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¿Qué diferencia a las Comunidades de Aprendizaje de otros modelos educativos?
Algunas de ellas, para destacar.
Bien, hasta que fui oyente de la ponencia que Teresa Sordé dio en las VIII Jornadas de
Intercambio de Experiencias: Interculturalidad y Éxito escolar, me resultaba muy complicado
visualizar una Comunidad de Aprendizaje dentro de un aula, funcionando. Ella contó la
experiencia de una Jefa de Estudios cuyo centro es ya una Comunidad de Aprendizaje
consolidada y cuando oyes hablar a alguien desde su propia experiencia es mucho más fácil de
entender para aquellos que como yo necesitan ver cómo las teorías se convierten en realidad.
Reproducir con palabras suyas alguna de las ideas, me resulta imposible pero el artículo de
Carmen Elboj Saso y Esther Oliver Pérez, “Las comunidades de aprendizaje: Un modelo de
educación dialógica en la sociedad del conocimiento” contiene mensajes expresados de forma
muy parecida y que para mi marcan la diferencia, por supuesto formulada de forma mucho
menos teórica que en otros textos o partes de este mismo. Ahí van algunas de ellas:
1. Una de las cosas que más impresión causa cuando entras en una Comunidad de
Aprendizaje es no poder distinguir cuál de las tres o cuatro personas adultas que
hay dentro del aula es el profesor o profesora. En el modelo mayoritario,
convencional, los papeles están muy determinados.
2. En muchas ocasiones los equipos de «profesionales» de la educación abarcan
todos los ámbitos de actuación y hacen que las iniciativas sean un campo a
trabajar sólo ellos, y lo que es aún peor, en ocasiones se otorgan el derecho a no
trabajarlo. De ahí que muchos compañeros piensen aquello de que ya no pueden
hacer más de lo que hacen y consignas mentales y verbales que sólo generan
desánimo, desilusión, desmotivación y, en el peor de los casos, mal ambiente entre
compañeros/as.
3. Así, las políticas educativas y, por extensión, las políticas educativas de atención a
la diversidad cultural están colonizadas por profesionales de la educación que no
pertenecen a las culturas por las que «supuestamente» están trabajando, sin dejar
camino a las personas afectadas. En mi opinión es cierto, he trabajado la
Compensatoria durante varios años coincidiendo con el enorme flujo migratorio de
personas procedentes de países del Norte de África, Sudamérica o el este de
Europa y tengo muchos compañeros/as, de hecho a mi misma también me ha
pasado, que no llevaban bien que los niños y niñas no se mimetizaran y digo
mimetizaran y no integraran, importante el matiz, totalmente con los niños/as
“autóctonos” por decirlo de algún modo. En las ocasiones en que no se alcanzaban
los objetivos deseados, he sido testigo de cómo la frustración y el desconocimiento
generaban descomprensión y que muchas veces se haya culpado a la diferencia
cultural, por desgracia, no contamos entre nuestras filas con demasiados
compañeros/as que compartan la procedencia de estos niños/as, siempre, con
muchas dificultades para entender por qué practican determinadas costumbres o
conciben la vida de forma diferente
4. El hecho de que las familias implicadas en el proceso educativo puedan decir lo
que piensan, lo que necesitan y tengan el derecho a participar, es una cuestión
lógica a principios del siglo XXI, donde las relaciones familiares y personales cada
vez son más igualitarias, más democráticas y con mayor mestizaje cultural. Con el
modelo mayoritario, hay centros, que tienen verdadero pánico a abrir su mundo a
los padres y madres, más de lo estrictamente protocolario y limitan mucho su
participación en la vida del cole. Hacer partícipes a todos los miembros de la
Comunidad Educativa, no será, imagino, un camino de rosas, opino que
trabajamos siempre resolviendo conflictos, una tarea pendiente es la conciliación
entre la familia y los docentes y con las CPA existe se materializa ese punto de
encuentro.
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