Año I N ú m . 11 Barcelona 17 de Marzo de 1883 i 'tPÁÍApf?' 4RTES / ^ I SEMANARIO CIENTÍFICO. LITERARIO Y ARTÍSTICO PRECIOS DE SUSGRICION: España y Portugal: un año, pesetas 7'50. —Extranjero: un año, pesetas 12'50.—Cuba y Puerto-Rico, un año 3 pesos oro.—Precio del número <:orriente: pesetas 0'15.—Precio del número atrasado: pesetas 0'25.—En América, fuera de las Antillas españolas, fijan los precios los Sres. corresponsales. ÍDOLO DE BUDDHA (JAPÓN] \ \ ( 1 L A ILUSTRACIÓN IBÉRICA STT3va:.A.aaio TBXTO.—£a Semana, por E. Blasco.—Historia vulgar, y)or M. del Palacio.— Los amoríos de Juana, (contÍDuaciou) por R. de Campoamor.—Nuestros grabados.—Sofií-e la teoría moderna del calor, (coiiclusiou) por J. Echeg a r a y . — Elcisney el féni.c,\iOi'V. i, ^aXd^. — El premio gordo, (conclusión) por E m i l i a P a r d o Bazau. —iíocio^(continuaciou) p o r E . de Lustonó. GRABADOS.—ídolo de Bitddha (Japón).—Entrada de Garibaldi en Los niños hiüsicos.—Leonor de Este.—Distracciones inocentes, suelto de r e g a l o . Sicilia.— grabado LA SEMANA nihilistas rusos para solemnizar á su manera la coronación del czar? Digo esto, porque casi repentinamente ha cambiado la faz de las cosas en aquel imperio y se ha resuelto verificar en Moscou dicha ceremonia, y porque la inopinada quietud del nihilismo me parece sospechosa. Creo inútil decir á Vdes. que profeso horror á las Manos negras, lo mismo cuando caen sobre la cálida faz de la región andaluza que cuando se posan sobre el rostro del oso del Norte y que, por lo tanto, no puedo menos de exclamar pensando en el emperador Alejandro:—¡Good save the King! Luego dirán Vdes. que yo no sé el ingles. f N paleto pasa por la Puerta del Sol y presencia una riña entre dos cocheros. Y á propósito de ingleses. —¡Eres un pillo!—dice uno. Un amigo mío, hombre de ingenio, dio de manos á boca —¡Ytii un animal!—exclama el aludido. con una inglesa, benemérita jamona de treinta y nueve Y el paleto, que es aficionado á presenciar las sesiones de años, que prestaba dinero á rédito. Cortes, se aleja pensando: —¿Cuándo me pagará Vd.?—preguntó ella. —Está visto; en Madrid todo el mundo se ocupa de polí—El día que cumpla Vd. los euarenta años,—dijo él. tica, hasta los cocheros. ¡Han pasado diez desde entonces y no se ha presentado La verdad es que hay momentos, más ó menos históri- la jamona á reclamar el pago de la deuda! cos, en que las Cámaras de este país, y del otro y del de EDUARDO BLASCO. más allá, parece que se empeñan en dar la razón al susodicho paleto. Y conste que no digo esto por lo sucedido en el Congreso, con motivo de la discusión de las proposiciones sobre incompatibilidades, presentadas por los señores López Domínguez y Cañamaque; pero sí debo consignar HISTORIA VULGAR que el tiltimo de dichos diputados gasta una lógica que, si no convence, aplasta: «Los señores firmantes de la proposición (la de López Domínguez) no tienen autoridad para Cinco abriles hace presentarla, porque se han aprovechado de beneficios que que presté cien pesos ahora quieren abolir.» Y yo digo: ¿Es buena ó no lo es la al buen Agapito, proposición? ¿Es justa ó injusta? ¿Se aprueban y se desfilósofo y tuerto. echan las proposiciones por lo que en sí valen ó por las Y llevo gastados firmas que las autorizan? That is the quesihion. veintisiete pliegos Y sin embargo, el gobierno obtuvo un triunfo conside papel de cartas guiendo que ambas proposiciones se desechasen, con lo ingles y del recio, cual, sino amaestrado, queda en libertad para hacer lo que le he remitido que le dé la gana. con sobre y con sello, diciéndole en todos poco más ó menos: No tan á gusto, ni mucho menos, ha quedado el gabine«Mi estimado amigo, te francés, sin embargo de haber obtenido, por el momenno olvide usted eso... to, otra victoria, logrando que se desistiese de la revisión »Mañana sin falta constitucional solicitada por los señores Andrieux y Barotráigame dinero... det. Y digo que no ha quedado tan á gusto el