policia y atencion a las victimas

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MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LAS RELACIONES INTERIORES, JUSTICIA Y PAZ
Ministro Miguel Rodríguez Torres
MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA
Ministro Pedro Calzadilla
AUTORIDADES UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL DE LA SEGURIDAD
Rectora
Soraya Beatriz El Achkar Gousoub
Vicerrectora de Desarrollo Académico
Aimara Aguilar
Vicerrector de Creación Intelectual
y Vinculación Social
Edgar Gavidia
Secretario
Frank Bermúdez Sanabria
Universidad Nacional Experimental de la Seguridad (Unes), 2013
El foco principal de los estudios sobre el delito había estado enmarcado en
explicaciones con tilde unilateral, “configurado generalmente desde apreciaciones e
interpretaciones sociales y científicas como punto de partida al agresor, delincuente
o victimario” (Cifuentes Ma. F., 2006: 9). Siendo así que históricamente no se
prestase especial interés a la víctima1, salvo en aquellos casos en los que pudiera
ayudar a resolver aspectos relevantes de un crimen.
En principio el estudio de la víctima2 como elemento fundamental tanto para el
proceso jurídico-penal así como de análisis de circunstancias asociadas al proceso de
victimización3, estuvo impulsado por estudiosos del área criminológica (Dussich,
s/f:116), quienes con escritos sobre la víctima aparecieron en muchos trabajos
tempranos; entre ellos Beccaria, C. (1764); Lombroso, C. (1876); Ferri, E. (1892);
Garófalo, R. (1885); Sutherland, E. (1924); Hentig, H. (1948); Nagel, W. (1949);
Ellenberger, H. (1955); Wolfgang, M. (1958); y Schafer, S. (1968), citados por
Dussich, J., y de cuyos aportes se permitió aludir que es así como el concepto
retoma posición, desde una ciencia para estudiar a las víctimas y lo que a ella atañe
desde dentro y fuera de sí misma.
Todas estas iniciativas dieron lugar a esfuerzos que fueron más allá de los estudiosos
e investigadores en la materia; por una parte, los gobiernos de países de todo el
continente, quienes inician introduciendo a la víctima como elemento jurídico,
dentro de sus acuerdos supranacionales, y posteriormente en sus normativas
nacionales. Surge entonces como brecha de dicho proceso la Sociedad Mundial de
1
“Los delincuentes históricos se han hecho célebres; sus víctimas han sido condenadas al anonimato” (Esbec,
1994).
2
Tradicionalmente (Clemente, 1998), se ha utilizado la díada delincuente-víctima a la hora de conceptualizar
sobre la víctima. Esta consideración deja de lado otro tipo de víctimas como las de accidentes de tráfico,
desastres naturales; no siendo el caso de profundizar en este tipo de colectivos victimológicos, cabe puntualizar
que en lo que se refiere a la presente publicación, al hablar de víctima, nos estamos refiriendo a las víctimas de
delitos, concretamente de delitos violentos, y de abusos de autoridad por parte de la policía.
3
El proceso de victimización hace referencia al proceso de interacción social en el cual una o varias personas
resultan ser víctimas.
Victimología4 quien fuere la promotora de la Declaración sobre los Principios
Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y del Abuso de Poder,
adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 40/34,
de 29 de noviembre de 1985. Esta declaración define a las víctimas de delitos y de
los abusos de poder5, a partir de lo cual se entenderá por víctima las personas que,
individual o colectivamente, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas y
mentales o sufrimiento emocional, pérdida financiera, o menoscabo sustancial de
los derechos fundamentales como consecuencia de acciones u omisiones que violen
la legislación penal vigente en los estados miembros, incluido el abuso de poder. Se
incluirá a los familiares o personas a su cargo que tengan relación inmediata con la
víctima directa y a las personas que hayan sufrido daños al intervenir para asistir a la
víctima en peligro o para prevenir la victimización; establece lineamientos para el
acceso a la justicia y para el trato justo de las víctimas; y formula varias directrices
sobre resarcimiento, indemnización y asistencia a las mismas.
Esta apertura internacional6 da continuidad a las investigaciones en materia
victimológica, aunado a la inserción de la figura de la víctima en los marcos
constitucionales de numerosos países7; requiriendo a los estados miembros, entre
otras cosas, acatar irrestrictamente directrices de gran interés sobre todo para el
colectivo de los profesionales de los cuerpos de seguridad cuando se trate de la
asistencia a las víctimas de delitos violentos (Landrove, G., 1998).
4
Se funda en Munster, Alemania en 1979.
Toda acción propiciada por funcionarios(as) públicos(as) quienes haciendo uso de la autoridad otorgada por el
Estado, propenda a victimizar a una o varias personas, en detrimento de su persona o bienes materiales.
6
En 1999 Las Naciones Unidas y la Oficina de EE.UU. para las víctimas de delitos publicó la Guía para
responsables de políticas sobre la aplicación de la Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia
para las Víctimas de Delitos y del abuso de poder; en 2002, el Estatuto de Roma fue ratificado y entró en vigor el
1 de julio en el cual la Corte Penal Internacional entró en vigor e incluía la creación de una Unidad de Víctimas y
Testigos; en 2003, se crea el Instituto Internacional de Victimología Tokiwa en Mito Japón (cronología elaborada
por Peter Dussich, (s/f):117).
7
Entre ellos se ha de citar la experiencia del continente europeo, que en el año 1985, en el Comité de Ministros
marco del Consejo de Europa aprobó el 28 de junio una serie de recomendaciones encaminadas a mejorar la
situación de la víctima en el derecho y proceso penal.
5
En los últimos años la visión de la víctima ha ido evolucionando y hoy día, se hace
patente la importancia de una adecuada profesionalización de los cuerpos
susceptibles de entrar en contacto con las víctimas, de cara a un trato adecuado de
las mismas (Navarro, s/f: 5). Sobre este particular, el papel que desempeñan los
cuerpos de seguridad es de vital importancia, pues en la mayoría de los casos son el
primer grupo profesional que aborda a las víctimas.
En Venezuela, en al momento de abordar este tema, se partió de la consideración de
la víctima en un contexto jurídico-penal, versando en el Artículo 119 del Código
Orgánico Procesal Penal (COPP8 ,2001); al contemplar a la víctima en dicho proceso
se marca pauta sobre el significado de la atención a las mismas por parte del sistema
de justicia penal. Esta consideración de la víctima le deja como mero referente para
el proceso penal que dejaba un vacío respecto a lo que pudiese llamarse el primer
eslabón del proceso para acceder al sistema de justicia, es decir, la intervención de
los cuerpos de policía en tanto que prestatarios de asistencia a las víctimas de
delitos.
