El recurso de casación penal como segunda instancia

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El recurso de casación penal como segunda instancia
Vicente José Martinez Pardo
1. Introducción
El recurso de casación es un recurso devolutivo extraordinario ante el grado supremo de la
jerarquia judicial, el Tribunal Supremo. Por su carácter extraordinario procede únicamente
si concurren los presupuestos y requisitos especiales determinados por la ley.
Los fines primordiales de la casación son dos: 1) La revisión o control de la aplicación de la
ley hecha por los Tribunales de instancia, y 2) La unificación de criterios jurisprudenciales.
Como afirma GIMENO SENDRA , puede afirmarse que la principal misión del Tribunal
Supremo es asegurar la vigencia del principio de igualdad, consagrado en el art. 14 C.E., a
través de su doctrina legal, todo ciudadano ha de tener la certeza y la seguridad de que la
norma material y procesal será efectivamente aplicada por igual en todas y cada una de las
secciones de las Audiencias Provinciales.
A esta doble función del recurso de casación, se ha añadido una tercera, la de velar por el
cumplimiento de las garantías constitucionales (art. 5.4 LOPJ)
La doble instancia penal
La Constitución Española nada dice de forma directa sobre la exigencia de la doble
instancia; no existe precepto constitucional que directamente establezca que es necesario
que las resoluciones judiciales puedan ser recurridas y que, precisamente ese recurso sea el
de apelación, entendido éste como mecanismo para conseguir el doble grado de
jurisdicción.
Las referencias constitucionales al sistema de impugnación en el proceso penal se hallan
implícitas en los arts. 118, 123.1 y 152.1 II y III, pero el derecho al recurso no se entiende
por la Jurisprudencia que forme parte del derecho a la tutela judicial efectiva del art. 24.1
C.E. (STC 61/83 de 11 de julio), ni tampoco puede ser considerado como una de las
garantías esenciales del proceso protegidas por el art. 24.2 C.E.
La C.E. obliga a interpretar las normas relativas a los derechos fundamentales y a las
libertades de acuerdo con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y también de
acuerdo con los Tratados Internacionales que España ha firmado al efecto. En concreto el
Protocolo num. 7 del Convenio Europeo de los Derechos del Hombre y de las Libertades
Fundamentales ( CEDHLF) de 22 de noviembre de 1984, y el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) de 16 de diciembre de 1966, ratificado por España el
13 de abril de 1977, suscritos por nuestro pais, hacen referencia expresa y concreta al
derecho al recurso frente a las decisiones de los Jueces y Tribunales.
El art. 14.5 del Pacto mencionado establece. "Toda persona declarada culpable de un delito
tendrá derecho a que la resolución de condena y la pena que se haya impuesto sea sometida
a un Tribunal superior, conforme a lo que se establece en la ley".
El Tribunal Constitucional ha interpretado el "conforme a lo prescrito en la ley" en el
sentido de reconocer libertad al legislador interno no solo para determinar cual es el
Tribunal superior, sino también para configurar como se someta a él la sentencia
condenatoria. Ello ha permitido que en "nuestro ordenamiento en determinados supuestos
sea el recurso de apelación y en otros el recurso de casación, el que abra al condenado en la
instancia el acceso a un Tribunal superior "(STC 37/88 de 3 de marzo).
El Tribunal Constitucional está negando cualquier identificación entre el derecho al recurso
y principio de doble grado de jurisdicción; si así fuera esta identificación se estaría
exigiendo al legislador la reforma de la normativa procesal al respecto.
El mandato constitucional (art. 10 C.E.) obliga a interpretar el derecho al proceso con todas
las garantías debidas, o al derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24 C.E.), que son dos
derechos de significado contenido constitucional, desde la perspectiva de esos tratados
internacionales, y más en concreto, desde la perspectiva de la exigencia de recursos con los
que poder articular impugnaciones contra las resoluciones jurisdiccionales.
