la asistencia psiquiátrica en españa en los siglos xviii y xix

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LA ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA EN ESPAÑA
EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX
En España, las ideas de la Ilustración se hicieron públicas a partir
de 1760 y dentro de ellas se encontraba “el empeño de lograr una sociedad ilustrada, utilitaria y eficazmente instruida, sólida y sanamente
cultivada, dichosa y de buen gusto”68.
González Duro69 nos da su visión de la forma en que la Ilustración
afrontó la locura y la marginación en general: “Aquellos ilustrados,
hombres de razón, discretos, desinteresados y fraternales, rechazaban
todo cuanto se presentaba como necio, irracional, erróneo, supersticioso, primitivo, desordenado, estúpido o simplemente inútil. Deseaban
eliminar de la circulación social a cuantos fueran idiotas insanos, vagos,
ociosos, criminales o locos, considerados como seres nocivos, como un
estorbo o amenaza para el ordenado funcionamiento de una sociedad
racionalmente organizada, progresiva y eficaz. Por eso contribuyeron a
la segregación de los hombres socialmente envilecidos, humanamente
degradados, inferiores a las bestias, víctimas de su ceguera, de sus pasiones desordenadas y de sus vicios, faltos de decencia, de público decoro y de honestidad”.
La actuación del estado absolutista durante el siglo XVIII, al igual
que sucediera en Francia un siglo antes, llevó a manicomios, hospitales,
casas de misericordia, cárceles y depósitos, a locos, pobres, vagabundos,
mendigos, niños abandonados o ancianos sin fortuna, prostitutas, delincuentes, criminales, libertinos y otros marginales.
68
69
González Duro, E. 1995: 105.
González Duro, E. 1995: 105-106.
67
JAVIER AZTARAIN DÍEZ
En este siglo se produjo un empobrecimiento de la población española. En 1750, de los siete millones y medio de habitantes que habitaban en España, dos millones eran pobres. Para evitar la delincuencia y
controlar a estas poblaciones marginales aprovechando la fuerza productiva de los que estuvieran en condiciones de hacer algún trabajo, entre 1719 y 1798 se decretaron setenta órdenes o cédulas reales para recoger a los pobres y vagabundos y situarlos en diferentes instituciones:
el ejército, las cárceles, las minas, los arsenales, las obras públicas o las
casas de misericordia, los hospicios de nueva creación y los hospitales
en caso de impedimento físico o enfermedad.
Como ejemplo de casas de misericordia tenemos la de Valencia,
fundada en 1673 y regida por unas constituciones de 1717. La casa de
misericordia recogía no sólo a los pobres con capacidad productiva, sino también a personas con una situación carencial como ancianos e impedidos y como hospicio para la infancia y juventud y expósitos. El creciente hacinamiento de los acogidos, la promiscuidad y la mala
alimentación debida al aumento del número de internos que– pasaron
de trescientos a novecientos entre 1709 y 1747– produjeron dificultades económicas que amenazaban con el cierre.
El principal problema era debido a que los recursos económicos estaban en manos de la nobleza y el clero, y el Estado no disponía de ellos
para estas funciones.
En tiempos de Felipe V el ministro Campillo había propuesto el recogimiento de los verdaderos pobres en hospicios, la integración forzada en trabajos productivos de los pobres de conveniencia y el castigo en
presidio de los pobres de apariencia.
En 1766 el motín de Esquilache evidenció la urgente necesidad de
construir más hospicios ya que los pobres constituían un peligro para
la sociedad. Los hospicios proliferaron, de forma que en 1789 existían
ciento dos en toda España, con once mil setecientos ochenta y nueve
hombres y mujeres. De ellos, solo en la Casa de Misericordia de Cádiz,
había un departamento destinado específicamente a los locos70.
70
Ponz, A. Viaje por España, tomo XVIII, Aguilar, Madrid. 1988, citado por Gonzalez Duro, E. 1995: 134.
68
LA ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA EN ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX
Además de otras funciones de tipo asistencial, el hospicio pretendía
convertir al internado en un buen ciudadano y trabajador laborioso. Para conseguir que aceptasen la disciplina y el trabajo era preciso que se pusieran en práctica los reglamentos, que como veremos, tendrán posteriormente una importancia considerable en el establecimiento del orden
psiquiátrico. También se concedía gran importancia al trabajo como instrumento terapéutico para obtener diferentes objetivos: a) moral, ya que
la ociosidad era fuente de todos los vicios; b) productivo, para que el interno obtuviera una contraprestación económica y c) formación profesional, para su reintegración a la vida normal. Este es otro elemento de
interés en el funcionamiento de las instituciones psiquiátricas.
De cualquier modo, no sólo debe considerarse la perspectiva represiva, también existe un aspecto caritativo, ya que además de los válidos,
el hospital general en Francia y el hospicio en España, recogen a enfermos y marginales de todas clases, de los cuales, los más rechazados, son
los que padecen enfermedades venéreas –por su capacidad para el contagio– y los dementes –por las incomodidades que producían al resto
de enfermos y cuidadores– por lo cual estos últimos son aislados del
resto de los moradores del hospital.
Ya se ha comentado el fracaso de los hospitales generales en Francia. En España sucedió algo similar con los hospicios, que fueron cerrados en muchos casos a fin de siglo y encontraron críticas entre los
propios ilustrados que se dieron cuenta de los graves peligros de seguridad e higiene producidos por el hacinamiento, con el consiguiente
riesgo de epidemias.
Al igual que en Francia, las admisiones debidas a la iniciativa familiar se incrementaron en un 12% en el hospital de Sevilla71, compensando el descenso de las procedentes del Santo Oficio y de las cárceles,
sin llegar a alcanzar la cifra de las francesas, tal vez por la inexistencia
en nuestro país de la orden de arresto.
Habría que esperar hasta la Ley de Beneficencia de 1849 para modificar esta situación y especialmente hasta final del siglo XIX para comenzar
a apreciar resultados significativos en el trato a los enfermos mentales.
71
González Duro, E. 1995: 149.
69
JAVIER AZTARAIN DÍEZ
Los locos habían sido tratados como enfermos en la antigüedad y
algunos fueron quemados en la hoguera por brujería72. Sin embargo, la
mayor parte recibían cuidados en sus domicilios y solo los incurables y
los peligrosos, terminaban encerrados.
Las dificultades de comienzos de siglo con la promulgación de las
primeras leyes desamortizadoras en 1798 y los efectos de la guerra contra los franceses y las guerras de independencia de las colonias americanas, tuvieron como consecuencia un deterioro considerable de la asistencia psiquiátrica en España. Ello fue debido no sólo a las dificultades
económicas sino también a la destrucción sufrida por los establecimientos, ya que algunos como el de Zaragoza quedaron reducidos a escombros durante el sitio de la ciudad, el cuatro de agosto de 180873 perdiéndose todos los archivos y documentos, que hubieran sido de gran
valor para conocer el funcionamiento de este centro que en aquellos
años había tenido prestigio internacional.
Pese a la decadencia en este terreno, España no debía encontrarse
en peor situación a comienzos del siglo XIX de lo que estaban otras naciones europeas. El contraste con el trato recibido por estos enfermos
en el resto de Europa según varios autores era evidente.74
Espinosa75, destaca, citando a Kraepelin: “mientras en el resto de
Europa solo se interesaban por el loco teólogos, filósofos y aficionados,
en España era el médico el que se preocupaba de su asistencia”.
72
Los procesos por brujería en Navarra tuvieron su apogeo en el siglo XVI. Sobre ellos escribe Górriz: “En nuestro país tuvieron lugar varias causas célebres contra brujas y endemoniados.
Parece que la Inquisición de Calahorra sentenció al fuego, en 1507, a más de 30 brujas. En Navarra, según se cuenta en la Historia de Carlos V, escrita por Fray Prudencio de Sandoval, Obispo de Tuy, se descubrió, en 1527, una numerosa secta de brujas, merced a que dos muchachas de
nueve y once años se delataron, descubriendo la virtud que tenían de conocer a las brujas examinándoles su ojo izquierdo. Con la promesa del perdón lograron la confesión de más de 150 mujeres que gracias a sus declaraciones hicieron conocer multitud de detalles. Al entrar en la secta les
era entregado un apuesto mancebo para cohabitar, y el complicado ceremonial de los aquelarres
terminaba siempre con los más escandalosos adulterios e incestos. La Inquisición de Estella las
condenó a la pena de azotes y encarcelamiento. Es famoso también el proceso de las brujas del
Valle de Baztán, de los pueblos de Vera y Zugarramurdi, que fueron penitenciadas en Logroño en
1610”. Górriz, M. 1936. 44: 238. El tema ha sido tratado por Julio Caro Baroja en varios de sus
libros. Véase Las brujas y su mundo. 1988 (1961): 187-250.
73
Fernández Doctor, A. 1993: 9-10.
74
Bassoe, 1945. Ferrer Hombravella, 1948. Chamberlain, 1966. Pelicier, 1973: 39. Chatel, 1975.
75
Espinosa 1966a: 185.
70
LA ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA EN ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX
La influencia de las ideas de la Ilustración se habían reflejado en España, comenzando a considerarse a la locura de una forma distinta.
Disminuyeron los procesos inquisitoriales por brujería76 y se produjo
una mayor intervención estatal en el campo de la salud pública.
“Fruto de todo ello, se va produciendo una progresiva secularización y
medicalización de la gestión institucional, que se sustrae así de la influencia
religiosa. Nuestro país puede considerarse incluso un precursor en la medicalización de la asistencia al enfermo mental, tanto por el control médico
de los ingresos, como por la tutela de los enfermos una vez ingresados”77.
Espinosa78, refiere que en la España de la Ilustración se daban las
condiciones para que se desarrollase el movimiento conocido como
“psiquiatría asilar”, ya que los ingresos en los hospitales se hacían con
certificado médico reconociendo al loco como enfermo, el uso de la terapia por el trabajo estaba generalizado y la situación asistencial era notablemente mejor que en el resto de Europa.
Para este autor79, el reinado de Fernando VII se caracteriza por dos
hechos de gran importancia para el futuro de la psiquiatría en España:
a) La gran depresión económica, que va a durar hasta 1843, como
resultado de la caótica situación de la Hacienda, el cese de las remesas americanas de oro y del grave problema monetario.
b) La persecución sistemática de nuestros intelectuales que se recrudeció tras el intento liberal de 1820 con el exilio de gran número
de ellos. Estas ausencias tuvieron como consecuencia el declive
de la medicina española.
Con lo cual, las ideas “revolucionarias” en cuanto a la asistencia psiquiátrica, tardaron más tiempo en aceptarse al ser susceptibles de ser
consideradas como “sospechosas” para el absolutismo80.
Durante el trienio liberal se publicaron casi el mismo número de libros y folletos que en los quince años anteriores81 , mientras que en el
76
Comelles, 1988: 37-38.
Martín, 1991: 31-32.
78
Espinosa, 1987.
79
Espinosa, 1966a: 208.
