ANTONIO Nariño, F. de P. Santander y Julio Arboleda.

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ALDEANA
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ALDEANA
DE COLOMBIA
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ANTONIO NARIÑO, F. DE P.·
SANTANDER Y JULIO
ARBOL~DA
SELECCION SAMPER ORTEGA DE
LITERATURA
COLOMBIANA
PUBLICACIONES DEL
MINISTERIO DE EDUCACION NACIONAL
1936
Editorial Minerva, S. A.
NARIl~O, SANTANDER.
ARBOLEDA
En los primeros días de la república se produjeron tres grandes piezas de oratoria parlamentaria: la defensa de Nariño, la de Santander y el discurso con que don Julio Arboleda,
como presidente del Senado, dio posesión de
la presidencia de la república al vicepresidente
MaIlarino. Aunque la segunda de estas piezas,
la defensa de Santander, fue remitida del Exterior a la Cámara, puede considerarse del
género oratorio, así por su forma cuanto por
haberse escrito para ser leída ante la corporación; y como Nariño, sU autor, y Arboleda,
son de las más salientes figuras políticas del
último siglo, nos pareció que el presente valumen resultaría valioso, interesante y homo ...
géneb recogiendo en él estas tres piezas, tan
diferentes de las· que se estilan ogaño en los
congresos .
.El general Antonio Nariño, precursor de la
independencia, nació en Santafé en 1765 y
murió en la Villa de Leiva en 1823. Lospri -
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meros treinta años de su vida se deslizaron
de la mejor manera que podía esperarIo un
criollo dentro de la administración colonial:
casó en 1785 con doña Magdalena Ortega:
desempeñó la alcaldía de la ciudad; tuvo grandes y prósperos negocios de comercio; fue tesorero de diezmos y encabezó un centro literario de mucho renombre en la historia de
nuestras letras. Sin embargo, al publicar el
año de 1794 «Los Derechos del Hombre~, en
la imprenta que él mismo había introdúcido
un año antes, se convierte en un calvario su
vida, y ya no encontrará la paz sino en el
sepulcro. Procesado por conspirador, se le confiscan sus bienes y se le condena a diez años
de presidio en Africa. Pero logra fugarse, y
en Inglaterra y en Francia intenta obtener
recursos para independizar a su patria; al regresar a Bogotá es apresado nuevamente y en
seis años de reclusión su 'salud desmejora hasta el punto de serIe preciso aplicarse a negocios de campo, porque sólo en él tendrá posibilidad de mejoría. Preso otra vez en 1809,
recobra la libertad después del 20 de julio del
año siguiente, para servir en los penosos días
del nacimiento de la república, primero como
secretario' del congreso y luego en la presidencia de Cundinamarca. Le toca afrontar la intentona española de reconquista; en Pasto cae
prisionero por tercera vez, y d~ra seis años
en los presidios de Guayaquil, El CaUaó, Li-
NARmo, SANTANDER, ARBOLEDA
7
ma y Cádiz. Regresa a Colombia, y aquí es,
entre los personajes de calidad. la primera
víctima del odio, dios popular de la política
entre nosotros. Por último, su vida se extingue en Leiva. lejos de todo ruido; y allí, con
sublime estoicismo, aguarda la llegada de la
muerte.
Al recibir en la Academia Colombiana de
Historia a don Guillermo Hernández de Alba,
a quien debemos el conocimiento de diez años
de la existencia de Nariño que permanecían
en completa oscuridad, pretendimos señalar
la manera providencial y maravillosa como se
acompasó la vida del Precursor, a la de la república.
En verdad-dij imos entonces-los vaivenes
de la patria se acuerdan y cursan armónicamente con los de la existencia del Precursor,
cual si tal existencia fuese el canto o el tema
central de aquella gran sinfonía que se inicia
con la llegada de Mutis y termina con los
broncos v fortísimos compases de los cañones
del santuario.
Nunca como en .la sexta década del siglo
XVIII fueron tan claras las características de
la colonia: en el abandono del mundo y ordena9ión sacerdotal de don J osé de Salís culmina
el sentimiento religioso que informó todos los
. actos de nuestros pasados y que más que un
truto espontáneo y lozano solía ser producto
de meditaciones, de luchas entre el espíritu y
j
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la carne, de desengaños, de tedio en ese vivir
~modorrido, inútil, sin ambiciones y sin gloria,
que en Indias se llevaba desde que la aventura
y el Dorado murieron con las razas primitivas. En don Miguel de Santisteban. a cuyo
cargo estuvo la residencia del Virrey-fraile, se
cifra el rábula malicioso que, más que a impartir justicia, venía a hacer méritos, exagerando
el celo y el rigor, para alegarlos cuando a la
corte se tornase. Y en la quietud inenarrable
de aquella época están mejor que nunca sintetizadas la indolencia intelectual y la opacidad de emoción en que vivieron, o mejor dicho, arrastraron sus horas, los colonos de don
Felipe, de don Fernando y de don Carlos.
Nariño es el último de los santafereños na·
cidos en la profundidad de aquella profunda
Santafé. Desde la década siguiente las primeras brisas de inquietud, de curiosidad y de
estudio, habrían de rizar, aunque todavía levemente, las aguas de ese mar muerto. De
modo que, por razón de nacimiento, bien podemos considerar a este vástago del contador
real don Vicente Nariño y de doña Catalina
Alvarez del Casal,- como un refinado producto
de la colonia.
Empero el soplo escapado de los labios de
Mutis se va tornando en brisa. en viento y
en huracán que barre las brumas de ignorancia y pereza, para que verdeen y granen las
inteligencias que con mano amiga cultIvara el
NARmo, SANTANDER, ARBOLEDA
. 9
gran botánico; y Santafé abandona su marasmo, lee y discute a los encicIopedistas, investiga, sonríe, y se anima en las tertulias literarias en cuyo centro Nariño es también el
arquetipo de aquel siglo que muere y de la
naciente inquietud.
No duran mucho, sin embargo, los inconscientes aleteos de una república que, sin saberIo, pretendió nacer de la revuelta de los
comuneros del Socorro y de la publicación de
los «Derechos del Hombre>; como el propio
impresor, ella desmaya y casi muere durante
diez largos años en que parece esfumarse de
la historia, cual parecía esfumarse la vida del
gran bogotano..
Pero súbito resuenan otra vez y a un mismo tiempo y briosamente y en nítidos acordes, el clamor de una nación que reclama su
independencia y el de un hombre que conquista la suya y se pone a la cabeza de su pueblo. Y desde ese momento hasta quedar abandonado en las montañas de Pasto, la vida de
la república es la suya: melodía y acompañamiento van ahora acompasados, sin discrepancias ni disociaciones.
Con la caída del exdictador de· Cundinamarca en manos de Aymerich empiezan los
hados a favorecer a los pacificadores y se inicia para nosotros aquella larga era de padecimientos, aquella ola de sangre, en campos y
banquillos, que sólo concluirá en Boyacá en
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1819, con la derrota de las tropas del rey.
Paralelamente, la existencia del Precursor entra en un nuevo período de tribulación. Ni la
patria ni él pueden saber cual será suerte. Y
es curioso que, con pocos meses de diferencia,
una y otra obtengan definitivamente la libertad.
Restituído Nariño, a sus lares, es con él, como
mandatario, con quien se entiende el congreso
que dicta la ley fundamental de la república; de
modo que preside el verdadero nacimiento de
Colombia que, para que nada falte en la grandiosa sinfonía, ha de poner en ella la única
discordancia entre el hombre y la república:
la de la ingratitud.
Finalizando el año de 1823, Bolívar salió
para el Perú a darle libertad con nuestra sangre; mientras Nariño, en tanto, partía para la
Villa de Leiva. Siguiendo los pasos a la tropa
libertadora iba ya el espectro de la desunión
que a poco tomaría vigor en Valencia para
culminar, como la vida del Genio Americano,
en la disgregaci6n definitiva, cuando él cumpliese 47 años, y 11 la Gran Colombia. Nariño, por su parte, llevaba también la muerte
al anca de su caballo. La melodía iba a finar
antes que los postreros trémolos del conjunto.
Pero, en todo caso, con Nariño moriría la
patria que comenzó a esbozarse cuando él
nació. La frase de Rueda Vargas es justa:
Nariño fue la patria misma.
NARIRO, SANTANDER,
ARBOLEDA
*
11
•*
Con respecto al general don Francisco de
Paula Santander, extractamos a continuación
su biografía, tomándola del excelente libro
que sobre esta gran figura colombiana escribió
nuestro amigo y colega don Manuel José Forero.
Nació el Hombre de las Leyes-como le llamó Bolívar después de la glorificación de
Ayacucho-el 2 de abril de 1792 en la villa
del Rosario de Cúcuta, y vino a verificar sus
estudios en la capital del Virreinato de la Nueva Granada trece años más tarde; en el Colegio
de San Bartolomé recibió las lecciones que le
dotaron de una instrucción general y las especiales de jurisprudencia, apropiadas a sus
aptitudes y carácter, que habrían de permitirle servir a la futura república en su desenvolvimiento civil. Pero cuando los patriotas se
congregaron en la plaza mayor de Santafé el
20 de julio de 1810, y llegó a oídos del vivaz
estudiante el clamoreo de su pueblo por la
libertad, abandonó las aulas y se trasladó a
las milicias organizadas aquel día memorable,
y de las cuales no habría de faltar sino hasta
el momento en que Colombia fue libre.
« Tomó parte en las contiendas federalistas y
centralistas de la primera edad de la república;
posteriormente combatió alIado de Bolívar con-
12
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tra los españoles.que trataban de mantener bajo
la dependencia de España el suelo de la Nue.va
Granada; y cuando cayó en manos de Morilla
dada la superioridad de sus fuerzas y la división política que había agrupado en dos bandos a los dirigentes del gobierno emancipador,
se dirigió a las llanuras orientales con algunos
re$tos del ejército que mantuvo encendida en
aquellas regiones desiertas la antorcha de la
libertad. Santander organizó allí tropas regulares que preparaba con ahinco para las futuras
acciones de guerra; más tarde estuvo de nuevo
al lado de Bolívar, que luchaba en Venezuela
por la independencia; después regresó a los
llanos de Casanare, y, de acuerdo con el Libertador, se preparó para invadir a la Nueva
Granada, cuyos mejores hijos habían perecido
en el cadalso en el luctuoso período de 1816 a
1819. El 4 de junio pasó el Libertador el río
Arauca mientras su propio ejército avanzaba
a reunirse con la División de vanguardia preparada por el general Santander; reunidos todos sería tarea fácil verificar inmensos sacrificios con aquel conjunto de hombres dispuestos a lograr la libertad de su patria, y obtener
el ambicionado triunfo con la posesión del
viejo Virreinato.
El 25 de julio siguiente los ejércitos enemigos habrían de encontrarse en Pantano de Vargas; y el 7 de agosto en el Puente de Boyacá.
La acción de armas que se libró en este últi-
NARffiO, SANT ANDER, ARBOLEDA
13
mo lugar, aunque breve por su duración y
desprovista de brillo militar por sus características espéciales, fue definitiva para la libertad de Colombia y ahorró para el porvenir de
ella la sangre generosa de muchos de sus hijos.
El 21 de agosto del mismo año el Libertador
ascendió a Santander a General de División,
como reconocimiento de su participación intrépida en la batalla de Boyacá, de su .pericia
en los combates anteriores y de sus desvelos
por preparar aquellas tropas que dieron a Colombia su más puro día de gloria. Y, en aten.ción a la necesidad de continuar la guerra,
.designó igualmente a Santander para ejercer
el gobierno de Cundinamarca, mientras él se
dirigía a dar cuenta al Congreso de Venezuela
y a movilizar los ejércitos contra los españoles venidos de la Península a verificar la reconquista. El Congreso de Cúcuta (1821) eligió Presidente de Colombia a Bolívar, y vicepresidente a Santander; pero el primero, al
aceptar esa altísima investidura, 10 hizo con
la expresa condición de que Santander presidiera en realidad aquella gran república, por
considerar-escribió-que
sus talentos, virtudes, celo y actividad ofrecen a la república
el éxito más completo en su administración.
<Tocó, pues, al general Santander dirigir los
primeros pasos de Colombia como pueblo libre,
mas no' en el sosiego de la paz sino en medio
de los azares de la guerra. No solamente aten-
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dió entonces a los afanes de la simple administración gubernamental sino que dio a Bolívar la cooperación que él necesitaba en hombres y en elementos para continuar con provecho la guerra de la independencia, llevándola
hasta Bolivia y el Perú. Bolívar dio público
testimonio de ello en carta del 13 de noviembre de 1824, escrita en Chancay, poco después
de las grandes batallas que confirmaron y consolidaron la libertad de toda la América del
Sur.
<Cuando ocurrió en '\'alencia (Venezuela)
la rebelión de Páez contra el gobierno central
de Bogotá, volvió Bolívar a Colombia. En
ella prevalecía entonces el concepto de la legislaeión que había venido a sustituir, debido
a la acción de Santander, a la autoridad militar y al concepto del caudillo; consideró el
Hombre de las Leyes que mientras la guerra
hizo necesario ese concepto fue oportuna su
aplicación; pero que una vez vuelta la normalidad, y organizada la vida ciudadana, debían
gobernar los principios y las leyes que los
pueblos se dieran a sí mismos. Por eso, cuando la Constitución Boliviana fue recomendada
a la consideración de los hombres públicos de
Colombia, Santander demostró francamente
su oposición y llevó consigo a los influentes
amigos que le acompañaban. En lo tocante a
la rebelión de Valencia debemos recordar que
Bolívar, en ejercicio de la magistratura, per-
NARffiO, SANTANDER,
ARBOLEDA
don6 al jefe venezolano (uno de los más ilustres de la independencia) su desacato al gobierno central y sustrajo de la obediencia a
Santander algunas provincias de la república.
cProclamada por Bolívar la dictadura, Santander manifest6 también entonces su abierta
oposici6n a ella; hizo palpable su adhesi6n a
la Constituci6n de Cúcuta y pens6 en retirarse
del país. Vino el 25 de septiembre de 1828,
fecha infausta para Colombia, en que se armaron con el puñal parricida algunos de los
más tenaces enemigos·,ee la dictadura de Bolívar, y, como consecuencia de ese atentado
que la Providencia frustr6, la reacci6n de un
grupo militar adicto a Bolívar hizo que los
castigos fueran enérgicos y la persecuci6n· vigorosa. Santander fue aprehendido entonces
como conspirador; pero no habiéndole podido
probar el tribunal que hubiese tenido participaci6n en el atentado dicho, y previa la opini6n del Consejo de Ministros, Bolívar conmut6 a Santander la pena capital por la de
destierro del país.
«Hallábase en Europa cuando la preponderancia política de sus partidarios 10gr6 de nuevo el supremo influjo en el Estado. Fue elegido presidente de la república por el congreso,
y volvi6 a la Nueva Granada en virtud de
ello. Dispuso de medios suficientes para go..,
bernar democráticamente un país que había
soportado ya las espinas de la dictadura, y
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continuó entonces la tarea de formar la conciencia ciudadana, tal corno lo había hecho en
1819, tal corno lo realizó desde 1821 hasta
1827 desde el sillón de los presidentes.
«Concluído su período de mando se retiró
por algunos días a la vida privada, volvió al
Congreso posteriormente, y falleció en Bogotá el 6 de mayo de 1840. «Cay6 entonces la
losa sepulcral sobre sus despojos, pero la patria grabó en el mármol y el bronce su nombre procero; en un soplo se extinguió su vida
fecunda, pero Colombia continúa repitiendo
las palpitaciones de su gran corazón; dijo el
último adiós a sus conciudadanos, pero el patriótico acento de sus enseñanzas perdura a
través de una centuria realizando en el suelo
que ilustró con sus hechos y engrandeció con
su heroísmo, los supremos ideales de la repúpública .•
* **
Don Julio Arbdeda nació en la hacienda de
San Vicente de Timbiquí, en la costa del Pacífico, el 9 de julio de 1817. Su familia, una
de las más castizas de la noble Popayán, poseía allí minas de oro, y cuando Sámano inició la reconquista del sur de la Nueva Granada, hubo de refugiarse en San Vicente, pues
la mayoría de sus miembros se había distin-
NARI~O, SANT ANDER, ARBOLEDA
17
guido por sus servicios a la causa de la Independencia.
Don ) ulio recibió los primeros conocimientos de labios de sus abuelos maternos don
Manuel Antonio Pombo y doña BeatrizO'Donnell. En seguida acompañó a su padre a Europa, en 1830, y en Inglaterra cursó humanidades, hasta obtener en la Universidad de
Londres el título de bachiller en artes. Concluídos sus estudios, viajó por Francia e Italia,
antes de regresar a su patria en el año de
1838. En la Universidad del Cauca, y al mismo tiempo que desempeñaba la cátedra de
literatura, estudi6 derecho civil y ciencias políticas.
En la guerra civil de 1840, Arboleda tomó
las armas en contra de Obando, y bien pronto fue nombrado ayudante del general Herrán.
Mas como el gobierno del Ecuador había auxiliado con tropas al de la Nueva Granada para
debelar la rebelión de Pasto, Arboleda fue enviado al Ecuador a discutir con el presidente
Flores la pretensión de que para recompensarle sus servicios la Nueva Granada le cediera
al Ecuador una parte de las provincias de Pasto y Túquerres. Desempeñada su comisión
.diplomática, Arboleda regresó al país e hizo
la campaña del norte a las órdenes de Herrán
y de Mosquera. Concluída la guerra, se retiró del ejército con licencia indefinida para entregarse a sus negocios y a sus labores Htera-
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rias, y emprendió en la gigantesca obra de su
poema Gonzalo de Oyón. En los ocho años de
paz que siguieron concurrió varias veces al congreso, donde pronto conquistó fama de excelente orador.
En 1849, encendida de nuevo la guerra civil, Arboleda inició en Popayán la oposición
al gobierno de López, en su periódico El M is6(oro; reducido a prisión, escribió en ella su
poesía Estoy en la cárcel, una de las más vehementes que hayan visto la luz en Colombia.
Don Sergio Arboleda, hermano de nuestro
poeta, logró comprar armas en Quito y allegar
allí -recursos para intentar una revolución en el
sur. Don Julio, que había podido salir de la
cárcel y pasar al Ecuador, penetró en Colombia al frente de alguna tropa; pero bien pronto fue derrotado y hubo de emigrar al Perú,
donde permaneció, entregado al periodismo y
a la enseñanza. hasta 1853. De Lima se trasladó a Nueva York, y en 1854 regresó a Bogotá. Fue entonces cuando, como presidente
del Senado, dio posesión del poder ejecutivo
al vicepresidente Mallarino, leyendo la magnínífica pieza que reproducimos en el presente
volumen.
En la guerra de 1860 Arboleda, que se hallaba en París atendiendo a la educación de
sus hijos, regresó a Colombia llamado por el
presidente Ospina, para oponerse a tvlosquera
en el Cauca. Proclamado general en jefe de
NARmo, SANTANDER, ARBOLEDA
19
las fuerzas constitucionales unidas del Cauca
y de Antioquia, se le candidatízó por parte
de los gobiernistas para la presidencia de la
república, en cambio del general Herrán, a
quien se tenía desconfianza por ser yerno de
Mosquera. Un incidente sin importancia dio
pie al presidente ecuatoriano García Moreno
para dirigirse contra la Nueva Granada; pero
Arboleda le salió al encuentro y le hizo ..¡,:>risionero. Cuando regresaba victorioso, recIbió
cerca de Popayán la noticia de haber sido derrotado por los revolucionarios en Cartago el
general antioqueño Henao, su aliado; entonces
Arboleda contramarchó al sur, adelantándose
solo con sus edecanes hacia Pasto. En el camino, al atravesar la montaña de Berruecos, fue
asesinado a traición, como años antes lo había
sido Sucre, el 12 de noviembre de 1862.
Aparte de sus poesías-que son su mejor
título literario-coleccionadas por don Miguel
Antonio Caro y publicadas. en Nueva York
por sus hijos, y del discurso que aquí reproducimos, célebre en la oratoria colombiana,
Arboleda publicó los siguientes folletos: Julio
Arboleda a sus compañeros de armas (Popayán
1845); Los tres candidatos para la presidencia
de la Nueva Granada (Bogotá, 1845); Los J esuítas (1848); Visita del general Tomás CiPriano de M osquera a Popayán
(Bogotá, 1850);
A los señores editores de La Gaceta, El NeoGranadino y El Conservador (1850); Al Con-
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBiA
(Popayán, 1851). Además, redactó en Popayán El M is6foro, periódico del
cual existen seis números en la Biblioteca Nacional; aunque Laverde Amaya menciona el
número 9 como reimpreso en Bogotá.
Es muy de lamentarse que un hombre de
tan brillante numen y de tan excelente preparación como don Julio Arboleda, se hubiera
visto envuelto tan por completo, en las luchas
políticas de su tiempo, y restado así a la producción literaria. Don José María Samper nos
refiere que, como orador parlamentario, sedujo a sus contemporáneos, pues «ninguno había sido tan incisivo y correcto, tan académicamente literario ni tan variado en su elocuencia:. y pocos trataban como él los temas
tan por lo alto, en estilo vigoroso, erudito y
grandilocuente, que en ocasiones alcanzaba el
tono patético, con arrebatadora entonación.
Como poeta fue una de las más atrayentes
figuras del romanticismo en Colombia y como
hombre, su accidentada vida daría tema para
una excelente biografía novelada de las que
recientemente han puesto en boga Zweig y
Maurois.
greso Granadino
ANTONIO NARIÑO
SU DEFENSA ANTE EL SENADO
Señores -de la cámara del senado:
Hoy me presento, señores, como reo -ante
el senado de que he sido nombrado miembro,
y acusado por el congreso que yo mismo he
instalado, y que ha hecho este nombramiento;
si los delitos de que se me acusa hubieran sido
cometidos después de la instalación del congreso, nada tenía de particular esta acusación;
10 que tiene de admirable es ver a dos hombres que no habrían quizá nacido, cuando yo
ya padecía por la patria, haciéndome cargos
de inhabilitación para ser senador, después de
haber mandado en la república, política y militarmente en los primeros puestos sin que a
nadie le haya ocurrido hacerme tales objeciones. Pero lejos de sentir este paso atrevido.
yo les doy las gracias por haberme proporcionado la ocasión de poder hablar en público sobre unos puntos que daban pábulo a mis enemigos para sus murmuraciones secretas; hoy
se pondrá en claro, y deberé a estos mismos
enemigos no mi vindicación, de que jamás he
creído tener necesidad, sino el poder hablar sin
24
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rubor de mis propias acciones, ¡Qué satisfactorio
es para mí, señores~ verme hoy, como en otro
tiempo Timoleón, acusado ante. un senado que
él había creado, acusado por dos jóvenes, acusado por malversación, después de los servicios
que había hecho a la república, y el poderos
decir sus mismas palabras al principiar el juicio: «oíd a mis acusadores-decía aquel grande hombre-oídlos, señores, advertir que todo
ciudadano tiene derecho de acusarme, y que
en no permitido, daríais un golpe a esa misma libertad que me es tan glorioso haberos
dado».
Tres son los cargos que se me hacen, como
lo acabáis de oir:
l. o De malversación en la tesorería de diezmos, ahora treinta años;
2. o De traidor a la patria, habiéndome entregado voluntariamente en Pasto al enemigo,
cuando iba mandando de general en jefe la expedición del Sur el año de 14;,
3.o De no tener el tiempo
residencia en
Colombia, que previene la cOhstitución, por
haber estad9 'ausente por mi gusto, y no por
causa de la:';república,
.
No comenzaré, señores, a satisfacer estos
cargos implorando, como se hace comúnmente,
vuestra clemencia y la compasión que naturalmente reclama todo hombre desgraciado;
no, señores, me degradaría si después de ha-
de
ANTONIO NARI~O
-
SU DEFENSA
25
ber pasado toda mi vida trabajando para que
se viera entre nosotros establecido el imperio
de las leyes, viniera ahora al fin de mi carrera a solicitar que se violasen en mi favor.
Justicia severa y recta es la que imploro en
el momento en que se va a abrir a los ojos
del mundo entero el primer cuerpo de la nación, y el primer juicio que se presenta. Que
la hacha de la ley descargue sobre mi cabeza,
si he faltado alguna vez a los deberes de un
hombre de bien, a lo qÚe debo a esta patria
querida, d a mis conciudadanos. Que la indignación pública venga tras la justicia a confundirme, si en el curso de toda mi vida se
encontrase una sola acción que desdiga de la
pureza de mi acreditado patriotismo. Tampoco vendrán en mi socorro documentos que se
pueden conseguir con el dinero, el favor y la
autoridad; los que- os presentaré están escritos
entre el cielo y la tierra, a la vista de toda
la república, en el corazón de cuantos me han
conocido, exceptuando sólo un cortísimo número de individuos del congreso que no veían,
porque lés tenía cuenta no ver. Así mi vindicación sólo se reducirá a recordaras compendiosamente la historia 'de los pasajes que se
me acusan, acompañada de los documentos
que, entonces existían y de algunas reflexiones
nacidas de ellos mismos. Seguiré el mismo
orden . en que se ha propuesto la acusación.
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
En el año de 1789 fui nombrado tesorero
general de diezmos,· por el virrey Lemus, contra el dictamen y voluntad de los canónigos,
porque estaba en posesión de este nombramiento, dando una fianza de sólo ocho mil pesos,
que era la misma que habían dado todos mis
antecesores. Como el cabildo eclesiástico estaba en posesión de hacer este nombramiento,
ocurrió al rey, y en el año de 1791, vino ganado el recurso por el cabildo, facultándolo,
además, para que pudiera nombrar de tesorero a uno de los de su cuerpo. Inmédiatamente se mandó dar cuenta, y entregar el empleo al canónigo doctor don Agustín de Alarcón. En el término de veinte días, rendí mis
cuentas, que subieron a cerca de medio millón
de pesos, y enttegué lo que, según ellas, resultaba haber en caja. Se me dio mi finiquito,
y el canónigo Alarcón siguió, interinamente
despachando la tesorería.
Llegado el tiempo de las elecciones me presenté, ofreciendo cuarenta mil pesos de fianza
efectiva, y además cuatro abonadores que respondiesen de cuanto entrase en mi poder. Se
me admitió la propuesta y fui nuevamente
nombrado por el arzobispo, deán y cabildo.
Seguí despachándola sin ninguna falta hasta el 29 de agosto de 1794, en que a las diez
de la mañana se me apareci6 en mi casa el
oidor d011 Joaquín Mosquera, con tropa, y me
intim6 arresto, dejándome en ella con un cen-
ANTONIO NARIRO
-
SU DEFENSA
21
tiRela de vista, y a las órdenes de un oficial.
El mismo día, por la tarde, se comenzó el
embargo de mis bienes, y a las siete de la noche fui conducido con la misma tropa al cuartel de caballería, en donde se me encerró sin
comunicación, que duró por el espado de dos
meses, sin oir hablar de otra cosa que oe cargos de insurrección, de presos, y de delitos de
lesa majestad.
A los dos meses se me anunció por el juez
que me había resultado un alcance en la tesorería de ochenta o noventa mil pesos, y que
al otro día vendría uno de los abonadores pa·
ra que en su compañía <hiciera una manifestación de mis bienes>, Se hizo, en efecto, y
es la que corre a la frente de uno de los cuadernos del concurso, <que pasa de ciento veintiseis mil pesos», es decir, de cosa de cuarenta mil pesos más de lo que se .decía que era
el alcance que se había hecho sin intervención
mía.
En las vísperas de mi prisión, cuando toda
la ciudad estaba consternada con motivo de
las prisiones que habían comenzado por unos
pasquines que se habían puesto en ausencia
del virrey, hice sacar de mi casa unos baulitos llenos de libros prohibidos, por temor de
que fuesen a hacer algún registro, pues el de
que me prendieran jamás me ocurrió, por no
tener parte ni relaciones con los pasquineros,
que ya estaban presos. Estos baúles pesados,
28
BIBLIOTEOA ALDEANA DE COLOMBIA
y sacados de noche de mi casa, dieron motivo a la maledicencia y a la adulación para
que se dijese que estaban llenos de onzas de
oro, y aunque al fin parecieron los baúles y
los libros, que después de mi prisión se habían llevado por uno de mis hermanos a enterrar en casa de la señora Mariana González
y de allí a la hacienda de Serrezuela, de donde se trajeron a la Capuchina, la idea de la
extracción de dinero permaneció en la boca de
mis enemigos, o más bien en la de los que
querían por estos medios manifestar su fidelidad al rey.
Se siguieron las dos causas de impresión de
los Derechos del Hombre y del concurso de mis
bienes para cubrir el alcance; y como la idea
era hacerme sospechoso a toda costa, se manejó de tal modo esta última, que a pesar de
mis continuas reclamaciones que se ven en los
autos, y «del allanamiento del arzobispo y venerable cabildo con los fiadores concediéndoles plazos para que pagasen con el producto
de mis bienes, al fin se les ejecutó para hacer
la cosa más ruidosa, y darme odiosidad con
úna porci6n de familias, a quienes con razón
o sin ella, debía dolerles verse despojar de sus
intereses para pagar una fianza que jamás
habían pensado tener que lastar. 1-.....
La tesorería de diezmos no está en el caso
de los demás empleos de administración de
rentas. A mí no se me pasaba casa. caías.
ANTONIO NARI~O
-
SU DEFENSA
29
faltas, ni moneda falsa; no se hacía tanteo
cada año ni nunca; presentaba mi libro de
entradas y los libramientos que había pagado,
y por uno y otro se veía lo que quedaba en mi
poder. Mi obligación, en una palabra, era recibir los enteros, pagar los libramientos y entregar la tesorería cuando llegase el caso, como lo verifiqué el año de 91. El dinero entraba en mi poder, no en depósito, sino bajo
la fianza ilimitada que había dado, para poder negociar con los sobrantes, como lo habían hecho mis antecesores, con menos fianza,
y como lo hacía públicamente con conocimiento de todos los interesados, sin que a nadie le pudiese ocurrir que yo pagase las oficinas, los libros, las faltas de moneda, las cajas y que diese una fianza ilimitada, sólo para percibir 850 pesos que se consumían en los
gastos enunciados. El manejo, pues, de los
caudales sobrantes, no era un abuso, una falta de confianza. ni un procedimiento que desmintiese mi hombría de bien; y la prueba de
este concepto público lo voy a demostrar: yo
desafío a mis acusadores a que presenten en
su favor un documento igual o que se le parezca..
El año de 91 se me manda entregar la tesorería al cabildo eclesiástico: es público y notorio a cuantos existían en esta ciudad en
aquel tiempo, que ya tenía las mismas negociaciones de comercio que el año de 94; es
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
igualmente notorio que en aquella época tenía
en giro más de cien mil pesos, y que a los
veinte días de habérseme mandado entregar,
rendí mis cuentas y entregué el dinero. Yo
llamo aquí la atención del senado y del público: ¿ Cuánta sería mi reputación de hombria
de bien cuando no sólo encuentro en veinte
días modo de cubrir la caja, sin alterar ni
tocar mis negociaciones, sino fiadores que después de esto respondan por mí de más de
trescientos mil pesos? Reflexionad, señores,
qué número de personas, todas pudientes, se
necesitan en una ciudad como la nuéstra pa··
ra llenar estas dos partidas en tan corto tiempo: los unos me auxiliaban con su dinero; los
otros, con sus fincas, para ofrecer y dar una
fianza de que no ha habido ejemplo. Y en .el
día, ¡Dios justo! ¡Dios eterno! me veo tratado
por esta misma causa de ladrón .... ¿ y por quiénes? .... el público los conoce mejor que yo,
y no es tiempo de distraer vuestra atención
del asunto principal.
Toda la ciudad se reunió a mi favor, v contra la prevención y sentimiento del venerable Deán y cabildo vuelvo a ser nombrado
tesorero por el mismo cabildo, Pasan tres años
sin que en todo este tiempo se oyera una reclamación de ninguno de mis fiadores, a pesar de que todos sabían mis negociaciones. Llega
el día funesto de mi prisión, no por este motivo, como han dicho mis calumniadores, sino
ANTONIO NARffiO
-
SU DEFENSA
31
por haber publicado los sacrosantos Derechos
del Hombre; y arrastrado a un encierro, se
apodera el juez de mis papeles, «y se me for~
ma un alcance sin intervención mía», a pesar
de las disposiciones legales que previenen 10
«contrario~.
Dos meses se pasaron sin que el reverendísimo
arzobispo y venerable cabildo pensasen en proveer el empleo, porque estando asegurados sus
caudales, y no habiendo dado motivo para
que se me despojase de él, sólo mi causa podía obligados a dar este paso. Así se verificó,
y convencidos ya de que debía continuar arrestado, se trató de nombrar tesorero, y por de
contado de entregar la cantidad que por las
cuentas del contador resultaba contra mí. Si
yo me hubiera hallado en el caso del año de
91, todo se habría concluído como se concluyó
entonces; pero las circunstancias eran muy diversas: el aspecto de un criminal en causa de
estado, mudó toda la escena en mi contra; era
preciso hablar y obrar en contra mía, o hacerse sospechos() para con el gobierno y la
real audiencia; no había medio, los momentos
eran críticos, y el partido que se había de elegir, fácil de adivinar; me quedé solo con un
corto número de parientes y amigos que arrostraron el peligro, y el resto me declaró la
guerra.
Se formó el concurso a mis bienes, y todo
habríl:!-quedado concluído en muy poco tiem- .
32
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
po, si la naturaleza de mi causa no lo hubiera impedido. Me hallaba encerrado, no podía
por mí mismo dar un paso en el asunto, no
sabía otra cosa que lo que el juez me traía a
la prisión para que firmara, cuando mi cabeza
estaba ocupada sólo en pensar cómo la salvaría. Mis fiadores, después de muchos meses de
contestaciones inútiles, insignificantes y perjudiciales a sus intereses y a los míos, se vieron
precisados a pagar, pero se les entregaron mis
bienes, nombraron ellos mismos administradores, y hasta hoy ignoro el resultado de esta
administración, ni lo que los bienes embargados produjeron.
Los señores Gómez y Azuero no deben ignorar la enorme diferencia que hay entre una
quiebra fraudulenta y un descubierto, que
hubiera sido momentáneo, sin las circunstancias que lo acompañaron. ¿Será fallido un negociante que teniendo arreglado su comercio a
crédito, se le prende intempestivamente, se le
embargan sus bienes, se almacenan y dejan
podrir sus frutos, perder sus deudas y disipar
su caudal? Hasta hoy, señores, hay bienes
míos almacenados; hasta hoy, después de 29
años, hay deudas cobrables sin cobrar; hasta
hoy hay cantidades en depósito. sin pedirse.
¿ y seré yo culpable de que lloren estas familias que se hicieron cargo de estos bienes, de
estas deudas y de estos depósitos, cuando a
mí no me ha sido permitido hacerla? ¿ Sería
ANTONIO NARINO
-
SU DEFENSA
33
justo que aun cuando yo hubiera adquirido
nuevos fondos, les hubiera pagado, sin que me
dieran cuentas, o me entregaran lo que se me
había embargado? Pues con cuánta menos razón se me debe hacer cargo, cuando siempre
me he visto imposibilitado de hacerla, porque
padeciendo, o mandando, siempre he estado
ocupado en servicio de la patria: de esta patria contra quien hoy también se me acusa de
haber sido traidor. ?~
La exposición que aparece. en el acta que
se acaba de leer es una equivocación nacida
del transcurso de los años que han pa~ado desde aquel tiempo hasta el día. La fianza que
di, como se ve por la certificación del escribanb público, documento número 2.0, no sólo
fue de 80.000 pesos, sino ilimitada; y constando por el documento número 11, que en el
año de 98 se dio carta de lasto a mis fiadores, ma ¡ podía deberse cantidad alguna a diez.,
mas hasta la época de la revolución.
Los bienes embargados subían a 126.000 pesos, y el alcance formado sin intervención mía,
porque estaba en un encierro, sólo llegó a
81.264 pesos 6 reales 7 y cuarto mrs. Tanto
el V. C. como mis fiadores se disputaron la
, posesión de éstos, y si los fiadores vinieron al
fin a lastar, fue por culpa suya, pues que no
sólo se les propusieron por el arzobispo y V.
C. moratorias para que fueran pagando con el
producto de mis bienes embargados, sino que
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COIOMBIA
se conformaban con éstos, para cubrir la caja;
y los fiadores resistieron lo uno y lo otro, como se ve en los documentos
4 y 6 ya citados.
Al tiempo de mi prisión había en Cúcuta,
en poder de don Pedro Chauveau, entre otras
partidas, la de 300 cargas de cacao, compradas a 21 pesos, con un año de anticipación,
para remitidas a Veracruz y que se vendieron
en CÚcuta mismo a 36 pesos 4 reales. La
cuenta con Chauveau subía a más de 15.000,
pesos. En Cartagena
había 5.555 arrobas de
azúcar para remitir a España. cuyo principal
y costos hasta aquella plaza, subía a 10.164
pesos 2 y cuarto reales. En la Habana, en poder de don Manuel Quintanilla, había 80 churlas, con 9.925 libras netas de quina, que se
estaban vendiendo
desde 12 hasta 13 reales
libra. Las primeras 15 churlas vendidas antes
de mi prisión, produjeron 2.785 pesos, como
se ve por el documento
número 10 que pido
se lea.
A esta proporción
las 80 churlas hubieran
producido 14.R63 pesos, si no se hubiera interrumpido su venta; sin contar el mayor precio
de las que se remitieron a Veracruz, de 4 reales más en libra a que se vendieron. En Cádiz, en poder de don Manuel Corsés Díaz, había 166 churlas, con peso neto de 26,282 libras
de quina, y en esta ciudad,
además de mi
casa adornada, de las joyas y alhajas de mi
ANTONIO NARI80
-
SU DEFENSA
35
mujer, de mi librería, avaluada en más de
3.000, pesos, se me debían, en sujetos abonados, 41.447 pesos 5 y cuartillo reales. En las
.moratorias que el reverendo arzobispo y su
venerable cabildo propusieron a los fiadores,
la mayor cantidad que se les pidió de contado, era de 16,000 pesos, y 10 demás a ido pagando por meses, de a 1.000, 2.000 Y 3.000
pesos, según iban corriendo los años. Vistas
las partidas de arriba, ¿ quedará duda de que
hubieran podido cumplir con las moratorias,
sin' poner un real de su bolsillo? Y si fue culpa suya y no mía el no haberlas admitido,
¿seré yo el responsable, el culpado en que después se les haya olbIigado a hacer el 1asto?
¿Se me podrá dar el honroso título de fallido,
porque teniendo en su poder los fiadores mis
bienes, los han dejado perder? Yo he pedido
muchas veces esta cuenta, yo me he presentado a la Real Audiencia demandando a los
fiadores para que me la den, y paguen el sobrante que debió resultar a mi favor, y ni aun
pude conseguir que se pagase la dote de mi
mujer, graduada con preferencia a los mismos
fiadores. ¿Qué extraño es, pues, que haya otras
deudas, como la dote de mi mujer, sin pagarse, si los fiadores no han querido rendir las
cuentas? ¿Sería indiferente para mí el que se
pagase o no la dote que debía entrar en mi
bolsillo? Esta es una prueba clara, indubitable
de que me ha sido imposible vencer la resis-
3«4
BIBLIOTECA
ALDEANA
DE COLOMBIA
tenciaJlque se me ha opuesto constantemente
a la liquidación de esta ruidosa cuenta.
Queda, pues, demostrado que el año 1791
entregué la tesorería de diezmos al venerable
Deán y cabildo, por disposición del Rey, y que
en el manejo de 482,351 pesos, o cerca de
medio millón de pesos, no me resultó ni un solo real de alcance, porque pude por mí mismo formar mis cuentas y entregar el empleo.
Queda igualmente demostrado que en el año
de 94, aunque por la cuenta del contador de
diezmos, formada sin intervención mía, resultó un alcance de 81.000 y más pesos, se
me embargaron bienes que no sólo cubrían
esta cantidad, sino que me quedaba un sobrante de muchos miles.
Tercero: que habiéndose los fiadores hecho
cargo no sólo de los bienes suficientes para
cubrir el alcance de la cuenta, sino del total
que subía a más de 126.000 pesos, aunque
lastaran al principio la fianza, por el mal modo con que se manejó el asunto, ellos y no
yo, son los responsables a ia cantidad sobrante, para cubrir la dote de mi mujer, y alguna
otra pequeña deuda que resulte de mis negociaciones.
Cuarto: que siendo mis fiadores responsables
a todos los acreedores que se presentaron al
concurso de estos bienes, por haber cantidad
suficiente con qué pagados, no habiendo dado
ANTONIO NARINO
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SU DEFENSA
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cuenta de su producto; y no debiendo yo en
el día ni a particulares,
ni al tesoro, público,
ni a la mesa capitular, de diezmos, el epíteto
de fallido que se me da es un insulto, una
calumnia de Diego Gómez, inventada para sus
fines particulares,
Que se lean las certificaciones de los ministros del tesoro público y del
notario y contador de diezmos,
Vosotros los acabáis de oir, señores, con documentos incontestables'
no sólo no sov deudor
al tesoro público, a los diezmos, ni ~ los fiadores de la tesorería,
sino que éstos me son
responsables del sobrante de mis bienes, después de cubierto el concurso que a ellos se
formó, por efecto de la prisión que sufrí, por
haber publicado 'los Derechos del Hombre,
Fijad ahora, ilustres senadores, vuestr~s ojos
sobre el acusado y los acusadores: fijadlos por
un momento y comparad ... ¿Qué eran Diego
Gómez y Vicente Azuero el año 94, cuando
sonaba esta ruidosa causa, que dio el primer
impulso a nuestras ideas? ¿En dónde estaban?
¿A qué clase pertenecían?.
Pero no vamos
tan lejos. ¿Qué eran al principio de nuestra
transformación?
¿Quién los conocía? ¿Se ha~'
bían oído ~onar sus nombres? .. ¿Y cuáles son
sus serviCios durante estos doce años?.
¿Qué
c{l~pañas han hecho? ¿A qué riesgos se han
expuesto
por salvar la patria? ¿ Cuáles han
sido los sacrificios
personales
o pecuniarios
que. debemos a estos dos amigos, dignos
el
38
BIBLIOTECA ALDEANA
DE COLOMBIA
uno del otro?.
Escuchadlos: sus nombres se
han comenzado a conocer desde el año de 1~
El día memorable de la entrada
en esta ciudad de las tropas libertadoras, mientras todas
las gentes corrían a las armas para auxiliarse,
para defenderse.
para rechazar al enemigo,
que aun no estaba
enteramente
des'truído, el
señor Diego Gómez corría hacia la casa de la
Botánica, en donde estaban .los bienes secuestrados por los españoles, forzaba y rompía las
ventanas de la pieza en que se r.abían almacenado,
cargaba con los fardos que le vinieron a las manos. ¿No os parece, señores,
I~
un paso brillante, un mérito para sentarseel:--4.,:~ongreso
y obtener después una toga?
¿No da una idea clara de su patriotismo,
de
su aesinterés,
de su amor a la santa causa
por 'que todos se armaban
y peleaban
aqt.lel
día? ¿No es este benemérito
ciudadano,
este
valiente atleta, el que me debe llamar criminal? ., ¿y cómo no se le ha formado una causa? Que lo diga su amigo, que era presidente
de la junta
de secuestros; y si no lo puede
decir, porque recíprocamente
se sirven, que lo
diga el fiscal nombrado por la corte superior
de justicia, que lo denu!1ció hace ya algunos
meses, y cuyo resultado
ignoramos ... ¿Y su
amigo, su digno compañero
de acusación, se
empleaba con mejor éxito, sacaba mejor partido de la regeneración de la patria? Sí, señores: después de la presidencia de secuestros,
r
ANTONIO NARI~O
-
SU DEFENSA
39
de que ignoro si ha dado cuenta de su conducta, logró que lo nombraran juez de diezmos de Soatá; y en año y medio en sólo el
manejo de 35.000 pesos, se comió 24.000 ¿No
os parece que no desperdiciaba el tiempo? Y
con esta quiebra fraudulenta, este verdadero
fallido, se sienta también en el congreso, y
tiene la avilantez de tomarme en boca para imputarme su infamia. En el día que hablo, hoy
señores, aun no ha cubierto esta quiebra, y lo
que tiene satisfecho no creáis que ha sido todo del dinero de los diezmos, nó: en libramientos, dados por el gobierno, con los novenos de su hermano, con los sueldos -1\etenidos
de su amigo, y los suyos; con los sueldos de
unos empleos, que por temor de no conseguirlos o de perderlos, es como se esforzaron a
calumniarme para que no me sentara en el
senado. Comparad, vuelvo a decir, las rapiñas
de estos dos hombres, con los sacrificios pecuniarios que por mis cuentas y negoci~ciones
se ve que he sufrido por amor a la causa de
la libertad. Aquí véis a Gómez y a Azuero
pillando para vestirse, para figurar, para darse una importancia que no se podían dar por
sus servicios; y allá me veis sacrificando por
la patria unas negociaciones que en menos de
diez años me habrían hecho un hombre millonario. En sólQ..Cá:diz,' Veracruz y La Habana,
. tenía 326 churlas de quina, que, como se ha
visto por la cuenta del documento número 10,
40
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
sólo 15 churlas que se habían. vendido antes
de mi prisión, produjeron 2.785 pesos, a cuya
proporción las 326 churlas dan 58.680 pesos;
y computando las que había en camino, en
esta ciudad y en contratas que aun no se han
acabado de satisfacer que pasaban de 600 churlas, al mismo precio, subía su importe a
108.000 pesos. que por la mayor parte se han
dejado perder. Lcl negociación de cacaos, como
se ve por la última cuenta, que corre en los
autos, de don Pedro Chauveau, aun sin remitir a Veracruz, se vendieron en Cúcuta mismo a 36 pesos, cuando sólo habían costado, el
año antes, a 21 pesos. ¿ Y qué diremos de la
negociación de azúcares comenzada al tiempo
que se acababa de perder la isla de Santo Domingo, con la revolución de los negros, y de
donde salían todos los años dos millones de
cajas?
