PABLO BERTONE, UN ARGENTINO CON EL SELLO NCAA Es

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PABLO BERTONE, UN ARGENTINO CON EL SELLO NCAA
Es cordobés de arroyito. Tiene 21 años. Con miras a cristalizar su sueño de la NBA, eligió el
exigente nivel universitario de los Estados Unidos para formarse y mostrarse. En su búsqueda no
escatimó esfuerzos y consiguió enrolarse en Florida Atlantic University de Boca Raton. Allí va a
cumplir su segunda temporada.
Por O.R.O
Nota publicada en la edición Nº4416 noviembre 2011 de la Revista El Gráfico
El basquetbol nació, creció y se perfeccionó en los Estados Unidos de América. Tuvo dos polos
excluyentes. Uno, surgido en la temporada 1938/39, es formativo y amateur, el universitario,
inagotable proveedor de jugadores: la National Collegiate Athletic Association, organización
conocida por su sigla de NCAA. El otro, profesional, apunta al espectáculo desde 1946, al show y
es la meta añorada: la National Basketball Association, con su marca de NBA.
El súmmun de las universidades es la División 1. Son 329 establecimientos agrupados en 31
conferencias. Calcule que concentran un total de cinco mil jugadores. El primer argentino en llegar
a esa elite fue el campeón mundial Oscar Alberto Furlong en 1953. Hoy están jugando allí dos
cordobeses: Juan Manuel Fernández (iniciará su último y cuarto año), de Río Tercero, y Pablo César
Bertone.
Para este chico de Arroyito, que cumplirá su segundo año, la NCAA era una idea fija desde muy
temprano. Cuenta su mamá Cristina Schiavoni: “Cuando tenía 8 años, me pidió estudiar inglés,
porque –me dijo– ‘cuando me vaya a Estados Unidos debo saber el idioma’…”.
Su sueño americano lo afronta con este capital basquetbolístico: “Soy muy competitivo, con mucha
garra y sin problemas de adaptación para jugar en las tres posiciones externas con 1,92 de altura. Mi
fuerte es la penetración, creando espacios para mis propios lanzamientos o para mis compañeros
con una buena descarga”.
ARROYITO, MOJON DE ORIGEN
Arroyito, con sus 27.000 habitantes, ciudad autoproclamada como “la más dulce del país”, se
encuentra sobre la Ruta Nacional 19 en el departamento de San Justo, en la provincia de Córdoba.
Está a 113 kilómetros al este de la capital cordobesa y a 95 al oeste de la ciudad de San Francisco.
La instalación en 1951 de Arcor, la fábrica de golosinas, marcó el ritmo y el progreso del lugar.
Convertida en empresa multinacional, hoy es el primer productor mundial de caramelos. Allí, en ese
ámbito, nació Pablo el 29 de marzo de 1990. Siente que al básquetbol “lo llevo en la sangre”, y las
referencias sobran: su padre Julio César lo jugó, y también sus tíos Jorge Bertone y Hugo
Schiavoni, como él en el Club Deportivo y Cultural Arroyito, el de los colores verde y blanco.
También allí empezó otro arroyitense, pero en fútbol: Mauro Obolo, el goleador de Arsenal de
Sarandí. Pablo memoriza: “Tenía 3 o 4 años y todos los días le preguntaba a mi papá cuándo podía
empezar a jugarlo. Como no había categoría para tan chiquitos, me contestaba que todavía no…
Hasta que un día finalmente me llevó y comencé con los más grandes. Desde entonces no paré
nunca más”. Su mamá recuerda que, en jardín de infantes, no le gustaba esa escuela: “Porque no
enseñan a jugar al básquet”, le reclamaba Pablito.
Siempre tuvo la inquietud de buscar el mejor nivel. Con 14 años, siendo infantil, se fue a jugar a
Unión Eléctrica de Córdoba. Estuvo desde 2004 hasta comienzos de 2007. Explica: “Ya había
formado parte de cinco Seleccionados con esa edad y la mayoría de los chicos eran de la Capital, así
que hablé con un par de ellos y decidimos ir a Unión Eléctrica todos juntos. Después se armó un
grupo bárbaro, donde también estaban Facundo Campazzo y Alexis Elsener, por ejemplo”.
El esfuerzo era enorme, pero los sacrificios fueron una constante en la carrera de Pablo. Cuenta:
“Viajaba cuatro veces por semana desde Arroyito hasta Córdoba y me quedaba los fines de semana
para jugar partidos. Llegaba a mi casa todas las noches a la una de la mañana (tras 1 h 45 de viaje) y
tenía que ponerme a hacer tareas del colegio para la mañana siguiente. Viajaba en el famoso
‘Lechero’ de la medianoche, que paraba en todos lados”.
En forma paralela, su nombre comenzó a trascender: fue preseleccionado nacional para el
Campeonato Sudamericano de Cadetes que se realizó en Montevideo en noviembre de 2006.