Ciertamente, nuestro sistema procesal penal en materia de medios de impugnación no
conculca necesariamente el derecho constitucional a los recursos, toda vez que, tal y como
establece el art.14.5 PIDCP, dicho recurso a trasladar el fallo y la pena al Tribunal Superior
lo ha de ser "conforme a lo prescrito por la ley"; por lo que el recurrente no tiene derecho a
exigir la interposición de un recurso de una naturaleza o contenido determinado.
El art. 14.5 PIDCP obliga a la creación de la segunda instancia en el pais en que se aplique,
si aún no existe. Con base en este precepto, el T.C. en sentencia 42/82 precisa que "... si
bien estas consideraciones no son suficientes por ellas mismas para crear recursos
inexistentes, si que obligan a entender que entre las garantias del proceso penal se
encuentra la del recurso delante de un Tribunal superior y que, por tanto, todas las normas
de Derecho procesal de nuestro ordenamiento han de ser interpretadas en el sentido mas
favorable a un recurso de este género."
Otro requisito que establece el Pacto es que sólo cabe la doble instancia contra un veredicto
de condena, así tambien lo recoge el T.C. en sentencia de 6 de mayo 1983, en la que se
reconoce el derecho al recurso solamente contra las sentencias condenatorias y no contra
otras resoluciones. El art. 14.5 PIDCP configura la doble instancia como un derecho de
quien ha sido declarado culpable de un delito, pero no exige que se conceda igual derecho a
las acusaciones cuando la primera instancia haya acabado con sentencia absolutoria.
Sin embargo la STC 27/85, de 26 de febrero, afirma que "el derecho a la tutela judicial
efectiva y a la no indefensión exige que todas las partes del proceso penal tengan las
mismas posibilidades de recurrir y que una vez creado el recurso tal garantía procesal ha de
estar a disposición de todas las partes".
En resumen, el T.C. viene reiteradamente señalando el derecho al recurso, pese a carecer de
soporte constitucional, en tanto en cuanto no está legalmente establecido, cuando se refiere
al proceso penal es parte integrante del derecho a la tutela judicial efectiva.
3. Doctrina del Tribunal Constitucional
El Tribunal Constitucional ha evolucionado en el sentido de considerar, en un principio,
que el derecho a la tutela judicial efectiva no comprendia el derecho de obtener dos
resoluciones judiciales a través del sistema de doble instancia (STC de 11 de julio de 1983,
23 de enero de 1984 y 8 de junio de 1988), para considerar, posteriormente, que en materia
penal, en aquel derecho se integra el de la doble instancia (STC 50/90, 177/91, 72/92 y
126/93 )
Durante los primeros años, el Tribunal Constitucional sentó la doctrina de que el derecho a
la tutela judicial efectiva, o el derecho al acceso a la tutela judicial, no se extendía al
derecho a los recursos. Asi la STC 110 /88 que afirma que " el derecho a los recursos, como
contenido del derecho a la tutela judicial efectiva, solo existe cuando la ley previamente ha
establecido la posibilidad de recurso y con la configuración que les de cada una de las leyes
reguladoras de los diferentes ordenes jurisdiccionales".
Respecto al derecho a la doble instancia en órdenes jurisdiccionales distintos del penal, el
T.C. afirma en Sentencia 110/95 que " el derecho a los recursos, como contenido del
derecho a la tutela judicial efectiva, sólo existe cuando la ley previamente ha establecido la
posibilidad de recurso y con la configuración que les dé cada una de las leyes reguladoras
de los diferentes órdenes jurisdiccionales".
La doble instancia, el doble grado jurisdiccional, no es un derecho constitucional,
satisfaciéndose el derecho a la tutela judicial efectiva con la posibilidad de acceso a los
Tribunales de justicia, pero no impone la necesidad de la existencia de un doble
enjuiciamiento. Esto solo atañe al proceso penal, considerándose como una excepción a lo
que sucede en los restantes tipos de procesos.
