Leer Sentencia - El Diario de Tenerife

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Juzgado de lo Penal Nº 2
Avda. Tres de Mayo, nº3
Santa Cruz de Tenerife
Teléfono: 922 20 87 17
Fax.:
922 20 87 89
Procedimiento: Procedimiento abreviado
Nº Procedimiento: 0000080/2012
Proc. origen: Procedimiento abreviado
Nº proc. origen: 0000175/2011-00
NIG:
3803843220110014976
Resolución: Sentencia 000029/2014
Intervención:
Acusado
Interviniente:
Jose Rodriguez Ramirez
Abogado:
Juan Miguel Munguia Torres
Acusador particular
Maria Victoria Rosell Aguilar
Sandra Maria Rodriguez
Vazquez
Resp.civ.directo
EDITORIAL LEONCIO
RODRIGUEZ (PERIODICO
EL DIA)
Procurador:
Maria Montserrat Padron
Garcia
Esther Martin Garcia
22 ENERO 2014
SENTENCIA
En nombre de S.M. el Rey,
En Santa Cruz de Tenerife, a Veinte de Enero de dos mil
catorce.
La Ilma. Sra. Dª Beatriz Balfagón Santolaria, Magistrada
de refuerzo del Juzgado de lo Penal núm. Dos de Santa Cruz de
Tenerife, habiendo visto en juicio oral y público la causa
núm. 80/12 seguida por presunto delito de Injurias y
Calumnias,
contra
JOSÉ
RODRÍGUEZ
RAMÍREZ,
con
D.N.I.
41.760.256, nacido en Santa Cruz de Tenerife el 2/09/25, hijo
de José y Gabriela, representado por el Procurador Dª Mª
Montserrat Padrón García y defendido por el Letrado D. Juan
Miguel Munguía Torres; en cuyo proceso ha sido parte el
Ministerio Fiscal en el ejercicio de la acción pública; y
VICTORIA ROSELL AGUILAR, representada por el Procurador Dª
Esther Marín García, y bajo la dirección de Letrado Dª Sandra
María Rodríguez Vázquez, ejerciendo la Acusación Particular.
ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO.- Por el Juzgado Instrucción núm. 1 de Santa Cruz
de Tenerife, con fecha 5 de Julio de 2011 se incoaron
Diligencias Previas núm. 2420/11 en virtud de denuncia
interpuesta por el Ministerio Fiscal. Tras las práctica de las
diligencias oportunas, se decretó la continuación de la causa
por los trámites del Procedimiento Abreviado y se dio traslado
a
las
partes
acusadoras
quienes
presentaron
escrito
solicitando
la
apertura del
juicio oral
y
formulando
VENCE RECURRIR STC EL DIA 6 DE FEBRERO
conclusiones provisionales, en cuya virtud fue decretada la
apertura del juicio oral, emplazándose al acusado y evacuado
por éste el trámite de calificación provisional, fueron
remitidas las actuaciones a este Juzgado de lo Penal núm. Dos
que dictó auto acordando el registro de la causa y resolviendo
sobre la admisión de pruebas.
SEGUNDO.- Que con fecha 13 de Enero de 2014 tuvo lugar la
vista oral en la que tras la práctica de la prueba, el
Ministerio Fiscal calificó los hechos como un delito de
injurias de los arts. 208, 209, 215 y 216 del Código Penal,
del que consideró responsable criminalmente en concepto de
autor al acusado José Rodríguez Ramírez, sin la concurrencia
de circunstancias modificativas de la responsabilidad penal y
solicitó que se le impusiera la pena de diez meses de Multa
con una cuota diaria de diez euros y pago de costas
procesales, con reserva de acciones civiles a la perjudicada.
Por el Letrado de la Acusación Particular se calificaron
los hechos igualmente como un delito de injurias y además como
delito de calumnias de los arts. 205 y 206 del C.P.,
interesando para el acusado la pena de catorce meses de Multa
con una cuota diaria de 400 euros por el primer delito y de un
año de Prisión o subsidiariamente 18 meses de Multa con 400
euros de cuota diaria por el segundo delito, con reserva de
acciones civiles.
TERCERO.- Que la por la defensa del acusado se mostró la
disconformidad con los hechos imputados, solicitando la libre
absolución de su defendido.
