La necrópolis romana de la C/. Virgen de la Misericordia, Valencia

Anuncio
MIQUEL ROSSELLÓ MESQUIDA; ENRIQUE RUÍZ VAL
La necrópolis romana de la C/. Virgen de la Misericordia,
Valencia. Siglos I a.C.-III d.C.1
INTRODUCCIÓN
Con motivo de la realización de un sondeo con
medios mecánicos en el solar de la C/. Virgen de la
Misericordia, n° 4 en Diciembre de 1991, se documentaron al menos dos inhumaciones de cronología
romana. A la vista de los resultados de los sondeos y
siguiendo la normativa municipal vigente en materia
de protección del patrimonio se procedió a la excavación de urgencia de dicho solar.
Esta zona de la ciudad era, hasta la fecha y desde
un punto de vista arqueológico, bastante desconocida
y su excavación ha aportado interesantes datos sobre
la evolución de este espacio urbano. Durante los trabajos arqueológicos, finalizados en mayo de 1993, se
constataron una serie de niveles que cronológicamente abarcan desde la época romana hasta la
contemporánea. De entre ellos cabe destacar la presencia de una necrópolis con una cronología del s. I
a.C. al s. III d.C. El registro estratigráfico evidenció
que sobre los niveles de la necrópolis se emplazó, en
el siglo XI, una almunia islámica de la que se han
documentado varios patios, pozos y un completo sistema de canalizaciones hidráulicas. Esta almunia
sufrió una serie de remodelaciones en el período
almohade (s. XII) y perdurará hasta la conquista cristiana. Por encima de estos niveles islámicos se documentaron una serie de vertederos de época bajo-
1
medieval (ss. XIV-XV), que depararon abundante
material cerámico y la aparición de crisoles para la
elaboración de vidrio y para el trabajo del cobre, lo
que parece apuntar la proximidad de una zona
artesanal. Los niveles postmediavales fueron
escasamente documentados.
Los niveles de época islámica y posteriores afectaron, como es lógico, a la necrópolis romana, pese a
todo se pudo constatar la existencia de una extensa
área cementerial que ocupaba todo el solar y cuyos
resultados provisionales presentamos en esta comunicación.
LOCALIZACIÓN DE LA NECRÓPOLIS
Se ubica a unos 750 m. al oeste de lo que fue el centro de la antigua ciudad Republicana e Imperial de
Valentía que estaría situado en los alrededores de la
actual Plaza de la Virgen (RIBERA, 1987: 113-120). Por
otra parte su proximidad a la actual calle Quart es un
dato de gran interés pues estaría indicando la posible
fosilización de la antigua vía occidental (Decumano) de
acceso y salida a la ciudad de Valentía en el actual
entramado urbano (TARRADELL, 1962: 23; fig. 1), ya que
es de sobra conocida la costumbre de ubicar las necrópolis durante época romana en las inmediaciones de las
La parte gráfica de este trabajo se debe a Rosa M" Alcaide y M" Isabel García, a las que agradecemos su colaboración.
183
MIQUEL ROSSELLÓ MESQUIDA; ENRIQUE RUÍZ VAL
principales vías de la ciudad (ABASCAL, 1991: 223). Se
trataría pues, del cementerio occidental, situado extramuros de la urbe y articulado en torno a una vía (Fig. 1).
Todas las necrópolis romanas documentadas en la
ciudad, a excepción de las paleocristianas, se ubican
sistemáticamente al exterior del recinto amurallado,
siguiendo la norma común recogida en las leyes de las
XII Tablas que prohibía enterrar dentro del perímetro
urbano (ABASCAL, 1991: 220). Pero concretamente en
la ciudad de Valencia además, se localizan fuera del
islote que formaba el Turia, es decir, al otro lado del
brazo del río que envolvía a la ciudad ( RIBERA y
SORIANO, 1987: 160).
En cuanto a la delimitación del área funeraria y su
extensión, hay que decir que la excavación se ha visto
restringida por los propios límites del solar, problemática inherente a todas las intervenciones urbanas. Sin
embargo, sí podemos apuntar que durante el proceso
de excavación no se documentaron estructuras de cierre que delimitaran el espacio cementerial. En cuanto a
la extensión de la necrópolis, todo parece indicar que
ésta sobrepasaría los límites del solar, pues así lo confirman la presencia de enterramientos en los cortes sur,
este y oeste. Fuera de este dato, contamos con las
evidencias proporcionadas por recientes excavaciones
en zonas próximas. Así, al este (C/. Pinzón), al sureste
(C/. Carrasquer) y al sur (C/. Aladrers) no han aparecido
enterramientos romanos, lo que de alguna manera
viene a delimitar la posible extensión de la necrópolis2.
Por el oeste es más que probable que los enterramientos se extiendan por el vecino convento de Santa Úrsula, en cambio, hacia el norte, la propia excavación
evidenció la escasa densidad de enterramientos lo que
permite suponer que el límite de la necrópolis en esta
dirección estaría cercano y del mismo modo viene a
corroborar que la misma se instalaría siguiendo un eje
este-oeste proporcionado por la proximidad de la vía.
RITOS FUNERARIOS Y TIPOLOGÍA DE LAS
TUMBAS
En esta necrópolis se han documentado los dos
ritos funerarios comunes del período romano: la incineración y la inhumación. El rito de la incineración es
muy minoritario respecto a la inhumación, pero hay
2
Fig. 1: Esquema de la ciudad de Valencia desde época fundacional
hasta el siglo XIV. Leyenda: 1) Centro fundacional. 2)
C/Caballeros-Quart. 3) C/San Vicente Mártir. 4) Recinto
islámico. 5) Antiguo brazo del Turia. 6) Recinto medieval.
que destacar que es la primera vez que se documenta
en la ciudad de Valencia. El total de deposiciones
cinerarias constatadas es de cuatro, una en urna, dos
en fosa y un bustum.