Fundamentados en los índices de violencia y victimización9, aunado a la percepción
que tienen los ciudadanos frente a la actuación policial cuando se trata de víctimas
directas o indirectas de algún delito, y entre otras cosas, la valoración de sus
respuestas frente a abusos de poder policial, se dio lugar a una iniciativa que
apuntaría a un cambio de paradigma y a la merecida reivindicación sobre un
8
Definición elaborada a partir de lo que contempla la Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia
para las Víctimas de Delitos y del Abuso de Poder de 1985, definiéndola en su numeral 1º. La persona
directamente ofendida por el delito; 2° El cónyuge; 3° Los socios, accionistas o miembros, respecto de los delitos
que afectan a una persona jurídica; 4° Las asociaciones, fundaciones y otros entes, en los delitos que afectan
intereses colectivos o difusos.
9
Las encuestas de victimización se iniciaron específicamente en 1989 y principios de la década de los 90, se
realizaron las primeras versiones de esta encuesta, empezando con una aplicación internacional. Para el caso
venezolano se inician en el año 2001 se desarrolló la primera Encuesta Nacional de Victimización promovida por
el MIJ/Consultores 21; posteriormente en el 2006, la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción Policial; en
2009, la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de Seguridad Ciudadana; y finalmente para el 2011,
con respaldo del Instituto Nacional de Estadística (INE) fue realizada la última de estas que se reseña, en la
actualidad se están elaborando los resultados obtenidos.
panorama de registro de un número significativo de víctimas de delito, asociados a
registros oficiales de abusos de autoridad por parte de los cuerpos de policía.
Un contexto venezolano complejo, en 2006 dio lugar al surgimiento de la Comisión
Nacional para la Reforma Policial (Conarepol), la cual se conformó para que –entre
otras cosas– realizara un diagnóstico integral del sistema actual de policía en
Venezuela con el propósito de poder detectar déficits, elaborar propuestas y
recomendaciones al Estado en la construcción de un nuevo modelo policial.
Particularmente, en materia de Atención a la Víctima, la Conarepol –en su consulta a
sectores específicos– obtuvo comentarios relevantes que permiten caracterizar la
situación. La principal afirmación en donde coincidieron varios sectores consultados
fue la inexistencia de una adecuada atención a la víctima como consecuencia de:
a. Ausencia de personal capacitado y multidisciplinario así como de
disposiciones requeridas para esta tarea (recursos, espacios, etc.).
b. Falta de oficinas de atención al ciudadano y recepción de denuncias en las
sedes policiales (Consejo General de Policía, 2010).
Es a partir de las consideraciones resultantes, que se le da mayor carácter jurídico a
este tema de atender a las víctimas de delitos, sobre todo cuando los cuerpos de
policía se configuran en la institución más próxima a la comunidad, de cara a la
disminución de los índices de victimización en nuestras comunidades. Resaltando la
labor de las funcionarias y funcionarios policiales en esta materia, se dispuso en
normativa jurídica la Ley Orgánica del Servicio de Policía y Cuerpos de Policía
Nacional Bolivariana, la cual surge por decreto y toma fuerza de ley en el año 2008,
en la que se contempla en su Artículo 83 sobre la atención a las víctimas, que los
cuerpos de policía contarán con una oficina para tal fin, y se precisa las
implicaciones de la actuación policial al respecto.
A los fines regulatorios más directos sobre la actuación policial, posteriormente tuvo
lugar la Ley del Estatuto de la Función Policial (Art. 13, 87, 97, 99, 101) decretada en
2009, la cual prevé entre su normativa los deberes de los cuerpos de policía frente al
resguardo de la ciudadanía, distinguiendo los principios para abordar y aplicar
control y asistencia a la ciudadanía en caso de ser víctima, lo cual implica
puntualmente su protección, atención y resguardo, sin distinciones ni discriminación
alguna. Atendiendo esta área de intervención policial y de la integralidad de lo que
implica asistir a las víctimas, seguidamente se decreta en Gaceta Oficial (n° 39390 de
fecha 19-03-10), la Resolución n° 83 sobre atención a las víctimas de delito y/o
abuso policial y creación de la Oficina de Atención a la Víctima (OFAV).
Estableciendo así las definiciones operativas sobre la materia y los procedimientos
más precisos para asumir la asistencia de las víctimas, buscando minimizar los
efectos iniciales de la victimización.
Algunos documentos elaborados por la Conarepol señalan que:
…nuestra cultura en materia de respuesta a las víctimas de delitos contra los
derechos humanos y de violaciones de derechos humanos es muy rica en
casos pero muy pobre en respuestas adecuadas, respetuosas y ciertas para
las víctimas. Es por eso que es preciso minimizarle a la víctima los
inconvenientes y daños que pudieran derivarse de su necesidad de encontrar
asistencia, luego de su victimización primaria (derivada del delito o del abuso
del poder), con la idea de evitarle sufrir una victimización secundaria (la que
se deriva de la falta de apoyo a sus necesidades provenientes de la
victimización primaria) (Ferrer, M. citada en Conarepol, 2007).
Razón suficiente que hace necesaria la constitución de adscripciones especializadas
dentro de los cuerpos de policía, para la atención de las personas en esta situación.
Dando paso al reasentamiento de las coordinaciones del servicio policía comunal, es
en año 2009 que con rango y fuerza de ley se erige este como un eje transversal de
la función policial, y es dentro de su rango de acción en el que se insertan y se
posicionan desde ese mismo momento las Oficinas de Atención a la Víctima (OFAV)
en Venezuela para los cuerpos de policía, con líneas claras y precisas, en cuanto a la
actuación policial, expuestas en el texto de la Resolución Ministerial y la Ley
Orgánica; ciertas circunstancias que permiten comprender un avance en materia de
políticas de atención a las víctimas de delito y de abuso policial y que delimitan un
ámbito de intervención fundamental de los cuerpos de policía.
El proceso de victimización podría estar dado no solo por el daño infringido
de una persona a otra, sino que cabe la posibilidad de que instituciones se
configuren en entes victimizantes y/o revictimizadores; atendiendo la clasificación10
de este proceso que se hace desde el enfoque victimológico, y que para los efectos
del abordaje que se desea realizar, algunos de ellos en particular serán tomados en
cuenta.
