Juzgado de lo Penal Nº 2 Avda. Tres de Mayo, nº3 Santa Cruz de Tenerife Teléfono: 922 20 87 17 Fax.: 922 20 87 89 Procedimiento: Procedimiento abreviado Nº Procedimiento: 0000080/2012 Proc. origen: Procedimiento abreviado Nº proc. origen: 0000175/2011-00 NIG: 3803843220110014976 Resolución: Sentencia 000029/2014 Intervención: Acusado Interviniente: Jose Rodriguez Ramirez Abogado: Juan Miguel Munguia Torres Acusador particular Maria Victoria Rosell Aguilar Sandra Maria Rodriguez Vazquez Resp.civ.directo EDITORIAL LEONCIO RODRIGUEZ (PERIODICO EL DIA) Procurador: Maria Montserrat Padron Garcia Esther Martin Garcia 22 ENERO 2014 SENTENCIA En nombre de S.M. el Rey, En Santa Cruz de Tenerife, a Veinte de Enero de dos mil catorce. La Ilma. Sra. Dª Beatriz Balfagón Santolaria, Magistrada de refuerzo del Juzgado de lo Penal núm. Dos de Santa Cruz de Tenerife, habiendo visto en juicio oral y público la causa núm. 80/12 seguida por presunto delito de Injurias y Calumnias, contra JOSÉ RODRÍGUEZ RAMÍREZ, con D.N.I. 41.760.256, nacido en Santa Cruz de Tenerife el 2/09/25, hijo de José y Gabriela, representado por el Procurador Dª Mª Montserrat Padrón García y defendido por el Letrado D. Juan Miguel Munguía Torres; en cuyo proceso ha sido parte el Ministerio Fiscal en el ejercicio de la acción pública; y VICTORIA ROSELL AGUILAR, representada por el Procurador Dª Esther Marín García, y bajo la dirección de Letrado Dª Sandra María Rodríguez Vázquez, ejerciendo la Acusación Particular. ANTECEDENTES DE HECHO PRIMERO.- Por el Juzgado Instrucción núm. 1 de Santa Cruz de Tenerife, con fecha 5 de Julio de 2011 se incoaron Diligencias Previas núm. 2420/11 en virtud de denuncia interpuesta por el Ministerio Fiscal. Tras las práctica de las diligencias oportunas, se decretó la continuación de la causa por los trámites del Procedimiento Abreviado y se dio traslado a las partes acusadoras quienes presentaron escrito solicitando la apertura del juicio oral y formulando VENCE RECURRIR STC EL DIA 6 DE FEBRERO conclusiones provisionales, en cuya virtud fue decretada la apertura del juicio oral, emplazándose al acusado y evacuado por éste el trámite de calificación provisional, fueron remitidas las actuaciones a este Juzgado de lo Penal núm. Dos que dictó auto acordando el registro de la causa y resolviendo sobre la admisión de pruebas. SEGUNDO.- Que con fecha 13 de Enero de 2014 tuvo lugar la vista oral en la que tras la práctica de la prueba, el Ministerio Fiscal calificó los hechos como un delito de injurias de los arts. 208, 209, 215 y 216 del Código Penal, del que consideró responsable criminalmente en concepto de autor al acusado José Rodríguez Ramírez, sin la concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad penal y solicitó que se le impusiera la pena de diez meses de Multa con una cuota diaria de diez euros y pago de costas procesales, con reserva de acciones civiles a la perjudicada. Por el Letrado de la Acusación Particular se calificaron los hechos igualmente como un delito de injurias y además como delito de calumnias de los arts. 205 y 206 del C.P., interesando para el acusado la pena de catorce meses de Multa con una cuota diaria de 400 euros por el primer delito y de un año de Prisión o subsidiariamente 18 meses de Multa con 400 euros de cuota diaria por el segundo delito, con reserva de acciones civiles. TERCERO.- Que la por la defensa del acusado se mostró la disconformidad con los hechos imputados, solicitando la libre absolución de su defendido. HECHOS PROBADOS Apreciando en conciencia la prueba practicada, se declara probado que el acusado José Rodríguez Ramírez, mayor de edad y sin antecedentes penales, Presidente de la empresa editorial Leoncio Rodríguez S.A., la cual publica el periódico “El DÍA”, uno de los de mayor tirada en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, redactó de su puño y letra dentro de la sección denominada “Comentario de El Día” que aparece en dicho periódico, uno que llevaba por título “Una Justicia justa y