Integración Latinoamericana.

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Fundación Democracia
Congreso de la Nación
Circulo de Legisladores de la Nación
PROGRAMA DE
FORMACIÓN EN VALORES
EN EL MERCOSUR Y LA UNASUR
“Integración Latinoamericana1”
La idea de América Latina atraviesa gran parte de la historia del continente. Es
un nombre que se forja en el siglo XIX y se afianza hacia el siglo XX. Como
concepto de la Patria Grande alude, más allá de la singularidad de cada nación,
a que la región participa de una historia cultural y política que le permite
sostener posiciones compartidas en el plano internacional.
América Latina atraviesa actualmente una etapa caracterizada por el cambio
del paradigma de sus anteriores modelos de integración. En ese contexto, la
conmemoración de sus Bicentenarios nacionales la induce a una revaloración
de sus elementos históricos y culturales comunes, junto a una mayor toma de
conciencia de las potencialidades de su población y de los recursos naturales
que detenta.
En efecto, como región posee una de las mayores reservas energéticas
mundiales, cuantiosos recursos hidroeléctricos y de agua dulce, a los que se
suman yacimientos minerales, y recursos naturales caracterizados por una
extraordinaria biodiversidad y un inmenso potencial para la producción de
alimentos. Junto a esta importante riqueza, debe considerarse el sólido activo
que constituye la vigencia de sistemas democráticos, el respeto a la pluralidad
y a los derechos humanos, y el permanecer exenta de atravesar conflictos
continuos graves entre sus Estados, configurando regionalmente un espacio de
paz y de cooperación.
Todas estas consideraciones habilitan el posicionamiento de América Latina
como una realidad dinámica, la afianzan como sujeto emergente y renuevan su
voluntad de construir un proyecto estratégico propio.
Pero, a la vez, ese mismo reconocimiento de la existencia de un pasado y un
destino en común, le reclaman la resolución de sus asignaturas pendientes,
como condición necesaria para realizar sus potencialidades y afianzar su
identidad sobre la base de su continuidad geográfica y de su homogeneidad
cultural.
Más allá de las miradas extrarregionales -que otrora alimentaron diferencias e
indeseables rivalidades- el proceso continental debe orientarse al acercamiento
de todos los actores de la integración, sellando sólidas alianzas regionales que
enfaticen la necesidad de complementar las capacidades nacionales y
posibiliten alcanzar la masa crítica imprescindible para resolver persistentes
asimetrías e iniciar un proceso de desarrollo integral.
El renovado impulso político del proceso de integración de América Latina
avanza, pese a los obstáculos de discordias bilaterales y presiones de intereses
globales y nacionales, en diferentes frentes y a diferentes velocidades.
Actualmente hay vigentes decenas de acuerdos económicos regionales o
subregionales. Los organismos de integración son el Mercado Común del Sur
(MERCOSUR), la Comunidad Andina de Naciones (CAN), la Unión de
Naciones Suramericanas (UNASUR), la Comunidad del Caribe (CARICOM), el
Sistema de Integración Centroamericana (SICA), la Alianza Bolivariana para los
Pueblos de Nuestra América (ALBA), y, en los últimos años, la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Alianza del Pacífico (ADP)
Lejos ya de la dicotomía MERCOSUR/UNASUR, ambos procesos se
complementan y se refuerzan mutuamente. Por un lado el MERCOSUR se
destaca en el plano comercial y se erige en la región como el bloque principal en
términos económicos. Por su parte la UNASUR, con objetivos distintos a los del
MERCOSUR, pone el énfasis en la construcción de un espacio político donde la
cooperación, la participación social y la democracia se fortalezcan. Con una
dinámica novedosa, la UNASUR plantea a través de sus Consejos la
coordinación de políticas públicas de alcance regional dando un lugar especial a
la educación, la salud, la ciencia y la tecnología, la energía, la infraestructura y
la defensa, entre otras. También aparece el desafío de la integración financiera
con el Banco del Sur y otras instancias y mecanismos orientados a diseñar una
nueva arquitectura financiera regional. Nos encontramos frente a un nuevo
modelo basado en una integración virtuosa, lo cual supone a su vez una
inserción internacional con mayor independencia y autonomía.
