Q 03 - Dios existe

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REVELACIÓN 2011.
Cuestión 3: ¿Dios existe?
1. Objeciones.
1. La materia y la evolución lo explican todo. No hay por qué admitir la existencia de un Dios.
2. Si Dios existe ¿por qué no elimina el mal que existe en el mundo? ¿Por qué permite que pasen cosas malas?
2. Respuesta general: Las “cinco vías” de Santo Tomás para mostrar la existencia de Dios, en parábolas.
Primera vía: por el movimiento: La parábola de “El tren”.
En un tren en movimiento: ¿qué hace el penúltimo vagón con el último vagón? Pues le transmite el
movimiento que él, a su vez, ha recibido del antepenúltimo, y éste del anterior... Cada vagón transmite al
siguiente el movimiento que ha recibido del vagón anterior.
La suma de vagones no genera movimiento. El movimiento procede de la locomotora, que está al
principio del tren y es muy distinta a los vagones. La locomotora genera movimiento y lo transmite a los demás,
sin haber recibido su movimiento de otro.
Y no es necesario ver la locomotora para saber que está ahí. Pues, supongamos que llegamos a unas vías
cuando ya está pasando un largo tren carguero. El tren tiene cuarenta vagones, y nosotros llegamos cuando ya
estaba pasando el vigésimo vagón. No hemos visto la locomotora, pero sabemos que está ahí delante porque el
tren se mueve.
Explicación de la parábola.
La primera vía que expone Santo Tomás para mostrar que Dios existe, es la vía del movimiento.
Ciertamente, Santo Tomás habla de la realidad del movimiento en un sentido más rico que el mero movimiento
local, que yo uso en la parábola. Pero, igualmente, la sencillez de la parábola sirve para ilustrar su doctrina.
Cada ser que nosotros vemos que se mueve, es como un vagón del tren. Pues cada ser que vemos ha
recibido su movimiento de otro ser. Y, a su vez, este otro ser, lo ha recibido de otro... y así sucesivamente.
Una cadena ilimitada de seres transmisores no genera el movimiento, del mismo modo que una hilera
innumerable de vagones no se mueve por sí misma. Hace falta la locomotora. Pues bien, Dios es algo así como
“La Locomotora Universal” Quien, sin recibir nada de ningún ser anterior, genera el movimiento de todos los
demás seres. 1
Y modo semejante a como la locomotora está al principio de la serie y es muy distinta a los vagones, así
Dios es anterior y distinto a los seres que mueve.
Finalmente, así como no necesitamos ver directamente la locomotora para saber que está allí, pues nos
basta con ver que los vagones están trasmitiendo movimiento; de modo semejante, tampoco es necesario ver
directamente a Dios para saber que está al principio de todo el movimiento: nos basta con ver que hay seres que
se mueven unos a otros, y que ninguno de ellos es generador de movimiento, sino que solamente son meros
transmisores.
Segunda vía: por la causalidad eficiente: La parábola de “El huevo o la gallina”
Explicación de la parábola.
La argumentación de la “segunda vía” tiene la misma estructura que la de la “primera vía”, pero cala
más hondo. Pues en la “primera vía” se considera el fenómeno del movimiento, mientras que en la “segunda vía”
se llega a las causas del ser.
Por eso uso el ejemplo del huevo y la gallina, pues en este ejemplo se apunta a la causa del ser: ¿la
gallina causa el huevo, o el huevo causa la gallina?
Pero este dilema no tiene solución porque está mal planteado, pues contiene un verbo implícito. Al
explicitarlo descubrimos la deficiencia del planteo, pues se trata del verbo “crear”. El dilema diría entonces: “¿la
gallina crea el huevo, o el huevo crea la gallina?” Pero es obvio que los seres vivos no creamos la vida: sólo la
transmitimos.
Y con esto volvemos al ejemplo del tren, pero de un modo más contundente. Pues ahora no se trata
solamente de transmisión del movimiento, sino de transmisión de la vida y del ser.
Y, del mismo modo que en el razonamiento anterior la cadena de transmisores del movimiento no
explicaba el movimiento, sino que era necesario reconocer la existencia de “La Locomotora Universal”; así
también ahora, la cadena de transmisores de la vida y del ser, no explica la vida y el ser, sino que tenemos que
reconocer “La Causa Eficiente Universal”: Alguien que es “La Vida” y “El Ser” y que causa la vida y la
existencia de los demás seres, sin haber recibido nada. Y este Ser es Dios.
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Podría pensarse que esta “Locomotora Universal” que da principio a todos los movimientos, no tiene por qué ser
concebida como un ser personal. Sin embargo, si comprendemos que el pensamiento y el amor también son movimientos,
entendemos que también estos movimientos tienen que ser iniciados por Dios, quien entonces sería, indudablemente, un ser
personal con pensamiento y amor.
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Tercera vía: el ser contingente y el ser necesario: La parábola de “El primer minuto de la creación”.
Supongamos que estamos en el primer minuto de la creación, y estamos viendo desplegarse la grandeza
del universo, con todo su esplendor y majestuosidad.
