TOMO DEL CINCUENTENARIO. — MEMORIAS 437 Sólo en casos muy excepcionales estas arenas pueden ser transportadas a grandes distancias en cantidad considerable, dando lugar a verdaderas «lluvias de arena», por lo cual el fenómeno carece de importancia como medio de formación de suelos. Donde parece que se observan con más frecuencia estas lluvias de arena es en el Atlántico Norte, al Oeste del Sahara, extendiéndose a veces hasta el centro de este océano en la región de los vientos alisios del Nordeste. Mucho menos local y seguramente de más importancia geológica es la caída o lluvia de polvo. Acaso es hoy fenómeno poco frecuente o que escapa a la observación; pero tuvo sin duda una importancia extraordinaria en la época de la formación del loess y el lehm, que a veces con centenares de metros de espesor, recubren grandes extensiones en Europa Central, Persia y China, Turkestán (donde se forma actualmente), América del Norte, pampas de la República Argentina, etc. En un estudio hecho por N . W I N C H E L L y R. MITLEX con motivo de una tempestad de nieve acaecida en 9 de marzo de 1918 en el Wisconsin, puede apreciarse la importancia que para la formación de terrenos llegan a alcanzar estas lluvias de polvo, o simplemente las precipitaciones acuosas acompañadas de polvo. Durante dicha tempestad vino a caer un gramo de materia terrosa por litro de nieve, o sean 5 gramos por metro cuadrado de terreno. El polvo, a juzgar por su composición mineralógica, procedía de las regiones desérticas del Arizona. Según el espacio cubierto por la nieve,-los autores afirman que no bajaría de un millón de toneladas la cantidad de tierra transportada por el viento durante esta sola tempestad. Aunque la mayoría de los geólogos convienen, para explicar la formación del loess, en considerarle como una acumulación de polvos resultantes de la desagregación de rocas diversas, transporta.dos por el viento, falta mucho para conocer las circunstancias que han acompañado a este depósito. Al completo esclarecimiento de estas circunstancias no se podrá llegar sin la observación minuciosa del fenómeno tal como hoy se realiza, y de ahí el interés que tiene, en mi opinión, el estudio de las lluvias de polvo, fenómeno sobre el cual no se han hecho por los geólogos trabajos sistemáticos. Sin que el presente tenga pretensiones de tal, acaso pueda servir para llamar la atención de los que se encuentran en localidades en que las lluvias de polvo son frecuentes, inclinándoles al estudio, que está por hacer, de este agente geológico. Acaso también se contribuya de