Incendios Forestales

Anuncio
 Incendios Forestales
Ramon Vallejo
Alejandro Valdecantos
Serie Folletos: B Número: 2 Contenidos: EL FENÓMENO DE LOS INCENDIOS FORESTALES EN EL MUNDO: CAUSAS Y CONSECUENCIAS Los incendios en el norte del Mediterráneo EL PAPEL DETERMINANTE DE LOS INCENDIOS FORESTALES EN LA DESERTIFICACIÓN Consecuencias de los incendios en ecosistemas y los paisajes Consecuencias de los incendios en los suelos y el ciclo del agua Consecuencias de los incendios en la vegetación y la fauna Vulnerabilidad frente a los incendios EL CASO ESPECIAL DE LA INTERFAZ URBANO‐FORESTAL ESTRATEGIAS PARA REDUCIR EL RIESGO DE INCENDIO, MITIGAR LAS CONSECUENCIAS DEL FUEGO Y RESTAURAR LOS BOSQUES QUEMADOS Establecimiento de prioridades Desarrollo de criterios para identificar ecosistemas vulnerables; estudio de un caso práctico: la Comunidad Valenciana en España (proyecto FIREMAP) Estrategias y medidas para la restauración post‐
incendio de ecosistemas y la prevención de incendios; estudio de un caso práctico: la zona de Ayora (Valencia, España) CONCLUSIONES BIBLIOGRAFÍA Y LECTURAS ADICIONALES 1
1
2
2
3
3
4
4
5
5
procesos de desertificación. Estas actividades han aumentado la frecuencia de incendios y modificado su régimen en muchas regiones del mundo. Según la relación que exista entre las adaptaciones de los ecosistemas y la historia de incendios, es posible distinguir entre ecosistemas adaptados al fuego y ecosistemas sensibles al fuego. En el primer caso, el fuego es una fuerza ecológica fundamental en la determinación de la forma, la estructura y la diversidad del paisaje, en la medida en que los incendios son necesarios para su regeneración. Los ecosistemas sensibles al fuego son aquellos que no suelen sufrir incendios y no han desarrollado mecanismos de adaptación; como consecuencia de ello presentan un mayor riesgo de degradación tras un incendio. Identificar las consecuencias de los incendios en la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas sentará las bases que permitan evaluar la necesidad de aplicar medidas de restauración. Los incendios pueden tener consecuencias negativas directas o indirectas sobre la diversidad biológica, la erosión del suelo y el riesgo de inundaciones; y todo ello contribuye a la desertificación. 5
7
9
9
EL FENÓMENO DE LOS INCENDIOS FORESTALES EN EL MUNDO: CAUSAS Y CONSECUENCIAS Los incendios son unos de los procesos que rigen los ecosistemas naturales en muchas regiones del mundo donde, durante la estación seca o durante los años secos en las regiones húmedas, la vegetación se vuelve fácilmente inflamable. La Convención de las Naciones Unidas de Lucha Contra la Desertificación (CLD) reconoce que las zonas de clima subhúmedo seco o semiárido son especialmente proclives a sufrir grandes incendios forestales. En cambio, las zonas más áridas no permiten la continuidad de la vegetación, lo que dificulta la propagación y extensión de los incendios. Las actividades humanas en zonas densamente pobladas son a menudo la causa de incendios y constituyen uno de los principales impulsores de los 1 Figura 1. Consecuencias de los incendios forestales. La necesidad de tomar medidas de mitigación, rehabilitación o restauración en las zonas quemadas está basada en la identificación de los impactos negativos posteriores al incendio. Los incendios en el norte del Mediterráneo Durante los últimos cincuenta años se ha producido una transformación socioeconómica en los países del norte del Mediterráneo, que han pasado de una sociedad rural a otra urbana. Entre las consecuencias de esta transformación se encuentran la reducción del pastoreo y de la recogida de leña, así como el abandono de las tierras de cultivo, lo que ha provocado un incremento notable de la disponibilidad de biomasa combustible. Al mismo tiempo ha aumentado el número de ciudadanos que acude a las zonas forestales para realizar actividades de recreo. La forestación que se ha