Abril - junio 2015Agar e Ismael, de Antonio M.ª Esquivel, 1856

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Pieza del trimestre
ABRIL - JUNIO 2015
Antonio María Esquivel
Agar e Ismael en el desierto, 1856
Sala XII: Anteoratorio
Raquel Sigüenza Martín
Doctora en Historia del Arte y especialista en iconografía cristiana
1
Edita
© Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Secretaría General Técnica. Subdirección General de
Documentación y Publicaciones.
NIPO: 030-15-008-9
2
ÍNDICE
….
1. Introducción y ficha técnica
2. El Romanticismo en las artes plásticas
3. El Romanticismo en Sevilla
4. Antonio María Esquivel: un pintor romántico
5. La obra: Agar e Ismael en el desierto
6. Análisis iconográfico
7. Bibliografía
2
1. INTRODUCCIÓN Y FICHA TÉCNICA
....
Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina
(Sevilla, 1806 – Madrid, 1857)
Agar e Ismael en el desierto
Óleo / lienzo, 1856
210 * 146 cm
Inv. 7118
Firmado: “A. Esquivel / 1856”, ángulo inferior derecho
Sala XII (Anteoratorio)
Museo del Romanticismo
3
E
l 7 de abril de 2000, la desaparecida sala de subastas sevillana Arte, Información y
Gestión ponía a la venta, entre otros lotes de variado carácter, un lienzo de Antonio
María Esquivel con unas medidas de 210 * 146 cm, firmado y fechado por el autor en 1856.
La obra, Agar e Ismael en el desierto, fue adquirida por el Estado, junto a dos lienzos de Luis
Ferrant y Llausas (Niña y Autorretrato), con destino al Museo Romántico. Justo un año antes, en
abril de 1999, la misma pintura había salido a pujas, sin éxito, en la sala Durán 1.
Tras su llegada al Museo, el lienzo se expone en la Sala XII , el Anteoratorio, una
pequeña estancia que funciona también como saloncito y en la que se concentra, junto con
aquella otra sala a la que da acceso, el Oratorio, presidido por el magnífico San Gregorio Magno
de Goya, la práctica totalidad de la pintura de asunto religioso de la institución, con otras
obras como el Santo Tomás de Villanueva de Antonio Cabral Bejarano (1788-1861), copia del
original pintado por Murillo que también se adquirió en la misma sala de subastas pero en
noviembre de 2007, o La samaritana de José María Romero y López (¿1815?-¿1880?) 2.
1
“Orden de 26 de abril de 2000 por la que se ejercita el derecho de tanteo, con destino al Museo Romántico, de tres
óleos/lienzo: De Antonio María Esquivel, “Agar e Ismael en el desierto de Betsabé” (…)”, BOE núm 135, de 6 de
junio de 2000, p. 20004 [en línea] http://www.boe.es/boe/dias/2000/06/06/pdfs/A20004-20004.pdf [8-10
2014]. “Agar e Ismael en el desierto de Betsabé”, Durán lote n.º 226, 27 de abril de 1999, en Artprice [en línea]
http://es.artprice.com/ [8-10-2014].
2
VV. AA., Museo del Romanticismo. Guía, Madrid, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2013, pp. 109-110.
“Orden CUL/4093/2007, de 23 de noviembre, por la que se ejercita el derecho de tanteo sobre los lotes números
218, 239 y 241, subastados por la Sala Arte, Información y Gestión, en Sevilla”, BOE núm. 20, de 23 de enero de
2008, p. 4561 [en línea] http://www.boe.es/boe/dias/2008/01/23/pdfs/A04561-04561.pdf [3-3-2015].
4
2. EL ROMANTICISMO EN LAS ARTES PLÁSTICAS
ESPAÑOLAS
....
C
omo corriente artística, el Romanticismo se encuadra históricamente después del
Neoclasicismo y, a grandes rasgos, puede definirse por el predominio del sentimiento
frente a la razón, que había dominado la creación artística de la época inmediatamente
anterior. No obstante, desde finales del siglo
XVIII,
muchos pintores, y muy especialmente
aquellos dedicados al género paisajístico, habían empezado a hacer patente esta exaltación del
sentimiento del artista, que se verá reflejado en naturalezas sublimes o dramáticas, como las de
Caspar David Friedrich (1774-1840) en Alemania, paisajes espontáneos y turbulentos de
carácter abocetado, como los de William Turner (1775-1851) en Inglaterra o, en Francia, a
través de apasionadas escenas heroicas, como las plasmadas por Théodore Géricault (17911824) o bien mediante una mezcla de realidad e imaginación romántica, de la que hizo gala
Eugène Delacroix (1798-1863) 3.
La búsqueda de lo exótico fue una de las constantes de esta corriente, lo que hizo de
España un motivo iconográfico recurrente para literatos y artistas de otras nacionalidades. En
especial, las gitanas y los bandoleros del sur, las sierras y la atractiva confluencia de Oriente y
Occidente, aún palpable a través de los hermosos vestigios hispano-musulmanes localizados en
tierras andaluzas, convirtieron a la antigua Al-Andalus en la inspiración para múltiples obras de
arte europeas de época romántica.
