Después de diecisiete horas por los aeropuertos, un transbordo y

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Después de diecisiete horas por los aeropuertos, un transbordo y doce
eternas horas de autobús, "molidos" físicamente, llegamos finalmente a Pushkar.
¡ Por Dios ! ¡ Qué paliza !.
Paramos en un hotel precioso en las afueras de la ciudad. Una ducha, una
cervecita y a la calle. No había tiempo que perder, tantas cosas por ver, tantas
ganas de contactar con la gente... físicamente molidos, pero sicológicamente
enteros. Un paseo de quince minutos hasta la ciudad, bajo un sol de justicia … y
Por fin Pushkar. Aquí estamos, en un cruce de dos calles, descolocados
completamente. Menos mal que nuestro amigo Aritz tenía todo controlado.
Nos fuimos adentrando en el cogollo de la ciudad... gente, más gente,
motos, bicis, vacas ... todos compartiendo unas calles no muy anchas. Una locura
de ajetreo ... y ¡ de pronto ! ... ¿ Qué pasa ?, un bullicio ensordecedor y una
invasión de personas cantando y bailando tras una furgoneta con unos altavoces
enormes, que, a tope de volumen, lanzaban al aire una música parecida a una
letanía estridente. Detrás de ellos una banda de música, trombón, trompetas y
platillos acabando de destrozar nuestras embotadas cabezas.
Una celebración religiosa en honor a una de sus diosas, que no llegamos a
enterarnos quien era. ¡ Qué felicidad de gente ! Todo el mundo bailando y
sonriendo.
Tras el "sunami" de color y sonido que acababa de pasar, la ciudad recuperó poco
a poco la calma. Tras un primer paseo nos situamos enseguida ubicando los
puntos estratégicos. Al atardecer nos reunimos en el Lago Sagrado, para ver la
puesta del sol. Un momento mágico... sonidos de instrumentos autóctonos
sonando en cada uno de los rincones donde las distintas religiones se sitúan.
Completamente absorto con el ambiente creado, la sensación de paz invadía cada
uno de los poros de mi piel.
Con una sensación indescriptible fuimos retrocediendo los pasos andados, era hora
de cenar algo y volver al hotel a descansar. Lo necesitábamos.
La cena fue otro "momentazo". < No spices, please >, es imprescindible pedir la
comida sin picante, aun así siempre tiene su "puntito".
Al principio un poco de recelo ..., pero una vez sentados y dispuestos a intentar
apreciar su gastronomía, los sentidos y sobre todo el paladar empezó a apreciar
los sabores y ... " hostias !!!! " estaba bueno, bastante bueno...
Cambiando impresiones volvimos al hotel, mañana sería otro día...
Tras el merecido descanso, amaneció un nuevo día. Baño en la piscina del hotel,
una ducha y un potente desayuno, con comida occidental e hindú. De lujo.
Máquinas de fotos al cuello, salimos a disfrutar del segundo día en Pushkar.
Ya parecíamos nativos, conocíamos la ciudad casi como la palma de la mano.
La verdad es que Pushkar no tiene pérdida...
Paseo por la calle del mercado, visita a un templo, callejeando por la periferia...
al final convergiendo de nuevo en el centro, en la calle principal, el eje económico
de la ciudad. Ya no parecía todo tan extraño. Pushkar es una ciudad pequeña y
la orientación es bastante sencilla. Volvimos a callejear, situando tiendas y
locales, gente y situaciones para fotografiar, esperando el momento oportuno.
Resumiendo, la estancia el Pushkar fue relajante, la ciudad invita a afinar los
sentidos y su ritmo y su gente, crean una atmósfera de armonía y paz interior
que, a mi particularmente me fascinó. No sé si será porque fue el primer
contacto con esta cultura, pero le guardo un cariño especial.
La temperatura es esta época del año, mediados de septiembre, ideal. Sólo una
tormenta típica de verano nos sorprendió una tarde-noche mientras cenábamos
en un restaurante nepalí.
Los días pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Por una parte me atraía la
excitante sensación de continuar viaje, ver nuevas ciudades, más gente, más
historias, pero, por otro lado me daba pena marcharme de aquí.
La última noche, fui a despedirme del Lago Sagrado. Quería llevarme conmigo la
imagen de esa puesta de sol.
Lo conseguí, porque si cierro los ojos, puedo transportarme a esas escaleras,
recordar el olor, el color e incluso escuchar la música que sonaba en los distintos
ghats del lago...
Pushkar: paz interior en la ciudad del Lago Sagrado.
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