Un puente maltendido: feminismo, trabajo doméstico y servicio

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Un puente maltendido: feminismo, trabajo
doméstico y servicio doméstico en América
Latina
Mary Goldsmith
Area Mujer, identidad y poder,
Universidad Autónoma Metropolitana
Xochimilco, México, D.F.
correo electrónico:
[email protected]
Ponencia preparada para el XXIII Congreso
Internacional de LASA, Washington, D.C., del 6 al 8
de septiembre de 2001
BORRADOR. FAVOR DE NO CITAR SIN PERMISO EXPRESO DE
LA AUTORA.
1
A finales de la década de los años 60 del Siglo XX Rosario
Castellanos escribió que la pasividad política
de las
mujeres mexicanas se debía a que estas no tenían que
enfrentarse a una doble jornada; específicamente señaló que
su aparente tranquilidad descansaba en el colchoncito del
servicio doméstico.
Este texto se volvió referencia
obligada para la discusión feminista sobre la relación entre
el trabajo doméstico y la conscientización de las mujeres de
los sectores medios.
Por muchos años se creía que la
reducida participación laboral y el fácil acceso al servicio
doméstico limitaron el desarrollo del movimiento feminista en
América Latina. Poco se sospechaba
que unos
años después se
aumentaría de manera tan acelerada la participación laboral
de las mujeres, a un ritmo muy superior al crecimiento del
servicio doméstico.
habían presentado
En otras palabras, parecía que justo se
las condiciones que Castellanos indicaba
como conducentes a una transformación de las mujeres
mexicanas.
Pero no se cumplió la profecía de Castellanos:
las calles no fueron tomadas -- a excepción de
esporádicamente --
por un ejército de mujeres furibundas con
la escoba en una mano y la bobina, la maletÌn o la
computadora en la otra.
Menos se esperaba que entre estas
contadas furibundas estarían precisamente las empleadas del
hogar que a lo largo del resto del siglo XX organizarían
2
asociaciones y sindicatos, establecerían una confederación
latinoamericana de trabajadoras y cobrarían visibilidad
pública al participar en el ámbito político nacional e
internacional.
Elsa Chaney en muchos artículos destacó la
capacidad organizativa y crítica de las propias empleadas del
hogar y la relación repleta de contradicciones y tensiones
entre aquellas y las feministas.1
En esta ponencia me ocupo
de: primero, las diferencias entre mujeres frente al trabajo
doméstico; segundo, el lugar de los temas del trabajo
doméstico y el servicio doméstico en el feminismo; y tercero,
la relación entre las organizaciones de las empleadas del
hogar y los movimientos feministas; cuarto, algunas
propuestas políticas actuales por parte del feminismo y
Estado con respecto al trabajo doméstico remunerado y no
remunerado.
Fundamento esta discusión primordialmente en la
experiencia mexicana e introduzco algunos ejemplos de otros
países latinoamericanos.
Trabajo doméstico: clase y género
Mucha tinta ha corrido sobre las diferencias de clase y etnia
entre las mujeres de América Latina.
Estas se hacen patentes
al hablar del trabajo doméstico.
1
Hago la observación que muchas trabajadoras del hogar sí se identifican como
feministas.
3
En una reunión reciente del comité editorial de
la
revista mexicana debate feminista se propuso el trabajo
doméstico como tema para el siguiente número.
La respuesta
de algunas integrantes fue francamente sorprendente:
que el
trabajo doméstico ya no era un problema para las mujeres, por
lo menos en México.
Ya se había profesionalizado el servicio
doméstico: las empleadas ganaban “bien”, realizaban funciones
delimitadas y tenían jornadas razonables. Las empleadoras
podrían vivir casi “como hombres”.
La discusión fue tal
álgida que se dedicó el siguiente número a lo que fueron
definidas como dos asignaturas pendientes del feminismo:
el
trabajo doméstico y la frigidez.
Evidente en la discusión anterior es cómo la magnitud
del problema de trabajo doméstico y los recursos para su
resolución varían por muchos factores: entre otros, la clase
social, la zona de residencia, el estado civil, el momento
del ciclo doméstico, la composición del hogar, la
participación en el
mercado laboral.2 Para
las
mujeres de
los sectores con más recursos económicos se traduce en gran
medida en preguntar porqué ya no se consigue una muchacha
como la de su mamá, que le consentía
-- su niña --, que no
le fruncía la nariz al recibir ordenes, no cobraba las perlas
2
Esta cuestión fue planteada con mucho claridad por Teresita de Barbieri
(1980) en su estudio clásico sobre el trabajo doméstico y las vidas de las
mujeres mexicanas de los sectores medios y obreros: Mujeres y vida
cotidiana.