10
Victimización primaria, la sufrida por la víctima a consecuencia de la originaria agresión o injusticia, la
interacción víctima-vícitimario; secundaria, subsecuente a la primaria, que padece la víctima normalmente al ser
estigmatizada, culpada o rechazada en contacto con las instituciones (policía, operadores jurídicos, asistentes) ;
terciaria, “reinserción social de la víctima” relacionada al tema de la estigmatización.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (UNESCO), ha planteado que Venezuela es el país más violento del mundo, y
según cifras del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas
(CICPC), entre 1998 y 2007 los indicadores de violencia y criminalidad se
desbordaron, pues de un total de 4.550 homicidios registrados en 1998, se triplicó la
cifra a 13.156 homicidios en 2007 (Centro de Estudios para la Paz-UCV, 2007). Los
niveles de inseguridad frente al delito medidos por el número de homicidios
ocurridos en el territorio ponen en alerta a la ciudadanía en cuanto a la inefectividad
de las instancias de control social formal, lo cual afecta la credibilidad de la
actuación pública en la materia y en algunas oportunidades los mismos ciudadanos
aprueban la ejecución de mecanismos informales que pretenden asumir el control
delictivo como sistemas paralelos que ponen en entredicho el diseño y la ejecución
de las políticas de seguridad ciudadana en el país, y representan una pérdida de
espacio del Estado en el ejercicio del control.
La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción Policial (ENVPP) realizada en
Venezuela para 2006 mostró un incremento notable respecto a los registros en
2003; robo (16 veces), hurto (7,5 veces) y lesiones personales (3 veces),
concentrando en los hechos convencionales contra la propiedad, entre los que, el
robo y hurto representan el 67,8% de las ocurrencias, con tasas muy superiores a las
registradas oficialmente. En conjunto, la tasa delictiva para los delitos contemplados
en la encuesta es de 8.986/100.000, nueve veces más alta que la registrada
oficialmente (Gabaldón, L., Benavides, D., y Parra, Y. 2007, 318-319). Las lesiones
personales representan el 5,2% de casos reportados con una tasa por 100.000
habitantes tres veces superior a la tasa oficial.
En el año 2009, se cuenta por una parte, con datos provistos por la Encuesta de
victimización y percepción sobre seguridad ciudadana (ENVPSC), en la cual se
encontró que en el país hubo 8.400 delitos por cada 100.000 habitantes, los hechos
contra la propiedad, la estafa, las amenazas y lesiones personales tienen el mayor
número de casos; 8,5% de los afectados por corrupción no recibió apoyo
institucional. El gobierno calculó 1,8 millones de víctimas de delitos en un año
consecuente a este estudio. Por otra parte, se originó el informe de la organización
Provea, el cual registró que la tasa de homicidios pasó de 48 homicidios por cada
cien mil habitantes (hpcmh) en 2007 a 52 hpcmh en 2008, período en el que se
registraron 14.467 homicidios en todo el país. Siendo así, se podría afirmar que la
progresividad del delito observada en las tasas registradas extraoficialmente denota
que sigue dándose sub registro delictivo, frente a los registros oficiales de tasas
delictivas.
Entre el conglomerado de delitos registrados resaltan unos ante otros, y
entre ellos además del homicidio, los de abuso de autoridad policial causan
conmoción al conocer sus registros, caso especial pues estos son perpetrados por
funcionarias y funcionarios policiales y/o militares. Algunos datos aportados tanto
por adscripciones estatales con cifras oficiales como por organizaciones sociales dan
cuenta de una situación que arropa a los cuerpos de seguridad ciudadana de cara a
inmiscuirse en los procesos de victimización (ver figura n° 1).
• Período del 200-2005:
recibió 306
denuncias de abusos policiales y militares.
•a. 149 fueron víctimas a quienes se les
vulneró el derecho a la vida, representa el
50%, la mitad del total de casos atendidos
por la organización en los cinco años de
estudio.
•b. La otra mitad está distribuida entre el
derecho a la integridad personal con 118
casos (39% del total), seguido de 14 casos en
los que se atentó contra el derecho a la
libertad personal (5%), 11 situaciones en las
que se vulneró el derecho a la inviolabilidad
del hogar (4%) y ocho ocasiones en las que
las personas denunciaron haber sido
víctimas de violación al derecho a la
seguridad personal (3%).
Red de
Apoyo por la
Justicia y la
Paz
MP:Fiscalia
General de
la República
•Período de marzo de 2008 a marzo 2009: un
total de 10.858 casos de funcionarios
policiales presuntamente involucrados en
delitos contra los derechos humanos. De ese
total, los delitos correspondientes a lesiones,
abuso de autoridad, violación de domicilio,
privación ilegítima de libertad, tortura,
desaparición forzada, acoso u hostigamiento,
10.103 corresponden a las categorías
mencionadas.
Elaboración propia
•Según datos recabados en 2006: los
funcionarios policiales o guardias
nacionales representan casi una
octava parte de los autores de los
diversos delitos. La Policía y la Guardia
Nacional representan el 13% de los
vícitimarios. 2009: en Caracas y las
grandes ciudades la policía tiene fama
de corrupta. Los venezolanos creen que la
falta de valores afecta la labor de los
uniformados.
ENV
Provea
•Período comprendido entre
octubre 2008 y septiembre
2009:
•205 personas fueron víctimas
de violación del derecho a la
vida por parte de diferentes
cuerpos de seguridad del
Estado venezolano En relación
con la vulneración de la
integridad personal, esta
organización registró un total
de 150 denuncias, con un
saldo de 509 víctimas.
En los casos en los que han estado involucrados funcionarias y funcionarios de los
cuerpos de seguridad, generalmente conllevan a sub registros delictivos, pues es la
propia naturaleza de las funciones que desempeñan que dan cabida a ello; en tanto
que los casos reportados representan una proporción considerable en los delitos de
corrupción, privación de la libertad y extorsión.
Ahora bien, si se les asocia a la categoría delictiva homicidios, existen los
denominados “fallecimientos por resistencia a la autoridad”11. Según el informe de
la organización Provea del año 2009, este tipo de víctimas ha aumentado
progresivamente en los últimos cuatro años, siendo la cifra registrada en 2009 un
total de 1.993 casos. La actuación letal de los cuerpos policiales logró su máximo
histórico en el año 2003 llegando a 2.305 casos. Dichos datos pudieran alcanzar un
sub registro aproximado de 30% tomando en cuenta las limitaciones técnicas que
presentan los organismos de investigación criminal en esta materia. La probabilidad
de morir en un enfrentamiento siendo un civil es de 94,07% mientras que para las y
los funcionarios policiales es de 5,93% según lo que reporta Provea.