Aquí llegué a comprar la arroba al mismo
precio que se llegó a vender la libra en Europa. No hablo de otras negociaciones tan
bien calculadas como éstas, porque esto basta
para que se conzoca, hasta por los más alucinadas, si seré un fallido fraudulento, como
Azuero, que se come los diezmos para figurar,
a un hombre que ha sacrificado una fortuna
brillante, por amor a la libertad. Suponed, señores, que en lugar de haber establecido una
imprenta a mi costa; en lugar de haber impreso los Derechos del Hombre; en lugar de
ANTONIO NARIl~O
-
SU DEFENSA
41
haber acopiado una exquisita librería de muchos miles de libros escogidos; en lugar de
haber propagado las ideas de libertad, hasta
en los escritos de mi defensa, como se verá
después, sólo hubiera pensado en mi fortuna
vparticular, en adular a los virreyes, con quienes tenía amistad, y en hacer la corte a los
oidores, como mis enemigos se la han hecho
a los expedicionarios. ¿Cuál habría sido mi
caudal en los 16 años que transcurrieron hasta la revolución? ¿ Cuál habría sido hasta el
día? .. ¿Y porque todo lo he sacrificado por
amor a la patria, se me acusa hoy, se me insulta, con estos mismos sacrificios, se me hace un crimen de haber dado lugar con la publicación de los Derechos del Hombre, a que
se confiscaran mis bienes, se hiciera pagar a
mis fiadores, se arruinara mi fortuna y se dejara en la mendicidad a mi familia, a mis tiernos hijos? En toda otra república, en otras
almas que las de Diego Gómez y Vicente
Azuero, se habría propuesto, en lugar de una
acusación, que se pagasen mis deudas del tesoro público, vista la causa que las había ocasionado, y los' 29 años que después habían
transcurrido. Dudar, señores, que mis sacrificios han sido por amor a la patria, es dudar
del testimonio de vuestros propios ojos. ¿Hay
entre las personas que hoy me escucnan, hay
en esta ciudad y en toda la república una sóla que ignore los sucesos "de estos 29 años?
42
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
¿Hay quien no sepa que la mayor parte de
ellos los he pasado encerrado en el cuartel de
caballería, de esta ciudad, en el de milicias
de Santa Marta, en el del Fijo de Cartagena, en las bóvedas de Bocachica, en el castillo
del Príncipe de La Habana, en Pasto, en el
Callao de Lima, y últimamente en los calabozos de la cárcel de Cádiz? ¿Hay quien no
sepa que he sido conducido dos veces en partida de registro a España y otra hasta Cartagena? Todos lo saben; pero no saben, ni
pueden saber, los sufrimientos, las hambres,
las desnudeces, las miserias que he padecido
en estos lugares de horror, por una larga se. rie de años. Que se levanten hoy del sepulcro
Miranda, Montúfar, el virtuoso Ordóñez, y
digan si pudieron resistir a sólo una parte de
lo que yo por tántos años he sufrido: que los
vivos y los muertos os digan si en toda la
república hay otro que os pueda presentar
una cadena de trabajos tan continuados y tan
largos como los que yo he padecido por la
patria, por esta patria por quien hoy mismo
se me está haciendo padecer, Sí. señores, hoy
estamos dando al mundo el escandaloso espectáculo de un juicio, a que no se atrevió el
mismo gobierno español; él ha dicho, en términos claros, que se retenga el sobrante de
mis bienes, después de pagado el alcance a
disposición de la real audiencia; él ha creído que había un sobrante y, por lo mismo,
ANTONIO NARIÑO
-
SU DEFENSA
43
nunca me juzgó fallido. Pero quizás mis acusadores tendrán
razón en el otro punto que
voy a tratar. Veámoslo.
~~l segundo cargo es el haberme entregado
voluntariamente
en Pasto al enemigo, cuando
iba mandando la expedición del Sur el año de
13. Es decir, que después de 20 años de sacrificios y servicios hechos a la causa de la libertad
de mi patria, siendo presidente dictador de Cundinamarca y general en jefe de esta expedición, siempre victoriosa,
me dio la gana de
entregarme al furor de los pastusos y al gobierno español, de cuyas garras había escapado milagrosamente,
no una vez, sino tres ocasiones di ferentes. ¿ Y será preciso, señores, que
yo me presente ahora cargado de documentos
para justificarme
ante el senado? Es preciso
ser un Diego Gómez, un Azuero, para atreverse, con tanta desvergiienza a estampar, en
medio de un congreso, semejante
acusación.
¿Qué era lo que yo iba a buscar a Pasto?
¿Qué servicios los que iba a presentar al gobierno español?
¿Conduje conmigo algÚn tesoro, algunas personas importantes? ¿Entregué
el ejército que iba a mis órdenes? Llevaba
conmigo documentos que justificasen mi amor
y fidelidad al rey?.
y si nada de esto llevaba, ¿qué es lo que iba a buscar a Pasto?
Los hombres, en semejantes momentos
no·
se mueven, sino por el interés, la ambición,
la gloria, o el amor a la patria. Yo pregunto
44
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
a mis acusadores: ¿cuál de estos móviles me
conducirían a Pasto voluntariamente? ¿Iría
a buscar una fortuna entre los pastusos a
quienes acababa de destruir sus ganados
para mantener mis tropas? ¿Iría tras unos
empleos superiores a los que dejaba en
el seno de mí patria? ¿O buscaría la gloria de abandonarla, para hacerle la guerra y
destruir una libertad que me costaba ya
tantos años de sacrificios?. No hablemos del
último motivo, porque por cualquier lado que se
le mire, siempre resulta, o imposible, o glorioso
para mí: si el amor de la patria me obligó a hacer los sacrificios que hice, y exponerme a los
riesgos a que me expuse, este paso sería un mérito y no un delito; y si se cree imposible
que en tal caso me pudiese conducir este motivo, yo no hallo cuál pudiese ser el que me
conduio voluntariamente entre los enemigos.
Que lo digan mis atrevidos acusadores. ¿Sería
acaso el miedo? Pero además de que no habrá un solo oficial, ni soldado que me lo pueda echar en cara, esto sería lo mismo que
correr hacia las llamas un hombre que tuviese miedo al fuego. ¿Pues cuál fue el motivo,
se me dirá, que lo condujo a usted a Pasto?
Vosotras lo vais a oir, señores, pero no de mi
boca, sino de la de un hombre imparcial que fue
testigo de vista, que presenció lo que refiere.
Que se lea el parte que de oficio dio el mayor general Cabal al Colegio Electoral de Po-
ANTONIO NARI~O
-
SU DEFENSA
4
payán, después de estar yo prisionero en Pasto, señalado con el número 13. (Se lee hasta
estas palabras: « este fue el momento en que
yo vi a nuestro general más grande y más
heroico. A todas partes atendía, sin reparar
en los peligros; recorría todas las divisiones;
animaba con su ejemplo a aquellos a quienes
la fatiga hacía ya flaquear, y puesto al frente de la división del centro, ataca a la fuerza
principal del enemigo, entrando muchas veces
en sus filas, en donde le mataron el caballo.
Pero siempre impertérrito y valiente, no afloja un solo instante, continúa con la misma
impetuosidad con que había comenzado, y
consigue rechazarlo completamente».) Que se
detenga por un momento la lectura y se observen con atención estas últimas expresiones
del mayor general Cabal. Y cómo compaginamos el concepto de un hombre imparcial que
acaba de ser testigo ocular de 10 que dice, y
el del ilustre Diego Gómez, que en aquel mismo tiempo no sabíamos dónde estaba, quién
era, ni si existía tal hombre sobre la tierra?
¿ Cómo sería que parecía grande y heroico en
medio de las balas, al que presenciaba mis
acciones; y criminal y traidor en el mismo
momento a los que estarían a 500 leguas del
enemigo? Ahora, señores, ¿recorrería las divisiones como dice Cabal, animaría con mi
ejemplo a los que la fatiga hacía flaquear;
entraría en las filas en donde me mataron el
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
caballo, continuaría impertérrito con la misma impetuosidad, hasta rechazar al enemigo,
para entregarme después voluntariamente?
¿Cabe esto en otras cabezas que las que están alucinadas por una frenética pasión: por
una ambición de mando que los atormenta y
los ciega hasta este extremo? Que prosiga la
lectura, que ella acaba de aclarar más lo que
por ahora podía yo decir. (Prosigue la lectura del parte oficial hasta \stas palabras: «Y
después de estar bien cerciorado que el general no podía ya venir por tener al enemigo
encima, comencé a retirarme».)
Que se suspenda por otros momentos la'lectura. Aquí dice Cabal: que hasta que no estuvo bien cerciorado de que yo no podía ya ir,
por tener al enemigo encima, no comenzó a
retirarse; esto es, que hasta que vio imposible mi retirada, no se vino con la tropa que
lo acompañaba. ¿Lo queréis más claro, señores? ¿ Es esto entregarse voluntariamente al
enemigo~ o ser entregado por los que me
abandonan? ¿ Y cuándo es que me entrego?
Después que él y todos se vinieron, después
que me dejaron solo, después que no me
quedó ninguna salida. después que aguardé
tres días con sus noches la vuelta de las tropas, después que no veía más puertas abiertas que las de la eternidad y las de Pasto,
fue cuando determiné ir a tratar con el presidente de Quito sobre una suspensión de ar-
ANTONIO NARI~O
-
SU DEFENSA
47
mas, porque temí lo que pudiera suceder, y
lo que hubiera sucedido infaliblemente, si no
voy a Pastq y entretengo con mis propuestas
la persecución de nuestras tropas amedrentadas.{ Yo conocía que debía morir en Pasto,
pero podíq morir sirviendo, y esta consideración fue la" que me hizo exponerme a morir
sobre un patíbulo con utilidad, más bien que
a la sombra de unos árboles inútilmente.
¿Es esto ser criminal o haber cumplido hasta el último instante con mi deber? ¿Y cómo
es que el enemigo me había envuelto? Al lado de la artillería que encontré clavada,
aguardando la tropa que había mandado
llamar, y con sólo un puñado de hombres haciendo fuego. El general, dice poco antes el
parte, <que siempre conservaba aquella presencia de espíritu que caracteriza a las almas
grandes, no se desconcierta por esto. Trata de
sostener el honor de las armas que tantas veces habían triunfado, y se decide a hacer
frente". ¿Y cómo es que mis acusadores, que
los señores del congreso que votaron ese juicio no habían visto este parte que anda impreSGken las Gacetas de Cundinamarca del
año de 14? y si lo habían leído, ¿cómo pudo
más la simple acusación sin documento ni
prueba de unos hombres que desde los primeros pasos del congreso se habían declarado
abiertamente mis enemigos? Pero vosotros, señores, y el ilustre pueblo que nos escuchar
48
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
acabáis de oi r la pin tura del suceso escandaloso de Pasto, y juzgaréis por lo que dice un
testigo tan irrecusable, y a la vista de los
mismos oficiales y soldados de quienes habla.
¿Si en el sitio sobre que se me hace este inicuo cargo, merecería un monumento de execración o un monumento de gloria? ¿ Si el no
haberme desconcertado,
si el haber conservado presencia de espíritu, si el haber tratado
de sostener con un puñado de hombres el honor de las armas que tantas veces habían
triunfado,
hasta el punto de ser cortado por
los enemigos
y abandonado
por los míos,
merece el título
de criminal
con que se
me ha honrado en el acta, o el de un ciudadano que todo lo ha expuesto por amor de
su patria : Vosotras,
señores, váis a decirlo
para satisfacción
de Diego Gómez o para su
eterna ignominia. "".
Pero su hijo, se ha dicho, que estaba a su
lado, ¿cómo pudo escapar y no pudo escapar
el padre? Es verdad, señores, que estaba a
mi lado, que jamás me desamparó, que era el
único edecán que me había quedado; y ésta
es otra de las pruebas incontestables
de mi
resistencia al enemigo hasta el último instante, y en que ni el amor de este hijo querido
pudo hacerme vacilar un momento de lo que
debía a mí mismo y a la p8tria. Que se lea
la postdata del mismo parte de Cabal. «El se
mantuvo
siempre al lado del general, dice el
ANTONIO NARIÑO
-
SU DEFENSA
49
parte, y si no ha corrido la misma suerte que
él, como buen oficial y buen hijo, se
debe a una corta separación que hizo' con
el objeto de comunicarme una orden, en
cuyo intermedio fue cuando se apoderó el
enemigo de nuestro campo, y que yo lo obligué (dice Cabal) a que se salvase con la tropa que había reunido:.. Con lo que queda
respuesta la objeción de la venida de mi hijo, sin necesidad de más documentos rJ.i reflexiones.
Hasta aquí habéis oído, señores, el parte
que el mayor general Cabal dio al Colegio
Electoral de Popayán. Este parte es dado por
uno de los oficiales más impávidos y valientes que llevaba conmigo, por un oficial que
presenció todo 10 que dice, por un oficial de
contraria opinión a la mía, por un oficial que
nada tenía que esperar ni temer de mí, y que
hablaba delante de mil testigos oculares de lo
que dice. Este parte se imprimió y publicó desde el año de 14 y circuló por toda la república. No sé si Diego Gómez, si su compañero de acusación o sus patrones, podrán presentar un documento igual en prueba de lo
que han dicho contra mí. Pero si el mayor
general Cabal, cuya memoria debe estar siempre grabada en los corazones de todos los
amantes de la libertad, de todos los buenos
ciadadanos de Colombia, y su nombre escrito
entre los primeros héroes de nuestra transfor-
50
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
mación, dijo cuanto vio hasta el día 11 de
mayo de 1814, en que nos separamos; él no
pudo decir: que el día que me presenté en
Pasto, llevaba una semana sin comer ni beber; que hasta el 14 lo pasé debajo de unos
matorrales aguardando la vuelta de la tropa,
a cincuenta pasos del sitio en que quedó la
artillería; que al saberse en Pasto mi llegada,
se pidió a grito entero por el pueblo mi cabeza; que se me encerró al momento, que se
me pusieron un par de grillos, que se dio orden por el presidente de Quito para que se
me pasase por las armas. El no dijo, ni
podía decir, que a mi firmeza y serenidad debí el haber escapado del furor de los pastusos
y de la orden de Montes.
Yo os presentaré, señores, documentos de
una parte de lo que él no dijo, porque fue todo posterior a su venida. i Pero no hablo hoy
a los nueve años de estos sucesos! ¡No hablo
después de estar sometido Pasto y hecho prisionero Aymerich! ¡No habrá en este ilustre
senado, en este numeroso auditorio, quién pueda deponer 10 que digo o contradecirlo! ....
Yo ruego a los miembros del senado y a todos cuantos me escuchan, que si hay alguno
que pueda agregarse en este momento a Diego Gómez y contradecir lo que llevo referido,
se levante y lo diga, pues no hay quien apoye ni contradiga: que se lea la carta del ge-
ANTONIO NARI~O
-
SU' DEFENSA
51
neral Aymerich al general Leiva, y la contestación de éste en el documento número 16.
Acabáis de oir, señores, en la «Gaceta Ministerial de Cundinamarc8), del jueves 23 de
junio de 1814, número 178, que escribiendo
el general enemigo don Melchor Aymerich a
nuestro inmortal Leiva, que tenía el mando
de nuestras tropas en Popayán, le dice estas
notables palabras: «A la vista del descalabro
que ha sufrido el ejército de que es miembro
y del destino de don Antonio Nariño que
tengo eprisionero en este cuartel general>. «Si
V. S. se somete otra vez a la obediencia que
debe guardar a nuestro
gobierno nacional y
me entrega las armas que hay en esa provincia, yo seré pronto a protegerle, etc. > El general Aymerich trata de seducir al general
Leyva, para que le entregue las armas y vuelva a la obediencia de su gobierno, y apoya
su solicitud en el descalabro del ejército y en
el destino que se me aguarda, teniéndome
prisionero en su cuartel general. ¿No parecía
más natural, más conforme con sus ideas, el
que le dijera, como Diego Gómez, Nariño se
ha entregado voluntariamente, Nariño ha abierto los ojos, ha conocido sus yerros, siendo
americano y habiendo sacrificado su vida en
servicio de esta causa; sígalo usted que es esespañol y que su vida la ha pasado en servicio de la España? Pero Aymerich, que no es
testigo recusable, dice, en términos claros, que
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BIBLIOTECA
ALDEANA DE COLOMBIA
«me tiene prisionero». ¿Y con qué lo desmentirá Diego Gómez? ¿Cómo no se sepul ta de
verguenza al oirse desmentir por un genE;ral
enemigo? Pero el señor Diego Gómez es de
aquellos hombres a quienes no pueden salir
los colores a la cara, a quienes no se les pue~
de conocer verguenza. Sigue Aymerich y propone canje de prisioneros. ¿Cuál es la respuesta del virtuoso Leiva 1 Que la oigan esos vampiros miserables y se avergiiencen si pueden:
«añadiré, dice con fecha 28 de mayo, en cuanto al canje de prisioneros, que supuesto que
la equidad de V. S. lo indica, la primera proposición que tengo que hacer es que, si se devuelve al general Nariño, entregaré por su
rescate al coronel, teniente coronel y demás
oficiales que constan en la planilla que acompaño; añadiendo cualquiera otro u otros que
denominadamente desee V. S., de los que hasta cosa de sesenta están en mi poder;. .... ¿Cómo es, pues, que el general Leiva propone
canje, ofreciendo más de sesenta oficiales por
un traidor, un criminal que se había entregado voluntariamente
a los enemigos? Ignoraría
Leiva los moti vos de mi quedada en Pasto,
después de haber hablado ccn el ejército y
recibido comunicaciones del general enemigo?
¿ Lo ignoraba la representación nacional de
Popayán, que hace igual encargo a Leiva para mi canje? Sólo Gómez y Azuero y sus ilustres cómplices lo ignoran hasta hoy, o supo-
ANTONIO NARINO
-
SU DEFENSA
53
nen que lo ignoran para llevar su intriga al
cabo. Que eche el público una mirada sobre
sus enemigos, y a todos los verá en los primeros puestos de la repÚblica; que la eche
sobre los papeles públicos, desde que dejé la
vicepresidencia, y en· todos verá ese encono;.
esa intriga, ese espíritu de partido. ese empeño de deprimirme y calumniarme.
Veamos si
éste era el lenguaje del año 14, cuando me
acababa de entregar
voluntariamente al enemigo, según se expresa GÓmez. Suplico que
se lea la nota nÚmero 7 de la «Gaceta», de
23 de junio de aquel año.
Advertid, señores, que este no es el lenguaje de la adulación y la lisonja, que sólo se
emplea con los que se hallan en los puestos;
aquí se habla de un hombre reputado ya muerto, de quien nada habría que esper.ar ni qué
temer; y por lo mismo debe reputarse como el
lenguaje imparcial de la posteridad. Después
de un elogio de mi conducta anterior, se leen
estas palabras:' «¿Quién verá con impavidez ..
en poder de los tiranos, sin experimentar la
más extraordinaria
sensación, sin exaltarse,
sin hacer los mayores esfuerzos y sacrificios,
por rescatado y vengar su sangre inocente~,
¡mi sangre inocente, Diego Gómez, esta sangre que manc¡ló los campos de Pasto, estos
campos en donde me llamáis criminal con
vuestra inmunda boca. «Ingratitud sería ésta,
continúa, digna del oprobio de las naciones
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
civilizadas». Sólo digna, digo yo, de Diego
Gómez y de los que 10 han acompañado.
«Compatriotas, sigue, no manchemos nuestra
reputación con una nota tan fea: corramos a
las armas, desprendámonos de todos nuestros
haberes y volemos a Pasto a expiar con la
sangre de Aymerich y de sus compañeros,
cualquier agravio que se le haya hecho al ilustre Nariño», ¿Qué nombre daremos, pues, a
la acusación de Diego Gómez, sostenida por
Azuero, cuando el no correr a las armas, el
no desprenderse de sus haberes, el no volar a
Pasto para vengar mi sangre inocente, se miraba como una ingratitud digna de oprobio
de las naciones civilizadas, como una mancha
hecha a la reputación de nuestros compatriotas? ¿Cuál será la infamia, el oprobio, que
debe caer sobre los que ahora me acusan por
este mismo suceso? ¿Los colocaremos entre los
defensores de la virtud y el mérito, o entre
los impostores, entre los inicuos calumniadores, que por saciar sus bajas pasiones han intentado esta monstruosa acusación?
Pero quizá el lenguaje de las Gacetas no será para mis acusadores una prueba del concepto general que merecía en toda la república el año de 14 cuando me hallaba orisionero en Pasto. Veamos si lo será el lenguaje
reunido de estas Gacetas con el del mayor general Cabal, con el del general Leiva, con el
de los generales enemigos, con el del Colegio
ANTONIO NARI:~O -
SU DEFENSA
55
Electoral de Popayán. con el del gobierno de
Cundinamarca,
con el del soberano congreso
de Tunja y con el del general Bolívar desde
Caracas. Ya habéis oído, señores, una parte
de boca de Cabal, y en los oficios de Montes
y Aymerich con la contestación de Leiva;
que os lean ahora los documentos números
15, 17, 18, 19 Y 20, en los lugares que están
señalados, para no molestar vuestra atención
con lo que no es del caso ..
Entre lo que acabáis de oir, señores, es de
observarse como más notable: que en la comunicación del secretario de gobierno con el
enviado al congreso, se dice: «En la tarde del
día de ayer se recibió por la posta un oficio
del excelentísimo señor presidente propietario
de este estado, don Antonio Nariño, incluyendo apertorio un pliego para el soberano congreso, en que propone se nombre, de acuerdo
con esta provincia, un diputado, que en unión
del que elija el presidente de Quito, ajuste
un armisticio cual convenga a las dos partes
contratantes».
i.Y qué dice el cor.greso en su
acuerdo después de vistos mis pliegos? ... i. Dice que no puede entrar en contestaciones con
un traidor que se ha entregado voluntariamente al enemigo? No, señores, lo que dice es:
«Que habiendo tomado en consideración, en
conferencia con el enviado de Cundinamarca,
los oficios del general Nariño, prisionero en
Pasto, etc.» se me conteste de modo que el
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
gobierno de Cundinamarca, me reconocía por
su presidente <propietario» en 2 de agosto, y
el congreso oye mis propuestas y manda se
me conteste como a un general prisionero en
Pasto. Ellas no tuvieron efecto, no por ser
propuestas por un traidor, sino por la necedad
de la contestaci6n al presidente de Quito, en
que se le habla con impersonalidad, negándole
el tratami~nto correspondiente a su grado, como si el ser enemigo se lo quitase, y el haber
exigido unas formalidades que no eran del
caso, ni estábamos en estado de exigir. Esta
contestación impolítica, por no decir otra cosa, fue la que frustró el armisticio propuesto:
armisticio que nQS hubiera puesto en estado
de rehacemos, de concertar nuestras opiniones
de unificar los ánimos, de pertrecharnos, y
quizá de haber demorado la invasión de las
tropas expedicionarias e impedido sus efectos.
¿y qué dirían mis mordaces enemigos si yo
les pudiera presentar el oficio. de Montes en
que me proponía el statu quo de La Plata si
le ofrecía entregar a Popayán, y mi respuesta
negándome? Figuráos, señores, por unos· momentos, que me véis encerrado en una pequeñísima pieza, tendido sobre una mala cama,
cubierto con una ruana, con un par de grillos en mis piernas ulceradas, sin un amigo,
sin un libro para distraerme y esperando de
hora en hora correr la suerte de Caycedo y
Macaulay, y que en este estado recibo el ofi-
ANTONIO NARI~O
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SU DEFENSA
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cio del presidente de Quito en que me hace
la propuesta. ¿Qué habrían contestado Gómez
y Azuero al oir que no sólo se les ofrecía sacarlos de aquel estado angustioso, sino que se
les ofrecía restituírlos a sus antiguos honores
y empleos? Pero no les hagamos el honor ni
aun de dudar lo que habrían hecho, ni aun
de traerlos a comparación en semejante momento. ¿ Qué habrían hecho, qué habrían contestado otros de mis enemigos que ocupan
hoy puestos más señalados? ¿Hubieran contestado lo mismo? ... Yo lo dudo. Mas ya que
no puedo presentaras estos oficios, que quizás después parecerán, os presentaré, a lo menos, lo que en la misma situación escribí al
congreso y al gobierno de Cundinamarca: en
ellos veréis que a presencia del mismo Aymerich, doy igual tratamiento al presidente de
Quito, que al presidente del congreso y al de
esta provincia; en ellos veréis el lenguaje no
de un hombre abatido, que vende los intereses de la patria al temor o a sus miras personales, sino el lenguaje de un jefe que en medio de los enemigos y de los sufrimientos y
peligros que lo rodean, quiere conservar la
dignidad de la república, y hace que estos
mismos enemigos la respeten. Que se lean los
dos oficios insertos en el documento número
16. y bien, señores, ¿es este el lenguaje de un
«adocenado charlatán:t, de un traidor, de un
hombre vendido a los enemigos? Que se me
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BIBLIOTECA ALDEANA
DE COLOMBIA
presente en toda la república, en los trece
años que llevamos de contiendas con la España por nuestra independencia, otro ejemplar,
otro documento como el que acabáis de oir.
Pelópidas entre los Tebanos se vio en igual
situación a la mía; pero si aquel libertador de
su patria sufrió como yo, y mantuvo todo su
carácter en medio de las prisiones, él no tuvo
la desgracia de verse acusado por sus compatriotas por haber pasado personalmente a tratar con el enemigo; aunque hubo la notable
diferencia de que aquel hombre extraordinario no se vio, como yo me vi, forzado por la
necesidad. El volvió como yo ...a verse en libertad, y murió peleando contra el mismo que
lo había aprisionado; como yo hubiera muerto peleando contra las tropas de Aymerich si
se me hubiera permitido cuando lo solicité.
Parece, señores, que no hay necesidad de
abundar de pruebas para desmentir una calumnia que a cuantas partes volvamos los ojos
en toda la república, la hallamos desmentida.
Pero no será fuera de propósito el que os recuerde estas palabras de la carta del presidente de Quito, don Toribio Montes, escrita a
mi mismo hijo, inserta en la <Gaceta:t número 167 y la nota que las acompaña: «Su señor padre de usted continúa en Pasto, y como me ha representado hallarse enfermo de
las piernas, le he contestado y prevenido a
aquel general se le quiten las prisiones.» Ved
ANTONIO NARffiO
-
SU DEFENSA
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aquí, dice la nota, confesado por boca del
mismo Montes, el tratamiento que el ilustre
Nariño ha recibido de él y de Aymerich:
«opresión, encierro, calabozos, grillos y cadenas~. íY luego se burlan mis enemigos de
mis padecimientos! j Y se burlan de mis enfermedades! íY se burlan de que hoy mismo estén mis piernas padeciendo, con las cicatrices
de aquellos grillos, de aquellas cadenas que
me oprimían en Pasto, no seguramente por
traidor y criminal, sino por amigo de la libertad y la justicia!
A la vista, señores, de cuanto he expuesto
hasta aquí, de cuanto habéis oído, ¿creéis que
esta acusación se ha intentado por la salud
de la república, o por un ardiente celo, por
un amor a las leyes? No, señores, hoy me
conducen al senado las mismas causas que me
condujeron a Pastc: la perfidia, la intriga, la
malevolencia, el interés personal de unos hombres que por despreciables que sean, han hecho los mismos daños que el eSc!:1BLQajo
de la
fábula. En Pasto, al concluir ra--campaña,porque ya era el último punto enemigo para llegar a Quito, se me hace una traición, se me
desampara, se corta el hilo a la victoria, y
por sacrificarme se sacrifica la patria. ¡iíQué
de males van a seguirse!!! ¡¡iCuántas lágrimas, cuánta sangre va a derramarse!!! ¡¡¡Quécalamidades va a traer a toda la república este
paso imprudente, necio, inconsiderado/!! No
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BIBLIOTECA ALDEANA
DE COLOMBIA
hablo, señores, ante un pueblo desconocido;
hablo en medio de la república, en el centro
de la capital, a la vista de estas mismas per-<
sonas que han sufrido, que están sufriendo
aun los males que ocasionó aquel día para
siempre funesto. Yo me dirijo a vosotros y al
público que me escucha. ¿Sin la traición de
Pasto hubiera triunfado Morilla? ¿Se habrían
visto las atrocidades que por tres años continuos afligieron este desgraciado suelo? ¿Hubieran Sámano y Morilla revolcádose en la sangre
de nuestros ilustres conciudadanos? No, señores,
no; siempre triunfante habría llegado a Quito,
reforzado el ejército, vuelto a la capital, y sosegado el alucinamiento cie mis enemigos con
el testimonio de sus propios ojos; hubiéramos
sido fuertes e invencibles. Santa Marta, antes
que llegase Morilla, habría sido sometida a la
rázón, y sin <:;ste punto de apoyo, Morillo,
no habría tomado a Cartagena y esta capital habría escapado de su guadaña destructora. Y después que se sacrificó mi persona,
los intereses de la patria y se inmolaron tantas inocentes víctimas por viles y ridículas
pasiones, ¿se me acusa de haber sido sacrificado quizá por algunos de los mismos que
concurrieron a aquel sacrificio? Sí, yo veo entre nosotros no sólo vivos sino empleados y
acomodados, a muchos de los qÚe cooperaron
a aquella catástrofe; y Gómez y Azuero, que
en aquel tiempo ni aun sus nombres se cono-
ANTONIO NARIÑO
-
SU DEFENSA
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dan, no son ahora sino los instrumentos
de
que se valen, para traemos quizá nuevas calamidades. Hoy se quieren renovar
por otro
estilo las escenas de Pasto: hoy por sacrificarme se volverá a sacrificar la patria, pues existen los mismos gérmenes, muchas de las mismas personas,
los mismos odios, la misma
emulación, el mismo espíritu de personalidades, la misma necedad y ceguera que entonces nos perdió. Pero no ¡Dios supremo a cuya vista no se puede ocultar el corazón del
hombre, levantad vuestro brazo omnipotente
y descargadio sobre mi cabeza, ~ntes que yo
vuelva a servir de pretexto a los enemigos de
la "patria para sus unicuas maquinaciones! ¡Perezca yo en este insta!1te, perezca mil veces,
si he de servir de pábulo para que se vuelva
a ver afligida mi adorada patria!
.í- Exhibo, señores, esta esquela de desafío del
teniente coronel José Iv1arÍa Barrionuevo
en
prueba de lo que acabo de decir. Detenéos un
momento, señores, en su contenido,
en su fecha y en la persona que me la dirige. Entre
ocho y diez de la mañana del día 12 de febrero entrego la comandancia
general de armas, recibo esta esquela y veo partir a S. E.
el vicepresidente para su hacienda
de Hatogrande. Suponed, señores, que yo, menos sumiso a las leyes, con menos desprecio a preocupaciones y con menos previsión de las consecuencias de este ASESINA TO PREMEDITADO,
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
hubiera admitido el desafío, ¿cuáles habrían si~
do los resultados? Si mato a Barrionuevo, S. E.
vuelve, me manda arrestar, se me sigue la
causa y se me sentencia a muerte. Si Barrionuevo por una casualidad me mata, estando
ausente el jefe del gobierno, ¿creéis, señores,
que mi muerte. a manos de un ingrato español, se habría visto con indiferencia en la
ciudad? '¿Creéis que la vista de mi ensangrentado cadáver no habría causado ningún movimiento contra el agresor? ¿Y si Barrionueva' en un conflicto echa mano de la artillería
que tiene a su disposición, ¿qué hubiera sido
de esta ciudad?
Este Barrionuevo es el mismo que se quedó el día de la acción de «Las Cebollas~'; el
mismo que de los primeros se vino el día que me
abandonaron en Pasto, arrastrando consigo una
porción de tropa del segundo campamento; es
el mismo que me insultó el día del juicio de
los jurados; el que me ha dado mil disgustos
durante mi comandancia de armas; sí, el mismo que dio de bofetadas al anciano Urizarri
en medio de la calle a las once del día; el
que ofreció de palos al mayardomo de propios de la ciudad, y el que hace su fortuna
apaleando a nuestros obreros, como lo hacía
cuando grababa el escudo de armas de su paisano Sámano. ¡Y las leyes se violan, y la seguridad del ciudadano se atropella, y se ultraja a los superiores! ¡Y Barrionuevo se pasea.
ANTONIO NARI:~·O -
SU DEFENSA
63
y Barrionuevo campea en la ciudad con descansoj j Y Barrionuevo se ríe y hace alarde de
la protección del gobierno! Juntad, señores, yo
os lo suplico, los procedimientos de este solo
hombre con la presente acusación de que me
estoy defendiendo, y el lenguaje de ciertos papeles públicos de algún tiempo a este parte;
y juzgad si tengo razón para decir que se
quieren renovar los días funestos de Pasto,
y que por sacrificarme a mí se volverá a sacrificar la patria.
Permitidme ahora, señores, que en medio
de este santuario de las leyes, lea sólo las precisas palabras de la que Barrionuevo ha infringido y que está en vigor entre nosotros, para que sirva de prueba de lo que se me esperaba si hubiera admitido su desafío, y de
las penas en que él ha incurrido.
«PRAGMATICA SOBRE DUELOS Y DESAFIOS-Por si hubiere quien se desviare de
mis justas y paternales intenciones, dice la
ley, declaro primeramente por esta inalterable ley real y pragmática, que el DESAFIO O
DUELO debe tenerse y estimarse en todos
mis reinos, por DELITO INFAME; y, en su
consecuencia de esto, mando que todos los
que desafiaren, los que admitieren el desafío,
los que intervinieren en ellos por terceros o
padrinos, los que Ilevaren carteles o papeles
con noticia de su contenido, o recados de pa..
labra para el mismo fin, PIERDAN IRRE-
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
MISIBLEMENTE por el mismo hecho, todos LOS OFICIOS, RENTAS Y HONORES
que tuvieren, y SEAN INHABILES PARA
TENERLOS TODA SU VIDA .... v si el desafío o duelo LLEGARE A TENER EFECTO, saliendo los desafiados O ALGUNO DE
ELLOS al campo o puesto señalado, aunque
no haya riña, muerte, ni herida, sean' sin remisión alguna castigados CON PENA DE
MUERTE y todos sus bienes confiscados.»
A vista de esta terminante ley, ¿ estaría yo
hoy hablando en el senado cualquiera que hubiera sido el resultado del desafío? ... Pero
no nos distraigamos más del asunto principal.
Examinemos el tercer punto de acusación.
El tercer cargo que se me hace es la falta de
residencia que exige la constitución por haber estado ausente, dice Diego Gómez, «por mi
gusto y no por causa de la repÚblica>.Nada más
bello señores, nada más conforme con las Hdeas
del señor Diego Gómez que este cargo. Sí, señores, él acaba de correr el velo a esta maldita intriga; él os descubre las intenciones,
las miras, la razón y la justicia con que se
me han hecho los otros cargos. Por mi gusto
dejé de ser presidente dictador de Cundinamarca; por mi gusto dejé de ser general en
jefe de los ejércitos combinados de la repÚblica; por mi gusto perdí veinte años de sacrificios hechos a la libertad, las penalidades de
8 meses de marchas y el fruto de las victorias
ANTONIO NARINO
-
SU DEFENSA
65
que acababa de conseguir; por mi gusto abandoné mi patria, las comodidades de mi casa,
la compañía de mis amigos y mi numerosa
familia; por mi gusto desprecié el amor de los
pueblos que mandaba, para irme a sentar con
un par de grillos entre los feroces pastusos
que a cada hora pedían mi cabeza; por mi
gusto permanecí allí trece meses sufriendo toda suerte de privaciones y de insultos; por mi
gusto, fui transportado preso entre 200 hombres hasta Guayaquil, y de allí a Lima, y de
Lima por el Cabo de Hornos, a la real cárcel de Cádiz; por mi gusto permanecí cuatro
años en esta cárcel, encerrado en un cuarto,
desnudo y comiendo el rancho de la enfermería, sin que se me permitiese saber de mi familia. ¿No os parece, señores, que es más claro que la luz del día, que yo he estado ausente por mi gusto y no por causa de la re-.
pública? ¡Que no le dé al señor Diego Gómez
y a sus ilustres compañeros de acusación un
antojo semejante! iCuánto ganaría la república con que tuvieran tan buen gusto! Pero no
es sólo este mi gusto depravado en que justifica
la acusación que se me hace; yo veo sentados
en este mismo senado, adonde se me niega
el asiento, a personas que no han tenido este tiempo, y que no óbstante no las han creído mis acusadores dignas de su censura, porque parece que la verdad es lo que más aborrecen.
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
Aquí pudiera detenerme a citar algunos ejemplos que acabasen de comprobar que este cargo, no sólo es ridículo, sino injusto; pero no
merece detenemos en él; todo el mundo sabe
que bajo el aspecto constitucional en todo el
curso de mi vida, no he estado una sola hora
ausente de mi patria. Un asunto más grave
va a llamar vuestra atención.
Cuando me presenté en Cúcuta como diputado por la provincia de Cartagena, y como
vicepresidente interino de la república, nombrado por el presidente Libertador, ya tenía
las mismas tachas que se me objetaron después para ser\ senador. Luégo que se instaló
el congreso me volvieron a nombrar vicepresidente con totalidad de votos. Yo quiero ahora suponer verdaderas y justas estas nulidades, y por consiguiente como impedimento para obtener algún empleo en la república. El
congreso, pues, ha sido nulo como instalado
por un hombre impedido que no lo pudo instalar ,y por lo mismo no tenemos constitución, ni senado adonde yo debiera sentarme;
sin que sirva la respuesta de que antes dE\instalarse el congreso, no había constitución que
lo prohibiese, porque para un «criminal:., como dice el acta, para un hombre que se «entrega voluntariamente al enemigo~, no se necesita constitución para no admitirlo en un
empleo de tanta importancia como el de la
vicepresidencia, y la vicepresidencia en seme-
ANTONIO NARINO
-
SU DEFENSA
67
jantes momentos. No hay medio, señores. no
lo hay por más vueltas que se le quiera dar
a esta reflexión. El congreso se instaló en virtud del decreto de 1.o de mayo, que, proveí
_como autorizado por el artículo 5.o del reglamento de convocación: se instaló con mi concurrencia como diputado por la provincia de
Cartagena, y se instaló por el, poder ejecutivo
de la república que yo ejercía, y que era entonces indispensable para su instalación; conque o no hubo congreso legítimo, o es preciso
declarar como el mayor atentado la acusación
hecha contra mí, que pude dad e existencia al
primer cuerpo de la república, sin que se me
pusiera ninguna objeción.
Decir que pude ser vicepresidente para instalar el congreso y que no pude ser después
ni ciudadano de Colombia, es suponer que yo
he cometido crímenes después de instalado. Yo
era el mismo cuando instalé el congreso; el
mismo día que el congreso, en vista del
nombramiento
hecho por el Libertador, me
confirmó y mandó continuar
interinamente. Era el mismo el día que salió empatada la votación para vicepresidente en propiedad, que el día que se me eligió senador.
Conque si siempre he sido el mismo: si no
puedo ser senador, tampoco vicepresidente, y
si no pude ser vicepresidente,
¿ quedará instalado el congreso? Si podía instalarse sin la
concurrencia del poder ejecutivo que yo ejer-
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
cía, ¿por qué no se instaló antes que yo llegase? ¿Por qué se iba ya disolviendo y retirándose a sus casas muchos de sus miembros?
y si el congreso fue legítimamente instalado,
¿qué responden mis acusadores'l ¿Qué responden los que apoyaron esta acusación 7
Pero ya habéis visto, señores, completamente desvanecidos los tres cargos que con poca reflexión se me han objetado para que pudiera
tener el honor de sentarme entre vosotros; ya
habéis visto comprobado con documentos incontestables que es falso que sea deudor al
estado; que es falso que deba a diezmos ni
debiera el año de 10, pues el año de 98 se
dio carta de lasto a los fiadores; que es falso
que mi fianza sólo alcanzara a ochenta mil
pesos cuando era ilimitada; que es falso que
deba a dichos fiadores; pues aunque lastaron,
también percibieron bienes que excedían la
cantidad del lasta; que es falso que me entregara voiuntariamente al enemigo en Pasto,
y que, últimamente,
es falso que haya estado ausente por mi gusto y no por causa de
la república, y por consiguiente falso cuanto
contiene el acta de acusación. De esta acusación propuesta por dos hombres que, como
el incendiario del templo de Efeso, han querido hacer sonar sus nombres oscuros ya que no
lo podían hacer por sus propios méritos. Si la
acusación hubiera tenido por obj eto la salud
de la república, a pesar de ser contra mí, a
ANTONIO NARIRO
-
SU DEFENSA
69
pesar de su notoria injusticia, yo lejos de
quejarme, me hubiera defendido tranquilamente y les hubiera celebrado su celo y escrupuloso amor a la patria. Pero cuando sólo los ha movido un vil y arrastrado interés
personal, unas pasiones vergonzosas y contrarias al sosiego y bien público, la indignación
del corazón más tranquilo no puede dejar
de manifestarse. Y si no, que nos digan estos
nuevos Eróstratos, ¿por qué habiendo en la
república, en el seno del gobierno, en la cámara, en este mismo senado otros hombres a
quienes quizá con justicia se les pueden hacer objeciones y cargos, sólo han desenrollado su celo contra mí? ¿Sólo para mí se han
hecho las leyes? ¿Sólo para el empleo de senador tienen fuerza estas objeciones? La vicepresidencia de la república a quien deben
Gómez y Azuero los empleos que indignamente ocupan hoy, ¿no habría merecido iguales
objeciones? Pero entonces no hubieran figurado en el congreso que con la vicepresidencia
instalé; entonces no habrían sido ministros de
la corte de justicia; entonces no habrían tapado sus trampas y rapiñas; entonces-y ésta
es una de las pruebas demostrativas del interés personal por que han intentado esta acusación :-«como vicepresidente les fui útil y
callaron, como senador les puedo perjudicar
y entonces hablan».
y a la vista de semejante escandalosa acu-
I
70
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
sación comenzada por el primer congreso general y al abrirse la primera legislatura, ¿qué
deberemos presagiar de nuestra república?
¿Qué podremos esperar para lo sucesivo si
mis acusadores triunfan o qué, sí se quedan
impunes? Por una de esas singularidades que
no están en la previsión humana, este juicio,
que a la primera vista parece de poca importancia, va a ser la piedra angular del edificio
de vuestra reputación. Hoy, señores; hoy va
a ver cada ciudadano lo que debe esperar para
la seguridad de su honor, de sus bienes, de
su persona; hoy va a ver toda la república
lo que debe esperar de vosotros para su gloria. En vano, señores, dictaréis decretos y
promulgaréis leyes llenas de sabiduría; en vano os habréis reunido en este templo augusto
de la ley, si el público sigue viendo a Gómez
y Azuero sentados en los primeros tribunales
de justicia, y a Barrionuevo insultando impunemente por las calles a los superiores. al pacífico ciudadano, al honrado menestral. En vano serán vuestros trabajos y las justas esperanzas "que en vuestra sabiduría tenemos fundadas. Si vemos ejemplos semejantes en las
antiguas repúblicas, si los vemos en Roma y
Atenas, los vemos en su decadencia, en medio
de la corrupcción a que su misma opulencia
los había conducido. En el nacimiento de la
república romana vemos a Bruto sacrificando
a su mismo hijo por el amor a la justicia y
ANTONIO NARIÑO
-
SU DEFENSA
71
a la libertad; y en su decadencia, a Clodio,
a Catilina, a Marco Antonio sacrificando a
Cicerón por sus intereses personales. Atenas
nació bajo las espigas de Ceres, se elevó a la.
sombra de la justicia del Areópago, murió con
Milcíades, con Sócrates y Foción. ¿Qué debe~mos esperar, pues, de nuestra república si comienza por donde las otras acabaron 1 Al principio del reino de Tiberio, dice un céh:~breescritor, la complacencia, la adulación, la bajeza, la infamia, se hicieron artes necesarias a
todos los que quisieron agradar; así todos los
moti vos que hacen obrar a los hombres, los
apartaban de la virtud, que cesó de tener
partidarios desde el momento en que comenzó a ser peligrosa. Si.' vosotros, señores; al
presentaros a la faz del mundo cQmo legisladores, como jueces, como defensores de la libertad y la virtud, no dáis, un ejemplo de la
integridad de 'Bruto, del desinterés de Foción
y de la justicia severa del tribunal de Atenas,
nuestra libertad va a morir en su nacimiento. Desde la hora en que triunfe el hombre
atrevido, desvergonzado, intrigante, adulador,
el reino de Tiberio empieza y el de la libertad acaba,
Bogotá, 14 de mayo de 1823.
