Enlace a publicación - Museo Arqueológico Nacional

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Museo Arqueológico Nacional
NUMISMATICA
Y MEDALLISTICA
CARMEN ALFAR0 ASINS
1 Direcclbn Genetal de Bellas Mes y Archivos 1
- se
.
?"Q
DISEÑO Y MAQUETACION
Luis CARRILLO
RAÚLARECES
FOTOGRAFIAS
E N R I Q ~SÁENZ
J E DE S A N PEI>RO
SERVICIO
FOTOGRÁFICO DEI. M.A.N
DIBUJOS
FERNANDO
FERNANDEZ
COORDINACION GENERAL
ANCELA
FRANCO
MATA
ISBN: 84-7483-859-2 (Tomo 11 - Separata IV)
NIPO: 301-91-057-8
D. L.: M-697-1991
Imprimc: qrafofhet sl
CARMEN ALFARO ASRVS
PLANTA SEGUNDA
(sótano 2)
NUMlSMATlCA
SALA IX
TESOROS DE MONEDA HISPANICA
- SALVACAÑETE
- CHAO DE LAMAS
- DRIEVES
PLANTA TERCERA
(entrada)
NUMlSMATlCA
SALA XIX
VITRINA MONEDA HlSPANlCA
SALA XXlX
VITRINA MONEDA
El Museo Arqueológico Nacional posee la mejor aunque poco conocida colección de monedas de España y, como la mayoría de los Gabinetes Numismáticos oficiales, respondiendo al más amplio concepto de la Numismática. cuenta también en
sus fondos con otros objetos "monetiformes": medallas, téseras, ponderales, matrices de sellos, etc. Al tratarse de una colección general su misma extensión es causa
de que haya gran desigualdad en la formación de sus series, siendo algunas numerosas e importantes y otras sumamente incompletas, como tendremos ocasión de comentar.
El origen remoto de la colección de
monedas y medallas del Museo Arqueológico Nacional se puede situar en 1712, fecha en que Felipe V funda la Biblioteca
Real, donde se integraron las antiguas colecciones de monedas existentes en Palacio.
Estas se fueron incrementando con nuevas
adquisiciones como las efectuadas por P.
Robinet, confesor del rey, en 1716 que fueron catalogadas en 1735 por Pablo Lucas,
anticuario del rey de Francia. En 1743 Alejandro Javier Panel, instructor de los infantes, es nombrado por Felipe V "Conservador del Gabinete de medallas" con lo que
se fundó el Museo Numismático de la Biblioteca Real. De este primer conservador
de la colección poseemos varios inventarios
manuscritos.
Un recuento realizado hacia 1749 en el
Monetario de la Biblioteca dio la cifra de
22.000 ejemplares, cantidad que aumentó
rápidamente por donativos y sucesivas adquisiciones. Entre los numerosos ingresos
de la época cabe citar la adquisición en París, hacia 1746, del monetario del Abad de
Orleans por 360.000 reales, la compra en
1786 de otro importante monetario en Nápoles por 120.000 reales, el ingreso de la colección de don Pedro Estrada en 1788, la incorporación en 1791 de los 133 áureos descubiertos en los cimientos de la fachada de
la catedral de Málaga y, como no, el ingreso en 1793 de la colección del Infante don
Gabriel, hijo de Carlos 111, en cuya catalogación intervino Fray Enrique Florez, insigne humanista y numismático del siglo XVIII.
En 1835 los fondos se habían casi
quintuplicado y se cifraron en 2.672 monedas de oro, 30.669 de plata y 51.183 de
bronce. De esta época se conservan varios
inventarios manuscritos, entre ellos, el
"Monetario de la Biblioteca de S. M.", redactado entre 1800 y 1837 por el bibliotecario don Ambrosio Ruiz Bamba. En 1835
igualmente se inicia el "Libro de entradas
por compras, donaciones, etc. del Museo de
Medallas de la Biblioteca Real", redactado
en principio por don Joaquín María Patiño y continuado por don Basilio Sebastián
Castellanos, don Francisco Bermúdez de
Sotomayor y don Ignacio Calvo, quien lo
concluye entre 1904 y 1928. De los años
1851-1852 es el "Inventario de las monedas
y medallas del Museo de la Biblioteca Nacional", redactado por el conservador del
Gabinete de Antigüedades don Basilio Sebastián Castellanos y el oficial del mismo
don Felipe Perogordo.
Al fundarse el Museo Arqueológico
Nacional en 1867 pasaron a él los fondos
arqueológicos y numismáticos de la citada
Biblioteca Nacional, antes Real, de la escuela Especial de Diplomática y del Museo
de Ciencias Naturales, contabilizándose
una década después un total de 103.096
ejemplares. Dos años más tarde comienzan
las Comisiones científicas que recorrieron
diversos puntos de España para estudiar
monumentos y adquirir objetos con destino al Museo. Igualmente con este mismo
cometido hay que destacar la Comisión
que, a bordo de la fragata "Arapiles", viajó a Oriente para incrementar los fondos.
El 5 de julio de 1895 se inaugura el Palacio de Archivos, Bibliotecas y Museos,
ubicándose el Monetario en dos salas en el
ángulo sudeste del edificio, donde se insta-
laron las monedas en bandejas dentro de 38
armarios de caoba. De esta época conservamos el magnífico Inventario General redactado entre 1895 y 1903 por el Jefe de la
Sección don Manuel Gil y Flores y con un
diario "como numismático" realizado por
don Ignacio Calvo entre 1904 y 1928. La exposición de monedas y medallas se realizó
en 21 vitrinas-mesa, aumentadas después
para ampliar la exposición de monedas. El
Catálogo-Guia del Salón de Numismática,
redactado por don Ignacio Calvo y don
Casto María del Rivero, describe las monesas expuestas en 1925 así como los fondos
generales de las Sección que entonces se
evaluaron en 160.000 monedas y 15.000
medallas.
Al acaecer la Guerra Civil se suspendieron los trabajos de ordenación y se trasladaron precipitadamente las colecciones al
piso bajo del Museo. De estos momentos
destaca por su gravedad la incautación en
noviembre de 1936 de 2.796 monedas de
oro, casi la totalidad de las que poseía el
Museo, a excepción de algunas piezas relevantes que pudieron ser salvadas por los
conservadores arriesgando su vida. En detalle, salieron del Museo 50 monedas griegas, 830 romanas, 297 bizantinas, 322 visigodas, 585 árabes, 94 españolas medievales
y modernas, 543 extranjeras y 67 medallas,
todas actualmente se encuentran en .paradero desconocido.
Finalizada la Guerra Civil, en 1940 se
procedió a la organización de las nuevas
instalaciones, conservándose el mismo orden anterior para las series griega, romana
e hispánica pero cambiándose el de las series medievales y modernas. Igualmente se
incorporaron dos nuevas vitrinas en las que
se expusieron 583 medallas. En este período realizaron importantes trabajos de investigación don Narciso Sentenach, don
Felipe Mateu y Llopis,
- - y. don Casto María
del ~ i v e r oen&e otros.
Fig. 1
Lydia. Creseida de
plata. Fines del
siglo VI a. C.
Diámetro 13-15
mrn. Al cuádruple
de su tamaño.
A partir de 1951, bajo la dirección de
don Joaquín María de Navascués, se traslada el monetario a la zona central de la
planta principal. Hay que destacar también
de 1951 la creacción del Instituto Antonio
de Agustín de Numismática del C. S. 1. C.,
con sede en el propio Museo, que se propuso como fin fundamental la ordenación
total de las monedas del Gabinete. Esta labor, acometida por el propio Sr. Navascués, doña Matilde López Serrano y don
Octavio Gil Farrés, junto a un grupo de
alumnos de la Universidad, se pensaba
complementar con la publicación de volúmenes que dieran a conocer las series que
quedaran revisadas. Así, bajo el título ge-
+-
neral de Las monedas hispánicas del Museo
Arqueológico Nacional de Madrid, salieron a
la luz dos volúmenes; el primero, comprensivo de las series de sistema griego acuñadas en la Península por las colonias helénicas, púnicas y por las ciudades indígenas
que dentro del área peninsular secundaron
la iniciativa de los colones extranjeros, añadiéndose el ciclo Ibero-Romano; el segundo volumen, se dedicó a las series bastuloturdetanas de sistema romano, correspondientes a su ciclo andaluz y también a la
descripción y reproducción de las monedas
conservadas en el Museo procedentes de los
tesoros de Azaila, Salvacañete y Cerro de
la Miranda. Un anunciado tercer volumen,
que comprendería las series andaluzas de
sistema romano, fenicias, y libiofenices, no
llegó a realizarse, por lo que quedó suspendida una labor importantísima para la difusión de los fondos del Gabinete Numismático.
Un recuento de los fondos realizado en
estos años dio las cifras de 180.000 monedas, 7.000 medallas y varios centenares de
billetes. Es también en estas fechas cuando,
por falta de espacio, se suprime la exposición permanente de numismática y medallística que estaba ubicada en la actual
sala 39.