4
de la virgen y no tenía vida propia.3 No hay un número
preciso de cuántos hogares contratan servicio doméstico.
Pero, no creo que ascienda a más del 10%;
se calcula que un
porcentaje similar de los hogares en Chile cuente con
servicio doméstico (Centro de Estudios de la Mujer, 2001).
Para algunas mujeres de los sectores populares el problema
es otro:
cómo conseguir un empleo donde la señora no es muy
regañona y que no le hacen sentir menos, y si una se contrata
de planta, que el salario le alcance para comprar sus cositas
personales y todavía para enviar algo a sus papás en el campo,
y si es de entrada por salida, para el mandado y los útiles de
sus hijos, y que la jornada no sea tan pesada que al regresar a
su casa no tenga fuerzas para hacer su propio quehacer.
En
México aproximadamente una de cada ocho o nueve mujeres
económicamente activa es trabajadora del hogar.
Esta cifra
varia ligeramente en otros piases de América Latina como se
puede observar por el acetato.
Para
la mayoría de las mujeres el problema del trabajo
doméstico pasa por otro lado.4
Cuarenta y ocho por ciento de
las mujeres (12 años y más) se dedica exclusivamente al
trabajo doméstico (sin sueldo).
Otro porcentaje
similar
combina el trabajo doméstico con alguna otra actividad,
3
Hay mujeres que dicen que sus empleadas del hogar son como “esposas”. Por
otro lado, es común que un hombre bromea que tanto valora la empleada del
hogar que hasta sería capaz de proponerle matrimonio con el fin de que se
quedara en su empleo, como si cualquier trabajadora del hogar estuviera
ansiosa de casarse con el patrón y después trabajar gratis.
4
Las cifras a continuación se derivan de los datos proporcionado en República
de los Estados Unidos Mexicanos, 2001.
5
trabajo remunerado, los estudios o el servicio comunitario.
En términos globales,
doméstico.
95% de las mujeres hace trabajo
El tener otra actividad económica cambia poco
esta situación:
94% de las mujeres que participan en el
mercado de trabajo también hace trabajo doméstico.
En
cambio, el panorama de los hombres es otro mundo.
Menos del
5% de los hombres se aboca sólo a los quehaceres de la casa;
en otras palabras, de 20 hombres, apenas encontramos un amo
de casa, por lo general soltero o viudo.
Cincuenta y tres
por ciento de los varones hace trabajo doméstico, y 51% de la
población económicamente activa masculina también hace
trabajo doméstico.
A este punto vale la pena considerar que
al sumar la jornada laboral y la doméstica las mujeres
trabajan en promedio 10 horas más que los hombres, pero
tienen percepciones menores.
Entonces, no obstante las
opiniones de algunas mujeres que se sienten que ya viven
“como hombres” y las noticias de algunos “hombres nuevos” que
cocinan y cambian pañales, el trabajo doméstico sigue siendo
un problema específico de las mujeres.
Entonces, no es
sorprendente que la ocupación más feminizada es el servicio
doméstico.5
Pero nos detenemos un momento para considerar a los
hombres, o dicho de otra manera, por un traste que lavó le
dicen el lavatrastes.
A menudo hoy en día se dice que las
5
Hasta resulta sorprendente que más o menos uno de cada 10 personas que
desempeñan esta actividad sea un hombre
6
cosas han cambiado mucho, que los hombres también colaboran
con el trabajo doméstico. Pero en sí, el problema es
precisamente eso:
ellos ayudan, no lo hacen.
De acuerdo con
los datos respecto al uso del tiempo de una encuesta
gubernamental de mediados de los 90 (República de los Estados
Unidos Mexicanos, 1997), encontramos que los hombres
constituyen la
mayoría de las personas que hacen
reparaciones menores, recolectan leña o realizan
bancarios.
tramites
Hay unas cuantas otras actividades en las cuales
colaboran, sin que su participación
mujeres,
se acerque
a la de las
servicios,
como hacer las compras, realizar pagos de
acarrear el agua, limpiar el hogar, cuidar a los
y las menores y ancianos y
tirar basura.
