SITUACIÓN DE LAS MUJERES EN LA FUERZAS ARMADAS A UNA DÉCADA DE SU INCORPORACIÓN Abstract Hace poco más de una década que las mujeres fueron impuestas en los Institutos Armados, sin embargo, no se han adecuado hasta la fecha en forma debida las instalaciones militares para su adecuada preparación. Instituciones que no tienen una clara visión del perfil militar que se debe exigir a la mujer aspirante, no hay respuesta adecuada a la pregunta sobre si se quiere una “mujer militar” ó una versión masculinazada de militar. Por otro lado, los reglamentos internos de las Escuelas de Formación en los Institutos de las Fuerzas Armadas consideran como falta grave el embarazo de la aspirante o del aspirante. Sancionando esta “grave falta” con la expulsión. Debido a que el sisema sigue una línea machista, muchos oficiales creen que las mujeres deben someterse a sus insinuaciones sutiles o brutales, y que para tener un mejor trato y una vida fácil para alcanzar sus metas de llegar a ser oficiales es sometiendose en forma sexual a sus requerimientos. Se han dado una serie de normas, pero no existe un mecanismo de seguimiento ni menos se tiene claro cual es el rol de la mujer en los Institutos Armados. RAQUEL MARÍA DIAZ ESPINOZA Calle La Pedrera N° 329, Urb. Ventura Rossi, Rímac Telf. 481-5471, 997-262-283 [email protected] [email protected] RESUMEN Abogada, Diplomada en Ciencias Políticas y Económicas de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; con estudios en la Escuela de Graduados de la Pontificia Universidad Católica del Perú; egresada de la Maestría en la especialidad de Ciencias Penales de la Facultad de Derecho de la Universidad Particular San Martín de Porres; egresada de la Maestría de Derecho Constitucional de la Universidad Nacional Federico Villarreal; con estudios de la Maestría en Gobernabilidad, Instituto de Gobierno, Universidad de San Martín de Porres. Con 24 años de trayectoria profesional, tanto en el ámbito privado como público en la judicatura. Labora en el Congreso de la República desde el año 2001, desempeñándose en la actualidad como Especialista Parlamentaria de la Comisión de Defensa Nacional. SITUACIÓN DE LAS MUJERES EN LA FUERZAS ARMADAS A UNA DÉCADA DE SU INCORPORACIÓN El 20 de Junio de 1996 se promulgó la Ley N° 26628, Ley de acceso de las mujeres a las Escuelas de Oficiales y de Suboficiales de las Fuerzas Armadas, la que dispuso se “Ampliase para las mujeres el acceso a las Escuelas de Oficiales y de Suboficiales de las Fuerzas Armadas y, siguiendo las carreras militares correspondientes, a obtener los grados militares y beneficios que correspondan, bajo los mismos principios y normas que rigen al personal masculino en las Fuerzas Armadas” (artículo 1º). Sin embargo, habiendo transcurrido más de una década de la incorporación de las mujeres en los Institutos Armados, sigue sin resolverse su real estatus, ya que si bien su ingreso significo el quiebre de las estructuras más tradicionales que consideraban como ámbito natural del rol del guerrero masculino. Aun no se ha definido que perfil se espera de la mujer en este rol, o es que ella debe asumir una actitud masculina o es que tiene en su formaron y posterior carrera militar se espera de ella un comportamiento masculino o es que debe definirse el perfil del militar mujer teniéndose en cuenta sus capacidades y potencialidades distintas a la de los hombres. Si bien, el papel cambiante de la mujer en la sociedad actual, en general, y en las Fuerzas Armadas en particular, es al mismo tiempo un tema oportuno y polémico en muchas naciones del mundo. A nivel internacional, cobró especial atención con la participación de mujeres en la denominada Operación Tormenta del Desierto, donde cerca de 11,000 integraron el contingente estadounidense de 100,000 soldados emplazados en el Golfo Pérsico. Asimismo, la noticia acerca de la primera mujer en el mundo designada Comandante de un submarino noruego con una tripulación integrada exclusivamente por hombres; la posibilidad para las mujeres de alcanzar el generalato en el Ejército de Brasil; y las denuncias de acoso sexual de las mujeres uniformadas en EE.UU. e inclusive en nuestro país, entre otras informaciones, han puesto el tema en discusión. En el campo militar es creciente la participación de la mujer en las Fuerzas Armadas del mundo, a partir de 1995, la VI Conferencia Mundial sobre la mujer, en Beijing-China, que trató entre otros temas, la potenciación del rol de la mujer en la sociedad contemporánea, permitió que muchos gobiernos tomaran la decisión de incorporar a la mujer en las filas de la profesión militar; determinar los diferentes roles jerárquicos que deberían asumir las mujeres en la profesión militar. Cabe preguntarse ¿por qué las Instituciones Armadas incorporan mujeres a sus filas? Una de las respuestas posible se encuentra en dos acontecimientos sociales, no relacionados entre sí, que han dado lugar al énfasis en el empleo de mujeres. La primera tiene relación con la escasez en el número de hombres jóvenes. La población mundial se envejece cada día, los índices de natalidad se reducen, en