llevado a cabo en muchos países mediterráneos, basada en plantaciones de coníferas y eucaliptos, no ha previsto una adecuada gestión forestal posterior. Todas estas transformaciones han fomentado la extensión de ecosistemas proclives a sufrir incendios. Esto tiene consecuencias sobre el aumento a largo plazo de la vulnerabilidad y de la probabilidad de ocurrencia de incendios (riesgo de incendio), es decir, que el riesgo de incendio vendrá determinado por factores estructurales tanto dinámicos (variables meteorológicas) como estáticos (modelos de combustible). Entre las repercusiones de este conjunto de factores hay que destacar el aumento significativo de los incendios forestales de gran extensión e intensidad. Figura 2. Tendencias de la superficie anual quemada y del número anual de incendios en la Comunidad Valenciana desde 1874 (gráfico superior, Pausas 2004), y estadísticas recientes sobre incendios forestales en algunos países del norte del 2 Mediterráneo (período 1995–2004; gráfico inferior, datos de 2006 de la FAO y de Eurostat). Figura 3. Masa de pinos jóvenes (< 25 años), con un gran desarrollo de sotobosque inflamable, donde predominan Ulex parviflorus, Cistus albidus y Rosmarinus officinalis (todas ellas especies germinadoras obligadas). EL PAPEL DETERMINANTE DE LOS INCENDIOS FORESTALES EN LA DESERTIFICACIÓN Consecuencias de los incendios en los ecosistemas y los paisajes El fuego afecta directamente a la vegetación, al suelo y a la fauna con menor movilidad. Los ecosistemas quemados (total o parcialmente) no regeneran una cobertura vegetal hasta después de varios meses o incluso años. El suelo desnudo, expuesto a la erosión eólica y pluvial, sufre la degradación de su capa superficial. A escala del paisaje, la cobertura de los suelos se modifica, lo que provoca cambios en la intercepción, la evapotranspiración y la infiltración de las lluvias. La estructura del paisaje tiende a homogeneizarse; el flujo de agua, de sedimentos y de nutrientes se ve alterado, con frecuentes aumentos de la escorrentía, de la redistribución del suelo en las laderas y de la producción de sedimentos. Después del incendio, durante uno o dos años, las cuencas tienen un riesgo de inundaciones y de aterramientos muy superior al de las cuencas no quemadas, y estos riesgos se extienden fuera de las zonas afectadas en forma de posibles daños a infraestructuras y población (por ejemplo por deslizamientos de tierra). Figura 4. Un pinar en la cuenca de Guadalest (Alicante, este de España), cuatro años después de sufrir un incendio, mostrando zonas poco regeneradas junto a otras que no fueron afectadas. Consecuencias de los incendios en los suelos y el ciclo del agua Figura 5. Principales procesos de degradación durante e inmediatamente después de un incendio. Las consecuencias del fuego sobre las propiedades del suelo y las repercusiones que ello tiene sobre la erosión y la escorrentía son el resultado de la combinación, por un lado, del efecto directo de la combustión al calentar la superficie del suelo o al extenderse sin llama a lo largo de las raíces muertas y, por el otro, de los efectos indirectos derivados de la pérdida de cubierta vegetal y hojarasca tras el incendio. La importancia de las repercusiones dependerá en gran medida de la gravedad y recurrencia de los incendios. Los incendios de gran intensidad, en los que la superficie del suelo alcanza temperaturas elevadas, ocasionan la pérdida de materia orgánica y de nitrógeno en el mantillo y en la capa superficial del suelo subyacente, la esterilización temporal del suelo y el encostramiento de la superficie (especialmente en suelos limosos). La hidrofobicidad puede cambiar, especialmente en suelos arenosos, aumentando o disminuyendo en función de la temperatura alcanzada y su duración. Los fuegos de gran intensidad provocan también una mayor sensibilidad frente al impacto de las gotas de lluvia, así como una pérdida de