F. DE P. SANT ANDER
SU DEFENSA
ANTE LA CAMARA
A los representantes del pueblo colombiano:
Honorables representantes:
Otras veces me he dirigido a vosotros desde el primer asiento de Colombia para presentaras el cuadro fiel de sus adelantamientos
y necesidades; hoy me dirijo desde una tierra
extranjera, para. trazaras rápidamente el de
mis persecuciones. Entonces el deber de magistrado me llevaba al santuario de la ley a reclamar de la sabiduría y del patriotismo de
los diputados del pueblo leyes conducentes al
bien y dicha de los colombianos; ahora el derecho de vindicar mi honor ultrajado me fuerza a presentarme delante de vosotros para reclamar a la justicia a que tiene derecho un
antiguo colombiano, que jamás abandonó las
banderas de la independencia, ni transigió con
sus enemigos en los días infelices de su patria.
Entonces, como ahora, yo tengo la esperanza
de que encontraré en los diputados de Colombia imparcialidad y justicia para oir y
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juzgar la exposición de un patriota, que tiene la gloria de contar tantos días de servicios a su país cuantos él cuenta de existencia
política. No pretendo ni aspiro a otra cosa
que a poner de manifiesto la injusticia con
que se me ha perseguido. Persuadido de que
he llenado mis obligaciones con fidelidad, sin
traficar vilmente con mis opiniones y deberes
sacrificando honores, amistades, tranquilidad y
fortuna, honrado con el testimonio de la opinión pública, y satisfecho de que en mi larga
carrera militar y política no se me puede tachar de acción ninguna infame ni traidora,
estoy resignado a morir en el retiro de la
vida privada, haciendo votos por la felicidad
de mi patria.
Lejos de mí entrar en el examen del origen y progreso de los últimos ultrajes y persecuciones que he sufrido desde que tuve que
luchar en defensa de las leyes constitucionales de la república contra el criminal proyecto de destruírlas para fundar un poder omnipotente, o cualquiera otra especie de gobierno nada análogo al espíritu del siglo y a los
sacrificios de los colombianos. Reservo a la
historia imparcial el deber de hacer este examen y el de juzgarme competentemente.
A mi objeto, basta indicado, y Iimitándome a hablar del último golpe que experimenté en 1828, después de la revolucióu de Bogotá del 25 de septiembre, habiendo servido
F. DE P. SANT ANDER
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SU DEFENSA
77
este suceso de pretexto para consumar mi
ruina y desahogar pasiones verdaderamente
innobles, a él sólo contraeré esta exposición y
llamaré hacia él la atención y justicia de los
representantes
de mi patria. Procuraré olvidarme de los autores de mis persecuciones,
para no entrar en el dominio del resentimiento: referiré los hechos tales cuales han existido, explicaré las circunstancias, señalaré las
leyes que debieron favorecerme, combatiré los
procedimientos
ilegales e inicuos, y me apoyaré siempre en razones incontestables y en
los principios de la eterna justicia.
Toca a vosotros, honorables representantes,
pesadas imparcialmente y decidir.
Notorio es que el 25 de septiembre de 1828
estalló en Bogotá una revolución, cuyo objeto, según aseguraron los cómplices, era establecer la constitución de 1821, abolida por
un decreto del general Bolívar, expedido el
27 de agosto anterior, y preservar a la república de una dictadura militar, que se creía
tanto más insoportable, cuanto que se vio que
ella favorecía un partido a expensas del que
había sido constantemente sostenedor de las
leves constitucionales.
"Desde que se notó que el restablecimiento
de la constitución de Cúcuta era el objeto del
movimiento revolucionario, y que en él habían
tomado parte algunas personas de mi amistad, creyó el gobierno yo era el agente o di-
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rector del plan, y se propuso hacer recaer sobre mí su venganza. Se procedió por tanto a
arrestarme, se me mantuvo un mes estrechamente privado dp- comunicación, sin hacerme
cargo alguno, y al fin se tomó una confesión
tan rídicula y extravagante, que los anales
criminales no presentan otro ejemplar. Me refiero al proceso formado contra mí. Allí están consignados los cargos que me hizo el
abogado Pareja: ellas manifiestan el punto hasta donde pueden llevarse el encono y el espíritu de partido donde no hay ninguna garantía para el honor y la vida del hombre.
Lo que se soñó alguno de los conjurados, lo
que otro habló con personas extrañas, lo que
pensaba un tercero, sirvió para reconvenirme
de haber dirigido la conjuración.
Mis más simples relaciones domésticas, mis
más indiferentes conexiones sociales, mis pasos ordinarios o inocentes, hasta mi fidelidad
a la constitución quisieron convertirla en acciones criminales dirigidas a matar al Libertador la noche del 25 de septiembre, y proclamar nuevamente el imperio de la ley. No
era el entendimiento el que juzgaba en mi
proceso para descubrir la verdad; era el corazón prevenido de hallar delito a cualquiera
costa. Ni se trataba tampoco de aclarar un
hecho. o de averiguar un crimen, sino de
arrancarme la confesión del delito para no
tener el trabajo de violar fórmulas, ni de co-
F. DE P. SANTANDER
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SU DEFENSA
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honestar mi asesinato judicial. ¡Espantosa época para un pueblo aquella en donde no hay
leyes, ni garantías y donde la voluntad del
magistrado ofendido es la ley suprema! ¡Con
muy justa razón había dicho el general Bolívar delante del Congreso de Cúcuta «que la
espada de un soldado no era la balanza de
Astrea de que necesitaba Colombia~.
Esto mismo que aseguro hoyadas
mil leguas distante del teatro de tamaña iniquidad, cuando una parte de Colombia juzga que
la conjuración del 25 de septiembre fue un
acto de heroico patriotismo, y cuando el alzamiento glorioso del pueblo francés ha sancionado el derecho de resistencia a mano armada contra el despotismo y el perjurio, le dije
al Libertador presidente desde Bocachica en
una representación que le dirigí el 13 de diciembre de 1828 en la cual me propuse refutar la sentencia pronunciada por el comandante general de Bogotá el día 7 de noviembre
del mismo año. Creí entonces que el Libertador prestara atención a la exposición fundada
de un colombiano, que no sólo había sido por
la voluntad nacional el segundo magistrado de la
república, que la había gobernado durante siete
años, y que contaba dieciocho de no interrumpidos servicios a su país, sino que tenía derecho por ser hombre a ser escuchado en un negocio atañadero a su honor, su vida y su for-
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tuna, el honor y la gloria de Colombia, y del
mismo presidente.
Pero parece que mi voz fue despreciada, y
que los clamores de la justicia y de la equidad no penetraron en el alma de quien se había mostrado más sensible a las súplicas y
clamores de los acérrimos y encarnizados enemigos de la independencia Sea lo que fuere,
yo voy a emprender nuevamente el examen
de aquella célebre sentencia para refutarla
con los mismos hechos que resultaron del proceso, y comprobar a la faz del mundo, que
ella ha sido injusta, violenta e inicua, y que
por consiguiente los efectos que me ha hecho
sufrir son inicuos, violentos e injustos. Si logro esta comprobación, habré logrado el objeto de este memorial, y podré también
decir
con orgullo «que yo he perdido todo por la
libertad, menos el honor».
Supuesto que se me creía agente principal o
cómplice de la conjuración, debió habérseme
franqueado todos los medios legítimos de defenderme. Se interesaban en ello el honor del
gobierno y el del general Bolívar, y si se quiere también la eterna justicia. Blanco de los ultrajes y calumnias del partido contrario a la
constitución, desairado públicamente
por el
Libertador, calumniado, y amenazado en papeles públicos dictados por sus partidarios, y
amigos, fusilado en estatua en una quinta de
S. E. cerca de la capital, despojado violenta-
F. DE P. SANTANDER
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SU DEFENSA
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mente de la vicepresidencia del Estado en despecho del contrato sinalagmático que existía entre la nación colombiana y yo, sin garantías
para mis comunicaciones epistolares. sin derecho de quejarme contra mis calumniadores,
yo estaba condenado a ser víctima del partido triunfante después de la precipitada conjuración. En vez de hacer reunir para juzgarme
un consejo de generales, se me juzgó por comisión especial conferida a un hombre solo,
aconsejado por un auditor sin probidad, se
omitió la confrontación de varios testigos,· en
cuyos dichos se apoyó el juez para condenarme como culpable, se me negó el imprescindible derecho de detenderme o de nombrar un
defensor, se despreciaron todas las pruebas
conducentes a patentizar mi inculpabilidad, se
tergiversaron las deposiciones de los testigos,
se alteraron los hechos y se aplicaron leyes
en desuso, y contrarias entre sí. Con un juicio semejante, donde no se respetaron las fórmulas, donde no hubo jueces ni defensa, ni
imparcialidad, ni verdad, ni nada más que
deseos de consumar mi ruina, y vengarse de
mi oposición a trastornar las instituciones, se
dispuso de mi fortuna, de mi vida y de mi
honor. Más dichosos los Torres, Camachos,
Pombos, Roviras, Barayas, Caldas, Lozanos,
Gutiérrez, Cabales, Toledos, Castillos y tántos otros ilustres mártires de la libertad, siquiera fueron oídos delante del simulacro de
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consejo de guerra, que Morilla formó para
castigados de haber procurado libertar a su
patria de la arbitraria
dominación del rey de
España, siquiera pudieron hablar y defenderse.
Para mí no hubo en Colombia bajo el gobierno del que obtuvo el título de Libertador,
sino violencias e injusticias y persecuciones.
Sentada la venganza en el trono de la justicia, revestida de un respetable manto, empuñando la espada con que castiga el crimen;
pero no la balanza en que pesa la inocencia, y empleando su augusto lenguaje, pronunció un juicio digno de ella y de las execrables ideas de iniquidad. La sentencia del 7 de
noviembre pronunciada por el comandante general de Bogotá empieza afirmando que el proceso se ha formado contra mí pcr la consPiración intentada la noche del 25 de septiembre!
Por consiguiente, íos cargos por los cuales pudo legalmente condenarme debían resultar de
que yo fuera director, aconsejador. auxiliador
o ejecutor de la dicha conjuración. Cualquiera
otro hecho era extraño en ese particular. El
primer fundamento de esta famosa sentencia
es que yo había negado en mi declaración indagatoria, y después en mi confesión, el que se
tramaba aquella conspiración. Esto en parte
es falso, y en parte ridículo, y aun ilegal. Dije en la declaración, que llaman indagatoria,
que el señor r lorentino Gonzá1ez había tenido conmigo una conversación, que me dio mo-
F. DE P. SANTANDER
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SU DEFENSA
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tivo de temer una revolución, y lo repetí en
la confesión que me recibieron en 22 y 30 de
octubre, añadiendo además todos los antecedentes que las nuevas leyes del gobierno dictatorial habían· producido, aumentando el descontento general. Como testigo yo no podía
hablar de lo que se había proyectado y ejecutado la noche del 25 de septiembre, ya porque nada sabía, y ya porque estando presos
varios de los cómplices, era de ellos y no de
mí que se debía recabar lo que ilegalmente
quería saberse por mi propia confesión: Que
yo no sabía lo que iba a ej ecutarse la citada
noche, ni quienes 10 ejecutarían, es un caso
plenamente justificado con las deposiciones
de los que se confesaron conspiradores. Uno
solo hubo que asegurara lo contrario, y apelo en testimonio de ello a los procesos formados entonces, que espero sean consultados para juzgar de la verdad de esta exposición.
Que yo no debía declararme culpable aun
cuando hubiera pertenecido a los conjurados,
es un procedimiento que aconseja el derecho
natural y lo sanciona toda legislación fundada
en razón. A mí, como a cualquiera otro a quien
se supone culpable, debió habérseme hecho el
cargo con hechos comprobados, en vez de querer arrancárseme la confesión de la culpa en
forzarme a ello por medios legales. No puedo
prescindir de recordar que al Divino Legislador de la ley de gracia que rehusó responder
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ante el tribunal del gobernador de J udea quiénes eran sus discípulos, es decir sus cómplices,
no se le acriminó por esta omisión, y es bien
raro que en el tribunal de Pilatos no fuera
delito rehosar descubrir la complicidad del
supuesto crimen de sedición, y que en Colombia se me juzgase delincuente porque no confesé 10 que no sabía a ciencia cierta, o que
legalmente podía callar.
El segundo fundamento
de la sentencia es
que de las declaraciones del comandante Silva,
del teniente López, y de los caPitanes Briceño
y Mendoza, resulta que cada uno de ellos tenía
convencimiento íntimo de que yo era el primer
agente de la conjuración, y que dirigía el plan
según lo habían asegurado González, Carujo y
Guerra. El convencimiento
íntimo de una o
más personas, debe ser el efecto de hechos
evidentes, que no pueden dejar la menor duda en el pélfticular, de modo que si faltan estos hechos no hay tal convencimiento. Los
testigos, pues, debieron manifestar los fundamentos que produjeron en su ánimo la persuación íntima de que yo fuera el agente de
la conjuración. y ellos debían ser hechos claros y positivos, no conjeturas débiles y vagas.
La sentencia ha debido expresados menudamente para hacer palpable a todo el mundo la
justicia del pronunciamiento, y omitiéndolos como los ha omitido, ha dado lugar que se sospeche de la verdad de sus aserciones. Examinemos
F. DE P. SANTANDER
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SU DEFENSA
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las declaraciones de los mencionados testigos
para buscar las premisas de donde el juez dedujo la consecuencia de que resultaba de sus
dichos estar íntimamente convencidos de que
yo era el principal agente.
Silva dijo terminantemente
que no sabía
que yo tuviera parte en la coníuración, pero
que lo infería porque Vargas Tejada era mi
amigo, y nos íbamos juntos a la legación de
los Estados Unidos. Este ha sido el fundamento de su inferencia, no el de un convencimiento íntimo, ni pudiera conciliarse jamás
el estar convencido íntimamente de que yo
fuera agente del plan, con el ignorar más o
menos si yo tenía parte o no en él. Bien claro es que entre una mera conjetura más o
menos fundada y un convencimiento íntimo
hay tanta distancia, como entre el de asegu-,
rar, por ejemplo, que la luna esta habitada
de seres animados y que ella gira alrededor
de la tierra.
López también declaró que no sabía que yo
tuviera parte en el negocio: pero que como
había defendido la constitución y era amigo
de las leyes, se me tenía destinado a encargarme del gobierno verificada que fuera la conjuración. Nada hay aquí de convencimiento
íntimo y ni aun de conjeturas. Si los conjurados me creían capaz de continuar defendiendo las leyes me hacían justicia, y si querían
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ALDEANA
DE COLOMBIA
encargarme del gobierno, yo no veo. en esto
ningún delito de mi parte.
Mendoza declaró que Carujo le había asegurado que el general Páez y yo teníamos parte en el plan, sin añadir cosa alguna respecto
de su convencimiento íntimo. Si porque se
dijo con razón o sin ella que yo conocía la
empresa, he resultado delincuente, el general
Páez también ha debido ser juzgado como yo.
La justicia es igual para todos .... , pero me
olvidaba de que en este juicio por la conjuración del 25, sólo se trataba de hacer triunfar
un partido a costa de la vida y del honor del
partido contrario.
Briceño, en fin, aunque expresamente
aseguró que no sabía positivamente que yo fuera agente de la conjuración, añadió que tenía
el convencimiento íntimo de que lo que fuera
porque siempre había yo siáo el jefe áel partido
constitl~cional, y porque Guerra se lo había
asegurado.
lal es el fundamento en que el capitán Briceño apoyó lo que llama convencimiento íntimo y que tanta fuerza hizo en el ánimo de
mi juez para condenarme como culpable. ¡Qué
importaba un despropósito en vez de una razón, ni una necedad en lugar de un raciocinio!
Decidida mi suerte en los consejos de la venganza, cualquiera conjetura era suficiente para darse por comprobado mi delito. La declaración de Briceño ofrece a los ojos menos
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perspicaces, aunque desapasionados, una manifiesta contradicción. El diio: que habiéndose propuesto en la parte que tuvieron los conjurados del 25, que se me diese noticia de lo
que se había acordado, él había sido uno de
los que se habían opuesto a ello, porque temió
que yo impidiera la ejecución del acuerdo.
Ahora bien, ¿podía temer mi oposición estando íntimamente convencido de que yo era el
agente principal del proyecto? Concurriendo
a una reunión donde veía que se proponía
instruírme de lo que se trataba, ¿no percibía
q\le ella había tenido lugar sin el consentimiento del que creía agente o director del
plan ? Yo no lo comprendo, señores. Mi razón
me dicta el siguiente raciocinio: Si Briceño
estaba íntimamente convencido de que yo era
agente principal del proyecto, debió estarlo
igualmente de que la junta se haría con mi
anuencia, y no debió temer en consecuencia
que yo me opusiera a la ejecución de la empresa; luego si temió mi oposición, y que por
consiguiente se frustrara el golpe meditado,
no pudo ser sino porque no estaba convencido íntima 'TIentede que yo lo dirigía o lo aprobaba.
Quedan existentes ya solamente las aserciones de que Guerra y Carujo habían asegurado a Briceño y Mendoza que yo tenía parte
en el proyecto. Si Guerra y. Carujo en sus declaraciones lo aseguran ta~bién, no hay duda
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alguna de que los dichos de los dos primeros
testigos son concluyentes; pero si lo niegan,
entonces quedan del todo destruídos. Guerra
y Carujo declararon que yo, lejos de haber
aprobado el proyecto, había ofrecido oponerme a su ejecución; por consiguiente destruyeron lo que los antes mencionados testigos habían afirmado y me libraron del cargo de haber sido agente director, aconsejador o ejecutor de la conjuración.
Resulta, por tanto, falsa y calumniosa la
aserción del segundo fundamento de la sentencia, y es además injusta o ilegal, porque
se omitió la confrontación conmigo de los cuatro testigos Silva, López, Mendoza y Briceño. Fácil me hubiera sido hacer resaltar la
verdad en el careo, y mi inculpabilidad, si se
hubiera cumplido con esta fórmula desconocida sólo en los famosos y sangrientos tribunales de la Inquisición.
El tercer fundamento de la sentencia consiste en que el coronel Guerra sostuvo en el careo haberme hablado de la conjuraci6n, a la
cual me había opuesto. Este es un hecho tergi-
versado estudiosamente contra mí. Lo que se
supone que Guerra sostuvo en el careo fue lo
que él expuso en una declaración anterior que
reformó en dicho careo, según lo hice observar en mi prisión al abogado Pareja delante
de su secretario. Después que reparé que no
se habían extendido en la diligencia las mis-
F. DE P. SANTANDER
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SU DEFENSA
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mas palabras del 'desgraciado Guerra, éste dijo en la confrontación conmigo, que de lo que
había hablado no era de una conjuración, sino de la probabilidad que había de que se
hiciera un bochinche (esta fue su propia expresión), y que no se acordaba de que hubiera nombrado a persona alguna. Bien diferente de hablar de una conspiración formal a
mencionar el riesgo de un bochinche, palabra
a la cual se ha dado siempre la significación
de una cosa de poca entidad. Por otra parte,
en días de agitación, cuando a cada hora se
hacía una acta, una petición, una reunión,
un bochinche (según el lenguaje de que usábamos los amigos de la constitución) para
echar abajo las leyes constitucionales, nada
tenía de extraño, ni de criminal que Guerra
en cualquier conversación amistosa relativa al
estado de nuestra patria me dijera lo que aseguró haberme dicho. Pero esta exposición de
Guerra justifica más mi honrado proceder,
porque él ha añadido que yo manifesté repugnancia a toda especie de perturbación, que
le aconsejé se empeñase en rectificar cualquiera idea que hubiera en el particular, y que
ofrecí oponerme al trastornO del orden establecido. ¿Debía hacer más sin incurrir en la
infamia de ser un bajo delator, y cuando puede decirse que el proyecto de atacar al gobierno existente estaba sólo en embrión, y
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BIBLIOTECA ALDEANA
DE COLOMBIA
cuando esperaba que mi oposición podía influir en desbaratado 1
, El cuarto fundamento se toma de la declar~ción del comandante
Carujo, aunque alterando el sentido de lo que él ha dicho. En la
diligencia del careo, que es a la que el juez
ha debido atenerse, resulta que habiéndolo informado Florentino González, que yo era opuesto a todo proyecto d.e revolución, quiso cerciorarse de la verdad, y al efecto procuró habla r
conmigo en mi casa; que habiendo pasado a
ella, y habiéndome encontrado positivamente
opuesto a sus ideas, intentó intimidarme y
rendirme, ponderándome la obstinación de los
que habían resuelto emprender el restablecimiento de la constitución,lo cual había llegado
al punto de estar dispuestos a ir a Soacha a
matar al general Bolívar. Esta exposición en
los términos referidos, forma un sentido muy
diferente de como se expresa la sentencia. Según
ella, Carujo me ha comunicado el proyecto
de matar al presidente-dictador
como quien
lo participa a un cómplice, en vez de lo que
resulta, el que yo lo supe ~or la casualidad
de querérseme hacer variar de opinión, informándome de un hecho ya decidido y pronto
a ser fácilmente ejecutado. Y gracias me sean
dadas por esta feliz casualidad, porque júzguese como se quiera al general Bolívar, y repruébese sin misericordia su conducta política,
yo jamás convendré en que el asesinato de
F. DE P. SANTANDER
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SU DEFENSA
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un hombre sea una acción patriótica, ,ni que
la muerte del que ha servido con gloria a la
causa de la independencia fuese meritoria ni
justificable delante de la moral pública. Yo
salvé entonces al general Bolívar de ser apuña1eado en Soacha por un principio de honor
y de moralidad que me conducirá siempre a
proceder del mismo modo en cualquier caso
en que se trate de llegar a un fin santo por
medios reprobados por la moral y la razón.
- El quinto fundamento se apoya en la exposición de Florentino González, testigo de mucha importancia en el negocio de la conspiración, y cuyos dichos es menester analizar y
meditar sin pasión. González a quien siempre
traté con muy particular amistad por sus relevantes cualidades, y por su fervoroso amor
a la libertad, declaró haber estado en mi c.asa por consejo de Caruio a sondear mi opini6n
acerca de la conveniencia de trabajar en restablecer la Constitución de 1821, y que había
oído de mi boca, que la tentativa era inoportuna, perjudicial y expuesta, en cuyo concepto muy lejos de mezclarme, y tomar parte
en ella, estaba resuelto a oponerme a su ejecución, no menos que alejarme de Colombia,
decidido a no volver jamás al gobierno. Añadió Gonzá1ez, que yo le había dicho en prueba de la inoportunidad y riesgo del proyecto,
que no se debía intentar el restablecimiento
de la constitución sin conocer cuales eran las
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reformas que ofrecía el Libertador,
y sin saber si ellas contentarían
o no a los pueblos;
que antes que todo era prudente sondear la
opinión pública, y contar con ella para cualquier variación del sistema,
y que el medio
de llegar a conocerla me parecía indicado en
el restablecimiento
de sociedades patrióticas
en los departamentos
y provincias.
Tal es la
exposición que González ha hecho en el careo
en el cual, habiendo rectificado sustancialmente su primera declaración, debe fundarse cual.
~
qUler cargo contra mI.
Yo deduzco de la dicha .exposición las siguientes
consecuencias:
Primera:
habiendo
aconsejado Caruio a González
que sondeara
mi opinión acerca de la conveniencia de restablecer el gobierno constitucional,
yo no tenía conocimiento del proyecto,
y por consiguiente, no era su director o agente. Segunda: habiendo calificado de inoportuno y peligroso el proyecto,
yo no he tenido complicidad en su formación. Tercera:
no habiendo
aprobado, yo era inculpable en la conjuración
estallada el 25 de septiembre
por la cual se
me estaba juzgando. Cuarta: no habiendo formado ninguna de las sociedades
que indiqué
como medios, no de conspirar, sino de indagar la verdadera opinión nacional, la conjuración del 25 no fue efecto de ellas, y por consiguient.e ni de mis consejos e influencias.
F. DE P. SANTANDER
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SU DEFENSA
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Consecuencias todas favorables a mi conducta
de inculpabilidad.
La sentencia hace gran caso de mi opinión
sobre la formación de sociedades patrióticas
para estimar la opinión pública, y la califica
de crimen y de complicidad en la conspiración. ¿ Cuál es la ley, pregunto yo al juez de
mi causa, que ha convertido en delito la acción de manifestar en una conversación confidencial, que la reunión pacífica de los ciudadanos es aparente para observar y avaluar
los sentimientos del público respecto del nuevo régimen establecido? ¿ Existe en Colombia
alguna ley, decreto o firmán. que convirtiera
en delito digno de pena capital lo que en todo gobierno liberal se estima como medio necesario para dirigir los negocios del común?
En las legislaciones que emanan del código
de la razón, no hay delito donde no hay ley anterior que lo determine. Si, pues, mi indicación
a González no está determinada anteriormente
como una acción criminal, como una conspiración, el cuarto fundamento de la sentencia cae
en tierra irremediablemente.
Repárese, además, que ei dicho de González es único en el proceso; que ni Guerra ni
Carujo han hecho mención de él, y que habiéndose referido Carujo a González, el testimonio queda reducido a una sola persona.
Observación interesante para convencerse más
y más que en mi proceso no sólo han tenido
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fuerza de pruebas las más necias e infundadas conjeturas, las palabras más insignificantes, los desahogos confidenciales de la amistad, sino hasta los dichos singulares. Para decidir de la propiedad de un pedazo de tierra,
se necesita por lo menos de dos testigos que
estén acordes en los puntos esenciales de la
cuestión; para decidir de la suerte de un antiguo general, antes magistrado de la república, siempre constante y fiel patriota, defensor
de los derechos del pueblo, ha bastado el dicho de una sola persona, aunque ella no califique positivamente la culpabilidad del acusado. Pero así debía procederse; el fin era condenarme de cualquier modo. La manera de
ejecutarlo era indiferente con tal que se me
ejecutase.
Montesquieu ya lo había dicho con mucha
previsión .
...El sexto fundamento es verdaderamente peregrino. Que porque no hubiera día prefijado
para la conspiración, yo debía ser agente o
cómplice de ella, es la consecuencia más absurda que el espíritu de partido podía deducir para satisfacer sus pasiones. Mi complicidad debía resultar de que yo la hubiera promovido, aconsejado, dirigido, aprobado, auxiliado o ejecutado, tuviera o no tuviera plazo
preciso o conocido. Pero es así que ningún
testigo ha dicho que yo la promoviera,
ninguno que yo la dirigiese, ninguno que yo la
F. DE P. SANTANDER
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SU DEFENSA
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aconsejara, y todos, por el contrario, que desaprobé el proyecto, que traté de frustrado, y
que ofrecí oponerme a su ejecución; luego mi
inculpabilidad es más clara que la luz, no obstante que no hubiera día fijo para ejecutarlo.
Todavía hay datos en el proceso que corroboran la consecuencia que acabo de asentar
"jT
que hubieran tenido slgún ,'alar en la con-
ciencia de jueces imparciales que buscan
la verdad desapasionadamente para absolver
al inocente y castigar al culpable. Apelo al
testimonio de González, consignado en las diligencias del careo. El ha dicho que me habló
sobre el número de oficiales que había de tener la legación de los Estados Unidos (que
se me había conferido) con ánimo de irse
conmigo. Primera circunstancia que debía hacerme concebir que, estimándose fundadas mis
razones contra el proyecto primitivo de conspirar, se abandonaba la empresa, .puesto que
deseaba salir del país uno de los que me parecía ser agente de ellos. El ha declarado
también que habiendo estado conmigo en un
paseo fuera de Bogotá, seis días antes de la
cunjuración del 25 de septiembre, nada me
había hablado en el particular. Segunda circunstancia, que debía ratificarme en la idea
de que el proyecto estaba abandonado. El, en
fin, ha asegurado que, preguntado por mí pocos días antes de la conjuración, si todavía
insistían en el consabido proyecto, me había
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DE COLOMBIA
respondido «que la cosa se había enfriado».
Tercera circunstancia, que debía acabar de
convencerme que ya no se pensaba en llevar
a cabo la tentati va expresada.
Estas tres aserciones me favorecen más de
lo que a primera vista parece, porque ello es
cierto, que si yo me había podido persuadir
de que el proyecto de atacar al gobierno existente se había abandonado, ya no tenía que
hacer otra cosa como ciudadano y como general, que felicitarme de haber evitado un
golpe prematuro, inútil y peligroso aun para
la misma causa de la libertad que se quería
sostener, y de haber procurado ahorrar el derramamiento de una sangre preciosa, que pudo ofrecerse a ias libertades colombianas con
más suceso. Supongamos que yo hubiera sido
capaz de delatar a mis compatriotas y hacerle este servicio a un gobierno fundado contra
mis principios y contra los sacrificios de Colombia. ¿Qué era lo que debía delatarle? ¿ Un
proyecto
apenas concebido y prontamente
abandonado? ¿ Un deseo de tener instituciones
en vez de dictadura? ¿Un ahinco de ser gobernados por leyes decretadas por los representantes del pueblo en lugar a serIo por la
voluntad de un hombre, que en cada paso
dirigido a sostener las leyes veía una grave
ofensa a su persona, y en los que se dirigían
a destruidas una acción patriótica,
meritoria
F. DE P. SANT ANDER ,-
SU DEFENSA
97
,
y laudable? J uzgadlo, honorables representantes. Oecididlo en el silencio de las pasiones.
_ Los seis fundamentos en que se apoya la
sentencia que acabo de examinar, no suministran la clase de prueba que pudiera convencerme del delito de que se me supone
autor o cómplice. Ellos producen al con= __
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ve ánimo de conspirar, ni de quebrantar
las leyes que se cree haber infringido. Si
hay delito donde no hay un ánimo deliberado de cometer una acción reprobada por
la ley, yo soy delincuente en la conjuración
del 25 de septiembre; pero entonces es menester borrar del diccionario de la razón la calificación de una acción criminal.. Si se puede
condenar por conjeturas débiles, aisladas e inconexas en despecho de datos positivos y claros, yo he sufrido justamente la condenación
. que pronunció la sentencia del 7 de noviembre de 1828; pero entonces es forzoso despedazar los códigos fundados en el derecho natural. Pretender que hay prueba suficiente
de un hecho, cuando en vez de reunirse todos los motivos que persuadan de su existencia, hay varios que lo ponen en duda, es querer invertir el orden de las cosas y cambiar
los principios de la jurisprudencia criminal.
Cuando la claridad de todos los hechos y
todas las circunstancias de un caso nos
induce a creer que ha existido la cosa de
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que se trata, entonces hay prueba completa,
y nuestro juicio se inclina a decidir en con-
secuencia; mas si queda alguna duda muy
fundada en el particular, si existen circunstancias que impidan ver el hecho con evidencia y certidumbre, nadie dirá con justicia
que hay pruebas suficientes para juzgar. Sobre estos principios está fundada la legislación universal como que ellos solos pueden garantir la vida y el honor de los
hombres en sociedad contra la arbitrariedad
y el poder. De aquí emanan las fórmulas protectoras delante de las cuales callan
las pasiones, triunfa ]a inocencia y sufre el
crimen su condigno castigo. Buscad ahora,
honorables representantes, en mi proceso ese
conjunto de hechos claros e incontestables
que formen la prueba de mi delito; examinad
si existieron incidentes y circunstancias, que
dejaban e!} duda la convicción del juez. y
convenid conmigo que el procedimiento ejecutado en Bogotá en 1828 es de lo más violento, arbitrario e injusto de que hay ejemplo en los anales de una vengativa persecución.
~ Pasemos a examinar los considerandos de la
misma sentencia, que son con como las razones fundamentales de mi condenación. Primer
considerando: que aunque me opuse a la revoluci6n, mi oposici6n fue s6lo para mientras
re-
F. DE P. SANTANDER
-
SU DEFENSA
99
sidiese en Colombia. ¿Qué es lo que el juez
pretende deducir contra mí de esta suposición?
¿No es bien claro, por el contrario, que si
ofrecí oponerme a la conjuración que estalló
el 25 de septiembre mientras estuviese en Colombia, no he tenido la. menor parte en ella?
Si el juez da por cierto el ofrecimiento de
oponerme a toda conjuración, la consecuencia
que yo deduzco es más justa que la que él
ha deducido. Por otra parte cuando yo he dicho en una conversación familiar que mientras
residiera en Colombia 1'Y!-e
opondría a toda revolución, he empleado una expresión sencilla
muy común, sin dar a entender por eso que
la patrocinaría después de mi salida de la república. Es tan natural fijar plazos cuando se
promete hacer o no hacer alguna cosa, que el
primero que me ocurrió fue el que va expresado. Pero veo ahora que si como pudo ser
cierto, que dijera a González, mientras yo esté
en Colombia me opondré, hubiera dicho, mientras resPire, me hubieran hecho cargo de que
aprobaba la revolución, y la patrocinaba después de muerto.
Asegura también la sentencia que ofrecí mis
servicios para una conjuración, y de esto forma un cargo contra mí. Observo en primer
lugar que no es fácil comprender cómo se ofrecen servicios para una, empresa que no se
aprueba. En segundo lugar, mi oferta fue al
lCO
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gobierno, que se estableciera en el país, en
reemplazo del que existía, y en ello estoy muy
leías de pensar que he cometido el delito de
conspirador el 25 de septiembre. Que un individuo se ofrezca a un gobierno de hecho establecido
en su
país
es un deber reconocido por el derecho público de
las naciones; ofrecerle sus servicios nada tiene de criminal, aunque pudiera tener mucho
de deshonroso. Esta es la marcha del mundo
político; sin ella el orden público d:-saperecería, y la sociedad sería un infierno. ¿ No obedeció el general Bolívar a Monteverde después
de la pérdida de Venezuela en 1812? ¿No le
prestó sus servicios cooperando a la prisión del
general Miranda? ¿ No han obedecido y servido a Morilla mil patriotas, que no pudieron
prescindir de este penoso deber? Ciertamente
que sí, y a ninguno se ha estimado delicuente. Yo sólo debía serio en la conspiración del
25 de septiembre, porque hubiese dicho en
conversación con mi amigo que el gobierno republicano y constitucional que se estableciera
sobre las ruinas de la dictadura, podía estar
seguro o contar con mis servicios. Horroriza,
señores, leer las razones que el juez de mi
causa ha consignado en su sentencia del 7 de
noviembre como fundamentos legales para pronunciar las penas más terribles contra mí.
Cuando se lea esto a la sombra del árbol de
F. DE P. SANTANDER' -
SU DEFENSA
161
la libertad y bajo la egida de leyes protectoras, costará trabajo creer que en Colombia se
ha podido proceder de un modo tan esomdalosa, cual procedió la Audiencia de Santafé en
1810 con las ilustres víctimas de la libertad
Rasilla y Cadena, justificando con este procedimiento la gloriosa revolución del 20 de julio que nos encaminó
a la indepenc1enciR
de
España.
,
No puedo pasar en silencio la irregularidad
de quererme hacer cómplice de un acto ejecutado contra mi opinión, porque yo opinara
que pudiera llegar el caso de derribar con
justicia en lo sucesivo el régimen dictatorial. Si
se trataba de averiguar cuáles eran mis opiniones respecto de ]a subsistencia de tal gobierno, y cuáles mis pensamientos para castigarlos como crímenes positivos, como acciones
dirigidas a conspirar, se conven<?ráen que el
juez ha acertado a asentar sus principios y
deducir las consecuencias contra mí, pero si,
de ]0 que se trataba era de indagar si había
tenido o no parte en ]a conjuración de] 25 de
septiembre para castigar mi cooperación positiva, no sé entonces qué conexlón tuviera lo
que yo pensaba para lo futuro con lo que sucedió en aquella noche sin mi conocimiento.
Es bien claro, que cuando yo manifestaba a
González que era necesario conocer la verdadera opinión pública respecto del sistema es-
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
tab1ecído, no tenía ánimo de que se marchase
contra ella, sino al contrario de que se obrase según sus deseos. Si la opinión pública aprobaba la existencia de un gobierno ilimitado,
que ultrajaba
los principios constitucionales,
y disponía a su arbitrio de Colombia, visto es
que debía sobreseerse en el proyecto de destruírIo; pero si la opinión pública reclamaba
una revolución contra tan monstruosa autoridad, entonces debía emprenderse, seguro de
que se ocupaban de una acción patriótica en
que el interés nacional estaba comprometido,
y que el bien de Colombia reclamaba imperiosamente. Medítese sobre la diferencia de
situaciones, y véase que 10 que en el primer
caso era una conspiración que yo desaprobaba. en el segundo era un derecho imprcscriptible sancionado por las leyes reguladoras del
orden social y puesto en práctica por los Pelópidas. Trasíbulos, Junios, Decías, Brutos,
Tells, Oranges, Washingtons y Lafayettes.
_ El segundo considerando declara que no he
cumplido con mis deberes imPidiendo la consPiración, y asesinato premeditado contra el jefe
su.premo de la nación, y que he sido reo de alta traición por no haber denunciado la revolución. Ciertamente que yo no impedí la conjuración del 25 de septiembre; pero ¿pude impedirla? Si pude, y no lo hice, habrá delito;
si no pude, no tengo cargo alguno. Yo tra-
F. DE P. SANTANDER
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SU DEFENSA
103
té de impedir cualquiera especie de conjuraciones: este es un hecho confesado en la misma sentencia en los párrafos 3, 4 Y 5, de los
cargos tomados del proceso. No sabía que se
iba a efectuar el 25, ni ningún otro día determinado: otro hecho reconocido en la misma sentencia. Tenía antecedentes para creer
que el proyecte se hab!a abanc1nnRnn: tercer
hecho plenamente averiguando en el careo de
González conmigo el 1.o de noviembre. Luego
no estuvo en mi mano el impedir el acontecimiento del 25 como había impedido el de
Soacha; luego es falso que haya faltado a mis
deberes, si es que es un deber del ciudadano
de una república impedir la destrucción de un
orden de cosas absurdo, .introducido por medios ilegítimos y destructor de los derechos y
garantías de los asociados.
Reo de alta traición he sido según el comandante general de Bogotá y su ilustrado
auditor, porque no denuncié la revolución. Si
hubiera sido porque la había emprendido, aconsejado, auxiliado lO ejecutado, sería más disimulable: pero porque no he denunciado 'un
proyecto que yo no sabía si estaba maduro,
un proyecto que tuve razones para creer abandonado, e s lo más estupendo que puede oírse
bajo un gobierno que se dice republicano. Y
vuelvo a preguntar a mi juez, a su auditor,
al consejo de gobierno, a todos los que ten-
104
BIBLIOTECA ALDEANA
DE COLOMBIA
gan alguna noción de legislación colombiana,
¿cuál es la ley, el decreto, u orden que declara delito de alta traición el no denunciar un
proyecto dirigido a restablecer
las leyes abo~
lidas, las garantías
destruídas, el orden constitucional y la libertad por la cual los colombianos han hecho tan costases sacrificios? ¿Si
es lo mismo conspirar contra el rey de España a cuya persona llaman las leyes sagrada,
inviolable, infalible, vicario de Dios en la tierra, etc., que contra el jefe de un estado re·
publicano que ha tomado y ejerce una autotoridad desconocida en nuestras leyes fundamentales. y la cual está en oposición con el
fin a que los colombianos hemos consagrado
todos nuestros esfuerzos por más de veinte
años? ¿Si es idéntico faltar a los deberes para con su patria, reuniéndose a sus enemigos,
tomand0 las armas contra ella, o destruyendo sus instituciones,
que tratar de restabiecer
un orden de cosas en el cual la nación tenía
fundadas sus esperanzas de dicha y de libertad? Reos de alta traición fueron declarados
los que en 1810 dieron impulso a la transfor
mación política de la Nueva Granada y Venezuela, y reos de alta traición los que se
opusieron a ella. Reos de alta traición los que
destruyen las instituciones establecidas
por la
voluntad
general, y también
los que tratan
de restablecerlas
después de que por medios
F. DE P. SANTANDER
-
SU DEFENSA"
105
ilegítimos y violentos se han abolido. La sana
razón condena con mucha justicia este contradictorio lenguaje. Si es verdad, que la
traición es lo contrario de la lealtad, yo puedo
decir delante del mundo entero, que no he sido traidor. Lealtad, dice un célebre escritor
inglés, es una adhesión firme y fiel a las leU"" u
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--J-.uno es miembro. ¿Y se me puede negar, que
yo siempre he vivido adherido firme y fielmente a las leyes y a la constitución de mi
país? ¿Que por esta adhesión he sido ultrajado, perseguido y despojado de la vicepresidencia de la república?
Aparte de esto, yo no sé verdaderamente qué
es a lo que he hecho traición, aun suponiendo que hubiera tomado parte en la conjuración. Yo no ayudé a crear la dictadura; yo
no le presté obediencia voluntaria, ni fidelidad;
yo no estimé legal el nuevo régimen, o, como
lo han llamado, la regeneración de la patria;
yo no prometí sostenerlo ni defenderlo; en una
palabra, yo era respecto de él lo que éramos
los americanos respecto del gobierno de España, obediente pasivo por el impulso de la fuerza física. El abogado auditor quiso hacer retumbar el ruidoso dictado de reo de alta traición para llamar· toda la execración del pueblo colombiano contra mí, sin cuidarse de averiguar si había ley, razÓn o motivo para coJ'-'\,,;lI
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106
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honestarlo. Así, pues, por un epíteto tan gastado en la historia de las usurpaciones, yo llevo el título con que honraran los Tarquinos
a Bruto, Felipe 11 al principe de Orange, el
príncipe Mauricio a Bamelveld, Carlos 11 a
Sidney, y Fernando VII a los Torres, Camacho, Ustaris, Roscios, Ascásubis, Quirogas, Morales, y al mismo general Bolívar .
.....
En el tercer considerando se me da el carácter de aconsejador y auxiliador de una revolución (aunque ya no de la del 25 de septiembre, de que en otra parte me supone agente) por medio del establecimiento de sociedades republicanas. A este cargo he respondido
suficientemente en el cuerpo de este memorial desenvolviendo el objeto de tales asociaciones, y la legalidad del consejo. Nótese bien
que González, único testigo de las sociedades,
al declarar el objeto de ellas, usa terminantemente de la voz observar la opinión pública,
y no de otra alguna. Ahora bien: observar ni
es, ni ha sido nunca sinónimo de conspirar,
conjurarse o seducir, de donde se deduce,
que ni yo he pretentido hacer una revolución por medio de sociedades republicanas,
ni he cometido delito en indicar que era
el modo de conocer la verdadera opinión general nacional en circunstancias de que, suprimida la libertad de imprenta y privados de
medios de publicación y aun de comunicarse
f. DE P. SANTANDER
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con seguridad por los correos, no quedaba otro
recurso razonable para no dejar sacrificar impunentemente nuestras libertades.
Cansado el juez de buscar motivos para
condenarme, concluye la lista de los cargos
diciendo: que de lo más que resulta de autos está comprobada mi criminalidad. Esta
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los alcaldes de parroquia bajo un gobierno donde el hombre carece de la facultad de examinar la conducta de sus magistrados; pero es
indigna de un juez republicano, que va a decidir de la vida y del honor de un antiguo
servidor de la patria, cuyo juicio debe ser
fundado en leyes, en hechos incuestionables,
y en razones evidentes. Bien seguro estoy de
que nada más resultaba de autos, puesto que
de lo muy poco de que pudiera servirse para
condenarme se tuvo gran .cuidado de formar
cargos alterando unas cosas, y faltando a la
verdad en otras.
