Hora Santa FAVI - Las Hijas de la Caridad en Perú

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“HORA SANTA”
Enséñanos a amar
“Acudid a la Santa Comunión siempre que os lo permita la
Bondad de Dios … allí es donde hay que ir a estudiar el amor”.
(SVP, IX 725)
Ambientación: Un corazón grande con fotos de los servicios que realiza la Familia Vicentina en el mundo entero .
Guía: Demos gracias al Señor por la herencia recibida de San Vicente de Paúl.
Todos: “LOS POBRES, NUESTRO AMOS Y SEÑORES”.
Canto Inicial:
Siento tu presencia en mi vida, siento que alimentas Tú mi alma, vida en abundancia Tú me has dado,
vives dentro de mi corazón (bis).
TE DARÁS (3V) EN CUERPO Y SANGRE, ME ALIMENTA TU PALABRA Y TU AMOR
ES TU PAN Y VINO CONVERTIDOS EN LA FUENTE Y CULMEN DE TODO MI SER.
OH, CRISTO MÍO, ERES EL PAN DEL CIELO.
OH, CRISTO MÍO, TOMA, TOMA MI VIDA, TOMA MI VIDA.
Eres el camino y la vida, eres salvación, eres Señor (2v).
I SALMO: Espontáneo.
ANT: “Dios se preocupa tanto de sus criaturas que ha formado una Compañía de personas que se
entregan por entero al servicio de los pobres” (CEME 2092)
Felices los que siguen al Señor por la senda del buen Samaritano, los que se atreven a andar tras sus pasos
a superar las dificultades del camino, a vencer los cansancios de la marcha, los que al andar van trazando
sendas nuevas para que otros sigan entusiasmados, y continúen la obra del Señor.
Los que, atentos y presurosos, cambian su ruta para salir al encuentro del Señor vivo en el que sufre, tan
presente en estos tiempos, tan cercano para algunos, para otros tan lejano.
Felices los que dan la vida por los demás. Los que trabajan duro por la justicia anhelada. Los que
construyen el Reino desde lugares remotos. Los que, anónimos y sin primeras planas, entregan su vida
para que otros vivan más y mejor.
Los que con su diario sacrificio abren huellas de humanidad nueva en un mundo mellado por el egoísmo
neoliberal del "dios-mercado".
Felices los que caminan juntos, en búsqueda comunitaria del Reino de Vida Nueva y Fraternidad realizada.
Los que se ayudan en las buenas y en las malas, los que aprenden que, más pueden dos juntos que uno
solo.
Felices todos los que piensan primero en el hermano y que encuentran su alegría, su gozo y el sentido de la
vida en trabajar por los demás y por el Reino y por el Señor vivo en medio nuestro, olvidado, marginado,
solo y, abandonado en los rostros de jóvenes, de indígenas, de ancianos, de mujeres solas, de
desempleados y de tantos otros.
Felices todos los que trabajan por los pobres. Desde los pobres. Junto a los pobres. Con corazón de
pobre. Felices los que viven solidarios dejando el asfalto limpio y prolijo para caminar los senderos
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Enséñanos a amar
pedregosos, polvorientos que entran al mundo de los que no cuentan en los números o
estadísticas de los ministerios de turno.
Felices los que aman al hermano concreto. Los que no se van en palabras sino que muestran su amor
verdadero en obras de vida, de compañía y de entrega sincera.
Felices los que enseñan, los que intentan que todos aprendan sin distinciones de color, piel o dinero.
Felices los que comparten sus bienes, dones-regalos del Buen Dios para vivir como hermanos y
demostrarlo en la práctica. Los que no guardan con egoísmo sino que brindan y comparten.
TODOS: FELICES, LOS QUE VIVEN EL MANDAMIENTO PRIMERO QUE ES, AMOR A DIOS EN EL HERMANO.
FELICES LOS QUE ENCUENTRAN QUE ESTE AMOR, HOY, SE REVELA EN UN CAMINO: SER VICENTINOS, SER
SOLIDARIOS.
LECTURA BREVE: (Rom 12,3-8)
“Por la gracia que se me ha dado, les digo a todos ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el
que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya
dado. Pues así como cada uno de nosotros tiene un solo cuerpo con muchos miembros, y no todos estos
miembros desempeñan la misma función, también nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en
Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás. Tenemos dones diferentes, según la gracia que se
nos ha dado. Si el don de alguien es el de profecía, que lo use en proporción con su fe; si es el de prestar un
servicio, que lo preste; si es el de enseñar, que enseñe; si es el de animar a otros, que los anime; si es el de
socorrer a los necesitados, que dé con generosidad; si es el de dirigir, que dirija con esmero; si es el de
mostrar compasión, que lo haga con alegría”.