80
Martín, 1991: 34.
81
Rey González, 1982a.
77
71
JAVIER AZTARAIN DÍEZ
reinado de Fernando VII, exceptuando el trienio liberal de 1820 a 1823,
se produjo el período de menor producción científica de todo el siglo,
en el campo de la psiquiatría.
No existen muchos datos fiables respecto a la situación de la asistencia en la etapa absolutista según Espinosa. El testimonio de Esquirol en 1818, que al parecer se informó a través de Ruiz de Luzuriaga de
la forma de atender a los alienados en los principales centros de la península, confirmaría el deterioro de la asistencia. Algo similar sucedería
en el área legislativa, sin renovaciones, salvo la primera Ley de Beneficencia de 1822 que fue promulgada en el trienio liberal, pero nunca llegó a tener efectividad práctica.
La estadística de dementes
Una nueva generación de médicos alienistas: Peset y Vidal82, en Valencia, Vieta83 en Zaragoza, Villargoitia84 en Madrid y Pí y Molist85y86 en
Barcelona, habrían de influir positivamente para intentar un cambio en
la asistencia psiquiátrica.
82
Juan Bautista Peset y Vidal (1821-1885), organizaba lecciones clínicas llamadas “cursillos frenopáticos” en el Manicomio Padre Jofré, del cual era director. Su orientación era procedente de la psiquiatría francesa. En su obra Patología Psicológica un compendio clínico-empírico de Psiquiatría, realizó una clasificación sintomática de las enfermedades mentales. Fue con
Giné y Partagás uno de los principales introductores de la psiquiatría en la Universidad.
Dieckhöfer, 1976: 116-118.
83
Antonio Vieta y Sala, médico cirujano, nació en Mataró en 1809, obtuvo por oposición
la dirección del manicomio de Zaragoza en abril de 1842 y fue nombrado el 2 de junio de ese
año, siendo suprimida su plaza algunos años después. A partir de ese momento, volvieron a
ocuparse de la visita a los locos, los médicos de las enfermerías comunes. Su marcha debió producirse en 1845, ya que en esa fecha renuncia a su plaza de académico. En la Biblioteca Nacional se conserva su “Memoria médico-manicómica, o sea, observaciones médicas acerca de
los dementes del Hospital Real y General de la ciudad de Zaragoza”. Madrid. 1843. En ella, pone de manifiesto grandes defectos estructurales del centro, así como la penuria del departamento. Rodríguez Pérez, 1980: 50. Rey González, 1984: 266.
84
Para conocer la biografía de Villargoitia consultar, Rey González, 1984: 264-268. Véase
la nota 140.
85
Para conocer la vida y obra de Pí y Molist véase, Rey González, 1983: 111-121.
86
Emili Pí y Molist nació en 1829 y falleció en 1892. Sarró (1978) confiere a Pí el valor de
ser el psiquiatra español más grande del siglo XIX. Le considera más un “psíquico” o espiritualista, que somático. Como Giné y Partagás, había asimilado la tradición esquiroliana y como él, era psiquiatra exclusivamente. Considera Sarró, que su vocación y formación humanis-
72
LA ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA EN ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX
Se comienzan a tomar algunas medidas como la confección de la Estadística General de Dementes en 1848, debida al médico de cámara de S.M.
D. Pedro Mª Rubio, en la que constaban los dementes existentes en España durante los años 1846-184787, los estudios para la edificación de un manicomio modelo, que no tuvo mucho éxito, y las condiciones para realizar
una inspección de los asilos de dementes que según Espinosa88, “transforma en muchos de ellos el viejo estilo de asistir al loco y así desaparecen las
cadenas y los látigos a la vez que el temido personaje del padre de los locos”.
Durante la primera mitad del siglo XIX, España no había hecho
prácticamente nada por mejorar o al menos impedir, la decadencia de
la asistencia a los enfermos mentales.
Mientras en el resto de Europa se había creado un estado de opinión
nuevo respecto a los enfermos mentales, considerándolos como un enfermo más, que debía ser tratado por un médico, en España, que siempre había contado con una asistencia psiquiátrica bastante aceptable, las dificultades políticas y económicas habían hecho que nos encontrásemos de
nuevo rezagados. Un ejemplo de ello se aprecia en la estadística de asilos y
población acogida en los distintos países de Europa a mediados de siglo,
que llevó a Rodríguez Rubí a identificar erróneamente el bajo número de
alienados acogidos en los once establecimientos españoles, en número de
2.150, con los realmente existentes en la población: “Debo consignar, para
consuelo, que comparada nuestra estadística con las de otras naciones, España es de los pueblos de Europa menos propensos a la demencia”89.
En cuanto a las estadísticas existentes, Seguin sólo considera valiosa el censo del Dr. Rubio, que pese a haberse hecho a partir de datos
oficiales y por ello tal vez incompleto, fue el primero que estimó el número de enfermos mentales en España. Encontró que los enfermos estaban distribuidos en los siguientes establecimientos:
ta perjudicó a su obra, ya que “si en vez de consagrar su gran capacidad al análisis psicopatológico de D. Alonso Quijano, la hubiese aplicado como Giné a su clientela, el servicio que habría prestado a la Psiquiatría habría sido mucho mayor”, refiriéndose a la obra de Pí: “Primores del D. Quijote, en el concepto médico-psicológico y consideraciones generales sobre la
locura para un nuevo comentario de la inmortal novela” publicada en 1886.
87
Esta estadística, con varias disposiciones ministeriales fue publicada en la Gaceta de Madrid en 7 de octubre de 1848. Seguin, S. 1883: 452.
88
Espinosa, 1969: 181.
89
Rodríguez Rubí, T. 1860: 384-385; 399-400.
73
JAVIER AZTARAIN DÍEZ
• 4 edificios, con los atributos especiales de manicomios.
• 32 hospitales generales (provinciales)
• 10 hospicios o casas de refugio
• 2 casas de expósitos
• 14 cárceles públicas
• 2 casas galeras
• 1 convento de frailes
• 1 presidio
El número total de enfermos que encontró era el siguiente:
Tabla 1. Localización de los enfermos en la Estadística de Dementes
del Dr. Rubio.
Localización de los enfermos
Hombres
912
En los establecimientos mencionados
En las casas de sus familias
3.148
Enfermos cuyo sexo no se menciona
Total
Mujeres
714
2.077
Total
1.626
5.225
426
7.277
La proporción de enfermos fue calculada por el Dr. Rubio en uno
por cada 1.667 habitantes o 6 por 10.000, lo cual para Seguin era una
proporción muy pequeña.
Más tarde en la Memoria que recoge el censo de las personas acogidas
en los manicomios durante el año económico 1879 a 1880 firmada por D.
Castor Ibáñez de Aldecoa, director general de Beneficencia y Sanidad,
también es criticada por Seguin. No obstante, la utiliza para estimar, comparándolo con el censo de 1848, el número total de locos de España que
fija en 17.000, si se tiene en cuenta que los locos acogidos en manicomios
ascendían a 3.790, y en 1848, este colectivo suponía el 21,33% del total.
Como la población de España en junio de 1880 se calculaba en
16.638.938 de habitantes, la proporción sería de un loco por 1.000 habitantes, según Seguin “todavía muy por debajo de la proporción ordinaria de los países civilizados”.
74
LA ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA EN ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX
De esta misma memoria Seguin saca algunos cuadros, algunos de
los cuales reproducimos a continuación.
Tabla 2. Estadística de los dementes ingresados en los manicomios españoles. 1880.
ASILOS
Hom. Muj. Total
84
28
112
Badajoz, (Mérida), Manicomio Provincial
32
28
60
Baleares, (Palma), Manicomio Provincial
177
136
313
Barcelona, depósito del Hospital de la Santa Cruz
59
43
102
Barcelona, Manicomio particular de Nueva Belén
378
247
625
Barcelona, Manicomio particular de San Baudilio
69
37
106
Barcelona, Manicomio particular de las Corts de Sarriá
96
73
691
Cádiz, Manicomio provincial
27
21
48
Córdoba, depósito del Hospital
31
22
53
Gerona, Manicomio provincial
9
1
10
Gerona, Manicomio particular de Lloret de Mar
125
92
197
Madrid, Manicomio oficial (Leganés)
24
16
40
Madrid, Manicomio particular del Dr. Esquerdo
25
25
Madrid, Manicomio particular de Ciempozuelos
23
12
35
Málaga, Manicomio provincial
30
23
53
Murcia
23
21
44
Oviedo, Manicomio provincial
40
25
65
Salamanca
45
28
73
Sevilla, Manicomio provincial
3
2
5
Soria
46
44
90
Teruel
33
19
52
Toledo
294
165
459
Valencia
308
155
463
Valladolid
22
5
27
Valladolid, Manicomio particular del Dr. Rodríguez
244
154
398
Zaragoza, Manicomio provincial
Totales
2.366 1.424 3.790
75
JAVIER AZTARAIN DÍEZ
Tabla 3. Clasificación de los tipos de enfermos asilados según
Seguin.
Clases
Pacientes tranquilos
Semi-tranquilos
Violentos
Sucios
Epilépticos
No clasificados
Totales
Hombres
1.110
442
218
238
216
142
2.366
Mujeres
566
268
170
203
117
100
1.424
Total
1.676
710
388
441
333
242
3.790
La diferencia que apreció este visitante en el número de asilados en
los trece manicomios que visitó iba de los 2.681 oficiales a los 3.033 que
él recopiló en su visita. Una diferencia del 13%. Estima, que si esa diferencia se extendiera a todo el Reino el número de locos ascendería a
19.000 cifra que él considera demasiado elevada, atribuyendo el aumento de la población asilada a:“... mayor inclinación por parte de las familias á mandar sus locos á los establecimientos y á mayor cuidado en recoger á los locos pobres más que á un aumento positivo de la locura”90.
Finaliza diciendo que el número total de locos en España sería de
15.000, incluyendo “los cretinos, los idiotas y muchos epilépticos y paralíticos simplemente imbéciles ó lelos”.
Las leyes. La legislación sobre admisión de enfermos
El aumento del número de internados y las ambigüedades de la Ley
de 1849 en cuanto al ingreso, producía algunas situaciones conflictivas
que intentaron ser resueltas mediante una Real Orden de 21 de mayo
de 1885 que regulaba el internamiento en los manicomios91.
90
Seguin, S. C. 1883: 457.
Para estudiar con detalle la Legislación psiquiátrica y su importancia durante el siglo XX
debe leerse el excelente trabajo de Bercovitz “La marginación de los locos y el Derecho”. Bercovitz , R. 1976.
91
76
LA ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA EN ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX
La revolución de 1868 y los seis años siguientes, con las guerras carlista, republicana y de Cuba, no supusieron un cambio significativo, ni
tampoco la época de la Restauración, por lo que “... el último cuarto de
siglo no va a significar nada nuevo en orden a la asistencia benéfica”92.