Años más tarde, debido a las obras de
remodelación y ampliación llevadas a cabo
en el Museo desde 1968, el Gabinete Numismático padeció dos nuevos traslados
que trastocaron profundamente el orden de
sus fondos. Desde 1979 el Gabinete se insNorte de la planta cuarta,
en
de se acondicionó una cámara blindada para albergar la totalidad de sus fondos que actualmente están en curso de ordenación. La
ubicación actual del ahora llamado Departamento de Numismática y Medallística,
tampoco parece ser la definitiva puesto que
próximamente el Museo iniciará una reforma integral de su estructura aue afectará a
todos 1;s Departamentos y Servicios del
mismo.
-
A lo largo de todos estos años, el Gabinete Numisrnático no ha dejado de nutrirse de donativos, adquisiciones e ingresos de
todo tipo. Fueron especialmente importantes los incrementos que registró la colección
numismática entre los años 1940-1980, en
que ingresaron la mayoría de los tesoros
que hoy posee y algunas importantes colecciones, incrementos reflejados en su mayor
parte en las Adquisiciones del Museo Arqueológico Nacional y las Memorias de los
Museos Arqueológicos.
De estos últimos años citamos por su
importancia y volumen, la adquisición en
Fig. 2
Atenas.
Tetradracma. Siglo
V a. C. Diámetro
25 mm. Al doble de
su tamaño.
1973 de la colección numismática de don
Domingo Sastre Salas, formada por 28.094
monedas, que ha venido a completar una
serie de lagunas existentes en los fondos antiguos, especialmente en lo que a moneda
áurea se refiere, lo que hace estimar la colección actual entre monedas, medallas y
otros objetos del Departamento en más de
250.000 ejemplares que, en el presente comentario, dividiremos en los apartados temáticos y cronológicos correspondientes.
LA MONEDA Y SU EVOLUCION
Se puede considerar "dinero" cualquier objeto cuyo valor intrínseco sirva como unidad de referencia en transacciones
comerciales y financieras. Desde antiguo
los pueblos primitivos utilizaron distintos
objetos como unidades de referencia y valoración necesarios para la vida en sociedad
del hombre; así, las cabezas de ganado, granos de cereal, utensilios, pesos de metal en
bruto, conchas, etc, constituyen lo que actualmente conocemos como "pre-monedas". La moneda en su sentido actual; es
decir, metálica y emitida por una autoridad
reconocida, se origina, al parecer, en el seno de las antiguas civilizaciones desarrolladas en Grecia, China y la India, y de manera independiente entre sí. La tradición
monetaria griega, evolucionada, va a ser el
origen del sistema monetario occidental,
que acaba imponiéndose y suplantando a
los sistemas orientales.
El término actual "moneda", del latino moneta, deriva del sobrenombre de la
diosa Juno Moneta (la consejera), en cuyo
templo los antiguos romanos ubicaron su
primer taller de acuñación. En la moneda
participan tres elementos fundamentales,
como ya apuntó San Isidoro de Sevilla en
sus "Etimologías", que son el metal, cuya
calidad y proporción rigen el valor intrínseco de la moneda, el peso, que da lugar a
la creación de una escala de valores, base
de todo sistema monetario, y los tipos o
motivos que decoran ambas caras de la moneda, anverso y reverso, que por lo general
están en relación con la autoridad emisora
o con el valor nominal de la pieza.
Generalmente la técnica más utilizada
para la fabricación de monedas hasta el siglo XVI ha sido la acuñación a martillo. Esta se realiza colocando un disco de metal
(cospel), frio o previamente calentado, entre dos cuños donde están grabados los tipos en negativo. El cuño de anverso es fijo
(pila) y el de reverso móvil (troquel) que se
sujeta por lo general con la mano y que recibe el golpe de martillo, quedando así ambos tipos impresionados sobre el cospel.
Otro sistema más elemental para la fabricación de monedas es el de la fusión del metal en moldes en los que previamente se han
grabado los tipos. Es mucho menos perfecto y generalmente se utilizaba para producir piezas de gran tamaño. Estos y otros
procedimientos más modernos para la obtención de monedas se realizan en las casas
de moneda o cecas.
Fig. 3
Alejandro Magno.
Tetradracma. Tiro.
336-323 a. C.
Diámetro 25 mm.
Al doble de su
tamaño.
f1)
Las primeras monedas griegas conocidas aparecen en el reino de Lidia, en Asia
Menor, como refiere Heródoto y lo atestiguan los hallazgos de Artemision de Efeso,
aunque los autores antiguos han atribuído
la paternidad de su invención a sus propias
ciudades de origen; así unos a Argos bajo
el rey Fidón, otros a Atenas con Erictonio,
fundador de la ciudad, etc. Estas primeras
monedas son globulares, irregulares y sin tipos, realizadas en electrón (aleación de oro
y plata), encontrado en estado natural en
los ríos de Asia Menor, en las que muy
pronto se introducen tipos sencillos, como
cabezas de león, de caballo, etc. A mitad
del siglo VI a. de C., el rey lidio Creso
adopta ya un sistema monetario bimetálico
en oro y plata para la acuñación de moneda (Fig. 1).
Al mismo tiempo algunas ciudades de
Greciá Continental como Egina, Corinto y
Atenas comienzan sus acuñaciones, tomando la plata como metal base de sus sistemas
monetarios y la dracma como unidad, aunque de distinto peso en cada lugar como
símbolo de su independencia. Los tipos
propagandísticos de cada ciudad van a ser
el símbolo de prestigio del amplio crédito
del que van a disfrutar estas monedas en
otros lugares. Así serán célebres las "tortugas" de Egina, símbolo de su poder marítimo, los "potros" de Corinto, con el Pegaso domado por Belerofonte, fundador de la
ciudad, y las "lechuzas" de Atenas, conmemorando las fiestas Panatenaicas (Fig. 2).
Siguiendo el ejemplo de sus metrópolis fundadoras, las ciudades de la Magna
Grecia y Sicilia adoptan la moneda desde
el siglo VI a. de C., cuyos tipos, como elemento de prestigio y propaganda, adoptan
temas alusivos a su fundación, a la riqueza
del territorio e incluso al tipo parlante de
la ciudad. Son destacables por su belleza las
primeras piezas italianas, denominadas "incusas", propias de Poseidonia, Sybaris y
Fig. 4
República romana.
Confederación de la
guerra social.
Denario con
leyenda osca. 91-88
a. C. Diámetro 19
mm. Al triple de su
tamaño.
Metaponto entre otras ciudades, que se caracterizan por presentar en anverso el tipo
en relieve y en reverso el mismo tipo en
hueco.
Donde la moneda alcanza su máxima
expresión de belleza es en Sicilia a partir del
siglo V a. de C., en que una serie de ciudades como Naxos, Zancle, Himera, Selinus,
Akragas, etc. rivalizan en la perfección de
sus acuñaciones. Mención especial merece
Siracusa, que bajo Gelon emite decadracmas para celebrar la victoria en Himera sobre los cartagineses, en las que se representa en anverso una cuádriga y en reverso la
cabeza de la ninfa Aretusa, confundida en
la antigüedad con la reina Demarete y denominada la moneda por ello demareteion.
Esta tipología evolucionada alcanza su
apogeo a finales del siglo V a. de C. en los
ejemplares firmados por Sosion, Eumenes,
Evainetos, Eukleidas y Kimon.
Un avance importante en el numerario se empieza a fraguar a partir de Alejandro Magno que, en vista a su política panhelénica, escoge nuevos tipos monetarios,
acuñados en patrón ático, comunes a sus
vastos territorios. En su estáteros de oro
aparece la cabeza de Atenea y una Victoria
i e n sus tetradracmas de plata la cabeza de
Hércules con la piel de león, donde se ha
querido ver el retrato del propio Alejandro
y Zeus. Estas monedas incluyen su nombre
ALEXANDROS y a partir de la muerte de
Darío 111 el título BASILEUS, ambos en
griego (Fig. 3). Estas especies monetarias se
extenderán rápidamente por sus dominios,
llegando incluso a la India.
A la muerte de Alejandro comienza la
larga guerra civil entre los diadocos que finaliza con el reparto del imperio entre sus
generales, origen de las monarquías helenísticas Ptolemaica, Antigonida y Seleucida,
de las que derivarán otras de menor impor-
tancia. De estos momentos lo más destacable en la moneda es el nacimiento del retrato, al principio de gran calidad y realismo,
pero que al multiplicarse los talleres y decaer las dinastías se volverá esteotipados.