gobierno de »Me hallo en un apuro Francia como el nuestro, porque, para obtener el triunfo, y esperar no puedo... ha tenido que pasar por las horcas caudinas de una orden »Mire usted, Agapito, del día motivada, caso hasta hoy sin precedentes, en la cual que me pongo serio...» se contrae el compromiso de llevar el asunto á las CámaY Agapito, nada, ras, á s u debido tiempo. Es decir, que el gabinete Ferry, si haciéndose el sueco, bien no ha sido citado á juicio y vencido en él, ha tenido corpo si á mis duros que cambiar una obligación simple por una hipotecaria. tuviese derecho. Sospecho que no ha de pasar mucho tiempo sin que se Ayer por la tarde, proceda á la ejecución, porque las cosas caen del lado á vestido de nuevo, que se inclinan. pasó muy de prisa., ¿Quieren Vdes. una prueba de ello? junto al Ateneo. X, el filantrópico millonario X, se ha casado con una ex— ¡Tramposo!—á su- oído corista de los Bufos, que llevaba ya quince años de carregrité á voz en cuello, ra (de carrera de corista, no sean Vdes. maliciosos), y él, sin hacer caso, sólo porque un amigo suyo le dijo: prosiguió corriendo. —El colmo de la filantropía es labrar la dicha de una La gente miraba, mujer á costa de la propia desgracia. ladraban los perros, dos municipales exclamaron: ¡Fuego! Cerráronse puertas, Otro colmo: el de la delgadez. balcones se abrieron, Se cuenta de una extraordinaria actriz dramática frany hasta del tranvía cesa que llegó con su compañía á un pueblo donde no se arrojó un sugeto. había más (|ue una posada, ni más camas que once, y los Y yo, mientras tanto, artistas formaban un apostolado completo. Al enterarse de de la calle en medio, tal circunstancia, dijo sonriendo la actriz en cuestión: al ver á Agapito —¡Bah! Yo tengo bastante con esa hamaca, que seguraya lejos, muy lejos, mente resistirá mi peso. parodiando á Becquer ¡Y señalaba una prolongada telaraña que había en un medité un momento: ángulo de la habitación! — ¡Dios mío! ¡Qué sordos, se quedan los tuertos! + * A propósito de telarañas: ¿Estarán tejiendo alguna los MAMUEL DEL PALACIO. LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA LOS AMORÍOS DE JUANA XI Ya hemos visto que es Juana tan vehemente y en amar tan voraz, aunque inocente, que, arrastrando tenaz sus desengaños moralmente, y tan sólo moralmente, gastó varios esposos en dos años; y en su ilusión, cual si estuviese cierta de cumplir de su madre el pensamiento, imitando á la Infanta de aquel cuento, que á la suya oyó hablar después de muerta, se fué á buscar su mente al vecino de enfrente. que, siendo carpinte[ ro hi/o la ca|a y se prc-tíj a ponei L piadosa mente á su madre difunta la mortaja Mas oomoobraatrai[cion lo inesperado. quiso el destino fiero que fuese el carpin[tero, mientras ella era Reina, á ser soldado. Y si bien, desdeñosa, cuando era hombre civil no le quería, ya un poco menos fría, al ver que es militar, piensa otra cosa; y de este modo, Juana, que tenía á aquel joven olvidado, al verle ya soldado, lo halló en su corazón una mañana; y aunque sólo es soldado el buen vecino, ella, en su sed de amor inextinguible, sabe bien que el destino suele hacer de un soldado un Rey posible. Y ¿quién duda que en caso semejante, cuando era Juana de Arco una pastora, elevaba en su amor, como ella ahora, algún pastor á Príncipe reinante? Jura, pues, por el sol y por la luna, y por todo lo humano y lo divino. que al volver de la guerra aquel vecino se casará con él sin duda alguna; y, aunque ignora su nombre todavía, conserva Juana de él una memoria tan tierna como el día del santo de su madre, que está en gloria. XII No hablando ni pensando en otra cosa más que en ser pronto esposa de un militar que es bueno y de su clase, para estar muy hermosa, discute algo dudosa si su traje nupcial, cuando se case, ha de ser blanco ó de color de rosa; y esperando al ausente, sólo tiene en su amor por confidente á aquel que ve nacer los pensamientos, y vaga por el campo alegremente