capacidad de infiltración derivada del encostramiento del suelo o de la aparición de una fuerte hidrofobicidad. Esta modificación temporal de las propiedades hidráulicas del suelo aumenta la escorrentía y la erosión, produciendo un empobrecimiento local del suelo y posibles daños aguas abajo de la zona afectada. La microflora y la fauna del suelo pueden verse directamente afectadas por el calor y por la modificación del microhábitat (p. ej. cambios en propiedades físicas y químicas del suelo como el pH o el contenido de agua). Como resultado, la composición (más microorganismos autótrofos y menos simbióticos), la estructura y el funcionamiento del suelo se desequilibran y pasan a ser muy diferentes a los que habían antes del incendio. Esto afecta especialmente a las asociaciones simbióticas plantas‐microorganismos (p. ej. la formación de micorrizas disminuye). Las comunidades microbianas de los horizontes superiores del suelo corren un riesgo mayor de verse afectadas por el fuego que las que viven en horizontes más profundos, ya que el efecto del calor disminuye rápidamente con la profundidad. La pérdida de nutrientes que conllevan los incendios recurrentes puede no recuperarse entre dos incendios. Ese desequilibrio tiene como resultado una reducción neta de la fertilidad del suelo. Figura 6. Hidrofobicidad causada por el fuego en el mantillo. Consecuencias de los incendios en la vegetación y la fauna La vegetación de los climas secos, incluyendo las regiones mediterráneas, ha desarrollado numerosos mecanismos de adaptación al fuego. Los ecosistemas mediterráneos suelen ser capaces de regenerarse tras sufrir un incendio. Las especies vegetales se recuperan mediante rebrotes (rebrotadoras), 3 germinando (germinadoras obligadas) o utilizando ambos mecanismos (germinadoras facultativas). En general, los ecosistemas en los que predominan las especies rebrotadoras regeneran con más rapidez la cobertura vegetal que aquellos en los que predominan las especies germinadoras. Estos ecosistemas ofrecen, por lo tanto, una mayor protección contra la erosión y degradación del suelo. Las semillas de las especies germinadoras provienen del banco de semillas del suelo o de las copas (por ejemplo en el caso de los pinos). Después de un incendio, los pinos mediterráneos necesitan generalmente entre 15 y 20 años para recuperar el banco de semillas que formaban sus copas. Además, los pinos no producen un banco de semillas permanente en el suelo. Como consecuencia de ello, la sucesión de incendios en un breve intervalo causa la desaparición de los pinares y hace que su recuperación dependa de la existencia de masas boscosas próximas que no hayan sido afectadas. En el caso de grandes incendios, esta recuperación requiere largos períodos ya que los pinos tienen una tasa de colonización de unos 25 metros cada 20 años. En general, los incendios no afectan negativamente a las especies vegetales mediterráneas raras o amenazadas (que pueden incluso verse favorecidas), a menos que vengan acompañados de otras perturbaciones. En cambio, las especies exóticas no suelen proliferar en zonas quemadas. Figura 7. Rebrote post‐incendio de un lentisco (Pistacia lentiscus). 4 Figura 8. La aliaga es una germinadora obligada que genera una gran cantidad de combustible fino y muerto cuando alcanza la madurez (12–18 años). Produce incendios de elevada intensidad y se recupera después lentamente a partir de las semillas. Las repercusiones que los incendios tienen sobre los animales son muy variables (en función de su tamaño y de su movilidad), aunque en general la actividad de la fauna disminuye drásticamente tras un incendio. Los grupos más afectados son probablemente los reptiles. Las aves nidificantes se eligen a menudo como indicadores de las consecuencias del fuego sobre la fauna. Datos obtenidos en el sur de Francia muestran que la recuperación completa de las comunidades de aves en las zonas forestales