Todavía hay
actividades que tienen un sello casi completamente femenino,
como cocinar, lavar los trastes y la ropa,
transportar a los miembros de la familia.
planchar y
A lo largo de la
vida hay algunos cambios en la división sexual de las tareas
y en el grado de participación en las actividades domésticas.
Por ejemplo durante la adolescencia muchos chicos
tareas domésticas.
hacen
Decrece la presencia de los varones en
las actividades domésticas al entrar en la edad adulta.
Con
el paso de los años se agudiza la división sexual del trabajo
doméstico, por ejemplo la limpieza y los cuidados de los
niños se femeniza aun más.
También en la medida en que se
aumenta el número de horas dedicadas a las tareas de la casa
y los cuidados de las personas se disminuye la participaciÛn
7
de los hombres.
En 1999, de los hombres que afirmaron
realizar quehaceres de la casa, sólo se dedican en promedio a
estas actividades 10.53 horas semanales; en contraste estas
actividades absorban 33.17 horas de las mujeres que hacen
trabajo doméstico. Se nota una tendencia similar entre amos y
amas de casa: los amos de casa realizan en promedio 15.35
horas semanales de trabajo doméstico, y las amas, 43.13 horas
(INEGI, 2001; 38).
Ser ama de casa sigue siendo muy estrechamente vinculada
con ser mujer y como señala feminista mexicana Hortensia
Moreno (2000), con la subordinación de las mujeres en nuestra
sociedad.
Al contrario
de lo que pasa con los hombres, las
mujeres al casarse ceden control sobre sus cuerpos (tanto
sexualidad como trabajo doméstico) a los hombres.
Inclusive,
hasta hace unas cuantas décadas, una empleada doméstica, al
reclamar sus derechos laborales podría enfrentarse a la
siguiente situación:
el patrón podría decir que era su
mujer, no su sirvienta, y por lo tanto, no tenía porque
pagarla.
O sea, por lo durante las primeras décadas del
siglo XX el México, ser considerada esposa, podía
disminuir
el reconocimiento de los derechos laborales de una mujer, por
muy limitados que fueran estos.6 Desde la perspectiva de la
6
En el Archivo Histórico del estado de Tamaulipas, encontré casos de mujeres
que no obstante sus vínculos de parentesco reclamaron a sus familiares
(esposos, suegras, padrastros, madres) el pago de indemnización, salarios
8
ama casa, ser tratada como o considerada sirvienta también
conllevaba riesgos: estaban en juego sus derechos de
organizar trabajo doméstico, de manejar una parte de
ingresos, de ejercer control
sobre el lugar de residencia.
sobre patrimonio y de decidir
También se sabe que las
trabajadoras del hogar pueden ser objeto del acoso, bajo la
premisa que cualquier “cosa” en la casa es propiedad del
patrón (Varley, 2000).
Curiosamente, las sexo servidoras se
salvan más de esta explotación, al vender sus servicios
sexuales, no se considera que tienen que hacer el trabajo
doméstico de pilón.7
El
juntarse con un hombre
esperar que una mujer al casarse o
le debe servicios personales en la
forma del trabajo doméstico y trabajo emocional, viola los
derechos constitucionales y los derechos humanos de las
mujeres.
En México la expropiación del trabajo doméstico de las
mujeres tiene una larga y notable historia.
Vale la pena
recordar que en el momento de la colonización, las mujeres
mesoamericanas destinaban de 35 a 40 horas semanales a la
retenidos. Dichos derechos a veces sí fueron reconocidos por las autoridades
laborales. Trato más esta cuestión en Goldsmith (2000).
En 2000, Carmen Abascal, demandó la entrega de 50% de bienes conyugales
durante el proceso de divorciarse de su marido Claudio Visitini Freschi con
el argumento que el amasó su fortuna en parte con base en su trabajo en la
casa. Es muy interesante destacar que la Sra. Abascal reivindicó el pago de
sus servicios como administradora, no como trabajadora del hogar.
7
Saca a la luz de día una historia ya recordada por pocas feministas de esta
generación. La lucha de las mujeres en la siderugica de Lazaro Cardenas, a
principios de los 70s. Las prostitutas exigían prestaciones y mejores
condiciones de trabajo a la empresa en virtud de que ellas prestaban sus
servicios sexuales a los obreros. Las amas de casa-esposas por otro lado
exigían ser incluidas en el sindicato de la empresa y una especie de pago de
salario por el trabajo doméstico.