La ley de Beneficencia de 1849 había concedido al Estado la responsabilidad de la asistencia, pero los problemas de la Hacienda estatal, y las sucesivas vicisitudes por las que atravesaba la administración
pública, hacían cada vez más difícil que el Estado se hiciera cargo de esta carga, de forma que mediante Reales Decretos de 27 de junio y 19
de diciembre de 1864, se indica a las diputaciones que hasta que el Estado allegase los recursos necesarios para construir los manicomios que
se habían proyectado, se establecieran en las provincias los locales adecuados para asistir a los dementes de ambos sexos o se costease su sostenimiento en los manicomios de Valladolid, Zaragoza o Toledo. La
consecuencia de ello fue que los enfermos se amontonaron en los manicomios sin que estuviera claro quien iba a pagar sus estancias.
La Orden circular de la Regencia del 27 de julio de 1870 y Real Orden de 29 de febrero de 1876 reiteran que corresponde a las provincias
de la naturaleza respectiva de los dementes, hacerse cargo de los gastos
correspondientes. Pero esto no impidió que siguieran los litigios a lo
largo de todo el siglo.
Un nuevo Real Decreto de 19 de abril de 1887 ordena que las diputaciones provinciales continúen consignando en sus presupuestos las
cantidades necesarias para el sostenimiento de los dementes pobres, autorizándoles para enajenar bienes de beneficencia pública con destino a
la construcción de manicomios y ofreciéndose incluso el gobierno a hacerse cargo de ellos una vez construidos93.
Estas disposiciones, junto con el Decreto de 19 de mayo de 1885,
relativo a la admisión de enfermos en los manicomios, y otras que se
destinaron a la asistencia a los enfermos mentales en el último cuarto
del siglo XIX, fueron impulsadas más por las dificultades administrativas –el pago de las estancias– que por un interés en mejorar las condiciones de los enfermos o un tratamiento mas apropiado para ellos.
92
93
Espinosa 1966b: 125.
Espinosa 1966b: 126.
77
JAVIER AZTARAIN DÍEZ
Las casas de locos en general no eran autónomas, sino meros apéndices de los hospitales generales y “un lastre para la nada floreciente
economía de estos centros benéficos”94 que hicieron decir a Giné: “...los
manicomios anexos a nuestros hospitales son pudrideros de locos. Si albergaran personas de razón sana enloquecerían casi todas”95.
Esta situación facilitó que las órdenes religiosas se fueran haciendo
cargo de buen número de manicomios: Leganés, Valladolid, Conjo, y
los únicos manicomios que se habilitaron se debieron a la Orden de
San Juan de Dios. El de San Boi fue vendido a la Orden en 189596 y el
de Valencia pasó también a su cuidado. Con estos cambios mejoró la
asistencia aunque en muchas ocasiones, el médico del establecimiento
–cuando existía– debía supeditar su actuación a la dirección administrativa, que era la que tenía el poder decisorio.
El Decreto de 1885 tuvo vigencia hasta 1931 y sus repercusiones de
todo tipo fueron considerables, aunque su derogación fue recogida con
júbilo:“¡Esta ha sido la suerte final del tristemente célebre Real decreto
de 19 de mayo de 1885, el cual, durante 46 años, ha atormentado a los
enfermos de la mente y a los psiquiatras españoles, por poner toda clase de trabas absurdas a cuanto representaba el ingreso, permanencia, salida y condición médica de los presuntos dementes o de los recluidos definitivamente en los manicomios!”97.
El Decreto de 3 de julio de 1931 ha regulado el internamiento de
los enfermos mentales en España desde esa fecha hasta 1983, en que el
Artículo 211 de la Ley 13/83 lo sustituyó, siendo la disposición legal
por la que se rige el internamiento psiquiátrico en nuestros días. Como
ya se ha indicado el Artículo98 211 de la Ley 13/83 pasó a sustituir a los
35 artículos con los que el Decreto de 1931 estructuraba los interna-
94
Espinosa 1966b: 127.
Giné y Partagás, J. 1882, 2: 126-132.
96
Dieckhöfer, 1984: 109.
97
Editorial Rev. Med. de Barcelona, 1931, 91: 1-2.
98
“El internamiento de un presunto incapaz requerirá la previa autorización judicial, salvo que razones de urgencia hiciesen necesaria la adopción de tal medida, de la que se dará cuenta al juez y en todo caso dentro del plazo de veinticuatro horas. El juez, tras examinar a la persona y oír el dictamen de un facultativo por el designado, concederá o denegará la autorización
95
78
LA ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA EN ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX
mientos, y ello ha generado muchas cuestiones médico-legales, jurídicas y sociales que aún no están aclaradas99.
La controversia sobre el “manicomio modelo”: el fracaso de la asistencia
psiquiátrica pública
El reinado de Isabel II supuso 25 años sin ninguna actuación importante en materia de asistencia psiquiátrica. La única preocupación
se dirigió al proyecto de manicomio modelo. El plan era ambicioso,
“Pero, después de ser fundado el manicomio de Santa Isabel, en Leganés, en el año 1852, ya no quedaron recursos para los restantes proyectos planificados en las provincias de Zaragoza, Valladolid, La Coruña,
Granada, Valencia y Barcelona”100.
El objetivo del manicomio modelo era dar una asistencia a los enfermos de acuerdo con los cánones de la época y servir de guía a otros
futuros manicomios que pudieran construirse, además de tener labores
docentes como escuelas de especialistas.
El 16 de noviembre de 1846 se creó una comisión por el Ministerio
de la Gobernación en la que fue incluido el Dr. Rubio101, máximo impulsor del proyecto. Ante la situación en que se encontraban los pacientes del departamento de dementes del hospital de Madrid, que
contaba con capacidad sólo para 50 enfermos, alcanzando ya entonces
Madrid la cifra de 200.000 habitantes, se inauguró de forma provisional, en 1851, el manicomio de Sta. Isabel de Leganés, que nacía con el
defecto básico de no ser de nueva planta. A ello unía que se designó para la dirección a un religioso no médico, despidiéndose a Villargoitia102,
y pondrá los hechos en conocimiento del Ministerio Fiscal, a los efectos previstos en el artículo 203. Sin perjuicio de lo previsto en el artículo 269, 4º, el juez, de oficio, recabará información sobre la necesidad de proseguir el internamiento, cuando lo crea pertinente y, en todo caso, cada seis meses, en forma igual a la prevista en el párrafo anterior, y acordará lo procedente
sobre la continuación o no del internamiento”.
99
Cabrera Forneiro, J. y Fuertes Rocañín, J. C. 1994: 299.
100
Dieckhöfer, 1984: 107.
101
Médico de la Corte y consejero de Salud Pública. Dieckhöfer, 1984: 107.
102
José Prudencio Rodríguez Villargoitia nació en Larriño, Guipúzcoa, el 24 de enero de
1811. Inició sus estudios de medicina en el Antiguo colegio de San Carlos de Madrid, en clase
de alumno médico-cirujano en 1827, a la edad de 16 años.
79
JAVIER AZTARAIN DÍEZ
que había dirigido las obras de acondicionamiento y nombrándose finalmente, al médico del pueblo para que prestase sus servicios como internista.
“Quizá el móvil fundamental en este caso sea el quitarse de encima
a los locos que molestan a los demás enfermos y son un espectáculo poco edificante en un momento en el que se intenta reformar los hospitales para colocarlos a una altura “europea”. De ahí que en la primera
orden orgánica de Leganés, dictada por el gobernador de Madrid el 5
de mayo de 1852, aparte de que el director nombrado no sea médico,
sino eclesiástico, dice en su disposición tercera que –el régimen interior
de la casa estará encargado a la misma Superiora de las Hermanas de la
Caridad–, por lo que es fácil deducir el rango que dentro de ella se atribuía al médico”103.
La situación del manicomio mejoró algo después de unos sucesos
que salieron en los medios de comunicación, el 16 de mayo de 1858.
Pero al cabo de tres años de esa fecha, seguían existiendo graves defectos, como la falta de agua potable, instalaciones para los baños, falta de
terreno para la expansión y trabajo de los enfermos. A esto se unía que
seguían mezclados los curables con los incurables y los convalecientes.
En definitiva, no existía dirección médica.
La Ley de 1 de abril de 1859 asignó treinta millones de reales a establecimientos de beneficencia, de los cuales diez se destinaban a los
manicomios. Se realizó un concurso, por Real Decreto de 28 de julio
De su producción científica, destaca la memoria: De los medios de mejorar en España la
suerte de los enajenados, publicada en 1846, en la que declara que las enfermedades mentales
eran comparables a cualquier otra dolencia de base orgánica y no “lesión del principio psicológico según algunos equivocadamente suponen”. Considera el aislamiento como importante
medida terapéutica: “tal como la ciencia lo comprende es la medida más principal e importante de todas, la que debe figurar a la cabeza de todo tratamiento, aún atendiendo sólo a la curación y prescindiendo del derecho que la sociedad tiene a reclamar se le guarezca y libre de los
actos de insensatez”.
Propuso la creación de tres centros nacionales, situados estratégicamente en Vitoria, Madrid y Sevilla, que contendrían quinientos dementes cada uno, cifra demasiado baja para las
necesidades existentes, que podría completarse con la mejora de algunos ya existentes. Para conocer más detalles sobre su biografía puede consultarse: Rey González, 1984: 264-268.
103
Espinosa, 1966b: 100.
80
LA ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA EN ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX
de 1859, al que se presentaron ocho proyectos y fue elegido el de don
Cristóbal Lecumberri, que llegó a aprobarse como anteproyecto, a la
vez que la compra de la dehesa Amaniel para su ubicación. Como había que habilitar créditos extraordinarios para su construcción, esta se
fue alargando y finalmente se abandonó.
En 1869 se encargó un nuevo anteproyecto al arquitecto Tomás
Aranguren, para 500 enfermos de cada sexo en 225.000 m2 de superficie, con jardines, huerta, casa de labor y pabellones para distinguidos,
con un presupuesto de gastos de 578.227,510 escudos que tampoco llegó a realizarse.
Hubo un nuevo intento en 1874 nombrándose una comisión que no
obtuvo éxito, pero que llegó a algunas conclusiones de interés: “Debía
tener objetivo científico y benéfico, curativo para locos curables y de refugio para los no curables. La construcción debía ser hecha bajo la vigilancia y orientación de los médicos y debía haber un médico director.
Proponían que se hiciera para 1.000 enfermos, 500 de cada sexo, con una
extensión de más de 100 fanegas, situado en las cercanías de Madrid. Allí
se debían formar los futuros directores y médicos de manicomio, para
dotar a éstos de médicos adornados de la alta capacidad, de la vasta instrucción, de la fecunda experiencia y las raras dotes que se requieren para dirigir debidamente el tratamiento de las enfermedades mentales y establecer y conservar en ello un orden bien entendido”104.
Estas recomendaciones no sirvieron de nada, aunque Leganés fue
adoptado como manicomio modelo por la Instrucción de 27 de enero
de 1885, siendo el único manicomio que se consiguió de los seis que se
habían propuesto en la Ley de Beneficencia de 1849.
