09 Mitología Ciencia O V - SILADIN Oriente

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LECTURAS DE BIO-II, 1ª UNIDAD, 2006-07.
La Mitología de la Ciencia: Generación Espontánea por Bert Thompson, Ph.D.
INTRODUCCIÓN
Tales de Mileto creía en esto. Aristóteles creía en esto. Descartes creía en esto. Charles Darwin y
Thomas Huxley creían en esto. A.I. Oparin, Julian Huxley, George G. Simpson, Theodosius
Dobzhansky, Isaac Asimov, Harlow Shapley, Linus Pauling, Loren Eiseley, y Stephen J. Gould
creían en esto. George Wald, John Tyler Bonner, Stanley Miller, Sidney Fox, Francisco J. Ayala,
Ernst Mayr, Preston Cloud, Francis Crick, y James Watson creían en esto.
¿Qué es “esto”? “Esto” es la generación espontánea—el concepto que ha llegado a ser la piedra
angular de la teoría de la evolución. Pero ¿qué es la generación espontánea? John N. Moore de la
Universidad del Estado de Michigan sugirió:
La abiogénesis es un sinónimo de la generación espontánea; es decir, la abiogénesis significa que
la vida viene de la materia no-viviente. Términos similares han sido usados para referirse a la
generación espontánea de la vida en el nivel sub-microscópico, tales como la neobiogénesis, la
biopoiesis, y la eobiogénesis. El usar diferentes nombres para la generación espontánea solo
añade a la confusión, no al entendimiento. Biogénesis significa que la vida viene de la materia
viviente. En contraste a la generación espontánea, la ley de la biogénesis es una ley de la biología
completamente documentada (1976, p. 65).
En otras palabras, la generación espontánea es un proceso natural por el cual la materia noviviente da origen a lo que es viviente.
¿POR QUÉ ALGUNOS CIENTÍFICOS CREEN EN LA GENERACIÓN ESPONTÁNEA?
Generalmente, los científicos que creen en la generación espontánea lo hacen porque han
aceptado la evolución orgánica, y por tanto no tienen elección en este asunto. Como Isaac Asimov
una vez dijo: “Después de todo, por el simple hecho de que estamos aquí nosotros estamos
forzados a suponer que una vez en un tiempo a lo menos un caso de generación espontánea
tomó lugar (suponiendo, además, que el uno elimina la consideración de la creación sobrenatural)”
(1972, p. 1191, énfasis añadido; paréntesis comentado en original). George Wald de Harvard
confirmó esto cuando escribió:
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El punto de vista razonable fue creer en la generación espontánea; la única alternativa para creer
en un acto único y principal de creación sobrenatural. No existe tercera alternativa. Por esta
razón, muchos científicos de un siglo atrás escogieron considerar la creencia de la generación
espontánea como una necesidad filosófica (1954, pp. 45-53, énfasis añadido).
En un comentario posterior, el Dr. Wald comentó: “La única alternativa para alguna forma
espontánea es una creencia en la creación sobrenatural” (1958, p. 100).
Pero ¿por qué los científicos de un siglo atrás escogieron creer en la generación espontánea? Sin
duda su decisión fue debida al factor de que esto les permitía aceptar la evolución Darvinista.
Incluso Darwin mismo creía en la generación espontánea. Él escribió:
Aunque hasta la fecha no tiene ninguna evidencia digna de algo, en mi opinión, estando
adelantado en favor de algo viviente siendo desarrollado de la materia inorgánica, todavía no
puedo evitar creer en la posibilidad de que esto será probado algún día en concordancia con la ley
de la continuidad (como citado en Francis Darwin, 1903, 2:171).
Darwin, también, se dio cuenta de que no tenía elección. O debía aceptar la generación
espontánea, o aceptar la creación especial.
¿ES LA CREENCIA DE LA GENERACIÓN ESPONTÁNEA POPULAR HOY EN DÍA?