consecuencia, se disminuye considerablemente el número de elegibles para ser reclutados. Cabe agregar la desfavorable opinión pública hacia la profesión militar en muchos lugares del globo, y el predominio de características sociológicas institucionales que demandan una vocación sólida de sus integrantes y que, como todas las vocaciones puras, implican una voluntad de servicio, una renuncia y, en definitiva, la aceptación de un sacrificio. La segunda explicación se asocia con el acontecimiento social de demanda por la igualdad entre hombres y mujeres, fenómeno especialmente afianzado en las sociedades más industrialmente adelantadas y que, constituye un referente para aquellas en vías de serlo. En este contexto adquiere especial significación la inquietud que motiva El presente trabajo de investigación: ¿Cuáles serán los diferentes campos ocupacionales a los que deben incorporarse el personal femenino que ingrese en los Institutos Armados?. Las Fuerzas exclusiva y Armadas han sido Instituciones tradicionalmente conformadas de manera excluyente por hombres. Pero, indirectamente, la mujer ha jugado un papel importante en la resolución de conflictos bélicos, sea a través de la labor de apoyo que realizaba o aun en circunstancias extremas, empuñando las armas contra ocasionales enemigos. Esta situación se dio desde los albores de la Independencia, durante la Guerra con Chile y la Campaña de la Breña, por citar algunos episodios realmente importantes en la historia patria en los que la mujer desempeño un rol importante en los conflictos bélicos. Por otro lado, las diferentes corrientes mundiales y la coyuntura internacional nos obliga a caminar de acuerdo a los cambios que se vienen suscitando en el mundo, y siendo algunos cambios radicales; uno de esos es el de la participación de la mujer en todos los campos de la actividad humana. Constituye un hecho que se puede imitar, el que las Fuerzas Armadas de países desarrollados y otras similares al de nuestro País, han incorporado a su activo, a mujeres en condición de Oficiales y Sub Oficiales, para ocupar puestos específicos, notándose aspectos muy positivos en esta incorporación. Es conocido el papel que juega hoy en día la mujer en los diferentes campos de la actividad, su participación como combatientes en Ejércitos legales así como en los llamados Ejércitos Irregulares, que actúan en Guerras no Convencionales en diferentes partes del mundo, mostrando una preparación y eficiencia similar a la que se espera de los varones. El adelanto de la tecnología e inclusive el de la ciencia, ha influido poderosamente en la guerra moderna, los cambios cualitativos ocurridos han determinado variaciones ocupacionales, nuevas áreas de desempeño, y un distinto empleo del armamento, instrumentos y diversos medios que facilitan la participación de la mujer en el campo Bélico en condiciones análogas a las de varón. I. MARCO LEGAL El Informe de las NU. "Situación de la Mujer en el Mundo, 1995", es un valioso esfuerzo estadístico de los gobiernos y del organismo mundial, que constituye un eslabón fundamental en la larga cadena de temas vinculados a la mujer y cuyo interés y actividad de las Naciones Unidas se aprecia desde sus al ver consagrado en la Carta constitutiva de este organismo el principio de la igualdad entre el hombre y la mujer. Esta declaración de derechos también aparece en nuestro ordenamiento jurídico dentro de nuestro Derecho Constitucional como uno de los derechos fundamentales de la persona humana. Como una cuestión de importancia cronológica mencionaremos, que el tema de la Mujer no solamente ha sido motivo de innumerables Conferencias Mundiales, sino que debemos mencionar entre otros esfuerzos, las Convenciones sobre eliminación de todas las formas de discriminación contra la Mujer (1979); las Estrategias de Nairobi orientadas hacia el futuro para el adelanto de la Mujer (1985); el Programa 21 y la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (1992); la Declaración de Viena y el Programa de Acción de la Conferencia Mundial de DD.HH.(1994); la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (1994); y el Programa de Acción de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social (1995). El Informe relativo a las ocupaciones del Hombre y la Mujer señala que: "Las ocupaciones de mujeres y hombres siempre han sido diferentes, pero las diferencias concretas varían entre las regiones y el tiempo". En los países desarrollados los hombres, tradicionalmente, "dominaron oficialmente" las ocupaciones de oficina, en la actualidad a la mujer corresponde dicho sector de la actividad. Una característica común a todas las regiones del mundo es que las mujeres "están muy subrepresentadas" en empleos de gestión y administración y en empleos de producción y transporte, mientras que se percibe estadísticamente que vienen ocupando una parte importante de empleos de oficina y de servicios, así como de empleos "profesionales, técnicos". En América Latina un 55% de las Mujeres ocupan empleos en las esferas de servicios, ventas y oficinas. Solamente el 15% corresponde al empleo