El rito de la inhumación es el mayoritario, documentado en algo más de cien tumbas de variada tipología constructiva y que atendiendo al grado de elaboración de las mismas hemos dividido en los siguientes
tipos:
A) simple fosa cubierta de tierra, con o sin ataúd de
madera.
B) en contenedor cerámico.
C) fosa con cubierta (de tégulas en posición horizon
tal con o sin ímbrices; de tégulas a doble vertiente;
de losas cerámicas dispuestas horizontalmente).
Trabajos dirigidos, respectivamente, por: Asunción Viñes; Ma Isabel García y Enrique Ruíz; y Albert Ribera, a quienes agradecemos la
información.
184
LA NECRÓPOLIS ROMANA DE LA C/. VIRGEN DE LA MISERICORDIA, VALENCIA. SIGLOS I A.C.-III D.C.
D) fosa enlucida de argamasa y cubierta de tégulas
a doble vertiente.
E) cista de tégulas.
F) semi-cista de tégulas y cubierta tumular de opus
caementicium.
G) de obra de ladrillos con cubierta de tégulas a
doble vertiente o losas cerámicas en posición
horizontal y segunda cubierta de opus signinum
o caementicium.
H) en opus caementicium de planta rectangular con
cámara abovedada. El tipo A es el más numeroso y cronológicamente el más antiguo, si bien
se documenta durante toda la amplitud temporal
de la necrópolis. El tipo B solo se ha documentado en un caso, para una inhumación infantil.
Las tumbas en fosa y con cubierta (tipo C) presentan la variabilidad constructiva arriba mencionada y se ha podido constatar que las cubier-
tas planas son anteriores a las de doble vertiente, aunque al igual que en el tipo A, perduran
durante todo el uso de la necrópolis. Del tipo D,
sólo existe un ejemplo y se puede considerar
una variante más elaborada del tipo C y tendría
una cronología similar a las tumbas de tégulas a
doble vertiente. Del tipo E se ha documentado
una sola tumba y su localización espacial (área
septentrional, de menor densidad de enterramientos) y posición estratigráfica, apuntan que
su aparición se produce en un momento avanzado en el uso de la necrópolis. Los tipos F, G y H
serían tumbas de proyección vertical y su aparición en la necrópolis parece tardía, (s. II-III
d.C.). El tipo F es único y se caracteriza por
tener una cubrición dispuesta por sucesivas
capas de tierra y opus caementicium formando
un prisma de planta rectangular de grandes
dimensiones que le daría un aspecto tumular.
Fig. 2: Planta de la Necrópolis.
185
MIQUEL ROSSELLÓ MESQUIDA: ENRIQUE RUÍZ VAL
Esta estructura de caementicium cubría una inhumación en semicista de tégulas. El tipo G (Fig. 3) está
formado por una serie de tumbas que tienen en común
el estar construidas mediante múreles de ladrillos
enlucidos de argamasa, suelo de tégulas y con una
cubierta de opus signinum o caementicium, utilizando
como encofrado tégulas a doble vertiente o losas cerámicas puestas horizontalmente que separan la construcción de ladrillos de la obra maciza de signinum o
caementicium. El tipo H (Fig. 3) se caracteriza por sus
grandes dimensiones. Es de planta rectangular, realizado en opus caementicium. Apareció alterado por
construcciones posteriores pero se ha podido reconstruir básicamente su estructura. Su excavación ha evidenciado que estaba formado por un primer cuerpo
compuesto por cuatro muros delimitando una estructura
en forma de caja donde iría colocado el ataúd. Un
segundo cuerpo lo compone una obra maciza de opus
caementicium de forma prismática que descansa sobre
los muros anteriormente mencionados. Esta estructura
prismática presenta un interior abovedado de sección
triangular acabado en forma de "media caña" (semicircular cóncavo) y que forma un todo con la caja y a
modo de cubierta. En el frente oeste se utilizó una losa
cerámica de 67 x 67 x 10 cm. para cerrar el espacio
entre la caja y la estructura abovedada, sistema que
suponemos se repetiría en el lado opuesto pero que no
hemos podido documentar debido al expolio sufrido
en época almohade.
No se percibe una preferencia clara en la orientación del esqueleto en los casos en que la tumba está en
dirección norte-sur. En las tumbas orientadas
este-oeste la cabeza aparece indistintamente en uno u
otro extremo. Sin embargo hay algunos datos a
destacar; las tumbas con cubierta presentan el
esqueleto orientado con la cabeza al oeste,
exceptuando el tipo E donde nos encontramos con una
inhumación doble y uno de
PRACTICAS FUNERARIAS
Dentro de este apartado incluimos variados aspectos como la orientación de las tumbas, posición del
esqueleto, presencia o ausencia de ajuares y su disposición, uso de las sepulturas, preparación del cadáver,
etc.
La orientación predominante de las tumbas es en
sentido este-oeste con ligeras desviaciones (Fig. 2). Se
ha documentado también la orientación norte-sur, pero
ésta es muy minoritaria. Esta orientación predominante de las tumbas aparece ya en la fase más antigua de
la necrópolis, siendo la habitual durante todo el período en que está en uso el área cementerial. Las tumbas
orientadas norte-sur aparecen sobre todo en los primeros momentos de uso de la necrópolis pero siempre
minoritarias con respecto a las de orientación
este-oeste.
Fig. 3: Alzados tumbas tipos G y H.