El Ministerio Público (MP), a través de información suministrada por la Fiscal
General de la República en fecha 22/05/2009, da cuenta de haber atendido en total
de las actuaciones fiscales (5.641 casos) solo 22 llegaron a sentencia condenatoria.
Estos datos, si bien son genéricos y no discriminados por delito, dan cuenta del alto
nivel de victimización que sufre la población venezolana a raíz de actuaciones
policiales desviadas.
11
Como resistencia a la autoridad se entienden fallecimientos de civiles en supuestos enfrentamientos con
cuerpos de seguridad del Estado (PROVEA, 2009).
Son millones de personas en el mundo las que sufren daños como resultado
de delitos y de abuso de poder; los derechos de esas víctimas no han sido
reconocidos adecuadamente por las jurisdicciones de los Estados del mundo (ONU,
1985). Informes, producidos tanto por organismos no gubernamentales como del
Estado venezolano en sí mismo, como el Ministerio Público, Defensoría del Pueblo
(DP-vinculados directamente con el tema de derechos humanos), así como las
organizaciones de derechos humanos en Venezuela, dan cuenta de dicha situación.
Es responsabilidad del Estado dar protección y asistencia a las víctimas y procurar
que los culpables reparen los daños causados (CRBV, Artículo 55). De acuerdo a
nuestra legislación venezolana todos tenemos acceso al Sistema de Administración
de Justicia, incluyendo a la víctima de delitos comunes y de violación de derechos
humanos, como lo establece la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela (CRBV) en sus artículos 26, 49 (numeral 3) y 51.
En principio se dirime este ámbito de atención al Ministerio Público y la Defensoría
del Pueblo, ambas encargadas de cumplir con esta misión y los cuerpos de seguridad
del Estado deben colaborar con estas instituciones. Para ello el Ministerio Público
cuenta con la Unidad de Atención a la Víctima. La misma, prestaría los servicios de
protección, asesoría, apoyo, información y educación de sus derechos para
garantizar su correcta y oportuna intervención.
Observando la necesidad de abordar esta situación de las víctimas en rangos más
cercanos a estas, se dio paso a que en todos los cuerpos de policía se diera
funcionamiento al menos a una OFAV, que preste servicios a partir de la “recepción,
trámite, registro, evaluación, asistencia y protección de la víctima” (Normativa sobre
el Sistema Policial Venezolano. Resoluciones Ministeriales 2009-2011 n° 86: Art. 1) 12.
Además, la norma establece que los cuerpos policiales, en función del tamaño y área
territorial de cobertura, instalarán una OFAV por cada área de despliegue policial
con características y condiciones claramente definidas y acordes para la asistencia
de las víctimas (Consejo General de Policía, 2010).
En 2011 se promulgó en Venezuela la Ley para sancionar los crímenes,
desapariciones, torturas y otras violaciones de derechos humanos por razones
políticas y reparación e indemnización a sus víctimas en el período 1958 a 1998;
proyecto que se quedó corto, pues en ese momento solo se hablaba de reparación a
esas personas víctimas, pero no se planteaba la creación de un sistema de atención
a las víctimas. Es en el año 2012 que se diseñó, a partir de la Gran Misión A toda
Vida Venezuela (GMATVV), una política de Estado en materia de seguridad
ciudadana que abarca diferentes ejes temáticos, y/o vértices, entre los cuales se
visualiza la directriz de brindar atención a la víctima por parte del Estado.
Uno de los vértices que señala la GMATVV, específicamente el vértice cinco, habla
de la creación de un Sistema Nacional de Atención a la Víctima, cuyo objetivo es
crear una respuesta efectiva y eficaz por parte del Estado a quien haya sufrido una
situación que le haya victimizado. Medidas para minimizar las contrariedades
originadas en cuanto a la violencia y el abuso policial, favoreciendo estrategias
holísticas para proteger la intimidad de las víctimas, en caso necesario, y garantizar
su seguridad, así como la de sus familiares y la de los testigos en su favor, contra
todo acto de intimidación y represalia.
12
Acogiendo los ordinales 14 y 15 de la Declaración en materia de víctimas, se prescribe que, “Las víctimas
recibirán la asistencia material, médica, psicológica y social que sea necesaria, por conducto de los medios
gubernamentales, voluntarios, comunitarios y autóctonos. Se informará a las víctimas de la disponibilidad de
servicios sanitarios y sociales y demás asistencia pertinente, y se facilitará su acceso a ellos”.
Los cuerpos de policía, al igual que estas instituciones del sistema de administración
de justicia, tienen obligaciones claras y precisas en materia de atención a las
víctimas del delito y/o abuso del poder, versadas en las legislaciones anteriormente
mencionadas que son relativas a la materia.
La asistencia a la víctima es fundamental. Por lo general, el primer contacto de la
víctima con alguna institución formal que pueda brindarle ayuda es con el cuerpo de
policía, pues son los funcionarios públicos cuyo eje de acción inmediato se
circunscribe a las comunidades en sí mismas. La importancia de recibir la asistencia
adecuada por parte de los entes encargados en la materia de atención a las víctimas
pasa por dos procesos que caben ser definidos; el primero, es la comprensión de la
asistencia a víctimas, entendiendo por asistencia “ofrecer socorro, favor o ayuda a
una persona que se encuentra en necesidad para que pueda encontrar satisfacción
de la misma, preferiblemente desde su propio poder” (Ferrer, M. en Conarepol,
2007), en lo que respecta a los cuerpos de policía se da especial atención a víctimas
de delito y abuso policial o militar; en segundo lugar, comprender lo que implica
dicha asistencia por parte de los cuerpos de policía, pues amerita formación y
manejo de herramientas elementales, así como de identificación y consideración de
aspectos puntuales que diferencian a una víctima de otra, y finalmente delimitando
su campo de acción, participación e intervención dando paso a que otras
instituciones se involucren en lo que respecta a la atención integral de las víctimas.
Según el caso, la asistencia puede implicar desde una ayuda logística (por ejemplo,
información sobre qué hacer en diversas circunstancias) sobre todo en los casos
cuando la víctima aun no toma o ha tomado la decisión de denunciar el hecho y al
vícitimario; médica (por ejemplo, casos de lesiones o violación); o psicológica,
simplemente ser escuchada sin ningún tipo de expectativa ni culpa (Ferrer, M. en
Conarepol, 2007). Es por ello que, al proporcionar servicios y asistencia a las
víctimas, es necesario prestar atención a las que tengan necesidades especiales por
la índole de los daños sufridos o debido a factores13 agravantes y latentes al
momento de la atención por parte de los cuerpos de policía.
