Humores, emociones y sentimientos, ¡por Dios! La importancia de

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Humores, emociones y sentimientos, ¡por Dios!
La importancia de qué, por qué y a quién escuchamos
Tomoko Matsuoka
¿Alguna vez se han preguntado por qué se sienten de cierta manera? ¿Creen que las emociones y los cambios
de humor suceden solo porque sí? ¿O es posible que los provoquemos? ¿Alguna vez han deseado tener mayor
control de su humor y sus emociones?
Hace poco leí un estudio desarrollo en 1996, llamado Automatismo del comportamiento social. Su lectura me
ayudó a comprender la forma en que nuestros pensamientos condicionan nuestro comportamiento. El
siguiente es un extracto del artículo:
John Bargh, Mark Chen y Lara Burrows [de la Universidad de Nueva York] indicaron [a estudiantes de
psicología] que cambiaran el orden de ciertas palabras para crear frases. Las palabras de algunos
participantes incluían agresivo, descortés, molesto e importuno. Las de otros incluían honorable,
considerado, amable y sensible. El objetivo de ambas tareas era motivar a los participantes a pensar en
amabilidad o tosquedad, como resultado de la construcción de frases con esas palabras (es una técnica
empleada a menudo en sicología social, y funciona sorprendentemente bien).
Cuando los participantes concluyeron la creación de frases, fueron dirigidos a otro laboratorio para
llevar a cabo una segunda tarea, o eso creían. Al llegar al segundo laboratorio, encontraron a un
profesor que intentaba explicar la tarea a un participante atónito, que no entendía en absoluto las
instrucciones (solo que ese participante no era un estudiante, sino un cómplice que trabajaba para el
profesor). ¿Cuánto tiempo creen que esperaron los participantes antes de interrumpir la conversación
y preguntar qué debían hacer?
El tiempo de espera dependió de las palabras que habían ordenado en la tarea anterior. Quienes
trabajaron en la serie de palabras amables esperaron pacientemente cerca de 9,3 minutos antes de
interrumpir, mientras que quienes ordenaron las palabras descorteses se limitaron a esperar cerca de
5,5 minutos antes de hacerlo1.
[Fin del extracto.]
¿Vieron cómo solo pensar en palabras relacionadas con actos de descortesía influenció el comportamiento de
los participantes? En la misma nota, los investigadores querían ver qué efecto tendrían en los participantes
palabras que rememoran tanto los aspectos positivos como los negativos de la vejez. El siguiente informe de
los resultados describe lo sucedido:
Se crearon dos versiones de la tarea de frases revueltas: una relacionada con personas de la tercera
edad y con palabras que suelen emplearse en dicho estereotipo, y otra versión neutral. En la versión
original, el estímulo crítico fue: preocupación, vejez, soledad, gris, cuidado, sentimentalismo, sabiduría,
tozudez, cortesía, bingo, jubilación, olvido, retiro, arrugas, rigidez, tradicionalismo, conservador, tejer,
dependiente, antiguo, indefenso, crédulo, cauteloso y solo. Esas palabras fueron tomadas de una
investigación anterior que examinó los componentes del estereotipo de adultos de la tercera edad. En
la versión neutral, esas palabras fueron reemplazadas por otras sin relación al estereotipo de personas
mayores (como sed, limpieza o privacidad).
Se informó a los participantes que el propósito del estudio era investigar su nivel de expresión
idiomática, y que para ello debían ordenar la frase. Cada participante debía escribir una frase
gramáticamente correcta, empleando cuatro de cinco palabras incluidas.
Cuando los participantes completaban la tarea y lo notificaban al profesor, éste respondía que el
ascensor quedaba al final del pasillo y les agradecía por participar.
Un ayudante del profesor, aparentemente esperando en una oficina de al lado para hablar con el
profesor, empleaba un cronómetro escondido para registrar el tiempo que le tomaba al participante
recorrer el pasillo desde la puerta del cuarto donde se realizaba el experimento hasta una sección de la
alfombra a casi 10 metros de distancia.
Los participantes que realizaron la condición original, sobre personas mayores, […] caminaban más
lento en comparación a quienes realizaron la condición neutral del experimento. [La condición neutral
era en la que los participantes no recibían palabras asociadas con la tercera edad]2.
¿Qué creen que sugiere este experimento? ¿Y qué sentido tiene en relación con nuestra vida diaria?