decente”, y ello, con el propósito de lesionar gravemente el honor de la Magistrada a la que se refería el artículo. El comentario fue publicado en la edición del sábado 10 de Julio de 2010, y venía motivado por el descontento e 2 irritación del acusado provocados por un Auto de Sobreseimiento Libre dictado con fecha 14 de Junio de 2010 por la titular del Juzgado de Instrucción núm. 8 de las Palmas de Gran Canaria, la Ilma. Sra. Magistrada Mª Victoria Rosell Aguilar, en las Diligencias Previas 5647/09, las cuales se habían incoado en virtud de querella del hoy acusado contra una periodista de las Palmas de Gran Canaria por delitos continuados de calumnia e injuria. El escrito del acusado contenía, entre otros, los siguientes párrafos: “La Justicia es algo muy serio que, sin embargo, sí se están tomando a cachondeo algunos jueces o juezas”. “Juzgue el lector la categoría de los insultos y el decreto de la jueza de instrucción que consideró oportuno el sobreseimiento libre y el archivo de estas actuaciones con expresa imposición de las costas a la parte querellante; es decir, a José Rodríguez. ¿Qué opinan los lectores? ¿Qué opinan los miembros de la Justicia de esta miembra –no es una incorrección llamarla así, según la Bibiana Aído- sobre esta disposición execrable que diría el ilustre magistrado Eligio Hernández? ¿Es para tomarlo a cachondeo o es para llorar por la Justicia?”. “Antes, ninguna miembra del cuerpo judicial vivía amancebada con un sujeto ruin, fracasado y resentido, que intenta ridiculizar a diario a José Rodríguez, lo intenta, pero no lo consigue. No puede porque José Rodríguez siempre ha sido una persona respetable que nunca ha regentado, por ejemplo, un bar de dudosa reputación, ni mucho menos ha metido en su casa a una barragana.” “Lo que realmente nos duele es que una señora vestida con la toga de jueza -la toga de juez o jueza es la vestimenta más honorable que puede llevar una persona- dicte sentencias por la vía de la emosión. Pensábamos que las barraganas, las antaño consentidas queridas de los curas o los seminaristas fracasados, eran un asunto del pasado. Parece que nos equivocamos”. “Hoy no hemos hablado de la independencia de Canarias, sino de la independencia que deseamos para la Justicia, porque aspiramos a una Justicia carente de influencias injustas”. FUNDAMENTOS DE DERECHO PRIMERO.- Con carácter previo y pese a que la cuestión quedó resuelta al inicio del juicio, conviene ampliar los 3 argumentos por los que se ha de entender que los delitos objeto de la presente causa no han llegado a prescribir. Considera la defensa que el plazo de un año establecido en el artículo 131.1, último párrafo, del Código Penal, habría transcurrido puesto que los hechos se cometieron el 10 de Julio de 2010, fecha de la publicación del artículo periodístico, y no fue hasta el 19 de Septiembre de 2011 cuando el acusado prestó declaración como imputado ante el Juez Instructor. No obstante, la defensa no parece tener en cuenta el Auto de 5 de Julio de 2011 por el que se acordó al mismo tiempo la admisión de la denuncia interpuesta por el Ministerio Fiscal, la incoación de Diligencias Previas y la declaración del imputado, debiendo entender que con esta resolución ya se estaba dirigiendo el procedimiento contra el culpable. Tratándose, por tanto, no de una resolución de mero trámite, sino de auténtico contenido sustancial, propio de una puesta en marcha del procedimiento, tiene suficiente aptitud interruptora de la prescripción, conforme al art. 132 del Código Penal (SSTS 19/12/96, 25/01/1998, 12/02/1999, 19/07/2000 y 17/05/2002). En consecuencia, debe concluirse que no ha prescrito la infracción penal, sin perjuicio de que las dilaciones que haya podido sufrir la tramitación de la causa pudieran tomarse en consideración para configurar una circunstancia atenuante de la responsabilidad criminal. SEGUNDO.