HECHOS PROBADOS
Apreciando en conciencia la prueba practicada, se declara
probado que el acusado José Rodríguez Ramírez, mayor de edad y
sin antecedentes penales, Presidente de la empresa editorial
Leoncio Rodríguez S.A., la cual publica el periódico “El DÍA”,
uno de los de mayor tirada en la provincia de Santa Cruz de
Tenerife, redactó de su puño y letra dentro de la sección
denominada “Comentario de El Día” que aparece en dicho
periódico, uno que llevaba por título “Una Justicia justa y
decente”, y ello, con el propósito de lesionar gravemente el
honor de la Magistrada a la que se refería el artículo.
El comentario fue publicado en la edición del sábado 10
de Julio de 2010, y venía motivado por el descontento e
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irritación
del
acusado
provocados
por
un
Auto
de
Sobreseimiento Libre dictado con fecha 14 de Junio de 2010 por
la titular del Juzgado de Instrucción núm. 8 de las Palmas de
Gran Canaria, la Ilma. Sra. Magistrada Mª Victoria Rosell
Aguilar, en las Diligencias Previas 5647/09, las cuales se
habían incoado en virtud de querella del hoy acusado contra
una periodista de las Palmas de Gran Canaria por delitos
continuados de calumnia e injuria.
El escrito del acusado contenía, entre otros, los
siguientes párrafos:
“La Justicia es algo muy serio que, sin embargo, sí se
están tomando a cachondeo algunos jueces o juezas”.
“Juzgue el lector la categoría de los insultos y el
decreto de la jueza de instrucción que consideró oportuno el
sobreseimiento libre y el archivo de estas actuaciones con
expresa imposición de las costas a la parte querellante; es
decir, a José Rodríguez. ¿Qué opinan los lectores? ¿Qué opinan
los miembros de la Justicia de esta miembra –no es una
incorrección llamarla así, según la Bibiana Aído- sobre esta
disposición execrable que diría el ilustre magistrado Eligio
Hernández? ¿Es para tomarlo a cachondeo o es para llorar por
la Justicia?”.
“Antes, ninguna miembra del cuerpo judicial vivía
amancebada con un sujeto ruin, fracasado y resentido, que
intenta ridiculizar a diario a José Rodríguez, lo intenta,
pero no lo consigue. No puede porque José Rodríguez siempre ha
sido una persona respetable que nunca ha regentado, por
ejemplo, un bar de dudosa reputación, ni mucho menos ha metido
en su casa a una barragana.”
“Lo que realmente nos duele es que una señora vestida con
la toga de jueza -la toga de juez o jueza es la vestimenta más
honorable que puede llevar una persona- dicte sentencias por
la vía de la emosión. Pensábamos que las barraganas, las
antaño consentidas queridas de los curas o los seminaristas
fracasados, eran un asunto del pasado. Parece que nos
equivocamos”.
“Hoy no hemos hablado de la independencia de Canarias,
sino de la independencia que deseamos para la Justicia, porque
aspiramos a una Justicia carente de influencias injustas”.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- Con carácter previo y pese a que la cuestión
quedó resuelta al inicio del juicio, conviene ampliar los
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argumentos por los que se ha de entender que los delitos
objeto de la presente causa no han llegado a prescribir.
Considera la defensa que el plazo de un año establecido en el
artículo 131.1, último párrafo, del Código Penal, habría
transcurrido puesto que los hechos se cometieron el 10 de
Julio de 2010, fecha de la publicación del artículo
periodístico, y no fue hasta el 19 de Septiembre de 2011
cuando el acusado prestó declaración como imputado ante el
Juez Instructor. No obstante, la defensa no parece tener en
cuenta el Auto de 5 de Julio de 2011 por el que se acordó al
mismo tiempo la admisión de la denuncia interpuesta por el
Ministerio Fiscal, la incoación de Diligencias Previas y la
declaración del imputado, debiendo entender que con esta
resolución ya se estaba dirigiendo el procedimiento contra el
culpable. Tratándose, por tanto, no de una resolución de mero
trámite, sino de auténtico contenido sustancial, propio de una
puesta en marcha del procedimiento, tiene suficiente aptitud
interruptora de la prescripción, conforme al art. 132 del
Código
Penal
(SSTS
19/12/96,
25/01/1998,
12/02/1999,
19/07/2000 y 17/05/2002).
