.” (“quiescere autem plebem non principantem nullum
275
signum est benem contitutive civitatis”) Para Maquiavelo una República bien ordenada: “…es
aquella que es más apta para asegurar el vivere libere y civile bajo el imperio de la ley, de
leyes justas y buenas para el beneficio del bien común.” Para el profesor Quentin Skinner: “la
esencia del republicanismo de Maquiavelo puede ser resumida en forma de dos preposiciones
conectadas. Primero, que ninguna ciudad puede lograr la grandeza a menos que sostenga una
forma de vivir libre (vivire libere), y segundo que ninguna ciudad puede jamás sostener una
forma de vivir libre a menos que mantenga una Constitución republicana.”
La visión política de Maquiavelo y de Bolívar ante la fortuna es la de un activista: el
hombre debe confrontar a la fortuna con su virtud, a pesar de ser un “débil juguete” de ella,
no para soportar sus golpes sino para defenderse o controlarlos a través de una pugna activa, y
no debe someterse servilmente a sus efectos sino tenerlos en cuenta para una decisión efectiva.
A diferencia de la Providencia Divina, la fortuna no es directriz de las acciones humanas, por
eso critica el situarlas como gobernantes del mundo quitando al hombre todo poder para
corregir el rumbo y para oponer remedios, que ha sido un punto de vista que muchos han
tenido y tienen, debido a que “... después de una larga prosperidad, al perder, no se echa la
culpa a ninguna cosa propia, sino que se acusa al cielo y las disposiciones del hado...”
Frente al azar y la fortuna, el hombre renacentista como Maquiavelo, y el hombre de la
“Ilustración” que era Bolívar, manifiestan su dignidad de la única manera posible:
atribuyéndose un papel en la ejecución de su destino. En la elección de una única idea
caracterizadora del pensamiento moderno elegiríamos la afirmación y legitimación de la
voluntad individual, y esto es lo que hace Maquiavelo cuando escribe que “... para que
nuestra libre voluntad no quede anulada, pienso que puede ser cierto que la fortuna sea
árbitro de la mitad de las acciones nuestras, pero la otra mitad, o casi, nos es dejada, incluso
por ella, a nuestro control...” (P: XXV). Esta frase fue interpretada como que la historia es
obra de la voluntad humana, o como diría Hegel posteriormente que, la “Guerra es el motor
de la historia”. El hombre tiene todas las posibilidades de modificar su entorno y determinar su
destino, y ya no depende ni de Dios ni de la fortuna. La vena activista de Maquiavelo lo hace
llamar constantemente a la acción y a condenar la pasividad y a los príncipes que culpan a la
fortuna por la pérdida de sus Estados, ocultando su propia responsabilidad.
276
La metáfora de Maquiavelo en el Príncipe, que la fortuna se asemeja a un río
torrentoso, o la de Bolívar al decir en el manifiesto de Carúpano, que el hombre es un “débil
juguete de la fortuna” capaz de arrastrar en su furia cualquier resistencia, pero ante el cual el
hombre puede construir diques y canales en momentos de tranquilidad para controlar su
caudal, expresa con claridad la postura de Maquiavelo: la fortuna rige cuando no hay virtud,
cuando ésta no está preparada y organizada para enfrentarse a ella; la fortuna se manifiesta en
los puntos débiles, donde no hay diques. Estos diques, en el orden político, son las
instituciones. Como lo afirmaría Bolívar en su manifiesto de Carúpano:
Es una estupidez maligna atribuir a los hombres públicos las vicisitudes
que el orden de las cosas produce en los Estados, no estando en la esfera de las
facultades de un general o magistrado contener en un momento de turbulencia,
de choque, y de divergencia de opiniones el torrente de las pasiones humanas,
que agitadas por el movimiento de las revoluciones se aumentan en razón de la
fuerza que las resiste. Y aun cuando graves errores o pasiones violentas en los
jefes causen frecuentes perjuicios a la República estos mismos perjuicios deben,
sin embargo, apreciarse con equidad y buscar su origen en las causas primitivas
de todos los infortunios: la fragilidad de nuestra especie, y el imperio de la
suerte en todos los acontecimientos.
Y agrega además:
El hombre es el débil juguete de la fortuna, sobre la cual suele calcular
con fundamento muchas veces, sin poder contar con ella jamás, porque nuestra
esfera no está en contacto con la suya de un orden muy superior a la nuestra.