Después del examen de los hechos, y del
resultado del proceso, me es forsozo examinar
las leyes que se aplicaron, y para ello os ruego, honorables representantes, que continuéis
prestándome vuestra atención. Nunca ella puede ser inútil para el pueblo colombiano. Quizá de este memorial depende que ninguno
otro hombre nacido en esta tierra ilustre sufra las violencias y persecuciones que yo he
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
sufrido. Quiera el cielo haber decretado que
yo sea para siempre la última víctima de la
venganza, de la arbitrariedad y de las facultades dictatoriales. La sentencia ha hecho
aplicación de tres leyes, a saber: de la ordenanza general del ejército, de un decreto del
poder ejecutivo, expedido en 1826, prohibiendo las reuniones clandestinas, y de otro decreto del mismo poder ejecutivo, llamado vulgarmente de conspiradores. Debo confesar mi
asombro de no ver aplicadas también las leyes de Partida, las de Castilla y de Indias, en .
todo lo concerniente a delitos de lesa majestad, alta traición, asonada, sedición o motín.
La ordenanza general del ejército y el famoso decreto de conspiradores están en oposición.
La primera exije un consejo de guerra de generales y una porción de fórmulas para juzgar un militar; el segundo no reconoce fórmula alguna, ni más de un juez para juzgar los
delItos de conspiración. La primera señala pena capital a los que emprendieren cualquier
sedición, conjuración, o indujeren a cometer
estos delitos, o que sabiéndolo no los denunciaren; el segundo no tiene tal pena contra los
que saben la existencia de una conjuración.
Así, pues, la ordenanza general del ejército
fue buena para condenarme a la última pena
como militar, pero no 10 fue para juzgarme
según las fórmulas que ella establece. El de-
SU DEFENSA
F. DE P. SANTANDER
109
creto de conspiradores fue aparente para juzgarme sin fórmula, pero no para aplicarme la
pena de destierro a que únicamente podía estar sujeto, no siendo yo agente ni cómplice
de la conspiración. Con estas dos leyes se hi·
zo un juego escandaloso, tomándose de ellas
solamente
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decreto de conspiradores sólo para enjuiciar
y líbertarse de emplear las fórmulas protectoras, que habrían arrancado la víctima de las
manos enemigas, pero se prescindió de él al
tratarse de la aplicación de la pena. Es increíble este procedimiento, y lo es todavía más
cuando se observe que un decreto del Libertador presidente, expedido pocos días antes
de la conspiración del 25, había declarado que
la ordenanza general del ejército sería en lo
sucesivo la única ley para juzgar los delitos
de los militares, Quedó, por tanto, abolido para los que pertenecíamos al ejército el decreto de conspiradores y no se debió, por consiguiente, traer a cuenta semejante disposición.
Quiero corroborar todavía más y más la
irregularidad escandalosa de juzgarme por tal
decreto. El fue expedido en febrero de 1828
por el poder ejecutivo en consecuencia de la
agitación política de Venezuela y extendido a
toda Colombia después del movimiento de
Cartagena en los primeros días de marzo. En
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
aquella época existía todavía la constitución
de 1821, como que de ella tomó el poder ejecutivo las facultades extraordinarias para expedido, y cabalmente el objeto único que tuvo en mira fue el de conservar la misma constitución y las autoridades que emanaban de
ella. El decreto ha dictado penas para castigar la rebelión contra las instituciones y las
autoridades constitucionales, tratando por este
medio el gobierno de llenar el deber de mantener el orden público establecido por el código colombiano. Y es este mismo decreto el
que ha servido, después de abolida la constitución, para juzgar y castigar a los que pretendían restablecerla atacando un régimen político de que ella jamás pudo haber hecho
mención. Monstruosidad
tan disforme debe
irritar al hombre menos sensible, y mucho
más si fijando su atención en la historia de
las agitaciones de Colombia, ve todas las perturbaciones y motines que se han ejecutado
impunemente desde 1828 para destruir el código fundamental y derribar las autoridades
constitucionales, a despecho del decreto de
conspiradores y del que prohibió las reuniones
elandestinas.
Para reprimir y castigar las tumultuarias
reuniones de militares y de pueblos que destruyeron nuestras instituciones, no se hizo alto en que existía una ley que las prohibía y
F. DE P. SANTANDER
-
Sú DEFENSA
111
las condenaba; por el contrario, atacar las autoridades constituídas y las leyes se miró como una acción de grande patriotismo. Al
comparar esta conducta en aquella época con
los juicios dictados en octubre y noviembre
de 1828, debe repetirse la observación del pirata a Alejandro: «Porque recorro los mares
con un buque soy digno de muerte: tú que
recorres el mundo con un ejército, pillándolo
y vejándolo, eres héroe».
La historia imparcial tendrá, por otra parte, el cuidado de declarar este contraste y decir por qué razón no se aplicó el decreto de
conspiradores a los que lo infringieron, reuniéndose ilegalmente para trastornar y destruir las leyes constitucionales y crear una
dictadura; y por qué se juzgó por él con tanta severidad a los que trataron de atacar un
régimen de arbitrariedad introducido por la
intriga y la violencia.
El artículo de la ordenanza del ejército pudo servir para condenarme si yo hubiera emprendido alguna sedición o rebelión o si yo
hubiera sabido positivamente que iba a ejecutarse: pero no estando justificado que dirigiera o aconsejara la conjuración del 25 de
septiembre, ni que hubiera sabido ciertamente que estaba pronta a ejecutarse, la fuerza
del artículo penal disminuye considerablemente. La pena capital prefijada en el decreto de
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
conspiradores no se señala sino a los autores
de conspiraciones, y yo no he resultado haberlo sido de la que produjo mi proceso y mi
condenación. En fin, el decreto del año de
1826, que prohibe las reuniones clandestinas,
menos puede comprenderme, porque no ha resultado que yo asistiera a ninguna de ellas,
ni que se reunieran por mi autoridad
o consejo. De todo lo cual deduzco que la aplicación de las tres referidas leyes, además de haber sido arbitraria y monstruosa, ha sido violenta e injusta. Basta leerla sin prevención
para convenir en esta triste verdad, y basta
recorrer el proceso y fiiarse en las razones que
llevo expuestas para persuadirse de que no
sólo se han supuesto cargos que no resul taran contra mí; se han tergiversado las declaraciones de los testigos, y se ha omitido ha·
cer méritos de los descargos que presenté, sino
que se echó mano de leyes diversas para proceder y condenarme, de leyes derogadas y en desuso, de leyes extemporáneas cuyo literal sentido se forzó violentamente para satisfacer los
deseos de despojarme de todo lo que la patria
me había dado por mis servicios, para después
encerrarme siete meses en una fortaleza rigurosamente tratado, y al fin expatriarme indefinidamente. ¿Puede negarse a vistade este cuadro que
la sentencia pronunciada contra mí honra los
anales criminales de los Jefferies y Sámanos?
F. DE P. SANTANDER
-
SU DEFENSA
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¿ Será temeridad asegurar que en el juicio pronunciado contra mí no han obrado sino el resentimiento, la venganza o la rivalidad? La
atrocidad del procedimiento es más grande que
el mismo delito que se supone haber yo cometido. Nunca podrá ponerse en paralelo y mucho menos disculparse una manera tBn inir.I1R
de proceder. La historia ha vituperado al salvador de Roma 'la muerte de los conjurados
de Catilina, privándolos del derecho de apelar
al pueblo, no obstante que recibiera del senado romano la facultad de castigados por vías
extraordinarias; ¿cómo no vituperar la condenación de unos ciudadanos a quienes se ha
privado en la república de Colombia de todos
los medios de defenderse?
¿ Y esta es la sentencia que los cuatro ministros del consejo de gobierno calificaron de
justa en su dictamen 7 Si Morilla los hubiera
juzgado a ellos en 1816 como mis compatriotas me juzgaron en 1828 sin permitírseme defensa, sin carear todos los testigos, sin dejar
hablar la verdad, a buen seguro que los señores del consejo de ministros no hubieran podido llegar al estado de juzgar de mi suerte
con tan poca firmeza e integridad. En los días
de Tiberio no faltó un magistrado recto que
se atreviera a hablar la verdad al tirano v
reprimiera su arbitrariedad; en los infausto"s
días de la dictadura del Libertador de Colom-
114
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
bia, no hubo entre los suyos quien arriesgara
una palabra justa para detener la venganza
exterminadora.
Prescindo de discurrir sobre la monstruosa
desigualdad a que se me ha sujetado en la
sentencia con los verdaderos autores de la
conspiración. El mundo culto ha reprobado
las leyes absurdas que castigan con pena igual
delitos o faltas diferentes. Yo, que lejos de
haber contribuído a fomentar y ejecutar la
conspiración del 25 de septiembre y a clavar
el puñal en los guardianes del dictador, me
opuse al proyecto e ignoré su tiempo y la hora de su ejecución, he sido tratado de la misma manera que los que formaron el plan, le
ganaron prosélitos y lo ejecutaron. Prescindo,
repito, de discutir en la materia y paso a
examinar las facultades que tuviese el gobierno para proceder de un modo tan arbitrario.
Los partidarios del régimen dictatorial sostienen que todos esos juicios en que en lugar de sujetarse el tribunal a las fórmulas
protectoras de la vida y del honor del ciudadano, ha procedido violentamente, están autorizados por el uso de facultades extraordinarias e ilimitadas conferidas al Libertador presidente en 1828. Yo no puedo convenir en tan
pavoroso principio destructor del orden social.
Enhorabuena que los estados, en ciertas y
muy críticas circunstancias, puedan investir a
F. DE P. SANTANDER
-
SU DEFENSA
115
un magistrado de toda la autoridad necesaria
para salvarse de grandes e inminentes peligros.
Enhorabuena también que las repúblicas suspendan el imperio de las leyes ordinarias para
salir del riesgo positivo de perder su existencia política. Pero yo niego al pueblo, cualquiera que sea. la facultad de investir a perS0113 alguna del derecho de Ji:sponer arbitrariamente de la vida y del honor de los asociados. Quiero conceder en gracia de los partidarios de la dictadura, que Calambia en 1828
estaba en absaluta necesidad de crear esa tremenda autaridad, saludable en otro tiempo. en
las manas de S. E. el general Balívar; que no.
existiera la constitución, que las medias empleados para inducir al puebla y conferirle el
pader absaluto hubiesen sido. legales y legítimos, y que el puebla hubiese padida reunirse
y deliberar en asuntos tan graves sin ninguna previa discusión ni urgencia. Tada la quiero supaner, a gusta de los adversarias del régimen canstitucianal;
tadavía, sin embargo,
asienta que el juzgar a un hombre sin fórmula alguna hasta privarle del derecho de defenderse, y condenarle a la última pena, no. ha
padido. estar en la esfera de las facultades extraardinarias del presidente de la república, y
par consiguiente ha abusado enormemente de
la can fianza de sus conciudadanas.
Siendo. el objeto con que las hambres se
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reunen en sociedad el de proteger sus personas, sus propiedades, sus opiniones y su honor, el gobierno que mirara con desprecio este deber faltaría absolutamente a su obieto y
debería ser considerado como tiránico, aunque
hubiese sido establecido por la voluntad de
todos. Cada sociedad es un ser colectivo de
individuos en el cual ninguno tiene el derecho
de cometer un crimen por su propia conservación. ¿Con qué sofisma, pregunta el académico Jouay, pudiera, pretenderse probar,
que el todo de la sociedad poseía lo que
no posee ninguna de sus partes? Si todo el
cuerpo social no tiene derecho de asegurar
su conservación a costa de un crimen, ¿cómo
podrá transferirse este derecho a los magistrados? El gobierno, cualquiera que sea, tiene derecho de castigar a los culpables y de indagar
escrupulosamente quiénes son los que han cometido el crimen; pero el acusado también tiene por su parte el derecho de que se le oigan
libremente sus descargos, de que se le admitan sus pruebas y de que no se les castigue
injusta ni violentamente.
En mi caso pudieron a lo más haber disminuído el tiempo ordinario de proceder, aligerado las fórmulas,
arrestado sin necesidad de pruebas, supervigilándome, y todo lo demás que contribuyera a
preservar la república de ser turbada por mi
influencia o complicidad en la conjuración; pe-
F. DE P. SANTANDER
-
SU DEFENSA
117
ro nunca hacer alterar, la verdad, privarme del ejercicio del derecho natural, jamás tolerar que se cometieran crímenes para declararme
culpable. Ningún colombiano tenía entonces ni
tendrá en lo sucesivo este derecho. La república carecía de él; ¿cómo, pues, se pretende
que haya podido delegarlo al presidente del
estado '1
Estos principios, que algunos llamarán ideología para burlarse de las garantías individuales, han reglado siempre mi conducta. Dos
veces expedí un decreto de conspiradores durante mi gobierno; el primero en 1823, a tiempo que Morales tomó posesión de Maracaibo;
el segundo en 1825 con acuerdo y consetimiento del congreso en ocasión de un motín sedicioso contra la independencia en un pueblo de
la provincia de Caracas.
En ninguno alteré
las fórmulas substanciales de proceder, en ninguno me atribuí la facultad de aprobar o reformar las sentencias; en todo me incliné ante el sagrado deber de oír a los acusados y
de respetar la verdad dejando obrar libremente a los tribunales.
La dictadura de 1828, ignominia del pueblo
colombiano, que yo quisiera hacer olvidar a
costa de mi sangre, en honor de mi patria,
fue más lejos de lo que debiera haber llegado
por decoro del país. Roma no tuvo jamás un
poder semejante, aun cuando el pueblo roma-
118
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
no por sus mismas leyes había autorizado la
creación de esa autoridad. Dictadura indefinida, que no respeta cosas ni personas, a la cual
todo está sujeto, 10 sagrado y lo profano, el
derecho natural y el positivo, la vida y el
honor de los colombianos, los pensamientos y
los desahogos de la amistad, no hubiera sido
nunca establecida en la patria de Cincinato
ni los romanos habrían abdicado ilimitadamente sus derechos y su soberanía en persona alguna, fuera cual hubiese sido su virtud y su
amor a la justicia. Reservábase a los colombianos suministrar a la historia el escándalo
de un pueblo que, habiendo combatido por la
libertad y gozado por seis años de instituciones liberales y del ejercicio de sus derechos,
se deja seducir y guiar por senderos tortuosos a encorvar su cuello bajo una autoridad
absoluta que, sin prooucirle un solo bien, le
ha acarreado desgracias incontables.
La sangre derramada en los días de la dictadura, el luto de las familias, el encarnizamiento de los partidos, la desunión del estado,
el ultraje de las leyes, la relajación de la moral, el descrédito de la nación, la guerra civil,
son males que Colombia llorará perpetuamente. Se creyó que el violento despojo de la vicepresidencia que yo ejercía por voluntad de la
nación, restablecería la paz interior y colmaría
de bienes a Colombia; se cohonestaron mis
F. DE P. SANTANDER
-
SU DEFENSA
119
persecuciones con la necesidad de mantener la
unión y la integridad nacional: se pensó que
mi destierro de la patria acallaría para siempre la voz dG los oprimidos y dejaría que ellos
sufrieran contentos la pérdida de sus leyes y
de sus garantías; se esperó, en fin, que el éxito
podría. justificar
los inicuos
medios
que se
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constitución y su gobierno constitucional. ¡Qué
falaces son los cálculos del orgullo! Colombia
nunca ha estado tan agitada como después
del establecimiento de la dictadura; nunca han
aparecido tantas insurrecciones patrióticas como después de mi ostracismo; nunca ha estado
tan expuesta a la guerra civil como en estos
Últimos tiempos, y nunca hubo menos esperanza de conservar la integridad nacional que en
la época presente. Y si siquiera el despotismo
dictatorial hubiera tenido algún brillo; si siquiera conservara Colombia el honor que ad·
quiriera por sus heroicos esfuerzos en fundar
un gobierno liberal; pero desgraciadamente se
ha visto sustituir un· régimen militar a una
constitución liberal legítimamente sancionada
por la nación, destruídas las garantías individuales, ultrajados los principios de derecho político, desnaturalizado el derecho representativo, administrada la justicia por comisiones especiales, violadas las formas protectoras del
hombre, suprimida la libertad de imprenta,
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
sancionado el perj urio, establecidos la delación
yel espionaje, guerras emprendidas para vengar
ofensas personales, patriotas venerables desterrados o destituídos, batallones disponiendo de
la suerte de! pueblo, el patriotismo insultado,
la adulación convertida en único servicio ...
No quiero continuar trazando la deshonra de
mi patria.
En fin, a despecho de una sentencia tan
inicua, yo vivo por ocultos juicios de la Providencia que sugirió al general Bolívar e! deber de no consumar mi asesinato judicial. El
general Bolívar ha sido clemente, y sin detenerme a indagar el móvil de su procedimiento, mi gratitud no será menos sincera, ni yo
negaré a S. E. el mérito de haber ahorrado a
la patria un grave crimen.
Mi antiguo respeto hacia el Libertador, el
convencimiento íntimo de sus importantes servicios y e! recuerdo de las relaciones que un
día existían entre los dos, me hacen desear
que S. E. hubiera sido antes justo que clemente. Justo debió haber sido franqueándome
todos los medios de defensa, abriéndome e!
santuario de la ley para poder llegar a justificarme libremente, nombrando jueces imparciales e impidiendo que se aplicaran leyes contrarias entre sí. Un procedimiento tan franco
para con una persona que suponía ser su enemigo o su rival, de quien tenía quejas reales
o imaginarias, habría
sido eminentemente
F. DE P. SANTANDER
-
SU DEFENSA
121
honroso al general Bolívar, y si realmente hubiera resultado culpable, su clemencia entonces hubiera realzado el triunfo de sus pasiones
y me habría impuesto eterno silencio.
Si: la justicia en tales circunstancias no sólo
habría sido un deber sino una acción heroica.
Vencer sin recursos y rodeado de obstáculos
a los enemilIOS de su oatria. no cle~e<:;np.nlr i::!más del triunfo de su causa, salvar ~;';--o~ís
entero de la servidumbre, hacer arbolar la bandera tricolor en una inmensa extensión de territorio, son ciertamente
acciones brillantes y
gloriosas, pero que otros las han ejecutado
o que pueden reproducirse. Pero vencer la pasión de la venganza,
sofocar el resentimiento
y el encono, ser justo pudiendo ser arbitrario,
es un triunfo sólo de la virtud, y tan singular
y tan glorioso y tan sublime que la historia
ha reservado su página más bella a la magnánima generosidad de Augusto.
He concluído, honorables representantes;
el
deber que me impone el honor de hacer notoria la injusticia con que he sido perseguido
sólo porque no quise ser instrumento
de la
servidumbre de mi patria. Las -persecuciones
que he sufrido me honran delante del mundo
liberal, y algún día la patria, libre de la influencia de las pasiones, honrará también mi
nombre. Colombia
al fin levantará
su voz
para juzgar su causa y calificará los servicios
patrióticos y desinteresados
de sus hijos. No
L
-
)22
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
está lejos ese día; pocos años han corrido aquí
desde que el imperio y las restauraciones habían ahogado los principios de libertad y calumniado a los patriarcas de las ideas liberales, y ya la Francia, enarbolando su símbolo
de gloria, tributa los debidos homenajes a la
firmeza, rectitud y persecuciones de los fundadores de la libertad. ¿Por qué no ha de
llegar para Colombia la época en que se levanten altares donde Piar, P adilla, Córdoba,
Guerra, Zuláibar, Azuero, Silva, han derramado su sangre bajo la espada de la tiranía, y
se condene al desprecio la memoria de los que
traficando con sus·deberes y violando sus promesas prestaron sus luces. sus brazos y sus
servicios para derribar el edificio a costa de
esfuerzos tan heroicos? Sí: llegará ese tiempo
de vergiienza para los abyectos de gloria y de
honor para los que posponiendo sus intereses,
su reposo, su fortuna y hasta su vida a las
libertades colombianas, fueron víctimas del
espíritu de partido, de la envidia, de la ambición y de la venganza. Entretanto, yo, que
tengo la gloria de contartne en el número de
las víctimas sacrificadas al poder dictatorial,
viviré en tierra extraña, pero tranquilo al considerar que todos los honores y las riquezas
del mundo no son tan valiosas como el consuelo de vivir sin un remordimiento.
París, 4 de julio de 1830.
JULIO
ARBOLEDA
DISCURSO COMO PRESIDENTE DEL
CONGRESO AL DAR POSES ION DE LA
PRESIDENCIA AL DOCTOR M. M. MALLARINO
Señor presidente:
Habéis prometido servir a la república. Dios
y el honor acaban de ser invocados por vos
como testigos de este acto solemne. Yo no me
disimulo, ni quiero disimularas, lo dífícil de
las circunstancias, ni la enormidad del peso
. con que graváis vuestros hombros; y a nombre de esta augusta asamblea, que tengo el
alto honor de presidir, y que representa dignamente a la nación granadina, acepto a un
tiempo el sacrificio del hombre y el juramento del magistrado.
Espero, porque os conozco, que vuestras fuerzas sean adecuadas a la carga, y felicito a la
Nueva Granada, que se entrega en vuestras
manos como una virgen a quien el piloto inexperto entregó a las ondas, y logra ganar la
playa, maltratada pero pura, herida y exhausta, pero más digna e interesante en el traje
de la desgracia que en las galas de la prospe-'
ridad.
De esta joya de nuestro continente os hace
depositario, más que el sufragio nacional, la
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
Providencia, que os ha traído como por la
mano, de acontecimiento
en acontecimiento
poniendo los crímenes, la guerra, los errores
del magistrado, el heroísmo de los ciudadanos,
el celo de los representantes y la prudencia
del senado, a abrir y allanar el camino por
donde habéis pasado de la vida privada al
solio: al solio vacante hoy por la desconfianza
del pueblo cuyo brazo le alcanza también cuando sospecha que su púrpura cubre a los ene~
migas de libertad.
¡Raras vicisitudes las del mundo, señor presidente! Pocas vueltas ha dado el sol desde el
día triste en que, desterrados y afligidos, nos
apretábamos
las manos, y suspirábamos por
las playas verdes de la Nueva Granada, tendi~
dos ambos y cavilando sobre los arenales tostados y estériles de un país extraño. Hoy me
toca a mI preSIdIr la prImera y mas respetable corporación de mi patria, y señalaros a
vos, vacía, para que subáis a ocuparla, la si·
Ha de la primera magistratura ....
Pero que
no os alucine este relámpago de dicha (si
dicha puede llamarse) que en es nación valiente y orgullosa, tan fácil es pasar del destierro
al solio, como del solio a la barra del senado.
La fortuna ha hecho girar su rueda caprichosa con una rapidez sorprendente, como para lo efímero, acá en la tierra, de los triunfos,
de la vanagloria, y hasta de la misma desgra¿I
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JULIO ARBOLEDA
-
DISCURSO
127
cia, y para enseñaras que, si son indignos de
un ánimo elevado el abatimiento y la humillación en los tiempos adversos, no 10 son
menos el orgullo y la injusticia en las épocas
breves y excepcionales de nuestra prosperidad.
No nos engañemos, pues: que poco hay estable en el mundo: los acontecimientos de hoy
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pellados del mar borran la estela de la nave
que surca las ondas. Los actos del justo son
sólo eternos, porque cuando la memoria y la
gratitud de los hombres les niegan su asilo, la
Divinidad los acoje, los guarda y conserva.
Sed, pues, justo ante todas las cosas: recordad que es mayor el mérito de serio con los
enemigos que con los amigos, para que cumpláis mejor con el precepto impuesto por la
Providencia a aquéllos que .elige, no para jefes caprichosos, sino para servidores fieles y
solícitos de sus pueblos; y por último, no aspiréis tanto a obtener los aplausos del vulgo,
como a merecer los elogios de los sabios.
Ha sido y es en efecto demasiado común en
nuestra América cortejar la popularidad, aun
a costa de la justicia; preferir los ¡evoés! LUmultuarios gritados para Nerón por la muchedumbre, a los elogios sombríos tributados a
Trajano por la filosofía; pera aquella popularidad efímera que se adquiere con lisonjear
las pasiones y dejar impunes los delitos, es,
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
en el hombre público una prerrogativa
tan estéril como degradante ;-edificio
sin base, que
se desmorona y cae tan pronto como la arena movediza sobre que fue construído es empujada por el primer viento; rótulo de gloria
escrito sobre pizarra frágil, que borra y hace
olvidar el contacto casual de cualquier objeto
liviano ;-planta,
en fin, de vanidad,
que si
puede dar algún momento de satisfacción incompleta,
no deja
por toda cosecha sino
amargo zumo y espinas.
Nerón fue por algún tiempo el ídolo del
vulgo a quien adulaba y divertía, porque conocía su inferioridad; y el terror de los sabios
y de los justos, cuyo mérito le estremecía como un implacable
remordimiento:
nadie fue
quizá más popular entre la plebe de Roma;
pero, entre los tiranos, es decir, entre los enemigos de la ciencia y de la propiedad (que es
lo que constituye al tirano, porque la tiranía
es la envidia erigida en autoridad);
entre los
tiranos, nadie ha logrado dejar un nombre más
incontestablemente
execrado en todos los climas y por todas las generaciones. Tales son
las consecuencias de aquel remedo de popularidad que nace, no de un gran bien ejecutado,
sino del egoísmo infame que excita las pasiones malévolas del vulgo ignorante, y sacrifica
a unos pocos vivas y aplausos pasajeros, la di-
JULIO ARBOLEDA
-
DISCURSO
129
cha de todo un pueblo y la honra, en p,l porvenir, hasta del propió nombre.
Sí, señor vicepresidente: un bien, por pequeño que sea,· ejecutado con energía y constancia imperturbables, tiene siempre su mérito a los ojos de la humanidad; pero el oropel
de la falsa gloria, ganado con la excitación y
el desenfreno de las pasiones, por seductor que
parezca a los ojos de los necios, no produce sino infamia a los que le buscan y aceptan y
dolor para los pueblos que, por desgracia, se
entregan a aquellos monstruos de estupidez y
depravaci6n. ,¡
El respeto' por la virtud, la ciencia y la propiedad, y el odio cordial y sincero del vicio,
son los caracteres que distinguen los ánimos
verdaderamente ilustrados y liberales. El cultivo y desarrollo de la propiedad, la ciencia y
la virtud, fuentes puras e inagotables de felicidad para el hombre, tomado individual y
colectivamente, ese cultivo, digo, es el cimiento en que han de basar el edificio de su gloria los magistrados inteligentes; y no con promesas estériles y vanos discursos, sino con hechos palpables y resultados sensibles.
En este siglo y en este país, donde hemos
sufrido tantos y tan caros desengaños, hemos
llegado a desconfiar con razón sobrada de los
vocablos de moda: ya temblamos casi al sonido, antes grato y armonioso, de la palabra
130
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
LIBERTAD. Esta voz mágica, cuyo significado real es el imperio completo de la seguridad, basado en el cumplimiento de leyes claras
y fijas, cuyo influjo bienhechor se sienta desde la choza del labriego hasta el palacio del
poderoso; esta voz consoladora ha sido más
de una vez invocada entre nosotros, como la
divinidad del exterminio, para poner la república a saco, entregando el honor y la propiedad de las familias a muchedumbres desenfrenadas, y erigiendo-sí, señor, es preciso decirlo-erigiendo el vicio y el crimen en cualidades que daban derecho a la magistratura ....
¿ Cómo no hemos de estremecemos j oh santa·
libertad! al escuchar tu nombre? Has sido profanada por labios tan impuros, has servido
de pasaporte a hombres tan bajos y tan viles,
has convertido tantos jardines en yermos, tantos edificios en escombros, has hecho derramar
tanta sangre y tan inocente, que cuando oímos
a alguno que te invoca, nos empinamos naturalmente para columbrar la dictadura, que
viene de seguro atrás del pregonero con su
inevitable cortejo de crímenes, de violencias y
calamidades!
Todo anda trocado entre nosotros: el desor-·
den ha pasado del mundo físico al mundo moral. La extraña confusión que se nota en el
uso de las voces más conocidas, no es sino
la consecuencia indispensable de la confusión
JULIO ARBOLEDA
-
DISCURSO
131
en las ideas. LIámase libertad la ausencia de
la seguridad; el sosiego interno, fuente fecunda y pura de industria y de riqueza, se apellida retroceso; el castigo legal de los delitos.
que pone a salva la vida y la propiedad de
los granadinos, se califica de humanidad; y
argúyese de progreso la anarquía de la conciencia, de la legislación y de la familia. Y
siempre están las palabras en contradicción
con los 'hechos; y los labios son siempre disfraz para el corazón.
Pero ya lo he dicho: la \ nación entera está
hastiada con las palabras y busca resultados.
¡lIoEnvano ostentará el magistrado su liberalidad con frases galanas de mentida filantropía;
que si deja atacar nuestra persona, o· violar
nuestra propiedad, o destruir nuestras escuelas y universidades; si permite que el honor
de nuestras esposas y nuestras hijas esté a la
disposición de foraj idos estúpidos; si perdona,
o no persigue, a los delicuentes; por más que
hable y arguya, diremos, que su liberalidad es
la cosa más idéntica que hay en el mundo a
la tiranía, y nos darán fuertes y justas tentaciones de cambiar nuestra libertad bastarda
e insoportable, por cualquiera especie de servidumbre menos onerosa y degradante. ~
Ni se empeñen los gobernantes en persuadimos de que estiman y respetan la virtud;
pues si buscan asesinos para directores de la
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BffiLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
fuerza pública; o adúlteros para encargarles
funciones de gobierno y policía; o ladrones y
jugadores para que administren
los caudales
de la nación, por más que disFurran, protesten
y juren, antes merecerán el título de jefes de
bandoleros, que el de magistrados
legales de
una nación cristiana y civilizada.
Ni pretendan
engañamos
con protestas
de
equidad y justicia; pues si~en lugar de buscar
el mérito y la aptitud
para que sirvan a la
república, corren en pos de los que adulan hoy,
o de los que les dieron un voto ayer, para
premiarlos con los tesoros del estado, diremos
que esos magistrados infieles se quieren más
a sí mismos que a la nación; y lejos de apreciar sus frases mentirosas,
detestaremos a un
tiempo en ellos, la corrupción que hace el mal
y la hipocresía que le disfraza.
No quiera, en fin, persuadimos de que ama
a su patria el hombre que, en lugar de conservar paz y armonía con sus vecinos, entra,
prevalido de su posición o de su influjo, en
proyectos ambiciosos, que siembren la desconfianza entre los pueblos limítrofes y engendren
la guerra, y arruinen la sociedad; que el honor sólo es preferible a la paz, y un hombre
semejante no será, ni podrá ser jamás, el bienhechor, sino el azote del pueblo que haya tenido la desgracia de escucharle.
Hé aquí un resumen general de mis deseos:"
JULIO ARBOLEDA
-
DISCURSO
138
1.o Sosiego interno, basado en la rígida observancia de las leyes, en el respeto escrupuloso de la propiedad, y en el castigo pronto e
inexorable de los delicuentes;
2. o Paz con nuestros vecinos, fundada en la
justicia de nuestros procedimientos, y en el
respeto perfecto de su propiedad, a exigir el
cuai tienen tanto derecho las naciones como
los individuos;
3.o Exclusión de las personas de malas costumbres de todos los puestos públicos, sea
cual fuere el color político a que pertenezcan,
y llamamiento a los mismos puestos de los
. hombres de bien de todos los partidos que
tengan aptitudes para desempeñarlos.
No me detendré, porque sería cansado e
importuno, en la explicación de pormenores.
Las tres grandes facciones de este programa se reducen a asegurar, por una parte, la
paz en el exterior y el sosiego en el interior
para fomentar la industria existente, y atraer
nuevos capitales al país; y, por otra parte, a
llamar todas las virtudes y todas las inteligencias al servicio de la república.
Impedir que una sensibilidad bastarda, el temor pueril, el cálculo egoísta, dejen impunes a
los victimarios sin hacer caso de las víctimas;
hacer lo posible para que la .sociedad no se
precipite en nuevos y funestos desórdenes que
la degraden y aniquilen, nos obliga a ser se-
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
veros con los delincuentes. La certidumbre del
castigo legal salva a los pueblos: la esperanza
de la impunidad perjudica a los mismos criminales. Ella cierra las puertas del castigo,
abre las del delito.
El magistrado que no escarmienta
a los
malhechores teme o espera algo de ellos. En
el primer caso es débil y merece el desprecio;
en el segundo es, ha sido o quiere ser, cómplice del delito, y merece el odio de la nación
cuyas esperanzas burla y cuya dignidad ofende.
Tratar de que el gobierno, cuyo ejemplo es
tanto más conspicuo, no premie jamás las malas costumbres, llamando a los puestos públicos a hombres de dudosa o mala reputación,
es otro de los importantes
objetos que debemos tener en mira.
No sé si me engañe el natural afecto que
tiene el hombre al país de su nacimiento; pero me parece que el dedo del destino señala
a la Nueva Granada una carrera larga, próspera y brillante: con su admirable
posición
central en medio de dos océanos inmensos que
conducen al oriente el uno, y al occidente el
otro; con sus costas curvas, y ricas de bahías
sobre ambos mares; con sus selvas seculares
y pródigas en maderas de construcción;
con
sus deltas entrelazados sobre una extensión
inmensa de la costa del Pacífico; con sus ríos
largos y mansos, y con la riqueza y fertilidad
JULIO ARBOLEDA
-
135
DISCURSO
fabulosa de su suelo, el ingenio e indisputable
valor de sus hijos pacientes y gallardos, la harían grande por las armas, si este fuese el siglo de la guerra. Pero este tiempo ha pasado
ya. La humanidad entera se encamina a la
paz. El aspecto de nuestro sosiego, la fama de
nuestra libertad y ventura, el ruido de las
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po de la industria, del comercio y de las ciencias, contribuirán más eficazmente al engradecimiento de la república que la intervención
quijotesca en los negocios de nuestros vecinos.
Dej emos que se gobiernen como quieran: están en su derecho. No. concitemos los odios,
asegurémonos en cuanto podamos el afecto y
respeto de las demás naciones y gobiernos
del continente ....
La humanidad entera, decía, se encamina a
la paz: los medios de locomoción se multiplican y facilitan: las distancias se acortan: la
correspondencia y las relaciones entre los pueblos diversos se aumentan y aceleran en progresi6n asombrosa: las lenguas mismas, después de haberse dado la mano por medio de
las conquistas en las ciencias, que tienen un
lenguaje común, tienden a confundirse, gracias
a las exigentes necesidades del comercio, prestándose palabras, modismos, frases enteras.
Bajo de este punto de vista la América va
adelante de los demás continentes. Nuestra
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
lengua sonora y majestuosa ha penetrado hasta el corazón de la gran república del Norte,
y el inglés lacónico y expresivo ya no es extraño ni en las mesas altas de nuestros Andes:
el idioma del Brasil y el nuéstro son tan semejantes,
que hay pocos españoles que no
puedan leer a Camoens y pocos portugueses
que no entiendan a Garcilaso.
El movimiento activo del mundo, la facilidad creciente de las comunicaciones, la economía de los transportes, tienden, ora a equilibrar los jornales, entre los individuos de una
misma nación v hacer entre ellos una distribución más igual de la riqueza; ora a balancear las ganancias de las industrias especiales
de los pueblos, haciendo más eficaces y más
útiles para todos, los poderes productivos
de
las diversas porciones de la tierra, e introduciendo con la rapidez de los cambios, una di~
visión más completa en las operaciones de la
industria; no ya entre los individuos solamente, sino entre las naciones, que al fin vendrán
a quedar en completa
dependencia
las unas
de las atras, y abolir la guerra, en toda la
extensión del globo que habitamos, como bárbara y contraria a las leyes que arreglan y
conservan nuestro bienestar
y nuestra
existencia.
La Providencia, siempre feliz en sus operaciones, mientras los gobiernos y los sabios de
JULIO ARBOLEDA
-
DISCURSO
131
la tierra disputaban sobre los medios más eficaces de contener los progresos de la población y de la mendicidad, permite en su sabiduría, que se descubran nuevos y sorprendentes
medios de locomoción, y después de haber preparado así el camino, abre a los ojos atónitos
de Europa las entrañas de la tierra, que ocul-
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ma fácilmente hacia aquellas regiones desiertas, la población exuberante
que afligía y desafiaba las inteligencias de los más insignes
economistas. El Pacífico, antes solitario, se puebla de velas, y una considerable
porción de
linaje humano, dejando en un extremo del
mundo, con sus parientes,
su religión y su
lengua, un eslabón de la cadena destinada
a
unir la humanidad,
se lanza a los mares, y
los cruza en triunfo, transportando
el otro eslabón a la remota Polinesia. Y ¡oh admirable
concatenación de la industria humana, cuyos
efectos benéficos se sienten, ya' de uno, ya de
otro modo, en las regiones del globo al parecer más diferentes y apartadas! Apenas se des·
cubren lbs ricos depósitos de oro en California y Australia, cuando todos los marineros
sienten crecer su capital; y todos los armadores se hallan más ricos que antes; y los carpinteros de ribera hacen fortuna;
y los dueños de maderas en Noruega. y los de cáñamo
en Rusia y Polonia, y los de trigo en el ex-
138
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
tremo sur de nuestra América, y los de hierro en
Suecia, y los de té en China, y millares y
millares más, todos sienten su situación benéficamente afectada por el nuevo capital que
viene a animar la industria, y a aumentar el
cúmulo de la propiedad en el mundo. Y no
es ésta ni aquélla, ni la otra región la sola
beneficiada, que todas 10 son en algún grado, por el 'flujo o el reflujo de la riqueza
nueva, que se extiende por la tierra buscando la ganancia, como buscan los líquidos su
nivel por una ley física tan cierta como irresistible.
Entre tanto los habitantes de nuestros valles del Pacífico, sin saber lo que está pasando en el mundo, continúan entregados, unos
al ocio, otros a los frecuentes y sangrientos
simulacros de la guerra; y aquéllos al despertar de su natural indolencia, éstos, al dar
treguas a su bárbara tarea, se encuentran con
un capital doble del que poseían sin saber cómo ni por qué. El maná les llueve
del cielo como en otro tiempo al pueblo hebreo, mientras ellos murmuran y se rebelan
contra las leyes de su Dios; y cuando talan
las sementeras, insultan las hiías e incendian
las casas de sus inofensivos vecinos, llevados
del furor que inspiran nuevas y absurdas doctrinas; cuando reniegan de los preceptos de
amor y de caridad impuestos por el Cristo a
JULIO ARBOLEDA
DISCURSO
139
la raza humana; la Providencia les revela,
por medio de hechos claros y elocuentes,
lo torpe y nocivo de la envidia, y lo conveniente que es para el hombre desear y promover, para su bien propio, la dicha de sus
hermanos, por remotas y separadas que estén
las regiones' que habiten, y por incomprensible que parezca a primera vista ia benéfica
acción que eierce ]a prosperidad ajena sobre
nuestra prosperidad.
California llama a nuestras provincias del
Istmo una población cor.siderable: las nuevas
necesidades del tráfico exigen un costoso camino de hierro; el camino exige obreros y los
obreros y la población fija y transeúnte artículos. abundantes de su existencia. Entonces
Chiriquí halla, sin salir del Istmo, mercado
ventajoso y cercano .para efectos que antes enviaba al Chocó. El Cauca, libre de competencia, se apodera exclusivamente de este mercado y provee de víveres a nuestros mineros
del Pacífico. Los precios de varios productos
pecuniarios y agrícolas suben considerablemente. Así, los nuevos capitales de California, la
riqueza del mundo que crece, viene a aumentar
la de muchos hombres que están ciegos de
furor en su propia tierra, destruyendo la riqueza, y rebelándose contra la propiedad. Las
mismas causas obran fenómenos igualmente benéficos en todo nuestro territorio. El aumento
140
BffiLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
de la riqueza en el mundo, aumenta el consumo
de artículos que antes no estaban al alcance
sino de unos pocos, y nuestro excelente tabaco halla amplia salida: la necesidad de cultivarle en mayor escala alza los precios de los
jornales de nuestros labriegos: el alza de los
jornales les da nuevos medios, y los nuevos
medios el deseo de satisfacer nuevas necesidades: los precios de infinitos efectos, propiedad
o producto de otras personas, suben en proporción Y .... ¿pero qué imaginación bastará
para trazar y seguir en su curso intrincado y
vario los hilos de la industria, que se extien.
den sobre la tierra como una red inmensa de
alambres eléctricos, de tal modo alzados y comunicados, que no es dable tocar uno de ellos
sin que el mal o el bien, la pérdida o la ganancia, se hagan sentir más o menos intenSamente en todos los ángulos de la tierra?
!Oh! cuando se piensa detenidamente en estos fenómenos; cuando .se ve y se palpa que
no hay riqueza, ni ciencia, ni descubrimiento,
que no aumente en algo la felicidad de todos
los habitantes del globo; entonces se comprende aquella fraternidad que Dios ha querido
que haya entre. los hombres, fundada y sostenida por -el interés mutuo, hija de la industria que produce, del comercio que cambia,
de la virtud que ama y fomenta; entonces se
conoce cuán torpe es la envidia, cuán contra-
JULIO ARBOLEDA
-
DISCURSO
141
rio a nuestro bien el odio del bien ajeno. cuán
perjudicial para nuestra dicha el pesar de la
ajena felicidad!
y yo, señor, mientras más metido en estas
cuestiones, y mientras más me penetro de la
dificultad de dar a todas las criaturas racionales
la inteligencia e instrucción suficientes para que
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1I.U:::ii:i ::;aOlUU·
ría de las leyes del cristianismo, más y más
me convenzo de la necesidad de la fe. Esta
es la virtud que ha civilizado al mundo. Si
]esucristo hubiera explicado los pasmosos resultados de su doctrina, no habría habido un
solo sabio en su tiempo capaz de entender su
extraño lenguaje. El solo podía ver, en aquellas épocas bárbaras, a través de las tinieblas
del largo futuro lo que muy pocos alcanzan
a ver aún ahora, cuando sus preceptos han estado por diez y nueve siglos modificando y
mejorando el género humano. Cuando El dijo
tened fe como un grano de mostaza y haréis
imposibles, impusó a la limitada inteligencia
del hombre la virtud única que, garantizando la observancia de sus mandatos, pudiese
conducirle al término (oscuro todavía para
nosotros) de sus altos· e incomprensibles destinos.
Yo no puedo concebir la prosperidad de un
pueblo republicano, de un pueblo cuyos ciudadanos tengan todos parte en el gobierno, si
142
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
esos ciudadanos no son irresistiblemente impelidos a la justicia por los preceptos de la fe.
Pocas palabras más y habré concluído.
La aflicción que ha sufrido la república a
consecuencia del crimen de abril, puede ser
útil para ella. Ese crimen separó la cizaña del
trigo que andaban confundidos. La sangre de
todos los buenos ha corrido mezclada, bajo el
mismo glorioso estandarte, en nuestras calles
y nuestros campos: cada partido coronó y ofre~
ció reverente su víctima en el común holocausto presentado al Dios de la concordia como expiación de sus antiguos errores y extravías .... Por esa sangre noble y preciosa, conjuremos a los granadinos a deponer sus resentimientos en las aras de la justicia y de
la gloria nacional!
Sin embargo, puede ser, señor Vicepresidente, que a pesar de la crisis favorable que ha
sufrido la repúblic.;a,después de largos y convulsivos delirios, vuelva a aparecer en el cuerpo político la fiebre que casi la ha aniquilado.
No faltan entre nosotros ambiciosos vulgares
a quienes, no pueda agradar la paz y el sosiego porque son incompatibles con su existencia tempestuosa. Ellos espían el desorden,
como aquellas aves marinas que aguardan que
la borrasca turbe y encrespe las olas para buscar su sustento. Puede ser que seáis sorprendido cuando menos lo esperéis. El arte de cons-
OLIO ARBOLEDA
-
DISCURSO
143
Jirar no es desconocido, por desgracia, entre
nosotros. Si así sucediere, contad con los hombres de bien: todos tienen probado que saben
vencer por la ley y con la ley. Mas si tuviereis que elegir entre el honor y la muerte, recordad la confianza que el pueblo más libre
de Sur América ha hecho de vos: mostradle
que, en ia Nueva Gn:1úC::lJa, los iT1i:igistréidos
que no pueden gobernar, saben por lo menos
morir; dejad que vuestros amigos derramemos
lágrimas porque perdísteis la vida, pero no
porque perdísteis la honr~, y si no podéis darnos paz, dejadnos siquiera honra y ejemplo.
INDICE
Págs.
Nariño, SantBnder, Arboleda
,
5
Elocuencia:
Antonio Nariño:
Su defensa ante el Senado
21
F. de P. Santander:
Su defensa ante la Cámara
73
Julio Arboleda:
Discurso como Presidente del Congreso al
dar posesión de la presidencia al doctor Manuel María Mallarino
123
BIBLIOTECA
ALDEANA
DE
COLOrvlBIA
----------------.