Partiendo de la premisa de que la concertación de políticas regionales en todos
los ámbitos no podrá concretarse sin protagonismo social, la presencia de
nuevos sujetos colectivos comprometidos con la integración, la defensa de
valores, y el ejercicio de derechos y responsabilidades, asegurarán una
creciente participación social que otorgará mayor densidad y riqueza al camino
emprendido en un sentido inclusivo y emancipatorio.
En esta dirección se acrecienta la conciencia de que la integración
latinoamericana puede constituirse en una realidad fecunda si se desarrolla no
sólo en el nivel de los Estados sino también en el de los ciudadanos. Con este
objetivo, la UNASUR ha instaurado un Primer Foro de Participación Ciudadana
en Cochabamba, Bolivia, en noviembre de 2013, con una reunión preparatoria
en Buenos Aires. Con la presencia de numerosos representantes de diferentes
espacios de la sociedad civil, constituye un espacio en el que no solamente se
discuten las temáticas propuestas por los gobiernos sino en el que también la
ciudadanía tiene la potestad de cumplir dos funciones: la de incorporar temas y
proponer políticas, así como también la de vigilar y controlar, desde la
perspectiva de los Derechos Humanos. El funcionamiento del Foro contempla
la autonomía plena de los movimientos sociales, en diálogo permanente con los
gobiernos.
La formación de una comunidad, el manejo de la deuda externa, la necesidad
de articular normas comunes de derecho, garantizar la apertura hacia el
desarrollo, recibir e intercambiar tecnologías, la transformación de
burocratismo en burocracia para minimizar la corrupción, los favoritismos y las
injerencias político partidarias en los procedimientos gubernamentales, análisis
integrales y estudios sobre las diversidades culturales de la región para hacer
frente a la homogenización educacional y, particularmente, llevar a cabo
acciones de integración en la región, son factores que pueden contribuir para la
formación de una identidad latinoamericana.
El sociólogo mexicano Isaac Enríquez Pérez, quien considera a la identidad
regional como uno de los basamentos para alcanzar el objetivo del desarrollo
latinoamericano, expresa que: “En la medida en que la cercanía geográfica se
encuentre potenciada por la identidad regional, la integración en un contexto de
fronteras se torna necesaria para el fomento del desarrollo de los países
miembros, puesto que ella se erige como camino para contener los efectos
desestructurantes de la globalización, como un factor configurador de un
sentido de pertenencia, así como de realidades y problemáticas comunes y
compartidas. Sin una identidad sólida, los procesos de regionalización corren el
riesgo de que los países miembros se adhieran a proyectos signados por el
cortoplacismo y carentes de mínimos consensos; más aún, se enfrentan a
relaciones económicas que reproducen la lógica asimétrica de la economía
mundial. Si bien la soberanía es trastocada por la gravitación que ejercen los
procesos de globalización, las decisiones tomadas en espacios globales y la
misma homogeneización, armonización y estandarización de políticas públicas
en la escala mundial, la integración económica y la identidad regional tienden a
atemperar los efectos negativos de estos fenómenos, en la medida en que las
regiones supranacionales cuenten con instituciones capaces de absorberlos y
reaccionar frente a ellos”. La identidad latinoamericana se alza como un factor
relevante de cohesión para los países de la región, ante la reconfiguración
global que socava al Estado-Nación desde afuera y desde adentro.1
América Latina tiene actualmente la oportunidad de gestar un salto de calidad
en el curso de su maduración histórica. Como tal vez no ha ocurrido en los 200
años precedentes, en estos primeros tramos del siglo XXI se ha configurado el
marco para integrar las particularidades propias de cada país en un contexto
común y proyectarse internacionalmente con una identidad equilibrada entre
la unidad y la diversidad de sus pueblos.
Para lograrlo deberá ahondar en el camino de los esfuerzos conjuntos,
adoptando decisiones exentas de pujas menores y visiones de corto plazo. Y
deberá potenciar las sinergias y crear bienes públicos regionales, encaminando
los consensos hacia la formulación de un plan de acción sustantivo que vincule
la integración con la industrialización, que combata la pobreza y la desigualdad
e incluya transformaciones en el abordaje de la política, la soberanía, el
desarrollo integral y la permanente mejora en el nivel de vida de nuestros
pueblos.
1
http://www.paginaspersonales.unam.mx/files/848/Publica_20131007190349.pdf
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