Pretender que la política y la guerra marchen al grabo de nuestros proyectos,
obrando a tientas con sólo la pureza de nuestras intenciones, y auxiliados por
los limitados medios que están a nuestro arbitrio, es querer lograr los efectos de
un poder divino por resortes humanos.
Y posteriormente en su Discurso ante el Congreso de Angostura reafirma: “Hombres
virtuosos, hombres ilustrados constituyen las Repúblicas.”
277
Tanto para Bolívar como para Maquiavelo, el amor a la patria está por encima de
cualquier otra consideración, ellos sostienen la moral heroica, es decir aquella tesis que el
secretario Florentino expresó en sus Discursos con precisión lapidaria:
Ella debe defenderse siempre y de cualquier manera posible; y, si está
en juego su salvación,...no se debe guardar ninguna consideración a lo justo o lo
injusto, lo piadoso o lo cruel, lo laudable o lo vergonzoso, sino que, dejando de
lado cualquier otro respeto, se ha de seguir aquel camino que salve la vida de la
patria y mantenga su libertad... (D: III, 41).
En este caso ambos personajes consideran que todo gobernante debe actuar con el bien
mientras le sea posible, pero debe aprender a actuar de la manera contraria, si el bien y la
salvación de la patria lo ameritan. El ejercicio de las virtudes morales puede arruinar al Estado
y al bien común; entonces, sólo se tienen dos opciones: aferrarse a principios éticos o al
bienestar del pueblo. En los reinos imaginarios de los moralistas los dos son uno y a
Maquiavelo como a Bolívar le hubiesen gustado que fuese así; pero la realidad es otra y el
príncipe necesariamente debe elegir: salvar su alma o su gente, y para el secretario florentino
como lo fue igualmente para Bolívar, no hay debate aquí pues el deber de un gobernante es
hacia sus ciudadanos. Quien salva su propia alma y destruye a su pueblo puede parecer un
santo, pero así se convierte en el peor de los tiranos. Si “el fin justifica los medios” -frase
nunca utilizada literalmente por el Florentino-, hacer el mal es a veces necesario (un “mal
menor”) para obtener el bien común, puesto que la meta última es el bienestar general que
requiere, en algunos casos, la utilización de medios extraordinarios considerados -a vecesinmorales.
Si un hombre “... quiere hacer en todos los puntos profesión de bueno, labrará
necesariamente su ruina entre tantos que no lo son...” y esta es la razón por la cual...”… es
necesario a un príncipe, si se quiere mantener, que aprenda a poder ser no bueno y a usar o no
usar de esta capacidad en función de la necesidad...”. Es, realmente, digno de elogio poseer los
rasgos “... que son tenidos por buenos...” pero si peligra el Estado “... puede incurrir en ellos
[los vicios] con menos miramientos. Y todavía más: que no se preocupe de caer en la fama de
aquellos vicios sin los cuales difícilmente podrá salvar su Estado...” (P: XV). En otras
278
palabras, las virtudes morales pueden llevar a la ruina de un Estado y, por el contrario, ciertos
vicios pueden salvarlo.
Tal y como lo expresó Bolívar parafraseando a Maquiavelo en su manifiesto de
Cartagena:
Es preciso que el gobierno se identifique, por decirlo así, al carácter de
las circunstancias, de los tiempos y de los hombres, que lo rodean. Si estos son
prósperos y serenos el debe ser dulce y protector, pero si son calamitosos y
turbulentos, él debe mostrarse terrible, y armarse de una firmeza igual a los
peligros, in atender a leyes ni constituciones, ínterin no se establece la felicidad
y la paz.
Y también como se lo expreso al Coronel francés Perú de Lacroix en el Diario de
Bucaramanga:
...Los pueblos quieren más algunas veces a los que más males le hacen,
todo consiste en el modo de hacerlo. El jesuitismo, la hipocresía, la mala fe, el
arte del engaño y de la mentira, que se llaman vicios en la sociedad, son
cualidades en política, y el mejor diplómata, (sic), el mejor hombre de Estado
es el que mejor sabe ocultarlos y hacer uso de ellos, y la civilización, lejos de
extirpar estos males no hace sino refinarlos mucho más.