186
LA NECRÓPOLIS ROMANA DE LA C/. VIRGEN DE LA MISERICORDIA, VALENCIA. SIGLOS I A.C.-III D.C.
los esqueletos está orientado con la cabeza al oeste y
el otro con la cabeza al este, aunque en este caso parece que responde a un claro aprovechamiento del espacio y además hay que apuntar que la primera deposición es la que se orienta con la cabeza al oeste, pues
el esqueleto orientado en sentido contrario estaba claramente por encima del anterior. Asimismo, hay que
exceptuar dos tumbas del tipo C en las que el muerto
aparece también con la cabeza al este, pero también
en este caso hay que significar que son las únicas
tumbas con cubierta en las que aparece ajuar.
Así pues, la orientación general y predominante de
las tumbas, ya desde los primeros momentos, es de
este a oeste, con la cabecera indistintamente en uno u
otro extremo, aunque en las tumbas más antiguas hay
un claro predominio de orientar al esqueleto con la
cabeza al oeste. Posteriormente a partir de mediados
del s. I d. C. la orientación predominante será con la
cabeza al este, que perdurará durante todo el siglo
siguiente y parece que en el s. III se vuelve a orientar
con la cabeza al oeste, al menos para las tumbas con
cubierta y con la salvedad ya apuntada arriba de las
dos tumbas del tipo C con la cabecera al este y que
son las únicas con cubierta que presentan ajuar, datadas a mediados del s. II d.C. Esta evolución en el predominio de la orientación se contradice con la opinión
de algunos autores de que la orientación usual en los
primeros siglos del imperio es la norte-sur, apareciendo la orientación oeste-este a partir del siglo IV y
poniéndola en relación con las costumbres cristianas
(PALOL, 1969). Con todo, la orientación no es el único
elemento "atípico" de esta necrópolis.
Efectivamente, la presencia de inhumaciones en
unos momentos tan tempranos (s. I a. C.) y su abrumadora mayoría respecto a las incineraciones (dos
de ellas han podido datarse perfectamente por la
presencia de ajuar, a mediados del s. I d. C.) también es un hecho poco común ya que generalmente
se acepta que el rito incinerador es el predominante
desde finales de la República y comienzos del
Imperio y sólo a partir del s. II d. C. empieza a
extenderse la inhumación que será prácticamente el
único rito empleado a partir del s. III-IV d. C.
( TURCAN , 1958; AUDIN , 1960; GAGNIÉRE , 1965;
ABASCAL, 1990).
La posición de los esqueletos es mayoritariamente
de cubito supino con los brazos estirados a lo largo
del cuerpo o doblados y con las manos en el pecho,
abdomen o pelvis. Sin embargo, no faltan inhumaciones en posición de cubito lateral y cubito prono.
En cuanto a las incineraciones queremos comentar
algunos datos interesantes. De los tipos documentados, deposición en urna, deposición en pequeñas
fosas excavadas en la tierra y bustum, entendiendo
como tal el lugar donde se quema el cadáver y además sirve como tumba, hay que destacar la presencia
de ajuar en uno de los dos casos documentados de
deposición en fosa. Mezclados con carbones, cenizas
y algunos restos óseos, apareció un vasito de paredes
finas, una barrita doblada de bronce y una lucerna de
pico redondeado con volutas, tipo CARTAGO VD
(DENEAUVE, 1974: 155, pl. LXII n° 619) y con marca
incisa L-M-G. A esta lucerna le faltaba la casi totalidad de la zona del disco que estaba decorado, conservándose una cabeza femenina lo que ha permitido
identificar el motivo decorativo como una escena erótica (n° 619 de Deneauve); lo que queremos destacar
es que esta ausencia del disco de la lucerna parece
totalmente intencionada.
La deposición en bustum consistía en una fosa alargada, de planta más o menos rectangular, donde se
recuperaron gran cantidad de carbones y cenizas,
capas de tierra rubefacta, restos humanos calcinados y
un ajuar, algunas de cuyas piezas presentaban señales
inequívocas de haber estado sometidas a la acción del
fuego. El ajuar estaba compuesto por varios ungüéntanos de vidrio de la forma ISINGS 8 (ISINGS, 1957:
24), algunos de ellos deformados por el calor de la
pira, una lucerna de pico redondeado con volutas, tipo
CARTAGO VA (DENEAUVE, 1974: 133, pl. XLVIII
n° 453) y dos monedas, una de ellas muy deteriorada,
la otra, un as del emperador Nerón, lo que nos sitúa
en una cronología de principios de la segunda mitad
del s. I d.C. Hay que destacar que durante el proceso
de excavación del bustum se pudo constatar la
existencia, en la parte superior de la estructura, de un
orificio circular de unos diez centímetros de diámetro a
modo de conducto que bajaba desde la superficie
hasta el interior de la fosa. Esta abertura que
comunicaba con el interior ha sido interpretada como
un conducto para las libaciones rituales. La
presencia de materiales muy afectados por el fuego y
de otros apenas alterados, nos está indicando que
parte del ajuar utilizado en los ritos de libación se
arrojaba a la pira mientras ésta todavía ardía, otra
parte, en cambio, se depositaba una vez acabada la
combustión. Señalar asimismo que la asociación de
lucerna y moneda como compo187
MIQUEL ROSSELLÓ MESQUIDA; ENRIQUE RUÍZ VAL
nentes del ajuar, es un hecho que se repite en la práctica totalidad de las tumbas (busto) del sector norte
de la necrópolis de Carmena (BELÉN et al., 1986: 59),
lo que parece conferir a estos elementos un marcado
carácter simbólico y profiláctico.