oyendo en el ambiente la música sin letra de los vientos. XIII Pero ¡ay! un día, de dolor transida, aquella Ofelia cuerda y mal vestida con traje de percal descolorido, supo que el prometido dio con gloria la vida, y que, al fin de una lucha fratricida, su gloria y él se los tragó el olvido, siendo asi de aquel hombre, la fama, el ruido, la virtud y el nombre. la extinción tan completa cual lo serán las dichas y los duelos de este inútil planeta el día en que, al pasar algún cometa, lo arroje á los abismos de los cielos! XIV Y como es Juana, al fin, de esas mujeres que tienen el consuelo de suponer que hay seres que las miran y llaman desde el cielo, cuando ya lentamente su endeblez se iba haciendo transparente, siguió al héroe olvidado, que á la sombra murió de su bandera, y ella, de esta manera, después que tuvo á un Rey esclavizado, vino á acabar su militar carrera muñéndose de amor por un soldado. XV Mientras Juana ha existido sólo vio en los objetos sus ficciones, y al fin, para acabar como ha vivido, en una compendió sus ilusiones: y soñando, al morir, que se moría, vio, en su sueño, formado un numeroso ejército mandado por aquel Rey que la miró aquel día. (Se continuará). RAMÓN DE CAMPOAMOR. ENTRADA DE GARIBALDI EN SICILIA Regalo á los Sres. suscritores á LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA DISTRACCIONES INOCENTES LOS, NIÑOS MÚSICOS LA ILUSTRACIÓN NUESTROS GRABADOS IDOI.O DE BUDDIH í,TAI>ON>. La religión buddliista, surgida del seno del brahmanismo, cuenta con 400 millones de sectarios, extendidos por la Cliina, la India, el Thibet, Ceylan, el Japón, etc., siendo iuaumerables los templos y monasterios erigidos en dichas naciones y paises por los discípulos de aquella doctrina. Religión singular la de que tratamos; basada eu la caridad y la ignaldad, coastituye más bieu una moral que una secta. Su divisa es-, ahxu-nef.ie del mal, hacer el bien; y para ello hay promulgado una especie de decálogo que contiene entre otras prohibiciones la de matar á ningún ser animado, robar, llevar vida licenciosa, mentir, calumniar, aborrecer, ofender al prd.jimo, etc. La idea de divinidad desaparece por completo; el culto consiste en una especie de testimonio de respeto al fundador de la doctrina, á cuyas imágenes se ofrecen flores ó perfumes. La aspiración del buddhista se cifra en confundirse en la nada universal (nirvana), es decir, que la felicidad suprema consiste en no ser para no sufrir, á la manera que lo proclama el moderno pesimismo alemán. Como se vé, ha habido razón para que se estime el buddhismo como una especie de cristianismo oriental, aunque fundado seis siglos antes de nuestra era. ENTRADA DE GÍRIBALDI EN SICILIA Veintitrés años han transcurrido desde que el valiente guerrero, caro á todo patriota italiano, desembarcaba con sus mil voluntarios en la playa de Marsala. Fué aquel un golpe de feliz audacia; Garibaldi se apodero de toda la Sicilia sin resistencia alguna y atravesando el estrecho de Messina presenttise ante la capital, que acogió con frenético entusiasmo al que venía á libertarla del absolutismo y á unir á Ñapóles al resto de Italia. Los ruinosos arcosa cuya sombra descansan los expedicionarios, según se ve en nuestro grabado, son una muestra singular de estilo gtítico mezclado con el griego de la Edad Media, combinación que se nota también en algunos otros monumentos de la isla, asf como restos dearquitectura griega, romana, árabe, normanda y sobre todo española, pueblos que dominaron sucesivamente en aquel fértil y hermoso suelo. La historia puede y a.juzgar con acierto de la conveniencia y razón con que Garibaldi invadió el reino de las Uossicilias. El rey que echó de allí ha servido quizas do modelo á algún novelista que haya querido pintar á los reyes en el destierro. L o s NIÑOS MÍ-SICOS. A manera de los antiguos faunos y dríadas aparecen los dos filarmónicos recogidos en el seno de la naturaleza virgen y solitaria. Representación