El problema moral reside en la siguiente cuestión: ¿puede un buen gobernante, con
fines justos, actuar inmoralmente? Nótese que Maquiavelo no afirma que el gobernante debe
ser “malvado”, sino “poder ser no bueno”; él nunca aprueba la conducta perversa de un
príncipe como en el caso de Agatocles que menciona en El Príncipe, pues únicamente pueden
alabarse aquellas acciones que son dirigidas hacia el bien común. No existiría este dilema en
un mundo perfecto, pero los ejemplos de la vida política y la historia muestran la maldad de
los hombres, “... que pondrán en práctica sus perversas ideas siempre que se les presente la
ocasión de hacerlo libremente...” (D: I, 3); por esta razón, quien disponga de un Estado ha de
presuponer “... que todos los hombres son malos [y que] sólo obran bien por necesidad...” (D:
279
I, 3), con lo cual Maquiavelo, no está negando la existencia o la necesidad de las virtudes
morales.
La patria, su ciudad natal de Florencia y la Italia toda, fue para Maquiavelo objeto de
veneración, así como para Bolívar lo fue Venezuela y la Gran Colombia. Bolívar al igual que
Maquiavelo, consideraban que un hombre no tiene deber más importante que hacia ella y que
el mayor bien dentro de las posibilidades humanas y las que más agradan a Dios, son las obras
que realiza por su patria. Al igual que los antiguos ciudadanos romanos. Maquiavelo afirmó en
sus Discursos, (D: III, 41) de manera vehemente que “... amo a mi patria más que a mi
alma...” palabras que sin duda alguna parecen pronunciadas por el mismo Bolívar.
Tanto Maquiavelo como Bolívar son republicanos por excelencia, ambos consideran en
la mayoría de sus escritos y discursos que es el único sistema político en donde se puede
garantizar la democracia y el vivere libere (la libertad) y el vivere civile y puede perdurar el
imperio de las leyes.
Tanto para Maquiavelo, como para Bolívar, sin lugar a dudas, la República es la mejor
forma de gobierno, es la forma ideal en donde se plasman la libertad y la vida civil. Sólo en
una República bien organizada [republica bene ordinata] el fin del Estado es el bien común.
Se llega a este bien común cuando se extinguen las grandes desigualdades sociales, teniendo
todos los estamentos participación en el gobierno (gobierno mixto); que el Estado sea libre sin
ser sometido a la voluntad de una sola persona o a un grupo parcial (parcialidad política).
La República para Maquiavelo y Bolívar, es el régimen virtuoso en el sentido clásico
del humanismo cívico. Es decir, la República es por encima de todas las cosas, el régimen que
permite la realización del vivere libere y el vivere civile, de una forma de vida dedicada al
interés cívico, del bienestar común y al ejercicio de la actividad política del ciudadano, y es en
esta vida dedicada a la acción, posibilitada por la República, que el hombre puede aspirar a
alcanzar los más altos valores cívicos a los que puede pretender.
La libertad, que implica un gobierno amplio y democrático (a la escala de la época)
sirve para vivir seguros, y este deseo se satisface con facilidad “... haciendo leyes y
ordenamientos justos en los que, a la vez que se afirma el poder, se garantiza la seguridad de
todos...” (D: I 16). Además, se hacen enormes progresos “... sin temer que le sea arrebatado su
280
patrimonio, y sabiendo que no solamente nacen libres y no esclavos, sino que pueden,
mediante su virtud, llegar a ser magistrados...”. Asimismo, “... las riquezas se multiplican en
mayor número [y] lo contrario sucede en los países que viven siervos...” (D: II, 2).
Y así lo expresó textualmente Maquiavelo en sus Discursos sobre la primera década
de Tito Livio:
Los que organizan prudentemente una República, consideran, entre las
cosas más importantes, la institución de una garantía de libertad, y según sea
más o menos acertada, durará más o menos el vivir libre…
Es fácil conocer de dónde le viene al pueblo esa afición a vivir libre,
porque se ve por experiencia que las ciudades nunca aumentan su dominio ni su
riqueza sino cuando viven en libertad...porque lo que hace grande a las ciudades
no es el bien particular sino el bien común. Y sin duda este bien común no se
logra más que en las Repúblicas…
... por eso que una República tiene una vida más larga y conserva por
más tiempo su buena suerte que un principado, porque puede adaptarse mejor a
la diversidad de las circunstancias…Pues todas las tierras y las provincias que
viven libres, en todas partes, como dije antes, hacen enormes progresos.