En cuanto a las tumbas de inhumación, también se
ha constatado la presencia de ajuar en algunas de ellas,
aunque hay tumbas en las que éste está ausente. Lo
normal es la aparición de varias piezas depositadas en
la cabecera de la tumba o a los pies de la misma. Ya
desde los primeros momentos en el uso de la necrópolis aparecen tumbas con ajuar, consistente en una o
más piezas cerámicas. A veces las piezas están colocadas a la altura de los pies; concentradas en un lateral a
la altura de la cabeza; a uno y otro lado a la altura de
los hombros; o se presentan dispersas, como en la
T-10 donde el ajuar consistía en una moneda en la
boca del esqueleto, tres platos de sigillata sudgálica
(Drag. 18) colocados, dos de ellos sobre el brazo
izquierdo y el tercero sobre el derecho, un vasito
cerámico a la altura de la pelvis, un ungüentario de
vidrio (Isings 8) entre los dos fémures, una olla con
asas al lado del pie izquierdo y una lucerna bajo la olla
anterior.
También se ha documentado la costumbre de introducir una moneda en la boca del difunto. Este rito era
comunmente practicado por griegos y romanos. En
Grecia se documenta por primera vez en el período
helenístico (GARLAND, 1985: 23), pudiendo
aparecer una o más piezas por sepultura, aunque lo
normal es una única pieza, normalmente depositada
en la boca del muerto, pero también pueden aparecer
en otros lugares de la tumba o ser sustituidas por otros
elementos (QUESADA, 1990: 79). El rito ha sido
interpretado como el óbolo destinado a pagar al
barquero Caronte. Esta práctica funeraria aparece por
primera vez, en la necrópolis de la Virgen de la
Misericordia, en época de Augusto. En dos ocasiones
la moneda no se encontró en el interior de la boca,
hallándose en un caso sobre los dientes del maxilar
superior y en otro, a los pies de la fosa. En las
deposiciones cinerarias documentadas, sólo aparece
en una ocasión y en otra, quizás esté sustituida por
una barrita de bronce doblada.
En líneas generales se constata una evolución en la
presencia de los ajuares, de tal modo que es habitual
en los primeros momentos de la necrópolis, siendo
normal la aparición la presencia de los ajuares, de tal
modo que es habitual en los primeros momentos de la
necrópolis, siendo normal la aparición de dos, tres y
cuatro piezas por tumba, alcanzando un máximo de
188
ocho piezas en una sepultura de mediados del s. I d.C.
y a finales del s. II d.C. Se observa un enrarecimiento
en la práctica de colocar ajuar apareciendo, normalmente, una sola pieza por tumba, a veces sólo una
moneda en la boca y muy frecuentemente sin nada.
En las tumbas datadas en el s. III d.C. prácticamente
desaparece esta costumbre.
A medida que las tumbas son más elaboradas y
complejas disminuye el ajuar depositado en su interior. Como ya hemos comentado anteriormente, las
tumbas con cubierta no suelen presentar ajuar o éste
es mínimo. Esta evolución en la colocación del ajuar
está en función de la cronología de las tumbas y, consecuentemente, en una evolución de las creencias y
costumbres. De este modo, en principio no hay una
relación directa entre presencia o ausencia de ajuar y
riqueza o pobreza del individuo. Esto queda perfectamente reflejado en el ejemplo documentado en la
necrópolis donde, en una tumba con cubierta de losas
cerámicas (T-53) que no presentaba ajuar, se pudo
recuperar, sin embargo, hilos de oro que formarían
parte de la vestimenta del difunto, lo que está indicando que el inhumado tendría un poder económico elevado y cierta categoría social.
En otro orden de cosas, comentar que se ha constatado el uso de ataúdes de madera, tanto por la presencia de clavos perfectamente alineados y encuadrando
al esqueleto, como por la presencia de una línea de
coloración más oscura, fruto de la descomposición de
la madera, alrededor del mismo. También, se ha documentado la utilización de mortajas o sudarios.
Por lo que se refiere a la posible señalización de las
tumbas y exceptuando las de proyección vertical que
quedarían a la vista, parece que no llevarían ningún
elemento de señalización especial, quizás la sepultura
estaría indicada por un pequeño túmulo de tierra o sí
llevaban algún tipo de señalización, ésta no se ha conservado. El hecho de que algunas tumbas aparezcan
cortadas por otras, abonan la idea de que se había perdido la memoria de la localización de las mismas por
falta de señalización. Sin embargo, se recuperó en la
excavación un cipo de piedra con cartela anepígrafa,
colocado en posición horizontal en el interior de una
fosa. Puesto que se trata de un cipo, estaría desplazado
de su lugar original y aunque no hemos podido
relacionarlo con ninguna sepultura en concreto, el
hecho de estar perfectamente enterrado podría indicar
un cierto carácter ritual.
LA NECRÓPOLIS ROMANA DE LA C/. VIRGEN DE LA MISERICORDIA, VALENCIA. SIGLOS I A.C.-III D.C.
En cuanto al uso de las sepulturas, éstas son
mayoritariamente individuales, aunque se ha constatado una tumba de cista de tégulas con una doble
inhumación realizada al mismo tiempo, y una fosa
que contenía tres individuos en posiciones atípicas
que denotan un descuido y cierta precipitación en la
inhumación.
Se ha documentado, asimismo, la deposición de
huesos de otros individuos acompañando a la inhumación principal. No nos referimos a restos removidos
de otras inhumaciones que frecuentemente aparecen
en las tumbas, sino a huesos expresamente depositados junto al cadáver. Así, en una fosa que contenía
una inhumación infantil, apareció un cráneo de adulto
colocado sobre cantos rodados y orientado en dirección a la inhumación principal. Esta práctica parece
responder al carácter apotropaico del cráneo en cuestión. En otro caso, la cabeza de un esqueleto infantil
descansaba sobre la pelvis de una inhumación anterior cortada a la altura superior de los fémures al
hacer la fosa para sepultar al infante.