de las mujeres en empleos "profesionales, técnicos y de administración y gestión", y del 14% en la producción. (Datos de la División de Estadística de la Secretaría de NU.). La procreación y la crianza "constituyen un elemento fundamental en la vida de las mujeres" según el Informe de las Naciones Unidas, y ciertamente que ambas pertenecen a la naturaleza misma de la función social y biológica de la mujer, y se encuentra en la naturaleza misma del orden natural social. En todos los países las mujeres en su mayoría se convierten en madres a la edad de procrear. En algunos las mujeres tienen sus hijos en la edad adulta y controlan en número de hijos que desean procrea, fácilmente. En otras regiones, como en América Latina y el Caribe la mujer tiene sus primeros hijos en la adolescencia. Pero interesa en este desarrollo destacar la relación de la procreación y la crianza con el empleo, no solamente por los derechos que las leyes laborables tienen para favorecer a la madre gestante antes, durante y después del parto, sino que se ha comprobado que las mujeres educadas contraen matrimonio en una edad mayor -depende de las regiones también-, mejora su capacidad para elegir el número de hijos que desea tener. Del mismo modo este tema tiene relación con las funciones sociales de la mujer en razón de su rol de procreadora ya que como menciona el Informe expresamente en "las sociedades en que las mujeres se consideran principalmente mujeres y madres, les resulta difícil alcanzar otras funciones sociales, las muchachas se casan y tienen hijos a una edad temprana". Por ello la mujer en el trabajo y en su actividad laboral, inclusive la profesional, en la mayoría de los casos procrea y cría por ser mujer y, además, posee características distintas a la de hombre. Bastaría mencionar los servicios a la llamada salud genésica (natalidad-mortalidad), su vulnerabilidad a las consecuencias del embarazo (fístulas obstétricas), prolapso del útero. Así como anemia. malnutrición, la hepatitis, el paludismo, la tuberculosis y la anemia falciforme. Corre también un riesgo mayor, según el Informe, de infectarse con enfermedades trasmitidas por contacto sexual, lo que puede conducir al cáncer cervical y a la infección con el VIH. A nivel nacional, el Perú participó en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, realizada en Beijing, China del 4 al 15 de Setiembre de 1995, donde se acordó una plataforma de acción cuya aplicación exige el compromiso de los Gobiernos y de la Comunidad Internacional a asumir medidas prioritarias para la potenciación del rol de la mujer en la sociedad contemporáneo, para lograr la igualdad de género, de responsabilidades y de oportunidades. Por Resolución Legislativa Nº 23432, del 4 de Junio de 1982, el Congreso de la República aprobó “La Convención Sobre Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer” de la Asamblea General de las Naciones Unidas (New York-Resolución 34/180-18 de Diciembre de 1979, suscrita por el Perú el 23 de Julio de 1,981) la cual compromete a sus Estado-Parte a realizar acciones efectivas, conducentes a mejorar el estado legal, social y económico de los derechos de la mujer, teniendo en cuenta el concepto de “Pacificación” de la normativa, como instrumento eficaz para asegurar la eliminación de toda forma de discriminación, la que en esencia siempre implica una negación del individuo de su condición plena de persona humana. La promulgación de la Ley Nº 26628 que amplió la admisión de mujeres a las Escuelas de Oficiales y Suboficiales de las Fuerzas Armadas del Perú constituye su revaloración dentro de las instituciones castrenses. Ello rompió algunos esquemas tradicionales y obligo a la generación de nuevos conceptos, normas y reglamentos que armonicen su presencia en las filas castrenses; considerando que los derechos humanos y las libertades fundamentales, son patrimonio inalienable de todos los seres humanos, y su promoción y protección es responsabilidad primordial de todos los gobiernos. Sin embargo, deben ser modificados los modelos de conducta sociales y culturales que se imponen tanto a la mujer como al hombre, a fin de ser eliminados los perjuicios y prácticas consuetudinarias, basadas en la idea de inferioridad de uno de los sexos y en funciones estereotipadas asignadas a cada uno de ellos. II. PAPEL DE LA MUJER EN DIVERSOS CAMPOS DE LA ACTIVIDAD HUMANA. Es conocido el papel que juega hoy en día la mujer en los diferentes campos de la actividad, su participación como combatientes en Ejércitos legales así como en los llamados Ejércitos irregulares que actúan en guerras no convencionales en diferentes partes del mundo, mostrando una preparación y eficiencia muchas veces, similares a los varones; es más estudios de destacados sicólogos determinan que la actitud sanguinaria y sin medir el peligro es producto del deseo reprimido y la presión a la que estaba sometida por el machismo de la sociedad. El empleo de la mujer, en actividades consideradas de exclusividad para los varones, ha dado resultados sorprendentes, la tecnología que hoy se incrementa y se introduce en todos