GRANDES TEMAS DEL CONSTITUCIONALISMO PERUANO DEL

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GRANDES TEMAS DEL CONSTITUCIONALISMO PERUANO DEL SIGLO
XX
Patrocinio L. Correa Noriega
SUMARIO:
106 Crisis del Constitucionalismo Clásico.- 107. Emergencia de la Clase
Obrera e Influencia Política del Sindicalismo en el Advenimiento del
constitucionalismo social.- 108. El Movimiento Pro Indigenista y las
Reivindicaciones Campesinas.- 109. La Clase Media y sus Luchas por
Prestaciones Estatales.- 110. El Movimiento Estudiantil y la Reforma
Universitaria.- 111. La Profundización del Capitalismo Dependiente y las
Dictaduras.- 112. Nuevas Corrientes Políticas y la Lucha por Ampliar los
Espacios Democráticos.- 113. Los Movimientos Armados y las Reformas
del General Velasco.- 114. Retorno a la Democracia Formal y la Violencia
Subversiva.- 115. Reducción del Aparato Estatal, Fomento de la Iniciativa
Privada y Recorte de los Derechos Laborales.
106. CRISIS DEL CONSTITUCIONALISMO CLÁSICO:
El constitucionalismo clásico llegó al Perú en 1780. Se
manifestó
concretamente en el sustento ideológico de la revolución de Túpac Amaru II.
Estuvo presente en liberalismo de la Constitución de Cádiz de 1812; en el
espíritu separatista del Reglamento Provisional y en la intencionalidad
organizativa del Estatuto Provisional, ambos documentos dictados por San
Martín en 1821.
El constitucionalismo clásico se materializó igualmente en las Bases de la
Constitución de la República, diseñadas por el primer Congreso Constituyente
peruano en 1822; en las dispositivos legales de la Confederación PeruanoBoliviana; en los estatutos provisorios de 1855 y 1879, así como en las 8
constituciones políticas que tuvimos a lo largo siglo XIX y los 20 primeros años
de la centuria siguiente.
¿Cuál fue el aporte del constitucionalismo clásico al desarrollo de nuestra
nacionalidad?. La respuesta es sencilla. El constitucionalismo clásico fue el
sustento de independización respecto de España. Nos ayudó a fundar la
República, distribuir funcional y territorialmente el poder, elegir nuestras
autoridades, elaborar las leyes que necesitábamos, tener gobierno propio, ser
formalmente soberanos,
independientes, libres para autodeterminarnos,
iguales en derechos y aptos para la búsqueda del bien común.
Sin embargo, el constitucionalismo clásico nos dejó también grandes
decepciones: Un Estado sin proyecto nacional, una República carente de
institucionalidad democrática, anarquía política, caudillismo, anomia social,
burocracia inoperante, lentitud administrativa y corrupción en la función pública.
Tuvimos, además, desorden financiero, precariedad monetaria, estancamiento
generalizado y pobreza fiscal. De otro lado, hubo elecciones fraudulentas,
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presidentes usurpadores, parlamentos poco representativos y venalidad en la
administración de justicia. Se hizo varias constituciones, pero muy poca
constitucionalidad; se elaboró numerosas leyes, sin embargo hubo un
insignificante margen de legalidad.
En otras palabras, las libertades y derechos figuraban en el papel. En la vida
práctica, la servidumbre continuó predominando con todo su vigor de antaño.
Las declaraciones de San Martín y Bolívar, los ideales democráticos, la
voluntad popular, el bienestar general y la justicia social, nunca llegaron a las
masas nativas de la Amazonía, ni a la indiada de las cordilleras, ni a las
poblaciones cholas o morenas de los valles costaneros.
Surgió el bandolerismo antigamonalista; las sublevaciones campesinas, contra
el trabajo gratuito y el tributo personal de los indios, se intentó tomar las tierras
agrarias y ganaderas. De otro lado, el anarcosindicalismo pugnó por la
conquista de la jornada laboral de ocho horas y otros derechos para los
trabajadores. Por su parte, los estudiantes salieron a tomar las calles, en
grandes manifestaciones por la reforma universitaria. La clase media luchó por
alcanzar las prestaciones estatales, en tanto que la intelectualidad se levantó
con actitud regeneradora, en busca de las reformas sociales y del desarrollo
integral del país.
Era evidente que no bastaban los catálogos constitucionales de derechos
individuales. A todas luces resultaba insuficiente tenerlos en el papel y
fundamentarlos doctrinariamente.. Se debía buscar los mecanismos de su
efectiva implementación. Había que pasar del teoricismo filosófico, a la
práctica real en el terreno de los hechos sociales, económicos, políticos y
culturales.
Por esos años se empezó hablar de refundación de la República, de segunda
independencia, de tempestad revolucionaria, de resurgimiento andino, así
como de la necesidad urgente de renovar y regenerar a la patria.