- Dado que la Acusación Particular imputa al acusado, además de un delito de injurias, un delito de calumnia, conviene analizar previamente éste por su mayor gravedad y por ser el primero de los regulados en el Código Penal dentro del Título de los Delitos contra el Honor. Se alega por la acusación que con los comentarios publicados por el acusado, se atribuye veladamente a la Magistrada a la que se alude, un delito de prevaricación. En este sentido, es preciso señalar que, a tenor del art. 205 del C.P., la calumnia es la imputación de un delito hecha con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio hacia la verdad, y la Jurisprudencia, desarrollando el concepto, ha venido señalando que para que el delito de calumnia exista, no basta con achacar genéricamente a otra persona hechos constitutivos de la infracción penal, sino que es necesario que esa imputación se haga de modo específico y en todo caso, individualizando de modo evidente las características genéricas del tipo delictivo que se achaca a la persona calumniada. Es decir, no bastan atribuciones inconcretas, 4 vagas o ambiguas, sino que la acusación ha de recaer sobre un hecho inequívoco, concreto y determinado, preciso en su significación y catalogable criminalmente, dirigiéndose la imputación a persona concreta, debiendo contener la falsa asignación, los elementos requeridos para la definición del delito atribuido, aunque sin necesidad, naturalmente, de una calificación jurídica (SSTS 1155/1981 de 16 Octubre, 347/1984 de 8 Marzo, 635/1986 de 30 Abril, 2189/1987 de 17 Noviembre, 970/1990 de 6 Febrero, 59/1994 de 17 Enero, 451/1995 de 1 Febrero 1995 y 439/1996 de 17 Mayo 1996; ATS 200/2002 de 16 Abril). Aplicando los criterios expuestos al caso enjuiciado, y de la lectura pormenorizada del artículo periodístico en cuestión, cabe concluir que las expresiones que se contienen y que podrían dar lugar a pensar en un delito de calumnia serían las siguientes: “La Justicia es algo muy serio que, sin embargo, sí se están tomando a cachondeo algunos jueces y juezas”, “¿Qué opinan los miembros de la Justicia (…) sobre esta disposición execrable(…)?”, “...que una señora vestida con la toga de jueza (…) dicte sentencias por la vía de la emosión (sic)” y “aspiramos a una Justicia carente de influencias injustas”; no obstante, tales frases no entrañan un contenido delictivo por cuanto carecen de la concreción tipificadora exigible en el tipo de prevaricación que es el que se alega como imputado, coincidiendo así con el criterio del Ministerio Fiscal quien tampoco apreció responsabilidad criminal por delito de calumnia. El tomarse la Justicia a cachondeo, dictar una disposición execrable (entendido el calificativo, según el diccionario, como abominable, aborrecible, maldito, detestable, odioso o repugnante), dictar sentencias por la vía de la emoción o tildar a un magistrado de influenciable, no implica necesariamente que el autor de esas expresiones esté asegurando que un Juez o Magistrado haya dictado a sabiendas una resolución injusta, esto es, no se hace una acusación expresa e inequívoca de la comisión de un delito de prevaricación, por más que esas concretas expresiones resulten indudablemente hostiles y desacertadas; y en cualquier caso, deben ser interpretadas como expresión del derecho de crítica que amparaba al acusado, como afectado por un auto dictado en contra de sus intereses. TERCERO.- Lo anteriormente expuesto no obsta a que los hechos declarados probados sí sean constitutivos de un delito de injurias graves, hechas con publicidad, contra una autoridad y sobre hechos concernientes al ejercicio de su 5 cargo, previsto en los arts. 208, 209 y 215 del Código Penal, del que resulta responsable en concepto de autor el acusado José Rodríguez Ramírez, por su participación directa, material y voluntaria en la ejecución de los hechos. En efecto, la prueba practicada en el acto del juicio con las debidas garantías y sometida a contradicción, se estima prueba de cargo suficiente para destruir la presunción de inocencia que ampara al acusado. Éste reconoce que redactó de su puño y letra el escrito dónde se formularon las expresiones