Roma acuña muy tardíamente en comparación al mundo griego y lo hace utilizando dos sistemas distintos. Sus primeros
ejemplares, que podemos considerar "premonedas", son bloques informes de bronce
fundidos sin peso determinado ni representaciones (Aes Rude), en los que hacia principios del siglo 111 a. de C. se introducen tipos en una sola cara, presentando ya un peso determinado (Aes signatum). Algo después se funden monedas ya lenticulares
(Aes Grave), cuya unidad el as, tiene el peso de la libra romana (324 gramos). La tipología de estas pesadas monedas fue en
principio variada, hasta que hacia el 225 a.
de C. se hace fija la que lleva una proa de
nave en reverso, variando la divinidad representada en los anversos según los valores; así, el as o unidad (marca 1) presenta la
cabeza de Jano bifronte, el semis o mitad
(marca S) la de Saturno, el triens o tercio
*) la de Minerva, el quadrans o
(marca
*) la de Hércules, el sexcuarto (marca
tans o sexto (marca *) la de Mercurio y la
uncia o doceavo (marca *) la de Roma. Este tipo de monedas perdurará con igual tipología hasta finales de la República, pero
disminuyendo su peso paulatinamente por
medio de varias devaluaciones oficiales que
intentaban sanear la economía, dañada por
las constantes guerras.
Paralelamente a las citadas acuñaciones en bronce, Roma se verá en la necesidad de acuñar piezas al estilo griego para
hacer frente a sus empresas bélicas en el Sur
de Italia. Así, utilizando metrología y tipos
griegos variados, se acuñan didracmas y
dracmas de plata, dobles litras, litras y hemilitras de bronce, que llevan primero la le-
Fig. 5
Hispania. Denario
ibérico de
Ikalkusken. Siglo 11
a. C. Diámetro
18-20 mrn. Al triple
de su tamaño.
yenda ROMANO y después ROMA. Estas
emisiones se continuarán con los cuadrigati
de plata de menor peso, llamados así por
presentar en reverso una cuádriga conducida por Júpiter, y por una escasa emisión de
monedas de oro.
Hacia el 21 1 a. de C. es cuando se crea
la moneda más importante y de mayor influencia: el denario, moneda de plata de
unos 4,50 gramos, que como su nombre indica equivalía a 10 ases (marca X) ya sextantales aunque hacia el 141 a. de C. se retarifará a 16 (marca *) y sus divisores el quinario (marca V) y el sestercio (marca 11s).
Por estas fechas también se crean otras monedas, como son el victoriato, cuyo nombre
proviene de la Victoria coronando un trofeo que figura en el reverso, y una serie de
piezas de oro con marcas de valor que se supone equivalen a 60, 40 y 20 ases.
En origen los tipos del denario fueron
la cabeza de Roma galeada en anverso y los
Dioscuros a caballo en reverso, aunque poco a poco se introducen en el campo moneta1 marcas y luego iniciales que corresponden a los tres magistrados encargados
de hacer la moneda, los Tresviri, Aere, Argento, Auro, Flando Feriundo, aunque no se
tardará en sustituir los tipos tradicionales
por gran variedad de otros nuevos, elegidos
por los Triunviros Monetales, que por lo
general estarán en relación con su gens o familia y que se harán más palpables en los
últimos tiempos de la República (Fig. 4).
Augusto al asumir el Imperio necesitó
un sistema monetario sólido que respaldara su poder, por lo que acomete la reforma
monetaria entre los años 23 y 20 a. de C.
Su innovación más importante es la creación del aúreo (8 gramos) como unidad del
sistema, pasando el denario a segundo término. También se acuñan como valores fiduciarios el sestercio y el dupondio en oricalco y el as y el quadrans en bronce.
A partir de Augusto, la moneda romana va experimentando una lenta pero profunda decadencia, reflejo de la situación
económica ante los elevados gastos del Imperio, que se intenta paliar con sucesivas reformas del numerario que rebajan el peso
de las monedas; así encontramos las reformas de Nerón en el 64 d. de C.; Caracalla
que el 215 d. de C. crea una nueva moneda, el antoniniano o doble denario; Aureliano en el 274 d. de C.; Diocleciano en 294
d. de C. y Constantino en el 309 d. de C.
que fijará la talla de su moneda de oro en
1/72 de la libra romana (4,51 gramos),
prácticamente la mitad de peso que el aúreo de Augusto, moneda que recibe el nombre de sólido y determinará el sistema monetario bizantino y árabe posterior.
Las primeras monedas de la Península
Ibérica las acuñan las colonias griegas de
Emporion y Rhode, ambas en el golfo de
Rosas. La primera emite desde mitad del siglo V a. de C. pequeños divisores de plata
y algo después dracmas con el topónimo en
griego de la ciudad que serán imitadas por
los pueblos indígenas cercanos. En el otro
extremo de la Península y a principios del
siglo 111 a. de C. acuñará Gadir, antigua
colonia de fundación fenicia, monedas de
bronce y algo después de plata en las que
se representa sus característicos atunes.
También desde estas fechas emite su numerario con la representación del dios Bes la
isla de Ebusus y algo después Arse y Saiti.
La influencia de las citadas monarquías helenísticas se hace notoria en las monedas
que acuñan los cartagineses en la Península Ibérica entre el 237 y el 206 a. de C. Estos bellos ejemplares presentan en anverso
una serie de cabezas masculinas, probablemente divinidades, que en ocasiones se
identifican con los retratos de los jefes
Bárcidas.
A partir del 218 a. de C., con el desembarco de Cneo Escipión en Ampurias, asis-
~eovi~ildo.Triente.
Ca. 575 d. C.
Diámetro 20 mm.
Al doble de su
tamaño.
timos a la expansión de la cultura y la moneda romana en la Península. A mitad del
siglo 11 a. de C. aparece el denario ibérico,
derivación pondera1 del denario romano
pero con tipología y leyenda ibérica autóctona, realizado para el pago de las tropas
romanas en continua guerra de colonización, que alcanzará su máxima expansión
en el siglo 1 a. de C. (Fig. 5). Por otra parte, desde finales del siglo 111 a. de C., hay
una diversificación muy grande de acuñaciones de bronce en la Península, que siguen tanto patrones ponderales de origen
cartaginés como romanos, lo que unido al
uso de alfabetos no latinos y a la variedad
de tipos utilizados, especialmente en la U1terior. demuestra la autonomía aue tuvo
Hispania en época republicana para la acuñación de moneda.
Con la pacificación de la Península y
el ascenso de Octavio al poder absoluto, la
moneda hispánica seguirá las pautas imperiales en cuanto a metrología, tipología y leyendas, aunque con un marcado gusto provincial. En la Tarraconense, Bética y Lusitania acuñarán las principales cecas que lo
había hecho con anterioridad, hasta que
con Calígula finalizan las acuñaciones locales de Hispania, salvo la emisión.de Claudio en Ebusus.
Entre los pueblos bárbaros establecidos en el ámbito territorial del Imperio destacan por su importancia para Hispania los
visigodos. Sus primeros sólidos y trientes
(tercio del sólido) se acuñan en el sur de
Francia a nombre de los emperadores de
Oriente. En el último cuarto del siglo VI
d. de C., Leovilgildo será el primer monarca visigodo que inscribe su propio nombre
en las monedas, ya únicamente trientes, eliminando el del emperador de Oriente (Fig.
6). A partir de este monarca .la tipología
que más se generaliza es la que presenta un
busto de frente, muy esquemático, por ambas caras, junto al nombre del rey y de la
ceca emisora.
El debilitamiento y fraccionamiento
la monarquía visigoda unido al apogeo
la dinastía Omeya con Walid 1, propicia
penetración árabe en la Península en .el
año 71 1 y su rápida conquista. La moneda
árabe se caracteriza por la falta de imágenes en sus caras que están recubiertas por
leyendas de tipo religioso, con la inclusión
en algunos momentos del nombre del gobernante, de la ceca emisora y la fecha de
acuñación, según el cómputo de la Hégira.
Las primeras monedas que acuñan en la Península Ibérica, sin embargo, responden al
tipo bizantino de Cartago, algunas en latín
y otras bilingües (árabe-latín), que se conocen cono "transicionales", aunque rápidamente se impone el tipo epigráfico característico, según las pautas de la reforma de
Abd-el-Malik (Fig. 7). En el Emirato sólo
se acuñan dirhems de plata en la ceca genérica de Al-Andalus y feluses de cobre, ya
que la moneda de oro era prerrogativa del
califa de Oriente.
Fig. 7
Hispano-árabe.
Dinar transicional
bilingüe.
Al-Andalus. 98
H./716-717 d. C.
Diámetro 15 mm.
Al triple de su
tamaño.
Fig.
Reyes Católicos.
Doble castellano o
excelente. Sevilla.
1475. Diámetro 35
mm. Al doble de SU
tamaño.
Ante la pujanza de los árabes se van
constituyendo pequeños centros de resistencia sin entidad política en el norte de la
Península Ibérica. Cabe destacar la incursión carolingia en la zona actual de Cataluña que origina la Marca Hispánica en el
siglo IX, que estaba constituída por varios
condados entre los que destacaba el de Barcelona que logrará su independencia una
centuria después. El numerario carolingio
se basa en el dinero de plata, derivado del
antiguo denario, valor que sé difundirá rápidamente por los territorios de su influencia.