del arte primitivo y movidos tan sólo por el sentimiento ingenuo, llévase el aura sus ecos, trayendo á su vez en sus ondas de éter los rumores del río y la cascada. Tañe el niño las cuerdas del instrumento, mostrando casi desnudo el bien modelado cuerpo, en tanto que su compañera, coronada de madreselvas y rústicas tlorecillas lanza las argentinas notas de su voz en melódica cadencia. Brota á raudales la inspiración en ambos al contemplar el paisaje que les rodea, agreste y tranquilo, lleno de imágenes y profundos misterios. No entonan ciertamente los dos .jóvenes amorosas endechas, sino un himno de admiración ante la universal naturaleza, madre suya; más que las penas del amor embárgales el espectáculo de la libre montaña, de las silvestres plantas, del claro río y atronador torrente. Felices y satisfechos, son artistas por instinto, cantando la una como las aves y sacando el otro los sonidos de la cítara como el gran l'an de los huecos árboles. Empero el arte, concebido de tal suerte , pertenece ya á pasados siglos y los pobres Amintas y Nemorosos y las tiernas Amarilis y Filomelas se ven hoy reducidos á tocar por las calles el violin ó el acordeón... LEONOR DK E S T E . Sabida es la casta y profundísima pasión que inspiró al Tasso la célebre duquesa italiana. El inmortal cantor de la Jerunalen Uberlada inmortalizó también á Leonor de Este, la blancaflorde Ferrara, dedicándola innumerables sonetos en que pintaba la abrasadora Hamaque le consumía. Leonor se mostró muy amable siempre con el sublime poeta, guardando por supuesto el más irreprochable recato y'uo dando ocasión á que peligrase por un solo momento su virtud. La corte de Ferrara era una de las más ilustradas y dignas, en efecto, y lo mismo en artes que en letras rivalizó con las]más ilustres de Italia y aun de toda FJuropa. Prescindiendo de los encomiásticos versos del gran Torcuato, consta que Leonor de Este era buena, hermosa, ilustrada y discreta. DlSTIlACCIONES INOCENTES. Animado se presenta el juego. Reunidos aquella tarde en la espaciosa sala de una cervecería del pueblo varios .jóvenes de ambos sexos, tan guapos como bulliciosos (nada de/II,Í//IÍÍ/'Í-, han improvisado una diversión, inocentísima sí, pereque no ha dejado de ocasionar tal cual disgustillo entre algunos de los allí presentes. Fijémonos, sino, en aquel mozo que le está echando tan terribles ojos al aturdido derribador de sillas y burlado jugador, y si esto no bastase preguntémosle por qué llora á.esa pobre muchacha desconsolada que se apoya en el brazo del dueño del establecimiento. Enciérrase aquí sin duda un verdadero drama, como suelen decir los periódicos, y si no temiéramos pecar de ligeros apostaríainos á que la niña llorosa y el enfurruñado mancebo se están muriendo respectivamente de celos por los dos perjuros que ocupan la atención de casi todos los concurrentes. Y decimos de casi todos, porque al parecer les importa muy poco de lo que pasa á ciertos imberbes devotos de Gambrinus, muy enfrascados eu interesante charla. En cambio es de elogiar la digna actitud adoptada por el gato de la casa, que no parece sino que sea el verdadero presidente de la tiesta, y uo por su soberbia zarpa. El grave Micifuf parece, en efecto, dar á compreud«r como IBÉRICA si empezara á mirar con desagrado las familiaridades que se toman, sino en sus barbas en sus bigotes, los jovenzuelos de al lado, olvidados del respeto que se merece el piiblico, y no extrañaríamos'que á lo mejor luciera retirar, mediante un arañazo, el brazo y la pipa, que adelantan mas allá de lo justo y permitido en toda clase de distracciones inocentes. En este caso habrá sido el y uo la buena señora encargada de guardar las prendas y velar por la moral el que habrá llamado al orden a los maliciosos y atrevidos. -•a-eSOBRE LA TEORÍA IIOÜEMA DEL,CALOR GRANDES UNIDADES DEL MUNDO MATERIAL (CONCLUSIÓN) Como el sol atrae las masas meteóricas, atrae el diamante, —pequeño sol, — á los átomos de