Y podemos preguntarnos: ¿qué había sesenta y dos segundos antes? Si no había absolutamente nada,
ahora tampoco habría nada, pues “de la nada, nada sale”.
Es obvio entonces que había Algo, y que este Algo dio origen a todo lo demás.
Explicación de la parábola.
Todos los seres que observamos son seres contingentes, es decir, seres que existen pero podrían no
existir. Incluso nosotros mismos podríamos no existir. Todos nosotros somos seres sin fundamento propio.
Y si todo lo que vemos es contingente, entonces todo esto que vemos alguna vez no existió.
Y como “de la nada, no sale nada”, es necesario que haya Algo con fundamento propio, que haya dado
origen a todo esto que vemos.
De este modo descubrimos que hay un Ser que es “La Existencia Misma” y que, por eso, tiene en sí
mismo su propio fundamento. Y por eso se lo llama “El Ser Necesario” es decir, que existe y no puede no
existir.
Este “Ser Necesario” es, también, “El Fundamento Universal” de todos los demás seres.
Y este Ser es Dios.
Cuarta vía: los grados de perfección en los seres: La parábola de “El agua caliente”.
El agua puede estar más caliente, o menos caliente. Pero no puede estar más húmeda o menos húmeda.
Esto es así, porque “ser húmeda” es la esencia misma del agua; mientras que el calor no le es algo
propio, sino algo recibido de otro –en este caso– del fuego.
Por eso, el agua siempre tiene el 100 % de humedad, pero puede tener muy diversos grados de
temperatura.
Explicación de la parábola.
En esta “cuarta vía” se utiliza el principio que está implicado en el ejemplo anterior: lo que un ser tiene
en un cierto grado, lo tiene recibido de otro.
Y sucede que todos los seres que vemos –incluidos nosotros mismos– tenemos todas nuestras cualidades
en un cierto grado, y no en plenitud. Por tanto, las tenemos recibidas de Otro que las tiene en plenitud o, mejor
dicho, es “La Plenitud”: es “El Ser” que nos da la existencia; es “La Verdad” que nos da nuestra esencia; es “El
Amor” que nos hace valiosos y amables...
Por eso decimos que Dios es la plenitud infinita y simultánea de todas las cualidades, de las que
participamos sus creaturas.
Quinta vía: el orden del mundo: Las parábolas de “El crucigrama”y de “El programador”.
1. Si yo salgo de mi casa dejando sin resolver el crucigrama que trae el diario y, cuando regreso, el
crucigrama está resuelto, es porque alguien lo resolvió.
Incluso puedo deducir quién pudo hacerlo. El perro no fue. Mi hijo Tomás tampoco, pues tiene sólo un
año y algunos meses. Así que debió ser mi esposa quien resolvió el crucigrama.
2. Las abejas construyen sus panales con celdas hexagonales. Y los especialistas en ingeniería nos
explican que esa estructura es la más sólida, económica y provechosa. Pero esto es todo lo que saben hacer al
respecto; y siempre lo hacen igual.
Todo lo cual nos manifiesta que actúan así, no por creatividad o inventiva propia, sino porque están
“programadas” para actuar de esa manera. Y donde hay un programa, hay un programador...
Lo mismo podemos decir de las acciones de otros animales. Las aves migratorias no realizan un debate
sobre “dónde ir a veranear este año”: simplemente, en un momento dado, se elevan y migran hacia el lugar de
siempre.
Y podríamos multiplicar los ejemplos: las arañas no realizan exposiciones con sus nuevos tejidos, ni los
diversos pájaros con sus nuevos estilos para la construcción de sus nidos... Todos estos seres que realizan cosas
inteligentes no manifiestan tener creatividad propia, sino que actúan como si estuvieran programados para actuar
así. Y, decimos nuevamente: donde hay un programa, hay un programador.
Y ¿quién puede influir tan profundo en la intimidad de todos estos seres para programarlos así?
Explicación de las parábolas.
Las dos parábolas precedentes ponen en evidencia que: “donde hay orden, hay un ordenador”.
El ejemplo del crucigrama manifiesta, además, otro principio: “cuanto más delicado, profundo y extenso
es el orden, más inteligente y eficaz es el ordenador”. Para resolver un crucigrama hay ciertos requisitos
mínimos de inteligencia y capacidad. Del mismo modo, un niño pequeño puede apilar sus cubos, pero no puede
edificar una catedral: para esto necesito un buen arquitecto.
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En el ejemplo de las abejas y los otros animales se pone en evidencia que hay seres sin creatividad
propia que hacen, sistemáticamente, cosas creativas e inteligentes. Y hacen siempre las mismas cosas y sólo
ésas. Lo cual manifiesta que están –usando el lenguaje de las computadoras– algo así como “programados” para
ejecutar esas acciones. Y, como decíamos en el ejemplo, “donde hay un programa, hay un programador”.
La grandeza de ese programador puede vislumbrarse si uno considera que es quien puso el instinto en los
animales, dio la estructura y el dinamismo a los átomos, impulsa el desarrollo de la vida y compone la armonía
del universo.