3.1. El derecho a la doble instancia penal
Es reiterada la jurisprudencia del T.C. ( entre otras STC 33/89 de 13 de febrero, 69/90 de 5
de abril y 255/93 de 20 de julio) que afirma que el derecho a la doble instancia, salvo en
materia penal, no forma parte necesariamente del contenido del derecho a la tutela judicial
efectiva, por lo que el legislador puede configurar libremente el sistema de recursos,
estableciendo los supuestos en que cada uno de ellos procede y los requisitos que han de
cumplirse para su formalización.
Así pues, en el ámbito penal el legislador viene excepcionalmente obligado a prever un
"derecho al recurso" y a someter el fallo condenatorio y la pena impuesta a un "Tribunal
superior", por la sencilla razón de su imposición por los Tratados y convenios
internacionales suscritos y ratificados por España, ya mencionados, que forman parte de
nuestro ordenamiento interno y sirven de pauta interpretativa de los derechos
fundamentales y libertades públicas (Art. 110.2 C.E.).
Como afirma DE DIEGO DIEZ el derecho al recurso en el proceso penal entra a formar
parte del haz de garantias del "proceso debido" a que se refiere el art. 24.2 C.E., pero dentro
de ciertos límites.
De la doctrina del Tribunal Constitucional en esta materia podemos sacar las siguientes
conclusiones:
No se establece en los Tratados y Convenios ratificados por España un "derecho a la doble
instancia", sino solo el derecho a que el fallo condenatorio y la pena impuesta sea sometida
a un "Tribunal superior".
La sumisión a este "Tribunal Superior" habrá de ser conforme a "lo previsto por la ley". Por
lo que ésta en cada pais fijará sus modalidades.
Este mandato de sumisión del fallo condenatorio y de las penas a un Tribunal Superior, "no
es bastante para crear por si mismo recursos inexistentes, pero obliga a interpretar en el
sentido más favorable a los recursos de este género todas las normas del Derecho Procesal
Penal en nuestro ordenamiento".
Este derecho tiene que ser respetado por el legislador. Así el derecho al recurso en el
enjuiciamiento por delitos viene determinado como una obligación del legislador, como un
mandato a él dirigido para que habilite un Tribunal superior, sea cual fuere, que revise o al
que se le someta el fallo condenatorio y la pena impuesta.
No existe, por el contrario, un derecho fundamental a un determinado tipo de recurso, y los
requisitos de admisibilidad del mismo y su amplitud corresponden al legislador.
Como excepción al "derecho al recurso ante un Tribunal Superior" están las personas
aforadas. La Sala 2ª del Tribunal Supremo tiene competencia para instruir y enjuiciar
determinados casos de aforamiento (art. 71.3, 102.1 y 57.1, 2 y 3ª LOPJ) y sus resoluciones
en estos supuestos no pueden impugnarse ante un órgano superior.
La fundamentación de la privación de este derecho a las personas aforadas las pone de
relieve el T.C. en Sentencia 166/93, de 20 de mayo, al señalar que "al principio del fuero,
que es un plus, equilibra asi la inexistencia de una doble instancia, que si bien es una de las
garantías del proceso a las cuales alude genéricamente el art. 24.2 C.E., ha de ser matizada
en los casos en que el enjuiciamiento se confia directamente al Tribunal Supremo en todos
los ordenes jurisdiccionales, salvo en el orden de garantias constitucionales (art. 123 C.E.),
a quien habría de revertir en definitiva la competencia funcional en un segundo grado o
escalón procesal".Es decir, existe la imposibilidad orgánica de dar acceso a un Tribunal
Superior cuando el acusado, acogiéndose a su fuero fue juzgado en primera instancia por el
propio Tribunal Supremo. En el mismo sentido la STC 51/85 de 10 de abril señala que "si
determinadas personas gozan "ex constitucione", en atención a su cargo, de una especial
protección...... son esas particulares garantías que acompañan a Diputados y Senadores las
que disculpan la falta de un segundo grado jurisdiccional y porque el órgano encargado de
conocer en las causas en que puedan hallarse implicados es el superior en la via judicial
ordinaria".