Por Real Decreto de 12 de mayo de 1875 se publicó el reglamento
orgánico. La Junta de Patronos tenía atribuidas la dirección y administración del manicomio, admisión, altas y licencias de los albergados. El
médico solo era el jefe facultativo, siendo el administrador el “jefe del
establecimiento”, estando todos los empleados a sus órdenes.
104
Méndez Alvaro, Fco. “Proyecto de informe sobre el establecimiento de un manicomio
modelo”. Anfiteatro Anatómico español, 2, 4, 29-30, 54, 101, 186-187. Citado por Espinosa,
1966b: 103.
81
JAVIER AZTARAIN DÍEZ
Leganés se convirtió en un “almacén” de enfermos totalmente inactivos, salvo por la práctica del juego del parchís y el dominó. La limpieza mejoró, lo que fue atribuido por parte de algunos visitantes a la
buena labor de las Hermanas de la Caridad, pero la asistencia médica
seguía sin implantarse.
En estas condiciones, tampoco podía ser un centro dedicado a la
docencia y supuso un freno para la reforma que era necesaria: “Lo peor... es que significó un serio obstáculo para la reforma verdadera, al dejar la Ley prácticamente sin sentido al resto de los manicomios españoles, algunos de los cuales contaban ya con una larga tradición, y que
vieron así coartada su propia iniciativa”105.
Los dos proyectos de manicomios modelo, el de Pedro María Rubio para Leganés y el de Pí y Molist para el de la Santa Cruz, sufrieron
una cadena de vicisitudes que les hicieron retrasarse prácticamente
treinta años desde su proyecto, hasta su inauguración. Leganés, que inició su andadura “provisional” en 1852 no quedó aprobado como “modelo” hasta 1885, mientras que en el caso del de la Santa Cruz, el “Proyecto Médico Razonado para la construcción del Manicomio de la
Santa Cruz” fue publicado en 1860 y la apertura del establecimiento,
como centro privado, no se produjo hasta 1889.
Con este retraso, es fácilmente comprensible que, “... ambos proyectos fracasaron en su intención de ejemplaridad, bien porque nunca
se alcanzara un nivel de funcionamiento eficiente, porque el resultado
final no recordara en nada a lo pretendido inicialmente, o porque la
tardanza en su ejecución los convirtiera en obsoletos en el momento de
ponerlos en práctica”106.
La consolidación del estado liberal ayudó a introducir las ideas provenientes de Europa, apareciendo las primeras denuncias sobre las condiciones de atención a los dementes e iniciando un debate sobre los
modelos asistenciales.
105
106
82
Espinosa, 1966b: 104.
Martín 1994: 66.
LA ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA EN ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX
La iniciativa privada: los filántropos y las órdenes religiosas
De cualquier forma, la más importante medida de esta época es la
Ley de Beneficencia de 20 de junio de 1849, que continuó vigente durante todo el siglo XIX y junto con el Real Decreto de 1885 que regula
el ingreso de dementes en los manicomios, constituyen el marco jurídico para la asistencia psiquiátrica hasta el primer tercio del siglo XX.
En principio, su finalidad primordial era:“...acabar con la mendicidad, que rompía ese buen tono que se quería dar a la sociedad de entonces... este tímido intento encontró tan fuerte oposición... que al final la ley aprobada apenas tiene parecido con el proyecto presentado a
las Cortes”107.
“La discrepancia básica en torno a la Beneficencia consistía en si esta debía considerarse como un deber del Estado, y por lo tanto, como
un derecho de todo ciudadano, o sí, por el contrario, se seguía confiando en una asistencia basada en las instituciones caritativas”108.
Comelles considera que la oposición a la Ley provenía de su carácter secularizador, que había sido la crítica “mas sustanciosa” que se había hecho a la Ley de 1822, llegando a afirmarse en público que el proyecto era pagano.
En su opinión, “... la oposición trataba que la Iglesia siguiese teniendo una posición destacada en la gestión de los centros, para evitar que la
Beneficencia pública se convirtiese en una obligación del Estado”109.
La Ley, que respondía a la necesidad de resolver la crisis económica
de las instituciones, era un intento de precisar el marco menos comprometedor para el Estado. A diferencia del modelo francés, en el que la ley
sobre los alienados precedió al resto de las leyes sobre beneficencia, en España, los dementes se incluyeron como un caso más dentro de ella. “Al
mismo tiempo, la Ley sustrajo a los establecimientos de la anterior tutela de Ayuntamientos y Diputaciones para atribuirlas al Estado, aunque
aceptando el auxilio eventual de las corporaciones locales”110. “La vice-
107
Espinosa 1969: 182.
Martín, 1991: 39.
109
Comelles, 1988: 46-47.
110
Comelles, 1988: 47.
108
83
JAVIER AZTARAIN DÍEZ
presidencia de las Juntas de Beneficencia a partir de 1849 las ostentaban
los obispos y había en ellas dos eclesiásticos más”111.
El texto aprobado afirmaba la responsabilidad del Estado pero respetaba los derechos adquiridos, por fundación o similar, a los patronos de los
establecimientos de beneficencia, que sólo podían ser sustituidos por el Estado y que en gran parte eran del clero. Esto permitía que los directores de
los centros fueran administradores no médicos, estando supeditados estos
a las decisiones económico-administrativas que aquellos pudieran tomar.
La Ley consagró el principio de carácter subsidiario de la asistencia pública facilitando la privatización, que motivó inversiones importantes por
parte de la Iglesia, órdenes religiosas o sociedades privadas. Estas iniciativas
serían apoyadas mediante conciertos con el Estado, que según Comelles
iban a convertirse en un negocio saneado y cuyos efectos sobre la asistencia: “...consistieron en favorecer a los propietarios de los centros, marginar
a los médicos y liberar a los poderes locales de sus responsabilidades”.
En principio, la Ley produjo más confusionismo, ya que su Reglamento no fue publicado hasta el 14 de mayo de 1852. Ante la falta de
recursos económicos, el Estado se vio obligado, considerando las ventajas que se podrían derivar de ello, a establecer provisionalmente mediante dos Reales Decretos de 27/6 y 19/12 de 1864, que las Diputaciones debían hacerse cargo de la asistencia a los dementes, en tanto se
construyeran los manicomios modelo que se habían proyectado. Para
ello, debían habilitar locales en los hospitales generales o sufragar los
gastos de los manicomios en funcionamiento, sin decir las medidas de
control e inspección que debían tomarse. La única medida era confiar
la inspección al gobernador civil correspondiente.
Dos Reales Órdenes de 1870 y 1876 obligaban a las provincias de
procedencia del enfermo a pagar su sostenimiento y la Real Orden de
19/4 de 1887, establecía que las diputaciones se harían cargo del sostenimiento de los dementes pobres, concediéndoseles autorización para
enajenar bienes de la Beneficencia Pública para conseguir fondos con
los que proceder a construir nuevos manicomios112.
111
112
84
Espinosa, 1966b: 130.
Márquez, 1988: 79
LA ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA EN ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX
Las diputaciones también carecían de recursos y la población de enfermos crecía progresivamente, en consecuencia, comenzó a aparecer la
oferta privada, especialmente dirigida a las clases sociales con capacidad
económica para financiar el coste de los cuidados “pensionistas”, concertándose la asistencia a los pobres con las corporaciones provinciales
que no tenían establecimientos en sus territorios.
Estos centros privados estaban ubicados cerca de las ciudades más
pobladas. En general eran de poca capacidad y estaban dirigidos por
médicos alienistas que basaban la asistencia en el Tratamiento Moral y
el “Non-restraint”113.
Durante la Restauración (1875-1902), no hubo ningún cambio en
la política asistencial. Las diputaciones, que eran responsables de la
atención a los enfermos mentales, carecían de los recursos necesarios
para la construcción de hospitales para atender a estos pacientes y dejaron el camino abierto a la iniciativa privada.
En Cataluña, se pasó de 250 camas psiquiátricas todas ellas públicas,
a casi 2.500, de las cuales 2.100 eran privadas, siendo la única iniciativa
pública la construcción en 1885, por la Diputación de Gerona, del manicomio de Salt114, que según Aparicio115 tuvo que ver con el descrédito
de Sant Boi y respondía exclusivamente a razones administrativas.
Las nuevas instituciones son debidas a la iniciativa de alienistas particulares, propietarios de centros asistenciales con un pequeño número de
plazas, que atendían preferentemente a pacientes privados, aunque posteriormente alquilaron plazas a enfermos con cargo a las Diputaciones116.
113
Comelles, 1988: 67-68. Dieckhöfer, 1984: 108.
Comelles, 1988: 67. Para conocer la historia del hospital psiquiátrico de Salt, véase “El
psiquiàtric de Salt de Gil R. Mª y Boadas J. 1987.
115
Aparicio, 1980: 555.
116
Por orden cronológico, fueron los siguientes: 1) La Torre Llunática de Lloret, fundada
por Francesc Campderá en 1844; 2) El Manicomio de Sant Boi de Pujadas, fundado en 1853;
3) el Manicomio de Nova Betlem de Giné y Partagás que funcionaba desde 1850, pero como
manicomio solo desde 1857; 4) el Instituto Frenopático de Dolsa y Llorach que empezó a operar entre 1868 y 1874; 5) el manicomio de Reus de Briansó, que cierra la lista de las grandes
fundaciones, construido a partir de 1900 y 1904. A ellos habría que añadir la ampliación de
Sant Boi en 1892. Comelles. 1.988: 68.
114
85
JAVIER AZTARAIN DÍEZ
Dieckhöfer117 también considera en relación con los manicomios
privados, que “... Cataluña se mostró como modelo y ejemplo, ya que
por sus múltiples ramas industriales alcanzó el nivel más alto de España, y a la vez se mostró más abierta a la influencia de Francia que Castilla”.
Este mismo autor, destaca el establecimiento del Dr. Esquerdo, en
Carabanchel Alto, cerca de Madrid, que tenía “ventajas similares” al
Instituto Frenopático de Dolsa y Llorach y resalta que estaba dedicado
a los “hacendados”118.
Anteriormente a 1870 estas instituciones estaban impregnadas de
ideas filantrópicas y la asistencia se acercaba a lo que se conocía en otros
países europeos, mejorando la que existía en los centros públicos, como
confirma Ullersperger119, que sin embargo mantenía algunas reservas en
cuanto a la calidad asistencial.
Esta opinión es confirmada por Seguin, un psiquiatra americano
que recorrió trece manicomios del país, y escribió un informe en 1883120
valorando negativamente la calidad de la asistencia y la capacidad científica de los alienistas, a los que salvo las excepciones de Pí y Molist y
Giné y Partagás, consideraba de un nivel intelectual ínfimo y respecto
a la política del “Non restraint”, que muchos propugnaban, una palabra vacía de contenido teórico.