En el siglo IX, el Califato de Oriente
pasa por una etapa de gran decadencia, circunstancia que aprovecha Abderramán 111
para erigirse Califa de Córdoba, acuñando
a su nombre ya monedas de oro, dinares, y
dirhems de plata. A partir de Hixem 11 la
autoridad del Califato decae en favor de
una serie de poderes locales que conocemos
como Reinos de Taifas, cuya moneda de
oro fue en ocasiones imitada por los condes de Barcelona (mancusos). También por
estas fechas se emiten las primeras monedas en Castilla, dineros de vellón (aleación
de plata y cobre) acuñados por Alfonso VI
quizás a raiz de la toma de Toledo en 1085.
Un pujante movimiento religioso del
norte de Africa, los Almorávides, formarán
un imperio en el que quedará incluída la
mitad sur de la Península Ibérica. Su moneda más característica es el dinar que se
acuña en diversas cecas, tanto africanas como hispanas. A principios del siglo XII el
poder almorávide desaparecerá en favor de
otra serie de poderes locales. Los reyes Alfonso VI11 de Castilla y Fernando 11 de
León, quizás ante al falta de moneda árabe, imitan este numerario, instaurando así
la primera moneda de oro castellano-leonesa que se conoce como "morabetino" o
maravedí.
Otro movimiento religioso, protagonizado por los almohades, hará su aparición
en el panorama peninsular a fines del siglo XII, disgregándose después en otra serie de poderes locales, siendo el que más
perdurará el Reino Nazarí de Granada hasta su conquista por los Reyes Católicos en
1492. La moneda de oro almohade, la dobla, o doble dinar, va a ajercer igualmente
una gran influencia en la moneda castellana, ya que Fernando 111, a raiz de la conquista de algunas ciudades de Andalucía,
adopta metrológicamente este nuevo valor
áureo en sus territorios. Las primeras doblas que conocemos corresponden a AlfonSO X, monarca, que, en una importante reforma monetaria, crea el maravedí de plata, moneda de vida muy efímera que a partir de Sancho IV pasa a ser una moneda de
cuenta equivalente a 10 dineros de vellón.
La dobla alcanza su momento de mayor
apogeo a partir de Fernando IV, cuando se
emiten grandes múltiplos de este valor, en
contraposición a la precaria situación económica. Con Pedro 1 asistimos a la introducción del real de plata, que tanta importancia tendrá a partir de ahora.
La corona de Aragón, más integrada
en la órbita europea que Castilla, imita especies monetarias de allende los Pirineos,
como el croat moneda gruesa de plata que
se acuña a partir de Jaime 1, y con posterioridad elflorín de oro, moneda originaria
Fig. 9
Felipe V. Real de a
ocho. Potosí. 1730.
Diámetro 32-35
mm. Al doble de su
tamaño.
de Florencia introducida por Pedro IV, que
se convertirá en unidad internacional.
Los Reyes Católicos, ante la caótica situación monetaria anterior, sobre todo en
época de Enrique IV, realizan dos importantes reformas monetarias, una en 1475 y
la otra en 1497. En esta última acaban con
la hegemonía de la dobla, adoptando para
el oro la metrología del ducado, moneda
originaria de Venecia de uso más común en
otros reinos europeos, unidad a la que denominan excelente (Fig. 8).
Con Carlos 1 asistimos a un nuevo
cambio en la unidad áurea pues en 1534
sustituye el ducado por el escudo, moneda
de menor ley utilizada en otros estados europeos, que en España va a perdurar hasta
1850 con Isabel 11. De esta nueva moneda
se realizan posteriormente múltiplos como
el doblón (2 escudos), el doblón de a cuatro
(4 escudos), la onza (8 escudos) y el centén
(100 escudos), este último valor sólo acuñado por Felipe 111, Felipe IV y Carlos 11.
También desde época de Carlos 1se acuñan
múltiplos del real de plata, siendo el más
importante el real de a ocho, valor que se
va a convertir en la moneda española por
antonomasia y que, por influencia americana, dará origen a las conocidas denominaciones de pesos y duros tan extendidas después (Fig. 9).
En el reinado de Isabel 11 se adoptan
sucesivamente varios sistemas basados en la
relación decimal entre las monedas de los
distintos metales y en 1868 con el Gobierno Provisional es cuando se adopta el sistema decimal, según las normas de la Unión
Monetaria Latina, y como unidad del sistema monetario la peseta de plata, nombre
que en origen designaba al real de a dos. A
partir de 1940 se abandonará definitivamente la acuñación de moneda en metales
nobles, salvo algunas raras excepciones,
por lo que se utiliza niquel, cuproniquel,
etc., como en la actualidad.
LA COLECCION DEL MUSEO
ARQUEOLOGICO NACIONAL
Moneda Griega
La colección de moneda griega del
Museo es bastante representativa aunque
no muy numerosa. Es quizás la serie que
cuenta con menos adquisiciones recientes y
es más susceptible de ser mejorada, lo que
está en relación con la poca tradición a nivel de investigación que tiene la numismática griega en España.
Haciendo un rápido repaso de las se:
ries que la forman, podemos indicar que
contiene monedas de la Galia y Britania, en
su mayoría de plata e imitaciones de prototipos griegos muy degenerados. Mucho
más abundantes son las monedas acuñadas
en Italia, algunas de oro como los 1/4 de estátero de los Brutii y Tarentum. Son destacables por su belleza y antigüedad (siglo VI
a. de C.) algunas monedas incusas, técnica
característica de la Magna Grecia, de las cecas de Metapontum, Sybaris, Caulonia y
Poseidonia, esta última con la representación de Poseidón, dios que da nombre a la
ciudad, blandiendo su tridente (Fig. 10).
También numerosas son las piezas sicilianas, estando representadas las acuñadas
por Cartago y en mayor medida las de las
colonias griegas, de entre las cuales destacamos Akragas con una bella decadracma
Fig. 10
Poseidonia.
Estátero de plata.
540-480 a. C.
Diámetro 29,5 mm.
Al doble de su
tamaño.
Fig. 11
Akragas.
Decadracma.
425-406 a. C.
Diámetro 36 mm.
Al doble de su
tamaño.
de finales del siglo V a. de C., probablemente acuñada para conmemorar la victoria de Exainetos en los Juegos Olímpicos
del 412 a. de C., que ingresó en el Museo
en 1871 por adquisición a J. 1. Miró
(Fig. 11). La cuádriga del anverso está inspirada en la que presentan las apreciadas
monedas contemporáneas de Siracusa. De
esta última ciudad el Museo posee una buena colección de monedas de plata, aunque
ninguna decadracma, y varias monedas de
oro de la época de Dionisio el Viejo, Agotocles y Hieron 11.
Antigonos Gonatas, Antigonos Doson,
Perseo y de la dominación romana. Se conservan también algunos estáteros de oro de
los reyes macedonios, tracios y escitas.
De Europa Oriental, con desigual representación, destacan las piezas de Tracia
y Macedonia, con pocos pero bellos ejemplares arcáicos con cuadrado incuso en reverso como el atribuido a la tribu de los
Orresquios, con centáuro raptando a una
ninfa, o algunas piezas de Acanthos con tipología de león devorando a un toro. La
monarquía macedónica cuenta con mayor
número de ejemplares, especialmente de
Alejandro Magno y algunos muy bellos de
La colección cuenta con un único
ejemplar, adquirido en 1991, de las primeras monedas conocidas en electrón u "oro
~álido"de Asia Menor. Es mínima la mesencia de moneda áurea, especialmente desde la incautación de 1936, cuando salieron
algunos ejemplares como el estátero de
electrón de Cizico y el dárico de oro. Actualmente entre las piezas más antiguas de
esta zona está la creseida de plata, acuñada
por el rey Creso de Lydia en el siglo VI
Hay una interesante colección de monedas Atenienses: las conocidas "lechuzas"
arcáicas, clásicas y del "nuevo estilo", menos abundantes los "potros" característicos
de Corintho y muy escasas las llamadas
"tortugas" marinas y terrestres de la isla de
Aegina, con el cuadrado incuso en reverso
que pone de manifiesto su antigüedad.
a. de C. que presenta la parte delantera de
un león afrontada con la de un toro y en el
reverso dos cuadrados incusos. También
cabe citar la reciente adquisición de un dárico similar al incautado.
l
Son destacables algunos hectés de elec-
7
trón que posee el Monetario de las islas de
Lesbos, Chios y Focea, el de esta última
traído por la comisión científica que viajó
a Oriente en la fragata Arapiles (1871), al
igual que los dos hemiestáteros de oro de
Pumiathon, rey de Citium (Chipre), uno de
ellos hallados en Larnaca y donado por don
Ricardo Colucci, cónsul italiano en dicha
ciudad.
l
múltiplos y divisores del shekel de oro y
electrón acuñados en Cartago, aunque hay
que lamentar la salida en 1936 del triple
Sheke de electrón de ceca siciliana con cabeza de Perséfone y caballo galopando, palmera y leyenda púnica BeARZaT.