puede requerir entre 25 y 30 años. No obstante, los bosques y matorrales recientemente quemados suelen favorecer el desarrollo de pastos de calidad, lo que crea un buen hábitat para los herbívoros y aumenta el potencial cinegético. Vulnerabilidad frente a los incendios Una adecuada gestión post‐incendio requiere prever las repercusiones del fuego sobre los ecosistemas y los paisajes, así como sus consecuencias sociales y económicas. Cuando una sobreexplotación secular ha degradado la vegetación, puede que ésta haya perdido su capacidad de regeneración, especialmente si los incendios son frecuentes. La sensibilidad de los distintos tipos de suelo frente a los incendios es variable, dependiendo de ciertas propiedades críticas (como la erosionabilidad y la capacidad de infiltración) y de las condiciones climáticas y topográficas. La vulnerabilidad de los ecosistemas frente al fuego puede evaluarse mediante un estudio conjunto de la capacidad de recuperación de la vegetación, de la erosionabilidad del suelo, del clima y de la topografía. EL CASO ESPECIAL DE LA INTERFAZ URBANO‐FORESTAL El abandono de las tierras y la expansión urbanística actual en las zonas rurales están aumentando extraordinariamente la superficie de asentamientos urbanos en contacto con zonas forestales. Ello genera en estas zonas un elevado riesgo de ignición derivado de las actividades humanas, con el consiguiente peligro de que los incendios afecten a viviendas y otras infraestructuras urbanas. Por lo tanto, la extensión de la interfaz urbano‐forestal supone un riesgo creciente de provocar daños personales. Algunos países han establecido normas para reducir el combustible alrededor de las viviendas, así como para reducir la inflamabilidad de los materiales de construcción utilizados. Se han propuesto otras medidas para disminuir el riesgo de incendios en la interfaz urbano forestal: la tala de árboles para reducir la cubierta de copas, la poda de las ramas bajas tanto vivas como muertas y la limpieza del sotobosque en el perímetro de las viviendas para disminuir el riesgo de ignición. Otro aspecto que hay que considerar es la frecuente introducción de especies ornamentales exóticas muy inflamables (p. ej. Cupressus spp.) en la interfaz urbano‐forestal. La importancia de estas especies reside en que pueden ser origen de incendios y también acelerar su extensión. Figura 9. Incendio en una interfaz urbano‐forestal de Oakland (California, EE. UU.) en 1991. ESTRATEGIAS PARA REDUCIR EL RIESGO DE INCENDIO, MITIGAR LAS CONSECUENCIAS DEL FUEGO Y RESTAURAR BOSQUES QUEMADOS Establecimiento de prioridades La gestión forestal puede tener múltiples objetivos. Pero si lo que se persigue es reducir los impactos de los incendios forestales, se puede definir un conjunto mínimo de objetivos prioritarios aplicables en la mayoría de los casos: 1) Protección del suelo y regulación hidrológica. 2) Reducción del riesgo de incendio y aumento de la resistencia y la resiliencia de ecosistemas y paisajes frente a los incendios forestales. 3) Desarrollo de bosques maduros, diversos y productivos. Se pueden aplicar varias estrategias de mitigación y restauración en función del riesgo de degradación y de los objetivos de gestión. Una de las opciones de rehabilitación apropiadas para los terrenos escarpados con escasa cobertura vegetal y alto riesgo de erosión es el mulching (acolchado orgánico del suelo) utilizado solo o acompañado de siembras en zonas con escasa capacidad de regeneración. Cuando la restauración no tenga como principal objetivo la protección del suelo, sino la mejora de la diversidad biológica, de la resistencia y del funcionamiento de las zonas afectadas, se aconseja plantar especies rebrotadoras de árboles y arbustos (para obtener más información consulte el folleto LUCINDA C1). Figura 10. Estrategias para la restauración post‐
