Carta abierta sobre el futuro de la Humanidad

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Carta abierta sobre el futuro de la Humanidad
Guillermo Francisco Robles**
Abstract
Hace casi setenta años la Declaración Universal de los Derechos Humanos cambió
para siempre la historia de la Humanidad. Setenta años después la Humanidad enfrenta dos
desafíos fundamentales: la cuestión ambiental y las sociedades de mercado. Perspectivas
para la superación y necesidad de cambio de paragidma.
Palabras clave
Derechos Humanos – empresas multinacionales – política – globalización.
Introducción
Hace casi setenta años cambiamos para siempre la historia de la Humanidad.
Todavía resonaban los ecos del horror de Auschwitz, en el trasfondo de un mundo, que
nunca, nunca, volvería a ser el mismo. Así fue que firmamos la Declaración Universal de
los Derechos Humanos.
Caímos en la cuenta que nadie es una isla, completa en sí mismo, que la Humanidad
toda está ligada como una sola y que las campanas doblaban por cada uno de nosotros1. Así
fue que contra los vientos de la historia declaramos la vigencia irrestricta, irrenunciable y sobre todo- Universal, de un conjunto de Derechos que protegiera para siempre la frágil y
vulnerable condición humana.
En setenta años el mundo nos cambió y nosotros cambiamos el mundo. Se hizo
necesario generar trabajo y riqueza para reconstruir los desastres materiales de la Segunda
*
Guillermo Francisco Robles: Estudiante de cuarto año de la carrera de Abogacía en la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba. Becario en la Facultad de Ciencias Políticas de la
Universidad Complutense de Madrid, (ES). Fraternal apoyo y agradecimiento a los responsables de Nuestra
Joven Revista Jurídica.
1
DONNE, John Devotions upon emergent occasions, Ann Arbor Paperback, 1959. Págs. 31-32.
Guerra Mundial. Se consolidaron en el mundo las grandes empresas, que no solamente
elevaron el confort de la vida de las personas, sino que también le dieron trabajo, y con ello
dignidad a los seres humanos. Nuestra población creció y creció, y también nuestra
esperanza de vida. La caída del Muro de Berlín impuso un nuevo orden mundial y liberó a
las fuerzas económicas de las ataduras dictatoriales. Las comunicaciones y la tecnología se
desarrollaron a un ritmo exponencial. Mientras todo eso ocurría, estábamos construyendo
Derechos Humanos.
En setenta años el mundo cambió y nosotros cambiamos el mundo. El trabajo y la
riqueza generados para construir la realidad en que vivimos ha resultado en un consumo de
los recursos naturales de manera tal que para el año 2050 necesitaremos al menos tres
planetas para seguir viviendo2. Se consolidaron en el mundo las grandes empresas, que
rápidamente se dedicaron a explotar los recursos de los países más pobres y a utilizar su
mano de obra barata. Nuestra población creció, y nuestras vidas son más largas, pero
nuestro planeta siguió del mismo tamaño. La caída del Muro de Berlín terminó de
consolidar la cultura del consumismo y el despilfarro. Mientras el mundo se interconecta y
se comunica, en Malawi, el noventa y tres por ciento de las personas no tienen acceso a la
energía eléctrica3. Mientras todo eso ocurre, estábamos destruyendo Derechos Humanos.
Estas dos lecturas vienen de dos mundos, que (curiosamente) cohabitan el mismo
planeta. Puede que sea tiempo de hacernos algunas preguntas. ¿Dónde nos lleva el camino
que estamos transitando? ¿Hemos pensado dónde queremos vivir en setenta años?
Hace setenta años fueron necesarios más de cincuenta y cinco millones4 de seres
humanos muertos para darnos cuenta que estábamos transitando la senda equivocada.
Dentro de setenta años ¿será necesaria la muerte de cien millones para que entendamos que
estamos yendo hacia nuestra destrucción?
Somos actores de una economía de mercado, que consecuentemente ha generado
sociedades de mercado. El papel cada vez más relevante de la empresa transnacional ha
cambiado todo el curso de nuestra vida. Al tiempo que se globalizó la empresa, se globalizó
el ser humano.
2
Fuente: http://www.footprintnetwork.org/ Búsqueda: 10/05/2014
Fuente: http://datos.bancomundial.org/indicador/EG.ELC.ACCS.ZS/countries
4
Fuente: PUTZGER, F. Historischer Weltatlas. Velhagen&Klasing, 1969. Pág. 45.
3
Nos lleva esto a reflexionar en voz alta sobre problemas que preocupan –o debieran
preocupar-, y que tienen que ver con la tensión entre el papel de las empresas
multinacionales –paladines de la economía de mercado- y los Derechos Humanos: la
cuestión ambiental y las sociedades de consumo.