Hay una buena colección de moneda
de los reyes seléucidas, de los ptolomeos y
de Judea, en parte gracias a la adquisición
en 1887 de la colección de don Eduardo Toda y a la donación que realizó en 1930 el padre F. Roque' Martínez de Alejandría. Entre las monedas de Egipto hay que lamentar la pérdida en 1936 de las octodracmas
de oro. de Arsinoe, Ptolomeo 111, Berenice,
Ptolomeo IV y Ptolomeo V, aunque en
1955 ingresó en el Museo, procedente de la
Colección Yriarte, una magnífica pieza representando a Arsinoe similar a la anterior
(Fig. 12).
La abundante colección de estáteros,
hemistáteros, cuartos y octavos de estátero
de oro de la Cirenaica que poseía el Museo,
actualmente ha quedado reducida a una pequeña representación de los valores menores, algunos de ellos ingresados con la Colección Yriarte (1957). La moneda cartaginesa, así como en general la del norte de
Africa, se puede considerar bastante bien
representada. En ella destacan una serie de
tetradracmas acuñadas en Sicilia y algunos
í.
.
-
Entre las monedas griegas del Gabinete Numismático del Museo Arqueológico Nacional hay que destacar la importante colección que actualmente posee de moneda
Arsácida y Sasánida, gracias fundamentalmente al ingreso de las colecciones Martínez-Santa Olalla (1973) y Lifchuz (1974).
De la primera colección destacamos el dinar de Sapur 11 y de la segunda, además de
las monedas Arsácidas y Sasánidas, las de
la India y los reyes de Bactria que hasta ese
momento no contaban con representación
en el Monetario del Museo.
Para terminar, a la colección de moneda griega propiamente dicha hay que
añadir la abundante e interesante colección
de monedas imperiales griegas, por lo general con leyendas griegas, que se emiten
hasta la nueva organización del Imperio bajo Diocleciano, de las que destacamos por
su gran abundancia las acuñadas en Alejandría.
Moneda Hispánica
Se puede considerar que el Gabinete
Numismático del Museo Arqueológico Nacional conserva la mejor colección del mundo
de moneda hispánica en general, aunque algunas series, susceptibles de mejora, están
mejor representadas en otros museos nacionales, como es el caso de la moneda griega
(Emporion y Rhode) en el Gabinet Numismiitic de Catalunya.
Parte o la totalidad de algunas impor-
Fig. 12
Egipto. Ptolomeo
VI-Ptolomeo VIII.
Octodracma de oro
representando a
Arsinoe 11.
Alejandría. 180-116
a. C. Diámetro 28
mm. Al doble de su
tamaño.
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tantes colecciones, como las de García de
la Torre (1852), Rubio (1858), Vives (1892),
Iglesias (1922), Marqués de Cerralbo
(1940), Gómez Moreno (1948), Ruiz Casaux (1954) y Sastre (1973), por citar algunas muy representativas, han incrementado
estos fondos de moneda hispánica e hispano-romana que actualmente alcanzan una
cifra en torno a los 15.000 ejemplares. Todas estas monedas que forman el fondo
principal, lamentablemente han perdido el
importante dato del lugar de su hallazgo, lo
que quizás pueda deberse a que la formación de la colección es antigua y este tipo
de datos antes carecían de interés.
Otro capítulo importante lo constituyen los tesoros o hallazgos de conjuntos
monetales con piezas hispánicas que posee
el Museo, a veces acompañados por monedas romanas republicanas y joyas, lo que es
de gran importancia para establecer la cronología de la ocultación de éstos. Los principales son los de Azaila (1926-1943) con
710 ejemplares, Cerro de la Miranda (1960)
con 12, Salvacañete (1941) con 68, Chao de
Lamas (1922) con siete y Drieves (1964) con
19, estos tres últimos expuestos en las salas
del Museo.
Escasas' son las monedas hispánicas
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que han llegado a nosotros como procedentes de excavaciones arqueológicas aunque,
por citar algunos ejemplos, destacamos las
que se conservan de las excavaciones de
L. Siret en Villaricos que aportaron, entre
otras, gran cantidad de monedas de Baria,
algunas desconocidas hasta hace poco tiempo. También las del Marqués de Cerralbo
en Arcóbriga, Luzaga y otros puntos de las
provincias de Soria y Guadalajara, con monedas ibéricas, mayor cantidad de moneda
romana e incluso medieval y moderna. Por
último las que han llegado a nosotros de las
excavaciones de P. Paris en Bolonia, mayoritariamente con moneda romana, aunque
también con representación de moneda local de Bailo.
La moneda hispánica cuenta con una
pequeña vitrina expuesta al público desde
fechas recientes en la que se muestran las
principales emisiones y cecas situadas sobre
dos mapas (Fig. 13). En el primero las emisiones, en un intento de sistematización, están distribuidas en cinco áreas geográficas
de acuerdo con los alfabetos utilizados en
las monedas:
1. En el área de influencia griega que
se sitúa en la costa Nororiental de la Península, encontramos las monedas más anti-
.
guas de Hispania, emitidas en los siglos V
a 111 a. de C. por las cecas de Emporion y
Rhode. Emporion continuará en el siglo 11
a. de C. sus acuñaciones utilizando ya el alfabeto ibérico y el topónimo Untikesken.
2. En el área de influencia feno-púnica que se sitúa en la costa Sur de la Península y Baleares, encontramos una serie
de cecas que emiten en alfabeto fenicio y
derivaciones de éste. Las ciudades de Gadir y Ebusus, las más importantes, emiten
desde principio del siglo 111 a. de C., el res-
to lo hará después, habiendo cecas que emiten en época imperial. Las bellas monedas
acuñadas por los bárcidas son anepígrafas
y se realizan en talleres móviles entre los
años 237-206 a. de C., fechas en las que se
desarrolla su presencia en la Península Ibérica (Fig. 14).
Fig. 13
Vitrinas de
numismática de
Hispania antigua.
Sala 19.
3. En el área ibérica de la mitad Norte de la Península, se acuñan una serie de
monedas desde el siglo 11 a. de C. con tipos
muy homogéneos: cabeza varonil en anverso y jinete al galope en reverso, diferencián-
Fig. 14
Cartago en
Hispania. Trishekel.
218-206 a. C.
Tesoro de
Mazarrón.
Diámetro 29,s mm.
Al doble de su
tamaño.
Fig. 15
República romana.
Didracma romanocampaniense.
Metapontum.
312-308 a. C.
Diámetro 20-23
mm. Al doble de su
tamaño.
dose por el topónimo. Hacia el año 45 a.
de C. finalizan estas emisiones en alfabeto
ibérico del Norte aunque muchas ciudades
seguirán sus emisiones en época imperial.
4. En el área ibérica del Sudeste peninsular, acuñan algunas cecas como Cástulo y Obulco desde fines del siglo 111 a. de
C. utilizando el llamado alfabeto ibérico
Meridional, aunque también el alfabeto latino. La tipología está más en relación con
la variedad utilizada en el Sur, con la excepción de Ikalkusken cuyos tipos son similares da los utilizados en el área ibérica
del Norte.
5. En el área Bético-Turdetana cuyo
eje es el valle del Guadalquivir, las cecas
utilizan el alfabeto latino para sus acuñaciones, lo que demuestra que es una zona
muy romanizada. Estas emisiones se caracterizan por presentar tipologías muy variadas, generalmente en relación con sus economías particulares, que se realizan en los
siglos 11 y 1 a. de C., no teniendo continuación en época Imperial.
En el segundo mapa, que convencionalmente presenta la división administrativa de época de Augusto, están representadas todas las cecas que acuñan con tipos
puramente romanos, que también están
agrupados en cinco períodos:
1. Acuñaciones anteriores a Augusto. Aquí se incluyen, por una parte, una serie de ciudades de fundación romana que
acuñan desde finales del siglo 11 a. de C.
con tipos romanos y epigrafía latina como
Carteia. También otros talleres que con tipos ibéricos utilizan ya epigrafía latina como Secovia o Segóbriga. Por último algunos talleres que acuñan utilizando tipos republicanos o una efigie viril, probablemente Augusto, pero sin expresión de su nombre como Lepida, Turiaso, Osca, etc.
2. Acuñaciones de época de Augusto (27 a. de C.-14 d. de C.), que generalmente llevan el busto del emperador y su ti-
tulatura. Las cecas en actividad en este período coinciden con las más importantes de
los siglos 11 y 1 a. de C.
3. Acuñaciones de época de Tiberio
(14-37 d. de C.), momento en que aumentan los talleres en actividad en la Tarraconensis y disminuyen en la Bética. Además
del busto y la titulatura del emperador,
aparecen en las monedas los de Augusto divinizado, Germánico, Livia, Nero y Durso
y Calígula.