los campos de la actividad, simplifica en muchos casos procedimientos considerados duros, hace poco tiempo, es allí donde la mujer participa mostrando su capacidad de raciocinio y análisis, muchos ejemplos se pueden enumerar como un marco referencial, en los campos científicos, que se relacionan con el desarrollo del poder bélico, como es el campo atómico, nuclear, bacteriológico, informática, de las comunicaciones, médico, etc. En todo caso, las diferencias por diversos factores incluyendo El sexo si es necesario para desempeñarse en un empleo y avanzar en una carrera, lo señala El análisis, la valoración y como sabemos, cada puesto o cargo en el sistema de administración de personal está constituido por: (a) Conjunto de funciones (b) Responsabilidades por los bienes diversos o personas. (c) Por la descripción de requisitos mínimos de educación (formación y capacitación) y experiencias que debe reunir una persona para ser designada. (d) Su valor relativo entre otros puestos, es precisamente cuando se determina los requisitos en el cargo exige, donde se define la discriminación racional necesaria para señalar quienes pueden y quienes no pueden desempeñarse con éxito en determinado puesto y carrera. El adelanto de la tecnología e inclusive el de la ciencia, ha influido poderosamente en la guerra moderna en sus versiones convencional y no convencional, los cambios cualitativos ocurridos han determinado variaciones ocupacionales, nuevas áreas de desempeño, empleo de armamento instrumentos y diversos medios que facilitan la participación de la mujer en el campo bélico en condiciones análogas a las del varón. Los diversos Ejércitos pertenecientes a los distintos países, cuentan con personal profesional femenino, preparadas en escuelas superiores de formación, y desempeñan puestos de apoyo, servicios y armas, la denominada “Guerra del Golfo” demostró la presencia de oficiales de sexo femenino en las filas de los diferentes Ejércitos que actuaron en combate. Respecto del empleo de la mujer en las NU., entre otros datos, se menciona la labor de la mujer en las llamadas "Operaciones de Mantenimiento de la Paz". Se informa que dentro de la historia del organismo mundial dentro del período que va de 1988 a 1994 se realizaron 36 operaciones de paz y seguridad: "La participación de las mujeres se ve afectada por las políticas nacionales: algunos países abrieron la carrera militar a las mujeres hace años, otros en época más reciente. Aún otros prohíben totalmente a las mujeres participar en el servicio militar y sólo algunos permiten que las mujeres presten servicios en combate". "De los 6205 efectivos aportados entre 1957 y 1979 sólo cinco fueron mujeres. Entre 1989 y 1992, el número de mujeres aumentó a 255, algo más del 1%,, en las 17 operaciones de mantenimiento de la paz, activas en 1993, las mujeres apenas constituían el 2% de los contingentes militares". Muy distinta ha sido la participación de la mujer dentro del personal no militar de mantenimiento de la paz de NU. que alcanzó el 23% de los participantes del personal civil internacional, entre 1957 y 1991. III. LA MUJER EN LAS ESCUELAS DE FORMACIÓN DE LOS INSTITUTOS ARMADOS Los Reglamentos internos de las Escuelas de Formación de Oficiales y Suboficiales de los Institutos Armados, consideran como falta muy grave: embarazar o estar embarazada. Hechos que son fuertemente castigos con la separación de la escuela. Lo que evidentemente limita el derecho reproductiva que tienen como seres humanos. Es frecuente que hombres o mujeres sean separados de la institución a poco tiempo de graduarse. Son pocos los que interponen acciones de amparo en contra de estos reglamentos internos que no son de público conocimiento de la ciudadanía, aunándose a ello que la Ley del Régimen Disciplinario militar no lo considera como hecho sancionable. Razón por la que en muchos casos, las acciones interpuestas han sido amparadas en forma positiva. Deben ser adecuados los reglamentos internos de las Escuelas de Formación, a fin de compatibilizarlas con las diversas convenciones internacionales en que el Perú es parte. IV. ASPECTOS QUE SE DEBEN TENER EN CUENTA EN LA INTERRELACION DEL PERSONAL FEMENINO Y MASCULINO EN LAS FUERZAS ARMADAS Desde que el mundo es mundo y el hombre y la mujer fueron creados para habitar sobre él, la interrelación entre estas dos criaturas ha sido compleja y difícil, dependiendo en muchos casos de la educación, cultura, religión, entre otros aspectos. Las Naciones Unidas en 1995, realizó un informe sobre esta problemática, estableciendo que: "Las tasas de la violencia contra las mujeres, basada en el sexo, traspasan todos los límites culturales, religiosos y regionales, y constituyen un importante problema en todos los países en que se ha extendido. Adoptan muchas formas, pero los estudios y las técnicas de medición aún no se han desarrollado lo suficiente. La mayor parte de los datos sobre la violencia contra la mujer provienen de pequeños estudios especiales, pero varios países han realizado recientemente encuestas nacionales sobre los aspectos de la violencia contra la