En consecuencia, debe concluirse que no ha prescrito la
infracción penal, sin perjuicio de que las dilaciones que haya
podido sufrir la tramitación de la causa pudieran tomarse en
consideración para configurar una circunstancia atenuante de
la responsabilidad criminal.
SEGUNDO.- Dado que la Acusación Particular imputa al
acusado, además de un delito de injurias, un delito de
calumnia, conviene analizar previamente éste por su mayor
gravedad y por ser el primero de los regulados en el Código
Penal dentro del Título de los Delitos contra el Honor.
Se alega por la acusación que con los comentarios
publicados por el acusado, se atribuye veladamente a la
Magistrada a la que se alude, un delito de prevaricación. En
este sentido, es preciso señalar que, a tenor del art. 205 del
C.P., la calumnia es la imputación de un delito hecha con
conocimiento de su falsedad o temerario desprecio hacia la
verdad, y la Jurisprudencia, desarrollando el concepto, ha
venido señalando que para que el delito de calumnia exista, no
basta con achacar genéricamente a otra persona hechos
constitutivos de la infracción penal, sino que es necesario
que esa imputación se haga de modo específico y en todo caso,
individualizando
de
modo
evidente
las
características
genéricas del tipo delictivo que se achaca a la persona
calumniada. Es decir, no bastan atribuciones inconcretas,
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vagas o ambiguas, sino que la acusación ha de recaer sobre un
hecho inequívoco, concreto y determinado, preciso en su
significación y catalogable criminalmente, dirigiéndose la
imputación a persona concreta, debiendo contener la falsa
asignación, los elementos requeridos para la definición del
delito atribuido, aunque sin necesidad, naturalmente, de una
calificación jurídica (SSTS 1155/1981 de 16 Octubre, 347/1984
de 8 Marzo, 635/1986 de 30 Abril, 2189/1987 de 17 Noviembre,
970/1990 de 6 Febrero, 59/1994 de 17 Enero, 451/1995 de 1
Febrero 1995 y 439/1996 de 17 Mayo 1996; ATS 200/2002 de 16
Abril).
Aplicando los criterios expuestos al caso enjuiciado, y
de la lectura pormenorizada del artículo periodístico en
cuestión, cabe concluir que las expresiones que se contienen y
que podrían dar lugar a pensar en un delito de calumnia serían
las siguientes: “La Justicia es algo muy serio que, sin
embargo, sí se están tomando a cachondeo algunos jueces y
juezas”, “¿Qué opinan los miembros de la Justicia (…) sobre
esta disposición execrable(…)?”, “...que una señora vestida
con la toga de jueza (…) dicte sentencias por la vía de la
emosión (sic)” y “aspiramos a una Justicia carente de
influencias injustas”; no obstante, tales frases no entrañan
un contenido delictivo por cuanto carecen de la concreción
tipificadora exigible en el tipo de prevaricación que es el
que se alega como imputado, coincidiendo así con el criterio
del Ministerio Fiscal quien tampoco apreció responsabilidad
criminal por delito de calumnia. El tomarse la Justicia a
cachondeo, dictar una disposición execrable (entendido el
calificativo,
según
el
diccionario,
como
abominable,
aborrecible, maldito, detestable, odioso o repugnante), dictar
sentencias por la vía de la emoción o tildar a un magistrado
de influenciable, no implica necesariamente que el autor de
esas expresiones esté asegurando que un Juez o Magistrado haya
dictado a sabiendas una resolución injusta, esto es, no se
hace una acusación expresa e inequívoca de la comisión de un
delito
de
prevaricación,
por
más
que
esas
concretas
expresiones resulten indudablemente hostiles y desacertadas; y
en cualquier caso, deben ser interpretadas como expresión del
derecho de crítica que amparaba al acusado, como afectado por
un auto dictado en contra de sus intereses.