ANTONIO NARIÑO, ~.D~P.
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ARgOL~DA
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BIBLIOTECA
ALDEANA
DE COLOMBIA
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ANTONIO NARIÑO, ~. D~ P.·
~ANTAND~R Y JULIO
ARQOL~DA
SELECCION SAMPER ORTEGA DE
LITERATURA
COLOMBIANA
PUBLICACIONES DEL
MINISTERIO DE EDUCACION NACIONAL
1936
Editorial Minerva, S. A.
NARIl~O, SANTANDER.
ARBOLEDA
En los primeros días de la república se produjeron tres grandes piezas de oratoria parlamentaria: la defensa de Nariño, la de Santander y el discurso con que don Julio Arboleda,
como presidente del Senado, dio posesión de
la presidencia de la república al vicepresidente
MaIlarino. Aunque la segunda de estas piezas,
la defensa de Santander, fue remitida del Exterior a la Cámara, puede considerarse del
género oratorio, así por su forma cuanto por
haberse escrito para ser leída ante la corporación; y como Nariño, sU autor, y Arboleda,
son de las más salientes figuras políticas del
último siglo, nos pareció que el presente valumen resultaría valioso, interesante y homo ...
géneb recogiendo en él estas tres piezas, tan
diferentes de las· que se estilan ogaño en los
congresos .
.El general Antonio Nariño, precursor de la
independencia, nació en Santafé en 1765 y
murió en la Villa de Leiva en 1823. Lospri -
6
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
meros treinta años de su vida se deslizaron
de la mejor manera que podía esperado un
criollo dentro de la administración colonial:
casó en 1785 con doña Magdalena Ortega:
desempeñó la alcaldía de la ciudad; tuvo grandes y prósperos negocios de comercio; fue tesorero de diezmos y encabezó un centro literario de mucho renombre en la historia de
nuestras letras. Sin embargo, al publicar el
año de 1794 «Los Derechos del Hombre~, en
la imprenta que él mismo había introdúcido
un año antes, se convierte en un calvario su
vida, y ya no encontrará la paz sino en el
sepulcro. Procesado por conspirador, se le confiscan sus bienes y se le condena a diez años
de presidio en Afríea. Pero logra fugarse, y
en Inglaterra y en Francia intenta obtener
recursos para independizar a su patria; al regresar a Bogotá es apresado nuevamente y en
seis años de reclusión su 'salud desmejora hasta el punto de serIe preciso aplicarse a negocios de campo, porque sólo en él tendrá posibilidad de mejoría. Preso otra vez en 1809,
recobra la libertad después del 20 de julio del
año siguiente, para servir en los penosos días
del nacimiento de la república, primero como
secretario' del congreso y luego en la presidencia de Cundinamarca. Le toca afrontar la intentona española de reconquista; en Pasto cae
prisionero por tercera vez, y d~ra seis años
en los presidios de Guayaquil, El CaUaó, Li-
NARmo, SANTANDER, ARBOLEDA
7
ma y Cádiz. Regresa a Colombia, y aquí es,
entre los personajes de calidad. la primera
víctima del odio, dios popular de la política
entre nosotros. Por último, su vida se extingue en Leiva. lejos de todo ruido; y allí, con
sublime estoicismo, aguarda la llegada de la
muerte.
Al recibir en la Academia Colombiana de
Historia a don Guillermo Hernández de Alba,
a quien debemos el conocimiento de diez años
de la existencia de Nariño que permanecían
en completa oscuridad, pretendimos señalar
la manera providencial y maravillosa como se
acompasó la vida del Precursor, a la de la república.
En verdad-dij imos entonces-los vaivenes
de la patria se acuerdan y cursan armónicamente con los de la existencia del Precursor,
cual si tal existencia fuese el canto o el tema
central de aquella gran sinfonía que se inicia
con la llegada de Mutis y termina con los
broncos v fortísimos compases de los cañones
del santuario.
Nunca como en .la sexta década del siglo
XVIII fueron tan claras las características de
la colonia: en el abandono del mundo y ordena9ión sacerdotal de don J osé de Salís culmina
el sentimiento religioso que informó todos los
. actos de nuestros pasados y que más que un
truto espontáneo y lozano solía ser producto
de meditaciones, de luchas entre el espíritu y
j
8
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
la carne, de desengaños, de tedio en ese vivir
~modorrido, inútil, sin ambiciones y sin gloria,
que en Indias se llevaba desde que la aventura
y el Dorado murieron con las razas primitivas. En don Miguel de Santisteban. a cuyo
cargo estuvo la residencia del Virrey-fraile, se
cifra el rábula malicioso que, más que a impartir justicia, venía a hacer méritos, exagerando
el celo y el rigor, para alegarlos cuando a la
corte se tornase. Y en la quietud inenarrable
de aquella época están mejor que nunca sintetizadas la indolencia intelectual y la opacidad de emoción en que vivieron, o mejor dicho, arrastraron sus horas, los colonos de don
Felipe, de don Fernando y de don Carlos.
Nariño es el último de los santafereños na·
cidos en la profundidad de aquella profunda
Santafé. Desde la década siguiente las primeras brisas de inquietud, de curiosidad y de
estudio, habrían de rizar, aunque todavía levemente, las aguas de ese mar muerto. De
modo que, por razón de nacimiento, bien podemos considerar a este vástago del contador
real don Vicente Nariño y de doña Catalina
Alvarez del Casal,- como un refinado producto
de la colonia.
Empero el soplo escapado de los labios de
Mutis se va tornando en brisa. en viento y
en huracán que barre las brumas de ignorancia y pereza, para que verdeen y granen las
inteligencias que con mano amiga cultIvara el
NARmo, SANTANDER, ARBOLEDA
. 9
gran botánico; y Santafé abandona su marasmo, lee y discute a los encicIopedistas, investiga, sonríe, y se anima en las tertulias literarias en cuyo centro Nariño es también el
arquetipo de aquel siglo que muere y de la
naciente inquietud.
No duran mucho, sin embargo, los inconscientes aleteos de una república que, sin saberIo, pretendió nacer de la revuelta de los
comuneros del Socorro y de la publicación de
los «Derechos del Hombre>; como el propio
impresor, ella desmaya y casi muere durante
diez largos años en que parece esfumarse de
la historia, cual parecía esfumarse la vida del
gran bogotano..
Pero súbito resuenan otra vez y a un mismo tiempo y briosamente y en nítidos acordes, el clamor de una nación que reclama su
independencia y el de un hombre que conquista la suya y se pone a la cabeza de su pueblo. Y desde ese momento hasta quedar abandonado en las montañas de Pasto, la vida de
la república es la suya: melodía y acompañamiento van ahora acompasados, sin discrepancias ni disociaciones.
Con la caída del exdictador de· Cundinamarca en manos de Aymerich empiezan los
hados a favorecer a los pacificadores y se inicia para nosotros aquella larga era de padecimientos, aquella ola de sangre, en campos y
banquillos, que sólo concluirá en Boyacá en
10
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
1819, con la derrota de las tropas del rey.
Paralelamente, la existencia del Precursor entra en un nuevo período de tribulación. Ni la
patria ni él pueden saber cual será suerte. Y
es curioso que, con pocos meses de diferencia,
una y otra obtengan definitivamente la libertad.
Restituído Nariño, a sus lares, es con él, como
mandatario, con quien se entiende el congreso
que dicta la ley fundamental de la república; de
modo que preside el verdadero nacimiento de
Colombia que, para que nada falte en la grandiosa sinfonía, ha de poner en ella la única
discordancia entre el hombre y la república:
la de la ingratitud.
Finalizando el año de 1823, Bolívar salió
para el Perú a darle libertad con nuestra sangre; mientras Nariño, en tanto, partía para la
Villa de Leiva. Siguiendo los pasos a la tropa
libertadora iba ya el espectro de la desunión
que a poco tomaría vigor en Valencia para
culminar, como la vida del Genio Americano,
en la disgregaci6n definitiva, cuando él cumpliese 47 años, y 11 la Gran Colombia. Nariño, por su parte, llevaba también la muerte
al anca de su caballo. La melodía iba a finar
antes que los postreros trémolos del conjunto.
Pero, en todo caso, con Nariño moriría la
patria que comenzó a esbozarse cuando él
nació. La frase de Rueda Vargas es justa:
Nariño fue la patria misma.
NARIRO, SANTANDER,
ARBOLEDA
*
11
•*
Con respecto al general don Francisco de
Paula Santander, extractamos a continuación
su biografía, tomándola del excelente libro
que sobre esta gran figura colombiana escribió
nuestro amigo y colega don Manuel José Forero.
Nació el Hombre de las Leyes-como le llamó Bolívar después de la glorificación de
Ayacucho-el 2 de abril de 1792 en la villa
del Rosario de Cúcuta, y vino a verificar sus
estudios en la capital del Virreinato de la Nueva Granada trece años más tarde; en el Colegio
de San Bartolomé recibió las lecciones que le
dotaron de una instrucción general y las especiales de jurisprudencia, apropiadas a sus
aptitudes y carácter, que habrían de permitirle servir a la futura república en su desenvolvimiento civil. Pero cuando los patriotas se
congregaron en la plaza mayor de Santafé el
20 de julio de 1810, y llegó a oídos del vivaz
estudiante el clamoreo de su pueblo por la
libertad, abandonó las aulas y se trasladó a
las milicias organizadas aquel día memorable,
y de las cuales no habría de faltar sino hasta
el momento en que Colombia fue libre.
« Tomó parte en las contiendas federalistas y
centralistas de la primera edad de la república;
posteriormente combatió alIado de Bolívar con-
12
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
tra los españoles.que trataban de mantener bajo
la dependencia de España el suelo de la Nue.va
Granada; y cuando cayó en manos de Morilla
dada la superioridad de sus fuerzas y la división política que había agrupado en dos bandos a los dirigentes del gobierno emancipador,
se dirigió a las llanuras orientales con algunos
re$tos del ejército que mantuvo encendida en
aquellas regiones desiertas la antorcha de la
libertad. Santander organizó allí tropas regulares que preparaba con ahinco para las futuras
acciones de guerra; más tarde estuvo de nuevo
al lado de Bolívar, que luchaba en Venezuela
por la independencia; después regresó a los
llanos de Casanare, y, de acuerdo con el Libertador, se preparó para invadir a la Nueva
Granada, cuyos mejores hijos habían perecido
en el cadalso en el luctuoso período de 1816 a
1819. El 4 de junio pasó el Libertador el río
Arauca mientras su propio ejército avanzaba
a reunirse con la División de vanguardia preparada por el general Santander; reunidos todos sería tarea fácil verificar inmensos sacrificios con aquel conjunto de hombres dispuestos a lograr la libertad de su patria, y obtener
el ambicionado triunfo con la posesión del
viejo Virreinato.
El 25 de julio siguiente los ejércitos enemigos habrían de encontrarse en Pantano de Vargas; y el 7 de agosto en el Puente de Boyacá.
La acción de armas que se libró en este últi-
NARffiO, SANT ANDER, ARBOLEDA
13
mo lugar, aunque breve por su duración y
desprovista de brillo militar por sus características espéciales, fue definitiva para la libertad de Colombia y ahorró para el porvenir de
ella la sangre generosa de muchos de sus hijos.
El 21 de agosto del mismo año el Libertador
ascendió a Santander a General de División,
como reconocimiento de su participación intrépida en la batalla de Boyacá, de su .pericia
en los combates anteriores y de sus desvelos
por preparar aquellas tropas que dieron a Colombia su más puro día de gloria. Y, en aten.ción a la necesidad de continuar la guerra,
.designó igualmente a Santander para ejercer
el gobierno de Cundinamarca, mientras él se
dirigía a dar cuenta al Congreso de Venezuela
y a movilizar los ejércitos contra los españoles venidos de la Península a verificar la reconquista. El Congreso de Cúcuta (1821) eligió Presidente de Colombia a Bolívar, y vicepresidente a Santander; pero el primero, al
aceptar esa altísima investidura, 10 hizo con
la expresa condición de que Santander presidiera en realidad aquella gran república, por
considerar-escribió-que
sus talentos, virtudes, celo y actividad ofrecen a la república
el éxito más completo en su administración.
<Tocó, pues, al general Santander dirigir los
primeros pasos de Colombia como pueblo libre,
mas no' en el sosiego de la paz sino en medio
de los azares de la guerra. No solamente aten-
14
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
dió entonces a los afanes de la simple administración gubernamental sino que dio a Bolívar la cooperación que él necesitaba en hombres y en elementos para continuar con provecho la guerra de la independencia, llevándola
hasta Bolivia y el Perú. Bolívar dio público
testimonio de ello en carta del 13 de noviembre de 1824, escrita en Chancay, poco después
de las grandes batallas que confirmaron y consolidaron la libertad de toda la América del
Sur.
<Cuando ocurrió en '\'alencia (Venezuela)
la rebelión de Páez contra el gobierno central
de Bogotá, volvió Bolívar a Colombia. En
ella prevalecía entonces el concepto de la legislaeión que había venido a sustituir, debido
a la acción de Santander, a la autoridad militar y al concepto del caudillo; consideró el
Hombre de las Leyes que mientras la guerra
hizo necesario ese concepto fue oportuna su
aplicación; pero que una vez vuelta la normalidad, y organizada la vida ciudadana, debían
gobernar los principios y las leyes que los
pueblos se dieran a sí mismos. Por eso, cuando la Constitución Boliviana fue recomendada
a la consideración de los hombres públicos de
Colombia, Santander demostró francamente
su oposición y llevó consigo a los influentes
amigos que le acompañaban. En lo tocante a
la rebelión de Valencia debemos recordar que
Bolívar, en ejercicio de la magistratura, per-
NARffiO, SANTANDER,
ARBOLEDA
don6 al jefe venezolano (uno de los más ilustres de la independencia) su desacato al gobierno central y sustrajo de la obediencia a
Santander algunas provincias de la república.
cProclamada por Bolívar la dictadura, Santander manifest6 también entonces su abierta
oposici6n a ella; hizo palpable su adhesi6n a
la Constituci6n de Cúcuta y pens6 en retirarse
del país. Vino el 25 de septiembre de 1828,
fecha infausta para Colombia, en que se armaron con el puñal parricida algunos de los
más tenaces enemigos·,ee la dictadura de Bolívar, y, como consecuencia de ese atentado
que la Providencia frustr6, la reacci6n de un
grupo militar adicto a Bolívar hizo que los
castigos fueran enérgicos y la persecuci6n· vigorosa. Santander fue aprehendido entonces
como conspirador; pero no habiéndole podido
probar el tribunal que hubiese tenido participaci6n en el atentado dicho, y previa la opini6n del Consejo de Ministros, Bolívar conmut6 a Santander la pena capital por la de
destierro del país.
«Hallábase en Europa cuando la preponderancia política de sus partidarios 10gr6 de nuevo el supremo influjo en el Estado. Fue elegido presidente de la república por el congreso,
y volvi6 a la Nueva Granada en virtud de
ello. Dispuso de medios suficientes para go..,
bernar democráticamente un país que había
soportado ya las espinas de la dictadura, y
16
BIBLIOTECAALDEANA DE COLOMBIA
continuó entonces la tarea de formar la conciencia ciudadana, tal corno lo había hecho en
1819, tal corno lo realizó desde 1821 hasta
1827 desde el sillón de los presidentes.
«Concluído su período de mando se retiró
por algunos días a la vida privada, volvió al
Congreso posteriormente, y falleció en Bogotá el 6 de mayo de 1840. «Cay6 entonces la
losa sepulcral sobre sus despojos, pero la patria grabó en el mármol y el bronce su nombre procero; en un soplo se extinguió su vida
fecunda, pero Colombia continúa repitiendo
las palpitaciones de su gran corazón; dijo el
último adiós a sus conciudadanos, pero el patriótico acento de sus enseñanzas perdura a
través de una centuria realizando en el suelo
que ilustró con sus hechos y engrandeció con
su heroísmo, los supremos ideales de la repúpública .•
* **
Don Julio Arbdeda nació en la hacienda de
San Vicente de Timbiquí, en la costa del Pacífico, el 9 de julio de 1817. Su familia, una
de las más castizas de la noble Popayán, poseía allí minas de oro, y cuando Sámano inició la reconquista del sur de la Nueva Granada, hubo de refugiarse en San Vicente, pues
la mayoría de sus miembros se había distin-
NARI~O, SANTANDER, ARBOLEDA
17
guido por sus servicios a la causa de la Independencia.
Don ) ulio recibió los primeros conocimientos de labios de sus abuelos maternos don
Manuel Antonio Pombo y doña BeatrizO'Donnell. En seguida acompañó a su padre a Europa, en 1830, y en Inglaterra cursó humanidades, hasta obtener en la Universidad de
Londres el título de bachiller en artes. Concluídos sus estudios, viajó por Francia e Italia,
antes de regresar a su patria en el año de
1838. En la Universidad del Cauca, y al mismo tiempo que desempeñaba la cátedra de
literatura, estudi6 derecho civil y ciencias políticas.
En la guerra civil de 1840, Arboleda tomó
las armas en contra de Obando, y bien pronto fue nombrado ayudante del general Herrán.
Mas como el gobierno del Ecuador había auxiliado con tropas al de la Nueva Granada para
debelar la rebelión de Pasto, Arboleda fue enviado al Ecuador a discutir con el presidente
Flores la pretensión de que para recompensarle sus servicios la Nueva Granada le cediera
al Ecuador una parte de las provincias de Pasto y Túquerres. Desempeñada su comisión
.diplomática, Arboleda regresó al país e hizo
la campaña del norte a las órdenes de Herrán
y de Mosquera. Concluída la guerra, se retiró del ejército con licencia indefinida para entregarse a sus negocios y a sus labores Htera-
18
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
rias, y emprendió en la gigantesca obra de su
poema Gonzalo de Oyón. En los ocho años de
paz que siguieron concurrió varias veces al congreso, donde pronto conquistó fama de excelente orador.
En 1849, encendida de nuevo la guerra civil, Arboleda inició en Popayán la oposición
al gobierno de López, en su periódico El M is6(oro; reducido a prisión, escribió en ella su
poesía Estoy en la cárcel, una de las más vehementes que hayan visto la luz en Colombia.
Don Sergio Arboleda, hermano de nuestro
poeta, logró comprar armas en Quito y allegar
allí -recursos para intentar una revolución en el
sur. Don Julio, que había podido salir de la
cárcel y pasar al Ecuador, penetró en Colombia al frente de alguna tropa; pero bien pronto fue derrotado y hubo de emigrar al Perú,
donde permaneció, entregado al periodismo y
a la enseñanza. hasta 1853. De Lima se trasladó a Nueva York, y en 1854 regresó a Bogotá. Fue entonces cuando. como presidente
del Senado, dio posesión del poder ejecutivo
al vicepresidente Mallarino, leyendo la magnínífica pieza que reproducimos en el presente
volumen.
En la guerra de 1860 Arboleda, que se hallaba en París atendiendo a la educación de
sus hijos, regresó a Colombia llamado por el
presidente Ospina, para oponerse a Mosquera
en el Cauca. Proclamado general en jefe de
NARmo, SANTANDER, ARBOLEDA
19
las fuerzas constitucionales unidas del Cauca
y de Antioquia, se le candidatízó por parte
de los gobiernistas para la presidencia de la
república, en cambio del general Herrán, a
quien se tenía desconfianza por ser yerno de
Mosquera. Un incidente sin importancia dio
pie al presidente ecuatoriano García Moreno
para dirigirse contra la Nueva Granada; pero
Arboleda le salió al encuentro y le hizo ..¡,:>risionero. Cuando regresaba victorioso, recIbió
cerca de Popayán la noticia de haber sido derrotado por los revolucionarios en Cartago el
general antioqueño Henao, su aliado; entonces
Arboleda contramarchó al sur, adelantándose
solo con sus edecanes hacia Pasto. En el camino, al atravesar la montaña de Berruecos, fue
asesinado a traición, como años antes lo había
sido Sucre, el 12 de noviembre de 1862.
Aparte de sus poesías-que son su mejor
título literario-coleccionadas por don Miguel
Antonio Caro y publicadas. en Nueva York
por sus hijos, y del discurso que aquí reproducimos, célebre en la oratoria colombiana,
Arboleda publicó los siguientes folletos: Julio
Arboleda a sus compañeros de armas (Popayán
1845); Los tres candidatos para la presidencia
de la Nueva Granada (Bogotá, 1845); Los J esuítas (1848); Visita del general Tomás CiPriano de M osquera a Popayán
(Bogotá, 1850);
A los señores editores de La Gaceta, El NeoGranadino y El Conservador (1850); Al Con-
20
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBiA
(Popayán, 1851). Además, redactó en Popayán El M is6foro, periódico del
cual existen seis números en la Biblioteca Nacional; aunque Laverde Amaya menciona el
número 9 como reimpreso en Bogotá.
Es muy de lamentarse que un hombre de
tan brillante numen y de tan excelente preparación como don Julio Arboleda, se hubiera
visto envuelto tan por completo, en las luchas
políticas de su tiempo, y restado así a la producción literaria. Don José María Samper nos
refiere que, como orador parlamentario, sedujo a sus contemporáneos, pues «ninguno había sido tan incisivo y correcto, tan académicamente literario ni tan variado en su elocuencia:. y pocos trataban como él los temas
tan por lo alto, en estilo vigoroso, erudito y
grandilocuente, que en ocasiones alcanzaba el
tono patético, con arrebatadora entonación.
Como poeta fue una de las más atrayentes
figuras del romanticismo en Colombia y como
hombre, su accidentada vida daría tema para
una excelente biografía novelada de las que
recientemente han puesto en boga Zweig y
Maurois.
greso Granadino
ANTONIO NARIÑO
SU DEFENSA ANTE EL SENADO
Señores -de la cámara del senado:
Hoy me presento, señores, como reo -ante
el senado de que he sido nombrado miembro,
y acusado por el congreso que yo mismo he
instalado, y que ha hecho este nombramiento;
si los delitos de que se me acusa hubieran sido
cometidos después de la instalación del congreso, nada tenía de particular esta acusación;
10 que tiene de admirable es ver a dos hombres que no habrían quizá nacido, cuando yo
ya padecía por la patria, haciéndome cargos
de inhabilitación para ser senador, después de
haber mandado en la república, política y militarmente en los primeros puestos sin que a
nadie le haya ocurrido hacerme tales objeciones. Pero lejos de sentir este paso atrevido.
yo les doy las gracias por haberme proporcionado la ocasión de poder hablar en público sobre unos puntos que daban pábulo a mis enemigos para sus murmuraciones secretas; hoy
se pondrá en claro, y deberé a estos mismos
enemigos no mi vindicación, de que jamás he
creído tener necesidad, sino el poder hablar sin
24
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
rubor de mis propias acciones, ¡Qué satisfactorio
es para mí, señores, verme hoy, como en otro
tiempo Timoleón, acusado ante. un senado que
él había creado, acusado por dos jóvenes, acusado por malversación, después de los servicios
que había hecho a la república, y el poderos
decir sus mismas palabras al principiar el juicio: «oíd a mis acusadores-decía aquel grande hombre-oídlos, señores, advertir que todo
ciudadano tiene derecho de acusarme, y que
en no permitido, daríais un golpe a esa misma libertad que me es tan glorioso haberos
dado».
Tres son los cargos que se me hacen, como
lo acabáis de oir:
l. o De malversación en la tesorería de diezmos, ahora treinta años;
2. o De traidor a la patria, habiéndome entregado voluntariamente en Pasto al enemigo,
cuando iba mandando de general en jefe la expedición del Sur el año de 14;,
3.o De no tener el tiempo
residencia en
Colombia, que previene la cOhstitución, por
haber estad9 'ausente por mi gusto, y no por
causa de la:';república,
.
No comenzaré, señores, a satisfacer estos
cargos implorando, como se hace comúnmente,
vuestra clemencia y la compasión que naturalmente reclama todo hombre desgraciado;
no, señores, me degradaría si después de ha-
de
ANTONIO NARI~O
-
SU DEFENSA
25
ber pasado toda mi vida trabajando para que
se viera entre nosotros establecido el imperio
de las leyes, viniera ahora al fin de mi carrera a solicitar que se violasen en mi favor.
Justicia severa y recta es la que imploro en
el momento en que se va a abrir a los ojos
del mundo entero el primer cuerpo de la nación, y el primer juicio que se presenta. Que
la hacha de la ley descargue sobre mi cabeza,
si he faltado alguna vez a los deberes de un
hombre de bien, a lo qÚe debo a esta patria
querida, d a mis conciudadanos. Que la indignación pública venga tras la justicia a confundirme, si en el curso de toda mi vida se
encontrase una sola acción que desdiga de la
pureza de mi acreditado patriotismo. Tampoco vendrán en mi socorro documentos que se
pueden conseguir con el dinero, el favor y la
autoridad; los que- os presentaré están escritos
entre el cielo y la tierra, a la vista de toda
la república, en el corazón de cuantos me han
conocido, exceptuando sólo un cortísimo número de individuos del congreso que no veían,
porque lés tenía cuenta no ver. Así mi vindicación sólo se reducirá a recordaras compendiosamente la historia 'de los pasajes que se
me acusan, acompañada de los documentos
que, entonces existían y de algunas reflexiones
nacidas de ellos mismos. Seguiré el mismo
orden . en que se ha propuesto la acusación.
26
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
En el año de 1789 fui nombrado tesorero
general de diezmos,· por el virrey Lemus, contra el dictamen y voluntad de los canónigos,
porque estaba en posesión de este nombramiento, dando una fianza de sólo ocho mil pesos,
que era la misma que habían dado todos mis
antecesores. Como el cabildo eclesiástico estaba en posesión de hacer este nombramiento,
ocurrió al rey, y en el año de 1791, vino ganado el recurso por el cabildo, facultándolo,
además, para que pudiera nombrar de tesorero a uno de los de su cuerpo. Inmédiatamente se mandó dar cuenta, y entregar el empleo al canónigo doctor don Agustín de Alarcón. En el término de veinte días, rendí mis
cuentas, que subieron a cerca de medio millón
de pesos, y enttegué lo que, según ellas, resultaba haber en caja. Se me dio mi finiquito,
y el canónigo Alarcón siguió, interinamente
despachando la tesorería.
Llegado el tiempo de las elecciones me presenté, ofreciendo cuarenta mil pesos de fianza
efectiva, y además cuatro abonadores que respondiesen de cuanto entrase en mi poder. Se
me admitió la propuesta y fui nuevamente
nombrado por el arzobispo, deán y cabildo.
Seguí despachándola sin ninguna falta hasta el 29 de agosto de 1794, en que a las diez
de la mañana se me apareci6 en mi casa el
oidor d011 Joaquín Mosquera, con tropa, y me
intim6 arresto, dejándome en ella con un cen-
ANTONIO NARIRO
-
SU DEFENSA
21
tiRela de vista, y a las órdenes de un oficial.
El mismo día, por la tarde, se comenzó el
embargo de mis bienes, y a las siete de la noche fui conducido con la misma tropa al cuartel de caballería, en donde se me encerró sin
comunicación, que duró por el espado de dos
meses, sin oir hablar de otra cosa que oe cargos de insurrección, de presos, y de delitos de
lesa majestad.
A los dos meses se me anunció por el juez
que me había resultado un alcance en la tesorería de ochenta o noventa mil pesos, y que
al otro día vendría uno de los abonadores pa·
ra que en su compañía <hiciera una manifestación de mis bienes>, Se hizo, en efecto, y
es la que corre a la frente de uno de los cuadernos del concurso, <que pasa de ciento veintiseis mil pesos», es decir, de cosa de cuarenta mil pesos más de lo que se .decía que era
el alcance que se había hecho sin intervención
mía.
En las vísperas de mi prisión, cuando toda
la ciudad estaba consternada con motivo de
las prisiones que habían comenzado por unos
pasquines que se habían puesto en ausencia
del virrey, hice sacar de mi casa unos baulitos llenos de libros prohibidos, por temor de
que fuesen a hacer algún registro, pues el de
que me prendieran jamás me ocurrió, por no
tener parte ni relaciones con los pasquineros,
que ya estaban presos. Estos baúles pesados,
28
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
y sacados de noche de mi casa, dieron motivo a la maledicencia y a la adulación para
que se dijese que estaban llenos de onzas de
oro, y aunque al fin parecieron los baúles y
los libros, que después de mi prisión se habían llevado por uno de mis hermanos a enterrar en casa de la señora Mariana González
y de allí a la hacienda de Serrezuela, de donde se trajeron a la Capuchina, la idea de la
extracción de dinero permaneció en la boca de
mis enemigos, o más bien en la de los que
querían por estos medios manifestar su fidelidad al rey.
Se siguieron las dos causas de impresión de
los Derechos del Hombre y del concurso de mis
bienes para cubrir el alcance; y como la idea
era hacerme sospechoso a toda costa, se manejó de tal modo esta última, que a pesar de
mis continuas reclamaciones que se ven en los
autos, y «del allanamiento del arzobispo y venerable cabildo con los fiadores concediéndoles plazos para que pagasen con el producto
de mis bienes, al fin se les ejecutó para hacer
la cosa más ruidosa, y darme odiosidad con
úna porci6n de familias, a quienes con razón
o sin ella, debía dolerles verse despojar de sus
intereses para pagar una fianza que jamás
habían pensado tener que lastar. 1-.....
La tesorería de diezmos no está en el caso
de los demás empleos de administración de
rentas. A mí no se me pasaba casa. caías.
ANTONIO NARI~O
-
SU DEFENSA
29
faltas, ni moneda falsa; no se hacía tanteo
cada año ni nunca; presentaba mi libro de
entradas y los libramientos que había pagado,
y por uno y otro se veía lo que quedaba en mi
poder. Mi obligación, en una palabra, era recibir los enteros, pagar los libramientos y entregar la tesorería cuando llegase el caso, como lo verifiqué el año de 91. El dinero entraba en mi poder, no en depósito, sino bajo
la fianza ilimitada que había dado, para poder negociar con los sobrantes, como lo habían hecho mis antecesores, con menos fianza,
y como lo hacía públicamente con conocimiento de todos los interesados, sin que a nadie le pudiese ocurrir que yo pagase las oficinas, los libros, las faltas de moneda, las cajas y que diese una fianza ilimitada, sólo para percibir 850 pesos que se consumían en los
gastos enunciados. El manejo, pues, de los
caudales sobrantes, no era un abuso, una falta de confianza. ni un procedimiento que desmintiese mi hombría de bien; y la prueba de
este concepto público lo voy a demostrar: yo
desafío a mis acusadores a que presenten en
su favor un documento igual o que se le parezca..
El año de 91 se me manda entregar la tesorería al cabildo eclesiástico: es público y notorio a cuantos existían en esta ciudad en
aquel tiempo, que ya tenía las mismas negociaciones de comercio que el año de 94; es
30
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
igualmente notorio que en aquella época tenía
en giro más de cien mil pesos, y que a los
veinte días de habérseme mandado entregar,
rendí mis cuentas y entregué el dinero. Yo
llamo aquí la atención del senado y del público: ¿ Cuánta sería mi reputación de hombria
de bien cuando no sólo encuentro en veinte
días modo de cubrir la caja, sin alterar ni
tocar mis negociaciones, sino fiadores que después de esto respondan por mí de más de
trescientos mil pesos? Reflexionad, señores,
qué número de personas, todas pudientes, se
necesitan en una ciudad como la nuéstra pa··
ra llenar estas dos partidas en tan corto tiempo: los unos me auxiliaban con su dinero; los
otros, con sus fincas, para ofrecer y dar una
fianza de que no ha habido ejemplo. Y en .el
día, ¡Dios justo! ¡Dios eterno! me veo tratado
por esta misma causa de ladrón .... ¿ y por quiénes? .... el público los conoce mejor que yo,
y no es tiempo de distraer vuestra atención
del asunto principal.
Toda la ciudad se reunió a mi favor, v contra la prevención y sentimiento del venerable Deán y cabildo vuelvo a ser nombrado
tesorero por el mismo cabildo, Pasan tres años
sin que en todo este tiempo se oyera una reclamación de ninguno de mis fiadores, a pesar de que todos sabían mis negociaciones. Llega
el día funesto de mi prisión, no por este motivo, como han dicho mis calumniadores, sino
ANTONIO NARffiO
-
SU DEFENSA
31
por haber publicado los sacrosantos Derechos
del Hombre; y arrastrado a un encierro, se
apodera el juez de mis papeles, «y se me for~
ma un alcance sin intervención mía», a pesar
de las disposiciones legales que previenen 10
«contrario~.
Dos meses se pasaron sin que el reverendísimo
arzobispo y venerable cabildo pensasen en proveer el empleo, porque estando asegurados sus
caudales, y no habiendo dado motivo para
que se me despojase de él, sólo mi causa podía obligados a dar este paso. Así se verificó,
y convencidos ya de que debía continuar arrestado, se trató de nombrar tesorero, y por de
contado de entregar la cantidad que por las
cuentas del contador resultaba contra mí. Si
yo me hubiera hallado en el caso del año de
91, todo se habría concluído como se concluyó
entonces; pero las circunstancias eran muy diversas: el aspecto de un criminal en causa de
estado, mudó toda la escena en mi contra; era
preciso hablar y obrar en contra mía, o hacerse sospechos() para con el gobierno y la
real audiencia; no había medio, los momentos
eran críticos, y el partido que se había de elegir, fácil de adivinar; me quedé solo con un
corto número de parientes y amigos que arrostraron el peligro, y el resto me declaró la
guerra.
Se formó el concurso a mis bienes, y todo
habríl:!-quedado concluído en muy poco tiem- .
32
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
po, si la naturaleza de mi causa no lo hubiera impedido. Me hallaba encerrado, no podía
por mí mismo dar un paso en el asunto, no
sabía otra cosa que lo que el juez me traía a
la prisión para que firmara, cuando mi cabeza
estaba ocupada sólo en pensar cómo la salvaría. Mis fiadores, después de muchos meses de
contestaciones inútiles, insignificantes y perjudiciales a sus intereses y a los míos, se vieron
precisados a pagar, pero se les entregaron mis
bienes, nombraron ellos mismos administradores, y hasta hoy ignoro el resultado de esta
administración, ni lo que los bienes embargados produjeron.
Los señores Gómez y Azuero no deben ignorar la enorme diferencia que hay entre una
quiebra fraudulenta y un descubierto, que
hubiera sido momentáneo, sin las circunstancias que lo acompañaron. ¿Será fallido un negociante que teniendo arreglado su comercio a
crédito, se le prende intempestivamente, se le
embargan sus bienes, se almacenan y dejan
podrir sus frutos, perder sus deudas y disipar
su caudal? Hasta hoy, señores, hay bienes
míos almacenados; hasta hoy, después de 29
años, hay deudas cobrables sin cobrar; hasta
hoy hay cantidades en depósito. sin pedirse.
¿ y seré yo culpable de que lloren estas familias que se hicieron cargo de estos bienes, de
estas deudas y de estos depósitos, cuando a
mí no me ha sido permitido hacerla? ¿ Sería
ANTONIO NARmO
-
SU DEFENSA
33
justo que aun cuando yo hubiera adquirido
nuevos fondos, les hubiera pagado, sin que me
dieran cuentas, o me entregaran lo que se me
había embargado? Pues con cuánta menos razón se me debe hacer cargo, cuando siempre
me he visto imposibilitado de hacerla, porque
padeciendo, o mandando,
siempre he estado
ocupado en servicio de la patria: de esta patria contra quien hoy también se me acusa de
haber sido traidor. ?~
La exposición que aparece. en el acta que
se acaba de leer es una equivocación
nacida
del transcurso de los años que han pa~ado desde aquel tiempo hasta el día. La fianza que
di, como se ve por la certificación
del escribanb público, documento número 2.0, no sólo
fue de 80.000 pesos, sino ilimitada;
y constando por el documento número 11, que en el
año de 98 se dio carta de lasto a mis fiadores, mal podía deberse cantidad alguna a diez·,
mas hasta la época de la revolución.
Los bienes embargados subían a 126.000 pesos, y el alcance formado sin intervención mía,
porque estaba en un encierro, sólo llegó a
81.264 pesos 6 reales 7 y cuarto mrs. Tanto
el V. C. como mis fiadores se disputaron la
, posesión de éstos, y si los fiadores vinieron al
fin a lastar, fue por culpa suya, pues que no
sólo se les propusieron por el arzobispo y V.
C. moratorias para que fueran pagando con el
producto de mis bienes embargados, sino que
34
BIBLIOTECA ALDEANA DE COI.OMBlA
se conformaban con éstos, para cubrir la caja;
y los fiadores resistieron lo uno y lo otro, como se ve en los documentos 4 y 6 ya citados.
Al tiempo de mi prisión había en Cúcuta,
en poder de don Pedro Chauveau, entre otras
partidas, la de 300 cargas de cacao, compradas a 21 pesos, con un año de anticipación,
para remitidas a Veracruz y que se vendieron
en CÚC\atamismo a 36 pesos 4 reales. La
cuenta con Chauveau subía a más de 15.000,
pesos. En Cartagena había 5.555 arrobas de
azúcar para remitir a España. cuyo principal
y costos hasta aquella plaza, subía a 10.164
pesos 2 y cuarto reales. En la Habana, en poder de don Manuel Quintanilla, había 80 churlas, con 9.925 libras netas de quina, que se
estaban vendiendo desde 12 hasta 13 reales
libra. Las primeras 15 churlas vendidas antes
de mi prisión, produjeron 2.785 pesos, como
se ve por el documento número 10 que pido
se lea.
A esta proporción las 80 churlas hubieran
producido 14.R63pesos, si no se hubiera interrumpido su venta; sin contar el mayor precio
de las que se remitieron a Veracruz, de 4 reales más en libra a que se vendieron. En Cádiz, en poder de don Manuel Corsés Díaz, había 166 churlas, con peso neto de 26,282 libras
de quina, y en esta ciudad, además de mi
casa adornada, de las joyas y alhajas de mi
ANTONIO NARI80
-
SU DEFENSA
35
mujer, de mi librería, avaluada en más de
3.000, pesos, se me debían, en sujetos abonados, 41.447 pesos 5 y cuartillo reales. En las
.moratorias que el reverendo arzobispo y su
venerable cabildo propusieron a los fiadores,
la mayor cantidad que se les pidió de contado, era de 16,000 pesos, y 10 demás a ido pagando por meses, de a 1.000, 2.000 Y 3.000
pesos, según iban corriendo los años. Vistas
las partidas de arriba, ¿quedará duda de que
hubieran podido cumplir con las moratorias,
sin' poner un real de su bolsillo? Y si fue culpa suya y no mía el no haberlas admitido,
¿seré yo el responsable, el culpado en que después se les haya olbIigado a hacer el 1asto?
¿ Se me podrá dar el honroso título de fallido,
porque teniendo en su poder los fiadores mis
bienes, los han dejado perder? Yo he pedido
muchas veces esta cuenta, yo me he presentado a la Real Audiencia demandando a los
fiadores para que me la den, y paguen el sobrante que debió resultar a mi favor, y ni aun
pude conseguir que se pagase la dote de mi
mujer, graduada con preferencia a los mismos
fiadores. ¿Qué extraño es, pues, que haya otras
deudas, como la dote de mi mujer, sin pagarse, si los fiadores no han querido rendir las
cuentas? ¿Sería indiferente para mí el que se
pagase o no la dote que debía entrar en mi
bolsillo? Esta es una prueba clara, indubitable
de que me ha sido imposible vencer la resis-
3«4
BIBLIOTECA
ALDEANA
DE COLOMBIA
tenciaJlque se me ha opuesto constantemente
a la liquidación de esta ruidosa cuenta.
Queda, pues, demostrado que el año 1791
entregué la tesorería de diezmos al venerable
Deán y cabildo, por disposición del Rey, y que
en el manejo de 482,351 pesos, o cerca de
medio millón de pesos, no me resultó ni un solo real de alcance, porque pude por mí mismo formar mis cuentas y entregar el empleo.
Queda igualmente demostrado que en el año
de 94, aunque por la cuenta del contador de
diezmos, formada sin intervención mía, resultó un alcance de 81.000 y más pesos, se
me embargaron bienes que no sólo cubrían
esta cantidad, sino que me quedaba un sobrante de muchos miles.
Tercero: que habiéndose los fiadores hecho
cargo no sólo de los bienes suficientes para
cubrir el alcance de la cuenta, sino del total
que subía a más de 126.000 pesos, allnque
lastaran al principio la fianza, por el mal modo con que se manejó el asunto, ellos y no
yo, son los responsables a ia cantidad sobrante, para cubrir la dote de mi mujer, y alguna
otra pequeña deuda que resulte de mis negociaciones.
Cuarto: que siendo mis fiadores responsables
a todos los acreedores que se presentaron al
concurso de estos bienes, por haber cantidad
suficiente con qué pagados, no habiendo dado
ANTONIO NARINO
-
SU DEFENSA
37
cuenta de su producto; y no debiendo yo en
el día ni a particulares,
ni al tesoro, público,
ni a la mesa capitular, de diezmos, el epíteto
de fallido que se me da es un insulto, una
calumnia de Diego Gómez, inventada para sus
fines particulares,
Que se lean las certificaciones de los ministros del tesoro público y del
notario y contador de diezmos,
Vosotros los acabáis de oir, señores, con documentos incontestables'
no sólo no sov deudor
al tesoro público, a los diezmos, ni ~ los fiadores de la tesorería,
sino que éstos me son
responsables del sobrante de mis bienes, después de cubierto el concurso que a ellos se
formó, por efecto de la prisión que sufrí, por
haber publicado 'los Derechos del Hombre,
Fijad ahora, ilustres senadores, vuestr~s ojos
sobre el acusado y los acusadores: fijadlos por
un momento y comparad ... ¿Qué eran Diego
Gómez y Vicente Azuero el año 94, cuando
sonaba esta ruidosa causa, que dio el primer
impulso a nuestras ideas? ¿En dónde estaban?
¿A qué clase pertenecían?.
Pero no vamos
tan lejos. ¿Qué eran al principio de nuestra
transformación?
¿Quién los conocía? ¿Se ha~'
bían oído ~onar sus nombres? .. ¿Y cuáles son
sus serviCios durante estos doce años?.
¿Qué
c{l~pañas han hecho? ¿A qué riesgos se han
expuesto
por salvar la patria? ¿Cuáles han
sido los sacrificios
personales
o pecuniarios
que. debemos a estos dos amigos, dignos
el
38
BIBLIOTECA ALDEANA
DE COLOMBIA
uno del otro?.
Escuchadlos: sus nombres se
han comenzado a conocer desde el año de 1~
El día memorable de la entrada
en esta ciudad de las tropas libertadoras, mientras todas
las gentes corrían a las armas para auxiliarse,
para defenderse.
para rechazar al enemigo,
que aun no estaba
enteramente
des'truído, el
señor Diego Gómez corría hacia la casa de la
Botánica, en donde estaban .los bienes secuestrados por los españoles, forzaba y rompía las
ventanas de la pieza en que se r.abían almacenado,
cargaba con los fardos que le vinieron a las manos. ¿No os parece, señores,
I~
un paso brillante, un mérito para sentarseel:--4.,:~ongreso
y obtener después una toga?