No solamente estábamos frente a un nuevo siglo. Nos hallábamos frente a
nuevas circunstancias, a nuevos apremios, necesidades y exigencias. En este
contexto resultaba pálido e impotente, el otrora poderoso e influyente
constitucionalismo clásico. Se tenía la imperiosa obligación de colectivizar las
ideas, socializar el pensamiento y generalizar la acción organizada de las
masas. Había que remodelar el ordenamiento jurídico nacional, adoptar otras
normas constitucionales, legislativas y reglamentarias. En suma, el Estado,
sino quería colapsar, tenía que variar sus actitudes para con la nación y el
ciudadano.
107. EMERGENCIA DE LA CLASE OBRERA E INFLUENCIA POLÍTICA DEL
SINDICALISMO EN EL ADVENIMIENTO DEL CONSTITUCIONALISMO
SOCIAL:
Con el nuevo siglo llegó la industrialización capitalista; y con ésta, vino el
trabajo asalariado y, por supuesto, un crecido número de obreros.
Estos obreros, como decía Marx, eran hombres formalmente libres. Podían
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cambiar de patrón, de centro de trabajo y hasta de lugar de residencia; pero
como carecían, por completo, de bienes materiales, estaban obligados a
vender su fuerza de trabajo, como simple mercancía, a cambio de un precio
irrisorio denominado salario.
En realidad, situación de los trabajadores asalariados era peor que la de sus
antecesores históricos, los esclavos y los siervos. El esclavo de la antigüedad
tenía, al menos, alimento, casa y los cuidados elementales de su amo. El
siervo feudal del medioevo, gozaba, aunque sea simbólicamente, de la
protección de su señor. La vida del obrero, en cambio, solamente dependía del
día trabajado. Esa era la fluente exclusiva de su existencia personal y familiar.
En el Perú, los obreros son, fundamentalmente, ex campesinos desplazados de
sus tierras de origen, por la absoluta falta de oportunidades de realización.
Los obreros se incorporaron como clase al movimiento social de la nación, a
finales del siglo XIX y principios del XX. Estuvieron desprovistos de toda
protección por parte del Estado. Trabajaban de doce a catorce horas diarias,
sin descanso dominical ni vacaciones. Su salario era el que buenamente
decidiera pagarles el patrón. Se desconocía la higiene y la seguridad industrial.
No había ley que los protegiera contra los accidentes de trabajo. No tenían
estabilidad laboral, participación de utilidades en la empresa, compensación
por tiempo de servicio, ni tan siquiera derecho a reclamar de los abusos que
con harta frecuencia soportaban..
Los
obreros estaban considerados como simples piezas del aparato
productivo. En caso de ancianidad, accidentes, enfermedades o muerte,
fríamente se procedía a descartarlos, mediante la sustitución y el subsiguiente
olvido definitivo. Los ancianos, viudas, huérfanos e inválidos, debían trabajar,
de cualquier manera o, sencillamente, desaparecer. No existía otra alternativa.
Las primeras organizaciones obreras fueron las benéficas sociedades de
auxilios mutuos, cuyos piadosos fines eran enterrar los muertos de las familias
indigentes, y curar a los enfermos extremadamente graves. Mas como éstos
eran problemas de nunca acabar, estas caritativas instituciones adoptaron
nuevos fines y formas de trabajo social; de esta manera, queriéndolo o no,
evolucionaron al sindicalismo anarquista primero y, años más tarde, al
sindicalismo clasista.
El Perú de los albores del siglo XX, tenía ocho constituciones políticas y
apreciable cantidad de garantías individuales. Todas ellas inspiradas en el
humanismo liberal y justiciero del siglo de las luces. Ninguna, empero, valió
para los obreros, cuyas condiciones de vida eran francamente míseras e
infrahumanas.
El Estado estaba imperativamente obligado a otorgarles efectiva protección
personal, familiar y social, pero los gobernantes de turno, al parecer. no se
daban cuenta de ello.
Nada llegó de por sí. Las heroicas luchas directas de los trabajadores, trajeron
las conquistas laborales que hoy conocemos. El abnegado sacrificio, la sangre
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y la vida de los numerosos mártires sindicales, fueron semillas fecundas que
germinaron, florecieron y fructificaron en diversos dispositivos legales y
constitucionales.
108. EL MOVIMIENTO PROINDIGENISTA Y LAS REIVINDICACIONES
CAMPESINAS:
El siglo XX trajo consigo la expansión de las operaciones capitalistas, inglesas
y norteamericanas, en las zonas rurales de América Latina y, naturalmente, en
las del Perú.