mujer, especialmente el asalto físico por un compañero íntimo. Los datos sobre el asalto sexual de mujeres y niñas son aún más limitados”. El Informe agrega: "...la mayor parte de los delitos sexuales son cometidos por individuos que las víctimas conocen. Las estadísticas de justicia penal y los datos de los centros de crisis por las violaciones en seis países (Chile, EE.UU., México, Malasia, Panamá y el Perú), se ha apreciado en las estimaciones que en más de 60% de todos los casos sexuales la víctima conoce al delincuente." Las Naciones Unidas mencionan como un aspecto de importancia para los países el "mejoramiento de la reunión de datos sobre la violencia contra la mujer desde una perspectiva de Derechos Humanos. Se ha reconocido en el último decenio que la violencia contra la mujer es una cuestión de sexo. En junio de 1993 la Conferencia Mundial de DD.HH. reconoció que la violencia sexista era incompatible con la dignidad y la valía de la persona humana y debía ser eliminada". En la Declaración de la Conferencia Mundial de 1993 se definió la violencia contra la mujer como "Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual, o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se produce en la vida pública como en la vida privada". El tipo B ó segunda tipología de que reconoce el Informe es: "La violencia física, sexual y psicológica perpetrada dentro de la comunidad en general, inclusive la violación, el abuso sexual, el acoso y la intimidación sexual en el trabajo, en instituciones educacionales y en otros lugares, la trata de mujeres y la prostitución forzada". La definición del informe de Naciones Unidas tiene especial utilidad y valor toda vez que no es limitativa sino que abarca matices y formas de violencia física, diferenciándola del delito de violación, así como del acoso sexual, señalando el lugar en que se realizan los hechos y las circunstancias: en el trabajo, en instituciones educacionales y en otros lugares a fin de no excluir lugar alguno o circunstancia. Indudablemente la mujer se encuentra expuesta a ser violentada -objeto de violencia-, violada, acosada, amenazada, intimidada dentro de la comunidad en la que se encuentra, pero ciertamente, dentro de instituciones en donde la organización y el tipo de relaciones interpersonales supone un ambiente sui generis toda vez que la vida en común, el estudio y trabajo en común, propio de los internados, limitaría dentro del recinto digamos de una Escuela Militar el espacio comunitario a un grupo determinado, en el que por ejemplo la jerarquía podría pretenderse utilizar abusivamente aprovechando el ascendiente y/o las eventuales represalias profesionales en caso de una resistencia a la comisión del delito, o la expresión de la mujer de rechazo de dicha violencia en alguna de sus formas. Si bien, existe normatividad especifica sobre el tema del acoso sexual en las Fuerzas Armadas y Policiales, un procedimiento especial a seguir, el que es severamente castigado en por la Ley del Régimen Disciplinario Militar hasta con la destitución o separación del cargo. No ha impedido que se produzcan este tipo de agresiones por parte de los superiores oficiales en desmedro de los grados menores, a cambio de “hacerles más llevadera su formación o labor”, a cambio de favores sexuales. Razón por la que considero que se deben estudiar y vigilar los siguientes aspectos con el fin de tratar de minimizar la situaciones de inequidad entre hombres y mujeres y deben formar parte de los currículos educativos en todos los niveles. 1. Fraternalización Entendiéndose como la trasgresión de los límites acostumbrados de las relaciones aceptables entre superiores y subordinados, no debiendo permitirse que estas relaciones atenten contra la disciplina o que desacrediten el nombre de la Institución. De igual forma de define como aquellos que no respetan las diferencias de grados, jerarquía, tradiciones y/o costumbres de las FFAA, tales como: o El trato preferencial, es decir el uso Inadecuado del grado para obtener una ventaja personal, comprometiendo el respeto a la autoridad. o Todo aquel que se involucre o intente hacerlo en acto de inconducta de índole sexual se expondrá a la sanción y/o medida disciplinaria correspondiente. 2. Relaciones con el Sexo Opuesto La interacción debe ser únicamente profesional siendo esta una relación social entre hombres y mujeres, debiendo evitar dentro de las instalaciones y en el ámbito de trabajo: (a) Besarse (b) Intercambiar abrazos sugestivos (c) Andar unidos de la mano (d) Sentarse o echarse (aun totalmente vestido) en la cama juntos (e) Otras conductas similares Las relaciones entre superiores y subalternos, que involucren o den la apariencia de parcialidad o trato preferencial, uso inadecuado del grado o posición para obtener una ventaja personal son perjudiciales para el buen orden, disciplina y moral. Estas relaciones atentan contra el espíritu de disciplina comprometen el respeto a la autoridad y afectan las virtudes del superior para ejercer el juicio imparcial y equitativo. 