oxígeno; como las masas meteóricas caen sobre el astro colosal obedeciendo á la fuerza de atracción, caen los átomos de oxígeno sobre el diamante bajo la fuerza química de afinidad ; y cada átomo, al perder en el choque su velocidad de traslación, toma otro movimiento, y vibra en trayectorias pequeñísimas dando origen á la luz y al calórico. i Qué es pues la combustión? Una serie de choques. XII. Hemos indicado, aunque muy a l a ligera, algunos hechos que comprueban la nueva hipótesis sobre la natUi'aleza del calor; pero no son estos los únicos que han dado fuerza atan admirable teoría. Toda la Física, por decirlo así, concurre á este mismo fin; y si la ocasión y el espacio nos lo permitieran, podríamos reforzar las precedentes demostraciones, examinando las teorías de la dilatación, cambio de estado, capacidades caloríficas, conductibilidad, calor radiante, energía potencial de los átomos y otras muchas que aparecen claras, sencillas, íntimamente relacionadas entre sí, y obedeciendo á leyes generales, si abandonando las viejas explicaciones materialistas, .se acude á las modernas y elevadas teorías mecánicas. Sin embargo, no exageremos los resultados; el triunlo ha sido grande; pero aun quedan en pié, silenciosos é indescifrables, inmensos problemas. ¿Qué es la atracción? ¡Qué es la afinidad! ¡Qué es la materia! XIII. Resumamos todo lo dicho. 1.° El calor, como la luz, como el sonido, como probablemente el magnetismo y la electricidad, uo es otra cosa que el movimiento vibratorio de la materia. Verdad es que al ponerse en contacto con nuestro ser y llegar á nuestros sentidos, dan origen estos fenómenos físicos á sensaciones profundamente distintas. Y en efecto, ¡qué analogía hay entre el acorde de una lira, una puesta de sol, el vapor que hierve en la caldera de una locomotora, y una masa planetaria girando en el espacio! Los sentidos afirman que ninguna; pero la razón corrige el error de las sensaciones, y encuentra unidad donde aquellas sólo hallaron diversidad. La razón dice; esa armonía que de la lira se desprende y viene á despertar eu nuestra alma el sentimiento estético, es el aire, es decir, la materia que vibra con tiempo y medida ; ese celaje que desde el fondo de la atmósfera viene eu olas de oro y grana á dibujar en el fondo de nuestra retina las armonías de los colores, es el éter, es decir, la materia que vibra con tiempo y medida; esa locomotora que con las entrañas abrasadas vuela ante nosotros, ese fuego que lleva y ese vapor que ruge, no son masque moléculas que vibran. Ué aquí reducidos gran número de fenómenos físicos (no todos) a un solo hecho; el movúniento de la materia. 2." La fuerza, el movimiento, el calor, forman una suma constante ; la fuerza que se gasta uo se anula, se trasforina; el movimiento que cesa al parecer, coutinila bajo forma de calórico, electricidad, maguetismo, etc.; el calor que se consume cambia de aspecto, y es movimiento, luz, electricidad, etc. El mundo de la materia es eterno é invariable en su totalidad : los fenómenos pasan, se suceden, se trasforman como las olas del Océano, pero el Océano siempre queda. Flujo y reflujo inmenso; oleaje colosal; vibración infinita de lo creado. ¡Cuál será la razón, el por qué, la /Inulidad de este inlíuito hervor ? Hé aquí el problema soberano de la Filosofía ; problema que, como /iuiira giyantesca, se alza envuelto eu sombras ante nuestra vista. I^a F'isica nunca alcanzará á ver su divino semblante: la Metafísica pugna treinta siglos ha por rasgar el velo que cubre la faz de la misteriosa estatuaJ O S É KCHEGAKAY. EL CISNE Y EL FÉNIX. (FÁBULA) — ¿Sobre una pira de olorosos troncos Afirmas tú que debes perecer Para después, de tus cenizas propias Volver á renacer? Será cierto , muy cierto ; pero , fénix , Quisiéralo yo ver. Algo amoscado el fénix contestóle : —¿Graznaste en vida y dices que al morir Será tu postrer canto tan divino Que te harás aplaudir? También será muy cierto ; pero , cisne , Quisiérate yo oir. FELIPE JACINTU SALA. LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA huevos como solía, sino toda despeinada, aiborotadica y risueña, agitando un grueso manojo de llaves, que entregó al marqués advirtiéndole: — Sepa vuecencia que ésta es de la despensa... ésta del (CONCLUSIÓN) ropero... ésta del... — ¡Del demonio que cargue con V. y con toda su casta, Estaban los criados reunidos en la cocina, como siem- bruja del infierno! ¿Ahora quiere V. que yo saque el tocipre, cuando sintieron las opacas pisadas del caballo sobre no y los garbanzos, eh? Vayase V. al... '* nieve fresca, y un hombre, en quien reconocieron á su No oyó doña Rita el final de la imprecación, porque salió compañero Jacinto, entró como una bomba. Estaba pálido, pitando, y tras ella los demás interlocutores del marqués, t^emblon y demudado, y con ahogada voz acertó á pro- y en pos de éstos el marqués mismo, que los siguió furionunciar : so al través de las habitaciones y estuvo á punto de alcanzarlos en la cocina, sin que se atreviese á seguirlos al pa—¡El premio gordo!!! Hallábase á la sazón el marqués en su despacho, y, las tio por no arrostrar la glacial temperatura. A la luz de la piernas arrebujadas en tupida manta, chupaba un habano, luna que argentaba el piso nevado, el marqués los vio ale'Mientras el capellán le leía {& política menuda de El Siglo jarse, delante don Calixto, luego Celedonio y doña Rita de futuro. De pronto, suspendiendo la lectura, ambos pres- bracero, y por último Jacinto muy cosido á una silueta fela^ron oído al estrépito que venía de la cocina. Parecióles menina que reconoció ser Pepa la cocinera... ¡Pepilla tam^1 principio que los criados disputaban, pero á los diez se- bién! Tendió el marqués la vista por la cocina abandonagundos de atender se convencieron de que no eran sino da, y vio el fuego del hogar que iba apagándose, y oyó ^oces de júbilo, tan desentonadas y delirantes, que el mar- una especie de ronquido animal... Al pié de la chimenea, qués, amostazado y teniendo por comprometida su digni- muy esparrancado, el capataz dormía la mona. "Jad, despachó al capellán á informarse de lo que ocurría A la mañana siguiente, el pastor, que no quiso «espané imponer silencio. No tardó tres minutos en regresar el tar la suerte,» hizo para el marqués de Torres-nobles de enviado, y dejándose caer sobre el diván, pronunció con Fuencar unas migas y un ajo molinero, y así pudo este Sofocado acento: «jMe ahogo!» y se arrancó el alzacuello y noble señor comer caliente el primer día en que se desSe desgarró el chaleco por querer desabrocharlo... Corrió pertó millonario. ^n su auxilio el marqués, y abanicándole el rostro con El Siglo Futuro logró oir brotar de sus labios una frase enMe parece excusado describir la suntuosa instalación trecortada : del marqués en Madrid; lo que sí no debe omitirse es que tomó un cocinero cuyos guisos eran otros tantos poemas —El premio gordo... nos ha tocaaa...ado el prem... A despecho de sus achaques, biincó hasta la cocina el gastronómicos. Se cree que los primores de tan excelso ar'Marqués con no vista ligereza, y llegando al umbral, de- tista, saboreados con excesiva delectación por el marqués, túvose atónito ante la extraña escena que allí se represen- le produjeron la enfermedad que lo llevó á la tumba. No taba. Celedonio el Obeso y doña Rita la Apacible, bailaban obstante, yo creo que el susto y caída que dio cuando se ^0 sé si el jaleo ó la cachucha, con mil zapatetas, saltan- desbocaron sus magníficos caballos ingleses, fué la verdado como monigotes de saúco electrizados; Jacinto, abraza- dera causa de su fallecimiento, ocurrido á poco de habitar rlo á una silla, valsaba rauda y amorosamente; Pepa hería el palacio (jue amuebló en la calle de Alcalá. Abierto el testamento del marqués, se vio que dejaba Con el rabo de un cazo la sartén , haciendo desapacible Música, y el capataz, tendido en el suelo, se revolcaba, por heredero al pastor de Fuencar. B^^itando ó mejor dicho aullando salvajemente: «¡Viva la EMILIA PARDO BAZAN. .Virgen!» Apenas divisaron al marqués, aquellos locos se Eiiei'O d e 18ij3. 