Selva ecuatorial

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BIOLOGIA:
LA SELVA
ECUATORIAL
La vida vegetal en el medio climático ecuatorial dispone de las mas optimas condiciones para su desarrollo.
Así, no es extraño que en la cuenca del Amazonas, el mayor espacio continental en la zona ecuatorial, nos
encontramos con la extensión de selva más grande de la tierra. Esta selva Amazónica, además de ser
ecuatorial, a su vez por la posición intermedia entre los trópicos de Cáncer y Capricornio es una selva tropical.
Verdad es, que si llamamos selva a cualquier formación vegetal arbórea, la taiga o bosque boreal es más
extensa. Pero es que, en el lenguaje vulgar, la palabra bosque esta reservada para casi todas las formaciones
vegetales arbóreas, excepto para la de la zona ecuatorial a la que se denomina selva.
Pero la principal diferencia entre la selva y el bosque, es que la selva posee una mayor riqueza y densidad de
especies. (foto 1)
Casi todas las denominaciones en otros lenguajes a la selva ecuatorial o tropical, hacen referencia a algo
inseparable de la selva ecuatorial: las lluvias. Las lluvias como fenómeno omnipresente a una determinadas
horas del día y que acaece casi todos los días.
Y de aquí, la primera consecuencia: en el agua caso contrario; no hay que competir por ella o economizarla,
desde el punto de vista del abastecimiento de las plantas, no habrá problemas.
Otros factores positivos para el desarrollo de la vida son la regularidad de los periodos de luz u sombra, a lo
largo de todo el año, y las temperaturas elevadas y también regulares en el tiempo. Combinando ambas
circunstancias con la pluviosidad, se da en este espacio la situación más idónea de toda la tierra para la
instalación de los seres vivos.
Hay, pues, entonces, dos bienes necesarios que, en esta primera aproximación, son escasos, porque la
competencia intraespecífica lo provoca: espacio y luz. Y para disponer de ellos las plantas han desarrollado
una variada gama de estrategias anatómicas y fisiológicas, a la cual más sorprendentes, de las que destacare
las más llamativas.
Pero volvamos a las ventajas. La regularidad climática ecuatorial hace que los procesos vitales puedan
realizarse sin interrupción durante todo el año. Es como si estuviéramos en un invernadero gigantesco en el
que casi todo es posible.
La trama arquitectural de la selva la constituye una densa masa arbórea poliespecífica, distribuida en varios
niveles de altura. (foto 2). El numero de especies por unidad de superficie, en cualquier país del mundo
ecuatorial, es sorprendentemente elevado. Así, en una hectárea no es raro que existan hasta mas de cien
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especies arbóreas diferentes, y de diferentes familias que, además, pueden no repetirse en las hectáreas
contiguas. Precisamente, ese hecho era el que dificultaba la explotación en la Amazonia, antes de acudir a la
realización de plantaciones; o el que explicaba la carestía de algunas maderas tropicales, por sus dificultades
de extracción masiva.
El numero de especies arbóreas que se pueden enumerar de la Amazonia pueden llegar al millar y medio. Y
esta elevada cantidad se corresponde, multiplicada por 10 o 30, con el numero se especies de la flora general,
que es de varias decenas de miles.
Los arboles crecen rápidamente y un dosel de copas imbricadas se organiza a una altura de unos 25 o 30
metros. Hasta el comienzo de esas alturas no se produce la ramificación de los troncos que se yerguen rectos.
La masa de copas es densa y es muy poca la cantidad de luz que deja pasar al espacio inferior, menos del 5 %
de la que llega a la parte superior. Por encima sobresalen de forma aislada las copas de los arboles mayores,
los gigantes de la selva, (foto 3) que pueden alcanzar cincuenta o más metros. Y por debajo pugnan los
jóvenes renuevos de arboles, de copas afiladas, para hacerse un hueco en el nivel fundamental, en el nivel al
que llega la luz.