3. Relaciones Afectivas El número de matrimonios aumenta gradualmente. Según estadísticas oficiales, tres de cada diez mujeres soldados se casan con Oficiales o soldados de sus unidades durante los dos años de servicio obligatorio. Otras contraen matrimonio tan pronto abandonan el servicio. Las relaciones afectivas entre el personal militar, se circunscribirán en principio a los lazos de camaradería y respeto mutuo, pudiendo llegar a establecerse vínculos afectivos y/o conyugales conforme al Código Civil y Religioso, solamente entre el personal de una misma escala jerárquica, no está permitido, de acuerdo a reglamentación actual y vigente, vínculos conyugales, convivencia, relaciones amorosas, sexuales o actos análogos entre el personal. 4. Acoso Sexual El acoso sexual es una forma de agresión que involucra avances sexuales no deseados, es una conducta inaceptable que socava la disciplina y debilita la moral e interfiere con el desempeño de la función y la productividad en el trabajo. En las Instituciones de las Fuerzas Armadas no están permitidos los actos de acoso sexual en ningún nivel y en cualquiera de sus manifestaciones. El personal que incurra en el, será sancionado drásticamente por actos contra la moral y hostigamiento sexual que afectan la dignidad de la persona humana. El personal militar incurrirá en acoso sexual cuando utilice la conducta sexual para controlar, influenciar o afectar el trabajo personal, de igual modo cuando realiza contactos físicos deliberados de naturaleza sexual. Acoso Verbal.- Incluye bromas o comentarios indecentes, reiterativos y dirigidos a una misma persona, expresiones vulgares de carácter sexual, chantaje, amenazas y todo comentario de índole sexual, que pueda ser intimidatorio u ofensivo. Acoso Visual.- Incluye mostrar premeditadamente videos, dibujos, fotos, revistas, calendario, o diagramas de índole sexual, símbolo., afiches, calcomanías y póster de hombres o mujeres con alusiones sexuales que pueden ser intimidatorio u ofensivos. Acoso Sicológico.- Es un hostigamiento sugestivo, desestabilizador del estado mental y emotivo, creando en la persona pánico, terror y desesperación 5. Ambiente Hostil Cuando la conducta sexual no deseada de uno, una o más, personas interfiere con el desempeño de otros (as), se ha producido acoso sexual, u la conducta produce una atmósfera ofensiva hacia otro (a) sin importar si afecta su desempeño, se ha producido el acoso sexual del tipo “AMBIENTE HOSTIL”, que atenta contra la moral y las buenas costumbres en perjuicio de la imagen familiar e institucional. 6. Disciplina El personal militar masculino y femenino deberán dar estricto cumplimiento a lo especificado en sus reglamentos y en forma especial a lo que respecta al “Saludo” por ser este la demostración que evidencia el espíritu y la disciplina militar, asimismo deberán tener presente en todo momento las normas de conducta, ética profesional y respeto mutuo, evitando los saludos efusivos y cariñosos. La jerarquía militar debe imponerse en todo momento y circunstancia; con el fin de evitar la familiarización entre el personal militar masculino y femenino. Informar a su Superior o Comando inmediato, dentro de las 24 horas, todas aquellas acciones que originen conflictos; tales como intimidación, discriminación, hostigamiento, acoso sexual u otro comportamiento análogo a fin de que el trato sea vertical y transparente. Mantener las reglas de cortesía establecidas dentro y fuera de la institución, conforme a normas vigentes. Observará rigurosamente las prescripciones reglamentarias sobre el uso del uniforme; adoptando los movimientos, posiciones y presentación personal que evidencien el nivel de disciplina esperado. . 7. Servicio Los Comandos dispondrán que el personal militar femenino que preste servicios en las diferentes dependencias de su institución cumpla lo estipulado en los reglamentos respectivos. Los Comando de las Escuelas de Formación, y/o Unidades deberán acondicionar y/o prever ambientes (instalaciones) adecuados para el personal militar femenino, tanto como alojamiento, servicios higiénico, etc. El personal militar femenino dispondrá de alojamientos separado del personal militar masculino, ya sea para Oficiales, Sub Oficiales y SANAF. El personal femenino que se encuentre en períodos de formación militar deberá cumplir los mismos deberes que el personal masculino, talos como internamiento, servicios, salidas, castigos y formaciones, etc. El personal femenino en estado de gestación realizará exclusivamente servicio interno en su Unidad, salvo que por prescripción médica se encuentre exceptuada del mismo. 