En el campo peruano, estas operaciones mercantilistas escogieron como
objetivos estratégicos de inversión, los yacimientos mineros, los pastizales
ganaderos y el acopio de lanas, en las alturas andinas; los bosques de
caucho, en la llanura amazónica; y en la costa, las plantaciones de Caña de
azúcar, algodón, vid, olivo, etc,
El Estado, por su parte, tuvo que empeñarse en la ampliación de la red
ferroviaria, la construcción de caminos y carreteras, así como en la habilitación
de establecimientos portuarios y aeroportuarios en todo el país, para mejorar la
infraestructura vial existente y, de esta forma, intensificar la productividad y el
intercambio comercial.
Este proceso de modernización capitalista, se vio, sin embargo, groseramente
dificultado por el sistema feudal de la propiedad terrateniente, que concentraba
las tierras en poder de un reducido grupo de gamonales, quines para
explotarlas, mantenían como siervos de gleba, a millones de hombres y
mujeres del campo.
Los campesinos permanecían sometidos al régimen de trabajos gratuitos, al
analfabetismo, a la pobreza extrema y al olvido por parte de la República, muy
a pesar de la centenaria proclamación de la independencia nacional, y la
vigencia, por lo menos, de ocho constituciones políticas formales, pletóricas de
derechos y libertades individuales.
El campesinado respondió de diversas maneras:
•
Sublevaciones milenaristas, que buscaban destruir la opresión
tradicional de los indios y restaurar el antiguo esplendor de la raza
aborigen, Dentro de estos movimientos se puede señalar, en un primer
momero, a la rebelión de Juan Bustamenate (1867-1868); en un
segundo, la rebelión de Rumi-Maqui (1915-1917) y la gran rebelión de
todo el Sur peruano (1920-1923).
•
Hubo también movimientos antifiscales, en contra del tributo personal
de seis soles que, anualmente, se les obligaba pagar a los indios. En
este contexto puede mencionarse a la sublevación de Pedro Pablo
Atusparia en Huaraz (1885), entre otros.
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•
A partir de la década del 30 del siglo pasado, se produce la gran crisis
del feudalismo andino, cuyas expresiones más saltantes son las
ocupaciones de tierras, el sindicalismo agrario, el bandolerismo como
protesta social y las guerrillas campesinas de Mesa Pelada (1965).
El Perú entero empezó a reflexionar sobre el problema del indio, desde los
inicios del siglo XX. En 1905 se formó la Asociación Pro Indígena, en 1909 se
crea el grupo “Resurgimiento” en el Cuzco, en 1911 se constituyeron los
Patronatos de la Raza Aborigen, entidades éstas que no lograron desarrollar un
efectivo trabajo en defensa del indio y de las comunidades campesinas, por la
cerrada oposición del poder terrateniente, y por la concepción asistencialista
las personalidades que promovían estas organizaciones.
El gobierno militar del General Juan Velasco Alvarado, superando las
limitaciones de la Ley 15037, dictó el D. Ley Nº 17716, Ley General de
Reforma Agraria, cuyas consecuencias sociales, económicas, política y
culturales perduran hasta hoy. La Reforma Agraria velasquista hizo llegan las
libertades y derechos a las masas campesinas. En adelante, la tierra será de
quien la trabaja, garantizándose que los patrones no continúen expoliando a la
gran masa de trabajadores del campo.
Las reivindicaciones campesinas tuvieron extraordinaria acogida por la
Constitución Política de 1979; pero, poco a poco fueron debilitadas por los
gobiernos de Fernando Belaúnde, Alan García y Alberto Fujimori. La Carta
Política de 1993, ha disminuido considerablemente estas conquistas. Los
hombres del campo luchan por su restauración en el actual proceso de reforma
y/o cambio constitucional.
109. LA CLASE
ESTATALES:
MEDIA
Y
SUS
LUCHAS
POR
PRESTACIONES
Formada, inicialmente, por profesionales provincianos, pequeños comerciantes,
descendientes de inmigrantes, manufactureros con pequeñas industrias de
consumo, servidores del Estado y empleados del comercio, el transporte y de
las grandes firmas extranjeras, la clase media peruana lideró el proceso
independentista, pero debido a su escaso número y a la falta de identidad de
clase, cedió sus prerrogativas a la aristocracia terrateniente provinciana y a la
oligarquía empresarial capitalina, no volviendo a participar en política hasta
1919, año en que insurge apoyando a la candidatura de Don Augusto B.
Leguía.
La clase media peruana empezó a crecer cuantitativa y cualitativamente, a
causa de la expansión de las inversiones capitalistas y el ensanchamiento de
la estructura del Estado. En el siglo XX, dejó de ser un estrato meramente
referencial, adquiriendo el rango de sector social verdaderamente importante,
tanto para las actividades públicas como para las privadas.
El aporte de esta clase al constitucionalismo social es su lucha por la obtención
de prestaciones estatales, fundamentalmente en el campo de la educación,
protección arancelaria, acceso a créditos financieros, vivienda, salud, seguridad
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social y protección familiar.
La histórica polémica entre Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos
Mariátegui, realizada a fines de la década de los años veinte del siglo pasado,
se centró precisamente en el rol histórico y dirigente de la clase media peruana
y del proletariado.