En un suelo, aunque llano poco firme, con esta altura, y teniendo que conquistar espacio basal, muchas de las
especies arbóreas han desarrollado una anatomía original en los primeros metros de sus troncos. Se trata, de
unos aquillamientos, perpendiculares al eje del tronco, a los que, a veces, se les llama raíces tabulares ,
aletones en otros lugares, y que son verdaderos contrafuertes que cumplen la función de tales; aparte, insisto,
de conquistar espacio en el suelo.
Los grandes arboles con disposición de sus copas son, indudablemente, la comunidad selvática que comanda y
condiciona todas las demás formas de vida de la selva, hasta llegar de manera encadenada hasta los seres más
ínfimos de ella. Bajo el dosel de las copas solo hay un mundo de sombras y partes muertas, en donde el viento
no llega a penetrar y donde la vida vegetal no es fácil. En el dosel, con diferentes grados de luz, un mundo
denso de vegetación, con alimentos diversos, variados y abundantes, pero con un difícil contacto con el suelo.
Y sobre el dosel, las copas de los gigantes de la selva, emergiendo aisladas. A uno de ellos se le ha nominado
botánicamente con el nombre de un celebre científico español de la especialidad: Cavanillesia platanifolia.
El denominar infierno verde a esta selva se debe a que nunca pierde el carácter verde. Las hojas de las plantas
brotan y mueren ininterrumpidamente en un proceso de renovación constante. Se trata de hojas planas de muy
diversas formas y tamaños, con variantes incluso dentro de un mismo árbol, según correspondan a zonas de
este mas o menos iluminadas, siendo las mayores las de sombra. Suelen poseer un carácter común y es que su
parte terminal es de forma prolongada, agudizandose como un pico, que se piensa cumple la función de
facilitar la eliminación del agua de la superficie foliar, por lo que se da el nombre goteador.
Lo mismo pasa con las flores y con los frutos. No hay ritmos de floración o fructificación uniformes. Y no
sabemos porque unas especies lo hacen en una época y no en otra.
Un carácter peculiar de bastantes especies, uno de cuyos ejemplos mas conocidos es el del árbol del cacao, es
el que se conoce con el nombre de caulifloria, que hace referencia al hecho de que flores y frutos broten
directamente de los troncos y partes gruesas de las ramas y no, como es usual en otras latitudes, de los
terminales de las mismas.
Retengamos el hecho de la anarquía en la floración y fructificación de las especies, puesto que ello supone la
existencia de una constante, aunque diferente, oferta de frutos al mundo animal y al hombre, a los que plantea
2 problemas: los arboles de la misma especie suelen estar muy distantes unos de otros y la mesa con la comida
esta muy alta.
En nuestras latitudes estamos acostumbrados a que en el invierno y primavera en los arboles y los arbustos los
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brotes de las flores y de las hojas en forma de yemas, que son una forma de protección de dichos brotes contra
las bajas temperaturas de la estación desfavorable, que podrían destruirlos. Pues bien, esos órganos no existen
en las plantas de la selva ecuatorial. En muchos arboles las hojas brotan con una rapidez tal que los botánicos
nos hablan de un vertido de hojas; expresión con la que se trata de reflejar como se materializa el hecho,
presentando una fisonomía distinta del resto del follaje.
Efectivamente, las hojas de esos brotes rápidos no tienen patente, en ese primer periodo de su vida, el
pigmento verde de la clorofila y aparece con un pardo rosado muy pálido; además no tienen turgencia alguna
y penden fláccidas del tallo que las soporta, destacándose en nítido contraste con el resto de la planta.
Un corte perpendicular al tronco de un árbol de la zona templada, además de mostrar un tramo exterior de
corteza mas o menos desarrollada, nos deja visibles una serie de anillos concéntricos, de diferente tonalidad y
dureza, que sabemos corresponden a los años de la planta. Pueden tener diferentes grosores, los que nos sirve
de registro histórico: los anillos gruesos corresponden a años buenos y los delgados a malos, climáticamente
hablando. Pues bien, nada de esto encontraremos en los troncos de los arboles de la selva ecuatorial, que
tendrán una traza uniforme y una corteza poco significativa.