TERCERO.- Lo anteriormente expuesto no obsta a que los
hechos declarados probados sí sean constitutivos de un delito
de injurias graves, hechas con publicidad, contra una
autoridad y sobre hechos concernientes al ejercicio de su
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cargo, previsto en los arts. 208, 209 y 215 del Código Penal,
del que resulta responsable en concepto de autor el acusado
José Rodríguez Ramírez, por su participación directa, material
y voluntaria en la ejecución de los hechos.
En efecto, la prueba practicada en el acto del juicio con
las debidas garantías y sometida a contradicción, se estima
prueba de cargo suficiente para destruir la presunción de
inocencia que ampara al acusado. Éste reconoce que redactó de
su puño y letra el escrito dónde se formularon las expresiones
recogidas en el antecedente de hechos probados, admitiendo
también que con él estaba aludiendo a una integrante en activo
del Poder Judicial, esto es, a una persona que ostentaba en
aquellos momentos la condición de autoridad, por unos hechos
concernientes al ejercicio de su cargo, sin que quepa dudar
sobre la identidad de la ofendida aun cuando no se llegara a
mencionar su nombre en el escrito, dado que se trataba de la
misma Magistrada que pocos días antes había ordenado el
archivo de unas diligencias previas en las que el acusado era
parte querellante y se estaban, además, ofreciendo unos datos
profesionales y personales que sólo podían referirse a ella.
El escrito fue divulgado en un periódico de, cuanto menos,
alcance provincial lo que resulta más que suficiente para
conferir al delito la agravante específica de publicidad. El
acusado niega únicamente que las expresiones utilizadas fueran
ofensivas y que tuviera un animus iniuriandi, pues según su
criterio, estaba ejercitando el legítimo derecho de informar y
de expresarse libremente.
Respecto a la cuestión de si los comentarios vertidos en
la publicación, son objetivamente ofensivos y graves, según
los parámetros tanto sociales como judiciales, la respuesta ha
de ser necesariamente positiva por cuanto lesionan la dignidad
de la víctima y menoscaban su fama, de acuerdo con lo exigido
por el art. 208 del C.P. Así se infiere de la afirmación que
se hace de la Magistrada, informando que vive amancebada con
un sujeto ruin, fracasado y resentido, (…) el cual ha
regentado un bar de dudosa reputación y que ha metido en su
casa
a
una
barragana,
refiriéndose
con
este
último
calificativo a la citada Magistrada. Se discute por la defensa
que los términos “amancebada” y “barragana” no resultan
injuriosos y sencillamente se han utilizado para constatar una
situación fáctica veraz; ciertamente, ambos vocablos están
recogidos en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua
Española
que les
otorga un
significado gramatical no
peyorativo por sí mismo, como sinónimos de concubina o
compañera, sin embargo, hay que aceptar que todo vocablo, por
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fútil o insignificante que pueda parecer, es susceptible de
ser utilizado tendenciosamente y se le puede dotar de un
sentido y connotación claramente vejatorios e hirientes. Así
se entiende en este caso, en el que una lectura completa del
comentario, tomado en su conjunto y no por palabras aisladas,
pone en evidencia el deseo de su autor de humillar, despreciar
y desacreditar a la persona a la que se alude frente a todos
aquellos lectores a quienes va dirigido el artículo y que por
tal motivo excede de la mera intromisión en el derecho a la
intimidad personal y familiar y merece, por tanto, un reproche
penal. No sólo se limita el acusado a tachar a la Magistrada
de “barragana”, sino que la relaciona con “un sujeto ruin,
fracasado y resentido, que ha regentado un bar de dudosa
reputación”, lo cual en sí mismo ya resulta también
insultante, no sólo obviamente para el sujeto en cuestión,
sino para la propia compañera del mismo. Y tal consideración
no ha de entenderse subjetiva o sesgada por el simple el hecho
de que la persona ofendida así lo haya percibido, sino que
tales expresiones son tenidas por afrentosas en general para
la opinión pública y en especial, para cualquier lector con un
nivel intelectual básico. No hay que olvidar que la presente
causa se inició, no a instancias de la propia ofendida, sino
en virtud de denuncia del Ministerio Fiscal el cual actuó tras
un Acuerdo de la Sala de Gobierno del T.S.J. de fecha 12 de
Julio de 2010, esto es, dos días después de la publicación,
quien espontáneamente advirtió la gravedad de los comentarios
y la existencia de un ataque interesado y desmedido contra la
imparcialidad, objetividad e independencia de un integrante
del Poder Judicial, según se desprende de la certificación del
Acuerdo remitido a la Fiscalía de Canarias (folio 7 de la
causa), y todo ello, sin conocer en principio la identidad de
la persona a quién se estaba refiriendo el acusado.
