SIDA (Síndrome De Inmunodeficiencia Adquirida) y una sexualidad digna

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Universidad La República
Escuela de Psicología
Electivo S.I.D.A.
Derecho a vivir una sexualidad digna
Vivir una sexualidad digna y humana
La enfermedad del sida, puede ser tomada de dos maneras: como una tragedia ante la cual no hay nada que
hacer o bien como una oportunidad para hacer cambios en nuestras vidas.
Si nos decidimos por la oportunidad de crear cambios y encontrar un nuevo sentido a nuestra vida, tenemos
que transformas la visión que tenemos del sida como una sentencia absoluta de muerte y convertirla en punto
de partida para automodificarnos física y mentalmente para permitirnos incrementar la calidad de nuestras
vidas y las de todas aquellas personas involucradas. Dentro de los cambios que deberán hacerse están aquellos
que implican a nuestra sexualidad, entendida como la posibilidad del intercambio de afectos y como el
ejercicio del placer corporal.
En primer lugar tenemos que entender que la sexualidad es algo positivo, que hace agradables a nuestras
vidas. Por lo tanto lo primero para ejercer nuestra sexualidad como una oportunidad de placer y bienestar, es
asumir que nuestro cuerpo y nuestros deseos sexuales son dignos de motivo de alegría y no una manifestación
de pecado o un motivo de castigo.
Nuestra sexualidad tiene componentes biológicos, psicológicos, y sociales. En especial los elementos sociales
van construyendo nuestra sexualidad de acuerdo a las normas que en nuestra sociedad aprueban determinados
comportamientos y rechazan otros. Estas normas y valores los vamos incorporando desde que aprendemos el
lenguaje. Lo cual hacemos de forma acrítica, hasta que en algún momento de nuestras vidas descubrimos que
hemos venido repitiendo frases y conceptos que posiblemente no corresponden a nuestra realidad personal y
nos limitan y hacen sentir culpables. Frecuentemente encontramos que las normas sociales no se ajustan a las
necesidades de las personas concretas, son por tanto reglas que no tienen sentido.
Cuando una persona tiene necesidades y comportamientos sexuales que no se ajustan a las normas sociales,
puede sentirse obligada a actuar de manera auténtica, lo cual genera en ella culpa y ansiedad, lo que además la
predispone a disminuir sus defensas inmunológicas. La misma persona puede, sin embargo, descubrir que por
el solo hecho de existir, es digna de respeto en todos los aspectos de su vida y en vez de ocultarse puede
asumir la responsabilidad de su propia vida y ser feliz respondiendo a sus necesidades.
Es muy frecuente que cuando una persona sabe que ha adquirido el V.I.H., cancela su vida sexual, lo cual
significa que ha empezado a morir física y mentalmente.
Por eso es muy importante recuperar la sexualidad. Es de gran importancia insistir que lo primero que debe
hacerse para recuperarla es amar y respetar el propio cuerpo, las emociones y deseos y no culparse por ello.
Sin embargo, esto no es fácil, pues cuando una persona se entera de que vive con el sida, pueden aparecer en
ella diversos sentimientos relacionados con el duelo, lo que implica saberse con una enfermedad que ha sido
clasificada como incurable, progresiva y mortal. Estos sentimientos incluyen ansiedad, depresión, agresión,
sentirse víctima y acrecentar el miedo a la muerte. Todos estos sentimientos repercuten en la sexualidad y la
transforman.
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Entre las modificaciones que sufre la sexualidad de una persona que se sabe viviendo con V.I.H., podemos
anotar situaciones en que el deseo sexual desaparece. En otras ocasiones, aunque este deseo permanece, el
miedo a transmitir el virus a otra persona o a reinfectarse a sí mismo puede llevar a la decisión de no ejercer la
sexualidad.
Otras veces, cada vez más raras, afortunadamente, el sentimiento de coraje, si no hay un adecuado apoyo
psicológico, puede conducir a un deseo de desquite a través de intentar infectar a otras personas. En este caso
el deseo puede no incrementarse aún cuando la actividad sexual si aumente, con un número mayor de parejas
ocasionales. Obviamente al incrementarse el número de parejas, se aumentan también los riesgos de transmitir
el virus y de reinfectarse por el V.I.H. o de reinfectarse por otras enfermedades, todo lo cual acelera el avance
del sida.