Hay buenos ejemplos de maderas duras y de alta densidad que no llegan a flotar en el agua; porosas y de
grano fino, del tipo de las llamadas maderas preciosas, como el palo santo (Zollernia paraensis), el amarillo
(Euxilophora paraensis), la carapa
(Carapa guienensis), la ocotea (Ocotea rodiaei), la sucupira
(Bowdichia nitida) y otras; aunque también las encontraremos con caracteres totalmente opuestos, como el
denominado árbol o madera de balsa (Ochoroma pyramidale).
En el mundo de las sombras, bajo el dosel de las copas, no viven muchas especies. Solo aquellas que han
desarrollado grandes hojas, entre las que destacan alguna empleadas en decoración, como las begonias, que es
un genero con bastantes especies, y los filodendros, o algunos helechos arbóreos. Alguna de las fanerogamas,
que habitan en las sombras, poseen bellas y llamativas flores de colores muy vivos, para facilitar el
conocimiento y la visita de las aves o insectos polinizadores.
(foto 4)
Pese a lo que pudiera parecer, en la selva de terra firme la circulación no presenta dificultades. La densidad
del sotobosque es muy baja.
Esta circunstancia cambia en los igapos o en la varzea y en los demás espacios sometidos a la inundación.
También cambia el porte de la selva que no llega a las alturas anteriores. Además, adquieren una gran
significación las plantas de la familia de las palmaceas, las palmeras, de las que el mundo ecuatorial posee
mas del 80 % de las mas de mil especies que se conocen de esta original familia. (foto 5) El sotobosque, en
estos espacios, es mucho más denso que en el anterior y el transito por él bastante mas difícil, no solo por la
abundancia de vegetación arbustiva, sino por la pantanosidad del suelo.
Con el nombre genérico de epifitas nos referimos a un gran conjunto de plantas que viven sobre plantas.
Efectivamente, en la selva amazónica los vegetales de esas características tienen una gran significación
biológica y paisajistica de detalle. De ellas destacaremos solo algunos grupos −lianas o bejucos y
estranguladoras− y dos familias −bromelias y orquídeas−, sin o con ello agotar, ni mucho menos el tema.
El espacio entre los arboles de la selva, sobre todo en sus claros o los bordes, se nos muestra surcado por un
diverso tendido de sinuosos o rectilíneos tallos, a modo de sogas o maromas de los mas variados grosores, que
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llegan de las copas de los arboles al suelo o cuelgan sin llegar a el.
Si nos detenemos a mirar con detalle dichos tallos nos encontramos con que no suelen tener la habitual forma
cilíndrica de cualquier rama, sino que son aplanados, lobulados, estriados, y más o menos retorcidos. Tienen
flexibilidad y es que, aun siendo leñoso, no es su función servir de soporte sino, simplemente, elevar agua con
nutrientes desde el suelo o la saturada atmósfera de las sombras, a las alturas iluminadas de las copas de los
arboles, en las que están instaladas sus partes verdes.
Estas plantas han desarrollado la siguiente estrategia de supervivencia. Inician su ciclo vital como pequeños
arbustos que con rapidez desarrollan un vástago que trepa por un tronco de árbol hacia las alturas o
simplemente le acompaña en su crecimiento. Lo hace utilizando todo tipo de agarres, zarcillos, ganchos,
espinas, ventosas. Cuando llega a la zona de luz se ramifica y, con los mismos sistemas colonizadores, ocupa
primero la copa del árbol huésped y las de los vecinos después. El tallo de ascenso ha cumplido su primera
función y ahora ya solo tiene que seguir sirviendo de enlace abastecedor del alimento extraído del suelo hasta
las partes verdes de la planta, instaladas en las copas.
Estas lianas o bejucos, porque de ellas se trata, disponen de una especializada anatomía interior que facilita el
bombeo de agua hacia las alturas. Al cortar algunos de estos tallos, podemos ver como el corte de la parte
inferior fluye agua durante un tiempo y en el corte superior percibe el ruido de la succión que ejerce la parte
de las hojas.
Al tener esa carga de liquido, pesan mucho y tienen que ser flexibles para no partirse cuando alguno de sus
apoyos se suelta o rompe. Al ocurrir eso es cuando estos tallos dibujan toda clase de bucles o se enmarañan en
el suelo.