Al observar estos experimentos y considerar algunos de mis catalizadores de emociones, empiezo a
comprender cuánto afectan las palabras e imágenes mis sentimientos y, como resultado, mi comportamiento.
Cómo demostró ese estudio, cuando se lee material que resalta personas descorteses y agresivas o palabras
que motivan a pensar que se está envejeciendo —e incluso palabras que tienen ese tono—, y si no se está
consciente del efecto que tienen, esas palabras pueden condicionar la mente para reflejar el humor o los
pensamientos subconscientes de lo que se lee.
Sin embargo, también se puede llegar a conclusiones positivas. De vuelta al estudio: un grupo de participantes
fue notificado de la razón del experimento, por lo que sabían que debían estar pendientes de los efectos de
ciertas palabras en su mente. Esos participantes no demostraron ninguna de las tendencias que demostraron
quienes desconocían el impacto de las palabras que leían.
El apóstol Pablo conocía muy bien lo que la investigación moderna empieza a descubrir sobre el efecto de
nuestros pensamientos. «Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo
amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad»3.
Parecía entender que pensar en cosas buenas afecta de forma directa nuestro comportamiento. A decir
verdad, el lugar más seguro de nuestra mente es el pensamiento piadoso. Consideren este versículo de Isaías:
«Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera, porque en Ti ha confiado»4.
Las palabras y la forma en que afectan nuestro humor nos rodean constantemente. Ello sucede aunque no
estemos al tanto de la conexión entre nuestro comportamiento y lo que vemos y leemos. En el transcurso de
un día, se pueden realizar numerosas actividades: escuchar un podcast, hacer tareas escolares, ver un video
en YouTube, leer una actualización de estado en Facebook, recibir mensajes de amigos, conversar con
nuestros padres, hijos o amigos, leer una novela, ver una serie de televisión, leer noticias de nuestro músico
favorito, y muchísimo más.
Ello no quiere decir que debemos volvernos paranoicos sobre lo que leemos y las influencias externas. En mi
caso particular, ello a la larga se vuelve contraproducente. Los seres humanos somos seres sociales:
necesitamos de otras personas y nos sentimos más felices cuando entablamos conexión con ellas. Incluso las
personas más introvertidas se sienten más felices rodeados de familiares y amigos. No es realista apartarse
por entero de otros o fingir que se es impermeable a la influencia de las palabras. Todos somos influenciables;
a Dios gracias, por lo general de forma alegre y positiva. Hasta este podcast les influencia, espero que de
forma informativa y saludable.
Ahora bien, ¿qué se debe hacer con la información de estudios como el anterior? Digamos que tienen
sentimientos negativos. Lean una lectura devocional que les guste o algo de la Palabra de Dios que les haya
levantado el ánimo antes. ¿Se sienten aletargados? Lean algo vivaz, gracioso o motivacional. ¿Están
desanimados? Pidan a un amigo que les levante el ánimo.
También conviene descubrir lo que les indujo a ese estado de ánimo. ¿Qué estaban viendo? ¿Qué estaban
escuchando? ¿Cuál fue el tono de su última conversación? Permítanme darles un consejo: para evitar
deprimirse, dejen de leer noticias sobre polución ambiental, corrupción política o todo lo que les ponga de
mal humor. Al menos hasta que sepan que pueden canalizar esos pensamientos de forma saludable. En vez de
ello, lean material que les alegre el día y les ayude a sentirse bien con ustedes mismos y con los demás.
Tengan cuidado. Dense cuenta del momento en que se dirigen a un estado de desánimo y procuren evitar caer
de cabeza en el abismo de la melancolía o convertirse en el centro de una reunión de autocompasión. O en
caso de no darse cuenta de ello antes, procuren repasar el evento y eviten en el futuro lo que les produce
pensamientos negativos.
En este mismo momento, enumeren todas las cosas que aman o que siempre les hacen sonreír. Observen
cómo su humor y sus sentimientos cambian al hacerlo. Por último, compartan con nosotros en los
comentarios las cosas que les hacen sonreír ahora mismo. ¡Repartan alegría!
© La Familia Internacional, 2012
Categorías: influencia, humores y sentimientos, perspectiva
Notas a pie de página
Predictably Irrational, Dan Ariely. (HarperCollins, 2008).
Automaticity of Social Behavior: Direct Effects of Trait Construct and Stereotype Activation on Action, John A. Bargh,
Mark Chen y Lara Burrows, extractos.
3 Filipenses 4:8.
4 Isaías 26:3.
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