¿Es la generación espontánea una creencia común entre los científicos de hoy? Lo es si estos
científicos son evolucionistas. Como Harold Blum remarcó: “El hecho de que la vida fue ‘generada
espontáneamente’ de la materia no-viviente en algún tiempo en el pasado muy remoto, y que este
proceso no ha sido repetido por un tiempo largo, son dos dogmas básicos aceptados por la gran
mayoría de biólogos” (1957, p. 251).
En la Convocación del Centenario de Darwin en 1959 en la Universidad de Chicago, el
participante Hans Gaffron dijo: “Es el clima general de pensamiento que ha creado una creencia
inquebrantable entre los bioquímicos de que la evolución de la vida de la materia inanimada es un
asunto claro” (1960, p. 46). Harlow Shapley comentó: “la suposición deque la vida se originó de la
materia no-viviente debe ser hecha por el científico moderno si él cree que la pregunta ‘¿qué es la
vida?’ pertenece a las ciencias naturales en absoluto” (1960, 3:75, énfasis añadido).
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¿ESTÁ
LA
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CREENCIA EN LA GENERACIÓN ESPONTÁNEA
CIENTÍFICAMENTE
JUSTIFICADA?
¿No es todo esto un poco extraño? Después de todo, la controversia sobre la generación
espontánea se suponía que había sido establecida hace mucho tiempo atrás. Francesco Redi, en
el siglo XVII, realizó experimentos clásicos desaprobando el concepto falso de la generación
espontánea que fue tan común en su tiempo. Lazzaro Spallanzani y Louis Pasteur, en el siglo
XVIII, también realizaron experimentos importantes desaprobando el concepto de la generación
espontánea. De hecho, el Dr. Pasteur, en su discurso de victoria a la Academia Francesa de
Ciencias, declaró, en parte: “La teoría de la generación espontánea nunca se recuperará del golpe
mortal dado por este experimento sencillo”. Y, cuando es visto honestamente, ¡la teoría nunca se
recuperó!
Después de Pasteur, científicos de reputación descartaron la idea de que la materia no-viviente da
origen a los organismos vivientes. Las semillas de trigo y trozos de queso no dan origen a ratones
bebés; comida descompuesta no da origen a gusanos; y gotas de rocío no dan origen a
luciérnagas. La generación espontánea, hasta donde la ciencia experimental está concernida, ha
sido desaprobada. Los evolucionistas Green y Goldberger lo declararon en esta manera:
Existe un paso [en la evolución—BT] que supera mucho a los otros en enormidad: el paso de las
macromoléculas a las células. Todos los otros pasos pueden ser relatados sobre bases teóricas—
si no correctamente, a lo menos elegantemente. No obstante, la transición de la macromolécula a
la célula es un salto de dimensiones fantásticas, que yace más allá del alcance de la hipótesis
probable. En esta área, todo es conjetura. Los hechos disponibles no proveen una base para la
postulación de que las células surgieron sobre este planeta. No se quiere decir que algunas
fuerzas parafísicas no estuvieron trabajando. Nosotros simplemente deseamos señalar que no
existe evidencia científica (1967, pp. 406-407, énfasis añadido).
La confesión es que no existe evidencia de la ciencia experimental para justificar la creencia de la
generación espontánea. Sino que, como Gaffron admitió:
Un científico natural que quiere estudiar este proceso evolutivo no tiene elección sino comenzar y
continuar de la suposición de que lo viviente vino de lo no-viviente. Esto, a pesar de los hechos
que están delante de sus narices—toda la vida alrededor de él—es tan fantásticamente
complejo que es duro para él creer que esto realmente pasó (1960, 1:46, énfasis añadido).