La Ley de 1852 tuvo otras consecuencias:“La nueva ley fomenta incluso las fundaciones piadosas, otorgándoles los beneficios de la Beneficencia pública, y pronto comienza una nueva ola fundacional, como
en el siglo XV, a cargo esta vez de la Orden de San Juan de Dios”121.
Este fenómeno fundacional, que es quizá el más característico de la
Restauración, se hacía incorporando los elementos de la comunidad religiosa a la institución psiquiátrica, cumpliendo las labores de enfermería y asistenciales, en contacto directo con los pacientes. El modelo de
funcionamiento lo proporcionó el manicomio de Leganés en el cual las
117
Dieckhöfer, 1984: 107-108.
Dieckhöfer, 1984: 115.
119
Ullersperger, J. B. 1954: 131-139.
120
Seguin, E. C. 1883.
121
Espinosa 1969: 183.
118
86
LA ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA EN ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX
Hermanas de la Caridad comenzaron su actividad asistencial con la
apertura del establecimiento. Este fue el sistema elegido al inaugurarse
el Manicomio Navarro, manteniéndose en el caso de las Hermanas
Hospitalarias hasta la actualidad y cancelándose el acuerdo con los Hermanos de San Juan de Dios el año 1923.
La incorporación de estas comunidades supuso mejoras en el trato
a los pacientes, en lo cual coinciden diversos autores122, aunque no todos los testimonios son favorables123. Ya se ha comentado la opinión de
Espinosa124 respecto a la disposición tercera de la primera orden orgánica de Leganés, dictada por el Gobernador de Madrid el 5 de mayo de
1852, encargando el régimen interior del establecimiento a la Superiora de las Hermanas de la Caridad, confiriéndole por tanto más autoridad en ese ámbito que la correspondiente al médico.
Márquez, también se refiere a este punto y afirma: “...las Hermanas
de la Caridad y empleados que poseían excesiva autoridad, hicieron trabajar a los dementes según sus propias conveniencias. Este fue el único
sistema de laborterapia empleado”125.
La aportación española a la psiquiatría en el siglo XIX
Nos hubiera gustado incluir aquí numerosas aportaciones de los
psiquiatras españoles a las nuevas tendencias que imperaban en otros
países en el tratamiento destinado a los enfermos mentales. Desgraciadamente, y con muy contadas excepciones, los alienistas españoles no
parecían estar muy actualizados en las corrientes de pensamiento de la
época. Seguin lo deja de manifiesto, con bastante dureza, en las conclusiones de su visita126: “Si exceptuamos tal vez media docena, los médicos que encontré encargados de los locos tenían poco conocimiento
del asunto y eran evidentemente incapaces de reconocer la parálisis ge-
122
Espinosa 1966b. Gracia Guillén, 1982. Márquez, 1988: 179. Giné y Partagás: Reglamento del Manicomio de Nueva Belén, art. 35. 1874. Galcerán: “El moderno Manicomio, de
San Boi de Llobregat. científicamente considerado”. 1892: 78.
123
Véase también, lo que dice al respecto Nicasio Landa en su Memoria. Anexo 3.
124
Espinosa, 1966b: 100.
125
Márquez, 1988: 77-78.
126
Seguin, E. C. 1883: 48-459.
87
JAVIER AZTARAIN DÍEZ
neral en sus primeros estadios ó en sus formas especiales. Casi sin excepción eran incapaces de leer la extensa y valiosa literatura sobre enfermedades mentales que hay en alemán o inglés, y fuera de un conocimiento vago y escéptico de la “no sujeción” no sabían nada de la
admirable manera de tratar á los locos en los países más allá de Francia.
Varios de esos caballeros leían francés y conocían regularmente la literatura psiquiátrica francesa hasta diez años atrás. Nunca había comprendido tan claramente como hombres de actividad y talento podían
estrellarse en su obra y parecer mal instruidos por falta de conocimiento de las lenguas modernas. Esto es más verdad aun en esta especialidad de la medicina, que desde los días de Pinel ha progresado casi
igualmente por obras escritas en las tres grandes lenguas modernas.
Muchos de los médicos que encontré, no habían estado nunca fuera de España, y por lo tanto no habían visto nunca con sus propios ojos
la practicabilidad de la no sujeción, el influjo maravilloso de la ocupación, etc. que demuestran tan perfectamente los manicomios de Inglaterra y Escocia”.
Posteriormente hacía una referencia a la breve instrucción clínica sobre las enfermedades mentales que recibían los estudiantes de medicina
en las universidades y resaltaba que no existía ninguna asociación de alienistas, para que estos tuvieran la ocasión de intercambiar conocimientos,
ignorando lo que hacían sus compañeros españoles y los de otros países.
De esta crítica solo salvaba a Giné: “El Dr. Giné, que es una excepción distinguida de lo que acabo de criticar, ha invitado á los médicos
de los Manicomios y otros que se interesen por la Psiquiátrica, á celebrar una reunión en su manicomio de Nueva Belén en el próximo setiembre, ofreciendo premios para memorias sobre ciertos temas, lo cual
sin duda dará lugar á una discusión general. Esto puede ser el principio
de una asociación Médico-psicológica que tal vez indirectamente resultaría provechosa y un beneficio permanente á los locos de España”.
En cuanto a las corrientes teóricas imperantes, predominaba la Escuela Francesa; esta situación, respecto a la influencia de la psiquiatría
francesa en nuestro país en el siglo XIX, está refrendada por Rey González127que ha constatado en un estudio de las 79 traducciones publica127
88
Rey González, A. 1982: 10.
LA ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA EN ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX
das a lo largo del siglo XIX en revistas españolas, que corresponden al
22,15% de todo lo publicado, 64 proceden del francés, 7 del inglés, 6
del alemán y 2 del italiano.
El mismo investigador destaca a los autores con más productividad,
que son: Arturo Galcerán, con 71 artículos, Juan Giné con 53 y dos de
sus más directos colaboradores en Nueva Belén; Ribas Pujol con 40 y
Rodríguez y Rodríguez con 28. De los extranjeros el de más productividad es Magnan, con 18 artículos traducidos, seguido de Ball y Charcot con 10.
Los médicos que comenzaron a preocuparse en España por una psiquiatría más moderna no fueron psiquiatras, sino especialistas de otros
campos como Pedro Mata y Fontanet128 y los alienistas catalanes que
comenzaron a abrir los establecimientos privados, que ya hemos mencionado anteriormente, como Giné y Partagás, Dolsá y Llorach, Campderá y Pujadas.
Debemos detenernos brevemente en Pedro Mata, ya que tiene una
singular importancia en este estudio. Mata fue el “padrino” de la tesis
de Nicasio Landa129 y con toda seguridad habría influido de forma decisiva en la formación de Landa en todo lo referente a las enfermedades mentales. Hombre polifacético, Catedrático de término en la Universidad Central, encargado de la asignatura de Medicina Legal y
Toxicología, Mata dictaba en el Ateneo Científico y Literario de Madrid unas lecciones sobre la razón humana, en estado de enfermedad,
que en concreto en el libro que hemos tenido la ocasión de consultar130
se iniciaron el 30 de enero de 1858 y la número veinticinco y última, la
dictó el primero de mayo de 1858.
128
Pedro Mata y Fontanet (1811-1877) pasó en su época por filósofo, médico legista, psicólogo, alienista, poeta, dramaturgo, novelista, fundador de revistas, orador elocuente, buen
polemista y propagador incansable de la política liberal. Escribió un Tratado de Medicina Legal y Toxicología que durante muchos años se utilizó como texto en las Universidades españolas. Introductor en nuestro país de la medicina positivista europea, concretamente del somaticismo psiquiátrico de Griesinger y Parchappe, (Véase Sancho de San Román, 1962) su
orientación tendrá continuación en Giné y Partagás, Rodríguez Morini y Esquerdo, frente a los
Peset, Santero y Pí y Molist que proseguirán fieles al psicologismo psiquiátrico. Puede ser considerado el padre de la Medicina legal en España. Sancho de San Román, R. 1962: 25-31.
129
Viñes, J. J. Anexo 1.
130
Mata, Pedro. 1878.
89
JAVIER AZTARAIN DÍEZ
Tratado de la Razón Humana. Portada. Por el Dr. D. Pedro Mata.
90
LA ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA EN ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX
En la lección XIII, hace una descripción y crítica de las clasificaciones de las enfermedades mentales debidas a dieciséis alienistas131sin que
ninguna le parezca acertada, valorando algo más la de Esquirol, aunque
se refiere a ella diciendo: “Por de pronto, la lipemanía ó melancolía de
los antiguos no es un género diferente de la manía, porque esta, así como unas veces hace tomar al loco la forma lipemaníaca ó melancólica,
otras veces le hace tomar la querománica ó la locura alegre, como la demoníaca, la soantrópica, etc. Luego falta la imbecilidad, que los autores más modernos colocan después del idiotismo; y por todas estas razones no abrazarémos la clasificación de Esquirol, aprovechándonos,
sin embargo de las buenas cosas que contiene para cuando propongamos la que nos parezca preferible”.
Sorprende la utilización de nuevos términos: querománica, demoníaca, soantrópica, cuando en los dos párrafos anteriores destruye, la
clasificación de Guislain (en su texto “Guslain”) acusándola de exceso
de nuevas palabras132. Destina desde la lección “decimacuarta” hasta la
“vigésimasegunda” a explicar su propia clasificación y análisis de las enfermedades mentales, que previamente había descrito mediante observación de los enfermos de un manicomio imaginario en dos lecciones
anteriores.
Divide inicialmente la locura o enajenación mental en dos clases:
una esencial, idiopática la otra sintomática, dependiente de otra afección o estado del sujeto. Aunque con un estilo literario que ahora puede resultarnos chocante y no carente de cierto narcisismo, que en ocasiones se aproxima a la crónica de sucesos, su libro trata de la casi
totalidad de las enfermedades mentales que conocemos, algunas poco
131
Cullen, Pinel, Rush, Burrows, Prichard, José Frank, Guislain, Esquirol, Faubillo, Georget, Parchappe, Morel, Hoffvauer, Adelon, Orfila y Brierre de Boismont.
132
“ Os perdono el tormento de oir la continuación de ese tiroteo tan estrafalario de palabras científicas tomadas de un idioma que en otros tiempos ha sido el sabio. Se conoce que
el bueno de Guslain es aficionadá las palabras revesadas é ininteligibles, por cuyo abuso nos ponen en ridículo, y no les falta razón, nuestros jueces y tribunales, cuando en nuestros dictámenes abundan esa especie de palabrotas. Dando nosotros estas lecciones con aplicación á la práctica del foro, nos bastaría esta consideración para rechazar la clasificación de Guslain; y por lo
mismo que he empezado su crítica diciendo que no la iba á admitir, es ocioso que pierda el
tiempo examinando los demás defectos que esa clasificación contiene independientemente del
estrambótico tecnicismo que la hace sobremanera ridícula”. Mata, P. 1878:293.