'anzaron á él con los brazos abiertos, y sin que fuese po-E3<'z deroso á evitarlo lo alzaron en volandas, y cantando y aanzando y echándoselo unos á otros como pelota de go^^ lo pasearon por toda la cocina , hasta que viéndole fuposo lo dejaron en el suelo; y aun fué peor entonces, pues la cocinera Pepa, cogiéndole por el talle, quieras que no HISTORIA SENCILLA: <iuieras le arrastró en vertiginoso galop, mientras el capataz, presentándole una bota de vino, se empeñaba en M.ue probase un trago , asegurando que el licor era exquiDe este modo se comprende fácilmente el amor de Mensito, cosa que él sabia á ciencia cierta por haber trasegadoza por Rocío después de haberla perdido, amor semedo á su estómago casi toda la sangre de la bota. A-sí que pudo el marqués soltarse, refugióse en su habi- jante al que otros sienten por una amante muerta que tación , con ánimo de desahogar su enojo refiriendo al ca- apenas conocieron cuando viva. En cambio, á Rocío le había ocurrido una cosa bien dipellán la osadía de sus criados y platicando acerca del premio gordo. Con gran sorpresa vio que el capellán salía ferente. Seducida por la persuasiva palabra de Eloísa, su alma había soñado con amores celestes, había humedecido •envuelto en su capote y calándose el sombrero. labios con los encantados filtros de la dorada copa de —¿A dónde va V., don Calixto, hombre de Dios? exclamo sus la ilusión, y cuando, sedienta de ellos se arrojó en brazos el marqués admirado. de Mendoza, la copa de su amor le pareció insípida, caía Pues, con su licencia, don Calixto iba á Sevilla, a ver a do su cielo poético á la triste realidad, y la helaba el miedo su familia, á darle la alegre nueva, á cobrar en persona hasta el corazón cuando intentando delirante abrazar el su parte de décimo , un confite de algunos miles de duros. placer tanto tiempo deseado, sólo hallaba bajo su man•~-¿Y me deja V. ahora? ¿Y la misa? y...—En esto asomó to de púrpura y oro los amarillentos huesos de un espor la puerta su hocico agudo el ayuda de cámara. Si el queleto. señor marqués le daba permiso, él también se marcharía Atada, sin embargo, á aquel hombre por su deshonra, ^ recoger lo que le tocaba. El marqués alzó la voz, dicien- había vivido en su compañía triste pero sin exhalar una do que era preciso tener el diablo en el cuerpo para lar- queja sonriendo con la dulzura de una santa y atesorandarse á tales horas y con una cuarta de nieve, á lo cual do sus lágrimas en su corazón; rociando con ellas las se•"espondieron unánimes don Calixto y Jacinto que á las do5^0 pasaba el tren por la estación próxima, que hasta ella cas flores de sus ilusiones perdidas y de sus esperanzas •legarían á pié ó como pudiesen. Y ya abría el marqués la marchitas en capullo. Cuando la infidelidad de Mendoza la suministro un moboca para pronunciar: «Jacinto se quedará, porque me hace falta á mí,» cuando á su vez se encuadró en el marco de tivo para abandonarle, quizas los sentimientos anterior'a puerta la rubicunda faz del cochero, que sin pedir au- mente abismados en su alma y que en aquel momento sutorización y con insolente regocijo venía á despedirse de bieron á su superficie, como el cieno a la del lago en la su amo, porque él se largaba, ¡eah! á coger esos monises. tempestad, fueron los más ardientes consejeros de su seTfeYlas muías?—vociferó el amo.— ¿Y el coche, quién lo paración. Un amor verdadero tal vez hubiese sido menos orgulloso y hubiese buscado un momento para dejarse guiará, vamos á ver? — Quien vuecencia disponga... ¡Cómo yo no he de co- convencer y rendir por las súplicas de su c.mante. Llevada chear más!...