OTRAS ESTRUCTURAS
Además de las tumbas, se han localizado otro tipo
de estructuras en el área de la necrópolis. De entre
ellas cabe citar la existencia de depósitos votivos. Se
trata de pequeñas fosas excavadas en la tierra conteniendo diverso material. En una de ellas aparecieron,
fragmentados, varios vasos, ungüentarios cerámicos
fusiformes del Grupo B de Cuadrado (1987: 81-83,
fig. 20), así como una copa de campaniense beoide
(Lamb. 2), lo que nos remite a una cronología de inicios del s. I a.C.
En otra, se recuperaron dos ungüentarios de vidrio,
un ungüentario cerámico piriforme, un askos de pasta
gris, una moneda, varios clavos de hierro y tres conchas con perforación; datada en el cambio de Era.
En una tercera fosa, próxima al bustum, se hallaron restos de dos ánforas fragmentadas y, a pesar de
que no aparecieron los bordes, se pudieron identificar
como de origen bélico y tarraconense. Esta procedencia permite caracterizarlas como contenedoras de
3
aceite y vino respectivamente, productos utilizados
tradicionalmente en los ritos de libación (CUMONT,
1949: 33).
Otras estructuras destacables son dos zanjas/trincheras de 7 x 1,30 m. y 7 x 0,95 m. respectivamente,
con una orientación este-oeste, una al sur y la otra al
norte de la zona excavada. La primera tenía una marcado desnivel descendente en dirección este-oeste,
por el contrario la segunda era prácticamente horizontal. Las dos se encontraban colmatadas de tierra y se
recuperaron materiales numismáticos, faunísticos y
cerámicos muy fragmentados que datan el relleno en
el siglo I d.C. Descartamos que ambas trincheras delimitaran el área cementerial, puesto que las inhumaciones se extendían allende de éstas, y por otro lado,
cortaban y se les superponían enterramientos, con lo
cual tuvieron un único uso. Hasta el momento no
hemos encontrado una interpretación satisfactoria
para estas estructuras pero nos inclinamos a pensar en
el carácter ritual de las mismas.
Por último, en la zona más septentrional de la
necrópolis se halló una estructura subcircular, excavada en el nivel geológico arcilloso, de la que se documentaron más de las 3/4 partes, ya que estaba cortada
en su zona meridional por la fosa de construcción de
un pozo contemporáneo (Fig. 4). Con un diámetro
superficial conservado de 2,80 m., uno inferior de
2,26 m., y con una profundidad de 1 m., aproximadamente. Desde la superficie, los laterales se excavaron
con forma abovedada, descansando en un escalón a
modo de banco corrido, con una anchura de 0,30/0,40
m., y con un alzado hasta la base de 0,45/0,50 m.,
describiendo una sección en forma de hongo. En al
menos tres zonas de la superficie del banco corrido y
equidistantes entre sí, aparecieron restos de ceniza y
pequeños carbones, presentando signos de una fuerte
rubefacción que también afectó, en esos lugares, a la
zona abovedada. La estructura estaba colmatada de
arena, de la que se recuperaron escasísimos fragmentos cerámicos que datan la amortización de la estructura en el siglo I a.C. A falta de un estudio pormenorizado, la identificamos como una estructura (tumba)
para contener deposiciones cinerarias, hipótesis que
tendrá que contrastarse3.
Se documenta una estructura de incineración en la necrópolis de la Edad del Hierro de Pontecagnano, en la Campania, que tiene puntos en
común con la estructura circular de la c/ Virgen de la Misericordia, como la planta, dimensiones, banco corrido y presencia de zonas fuertemente rubefactadas (D'Agostino, 1982: 215-218, figs. 4 y 5). Más cercanas en el tiempo y en el espacio, son las tumbas circulares de incineración n" 54 y 56 aparecidas en la necrópolis de Las Corts en Ampurias (Almagro, 1953: 255-256, figs. 215 y 216 y lám. XV, 3).
189
MIQUEL ROSSELLÓ MESQUIDA; ENRIQUE RUÍZ VAL
Fig. 4: Planta y secciones estructura circular.
CRONOLOGÍA Y COMENTARIOS
El hallazgo de la necrópolis de la C/. Virgen de la
Misericordia ha venido a ampliar sustancialmente el
conocimiento que se tenía sobre las áreas cementeriales de la Valencia romana, especialmente parco en la
etapas Republicana y Altoimperial (RIBERA y
SURIANO, 1987: 159-161).
Es la primera vez que se ha podido excavar una
necrópolis romana en la ciudad de Valencia con la
metodología adecuada, lo que ha permitido extraer
nuevos y precisos datos que vendrán a paliar las
carencias que se tenían sobre el mundo funerario
romano en general y sobre este período histórico en
particular.
Un aspecto a destacar de esta necróplis es el espacio temporal en el uso de la misma. La abundancia de
materiales arqueológicos recuperados ha permitido, a
pesar de que todavía no se ha realizado un estudio en
profundidad, delimitar el uso de la necrópolis desde,
por lo menos, comienzos del s. I a.C. hasta finales del
4
s. III d.C., lo que permitirá ver la evolución del mundo
funerario en la ciudad de Valencia desde época
tardo-rrepublicana hasta comienzos del bajo Imperio4.
Tanto el inicio como el final de utilización del
cementerio se producen en unos siglos en los que
acontecen hechos especialmente conflictivos en la
historia de la ciudad romana de Valentía, ambos relacionados con episodios de destrucción y cambios profundos; nos referimos a la destrucción de la ciudad
por Pompeyo en el año 75 a.C. y la crisis del s. III
d.C., respectivamente.