Existen situaciones características de cada persona que le pueden
condicionar para que esta termine convirtiéndose en víctima y que además, la
distingue de un tipo u otro de víctimas de cara al delito.
La victimización afecta a cada persona de una manera diferente y causa diferentes
grados de lesión o trauma (Dussich, (s/f):118). Es inevitable evaluar algunos daños
como más graves que otros, e incluso es inevitable distinguir entre personas según
el grado de daño que hayan padecido. Es muy probable que la víctima de una
violación sufra mayores daños que los miembros de su familia u hogar; sin embargo,
si se consideran los casos de víctimas de homicidio donde la víctima directa no
padecerá daño perceptible, y a pesar de ello son sus familiares quienes
indirectamente quedan afectados por el hecho delictivo, y por las secuelas de la
victimización. Partiendo de un supuesto así, se hace necesario jerarquizar la
atención que se presta a las personas afectadas (Birbeck, C. 2006).
13
Según lo versado en numeral diecisiete (17) de la Declaración sobre los principios Fundamentales de Justicia
para las Víctimas de Delitos y de Abuso de Poder. Asamblea General de las Naciones Unidas, 1985.
Sobre este particular, Puya N., (2001), hace mención a que “existen individuos que
por su naturaleza, las circunstancias en que se encuentre, su forma de ser o
personalidad, fácilmente se convierten en víctimas tanto pasivas como voluntarias
de los más diversos delitos” (18). Por lo que en su estudio este autor distingue
algunos factores victimógenos tanto inherentes a la persona en sí misma –factores
endógenos–, así como externos a ellas –factores exógenos– que de igual modo le
exponen, y que en caso de llegar a ser víctima de delito harán que amerite un trato
diferenciado al acudir a la instancia que competa en materia de atención a víctimas.
Factores
Exógenos
1. Estado civil
Factores
Endógenos
1. Biológicos
2. Escolaridad
1.1. Debilidad corporal
3. Procedencia
1.2. Edad
4. Familia
1.3. Sexo
5. Profesión
2. Psicológicos
6. Espacio y tiempo
vícitimal
2.1. Procesos cognitivos
2.2. Esferas afectivas
Fuente de información: Clasificación hecha por
Puya N. Juan M. (2001), Pp. 157.
2.3. Personalidad
2.4. Desviación de los instintos
Elaboración propia
Figura n° 2
2.5. Otros
14
Siendo así, cuando se trata de la atención y apoyo que se le debe prestar a las
víctimas de delitos violentos, la actuación policial necesariamente se debe encausar
considerando en principio algunos de estos factores victimógenos que exponen, y
14
Clasificación hecha por Puya N. Juan M. (2001), Pp. 58
que además hacen que la condición de haberse configurado en víctimas esté
asociada a estas características propias de sí mismos(as), y de sus prácticas
cotidianas. En algunos casos se les ha reconocido como víctimas especiales15, que
para los efectos de la política venezolana de atención a víctimas se prioriza a partir
de la incidencia que tengan ciertos tipos de delito violento, y que por tanto connota
una variedad de víctimas con características bien precisas.
La formación especializada para el personal que integre las OFAV más allá de estar
fundamentada en el manejo de herramientas de asistencia primaria, debe contar
con preparación comprobada para la atención particularizada según la población
destinataria, en especial si se trata de poblaciones vulnerables tales como mujeres,
indígenas, niños, niñas y adolescentes, ancianos, indigentes, población sexo diversa
(GLBT), trabajadoras sexuales, entre otras. (Consejo General de Policía, 2010: 37).
Partiendo del acogimiento de los principios fundamentales de todo ser
humano en función de los derechos que universalmente nos son conferidos
(derechos humanos), los funcionarias y funcionarios de los cuerpos de policía en sus
diferentes ámbitos políticos territoriales, desde el momento en el que tienen
contacto con una víctima del delito y/o abuso de poder policial, deben observar los
siguientes principios (Resolución n° 83: Artículo 4):
15
Puya N. Juan M. (2001). La atención a las víctimas por parte de los cuerpos de policía con independencia de
que la intervención policial con cierta tipología de víctimas, deberá ser objeto de estudio compartido con otras
materias. Precisamente por resaltar algunas connotaciones especiales en la denuncia de las infracciones penales
cometidas sobre menores de edad, mujeres, víctimas de abuso sexual, familiares de víctimas de homicidio, entre
otros.
1. Acceso a la justicia. Garantizar a las víctimas de delito y/o abuso policial, el
acceso a los mecanismos de justicia, informando de manera inmediata a los
interesados sobre el procedimiento a seguir para acceder a los mismos según
sea el caso. Utilizar, cuando proceda, estrategias y técnicas para la solución
alternativa de conflictos, tales como: la conciliación, la mediación, el arbitraje
y la negociación.
2. Trato justo. Las víctimas de delitos y/o abuso policial, serán tratadas con
consideración, respeto, equidad y sin discriminación alguna.
3. Asistencia. Los cuerpos de policía brindarán la asistencia necesaria a la
víctima según cada caso particular, atendiendo a las recomendaciones de un
equipo interdisciplinario.
4. Celeridad. Los miembros de la OFAV, evitarán demoras innecesarias en las
actuaciones, agilizando los procesos y la asistencia integral de las víctimas.
5. Información. Las víctimas de delitos y/o de abuso policial, tendrán acceso a
la información sobre las implicaciones que para ellas tienen los
procedimientos policiales o judiciales, las actuaciones, el estado de su causa
y la decisión que se haya tomado respecto a la misma.
La intervención de las y los funcionarios cuando prestan asistencia a las víctimas
queda preestablecida por irrestricto marco legal a cuyos lineamientos se adecuan
estos, con principios básicos y fundamentales, a los cuales vale la pena añadir una
característica que permite por una parte, brindar mejor asistencia y atención a las
víctimas, y por otra, iniciar procesos de confianza de la ciudadanía hacia los cuerpos
de policía. Se trata de la confidencialidad para reservar, resguardar y proteger la
identidad del denunciante (Consejo General de Policía, 2010: 29-47).
Los cuerpos de policía en el marco del nuevo modelo policial venezolano, han
orientado su actuación a asumir la proximidad a la ciudadanía como primicia de sus
labores, lo que conlleva en esencia a que representen el cuerpo de seguridad
ciudadana de primera mano para la ciudadanía, y por tal motivo, cuando se suscitan
situaciones en las que se victimiza a una o varias personas serán la instancia más
inmediata a la cual la ciudadanía podrá recurrir.