9
elaboración de tortillas y otros productos de maíz para el
consumo doméstico (Bauer, 1990:3).8 Inclusive Brumfiel (1991;
226, 240) alega que el trabajo de las mujeres fue fundamental
para la expansión del imperio azteca.9
En tiempos más recientes tanto la carga femenina del
trabajo doméstico como la resistencia masculina a modificar
esta han sido registradas por muchos/as autores/as.
Hasta el
siglo XX se introdujo el uso masificado de los molinos de
maíz y posteriormente el consumo de tortillas
industrializadas.
Por otro lado, se ha reportado la
resistencia de los hombres a la instalación de molinos en
comunidades
rurales y la introducción de otros elementos de
tecnología doméstica.
Feminismo, trabajo doméstico y servicio doméstico
Hace tres décadas, se discutió la relación del trabajo
doméstico con el sistema capitalista, y su papel en la
subordinación de las mujeres.
Hasta se llamó
de manera
elegante, con toque de marxismo, “trabajo de la
reproducción”.
Gardiner (1996) y Molyneux (1979), entre
8
En contraste, en las culturas basadas en el trigo, las mujeres necesitaban
de tres a cuatro horas por semana para abastecer a sus familias de pan. El
hecho de que las mujeres mesoamericanas dedicaran tantas horas al
procesamiento del nixtamal y la preparación de alimentos con base en éste,
limitó sus posibilidades de desarrollar otras actividades.
9
Por un lado, su trabajo específico en el procesamiento del maíz ayudó a
sostener una población más densa, y por el otro, la preparación de alimentos
fáciles a transportar (e.g, maíz tostado y quebrado, pinole) fue un apoyo
básico a los guerreros en sus viajes de conquista.
10
otras,
observan que esta discusión llegó a un cul-de-sac,
muy ajena e inaccesible a la mayoría de las mujeres.10
Se preguntaba quién se beneficiaba del hecho que las
mujeres dedicaban una gran parte de sus vidas a la crianza de
los niños y los quehaceres: los capitalistas, los hombres
como género.
eran:
Las propuestas que emanaron de esta discusión
primero, que se pagara un salario a las amas de casa
por el trabajo doméstico basado en la idea que estas
efectivamente producían plusvalía;
segundo, que los
quehaceres domésticos y la crianza de los niños fueran
socializados, y su costo fuera asumido por el Estado
fundamentado en la noción de que el Estado tenía la
obligación de proporcionar las condiciones necesarias para la
reproducción social; tercero, que estas
tareas deberían de
ser redistribuidas entre los integrantes del grupo doméstico,
así socavando uno de los pilares de la subordinación
femenina, la división sexual de trabajo.
En América Latina, ha habido menos pretensiones teóricas,
por lo tanto el debate sobre esta cuestión ha sido menos
estéril.
Hubo mucha investigación empírica sobre el trabajo
doméstico en América Latina entre finales de los años 70 a
principios de los 90.
En México, sobresale Mujeres y vida
cotidiana de Teresita de Barbieri, que destaca el papel del
10
En la actualidad parece que el trabajo doméstico, sobre todo después de
Beijing, ha recobrado importancia como podemos observar por la publicación y
reedición de obras sobre este tema (Gardiner, 1996; Malos, 2001;
Ranganayakamma, 1999; Rodríguez Chaurnet, 1996; TAHIPAMU, 1998).
11
trabajo doméstico en el mundo de las mujeres de sectores medios
y obreros y que sirvió como inspiración a muchos otros
estudios.
Estos han alimentado la teorízación feminista.
Pusieron en telón de juicio la categoría “la mujer”;
hicieron
evidentes los problemas del uso dicotómico de conceptos tales
como producción y reproducción.
Las vidas de muchas mujeres estaban plasmadas en estas
investigaciones.
Sin embargo, es notable observar que las
feministas -- por lo menos las mexicanas -- no hicieron
propia la cuestión
de los años 70.
del trabajo doméstico durante la década
En palabras de una de las fundadoras de
Mujeres en Acción Solidaria y posteriormente el Movimiento
para la Liberación de la Mujer, Marta Acevedo (2001),
“El
trabajo doméstico, un tema que tocaba la vida de la mayoría
de las mujeres de una manera fundamental, parecía un problema
incómodo”.
Las razones de esta situación son varias, algunas de las
cuales son hasta obvias.
los sectores
La mayoría de las feministas era de
medios urbanos (Lau, 1981) y contaban con
servicio doméstico.