recogidas en el antecedente de hechos probados, admitiendo también que con él estaba aludiendo a una integrante en activo del Poder Judicial, esto es, a una persona que ostentaba en aquellos momentos la condición de autoridad, por unos hechos concernientes al ejercicio de su cargo, sin que quepa dudar sobre la identidad de la ofendida aun cuando no se llegara a mencionar su nombre en el escrito, dado que se trataba de la misma Magistrada que pocos días antes había ordenado el archivo de unas diligencias previas en las que el acusado era parte querellante y se estaban, además, ofreciendo unos datos profesionales y personales que sólo podían referirse a ella. El escrito fue divulgado en un periódico de, cuanto menos, alcance provincial lo que resulta más que suficiente para conferir al delito la agravante específica de publicidad. El acusado niega únicamente que las expresiones utilizadas fueran ofensivas y que tuviera un animus iniuriandi, pues según su criterio, estaba ejercitando el legítimo derecho de informar y de expresarse libremente. Respecto a la cuestión de si los comentarios vertidos en la publicación, son objetivamente ofensivos y graves, según los parámetros tanto sociales como judiciales, la respuesta ha de ser necesariamente positiva por cuanto lesionan la dignidad de la víctima y menoscaban su fama, de acuerdo con lo exigido por el art. 208 del C.P. Así se infiere de la afirmación que se hace de la Magistrada, informando que vive amancebada con un sujeto ruin, fracasado y resentido, (…) el cual ha regentado un bar de dudosa reputación y que ha metido en su casa a una barragana, refiriéndose con este último calificativo a la citada Magistrada. Se discute por la defensa que los términos “amancebada” y “barragana” no resultan injuriosos y sencillamente se han utilizado para constatar una situación fáctica veraz; ciertamente, ambos vocablos están recogidos en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española que les otorga un significado gramatical no peyorativo por sí mismo, como sinónimos de concubina o compañera, sin embargo, hay que aceptar que todo vocablo, por 6 fútil o insignificante que pueda parecer, es susceptible de ser utilizado tendenciosamente y se le puede dotar de un sentido y connotación claramente vejatorios e hirientes. Así se entiende en este caso, en el que una lectura completa del comentario, tomado en su conjunto y no por palabras aisladas, pone en evidencia el deseo de su autor de humillar, despreciar y desacreditar a la persona a la que se alude frente a todos aquellos lectores a quienes va dirigido el artículo y que por tal motivo excede de la mera intromisión en el derecho a la intimidad personal y familiar y merece, por tanto, un reproche penal. No sólo se limita el acusado a tachar a la Magistrada de “barragana”, sino que la relaciona con “un sujeto ruin, fracasado y resentido, que ha regentado un bar de dudosa reputación”, lo cual en sí mismo ya resulta también insultante, no sólo obviamente para el sujeto en cuestión, sino para la propia compañera del mismo. Y tal consideración no ha de entenderse subjetiva o sesgada por el simple el hecho de que la persona ofendida así lo haya percibido, sino que tales expresiones son tenidas por afrentosas en general para la opinión pública y en especial, para cualquier lector con un nivel intelectual básico. No hay que olvidar que la presente causa se inició, no a instancias de la propia ofendida, sino en virtud de denuncia del Ministerio Fiscal el cual actuó tras un Acuerdo de la Sala de Gobierno del T.S.J. de fecha 12 de Julio de 2010, esto es, dos días después de la publicación, quien espontáneamente advirtió la gravedad de los comentarios y la existencia de un ataque interesado y desmedido contra la imparcialidad, objetividad e independencia de un integrante del Poder Judicial, según se desprende de la certificación del Acuerdo remitido a la Fiscalía de Canarias (folio 7 de la causa), y todo ello, sin conocer en principio la identidad de la persona a quién