En la búsqueda de esa inspiración, fueron muchos los artistas viajeros que llegaron
hasta nuestro país, realizando y llevando consigo, al regresar a sus respectivas naciones,
imágenes de diferentes localizaciones de la Alhambra de Granada o del molino de la Albolafia,
en Córdoba, por mencionar tan solo un par de ejemplos. Es el caso del destacado acuarelista
3
NOVOTNY, F., Pintura y escultura en Europa, 1780-1880, Madrid, Cátedra, 1994, p. 91. RODRÍGUEZ, D., “El
Romanticismo”, en RODRÍGUEZ, D., Del Neoclasicismo al Realismo. La construcción de la modernidad, Madrid, Historia 16,
1996, pp. 115-137.
5
inglés John Frederick Lewis (1805-1876), quien pasó un tiempo en España para asentarse
después en El Cairo, convirtiéndose en uno de los pintores orientalistas británicos más
importantes. En 1835, el establecimiento tipográfico de Charles Joseph Hullmandell (17891850) y la editorial Hodgson Boys & Graves sacaban a la luz Lewis’s sketches and drawings of the
Alhambra made during a residence in Granada in the years 1833-1834, con litografías de Richard
James Lane (1800-1872) según dibujos del mencionado Lewis, entre los que se encuentra una
vista del Patio de los Arrayanes que hacía el número 6 de las láminas que componían la
totalidad de la publicación.
John Frederick Lewis (D) y Richard James Lane (L)
Patio de los Arrayanes
(lámina VI de Lewis’s sketches and drawings of the Alhambra made during a residence)
Litografía, 1835
Inv. 8028
Museo del Romanticismo
6
En contraste, la situación histórica no hacía de España un buen lugar para el desarrollo
de esta nueva corriente artística. Ni la Guerra de la Independencia, ni la posterior represión
fernandina fueron un buen caldo de cultivo para el clima romántico que, cuando pudo echar
raíces en nuestro país, tras la muerte de Fernando VII en 1833, no lo hizo del modo radical con
el que se había dado en otras naciones, puesto que coincidió con un ambiente internacional ya
más templado y con el acceso de artistas pertenecientes a generaciones anteriores –en una
etapa de madurez que propició una actitud más conservadora– a puestos relevantes del
panorama artístico.
La obra de nuestros maestros románticos se caracteriza por su eclecticismo, aunque
siempre mostrando una gran cercanía a las soluciones europeas, tanto en los asuntos utilizados
como en el modo de tratarlos. En ese sentido, se exalta la cultura popular y tiene lugar un
intento de recuperación de las tradiciones en el que la valoración de los grandes maestros del
Siglo de Oro español, sobre todo Velázquez y Murillo, tuvo un importantísimo peso específico.
Ambas figuras ya eran admiradas con anterioridad, pero en estos momentos se da un doble
interés por recuperar el glorioso pasado español: por un lado, el empuje nacionalista
típicamente romántico y, por otro, el entusiasmo despertado en Francia por la pintura
española del
XVII
y los saqueos que tuvieron lugar durante la Guerra de la Independencia,
repercutieron en la revalorización de estos maestros, con un especial fervor en lugares como
Sevilla o Cádiz, donde el Neoclasicismo no se había cultivado demasiado y, por lo tanto, los
artistas se sentían más cercanos a la tradición que en los centros artísticos de Madrid y
Barcelona.
Además, la difusión teórica del Romanticismo fue bastante escasa y reducida a algunas
publicaciones periódicas nacidas en la década de los treintas, como El Artista, que difundió
tanto imágenes como el ideario romántico, aunque no logró el deseado eco en la práctica
pictórica ni escultórica. Otros títulos fueron El Observatorio pintoresco, No me olvides, El Panorama,
El Liceo Artístico y Literario, en relación con la institución homónima, La Esperanza o el Semanario
Pintoresco Español, este último con una mayor difusión, influencia y duración en el tiempo que
las demás publicaciones aludidas, si bien su tono general, en cuanto a contenidos e imágenes,
era menos refinado.
7
Junto a estas iniciativas, también se crearon en esta época instituciones que
fomentaron la vida artística, entre las que destacaron los liceos, por su mayor fidelidad al
espíritu romántico. Con la organización de exposiciones, promoción de ideas teóricas y del
trabajo del artista, el Liceo Artístico y Literario de Madrid, fundado en 1837, dio pie al
posterior surgimiento del granadino así como de otros en Valencia, Murcia, Sevilla y Zaragoza,
y los más tardíos de Málaga y Córdoba.
Antonio María Esquivel
Reunión literaria. Reparto de premios en el Liceo
Óleo / lienzo, ca. 1853
Inv. 0208
Sala XVIII (Literatura y Teatro)
Museo del Romanticismo
La sociedad de entonces tomó conciencia de una nueva concepción del artista; la
necesidad que este tiene de encontrar la adecuada inspiración para llevar a cabo su trabajo, le
convirtió en un ser privilegiado a ojos de sus contemporáneos. La literatura y el arte
comenzaron a representarle con una cierta elegancia en el vestido, ambiente y actitud. Al
mismo tiempo, se dan otros cambios en el ámbito del mecenazgo que repercutieron en una
8
mayor libertad creativa para el artista. De este modo, a partir del Romanticismo, la Corona y
la Iglesia dejan de ser los principales comitentes, para darle el relevo al Estado y a la clientela
particular procedente de la aristocracia y la burguesía 4.