En aquel tiempo el servicio doméstico,
sobre todo el de planta fue mucho más accesible que hoy en
día.
Cabe señalar que si bien tener servicio doméstico
disminuía de manera enorme la carga (sobre todo, física) de
los quehaceres y les permitía mucho más libertad, las
patronas, incluyendo las feministas,
tenían la
responsabilidad de administrar o supervisar a sus empleadas.
12
Marta Acevedo (2000) y Hortensia Moreno (2000) han señalado
las dificultades de las feministas de asumir que hacen
trabajo doméstico o de enfrentarse plenamente a los problemas
del poder implícitos en la relación patrona-empleada. Rara la
feminista que confiesa tender las camas o limpiar baños y
todavía más rara, la que admite disfrutarla.11
Así se remarca
la brecha entre éstas y el resto de las mujeres, sobre todo
su distancia de las empleadas del hogar.
Algunas de las
primeras presumen aguantar niveles asombrosos de polvo en
lugar sacar la aspiradora, o que mediante la astucia o minihuelgas arreglárselos para que toda la familia colabore.
Lo
que sí queda claro es que las feministas no son amas de casa.
El ama de casa no trabaja, sólo se dedica al hogar. En este
sentido, algunas feministas parecen a muchas empleadas del
hogar quienes resisten identificarse como tales, dado el
estatus tan desvalorizado de la trabajadora doméstica.
¿Cómo se puede revalorar el trabajo doméstico si tanto
se desprecia?
Comentarios comunes de muchas feministas
tales como: “Es trabajo ingrato”. “Cualquier lo puede hacer”
o “Es una pérdida de tiempo” lo trivializan y quién lo lleva
a cabo.12 Coinciden en gran medida con las respuestas de los
maridos reportadas con un sentido del humor ácido por Pat
Mainardi.
Estos problemas permean la discusión sobre cómo
11
En este sentido disiento de Hortensia Moreno: sí hay mujeres que
disfrutamos por lo menos de algunos de los aspectos del trabajo doméstico,
lo que no se disfruta es la intensidad, la invisibilidad ni la exigencia.
12
También lo resta sus característcas como trabajo.
13
valorar el trabajo doméstico.
Por ejemplo, la economista
norteamericana Barbara Bergman observa que al calcular el
valor del trabajo doméstico, asignándolo el salario erogado a
una trabajadora doméstica, se menosprecian a las amas de
casa.
vicioso.
Y las trabajadoras domésticas, ¿qué?
Hay un círculo
Las empleadas del hogar perciben salarios muy bajos
porque el trabajo doméstico de las amas de casa no es pagado.
Si se pagaran a las amas de casa los salarios de las
empleadas del hogar, su remuneración sería muy baja.
En este
sentido, otras alternativas para calcular el valor del
trabajo doméstico serían más adecuadas:
por ejemplo el
precio de servicios equivalentes tales como de lavanderías,
menos los insumos, erogaciones en impuestos y desgaste de
infraestructura.
Dicho cálculo tendría relevancia tanto para
las amas de casa como para empleadas del hogar.
La relación contradictoria y tensa entre empleada y
patrona es otro factor que ha contribuido a la limitada
importancia del trabajo doméstico en el feminismo
latinoamericano.
El comentario -- “Si no fuera por
“Lupita”, no podría salir a trabajar” -- es común entre
algunas profesionistas ilustradas.13
Si bien es testimonio de
la importancia del trabajo que realiza la empleada del hogar,
también quizás refleja el poco deseo o la incapacidad de
13
Ver por ejemplo Montecino, et.al. y TAHIPAMU.
14
negociar con otros/as familiares la redistribución de estas
tareas.14
Se barrió el problema del trabajo doméstico por debajo
del tapete de otras demandas del movimiento feminista: se dio
prioridad
a la participación en la política formal, derechos
reproductivos, también muy respetables. Sin embargo, esta
cuestión tan clave a la subordinación femenina que saca a la
luz del día las desigualdades en el uso del tiempo, el manejo
de recursos económicos y la autovaloración
no quedó
completamente en el olvido. Muchas mujeres de los sectores
populares, a veces con el apoyo de (o empujadas por)
feministas, se movilizaron en torno a demandas al Estado por
la socialización de estas actividades o el otorgamiento de
servicios para facilitar su realización. También, ensayaron
nuevas formas colectivas de organizar la crianza de los
niños, la cocina y la casa.