Algunas lianas tienen interés económico. Así por ejemplo en la selva de la Amazonas que asciende por las
laderas de los Andes Ecuatorianos, las hojas jóvenes de una de ellas, la Carludivica palmata, proporcionan la
paja toquilla, con la que se fabrican los celebres sombreros denominados panamas. Con el fruto de la
Paullinia cupana se prepara el guarana, que es una de las bebidas nacionales de Brasil. La vainilla procede
también de una orquídea lianiforme, si bien su explotación comercial se realiza sobre todo en las selvas
mejicanas de la costa del caribe.
Mientras las lianas o bejucos son plantas que parten de la tierra, de su propio sistema de raíces, las llamadas
estranguladoras proceden del otro modo. Surgen a partir de alguna semilla que queda adherida a cualquier
punto favorable de la bifurcación de un tronco o una rama, en el que se haya acumulado un mínimum de
materia térrea u orgánica. Allí germina y, al mismo tiempo desarrolla ramas hacia la luz y raíces aéreas o
enlazadas a los troncos hacia el suelo. El comienzo de su vida es lento, pues el abastecimiento, solo a base de
lo que proporcionan las raíces aereas, no es muy abundante. Pero, una vez que dichas raíces alcanzan el suelo,
el desarrollo se acelera. La planta, ya bien alimentada, multiplica de tal manera las raíces y el follaje que se va
imponiendo al de la copa del huésped, al que va ahogando progresivamente hasta matarlo, momento en el que
el estrangulador alcanza vida totalmente independiente. El tronco del muerto puede llegar a desaparecer y su
hueco será el testimonio de lo que fue toda la primera parte del proceso.
Una vez enmancipados e independientes, el crecimiento de las plantas, con porte y caracteres de árbol, y que
no tienen un tronco único, puede proseguir con los mismos mecanismos, pues semillas del propio
estrangulador pueden quedar adheridas a sus ramas mas tallos de hojas y más raíces aéreas que llegaran a
alcanzar el suelo. Si así ocurre y la competencia de otros vegetales lo permite, estas plantas pueden colonizar
muchos metros cuadrados en torno al punto en el que se encontraba el árbol huésped.
Las especies pertenecientes al genero Ficus, tan habituales en decoración, y alas que nos es difícil imaginar
desempeñando el papel que hemos descrito, son las mas características del grupo de las estranguladoras y en
el lenguaje coloquial de las selvas americanas se las conoce con el nombre genérico de matapalos.
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Junto a ese tipo de estrangulación, que es simplemente ahogo por desarrollo superabundante del matapalo, que
acaba por no dejar espacio vital para el huésped, hay otras plantas que realizan la estrangulación en el sentido
estricto de la palabra. Son aquellas trepadoras que lo hacen enlazando y contorneando con sus tallos los
troncos de los arboles, de forma anastomosada, formando una malla en torno a ellos. A diferencia de las
lianas, sus tallos son rígidos, van engrosándose progresivamente, impidiendo el crecimiento del soporte y
ahogándole materialmente. Algunos de ellos, alcanzada la copa del huésped, también emiten desde ellas raíces
aéreas de carácter similar a las de las lianas y que penden colgantes. La realidad es que las estrategias de
muchas de estas epifitas se juntan y, por supuesto, también se combinan en el espacio, mezclándose y no
facilitando la observación y diferenciación entre unas y otras.
El dosel de copas de los arboles de la selva, pues, se enriquece con todo el follaje que aportan estas epifitas.
Hay que constatar también el hecho de que muchas poseen una riqueza grande de frutos, que habrá que sumar
a la de los arboles, como posible fuente de alimentos.
Aunque abunden mas en las partes de las copas de los arboles, a donde llega la luz y, por su situación, sean
menos accesibles a la vista del observador, existe un tipo de plantas que nos sorprenden en el conjunto de la
selva ecuatorial por su forma de instalación sobre las demás plantas y por su fisonomía. En menos numero,
también las encontramos en las áreas de sombra.