se estaba refiriendo el acusado. Acreditada la existencia de las ofensas, procede seguidamente analizar si el comportamiento del acusado podría tener alguna justificación que de cierta manera le eximiera de responsabilidad o al menos, la atemperara. El acusado alegó en su descargo que la Juez le había insultado y denigrado con anterioridad a estos hechos, refiriéndose con ello a una ocasión en que aquélla le había llamado racista y xenófobo; sin embargo, examinada la documental aportada a la causa, se observa que no fueron tales los términos utilizados por la Sra. Rosell, cuando el 26 de Septiembre de 2008 el periódico “La Provincia” recogía sus manifestaciones que literalmente eran: “Sería más acertado valorar en la vía penal que en la sede parlamentaria. Las 7 frases me parecen lamentables... están en conflicto dos derechos fundamentales, a la dignidad de las personas y a la no discriminación, con el derecho a la libertad de información, opinión y expresión. Es un conflicto que es bueno que se plantee en sede judicial para que haya un pronunciamiento serio y a ser posible despolitizado”. Es obvio que en ningún caso se llegan a utilizar las palabras racista y xenófobo, sino que se limita a formular una legítima crítica sobre la línea editorial del periódico, opinando que debería existir un pronunciamiento judicial al respecto. En cualquier caso, aun cuando el acusado hubiera podido ofenderse por ello, no quedaba autorizado a contestar tan desproporcionadamente dos años después, ya que el ordenamiento jurídico no ampara la legítima defensa en el ámbito del derecho al honor, por no darse los presupuestos necesarios para ello, sino que simplemente otorga al interesado unos mecanismos legales específicos, entre ellos, la queja que ya formuló el acusado ante el C.G.P.J. y que tras la oportuna instrucción, fue archivada, por lo que debió éste respetar la decisión del más alto órgano de gobierno de los jueces y esperar a que se resolviera la impugnación que él mismo formuló y que poco después fue desestimada por el Tribunal Supremo en Sentencia de 28 de Octubre de 2010. Por otra parte, hay que determinar si las expresiones, pese a su carácter ofensivo, deben ser soportadas en aras de los derechos de información y de libertad de expresión, comprobando si tales libertades se han ejercido dentro de los límites constitucionales, lo que operaría como verdadera causa de justificación. No se trata de hacer prevalecer un derecho sobre otro, sino de constatar si esos derechos se ejercieron dentro de la legalidad y de los límites admitidos constitucionalmente. Al respecto debe recordarse que la Constitución no veda, en cualesquiera circunstancias, el uso de expresiones hirientes, molestas o desabridas, pero de la protección constitucional que otorga su art. 20.1 a) están excluidas las expresiones absolutamente vejatorias; es decir, aquéllas que, dadas las concretas circunstancias del caso, y al margen de su veracidad o inveracidad, sean ofensivas u oprobiosas y resulten impertinentes para expresar las opiniones o informaciones de que se trate; y que en un Estado democrático pluralista ha de reconocerse el máximo efecto a la libertad de expresión, pero el valor superior y la eficacia irradiante de la libertad de expresión del art. 20 C.E., no pueden servir de cobertura ni de causa excluyente de la antijuridicidad de una intromisión ilegitima en el honor y 8 prestigio de unos ciudadanos concretos, por el solo hecho de que éstos ejerzan unas funciones públicas (SSTC 107/1988, de 8 de Junio; 1/1998, de 12 de Enero; 200/1998, de 14 de Octubre; 180/1999, de 11 de Octubre; 192/1999, de 25 de Octubre; 6/2000, de 17 de Enero; 110/2000, de 5 de Mayo; y 49/2001, de 26 de Febrero; 204/2001, de 15 de Octubre). Y en lo que se refiere a la libertad de información, la doctrina constitucional la delimita, recordando que la Constitución lo que protege es aquella libertad que transmite información veraz relativa a asuntos de interés general o relevancia pública y por tanto, han