91
JAVIER AZTARAIN DÍEZ
frecuentes en nuestro medio actualmente, como la licantropía, la antropofagia, el albinismo, adjudicando a la espermatorrea diferentes males133, lo mismo que a la pelagra, pero también incluye interesantes descripciones de trastornos que seguimos viendo en consulta en la
actualidad y puede ser considerado uno de los primeros tratados de psiquiatría en lengua española.
No puede decirse que los psiquiatras españoles hicieran aportaciones relevantes a los nuevos enfoques en el tratamiento a los enfermos
mentales que se habían experimentado en el resto de Europa a finales
del siglo anterior. Giné134 siguió la línea organicista de la psiquiatría
francesa y cultivó, como muchos de los primeros alienistas, otra especialidad además de la psiquiatría135, en su caso fue la dermatología. Escribió doce libros y más de medio centenar de artículos y fue catedrático en Santiago de Compostela y de Clínica Quirúrgica en Barcelona.
Inició la enseñanza de la Frenología a estudiantes de medicina en unos
cursos dominicales que dictaba al pie de una encina, en el manicomio
de Nueva Belén, que pronto adquirieron éxito y han sido considerados
como la primera cátedra libre de psiquiatría136 en nuestro país137, ya que
no existía hasta entonces una cátedra oficial, aunque se había reclamado con insistencia su creación.
Desde 1864 fue primero consultor y después director del manicomio de Nueva Belén, que había sido fundado en 1857 en la villa de
133
“La lectura de las observaciones recogidas por Lallemand no nos deja ninguna duda de
que las poluciones nocturnas y diurnas, ó sea las pérdidas seminales, son muy capaces de alterar la razón de los enfermos y darles el aire de verdaderos locos. Hipocondría, delirio, inclinación al asesinato, suicidio, todo se encuentra en esos preciosos casos que ha recogido aquel profesor con tanto esmero y tanto a cierto”. Mata, P. 1878:517.
134
Juan Giné nació en Barcelona el 18/11/1836. Se licenció en Medicina en la Universidad catalana en 1858 y se doctoró en Madrid cuatro años más tarde. Posteriormente volvió de
nuevo a Barcelona como Catedrático de Clínica Quirúrgica. En 1892 fue designado decano,
puesto que ocupo hasta su fallecimiento el 27/02/1.903. Sancho de San Román, R. 1960: 9.
135
Una amplia visión de la obra psiquiátrica de Giné y Partagás puede encontrarse en la
Tesis doctoral de Rafael Sancho de San Román, publicada en Ediciones del Seminario de Historia de la Medicina Española. Universidad de Salamanca. Sancho de San Román, R. 1960.
136
Cuando Giné se licenciaba en Medicina (1858) Mata ya estaba dictando sus clases en
el Ateneo en Madrid aunque no hiciera referencia a la “psiquiatría” sino a la “rzón humana en
estado de enfermedad”. Mata, P. 1878.
137
Rey González, R. 1982: 101.
92
LA ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA EN ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX
Gracia y que fue erigido de nueva planta en 1873 en San Gervasio de
Cassolas (Barcelona). Allí reunió un buen número de discípulos entre
los que destacan Galcerán Granés138,139, Martí Juliá, Rodríguez Morini y
Ribas Pujol.
El manicomio se convirtió en un centro importante para la psiquiatría española al acoger el Primer Certamen Frenopático el mes de
septiembre de 1883 y a Giné se le considera el fundador de la primera
revista española de psiquiatría: la Revista Frenopática barcelonesa, en
1881140.
El manicomio de Nueva Belén debía “ser realmente un Manicomio
y no parecerlo”141. Para conseguir los efectos deseados había que:“...rodear a los enfermos de un conjunto de indicaciones físicas y de in138
Arturo Galcerán Granés nació en Gerona en 1850. Se trasladó pronto a vivir con su familia a Barcelona en donde se licenció en Medicina en 1875. Estaba interesado en la Cirugía,
pero Giné, Catedrático de Clínica Quirúrgica, le ofreció realizar guardias en el manicomio de
Nueva Belén, del cual era director desde 1864. Allí se despertó su vocación psiquiátrica. Permaneció siete años en el centro como único colaborador de Giné y en 1881, con el ingreso como nuevo médico de Ribas Pujol, pasó a ser consultor. Participó en el núcleo de psiquiatras
que en torno a Giné llevaban a cabo un tipo de asistencia diferente, basada inicialmente en el
Non-restraint y en forma general en el tratamiento moral. Como su maestro, tenía un enfoque
organicista y adquirió gran experiencia clínica y de dirección, lo cual le llevó a ser nombrado
en 1885 director del manicomio de San Baudilio de Llobregat, después de la crisis del centro
tras una epidemia de cólera. Galcerán trabajó intensamente durante 10 años y consiguió recuperar el prestigio del centro. Fue el máximo productor de artículos psiquiátricos de todo el siglo XIX, más de 75 en poco más de veinte años y fundador al final de su vida profesional, de la
Sociedad de Psiquiatría y Neurología de Cataluña, primera de las sociedades de especialistas en
nuestro país de la que fue presidente. Rey González, A. 1985: 223-226.
139
Galcerán consideraba que el manicomio, tal como se conocía en su tiempo, daría paso a asilos especiales para todo tipo de enfermos, tendrían una sola planta, un funcionalismo
especial y el ingreso se realizaría atendiendo a las condiciones médico-legales del enfermo. Los
cinco tipos de asilos que el esperaba llegasen a funcionar eran: 1) el Sanatorio, para los psiconeuróticos, 2) el Asilo para los epilépticos, 3) el Asilo-escuela para los agenésicos, 4) el Manicomio para locos, y 5) el Reformatorio para degenerados morales y delincuentes. Galcerán Granés, A. 1907: 213.
140
En febrero de 1865 salió publicado el primer número de La razón de la sinrazón, “Revista de medicina e higiene mental redactada, impresa y litografiada por los señores pensionistas del Instituto Manicómico de San Baudilio de Llobregat”. Según Antón esta sería la primera revista que aborda en España temas psiquiátricos, sin embargo solo se editaron tres
ejemplares y no volvió a reeditarse hasta 1879. Antón, P. 1982: 46. Rey González cita a Méndez
Alvaro, indicando que esta publicación no tuvo apenas trascendencia. Rey González, A. 1982:
102.
141
Giné y Partagás, J. 1881: 126.
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fluencias morales, que, al paso que proporcionen al organismo elementos materiales, los más vivificantes, den al espíritu tranquila expansión,
calma y sosiego, cohibiendo suavemente los exagerados impulsos del
delirio”.
El tratamiento a los asilados –que estaba inspirado en el “Non-restraint”– se daba por medio de la higiene, tranquilidad, seguridad, orden, suavidad, confianza y consejo. Giné era partidario del aislamiento
para separar al enfermo del ambiente en que nació la enfermedad:
“El vulgo olvida –y es gran lástima– que la indicación causal –la
sustracción del organismo a la causa– es la que primero debe satisfacer
un buen terapeuta. Aquí, en psiquiatría, la indicación causal consiste en
apartar tempranamente al alienado del influjo de los agentes físicos y
morales en que nació la enfermedad. Esta indicación no se puede cumplir apartando el mundo del individuo, pero se satisface separando al
individuo del mundo: secuestrándole. Secuestración aislamiento, manicomio, he aquí el único, pero poderoso y eficaz remedio, al principio
de las enfermedades mentales.
Pero el manicomio causa horror. Causas de ese horror:
1º. El manicomio antiguo, comparable sólo con la cárcel o el presidio.
2º. El manicomio moderno explotado por malvados, cuyos sentimientos generosos están siempre ausentes de su corazón.
3º. Injurias y calumnias, perdonables porque son de locos que salieron del manicomio por insolvencia u omisión de pago, o por cálculo de sus deudos, a quienes más cuenta les trae la soltura del loco, gratuita, que su reclusión pagando. ¡Cuánto pariente pobre, de loco rico,
se refocila con la pensión que éste pagaría a un manicomio, si fuese árbitro de escoger su destino y librarse de los golpes y encierros a que les
condenan sus benévolos parientes!”142.
El interés por el “Non-restraint” no era exclusivo de Giné. Sereñana
también defiende el método en su participación en el Primer Certamen
Frenopático español, atribuyendo la paternidad del sistema al doctor
142
Giné en “De la necesidad de popularizar el conocimiento (diagnóstico) de la alienación
mental” (fragmento) Rev. Fren. Barc. 5, 1885: 5-29. transcrito por Rey González, A. 1982.
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Charleston (!) y a Mr. Hill143, que lo habrían puesto en práctica en el asilo de Lincoln a principios de 1829, por tanto diez años antes de la fecha
que se concede a Connolly para el mismo objetivo144. Es más realista pese a su bucólica visión de los manicomios145, y recomienda el sistema
mixto: “esto es, del empleo de todos aquellos medios de sujeción que,
sin producir en los tegumentos del loco lesión de ninguna clase, como
puede acontecer con las ligaduras demasiado apretadas, ni herir el sentimiento de dignidad que experimenta el cuerdo ante la vista de medios
contentivos fabricados con mucho hierro, impidan que el orate infiera á
nadie el menor daño y pueda atentar á su propia persona”146.
El mismo autor se pregunta, si el homicida, el incendiario, el suicida, pueden ser tratados con ese método sin exponer a los demás asilados a lesiones corporales, sin que muebles y edificios se vean expuestos
a destrozos, y sin que el propio enfermo atente contra su vida, y finaliza: “La camisa de fuerza, el pantalón de Parigot, el cinturón, las trabas,
y las celdas fuertes acolchadas, son medios contentivos que, debidamente aplicados, ni exasperan el delirio del enfermo, ni ofenden la vista de la persona cuerda que se vé obligada á usarlos para el tratamiento
de la locura.
O sino, testimonio ocular hemos sido nosotros mismos al recibir en
el Manicomio á enfermos procedentes de casas particulares, quienes,
presos de delirio furioso, la familia no ha querido atarles; pero en cambio, de la compresión ejercida por las manos de robustos guardianes,
han quedado impresas en los miembros del enfermo, las huellas de los
dedos y de las uñas, resultando extensas equimosis cuando no terribles
escoriaciones.
143
Parece que quiere referirse a Charlesworth y Gardiner Hill y sus experiencias en el asilo de Lincoln.
144
Sereñana, P. 1883: 263.
145
“Al contemplar un manicomio moderno con sus dilatados horizontes, sus vastas campiñas, sus encantadores jardines, sus frondosos paseos y en el interior del edificio espaciosas habitaciones anchos corredores, acolchadas celdas fuertes, la suavidad en los medios de sujeción
y la dulzura con que el loco es tratado por sus asistentes. nos horroriza la cárcel de Bicêtre con
sus calabozos, sus rejas, argollas y otros medios de tortura y nos sonroja el espectáculo inhumano de los albergados de Bethlam, con cuyos infelices especulaban sus empresarios como ni
más ni menos suelen hacerlo, hoy, con sus fieras, los domadores. Sereñana, P. 1883: 257.