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Cuando el Dr. Wald escribió algunos años atrás un artículo sobre el origen de la vida para el
Scientific American, hizo los siguientes comentarios:
Los biólogos más modernos, habiendo examinado con satisfacción la caída de la hipótesis de la
generación espontánea, todavía indispuestos para aceptar la creencia alternativa en la creación
especial, son dejados sin nada... Hacer un organismo demanda las sustancias correctas en las
proporciones correctas y el arreglo correcto. Nosotros no pensamos que algo más se necesite—
pero eso es problema suficiente. Uno solamente tiene que contemplar la magnitud de esta tarea
para conceder que la generación espontánea del organismo viviente es imposible. Aunque
nosotros estamos aquí—como un resultado, yo creo, de la generación espontánea (1954, pp. 4553, énfasis añadido).
Aun cuando según los hechos reales de la ciencia experimental “la generación espontánea de un
organismo viviente es imposible”, los científicos evolucionistas continuaban abogando y
defendiendo el concepto.
LA MITOLOGÍA DE LA CIENCIA: GENERACIÓN ESPONTÁNEA
¿Cómo pudieron los defensores de la idea de la generación espontánea, muerta hace mucho
tiempo, continuar defendiendo tal concepto? Ellos simplemente usaron un pequeño “abracadabra
científico” para sugerir que la generación espontánea es imposible solamente en el sistema del
tiempo presente, pero que ésta fue posible hace mucho tiempo. Como Louis Levine comentó:
“El origen postulado de la materia viviente supone el suceso de la evolución química” (1963, p.
106). Respondiendo a la pregunta de cómo la generación espontánea fue posible en el pasado,
pero no ahora, la respuesta dada usualmente fue algo como esto:
La respuesta general es que las condiciones que una vez hicieron posible la generación
espontánea de vida no existen más... Lo cierto es que, (no es probable que) la cadena exacta de
las reacciones moleculares de las cuales la vida surgió al principio alguna vez (otra vez) serán
establecidas. En la naturaleza de las cosas, la “prueba” será por siempre imposible (Blum, 1957, p.
251, paréntesis en original).
El argumento fue que aunque la generación espontánea no está ocurriendo ahora, ¿quién puede
decir que ésta no pasó hace mucho tiempo atrás cuando las condiciones sobre la Tierra puedan
haber sido bastante diferentes? El fallecido Don Fred Hoyle, eminente astrofísico británico, clavó
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una espina en el costado de los evolucionistas (de los cuales él fue uno) cuando declaró sobre
este asunto:
El asunto del origen de la vida de la materia inanimada fue acogido otra vez por los físicos,
químicos y biólogos en las primeras pocas décadas del siglo presente. La necesidad de una
aproximación empírica dentro del alcance de la ciencia moderna es bien reconocida, aunque una
gran parte del mito y misterio que ha penetrado las actitudes religiosas y filosóficas de las
épocas más tempranas está presente en las respuestas científicas contemporáneas que han
sido propuestas... La generación espontánea “mística” ha sido concedida implícitamente
para la formación inicial de un sistema biológico de la materia inorgánica... Es incierto que
cualquier cosa, como las condiciones que fueron simuladas en el laboratorio, existiera en absoluto
en un Tierra primitiva, o que ocurriera por tiempos suficientemente extensos y en regiones
suficientemente extendidas de la superficie de la Tierra como para producir concentraciones
suficientemente grandes de bioquímicos requeridos para el comienzo de la vida. Aceptando la
“teoría de la sopa primitiva” del origen de la vida los científicos han reemplazado
igualmente los misterios religiosos que envolvían esta pregunta con doctrinas científicas
misteriosas. Las doctrinas científicas implicadas son exactamente tan inaccesibles a la
aproximación científica (1978, pp. 24,26, énfasis añadido).