de concurrir los dos requisitos: primero, que se trate de difundir información sobre hechos noticiosos o noticiables por su interés público y segundo, que la información sobre estos hechos sea veraz. En ausencia de alguno de tales requisitos la libertad de información no está constitucionalmente respaldada y, por ende, su ejercicio podrá afectar, lesionándolo, a alguno de los derechos que como límite enuncia el art. 20.4 C.E. (SSTC 28/1996, de 26 de Febrero; 154/1999, de 14 de Septiembre; y 29/2009 de 26 de Enero). Cierto es que, conforme a esa misma doctrina del Tribunal Constitucional, la tutela del derecho al honor se debilita, proporcionalmente, como límite externo de las libertades de expresión e información, cuando sus titulares ejercen funciones públicas, o resultan implicados en asuntos de relevancia pública, estando obligados por ello a soportar un cierto riesgo de que sus derechos fundamentales al honor, a la intimidad y a la propia imagen resulten afectados por opiniones o informaciones de interés general. Pero no es menos cierto que ha afirmado el mismo intérprete constitucional, con igual rotundidad, que aparecerán desprovistas del valor de causa de justificación las expresiones formalmente injuriosas o aquéllas que carezcan de interés público y, por tanto, resulten innecesarias a la esencia del pensamiento, idea u opinión que se expresa (STC 46/1998, de 2 de Marzo). La emisión de apelativos formalmente injuriosos en cualquier contexto, innecesarios para la labor informativa o para expresar la opinión que otra persona o su conducta merezca, supone un daño injustificado a la dignidad de las personas (SSTC 105/1990, de 6 de junio; 78/1995, de 22 de mayo; y 148/2001, de 27 de Junio). La Constitución no reconoce un pretendido derecho al insulto, que sería por lo demás incompatible con la dignidad de la persona que se proclama en el artículo 10.1 del propio Texto fundamental (SSTC 85/1992, de 8 de Junio; 336/1993, de 15 de Noviembre; 42/1995, de 13 de Febrero; 173/1995, de 21 de Noviembre; 176/1995, de 11 de 9 Diciembre; 204/1997, de 25 de Noviembre; 134/1999, de 15 de Julio; y 297/2000, de 11 de Diciembre). Aplicando esta doctrina al supuesto enjuiciado, hay que concluir que la información contenida en la publicación relativa al hecho de que la Magistrada convivía con un individuo al margen del matrimonio, tanto por el fondo como por las formas utilizadas, resultaba completamente fuera de lugar, ya que no guardaba relación con el desempeño de su cargo ni con la noticia a transmitir, que no era otra que la de informar sobre la decisión de aquélla de archivar, con mayor o menor acierto, una causa penal, y desde luego, era innecesaria para formular una crítica sobre una actuación judicial, la cual no precisa comentar aspectos de la vida privada de quien la haya llevado a cabo. Si el acusado consideraba que la actuación del Juez era irregular o había traspasado la legalidad, estaba en su derecho a denunciar aquellas conductas que estimase ilícitas, pero ese derecho no le amparaba ni permitía realizar las descalificaciones que rezumaban de sus comentarios. De poco le sirve alegar que su intención no era ofender, sino criticar, informar u opinar, toda vez que debía conocer que las expresiones que usaba para ello, manifiestamente suponían un descrédito o pérdida de estimación pública para la persona aludida, aceptando, pese a ello, la lesión al honor que sus palabras iban a causar. CUARTO.