NCAA, LA GRAN OBSESION
Precisa: “Lo de la NCAA fue algo de siempre. Me acuerdo de haber mirado por televisión la Final
Four cuando era muy chico, y sabía que era el mejor camino hacia la NBA, que era mi sueño como
el de tantos otros. También influyó bastante que soy una persona a la que le gusta mucho el estilo de
vida estadounidense por lo que veía en las películas y las series de televisión, su música y esas
cosas propias de ese país. Yo diría que desde chiquito, siempre soñando con la NBA, y a la vez
estudiando inglés -que me resultaba muy fácil-, me imaginaba una vida así”.
Impulsado por su sueño y convencido de ser la mejor estrategia, hacia allí fue. El primer intento
para mostrarse fue desde noviembre de 2008 hasta abril de 2009 en Notre Dame Prep School, un
escalón previo, que estaba en la ciudad de Fitchburg, cerca de Boston, Massachussets. El contacto
lo hizo el agente cordobés Miguel Ferreyra. No fue lo esperado: “Como experiencia de básquetbol
en sí fue espectacular, pero no era el lugar adecuado. La cancha estaba muy deteriorada y con
frecuencia sin calefacción; era una heladera y a veces no había agua caliente para bañarse en
invierno, por ejemplo. También debía comprar alimentos extras porque hasta comida faltaba. Allí,
básicamente, el técnico no me dio nunca la oportunidad”. Pese a las decepciones y contrariedades
pasadas, Bertone sacó una importante conclusión personal: se dio cuenta de que podía jugar en el
nivel universitario. No se entregó, por el contrario, insistió. En búsqueda de preparación, también
pasó períodos transitorios en los clubes Barrio Parque de Córdoba (2008) y Pesca de Villa Carlos
Paz (2009).
En octubre de 2009 inició una nueva aventura en pos de su objetivo: se fue a Philadelpia, a la Rise
Academy. Cuenta: “Desde que llegué, ya conociendo las Prep Schools, tuve en claro que yo allí no
iba de turista: debía estar con la cabeza al 110% para mostrar todo lo que tenía y ganarme un lugar
en la NCAA al costo de lo que fuera. Desde los primeros juegos logré la confianza del entrenador,
Sam Rines, quien me dio la responsabilidad de ser el capitán y líder dentro del grupo. También
estuve al borde de la tragedia en uno de los viajes. Exactamente en South Carolina ocurrió el
accidente. El conductor parece que se durmió, perdió el control y la traffic -con 14 chicos adentro,
sin cinturón de seguridad ni nada– dio como seis tumbos en la autopista. Milagrosamente sin
ninguna víctima fatal, pero sí con muchos heridos y hasta de gravedad. Yo sufrí un corte en la
rodilla izquierda, que no me dejaba caminar, y tuve más de un mes de recuperación. Las buenas
actuaciones, por suerte, se sucedieron y así fue surgiendo el interés de las universidades. Conté a
doce que se fijaron en mí, pero vi en Florida Atlantic que tenía lugar para crecer. Después de mi
cumpleaños, me di el mejor regalo y me volví a Arroyito con la beca bajo el brazo”.
Viernes 12 de noviembre de 2010. No fue un día más en la vida de Pablo: jugó su primer partido
oficial en Florida Atlantic University, de Boca Raton, uno de los 13 miembros de la conferencia Sun
Belt. Fue en el Chiles Center, de Portland.
LA ALEGRIA POR HABER LLEGADO
Vencieron 70-63 a la Universidad de California -Davis. Estuvo casi medio partido (18 minutos) y
anotó 5 puntos. Entró en 28 encuentros más durante la temporada para contribuir a un récord total
del equipo de 21 triunfos y 11 derrotas (13-3 en la conferencia), que fue el número 1 de la serie
regular. Diálogo
sobre el pasado, el presente y el futuro.
-¿Cuál es el balance de tu primer año como freshman?
-Fue muy positivo. Al principio me costó adaptarme, pero aprendí muchísimo sobre el juego en
equipo, tanto en defensa como en ataque. Logré tener participación en un equipo que ya estaba
armado y con un cuerpo técnico muy exigente.
-¿De qué jugaste?
-Lo hice en las tres posiciones del perímetro. A veces, cuando entrábamos con una formación chica,
también jugué de cuatro, si mi físico me permitía defender al cuatro de ellos.
(Mike Jarvis, su entrenador, lo conceptuó así: “Pablo es un proyecto muy interesante. Es punzante y
un excelente pasador. Cuando llegue a senior, probablemente sea nuestro base en la formación
inicial. Se desempeña como dos y tres porque puede rebotear. Definitivamente puede jugar y es
hábil”).
-¿Cómo fue la rotación del equipo?
-Fue rara, es como en la NBA, en el sentido de que a veces sos protagonista y luego, quizás por
cinco partidos, no entrás.
-¿Qué esperás para la nueva temporada?
-A diferencia de la primera, no voy a sufrir ningún proceso de adaptación. Espero promediar 20
minutos por juego (viene de redondear 9) y unos 8 puntos convertidos (hizo 2,8), esa es mi meta.
De la forma en la que jugamos y con nuestro técnico, especialmente, esos números serían muy
buenos.
Síntesis: Pablo Bertone quiso y pudo.
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