El antropólogo evolucionista Loren Eiseley evaluó el asunto en su texto clásico, The Immense
Journey (El Viaje Inmenso), cuando escribió:
Con el fallo de estos muchos esfuerzos, la ciencia fue dejada en la posición un tanto vergonzosa
de tener que postular teorías de los orígenes de la vida que no podía demostrar. Después de
haber regañado al teólogo por su dependencia en el mito y el milagro, la ciencia se
encontró a sí misma en la posición indeseable de tener que crear una mitología para sí
misma: para nombrarla, la suposición de lo que, después de gran esfuerzo, no se pudo probar
que sucede hoy, tuvo, en verdad, que tomar lugar en el pasado primitivo (1957, pp. 201-202,
énfasis añadido).
Ahora, ¿quién es el que está cargado con un mito? ¿Quién es el que está “fuera de la
observación y experimentación empírica”? Quizá Fuller y Tippo estuvieron en lo correcto cuando
escribieron:
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La evidencia de aquellos que explicarían el origen de la vida sobre la base de la combinación
accidental de elementos químicos adecuados no es más tangible que la de aquella gente que
pone su fe en la Creación Divina como la explicación del desarrollo de la vida. Obviamente los
últimos tienen tanta justificación para su creencia como tienen los primeros (1961, p. 25,
énfasis añadido).
Repentinamente, el método científico se encontró a sí mismo cara a cara con la Creación Divina—
y no hubo nada que algún científico pudiera hacer para prevenirlo.
Eiseley reconoció que la creencia de los evolucionistas en la generación espontánea no está
basada en la evidencia científica.
Sin embargo, uno sí observa ocasionalmente la tendencia del primer libro de texto de biología de
llevar al lector incauto por un retozo, un brinco, y un salto del pequeño estanque húmedo o del
crisol químico benefactor del mar, hasta el mundo inferior de la vida con tal firmeza y rapidez que
es fácil suponer que no existe misterio en absoluto en cuanto a este asunto, o, si existe, es muy
pequeño. Esta actitud en efecto ha sido criticada por el distinguido biólogo británico Woodger,
quien remarcó algunos años atrás: “Los compuestos orgánicos inestables y los corpúsculos de
clorofila no persisten o llegan a existir en la naturaleza por su propia cuenta en el tiempo presente,
y consecuentemente es necesario postular esas condiciones donde una vez tales cosas como
estas sí pasaron aunque y a pesar del hecho de que nuestro conocimiento de la naturaleza
no nos da ninguna garantía para hacer tal suposición... Es simplemente dogmatismo—el
aseverar que lo que se quiere creer sí pasó realmente” (1957, pp. 199,200, énfasis añadido).
En cualquier otra área, tales confesiones serían equivalentes al fracaso. Pero no en la evolución.
Como Marshall y Sandra Hall remarcaron en The Truth: God or Evolution? (La Verdad: ¿Dios o la
Evolución?):
Los científicos evolucionistas están dispuestos a torcer las leyes naturales, fabricar teorías
abstrusas e imposibles, ir a cualquier altura para negar a Dios y mirar que todos los demás lo
hagan, para que así nosotros podamos tener un mundo absurdo donde ellos puedan funcionar ya
que son gente absurda. Ellos dicen que la generación espontánea tuvo que pasar. No tiene que
pasar. No pasa. No pasará. No puede pasar. Pero ellos dicen que pasó (1974, p. 21, énfasis en
original).
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Luego, casi con ocurrencia posterior, Marshall y Sandra Hall añadieron: “No es fácil derrocar una
creencia, por tan absurda y dañina que pueda ser, la cual su civilización la ha promulgado como la
verdad científica para la parte principal del siglo” (1974, p. 74).
CONCLUSIÓN
Parece, de toda evidencia disponible, que la mitología actual de la ciencia es la superstición de
que la generación espontánea puede ocurrir, y de hecho, ha ocurrido—cuando toda la evidencia
científica disponible demuestra que este no es el caso. Harry Rimmer llamó la atención de esta
gente tan temprano como en 1935.
No existe vida sin antecedentes vitales. Es tal vez desperdicio de su tiempo, así de firme es la ley
establecida, pero nos trae cara a cara con el enigma de los orígenes vitales: porque si la vida solo
viene de la vida, ¿de dónde vino la primera vida? Ciertamente no sabemos nada de su naturaleza
y origen que ha sido o puede ser establecido por lo que podemos llamar demostración científica
verdadera (1935, pp. 72-73).