incendio en la región de Valencia, este de España (Vallejo, 1996). Desarrollo de criterios para identificar ecosistemas vulnerables; estudio de un caso práctico: la Comunidad Valenciana en España (proyecto FIREMAP) La vulnerabilidad de un ecosistema puede describirse como la susceptibilidad a degradarse si se ve afectado por una perturbación. También se puede definir como la inversa de su capacidad para amortiguar, sin pérdida cualitativa, esas perturbaciones. A la hora de evaluar la calidad de un ecosistema se deben considerar tanto los posibles daños como la pérdida de recursos socioeconómicos (actividades recreativas, explotación maderera) y ecológicos (erosión, dinámica sucesional, paisaje). La erosión, la dinámica de la vegetación y la estructura del paisaje son los tres componentes que se deben tener en cuenta en la evaluación de la 5 vulnerabilidad ecológica frente a los incendios. La metodología que proponemos en este documento evalúa principalmente la gravedad de los daños y la capacidad de respuesta de los ecosistemas tras un incendio. La escala temporal va desde el muy corto plazo (< 1 año, para la identificación de las zonas sensibles a la erosión) hasta el medio plazo (25 años, lo que permite apreciar los cambios en la composición y la estructura de la vegetación). Sin embargo, algunos aspectos importantes no pueden preverse, como la intensidad del fuego o las condiciones meteorológicas tras el incendio. Una solución prudente es combinar los registros meteorológicos de la zona estudiada con el peor de los escenarios posibles: un incendio forestal de elevada intensidad en período estival. Evaluación a corto plazo (< 1 año) Además de la estructura de la vegetación, existe un conjunto de características físicas que modulan el riesgo de erosión del suelo: tipo de roca madre, tipo de suelo, intensidad de las precipitaciones, inclinación y longitud de la pendiente, y erosionabilidad de la fracción mineral del suelo. Durante el primer año después del incendio, la respuesta del ecosistema dependerá de aquellas propiedades de la vegetación afectada que determinen la tasa de recuperación a corto plazo. Por ejemplo, un terreno con una pendiente superior al 15 %, con un contenido de materia orgánica en el suelo inferior al 2 %, con tendencia al sellado y al encostramiento, y con una vegetación compuesta por herbáceas, gramíneas y pequeños arbustos poco densos, puede ser muy vulnerable a causa de la erosionabilidad del suelo, la pendiente y las propiedades de la vegetación. Sin embargo, esta vulnerabilidad se atenúa si la zona presenta una agresividad climática moderada (valor del índice de Fournier inferior a 20). En términos generales, cuanto menor sea el tiempo necesario para que la vegetación recupere una cobertura del suelo de 30–40 %, menor será el riesgo de erosión. Ciertas características de las especies (como la capacidad de rebrote, la persistencia de los bancos de semillas, la tasa de crecimiento inherente y la capacidad de dispersión) se pueden utilizar para predecir la respuesta de la vegetación después de un incendio. La tasa de recuperación es el resultado de la estrategia reproductiva de las plantas afectadas (especie germinadora o rebrotadora) en relación con otros factores físicos como el clima o la orientación. 6 En general, tras un incendio, las especies rebrotadoras se recuperan con mayor rapidez que las germinadoras obligadas (Pausas y Vallejo, 1999). Además, la capacidad de rebrote no depende de las precipitaciones, mientras que la emergencia de las especies germinadoras obligadas estará determinada en gran medida por las lluvias de la primavera o el otoño posteriores al incendio. Evaluación a medio plazo (≈ 25 años) A medio plazo, la vulnerabilidad de los ecosistemas dependerá de su capacidad para seguir desarrollándose sin que se produzcan cambios notables en la vegetación (composición, estructura y la cobertura relativa y la biomasa de las distintas especies). Los bosques maduros en los que predominan las especies