Acreditada
la
existencia
de
las
ofensas,
procede
seguidamente analizar si el comportamiento del acusado podría
tener alguna justificación que de cierta manera le eximiera de
responsabilidad o al menos, la atemperara.
El acusado alegó en su descargo que la Juez le había
insultado y denigrado con anterioridad a estos hechos,
refiriéndose con ello a una ocasión en que aquélla le había
llamado racista y xenófobo; sin embargo, examinada la
documental aportada a la causa, se observa que no fueron tales
los términos utilizados por la Sra. Rosell, cuando el 26 de
Septiembre de 2008 el periódico “La Provincia” recogía sus
manifestaciones que literalmente eran: “Sería más acertado
valorar en la vía penal que en la sede parlamentaria. Las
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frases me parecen lamentables... están en conflicto dos
derechos fundamentales, a la dignidad de las personas y a la
no
discriminación,
con
el
derecho
a
la
libertad
de
información, opinión y expresión. Es un conflicto que es bueno
que
se
plantee
en
sede
judicial
para
que
haya
un
pronunciamiento serio y a ser posible despolitizado”. Es obvio
que en ningún caso se llegan a utilizar las palabras racista y
xenófobo, sino que se limita a formular una legítima crítica
sobre la línea editorial del periódico, opinando que debería
existir un pronunciamiento judicial al respecto. En cualquier
caso, aun cuando el acusado hubiera podido ofenderse por ello,
no quedaba autorizado a contestar tan desproporcionadamente
dos años después, ya que el ordenamiento jurídico no ampara la
legítima defensa en el ámbito del derecho al honor, por no
darse los presupuestos necesarios para ello, sino que
simplemente otorga al interesado unos mecanismos legales
específicos, entre ellos, la queja que ya formuló el acusado
ante el C.G.P.J. y que tras la oportuna instrucción, fue
archivada, por lo que debió éste respetar la decisión del más
alto órgano de gobierno de los jueces y esperar a que se
resolviera la impugnación que él mismo formuló y que poco
después fue desestimada por el Tribunal Supremo en Sentencia
de 28 de Octubre de 2010.
Por otra parte, hay que determinar si las expresiones,
pese a su carácter ofensivo, deben ser soportadas en aras de
los derechos de información y de libertad de expresión,
comprobando si tales libertades se han ejercido dentro de los
límites constitucionales, lo que operaría como verdadera causa
de justificación. No se trata de hacer prevalecer un derecho
sobre otro, sino de constatar si esos derechos se ejercieron
dentro
de
la
legalidad
y
de
los
límites
admitidos
constitucionalmente. Al respecto debe recordarse que la
Constitución no veda, en cualesquiera circunstancias, el uso
de expresiones hirientes, molestas o desabridas, pero de la
protección constitucional que otorga su art. 20.1 a) están
excluidas las expresiones absolutamente vejatorias; es decir,
aquéllas que, dadas las concretas circunstancias del caso, y
al margen de su veracidad o inveracidad, sean ofensivas u
oprobiosas
y
resulten
impertinentes
para
expresar
las
opiniones o informaciones de que se trate; y que en un Estado
democrático pluralista ha de reconocerse el máximo efecto a la
libertad de expresión, pero el valor superior y la eficacia
irradiante de la libertad de expresión del art. 20 C.E., no
pueden servir de cobertura ni de causa excluyente de la
antijuridicidad de una intromisión ilegitima en el honor y
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prestigio de unos ciudadanos concretos, por el solo hecho de
que éstos ejerzan unas funciones públicas (SSTC 107/1988, de 8
de Junio; 1/1998, de 12 de Enero; 200/1998, de 14 de Octubre;
180/1999, de 11 de Octubre; 192/1999, de 25 de Octubre;
6/2000, de 17 de Enero; 110/2000, de 5 de Mayo; y 49/2001, de
26 de Febrero; 204/2001, de 15 de Octubre). Y en lo que se