La gran demanda retratística nacida de la necesidad, por parte de nobles y burgueses,
de demostrar su estatus y poder económico, aunque aseguró cierta tranquilidad a un elevado
número de pintores de la época, no fue suficiente para su sostén económico, por lo que
muchos de ellos se vieron obligados a buscar ingresos fijos mediante el logro de puestos
docentes o funcionariales relacionados con su profesión. Junto con este género, la pintura del
período mantiene aquellos otros considerados de relevancia en los círculos académicos, es
decir, la pintura de historia y la religiosa –que en estos momentos debe adaptarse a nuevos
espacios devocionales, como son los oratorios o capillas particulares, dada la mencionada
pérdida de influencia de la Iglesia–, pasando por los motivos mitológicos. A todos ellos se les
va uniendo de manera paulatina las novedades románticas, entre las que destaca el desarrollo
del género costumbrista que se deleita en escenas populares y anecdóticas 5.
4
Para las ideas relativas al inicio y desarrollo del Romanticismo en España, vid.: REYERO, C., y FREIXA, M., “El
Romanticismo y la renovación de la vida artística”, en REYERO, C., y FREIXA, M., Pintura y escultura en España, 18001910, Madrid, Cátedra,1995, pp. 67-81.
5
Ibidem, p. 83.
9
3. EL ROMANTICISMO EN SEVILLA
....
C
omo ya se ha comentado, Andalucía jugó un papel preponderante en la recuperación
y enaltecimiento del espíritu nacional promulgado por el Romanticismo. Cuna de los
más grandes artistas de las épocas doradas del arte español –Guerrero Lovillo señala lo mucho
que se ha insistido en la idea de que el romanticismo es inherente al carácter hispánico y que
ya se daba en las creaciones artísticas del Siglo de Oro–, y ejemplo paradigmático de ese
anhelado ambiente exótico, tan buscado en la época, no es de extrañar que los primeros
creadores españoles que pueden calificarse de románticos, surgidos en el segundo cuarto del
siglo
XIX,
provengan precisamente de las escuelas de Bellas Artes de Cádiz o, muy
especialmente, Sevilla, lugares ambos donde el Neoclasicismo se había instalado de manera
muy tímida. De esta manera, la pintura sevillana encuentra en el Romanticismo una de sus
etapas más destacadas, con pintores de calidad; sin embargo, una vez arraigado el ideal
romántico, cuando la situación histórica lo hizo posible, este ideal pareció enquistarse en la
capital hispalense, transformándose en una especie de rémora que impidió la aceptación de la
posterior modernidad artística y que mantuvo los asuntos, técnicas y lugares comunes propios
de este período, cuya finalización se ha dado por efectiva hacia 1874 6.
Entre los iniciadores de esta corriente, cabe destacar a aquellos nacidos en torno a
1800, siendo Antonio Cabral Bejarano (1788-1861), José Domínguez Bécquer (1805-1841),
José Gutiérrez de la Vega (1791-1865) y Antonio María Esquivel (1806-1857), los más
relevantes.
6
GUERRERO LOVILLO, J. , Antonio María Esquivel, Madrid, Instituto Diego Velázquez del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, 1957, p. 7. VALDIVIESO, E., y FERNÁNDEZ LÓPEZ, J., Pintura romántica sevillana, Sevilla,
Fundación Endesa, 2011, pp. 41-43.
10
4. ANTONIO MARÍA ESQUIVEL: UN PINTOR
ROMÁNTICO
....
L
a obra pictórica de Esquivel, brillante y muy reconocida en especial por su faceta como
retratista, bebe de muchas y variadas fuentes, que van desde el reflejo del influjo
murillesco en sus primeros años hasta el de la pintura británica de los siglos XVIII y XIX, que fue
quizá la impronta más destacada e importante visible en su producción y a la que se unió el
purismo de Ingres en el dibujo y modelado de sus figuras, aprendido a través de la obra de José
de Madrazo y Carlos Luis de Ribera, pues Esquivel no estuvo nunca en Francia.
Su vida, en cambio, sí puede calificarse de plenamente romántica, pues desde su más
tierna infancia sufrió diversos y dramáticos episodios que podrían calificarse casi de novelescos
y rozan el tópico romántico 7.
Antonio María Esquivel nació en Sevilla el 8 de mayo de 1806 y con tan solo dos años
quedaba huérfano de padre, después de que este perdiera la vida en la batalla de Bailén;
mientras, su madre, viuda y olvidada por sus familiares, vendió sus joyas para poder sacar
adelante a su hijo y proporcionarle una educación. Esquivel se inició en el arte de la pintura en
la Escuela sevillana de Bellas Artes, donde por aquel entonces triunfaba la corriente murillista,
de mano de Francisco Gutiérrez. Después, y durante unos años, abandonó su formación
pictórica para alistarse, en 1823, a luchar contra el duque de Angulema y los Cien Mil Hijos de
San Luis. Con la restauración del absolutismo fernandino, Esquivel regresó a la Escuela de
Nobles Artes de Sevilla.
7
Para la biografía del artista, vid.: BANDA Y VARGAS, A. DE LA, Antonio María Esquivel, Sevilla, Diputación de
Sevilla, 2002, pp. 29-49; GONZÁLEZ VIDALES, L., Alfredito Romea y Díez. Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina,
1845. Sala de Juego de Niños (Sala XIV), Pieza del mes. Noviembre 2012, Museo del Romanticismo [en línea]
http://museoromanticismo.mcu.es/web/archivos/documentos/piezamesnoviembre.pdf[17-10-2014];
VALDIVIESO, E., y FERNÁNDEZ LÓPEZ, J., op. cit., pp. 100-102. MIGUEL ARROYO, C., El general Prim a caballo.
Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina, 1844. SalaV: Antesalón, Pieza del trimestre. Octubre-diciembre
2014, Museo del Romanticismo [en línea]
http://museoromanticismo.mcu.es/web/archivos/documentos/pieza_cuarto_trimestre_2014.pdf [1-3-2015].
11
José Aparicio Inglada
Desembarco de Fernando VII en el Puerto
de Santa María
Óleo / lienzo, 1823-1828
Inv. 0802
Sala III (Antesalón)
Museo del Romanticismo
En 1827, el pintor desposaba a Antonia Rivas Bravo, un año más joven que él. Fruto de
aquel enlace nacieron tres hijos, los también pintores Carlos María y Vicente, así como una
niña que no llegó a la edad adulta, pues murió de una cefalitis aguda en 1840.
Con la intención de continuar evolucionando en su carrera, encontrar mecenazgo
oficial y clientela, y gracias a la ayuda económica del cónsul inglés Julian Williams, el pintor
llegó a Madrid en 1831, seguido poco tiempo después por su familia y alcanzando el título de
académico de mérito en 1832. Empezaba de este modo su primera etapa madrileña, que se
cerraría en 1838, con su regreso a Sevilla, sin que se sepa a ciencia cierta los motivos.
Dentro de su gran actividad pictórica destacó como retratista, llegando a convertirse
en uno de los pintores más solicitados de la Corte, y la combinó con una intensa participación
en la vida cultural madrileña, al fundar junto con José Gutiérrez de la Vega, Jenaro Pérez
Villaamil (1807-1854) y José Elbo (1804-1844), entre otros, el Liceo Artístico (1837-1851) y
participar en las exposiciones que esta institución organizaba así como en tertulias, la revista
social El Liceo y las denominadas sesiones de competencia en las que los literatos improvisaban y
los artistas plásticos elaboraban una obra de repente frente al público. Esquivel adquirió una
especial fama en este sentido, dado que era capaz de realizar retratos, asuntos sacros o
históricos de memoria y en menos de dos horas, con una asombrosa rapidez y soltura.
De nuevo en la capital hispalense desde 1838, mantuvo la misma actividad en el
ámbito cultural del lugar. Íntimamente ligado al Liceo creado allí a imagen del madrileño, en
1839 solicitaba, y conseguía, primero la concesión de la cruz de la Orden de Isabel la Católica
12
y, después, la elevación a la categoría de comendador de la misma orden. Desde la primavera
de ese mismo año, en pleno éxito artístico y como muestra de ese halo romántico que
envolvió toda su vida, Esquivel empezó a perder la vista con motivo de un humor hepático que
le dejó completamente ciego en otoño.
Desesperado y deprimido, en dos ocasiones se dejó arrastrar por sus sentimientos e
intentó quitarse la vida lanzándose al Guadalquivir, aunque en los dos casos fue salvado por
quienes vieron el suceso desde la orilla del río. Incluso pensó en utilizar un arma de fuego, que
le había prestado un amigo, con la misma intención. Mientras tanto, el Liceo madrileño
emprendió, a propuesta de Jenaro Pérez Villaamil, varias iniciativas para recaudar fondos que
pudieran paliar la situación financiera del pintor. En agradecimiento por tan bello gesto,
Esquivel, prácticamente curado a finales de 1840, pintó La caída de Luzbel, donándolo a la
institución madrileña (y actualmente custodiado en el Museo del Prado).
Antonio María Esquivel (1806-1857)
La caída de Luzbel
Óleo / lienzo, 1840
Inv. P07569
Museo Nacional del Prado
13
Finalmente, en 1841, vuelve a la Corte para retomar su vida profesional y su relación
con el Liceo, hasta el momento en el que este desapareció, en 1851. Fue nombrado pintor de
cámara de Isabel II en 1843, académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando en 1847, catedrático de Anatomía Artística, también en la Real Academia, y logró la
publicación de su Tratado de anatomía pictórica, resumen de sus enseñanzas en San Fernando, en
1848. Como curiosidad, se puede señalar la existencia, dentro de la colección del Museo del
Romanticismo, de un escrito con varios apuntes sobre las proporciones del cuerpo que se
encontraba en el interior del Tratado de anatomía de Esquivel y que, se piensa, es autógrafo de
Mariano Baquero, cuya firma aparecía en la primera página de dicho libro 8.
Documento, posiblemente autógrafo, de Mariano Baquero
Apuntes sobre anatomía
Tinta / papel
Inv. FD0060
Museo del Romanticismo
14
Inaugurada la segunda mitad del siglo, y tras la extinción del Liceo, Esquivel fue
director facultativo de la Sociedad Protectora de las Bellas Artes hasta el momento de su
muerte, y se presentó, en 1856, a la primera Exposición Nacional de Bellas Artes con un
autorretrato, tres cuadros de asunto sacro y un grupo de retratos.
Finalmente, el 6 de abril de 1857 expiraba Antonio María Esquivel en su casa
madrileña, dejando a su familia en una extrema pobreza que hizo imposible el costeo de los
acostumbrados sufragios. Al día siguiente, durante el entierro que tuvo lugar en el cementerio
de Santa Justa, tras una oración fúnebre, se dio paso a la lectura de un soneto publicado el 14
de abril en La discusión y cuyo último terceto, como exaltación de su figura artística, decía así:
El cuadro de Luzbel ciego soñabas,
y del arte la fe te dio la vista,
eterno haciendo el nombre del artista.
15
5. LA OBRA: AGAR E ISMAEL EN EL DESIERTO
....