Las palabras del Dr. Rimmer son tan verdaderas hoy como lo fueron cuando las escribió en la
década de 1930. El Profesor L. Victor Cleveland estuvo de acuerdo de todo corazón cuando
escribió: “Hasta ahora como todos los científicos en la tierra pueden probar, no existe tal cosa
como la generación espontánea, o abiogénesis—la vida debe venir de vida antecedente. La vida
produce vida del mismo género, sea que mire al protozoario o a los elefantes” (como citado en
Meldau, 1959, p. 94, énfasis añadido). En el libro, 100 Great Scientists (100 Científicos Famosos),
puede ser encontrado el siguiente enunciado: “Para los biólogos de hoy en día, con su
conocimiento extenso de la complejidad fisicoquímica intrincada de la célula viva, el
aparecimiento repentino y espontáneo de incluso un organismo vivo simple, es
inconcebible...” (vea Greene, 1964, p. 126, énfasis añadido). R.E. Dickerson, escribiendo en
Scientific American, tal vez expresó los mejores puntos de vista de los evolucionistas
concernientes a la relación entre la ciencia y la generación espontánea cuando observó: “La
evolución de la maquinaria genética es el paso por el cual no existe modelos de laboratorio; por
eso uno puede especular interminablemente, sin trabas de los hechos inconvenientes”
(1978, 239[3]:85, énfasis añadido).
Parece que hasta donde el origen de la vida y la evolución están concernidos, eso es lo que
exactamente hemos logrado—especulación interminable sin trabas de los hechos inconvenientes.
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Y como un resultado (y tan difícil como pueda ser el creerlo), la ciencia ahora tiene una mitología
del todo suya.
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REFERENCIAS
Asimov, Isaac (1972), Isaac Asimov’s Biographical Encyclopedia of Science and Technology (New
York: Avon Books).
Blum, Harold (1957), Scientific Monthly, November.
Darwin, Francis, ed. (1903), More Letters of Charles Darwin (New York: Appleton, Century, Crofts).
Dickerson, R.E. (1978), “Chemical Evolution and the Origin of Life,” Scientific American, 239[3]:7087, September.
Eiseley, Loren (1957), The Immense Journey (New York: Random House).
Fuller, Harry J. and Oswald Tippo (1961), College Botany (New York: Holt, Rinehart, Winston).
Gaffron, Hans (1960), “The Origin of Life,” The Evolution of Life (volume one of Evolution After
Darwin), ed. Sol Tax (Chicago, IL: University of Chicago Press).
Green, D.E. and R.F. Goldberger (1967), Molecular Insights into the Living Process (New York:
Academic Press).
Greene, Jay E., ed. (1964), 100 Great Scientists (New York: Simon and Schuster).
Hall, Marshall and Sandra (1974), The Truth: God or Evolution? (Grand Rapids, MI: Baker).
Hoyle, Fred (1978), Lifecloud (New York: Harper & Row).
Levine, Louis (1963), Review Notes in Biology (New York: Monarch Press.
Meldau, John F. (1959), Why We Believe in Creation, Not in Evolution (Denver, CO: Christian
Victory Publishing Co.).
Moore, John N. (1976), Questions and Answers on Creation/Evolution (Grand Rapids, MI: Baker).
Rimmer, Harry (1935), The Theory of Evolution and the Facts of Science (Grand Rapids, MI:
Eerdmans).
Shapley, Harlow (1960), “Panel One: The Origin of Life,” Issues in Evolution (volume three of
Evolution After Darwin), ed. Sol Tax (Chicago, IL: University of Chicago Press).
Wald, George (1954), “The Origin of Life,” Scientific American, August.
Wald, George (1958), Scientific American, September.
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