146
Sereñana, P. 1883: 263.
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Dudamos de que en manicomio alguno, así de España como del extranjero, ni en el mismo Bethlam –que es hoy el reverso de lo que fué–
se observe el método “Non-restraint” en toda su pureza. Sería necesario
para llevar á efecto este sistema, en muchos casos de delirio furioso en que
el orate siente sus fuerzas multiplicadas, el que dos robustos mozos le sujetaran continuamente, y tendríamos con esto, que la sujeción ejercida
por los criados equivaldría á la camisa de fuerza. al cinturón y á las trabas, y quizás la equivalencia fuera en desventaja del sistema inglés”147.
Ya hemos mencionado anteriormente a Galcerán, el discípulo más
destacado de Giné, que era también partidario del Non-restraint y tuvo ocasión de poner en práctica sus métodos, al hacerse cargo de la dirección del manicomio de San Boi en 1885.
San Boi148 se inauguró en 1854 y fue planeado y ejecutado por Pujadas149. Llegó a ser el mejor manicomio de su época. Gozó de prestigio
hasta 1870, año en el que Pujadas se vio obligado a solicitar a las diputaciones el envío de dementes pobres. Desde ese momento comenzó el
deterioro de la institución con la huída de los pensionistas, llegando a
ofrecerlo en venta al Padre Menni y al gobernador civil, que rechazaron
la oferta. Después de nombrar codirector a Rodríguez Méndez en 1878,
que no pudo detener la caída de la institución y tras su muerte en 1881,
el centro sufrió una serie de vicisitudes hasta la epidemia de cólera en
1885 tras la cual se produjo el nombramiento de Galcerán.
147
Sereñana, P. 1883: 263-264.
Para conocer la historia de San Boi puede consultarse la Tesis doctoral de Pedro Antón
Fructuoso, publicada con el título de “Almacén de razones perdidas”. Antón, P. 1982.
149
Antonio Pujadas y Mayans nació en Igualada en 1811. Parece que en su juventud fue
novicio en un convento y tal vez el fervor con el que se entregó a su tarea de asistencia al tratamiento de los dementes, pudiera explicarse por su frustrada vocación religiosa. Estudió medicina en Barcelona, Montpellier, París y Londres. Tras la muerte de su padre, regresa a Barcelona y
debe terminar sus estudios para poder ejercer la profesión como medio de subsistencia. Intentó
fundar un balneario con manicomio anejo en la Puda de Monserrat, pero la junta directiva de
la sociedad al enterarse del proyecto de manicomio se opuso. En 1849 alquila una casa en la calle Canuda nº 31, que se convierte en “casa de curación u hospedaje para enfermos con asistencia médica o sin ella”, para terminar anunciándose, ya en 1852, en la prensa diaria, como “Casa
de locos”. Una queja de los vecinos lleva a su deshaucio el 10 de agosto de 1853, debiendo abandonar el local en 24 horas, pero la Providencia viene en su ayuda, ya que el Marqués de Santa
Cruz le cedió las ruinas de un inhabitado convento de Servitas en el pueblo de San Baudilio. Así
nació Sant Boi que sería inaugurado un año más tarde. Antón, P. 1982: 27-30.
148
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Cuando Galcerán se hizo cargo de la dirección, San Boi alojaba 850
enfermos. El nuevo responsable tomó una serie de medidas que son comunes a las utilizadas por los psiquiatras franceses en los que se inspiraba Giné, su maestro, y que nos resultan conocidas:“...la redacción y
puesta en funcionamiento de un Reglamento, la división de los enfermos en secciones y, especialmente, la ocupación por el trabajo, uno de
los recursos más clásicos del tratamiento moral, y que se plasmó en la
apertura de una serie de talleres. Por otro lado se aumentó el número
de médicos especialistas, se mejoraron las instalaciones hidroterápicas,
se abrió una de electroterapia y se editó un periódico médico, el Boletín del Manicomio de San Baudilio de Llobregat”150.
En 1892 publicó la memoria: El Moderno Manicomio de San Baudilio de Llobregat, científicamente considerado. En ella, parte de la idea
asistencial básica, de considerar el aislamiento, como el principio más
poderoso en el tratamiento de la locura.
En 1895 los propietarios del manicomio deciden venderlo a la Orden Hospitalaria por un millón de pesetas. El Padre Menni se hizo cargo de la dirección produciéndose una reorganización que incluyó el cese de parte del personal, entre los que estaba el director, que no estuvo
exenta de problemas y tuvieron repercusión en la opinión pública151.
Otra figura significativa de la psiquiatría Ilustrada fue Emilio Pí y
Molist152. De sus muchas obras, la considerada más interesante desde el
punto de vista de la asistencia psiquiátrica es el Proyecto médico razonado para la construcción del nuevo manicomio del Hospital de Santa Cruz
de Barcelona 153 que es valorada por Comelles como la obra más importante sobre asistencia psiquiátrica escrita en este país. En su opinión,
150
Rey González, A. 1985: 230.
Rey González, A. 1985: 231.
152
Emilio Pí y Molist nació en Barcelona el 19 de octubre de 1824 y falleció en la misma
ciudad el 29 de junio de 1892. Religioso, culto, independiente y un tanto enciclopédico, cultivó la Botánica, las Bellas Artes y llegó a ser considerado el primer cervantista de la época. Numerario del hospital de la Santa Cruz, Médico Mayor del mismo desde el 3 de julio de 1854
con destino en el Departamento de enfermos mentales, hace varios proyectos para el manicomio de ese nombre del cual será su primer director a partir de la inauguración en 1889. Giné
y Partagás, irreconciliable enemigo ideológico, respeta a Pí al que no duda en calificar el “Príncipe de la Psiquiatría española”. Sancho de San Román, R. 1959: 231.
153
Pí y Molist, E. 1860.
151
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pese a ser una simple memoria para la construcción de un manicomio,
“...es una obra de un rigor y una precisión admirables que alinean al
autor con los grandes tratadistas del manicomio moral”.
Comelles hace un excelente estudio sociológico del “proyecto”, de
su función terapéutica y de la figura de Pi y Molist, que se consideraba
discípulo de Esquirol, aunque conoció las experiencias de otros países
europeos. Era crítico con los modelos nacionales que trataban de unificar la asistencia en los diferentes países. Comelles considera que el
proyecto de Pí, dentro de la ortodoxia del tratamiento moral, “...sentaba las bases de la teoría general de lo que debería ser la red estatal de
manicomios. Se trataba de concebir unas instituciones que fuesen capaces, más allá de la simple custodia, de intervenir por ellas mismas sobre los comportamientos. El manicomio era un edificio en cuya forma
y distribución estaba contenido el tratamiento: debía tener un significado terapéutico en sus paredes, en sus pabellones, en sus pasillos, y éste no sólo debía impregnar la atmósfera, sino intervenir en el modelo
de organización del personal y en la vida diaria de la institución.
La articulación entre significado, estructura del edificio y tratamiento surgía de la voluntad del proyectista, y resumía una concepción
de la terapéutica y de la clínica psiquiátrica”154.
Cuando Pí hizo el proyecto del manicomio de la Santa Cruz, el modelo moral ya estaba en crisis, los manicomios, después de varios años
de optimismo, se habían convertido en un conjunto de pabellones autárquicos, con una única relación entre ellos, que era el trasiego de enfermos de pabellón a pabellón, en función de su estado, convirtiéndose en el 80-90% de los casos en un asilo con función custodial.
Sin embargo, Pí seguía defendiendo su construcción en función del
interés social y como lugar de enseñanza, “Cuando el gobierno organice la asistencia pública habrá de crear con más o menos formalidades
un cuerpo de médicos alienistas, formados en inmensos teatros de observación como son los hospitales para la medicina o para la cirugía (...).
El manicomio prestará importantes servicios a la enseñanza de esta
ciencia y favorecerá las altas miras del gobierno”155.
154
155
98
Comelles, J. M. 1988: 55.
Pí y Molist, E. 1860: 19.
LA ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA EN ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX
Comelles analiza la estructura y funcionalidad del manicomio decimonónico basándose en la Memoria de Pí, poniendo de manifiesto que
el manicomio será, de acuerdo con el contenido de esta Memoria, una
institución en la que se clasificará a los enfermos tanto por su estado
mental, como por su nivel social, “Así la clasificación por sexos, que implica para las mujeres tareas domésticas y para los hombres tareas productivas; la clasificación por niveles sociales que aleja de la entrada a los
pobres y delincuentes; y sobre todo, los conceptos empíricos de clasificación en tranquilos, sucios, agitados y furiosos, responden a criterios
relacionados con procedimientos de clasificación social, y no tanto a
rasgos clínicos”156.
También desglosa las terapéuticas en dos grupos:
a) Los tratamientos farmacológicos o “médicos”.
b) Los tratamientos morales higiénicos o administrativos.
dando mayor peso al segundo, que considera específico de la enfermedad mental, el que puede generalizarse a cualquier caso y el de elección
prioritaria.
Para Comelles, la división de los pabellones corresponde a la necesidad de organizar la segregación de modo lógico, a fin de evitar los
conflictos, las tensiones, y al mismo tiempo como un instrumento destinado al mantenimiento del orden157.
Y hace estas precisiones basándose en lo que dice Pí al respecto: “A
consecuencia de esto, el manicomio ha de estar dispuesto de manera
que permita la clasificación más natural, absoluta y metódica de los
alienados, que facilite (...) la vigilancia de los subalternos sobre los enfermos, de los enfermeros sobre los subalternos y de la autoridad del
asilo sobre todos”158.
Se trataba de que el control del médico llegase hasta el último extremo del establecimiento, sin caer en la actitud carcelaria que Pí rechazaba. Para ello, se reafirma en las características comunes que ya hemos podido apreciar en los escritos de los iniciadores del Tratamiento
156
Comelles, J. M. 1988: 59.
Comelles, J. M. 1988: 60.
158
Pí y Molist, E. 1860: 16.
157
99
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Moral, en relación con la autoridad del médico director, la interacción
con el personal a su cargo y la influencia que tiene este personal en el
correcto funcionamiento del centro159: “La atención al enfermo no puede estar individualizada, porque el tratamiento moral es un tratamiento colectivo. En los grandes manicomios hay que abandonar el enfermo a su suerte, al no poder atenderle con cierta regularidad, y el
alienista ha de confiar casi exclusivamente en la información que le suministran los subalternos. Estos, que conviven realmente con los enfermos, carecen de un estatuto que regule su tarea, su función se asimila a
la del mobiliario: debe estar en algún lugar, pero no tiene un tipo de actuación determinada. La presencia-ausencia del médico, la escasez de
personal y la falta de un reglamento preciso de actuación, dejaban al subalterno amplios poderes de decisión y ejecución, y una autonomía
considerable. Este sistema daba lugar a abusos constantes; son buena
prueba de las críticas que se han hecho a los manicomios desde entonces. El autor que no ignoraba la dificultad de un control estricto del
personal, intentaba establecer controles pasivos, físicos, encerrándoles
mediante llaves especiales con los enfermos. Con ello no hacía más que
favorecer la autonomía de los virreyes del pabellón respecto al emperador del edificio central”160.
