Escribía sobre tipos duros para que los borrachos del

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ENTREVISTA A CHUCK PALAHNIUK, ESCRITOR Por Carmen Delgado
“ESCRIBÍA SOBRE TIPOS DUROS PARA QUE
LOS BORRACHOS DEL BAR ME ESCUCHARAN”
Chuck Palahniuk, escritor de culto, faro de la Generación X norteamericana,
autor de la venerada novela El club de la lucha, pero también de grandes
éxitos como Asfixia, Nana, Fantasmas o Snuff, que han horrorizado a
millones de lectores en todo el mundo, se acomoda, en un día de finales
de abril, en un sofá del Fòrum FNAC Triangle, frente a un grupo de
lectores. Entre ellos, bien atenta, la colaboradora de Somatents, Carmen
Delgado, que escruta al hombre impenetrable y aprovecha para hacerle
algunas preguntas.
Palahniuk llega con una sencilla camisa rosada y unos pantalones de pinzas y saluda
al público. Conversa un momento con la traductora que le acompaña en el sofá
durante el encuentro con unos lectores que hace ya rato que esperan su llegada; y
pide que me empiecen las preguntas. Su forma de hablar denota un carácter
introvertido y confirma su conocida aura siniestra. Su oscura personalidad recuerda a
los protagonistas de muchas de sus novelas. Antes de que él hable, el director de cine
Álex de la Iglesia destaca que Palahniuk explica sus historias de manera muy
personal, como si las contará a cada uno; “sus personajes parece que se te refieran
directamente”, dice.
¿De dónde sale esa voz tan potente en sus textos?
Cuando empecé a escribir la profesora nos reunía siempre en un bar y allí leíamos lo
que habíamos escrito delante de todos. Obviamente, la gente iba al bar a beber, no a
escuchar las historias de nadie y menos si eran historias sensibles. Los borrachos se
enfadaban si les molestabas. Muchos de mis amigos del grupo dejaron de venir por
culpa de eso. Yo, en cambio, decidí comenzar a escribir sobre tipos duros para que los
borrachos se callaran y me escucharan. Este periodo fue muy formativo y definió la
historia de El club de la lucha, que comenzó así. Vi la historia, el tema y cómo
provocaba emociones físicas en los que me escuchaban. Agallas es una historia triste
pero cuando la contaba se reían. También había gente que se desmayaba. Mis libros
tienen una potencia que nadie espera.
¿De dónde saca estas historias? ¿De dónde sale esta galería de personajes
desequilibrados?
Creo que escribo sobre este tipo de personajes porque sencillamente son los que dan
más juego y los que acaban generando historias muy interesantes. Eso sí, cabe decir
que tanto los personajes como las historias que protagonizan están basados en
personas reales, quizás no cosas que haya sucedido todas seguidas a la misma
persona pero sí anécdotas y peripecias que colecciono. Todo siempre se basa en la
realidad. Puedo estar meses sin escribir nada, sólo observando y pensando las
historias. En cambio, de golpe puedo estar escribiendo 16 horas al día durante meses.
Lo que me da más miedo es escribir cosas terriblemente malas y que me las publiquen
sólo por el hecho de ser conocido y de haber ya publicado. Por eso me autocensuro y
normalmente tiro el 90% de lo que escribo.
¿Qué le motiva a seguir escribiendo después del éxito de tantas novelas?
Escribo porque semanalmente me reúno con unos amigos con los que tengo un club
de lectura. ¡Los veo más que a mi familia! Tener una afición compartida con alguien te
une muchísimo. Nos hemos hecho mayores, algunos se han casado y han tenido
hijos, otros han muerto… pero los que quedamos seguimos reuniéndonos cada
semana. Cuando era un desconocido y no vendía nada, también acudía para hablar y
escuchar. Necesito estas reuniones porque mis historias salen de ahí. Todo el mundo
conoce historias que son muy buenas. ¡A veces salgo de la reunión con tantas ganas
de contarlas que casi no puedo esperar a escribirlas! Las mejores historias siempre
salen de la realidad.
Palahniuk dice que recibe la inspiración “de muchos autores” pero destaca sobre todo
Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll y Hablemos de langostas de David
F. Wallace: “Son libros que me han impactado”. “Poder saltar instantáneamente dentro
de la trama de un lado a otro es un recurso que siempre me ha llamado la atención –
explica–, me gustan los cambios ágiles y veloces; y conseguir hacerlo sin confundir al
lector es lo mejor”. También disfruta mucho con El gran Gatsby, un libro que, en
cambio, odió “profundamente” la primera vez que lo leyó. “Ahora lo leo una vez al año.
Es curioso cómo los libros no cambian pero sí las personas. Puedes leer el mismo
libro y sentir emociones distintas cada vez; y, sin embargo, el libro como tal nunca
habrá cambiado. Me siento resignado al efecto de las primeras impresiones. Creo que
puedes comenzar un libro y, si no te gusta, dejarlo… Puedes odiarlo, si quieres.
Cuando lo vuelvas a recuperar puedes haber cambiado y seguramente el libro, que no
ha cambiado, será el mejor. Los libros que dejas y a los que vuelves luego son los
mejores. Un libro que has odiado es un libro que recordarás”.
¿Hay alguna otra obra que le haya marcado o influido?
Me marcó mucho Jane Eyre pero no por lo que todo el mundo cree. Me marcó la
historia del chaval ensangrentado que es capaz de soportarlo todo. Es fascinante.
Ojalá te pueda ocurrir algo así: soportar estoicamente las desgracias es lo mejor que
te puede pasar. Por eso las novelas del siglo XIX son mis preferidas.
¿Por qué es tan crítico con las posibles adaptaciones cinematográficas de los
libros en general y de los suyos en particular?
Los libros tienen una gran ventaja: puedes hacerlo todo. Cuando escribo un libro lo
controlo todo, puedo hacer cualquier cosa; y cuento con la ventaja que sólo lo verá
quien quiera verlo. Es más privado. Cuando escribes un guión, sin embargo, debes
pensar que el producto que resulte lo puede ver cualquiera, incluso quizás niños… El
libro es de naturaleza individual. En un libro necesitas explicar más porque no hay
imágenes, pero cuentas con la colaboración del lector. Además, me estoy haciendo
mayor y me vuelvo más egoísta: escribo lo que quiero y no quiero lamentarme de lo
que no puedo hacer. No podría soportar ver una película en la que no se hubiera
grabado una escena que yo quería incluir. En la televisión, además, hay censura: hay
muchas cosas que no puedo narrar en una serie o en un telefilm y que si puedo
escribir en un libro. Y, además, no me gustan las reuniones y los trabajos colectivos:
hay puntos de vista diferentes y siempre al final queda como inacabado… En la
televisión siempre quedan cabos por atar.
¿Por ejemplo?
Cuando estaba rodando la película de mi novela Asfixia, no había suficiente dinero
para recrear toda aquella mentira. Fue un buen trabajo pero faltaban cosas, por
ejemplo cuando el grupo le pega al mentiroso. Aquella escena sencillamente no se
grabó por culpa de la iluminación; y era una buena escena, era una escena genial. La
película quedó coja, a medias. Eso en un libro nunca te pasará.
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