Lo expuesto en la resolución ministerial n° 86 en materia de atención a la víctima,
resalta dos momentos cruciales en esta materia; el primero, sobre la creación de la
OFAV en los cuerpos de policía, la cual fundamentalmente detalla las atribuciones
de la actuación policial16 para asistencia a personas víctimas; y el segundo, que
precisa sobre la garantía del procesamiento adecuado de la denuncia17. Dos ámbitos
de acción que coinciden en la intervención in situ de la policía como instancia formal
y cercana a la ciudadanía cuando se trata de atención a víctimas. En concordancia
con Navarro (s/f: 26, 27) quien considera que al momento de prestar asistencia,
atención y apoyo a las víctimas se suscitan dos momentos vitales de la participación
16
Artículo 1: Se crea la Oficina de Atención a la Víctima en los Cuerpos de Policía en sus diversos ámbitos político
territoriales, la cual tendrá entre sus atribuciones la recepción, trámite, registro, evaluación, asistencia y
protección de la víctima en los casos de delitos y/o abuso policial; asimismo, desempeñará sus funciones
conforme a mecanismos que garanticen un tratamiento digno y respetuoso, protegiendo la intimidad y
seguridad de las víctimas, sus familiares, testigos y demás sujetos procesales, contra todo acto de intimidación
y/o represalia (LEFPol, 2009).
17
Artículo 5: Las Oficinas de Atención a la Víctima, garantizarán el procesamiento inmediato y adecuado de la
denuncia o requerimiento de las víctimas de delitos, manteniendo un registro de estos casos (LEFPol, 2009).
de la o el funcionario: (1) la atención primaria a las personas víctimas, y (2) la
recepción de la denuncia como tal, es decir, la toma de la declaración del hecho
suscitado.
El cuerpo policial es el primero que entra en contacto con las personas relacionadas
con un delito, y a veces no hay más pruebas que el testimonio de una víctima, es por
ello que, cuando nos referimos al primer contacto que hacen las personas víctimas
con la policía, se hace necesario establecer un clima o ambiente de tranquilidad y
armonía sobreponiéndose a la situación que contextualiza a la víctima; ello permitirá
que actúen en función de considerar aspectos que son fundamentales para la
siguiente fase donde se recibirá la declaración y denuncia como tal (Navarro, s/f: 2427). Entre los aspectos a considerar se encuentran: (1) privacidad, preservando la
intimidad de la(s) persona(s) proveyendo un espacio específico para su atención; (2)
objetividad, sin emitir juicios de valor y/o apreciaciones personales; (3)
receptibilidad, prestando singular atención al relato; (4) credibilidad, mostrando una
actitud positiva y cercana; finalmente (5) información, dándole a conocer sus
derechos, protección legal y asistencia psico-social que le será brindada.
Añadiendo un aspecto relevante sobre todo, cuando sean las víctimas indirectas18
(sin menoscabo de las víctimas directas del agravio) sería necesario asegurar al
denunciante un nivel de confidencialidad19 desde que este acude a la institución
policial.
La importancia de atender todo lo anteriormente mencionado tiene dos objetivos
fundamentales: primero, lograr la escucha activa a la víctima, y segundo, la
18
Las víctimas de abuso policial son objeto de persecución, acoso y hostigamiento por parte de los funcionarios
policiales” (Conarepol, 2006).
19
Según lo versado en la Resolución ministerial N° 83, Art. 9; señalado en la Practiguía elaborada por la
CONAREPOL en materia de atención a víctimas, se mantendrá confidencialidad en tanto que, Establecer
mecanismos para la denuncia anónima para reservar, resguardar y proteger la identidad del denunciante (Pp. 26,
49).
obtención de información lo más veraz posible de cara a una declaración eficaz para
el posterior trabajo.
Existirán situaciones de personas víctimas que ameriten, según lo definan tanto
particularidades de la persona víctima así como la tipología del delito, la o el
funcionario policial debería valorar la pertinencia de posponer algunas actuaciones
policiales (toma de declaración ruedas de reconocimiento, visionado de
fotografías…) para otro momento; no obstante, en este punto, se debe tener
también en cuenta, que “cuanto mayor sea la demora en la toma de declaración,
mayor será el riesgo en la credibilidad del testimonio” (Alonso, M., 1994), ya que
cuanto más tiempo pase, se puede dar mayor número de errores en la declaración.
En otro orden de ideas, se plantea que cuando se trata de abuso policial, debe haber
interconexión entre la OFAV y la Oficina de Control de Actuación Policial (OCAP). Ello
significa que las y los funcionarios adscritos a la OFAV son más próximos a los
ciudadanos, al momento de formular una denuncia, cuando una o un funcionario
policial vulnere la condición de alguna persona en el ejercicio de sus funciones.
En la práctica, de todos los delitos cometidos solamente se persiguen
aquellos por los que se ha formalizado denuncia, siendo una minoría los perseguidos
de oficio. De hecho, determinados delitos solo pueden perseguirse previa denuncia
del perjudicado. Por tanto, “se hace evidente que la víctima es la que tiene en sus
manos la puesta en marcha del sistema legal” (Puya N., 2001: 15).
Según la ENV (2006), la denunciabilidad promedio de los delitos se encuentra por el
orden del 30%. Las razones para no denunciar reflejan, fundamentalmente,
desconfianza en la atención que prestaría la policía a las denuncias o en que sean
registradas. Así mismo en 2009 la situación no fragua pues el promedio de
denunciabilidad de los delitos se halló en el orden del 30%. Ambos estudios señalan
que uno de los aspectos que más interesa a la población victimizada es la garantía
de su integridad física y moral, ya que la “protección contra retaliaciones”, si bien se
considera una acción esencial en materia de atención a la víctima, resulta
inexistente o inaplicable dentro de la dinámica socio-jurídica de nuestro país.
Los resultados de la ENV (2006) expuestos por Gabaldón, L. et al. donde este autor
plantea que “entre las razones para no denunciar, resaltan [que] no harían nada con
la denuncia (38,5%), no tomarían la denuncia (15,6%), el hecho fue de escasa
importancia, no hubo pérdida (13,9%) y por miedo a represalias por parte de los
responsables del hecho”.