Antonio María Esquivel
Agar e Ismael en el desierto
Óleo / lienzo, 1856
Inv. 7118
Sala XII (Anteoratorio)
Museo del Romanticismo
F
amoso por su producción retratística, en la que se alternan grandes piezas de calidad
soberbia con otras que han llegado a calificarse de mediocres, y que responden a un
ejercicio mecánico de su oficio para lograr simplemente el beneficio económico de su venta, la
pintura sacra se encuentra en el segundo lugar, en cuanto a abundancia, dentro de la obra de
Esquivel. A ese respecto, sus composiciones religiosas han sido calificadas, en general y a pesar
de la corrección técnica de su pincel, de frías, amaneradas y poco trascendentes, como reflejo,
16
tal vez, del escaso sentimiento piadoso del pintor. Y aunque la importancia de Murillo en sus
lienzos sacros es bien patente, por ejemplo, en el aludido La caída de Luzbel, que regaló al Liceo
madrileño en agradecimiento por la ayuda recibida durante el tiempo en el que estuvo
afectado por la ceguera, va a alternar esa pincelada deshecha y vaporosa con un dibujo firme,
puro y rotundo, más cercano a Ingres, precisamente como en el lienzo que nos ocupa, Agar e
Ismael en el desierto.
Trató escenas evangélicas –una de sus mejores obras religiosas, la Transfiguración para el
altar mayor de la iglesia del Salvador de Santa Cruz de la Palma, en Canarias, donde hoy se
conserva, fue expuesta en la Academia de San Fernando en 1837, coincidiendo con la
fundación del Liceo madrileño y fue rechazada por el primer obispo, Luis Folgueras y Sión,
por considerar que ofrecía algunas desviaciones con respecto a la narración del evangelio– y
pintó igualmente asuntos hagiográficos, como las varias versiones que llevó a cabo de las
hermanas santas Justa y Rufina, una de ellas, fechada en 1844, localizada en el Museo del
Romanticismo.
Antonio María Esquivel
Santas Justa y Rufina
Óleo / lienzo, 1844
Inv. 7125
Sala XIII (Oratorio)
Museo del Romanticismo
17
Quizá más prolífico se mostró con respecto a los episodios tomados del Antiguo
Testamento. En 1842 pintó Adán y Eva después del pecado, del Museo de Bellas Artes de Sevilla,
lienzo en el que se hace patente su gran talento como pintor de desnudos. Aprovechó también
esta habilidad en 1854 para sus dos versiones de La casta Susana y en José y la mujer de Putifar,
todas ellas del mismo Museo. Por otro lado, sin ser desnudo, pero aún dentro de los asuntos
veterotestamentarios, en 1846 había llevado a cabo la mejor de sus versiones de David
triunfando sobre Goliat.
Antonio María Esquivel
José y la mujer de Putifar
Óleo / lienzo, 1854
Inv. 0405P
Museo de Bellas Artes de Sevilla
Un año después de esta obra, en 1847, Esquivel pinta y presenta en la exposición de la
Academia el lienzo Agar e Ismael despedidos por Abraham, con el que alcanzó el título de
académico de número. Tal fue el éxito de la pintura que Pedro de Madrazo, uno de sus más
feroces detractores (la familia Madrazo denominaba despectivamente “los Murillos” a los
pintores románticos sevillanos), en las líneas que escribió acerca de la mencionada exposición
en el Semanario pintoresco español del 14 de noviembre de aquel año, alababa el modo en el que
18
Esquivel había plasmado la historia bíblica, diciendo, entre otras cosas, que el pintor había
seguido, en parte, “el sistema que profesa en Francia Horacio Vernet, sistema de estudio, de
conciencia, de trabajosas investigaciones, sistema en que el artista se cambia en cierto modo en
anticuario para reconstruir lo pasado con todos sus accidentes” y finalizaba su comentario al
añadir que aquel era, en su opinión, “el mejor cuadro que ha pintado el Sr. Esquivel, a quien
damos un sincero parabién, augurándole por el ardor con que estudia y adelanta una
reputación más envidiable y sólida que la que se consigue fascinando al público ignorante con
falsos colorines” 9.
En 1853, el tercer tomo del Diccionario universal de Historia y de Geografía, publicado en
México, afirmaba que el lienzo había sido adquirido por el señor Alcántara Navarro, secretario
de Cruzada, quien también se hizo con David descansando después de haber degollado a Goliat y
Judit presentando al pueblo la cabeza de Holofernes. Se decía igualmente en esta publicación que,
entre toda la obra pintada por el artista sevillano, hizo un Ismael muriendo de sed en el desierto,
del que no se aportaban más noticias y que no debía ser otro que el actualmente custodiado en
el Museo del Romanticismo, hoy titulado Agar e Ismael en el desierto 10.
Todavía en 1868, Ossorio recogía las alabanzas de Madrazo hacia el lienzo con el que
Esquivel había logrado el título de académico de número, y que eran repetidas alrededor de un
siglo después, por Guerrero Lovillo. Este autor citaba también el Ismael muriendo de sed, que
incluía dentro de las obras sin datación determinada; sin embargo, en fechas similares,
Bernardino de Pantorba consideró ambas obras –la que refleja la expulsión de Agar, de 1847, y
la que presenta a Agar con su hijo en el desierto, de 1856– como una única pintura 11.
