Mateo 9:9-13 - Parroquia Santa Cruz

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Mateo 9:9-13.
El llamado de Mateo el cobrador de impuestos. Esta historia particularmente resulta
increíble: Jesús elije como su discípulo a un "anti-patria", a una persona considerada
enemiga del pueblo judío. Lo más llamativo está en el hecho de que este enemigo es
interno, pues Mateo, siendo judío, cobra impuestos para Roma, quien hace sufrir al
pueblo judío. Podemos ver un paralelismo entre Mateo y Moisés. Moisés también, por
un tiempo, como príncipe de Egipto aprobó la esclavitud y la opresión que sufrían los
hebreos de manos del Faraón, hasta que Dios lo llamó. El llamado de Mateo está en las
palabras de Cristo: "Sígueme". Y cuenta que Mateo "se levantó y lo siguió". Luego nos
encontramos con Jesús comiendo en la casa de Mateo, quien está celebrando un
banquete con Jesús y "muchos publicanos y pecadores". Puede notarse aquí que
Mateo era una persona adinerada, a expensas del dinero del pueblo, naturalmente.
Esta es una cena de despedida a su vieja vida y sus viejas amistades, y de festejo de
que algo nuevo comienza. Este "dejar atrás lo viejo" y "mirar adelante para lo nuevo",
es señal del arrepentimiento y de la fe verdadera que Cristo había operado en su vida.
Cada vez que nos levantamos, al salir el sol, y cada vez que nos acostamos, al ponerse
el sol, pensemos en qué cosas son necesarias "dejar atrás" en nuestra vida cristiana,
para poder así "proseguir adelante" siguiendo a Cristo. Aquí cada uno evalúese a sí
mismo qué cosas son prioritarias en la vida, y qué cosas son menos necesarias. Los
fariseos ven a Cristo con Mateo, y le dicen a los Apóstoles: "¿Por qué su Maestro come
con publicanos y pecadores? Jesús, que había oído, respondió: No son los sanos los
que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa:
Misericordia quiero, y no apenas sacrificios". Aquí está la prioridad que Cristo señala
para nuestra vida: El Reino de Dios y su justicia (perdón, reconciliación, misericordia, la
justicia de la fe en el corazón), y no apenas el cumplir leyes y reglamentos externos, ya
sean civiles como religiosos. No es la letra de la ley lo que importa, sino el espíritu y el
sentido de la misma. Todos acarreamos muchas veces con nuestras culpas y pecados.
Pero para Dios esto no debe por qué ser así. Como Mateo, aunque tú seas el peor de
los pecadores, él te llama y te dice: "Sígueme, ven a Mí, que yo te sanaré." Cristo y su
Palabra, pues, son y han de ser la prioridad en la vida, pues su gracia y amor nos
restauran y sanan, y nos libran de ansiedad. Y todo lo demás, como él mismo promete,
nos será dado como un regalo, por añadidura (Mateo 6:33). A.C.
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