Otra situación que se presenta es la de la pérdida de la pareja, ya sea porque la persona se entera de que está
infectada en el momento en que su pareja enfermó o murió, o bien porque es abandonado por el compañero o
compañera sexual, cuando se entera de que la persona está infectada por el V.I.H., esto repercute en la
autoestima y se traduce en un temor a establecer nuevas relaciones, que puede llevar a un aislamiento
emocional y a la abstinencia sexual.
Una persona con V.I.H. que se ha infectado por vía sexual puede tener que enfrentarse a la necesidad de
revelar, no solo su enfermedad, que está muy estigmatizada, sino también a descubrir aspectos de su
sexualidad que pueden ser socialmente inaceptados, como la homo o la bisexualidad o ejercer el trabajo
sexual. Incluso si no ha sido infectada por la vía sexual, puede sentirse obligada a justificar su vida íntima que
a partir de ese momento se encontrará bajo sospecha.
Las mujeres que generalmente encuentran que su deseo sexual difícilmente puede ser expresado abiertamente,
si se saben viviendo con V.I.H. y aumenten la necesidad de utilizar condón, solicitándolo a su pareja, se
encuentran con una gran resistencia y/o desconocimiento de esa práctica, y si expresan su situación de
seropositividad, se enfrentan al rechazo de su pareja y pierden la oportunidad del ejercicio de su sexualidad,
encontrándose con estigmas y deterioro de su autoimagen que necesariamente repercuten negativamente en
ellas.
Un factor adicional, cuyos efectos respecto a la sexualidad de las personas con V.I.H., no ha sido evaluado
adecuadamente, es el efecto de los medicamentos que les son administrados. Sin embargo, es previsible que
entre los efectos colaterales puede estar la disminución del apetito sexual, la disminución de la capacidad
eréctil y del control eyaculatorio o la calidad de la lubricación vaginal. Obviamente la falta de investigación
en este campo, obedece a que muchos médicos tienen el prejuicio de que la sexualidad no es algo vital y de lo
cual no hay que preocuparse mucho en una persona destinada a morir de manera más o menos inmediata.
Después del primer período de duelo se llega a un momento en el cual se decide hacer las paces con la vida y
reconstruir la existencia sobre nuevas bases. Se empieza a sumir al V.I.H. como un elemento más de la vida
cotidiana y a ajustarse a ello a partir de una actitud más general ante la vida. Se puede, vivirlo como una
tragedia con culpa, y entonces resignarnos a morir en medio de lamentaciones o bien se puede asumir la
situación con una actitud de respeto, autoaceptación y dignidad.
Si se ha asumido que se tiene derecho a la existencia y la expresión de los deseos y afectos, es necesario
entonces a efectuar cambios en la vida que afectarán en dos niveles: el primero de ellos es el que se relaciona
con el amor hacia uno mismo, con la capacidad de dar y recibir afecto; el segundo nivel es el que se refiere al
ejercicio del erotismo y del placer físico.
Aunque no es posible separar absolutamente el efecto y el erotismo en nuestras vidas, es posible para fines
didácticos tratarlos por separado y de esta manera insistir en que el primer paso para poder construir
relaciones creativas y amorosas, es hacerlo desde la aceptación de uno mismo como persona con toda las
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posibilidades y limitaciones que cada ser humano posee. Dentro de estas dificultades se encuentra la
seropositividad al V.I.H., como un hecho más de las vida, que no hace a la persona ni mejor ni peor, cuando
mucho diferentes, pues se tiene una conciencia más clara de la finitud de la existencia y por lo tanto se está
más consciente de la necesidad de vivir plenamente cada instante que poseemos.
Esta conciencia de la existencia podemos interpretarla como un regalo y desde esa visión de la vida, asumir
compromisos consigo mismo, para ser más honestos y respetuosos en las relaciones. Todo ser humano está
obligado a relacionarse amorosamente con los seres que le rodean, por tanto aunque no se ame a alguien en
especial, existe la obligación de no engañar, de no exigir a cada cual más de lo que pueda dar y a no prometer
nada que no podamos cumplir, es decir, hay que relacionarse con cada persona conscientes de que cada ser
humano es valioso.