El movimiento amplio de mujeres
terminó por llevar el estandarte del trabajo doméstico; igual
que muchas de las “teóricas” del feminismo, exigieron al
Estado que asumiera las actividades del trabajo doméstico.
Muchas feministas latinoamericanas, sobre todo las del
vertiente del movimiento amplio de mujeres, tomaron esta
propuesta en el trabajo de base con las mujeres de las
colonias populares.
Como decían las peruanas del movimiento
14
Dempsey (1998) en un estudio sobre poder, negociación y la distribución del
trabajo doméstico entre conyugues en sectores medios, encontró que sólo la
mitad de la mujeres entrevistadas había tenido algún grado de éxito en
resdistruibuir las tareas, sólo 25% se sentía satisfechas con logros
15
del Vaso de Leche, tenían el sueño de una casa sin cocina
(Anderson, 199 ). En México hubo apoyo de las feministas a
las demandas de las mujeres de colonias populares por los
desayunos escolares, o relacionado a esto, por los servicios
como agua potable, drenaje y luz que facilitarían la
realización del trabajo doméstico15. Sin embargo, estas
experiencias que pueden ser romanticizadas con mucha
facilidad no están libres de problemas:
Barrig (1996) ha
analizado cómo el Estado peruano transferió su
responsabilidad como proveedor de servicios a las
mujeres
pobres en momentos de crisis, los usos políticos de estos
programas por los partidos y las dificultades de las mujeres
de constituirse como sujetos de derecho para defender sus
proyectos. Las amas de casa crearon sus propios gremios tales
como la Unión de Amas de Casa del Paraguay y o el Sindicato
de Amas de Casa de Argentina, con el objeto de mejorar sus
condiciones de vida por medio la obtención de derechos
laborales tales como su incorporación al seguro social o el
pago de la jubilación (Fisher, 2000; Román y Soto, 1996).
Algunos grupos y movimientos sin duda reforzaron la ecuación
biologizada mujer=ama de casa, pero otros sí lo cuestionaron
y lo subvirtieron.
obtenidos. Dempsey atribuye ésto a la persistencia de la estructura social
y cultural que reafirma el poder de los hombres.
15
Estos han sido ampliamente estudiados en México por Gisela Espinoza,
Alejandra Massolo, Liz Maier y Esperanza Tuñon, entre otras.
16
Todavía otros grupos feministas han reafirmado en sus
propuestas teóricas y su práctica, la creencia que los
problemas del
entrelazados
trabajo doméstico y el servicio doméstico son
Tal ha sido el caso del Grupo Redes (Perú),
CASED y Colectivo Atabal(México), Centro de Estudios de la
Mujer (Chile), TAHIPAMU (Bolivia), SOS CORPO (Brasil), la
ACEP (Colombia) y Alianza de Mujeres (Costa Rica). Estos
han
tenido trayectorias diversas cuyo análisis está fuera del
alcance de la presente ponencia.
Sin embargo una cuestión
común a la mayoría es que las diferencias de clase entre
feministas y trabajadoras del hogar han dificultado el
desarrollo de los proyectos.
En síntesis, las feministas de los sectores medios no
se organizaron políticamente en torno al trabajo doméstico
propio.
Más bien, en algunas ocasiones apoyaron a las
mujeres de los sectores populares en
colectivizar estas actividades
sus proyectos de
o en sus demandas al Estado
de absorber los costos de la reproducción de la clase
trabajadora.
De manera similar, algunas apoyaron a las
trabajadoras del hogar (proyectos de servicio, modificaciones
a la legislación laboral).
Para las feministas de los
sectores medios, el lema lo personal es político no se
aplicaba al trabajo doméstico de sus casas, sólo a las
ajenas.
17
De las trabajadoras del hogar al feminismo
Hay registro de la organización de trabajadoras del hogar en
América Latina por lo menos desde la tercera década del siglo
XX.
Entre las primeras experiencias están los sindicatos en
Chile, México y Bolivia.
Parece que la mayoría surgieron en el
contexto de regímenes populistas y/o tenían inspiración
anarquista.16
Las historias de las organizaciones en Bolivia y
México tienen ejes comunes: sus luchas por reivindicar sus
derechos laborales y dignidad humana, a veces aglutinando no
sólo empleadas del hogar sino lavanderas, cocineras y meseras
de fondas, hoteles y lavanderías.