- En la realización del delito concurre la atenuante simple de dilaciones indebidas prevista en el art. 21.6 del Código Penal, conforme a lo solicitado por la defensa. El derecho fundamental a un proceso sin dilaciones indebidas, que no es identificable con el derecho procesal al cumplimiento de los plazos establecidos en las leyes, impone a los órganos jurisdiccionales la obligación de resolver las cuestiones que les sean sometidas, y también de ejecutar lo resuelto, en un tiempo razonable. Se trata, por tanto, de un concepto indeterminado que requiere para su concreción el examen de las actuaciones realizadas, a fin de comprobar si efectivamente ha existido un retraso en la tramitación de la causa que no aparezca como justificado por su complejidad o por otras razones, y que no sea imputable al propio acusado. En este caso, el examen de la causa pone de manifiesto que, efectivamente, los hechos, ocurridos en Julio de 2010 y carentes de complejidad en cuanto a la instrucción que debía limitarse a recabar un ejemplar de la publicación y a las declaraciones de los interesados, han tardado en ser enjuiciados tres años y medio. Ya en la interposición de la 10 denuncia del Ministerio Fiscal se aprecia una demora que aparentemente no se explica, por cuanto las diligencias informativas de la Fiscalía finalizaron en Noviembre de 2010 y no fue hasta justo diez días antes de que se cumpliera el plazo de prescripción del delito, el 30 de Junio de 2011, cuando se presentó la denuncia ante los Juzgados de Instrucción; igualmente hay que reseñar que la causa fue remitida al Juzgado de lo Penal para su enjuiciamiento el 8 de Marzo de 2012 y no fue hasta Octubre de 2013 cuando se envió a este Juzgado de refuerzo para fijar el señalamiento, quedando durante ese tiempo la causa paralizada salvo por el Auto de admisión de pruebas que oportunamente se dictó el 24 de Enero de 2013 para evitar que los hechos prescribieran. Ciertamente, no puede decirse que esta causa haya sufrido, comparativamente con otros expedientes, más retraso del que resulta habitual en los Jugados de esta ciudad, pero no debe dejarse de lado el hecho de que los delitos contra el honor, por la brevedad de los plazos de prescripción y por la propia naturaleza del delito, exigen una especial celeridad en su tramitación y resolución, puesto que una Sentencia, del signo que sea, que llegue varios años después de cometidos los hechos, habrá dejado de tener el sentido que perseguía y nunca podrá compensar íntegramente, en caso de condena, el honor de la víctima. En cuanto a la determinación de la pena, la Acusación Particular justifica la imposición de la pena máxima posible por el efecto disuasorio que ha de tener, pero ése es uno de los fines, no el único, que ha de tener cualquier pena prevista para cualquier delito y para ello no resulta necesaria la imposición de la pena más grave; de hecho, el art. 66.1.1ª del Código Penal obliga, cuando concurra una sola circunstancia atenuante, a la aplicación de la pena en la mitad inferior de la que fije la ley para el delito y dentro de esa extensión, la concreción es una facultad discrecional del juzgador, quien tendrá en cuenta, por aplicación analógica de lo dispuesto en la regla 6ª del mencionado artículo, las circunstancias personales del delincuente y la mayor o menor gravedad del hecho. En el presente caso, no hay motivos para imponer una sanción por encima de la mínima prevista en la ley, esto es, multa de seis meses, habida cuenta de la avanzada edad del acusado y su peculiar personalidad, entendiendo que una sentencia condenatoria por sí sola, ya logra el pretendido efecto disuasorio, con independencia del importe de la multa; por otra parte, los hechos no resultan de tan extrema gravedad 11 como para merecer mayor castigo, pues siempre cabe imaginar supuestos de ataques de mayor repercusión pública, más directos, intensos y crueles contra el honor de las personas que el que ahora se juzga, y que son para los que han de estar reservadas las sanciones más graves; no hay que desconocer, además, que el artículo periodístico no llega a mencionar nombres, con lo que sus efectos quedaron circunscritos a la minoría de personas que, con las referencias ofrecidas, se permitían identificar a la persona ofendida, minoría que no se presume muy extensa, dado que ni la Sala de Gobierno del T.S.J., ni la Fiscalía de Canarias supieron en un principio a quien se aludía con los comentarios del periódico, según se deduce de la petición de información formulada por la Fiscalía de Santa Cruz de Tenerife (folio 13 de las