El mal se destruye a sí mismo La liturgia de este domingo nos habla

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Daniel 12,1-3; Hebreos 10,11-14.18 y Marcos 13,24-32
El mal se destruye a sí mismo
La liturgia de este domingo nos habla de una catástrofe universal. Como si Dios, justiciero y
omnipotente, cansado de la obstinación de los hombres, agarrara el universo por el eje y lo agitara
dispuesto a triturar a los hombres. Podría ser una solución “muy humana”; pero esa no es la
solución del Dios del amor y del perdón.
Dios no necesita luchar contra el mal, ni aplastar al hombre. El mal se destruye a sí mismo.
¿Cuántos enemigos de Dios y cuántos perseguidores de la fe han pasado por este mundo? ¿Qué
queda de ellos? ¿Cuántas ideologías ateas se ha apoderado de la sociedad? ¿Qué ha pasado y qué
está pasando con ellas?
Nada ni nadie puede impedir a Dios que establezca un orden nuevo; es más Dios ya está creando
ese mundo nuevo.
Vivamos con esperanza
El Hijo del Hombre ya está aquí, nos dice Jesús. Está en “esta generación” que como un puñado
de levadura, está fermentando la masa hasta que nuestra vieja tierra se convierta “en un cielo
nuevo y una tierra nueva”. El egoísmo no tiene futuro.
En realidad la catástrofe mundial ya la estamos viviendo. Todos los slogans, que prometían la
felicidad, están creado una humanidad en la que cada día se sufre más hambre, en la que la
violencia y la corrupción campan a sus anchas, en la que la degradación de las personas es una
fuente de ingresos…
Y esa felicidad no nos sirve. El hombre de buena voluntad siente en su corazón que la
construcción de un nuevo orden, de un mundo nuevo, de un cielo y una tierra nueva, solo se
puede conseguir con el amor y la fraternidad.
Siempre hay que estar preparados
Como en el grano de trigo muerto en el surco está ya la espiga dorada plena de granos.
Como los dolores de parto de la mujer se resuelven en la maravilla del recién nacido.
Como en el cuerpo destrozado de Cristo bajado de la cruz estaba ya la semilla de la Resurrección.
El mundo de la injusticia, del dolor, del abuso, del hambre…, no tiene futuro; está
llamado a desaparecer… Es posible un mundo donde Dios sea Padre de todos y donde todos
seamos hermanos… Nosotros somos testigos de ese mundo: “Esperamos unos cielos nuevos y
una tierra nueva”. Vivimos con el viento de cara.
Hoy, día de la Iglesia Diocesana, convendría hacer alguna referencia esta celebración. La Iglesia
contribuye a crear una sociedad mejor. ¿Cómo hacer esto posible? Somos llamados a crear un mundo
nuevo: “Los cielos nuevos y la tierra nueva son posibles”. Esto exige comprometerse: los creyentes
somos los escogidos por Dios para que esa transformación sea posible. Y, aunque no lo parezca, somos
una Iglesia necesitada: necesitamos tu ayuda, tu colaboración personal y económica: seminario,
misioneros diocesanos, Cáritas… Lo necesitamos para ir logrando ese nuevo mundo.
Gracias, Señor, porque caminas a nuestro lado
Propuesta.Dios Padre, tu Hijo vino a anunciar al mundo “un cielo nuevo y una tierra nueva”. Que nuestras
súplicas contribuyan a hacer realidad su mensaje. Decimos: “Gracias, Señor, porque caminas
a nuestro lado”.
1. Por el papa Francisco, por la Iglesia, pueblo de Dios, para que sean capaces de mostrar a los
seres humanos el mundo que Dios nos tiene preparado: un mundo de solidaridad, de
colaboración y fraternidad. Oremos.
2. El día 20 es el “Día Mundial de los Derechos del Menor”. Pedimos por todos los niños del
mundo, especialmente por aquellos que son explotados sexualmente o como mano de obra o
como soldados: que sean respetados siempre. Oremos.
3. Por nuestro Obispo, por los sacerdotes y por todos los fieles de nuestra parroquia, en el “Día
de la Iglesia Diocesana”: que la celebración de este acontecimiento nos ayude a amarla y a
participar de corazón en sus actividades. Oremos.
4. El 21 se celebra el “Día Mundial de la Televisión”. Para que los medios de comunicación,
especialmente el mundo de la televisión, estén, no de parte de los poderes, sino al servicio
del bien, de la verdad y del arte. Oremos.
5. Por nuestras familias, por todos los que estamos celebrando esta eucaristía: que, cuando
termine nuestro peregrinar por este mundo, el Padre del amor y de la misericordia, nos acoja
junto con nuestros hermanos difuntos en su casa del cielo. Oremos.
Oración.Escucha, Señor, las oraciones que te hemos dirigido y guárdanos siempre de todo mal,
especialmente en este día de la Iglesia Diocesana. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
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