Como apunta CALDERON CUADRADO la interpretación del Tribunal Constitucional ha
ido más allá del tenor literal del art. 14.5 PIDCP, considerando que, aunque falte la garantía
que se pretende con el reconocimiento del derecho al recurso, ésta se ve compensada por
realizar el enjuiciamiento el órgano jurisdiccional superior en todos los órdenes, garantía
mayor si se quiere que el recurso en sí. Luego a juicio del Tribunal Constitucional la
irrecurribilidad de las decisiones del Tribunal Supremo no es atentatoria para el derecho al
recurso.
3.2 El recurso de casación
Finalmente vamos a analizar la doctrina del Tribunal Constitucional respecto al recurso de
casación. Si bien no existe duda de que el recurso contra resoluciones recurribles en
apelación ante las Audiencias Provinciales cumplen las exigencias del derecho al recurso,
sin embargo respecto al recurso de casación se plantea la cuestión de si con el mismo se
cumplen los requisitos necesarios para entender cumplido el derecho al recurso recogido en
los Tratados y convenios internacionales.
La doctrina entiende que la actual regulación de la casación no está pensada para esta
función constitucionalmente impuesta.
El recurso de casación se consideró por el Tribunal Constitucional en Sentencia 76/82 de 14
de noviembre, que se acomodaba a lo establecido en el Pacto de Nueva York, con respecto
al derecho a la doble instancia. Sin embargo, en la Sentencia 60/85 de 6 de mayo, se dice
que "la actual casación penal no está preparada para la nueva función impuesta
constitucionalmente" y considera que el legislador debe llevar una reforma profunda a fin
de que se trate la impugnación de las sentencias dictadas en la Audiencia Provincial en
única instancia.
Por otra parte en la Sentencia de 14 mayo de 1988 se dice que la Jurisprudencia ha
reconocido en el recurso de casación una posición esencial en el sistema de garantias
jurisdiccionales consagradas en el art. 24 C.E. y el cual le vincula con la posibilidad de
someter la decisión a un Tribunal superior en el sentido del art. 14.5 del PIDCP. En el
mismo sentido la sentencia de 5 de marzo de 1988 dice "..... de la lectura del art. 14.5 se
desprende claramente que no establece propiamente una doble instancia, sino un
sometimiento de la resolución y de la pena a un Tribunal superior y como que estos
requisitos se dan en nuestra casación, este Tribunal ha entendido que este recurso , a pesar
de su cognición restringida, cumple la función revisora y de garantia exigida por el art. 14.5
del Pacto".
Efectivamente, el T.C. ha afirmado que".... permite asimismo que dentro del ordenamiento
y para los delitos para cuyo enjuiciamiento así lo ha previsto el legislador sea la casación
penal el recurso que abra al condenado en la instancia el acceso a un Tribunal superior, bien
entendido que, creada la casación por el legislador interno para determinados supuestos, tal
garantia procesal ha de estar a disposición de todas las partes" (STC 76/82), lo que nos
llevó en otro proceso a declarar inconstitucional una norma que lo restringía a favor solo
del Ministerio Fiscal.
En el mismo sentido la STC 60/85 de 6 de mayo ha reconocido que la casación penal
cumple también la función de velar por el derecho a la tutela judicial efectiva en su más
amplio contenido. Ciertamente, la regulación actual de la casación no está pensada para
esta función constitucionalmente impuesta, pero en tanto no se aborde una reforma
profunda, será preciso interpretar su regulación en función del derecho fundamental
consagrado en el art.24 C.E. y en el sentido más favorable para su eficacia. En su virtud ha
declarado el T.C. entre otras en sentencias 42/82 de 5 de julio, 76/82 de 14 de diciembre y
123/86 de 22 de octubre, que la privación sin fundamento jurídico suficiente del acceso al
recurso de casación es, por tanto una lesión del derecho fundamental a la tutela judicial
efectiva.