Mariátegui, de un lado, sostenía que el proletariado del campo y la ciudad es el
llamado a tomar el poder para iniciar la gran transformación del país; Haya,
entre tanto, afirmaba que este papel debe ser asumido por la clase media, en
atención a su visión de futuro y a la tendencia ascendente de su crecimiento.
Hoy podemos decir, sin temor a equivocarnos, que ésta es la clase mayoritaria
en nuestro país y en América Latina. Su importancia social, económica, política
y cultural es incontrovertible. Claro que esto se debe al carácter dependiente
del capitalismo nativo y al desarrollo deformado de nuestra economía.
La característica central de la clase media peruana, es su moderación política.
Se distingue del radicalismo de los obreros, que luchan por concretar grandes
cambios en favor de los trabajadores del campo y la ciudad, no vacilando
incluso en hacer uso del derecho de insurgencia popular contra la opresión. Se
diferencia también del inveterado conservadurismo de la oligarquía
empresarial, que postula el mantenimiento del orden establecido, evitando todo
tipo de cambios, sin descartar el uso del la violencia estatal para combatir a
quienes pretenden promoverlos.
En este sentido, no ha cultivado un nacionalismo radical como en Chile,
México y Argentina; ni ha apoyado la política de estatización de minas, tierras,
industrias, bancos, transporte, comercio, medios de comunicación, etc. Su
posición ha sido más bien centrista, socialdemócrata o socialcristiana, pues, de
ese modo, cree demostrar su responsabilidad política y continuar su trayectoria
histórica.
La clase media ha dado presidentes, ministros, parlamentarios, magistrados y
funcionarios públicos de alta valía, así como empresarios privados que han
dinamizado considerablemente la economía nacional.
110. EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL Y LA REFORMA UNIVERSITARIA:
Los centros de enseñanza han sido siempre, en todas partes y épocas,
potentes motores de la regeneración social. En su seno, los estudiantes, han
asumido con entereza, la responsabilidad trascendental de captar las nuevas
concepciones del mundo, analizarlas, debatirlas y difundirlas con febril
entusiasmo y desprendida laboriosidad.
Difícilmente se hallará otro sector social más renovador que los estudiantes.
Su fecunda energía juvenil, su desbordante capacidad
creadora, su
irrefrenable afán de cambios y su apasionado idealismo regenerador, los ha
llevado a desplegar acciones de protesta social que, por su magnitud e
importancia, han despertado el impulso de participación colectiva, unas veces
en apoyo decidido, y otras en violento rechazo de sus manifestaciones.
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Sin embargo, a ellos no les interesa otra cosa, que iluminar la conciencia de
sus pueblos y dinamizar la realidad institucional de sus países. Actúan con
esforzada entrega y generosidad sin límites. Son personas de acerados
principios constructivos, que se guían por valores profundamente humanos,
inspirados en la esperanza de un mañana desbordante de luz, de libertad, de
fraternidad y de justicia.
El estudiantado constituye un invalorable semillero de ciudadanos concientes,
de dirigentes sociales, de representantes nacionales y de autoridades
estatales. Podemos discrepar con su impaciencia, con sus hechos y palabras
desafiantes, con su impetuoso proceder en las aulas y en las calles, pero es
indudable que cada una de sus actitudes, es portadora de un porvenir
prometedor y venturoso.
El estudiantado peruano fue particularmente renovador, a pesar de la
mayoritaria composición conservadora de la docenencia, y del acentuado
contenido teologizante de las asignaturas. Fueron los estudiantes universitarios
de finales del siglo XVIII, quienes recibieron e introdujeron el constitucionalismo
clásico en el Perú colonial. Con esta concepción ideológica se ganó la guerra
de la independencia, se forjó la República y se estructuró el Estado nacional.
Los estudiantes peruanos del siglo XIX, continuaron recibiendo, analizando y
debatiendo las concepciones demo liberales de la Europa revolucionaria de
1848, las acciones comunitarias del París de 1875, y las impulsoras
profundamente regeneradores del constitucionalismo social, que hicieron
estallar la revolución mexicana, rusa, alemana y española del siglo XX.
En 1919, participaron en el congreso latinoamericano de estudiantes y
suscribieron el Manifiesto de Córdova (Argentina), en virtud del cual se
comprometieron a luchar por la reforma universitaria, magna tarea en la que se
empeñó la Federación de Estudiantes del Perú fundada en 1916, cuya
fulgurante trayectoria está llena de nobles ideales, heroicas jornadas de lucha,
grandes sacrificios y deslumbrantes conquistas populares.
Se trabajaba por cambiar la faz conventual de las universidades, y hacer de
éstas, verdaderos centros superiores al servicio del desarrollo del país, dotados
de una concepción científica, tecnológica y humanística.
