Marta Escribano, 1º S MI VIDA SIN MEMORIA 2003. Estoy en casa de mis abuelos, aún queda un rato para comer, y mientras mi abuela hace las tareas de la casa, yo estoy con mi abuelo ayudándole con un cuadernillo de matemáticas, ya que hace un año le diagnosticaron Alzheimer. A sus 65 años todavía recuerda las tablas de multiplicar, aunque ya empieza a dudar de muchas. 2005. Como cada fin de semana, voy a ver a mi abuelo. Ya no sale solo a la calle, y en su mano izquierda lleva una pulsera con la dirección y un número de contacto. En casa estamos todos, mis hermanos, mis primos… Confunde los nombres, o incluso ni llega a acordarse de ellos, excepto el mío. Cada vez que me ve, se le llena de felicidad su rostro ya arrugado por los años vividos. A veces, me pregunta cuándo vienen sus padres, porque piensa que se han ido de viaje. También me dice que quiere irse a Inglaterra a ver a una vieja amiga. 2007. “¿Hemos comido ya?” “Sí, abuelo, hace ya un ratito.” “¿Y qué hemos comido?” “Hemos comido tu comida favorita. ¿Sabes cuál es?” “Ummm… macarrones?” “No, yayo” “¿Puré de patatas?” “Tampoco, yayo. Hemos comido lentejas“. “¡Mentira! Yo de eso no he comido nunca.” Al cabo de unos minutos, vuelve a insistir. “¿Hemos comido ya?” 2010. Estamos otra vez todos en casa de mis abuelos. Mi abuelo ya no se acuerda de casi ningún nieto, sobre todo de los más pequeños. “¿Quién es ese niño que está jugando con esa cosa redonda?” “Yayo, es Iker, y está jugando con una pelota.” “Pues quítasela que va a tirar todo. ¿Y ese rubio que no para de correr y de gritar?” “Es Gabriel, mi hermano pequeño.” Con el paso del tiempo, mi abuelo se ha vuelto más gruñón, y mis primos pequeños casi ni se acercan a él, porque les grita. 2012. Mi abuelo apenas conoce a nadie, confunde el nombre de sus hijos. Cada día está más apagado; ya no es el mismo. La cara de ese señor de pelo blanco y ojos azules como el mar está cada día más triste, y apenas se mueve del sofá. 2014. Ahora está en la cama, lleva pañal y solo come papillas. Ni siquiera se acuerda de hablar, solo dice palabras sueltas como: hola, puerta, abierta, cerrada, comer… y alguna que otra más. Cada vez que me ve aparecer, solo dice Marta, es el único nombre que consigue recordar y sus ojos al verme se ponen brillosos. Él siempre ha sido muy importante para mí.