Por lo que se refiere a la destrucción de Valentía por
las tropas pompeyanas, en los últimos años han salido a
la luz una serie de trabajos relacionados con este aspecto
o con la problemática, más amplia, de la fundación de
Valencia y la existencia de un doble senado municipal
(PENA, 1984; 1989. PEREIRA, 1979; 1987; RIBERA,
1989). La arqueología ha venido a corroborar los testimonios de las fuentes literarias, tanto en el aspecto de
la fundación en el año 138 a.C. como la posterior des-
Agradecemos a Carmen Marín y a Sabina Asins su colaboración en la datación de algunos de los materiales cerámicos y numismáticos,
respectivamente.
190
LA NECRÓPOLIS ROMANA DE LA C/. VIRGEN DE LA MISERICORDIA, VALENCIA. SIGLOS 1 A.C.-III D.C.
trucción en el 75 a.C. de Valentía (RIBERA, 1989:
208-210). Asimismo, tanto los datos arqueológicos
(RiBE-RA, 1989), epigráficos (PEREIRA, 1979) como
numismáticos (PENA, 1986), convergen hacia una serie
de conclusiones que resumiendo son las siguientes:
- la ciudad de Valentía es una fundación ex novo
de soldados licenciados de los ejércitos que
lucharon contra Viriato.
- el estudio de los nomina de los monetales de la
ceca de Valentía, que empezó a emitir poco des
pués de su fundación, ha puesto de manifiesto
su origen itálico y más concretamente de unas
zonas circunscritas al centro de la península itá
lica, el territorio osco-umbro.
- la presencia de estos monetales y otra serie de
datos como que Sertorio encontró sus principa
les adeptos en Hispania preferentemente en las
ciudades con inmigrados itálicos, abogan hacia
el origen itálico de los fundadores de Valentía.
- la ciudad fue destruida en el año 75 a.C. como
consecuencia de la guerras sertorianas y, en
algunos puntos de la ciudad, se documenta un
hiatus de al menos medio siglo, lo que parece
indicar que se produciría un abandono de la
misma hasta la época de Augusto.
- existencia de un doble cuerpo de ciudadanos,
los valentini veterani y los valentini veteres, y
que esta duplicidad responde a la instalación, en
momentos distintos, de dos asentamientos dife
rentes de población.
En cuanto a la cronología y naturaleza de tales
asentamientos, la documentación arqueológica no
permite suponer la presencia de los dos ordines municipales con anterioridad al s. I d.C. ni con posterioridad al s. III d.C. Mayoritariamente se acepta en identificar a los veteres con los itálicos establecidos por
Junio Bruto en el 138 a.C. y a los veterani con una segunda deductio llevada a efecto en el s. I d.C. Sin embargo, ante las evidencias de la destrucción
pompeya-na de la ciudad, se ha planteado la
posibilidad de que los veteres no fueran los
descendientes de los primeros habitantes, pues
habrían sido eliminados o dispersados y la ciudad
arrasada y abandonada, sino que se trataría de gentes
venidas con posterioridad, probablemente en época de
Augusto, y que los veterani habría que relacionarlos
con la instalación de nuevos habitantes durante la fase
expansiva de la ciudad que tiene su inicio a finales del
s. I d.C. (RIBERA, 1989: 210).
Tanto en este aspecto de la destrucción de la ciudad como en el del origen de los fundadores de
Valencia es donde las excavaciones de la necrópolis
de la e/Virgen de la Misericordia han aportado algunos datos de interés.
Por una parte, no parece detectarse una ruptura o
discontinuidad en el uso de la necrópolis, sin embargo, esto deberá ser contrastado con futuras investigaciones en otras áreas cementeriales de la misma época
y por la información proporcionada por las zonas de
habitat, que quizá podrán matizar ese hiatus detectado
en una parte concreta de la ciudad. En este aspecto,
M. J. PENA (1989) cree poco probable un total abandono de la urbe después del episodio sertoriano y que
habría que comprobar que el hiatus se da en todas las
partes de la ciudad ya que la vida urbana pudo quedar
reducida a un sólo barrio y subsistir a niveles mínimos. Asimismo, aduce a la pervivencia del nomen
Sertorius, lo cual parece insinuar una continuidad
entre las dos fases (PENA, 1989: 314).
Pero el aspecto más interesante y en el que queremos incidir especialmente es en la casi exclusividad
del rito utilizado en la necrópolis. Efectivamente, a
pesar del eclecticismo en el rito funerario de los
romanos, se pueden marcar unas tendencias predominantes, según la época, en el uso de uno u otro rito.
Hay que destacar que el rito de la inhumación en la
historia de Roma se ha puesto en relación con las tradiciones funerarias de las gentes de origen itálico. Sin
remontarnos excesivamente en el tiempo y a modo de
resumen, se constata que en la época arcaica fue debido a la influencia de los etruscos occidentales y de los
sabinos, que se mostraban reacios a la incineración
(AuoiN, 1960: 519). Cuando en el siglo V a.C. tomó
pujanza ésta, la inhumación no desapareció, debido al
apego a esta práctica entre el patriciado sabino y
etrusco. Un caso paradigmático es el de la familia
Cornelia que continuó con el ritual inhumador hasta
Sila, primer miembro de esta familia en en ser incinerado ( TURCAN , 1958: 324; AUDIN , 1960: 520;
ABASCAL, 1990: 237). A finales de la República y
comienzos del Imperio, el rito incinerador es el más
aceptado y casi exclusivo. Tan sólo a mediados/finales
del s. I d.C. se produjo una vuelta a las prácticas
inhu-madoras de la mano de ciudadanos de origen
itálico (Toscana y Umbría) que accedieron al senado y
revi-talizaron el viejo rito. Si la vuelta a la práctica
inhu-madora en época Flavia se explica por la
promoción social de gentes originarias de la Italia
central, poste 191
MIQUEL ROSSELLÓ MESQUIDA; ENRIQUE RUÍZ VAL
riormente hay que tener en cuenta el impulso dado
por las provincias orientales del Imperio, que tuvo su
momento álgido en el reinado de Adriano con la
masiva importación de sarcófagos de talleres de la
zona microasiática (TURCAN, 1958: 332-334). No hay
que olvidar tampoco la influencia, a partir del siglo II
d.C., de las religiones orientales y entre ellas el cristianismo. Sólo a partir del siglo IV d.C., al progresar
por todo el Imperio el cristianismo, se impondrá con
claridad el rito de la inhumación, cuando ya hacía
mucho tiempo que éste había sido introducido. Por lo
tanto, el cristianismo sólo fue un elemento más y no
el desencadenante de esta práctica funeraria, pues ya
había una larga tradición inhumadora en el Imperio.