Recogiendo este rico legado, hoy los estudiantes peruanos luchan, y estamos
seguros que en el futuro lucharán, por asimilar las conquistas de la ciencia y la
tecnología de la era del conocimiento, para seguir revolucionando nuestra
incipiente y subdesarrollada realidad nacional.
111. LA PROFUNDIZACIÓN DEL CAPITALISMO DEPENDIENTE Y LAS
DICTADURAS:
La estructura económica, social y cultural de la República, hasta 1920, era
básicamente la feudal terrateniente, que instauró el virreinato español. La
producción era fundamentalmente campesina y las ciudades eran presas del
crónico estancamiento generalizado.
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A principios del siglo XX, como ya lo dijimos, empezaron a expandirse las
relaciones capitalistas de producción. Pero estas chocaban violentamente con
las formas tradicionales de propiedad terrateniente en el campo, con el
artesanado renuente a disolver sus gremios en la ciudad, así como con la
persistencia de la esclavitud y el primitivismo en la Amazonía.
Por eso mismo, para desarrollar la minería, había que pactar con los
terratenientes la mano de obra que se requería. Para desarrollar la agricultura
de exportación y otras actividades industriales, se tenía que captar
trabajadores, utilizando el sistema del enganche, y para efectuar la recolección
del caucho, se necesitaba recurrir a la esclavización, cuando no al exterminio,
de las tribus amazónicas.
Los gobiernos de turno eran meros administradores de la crisis permanente del
país. Los legisladores tenían miedo de alterar las relaciones de producción
feudal existentes, puesto que casi todos eran sus beneficiarios. Los jueces y
tribunales, continuaban administrando justicia a la vieja usanza colonial,
ignorando los principios de supremacía constitucional y el control de la
constitucionalidad de las leyes.
Urgía dinamizar el Estado, modernizar las ciudades, mejorar la infraestructura
vial, reformar el sistema de propiedad de la tierra y de las aguas. Además era
necesario prohibir el trabajo gratuito, la esclavitud y la servidumbre; intensificar
el comercio, fomentar la agricultura de exportación, renovar la tecnología en las
actividades mineras e industrializar los centros urbanos.
En suma, había que proletarizar a millones de campesinos, que, hasta ese
entonces, dependían de los hacendados. Se requería hacerlos ciudadanos,
iguales a cualquier persona, desvincularlos de la tierra, y darles capacidad
legal para ganarse la vida, vendiendo, por si solos, la fuerza de sus brazos, a
cambio del salario, su única y exclusiva fuente de vida.
Como ello se tornaba imposible por medios pacíficos, las potencias industriales
se valieron de gobiernos dictadores, para resolver las necesidades de los
inversionistas transnacionales. Éstos procedieron por la vía de los hechos, de
modo pragmático, dejando de lado el derecho y la constitucionalidad. A este
tipo de dictaduras pertenece la de Augusto B. Leguía (1919-1930), Manuel A.
Odría (1948-1956), Juan Velasco Alvarado (1968-1975), Francisco Morales
Bermúdez (1975-1980) y Alberto Fujimori (1992-2000).
Estas dictaduras implementaron, de facto, las reformas que el capital
inversionista requería para la profundización del sus actividades mercantiles.
Los actos de estos dictadores han sido convalidados más tarde por diversas
normas constitucionales y comunes, muchas de las cuales están vigentes
hasta hoy.
112. NUEVAS CORRIENTES POLÍTICAS Y LA LUCHA POR AMPLIAR LOS
ESPACIOS DEMOCRÁTICOS:
En tanto la República permanecía regido por el constitucionalismo clásico, los
partidos del siglo XIX, dirigían sin mayores inconvenientes, la política interna y
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externa del Estado. El Partido Civilista, el Demócrata, el liberal, el Conservador,
el Constitucionalista, etc., eran clubes electorales que coparticipaban, con
exclusividad, en el manejo del poder.
La inmensa mayoría de la población del campo y la ciudad, se hallaba al
margen de la participación en la vida política, social, económica y cultural de la
nación.
La expansión de las relaciones capitalistas de producción, como ya lo dijimos
líneas arriba, trajo consigo, desde los primeros años del siglo XX, la necesidad
de ampliar los espacios democráticos.
Como quiera que los viejos partidos del pasado siglo, fueron incapaces de
entender los problemas de aquel nuevo momento, surgieron tres nuevas
corrientes políticas, que lucharon por ampliar los espacios democráticos y
garantizar el progreso social. Estas corrientes políticas, son las siguientes:
a.