actuaciones) y de la certificación de la Secretaria de Gobierno (folio 58). Respecto a la cuota diaria de Multa, el art. 50.5 del C.P. establece que se tendrá en cuenta para ello exclusivamente la situación económica del reo, deducida de su patrimonio, ingresos, obligaciones, cargas familiares y demás circunstancias personales del mismo, y en este caso, si bien se infiere una acomodada situación económica en el acusado por el hecho de ser titular de algunos bienes inmuebles y regentar una empresa editorial, que por lo demás, se ve afectada en la actualidad por un expediente de regulación de empleo, no puede presumirse por ello que se trata de una de las grandes fortunas del país o al menos de esta ciudad, que justifique la fijación de la cuota máxima de 400 euros, sino que se estima suficiente con la de veinte euros, algo superior a la que se suele fijar para las economías medias. QUINTO.- Habiéndose reservado la perjudicada el ejercicio de las acciones civiles, no cabe hacer pronunciamiento alguno respecto de la responsabilidad civil derivada del delito cometido, lo que afecta también a la publicación o divulgación de la Sentencia condenatoria a costa del condenado a la que alude el art. 216 del Código Penal, sin que tal reserva quepa entenderla abusiva o malintencionada por cuanto la perjudicada por el delito se limita a ejercer un derecho que el art. 112 de la Lecrim. le confiere sin ningún condicionante, esto es, ejercitada sólo la acción penal, se entenderá utilizada también la civil, a no ser que el dañado o perjudicado la renunciase o la reservase expresamente para ejercitarla después de terminado el juicio criminal, si a ello hubiera lugar. La propia perjudicada ya explicó razonadamente en su declaración sumarial (Folio 200) el motivo de su reserva que 12 no era otro que poder acumular en su demanda civil otros hechos que exceden del objeto de la presente causa penal. SEXTO.- Todo responsable criminalmente de un delito o falta lo es también de las costas procesales, sin que en ningún caso puedan imponerse a quien resultare absuelto, conforme a los arts. 123 y siguientes del Código Penal y 240 de la Lecrim., por lo que las costas procesales referentes a la Acusación Particular deberán ser únicamente soportadas por mitad, al resultar absuelto el acusado del delito de calumnia que únicamente se imputaba por esa parte y no por el Ministerio Fiscal. Vistos los preceptos pertinente aplicación citados y demás de general y FALLO Que debo condenar y condeno a JOSÉ RODRÍGUEZ RAMÍREZ, como autor responsable de un delito de injurias, concurriendo la circunstancia atenuante simple de dilaciones indebidas, a la pena de seis meses de Multa, con una cuota diaria de veinte euros (3.600 euros), con la responsabilidad personal subsidiaria de un día de privación de libertad por cada dos cuotas insatisfechas, absolviéndole del delito de calumnias del que era también acusado, y condenándole al pago de las costas procesales salvo, la mitad de las costas generadas por la Acusación Particular que se declaran de oficio. Notifíquese esta resolución a las partes, haciéndoles saber que la misma no es firme y contra ella podrá interponerse recurso de apelación en un plazo de diez días a partir de su notificación y ante la Ilma. Audiencia Provincial. Una vez firme la presente resolución, comuníquese la terminación de este procedimiento penal al Juzgado de Primera Instancia núm. Dos de Las Palmas de Gran Canaria remitiendo testimonio de la misma para que surta los efectos oportunos en el Procedimiento Ordinario 1127/11. Así por esta mi sentencia, de la que se llevará certificación a la causa de la que dimana, definitivamente juzgando en primera instancia, lo pronuncia manda y firma Dª 13 BEATRIZ BALFAGÓN SANTOLARIA, Magistrada de refuerzo Juzgado de lo Penal núm. Dos de esta ciudad y su partido. del E/. PUBLICACIÓN.- Leída y publicada fue la anterior sentencia por la Ilma. Magistrada que la ha dictado, estando celebrando audiencia pública en el día de la fecha. Doy fe. 14