¿No da una idea clara de su patriotismo,
de
su aesinterés,
de su amor a la santa causa
por 'que todos se armaban
y peleaban
aqt.lel
día? ¿No es este benemérito
ciudadano,
este
valiente atleta, el que me debe llamar criminal? ., ¿y cómo no se le ha formado una causa? Que lo diga su amigo, que era presidente
de la junta
de secuestros; y si no lo puede
decir, porque recíprocamente
se sirven, que lo
diga el fiscal nombrado por la corte superior
de justicia, que lo denu!1ció hace ya algunos
meses, y cuyo resultado
ignoramos ... ¿Y su
amigo, su digno compañero
de acusación, se
empleaba con mejor éxito, sacaba mejor partido de la regeneración de la patria? Sí, señores: después de la presidencia de secuestros,
r
ANTONIO NARI~O
-
SU DEFENSA
39
de que ignoro si ha dado cuenta de su conducta, logró que lo nombraran juez de diezmos de Soatá; y en año y medio en sólo el
manejo de 35.000 pesos, se comió 24.000 ¿No
os parece que no desperdiciaba el tiempo? Y
con esta quiebra fraudulenta, este verdadero
fallido, se sienta también en el congreso, y
tiene la avilantez de tomarme en boca para imputarme su infamia. En el día que hablo, hoy
señores, aun no ha cubierto esta quiebra, y lo
que tiene satisfecho no creáis que ha sido todo del dinero de los diezmos, nó: en libramientos, dados por el gobierno, con los novenos de su hermano, con los sueldos -1\etenidos
de su amigo, y los suyos; con los sueldos de
unos empleos, que por temor de no conseguirlos o de perderlos, es como se esforzaron a
calumniarme para que no me sentara en el
senado. Comparad, vuelvo a decir, las rapiñas
de estos dos hombres, con los sacrificios pecuniarios que por mis cuentas y negoci~ciones
se ve que he sufrido por amor a la causa de
la libertad. Aquí véis a Gómez y a Azuero
pillando para vestirse, para figurar, para darse una jmportancia que no se podían dar por
sus servicios; y allá me veis sacrificando por
la patria unas negociaciones que en menos de
diez años me habrían hecho un hombre millonario. En sólQ..Cá:diz,' Veracruz y La Habana,
. tenía 326 churlas de quina, que, como se ha
visto por la cuenta del documento número 10,
40
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
sólo 15 churlas que se habían. vendido antes
de mi prisión, produjeron 2.785 pesos, a cuya
proporción las 326 churlas dan 58.680 pesos;
y computando las que había en camino, en
esta ciudad y en contratas que aun no se han
acabado de satisfacer que pasaban de 600 churlas, al mismo precio, subía su importe a
108.000 pesos. que por la mayor parte se han
dejado perder. Lcl negociación de cacaos, como
se ve por la última cuenta, que corre en los
autos, de don Pedro Chauveau, aun sin remitir a Veracruz, se vendieron en Cúcuta mismo a 36 pesos, cuando sólo habían costado, el
año antes, a 21 pesos. ¿ Y qué diremos de la
negociación de azúcares comenzada al tiempo
que se acababa de perder la isla de Santo Domingo, con la revolución de los negros, y de
donde salían todos los años dos millones de
cajas?
Aquí llegué a comprar la arroba al mismo
precio que se llegó a vender la libra en Europa. No hablo de otras negociaciones tan
bien calculadas como éstas, porque esto basta
para que se conzoca, hasta por los más alucinadas, si seré un fallido fraudulento, como
Azuero, que se come los diezmos para figurar,
a un hombre que ha sacrificado una fortuna
brillante, por amor a la libertad. Suponed, señores, que en lugar de haber establecido una
imprenta a mi costa; en lugar de haber impreso los Derechos del Hombre; en lugar de
ANTONIO NARIl~O
-
SU DEFENSA
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haber acopiado una exquisita librería de muchos miles de libros escogidos; en lugar de
haber propagado las ideas de libertad, hasta
en los escritos de mi defensa, como se verá
después, sólo hubiera pensado en mi fortuna
vparticular, en adular a los virreyes, con quienes tenía amistad, y en hacer la corte a los
oidores, como mis enemigos se la han hecho
a los expedicionarios. ¿Cuál habría sido mi
caudal en los 16 años que transcurrieron hasta la revolución? ¿ Cuál habría sido hasta el
día?. ¿y porque todo lo he sacrificado por
amor a la patria, se me acusa hoy, se me insulta, con estos mismos sacrificios, se me hace un crimen de haber dado lugar con la publicación de los Derechos del Hombre, a que
se confiscaran mis bienes, se hiciera pagar a
mis fiadores, se arruinara mi fortuna y se dejara en la mendicidad a mi familia, a mis tiernos hijos? En toda otra república, en otras
almas que las de Diego Gómez y Vicente
Azuero, se habría propuesto, en lugar de una
acusación, que se pagasen mis deudas del tesoro público, vista la causa que las había ocasionado, y los' 29 años que después habían
transcurrido. Dudar, señores, que mis sacrificios han sido por amor a la patria, es dudar
del testimonio de vuestros propios ojos. ¿Hay
entre las personas que hoy me escucnan, hay
en esta ciudad y en toda la república una sóla que ignore los sucesos "de estos 29 años?
42
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
¿Hay quien no sepa que la mayor parte de
ellos los he pasado encerrado en el cuartel de
caballería, de esta ciudad, en el de milicias
de Santa Marta, en el del Fijo de Cartagena, en las bóvedas de Bocachica, en el castillo
del Príncipe de La Habana, en Pasto, en el
Callao de Lima, y últimamente en los calabozos de la cárcel de Cádiz? ¿Hay quien no
sepa que he sido conducido dos veces en partida de registro a España y otra hasta Cartagena? Todos lo saben; pero no saben, ni
pueden saber, los sufrimientos, las hambres,
las desnudeces, las miserias que he padecido
en estos lugares de horror, por una larga se. rie de años. Que se levanten hoy del sepulcro
Miranda, Montúfar, el virtuoso Ordóñez, y
digan si pudieron resistir a sólo una parte de
lo que yo por tántos años he sufrido: que los
vivos y los muertos os digan si en toda la
república hay otro que os pueda presentar
una cadena de trabajos tan continuados y tan
largos como los que yo he padecido por la
patria, por esta patria por quien hoy mismo
se me está haciendo padecer, Sí. señores, hoy
estamos dando al mundo el escandaloso espectáculo de un juicio, a que no se atrevió el
mismo gobierno español; él ha dicho, en términos claros, que se retenga el sobrante de
mis bienes, después de pagado el alcance a
disposición de la real audiencia; él ha creído que había un sobrante y, por lo mismo,
ANTONIO NARIÑO
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SU DEFENSA
43
nunca me juzgó fallido. Pero quizás mis acusadores tendrán
razón en el otro punto que
voy a tratar. Veámoslo.
~~l segundo cargo es el haberme entregado
voluntariamente
en Pasto al enemigo, cuando
iba mandando la expedición del Sur el año de
13. Es decir, que después de 20 años de sacrificios y servicios hechos a la causa de la libertad
de mi patria, siendo presidente dictador de Cundinamarca y general en jefe de esta expedición, siempre victoriosa,
me dio la gana de
entregarme al furor de los pastusos y al gobierno español, de cuyas garras había escapado milagrosamente,
no una vez, sino tres ocasiones di ferentes. ¿ Y será preciso, señores, que
yo me presente ahora cargado de documentos
para justificarme
ante el senado? Es preciso
ser un Diego Gómez, un Azuero, para atreverse, con tanta desvergiienza a estampar, en
medio de un congreso, semejante
acusación.
¿Qué era lo que yo iba a buscar a Pasto?
¿Qué servicios los que iba a presentar al gobierno español?
¿Conduje conmigo algÚn tesoro, algunas personas importantes? ¿Entregué
el ejército que iba a mis órdenes? Llevaba
conmigo documentos que justificasen mi amor
y fidelidad al rey?.
y si nada de esto llevaba, ¿qué es lo que iba a buscar a Pasto?
Los hombres, en semejantes momentos
no·
se mueven, sino por el interés, la ambición,
la gloria, o el amor a la patria. Yo pregunto
44
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
a mis acusadores: ¿cuál de estos móviles me
conducirían a Pasto voluntariamente? ¿Iría
a buscar una fortuna entre los pastusos a
quienes acababa de destruir sus ganados
para mantener mis tropas? ,Iría tras unos
empleos superiores a los que dejaba en
el seno de mí patria? ¿O buscaría la gloria de abandonarla, para hacerle la guerra y
destruir una libertad que me costaba ya
tantos años de sacrificios?. No hablemos del
último motivo, porque por cualquier lado que se
le mire, siempre resulta, o imposible, o glorioso
para mí: si el amor de la patria me obligó a hacer los sacrificios que hice, y exponerme a los
riesgos a que me expuse, este paso sería un mérito y no un delito; y si se cree imposible
que en tal caso me pudiese conducir este motivo, yo no hallo cuál pudiese ser el que me
conduio voluntariamente entre los enemigos.
Que lo digan mis atrevidos acusadores. ,Sería
acaso el miedo? Pero además de que no habrá un solo oficial, ni soldado que me lo pueda echar en cara, esto sería lo mismo que
correr hacia las llamas un hombre que tuviese miedo al fuego. ¿Pues cuál fue el motivo,
se me dirá, que lo condujo a usted a Pasto?
Vosotras lo vais a oir, señores, pero no de mi
boca, sino de la de un hombre imparcial que fue
testigo de vista, que presenció lo que refiere.
Que se lea el parte que de oficio dio el mayor general Cabal al Colegio Electoral de Po-
ANTONIO NARI~O
-
SU DEFENSA
4
payán, después de estar yo prisionero en Pasto, señalado con el número 13. (Se lee hasta
estas palabras: «este fue el momento en que
yo vi a nuestro general más grande y más
heroico. A todas partes atendía, sin reparar
en los peligros; recorría todas las divisiones;
animaba con su ejemplo a aquellos a quienes
la fatiga hacía ya flaquear, y puesto al frente de la división del centro, ataca a la fuerza
principal del enemigo, entrando muchas veces
en sus fijas, en donde le mataron el caballo.
Pero siempre impertérrito y valiente, no afloja un solo instante, continúa con la misma
impetuosidad con que había comenzado, y
consigue rechazarlo completamente».) Que se
detenga por un momento la lectura y se observen con atención estas últimas expresiones
del mayor general Cabal. Y cómo compaginamos el concepto de un hombre imparcial que
acaba de ser testigo ocular de lo que dice, y
el del ilustre Diego Gómez, que en aquel mismo tiempo no sabíamos dónde estaba, quién
era, ni si existía tal hombre sobre la tierra?
¿ Cómo sería que parecía grande y heroico en
medio de las balas, al que presenciaba mis
acciones; y criminal y traidor en el mismo
momento a los que estarían a 500 leguas del
enemigo? Ahora, señores, ¿ recorrería las divisiones como dice Cabal, animaría con mi
ejemplo a los que la fatiga hacía flaquear;
entraría en las filas en donde me mataron el
46
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
caballo, continuaría impertérrito con la misma impetuosidad, hasta rechazar al enemigo,
para entregarme después voluntariamente?
¿Cabe esto en otras cabezas que las que están alucinadas por una frenética pasión: por
una ambición de mando que los atormenta y
los ciega hasta este extremo? Que prosiga la
lectura, que ella acaba de aclarar más lo que
por ahora podía yo decir. (Prosigue la lectura del parte oficial hasta \stas palabras: «Y
después de estar bien cerciorado que el general no podía ya venir por tener al enemigo
encima, comencé a retirarme».)
Que se suspenda por otros momentos la'lectura. Aquí dice Cabal: que hasta que no estuvo bien cerciorado de que yo no podía ya ir,
por tener al enemigo encima, no comenzó a
retirarse; esto es, que hasta que vio imposible mi retirada, no se vino con la tropa que
lo acompañaba. ¿Lo queréis más claro, señores? ¿ Es esto entregarse voluntariamente al
enemigo~ o ser entregado por los que me
abandonan? ¿ Y cuándo es que me entrego?
Después que él y todos se vinieron, después
que me dejaron solo, después que no me
quedó ninguna salida. después que aguardé
tres días con sus noches la vuelta de las tropas, después que no veía más puertas abiertas que las de la eternidad y las de Pasto,
fue cuando determiné ir a tratar con el presidente de Quito sobre una suspensión de ar-
ANTONIO NARI~O
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SU DEFENSA
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mas, porque temí lo que pudiera suceder, y
lo que hubiera sucedido infaliblemente,
si no
voy a Pastq y entretengo con mis propuestas
la persecución de nuestras tropas amedrentadas.{ Yo conocía que debía morir en Pasto,
pero podí~ morir sirviendo, y esta consideración fue la· que me hizo exponerme a morir
sobre un patíbulo con utilidad, más bien que
a la sombra de unos árboles inútilmente.
¿Es esto ser criminal o haber cumplido hasta el último instante con mi deber? ¿Y cómo
es que el enemigo me había envuelto? Al lado de la artillería
que encontré
clavada,
aguardando
la tropa
que había
mandado
llamar, y con sólo un puñado de hombres haciendo fuego. El general, dice poco antes el
parte, <que siempre conservaba aquella presencia de espíritu que caracteriza a las almas
grandes, no se desconcierta por esto. Trata de
sostener el honor de las armas que tantas veces habían triunfado,
y se decide a hacer
frente". ¿Y cómo es que mis acusadores, que
los señores del congreso que votaron ese juicio no habían visto este parte que anda impreSG.,en las Gacetas
de Cundinamarca
del
año de 14? Y si lo habían leído, ¿cómo pudo
más la simple acusación sin documento
ni
prueba de unos hombres que desde los primeros pasos del congreso se habían declarado
abiertamente
mis enemigos? Pero vosotros, señores, y el ilustre pueblo que nos escuchar
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
acabáis de oi r la pin tura del suceso escandaloso de Pasto, y juzgaréis por lo que dice un
testigo tan irrecusable, y a la vista de los
mismos oficiales y soldados de quienes habla.
¿Si en el sitio sobre que se me hace este inicuo cargo, merecería un monumento de execración o un monumento de gloria? ¿ Si el no
haberme desconcertado,
si el haber conservado presencia de espíritu, si el haber tratado
de sostener con un puñado de hombres el honor de las armas que tantas veces habían
triunfado,
hasta el punto de ser cortado por
los enemigos
y abandonado
por los míos,
merece el título
de criminal
con que se
me ha honrado en el acta, o el de un ciudadano que todo lo ha expuesto por amor de
su patria : Vosotras,
señores, váis a decirlo
para satisfacción
de Diego Gómez o para su
eterna ignominia. "".
Pero su hijo, se ha dicho, que estaba a su
lado, ¿cómo pudo escapar y no pudo escapar
el padre? Es verdad, señores, que estaba a
mi lado, que jamás me desamparó, que era el
único edecán que me había quedado; y ésta
es otra de las pruebas incontestables
de mi
resistencia al enemigo hasta el último instante, y en que ni el amor de este hijo querido
pudo hacerme vacilar un momento de lo que
debía a mí mismo y a la p8tria. Que se lea
la postdata del mismo parte de Cabal. «El se
mantuvo
siempre al lado del general, dice el
ANTONIO NARIÑO
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SU DEFENSA
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parte, y si no ha corrido la misma suerte que
él, como buen oficial y buen hijo, se
debe a una corta separación que hizo' con
el objeto de comunicarme una orden, en
cuyo intermedio fue cuando se apoderó el
enemigo de nuestro campo, y que yo lo obligué (dice Cabal) a que se salvase con la tropa que había reunido:.. Con lo que queda
respuesta la objeción de la venida de mi hijo, sin necesidad de más documentos rJ.i reflexiones.
Hasta aquí habéis oído, señores, el parte
que el mayor general Cabal dio al Colegio
Electoral de Popayán. Este parte es dado por
uno de los oficiales más impávidos y valientes que llevaba conmigo, por un oficial que
presenció todo 10 que dice, por un oficial de
contraria opinión a la mía, por un oficial que
nada tenía que esperar ni temer de mí, y que
hablaba delante de mil testigos oculares de lo
que dice. Este parte se imprimió y publicó desde el año de 14 y circuló por toda la república. No sé si Diego G6mez, si su compañero de acusación o sus patrones, podrán presentar un documento igual en prueba de lo
que han dicho contra mí. Pero si el mayor
general Cabal, cuya memoria debe estar siempre grabada en los cOrazones de todos los
.amantes de la libertad, de todos los buenos
ciadadanos de Colombia, y su nombre escrito
entre los primeros héroes de nuestra transfor-
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
mación, dijo cuanto vio hasta el día 11 de
mayo de 1814, en que nos separamos; él no
pudo decir: que el día que me presenté en
Pasto, llevaba una semana sin comer ni beber; que hasta el 14 lo pasé debajo de unos
matorrales aguardando la vuelta de la tropa,
a cincuenta pasos del sitio en que quedó la
artillería; que al saberse en Pasto mi llegada,
se pidió a grito entero por el pueblo mi cabeza; que se me encerró al momento, que se
me pusieron un par de grillos, que se dio orden por el presidente de Quito para que se
me pasase por las armas. El no dijo, ni
podía decir, que a mi firmeza y serenidad debí el haber escapado del furor de los pastusos
y de la orden de Montes.
Yo os presentaré, señores, documentos de
una parte de lo que él no dijo, porque fue todo posterior a su venida. i Pero no hablo hoy
a los nueve años de estos sucesos! ¡No hablo
después de estar sometido Pasto y hecho prisionero Aymerich! ¡No habrá en este ilustre
senado, en este numeroso auditorio, quién pueda deponer 10 que digo o contradecirlo! ....
Yo ruego a los miembros del senado y a todos cuantos me escuchan, que si hay alguno
que pueda agregarse en este momento a Diego Gómez y contradecir lo que llevo referido,
se levante y lo diga, pues no hay quien apoye ni contradiga: que se lea la carta del ge-
ANTONIO NARI~O
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SU' DEFENSA
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neral Aymerich al general Leiva, y la contestación de éste en el documento número 16.
Acabáis de oir, señores, en la «Gaceta Ministerial de Cundinamarc8), del jueves 23 de
junio de 1814, número 178, que escribiendo
el general enemigo don MeIchor Aymerich a
nuestro inmortal Leiva, que tenía el mando
de nuestras tropas en Popayán, le dice estas
notables palabras: «A la vista del descalabro
que ha sufrido el ejército de que es miembro
y del destino de don Antonio Nariño que
tengo eprisionero en este cuartel general>. «Si
V. S. se somete otra vez a la obediencia que
debe guardar a nuestro
gobierno nacional y
me entrega las armas que hay en esa provincia, yo seré pronto a protegerIe, etc. > El general Aymerich trata de seducir al general
Leyva, para que le entregue las armas y vuelva a la obediencia de su gobierno, y apoya
su solicitud en el descalabro del ejército y en
el destino que se me aguarda, teniéndome
prisionero en su cuartel general. ¿No parecía
más natural, más conforme con sus ideas, el
que le dijera, como Diego Gómez, Nariño se
ha entregado voluntariamente, Nariño ha abierto los ojos, ha conocido sus yerros, siendo
americano y habiendo sacrificado su vida en
servicio de esta causa; sígalo usted que es esespañol y que su vida la ha pasado en servicio de la España? Pero Aymerich, que no es
testigo recusable, dice, en términos claros, que
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BIBLIOTECA
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«me tiene prisionero». ¿Y con qué lo desmentirá Diego Gómez? ¿Cómo no se sepul ta de
verguenza al oirse desmentir por un genE;ral
enemigo? Pero el señor Diego Gómez es de
aquellos hombres a quienes no pueden salir
los colores a la cara, a quienes no se les pue~
de conocer verguenza. Sigue Aymerich y propone canje de prisioneros. ¿Cuál es la respuesta del virtuoso Leiva 1 Que la oigan esos vampiros miserables y se avergiiencen si pueden:
«añadiré, dice con fecha 28 de mayo, en cuanto al canje de prisioneros, que supuesto que
la equidad de V. S. lo indica, la primera proposición que tengo que hacer es que, si se devuelve al general Nariño, entregaré por su
rescate al coronel, teniente coronel y demás
oficiales que constan en la planilla que acompaño; añadiendo cualquiera otro u otros que
denominadamente desee V. S., de los que hasta cosa de sesenta están en mi poder;. .... ¿Cómo es, pues, que el general Leiva propone
canje, ofreciendo más de sesenta oficiales por
un traidor, un criminal que se había entregado voluntariamente
a los enemigos? Ignoraría
Leiva los moti vos de mi quedada en Pasto,
después de haber hablado ccn el ejército y
recibido comunicaciones del general enemigo?
¿ Lo ignoraba la representación nacional de
Popayán, que hace igual encargo a Leiva para mi canje? Sólo Gómez y Azuero y sus ilustres cómplices lo ignoran hasta hoy, o supo-
ANTONIO NARINO
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SU DEFENSA
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nen que lo ignoran para llevar su intriga al
cabo. Que eche el público una mirada sobre
sus enemigos, y a todos los verá en los primeros puestos de la repÚblica; que la eche
sobre los papeles públicos, desde que dejé la
vicepresidencia, y en· todos verá ese encono;.
esa intriga, ese espíritu de partido. ese empeño de deprimirme y calumniarme.
Veamos si
éste era el lenguaje del año 14, cuando me
acababa de entregar
voluntariamente al enemigo, según se expresa GÓmez. Suplico que
se lea la nota nÚmero 7 de la «Gaceta», de
23 de junio de aquel año.
Advertid, señores, que este no es el lenguaje de la adulación y la lisonja, que sólo se
emplea con los que se hallan en los puestos;
aquí se habla de un hombre reputado ya muerto, de quien nada habría que esper.ar ni qué
temer; y por lo mismo debe reputarse como el
lenguaje imparcial de la posteridad. Después
de un elogio de mi conducta anterior, se leen
estas palabras:' «¿Quién verá con impavidez ..
en poder de los tiranos, sin experimentar la
más extraordinaria
sensación, sin exaltarse,
sin hacer los mayores esfuerzos y sacrificios,
por rescatado y vengar su sangre inocente~,
¡mi sangre inocente, Diego Gómez, esta sangre que manc¡ló los campos de Pasto, estos
campos en donde me llamáis criminal con
vuestra inmunda boca. «Ingratitud sería ésta,
continúa, digna del oprobio de las naciones
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
civilizadas». Sólo digna, digo yo, de Diego
Gómez y de los que 10 han acompañado.
«Compatriotas, sigue, no manchemos nuestra
reputación con una nota tan fea: corramos a
las armas, desprendámonos de todos nuestros
haberes y volemos a Pasto a expiar con la
sangre de Aymerich y de sus compañeros,
cualquier agravio que se le haya hecho al ilustre Nariño», ¿Qué nombre daremos, pues, a
la acusación de Diego Gómez, sostenida por
Azuero, cuando el no correr a las armas, el
no desprenderse de sus haberes, el no volar a
Pasto para vengar mi sangre inocente, se miraba como una ingratitud digna de oprobio
de las naciones civilizadas, como una mancha
hecha a la reputación de nuestros compatriotas? ¿Cuál será la infamia, el oprobio, que
debe caer sobre los que ahora me acusan por
este mismo suceso? ¿Los colocaremos entre los
defensores de la virtud y el mérito, o entre
los impostores, entre los inicuos calumniadores, que por saciar sus bajas pasiones han intentado esta monstruosa acusación?
Pero quizá el lenguaje de las Gacetas no será para mis acusadores una prueba del concepto general que merecía en toda la república el año de 14 cuando me hallaba orisionero en Pasto. Veamos si lo será el lenguaje
reunido de estas Gacetas con el del mayor general Cabal, con el del general Leiva, con el
de los generales enemigos, con el del Colegio
ANTONIO NARI:~O -
SU DEFENSA
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Electoral de Popayán. con el del gobierno de
Cundinamarca,
con el del soberano congreso
de Tunja y con el del general Bolívar desde
Caracas. Ya habéis oído, señores, una parte
de boca de Cabal, y en los oficios de Montes
y Aymerich con la contestación de Leiva;
que os lean ahora los documentos números
15, 17, 18, 19 Y 20, en los lugares que están
señalados, para no molestar vuestra atención
con lo que no es del caso ..
Entre lo que acabáis de oir, señores, es de
observarse como más notable: que en la comunicación del secretario de gobierno con el
enviado al congreso, se dice: «En la tarde del
día de ayer se recibió por la posta un oficio
del excelentísimo señor presidente propietario
de este estado, don Antonio Nariño, incluyendo apertorio un pliego para el soberano congreso, en que propone se nombre, de acuerdo
con esta provincia, un diputado, que en unión
del que elija el presidente de Quito, ajuste
un armisticio cual convenga a las dos partes
contratantes».
i.Y qué dice el cor.greso en su
acuerdo después de vistos mis pliegos? ... i. Dice que no puede entrar en contestaciones con
un traidor que se ha entregado voluntariamente al enemigo? No, señores, lo que dice es:
«Que habiendo tomado en consideración, en
conferencia con el enviado de Cundinamarca,
los oficios del general Nariño, prisionero en
Pasto, etc.» se me conteste de modo que el
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
gobierno de Cundinamarca, me reconocía por
su presidente <propietario» en 2 de agosto, y
el congreso oye mis propuestas y manda se
me conteste como a un general prisionero en
Pasto. Ellas no tuvieron efecto, no por ser
propuestas por un traidor, sino por la necedad
de la contestaci6n al presidente de Quito, en
que se le habla con impersonalidad, negándole
el tratami~nto correspondiente a su grado, como si el ser enemigo se lo quitase, y el haber
exigido unas formalidades que no eran del
caso, ni estábamos en estado de exigir. Esta
contestación impolítica, por no decir otra cosa, fue la que frustró el armisticio propuesto:
armisticio que nQS hubiera puesto en estado
de rehacemos, de concertar nuestras opiniones
de unificar los ánimos, de pertrecharnos, y
quizá de haber demorado la invasión de las
tropas expedicionarias e impedido sus efectos.
¿y qué dirían mis mordaces enemigos si yo
les pudiera presentar el oficio. de Montes en
que me proponía el statu quo de La Plata si
le ofrecía entregar a Popayán, y mi respuesta
negándome? Figuráos, señores, por unos· momentos, que me véis encerrado en una pequeñísima pieza, tendido sobre una mala cama,
cubierto con una ruana, con un par de grillos en mis piernas ulceradas, sin un amigo,
sin un libro para distraerme y esperando de
hora en hora correr la suerte de Caycedo y
Macaulay, y que en este estado recibo el ofi-
ANTONIO NARI~O
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SU DEFENSA
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cio del presidente de Quito en que me hace
la propuesta. ¿Qué habrían contestado Gómez
y Azuero al oir que no sólo se les ofrecía sacarlos de aquel estado angustioso, sino que se
les ofrecía restituírlos a sus antiguos honores
y empleos? Pero no les hagamos el honor ni
aun de dudar lo que habrían hecho, ni aun
de traerlos a comparación en semejante momento. ¿ Qué habrían hecho, qué habrían contestado otros de mis enemigos que ocupan
hoy puestos más señalados? ¿Hubieran contestado lo mismo? ... Yo lo dudo. Mas ya que
no puedo presentaras estos oficios, que quizás después parecerán, os presentaré, a lo menos, lo que en la misma situación escribí al
congreso y al gobierno de Cundinamarca: en
ellos veréis que a presencia del mismo Aymerich, doy igual tratamiento al presidente de
Quito, que al presidente del congreso y al de
esta provincia; en ellos veréis el lenguaje no
de un hombre abatido, que vende los intereses de la patria al temor o a sus miras personales, sino el lenguaje de un jefe que en medio de los enemigos y de los sufrimientos y
peligros que lo rodean, quiere conservar la
dignidad de la república, y hace que estos
mismos enemigos la respeten. Que se lean los
dos oficios insertos en el documento número
16. y bien, señores, ¿es este el lenguaje de un
«adocenado charlatán:t, de un traidor, de un
hombre vendido a los enemigos? Que se me
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BIBLIOTECA ALDEANA
DE COLOMBIA
presente en toda la república, en los trece
años que llevamos de contiendas con la España por nuestra independencia, otro ejemplar,
otro documento como el que acabáis de oir.
Pelópidas entre los Tebanos se vio en igual
situación a la mía; pero si aquel libertador de
su patria sufrió como yo, y mantuvo todo su
carácter en medio de las prisiones, él no tuvo
la desgracia de verse acusado por sus compatriotas por haber pasado personalmente a tratar con el enemigo; aunque hubo la notable
diferencia de que aquel hombre extraordinario no se vio, como yo me vi, forzado por la
necesidad. El volvió como yo ...a verse en libertad, y murió peleando contra el mismo que
lo había aprisionado; como yo hubiera muerto peleando contra las tropas de Aymerich si
se me hubiera permitido cuando lo solicité.
Parece, señores, que no hay necesidad de
abundar de pruebas para desmentir una calumnia que a cuantas partes volvamos los ojos
en toda la república, la hallamos desmentida.
Pero no será fuera de propósito el que os recuerde estas palabras de la carta del presidente de Quito, don Toribio Montes, escrita a
mi mismo hijo, inserta en la <Gaceta:t número 167 y la nota que las acompaña: «Su señor padre de usted continúa en Pasto, y como me ha representado hallarse enfermo de
las piernas, le he contestado y prevenido a
aquel general se le quiten las prisiones.» Ved
ANTONIO NARffiO
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aquí, dice la nota, confesado por boca del
mismo Montes, el tratamiento que el ilustre
Nariño ha recibido de él y de Aymerich:
«opresión, encierro, calabozos, grillos y cadenas~. íY luego se burlan mis enemigos de
mis padecimientos! j Y se burlan de mis enfermedades! íY se burlan de que hoy mismo estén mis piernas padeciendo, con las cicatrices
de aquellos grillos, de aquellas cadenas que
me oprimían en Pasto, no seguramente por
traidor y criminal, sino por amigo de la libertad y la justicia!
A la vista, señores, de cuanto he expuesto
hasta aquí, de cuanto habéis oído, ¿creéis que
esta acusación se ha intentado por la salud
de la república, o por un ardiente celo, por
un amor a las leyes? No, señores, hoy me
conducen al senado las mismas causas que me
condujeron a Pastc: la perfidia, la intriga, la
malevolencia, el interés personal de unos hombres que por despreciables que sean, han hecho los mismos daños que el eSc!:1BLQajo
de la
fábula. En Pasto, al concluir ra--campaña,porque ya era el último punto enemigo para llegar a Quito, se me hace una traición, se me
desampara, se corta el hilo a la victoria, y
por sacrificarme se sacrifica la patria. ¡iíQué
de males van a seguirse!!! ¡¡iCuántas lágrimas, cuánta sangre va a derramarse!!! ¡¡¡Quécalamidades va a traer a toda la república este
paso imprudente, necio, inconsiderado/!! No
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BIBLIOTECA ALDEANA
DE COLOMBIA
hablo, señores, ante un pueblo desconocido;
hablo en medio de la república, en el centro
de la capital, a la vista de estas mismas per-<
sonas que han sufrido, que están sufriendo
aun los males que ocasionó aquel día para
siempre funesto. Yo me dirijo a vosotros y al
público que me escucha. ¿Sin la traición de
Pasto hubiera triunfado Morilla? ¿Se habrían
visto las atrocidades que por tres años continuos afligieron este desgraciado suelo? ¿Hubieran Sámano y Morilla revolcádose en la sangre
de nuestros ilustres conciudadanos? No, señores,
no; siempre triunfante habría llegado a Quito,
reforzado el ejército, vuelto a la capital, y sosegado el alucinamiento cie mis enemigos con
el testimonio de sus propios ojos; hubiéramos
sido fuertes e invencibles. Santa Marta, antes
que llegase Morilla, habría sido sometida a la
rázón, y sin <:;ste punto de apoyo, Morillo,
no habría tomado a Cartagena y esta capital habría escapado de su guadaña destructora. Y después que se sacrificó mi persona,
los intereses de la patria y se inmolaron tantas inocentes víctimas por viles y ridículas
pasiones, ¿se me acusa de haber sido sacrificado quizá por algunos de los mismos que
concurrieron a aquel sacrificio? Sí, yo veo entre nosotros no sólo vivos sino empleados y
acomodados, a muchos de los qÚe cooperaron
a aquella catástrofe; y Gómez y Azuero, que
en aquel tiempo ni aun sus nombres se cono-
ANTONIO NARIÑO
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SU DEFENSA
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dan, no son ahora sino los instrumentos
de
que se valen, para traemos quizá nuevas calamidades. Hoy se quieren renovar
por otro
estilo las escenas de Pasto: hoy por sacrificarme se volverá a sacrificar la patria, pues existen los mismos gérmenes, muchas de las mismas personas,
los mismos odios, la misma
emulación, el mismo espíritu de personalidades, la misma necedad y ceguera que entonces nos perdió. Pero no ¡Dios supremo a cuya vista no se puede ocultar el corazón del
hombre, levantad vuestro brazo omnipotente
y descargadio sobre mi cabeza, ~ntes que yo
vuelva a servir de pretexto a los enemigos de
la "patria para sus unicuas maquinaciones! ¡Perezca yo en este insta!1te, perezca mil veces,
si he de servir de pábulo para que se vuelva
a ver afligida mi adorada patria!
.í- Exhibo, señores, esta esquela de desafío del
teniente coronel José Iv1arÍa Barrionuevo
en
prueba de lo que acabo de decir. Detenéos un
momento, señores, en su contenido,
en su fecha y en la persona que me la dirige. Entre
ocho y diez de la mañana del día 12 de febrero entrego la comandancia
general de armas, recibo esta esquela y veo partir a S. E.
el vicepresidente para su hacienda
de Hatogrande. Suponed, señores, que yo, menos sumiso a las leyes, con menos desprecio a preocupaciones y con menos previsión de las consecuencias de este ASESINA TO PREMEDITADO,
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
hubiera admitido el desafío, ¿cuáles habrían si~
do los resultados? Si mato a Barrionuevo, S. E.
vuelve, me manda arrestar, se me sigue la
causa y se me sentencia a muerte. Si Barrionuevo por una casualidad me mata, estando
ausente el jefe del gobierno, ¿creéis, señores,
que mi muerte. a manos de un ingrato español, se habría visto con indiferencia en la
ciudad? '¿Creéis que la vista de mi ensangrentado cadáver no habría causado ningún movimiento contra el agresor? ¿Y si Barrionueva' en un conflicto echa mano de la artillería
que tiene a su disposición, ¿qué hubiera sido
de esta ciudad?
Este Barrionuevo es el mismo que se quedó el día de la acción de «Las Cebollas~'; el
mismo que de los primeros se vino el día que me
abandonaron en Pasto, arrastrando consigo una
porción de tropa del segundo campamento; es
el mismo que me insultó el día del juicio de
los jurados; el que me ha dado mil disgustos
durante mi comandancia de armas; sí, el mismo que dio de bofetadas al anciano Urizarri
en medio de la calle a las once del día; el
que ofreció de palos al mayardomo de propios de la ciudad, y el que hace su fortuna
apaleando a nuestros obreros, como lo hacía
cuando grababa el escudo de armas de su paisano Sámano. ¡Y las leyes se violan, y la seguridad del ciudadano se atropella, y se ultraja a los superiores! ¡Y Barrionuevo se pasea.
ANTONIO NARI:~·O -
SU DEFENSA
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y Barrionuevo campea en la ciudad con descansoj j Y Barrionuevo se ríe y hace alarde de
la protección del gobierno! Juntad, señores, yo
os lo suplico, los procedimientos de este solo
hombre con la presente acusación de que me
estoy defendiendo, y el lenguaje de ciertos papeles públicos de algún tiempo a este parte;
y juzgad si tengo razón para decir que se
quieren renovar los días funestos de Pasto,
y que por sacrificarme a mí se volverá a sacrificar la patria.
Permitidme ahora, señores, que en medio
de este santuario de las leyes, lea sólo las precisas palabras de la que Barrionuevo ha infringido y que está en vigor entre nosotros, para que sirva de prueba de lo que se me esperaba si hubiera admitido su desafío, y de
las penas en que él ha incurrido.
«PRAGMATICA SOBRE DUELOS Y DESAFIOS-Por si hubiere quien se desviare de
mis justas y paternales intenciones, dice la
ley, declaro primeramente por esta inalterable ley real y pragmática, que el DESAFIO O
DUELO debe tenerse y estimarse en todos
mis reinos, por DELITO INFAME; y, en su
consecuencia de esto, mando que todos los
que desafiaren, los que admitieren el desafío,
los que intervinieren en ellos por terceros o
padrinos, los que Ilevaren carteles o papeles
con noticia de su contenido, o recados de pa..
labra para el mismo fin, PIERDAN IRRE-
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
MISIBLEMENTE por el mismo hecho, todos LOS OFICIOS, RENTAS Y HONORES
que tuvieren, y SEAN INHABILES PARA
TENERLOS TODA SU VIDA .... v si el desafío o duelo LLEGARE A TENER EFECTO, saliendo los desafiados O ALGUNO DE
ELLOS al campo o puesto señalado, aunque
no haya riña, muerte, ni herida, sean' sin remisión alguna castigados CON PENA DE
MUERTE y todos sus bienes confiscados.»
A vista de esta terminante ley, ¿ estaría yo
hoy hablando en el senado cualquiera que hubiera sido el resultado del desafío? . " Pero
no nos distraigamos más del asunto principal.
Examinemos el tercer punto de acusación.
El tercer cargo que se me hace es la falta de
residencia que exige la constitución por haber estado ausente, dice Diego Gómez, «por mi
gusto y no por causa de la repÚblica>.Nada más
bello señores, nada más conforme con las Hdeas
del señor Diego Gómez que este cargo. Sí, señores, él acaba de correr el velo a esta maldita intriga; él os descubre las intenciones,
las miras, la razón y la justicia con que se
me han hecho los otros cargos. Por mi gusto
dejé de ser presidente dictador de Cundinamarca; por mi gusto dejé de ser general en
jefe de los ejércitos combinados de la repÚblica; por mi gusto perdí veinte años de sacrificios hechos a la libertad, las penalidades de
8 meses de marchas y el fruto de las victorias
ANTONIO NARINO
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SU DEFENSA
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que acababa de conseguir; por mi gusto abandoné mi patria, las comodidades de mi casa,
la compañía de mis amigos y mi numerosa
familia; por mi gusto desprecié el amor de los
pueblos que mandaba, para irme a sentar con
un par de grillos entre los feroces pastusos
que a cada hora pedían mi cabeza; por mi
gusto permanecí allí trece meses sufriendo toda suerte de privaciones y de insultos; por mi
gusto, fui transportado preso entre 200 hombres hasta Guayaquil, y de allí a Lima, y de
Lima por el Cabo de Hornos, a la real cárcel de Cádiz; por mi gusto permanecí cuatro
años en esta cárcel, encerrado en un cuarto,
desnudo y comiendo el rancho de la enfermería, sin que se me permitiese saber de mi familia. ¿No os parece, señores, que es más claro que la luz del día, que yo he estado ausente por mi gusto y no por causa de la re-.
pública? ¡Que no le dé al señor Diego Gómez
y a sus ilustres compañeros de acusación un
antojo semejante! ¡Cuánto ganaría la república con que tuvieran tan buen gusto! Pero no
es sólo este mi gusto depravado en que justifica
la acusación que se me hace; yo veo sentados
en este mismo senado, adonde se me niega
el asiento, a personas que no han tenido este tiempo, y que no óbstante no las han creído mis acusadores dignas de su censura, porque parece que la verdad es lo que más aborrecen.
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
Aquí pudiera detenerme a citar algunos ejemplos que acabasen de comprobar que este cargo, no sólo es ridículo, sino injusto; pero no
merece detenemos en él; todo el mundo sabe
que bajo el aspecto constitucional en todo el
curso de mi vida, no he estado una sola hora
ausente de mi patria. Un asunto más grave
va a llamar vuestra atención.
Cuando me presenté en Cúcuta como diputado por la provincia de Cartagena, y como
vicepresidente interino de la república, nombrado por el presidente Libertador, ya tenía
las mismas tachas que se me objetaron después para ser\ senador. Luégo que se instaló
el congreso me volvieron a nombrar vicepresidente con totalidad de votos. Yo quiero ahora suponer verdaderas y justas estas nulidades, y por consiguiente como impedimento para obtener algún empleo en la república. El
congreso, pues, ha sido nulo como instalado
por un hombre impedido que no lo pudo instalar ,y por lo mismo no tenemos constituci6n, ni senado adonde yo debiera sentarme;
sin que sirva la respuesta de que antes dE\instalarse el congreso, no había constitución que
lo prohibiese, porque para un «criminal:., como dice el acta, para un hombre que se «entrega voluntariamente al enemigo~, no se necesita constitución para no admitirlo en un
empleo de tanta importancia como el de la
vicepresidencia, y la vicepresidencia en seme-
ANTONIO NARINO
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SU DEFENSA
67
jantes momentos. No hay medio, señores. no
lo hay por más vueltas que se le quiera dar
a esta reflexión. El congreso se instaló en virtud del decreto de 1.o de mayo, que, proveí
_como autorizado por el artículo 5.o del reglamento de convocación: se instaló con mi concurrencia como diputado por la provincia de
Cartagena, y se instaló por el, poder ejecutivo
de la república que yo ejercía, y que era entonces indispensable para su instalación; conque o no hubo congreso legítimo, o es preciso
declarar como el mavor atentado la acusación
hecha contra mí, que pude darle existencia al
primer cuerpo de la república, sin que se me
pusiera ninguna objeción.
Decir que pude ser vicepresidente para instalar el congreso y que no pude ser después
ni ciudadano de Colombia, es suponer que yo
he cometido crímenes después de instalado. Yo
era el mismo cuando instalé el congreso; el
mismo día que el congreso, en vista del
nombramiento
hecho por el Libertador, me
confirmó y mandó continuar
interinamente. Era el mismo el día que salió empatada la votación para vicepresidente en propiedad, que el día que se me eligió senador.
Conque si siempre he sido el mismo: si no
puedo ser senador, tampoco vicepresidente, y
si no pude ser vicepresidente,
¿ quedará instalado el congreso? Si podía instalarse sin la
concurrencia del poder ejecutivo que yo ejer-
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
cía, ¿por qué no se instaló antes que yo llegase? ¿Por qué se iba ya disolviendo y retirándose a sus casas muchos de sus miembros?
y si el congreso fue legítimamente instalado,
¿qué responden mis acusadores'l ¿Qué responden los que apoyaron esta acusación 7
Pero ya habéis visto, señores, completamente desvanecidos los tres cargos que con poca reflexión se me han objetado para que pudiera
tener el honor de sentarme entre vosotros; ya
habéis visto comprobado con documentos incontestables que es falso que sea deudor al
estado; que es falso que deba a diezmos ni
debiera el año de 10, pues el año de 98 se
dio carta de lasta a los fiadores; que es falso
que mi fianza sólo alcanzara a ochenta mil
pesos cuando era ilimitada; que es falso que
deba a dichos fiadores; pues aunque lastaron,
también percibieron bienes que excedían la
cantidad del lasta; que es falso que me entregara voluntariamente al enemigo en Pasto,
y que, últimamente,
es falso que haya estado ausente por mi gusto y no por causa de
la república, y por consiguiente falso cuanto
contiene el acta de acusación. De esta acusación propuesta por dos hombres que, como
el incendiario del templo de Efeso, han querido hacer sonar sus nombres oscuros ya que no
lo podían hacer por sus propios méritos. Si la
acusación hubiera tenido por obj eta la salud
de la república, a pesar de ser contra mí, a
ANTONIO NARIRO
-
SU DEFENSA
69
pesar de su notoria injusticia, yo lejos de
quejarme, me hubiera defendido tranquilamente y les hubiera celebrado su celo y escrupuloso amor a la patria. Pero cuando sólo los ha movido un vil y arrastrado interés
personal, unas pasiones vergonzosas y contrarias al sosiego y bien público, la indignación
del corazón más tranquilo no puede dejar
de manifestarse. Y si no, que nos digan estos
nuevos Eróstratos, ¿por qué habiendo en la
república, en el seno del gobierno, en la cámara, en este mismo senado otros hombres a
quienes quizá con justicia se les pueden hacer objeciones y cargos, sólo han desenrollado su celo contra mí? ¿ Sólo para mí se han
hecho las leyes? ¿Sólo para el empleo de senador tienen fuerza estas objeciones? La vicepresidencia de la república a quien deben
Gómez y Azuero los empleos que indignamente ocupan hoy, ¿no habría merecido iguales
objeciones? Pero entonces no hubieran figurado en el congreso que con la vicepresidencia
instalé; entonces no habrían sido ministros de
la corte de justicia; entonces no habrían tapado sus trampas y rapiñas; entonces-y ésta
es una de las pruebas demostrativas del interés personal por que han intentado esta acusación :-«como vicepresidente les fui útil y
callaron, como senador les puedo perjudicar
y entonces hablan».
y a la vista de semejante escandalosa acu-
I
70
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
sación comenzada por el primer congreso general y al abrirse la primera legislatura, ¿qué
deberemos presagiar de nuestra república?