La Humanidad enfrenta hoy desafíos cuya magnitud excede a cualquier Estado o
continente, por más poderoso que sea. La indigencia y el hambre en el mundo no son un
problema de gobiernos o países, son un problema de la Humanidad, y precisamente como
Humanidad tendremos –tarde o temprano- que adoptar una posición y una línea de acción.
Si realmente sostenemos que nuestra condición humana se sustenta en que todos los seres
humanos nacen iguales en dignidad y derechos, y debemos comportarnos fraternalmente
los unos con los otros, e incluso, si hemos declarado que todo individuo tiene derecho a la
vida y a la libertad5, es hora de trabajar juntos. Si pretendemos evitar que este gigante con
pies de barro que somos, caiga estrepitosamente bajo su propio peso, es tiempo que
pongamos algunas cuestiones sobre la mesa.
Nuestro futuro depende de que entendamos que la existencia del otro es un milagro:
porque existe un tú, existe un yo6.
La cuestión ambiental
El fundamental y más alto de los Derechos Humanos es el derecho a la vida, como
lo reconocen los artículos 3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y 6.1 del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Pero el derecho a un medio ambiente
sano no es un corolario de este derecho a la vida, sino que es su prius lógico. Sin un medio
ambiente apto no existe hombre, sociedad, ni Derecho7.
Es impostergable preguntarnos sobre la relación entre las actividades de empresas
multinacionales y el impacto que sufre nuestro planeta. La organización independiente
Global Footprint Network ha calculado que para 2050 necesitaremos al menos tres planetas
para seguir viviendo a este ritmo8 y Naciones Unidas nos ha alertado en el Informe GEO 59
5
Arts. 1 y 3 Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada y proclamada por la Asamblea General
de Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948.
6
PETRELLA, R. El bien común. TEMAS DE DEBATE, 1997. Pág. 34.
7
ROTA, D. Los derechos al medio ambiente adecuado y a su protección. Revista electrónica de Derecho
ambiental, N° 3, 1999, http://www.cica.es/aliens/gimadus. Búsqueda 10/05/2014. Pág. 6
8
Fuente: http://www.footprintnetwork.org/ Búsqueda 10/05/2014.
respecto del carácter irreversible de los cambios ambientales globales, si no logramos
modificar nuestro impacto ambiental. Por introducir sólo algunos casos concretos, entre
1972 y 1983 Chevron vertió 18 mil millones de galones de agua tóxica en los bosques
tropicales de Ecuador, destruyendo a largo plazo los ecosistemas que servían de
subsistencia a las poblaciones locales, y provocando masivos éxodos poblacionales.
Todavía es incalculable la incidencia que tendrá ese actuar en el aprovisionamiento de agua
potable del Ecuador10. Según el informe Global 500 Climate Change Report 201311, que
elabora la organización independiente Carbon Disclosure Project, las cincuenta empresas
más contaminantes, contribuyen ellas solas al 73% de las emisiones de CO2 de las
quinientas empresas más grandes del mundo.
El costo que paga nuestro planeta por nuestro consumismo exorbitante pronto será
imposible de seguir pagando. La pregunta es, una vez más ¿cuánto tiempo creemos que
puede seguir aguantando?
El problema ambiental, para el hombre, se centra hoy en dos grandes cuestiones: la
escasez de recursos y el cambio climático.
Los recursos necesarios para que la Humanidad toda goce de condiciones mínimas
de dignidad y desarrollo existen en el planeta, están atrapados en la inmensa vorágine de la
economía de consumo. En el mundo de los ideales hemos declarado aquello que toda
persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure la salud y el bienestar, la
alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales12, pero en
el mundo de las realidades hemos desatado un monstruoso mercado que todo lo devora y al
que nunca le es suficiente. Las sociedades de mercado, hijas del consumo y el
despreocupado despilfarro nos han llevado a comportarnos como si los recursos de nuestro
planeta fueran a durar por siempre. Me permito preguntar en voz alta: si ya estamos
asistiendo a grandes guerras por el petróleo ¿Seguiremos creyendo descabellado pensar que
la Tercera Guerra Mundial será por el agua?
9
Quinto Informe de Perspectivas del Medio Ambiente Mundial (GEO 5), Naciones Unidas, 2012. Búsqueda
10/05/2014.
10
Recuperada en http://economia.elpais.com/economia/2011/02/14/actualidad/1297672388_850215.html.
Búsqueda 10/05/2014.
11
Fuente: https://www.cdp.net/cdpresults/cdp-global-500-climate-change-report-2013.pdf. Búsqueda
10/05/2014. Págs. 48-51.
12
Art. 25.1 Declaración Universal de Derechos Humanos.