Si un simple crucigrama bien resuelto lo atribuimos a una inteligencia superior ¿no es excesivo atribuir
el asombroso equilibrio dinámico de un átomo a la pura casualidad? ¿No es poco razonable adjudicar la
maravillosa armonía de un organismo viviente al puro azar? Parece más razonable suponer que hay un gran
“Programador Universal” que genera la armonía de cada ser, y la concordia del conjunto de los seres.
Si contemplamos con imparcialidad la sabiduría y la grandeza que manifiesta la creación, y
reflexionamos con profundidad sobre todo esto, descubriremos que hay –como causa de todo ello– una Sabiduría
Bondadosa y Omnipotente a la que muchos llamamos Dios.
3. Respuestas a las objeciones.
Las respuestas las objeciones las veremos de modo más detallado en las cuestiones 17 y 18,
respectivamente. Aquí podemos adelantar lo siguiente:
1. La materia y la evolución no lo explican todo, pues:
1. La materia y la energía no son eternas; en un momento dado no existían ¿de dónde salieron?2
2. Tampoco está explicado el movimiento del Universo…3
3. …ni por qué este movimiento es ordenado: podría ser un entrechoque caótico.4
4. Tampoco está explicado el surgimiento de la vida: todo el Universo se está apagando (según el
“principio de entropía”) ¿por qué la vida surge y crece en este planeta?
5. Ni está explicado el surgimiento de la conciencia espiritual en el Universo: el hombre. Pues la
evolución de la materia no puede producir al espíritu.
2. Dios y el problema de la existencia del mal.
El problema más agudo que nos suelen presentar las personas que no creen –y también algunos
creyentes– es: “Si Dios es tan bueno ¿por qué permite que pasen tantas cosas malas?”.
La respuesta que nos da la Palabra de Dios es muy clara al respecto, y la podríamos sintetizar en las
siguientes afirmaciones:
1. Dios no quiere ni causa el mal (ver Génesis 6, 5; Job 34, 10-12; Santiago 1, 12-18; Catecismo 214-221
y 309-311).
2. Dios crea un mundo ordenado y bueno (ver Génesis 1-2; Catecismo 299 y 374-379).
3. Dios crea al hombre realmente libre. Y esto es bueno (ver Deuteronomio 30, 15-20; Eclesiástico 15,
11-20; Catecismo 306-308 y 1730-1742).
4. Dios quiere que el hombre haga fructificar su libertad para el amor y la comunión (ver Mateo 5 al 7;
Catecismo 1822-1829).
5. Cuando el hombre dirige su libertad hacia el mal:
5.1. Dios no anula la verdadera libertad que otorgó al hombre. Y esto es bueno.
5.2. Dios sabe sacar bienes de estos males que el hombre causa. Y esto es bueno (ver Romanos 8,
28... ¡Y la Pasión y Resurrección de Jesús!; Catecismo 312-314).
6. Solamente corre el riesgo de un mal definitivo –la condenación eterna–, quien se haya dedicado a
perseverar en hacer el mal (ver Mt 7, 13-14; Catecismo 1033-1037).
7. Porque Dios nos asegura un final de felicidad eterna para quien haya optado por el bien (ver Mateo
25, 31-46; 1023-1029 y 1042-1050).
Hago notar que en estas 7 afirmaciones sintéticas evito usar expresiones que incluyan el verbo “permitir”,
como (por ejemplo) “Dios permite el mal”. La razón para evitar hablar así es que la noción de “permisión” puede
dar lugar a malas interpretaciones. Pues, en la vida cotidiana, si alguien permite algo que está mal, no es inocente
(sobre todo, si quien lo permite es la autoridad).
Por eso, prefiero utilizar expresiones completamente positivas, para mostrar que Dios no tiene nada que
ver con el origen del mal (ni en el pasado, ni en el presente), sino que el mal lo causamos las creaturas, abusando
de una libertad que Dios nos dio para cultivar el amor y la comunión. Y, lo que Dios hace cuando las creaturas
obramos el mal, es corregirlo para que el mal no tenga nunca la última palabra.
Y el ejemplo más contundente es lo que pasó en la Pasión de su Hijo: Dios no anuló la libertad perversa de
Judas, Pilato o Caifás, sino que ellos realmente lograron matar a Su Hijo. Pero Dios con su Sabiduría, Amor y
Poder infinitos no dejó las cosas así, pues “del mayor mal moral que ha sido cometido jamás, el rechazo y la
muerte del Hijo de Dios, causado por los pecados de todos los hombres, Dios, por la superabundancia de su
gracia sacó el mayor de los bienes: la glorificación de Cristo y nuestra Redención.” (Catecismo 312).
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Y esto nos lleva a las segunda y tercera “vía”.
El principio de inercia dice que algo no se mueve, si primero no es impulsado por algo que ya está en movimiento: y
recordemos lo que vimos en la primera “vía”.
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Y esto nos lleva a la quinta “vía”.
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