Las organizaciones actuales de trabajadoras domésticas
en gran medida fueron impulsadas por sectores de izquierda de
la Iglesia Católica, sobre todo por la Juventud Obrera
Católica (JOC), tales fueron los casos de Brasil, Colombia,
Chile y Perú.17La JOC ha promovido el reconocimiento de sus
derechos laborales y derechos humanos entre las trabajadoras
del hogar. La influencia de los valores católicos limitan
las discusiones entre trabajadoras del hogar y feministas
sobre sexualidad y derechos
reproductivos a aspectos de
salud reproductiva, en particular la prevención de
enfermedades y el uso de anticonceptivos.
La mayoría de las organizaciones que existen en la
actualidad datan de las décadas de los años 70 y 80.
En
16
Ver trabajos de Chaney, Goldsmith, Moreno y Wadsworth.y Dibbit.
18
algunos países como México
y
Guatemala hay grupos dirigidos
por empleadas del hogar que proporcionan capacitación y apoyo.
En otros países como Bolivia y Brasil, la organización es tan
amplia y consolidada que incluye numerosos sindicatos y
federaciones.
Casi todos están afiliados a la Confederación
Latinoamericana de Trabajadoras del Hogar. Representantes de
esta asistieron a
la IV Conferencia Mundial de la Mujer de
Beijing y con empleadas de Trinidad-Tobago, Sudáfrica,
Filipinas y los Estados Unidos, constituyeron la Red Mundial de
Mujeres Trabajadoras Domésticas.
La reflexión por parte de las empleadas del hogar en
torno a sus labores ha llevado a una consideración más
crítica sobre la definición del trabajo doméstico. Se hacen
borrosos los límites entre algunas actividades personales
(tales como bañarse, vestirse, comer) y el trabajo doméstico
cuando se toma en cuenta que hay empleadas del hogar que les
preparan el baño y la ropa para sus patrones o les presentan
los alimentos de tal manera que requieren de un mínimo
esfuerzo para ser consumidos.
Los sindicatos y asociaciones de trabajadoras domésticas
han formulado e impulsado iniciativas de reformas a la
legislación laboral. Estos varían ligeramente por país, pero
hay varios aspectos comunes.
Reivindican derechos a los
cuales han sido históricamente excluidos tales como la
17
En este sentido, ver Chaney (1998), Goldsmith (1989), Moreno Valenzuela
(1989), Oliveira y Conceicao (1989)el artículo de
19
jornada de ocho horas, salario mínimo y prestaciones gozadas
por otros/as trabajadores/as, tales como seguro social.
También, en algunos países como Paraguay han luchado por el
reconocimiento de los derechos de TODAS las trabajadoras del
hogar, y no sólo las de planta (en Paraguay las trabajadoras
de entrada por salida son consideradas trabajadoras por
cuenta propia, y por lo tanto, no sujetos de derechos
laborales). Hay que reformar las leyes para que estas tomen
en cuenta las condiciones reales en las cuales laboran las
trabajadoras del hogar, tanto de planta como de entrada por
salida.18
Igual que muchas feministas, las
organizaciones de las
trabajadoras del hogar han subrayado la importancia del
lenguaje.
El Sindicato de las Culinarias de La Paz luchó por
ser llamadas trabajadoras del hogar en lugar de domésticas,
porque éste último término evocaba una noción de ser domadas,
como animales. En México en 2000 se hizo una campaña para la
dignificación del trabajo doméstico; esto abarcó la búsqueda
por un nombre propio de las trabajadoras domésticas.
En una
18
Blackett propone que habría que tener regulación específica para este
sector de trabajadoras con los fines de que: Al fijar un salario mínimo para
el servicio doméstico (incluyendo consideraciones sobre pago en especie) se
reconozcan las diferencias entre el trabajo de planta y de entrada por
salida; se vela por la integridad física y emocional de la trabajadora, que
por el contacto íntimo y prolongado con sus empleadores, puede ser objeto de
acoso sexual y abuso físico y verbal; se cuidar de no restringir su libertad
de tránsito por medio de medidas como dejarla encerrada bajo llave, o en el
caso de trabajadoras migrantes, por retención de documentos migratorios.
Blackett afirma que la OIT ha reitirada la necesidad de incluir a las
trabajadoras del servicio doméstico como sujeto a convenciones
internacionales de trabajo, sobre todo acuerdos y convenciones no solo de la
OIT, sino otros de la ONU con respecto a derechos humanos. Hasta la fecha
persiste la discriminación legal a las trabajadoras del hogar en el mundo.