4. Acuñaciones de época de Calígula
(37-41 d. de C.), en que disminuyen notablemente los talleres en actividad, quedando sólo activos los de la Tarraconensis. Al
final del reinado de Calígula cerrarán definitivamente todos los talleres hispánicos
oficiales.
5'. Acuñaciones de época de Claudio
(41-54 d. de C.). El único taller que acuña
con la efigie de Claudio, como excepción a
lo dicho anteriormente, es Insula Augusta
(Ebusus), posiblemente por la penuria de
moneda.
Moneda Romana
El Museo posee una buena colección
de moneda romana republicana que como
sabemos responde a dos sistemas distintos.
La serie realizada con tipos y metrología
griegos, la llamada moneda romano-campaniense, no es muy abundante en el Monetario pero sí representativa, con bellas didracmas (Fig. 15) y dracmas de plata, dobles litras, litras y hemilitras de bronce que
se continúan con la emisión de quadrigatii.
La otra serie, la propiamente romana, está
mucho mejor representada y se inicia en los
fondos del Museo con la reproducción de
un aes signatum que puede dar idea de lo
que eran este tipo de piezas, con forma de
lingote y representación de animales, de
principios del siglo 111 a. de C. Ya en aes
lenticulares, primero fundidos y después
acuñados, hay una buena representación de
monedas desde el sistema libral al semiuncial en casi todos los valores (Fig. 16), siendo especialmente abundantes las series más
modernas y pudiéndose evaluar el total en
unos 1.200 ejemplares hasta el final de la
República.
Mención especial merece la colección
de denarios del Museo, que es muy numerosa, estando presentes casi todas las variantes y monetales conocidos. Gran número de denarios es evidente deben provenir
de antiguos tesoros que se disgregaron al
integrar cada moneda con su serie, lo que
ha supuesto una pérdida para la investigación. Además de alguno de los tesoros citados con moneda hispánica que presentan
denarios republicanos, hay que destacar el
de la Torre de Juan Abad (Ciudad Real),
formado por 478 ejemplares, que ingresó en
el Museo en 1934. También están presentes
en la colección los victoriatos y los divisores del denario, el quinario y el sestercio.
Dentro de la serie republicana, cabe citar la casi absoluta ausencia de monedas de
oro. En el inventario de don Manuel Gil y
Flores de finales del siglo pasado se citaban
24 monedas republicanas de oro. En algunos catálogos del Museo anteriores a 1936
podemos contemplar el áureo de 60 ases
con cabeza de Marte en anverso y águila sobre rayo en reverso, acuñado hacia el 209
a. de C. Había cinco ejemplares de este tipo en el Museo, de 60,40 y 20 ases, así como otros 19 áureos de las familias Antonia,
Barbatia, Caecilia, Claudia, Durmia, Hirtia, Julia, Munatia, Norbana, Numonia,
Pompeia y Servilia. Actualmente los cuatro
que poseemos (Magnus Procos, A. Hirtius,
L. Cestivs-C. Norbanus y P. Clodius), ingresaron con la Colección Sastre en 1973.
La moneda romana imperial es la serie más voluminosa del Monetario, con
unos 65.000 ejemplares, y una de las más
completas de la colección, con abundantes
monedas de casi todos los emperadores y
representación de todos los valores emitidos si bien, como venimos comentando, escasa en moneda áurea. En la Guía de 1917
y el Catálogo de 1926 se citaban 966 monedas de oro. Actualmente de Augusto a Basilisco existen 703 moneas de oro, entre áureos, sólidos áureos, semises y tremises, casi todos ingresados con posterioridad a la
Guerra Civil, destacando por su elevado
número los ingresados en 1943 por compra
y depósitos del Tesoro Público y en 1973
con la Colección Sastre, entre los que hallamos ejemplares de gran calidad como los
de Probo y Diocleciano.
Quizás la moneda romana más significativa del Museo es el quaternion de Augusto del año 27 a. de C., adquirido en 1921
a don Gervasio Collar Alvarez, que es una
pieza única en el mundo. Presenta en anverso la cabeza desnuda del emperador, con
el capricornio bajo el corte del cuello y en
reverso un hipopótamo junto a la leyenda
alusiva a la conquista de Egipto (Fig. 17).
Hemos de destacar el ingreso de dos
tesoros de antoninianos, uno el hallado en
Valsadornin (Palencia) ingresado en el Museo en 1951 y formado por quizás más de
Fig. 16
República romana.
Quadrans libral
anónimo. Roma.
241-235 a. C.
Diámetro 43 mm.
Al doble de su
tamaño.
Magno Máximo acuñadas en Barcelona.
También hay que citar un tesoro de 28 sólidos de Honorio y Arcadio hallado en Arcos de la Frontera (Cádiz) que ingresó en
el Museo en 1970.
Muy importante es la colección de medallones y algunos contorniatos de bronce,
cerca del centenar de piezas en total, entre
las que podemos destacar algunos ejemplares de Adriano, Antonino Pio, las dos
Faustinas, Marco Aurelio, Lucio Vero,
Commodo, Gordiano Pio, Filipo 1, Maximiano, Constantino, Magnencio y Decencio, entre otros (Fig. 18).
Moneda Bizantina y de los Pueblos
Bárbaros
La serie de monedas bizantinas es representativa, aunque no muy numerosa, y
a través de ella se pueden seguir los principales cambios numismáticos de su historia.
En moneda de oro, la inmensa mayoría ha
ingresado en el Museo a partir de 1939,
siendo importante la aportación de la Colección Sastre, en especial de monedas sciphatas. La plata es escasa y muy abundante
el cobre, metal en que hay una magnífica
representación de piezas de la reforma de
Anastasio y religiosas anónimas.
Igualmente encontramos una pequeña
muestra de monedas de los ostrogodos,
lombardos, morovingios, vándalos, suevos
y visigodos, en principio imitaciones de piezas imperiales y después autónomas. De todas destacamos dos raros tremises merovingios a nombre de Gontran, que ya encontramos citados por M. Prou en el siglo pasado, por lo que sabemos formaban parte
de los antiguos fondos.
Fig. 17
Imperio romano.
Augusto.
Quaternión. Taller
oriental. 27 a. C.
Diámetro 30 mm.
Al triple de su
tamaño.
5.000 ejemplares fundidos dentro de un recipiente metálico. El otro con 1.393 antoninianos muy selectos, es parte de un gran tesoro hallado hacia 1930 en Jimena de la
Frontera (Cádiz) y donado al Museo en
1985 por los señores Gallwey-Scarfe. Ambos tesoros vienen a incrementar la ya importante y muy numerosa colección de antoninianos del Monetario.
Ya de los últimos años del Imperio romano son destacables algunas monedas de
plata, como por ejemplo las silicuas de
Comentario al margen merece la moneda áurea de los suevos y visigodos. La.
Guía de 1917 daba la cifra de 262 ejemplares, posteriormente en 1936 tenemos la
magnífica monografía de Mateu y Llopis
que arrojaba un total de 322 piezas auténticas más 132 entre falsas y reproducciones,
con algunas tan importantes como el tremis
de Hermenegildo con leyenda REGI A
D E 0 VITA, que perteneció al Infante don
Gabriel y que ha sido reproducida y citada
en diversas ocasiones. Nada se salvó de la
magnífica serie de monedas visigodas de entonces. La colección actual se ha formado
con donaciones y adquisiciones, en muchos
casos de monedas falsas, siendo la Colección Sastre la que ha aportado mayor y mejor número de piezas.
Cabe citar dos importantes tesoros
con moneda visigoda, el de Recópolis hallado en Zorita de los Canes (Guadalajara)
en 1944, compuesto por 90 trientes merovingios, suevos y visigodos que actualmente está expuesto al público junto a las coronas de Guarrazar. El otro tesoro, formado por ocho trientes visigodos, se halló en
el año 1957 en Toledo y desde 1969 está depositado temporalmente para su exhibición
en el Museo de los Concilios y de la Cultura Visigoda de esa misma ciudad.
Moneda Española medieval
La colección de moneda hispano árabe es una de las más importantes del Museo y seguramente de las mejores del mundo aunque, como otras series, mermada en
ejemplares áureos. Ha tenido importantes
entradas a lo largo de su historia como, por
ejemplo, las monedas procedentes de las colecciones García de la Torre (1852) y Miró
(1 87 l), pero fundamentalmente hemos de
destacar otros tres ingresos. El primero en
1877, fecha en que tiene lugar la comisión
especial de F. Cordera en las provincias de
Córdoba y Sevilla para la adquisición de
monedas procedentes de dos grandes hallazgos de tesoros, e! primero por la fecha
de las monedas, escondido hacia el 391-392
de la Hégira y el segundo hacia el 541. Se
adquirieron un total de 69 monedas de oro
y 702 de plata y vellón que enriquecieron la
serie Califal y Almorávide. El segundo ingreso, importantísimo, fue la Colección de
don Antonio Vives (1986) que en su tiempo estaba considerada como la mejor junto
con la del Museo. Por último cabe también
citar la Colección Sastre (1973) que aporta
buen número de monedas, algunas de gran
importancia como, por ejemplo, el dinar
acuñado por Al-Wateq en Játiva probablemente en el 635-636 de la Hégira/1238 d.
de C. (Fig. 19).