refiere
a
la
libertad
de
información,
la
doctrina
constitucional la delimita, recordando que la Constitución lo
que protege es aquella libertad que transmite información
veraz relativa a asuntos de interés general o relevancia
pública y por tanto, han de concurrir los dos requisitos:
primero, que se trate de difundir información sobre hechos
noticiosos o noticiables por su interés público y segundo, que
la información sobre estos hechos sea veraz. En ausencia de
alguno de tales requisitos la libertad de información no está
constitucionalmente respaldada y, por ende, su ejercicio podrá
afectar, lesionándolo, a alguno de los derechos que como
límite enuncia el art. 20.4 C.E. (SSTC 28/1996, de 26 de
Febrero; 154/1999, de 14 de Septiembre; y 29/2009 de 26 de
Enero). Cierto es que, conforme a esa misma doctrina del
Tribunal Constitucional, la tutela del derecho al honor se
debilita, proporcionalmente, como límite externo de las
libertades de expresión e información, cuando sus titulares
ejercen funciones públicas, o resultan implicados en asuntos
de relevancia pública, estando obligados por ello a soportar
un cierto riesgo de que sus derechos fundamentales al honor, a
la intimidad y a la propia imagen resulten afectados por
opiniones o informaciones de interés general. Pero no es menos
cierto que ha afirmado el mismo intérprete constitucional, con
igual rotundidad, que aparecerán desprovistas del valor de
causa de justificación las expresiones formalmente injuriosas
o aquéllas que carezcan de interés público y, por tanto,
resulten innecesarias a la esencia del pensamiento, idea u
opinión que se expresa (STC 46/1998, de 2 de Marzo). La
emisión de apelativos formalmente injuriosos en cualquier
contexto, innecesarios para la labor informativa o para
expresar la opinión que otra persona o su conducta merezca,
supone un daño injustificado a la dignidad de las personas
(SSTC 105/1990, de 6 de junio; 78/1995, de 22 de mayo; y
148/2001, de 27 de Junio). La Constitución no reconoce un
pretendido derecho al insulto, que sería por lo demás
incompatible con la dignidad de la persona que se proclama en
el artículo 10.1 del propio Texto fundamental (SSTC 85/1992,
de 8 de Junio; 336/1993, de 15 de Noviembre; 42/1995, de 13 de
Febrero; 173/1995, de 21 de Noviembre; 176/1995, de 11 de
9
Diciembre; 204/1997, de 25 de Noviembre; 134/1999, de 15 de
Julio; y 297/2000, de 11 de Diciembre).
Aplicando esta doctrina al supuesto enjuiciado, hay que
concluir que la información contenida en la publicación
relativa al hecho de que la Magistrada convivía con un
individuo al margen del matrimonio, tanto por el fondo como
por las formas utilizadas, resultaba completamente fuera de
lugar, ya que no guardaba relación con el desempeño de su
cargo ni con la noticia a transmitir, que no era otra que la
de informar sobre la decisión de aquélla de archivar, con
mayor o menor acierto, una causa penal, y desde luego, era
innecesaria para formular una crítica sobre una actuación
judicial, la cual no precisa comentar aspectos de la vida
privada de quien la haya llevado a cabo. Si el acusado
consideraba que la actuación del Juez era irregular o había
traspasado la legalidad, estaba en su derecho a denunciar
aquellas conductas que estimase ilícitas, pero ese derecho no
le amparaba ni permitía realizar las descalificaciones que
rezumaban de sus comentarios. De poco le sirve alegar que su
intención no era ofender, sino criticar, informar u opinar,
toda vez que debía conocer que las expresiones que usaba para
ello, manifiestamente suponían un descrédito o pérdida de
estimación pública para la persona aludida, aceptando, pese a
ello, la lesión al honor que sus palabras iban a causar.
CUARTO.- En la realización del delito concurre la
atenuante simple de dilaciones indebidas prevista en el art.