germinadoras obligadas, tanto en el estrato arbóreo como en el arbustivo, presentan en general una vulnerabilidad entre media y alta, en función de su capacidad de germinación tras un incendio. Por ejemplo, el pino carrasco y el pino rodeno o negral (Pinus halepensis y P. pinaster) tienen elevadas tasas de supervivencia y de germinación de las semillas tras un incendio. Esto es debido a la serotinia de sus piñas (la capacidad de retener las semillas dentro de las piñas en la copa mientras se produce un incendio). Por otro lado, las semillas del pino piñonero (P. pinea) y las de otras especies de clima submediterráneo o templado (P. nigra, P. sylvestris), así como las de la sabina (Juniperus phoenicea) apenas conservan capacidad germinativa después de sufrir un incendio, lo que dificulta la recuperación de las masas arbóreas. Los bosques maduros dominados por especies frondosas rebrotadoras, como la encina (Quercus ilex) son muy resistentes. Los bosques inmaduros dominados por especies germinadoras son más vulnerables que los bosques adultos, puesto que el reclutamiento de nuevos individuos es más bien bajo debido a que los pinos no producen grandes cantidades de semillas viables. Por último, las formaciones arbustivas dominadas por especies germinadoras obligadas (Ulex parviflorus, Cistus spp., Rosmarinus officinalis) presentan una vulnerabilidad media por el hecho de estar, en general, bien adaptadas al fuego y disponer en el suelo de bancos de semillas muy dinámicos y abundantes. Además, su germinación es estimulada por el fuego o por las nuevas condiciones que éste genera (por ejemplo, la cantidad de radiación que llega a la superficie del suelo es mayor, provocando variaciones diarias de temperatura más acusadas). Figura 11. Metodología de evaluación de la vulnerabilidad a corto plazo de los ecosistemas. Figura 12. Regeneración del pino carrasco (Pinus halepensis): el paso del fuego provoca la apertura de las piñas serotinas y la consiguiente caída de las semillas sobre el manto de cenizas. Las primeras precipitaciones significativas en otoño o primavera suelen producir una buena tasa de germinación, gracias a una mayor disponibilidad de nutrientes y a una menor competencia de otras plantas. Estrategias y medidas para la restauración post‐
incendio de ecosistemas y la prevención de incendios; estudio de un caso práctico: la zona de Ayora (Valencia, España) Los factores que determinan el tipo y las características de las comunidades vegetales que se regeneran tras un incendio son: el tipo de suelo y la evolución de sus usos (a menudo estrechamente relacionados), el régimen de incendios y la topografía. La figura siguiente muestra la dinámica de la vegetación, tanto observada como previsible, en un pinar maduro tras un incendio forestal, teniendo en cuenta la roca madre y la producción de otros incendios. Figura 13. Modelo conceptual de la dinámica de la vegetación mediterránea en un pinar que ha sufrido un incendio. La roca madre —y, por tanto, el tipo de suelo— y la recurrencia de incendios son parámetros incluidos en el modelo. Las flechas indican la transición de un tipo a otro de vegetación. Los signos de interrogación indican las transiciones que se desconocen. Ule par = Ulex parviflorus; Ros off = Rosmarinus officinalis; Que coc = Quercus coccifera. Extraído de Baeza et al. (2007). La recuperación de los ecosistemas forestales mediterráneos puede ser muy lenta debido a las condiciones climáticas de la región. Además, las masas forestales que se generan en las etapas intermedias de sucesión (o de transición), antes de que alcancen su estructura final, pueden ser muy combustibles. La mayoría de estas etapas de transición consiste en formaciones arbustivas densas en las que abunda la fracción fina y muerta del material vegetal. Estas propiedades de las formaciones arbustivas mediterráneas conllevan un riesgo muy elevado de sufrir nuevos incendios y hacen