Y como lo expresó Bolívar fehacientemente en su discurso ante el Congreso de
Angostura:
Sólo la democracia, en mi concepto, es susceptible de una absoluta
libertad…
El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma
de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de
estabilidad política…
Un gobierno republicano ha sido, es, y debe ser el de Venezuela; sus
bases deben ser la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la libertad
281
civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los
privilegios…
Dignaos, legisladores, acoger con indulgencias la profesión de mi
conciencia política, los últimos votos de mi corazón y los ruegos fervorosos que
a nombre del pueblo me atrevo a dirigiros. Dignaos conceder a Venezuela un
Gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral,
que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un gobierno que haga reinar la
inocencia, la humanidad y la paz. Un gobierno que haga triunfar bajo el imperio
de leyes inexorables, la igualdad y la libertad.
Maquiavelo en los Discursos, enfatiza su conceptualización sobre la República y
muestran la preferencia del secretario florentino por esta forma de gobierno. Bruto es el héroe
y César, destructor de las libertades de Roma, su villano (D: I, 10) pues el bien común como
hemos dicho es más fácil de lograr en una República que bajo un príncipe. Igualmente Bolívar
expresa en la mayoría de sus escritos de importancia, al igual que Maquiavelo, su preferencia
por el sistema republicano de gobierno. Pero Maquiavelo al igual que Bolívar en su tiempo,
previó también las ventajas de un reino o principado en algunos casos, pues consideraba que
era posible un buen gobierno bajo un príncipe: Francia por ejemplo: debía ser admirada por
los italianos pues estaba unificada bajo una sabia monarquía constitucional (P: XIX). Existen
para Maquiavelo, inclusive, circunstancias en las cuales solamente un monarca puede
gobernar, esto es, cuando se necesita fundar un Estado o hacer reformas profundas; cuando los
ciudadanos y las instituciones se han corrompido, entonces sólo una conducción fuerte puede
ser efectiva (D: I, 9).
Maquiavelo afirmaba tanto en su Discursos, como en El Príncipe que cuando una
República se había corrompido y su virtù e instituciones públicas ya no eran suficientes para
restáurala al vivere libere y a su buen funcionamiento como republica bene ordinata era
necesario que El Príncipe, asumiera plenos poderes e instaurara preferiblemente un gobierno
fuerte y monárquico, en este sentido las afirmaciones de Maquiavelo justifican plenamente las
acciones enérgicas tomadas por Bolívar cuando trató de ejecutar medidas extremas para
salvar a la República de Colombia de la anarquía que amenazaba con destruirla en los años
282
1827, 1828, 1829 y 1830, tratando de implantar la controversial Constitución boliviana con su
presidencia vitalicia y el senado vitalicio y hereditario como en Angostura.
Tanto Bolívar como Maquiavelo preconizaban el régimen republicano y democrático,
con un sistema mixto de gobierno, en donde confluyeran en su constitución, tanto el elemento
monárquico, el elemento aristocrático y el gobierno popular, al igual mutatis mutandis, que la
antigua República romana, que fuese
capaz tal sistema, de garantizarle a la naciente
República el “mayor grado de estabilidad política posible, el mayor grado de felicidad
política y el mayor grado de seguridad posible”, que le permitiera mayor crecimiento en paz
y en armonía y mayor permanencia en el tiempo, evitando con este tipo de constitución, su
rápida decadencia, corrupción política y desaparición eventual, como sucede con los sistemas
simples en la rueda de los ciclos polibianos.
Maquiavelo afirmaba que: Los “cuerpos mixtos como las Repúblicas (...) están mejor
organizados y tienen una vida más larga [ya que] mediante sus instituciones, se pueden
renovar a menudo...” (D: III, 1). Si el hombre es proclive a la corrupción, la clave consiste en
mantener a los ciudadanos “bien ordenados” a través de las leyes para que puedan defender
sus libertades por medio de una serie de instituciones, tema principal del Libro III de los
Discursos. El renacer de una República puede provenir de “... la virtud de un hombre o de una
ley...” y es un solo hombre “... con sus ejemplos raros y virtuosos [quien cumplirá] casi la
misma función que las leyes y las instituciones...” (D: III, 1).