Pensamos que lo temprano de la utilización del rito
inhumador en la necrópolis de la Virgen de la
Misericordia se debe a un factor de tipo "étnico" y
tiene que explicarse en relación con el origen de esta
población. Hay que descartar una influencia indígena,
puesto que los íberos son eminentemente incineradores
y, además, tradicionalmente se ha destacado el escaso
ambiente indígena de Valencia (FLETCHER, 1963: 198;
PENA, 1984: 64; RIBERA, 1989: 208). Asimismo, no
cabe pensar que se trata de una moda, pues ya hemos
visto que en estos momentos lo común entre los romanos es utilizar el rito de la incineración y así se comprueba en zonas cercanas a la ciudad de Valencia,
como Liria (RIVAS et al., 1991), Requena (MARTÍNEZ
VALLE, 1991) o algo más alejadas como en la necrópolis de la Albufereta de Alicante (ROSSER, 1990-91),
por citar algunos de los escasos ejemplos de
cronología altoimperial conocidos y recientemente
documentados.
Vistos los argumentos expuestos, hay que pensar
que la utilización del rito de la inhumación por los
primeros pobladores de la ciudad es fruto de las tradiciones de su lugar de origen, esto es, la zona
centro-itálica, lo que encajaría perfectamente con los
demás datos que hemos mencionado y que convergen
en la misma dirección.
En cuanto al final de la utilización de la necrópolis
contamos con evidencias claras de que éste se produce
a finales del s. III d.C. o principios del IVd.C. Las
tumbas de la última fase de ocupación del área
cementerial, a pesar de que no ofrecen ajuar, se ha
podido determinar su construcción durante el s. III
d.C. (presencia de sigillata clara C, Hayes 50, en la
zanja de construcción de una de las tumbas). Por otro
lado, se documentó una extensa fosa que ocupaba una
192
buena parte de la zona norte y central del solar y que
alteraba los niveles de la necrópolis. La presencia de
esta fosa, que ha podido ser datada a principios del s.
IV d.C., nos está indicando que la necrópolis ya no
está en funcionamiento y ya no se entierra en esta
zona de la ciudad.
El final de la necrópolis de la el Virgen de la
Misericordia, pensamos que debe ponerse en relación
con las alteraciones y profundos cambios que se producen en la ciudad en el bajo Imperio y que han podido ser documentados en varias zonas de Valentía
(BLASCO et ai, en prensa). En estos momentos se
constata una reducción del perímetro urbano, con el
abandono de la zona norte de la ciudad y un repliegue
hacia el sureste. Este abandono de ciertas zonas de
habitat de la ciudad y posterior repliegue o concentración, también tendrá su reflejo en el mundo funerario,
produciéndose un abandono de la necrópolis occidental, quizá demasiado alejada ante la nueva restructuración de la ciudad.
En estos momentos las necesidades estarían cubiertas, por lo que hasta hoy conocemos, por la necrópolis de La Boatella, que parece que comienza a funcionar a principios del s. III d.C. (SURIANO, 1989:
407) y quizá también por la necrópolis del Portal de
Rucafa (LLORCA,1962). La Boatella, situada en una
zona próxima a la Vía Augusta (c/ de San Vicente
Mártir), se encuentra más cercana a la zona de habitat
y orientada hacia ese repliegue urbano.
Con todo, a finales del s. IV d.C. o principios del V
d.C., y de la mano de la ideología cristiana, el paisaje
funerario cambiará radicalmente con la instalación de
cementerios en el interior del núcleo urbano (FÉVRIER,
1974; GARCÍA MORENO, 1977-78), claro factor de perturbación del esquema clásico de la ciudad.
M. Roselló.
E. Ruiz.
S.I.A.M.
Plaza de Maguncia, 1.
46007-Valencia
BIBLIOGRAFÍA
ABASCAL, J.
M.; 1991: "La muerte en Roma: fuentes, legislación y
evidencias arqueológicas", en D. Vaquerizo Gil (Coord.),
Arqueología de la muerte: metodología y perspectivas
actuales. Fons Mellaría. Curso de Verano, Fuenteobejuna,
1990. Córdoba, pp. 205-245.
ALMAGRO, M.; 1953: Las necrópolis de Ampurias. Vol. I. Barcelona.
LA NECRÓPOLIS ROMANA DE LA C/. VIRGEN DE LA MISERICORDIA, VALENCIA. SIGLOS I A.C.-III D.C.
AUDIN,
A.; 1960: "Inhumation et incineration", Latomus, XIX.