El Social Cristianismo, que trataba de acercar la Iglesia Católica a
los problemas de las clases populares, siguiendo las orientaciones del
Papa León XIII, quien en su Encíclica Rerum Novarum (1891),
rescataba el papel social de los trabajadores y abogaba por un trato
justo para ellos. Esta Encíclica autorizaba también a los católicos a
formar partidos socialcristianos en los diversos países del mundo. En
el Perú, esta corriente política fue introducida por Víctor Andrés
Belaúnde (1883-1961), siendo acogida por el empresariado
conservador, cuya primera expresión política fue la defensa del orden
liberal establecido, aduciendo principios católicos progresistas, puesto
que el liberalismo ya estaba francamente acabado. Su actual vocero
más sobresaliente es en la el Partido Popular Cristiano, que ha
incorporado a su ideario las encíclicas papales de Juan XXIII, Paulo VI
y Juan Pablo II.
Es una fuerza hegemónica. Siempre ha Coparticipado en la conducción de
la República, no desde la presidencia, pero si como socio menor,
visiblemente, en el gobierno de Fernando Belaúnde y,
encubiertamente en el de Alberto Fujimori y Alan García.
b. La Social Democracia, es la corriente política e ideológica que buscaba
conciliar trabajo y capital, alejándose de las corrientes marxistas
radicales para, disimuladamente, acercarse a los sectores
conservadores del empresariado, que persiguen el lucro como fin
esencial de las actividades económicas.
Se inspira en los dictados de la II Internacional de los Partidos Socialistas,
que renunciaron a la revolución proletaria y se adhirieron únicamente a
la lucha por reformas sociales en el marco de la legislación burguesa.
En nuestro país, fue Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979), quien,
representando a la clase media, enarboló las banderas de la
socialdemocracia. El Partido Aprista Peruano, entre otros, encarna
actualmente esta corriente. Tuvo dos veces a su cargo la presidencia
de la República, habiendo coparticipado también con otros regímenes
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presidenciales a lo largo de su conocida trayectoria política.
a. El Socialismo, que lucha por llevar a la clase obrera a la
conducción del poder político, para materializar una
profunda
transformación
de
las
estructuras
socioeconómicas y culturales que, en conjunto, traigan
como consecuencia la abolición del Estado. Se guía por
el Marxismo Leninismo, doctrina ideológica fundada por
Carlos Marx (1818-1883), Federico Engels (1820-1895) y
Vladimir Ilich Ulianov Lenin (1870-1924).
En el Perú esta corriente fue introducida por José Carlos
Mariátegui (1895-1930). El Partido Comunista Peruano, es el
actual exponente más destacado de esta ideología. Fue una
fuerza importante a nivel sindical, aunque políticamente no
haya tenido mayor figuración, salvo en cortos y fugaces
periodos. Aportó grandemente en el análisis de la realidad
peruana y en la lucha por la materialización de los de los
derechos laborales.
Las tres precitadas corrientes políticas, a su modo, y desde sus particulares
puntos de vista, impulsaron el constitucionalismo social en nuestro medio. En
conjunto, constituyen las fuentes primigenias de la teoría y la praxis política del
Perú contemporáneo. Su rol democratizador es innegable. Sus efectos se
manifiestan en todas las esferas de la vida nacional.
La realidad del siglo XXI, ha determinado que entren en una crisis
generalizada. Necesitan nueva sangre para seguir subsistiendo. Esta
innovación ha de ser también necesariamente generalizada. Vale decir que
hay la exigencia urgente renovar hombres, pensamiento, programa y acción.
De no encarar este histórico reto, seguirán irremediablemente la suerte de los
partidos políticos del siglo XIX, que murieron en la década de los veinte de la
pasada centuria, por no saber interpretar la realidad peruana del nuevo siglo.
113. LOS MOVIMIENTOS ARMADOS Y LAS REFORMAS DEL GENERAL
VELASCO.
Los movimientos armados en el Perú, tienen data muy antigua. Las
poblaciones pre incas tuvieron que auto defenderse de las invasiones armadas
de sus enemigos, utilizando sus propias armas.
El Tahuantinsuyo se formó por guerras de conquista. Las poblaciones que
querían defender su libertad, tenían que hacer uso de las armas para resistir el
ataque de las fuerzas imperiales.
En el coloniaje, hubo que empuñar las armas contra la prepotencia virreinal en
numerosas sublevaciones y, fundamentalmente, en el transcurso de las
guerras liberadoras e independentistas.
Durante el primer siglo de la vida republicana, los peruanos nuevamente se
hicieron a las armas para consolidar la independencia, defender a la patria de
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la codicia de los Estados vecinos, o alcanzar un poco de justicia, de parte de
los gobernantes de turno, que en casi nada se diferenciaban de los antiguos
virreyes que les antecedieron.
En el siglo XX, abundaron las rebeliones contra la servidumbre y la miseria de
los hombres de campo. En Puno, La Libertad, Cajamarca, Huanuco, Piura,
Cuzco, Arequipa, Ayacucho, etc., insurgen movimientos armados, pro reforma
agraria y contra el sistema de explotación terrateniente de las tierras.