Las consecuencias del cambio climático no son ya agoreras predicciones de
trasnochados, sino que ya existen víctimas con nombre y apellido. El derretimiento del
Ártico avanza a un ritmo frenético de manera tal que quizás ya no pueda recuperarse nunca
a los niveles pre-industriales 13 . Los océanos han aumentado su nivel y los fenómenos
meteorológicos extremos cada vez son más frecuentes, lo cual según un reciente estudio de
la Universidad de Harvard14, no es casualidad, sino causalidad del cambio climático. Las
mil novecientas sesenta y ocho víctimas mortales del Huracán Katrina dan acabada cuenta
de esto ¿Cuánto tiempo más podremos seguir negando la realidad?
Las sociedades de mercado
Hemos generado un sistema cuyo presupuesto de funcionamiento es la desigualdad
y la competencia despiadada del hombre sobre el hombre. En el marco del creciente
proceso de globalización, hemos optado por pasar del ideal de “felicidad”, al de
“competitividad”. En otras palabras, esta cultura del desarrollismo impone ser el más
fuerte, el mejor preparado y el más eficiente, si queremos sobrevivir al dios mercado, que
no perdona en absoluto15, y que va dejando a un lado a aquel que no logra adaptarse, o ser
suficientemente eficiente.
La actividad económica creciente y el desarrollismo generan confort y aumentan la
expectativa de nuestra vida. Las fuerzas de la economía, la competencia despiadada y el
culto por el consumismo han tornado incontrolables las fuerzas que nosotros mismos
hemos desatado. El deterioro ambiental y humano no es una causa de violaciones de
Derechos Humanos por parte de las empresas, sino que es una consecuencia de nuestro
propio obrar y el círculo vicioso que hemos generado: hay que consumir mucho, porque así
producimos mucho, generamos empleo, la economía crece, y ganamos dinero. Y si no se
cumple ese ciclo se paraliza el motor de la economía, cae el empleo, se genera caos social,
desigualdad, pobreza y violencia. Por eso, no es casual la cultura de use y tire, ni el
obsoletismo programado que impera en nuestras sociedades globalizadas.
13
Recuperado de http://www.abc.es/ciencia/20140218/abci-deshielo-artico-minuto-201402180936.html.
Búsqueda 10/05/2014.
14
McElroy, M., et. al, Climate extremes: Recent trends with implications for National Security. Recuperado
en http://environment.harvard.edu/sites/default/files/climate_extremes_report_2012-12-04.pdf, 2012.
Búsqueda 10/05/2014.
15
PETRELLA, R. Ob. Cit., Pág. 75.
En este marco, hasta los seres humanos nos hemos instrumentalizado como
herramientas de letal competencia: hemos pasado a ser recursos humanos. Hemos
convertido al mundo en una serie de mercados por conquistar16, en un elenco de sociedades
en donde colocar nuestros productos: aumentar el consumo, ganar más dinero, producir más
y más.
En los foros internacionales sobre Derechos Humanos discutimos hoy la posibilidad
de sacar a inmensas masas de la pobreza. Soñamos con volver realidad aquel artículo 28 de
la Declaración Universal de Derechos Humanos en cuanto toda persona tiene derecho a
que se establezca un orden social internacional en el que los derechos y libertades
proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos. Pero, pareciera ser que no
nos damos cuenta que la miseria y la indigencia son una consecuencia del modelo de
sociedad que hemos adoptado. Es así que más allá de la buena fe que pueda guiar nuestras
acciones, si no propendemos a solucionar el problema de fondo, seguiremos colocando
parches. No haremos más que atacar los síntomas, no la enfermedad. Las agudas crisis
alimentarias de África no se solucionan enviándoles a nuestros congéneres africanos
alimentos manufacturados en China, como si de limosna se tratase. La Humanidad puede
mucho más que eso. La Humanidad debe hacer mucho más que eso.
¿Cuál sería el resultado de lograr nuestros nobles ideales? ¿Queremos propender al
desarrollo humano o simplemente queremos generar consumidores solventes y nuevos
mercados a conquistar? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad? ¿Podemos hablar de
solidaridad en una economía que se basa en la competencia, o llegará el día en que
tendremos que darnos otro tipo de discusión?
Perspectivas
Es hora que decidamos en qué queremos que se nos pase la vida. Si queremos que
la vida se nos vaya atrapados en la trampa del trabaje y consuma, en el agobio de pagar
cuotas y cuotas, de cosas que no necesitamos, hasta que nos demos cuenta que somos
viejos, y se nos ha ido la vida en el enfermizo afán de consumir un poco más; o queremos
dejar algo que valga la pena a las generaciones que nos siguen. Es momento que
comprendamos que los dos grandes problemas que hemos planteado al principio, no son
16
PETRELLA, R. Ob. Cit., Pág. 83.
una causa de violación de los Derechos Humanos por parte de las empresas
multinacionales, sino que son una consecuencia del modelo de civilización y cultura que
hemos montado.