Agregaba Maquiavelo en sus Discursos, que las buenas formas de gobierno clásicas
-monarquía, aristocracia y gobierno popular- son fáciles de pasar a las formas malas “...
porque el principado fácilmente se vuelve tiránico, la aristocracia con facilidad evoluciona en
oligarquía, y el gobierno popular se convierte en licencioso con facilidad...”. Por esta razón, si
alguien organiza un Estado de acuerdo a los regímenes buenos “... lo hace para poco tiempo,
porque irremediablemente, degenerará en su contrario...” (D: I, 2). El régimen mixto, una
combinación de las formas buenas, produce un equilibrio entre las fuerzas sociales y logra que
todas las partes se vean comprometidas en los asuntos de gobierno y cada una “vigile a la
otra” para evitar “la arrogancia de los ricos” o el “libertinaje del pueblo”.
283
Bolívar lo expresaba en su discurso ante el Congreso de Angostura de la manera
siguiente:
No aspiremos a lo imposible, no sea que por elevarnos sobre la región
de la libertad, descendamos a la región de la tiranía. De la libertad absoluta se
desciende siempre al poder absoluto, y el medio entre estos dos términos es la
suprema libertad social.
Cuando deseo atribuir al Ejecutivo una suma de facultades superior a la
que antes gozaba, no he deseado autorizar un déspota para que tiranice la
República, sino impedir que el despotismo deliberante no sea la causa
inmediata de un círculo de vicisitudes despóticas en que alternativamente la
anarquía sea reemplazada por la oligarquía y por la monocracia.
Asimismo en Maquiavelo encontramos como dijimos una visión cíclica polibiana de
los regímenes políticos, según la cual “... un país podría dar vueltas por tiempo indefinido en
la rueda de las formas de gobierno...” y todas esas formas son “... pestíferas, pues las buenas
tienen una vida muy breve y las malas son de por sí perversas...”. Por esta razón, considera al
igual que Bolívar en su tiempo, que la mejor forma de gobierno es el gobierno mixto, mezcla
de las tres formas puras y buenas, y es así que:
... los legisladores prudentes huyen de cada una de estas formas en
estado puro, eligiendo un tipo de gobierno que participe de todas, juzgándolo
más firme y más estable, pues así cada poder controla a los otros y, en una
misma ciudad se mezclan el principado, la aristocracia y el gobierno popular...”
(D: I, 2).
El gobierno mixto es una “República perfecta” (D: I, 2) y es la forma de gobierno “...
más duradera y casi no se puede esperar salir de ella...” (D: II, 2).
Según Maquiavelo, el bienestar general de la sociedad, y asimismo afirmamos que eso
es lo que preocupaba igualmente Bolívar, y solamente se logra en las Repúblicas, y en última
instancia: “... porque lo que hace grandes a las ciudades no es el bien particular, sino el bien
284
común [y] lo contrario sucede con los príncipes...” pues la mayoría de las veces sólo buscan su
beneficio propio; y:
... cuando en un Estado libre surge una tiranía, el menor mal que resulta
de ello es que la ciudad ya no avanza ni crece...”, por ello es que no hay que
maravillarse “... de que los antiguos pueblos persiguiesen con tanto odio a los
tiranos y amasen la vida libre, y de que el nombre de la libertad fuese tan
estimado por ellos...(D: II, 2).
Las principales ideas políticas de Maquiavelo, así como de Bolívar, como hemos
afirmado, se encuentran en la concepción tradicional, antigua y moderna, del bien común.
Maquiavelo. En su Proemio Del arte de la guerra, menciona que “... todo cuanto se establece
en una sociedad [es] para el bien común de los hombres...”. En los Discursos afirma que,
para distinguirse y lograr la gloria, hay que proponer “... una ley que redundase en beneficio
público...” (D: III, 34). Se pronuncia por algo similar en el capítulo XXI de El Príncipe.
Evidentemente, quien lea solamente esta última obra de Maquiavelo (El Príncipe) y desdeñe
las demás, (Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Discorsi sobre la Constitución
de Florencia y el Arte de la Guerra) no apreciará con plenitud que la principal preocupación
del florentino era el bienestar general del pueblo.
Igualmente Para Bolívar, como lo manifestó en sus principales discursos, proclamas e
innumerables cartas, la finalidad de un buen gobierno es el bien común, como lo expresó
fehacientemente en su discurso ante el Congreso de Angostura:
El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma
de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de
estabilidad política. Por las leyes que dictó el primer Congreso tenemos derecho
de esperar que la dicha sea la dote de Venezuela; y por las vuestras, debemos
lisonjearnos que la seguridad y la estabilidad eternizarán esta dicha.