De la Banda mantuvo la confusión y Gerardo Pérez Calero en 2012, si bien recuperaba
la idea de que se trataba de dos pinturas diferentes, afirmaba que la primera, la de la expulsión
9
GUERRERO LOVILLO, J., op. cit., p. 27. MADRAZO, P DE, “Exposición de pinturas de 1847”, Semanario
pintoresco español, t. II, 14 de noviembre de 1847, pp. 362-363 [en línea]
www.cervantesvirtual.com/.../semanario-pintoresco-espanol.../0325535a- 82b2-11df-acc7-002185ce6064.pdf [1
3-2015].
10
Diccionario universal de Historia y Geografía, t. III, México, 1853, p. 302.
11
OSSORIO Y BERNARD, M., Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX, Madrid, Imprenta a cargo de
Ramón Moreno, 1868, p. 198. GUERRERO LOVILLO, J., op. cit., pp. 27 y 29. PANTORBA, B. DE, “Antonio María
Esquivel”, Arte Español, 2.º cuatrimestre, Madrid, 1959, p. 168.
19
de Agar, solo se conocía por referencias. Un año después de la publicación del artículo de
Pérez Calero, en noviembre de 2013, la sede londinense de la sala de subastas Christie’s sacaba
a la venta un lienzo de 207,5 * 145 cm (medidas muy cercanas a los 210 * 146 cm del lienzo
del Museo del Romanticismo) con este asunto, firmado y datado en 1847 por el artista y que
alcanzó un precio de venta de 23 944 euros. La casa británica no ofrecía en su catálogo dato
alguno acerca de la procedencia y solo aludía a que había sido expuesto en la Academia de San
Fernando en 1847 12; sin embargo, parece que se trata de la obra a la que estamos aludiendo.
Antonio María Esquivel
Abraham expulsando a Agar e Ismael
Óleo / lienzo, 1847
© Christie’s Imagen Limited (2013)
12
BANDA Y VARGAS, A. DE LA, op. cit., pp. 78, 79 y 150. PÉREZ CALERO, G., “Consideraciones
estéticas en torno a la obra del pintor Antonio M. Esquivel”, Laboratorio de Arte, 24 (2012), pp. 527-535 [en línea]
http://institucional.us.es/revistas/arte/24/t2_art_7.pdf [9-3-2015]. “Lot 26 Antonio María Esquivel. Abraham
Banishing Hagar and Ishmael”, en Christie’s Londres, 26 de noviembre de 2013 [en línea]
http://www.christies.com/lotfinder/paintings/antonio-maria-esquivel-abraham-banishing-hagar-and-5740339
details.aspx?from=searchresults&intObjectID=5740339&sid=cfec1293-921d-484d-8e19-c08ee9f6d32e [6-3-2015].
Deseo expresar mi más sincero agradecimiento a Martina Fusari, del departamento de Arte Europeo del Siglo XIX en
Christie’s Londres, por su amabilidad y rapidez a la hora de enviar tanto la información como la imagen en alta
resolución de la pieza allí subastada.
20
Pedro de Madrazo dijo de esta pintura que “las actitudes de los personajes son dignas y
naturales; los pliegues de sus ropajes sencillos; el dibujo bueno, el colorido simpático. Los
semblantes de las tres figuras principales expresan en diversos grados y con sus adecuadas
modificaciones un mismo efecto: el dolor de la separación (…) La satisfacción que expresa el
semblante de la anciana Sara, que se ve con Isaac en los brazos en el fondo, dentro de la tienda,
explica desde luego la escena” 13. Y aunque a grandes rasgos la pintura subastada en Christie’s
sigue esta descripción, no parece que Sara se encuentre, en realidad, dentro de ninguna tienda.
Es probable que el asunto fuera del interés de Esquivel, lo que motivó que lo retomase
en 1856, dando lugar al lienzo –de medidas similares, como se advirtió– actualmente
localizado en la sala XII del Museo del Romanticismo y que, desde el punto de vista
iconográfico, es la continuación de la narración bíblica.
13
MADRAZO, P. DE, op. cit., p. 363.
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6. ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
....
L
a historia de la expulsión y posterior aparición del ángel en el desierto ante Agar e
Ismael se encuentra en el Génesis. Según la narración veterotestamentaria, después de
que Yavé le prometiera a Abraham que tendría una descendencia tan numerosa como las
estrellas del cielo y, siendo Sara, la esposa del patriarca, estéril, esta le ofreció a su esclava
egipcia, Agar, para que concibiera la descendencia que ella misma no le podía dar. De aquella
unión entre Abraham y la esclava de su mujer nació un niño, de nombre Ismael, que significa
“Dios ha escuchado” (Gn. 16: 1-16). En el arte existen pocas representaciones del momento
en el que Abraham recibe a la esclava de su mujer, pero alguna se puede mencionar, como la de
Adriaen van der Werff (1659-1722) en la galería del palacio de Schleissheim, en
Oberschleissheim (Alemania), donde el asunto se ha convertido en una excusa para plasmar un
contenido marcadamente erótico.
En un episodio posterior conocido como El encinar de Mambré o Abraham y los tres
ángeles (Gn. 18:1-16), entre otros nombres, y que se ha considerado una prefiguración de la
Anunciación de María, Abraham recibe el anuncio de que Sara concebirá, a pesar de ser ya una
anciana, un hijo, al que llamarán Isaac. Para celebrar el final de la lactancia del niño, lo que
sucedía al cumplir uno o tres años 14, según el texto consultado, dio Abraham un banquete, y
viendo Sara cómo Ismael se reía de su hijo Isaac, acudió a su esposo y le instó para que
expulsara a aquel pequeño junto con su madre Agar.