Fig. 18
Imperio romano.
Maximiano.
Medallón de cobre.
285-293 d. C.
Diámetro 35-39
mm. Al doble de su
tamaño.
Dentro de la serie hispano-árabe,
cuantitativa y cualitativamente, destaca la
moneda Califal con más de 3.000 ejemplares, algunos de gran importancia como el
primer dirhem del Califato de Córdoba
acuñado por Abderramán 111 en el 316 de
la Hégira, del que se conocen muy pocos
ejemplares (Fig. 20). También destaca la
Fig. 19
Reyes de Murcia.
Al-Wateq. Dinar.
Játiva. 635-636 de
la Hégira/1238
d. C. Diámetro 22
mm. Al doble de su
tamaño.
Fig. 20
Abderramán 111.
Dirhem.
Al-Andalus. 316 de
la Hégira/928-929
d. C. Diámetro 27
mm. Al doble de su
tamaño.
Fig. 21
Alfonso XI. Dobla
de 20 maravedís.
1344-1350.
Diámetro 23,s mm.
Al doble de su
tamaño.
colección de moneda Almohade con cerca
de 6.000 piezas.
De gran importancia son igualmente
los tesoros con moneda hispano-árabe del
Museo. Cabe destacar el hallado en la calle
Cruz Conde de Córdoba (1958) que contiene 237 monedas de oro del Califato, Taifas
y Norte de Africa, con una gran proporción
de monedas inéditas y muy raras; el tesoro
de Cihuela (Soria) (1958) con 799 monedas
y fragmentos de oro, electrón, plata y vellón del Emirato a las Taifas del siglo XI;
el tesoro de Huesca (1963) formado por
496 semidoblas de oro que es el mayor hallazgo de moneda Almohade que se conoce
en España. A los citados hay que añadir varios tesoros hallados en Córdoba e ingresados en los años cincuenta en el Museo.
En cuanto a la numismática cristiana
vemos que es muy desigual, representativa
para Aragón, Cataluña, Valencia, Baleares
y Navarra, y bastante más abundante para
Castilla y León. En esta serie destacan algunas piezas singulares como los 20 maravedís de oro de Alfonso XI ingresados con
la Colección Sastre (Fig. 21), el real de doña Beatriz de Portugal, mujer de Juan 1 de
Castilla, el florín de Aragón acuñado por
Enrique IV de Castilla, también de la Colección Sastre, y especialmente la gran do-
bla de Pedro 1 el Cruel, adquirida el 16 de
agosto de 1862 a don Tomás Asensi
(Fig. 22).
Especialmente interesante y abundante es la colección de monedas de los Reyes
Católicos entre las que destacan los 10 excelentes adquiridos a A. Ferrán Raso en
1879 (Fig. 23) y las dos monedas de 20 excelentes, ingresadas por adquisición con las
Colecciones López Chaves (1953) y Sastre
(1973) respectivamente.
En cuanto a tesorillos, destaca por su
importancia el hallado en Pamplona, ingresado en el Museo en 1941 que está formado por 117 monedas de oro del siglo XIV,
de ellas 91 son florines de Aragón, seis son
castellanas y el resto francesas. Varios también son los tesoros con monedas de Juan 1
de Castilla, entre los que cabe destacar uno
con 150 monedas dentro de una hucha que
aparece ya citado en la Guía del Museo de
1940. El único de este monarca con procedencia fue hallado en el Palacio de la Ggliana (Córdoba), ingresado en el Museo en
1923 y está formado por 576 blancas del
Agnus Dei y 410 cornados. También se
conserva otro tesoro de 84 blancas de vellón de Enrique 111 que se halló en Córdoba, ingresando en 1981. Por último hay que
destacar dos tesoros con monedas de plata,
Fig. 22
Pedro 1. Gran
dobla. Sevilla.
1360. Diámetro 68
mm. A una vez y
media su tamaño.
uno de 82 monedas, reales y medios reales,
de Enrique IV hallado en Córdoba e ingresado en el Museo en 1954 y otro muy importante hallado en El Espinar (Segovia),
formado por 872 piezas, en su mayoría reales de los Reyes Católicos, que ingresó en
el Museo en 1971.
Moneda Española Moderna
Contemporánea
La moneda española moderna y contemporánea no es todo lo abundante que
en principio parece debiera ser, aunque se
puede seguir a través de los fondos del Mu-
Fig. 23
Reyes Católicos. 10
excelentes. Segovia.
Post. 1497.
Diámetro 42,s mm.
A su tamaño.
seo toda la historia monetaria española
hasta la Guerra Civil, en que encontramos
algunas monedas obsidionales que se emitieron ante la falta de numerario. Muchas
son las colecciones que han engrosado estos fondos, por ejemplo citaremos la de los
señores Mazarredo Tamarit (1925), la de
don Basilio Sebastián Castellanos (¡931), y
como casi siempre la colección de don Domingo Sastre (1973), muy completa en moneda española.
Fig. 24
Felipe IV. Cien
escudos. segovia.
1633. Diámetro
75,s mm. A SU
tamaño.
Hay muchas monedas que se pueden
destacar por su importancia y rareza en este período. Cronológicamente podemos citar algunas piezas importantes comenzando por Felipe 11, como los dos escudos de
1591 de la Colección Sastre y los cuatro escudos de 1592 ingresados en 1984, ambos
acuñados en Madrid y algunos reales de a
ocho como el acuñado en Sevilla en 1593.
De Felipe 111 también son muy importantes varios cincuentines acuñados en distintas fechas, en especial los de 1610 y 1617.
De Felipe IV hay una abundante colección
de cincuentines en el Museo pero la pieza
más importante es el centén que ingresó en
el Museo el 8 de marzo de 1842 por cam-
bio con el Departamento General de Grabado "... a fin de que esta pieza singular
quedase en el Museo Numisrnático de la Biblioteca Nacional ..." (Fig. 24). De Carlos 11 es pieza de gran importancia el cincuentín de 1682.
Ya con los Borbones son piezas de
gran importancia las dos onzas que posee
el Museo de Luis 1 acuñadas en Segovia en
1724 y de época posterior las 100 pesetas de
1870 del Gobierno Provisional, valor del
que sólo se emitieron nueve ejemplares
(Fig. 25), y también son destacables las
100 pesetas de Amadeo 1 de 1871.
Interesa reseñar la gran cantidad de tesoros, comparativamente con otras épocas,
que posee el Museo de este período, algunos con piezas de excepcional interés, por
ejemplo podemos citar el de Segura (Guipúzcoa) con importantes monedas de oro y
plata de Carlos y Juana y Felipe 11 (1960),
el de Alcalá de Henares (Madrid) con moneda de cobre resellada de época de Felipe IV (1967), el de Leganés (Madrid) con
moneda de Felipe V (1974), y tantos otros.
Fig. 25
Gobierno
Provisional. Cien
pesetas. Madrid.
1870. Diámetro
34,s mm. Al doble
de su tamaño.
Moneda Extranjera
En cuanto a la moneda extranjera, la
representación numismática es desigual según los países y fundamentalmente según
su relación con España. Dentro de los países europeos son más abundantes las monedas de Portugal, de Francia con una interesante colección de monedas feudales y
piezas de reyes aragoneses como el grosso
acuñado por Jaime I en Montpellier, y de
Alemania destacando algunas piezas bracteadas.
Italia es probablemente el país mejor
representado, principalmente antes de su
unidad. Destacan algunas monedas acuñadas por monarcas hispanos en Sicilia, como por ejemplo el pirral de Pedro 111 de
Aragón, además de otras monedas de Nápoles y Milán. Bastante completa es la colección de monedas de los Romanos Pontífices y las Sedes vacantes, que comienza con
Esteban IV y finaliza con Pío IX. Muchas
de estas monedas provienen de la antigua
colección de Monseñor Taggiasco de Roma, formada por 3.665 ejemplares, que ingresó en el Museo en 1897.
Los Países Bajos, además de las no
muy numerosas piezas autónomas, tienen
en el Museo una representativa colección de
monedas de monarcas españoles, valga como ejemplo el triple ducatón de Felipe IV
acuñado en Bruselas en 1628, entre otras
muchas.
Otros países europeos, americanos y
africanos también tienen representación
numismática en la colección del Museo Arqueológico Nacional, pero ésta es muy escasa y por ello no le dedicamos ningún comentario. Por el contrario la moneda asiática del Museo merece un comentario infividualizado por su originalidad y su importante presencia.
Entre los ejemplares de países asiáticos, destaca la colección de moneda China
de la Edad Antigua, fundamentalmente ingresada en el Museo en el siglo pasado. La
invención de la moneda en China fue completamente independiente a la del mundo
griego, siendo sus primeras monedas copias
fundidas en bronce de las conchas (Cypraea
Moneta) y de herramientas de uso cotidiano que en una época anterior, pre-monetal
se usaban para realizar pagos. Destacamos
la presencia en la colección de algunas monedas-azada y cuchillos-moneda llamados
Fig. 26
China. Estado de
An-Y ang.