¿Qué podremos esperar para lo sucesivo si
mis acusadores triun fan o qué, sí se quedan
impunes? Por una de esas singularidades que
no están en la previsión humana, este juicio,
que a la primera vista parece de poca importancia, va a ser la piedra angular del edificio
de vuestra reputación. Hoy, señores; hoy va
a ver cada ciudadano lo que debe esperar para
la seguridad de su honor, de sus bienes, de
su persona; hoy va a ver toda la república
lo que debe esperar de vosotros para su gloria. En vano, señores, dictaréis decretos y
promulgaréis leyes llenas de sabiduría; en vano os habréis reunido en este templo augusto
de la ley, si el público sigue viendo a Gómez
y Azuero sentados en los primeros tribunales
de justicia, y a Barrionuevo insultando impunemente por las calles a los superiores. al pacífico ciudadano, al honrado menestral. En vano serán vuestros trabajos y las justas esperanzas "que en vuestra sabiduría tenemos fundadas. Si vemos ejemplos semejantes en las
antiguas repúblicas, si los vemos en Roma y
Atenas, los vemos en su decadencia, en medio
de la corrupcción a que su misma opulencia
los había conducido. En el nacimiento de la
república romana vemos a Bruto sacrificando
a su mismo hijo por el amor a la justicia y
ANTONIO NARIÑO
-
SU DEFENSA
71
a la libertad; y en su decadencia, a Clodio,
a Catilina, a Marco Antonio sacrificando a
Cicerón por sus intereses personales. Atenas
nació bajo las espigas de Ceres, se elevó a la.
sombra de la justicia del Areópago, murió con
Milcíades, con Sócrates y Foción. ¿Qué debe~mas esperar, pues, de nuestra república si comienza por donde las otras acabaron 1 Al principio del reino de Tiberio, dice un cékbre escritor, la complacencia, la adulación, la bajeza, la infamia, se hicieron artes necesarias a
todos los que quisieron agradar; así todos los
moti vos que hacen obrar a los hombres, los
apartaban de la virtud, que cesó de tener
partidarios desde el momento en que comenzó a ser peligrosa. Si.' vosotros, señores; al
presentaras a la faz del mundo cQmo legisladores, como iueces, como defensores de la libertad y la virtud, no dáis, un ejemplo de la
integridad de 'Bruto, del desinterés de Foción
y de la iusticia severa del tribunal de Atenas,
nuestra libertad va a morir en su nacimiento. Desde la hora en que triunfe el hombre
atrevido, desvergonzado, intrigante, adulador,
el reino de Tiberio empieza y el de la libertad acaba,
Bogotá, 14 de mayo de 1823.
F. DE P. SANT ANDER
SU DEFENSA
ANTE LA CAMARA
A los representantes del pueblo colombiano:
Honorables representantes:
Otras veces me he dirigido a vosotros desde el primer asiento de Colombia para presentaras el cuadro fiel de sus adelantamientos
y necesidades; hoy me dirijo desde una tierra
extranjera, para. trazaros rápidamente el de
mis persecuciones. Entonces el deber de magistrado me llevaba al santuario de la ley a reclamar de la sabiduría y del patriotismo de
los diputados del pueblo leyes conducentes al
bien y dicha de los colombianos; ahora el derecho de vindicar mi honor ultrajado me fuerza a presentarme delante de vosotros para reclamar a la justicia a que tiene derecho un
antiguo colombiano, que jamás abandonó las
banderas de la independencia, ni transigió con
sus enemigos en los días infelices de su patria.
Entonces, como ahora, yo tengo la esperanza
de que encontraré en los diputados de Colombia imparcialidad y justicia para oir y
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juzgar la exposición de un patriota, que tiene la gloria de contar tantos días de servicios a su país cuantos él cuenta de existencia
política. No pretendo ni aspiro a otra cosa
que a poner de manifiesto la injusticia con
que se me ha perseguido. Persuadido de que
he llenado mis obligaciones con fidelidad, sin
traficar vilmente con mis opiniones y deberes
sacrificando honores, amistades, tranquilidad y
fortuna, honrado con el testimonio de la opinión pública, y satisfecho de que en mi larga
carrera militar y política no se me puede tachar de acción ninguna infame ni traidora,
estoy resignado a morir en el retiro de la
vida privada, haciendo votos por la felicidad
de mi patria.
Lejos de mí entrar en el examen del origen y progreso de los últimos ultrajes y persecuciones que he sufrido desde que tuve que
luchar en defensa de las leyes constitucionales de la república contra el criminal proyecto de destruírlas para fundar un poder omnipotente, o cualquiera otra especie de gobierno nada análogo al espíritu del siglo y a los
sacrificios de los colombianos. Reservo a la
historia imparcial el deber de hacer este examen y el de juzgarme competentemente.
A mi objeto, basta indicado, y Iimitándome a hablar del último golpe que experimenté en 1828, después de la revolucióu de Bogotá del 25 de septiembre, habiendo servido
F. DE P. SANT ANDER
-
SU DEFENSA
77
este suceso de pretexto para consumar mi
ruina y desahogar pasiones verdaderamente
innobles, a él sólo contraeré esta exposición y
llamaré hacia él la atención y justicia de los
representantes
de mi patria. Procuraré olvidarme de los autores de mis persecuciones,
para no entrar en el dominio del resentimiento: referiré los hechos tales cuales han existido, explicaré las circunstancias, señalaré las
leyes que debieron favorecerme, combatiré los
procedimientos
ilegales e inicuos, y me apoyaré siempre en razones incontestables y en
los principios de la eterna justicia.
Toca a vosotros, honorables representantes,
pesadas imparcialmente y decidir.
Notorio es que el 25 de septiembre de 1828
estalló en Bogotá una revolución, cuyo objeto, según aseguraron los cómplices, era establecer la constitución de 1821, abolida por
un decreto del general Bolívar, expedido el
27 de agosto anterior, y preservar a la república de una dictadura militar, que se creía
tanto más insoportable, cuanto que se vio que
ella favorecía un partido a expensas del que
había sido constantemente sostenedor de las
leves constitucionales.
"Desde que se notó que el restablecimiento
de la constitución de Cúcuta era el objeto de!
movimiento revolucionario, y que en él habían
tomado parte algunas personas de mi amistad, creyó e! gobierno yo era el agente o di-
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rector del plan, y se propuso hacer recaer sobre mí su venganza. Se procedió por tanto a
arrestarme, se me mantuvo un mes estrechamente privado dp- comunicación, sin hacerme
cargo alguno, y al fin se tomó una confesión
tan rídicula y extravagante, que los anales
criminales no presentan otro ejemplar. Me refiero al proceso formado contra mí. Allí están consignados los cargos que me hizo el
abogado Pareja: ellas manifiestan el punto hasta donde pueden llevarse el encono y el espíritu de partido donde no hay ninguna garantía para el honor y la vida del hombre.
Lo que se soñó alguno de los conjurados, lo
que otro habló con personas extrañas, lo que
pensaba un tercero, sirvió para reconvenirme
de haber dirigido la conjuración.
Mis más simples relaciones domésticas, mis
más indiferentes conexiones sociales, mis pasos ordinarios o inocentes, hasta mi fidelidad
a la constitución quisieron convertirla en acciones criminales dirigidas a matar al Libertador la noche del 25 de septiembre, y proclamar nuevamente el imperio de la ley. No
era el entendimiento el que juzgaba en mi
proceso para descubrir la verdad; era el corazón prevenido de hallar delito a cualquiera
costa. Ni se trataba tampoco de aclarar un
hecho. o de averiguar un crimen, sino de
arrancarme la confesión del delito para no
tener el trabajo de violar fórmulas, ni de co-
F. DE P. SANTANDER
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SU DEFENSA
79
honestar mi asesinato judicial. ¡Espantosa época para un pueblo aquella en donde no hay
leyes, ni garantías y donde la voluntad del
magistrado ofendido es la ley suprema! ¡Con
muy justa razón había dicho el general Bolívar delante del Congreso de Cúcuta «que la
espada de un soldado no era la balanza de
Astrea de que necesitaba Colombia~.
Esto mismo que aseguro hoyadas
mil leguas distante del teatro de tamaña iniquidad, cuando una parte de Colombia juzga que
la conjuración del 25 de septiembre fue un
acto de heroico patriotismo, y cuando el alzamiento glorioso del pueblo francés ha sancionado el derecho de resistencia a mano armada contra el despotismo y el perjurio, le dije
al Libertador presidente desde Bocachica en
una representación que le dirigí el 13 de diciembre de 1828 en la cual me propuse refutar la sentencia pronunciada por el comandante general de Bogotá el día 7 de noviembre
del mismo año. Creí entonces que el Libertador prestara atención a la exposición fundada
de un colombiano, que no sólo había sido por
la voluntad nacional el segundo magistrado de la
república, que la había gobernado durante siete
años, y que contaba dieciocho de no interrumpidos servicios a su país, sino que tenía derecho por ser hombre a ser escuchado en un negocio atañadero a su honor, su vida y su for-
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tuna, el honor y la gloria de Colombia, y del
mismo presidente.
Pero parece que mi voz fue despreciada, y
que los clamores de la justicia y de la equidad no penetraron en el alma de quien se había mostrado más sensible a las súplicas y
clamores de los acérrimos y encarnizados enemigos de la independencia Sea lo que fuere,
yo voy a emprender nuevamente el examen
de aquella célebre sentencia para refutada
con los mismos hechos que resultaron del proceso, y comprobar a la faz del mundo, que
ella ha sido injusta, violenta e inicua, y que
por consiguiente los efectos que me ha hecho
sufrir son inicuos, violentos e injustos. Si logro esta comprobación, habré logrado el objeto de este memorial, y podré también
decir
con orgullo «que yo he perdido todo por la
libertad, menos el honor».
Supuesto que se me creía agente principal o
cómplice de la conjuración, debió habérseme
franqueado todos los medios legítimos de defenderme. Se interesaban en ello el honor del
gobierno y el del general Bolívar, y si se quiere también la eterna justicia. Blanco de los ultrajes y calumnias del partido contrario a la
constitución, desairado públicamente
por el
Libertador, calumniado, y amenazado en papeles públicos dictados por sus partidarios, y
amigos, fusilado en estatua en una quinta de
S. E. cerca de la capital, despojado violenta-
F. DE P. SANTANDER
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SU DEFENSA
81
mente de la vicepresidencia del Estado en despecho del contrato sinalagmático que existía entre la nación colombiana y yo, sin garantías
para mis comunicaciones epistolares. sin derecho de quejarme contra mis calumniadores,
yo estaba condenado a ser víctima del partido triunfante después de la precipitada conjuración. En vez de hacer reunir para juzgarme
un consejo de generales, se me juzgó por comisión especial conferida a un hombre solo,
aconsejado por un auditor sin probidad, se
omitió la confrontación de varios testigos,· en
cuyos dichos se apoyó el juez para condenarme como culpable, se me negó el imprescindible derecho de detenderme o de nombrar un
defensor, se despreciaron todas las pruebas
conducentes a patentizar mi inculpabilidad, se
tergiversaron las deposiciones de los testigos,
se alteraron los hechos y se aplicaron leyes
en desuso, y contrarias entre sí. Con un juicio semejante, donde no se respetaron las fórmulas, donde no hubo jueces ni defensa, ni
imparcialidad, ni verdad, ni nada más que
deseos de consumar mi ruina, y vengarse de
mi oposición a trastornar las instituciones, se
dispuso de mi fortuna, de mi vida y de mi
honor. Más dichosos los Torres, Camachos,
Pombos, Roviras, Barayas, Caldas, Lozanos,
Gutiérrez, Cabales, Toledos, Castillos y tántos otros ilustres mártires de la libertad, siquiera fueron oídos delante del simulacro de
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consejo de guerra, que Morilla formó para
castigados de haber procurado libertar a su
patria de la arbitraria
dominación del rey de
España, siquiera pudieron hablar y defenderse.
Para mí no hubo en Colombia bajo el gobierno del que obtuvo el título de Libertador,
sino violencias e injusticias y persecuciones.
Sentada la venganza en el trono de la justicia, revestida de un respetable manto, empuñando la espada con que castiga el crimen;
pero no la balanza en que pesa la inocencia, y empleando su augusto lenguaje, pronunció un juicio digno de ella y de las execrables ideas de iniquidad. La sentencia del 7 de
noviembre pronunciada por el comandante general de Bogotá empieza afirmando que el proceso se ha formado contra mí pcr la consPiraci6n intentada la noche del 25 de septiembre!
Por consiguiente, íos cargos por los cuales pudo legalmente condenarme debían resultar de
que yo fuera director, aconsejador. auxiliador
o ejecutor de la dicha conjuración. Cualquiera
otro hecho era extraño en ese particular. El
primer fundamento de esta famosa sentencia
es que yo había negado en mi declaraci6n indagatoria, y después en mi confesi6n, el que se
tramaba aquella conspiración. Esto en parte
es falso, y en parte ridículo, y aun ilegal. Dije en la declaración, que llaman indagatoria,
que el señorr lorentino Gonzá1ez había tenido conmigo una conversación, que me dio mo-
F. DE P. SANTANDER
-
SU DEFENSA
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tivo de temer una revolución, y lo repetí en
la confesión que me recibieron en 22 y 30 de
octubre, añadiendo además todos los antecedentes que las nuevas leyes del gobierno dictatorial habían· producido, aumentando el descontento general. Como testigo yo no podía
hablar de lo que se había proyectado y ejecutado la noche del 25 de septiembre, ya porque nada sabía, y ya porque estando presos
varios de los cómplices, era de ellos y no de
mí que se debía recabar lo que ilegalmente
quería saberse por mi propia confesión: Que
yo no sabía lo que iba a ej ecutarse la citada
noche, ni quienes 10 ejecutarían, es un caso
plenamente justificado con las deposiciones
de los que se confesaron conspiradores. Uno
solo hubo que asegurara lo contrario, y apelo en testimonio de ello a los procesos formados entonces, que espero sean consultados para juzgar de la verdad de esta exposición.
Que yo no debía declararme culpable aun
cuando hubiera pertenecido a los conjurados,
es un procedimiento que aconseja el derecho
natural y lo sanciona toda legislación fundada
en razón. A mí, como a cualquiera otro a quien
se supone culpable, debió habérseme hecho el
cargo con hechos comprobados, en vez de querer arrancárseme la confesión de la culpa en
forzarme a ello por medios legales. No puedo
prescindir de recordar que al Divino Legislador de la ley de gracia que rehusó responder
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
ante el tribunal del gobernador de J udea quiénes eran sus discípulos, es decir sus cómplices,
no se le acriminó por esta omisión, y es bien
raro que en el tribunal de Pilatos no fuera
delito rehusar descubrir la complicidad del
supuesto crimen de sedición, y que en Colombia se me juzgase delincuente porque no confesé 10 que no sabía a ciencia cierta, o que
legalmente podía callar.
El segundo fundamento
de la sentencia es
que de las declaraciones del comandante Silva,
del teniente López, y de los caPitanes Briceño
y Mendoza, resulta que cada uno de ellos tenía
convencimiento íntimo de que yo era el primer
agente de la conjuración, y que dirigía el plan
según lo habían asegurado González, Carujo y
Guerra. El convencimiento
íntimo de una o
más personas, debe ser el efecto de hechos
evidentes, que no pueden dejar la menor duda en el pnrticular, de modo que si faltan estos hechos no hay tal convencimiento. Los
testigos, pues, debieron manifestar los fundamentos que produjeron en su ánimo la persuación íntima de que yo fuera el agente de
la conjuración. y ellos debían ser hechos claros y positivos, no conjeturas débiles y vagas.
La sentencia ha debido expresar!os menudamente para hacer palpable a todo el mundo la
justicia del pronunciamiento, y omitiéndolos como los ha omitido, ha dado lugar que se sospeche de la verdad de sus aserciones. Examinemos
F. DE P. SANTANDER
-
SU DEFENSA
85
las declaraciones de los mencionados testigos
para buscar las premisas de donde el juez dedujo la consecuencia de que resultaba de sus
dichos estar íntimamente convencidos de que
yo era el principal agente.
Silva dijo terminantemente
que no sabía
que yo tuviera parte en la coníuración, pero
que lo infería porque Vargas Tejada era mi
amigo, y nos íbamos juntos a la legación de
los Estados Unidos. Este ha sido el fundamento de su inferencia, no el de un convencimiento íntimo, ni pudiera conciliarse jamás
el estar convencido íntimamente de que yo
fuera agente del plan, con el ignorar más o
menos si yo tenía parte o no en él. Bien claro es que entre una mera conjetura más o
menos fundada y un convencimiento íntimo
hay tanta distancia, como entre el de asegu-,
rar, por ejemplo, que la luna esta habitada
de seres animados y que ella gira alrededor
de la tierra.
López también declaró que no sabía que yo
tuviera parte en el negocio: pero que como
había defendido la constitución y era amigo
de las leyes, se me tenía destinado a encargarme del gobierno verificada que fuera la conjuración. Nada hay aquí de convencimiento
íntimo y ni aun de conjeturas. Si los conjurados me creían capaz de continuar defendiendo las leyes me hacían justicia, y si querían
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BIBLIOTECA
ALDEANA
DE COLOMBIA
encargarme del gobierno, yo no veo. en esto
ningún delito de mi parte.
Mendoza declaró que Carujo le había asegurado que el general Páez y yo teníamos parte en el plan, sin añadir cosa alguna respecto
de su convencimiento íntimo. Si porque se
dijo con razón o sin ella que yo conocía la
empresa, he resultado delincuente, el general
Páez también ha debido ser juzgado como yo.
La justicia es igual para todos .... , pero me
olvidaba de que en este juicio por la conjuración del 25, sólo se trataba de hacer triunfar
un partido a costa de la vida y del honor del
partido contrario.
Briceño, en fin, aunque expresamente
aseguró que no sabía positivamente que yo fuera agente de la conjuración, añadió que tenía
el convencimiento íntimo de que lo que fuera
porque siempre había yo siáo el jefe áel partido
constit¡;cional, y porque Guerra se lo había
asegurado.
lal es el fundamento en que el capitán Briceño apoyó lo que llama convencimiento íntimo y que tanta fuerza hizo en el ánimo de
mi juez para condenarme como culpable. ¡Qué
importaba un despropósito en vez de una razón, ni una necedad en lugar de un raciocinio!
Decidida mi suerte en los consejos de la venganza, cualquiera conjetura era suficiente para darse por comprobado mi delito. La declaración de Briceño ofrece a los ojos menos
F. DE P. SANTANDER
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SU DEFENSA
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perspicaces, aunque desapasionados, una manifiesta contradicción. El diio: que habiéndose propuesto en la parte que tuvieron los conjurados del 25, que se me diese noticia de lo
que se había acordado, él había sido uno de
los que se habían opuesto a ello, porque temió
que yo impidiera la ejecución del acuerdo.
Ahora bien, ¿podía temer mi oposición estando íntimamente convencido de que yo era el
agente principal del proyecto? Concurriendo
a una reunión donde veía que se proponía
instruírme de lo que se trataba, ¿no percibía
q\le ella había tenido lugar sin el consentimiento del que creía agente o director del
plan? Yo no lo comprendo, señores. Mi razón
me dicta el siguiente raciocinio: Si Briceño
estaba íntimamente convencido de que yo era
agente principal del proyecto, debió estarlo
igualmente de que la junta se haría con mi
anuencia, y no debió temer en consecuencia
que yo me opusiera a la ejecución de la empresa; luego si temió mi oposición, y que por
consiguiente se frustrara el golpe meditado,
no pudo ser sino porque no estaba convencido íntima 'TIentede que yo lo dirigía o lo aprobaba.
Quedan existentes ya solamente las aserciones de que Guerra y Carujo habían asegurado a Briceño y Mendoza que yo tenía parte
en el proyecto. Si Guerra y. Carujo en sus declaraciones lo aseguran ta~bién, no hay duda
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alguna de que los dichos de los dos primeros
testigos son concluyentes; pero si lo niegan,
entonces quedan del todo destruídos. Guerra
y Carujo declararon que yo, lejos de haber
aprobado el proyecto, había ofrecido oponerme a su ejecución; por consiguiente destruyeron lo que los antes mencionados testigos habían afirmado y me libraron del cargo de haber sido agente director, aconsejador o ejecutor de la conjuración.
Resulta, por tanto, falsa y calumniosa la
aserción del segundo fundamento de la sentencia, y es además injusta o ilegal, porque
se omitió la confrontación conmigo de los cuatro testigos Silva, López, Mendoza y Briceño. Fácil me hubiera sido hacer resaltar la
verdad en el careo, y mi inculpabilidad, si se
hubiera cumplido con esta fórmula desconocida sólo en los famosos y sangrientos tribunales de la Inquisición.
El tercer fundamento de la sentencia consiste en que el coronel Guerra sostuvo en el careo haberme hablado de la conjuraci6n, a la
cual me había opuesto. Este es un hecho tergi-
versado estudiosamente contra mí. Lo que se
supone que Guerra sostuvo en el careo fue lo
que él expuso en una declaración anterior que
reformó en dicho careo, según lo hice observar en mi prisión al abogado Pareja delante
de su secretario. Después que reparé que no
se habían extendido en la diligencia las mis-
F. DE P. SANTANDER
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SU DEFENSA
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mas palabras del 'desgraciado Guerra, éste dijo en la confrontación conmigo, que de lo que
había hablado no era de una conjuración, sino de la probabilidad que había de que se
hiciera un bochinche (esta fue su propia expresión), y que no se acordaba de que hubiera nombrado a persona alguna. Bien diferente de hablar de una conspiración formal a
mencionar el riesgo de un bochinche, palabra
a la cual se ha dado siempre la significación
de una cosa de poca entidad. Por otra parte,
en días de agitación, cuando a cada hora se
hacía una acta, una petición, una reunión,
un bochinche (según el lenguaje de que usábamos los amigos de la constitución) para
echar abajo las leyes constitucionales, nada
tenía de extraño, ni de criminal que Guerra
en cualquier conversación amistosa relativa al
estado de nuestra patria me dijera lo que aseguró haberme dicho. Pero esta exposición de
Guerra justifica más mi honrado proceder,
porque él ha añadido que yo manifesté repugnancia a toda especie de perturbación, que
le aconsejé se empeñase en rectificar cualquiera idea que hubiera en el particular, y que
ofrecí oponerme al trastornO del orden establecido. ¿Debía hacer más sin incurrir en la
infamia de ser un bajo delator, y cuando puede decirse que el proyecto de atacar al gobierno existente estaba sólo en embrión, y
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BIBLIOTECA ALDEANA
DE COLOMBIA
cuando esperaba que mi oposición podía influir en desbaratado 1
, El cuarto fundamento se toma de la declar~ción del comandante
Carujo, aunque alterando el sentido de lo que él ha dicho. En la
diligencia del careo, que es a la que el juez
ha debido atenerse, resulta que habiéndolo informado Florentino González, que yo era opuesto a todo proyecto d.e revolución, quiso cerciorarse de la verdad, y al efecto procuró hablar
conmigo en mi casa; que habiendo pasado a
ella, y habiéndome encontrado positivamente
opuesto a sus ideas, intentó intimidarme y
rendirme, ponderándome la obstinación de los
que habían resuelto emprender el restablecimiento de la constitución,lo cual había llegado
al punto de estar dispuestos a ir a Soacha a
matar al general Bolívar. Esta exposición en
los términos referidos, forma un sentido muy
diferente de como se expresa la sentencia. Según
ella, Carujo me ha comunicado el proyecto
de matar al presidente-dictador
como quien
lo participa a un cómplice, en vez de lo que
resulta, el que yo lo supe ~or la casualidad
de querérseme hacer variar de opinión, informándome de un hecho ya decidido y pronto
a ser fácilmente ejecutado. Y gracias me sean
dadas por esta feliz casualidad, porque júzguese como se quiera al general Bolívar, y repruébese sin misericordia su conducta política,
yo jamás convendré en que el asesinato de
F. DE P. SANTANDER
-
SU DEFENSA
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un hombre sea una acción patriótica, ,ni que
la muerte del que ha servido con gloria a la
causa de la independencia fuese meritoria ni
justificable delante de la moral pública. Yo
salvé entonces al general Bolívar de ser apuña1eado en Soacha por un principio de honor
y de moralidad que me conducirá siempre a
proceder del mismo modo en cualquier caso
en que se trate de llegar a un fin santo por
medios reprobados por la moral y la razón.
- El quinto fundamento se apoya en la exposición de Florentino González, testigo de mucha importancia en el negocio de la conspiración, y cuyos dichos es menester analizar y
meditar sin pasión. González a quien siempre
traté con muy particular amistad por sus relevantes cualidades, y por su fervoroso amor
a la libertad, declaró haber estado en mi c.asa por consejo de Caruio a sondear mi opini6n
acerca de la conveniencia de trabajar en restablecer la Constitución de 1821, y que había
oído de mi boca, que la tentativa era inoportuna, perjudicial y expuesta, en cuyo concepto muy lejos de mezclarme, y tomar parte
en ella, estaba resuelto a oponerme a su ejecución, no menos que alejarme de Colombia,
decidido a no volver jamás al gobierno. Añadió Gonzá1ez, que yo le había dicho en prueba de la inoportunidad y riesgo del proyecto,
que no se debía intentar el restablecimiento
de la constitución sin conocer cuales eran las
92
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
reformas que ofrecía el Libertador,
y sin saber si ellas contentarían
o no a los pueblos;
que antes que todo era prudente sondear la
opinión pública, y contar con ella para cualquier variación del sistema,
y que el medio
de llegar a conocerla me parecía indicado en
el restablecimiento
de sociedades patrióticas
en los departamentos
y provincias.
Tal es la
exposición que González ha hecho en el careo
en el cual, habiendo rectificado sustancialmente su primera declaración, debe fundarse cual.
~
qUler cargo contra mI.
Yo deduzco de la dicha .exposición las siguientes
consecuencias:
Primera:
habiendo
aconsejado Caruio a González
que sondeara
mi opinión acerca de la conveniencia de restablecer el gobierno constitucional,
yo no tenía conocimiento del proyecto,
y por consiguiente, no era su director o agente. Segunda: habiendo calificado de inoportuno y peligroso el proyecto,
yo no he tenido complicidad en su formación. Tercera:
no habiendo
aprobado, yo era inculpable en la conjuración
estallada el 25 de septiembre
por la cual se
me estaba juzgando. Cuarta: no habiendo formado ninguna de las sociedades
que indiqué
como medios, no de conspirar, sino de indagar la verdadera opinión nacional, la conjuración del 25 no fue efecto de ellas, y por consiguient.e ni de mis consejos e influencias.
F. DE P. SANTANDER
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SU DEFENSA
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Consecuencias todas favorables a mi conducta
de inculpabilidad.
La sentencia hace gran caso de mi opinión
sobre la formación de sociedades patrióticas
para estimar la opinión pública, y la califica
de crimen y de complicidad en la conspiración. ¿ Cuál es la ley, pregunto yo al juez de
mi causa, que ha convertido en delito la acción de manifestar en una conversación confidencial, que la reunión pacífica de los ciudadanos es aparente para observar y avaluar
los sentimientos del público respecto del nuevo régimen establecido? ¿ Existe en Colombia
alguna ley, decreto o firmán. que convirtiera
en delito digno de pena capital lo que en todo gobierno liberal se estima como medio necesario para dirigir los negocios del común?
En las legislaciones que emanan del código
de la razón, no hay delito donde no hay ley anterior que lo determine. Si, pues, mi indicación
a González no está determinada anteriormente
como una acción criminal, como una conspiración, el cuarto fundamento de la sentencia cae
en tierra irremediablemente.
Repárese, además, que el dicho de González es único en el proceso; que ni Guerra ni
Carujo han hecho mención de él, y que habiéndose referido Carujo a González, el testimonio queda reducido a una sola persona.
Observación interesante para convencerse más
y más que en mi proceso no sólo han tenido
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fuerza de pruebas las más necias e infundadas conjeturas, las palabras más insignificantes, los desahogos confidenciales de la amistad, sino hasta los dichos singulares. Para decidir de la propiedad de un pedazo de tierra,
se necesita por lo menos de dos testigos que
estén acordes en los puntos esenciales de la
cuestión; para decidir de la suerte de un antiguo general, antes magistrado de la república, siempre constante y fiel patriota, defensor
de los derechos del pueblo, ha bastado el dicho de una sola persona, aunque ella no califique positivamente la culpabilidad del acusado. Pero así debía procederse; el fin era condenarme de cualquier modo. La manera de
ejecutarlo era indiferente con tal que se me
ejecutase.
Montesquieu ya lo había dicho con mucha
previsión .
...El sexto fundamento es verdaderamente peregrino. Que porque no hubiera día prefijado
para la conspiración, yo debía ser agente o
cómplice de ella, es la consecuencia más absurda que el espíritu de partido podía deducir para satisfacer sus pasiones. Mi complicidad debía resultar de que yo la hubiera promovido, aconsejado, dirigido, aprobado, auxiliado o ejecutado, tuviera o no tuviera plazo
preciso o conocido. Pero es así que ningún
testigo ha dicho que yo la promoviera,
ninguno que yo la dirigiese, ninguno que yo la
F. DE P. SANTANDER
-
SU DEFENSA
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aconsejara, y todos, por el contrario, que desaprobé el proyecto, que traté de frustrado, y
que ofrecí oponerme a su ejecución; luego mi
inculpabilidad es más clara que la luz, no obstante que no hubiera día fijo para ejecutarlo.
Todavía hay datos en el proceso que corroboran la consecuencia que acabo de asentar
"jT
que hubieran tenido slgún ,'alar en la con-
ciencia de jueces imparciales que buscan
la verdad desapasionadamente para absolver
al inocente y castigar al culpable. Apelo al
testimonio de González, consignado en las diligencias del careo. El ha dicho que me habló
sobre el número de oficiales que había de tener la legación de los Estados Unidos (que
se me había conferido) con ánimo de irse
conmigo. Primera circunstancia que debía hacerme concebir que, estimándose fundadas mis
razones contra el proyecto primitivo de conspirar, se abandonaba la empresa, .puesto que
deseaba salir del país uno de los que me parecía ser agente de ellos. El ha declarado
también que habiendo estado conmigo en un
paseo fuera de Bogotá, seis días antes de la
cunjuración del 25 de septiembre, nada me
había hablado en el particular. Segunda circunstancia, que debía ratificarme en la idea
de que el proyecto estaba abandonado. El, en
fin, ha asegurado que, preguntado por mí pocos días antes de la conjuración, si todavía
insistían en el consabido proyecto, me había
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DE COLOMBIA
respondido «que la cosa se había enfriado».
Tercera circunstancia, que debía acabar de
convencerme que ya no se pensaba en llevar
a cabo la tentati va expresada.
Estas tres aserciones me favorecen más de
lo que a primera vista parece, porque ello es
cierto, que si yo me había podido persuadir
de que el proyecto de atacar al gobierno existente se había abandonado, ya no tenía que
hacer otra cosa como ciudadano y como general, que felicitarme de haber evitado un
golpe prematuro, inútil y peligroso aun para
la misma causa de la libertad que se quería
sostener, y de haber procurado ahorrar el derramamiento de una sangre preciosa, que pudo ofrecerse a ias libertades colombianas con
más suceso. Supongamos que yo hubiera sido
capaz de delatar a mis compatriotas y hacerle este servicio a un gobierno fundado contra
mis principios y contra los sacrificios de Colombia. ¿Qué era lo que debía delatarle? ¿ Un
proyecto
apenas concebido y prontamente
abandonado? ¿ Un deseo de tener instituciones
en vez de dictadura? ¿Un ahinco de ser gobernados por leyes decretadas por los representantes del pueblo en lugar a serIo por la
voluntad de un hombre, que en cada paso
dirigido a sostener las leyes veía una grave
ofensa a su persona, y en los que se dirigían
a destruidas una acción patriótica,
meritoria
F. DE P. SANT ANDER ,-
SU DEFENSA
97
,
y laudable? J uzgadlo, honorables representantes. Oecididlo en el silencio de las pasiones.
- Los seis fundamentos en que se apoya la
sentencia que acabo de examinar, no suministran la clase de prueba que pudiera convencerme del delito de que se me supone
autor o cómplice. Ellos producen al con= __
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ve ánimo de conspirar, ni de quebrantar
las leyes que se cree haber infringido. Si
hay delito donde no hay un ánimo deliberado de cometer una acción reprobada por
la ley, yo soy delincuente en la conjuración
del 25 de septiembre; pero entonces es menester borrar del diccionario de la razón la calificación de una acción criminal.. Si se puede
condenar por conjeturas débiles, aisladas e inconexas en despecho de datos positivos y claros, yo he sufrido justamente la condenación
. que pronunció la sentencia del 7 de noviembre de 1828; pero entonces es forzoso despedazar los códigos fundados en el derecho natural. Pretender que hay prueba suficiente
de un hecho, cuando en vez de reunirse todos los motivos que persuadan de su existencia, hay varios que lo ponen en duda, es querer invertir el orden de las cosas y cambiar
los principios de la jurisprudencia criminal.
Cuando la claridad de todos los hechos y
todas las circunstancias de un caso nos
induce a creer que ha existido la cosa de
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que se trata, entonces hay prueba completa,
y nuestro juicio se inclina a decidir en consecuencia; mas si queda alguna duda muy
fundada en el particular,
si existen circunstancias que impidan ver el hecho con evidencia y certidumbre,
nadie dirá con justicia
que hay pruebas suficientes para juzgar. Sobre estos principios está fundada
la legislación universal como que ellos solos pueden garantir la vida y el honor de los
hombres en sociedad contra la arbitrariedad
y el poder. De aquí emanan las fórmulas protectoras
delante de las cuales callan
las pasiones, triunfa ]a inocencia y sufre el
crimen su condigno castigo. Buscad ahora,
honorables representantes, en mi proceso ese
conjunto de hechos claros e incontestables
que formen la prueba de mi delito; examinad
si existieron incidentes y circunstancias,
que
dejaban e!} duda la convicción del juez. y
convenid conmigo que el procedimiento
ejecutado en Bogotá en 1828 es de lo más violento, arbitrario e injusto de que hay ejemplo en los anales de una vengativa persecución.
~ Pasemos a examinar los considerandos de la
misma sentencia, que son con como las razones fundamentales de mi condenación. Primer
considerando: que aunque me opuse a la revoluci6n, mi oposici6n fue s6lo para mientras re-
F. DE P. SANTANDER
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SU DEFENSA
99
sidiese en Colombia. ¿Qué es lo que el juez
pretende deducir contra mí de esta suposición?
¿No es bien claro, por el contrario, que si
ofrecí oponerme a la conjuración que estalló
el 25 de septiembre mientras estuviese en Colombia, no he tenido la. menor parte en ella?
Si el juez da por cierto el ofrecimiento de
oponerme a toda conjuración, la consecuencia
que yo deduzco es más justa que la que él
ha deducido. Por otra parte cuando yo he dicho en una conversación familiar que mientras
residiera en Colombia 1'Y!-e
opondría a toda revolución, he empleado una expresión sencilla
muy común, sin dar a entender por eso que
la patrocinaría después de mi salida de la república. Es tan natural fijar plazos cuando se
promete hacer o no hacer alguna cosa, que el
primero que me ocurrió fue el que va expresado. Pero veo ahora que si como pudo ser
cierto, que dijera a González, mientras yo esté
en Colombia me opondré, hubiera dicho, mientras resPire, me hubieran hecho cargo de que
aprobaba la revolución, y la patrocinaba después de muerto.
Asegura también la sentencia que ofrecí mis
servicios para una conjuración, y de esto forma un cargo contra mí. Observo en primer
lugar que no es fácil comprender cómo se ofrecen servicios para una, empresa que no se
aprueba. En segundo lugar, mi oferta fue al
lCO
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gobierno, que se estableciera en el país, en
reemplazo del que existía, y en ello estoy muy
leías de pensar que he cometido el delito de
conspirador el 25 de septiembre. Que un individuo se ofrezca a un gobierno de hecho establecido
en su país
es un deber reconocido por el derecho público de
las naciones; ofrecerle sus servicios nada tiene de criminal, aunque pudiera tener mucho
de deshonroso. Esta es la marcha del mundo
político; sin ella el orden público d:-saperecería, y la sociedad sería un infierno. ¿ No obedeció el general Bolívar a Monteverde después
de la pérdida de Venezuela en 1812? ¿No le
prestó sus servicios cooperando a la prisión del
general Miranda? ¿ No han obedecido y servido a Morilla mil patriotas, que no pudieron
prescindir de este penoso deber? Ciertamente
que sí, y a ninguno se ha estimado delicuente. Yo sólo debía serio en la conspiración del
25 de septiembre, porque hubiese dicho en
conversación con mi amigo que el gobierno republicano y constitucional que se estableciera
sobre las ruinas de la dictadura, podía estar
seguro o contar con mis servicios. Horroriza,
señores, leer las razones que el juez de mi
causa ha consignado en su sentencia del 7 de
noviembre como fundamentos legales para pronunciar las penas más terribles contra mí.
Cuando se lea esto a la sombra del árbol de
F. DE P. SANTANDER' -
SU DEFENSA
161
la libertad y bajo la egida de leyes protectoras, costará trabajo creer que en Colombia se
ha podido proceder de un modo tan esomdalosa, cual procedió la Audiencia de Santafé en
1810 con las ilustres víctimas de la libertad
Rasilla y Cadena, justificando con este procedimiento la gloriosa revolución del 20 de julio que nos
encaminó
a la indepenc1enciR
de
España.
,
No puedo pasar en silencio la irregularidad
de quererme hacer cómplice de un acto ejecutado contra mi opinión, porque yo opinara
que pudiera llegar el caso de derribar con
justicia en lo sucesivo el régimen dictatorial. Si
se trataba de averiguar cuáles eran mis opiniones respecto de ]a subsistencia de tal gobierno, y cuáles mis pensamientos para castigarlos como crímenes positivos, como acciones
dirigidas a conspirar, se conven<?ráen que el
juez ha acertado a asentar sus principios y
deducir las consecuencias contra mí, pero si,
de ]0 que se trataba era de indagar si había
tenido o no parte en ]a conjuración del 25 de
septiembre para castigar mi cooperación positiva, no sé entonces qué conexlón tuviera lo
que yo pensaba para lo futuro con lo que sucedió en aquella noche sin mi conocimiento.
Es bien claro, que cuando yo manifestaba a
González que era necesario conocer]a verdadera opinión pública respecto del sistema es-
t 02
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tab1ecido, no tenía ánimo de que se marchase
contra ella, sino al contrario de que se obrase según sus deseos. Si la opinión pública aprobaba la existencia de un gobierno ilimitado,
que ultrajaba
los principios constitucionales,
y disponía a su arbitrio de Colombia, visto es
que debía sobreseerse en el proyecto de destruírIo; pero si la opinión pública reclamaba
una revolución contra tan monstruosa autoridad, entonces debía emprenderse, seguro de
que se ocupaban de una acción patriótica en
que el interés nacional estaba comprometido,
y que el bien de Colombia reclamaba imperiosamente. Medítese sobre la diferencia de
situaciones, y véase que 10 que en el primer
caso era una conspiración que yo desaprobaba. en el segundo era un derecho imprcscriptible sancionado por las leyes reguladoras del
orden social y puesto en práctica por los Pelópidas. Trasíbulos, Junios, Decios, Brutos,
Tells, Oranges, Washingtons y Lafayettes.
_ El segundo considerando declara que no he
cumplido con mis deberes impidiendo la consPiración, y asesinato premeditado contra el jefe
su.premo de la nación, y que he sido reo de alta traición por no haber denunciado la revolución. Ciertamente que yo no impedí la conjuración del 25 de septiembre; pero ¿pude impedirla? Si pude, y no lo hice, habrá delito;
si no pude, no tengo cargo alguno. Yo tra-
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103
té de impedir cualquiera especie de conjuraciones: este es un hecho confesado en la misma sentencia en los párrafos 3, 4 Y 5, de los
cargos tomados del proceso. No sabía que se
iba a efectuar el 25, ni ningún otro día determinado: otro hecho reconocido en la misma sentencia. Tenía antecedentes para creer
que el proyecte se hab!a abanc1nnRnn: tercer
hecho plenamente averiguando en el careo de
González conmigo el 1.o de noviembre. Luego
no estuvo en mi mano el impedir el acontecimiento del 25 como había impedido el de
Soacha; luego es falso que haya faltado a mis
deberes, si es que es un deber del ciudadano
de una república impedir la destrucción de un
orden de cosas absurdo, .introducido por medios ilegítimos y destructor de los derechos y
garantías de los asociados.
Reo de alta traición he sido según el comandante general de Bogotá y su ilustrado
auditor, porque no denuncié la revolución. Si
hubiera sido porque la había emprendido, aconsejado, auxiliado lO ejecutado, sería más disimulable: pero porque no he denunciado 'un
proyecto que yo no sabía si estaba maduro,
un proyecto que tuve razones para creer abandonado, e s lo más estupendo que puede oírse
bajo un gobierno que se dice republicano. Y
vuelvo a preguntar a mi juez, a su auditor,
al consejo de gobierno, a todos los que ten-
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
gan alguna noción de legislación colombiana,
¿cuál es la ley, el decreto, u orden que declara delito de alta traición el no denunciar un
proyecto dirigido a restablecer
las leyes abo~
lidas, las garantías
destruídas, el orden constitucional y la libertad por la cual los colombianos han hecho tan costases sacrificios? ¿Si
es lo mismo conspirar contra el rey de España a cuya persona llaman las leyes sagrada,
inviolable, infalible, vicario de Dios en la tierra, etc., que contra el jefe de un estado re·
publicano que ha tomado y ejerce una autotoridad desconocida en nuestras leyes fundamentales. y la cual está en oposición con el
fin a que los colombianos hemos consagrado
todos nuestros esfuerzos por más de veinte
años? ¿Si es idéntico faltar a los deberes para con su patria, reuniéndose a sus enemigos,
tomand0 las armas contra ella, o destruyendo sus instituciones,
que tratar de restabiecer
un orden de cosas en el cual la nación tenía
fundadas sus esperanzas de dicha y de libertad? Reos de alta traición fueron declarados
los que en 1810 dieron impulso a la transfor
mación política de la Nueva Granada y Venezuela, y reos de alta traición los que se
opusieron a ella. Reos de alta traición los que
destruyen las instituciones establecidas
por la
voluntad
general, y también
los que tratan
de restablecerlas
después de que por medios
F. DE P. SANTANDER
-
SU DEFENSA"
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ilegítimos y violentos se han abolido. La sana
razón condena con mucha justicia este contradictorio lenguaje. Si es verdad, que la
traición es lo contrario de la lealtad, yo puedo
decir delante del mundo entero, que no he sido traidor. Lealtad, dice un célebre escritor
inglés, es una adhesión firme y fiel a las leU""
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uno es miembro. ¿Y se me puede negar, que
yo siempre he vivido adherido firme y fielmente a las leyes y a la constitución de mi
país? ¿Que por esta adhesión he sido ultrajado, perseguido y despojado de la vicepresidencia de la república?
Aparte de esto, yo no sé verdaderamente qué
es a lo que he hecho traición, aun suponiendo que hubiera tomado parte en la conjuración. Yo no ayudé a crear la dictadura; yo
no le presté obediencia voluntaria, ni fidelidad;
yo no estimé legal el nuevo régimen, o, como
lo han llamado, la regeneración de la patria;
yo no prometí sostenerlo ni defenderlo; en una
palabra, yo era respecto de él lo que éramos
los americanos respecto del gobierno de España, obediente pasivo por el impulso de la fuerza física. El abogado auditor quiso hacer retumbar el ruidoso dictado de reo de alta traición para llamar· toda la execración del pueblo colombiano contra mí, sin cuidarse de averiguar si había ley, razón o motivo para co-
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honestarlo. Así, pues, por un epíteto tan gastado en la historia de las usurpaciones, yo llevo el título con que honraran los Tarquinos
a Bruto, Felipe 11 al principe de Orange, el
príncipe Mauricio a Bamelveld, Carlos 11 a
Sidney, y Fernando VII a los Torres, Camacho, Ustaris, Roscios, Ascásubis, Quirogas, Morales, y al mismo general Bolívar .
.....
En el tercer considerando se me da el carácter de aconsejador y auxiliador de una revolución (aunque ya no de la del 25 de septiembre, de que en otra parte me supone agente) por medio del establecimiento de sociedades republicanas. A este cargo he respondido
suficientemente en el cuerpo de este memorial desenvolviendo el objeto de tales asociaciones, y la legalidad del consejo. Nótese bien
que González, único testigo de las sociedades,
al declarar el objeto de ellas, usa terminantemente de la voz observar la opinión pública,
y no de otra alguna. Ahora bien: observar ni
es, ni ha sido nunca sinónimo de conspirar,
conjurarse o seducir, de donde se deduce,
que ni yo he pretentido hacer una revolución por medio de sociedades republicanas,
ni he cometido delito en indicar que era
el modo de conocer la verdadera opinión general nacional en circunstancias de que, suprimida la libertad de imprenta y privados de
medios de publicación y aun de comunicarse
f. DE P. SANTANDER
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con seguridad por los correos, no quedaba otro
recurso razonable para no dejar sacrificar impunentemente nuestras libertades.
Cansado el juez de buscar motivos para
condenarme, concluye la lista de los cargos
diciendo: que de lo más que resulta de autos está comprobada mi criminalidad. Esta
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los alcaldes de parroquia bajo un gobierno donde el hombre carece de la facultad de examinar la conducta de sus magistrados; pero es
indigna de un juez republicano, que va a decidir de la vida y del honor de un antiguo
servidor de la patria, cuyo juicio debe ser
fundado en leyes, en hechos incuestionables,
y en razones evidentes. Bien seguro estoy de
que nada más resultaba de autos, puesto que
de lo muy poco de que pudiera servirse para
condenarme se tuvo gran .cuidado de formar
cargos alterando unas cosas, y faltando a la
verdad en otras.