Para su primera obra sobre este asunto, la de 1847, Esquivel elige precisamente uno
de los momentos más dramáticos, cuando Abraham le da un odre de agua y un pan a Agar y le
indica que debe partir con Ismael (Gn. 21: 14). No ha sido el único artista que se ha decantado
por el instante de la expulsión; abundan, especialmente durante el siglo XVII, los ejemplos en
14
Todas las citas y anotaciones acerca de la narración bíblica responden a la siguiente edición: NÁCAR FUSTER, E.,Y
COLUNGA, A., Sagrada Biblia, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1973. En ella se habla de tres años, si bien, en
una nota acerca del banquete organizado por Joaquín cuando la Virgen María cumplió un año que aparece en la
narración que del acontecimiento hace el Protoevangelio de Santiago, se indica que esa era la edad de Isaac, uno y no
tres años, cuando Abraham celebró el destete de su hijo, vid.: SANTOS OTERO, A. DE, Los evangelios apócrifos, Madrid,
Biblioteca de Autores Cristianos, 1993, p. 140, n. 37.
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la pintura italiana y holandesa, según afirma Réau 15, y desde luego no son escasas las
representaciones que se pueden señalar, desde la interpretación del Guercino (1591-1666) en
la Pinacoteca Brera de Milán a uno de los relieves de Pedro Duque Cornejo (1677-1757) que
decoran la sillería alta del coro de la catedral de Córdoba, pasando por el lienzo de Claudio de
Lorena (h. 1600-1682) localizado en la Alte Pinakothek de Múnich. En todo caso, lo habitual
es encontrar a Abraham señalándole a Agar, con un dedo o con la mano, que debe marchar
junto con su hijo y la aparición del odre de agua y el pan se hacen casi imprescindibles para
identificar la escena, estando, bien en manos de la madre, como en el caso de la tabla de Jan
Mostaert (1472-1555) del Museo Thyssen-Bornemisza, en Madrid, bien repartidos entre ella e
Ismael, como hizo el propio Esquivel en la pieza que nos ocupa, o también es posible
encontrar representaciones –es el caso de la estampa de Lucas van Leyden (1494-1533) en el
Rijksmuseum de Ámsterdam– en las que Abraham está dándole a Agar el pan o el agua.
Además, la figura de Sara, con o sin Isaac, observando complacida desde un segundo plano
cómo la otra mujer tiene que partir, suele ser otro de los elementos iconográficos
característicos de esta escena.
Jan Mostaert
La expulsión de Agar
Óleo / tabla, 1520-1525
Inv. 294
Museo Thyssen-Bornemisza,
Madrid
15
RÉAU, L., Iconografía del arte cristiano. Iconografía de la Biblia: Antiguo Testamento, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1996,
p. 164.
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La narración continúa explicando que, una vez en el desierto de Berseba, y después de
quedarse sin agua, Agar tumba al niño bajo un arbusto, para sentarse a cierta distancia y de
este modo, al menos, no verle morir. En ese momento, un ángel llama a la mujer, diciéndole
que no debe temer nada porque Dios va a hacer de su hijo un gran pueblo (el pueblo árabe,
por eso llamados también ismaelitas y agarenos) y le indica un pozo en el que saciar su sed y la
del pequeño (Gn. 21: 15-21). La mencionada pintura de Mostaert en el Thyssen presenta, al
modo medieval, los diferentes momentos de toda la historia, incluyendo la pelea entre Ismael
e Isaac que originó la posterior expulsión, pues según los textos apócrifos, la riña fue más allá
de una mera burla dado que el hijo de Agar llegó a agredir al de Sara. Este es un detalle
curioso, puesto que según la Biblia, Isaac era todavía un niño de muy corta edad mientras que
Ismael contaría con unos catorce o quince años cuando tuvo lugar este suceso; sin embargo, a
la hora de plasmarlo plásticamente, los artistas han hecho de ellos una pareja de edades
similares. Siguiendo con la tabla de Mostaert, en el centro de la composición se representa la
expulsión y, en el lado derecho, en un segundo plano, la aparición del ángel que le indica a la
esclava dónde está la fuente que salvará sus vidas.
Muy probablemente, esta última es la escena más representada de toda la historia de
Agar, con ejemplos nacidos de los pinceles de Nicolas Poussin (1594-1665) -un lienzo
custodiado en la Galleria Nazionale de Arte Antica de Roma-, Salvatore Rosa (1615-1673)con un ejemplo localizado en la National Gallery de Londres- o las obras de Giambattista
Tiepolo (1696-1770) para el Palacio Arzobispal de Udine y la Scuola Grande di San Rocco, en
Venecia, entre otros. Su identificación iconográfica resulta muy sencilla; lo usual es que se
represente en un paisaje más o menos boscoso en el que aparecen Agar e Ismael, representado
casi como un bebé, tumbado y dormido. La madre puede estar junto a él o más retirada,
siguiendo las palabras de la narración bíblica, y desde el cielo desciende un ángel, que en
ocasiones se encuentra ya junto a la joven y le señala hacia una fuente, visible o no dentro de la
composición, siendo este último caso el del lienzo de Mariano Salvador Maella (1739-1819),
localizado en la Real Academia de San Fernando.