8. Aptitud Sicosomática Los exámenes de Aptitud Sicosomática del personal militar femenino, deberán ser regulados específicamente. El embarazo es compatible con la carrera militar, ya que es un evento natural y humano que ocurre en la vida de la mujer, así como lo es la paternidad para el varón. En tal sentido, el embarazo no es causal de inaptitud para el servicio; sin embargo, éste afecta la operatividad del elemento femenino debido a las limitaciones temporales que genera en el desempeño de sus funciones. El personal en proceso de formación tendrá condiciones especiales en relación a este aspecto, considerados en los reglamentos de cada institución. La evaluación médica para el personal militar femenino gestante, que se encuentren en proceso de ascenso, sólo se considerarán aquellos exámenes que no afecten su salud y/o la del feto. 9. Matrimonio El número de matrimonios aumenta gradualmente. Según estadísticas oficiales, tres de cada diez mujeres soldados se casan con Oficiales o soldados de sus unidades durante los dos años de servicio obligatorio. Otras contraen matrimonio tan pronto abandonan el servicio. V. CONCLUSIONES Y PROPUESTAS 1. El proceso de incorporación de la mujer en las Fuerzas Armadas en casi todos los países occidentales, es bastante similar, al iniciarse con la admisión de enfermeras para posteriormente permitir su desempeño en actividades a las labores domésticas tradicionales. 2. En general, se hace referencia a dos argumentos, no relacionados entre sí, que habrían dado lugar al énfasis en el empleo de mujeres en las Fuerzas Armadas. En primer lugar, la toma de conocimiento de la escasez en el número de hombres elegibles para ser alistados. Esto se debe, en parte, al descenso de la natalidad iniciado alrededor del 1960, fenómeno conocido como “crecimiento cero de la población”, consecuencia del aumento de la “esperanza de vida” y la “planificación familiar” (esterilizaciones, anticonceptivos y abortos). Y, en segundo lugar, la búsqueda de igualdad de derechos y oportunidades laborales, impulsados por los movimientos feministas internacionales. 3. Se ha escrito bastante sobre la imposibilidad de que las mujeres sean buenos soldados por cuestiones fisiológicas, debilidad física y otros inconvenientes, el hecho concreto es que casi todas las argumentaciones parecen meras excusas que pretenden situar a las mujeres en el límite de su capacidad para dejar claro que no son aptas militarmente. Sin embargo, la historia de muchas naciones demuestra exactamente lo contrario. 4. Estudios de la Sociología Militar efectuados en Estados Unidos de América, Europa e Israel, coinciden en concluir que la incorporación de la mujer en las Fuerzas Armadas ha dado resultados positivos en la eficiencia de las unidades, los argumentos empíricos de las investigaciones demuestran que, por ejemplo, el nivel de escolaridad y rendimiento académico de las mujeres es superior a los hombres, contrariamente a lo que pudiera pensarse; el ausentismo femenino en las unidades es menor en mujeres que en los hombres, la eficacia de las unidades operativas mixtas es superior aquellas integradas sólo por hombres. 5. La mujer está consolidando su presencia en las Fuerzas Armadas. Pese a que en algunos países su presencia es apreciable, no suele superar el 10 por ciento del total de la fuerza. El cómo se realizará y estructurará la integración es algo que varía de sociedad en sociedad. Podrá verse acelerada por algún acontecimiento exterior, o retrasada por algún problema que surja. Pero se trata de un proceso absolutamente irreversible. 6. Esta incorporación implica la realización de ciertos cambios en la estructura y organización de las Fuerzas Armadas si se quiere que se lleve a cabo con éxito. Por otra parte, estos cambios son más fácilmente realizados si la incorporación se hace paulatinamente, es decir, ampliando poco a poco los puestos que podrían estar en capacidad de ser desempeñados por la mujer. 7. Al punto de vista legal, no existe ningún impedimento en cuanto a que el personal femenino continué ingresando a las Escuelas de Oficiales y Sub Oficiales de la FFAA, más aún teniendo en consideración que la Constitución Política del Perú, y la Ley Orgánica del Ministerio de Defensa compromete a todos los Peruanos sin excepción a participar en la Defensa Nacional. Así mismo la ley de Situación Militar y las Leyes Orgánicas de los Institutos de las FFAA no señalan restricción alguna a dicho personal; no existiendo además norma legal alguna que limite la presencia de personal femenino en determinadas especialidades u ocupacionales castrenses. 9. Es necesario que todo el personal de las FFAA tenga conocimiento de la normatividad y disposiciones que rigen las relaciones interpersonales para el personal femenino y masculino tanto para la etapa de formación en las respectivas escuelas, así como en la etapa de Técnica o Suboficial, una vez egresadas de sus respectivas escuelas. Las diferentes dependencias deben acondicionar en las diferentes instalaciones independientes (alojamientos) para el personal femenino donde irían a prestar su servicio profesional, particularmente en los siguientes aspectos: • Fraternalización • Relaciones con miembros del sexo opuesto • Relaciones afectivas • Acoso sexual • Disciplina • Servicio • Aptitud sicosomática • Matrimonio • Embarazo, licencia Pre y Post natal • Cambio de colocación 10. Las Escuelas de Formación de Oficiales y Suboficiales deben adecuar sus Reglamentos Internos a las Convenciones en las que el Perú es parte; no puede ser limitados los derechos reproductivos tanto de hombres como de mujeres, lo que debe haber es una adecuada educación sexual, y de producirse un embarazo, no basta con decir que se prohíbe el aborto, el que también es causal de separación definitiva de las Escuelas, lo que evidentemente conduce a su aplicación a fin de continuar con sus estudios. 