(Audio pág. web – CD 150 años Siembra nº 9 Derrama Señor tu Espíritu)
Respuesta: Cantada
Derrama, Señor, tu Espíritu que anide en nuestros corazones
aliente nuestra oblación para arrancar en este mundo las cadenas.
Que el fuego de tu poder nos impulse a proclamar tu palabra,
obreros forjando dignidad, misioneros de tu caridad.
Vicentinos de hoy, promotores de igualdad, humildes servidores de los pobres.
Vicentinos de hoy seguidores de Jesús, anunciando a tu pueblo, libertad.
Haznos, Señor, profetas, y a tu pueblo gritaremos tus promesas,
que sacie a los pobres de pan, de esperanza, de amor y salvación.
Podamos tu amor reflejar, tu cariño y toda tu ternura,
que anime a tu pueblo a seguir construyendo justicia y caridad.
PADRE NUESTRO
ORACION: Todos
Señor Jesús, Tú que quisiste hacerte pobre, haz que tengamos ojos y corazón para los pobres;
y que te reconozcamos a Ti en ellos; en su sed, en su hambre, en su soledad, en su desventura.
Suscita en nuestra Familia Vicentina la unidad, la sencillez, la humildad
y el fuego de la caridad que abrasó a San Vicente de Paúl
Danos fortaleza para que, fieles a la práctica de estas virtudes, podamos contemplarte y servirte
en la persona de los pobres y un día unirnos a Ti y a ellos en tu Reino. AMÉN.
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Enséñanos a amar
TANTUM ERGUM
Canto final : QUEDATE CONMIGO SEÑOR
QUÉDATE CONMIGO SEÑOR (4V)
Con tu ternura Señor, quédate, con tu Palabra que alienta, quédate.
Eres camino, verdad y luz, quédate conmigo.
Con tu presencia real quédate y ven conmigo que es gracia, quédate.
Quiero ser fiel, contigo voy, quédate conmigo.
Fidelidad al Espíritu de Cristo
“¿Quién ignora que el ambiente que nos circunda en la actualidad contamina y acecha contra el espíritu
genuino de la Misión y de la Caridad? De ahí que hayamos de guardarnos del peligro presente, para no
decaer en el espíritu legado por el fundador: a cada época le corresponden sus ciclos de flujos y reflujos, de
avances y retrocesos.
San Vicente trató de poner remedio oportuno a las calamidades que afligían a la Iglesia y a la sociedad de
su tiempo, a la vez que prevenía a sus congregaciones de los riesgos que podrían dar al traste con los
proyectos de la Misión y de la Caridad si no se oponían a las corrientes de moda promovidas por la afición a
novedades. Y es en el cultivo del espíritu evangélico en el que cifraba su recetario espiritual y pastoral.
No obstante, san Vicente tiene en la mente la consigna de san Pablo, aunque no la mencione
expresamente: “Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu” (Ga 5, 25). No importan las
contrariedades que sobrevengan, porque nada será capaz de apartarnos del amor de Cristo, y de saborear
los frutos de su Santo Espíritu: el gozo, la servicialidad, la amabilidad y el dominio de sí. Podría parecer
extraño a los ojos de un esclavo de sí mismo y de las apariencias de este mundo que pasa, pero la
experiencia demuestra que nadie más feliz y libre, eficaz y convincente, que el misionero que da su vida por
amor, impulsado por el espíritu de Jesucristo.
Por citar sólo un documento pontificio contemporáneo, valga el juicio que el Papa Pablo VI emitió en la
Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi: “El mundo entero espera de nosotros sencillez de vida, espíritu
de oración, caridad para con todos, especialmente para los pequeños y los pobres, obediencia y humildad,
despego de sí mismos y renuncia. Sin esta marca de santidad, nuestra palabra difícilmente abrirá brecha en
el corazón de los hombres de este tiempo. Corre el riesgo de hacerse vana e infecunda” (n. 76).
Ya san Vicente se había adelantado a decir: “Hagamos lo que hagamos, nunca creerán en nosotros si no
mostramos amor y compasión hacia los que queremos que crean en nosotros” (SVP I, 320).
“Es responsabilidad de todo discípulo de san Vicente no dejar apagar el fuego del amor, sino
entregar la antorcha del celo apostólico a las generaciones futuras, para bien de la Iglesia y de los
pobres. Está fuera de duda de que el porvenir de la Familia Vicentina depende del cultivo del
espíritu con que nació y para lo que nació, viviendo adherida a la persona de Jesús evangelizador
de los pobres, fuente de gozo y de dinamismo apostólico”. (P. Antonino Orcajo, CM)
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