21.6 del Código Penal, conforme a lo solicitado por la
defensa. El derecho fundamental a un proceso sin dilaciones
indebidas, que no es identificable con el derecho procesal al
cumplimiento de los plazos establecidos en las leyes, impone a
los órganos jurisdiccionales la obligación de resolver las
cuestiones que les sean sometidas, y también de ejecutar lo
resuelto, en un tiempo razonable. Se trata, por tanto, de un
concepto indeterminado que requiere para su concreción el
examen de las actuaciones realizadas, a fin de comprobar si
efectivamente ha existido un retraso en la tramitación de la
causa que no aparezca como justificado por su complejidad o
por otras razones, y que no sea imputable al propio acusado.
En este caso, el examen de la causa pone de manifiesto
que, efectivamente, los hechos, ocurridos en Julio de 2010 y
carentes de complejidad en cuanto a la instrucción que debía
limitarse a recabar un ejemplar de la publicación y a las
declaraciones
de los
interesados, han tardado
en
ser
enjuiciados tres años y medio. Ya en la interposición de la
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denuncia del Ministerio Fiscal se aprecia una demora que
aparentemente no se explica, por cuanto las diligencias
informativas de la Fiscalía finalizaron en Noviembre de 2010 y
no fue hasta justo diez días antes de que se cumpliera el
plazo de prescripción del delito, el 30 de Junio de 2011,
cuando se presentó la denuncia ante los Juzgados de
Instrucción; igualmente hay que reseñar que la causa fue
remitida al Juzgado de lo Penal para su enjuiciamiento el 8 de
Marzo de 2012 y no fue hasta Octubre de 2013 cuando se envió a
este Juzgado de refuerzo para fijar el señalamiento, quedando
durante ese tiempo la causa paralizada salvo por el Auto de
admisión de pruebas que oportunamente se dictó el 24 de Enero
de 2013 para evitar que los hechos prescribieran. Ciertamente,
no puede decirse que esta causa haya sufrido, comparativamente
con otros expedientes, más retraso del que resulta habitual en
los Jugados de esta ciudad, pero no debe dejarse de lado el
hecho de que los delitos contra el honor, por la brevedad de
los plazos de prescripción y por la propia naturaleza del
delito, exigen una especial celeridad en su tramitación y
resolución, puesto que una Sentencia, del signo que sea, que
llegue varios años después de cometidos los hechos, habrá
dejado de tener el sentido que perseguía y nunca podrá
compensar íntegramente, en caso de condena, el honor de la
víctima.
En cuanto a la determinación de la pena, la Acusación
Particular justifica la imposición de la pena máxima posible
por el efecto disuasorio que ha de tener, pero ése es uno de
los fines, no el único, que ha de tener cualquier pena
prevista para cualquier delito y para ello no resulta
necesaria la imposición de la pena más grave; de hecho, el
art. 66.1.1ª del Código Penal obliga, cuando concurra una sola
circunstancia atenuante, a la aplicación de la pena en la
mitad inferior de la que fije la ley para el delito y dentro
de esa extensión, la concreción es una facultad discrecional
del juzgador, quien tendrá en cuenta, por aplicación analógica
de lo dispuesto en la regla 6ª del mencionado artículo, las
circunstancias personales del delincuente y la mayor o menor
gravedad del hecho.
En el presente caso, no hay motivos para imponer una
sanción por encima de la mínima prevista en la ley, esto es,
multa de seis meses, habida cuenta de la avanzada edad del
acusado y su peculiar personalidad, entendiendo que una
sentencia condenatoria por sí sola, ya logra el pretendido
efecto disuasorio, con independencia del importe de la multa;
por otra parte, los hechos no resultan de tan extrema gravedad
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como para merecer mayor castigo, pues siempre cabe imaginar
supuestos de ataques de mayor repercusión pública, más
directos, intensos y crueles contra el honor de las personas
que el que ahora se juzga, y que son para los que han de estar
reservadas las sanciones más graves; no hay que desconocer,
además, que el artículo periodístico no llega a mencionar
nombres, con lo que sus efectos quedaron circunscritos a la
minoría de personas que, con las referencias ofrecidas, se
permitían identificar a la persona ofendida, minoría que no se
presume muy extensa, dado que ni la Sala de Gobierno del
T.S.J., ni la Fiscalía de Canarias supieron en un principio a
quien se aludía con los comentarios del periódico, según se
deduce de la petición de información formulada por la Fiscalía
de Santa Cruz de Tenerife (folio 13 de las actuaciones) y de
la certificación de la Secretaria de Gobierno (folio 58).