Adheridas a los troncos o a las ramas, además de musgos y líquenes, aparecen plantas fanerogamas llamativas
y abundantes. También las hay de tamaños mínimos de las que podemos encontrar decenas en una hoja del
tamaño de un Ficus, pero solo nos vamos a referir a algunas de las más visibles. Surgen a partir de semillas
que se han instalado en cualquier punto favorable de un tronco o una rama, y allí generan una cepa de raíces
filamentosas, de carácter higroscópico, cuya primera función es la de simple sujeción. De ahí arracan las
partes verdes.
En general no se trata de grandes plantas, siendo excepcionales las que rebasan los 2 metros; sus partes
leñosas son mínimas o inexistentes. Hemos elegido como ejemplo el grupo de las bromeliáceas, como familia
endémica de América, y las orquídeas, ya que ambas cuentan con un amplio numero de especies epifiticas.
Junto a ellas hay otras muchas especies, pertenecientes a no menos de dos docenas de familias diferentes,
incluida alguna cactacea, pero, en cuanto al numero, solo compiten con ellas los también múltiples helechos
epifitos. Estos, y las bromelias, desarrollan una estrategia anatómica para su supervivencia con rasgos
parecidos. (foto 6)
Las bromelias y los helechos, por su lado, utilizan una disposición y estructura foliar que facilita la
acumulación de agua y materia orgánica que caiga de las alturas. Las hojas se imbrican en torno a un eje
central, con la forma de un paraguas invertido, o una sucesión de ellos, de diferentes tamaños, con él más
grande en la base. Allí también hay unos orificios, los tricomas, que regulan la absorción del agua, según las
exigencias de las plantas y las circunstancias ambientales.
La capacidad de almacenar agua de las bromelias es variable según las especies, y las que tienen el
receptáculo antedicho, en cantidades proporcionales a su tamaño. Por la significación paisajistica que tiene el
genero Tillandsia de las bromelias, digamos que algunas de sus especies, de forma parecida a líquenes
colgantes, absorben el agua solo higroscopicamente.
Pero volviendo a las de forma convencional, antes descritas, es sorprendente la cantidad de agua que se puede
acumular en las especies mayores. Una especie del genero Vriesea, que alcanza los dos metros y medio de
diámetro, y llega a contener mas de veinte litros.
En esos casos, y en otros muchos de menor tamaño, las bromelias albergan una charca permanente, que se
convierte en un microcosmos o en un ecosistema en miniatura, que funciona como tal. Salamandras, ranas y
hasta algún crustáceo son habitantes usuales; hay gusanos e insectos que allí se instalan; y como
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consecuencia, los predadores de todos ellos merodean por allí con asiduidad. Por ejemplo, pequeñas
Zarigüeyas van a capturar insectos de la pequeña lagunita, en la que puede haber hasta una planta acuática
carnívora del genero Utricularia que se alimenta atrapando animalillos diminutos.
Tanto orquídeas como bromelias desarrollan flores llamativas que son visitadas por polinizadores
especializados, como los colobries o determinados insectos. Son más exóticas y bellas las orquídeas, pero
ambas tienen una gran tradición ornamental, con múltiples especies incorporadas a la decoración de interiores
las segundas y objetos de regalo las primeras, generados entorno a ellas un intenso comercio, aunque
partiendo ya desde hace tiempo, las variedades cultivadas
FOTO 1 Esta foto muestra la gran extension la selva ecuatorial junto al rio Amazonas.
FOTO 2 Se puede ver la trama arquitectural de la selva.
FOTO 3 Un arbol de unos 20 o 30 metros
FOTO 4 Anthurium, son frecuentes en tonos vividos para atraer a los insectos y pajaros polinizadores.
FOTO 5 Tronco de palmera Bactris sp. Posee aguzadas defensas en forma de pincho.
FOTO 6 En esta bromeliacea se ha creado un microcosmos donde habita una pequeña rana.
BIBLIOGRAFIA
Libros:
• El amazonas infierno verde ANAYA
• Amazonia. La lucha por la vida
− Imágenes de internet y de esos libros.
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