Bruselas, pp. 312-322-518-532.
y PUYA, M.; 1986:
"Rituals funeraris a la necrópolis romana de Carmena
(Sevilla)", Cota Zero, 2. Vic, pp. 53-61.
de Arte y Arqueología,
Valladolid, pp. 93-160.
XXXIV-XXXV.
BELÉN, M.; GIL, S.; HERNÁNDEZ, G.; LINEROS, R.
PENA,
M. J.; 1984: "Apuntes y observaciones sobre las primeras
fundaciones romanas en Hispania", Estudios de la
Antigüedad, 1. Barcelona, pp. 49-85.
BLASCO,
PENA ,
M. J.; 1986:"Los magistrados monetales de Valentía",
Saguntum, 20. Valencia, pp. 151-164.
PENA,
M. J.; 1989: "Consideraciones sobre el estatuto jurídico de
Valentía", Saguntum, 22. Valencia, pp. 303-317.
J.; ESCRIVÁ, V; RIBERA, A. y SORIANO, R.; (en prensa):
"Estat actual de la investigació arqueológica de l'Antigüitat
tardana a la ciutat de Valencia", /// Reunió d'Arqueología
Cristiana Hispánica, 12-17 setembre de 1988. Maó.
CUADRADO,
E.; 1987: La necrópolis Ibérica de "El Cigarralejo"
(Muía, Murcia). Bibliotheca Praestorica Hispana, vol XXIII.
Madrid.
CUMONT, E;
1949: Lux Perpetua. París.
D'AGOSTINO,
B.; 1982: "L'ideologia funeraria nell'Eta del Ferro in
Campania: Pontecagnano. Nascita di un potere di funzione
stabile", en G. Gnoli y J.P. Vernant (Dir.), La mort, les morís
dans les sociétés anciennes. The University Press,
Cambridge, pp. 202-222.
DENEAUVE, J.;
1974: Lampes de Carthage. Ed. CNRS. París.
FÉVRIER, P.A.;
1974: "Permanence et Héritages de l'Antiquité dans
la topographie des villes de l'Occident durant le Haut
Moyen Age", Settimane de studio del centro italiano di
studi sull'Alto Medioevo, XXI. Spoleto, pp. 41-284.
FLETCHER,
D.; 1963: "Consideraciones sobre la fundación de
Valencia", Archivo de Prehistoria Levantina, X. Valencia,
pp. 193-206.
S.; 1965: "Les sépultures a inhumation du III1' au XIII'
siécle de notre Ere dans la Basse Vallée du Rhone", Cahiers
Rhodaniens, XII. Bordighera, pp. 53-110.
PEREIRA,
G.; 1979: "Inscripciones Romanas de Valentía", Serie de
Trabajos Varios del Servicio de Investigación Prehistórica,
64. Valencia.
PEREIRA,
G.; 1987: "Valentini veterani et veteres. Una nota". Archivo de Prehistoria Levantina, XVII. Valencia, pp.
337-340.
QUESADA, E;
1991: "Muerte y ritual funerario en la Grecia antigua:
una introducción a los aspectos arqueológicos", en D.
Vaquerizo Gil (Coord.), Arqueología de la muerte: metodología y perspectivas actuales, Fons Mellaría. Curso de
Verano, Fuenteobejuna, 1990. Córdoba, pp. 39-114.
RIBERA,
A.; 1987: "Avance al estudio del Foro de Valentía", Los
Foros Romanos de las Provincias Occidentales. Madrid, pp.
113-120.
RIBERA,
A.; 1989: "Domingo Fletcher y la fundación de Valencia",
Archivo de Prehistoria Levantina, XIX. Valencia, pp.
205-21I.
GAGNIÉRE,
RIBERA ,
GARCÍA MORENO, L.A.;
RIVAS, L.; ARIAS, J.M.
GARLAND, R.;
ROSSER, P.;
1977-78: "La cristianización de la topografía de las ciudades de la península Ibérica durante la Antigüedad tardía", Archivo Español de Arqueología, pp. 50-51.
Madrid, pp. 311-321.
1985: The Greek way ofDeath. Londres. ISINGS,
C.; 1957: Román Glass from Dated Finas. Groningen.
LLORCA,
J.; 1962: "Hallazgo de una necrópolis romana en el antiguo Portal de Rúcala", Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia, 1. Valencia, pp. 111-115.
MARTÍNEZ VALLE,
A.; 1991: "Una inscripción funeraria hallada en
La Calerilla (Hortunas, Requena)", Saguntum, 24. Valencia,
pp. 167-172.
PALOL, P.
de; 1969: "La necrópolis de San Miguel de Arroyo y los
broches hispanurromanos del s. IV". Boletín del Seminario
A. y SORIANO, R.; 1987: "Enterramientos de la Antigüedad tardía en Valentía", Lucentum, VI. Alicante, pp.
139-164.
y MARTÍNEZ, E; 1991: "Nuevas aportaciones
en torno a la arquitectura funeraria romana: el edificio n° 2
de la necrópolis de Llíria (Valencia)", Lauro, 5. Llíria, pp.
159-171.
1990-91: "La necrópolis romana alto-imperial del 'Par-
que de las Naciones' (Albufereta, Alicante): Estudio de alguno
de sus materiales", Lucentum, IX-X. Alicante, pp. 85-101.
SORIANO, R.;
1989: "La necrópolis de la Boatella: elementos para
su cronología", Saguntum, 22. Valencia, pp. 393-411.
TARRADELL, M.;
1962: "Valencia ciudad romana: estado actual de
los problemas", Papeles del Laboratorio de Arqueología de
Valencia, 1. Valencia, pp. 5-34.
TURCAN,
R.; 1958: "Orígenes et sens de l'inhumation a l'époque
Impériale", Revue d'...Hules Anciennes, LX, pp. 323-347.
193
Descargar