Después del examen de los hechos, y del
resultado del proceso, me es forsozo examinar
las leyes que se aplicaron, y para ello os ruego, honorables representantes, que continuéis
prestándome vuestra atención. Nunca ella puede ser inútil para el pueblo colombiano. Quizá de este memorial depende que ninguno
otro hombre nacido en esta tierra ilustre sufra las violencias y persecuciones que yo he
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
sufrido. Quiera el cielo haber decretado que
yo sea para siempre la última víctima de la
venganza, de la arbitrariedad y de las facultades dictatoriales. La sentencia ha hecho
aplicación de tres leyes, a saber: de la ordenanza general del ejército, de un decreto del
poder ejecutivo, expedido en 1826, prohibiendo las reuniones clandestinas, y de otro decreto del mismo poder ejecutivo, llamado vulgarmente de conspiradores. Debo confesar mi
asombro de no ver aplicadas también las leyes de Partida, las de Castilla y de Indias, en .
todo lo concerniente a delitos de lesa majestad, alta traición, asonada, sedición o motín.
La ordenanza general del ejército y el famoso decreto de conspiradores están en oposición.
La primera exije un consejo de guerra de generales y una porción de fórmulas para juzgar un militar; el segundo no reconoce fórmula alguna, ni más de un juez para juzgar los
delItos de conspiración. La primera señala pena capital a los que emprendieren cualquier
sedición, conjuración, o indujeren a cometer
estos delitos, o que sabiéndolo no los denunciaren; el segundo no tiene tal pena contra los
que saben la existencia de una conjuración.
Así, pues, la ordenanza general del ejército
fue buena para condenarme a la última pena
como militar, pero no 10 fue para juzgarme
según las fórmulas que ella establece. El de-
SU DEFENSA
F. DE P. SANTANDER
109
creto de conspiradores fue aparente para juzgarme sin fórmula, pero no para aplicarme la
pena de destierro a que únicamente podía estar sujeto, no siendo yo agente ni cómplice
de la conspiración. Con estas dos leyes se hi·
zo un juego escandaloso, tomándose de ellas
solamente
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decreto de conspiradores sólo para enjuiciar
y líbertarse de emplear las fórmulas protectoras, que habrían arrancado la víctima de las
manos enemigas, pero se prescindió de él al
tratarse de la aplicación de la pena. Es increíble este procedimiento, y lo es todavía más
cuando se observe que un decreto del Libertador presidente, expedido pocos días antes
de la conspiración del 25, había declarado que
la ordenanza general del ejército sería en lo
sucesivo la única ley para juzgar los delitos
de los militares, Quedó, por tanto, abolido para los que pertenecíamos al ejército el decreto de conspiradores y no se debió, por consiguiente, traer a cuenta semejante disposición.
Quiero corroborar todavía más y más la
irregularidad escandalosa de juzgarme por tal
decreto. El fue expedido en febrero de 1828
por el poder ejecutivo en consecuencia de la
agitación política de Venezuela y extendido a
toda Colombia después del movimiento de
Cartagena en los primeros días de marzo. En
110
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aquella época existía todavía la constitución
de 1821, como que de ella tomó el poder ejecutivo las facultades extraordinarias para expedido, y cabalmente el objeto único que tuvo en mira fue el de conservar la misma constitución y las autoridades que emanaban de
ella. El decreto ha dictado penas para castigar la rebelión contra las instituciones y las
autoridades constitucionales, tratando por este
medio el gobierno de llenar el deber de mantener el orden público establecido por el código colombiano. Y es este mismo decreto el
que ha servido, después de abolida la constitución, para juzgar y castigar a los que pretendían restablecerla atacando un régimen político de que ella jamás pudo haber hecho
mención. Monstruosidad
tan disforme debe
irritar al hombre menos sensible, y mucho
más si fijando su atención en la historia de
las agitaciones de Colombia, ve todas las perturbaciones y motines que se han ejecutado
impunemente desde 1828 para destruir el código fundamental y derribar las autoridades
constitucionales, a despecho del decreto de
conspiradores y del que prohibió las reuniones
elandestinas.
Para reprimir y castigar las tumultuarias
reuniones de militares y de pueblos que destruyeron nuestras instituciones, no se hizo alto en que existía una ley que las prohibía y
F. DE P. SANTANDER
-
SÚ DEFENSA
111
las condenaba; por el contrario, atacar las autoridades constituídas y las leyes se miró como una acción de grande patriotismo. Al
comparar esta conducta en aquella época con
los juicios dictados en octubre y noviembre
de 1828, debe repetirse la observación del pirata a Alejandro: «Porque recorro los mares
con un buque soy digno de muerte: tú que
recorres el mundo con un ejército, pillándolo
y vejándolo, eres héroe».
La historia imparcial tendrá, por otra parte, el cuidado de declarar este contraste y decir por qué razón no se aplicó el decreto de
conspiradores a los que lo infringieron, reuniéndose ilegalmente para trastornar y destruir las leyes constitucionales y crear una
dictadura; y por qué se juzgó por él con tanta severidad a los que trataron de atacar un
régimen de arbitrariedad introducido por la
intriga y la violencia.
El artículo de la ordenanza del ejército pudo servir para condenarme si yo hubiera emprendido alguna sedición o rebelión o si yo
hubiera sabido positivamente que iba a ejecutarse: pero no estando justificado que dirigiera o aconsejara la conjuración del 25 de
septiembre, ni que hubiera sabido ciertamente que estaba pronta a ejecutarse, la fuerza
del artículo penal disminuye considerablemente. La pena capital prefijada en el decreto de
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
conspiradores no se señala sino a los autores
de conspiraciones, y yo no he resultado haberlo sido de la que produjo mi proceso y mi
condenación. En fin, el decreto del año de
1826, que prohibe las reuniones clandestinas,
menos puede comprenderme, porque no ha resultado que yo asistiera a ninguna de ellas,
ni que se reunieran por mi autoridad
o consejo. De todo lo cual deduzco que la aplicación de las tres referidas leyes, además de haber sido arbitraria y monstruosa, ha sido violenta e injusta. Basta leerla sin prevención
para convenir en esta triste verdad, y basta
recorrer el proceso y fiiarse en las razones que
llevo expuestas para persuadirse de que no
sólo se han supuesto cargos que no resul taran contra mí; se han tergiversado las declaraciones de los testigos, y se ha omitido ha·
cer méritos de los descargos que presenté, sino
que se echó mano de leyes diversas para proceder y condenarme, de leyes derogadas y en desuso, de leyes extemporáneas cuyo literal sentido se forzó violentamente para satisfacer los
deseos de despojarme de todo lo que la patria
me había dado por mis servicios, para después
encerrarme siete meses en una fortaleza rigurosamente tratado, y al fin expatriarme indefinidamente. ¿Puede negarse a vistade este cuadro que
la sentencia pronunciada contra mí honra los
anales criminales de los Jefferies y Sámanos?
F. DE P. SANTANDER
-
SU DEFENSA
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¿ Será temeridad asegurar que en el juicio pronunciado contra mí no han obrado sino el resentimiento, la venganza o la rivalidad? La
atrocidad del procedimiento es más grande que
el mismo delito que se supone haber yo cometido. Nunca podrá ponerse en paralelo y mucho menos disculparse una manera t::m inir.I1R
de proceder. La historia ha vituperado al salvador de Roma 'la muerte de los conjurados
de Catilina, privándolos del derecho de apelar
al pueblo, no obstante que recibiera del senado romano la facultad de castigados por vías
extraordinarias; ¿cómo no vituperar la condenación de unos ciudadanos a quienes se ha
privado en la república de Colombia de todos
los medios de defenderse?
¿ Y esta es la sentencia que los cuatro ministros del consejo de gobierno calificaron de
justa en su dictamen 7 Si Morillo los hubiera
juzgado a ellos en 1816 como mis compatriotas me juzgaron en 1828 sin permitírseme defensa, sin carear todos los testigos, sin dejar
hablar la verdad, a buen seguro que los señores del consejo de ministros no hubieran podido llegar al estado de juzgar de mi suerte
con tan poca firmeza e integridad. En los días
de Tiberio no faltó un magistrado recto que
se atreviera a hablar la verdad al tirano v
reprimiera su arbitrariedad; en los infaustos
días de la dictadura del Libertador de Colom-
114
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
bia, no hubo entre los suyos quien arriesgara
una palabra justa para detener la venganza
exterminadora.
Prescindo de discurrir sobre la monstruosa
desigualdad a que se me ha sujetado en la
sentencia con los verdaderos autores de la
conspiración. El mundo culto ha reprobado
las leyes absurdas que castigan con pena igual
delitos o faltas diferentes. Yo, que lejos de
haber contribuído a fomentar y ejecutar la
conspiración del 25 de septiembre y a clavar
el puñal en los guardianes del dictador, me
opuse al proyecto e ignoré su tiempo y la hora de su ejecución, he sido tratado de la misma manera que los que formaron el plan, le
ganaron prosélitos y lo ejecutaron. Prescindo,
repito, de discutir en la materia y paso a
examinar las facultades que tuviese el gobierno para proceder de un modo tan arbitrario.
Los partidarios del régimen dictatorial sostienen que todos esos juicios en que en lugar de sujetarse el tribunal a las fórmulas
protectoras de la vida y del honor del ciudadano, ha procedido violentamente, están autorizados por el uso de facultades extraordinarias e ilimitadas conferidas al Libertador presidente en 1828. Yo no puedo convenir en tan
pavoroso principio destructor del orden social.
Enhorabuena que los estados, en ciertas y
muy críticas circunstancias, puedan investir a
F. DE P. SANTANDER
-
SU DEFENSA
115
un magistrado de toda la autoridad necesaria
para salvarse de grandes e inminentes peligros.
Enhorabuena también que las repúblicas suspendan el imperio de las leyes ordinarias para
salir del riesgo positivo de perder su existencia política. Pero yo niego al pueblo, cualquiera que sea. la facultad de investir a perS0113 alguna dd derecho de Ji:sponer arbitrariamente de la vida y del honor de los asociados. Quiero conceder en gracia de los partidarios de la dictadura, que Calambia
en 1828
estaba en absaluta necesidad de crear esa tremenda autaridad, saludable en otro tiempo. en
las manas de S. E. el general Balívar; que no.
existiera la constitución, que las medias empleados para inducir al puebla y conferirle el
pader absaluto hubiesen sido. legales y legítimos, y que el puebla hubiese padida reunirse
y deliberar en asuntos tan graves sin ninguna previa discusión ni urgencia. Tada la quiero supaner, a gusta de los adversarias del régimen canstitucianal;
tadavía, sin embargo,
asienta que el juzgar a un hombre sin fórmula alguna hasta privarle del derecho de defenderse, y condenarle a la última pena, no. ha
padido. estar en la esfera de las facultades extraardinarias del presidente de la república, y
par consiguiente ha abusado enormemente de
la canfianza de sus conciudadanas.
Siendo. el objeto con que las hambres se
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reunen en sociedad el de proteger sus personas, sus propiedades, sus opiniones y su honor, el gobierno que mirara con desprecio este deber faltaría absolutamente a su obieto y
debería ser considerado como tiránico, aunque
hubiese sido establecido por la voluntad de
todos. Cada sociedad es un ser colectivo de
individuos en el cual ninguno tiene el derecho
de cometer un crimen por su propia conservación. ¿Con qué sofisma, pregunta el académico Jouay, pudiera, pretenderse probar,
que el todo de la sociedad poseía lo que
no posee ninguna de sus partes? Si todo el
cuerpo social no tiene derecho de asegurar
su conservación a costa de un crimen, ¿cómo
podrá transferirse este derecho a los magistrados? El gobierno, cualquiera que sea, tiene derecho de castigar a los culpables y de indagar
escrupulosamente quiénes son los que han cometido el crimen; pero el acusado también tiene por su parte el derecho de que se le oigan
libremente sus descargos, de que se le admitan sus pruebas y de que no se les castigue
injusta ni violentamente.
En mi caso pudieron a lo más haber disminuído el tiempo ordinario de proceder, aligerado las fórmulas,
arrestado sin necesidad de pruebas, supervigilándome, y todo lo demás que contribuyera a
preservar la república de ser turbada por mi
influencia o complicidad en la conjuración; pe-
F. DE P. SANTANDER
-
SU DEFENSA
117
ro nunca hacer alterar, la verdad, privarme del ejercicio del derecho natural, jamás tolerar que se cometieran crímenes para declararme
culpable. Ningún colombiano tenía entonces ni
tendrá en lo sucesivo este derecho. La república carecía de él; ¿ cómo, pues, se pretende
que haya podido delegarlo al presidente del
estado '1
Estos principios, que algunos llamarán ideología para burlarse de las garantías individuales, han reglado siempre mi conducta. Dos
veces expedí un decreto de conspiradores durante mi gobierno; el primero en 1823, a tiempo que Morales tomó posesión de Maracaibo;
el segundo en 1825 con acuerdo y consetimiento del congreso en ocasión de un motín sedicioso contra la independencia en un pueblo de
la provincia de Caracas.
En ninguno alteré
las fórmulas substanciales de proceder, en ninguno me atribuí la facultad de aprobar o reformar las sentencias; en todo me incliné ante el sagrado deber de oír a los acusados y
de respetar la verdad dejando obrar libremente a los tribunales.
La dictadura de 1828, ignominia del pueblo
colombiano, que yo quisiera hacer olvidar a
costa de mi sangre, en honor de mi patria,
fue más lejos de lo que debiera haber llegado
por decoro del país. Roma no tuvo jamás un
poder semejante, aun cuando el pueblo roma-
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no por sus mismas leyes había autorizado la
creación de esa autoridad. Dictadura indefinida, que no respeta cosas ni personas, a la cual
todo está sujeto, 10 sagrado y lo profano, el
derecho natural y el positivo, la vida y el
honor de los colombianos, los pensamientos y
los desahogos de la amistad, no hubiera sido
nunca establecida en la patria de Cincinato
ni los romanos habrían abdicado ilimitadamente sus derechos y su soberanía en persona alguna, fuera cual hubiese sido su virtud y su
amor a la justicia. Reservábase a los colombianos suministrar a la historia el escándalo
de un pueblo que, habiendo combatido por la
libertad y gozado por seis años de instituciones liberales y del ejercicio de sus derechos,
se deja seducir y guiar por senderos tortuosos a encorvar su cuello bajo una autoridad
absoluta que, sin prooucirle un solo bien, le
ha acarreado desgracias incontables.
La sangre derramada en los días de la dictadura, el luto de las familias, el encarnizamiento de los partidos, la desunión del estado,
el ultraje de las leyes, la relajación de la moral, el descrédito de la nación, la guerra civil,
son males que Colombia llorará perpetuamente. Se creyó que el violento despojo de la vicepresidencia que yo ejercía por voluntad de la
nación, restablecería la paz interior y colmaría
de bienes a Colombia; se cohonestaron mis
F. DE P. SANTANDER
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SU DEFENSA
119
persecuciones con la necesidad de mantener la
unión y la integridad nacional: se pensó que
mi destierro de la patria acallaría para siempre la voz dG los oprimidos y dejaría que ellos
sufrieran contentos la pérdida de sus leyes y
de sus garantías; se esperó, en fin, que el éxito
podría. justificar
los inicuos
medios
que se
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constitución y su gobierno constitucional. ¡Qué
falaces son los cálculos del orgullo! Colombia
nunca ha estado tan agitada como después
del establecimiento de la dictadura; nunca han
aparecido tantas insurrecciones patrióticas como después de mi ostracismo; nunca ha estado
tan expuesta a la guerra civil como en estos
Últimos tiempos, y nunca hubo menos esperanza de conservar la integridad nacional que en
la época presente. Y si siquiera el despotismo
dictatorial hubiera tenido algún brillo; si siquiera conservara Colombia el honor que ad·
quiriera por sus heroicos esfuerzos en fundar
un gobierno liberal; pero desgraciadamente se
ha visto sustituir un· régimen militar a una
constitución liberal legítimamente sancionada
por la nación, destruídas las garantías individuales. ultrajados los principios de derecho político, desnaturalizado el derecho representativo, administrada la justicia por comisiones especiales, violadas las formas protectoras del
hombre, suprimida la libertad de imprenta,
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sancionado el perj urio, establecidos la delación
yel espionaje, guerras emprendidas para vengar
ofensas personales, patriotas venerables desterrados o destituídos, batallones disponiendo de
la suerte de! pueblo, el patriotismo insultado.
la adulación convertida en único servicio ...
No quiero continuar trazando la deshonra de
mi patria.
En fin, a despecho de una sentencia tan
inicua, yo vivo por ocultos juicios de la Providencia que sugirió al general Bolívar e! deber de no consumar mi asesinato judicial. El
general Bolívar ha sido clemente, y sin detenerme a indagar el móvil de su procedimiento, mi gratitud no será menos sincera, ni yo
negaré a S. E. el mérito de haber ahorrado a
la patria un grave crimen.
Mi antiguo respeto hacia el Libertador, el
convencimiento íntimo de sus importantes servicios y el recuerdo de las relaciones que un
día existían entre los dos, me hacen desear
que S. E. hubiera sido antes justo que clemente. Justo debió haber sido franqueándome
todos los medios de defensa, abriéndome e!
santuario de la ley para poder llegar a justificarme libremente, nombrando jueces imparciales e impidiendo que se aplicaran leyes contrarias entre sí. Un procedimiento tan franco
para con una persona que suponía ser su enemigo o su rival, de quien tenía quejas reales
o imaginarias, habría
sido eminentemente
F. DE P. SANTANDER
-
SU DEFENSA
121
honroso al general Bolívar, y si realmente hubiera resultado culpable, su clemencia entonces hubiera realzado el triunfo de sus pasiones
y me habría impuesto eterno silencio.
Si: la justicia en tales circunstancias no sólo
habría sido un deber sino una acción heroica.
Vencer sin recursos y rodeado de obstáculos
a los enemilIOS de su oatria. no cle~e<:;np.nlr i::!más del triunfo de su causa, salvar ~~--o~ís
entero de la servidumbre, hacer arbolar la bandera tricolor en una inmensa extensión de territorio, son ciertamente
acciones brillantes y
gloriosas, pero que otros las han ejecutado
o que pueden reproducirse. Pero vencer la pasión de la venganza,
sofocar el resentimiento
y el encono, ser justo pudiendo ser arbitrario,
es un triunfo sólo de la virtud, y tan singular
y tan glorioso y tan sublime que la historia
ha reservado su página más bella a la magnánima generosidad de Augusto.
He concluído, honorables representantes;
el
deber que me impone el honor de hacer notoria la injusticia con que he sido perseguido
sólo porque no quise ser instrumento
de la
servidumbre de mi patria. Las -persecuciones
que he sufrido me honran delante del mundo
liberal, y algún día la patria, libre de la influencia de las pasiones, honrará también mi
nombre. Colombia
al fin levantará
su voz
para juzgar su causa y calificará los servicios
patrióticos y desinteresados
de sus hijos. No
L
-
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está lejos ese día; pocos años han corrido aquí
desde que el imperio y las restauraciones habían ahogado los principios de libertad y calumniado a los patriarcas de las ideas liberales, y ya la Francia, enarbolando su símbolo
de gloria, tributa los debidos homenajes a la
firmeza, rectitud y persecuciones de los fundadores de la libertad. ¿Por qué no ha de
llegar para Colombia la época en que se levanten altares donde Piar, P adilla, Córdoba,
Guerra, Zuláibar, Azuero, Silva, han derramado su sangre bajo la espada de la tiranía, y
se condene al desprecio la memoria de los que
traficando con sus·deberes y violando sus promesas prestaron sus luces. sus brazos y sus
servicios para derribar el edificio a costa de
esfuerzos tan heroicos? Sí: llegará ese tiempo
de vergiienza para los abyectos de gloria y de
honor para los que posponiendo sus intereses,
su reposo, su fortuna y hasta su vida a las
libertades colombianas, fueron víctimas del
espíritu de partido, de la envidia, de la ambición y de la venganza. Entretanto, yo, que
tengo la gloria de contartne en el número de
las víctimas sacrificadas al poder dictatorial,
viviré en tierra extraña, pero tranquilo al considerar que todos los honores y las riquezas
del mundo no son tan valiosas como el consuelo de vivir sin un remordimiento.
París, 4 de julio de 1830.
JULIO
ARBOLEDA
DISCURSO COMO PRESIDENTE DEL
CONGRESO AL DAR POSES ION DE LA
PRESIDENCIA AL DOCTOR M. M. MALLARINO
Señor presidente:
Habéis prometido servir a la república. Dios
y el honor acaban de ser invocados por vos
como testigos de este acto solemne. Yo no me
disimulo, ni quiero disimularas, lo dífícil de
las circunstancias, ni la enormidad del peso
. con que graváis vuestros hombros; y a nombre de esta augusta asamblea, que tengo el
alto honor de presidir, y que representa dignamente a la nación granadina, acepto a un
tiempo el sacrificio del hombre y el juramento del magistrado.
Espero, porque os conozco, que vuestras fuerzas sean adecuadas a la carga, y felicito a la
Nueva Granada, que se entrega en vuestras
manos como una virgen a quien el piloto inexperto entregó a las ondas, y logra ganar la
playa, maltratada pero pura, herida y exhausta, pero más digna e interesante en el traje
de la desgracia que en las galas de la prospe-'
ridad.
De esta joya de nuestro continente os hace
depositario, más que el sufragio nacional, la
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Providencia, que os ha traído como por la
mano, de acontecimiento
en acontecimiento
poniendo los crímenes, la guerra, los errores
del magistrado, el heroísmo de los ciudadanos,
el celo de los representantes y la prudencia
del senado, a abrir y allanar el camino por
donde habéis pasado de la vida privada al
solio: al solio vacante hoy por la desconfianza
del pueblo cuyo brazo le alcanza también cuando sospecha que su púrpura cubre a los ene~
migas de libertad.
¡Raras vicisitudes las del mundo, señor presidente! Pocas vueltas ha dado el sol desde el
día triste en que, desterrados y afligidos, nos
apretábamos
las manos, y suspirábamos por
las playas verdes de la Nueva Granada, tendi~
dos ambos y cavilando sobre los arenales tostados y estériles de un país extraño. Hoy me
toca a mI preSIdIr la prImera y mas respetable corporación de mi patria, y señalaros a
vos, vacía, para que subáis a ocuparla, la si·
Ha de la primera magistratura ....
Pero que
no os alucine este relámpago de dicha (si
dicha puede llamarse) que en es nación valiente y orgullosa, tan fácil es pasar del destierro
al solio, como del solio a la barra del senado.
La fortuna ha hecho girar su rueda caprichosa con una rapidez sorprendente, como para lo efímero, acá en la tierra, de los triunfos,
de la vanagloria, y hasta de la misma desgra¿I
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i
•.••
l'
JULIO ARBOLEDA
-
DISCURSO
127
cia, y para enseñaras que, si son indignos de
un ánimo elevado el abatimiento y la humillación en los tiempos adversos, no 10 son
menos el orgullo y la injusticia en las épocas
breves y excepcionales de nuestra prosperidad.
No nos engañemos, pues: que poco hay estable en el mundo: los acontecimientos de hoy
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pellados del mar borran la estela de la nave
que surca las ondas. Los actos del justo son
sólo eternos, porque cuando la memoria y la
gratitud de los hombres les niegan su asilo, la
Divinidad los acoje, los guarda y conserva.
Sed, pues, justo ante todas las cosas: recordad que es mayor el mérito de serio con los
enemigos que con los amigos, para que cumpláis mejor con el precepto impuesto por la
Providencia a aquéllos que .elige, no para jefes caprichosos, sino para servidores fieles y
solícitos de sus pueblos; y por último, no aspiréis tanto a obtener los aplausos del vulgo,
como a merecer los elogios de los sabios.
Ha sido y es en efecto demasiado común en
nuestra América cortejar la popularidad, aun
a costa de la justicia; preferir los ¡evoés! LUmultuarios gritados para Nerón por la muchedumbre, a los elogios sombríos tributados a
Trajano por la filosofía; pera aquella popularidad efímera que se adquiere con lisonjear
las pasiones y dejar impunes los delitos, es,
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en el hombre público una prerrogativa
tan estéril como degradante ;-edificio
sin base, que
se desmorona y cae tan pronto como la arena movediza sobre que fue construído es empujada por el primer viento; rótulo de gloria
escrito sobre pizarra frágil, que borra y hace
olvidar el contacto casual de cualquier objeto
liviano ;-planta,
en fin, de vanidad,
que si
puede dar algún momento de satisfacción incompleta,
no deja
por toda cosecha sino
amargo zumo y espinas.
Nerón fue por algún tiempo el ídolo del
vulgo a quien adulaba y divertía, porque conocía su inferioridad; y el terror de los sabios
y de los justos, cuyo mérito le estremecía como un implacable
remordimiento:
nadie fue
quizá más popular entre la plebe de Roma;
pero, entre los tiranos, es decir, entre los enemigos de la ciencia y de la propiedad (que es
lo que constituye al tirano, porque la tiranía
es la envidia erigida en autoridad);
entre los
tiranos, nadie ha logrado dejar un nombre más
incontestablemente
execrado en todos los climas y por todas las generaciones. Tales son
las consecuencias de aquel remedo de popularidad que nace, no de un gran bien ejecutado,
sino del egoísmo infame que excita las pasiones malévolas del vulgo ignorante, y sacrifica
a unos pocos vivas y aplausos pasajeros, la di-
JULIO ARBOLEDA
-
DISCURSO
129
cha de todo un pueblo y la honra, en p,l porvenir, hasta del propió nombre.
Sí, señor vicepresidente: un bien, por pequeño que sea,· ejecutado con energía y constancia imperturbables, tiene siempre su mérito a los ojos de la humanidad; pero el oropel
de la falsa gloria, ganado con la excitación y
el desenfreno de las pasiones, por seductor que
parezca a los ojos de los necios, no produce sino infamia a los que le buscan y aceptan y
dolor para los pueblos que, por desgracia. se
entregan a aquellos monstruos de estupidez y
depravación. ,¡
El respeto' por la virtud, la ciencia y la propiedad, y el odio cordial y sincero del vicio,
son los caracteres que distinguen los ánimos
verdaderamente ilustrados y liberales. El cultivo y desarrollo de la propiedad, la ciencia y
la virtud, fuentes puras e inagotables de felicidad para el hombre, tomado individual y
colectivamente, ese cultivo, digo, es el cimiento en que han de basar el edificio de su gloria los magistrados inteligentes; y no con promesas estériles y vanos discursos, sino con hechos palpables y resultados sensibles.
En este siglo y en este país, donde hemos
sufrido tantos y tan caros desengaños, hemos
llegado a desconfiar con razón sobrada de los
vocablos de moda: ya temblamos casi al sonido, antes grato y armonioso, de la palabra
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
LIBERTAD. Esta voz mágica, cuyo significado real es el imperio completo de la seguridad, basado en el cumplimiento de leyes claras
y fijas, cuyo influjo bienhechor se sienta desde la choza del labriego hasta el palacio del
poderoso; esta voz consoladora ha sido más
de una vez invocada entre nosotros, como la
divinidad del exterminio, para poner la república a saco, entregando el honor y la propiedad de las familias a muchedumbres desenfrenadas, y erigiendo-sí, señor, es preciso decirlo-erigiendo el vicio y el crimen en cualidades que daban derecho a la magistratura ....
¿ Cómo no hemos de estremecemos j oh santa·
libertad! al escuchar tu nombre? Has sido profanada por labios tan impuros, has servido
de pasaporte a hombres tan bajos y tan viles,
has convertido tantos jardines en yermos, tantos edificios en escombros, has hecho derramar
tanta sangre y tan inocente, que cuando oímos
a alguno que te invoca, nos empinamos naturalmente para columbrar la dictadura, que
viene de seguro atrás del pregonero con su
inevitable cortejo de crímenes, de violencias y
calamidades!
Todo anda trocado entre nosotros: el desor-.
den ha pasado del mundo físico al mundo moral. La extraña confusión que se nota en el
uso de las voces más conocidas, no es sino
la consecuencia indispensable de la confusión
JULIO ARBOLEDA
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DISCURSO
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en las ideas. LIámase libertad la ausencia de
la seguridad; el sosiego interno, fuente fecunda y pura de industria y de riqueza, se apellida retroceso; el castigo legal de los delitos.
que pone a salva la vida y la propiedad de
los granadinos, se califica de humanidad; y
argúyese de progreso la anarquía de la conciencia, de la legislación y de la familia. Y
siempre están las palabras en contradicción
con los 'hechos; y los labios son siempre disfraz para el corazón.
Pero ya lo he dicho: la \ nación entera está
hastiada con las palabras y busca resultados.
¡lIoEnvano ostentará el magistrado su liberalidad con frases galanas de mentida filantropía;
que si deja atacar nuestra persona, o· violar
nuestra propiedad, o destruir nuestras escuelas y universidades; si permite que el honor
de nuestras esposas y nuestras hijas esté a la
disposición de foraj idos estúpidos; si perdona,
o no persigue, a los delicuentes; por más que
hable y arguya, diremos, que su liberalidad es
la cosa más idéntica que hay en el mundo a
la tiranía, y nos darán fuertes y justas tentaciones de cambiar nuestra libertad bastarda
e insoportable, por cualquiera especie de servidumbre menos onerosa y degradante. ~
Ni se empeñen los gobernantes en persuadimos de que estiman y respetan la virtud;
pues si buscan asesinos para directores de la
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BffiLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
fuerza pública; o adúlteros para encargarles
funciones de gobierno y policía; o ladrones y
jugadores para que administren
los caudales
de la nación, por más que disFurran, protesten
y juren, antes merecerán el título de jefes de
bandoleros, que el de magistrados
legales de
una nación cristiana y civilizada.
Ni pretendan
engañamos
con protestas
de
equidad y justicia; pues si~en lugar de buscar
el mérito y la aptitud
para que sirvan a la
república, corren en pos de los que adulan hoy,
o de los que les dieron un voto ayer, para
premiarlos con los tesoros del estado, diremos
que esos magistrados infieles se quieren más
a sí mismos que a la nación; y lejos de apreciar sus frases mentirosas,
detestaremos a un
tiempo en ellos, la corrupción que hace el mal
y la hipocresía que le disfraza.
No quiera, en fin, persuadimos de que ama
a su patria el hombre que, en lugar de conservar paz y armonía con sus vecinos, entra,
prevalido de su posición o de su influjo, en
proyectos ambiciosos, que siembren la desconfianza entre los pueblos limítrofes y engendren
la guerra, y arruinen la sociedad; que el honor sólo es preferible a la paz, y un hombre
semej ante no será, ni podrá ser jamás, el bienhechor, sino el azote del pueblo que haya tenido la desgracia de escucharle.
Hé aquí, un resumen general de mis deseos:"
JULIO ARBOLEDA
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DISCURSO
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1.o Sosiego interno, basado en la rígida observancia de las leyes, en el respeto escrupuloso de la propiedad, y en el castigo pronto e
inexorable de los delicuentes;
2.o Paz con nuestros vecinos, fundada en la
justicia de nuestros procedimientos, y en el
respeto perfecto de su propiedad, a exigir el
cuai tienen tanto derecho las naciones como
los individuos;
3.o Exclusión de las personas de malas costumbres de todos los puestos públicos, sea
cual fuere el color político a que pertenezcan,
y llamamiento a los mismos puestos de los
. hombres de bien de todos los partidos que
tengan aptitudes para desempeñados.
No me detendré, porque sería cansado e
importuno, en la explicación de pormenores.
Las tres grandes facciones de este programa se reducen a asegurar, por una parte, la
paz en el exterior y el sosiego en el interior
para fomentar la industria existente, y atraer
nuevos capitales al país; y, por otra parte, a
llamar todas las virtudes y todas las inteligencias al servicio de la república.
Impedir que una sensibilidad bastarda, el temor pueril, el cálculo egoísta, dejen impunes a
los victimarios sin hacer caso de las víctimas;
hacer lo posible para que la .sociedad no se
precipite en nuevos y funestos desórdenes que
la degraden y aniquilen, nos obliga a ser se-
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
veros con los delincuentes. La certidumbre del
castigo legal salva a los pueblos: la esperanza
de la impunidad perjudica a los mismos criminales. Ella cierra las puertas del castigo,
abre las del delito.
El magistrado que no escarmienta
a los
malhechores teme o espera algo de ellos. En
el primer caso es débil y merece el desprecio;
en el segundo es, ha sido o quiere ser, cómplice del delito, y merece el odio de la nación
cuyas esperanzas burla y cuya dignidad ofende.
Tratar de que el gobierno, cuyo ejemplo es
tanto más conspicuo, no premie jamás las malas costumbres, llamando a los puestos públicos a hombres de dudosa o mala reputación,
es otro de los importantes
objetos que debemos tener en mira.
No sé si me engañe el natural afecto que
tiene el hombre al país de su nacimiento; pero me parece que el dedo del destino señala
a la Nueva Granada una carrera larga, próspera y brillante: con su admirable
posición
central en medio de dos océanos inmensos que
conducen al oriente el uno, y al occidente el
otro; con sus costas curvas, y ricas de bahías
sobre ambos mares; con sus selvas seculares
y pr6digas en maderas de construcción;
con
sus deltas entrelazados sobre una extensión
inmensa de la costa del Pacífico; con sus ríos
largos y mansos, y con la riqueza y fertilidad
JULIO ARBOLEDA
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DISCURSO
fabulosa de su suelo, el ingenio e indisputable
valor de sus hijos pacientes y gallardos, la harían grande por las armas, si este fuese el siglo de la guerra. Pero este tiempo ha pasado
ya. La humanidad entera se encamina a la
paz. El aspecto de nuestro sosiego, la fama de
nuestra libertad y ventura, el ruido de las
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po de la industria, del comercio y de las ciencias, contribuirán más eficazmente al engradecimiento de la república que la intervención
quijotesca en los negocios de nuestros vecinos.
Dej emos que se gobiernen como quieran: están en su derecho. No. concitemos los odios,
asegurémonos en cuanto podamos el afecto y
respeto de las demás naciones y gobiernos
del continente ....
La humanidad entera, decía, se encamina a
la paz: los medios de locomoción se multiplican y facilitan: las distancias se acortan: la
correspondencia y las relaciones entre los pueblos diversos se aumentan y aceleran en progresi6n asombrosa: las lenguas mismas, después de haberse dado la mano por medio de
las conquistas en las ciencias, que tienen un
lenguaje común, tienden a confundirse, gracias
a las exigentes necesidades del comercio, prestándose palabras, modismos, frases enteras.
Bajo de este punto de vista la América va
adelante de los demás continentes. Nuestra
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
lengua sonora y majestuosa ha penetrado hasta el corazón de la gran república del Norte,
y el inglés lacónico y expresivo ya no es extraño ni en las mesas altas de nuestros Andes:
el idioma del Brasil y el nuéstro son tan semejantes,
que hay pocos españoles que no
puedan leer a Camoens y pocos portugueses
que no entiendan a Garcilaso.
El movimiento activo del mundo, la facilidad creciente de las comunicaciones, la economía de los transportes, tienden, ora a equilibrar los jornales, entre los individuos de una
misma nación v hacer entre ellos una distribución más igual de la riqueza; ora a balancear las ganancias de las industrias especiales
de los pueblos, haciendo más eficaces y más
útiles para todos, los poderes productivos
de
las diversas porciones de la tierra, e introduciendo con la rapidez de los cambios, una di~
visión más completa en las operaciones de la
industria; no ya entre los individuos solamente, sino entre las naciones, que al fin vendrán
a quedar en completa
dependencia
las unas
de las atras, y abolir la guerra, en toda la
extensión del globo que habitamos, como bárbara y contraria a las leyes que arreglan y
conservan nuestro bienestar
y nuestra
existencia.
La Providencia, siempre feliz en sus operaciones, mientras los gobiernos y los sabios de
JULIO ARBOLEDA
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DISCURSO
la tierra disputaban sobre los medios más eficaces de contener los progresos de la población y de la mendicidad, permite en su sabiduría, que se descubran nuevos y sorprendentes
medios de locomoción, y después de haber preparado así el camino, abre a los ojos atónitos
de Europa las entrañas de la tierra, que ocul-
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ma fácilmente hacia aquellas regiones desiertas, la población exuberante
que afligía y desafiaba las inteligencias de los más insignes
economistas. El Pacífico, antes solitario, se puebla de velas, y una considerable
porción de
linaje humano, dejando en un extremo del
mundo, con sus parientes,
su religión y su
lengua, un eslabón de la cadena destinada
a
unir la humanidad,
se lanza a los mares, y
los cruza en triunfo, transportando
el otro eslabón a la remota Polinesia. Y ¡oh admirable
concatenación de la industria humana, cuyos
efectos benéficos se sienten, ya' de uno, ya de
otro modo, en las regiones del globo al parecer más diferentes y apartadas! Apenas se des·
cubren lbs ricos depósitos de oro en California y Australia, cuando todos los marineros
sienten crecer su capital; y todos los armadores se hallan más ricos que antes; y los carpinteros de ribera hacen fortuna;
y los dueños de maderas en Noruega. y los de cáñamo
en Rusia y Polonia, y los de trigo en el ex-
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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
tremo sur de nuestra América, y los de hierro en
Suecia, y los de té en China, y millares y
millares más, todos sienten su situación benéficamente afectada por el nuevo capital que
viene a animar la industria, y a aumentar el
cúmulo de la propiedad en el mundo. Y no
es ésta ni aquélla, ni la otra región la sola
beneficiada, que todas 10 son en algún grado, por el 'flujo o el reflujo de la riqueza
nueva, que se extiende por la tierra buscando la ganancia, como buscan los líquidos su
nivel por una ley física tan cierta como irresistible.
Entre tanto los habitantes de nuestros valles del Pacífico, sin saber lo que está pasando en el mundo, continúan entregados, unos
al ocio, otros a los frecuentes y sangrientos
simulacros de la guerra; y aquéllos al despertar de su natural indolencia, éstos, al dar
treguas a su bárbara tarea, se encuentran con
un capital doble del que poseían sin saber cómo ni por qué. El maná les llueve
del cielo como en otro tiempo al pueblo hebreo, mientras ellos murmuran y se rebelan
contra las leyes de su Dios; y cuando talan
las sementeras, insultan las hiías e incendian
las casas de sus inofensivos vecinos, llevados
del furor que inspiran nuevas y absurdas doctrinas; cuando reniegan de los preceptos de
amor y de caridad impuestos por el Cristo a
JULIO ARBOLEDA
DISCURSO
139
la raza humana; la Providencia les revela,
por medio de hechos claros y elocuentes,
lo torpe y nocivo de la envidia, y lo conveniente que es para el hombre desear y promover, para su bien propio, la dicha de sus
hermanos, por remotas y separadas que estén
las regiones' que habiten, y por incomprensible que parezca a primera vista ia benéfica
acción que eierce ]a prosperidad ajena sobre
nuestra prosperidad.
California llama a nuestras provincias del
Istmo una población cor.siderable: las nuevas
necesidades del tráfico exigen un costoso camino de hierro; el camino exige obreros y los
obreros y la población fija y transeúnte artículos. abundantes de su existencia. Entonces
Chiriquí halla, sin salir del Istmo, mercado
ventajoso y cercano .para efectos que antes enviaba al Chocó. El Cauca, libre de competencia, se apodera exclusivamente de este mercado y provee de víveres a nuestros mineros
del Pacífico. Los precios de varios productos
pecuniarios y agrícolas suben considerablemente. Así, los nuevos capitales de California, la
riqueza del mundo que crece, viene a aumentar
la de muchos hombres que están ciegos de
furor en su propia tierra, destruyendo la riqueza, y rebelándose contra la propiedad. Las
mismas causas obran fenómenos igualmente benéficos en todo nuestro territorio. El aumento
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BffiLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
de la riqueza en el mundo, aumenta el consumo
de artículos que antes no estaban al alcance
sino de unos pocos, y nuestro excelente tabaco halla amplia salida: la necesidad de cultivarle en mayor escala alza los precios de los
jornales de nuestros labriegos: el alza de los
jornales les da nuevos medios, y los nuevos
medios el deseo de satisfacer nuevas necesidades: los precios de infinitos efectos, propiedad
o producto de otras personas, suben en proporción Y .... ¿pero qué imaginación bastará
para trazar y seguir en su curso intrincado y
vario los hilos de la industria, que se extien.
den sobre la tierra como una red inmensa de
alambres eléctricos, de tal modo alzados y comunicados, que no es dable tocar uno de ellos
sin que el mal o el bien, la pérdida o la ganancia, se hagan sentir más o menos intenSamente en todos los ángulos de la tierra?
!Oh! cuando se piensa detenidamente en estos fenómenos; cuando .se ve y se palpa que
no hay riqueza, ni ciencia, ni descubrimiento,
que no aumente en algo la felicidad de todos
los habitantes del globo; entonces se comprende aquella fraternidad que Dios ha querido
que haya entre. los hombres, fundada y sostenida por -el interés mutuo, hija de la industria que produce, del comercio que cambia,
de la virtud que ama y fomenta; entonces se
conoce cuán torpe es la envidia, cuán contra-
JULIO ARBOLEDA
-
DISCURSO
141
rio a nuestro bien el odio del bien ajeno. cuán
perjudicial para nuestra dicha el pesar de la
ajena felicidad!
y yo, señor, mientras más metido en estas
cuestiones, y mientras más me penetro de la
dificultad de dar a todas las criaturas racionales
la inteligencia e instrucción suficientes para que
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ría de las leyes del cristianismo, más y más
me convenzo de la necesidad de la fe. Esta
es la virtud que ha civilizado al mundo. Si
]esucristo hubiera explicado los pasmosos resultados de su doctrina, no habría habido un
solo sabio en su tiempo capaz de entender su
extraño lenguaje. El solo podía ver, en aquellas épocas bárbaras, a través de las tinieblas
del largo futuro lo que muy pocos alcanzan
a ver aún ahora, cuando sus preceptos han estado por diez y nueve siglos modificando y
mejorando el género humano. Cuando El dijo
tened fe como un grano de mostaza y haréis
imposibles, impusó a la limitada inteligencia
del hombre la virtud única que, garantizando la observancia de sus mandatos, pudiese
conducirle al término (oscuro todavía para
nosotros) de sus altos· e incomprensibles destinos.
Yo no puedo concebir la prosperidad de un
pueblo republicano, de un pueblo cuyos ciudadanos tengan todos parte en el gobierno, si
142
BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA
esos ciudadanos no son irresistiblemente impelidos a la justicia por los preceptos de la fe.
Pocas palabras más y habré concluído.
La aflicción que ha sufrido la república a
consecuencia del crimen de abril, puede ser
útil para ella. Ese crimen separó la cizaña del
trigo que andaban confundidos. La sangre de
todos los buenos ha corrido mezclada, bajo el
mismo glorioso estandarte, en nuestras calles
y nuestros campos: cada partido coronó y ofre~
ció reverente su víctima en el común holocausto presentado al Dios de la concordia como expiación de sus antiguos errores y extravías .... Por esa sangre noble y preciosa, conjuremos a los granadinos a deponer sus resentimientos en las aras de la justicia y de
la gloria nacional!
Sin embargo, puede ser, señor Vicepresidente, que a pesar de la crisis favorable que ha
sufrido la repúblic.;a,después de largos y convulsivos delirios, vuelva a aparecer en el cuerpo político la fiebre que casi la ha aniquilado.
No faltan entre nosotros ambiciosos vulgares
a quienes, no pueda agradar la paz y el sosiego porque son incompatibles con su existencia tempestuosa. Ellos espían el desorden,
como aquellas aves marinas que aguardan que
la borrasca turbe y encrespe las olas para buscar su sustento. Puede ser que seáis sorprendido cuando menos lo esperéis. El arte de cons-
OLIO ARBOLEDA
-
DISCURSO
143
Jirar no es desconocido, por desgracia, entre
nosotros. Si así sucediere, contad con los hombres de bien: todos tienen probado que saben
vencer por la ley y con la ley. Mas si tuviereis que elegir entre el honor y la muerte, recordad la confianza que el pueblo más libre
de Sur América ha hecho de vos: mostradle
que, en ia Nueva Gn:1úC::lJa, los iT1i:igistréidos
que no pueden gobernar, saben por lo menos
morir; dej ad que vuestros amigos derramemos
lágrimas porque perdísteis la vida, pero no
porque perdísteis la honr~, y si no podéis darnos paz, dejadnos siquiera honra y ejemplo.
INDICE
Págs.
Nariño, SantBnder, Arboleda
,
5
Elocuencia:
Antonio Nariño:
Su defensa ante el Senado
21
F. de P. Santander:
Su defensa ante la Cámara
73
Julio Arboleda:
Discurso como Presidente del Congreso al
dar posesión de la presidencia al doctor Manuel María Mallarino
123
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