No leamos estas simples palabras como una apología a la pobreza, al estancamiento,
a los palos y a las cavernas, todo lo contrario: debemos propender al desarrollo tecnológico,
y al desarrollo humano, para vivir más y mejor. Ciertamente debemos impulsar la
innovación tecnológica, médica, científica. Pero debe quedar claro que el desarrollo
humano no es acumular cada vez más bienes de consumo.
Debemos entender que cuando producimos desbocadamente, y cuando consumimos
desbocadamente, productos con una obsolencia programada, cuando la ciencia cuenta hoy
con técnicas y medios capaces de optimizar recursos naturales y esfuerzo humano, no
hacemos más que alimentar con leña humana el colosal horno del consumismo. Esa leña
con que alimentamos el horno de la vorágine, no es ni más ni menos que lo único que
tenemos como pobres seres humanos que somos: tiempo de vida. Y en esta carrera
olvidamos lo verdaderamente importante: la felicidad humana. Porque no venimos al
mundo a desarrollarnos o a tener mucho dinero o a poseer muchas cosas. Venimos a este
mundo a ser felices. Y si alegremente alimentamos el monstruoso mercado con nuestro
corto tiempo de vida, la vida se nos pasa y olvidamos lo más importante: las relaciones
interpersonales, la familia, el tener amigos, el amor como lo más sublime y milagroso de la
existencia humana.
El desafío que se presenta hoy a la Humanidad es de una magnitud sin precedentes.
La crisis que enfrentamos no es económica, es política. Pero no se malentiendan estas
palabras: no existe gobierno, país o continente con la fuerza suficiente para propender por
sí solo al cambio de paradigma. El ser humano, actuando en conjunto, es el único que
puede imprimir un cambio en el orden mundial. Será que nos ha llegado la hora de pensar
como especie. Será que está pronto el tiempo de superar las barreras económicas, religiosas,
culturales.
La clave ya está escrita, lo hemos hecho hace setenta años. Si lleváramos a la
realidad del mundo lo que escribimos en la Declaración Universal de Derechos Humanos
¿Cuán distinta sería la existencia humana? Ése es nuestro objetivo, y hacia ese ideal
debemos empeñar nuestros esfuerzos.
Si buscamos soluciones, si realmente queremos darnos otro debate y asumir juntos
el desafío que tiene hoy la Humanidad, la respuesta está dentro de cada uno de nosotros.
Antes de atacar la pobreza material, tenemos que acabar con otra pobreza mucho más
grave: la pobreza de espíritu. El hombre quiere el bien de su prójimo, y tiene los medios
para propender a su desarrollo y para mejorar las condiciones de vida del conjunto. Uno de
esos medios curiosamente ha surgido de la sociedad consumista: la globalización
La globalización ha acortado las distancias y nos ha hecho dar cuenta que son
muchas cosas más las que unen al género humano, que las que lo separan. La globalización
nos ha abierto la puerta a la mundialidad. Hemos caído en la cuenta que somos una aldea
global, una comunidad mundial, un milagro de la existencia viajando por el espacio en un
mismo, único y pequeño planeta.
Quizás después de todo, algo debiéramos aprender de las empresas multinacionales.
Éstas han aprendido a ser transnacionales, a superar sus fronteras. Tal vez sea tiempo que
el hombre también aprenda a ser transnacional. Ha llegado el momento que el hombre
entienda que es accionista de la empresa multinacional más importante y poderosa del
mundo: la Humanidad.
El Estatuto de esta empresa multinacional humana que proponemos, no es otro que
la Declaración Universal de Derechos Humanos. El cumplimiento del fin social de ésta
empresa exige que incluyamos muchas medidas concretas en nuestro orden del día, solo así
lograremos un producto de calidad que conquiste el mercado mundial.
Es, queridos amigos, hora que comprendamos que nuestro bien social más
importante y revolucionario es el amor, esa magia que constituye la única fuerza capaz de
vencer al odio, la desconfianza y la guerra. Es tiempo de aprender que seremos fuertes en
la medida que estemos unidos, débiles en la medida que estemos divididos. El don para
esparcir la discordia y la enemistad es muy grande. Podemos combatirlo demostrando un
lazo de amistad y confianza igualmente fuertes. Las diferencias de costumbre y de idiomas
no son nada si nuestros objetivos son idénticos y nuestro corazón está abierto17.
Es hora que de una vez y para siempre, caigamos en la cuenta que el único que puede
salvar al hombre, es el hombre.
17
ROWLING, J. Harry Potter y el Cáliz de Fuego, Ed. Salamandra, 2002.Pág. 626.
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