Pero el T.C. va más lejos, según el mismo, la inadmisión del recurso de casación por alguna
de las causas recogidas en los arts. 884 y 885 Lecrim. no es contraria a la tutela judicial
efectiva. Así, se ha afirmado en STC 154/87 de 14 de octubre que "pese a que la exclusión
del recurso de casación penal significa el impedimento a la doble instancia que reconoce en
materia penal, el art. 14.5 PIDCP, ello no supone que el condenado tenga derecho absoluto
e incondicionado a que se admita su recurso, pues como ha dicho reiteradas veces este
Tribunal, el legislador puede limitar su interposición y rodearlo de presupuestos y
requisitos especiales, de forma que el órgano judicial encargado de resolverlo, el Tribunal
Supremo, limite sus tareas a los fines legalmente previstos. La fijación por la ley de unos
motivos de inadmisión no es así contraria al derecho a la tutela judicial efectiva, pero esos
motivos deben ser interpretados y aplicados sin formalismos de las normas que reglamentan
el recurso de casación.Tal interpretación de los motivos de inadmisión puede ser objeto de
revisión por la via del recurso de amparo".
Aunque, según STC 79/87 de 27 de mayo,"los motivos del recurso de casación pueden ser
objeto de revisión por la via del recurso de amparo, toda vez que el derecho a la tutela
judicial efectiva.... no puede ser comprometido mediante obstáculos contrarios al espiritu y
finalidad de las normas reguladoras del recurso de casación, en las que ha de estar prevista
la causa de inadmisión, cuya aplicación ha de ser razonada y basada en la interpretación
más favorable a la efectividad del derecho al recurso", la cuestión del derecho al recurso en
el proceso penal desemboca en un mero enunciado, pero no real al introducirse, por la Ley
21/88 de 19 de julio, dos nuevas causas de inadmisión del recurso de casación: " cuando el
recurso carezca manifiestamente de fundamentación" (art. 885.1º Lecrim.) y "cuando se
hubieren desestimado en el fondo otros recursos sustancialmente iguales" (art. 885.2º
Lecrim.) y si a ello añadimos que, salvo error u omisión involuntaria del ponente, no ha
prosperado ningun recurso de amparo formulado por no admitirse el recurso de casación , y
por tanto, el derecho a la "doble instancia" en el proceso penal.
Ante esta situación cabría preguntarse ¿Cuál de los dos recursos, apelación o casación,
ofrece mayores garantías para el justiciable?.
A nivel doctrinal existe una clara división, asi GIMENO SENDRA y ORTELLS RAMOS
entienden que de todos los medios de impugnación, el recurso de apelación es, sin duda
alguna, el que mayores garantías ofrece para las partes, debido fundamentalmente a su
carácter de recurso ordinario, no necesita fundarse en causa legal preestablecida, y en él
pueden aducirse la totalidad de los errores judiciales o vicios, materiales y formales,
sufridos en la sentencia o en las actuaciones de la primera instancia.
Y por otra parte, VIVES ANTON y MONTERO AROCA que apuntan si bien con la doble
instancia el Tribunal superior puede sustituir la valoración efectuada por el inferior, ello no
representa una garantia adicional para el justiciable si el Tribunal de instancia es
suficientemente fiable salvo que se presuma que esta valoración tardía ha de ser más
correcta que la efectuada en la primera instancia, y para tal presunción no existe ninguna
base.
Siguiendo a CORTES DOMINGUEZ , el Tribunal Constitucional no ha explicado
satisfactoriamente como es igualmente constitucional un sistema en que la única
posibilidad de recurso es el de casación, extraordinario, tasado, restrictivo y formalista, y
otro sistema, como el establecido para impugnar las sentencias dictadas en el proceso
abreviado por los Juzgados de lo Penal, en el que la única posibilidad de recurso es el de
apelación, entendido como medio de impugnación que admite la valoración de las pruebas
por el Tribunal superior.
Se hace necesario, pues, una doctrina jurisprudencial más sólida que dé coherencia al
complejo sistema impugnatorio procesal penal, o que se instaure por el legislador una
verdadera doble instancia en el proceso penal. Y en todo caso, en una hipotética sustitución
del actual sistema por razones constitucionales, salvo que cambiase la doctrina del Tribunal
Constitucional.