20
consulta ganó el termino empleada del hogar, seguido por
trabajadora del servicio doméstico, trabajadoras del hogar,
empleada del servicio doméstico.
Por otro lado, evidentemente hay diferencias enormes de
clase entre muchas feministas y trabajadoras del hogar.
Desde el punto de vista de las trabajadoras del hogar, las
alianzas entre ellas y las feministas tienen los siguientes
problemas:
primero, las feministas a menudo son patronas,
entonces hay un conflicto de interés que permea cualquier
relación;
segundo, por las diferencias de clase, las mujeres
de clase media no les reconocen como iguales, sino seres
infantiles para ser tratada de manera maternalista, o en el
peor de los casos, aprovechadas
financiamiento.
para conseguir
Basilia Catari, la Secretaría General
anterior de la CONLACTRAHO, dijo “Queremos orientación, no
asesoras permanentes.
O sea, igual que las feministas han
reivindicado su derecho a la autonomía de los partidos, de
los hombres, del Estado, las empleadas del hogar han
reivindicado su derecho a la autonomía de las mujeres de los
sectores medios.
Algunos planteamientos actuales
Hoy en día muchas de las propuestas actuales de políticas en
torno al trabajo doméstico se derivan en parte de los
21
planteamientos del movimiento del salario para el trabajo
19
doméstico.
Muchos
Estados han empezado a incluir el trabajo
doméstico en los censos, las encuestas y las cuentas
nacionales.
Esto visibiliza esta actividad y así se
desmistifica la noción que las mujeres “no trabajan” o
“trabajan poco”.
destacado
También, las feministas de la región han
la magnitud de esta actividad.
Por ejemplo en
Ecuador, Costa Rica y México, el trabajo doméstico es
equivalente a 28%, 14% y 11% del Producto Interno Bruto. Hasta
la constitución ecuatoriana ya contempla el trabajo doméstico
como una labor productiva.
En México se creó una comisión específica del fideicomiso
Consejo de Normalización y Certificación de Competencia
(CONOCER) que tiene el objetivo normar y certificar el servicio
doméstico, y así abrir el panorama del mercado laboral a las
empleadas del hogar. Uno de sus logros ha sido visibilizar la
complejidad del trabajo doméstico, la complejidad de sus
19
En la conferencia mundial de la mujer en Beijing en 1995, las integrantes
de la campaña de salario por el trabajo doméstico promovieron la medición y
valoración del trabajo doméstico por parte de los gobiernos, y con base en
este ejercicio, fundamentar el derecho a las mujeres a los recurso
naturales, servicios básicos, salarios, prestaciones laborales, seguridad
social y guardería.
En respuesta a los comentarios recientes del secretario del trabajo
mexicano, Carlos Abascal con respecto a la misión natural de las mujeres
como amas de casa y madres, la director del Instituto Poblano de la Mujer:
Lucero Saldañana respondió: "Si el secretario del Trabajo valora tanto el
trabajo doméstico y piensa que las mujeres deben entrar su existencia en la
tarea de ser madres y ser el corazón del hogar, debería pugnar porque este
trabajo sea pagado."
22
actividades y fases y los conocimientos necesarios para su
realización.
Tanto grupos feministas como algunas dependencias
gubernamentales han pugnado por los derechos de las amas de
casa a prestaciones laborales y servicio social y para acceder
a mejores condiciones laborales, incluyendo el acceso a
créditos para mejorar el equipo doméstico.
Por otro lado, el
lema “Democracia en la calle y en la casa también” se ha
traducido en propuestas muy concretas para la redistribución
del trabajo doméstico: introducir
en el curriculum de la
escuela básica y media la enseñanza del trabajo doméstico y el
cuidado de las y los niños; promover la repartición del trabajo
doméstico entre todos/as los integrantes del hogar.
Sin embargo, quizás las propuestas tendrían que ser más
ambiciosas.
La economista Jenny Cooper ha planteado que el
trabajo doméstico es sólo parte del panorama; esto incluye
también el trabajo en el mercado.
Por lo tanto, la equidad de
género sólo se puede alcanzar con estrategias globales que
promuevan que tanto hombres como mujeres tengan las
posibilidades de participar en condiciones de igualdad en el
trabajo doméstico y el mercado laboral.
23
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