En la consulta elaborada por la Conarepol en el mismo año, los grupos de víctimas y
familiares del abuso policial indicaron que “las denuncias no son debidamente
atendidas y no se les da respuesta a largo plazo. Por el contrario, el policía ve al
denunciante como un enemigo y lo criminaliza” (2006: 72). Adicionalmente, se
mencionó que “la atención de la denuncia depende del estatus de quien la hace y
los policías se parcializan claramente: si el denunciante es pudiente, le dan curso a la
denuncia; si no lo es, la descartan, botan los expedientes y dan fin al caso” (p. 77).
Estudios sobre víctimas de delito han destacado que en las prácticas policiales se
suele detectar discriminación de determinados sectores vulnerables a la hora de
considerar sus denuncias (por ejemplo: discriminación a mujeres, por orientación
sexual, por posición económica, entre otras). Burin, D. (2003) citado por Gutiérrez, L.
(2008) expresa que
…algunos funcionarios policiales muestran arraigo a falsos mitos y creencias que
tienden a perpetuar la violencia contra la mujer como un asunto que se debe
resolver en el interior de los hogares, e incluso se justifican los incidentes
violentos como algo necesario (p. 23).
Haciendo más comprensible este particular; cuando se trata de la fase secundaria de
victimización; Jorge Corsi (s/f: 2) refiere a esto una experiencia que el mismo ha
titulado ¿Por qué es más fácil creer al víctimario que a la víctima?:
En la década del 50, un equipo de psicólogos sociales americanos realizó una
experiencia que consistía en presentar materiales filmados a un grupo numeroso
de personas de variadas ocupaciones, para que contestaran luego un
cuestionario sobre dicho material. Uno de ellos mostraba entrevistas con un ex
torturador de la Alemania nazi y con un ex prisionero de los campos de
concentración (sin informar al grupo de las respectivas identidades y
antecedentes); las entrevistas versaron sobre temas generales... en el
cuestionario posterior, la mayoría de quienes habían presenciado el material
fílmico definieron al torturador como más seguro de sí mismo, coherente, veraz
y confiable, mientras que percibieron al torturado como inconsistente, vacilante,
poco confiable, contradictorio y poco veraz.
Las conclusiones de esta experiencia se ajustan a lo que ocurre cuando los
protagonistas de violencia familiar, a raíz de los efectos psicológicos de la
victimización,
son
percibidas
como
contradictorias,
emocionalmente
desequilibradas y, por lo tanto, se tiende a desconfiar de la veracidad de su
testimonio. En cambio, el perpetrador se muestra como más confiable, en
función de su fachada de seguridad, racionalidad y aplomo. Cuando esto ocurre,
están dadas las condiciones para que se produzca el fenómeno de la doble
victimización.
La victimización secundaria o como también se le suele hacer mención
“revictimización” comienza ante la policía. La policía es normalmente el nexo de
unión entre la víctima de un delito y el sistema jurídico penal, su puerta de entrada
en el proceso. Recién sufrida la agresión la víctima ha de comparecer en las
dependencias policiales donde generalmente se le hace esperar. Allí es atendido por
una o un funcionario que, por regla general, carece de conocimientos en la
intervención psicológica con víctimas y cuya principal preocupación es la de
acumular el mayor número de datos posible que conduzcan a la detención del
agresor.
Por otra parte, es normal que la víctima tenga que dar cuatro o cinco veces la misma
versión de los hechos. Así pues, el ciudadano que requiera a una patrulla para
cualquier intervención deberá dar la primera versión a los agentes actuantes, una
segunda o tercera en las dependencias policiales y a los fiscales del Ministerio
Público; una más en el Juzgado, por si posteriormente, en otra ocasión, si es
necesaria la ratificación y otra final el día del juicio (Puya N., 2001). Es todo esto lo
que representa para la víctima haber ingresado al sistema de justicia penal, pues
para estas instancias del Estado que siguen actuando bajo esquemas, altamente
burocratizadas, suelen olvidar los perjuicios experimentados por la víctima, que hace
y produce también que la víctima se sienta maltratada por el sistema legal.
Otro derecho fundamental que tiene la víctima en todo este proceso de
atención es el relativo al resarcimiento y la compensación, el cual inicia desde el
momento en que la víctima tiene un primer acercamiento con alguna instancia
formal de justicia, bien sea para establecer su denuncia o no. Cuando se le causa un
daño a la víctima la reparación es uno de los principales objetivos del proceso penal
y corresponde a las o los jueces garantizar tal derecho. La víctima de abuso del
poder tiene el derecho de ser indemnizado por el Estado, mientras que las víctimas
de delitos comunes tienen el derecho de obtener su reparación económica.
Por no tener influencias, en ciertas ocasiones no se les da credibilidad ni respuesta a
las víctimas, aún y cuando contemplamos como principio inmediato del proceso de
incursión en el sistema de justicia penal la Justicia Restaurativa. Las disposiciones de
la Declaración20 en su numeral 3, dan por sentado que serán aplicables a todas las
personas sin distinción alguna, sea de raza, color, sexo, edad, idioma, religión, y
otras condiciones que pudieran asociarse. No obstante, en Venezuela actualmente
se cuenta con acuerdos reparatorios los cuales son parte de la justicia restaurativa y
forman parte de nuestra legislación (COPP).
A pesar de las sanciones legales que existen en todo el mundo para prevenir
el abuso de poder policial, este sigue ocurriendo con creciente frecuencia e
impunidad relativa. Fundamentalmente, hay cinco consideraciones al abuso de
poder: (1) el tipo de abusador, (2) el abusador específico, (3) el método utilizado, (4)
20
Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y del Abuso de
Poder, adoptada por la Asamblea Nacional de las Naciones Unidas en su resolución 40/34.
las víctimas, y (5) el grado de lesiones y daños. En cada una de ellas hay numerosos
ejemplos, circunscritos a jurisdicciones de rango mundial, que van desde el
apartheid sudafricano (1961-1994), hasta la organización criminal conocida como la
mafia, que usa chantaje, coacción, intimidación, soborno y la corrupción en los
ciudadanos inocentes que causan la muerte extensa, el sufrimiento y la pérdida de
propiedad (Dussich, s/f). El ejemplo más reciente de abuso de poder es el gobierno
de la antigua Yugoslavia que utilizó formas extremas de agresión, contra croatas,
musulmanes de Bosnia y Herzegovina; y más recientemente kosovares étnicos con
asesinatos en masa, violaciones masivas, extensa destrucción de bienes, edificios y
símbolos culturales sagrados, en su mayor parte haciendo caso omiso de los
protocolos.