Meditad bien vuestra elección, legisladores. No olvidéis que vais a echar
los fundamentos a un pueblo naciente que podrá elevarse a la grandeza que la
naturaleza le ha señalado, si vosotros proporcionáis su base al eminente rango
285
que le espera. Si vuestra elección no está presidida por el genio tutelar de
Venezuela que debe inspiraros el acierto de escoger la naturaleza y la forma de
gobierno que vais a adoptar para la felicidad del pueblo; si no acertáis, repito, la
esclavitud será el término de nuestra transformación.
En nuestro criterio, Simón Bolívar, representó en su época, el “El Nuevo Príncipe”
suramericano, el prototipo “ideal” que hubiese deseado Maquiavelo que liberara Italia de los
“bárbaros” y unificase la península en una sola nación, según lo expresado por el Secretario
florentino, en el capítulo XXVI del Príncipe.
Bolívar encuadra perfectamente en éste caso, en dos tipologías “Maquiavélicas”:
primero, “de aquellos que han fundado Repúblicas o reinos”; segundo, de aquellos que,
“puestos a la cabeza de los ejércitos han ampliado sus dominios o los de la patria”, es decir
de aquellos personajes dignos de elogio, gloria y honor. Bolívar en varias oportunidades
afirmó que él no usurpaba la soberanía, que él era un simple ciudadano, quería decir un
Libertador, “un legislador”, “un Licurgo”, “un Rómulo”, un “Pericles, un “Marco Aurelio”
que sólo había venido a traer buenas leyes y la libertad y la felicidad al pueblo:
Compatriotas: yo no he venido a oprimiros con mis armas vencedoras;
he venido a traeros el imperio de las leyes; he venido con el designio de
conservaros vuestros sagrados designios. No es el despotismo militar el que
pueda hacer la felicidad de un pueblo, ni el mando que obtengo puede convenir
jamás sino temporariamente a la República…
Un soldado feliz no adquiere ningún derecho para mandar a su patria.
No es el árbitro de las leyes ni del gobierno, es el defensor de su libertad. Sus
glorias deben confundirse con las de la República, y su ambición debe quedar
satisfecha al hacer la felicidad de su país.
Maquiavelo escribía para el salvador de la península italiana en sus tiempos, como un
patriota cuyo último capítulo de El Príncipe parece ser la razón de su obra: una ardiente
invocación en el campo del deber ser a la liberación de Italia, rompiendo con la racionalidad
técnica y realista de los capítulos anteriores con un reto apasionado y desesperado debido a la
286
angustia por la dominación extranjera: exhorta a un príncipe “... a ponerse al frente de Italia y
liberarla de los bárbaros...” y que introduzca con su virtud un nuevo orden capaz de sacar a su
patria de la postración. El secretario florentino invita a la acción, “... esperando quién podrá
ser el que la cure [a Italia] de sus heridas y ponga fin a los saqueos [...] y le limpie esas sus
llagas desde hace ya tanto tiempo emponzoñadas...” (P: XXVI)
Recordemos que en ese último capítulo (XXVI) de El Príncipe, como hemos dicho,
trata del llamado de Maquiavelo a la venida de éste Príncipe Nuevo, en una “Exhortación a
emancipar a Italia y a liberarla de los bárbaros”. Es el llamado como dijimos a un príncipe
nuevo que, aleccionado por Maquiavelo, viniera a suplir con su virtù la inexistencia de
instituciones libres en una Italia desahuciada. En el grado de corrupción en que se encuentra,
“... más esclava que los judíos, más sierva que los persas, más dispersa que los atenienses...”,
Italia no parece estar en condiciones de darse instituciones libres.
En conclusión, en función del análisis efectuado en los capítulos anteriores del presente
trabajo, es nuestro criterio, que el “desideratum” de Maquiavelo de un “Príncipe Nuevo” se
cumplió mutatis mutandis, tiempo y espacio, con Simón Bolívar, en ésta parte del mundo, la
América española y, 300 años más tarde de lo anhelado por el secretario florentino. Bolívar.
El “Príncipe Nuevo”, que libertó a Venezuela, la Nueva Granada, Quito, Perú y fundo a
Bolivia, emancipándolas de los “bárbaros” españoles, que finalmente intentaría unificar esas
nacientes naciones en una sola patria, otorgándoles la libertad, leyes justas y suaves y sistemas
de gobiernos estables que garantizarían la mayor suma de felicidad, prosperidad, estabilidad y
seguridad política posibles en sociedad humana alguna.
287
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