Todo esto se refleja en la estructura arquitectónica del edificio que
reproduce una estructura piramidal: “el núcleo central es al director como los pabellones son a los subalternos”161.
Pí lo deja bien claro en sus escritos: “El médico director será el jefe
del manicomio y dependerá inmediatamente de la Administración (...),
todos los demás empleados estarán bajo su autoridad. Alma de la institución, motor de su vasta y complicada maquinaria, ha de reunir en su
mano todos los poderes, notablemente en lo relativo a la medicación,
educación y asistencia a los enfermos”162.
159
Sobre la importancia del personal auxiliar puede encontrarse amplia información en las
Memorias de diferentes autores de esta época. Algunas precisiones respecto a la conveniencia
de que sean seglares o laicos se hacen en la Memoria de Nicasio Landa. Apéndice 2. Tal vez las
descripciones más conocidas se encuentran en “Internados”. Goffman, E. 1988.
160
Comelles, J. M. 1988: 61.
161
Comelles, J. M. 1988: 60.
162
Pí y Molist, E. 1860: 301.
100
LA ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA EN ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX
Los criterios de su esquema para el nuevo manicomio, fueron elaborados a partir de su experiencia en el Hospital de la Santa Creu de
Barcelona. En opinión de Comelles, la diferencia fundamental entre su
modelo y los otros se encuentra en la subordinación de la distribución
espacial del manicomio a una clasificación rigurosa de los internados
por grupos patológicos “naturales”: furiosos, agitados, clinequesas (gatistas), epilépticos, impúdicos, suicidas y homicidas, convalecientes y
tranquilos, o en “consideraciones sociales muy atendibles”163, lo cual incluiría la división por sexos, por clases de edad –niños, adultos, ancianos– y por su situación económica: beneficencia o pensionistas de tres
clases distintas.
La distinción entre ricos y pobres es en el manicomio un reflejo
de la situación de la sociedad de la época. Los furiosos y los pobres se
encuentran en los extremos de la institución, mientras que los pensionistas se encuentran más próximos a la entrada del centro y también más próximos al alienista, Pí lo justifica de la siguiente forma:
“Que la reunión de ricos y pobres en unas mismas secciones (...) traería graves consecuencias, casi no admite réplica; porque es indudable
que ni en la sociedad suelen familiarizarse ni menos confundirse los
individuos de ambas clases, cuya distinción se funda por lo común,
en algo más noble que la simple fortuna, ciega muchas veces e injusta algunas”164.
Para Comelles, pese a su brillantez formal la propuesta de Pí era
anacrónica, ya que sus bases teóricas correspondían al sensualismo del
siglo XVIII y su formulación se había hecho en el primer tercio del siglo
XIX. En la época en que escribía Pí –1860– la política manicomial no se
centraba exclusivamente en el manicomio, sino que este es parte integrante de una amplia política de orden público165.
La estructuración “social” de los pacientes en el Manicomio es
igualmente una característica de los manicomios del siglo XIX, que se
mantuvo en gran parte de los países hasta la mitad del siglo XX y que
163
Pí y Molist, E. 1860: 348.
Pí y Molist, E. 1860: 62.
165
Comelles, J. M. 1988: 66.
164
101
JAVIER AZTARAIN DÍEZ
tras numerosas críticas dio origen entre otros al movimiento antipsiquiátrico y a la reforma de la institución manicomial166.
En la psiquiatría madrileña destaca en esta época la figura de José
Mª Esquerdo167 que en el estudio de Seguin es valorado positivamente,
ya que pese a no encontrarle en su visita por haberse desplazado a su
manicomio de Villajoyosa, dice: “A juzgar por el mérito de varios folletos suyos que me fueron regalados, estoy seguro que he perdido una
conversación sumamente instructiva”168.
Hace una descripción minuciosa de las características del centro
alabando sus habitaciones, galerías, jardines, muebles y ropas de cama.
Describe los comedores y la comida en la que el mismo participó, igual
para médicos y enfermos, así como las buenas relaciones que reinan entre el personal y los pacientes169.
166
Los aspectos sociológicos de la enfermedad mental, el encierro en los manicomios, el
orden manicomial y los efectos de la estancia prolongada en estas instituciones, se estudiaron
de forma exhaustiva durante los años sesenta. Véase: Barton, R. 1974. Bastide, R. 1978: 89-120.
Castel, R. 1980: 239-266. Dörner, K. 1974. Goffman, E. 1988. Levinson y Gallagher, 1971: 3061. Rosen, G. 1974: 15-34; 203-227.
167
José Mª Esquerdo y Zaragoza nació en Villajoyosa (Alicante) el 2 de febrero de 1.842.
Hijo de humildes labradores y huérfano desde el primer año de vida, fue educado junto con
sus siete hermanos por el presbitero Juan Zaragoza, tío materno. Estudió el bachillerato en Valencia, al parecer con grandes privaciones económicas que le impidieron incluso tener libros de
texto. No se sabe con exactitud donde comenzó a estudiar medicina pero si que hubo de trabajar como copista en una notaría, para financiarse sus estudios.
Asistió al Hospital de San Carlos, siendo alumno de Mata y colaborando como ayudante en
sus clases. Obtuvo el grado de licenciado con sobresaliente el 14 de junio de 1.865. Ingresó por oposición como cirujano en el hospital provincial. Con el triunfo de la revolución, en 1.868, se crea una
Escuela libre y Esquerdo es encargado de un curso de Patología General. Dio un sentido muy práctico a la enseñanza y con él se formaron prestigiosos médicos. No está claro de donde procede su interés por la frenología que unos relacionan con un viaje a Valencia y el haber presenciado el castigo
que se infligía a un demente y otros, por sus propios problemas psicológicos aparecidos tras la muerte de su esposa, en 1867, tras cuatro años de matrimonio. El propio Esquerdo pidió ser destinado a
la enfermería de alienados del hospital, en donde permaneció trabajando muchos años. De ese interés por la frenología surgió la idea de fundar un manicomio para 18 pensionistas que se inauguró
en Carabanchel Bajo el 20 de mayo de 1877 y constituyó un acontecimiento social destacado. Además de este y dependiente de él, fundó otro más pequeño denominado “El Paradis” en su pueblo
natal, Villajoyosa, con la intención de que fuera una colonia agrícola. Rey González, A. 1983.
168
Seguin, E. C. 1883: 431.
169
“En nuestra mesa todos se comportaban perfectamente y fueron tan corteses como son
siempre los españoles de buena educación. Me gustó mucho ver lo confortables que los pacientes estaban cada uno en su clase, y la amistosa relación que tenían con los empleados y médicos. Seguin, E. C. 1883: 433.
102
LA ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA EN ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX
Parece evidente que el buen trato recibido y la recepción ofrecida
por Santiago Esquerdo, sobrino de D. José le debieron ayudar a ver positivamente la actividad del centro, ya que destina doble espacio a la
descripción de la comida que a los tratamientos: “Las mujeres tienen
un comedor para cada clase, pero algunas comen solas. Todos los hombres que pueden andar libres, y que son los más, comen al mismo tiempo en un comedor largo y no muy alegre. Como yo he comido allí, es
tal vez interesante que refiera lo que he visto. Había tres mesas, una sobre un estrado de poca elevación para los pacientes de primera clase y
los empleados médicos; las otras dos, al mismo nivel fueron ocupadas
por los pacientes de segunda y tercera clase. Yo comí en la mesa elevada, con seis pacientes; el Dr. Esquerdo, sobrino, y dos médicos ayudantes. Los platos y vinos eran diferentes en las tres mesas, pero el pan
era el mismo para todos los comensales. Los alimentos eran verdaderamente españoles, pero buenos, y por cierto, en nuestra mesa tuvimos
una gran serie de platos y mucha variedad de postres (era domingo). El
vino tinto era sustancioso y fuerte, sabiendo un poco á los clásicos pellejos de España. El servicio de nuestra mesa fue desempeñado bien y
con mucha rapidez por un muchacho con librea. El y un criado para
cada una de las otras mesas, sabían con exactitud cuanto vino podían
dar a los pacientes y no necesitaban ninguna advertencia. Me parece
que la copa de cada paciente de una capacidad de unas dos onzas, fue
llenada tres veces. Café y cigarros vinieron después de los postres, para
los de la primera mesa; los otros ya habían empezado á fumar cigarrillos. Un número regular de los pacientes de segunda y tercera clase, permanecieron conversando, mientras que otros se fueron tranquilamente
a sus cuartos”170.
Como puede apreciarse parece obvio que el visitante quedó gratamente impresionado por el funcionamiento del manicomio, pero aún
más por las viandas y cigarros degustados en la comida. No es extraño, por tanto, que finalice su breve informe favorablemente para D.
José Esquerdo del que dice que ha traducido a Guislain y se ocupa activamente en conseguir que la legislación proteja a los criminales dementes, especialmente a aquellos que no lo son de una manera evi170
Seguin, E. C. 1883: 432-433.
103
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dente171 y siente mucho, “...no haber tenido la suerte de oir su opinión
y parecer sobre las cuestiones administrativas y médicas inherentes á la
dirección de manicomios”.
Respecto a los tratamientos empleados indica: “El Dr. Esquerdo, reflejando sin duda las opiniones de su tío, manifestó gran entusiasmo
por la no sujeción, pero que dudaba de que se pudiese aplicar en absoluto. Aseveró que usaban la camisola y la sujeción en la cama muy raras veces, y me enseñó un cuarto forrado, muy grande y bien alumbrado, pero que no estaba acolchado enteramente. El día de mi visita había
un solo paciente bajo sujeción, una mujer violenta con propensión á
morder que llevaba una camisola”172.
Se pone de manifiesto aquí como en los escritos de Pí y Molist, la
diferencia de clases y parece deducirse por la admiración de Seguin, que
el funcionamiento del establecimiento se ajustaba con éxito al Tratamiento Moral a juzgar por el orden y perfecto funcionamiento de todos los servicios y hasta el papel de los enfermos parece ajustarse a enfermos “modelo”.
Otras informaciones, como las de Jelly173 pusieron de manifiesto
que sí existía el “restraint”, atando a los enfermos con ligaduras de cuero a las camas, pese a que el Dr. Esquerdo fuera partidario personalmente del “Non-restraint”.
171
Probablemente se refiere al famoso caso de Garayo “el sacamantecas” que Esquerdo publicó en varias entregas: Esquerdo, J. M. 1881”. Locos que no lo parecen. Garayo “El Sacamantecas”. Rev. Méd. Cir. Práct., 8, 101-109; 211-217; 303-312; 358-365; 402-409.
172
Seguin, E. C. 1883: 433.
173
Citado por Espinosa, J. 1966: 117.
104
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