—respondió el auriga volviendo la espalda y á efecto la separación, Rocío se sintió cansada del amor, dejando paso á doña Rita, que entró no medrosa y pisando desconfiada de él, porque no la había cumplido ninguna EL PREMIO GORDO ROCÍO LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA de sus doradas promesas y la abandonaba al desprecio desconsuelo, de engañarla, haciéndola creer que era incon una marca sobre la frente. El alma de Roció no estaba fundado, y corrió á casa de Mendoza á participarle la templada para la titánica lucha que otras mantienen con nueva desgracia. la sociedad, ángeles rebeldes, siempre hollados, pero —La veré morir, le dijo llorando, como he visto morir nunca v e n c i d o s ; á su madre y á su ella era débil como h e r m a n a . Ellas una flor; cedía á totambién eran h e r das las auras, y un mosas, parecían fev i e n t o demasiado lices, y una noche f u e r t e arrancaba el ángel de la muersus hojas, truncate, poniendo la maba su tallo, y la arno en sus pechos, rastraba por el polahogó loslatidos de vo. A d e m a s , su sus corazones. cuerpo , herido de —La salvaré; es muerte por la tisis, necesario, es mi deinfluía en su alma ber, exclamó Mencon la incomprendoza , cuya frente s i b l e f u e r z a con estaba bañada en que influye siemsudor frió como el pre nuestra parte de un cadáver. física sobre la moY entre los dos ral. Esta enfermeformaron un plan dad, que la carcopara rodear á Roinia interiormente cío de sus cuidacomo un g u s a n o dos, sin que ella roedor que se alisospechase f| uién mentase en sus envelaba por su trantrañas, unas veces quilidad ; pues de la exaltaba con la otro modo, ó no los momentánea fuerhubiese aceptado. za de la fiebre aferó hubieran acele rándola puerilmenrado la hora de su te en las ideas más muerte. caprichosas, y r e Al volver á su caaccionando l u e g o sa, c o n s e c u e n t e la a b a n d o n a b a á con este plan, Luiuna languidez mesa dijo á Rocío que lancólica en q u e a c a b a b a de pedir hasta el pensamienauxilios para ella á to era un trabajo una junta de señosu perior á sus fuerras, que llevadas de zas. Entonces pasu piadoso c e l o se saba horas enteras dedicaban al sococon la mirada trisrro de los desgratemente serena, cociados, y que luego mo el cielo en las vendría á visitarla t a r d e s de o t o ñ o , una de ellas. Rocío contemplando á su exhaló un suspiro hija y preguntány se a b a n d o n ó a dose : — ¿Cuál será una meditación dosu porvenir? lorosa, porque la humillaba el vers<' L a s f u e r z a s de reducida á implo Rocío se debilitarar la caridad pú ban por momentos, blica; pero se rey si bien la sostesignó, al fin,con su nía su fuerza de vosuerte, aceptándoluntad, los esfuerla como una expiazos que hacia agración de su falta. vaban su mal y aumentaban s u s esLa fingida dam:i tragos. Ella lo sade la caridad vino bía, pues la tisis era á la hora convenihereditaria en ¡a fada. Era una señora milia de su madre, anciana, de agray pensaba con a n dable aspecto y de gustia en el día en conversación d u l que sus fuerzas se ce é insinuante. LA agotasen, como el joven la descubrió LEONOR DE ESTE reo en el de su sensu corazón como ¡^ tencia,. Frecuenlemeule, en medio de su [jordado, se de- una madre, y la reveló los temores maternales que l<i tenía como si le faltase aire, y tosía honda y secamente, atormentaban por la suerte de su hija. La dama la oi^reci" retirando de su boca su pañuelo manchado de sangre; su protección para ella y la niña, y se marchó ofreciendo pero ocultaba sus padecimientos y sus temores á Luisa, volver. que no lo sospechaba, y seguía trabajando. (Se continuará). EDUARDO DE LUSTONÓ. Por fin llegó el dia temido en que el disimulo fué impoADMINISTRACIÓN. —Establecimiento editorial de Ramuii Moliuas, sible, y Rocío se arrojó en brazos do su compañera, lloCortes, 365 y 367. rando y exclamando: —Xo puedo más; ¡qué va á ser de mi! ¡quéseráde mi hija! Reservados todos los derechos de propiedad artística y literaria. Luisa, ai^ustada do esla revelación, trató de calmar su ESTAliLltClMlENTO TirOGRÁFICO DE BERNABÉ BASKDA,—ViLLARRüEL, I 7 , BARCELONA.