Una de las más importantes rebeliones, es la guerrilla de 1965, liderada por
Luis Felipe de La Puente Uceda, que no obstante su fracaso, obligó al
Presidente Belaúnde a impulsar una tenue reforma agraria con la Ley 15037, y
a los militares, a profundizarla e implementarla a mayor escala, mediante el D.
L. 17716.
Con todo lo negativa que pudiera parecer, esa reforma tuvo la virtud de
cambiar las relaciones de producción en el campo peruano y devolverle la
dignidad a las poblaciones rurales. Gracias a ella, hay una nueva generación
de campesinos propietarios, cuyos hijos han alcanzado destacados niveles de
vida en distintos campos de la actividad pública y privada.
Con la reforma agraria del General Velasco, llegaron las libertades al campo.
Se materializó el constitucionalismo social. Las actuales autoridades, lejos de
satanizarla, deben continuar el proceso de modernización del agro y de la
dignificación de la familia campesina El desarrollo integral del Perú así lo exige.
114. RETORNO A LA DEMOCRACIA FORMAL
SUBVERSIVA:
Y LA VIOLENCIA
En 1975, tras un segundo golpe militar, asumió la presidencia de la República
el General Francisco Morales-Bermúdez Cerruti.
Financiado y apoyado por sectores derechistas, desde dentro y fuera del país,
el dos veces golpista Presidente, empezó un sistemático desmontaje de las
reformas llevadas a cabo por su antecesor, el General Juan Velasco Alvarado.
Esta política de retroceso, respecto del proceso revolucionario de las Fuerzas
Armadas, le granjeó a Morales-Bermúdez, una tenaz oposición, que aglutinaba
a sectores socialcristianos, apristas e izquierdistas, los cuales actuaban desde
el interior del movimiento popular.
El 19 de julio de 1977, la Confederación General de Trabajadores del Perú,
convocó y dirigió un contundente Paro Nacional. Esta histórica jornada de
lucha, marcó el comienzo del fin de la dictadura de la junta militar de gobierno.
En 1978, Morales- Bermúdez se vio obligado a convocar una asamblea
constituyente. Dirigida por el viejo líder aprista Víctor Raúl Haya De La Torre,
esta asamblea elaboró la Constitución de 1979, consagrando los derechos
económicos, sociales y culturales, conquistados por el pueblo tras duros años
de cruenta lucha.
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Esta misma Carta Política sirvió para convocar a las elecciones generales de
1980, que llevaron una vez más al Arquitecto Fernando Belaúnde Terry a la
Presidencia de la República. Vuelto al poder, Belaúnde continuó desarticulando
las reformas velasquistas e implementando, en su reemplazo, una democracia
meramente formal, propia del constitucionalismo clásico individualista,
totalmente anticuado para ese entonces.
Este tipo de democracia insuficiente, generó el nacimiento y posterior
desarrollo de la subversión armada, cuyos protagonistas, el M. R. T. A y
Sendero Luminoso, se levantaron en varios lugares de la Sierra y la Selva, y
más tarde se expandieron a todo el territorio nacional.
Tanto Belaúnde como su sucesor Alan García, pensaron y actuaron como si se
tratara de un problema de delincuencia común, procurando resolverlo con
simples operativos policiales y, en su defecto, con aparatosos desplazamientos
militares.
Para 1988, Sendero Luminoso hablaba de equilibrio militar estratégico, dando
a entender que sus fuerzas estaban en el mismo nivel de combatividad que el
Ejército Peruano, la Marina de Guerra del Perú y la Fuerza Aérea Peruana.
Esta discutible afirmación subversiva, estaba lejos de ser real, pero impactaba
con efectividad negativa en la moral de las tropas oficiales y en la aterrorizada
consciencia de la población nacional. La incertidumbre respecto de la eficacia
del Estado y de sus gobernantes se generalizaba cada día.
Fujimori, acogiendo los persistentes planteamientos del movimiento popular,
caracterizó como político a este problema, y decidió enfrentarlo como tal.
Acercó las Fuerzas Armadas al pueblo y emprendió la ejecución un masivo
plan de obras públicas, generadoras de trabajo y desarrollo. Ganándose al
pueblo, aisló a las huestes subversivas y las derrotó militar e ideológicamente.
Con harta frecuencia los gobernantes olvidan, que al pueblo no le basta la
existencia de constituciones y leyes, que solamente declaran derechos y
libertades en el papel. Tampoco es suficiente que haya procesos electorales
cada cinco años y que se den facultades para emitir críticas verbales a los
gobernantes de turno. Sin ser malas, estas prerrogativas de la democracia
formal tradicional, son insignificantes y no llenan las expectativas de la
ciudadanía.
La revolución mexicana, rusa, alemana y española de de las primeras décadas
de siglo XX y la revolución cubana de 1959, fueron movimientos sociales de
hondo rechazo a la democracia formal. Estos movimientos han repercutido en
toda América Latina y especialmente en el Perú.