La situación doctrinal estaba así de dividida cuando una resolución del Comité de Derechos
Humanos de la ONU viene a cuestionar teóricamente la validez del recurso de casación en
nuestro proceso penal. El 20 de julio de 2000 el Comité de Derechos Humanos de la ONU,
creado en virtud del art. 28 del PIDCP emitió un dictamen que declara que el sistema de
casación español vulneró el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
El dictamen fue dictado en virtud de la comunicación num. 701/96 presentada por un
ciudadano condenado a una pena grave por un Tribunal español y a quien no se estimó el
recurso de casación ante el Tribunal Supremo.
El Comité de Derechos Humanos afirma en su resolución " que la inexistencia de la
posibilidad de que el fallo condenatorio y la pena del autor fueran revisadas integramente....
limitándose dicha revisión a los aspectos formales o legales de la sentencia, no cumple con
las garantías que exige el párrafo 5, del art. 14 del Pacto". Además la ONU concede un
plazo de noventa dias al Estado Español para informar sobre los medidas que piensa
adoptar para subsanar ese incumplimiento, y le recuerda que España "tiene obligación" de
que en lo sucesivo "no ocurran violaciones parecidas".
El Gobierno Español manifestó al Comité que si el dictamen era entendido "como una
orden para que el Estado parte promulgase una nueva legislación sobre el recurso penal, ….
El Comité se situaría probablemente al margen del Pacto".
El dictamen de la ONU de 20 de julio 2000 reabrió la polémica a nivel doctrinal sobre la
compatibilidad de la casación penal española con los convenios internacionales sobre
derechos humanos; así autores como JAEN VALLEJO manifiesta que el Pacto de Derechos
Civiles y Políticos "queda ampliamente superado por el actual ordenamiento jurídicos
español y su sistema de protección de los derechos fundamentales..... siendo la
jurisprudencia del T.C. sobre garantías del proceso penal altamente satisfactoria"; y
respecto al derecho a la segunda instancia en el proceso penal es una especie de imposible
pues "nunca podrá el Tribunal ad quem revisar los hechos con la misma amplitud que el
juez a quo..... en realidad no existe una plena segunda instancia en ningún procedimiento
penal, pues ello exigiría una repetición total del juicio". Por el contrario MAZON CUESTA
defiende el dictamen del Comité de la ONU y manifiesta que "el dictamen constata que al
limitarse la revisión casacional a los fundamentos legales, el recurrente no tiene derecho a
una revisión íntegra que es lo que garantiza el art. 14.5 del Pacto..... obligando con ello a
rectificar tanto la ley como la jurisprudencia establecida del Tribunal Supremo y el
Tribunal Constitucional"
Frente a esta resolución, el Pleno de la Sala Segunda del Tribunal Supremo decidió en su
reunión de 13 de septiembre de 2000 "dar cumplimiento al dictamen" sin perjuicio de que
se decida por el Tribunal que en su dia conoció el recurso de casación que tipo de revisión
efectiva se va a proporcionar al recurrente ante el Comité de Derechos Humanos de la
ONU; sin embargo, afirma la Sala Segunda, la actual configuración del recurso de casación
permite una revisión efectiva de las sentencias condenatorias dictadas en primera instancia
y por lo tanto acuerda no suspender la tramitación de los recursos pendientes en la Sala
Segunda del Tribunal Supremo.
Posteriormente la Sala II del Tribunal Supremo en Auto de fecha 14 de diciembre de 2001
ratifica que el recurso de casación cumple con la exigencia del art. 14.5 PIDCP. La citada
resolución se dicta como consecuencia de la petición efectuada por la representación
procesal del mismo condenado que solicitó la revisión ante el Comité de Derechos
Humanos, que solicitaba que se declare la nulidad de la condena por la Sala II del Tribunal
supremo o la nulidad del juicio que se celebró ante la Audiencia Provincial de Toledo.