que, frecuentemente, se pongan en marcha bucles de degradación por el fuego. Las medidas que se adopten en estos contextos deben interrumpir esos ciclos de degradación y promover formas más rápidas y eficaces de alcanzar el objetivo final de desarrollo que se persiga para los ecosistemas forestales. Eso no impide que las medidas puedan orientarse también hacia una reducción del peligro de incendio. El proyecto SPREAD (Forest Fire Spread Prevention and Mitigation), financiado por la UE, tenía como objetivo la mejora de la calidad de la vegetación mediante la reducción del riesgo de incendio y el aumento de su resiliencia, de manera que se rompiera la retroalimentación positiva entre el fuego y la homogeneización del paisaje. El ecosistema modelo elegido para este estudio fue un matorral senescente muy proclive a sufrir incendios dominado por Ulex parviflorus, una germinadora obligada. Las especies rebrotadoras leñosas (tanto arbustivas como arbóreas) no estaban representadas o eran escasas. Las técnicas de restauración consistieron en la plantación de especies rebrotadoras y en un desbroce selectivo destinado a favorecer el desarrollo de pinos y de los pocos ejemplares presentes de rebrotadoras. El estudio incluyó cuatro parcelas con diferentes tratamientos: control (matorral), desbroce, plantación y plantación tras desbroce. Los restos del desbroce se trituraron y se aplicaron como mulch. Tres años después del desbroce se observó un cambio significativo en la estructura de la vegetación y en el modelo de combustible. El desbroce selectivo transformó lo que era una formación arbustiva densa, continua y altamente inflamable, con una gran acumulación de necromasa, en un pastizal con 7 arbustos rebrotadores dispersos y una biomasa combustible discontinua. Obviamente, la acumulación de biomasa se redujo de forma ‐2
significativa, pasando de 3000 a 500 g∙m aproximadamente; sin embargo, la cobertura vegetal total sólo disminuyó del 85 al 56 %, y el porcentaje de suelo desnudo en la parcela en la que se efectuó el desbroce se mantuvo inferior al 5 %, gracias a la protección proporcionada por los restos triturados. Tres años después de efectuar el desbroce, un estudio de la cobertura vegetal permitió constatar que la proporción entre especies rebrotadoras y germinadoras había aumentado considerablemente en favor de las primeras. El mulching con los restos del desbroce se tradujo en una reducción muy notable de las tasas de germinación de las especies germinadoras obligadas. El número de plántulas por metro cuadrado fue dos veces mayor en las parcelas control que en las parcelas con mulch. Como resultado, en las parcelas con desbroce los individuos de especies rebrotadoras eran diez veces más abundantes que los de especies germinadoras, comparado con las parcelas de control. Esto dio al nuevo ecosistema una mayor capacidad de resistencia y de resiliencia. Figura 14. Fisonomía de un aulagar mediterráneo con un estado de desarrollo entre maduro y senescente. Figura 15. Vista de un aulagar mediterráneo, con un estado de desarrollo entre maduro y senescente, un año después de una intervención que consistió en un 8 desbroce y en la plantación de brinzales de especies rebrotadoras. Figura 16. Efectos del desbroce sobre la proporción relativa de especies rebrotadoras y germinadoras en la cubierta vegetal, tres años después de la intervención. La supervivencia y el crecimiento de los brinzales introducidos dependieron del tratamiento, particularmente del desbroce. La plantación en zonas mediterráneas degradadas de especies frondosas de etapas avanzadas de la sucesión ha ofrecido, en general, bajas tasas de supervivencia y crecimiento. Es por ello digno de mención el éxito que supone la excelente tasa de supervivencia (alrededor del 90 %) de los brinzales de encina (Quercus ilex) y de Rhamnus alaternus. El desbroce demostró además favorecer el crecimiento de esas especies. Se puede