En este sentido tenemos que partir del principio del respeto a las necesidades afectivas y eróticas de cada
persona, de practicar la empatía. Es decir la capacidad de entender sus propias motivaciones, sin juzgarlas y
de dar la aceptación incondicional, pues estas son las bases para construir una relación adecuada con cualquier
persona, Pero aún más importante es que antes que con cualquier otro ser, se apliquen estas condiciones a la
propia vida.. Si se hace así, se respetará la sexualidad de cada uno que es única, sin exigir actuar distinto a
como los sentimientos y necesidades profundas de cada cual le pidan.
Las personas portadoras del V.I.H. deben relacionarse honestamente con quienes acepten su seropositividad,
sabiendo que ésta no define a la persona, sino que en todo caso define la capacidad humana de amar.
Para el ejercicio del placer físico, es importante saber que el V.I.H. es un microorganismo que no se transmite
tan fácilmente. Desde luego no se transmite por contacto casual como saludarse, abrazarse, besarse, ni se
transmite a través del aire, el virus requiere de fluidos corporales o tejidos orgánicos para ser transmitido.
Precisando, la transmisión requiere de una cantidad suficiente de virus que pase de una persona a otra; el
V.I.H. debe estar protegido del medio ambiente dentro de una célula viva; esta transmisión es posible a través
de fluidos corporales como semen, fluidos vaginales, sangre y sus componentes; y a través de heridas o
mucosas que aún sin heridas son permeables al virus como las que recubren la uretra del pene, la vagina, el
ano o el interior de la boca. Si falta alguno de estos elementos no se puede producir la transmisión por vía
sexual, lo cual tampoco ocurre si las vías de entrada se encuentran bloqueadas por algún tipo de pared que las
proteja o si los caminos son cortados o los vehículos detenidos; así pues para evitar el contagio se pueden
utilizar diversas estrategias:
−La abstinencia sexual, es decir, no tener ningún tipo de contacto sexual. Esta estrategia puede ser útil para
algunas personas que consideran que la sexualidad es algo que no pueden realizar por vivir con el virus
causante del sida.
−El autoerotismo, es decir caricias que nos proporcionamos a nosotros mismos que pueden ser acompañadas
de estímulos visuales, verbales o de alguna fantasía para producir excitación y orgasmo. Podemos usar
algunos juguetes sexuales.
−El sexo protegido que son aquellas prácticas en que hay penetración pero se establecen barreras mecánicas
como condón masculino y femenino para evitar el intercambio de fluidos corporales potencialmente
transmisores del V.I.H.
−El sexo llamado seguro que consiste en toda aquellas prácticas para compartir estímulos táctiles, visuales,
auditivos, olfativos, con compañía sexual, en las cuales se evita la penetración.
Los principios de una vida erótica protegida:
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−Considerar que en toda relación sexual nos involucramos con personas con igual dignidad humana y
responsabilidad.
−Aprender a desgenitalizar el ejercicio de nuestra sexualidad.
−Utilizar instrumentos y técnicas que reduzcan el riesgo e incrementen el placer. Entre estos instrumentos se
encuentra el condón.
−Practicar la Protección Universal lo cual significa que existe la posibilidad de reinfectarse y de propagar la
infección, informando a toda persona que lo deba saber sobre el propio estado serológico. Sin embargo no es
posible que las personas intercambien con todo el mundo la información sobre su estado serológico, ni es
posible tomar exámen a todos; lo mejor es que las prácticas de protección las utilicemos todos por igual, en
especial en nuestra vida sexual o cuando implique contacto con sangre como en cirugías o en ciertos
procedimientos estéticos.
−Es a partir de esto conocimientos que es posible plantear una vida erótica protegida, que se define como el
conjunto de actitudes, conocimientos y prácticas que nos permiten el ejercicio de nuestro deseo sexual y la
obtención del placer disminuyendo al máximo posible el riesgo de adquirir enfermedades de transmisión
sexual.
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