Respecto a la cuota diaria de Multa, el art. 50.5 del
C.P.
establece
que
se
tendrá
en
cuenta
para
ello
exclusivamente la situación económica del reo, deducida de su
patrimonio, ingresos, obligaciones, cargas familiares y demás
circunstancias personales del mismo, y en este caso, si bien
se infiere una acomodada situación económica en el acusado por
el hecho de ser titular de algunos bienes inmuebles y regentar
una empresa editorial, que por lo demás, se ve afectada en la
actualidad por un expediente de regulación de empleo, no puede
presumirse por ello que se trata de una de las grandes
fortunas del país o al menos de esta ciudad, que justifique la
fijación de la cuota máxima de 400 euros, sino que se estima
suficiente con la de veinte euros, algo superior a la que se
suele fijar para las economías medias.
QUINTO.- Habiéndose reservado la perjudicada el ejercicio
de las acciones civiles, no cabe hacer pronunciamiento alguno
respecto de la responsabilidad civil derivada del delito
cometido, lo que afecta también a la publicación o divulgación
de la Sentencia condenatoria a costa del condenado a la que
alude el art. 216 del Código Penal, sin que tal reserva quepa
entenderla abusiva o malintencionada por cuanto la perjudicada
por el delito se limita a ejercer un derecho que el art. 112
de la Lecrim. le confiere sin ningún condicionante, esto es,
ejercitada sólo la acción penal, se entenderá utilizada
también la civil, a no ser que el dañado o perjudicado la
renunciase o la reservase expresamente para ejercitarla
después de terminado el juicio criminal, si a ello hubiera
lugar. La propia perjudicada ya explicó razonadamente en su
declaración sumarial (Folio 200) el motivo de su reserva que
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no era otro que poder acumular en su demanda civil otros
hechos que exceden del objeto de la presente causa penal.
SEXTO.- Todo responsable criminalmente de un delito o
falta lo es también de las costas procesales, sin que en
ningún caso puedan imponerse a quien resultare absuelto,
conforme a los arts. 123 y siguientes del Código Penal y 240
de la Lecrim., por lo que las costas procesales referentes a
la Acusación Particular deberán ser únicamente soportadas por
mitad, al resultar absuelto el acusado del delito de calumnia
que únicamente se imputaba por esa parte y no por el
Ministerio Fiscal.
Vistos los preceptos
pertinente aplicación
citados
y
demás
de
general
y
FALLO
Que debo condenar y condeno a JOSÉ RODRÍGUEZ RAMÍREZ,
como autor responsable de un delito de injurias, concurriendo
la circunstancia atenuante simple de dilaciones indebidas, a
la pena de seis meses de Multa, con una cuota diaria de veinte
euros
(3.600
euros),
con
la
responsabilidad
personal
subsidiaria de un día de privación de libertad por cada dos
cuotas insatisfechas, absolviéndole del delito de calumnias
del que era también acusado, y condenándole al pago de las
costas procesales salvo, la mitad de las costas generadas por
la Acusación Particular que se declaran de oficio.
Notifíquese esta resolución a las partes, haciéndoles
saber que la misma no es firme y contra ella podrá
interponerse recurso de apelación en un plazo de diez días a
partir de su notificación y ante la Ilma. Audiencia
Provincial.
Una vez firme la presente resolución, comuníquese la
terminación de este procedimiento penal al Juzgado de Primera
Instancia núm. Dos de Las Palmas de Gran Canaria remitiendo
testimonio de la misma para que surta los efectos oportunos en
el Procedimiento Ordinario 1127/11.
Así por esta mi sentencia, de la que se llevará
certificación a la causa de la que dimana, definitivamente
juzgando en primera instancia, lo pronuncia manda y firma Dª
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BEATRIZ BALFAGÓN SANTOLARIA, Magistrada de refuerzo
Juzgado de lo Penal núm. Dos de esta ciudad y su partido.
del
E/.
PUBLICACIÓN.- Leída y publicada fue la anterior sentencia
por la Ilma. Magistrada que la ha dictado, estando celebrando
audiencia pública en el día de la fecha. Doy fe.
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