24
Mariano Salvador Maella
Agar e Ismael en el desierto
Óleo / lienzo
Inv. 248
Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando,
Esquivel se aleja de todos estos convencionalismos en una obra convertida en la
oportunidad de tratar un motivo exótico y de inspiración orientalizante, elementos tan de
moda durante el Romanticismo. Así, el centro de la composición está ocupado por las dos
figuras, de magnífico dibujo y no exentas de cierta monumentalidad, de Agar y su hijo Ismael.
Este último no es, como en tantas ocasiones, un pequeño de corta edad tumbado bajo una
sombra, sino un jovencito sentado sobre unas rocas, desvanecido –el efecto de su brazo
izquierdo, que cae con todo su peso muerto en el de su madre, al igual que su cabeza ladeada,
ofrecen una estupenda impresión de veracidad– y que se mantiene erguido únicamente porque
Agar lo sostiene. A su vez, el rostro de ella, con los ojos vueltos hacia el cielo en actitud
implorante y la boca entreabierta, se muestra calmado en su desesperación pues, al contrario
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de lo que sucede en otras obras sacras de Esquivel, en las que los protagonistas adquieren una
artificiosa gestualidad, en este caso las expresiones y gestos son contenidos y están plasmados
con mesura. A los pies de Agar reposa un cántaro vacío, detalle iconográfico que sí resulta
habitual, convertido aquí en elemento clave para interpretar correctamente el contenido de la
obra. En cambio, no aparece el ángel, cuya presencia se hace casi imprescindible, lo que hace
pensar que la intención del pintor es representar el momento inmediatamente anterior a su
llegada, cuando la madre, incapaz de ver morir a su hijo, está a punto de dejarlo en una sombra
y apartarse de él. Hace, de este modo, que el grupo formado por la madre y su hijo sean los
protagonistas absolutos del lienzo, aumentando el dramatismo del suceso, pues no hay rastro
del único personaje que puede anunciar la salvación.
Esquivel hace gala de una paleta tonal equilibrada, con predominio de tonalidades
tierra y marrones, utilizados en la piel y ropa de Agar, así como en el suelo, y blancos para el
cuerpo del niño, su vestimenta y el paño que cubre la cabeza de la madre mientras que, para el
fondo, juega con unos armoniosos toques rosáceos y amarillentos. Finalmente, en cuanto al
paisaje en el que se desarrolla la escena, Gerardo Pérez Calero ha visto una similitud entre este
desierto y aquel en el que el pintor victoriano William Dyce (1806-1864) localizaba su Cristo
Varón de Dolores de 1860, fecha cercana a la del lienzo del Museo del Romanticismo, hoy en la
National Gallery de Edimburgo. Antes, en el Salón de 1835, Camille Corot (1796-1879) había
presentado su Agar en el desierto, la primera de las cuatro grandes composiciones que, sobre
26
asuntos bíblicos, llevaría a cabo en las décadas de 1830 y 1840 16. La aridez del paisaje, en aquel
caso, quedaba atenuada por el enorme árbol sobre el que planea el ángel que se acerca hasta
Agar, convirtiéndose así la obra casi en un estadio intermedio entre el tradicional paisaje
arbolado utilizado por los pintores para este episodio y el desierto pedregoso de Esquivel.
Con todos estos elementos logra Antonio María Esquivel, en plena madurez pictórica,
un año antes de su muerte, una de sus obras religiosas más conseguidas, tan alejada del
murillismo como de la frialdad académica y la artificiosidad gestual.
16
PÉREZ CALERO, G., op. cit., p. 533. “Hagar in the Wilderness, 1835. Camille Corot”, The Metropolitan Museum of Art
[en línea] http://www.metmuseum.org/toah/works-of-art/38.64 [9-3-2015].
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7. BIBLIOGRAFÍA
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Fotografías: Museo del Romanticismo, Museo de Bellas Artes de Sevilla, Museo Nacional del Prado,
Museo Thyssen-Bornemisza, Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y Christie’s
Imagen Limited
Coordinación: M.ª Jesús Cabrera Bravo
Diseño y maquetación: M.ª Jesús Cabrera Bravo y Álvaro Gómez González
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LA PIEZA DEL MES EN LAS REDES DEL MUSEO
En nuestro canal de Youtube, podéis encontrar todos los meses un resumen de la pieza
analizada, en la que su propio autor explica los detalles más interesantes:
Canal de Youtube del Museo del Romanticismo: Piezas del mes
Trimestralmente dedicamos un día a tuitear de modo monográfico las curiosidades más
destacadas relacionadas con la pieza del mes en nuestra cuenta @MRomanticismo
Este trimestre, dedicaremos el martes 9 de junio de 2015 a relatar todo lo relacionado con
el pintor romántico Antonio Mª Esquivel, y su reflejo en las colecciones del Museo, con
la etiqueta #Esquivel
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LA PIEZA DEL TRIMESTRE. CICLO 2015
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Primer trimestre: enero – marzo
Roberto Muñoz Martín
MANUEL BARRÓN, CONTRABANDISTAS EN LA SERRANÍA DE RONDA, 1849
Segundo trimestre: abril – junio
Raquel Sigüenza Martín
ANTONIO Mª. ESQUIVEL, AGAR E ISMAEL EN EL DESIERTO, 1856
Tercer trimestre: julio - septiembre
Carolina Miguel Arroyo
FEDERICO DE MADRAZO EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO
Cuarto trimestre: octubre - diciembre
Nuria Lázaro Milla y Jennifer Carrera Jiménez
LA JOYERÍA CONMEMORATIVA EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO
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