Las víctimas y familiares de abuso policial consultados por la Conarepol en el año
2006 señalaban en este sentido que “por no tener influencias no se les da
credibilidad ni respuesta a las víctimas. Además, las víctimas de abuso policial son
objeto de persecución, acoso y hostigamiento por parte de los funcionarios
policiales” (Conarepol, 2006) que probablemente han estado involucrados en la
comisión de algún tipo de delito.
Según lo versado en la Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia
para las Víctimas de Delitos y del Abuso de Poder, los Estados deberían considerar la
posibilidad de incorporar a la legislación nacional normas que proscriban los abusos
de poder y proporcionen remedios a las víctimas de esos abusos. En particular, esos
remedios incluirán el resarcimiento y la indemnización, así como la asistencia y el
apoyo materiales, médicos, psicológicos y sociales necesarios. Sobre este causal
Venezuela ha avanzado notoriamente, e incluso se ha proyectado sobre políticas
sociales de asistencia, orientadas a establecer redes de atención primaria.
Más allá de considerar a la víctima como “persona natural que experimenta
una lesión objetiva de bienes jurídicamente protegidos” (Puya, J. 2011: 12), se
empieza a visualizar la misma como un sujeto de derecho, y de hecho; esto en tanto
que la acción de las instancias formales de control están en obligación de brindar
una atención adecuada y de calidad a las víctimas tanto de delitos, como de abuso
de poder, aun y cuando quienes perpetran este tipo de delitos al mismo tiempo se
configuran en la instancia protectora. Plantearse entonces ¿en qué medida los
cuerpos de policía se configuran como victimarios de sus protegidos(as)?, y
paradigmáticamente ¿de qué manera se involucran en casos que ameritan de su
atención cuando el agresor (a) es una o un funcionario policial? y, finalmente ¿sigue
imperando la discrecionalidad sobre la actuación policial al atender a las víctimas, o
se empieza a asumir la intervención sin distinciones ni agravios añadidos a las
víctimas que a ellos acuden?
Sobre el proceso de atención también debe tenerse presente que, las personas que
trabajan para prevenir la victimización podrían haber derivado empíricamente en
hechos con el fin de reducir la vulnerabilidad de las víctimas potenciales.
Interventores de crisis podrían reducir de forma efectiva el sufrimiento de las
víctimas inmediatamente después de la victimización y prevenir la escalada de
trauma. La necesidad de contar con un protocolo bien pensado ejecutado por
especialistas, mejor podría resultar para facilitar la recuperación de las víctimas y
reducir o eliminar el sufrimiento a largo plazo y promover el retorno a una vida
estable y funcional para los victimizados (Dussich, J. s/f).
Es importante señalar que no siempre las víctimas acuden a una oficina o
coordinación en la que se encuentran las y los funcionarios; existen ciertas ocasiones
en que la actuación de los Cuerpos de Seguridad será in situ, es decir, que tienen
lugar en el campo de desempeño, en el lugar donde están ocurriendo los hechos.
En esa labor no solo debe estar comprometida la asistencia, sino, ciertamente, todas
y todos, pues no estamos exentos. Por eso es tan relevante la tarea de prevención
victimal, que es un punto álgido, pues muchas veces las personas solo deciden dejar
transcurrir los hechos o que estos se consumen, en lugar de acudir a tiempo y evitar
resultados negativos. Probablemente esto tenga lugar en actos flagrantes, sin
embargo, cuando se trata de víctimas consumadas, debe considerarse que el
desconocimiento por parte de la ciudadanía de la relación entre la OFAV y la OCAP
implica que esta última tiene la competencia de hacer el seguimiento interno sobre
el procesamiento y correctivos frente a las y los funcionarios policiales, paralelo a la
apertura de un caso en una instancia ajena, y que en trabajo conjunto podría tener
lugar una incidencia positiva en los índices de resarcimiento y aplicación de justicia
penal.
La consideración de algunos factores inhibitorios y favorecedores sobre la denuncia
por parte de víctimas de delitos violentos, incide de una u otra manera en la
actuación de los cuerpos de policía para atender, y proteger a las víctimas de este
tipo de hechos. Es así como, suministrar información sobre la aptitud y propensiones
de los sujetos para convertirse en víctimas del delito, las relaciones entre
delincuente y víctima, los daños que padece la víctima y los mecanismos de
reparación, los programas de prevención del delito dirigidos a determinadas
víctimas potenciales, el comportamiento de la víctima denunciante ante la instancia
de control social formal, o la inmersión en procesos de victimización secundaria
(Puya, J., 2011: 10).
Finalmente un particular que probablemente no se ha abordado, y que tiene suma
importancia para la actividad policial; propone traer a discusión consideraciones
sobre la existencia de profesiones con riesgos potencialmente victimógenos. Es el
caso de policías, taxistas o empleados de banca, que tienen necesariamente que
asumir el riesgo. Cabría entonces ¿considerar sanciones tan rotundas sobre los
cuerpos de seguridad?, esto en función de lo expuesto por la CIDH en su Informe
Anual 2004, numeral 231.5 en el que expresan “…poner en práctica mecanismos de
sanción y remoción de miembros involucrados en violaciones a derechos humanos
durante el ejercicio de sus funciones, apelando a la aplicación irrestricta de la
sanción penal”. Ahora bien, ¿será acaso que siempre las y los funcionarios policiales
son garantes de derecho o victimarios en el peor de los casos?, o ¿es que la
investidura que les otorga ser policía los desdibuja de su carácter humano cuando se
trata de situaciones donde las víctimas de delitos violentos son ellas y ellos?
Aun cuando los procesos de reforma dados en países como el nuestro son
necesarios, no debe caerse en el error de considerar que por sí solos constituyen
una política integral de seguridad ciudadana. Las agencias de seguridad y los cuerpos
policiales son tan solo una de las aristas a considerar, y los procesos de reforma
deben ser comprendidos en su justa dimensión, sin sobrestimar su alcance. En
términos generales, asumimos la aseveración de Dammert, L. y Bayley,Y. (2005)
cuando afirman:
…los problemas de criminalidad policial o de la ineficacia de la policía no podrán
resolverse solo con reformas policiales, sino dentro de una visión sistémica más
amplia, de todo el sistema de justicia penal, y más allá de este que incluya la
consolidación de democracias legítimas y estables que promuevan una
distribución equitativa del bienestar
El estado social de derecho impone límites claros y precisos para la actuación
policial. La potestad de la coerción concedida a los funcionarios policiales, debe
tener como marco el respeto de la convivencia social y de los derechos y libertades
de las personas. Es en su actuar, en el empleo de los recursos y en la aplicación de
los procedimientos, donde la autoridad pone en juego la legitimidad de su acción.
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