El pueblo quiere trabajo, salario justo, descanso remunerado, seguridad social,
educación, salud, saneamiento legal de sus viviendas, cultura, bienestar,
protección familiar y futuro para sus hijos. Todo esto debe ser logrado, sin
perjuicio de las clásicas libertades y derechos individuales. Sólo así se
alcanzará instaurar una democracia real.
Si conquistamos la democracia real, habremos terminado con la subversión, la
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delincuencia y la inseguridad generalizada que hoy nos afecta de manera
directa en todos los órdenes de nuestra existencia,.
115. REDUCCIÓN DEL APARATO ESTATAL, FOMENTO DE LA INICIATIVA
PRIVADA Y RECORTE DE LOS DERECHOS LABORALES.
El 28 de julio de 1990, el súbdito japonés, Alberto Fujimori, luego de ganar
fraudulentamente las elecciones de ese año, juró como presidente de la
República, en medio de una profunda crisis social, económica, política y
cultural.
El nuevo presidente heredó de su antecesor Alan García, una híper inflación de
más de dos millones por ciento, las tres cuartas partes del territorio nacional en
estado de emergencia por el accionar subversivo, la industria quebrada, el
comercio paralizado, la agricultura abandonada, la minería amenazada y el
turismo en franco colapso.
Para colmo de males, estábamos descalificados para la obtención de créditos
internacionales. El FMI nos había declarado inelegibles para la inversión de
capitales, debido a la lamentable calificación de país riesgoso que se nos había
atribuido por parte del sistema financiero internacional.
El flamante presidente se proponía frenar la inflación, combatir la violencia
subversiva, reactivar la economía y reinsertar al Perú en el campo financiero
mundial.
Su programa era claro, pero como carecía de mayoría parlamentaria, estaba
imposibilitado de materializar estos proyectos. Entre tanto, la oposición a su
gobierno fue creciendo aceleradamente, a tal punto que empezó a temerse que
no pudiera concluir su mandato.
Se requerían medidas drásticas y urgentes para afrontar exitosamente los
problemas del país. El 5 de abril de 1992, Fujimori, con el apoyo de los
militares, organizó y dirigió un golpe de Estado, con el claro objetivo de
deshacerse de sus opositores e incrementar sus poderes. Con este propósito,
disolvió el Congreso, puso en suspenso la Constitución de 1979, desactivó el
Tribunal de Garantías Constitucionales, intervino el Poder Judicial y el
Ministerio Público, eliminó los gobiernos regionales, militarizó las
universidades, dictó un conjunto de leyes relativas al arrepentimiento de los
terroristas, vendió las empresas públicas, fomentó la inversión privada y
disminuyó el aparato estatal.
Instauró un gobierno personal, al que llamó democracia directa, que fue
respaldado por la más absoluta mayoría del país. El D. L. 25418 denominado
Ley del Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional, fue el dispositivo
con el que gobernó hasta el 30 de diciembre de 1993, fecha en que entró a
regir la Constitución Política sw ese año, cuya vigencia se mantiene hasta
nuestros días.
El regreso a la constitucionalidad, no lo hizo Fujimori a petición de los
peruanos. Quien presionó para ello. fue el Fondo Monetario Internacional. El
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FMI buscaba, de este modo, asegurar las inversiones capitalistas, así como el
pago de la deuda externa.
El dilema de Fujimori era el siguiente: Volver a la constitucionalidad, o
desandar todo lo avanzado por su gobierno para lograr la tan ansiada
reinserción internacional.
Ante esta difícil situación, Fujimori no tuvo más alternativa que volver al camino
constitucional. Para ello debía optar entre reponer la vigencia de la suspendida
Constitución de 1979, o elaborar una nueva Carta Política. Escogió la última
opción, puesto que la primera hubiera significado su inmediato fin.
Convocó al Congreso Constituyente Democrático, organismo que reprodujo en
más del 70% la Constitución de 1979 y, acogiendo las orientaciones del FMI,
introdujo las innovaciones impuestas por las potencias capitalistas, en
salvaguarda de sus intereses presentes y futuros.
El texto constitucional de 1993, entre otras cosas, consagró todo lo hecho por
el gobierno de facto. Redujo el aparato estatal, reformó el Parlamento, dio
impulso a la iniciativa privada, recortó los derechos laborales, incrementó las
prerrogativas presidenciales y posibilitó la reelección presidencial inmediata.
Hoy se discute la validez de esta Constitución. Vivimos un periodo de reforma
constitucional. Las alternativas son tres:
a. Reformar la
Constitución de 1993.
b. Restituir la vigencia de la Constitución del 1979.
c. Convocar una asamblea constituyente para que elabore una nueva
Constitución.
En tanto estas posiciones se siguen debatiendo, los peruanos continuamos
regidos por un texto constitucional que adolece de nulidad insubsanable y, por
eso mismo, carece de legitimidad.
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