La citada resolución declara no haber lugar a la nulidad solicitada y respecto al derecho al
recurso establece: "…. Que en el Séptimo Protocolo adicional de la CEDH de 22 de
noviembre de 1984, el derecho a la revisión de la sentencia condenatoria por un Tribunal de
mayor jerarquía se rige por las leyes del Estado y que caben excepciones para las acciones
punibles de reducida gravedad o en las que el proceso se ha desarrollado ante el Tribunal de
mayor jerarquía o en los que se trata de una sentencia absolutoria recurrida por la
acusación…. La doctrina ha entendido que este artículo otorga a los Estados parte de la
CEDH un amplio margen de configuración del recurso y que éste puede limitarse a
cuestiones de derecho…. Por otra parte, el Tribunal Constitucional ha venido declarando
desde la STC 60/1985 que el recurso de casación cumple con la exigencia del art. 14.5 del
Pacto y desde la STC 42/1982 ha establecido que la norma del Pacto no da derecho a
recursos que no se encuentren reconocidos en nuestra legislación. Esta jurisprudencia
constitucional ha indicado, asimismo, que el derecho a un recurso de casación se debe
entender de la manera más favorable al acusado…..Consecuencia de esta exigencia…. Se
amplia el concepto de cuestiones de derecho que pueden ser objeto del recurso de casación.
Correlativamente nuestra jurisprudencia ha reducido las cuestiones de hecho, que quedan
fuera del recurso de casación, exclusivamente a aquellas que necesitarían de una repetición
de la prueba para permitir una nueva ponderación de la misma. Así, el juicio sobre la
prueba puede ser corregido en casación cuando el Tribunal de los hechos se ha apartado de
las reglas de la lógica, de las máximas de la experiencia o de los conocimientos científicos".
Ratificando lo anterior, el Tribunal Constitucional en Sentencia 70/2002, de 3 de abril,
reinterpretando el mandato del art. 14.5 PIDCP entiende que entre las garantían del proceso
penal a las que se refiere el art. 24.2 C.E. se encuentra la del recurso ante un Tribunal
superior ( en este sentido STC 42/1982, de 5 de julio ; 30/1986 , de 20 de febrero y 64/2001
de 17 de marzo), y así establece :"De la lectura del art. 14.5 PIDCP se desprende
claramente que no se establece propiamente una doble instancia, sino una sumisión del fallo
condenatorio y de la pena a un Tribunal superior, sumisión que habrá de ser conforme a lo
prescrito en la ley, por lo que ésta en cada pais fijará sus modalidades" (STC 76/1982 de 14
de diciembre). Continua la STC 70/2002 diciendo: "El mandato del art. 14.5 PIDCP se ha
incorporado a nuestro Derecho interno y aunque no es bastante para crear por sí mismo
recursos inexistentes…. Hemos de recordar la doctrina general según la cual la casación
penal cumple en nuestro ordenamiento el papel del Tribunal superior que revisa las
sentencias de instancia en la via criminal a que se refiere el art. 14.5 PIDCP….En definitiva
existe una asimilación funcional entre el recurso de casación y el derecho a la revisión de la
declaración de culpabilidad y la pena declarado en el art. 14.5 ; y el derecho reconocido en
el Pacto se interpretará no como el derecho a una segunda instancia con repetición integra
del juicio sino como el derecho a que un Tribunal superior controle la corrección del juicio
realizado en primera instancia, revisando la correcta aplicación de las reglas que han
permitido la declaración de culpabilidad y la imposición de la pena, en el caso concreto".
Con todo, será el legislador, quien en un futuro, decida, con la reforma de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, modificar el recurso de casación, como si fuera una segunda
instancia, o crear otro tipo de recursos ante los Tribunales Superiores de Justicia, con el fin
de que todos los delitos tengan una segunda instancia.
Disponível em:< http://www.porticolegal.com/int/int_Articulos.html > Acesso em.: 28 set.
2007.
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