Cuchillo-moneda
primitivo. Siglos
V-IV a. C.
Dimensiones
17 X 2,s mm. A su
tamaño.
piezas esferoidales de plata llamadas bat,
derivadas del uso de anillos de metal como
moneda por los Thai medievales. También
posee e l ~ u s e omoneda japonesa, mucho
más reciente, como son algunos lingotes de
plata aplanados con resellos oficiales o el
goryoban y los kobanes de oro de las eras
Tempo y Bunsei (Fig. 27), existiendo una
pequeña muestra de las acuñaciones decimales modernas de la era Meiji. Por último
también citar la pequeña representación de
moneda de la India, cuyas monedas más
antiguas, cuadradas y con marcas, parecen
anteriores a la invasión de Alejandro Magno en el 337 a. de C. Ya con una marcada
influencia griega están los bellos dinares de
las dinastía Kushan acuñados por el rey
Kanishka y algunas pagodas y fanams de
oro posteriores.
Medallas
La medalla es ante todo un objeto artístico realizado con carácter conmemorativo, ya sea de hechos históricos, políticos
o religiosos, y, en contraposición a la moneda, no tiene un valor de cambio aunque
en ocasiones tenga igual apariencia formal.
Fig. 27
Japón. Era Tempo.
Goryoban.
1837-1843.
Dimensiones
90 X 50 mm. A una
vez y media su
tamaño.
tao de los Estados de An-Yang y Ts-in del
siglo V-IV a. de C. (Fig. 26). A partir del siglo 11 a. de C. con Shih Huang-Ti, primer
emperador de China, estas piezas serán
reemplazadas por monedas redondas y planas con agujero central para poder ser engarzadas y transportadas con facilidad, numerario que perdurará inalterado hasta el
siglo XIX en que se adopta un sistema monetario de tipo occidental. Este tipo de monedas que generalmente se agrupaban en
ristras de 1.000 denominadas cash (unos
4 kg de peso), son muy abundantes en el
Gabinete Numismática del Museo Arqueológico Nacional. También son destacables una
serie de reales de a ocho españoles que presentan resellos chinos y que sabemos circularon ampliamente por estos y otros territorios.
Son muy interesantes también algunas
piezas del antiguo Siam, actual Thailandia,
que posee el Museo, como la buena colección de salungs de porcelana del siglo pasado, originariamente fichas de juego que fueron usadas como moneda en Bangkok y
El nacimiento de la verdadera medalla conmemorativa se situa en el Renacecimiento, siendo su creador Antonio Pisano
que, utilizando la técnica de fusión a la cera perdida, realiza multitud de bellas medallas cargadas de simbolismo que en ocasiones parecen acuñadas por el grado de perfección que alcanzan. Entre sus medallas
firmadas se conservan en el Museo las dedicadas a Segismundo Pandolfo Malatesta
(Fig. 28), Felipe María Visconti, Leonello
de Este, Iñigo de Avalos, Dante, Nicolás
Piccino, Cecilia Gonzaga, Victoriano Rambaldoni y varias de Alfonso V de Aragón
entre las que destaca una realizada en plata.
Desde la segunda mitad del siglo XV,
el arte de la medalla se extiende gracias a
la popularidad que alcanza como medio de
retrato por su portabilidad, durabilidad, y
economía, destacando figuras como Mateo
di Pasti, que alcanza una perfección comparable a la del propio "Pisanello" patente
en algunas medallas de nuestra colección
como las delicadas a Isotta Atti y Segismundo Pansolfo Malatesta. Otros artistas
inferiores están también representados en
medallas del Museo como Melioli, Caradosso, Boldoi, Sperandio, Geremía, Ragusio, etc.
En el siglo XVI se produce la dispersión de los artistas italianos que extienden
por Europa el arte de la medalla al gusto
de aquel país, aunque sin imponerlo frente
Fig. 28
Segismundo
Pandolfo Malatesta.
Medalla de Pisano.
1445. Diámetro 103
mm. A su tamaño.
l
al goticismo aún muy arraigado. Así, por
ejemplo, en Alemania la técnica era completametne distinta a la italiana, pues 10s
moldes se tallaban en madera dura o en piedra, produciendo obras muy minuciosas,
propias de imagineros. Uno de los precur-
sores es Alberto Durero, a quien se atribuye el magnífico ejemplar de plata que representa a Carlos V, adquirido por el Museo
en 1871 al señor Heiss (Fig. 29). En España trabajarán artistas italianos de primera
fila como Juan Pablo Poggini, Jácome
Carlos V. ~ e d a l l a
atribuida a Alberto
Durero. 1521.
Diámetro 71 mm. A
su tamaño.
'L.
Fig. 30
Carlos V e Isabel
de Portugal.
Medalla de Leone
Leoni. 1526-1536.
Diámetro 36 mm.
Al doble de su
tamaño.
Trezzo, Pompeyo y Leone Leoni que modelaron magníficos retratos de personajes
españoles de la época de Carlos 1 y Felipe
11, de los que hay una buena muestra en la
colección de medallas del Museo (Fig. 30).
(Fig. 31).
Muy importante es la colección de medallas de proclamación de los reyes españoles desde Felipe 111 a Alfonso XII, siendo
especialmente bellas las realizadas por dos
medallistas españoles del siglo XVIII: Tomás Francisco Prieto, grabador de la Casa
de la Moneda de Madrid y su discípulo Gerónimo Antonio Gil que trabajó fundamentalmente en la Casa de la Moneda de Méjico. Ambos artistas firmaron gran cantidad de medallas, principalmente de las proclamaciones de Carlos 111 y Carlos IV en
diversas localidades que tienen una amplia
representación en este Museo.
Otros objetos que conserva el
Departamento
Existe una importante colección de teseras, piezas metálicas que se usaron en la
Antigüedad como fichas de entrada, juego,
contraseña o pago privado, algunas romanas y otras hispánicas del plomo. Entre estas últimas destaca un lote hallado en Andalucía y de ellas la encontrada en Lucena
que se adquirió en la subasta de la colección García de la Torre en 1852, alcanzando una elevada valoración para la época.
Esta importante pieza presenta en anverso
una figura masculina que camina llevando
en la mano derecha una campanilla y sobre
el hombro izquierdo una pala con la inscripción PRVM y en reverso un hombre
desnudo que vierte el contenido de un ánf o r a y debajo la inscripción LVSO
(Fig. 32).
La colección de ponderales es pequeña
Fig. 31
Tésera de plomo
hallada en Lucena
(Córdoba).
Diámetro 45-59
mm. A su tamaño.
pero se conservan algunos ejemplares de
gran belleza, entre los que destacamos una
serie de piezas bizantinas de flan cuadrado,
como el sextans que presenta, grabadas en
incisión y con incrustaciones de plata, las figuras de dos emperadores nimbados con
autendo militar, lanza, globo crucífero y escudo, que ingresó en 1880 por donación de
nuestro antecesor don Basilio Sebastián
Castellanos. También hay una interesante
colección de ponderales monetarios, piezas
metálicas para verificar el peso de las monedas, la mayoría publicados en 1934 por
don Felipe Mateu y Llopis.
Muy importante es también la colección de sellos y matrices de sellos medievales, la mayoría procedentes de la antigua
colección del Marqués de Salamanca
(1873). Entre estas piezas destacamos la
matriz doble con orejas perforadas del
Concejo de Cuéllar (Segovia), del siglo XIV, que ingresó en el Museo en 1943
y que además de ser una pieza excepcional
conserva su tórculo original (Fig. 32).
Otra serie de objetos destacables del
Monetario son la colección de plomos de
Becker el falsario, que se adquieron en 1862
al conocido numismático Alois Heiss, junto con otras monedas de su colección. También se conservan una serie de piezas realizadas por artistas paduanos y parmesanos
en los siglos XV y XVI, imitaciones idealizadas fundamentalmente de monedas romanas (Fig. 33). Igualmente una serie dejetones, piezas, generalmente de metal, utilizadas como contraseña o para cuenta de los
Fig. 32
Matriz del Concejo
de Cuéllar
(Segovia). Siglo
XIV. Diámetro 90
mm. A la mitad de
su tamaño.
Fig. 33
Medalla paduana
copia de un
sestercio de Nerón
realizada por
Giovanni Cavino.
Siglo XVI.
Diámetro 36 mm.
Al doble de su
tamaño.
siglos XVI al XVIII y emitidos en su mayoría en los estados d e Flandes, así como
galvanos, papel moneda, troqueles y condecoraciones. Por último es preciso citar la
interesante colección de piedras grabadas
griegas, romanas, renacentistas y modernas. E n total 2.436 piezas, en su mayoría
entalles, junto con 380 camafeos y 75 piezas diversas.
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