concluir que asociar el desbroce con la plantación de especies rebrotadoras es una opción adecuada para el manejo de zonas de matorral que presenten un elevado riesgo de incendio, puesto que con ello se consigue, por un lado, una drástica reducción tanto de la cantidad total como de la tasa de acumulación de la biomasa combustible, y por otro, un aumento de la resiliencia del ecosistema gracias a la introducción de especies rebrotadoras; todo ello disminuye la vulnerabilidad de estas zonas frente a los incendios y, por consiguiente, reduce el riesgo de desertificación. CONCLUSIONES • INCENDIOS FORESTALES - Los ecosistemas sensibles al fuego no han desarrollado mecanismos de adaptación frente a los incendios de gran intensidad y, como consecuencia de ello, presentan un mayor riesgo de degradación tras un incendio. - Las transformaciones que derivadas de la actividad humana y la evolución de los usos del suelo en el Mediterráneo aumentaron el riesgo de incendios forestales de mayor extensión e intensidad. - Los incendios alteran la escorrentía, lo que aumenta el riesgo de avenidas y la erosión de los suelos. - Los microorganismos del suelo son sensibles a los incendios y a los cambios que éstos provocan en las propiedades físicas del suelo. Se reducen las asociaciones simbióticas entre plantas y microorganismos. - La vegetación rebrotadora suele recuperarse con mayor rapidez que la germinadora. - Las repercusiones que los incendios tienen sobre la fauna dependen del tamaño y de la movilidad de los animales. - Las interfaces urbano‐forestales se extienden en numerosos países, provocando un notable incremento del riesgo de incendio y, con ello, de posibles daños en zonas urbanizadas. • ESTRATEGIAS PARA HACER FRENTE A LOS INCENDIOS - La protección del suelo, la regulación hidrológica, la reducción del riesgo de incendio, la resiliencia de los ecosistemas y el desarrollo de bosques altos son los principales objetivos de la gestión forestal en los ecosistemas proclives a sufrir incendios. - La identificación de las zonas vulnerables se basa en la erosionabilidad del suelo y en la tasa de recuperación potencial de la vegetación. La estrategia reproductiva de las especies dominantes es el factor clave en la tasa de recuperación de la vegetación (resiliencia). - La gestión forestal debe orientarse tanto a reducir la ocurrencia e intensidad de los incendios como a mejorar la capacidad de recuperación de los ecosistemas (resiliencia). BIBLIOGRAFÍA Y LECTURAS ADICIONALES Alloza, J.A. & Vallejo, V.R. 2006. Restoration of burned areas in forest management plans. In: Desertification in the Mediterranean Region: a Security Issue. W.G. Kepner, J.L. Rubio, D.A. Mouat & F. Pedrazzini eds. 475‐488. Springer.Dordrecht. Baeza, M.J., Valdecantos, A., Alloza, J.A. & Vallejo V.R. 2007. Human disturbance and environmental factors as drivers of long‐term post‐fire regeneration patterns in Mediterranean forests. Journal of Vegetation Science 18: 243‐252. Pausas, J. & Vallejo R. 1999. The role of fire in European Mediterranean ecosystems. In: Remote Sensing of Large Wildfires in the European Mediterranean Basin. E. Chuvieco Ed. Springer, Berlin. 3‐16 pp. Pausas, J.G. 2004. Changes in fire and climate in the Eastern Iberian Peninsula (Mediterranean Basin). Climatic Change 63: 337‐350. Pausas, J.G., Bladé, C., Valdecantos, A., Seva, J.P., Fuentes, D., Alloza, J.A., Vilagrosa, A., Bautista, S., Cortina, J. & Vallejo, V.R. 2004a. Pines and oaks in the restoration of Mediterranean landscapes of Spain: New perspectives for an old practice – a review. Plant Ecology 171: 209‐220. Pausas, J.G. Bradstock, R.A., Keith, D.A., Keeley, J.E., & GCTE Fire Network, 2004b. Plant functional traits in relation to fire in crown‐fire ecosystems. Ecology 85 (4), 1085‐1100. Vallejo, V.R. (ed.). 1996. La restauración de la cubierta vegetal en la Comunidad Valenciana. CEAM, Valencia. www.eufirelab.org 9 
Descargar