11. Por estas razones considero que debe establecerse un Observatorio de la Situación de la Mujer en las Fuerzas Armadas y en las Fuerzas Policiales, a fin de establecer cual es el perfil que se espera que tenga una mujer luego de concluida su etapa de formación. De vigilar que no se violen derechos fundamentales como lo es el derecho a la maternidad o paternidad de los que se forman para tener la calidad de oficiales o subalternos. 12. El Observatorio de la Mujer en las Fuerzas Armadas debe tener entre otras funciones las de: • Analizar cuál es el grado de incidencia que la mujer ejerce sobre el conjunto de actividades que conforman los procesos, referidos a personal militar, de reclutamiento, formación, gestión, integración y, de ser el caso, su reincorporación a la vida civil. • Elaborar estudios sobre el impacto de género en el ámbito las labores castrenses. • Analizar la información estadística suministrada por las Direcciones Generales de Personal de las Instituciones Armadas sobre la mujer. • Promover, analizar y difundir, especialmente en el ámbito de las Fuerzas Armadas, la información sobre la integración de la mujer. • Todas aquellas cuestiones que puedan resultar de análoga significación a las anteriores y contribuyan de algún modo a favorecer la incorporación y la integración de la mujer en las Fuerzas Armadas. BIBLIOGRAFIA - Conferencia Mundial de DD.HH. 1995 - La Mujer en las Fuerzas Armadas, Omar Gutiérrez, Air Power Journal – 1998 - La Mujer en las Fuerzas Armadas, Un Estudio Jurídico – Constitucional, Francisco Fernández Segundo – Boletín informativo del CESEDEN N° 264 – 2000 - La Mujer en las Fuerzas Armadas: Un Proyecto Mediato o Una Realidad, Comando en Acción N° 16 – 2005 - Las Mujer en las Fuerzas Armadas, Rosa Peris, Cervera N° 287, Boletín Informativo del CESEDEN, 2004 - Las Mujeres en el Ejercito: Un Juicio Comparativo, Albert N. Garlond, Military Review, 1982 - Ley N° 26628, 20 de Junio de 1,996 - Ley Nº 26628 “La participación de la mujer como Oficial en los distintos Institutos de nuestra FFAA”. - Resolución Legislativa Nº 23432 del 4 de Junio de 1,982. - Situación de la de la Mujer en el Mundo, Informe de las NN.UU. 1995 - Women end War, Basic Book, New York- 1987. Raquel Díaz Espinoza [email protected] Autora: Lucía Heredia Ponencia: Género y Seguridad. Políticas, tensiones y propuestas. Intentaremos delinear un campo balizado desde dos posiciones que partimos por considerarlas como inclusivas en algunos aspectos y ampliatorias en otros. Estos horizontes orientadores están determinados en primer lugar por el esfuerzo en centrar el debate de la inclusión de la problemática de las violencias sexistas hacia las mujeres como un tema de seguridad ciudadana y, en segundo lugar, por el impulso al cumplimiento de las recomendaciones internacionales (Plataforma de Acción de Beijing), incorporando el enfoque de género de modo transversal al conjunto de las áreas de gestión de los organismos públicos. La visualización de la violencia de género como un problema de Seguridad Ciudadana es una propuesta reciente ya que este concepto históricamente se circunscribió al ámbito público y sólo en el nuevo milenio se ha comenzado a incorporar y comprender que la seguridad en cualquier país también debe ser asegurada en el ámbito privado y garantizada por el estado. Tanto la política pública de seguridad como la política pública respecto de la violencia doméstica y la violencia contra las mujeres configuran campos muy controversiales, con fuertes disputas al interior de ambos. La seguridad ciudadana se perfila como un campo polémico, relevante en el debate público, situado como prioritario entre las áreas problemáticas planteándose como un reclamo de urgente intervención al Estado. Adquiere una significación social que cuestiona la legitimidad del sistema institucional por sí misma, configurándose un campo de disputa por el tipo de soluciones y por quién tiene la responsabilidad de encararlas. Curriculum Vitae Lucía Heredia Licenciada en Psicología Egresada del Diplomado en Estudios de Género UCES Cursante de la Maestría en Estudios de Familia UNSAM Ex - Coordinadora del Equipo Interdisciplinario de la Comisaría de la Mujer de San Isidro. Colaboradora en la redacción del Informe Sombra- Comité de Expertas en el seguimiento de la Convención de Belen do Pará del año 2006. Capacitadora del Programa de Fortalecimiento de Derechos y Participación de la Mujeres “Juana Azurduy” del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales. Integrante del Equipo Interdisciplinario de la Dirección General de Coordinación de Políticas de Género del Ministerio de Seguridad de Buenos Aires. Comisaría de la Mujer y la Familia de Malvinas Argentinas. Ex - Integrante del Equipo Técnico de AMMAR-CTA (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina). Años 2001 al 2004. Premio “Mujer Ejemplar del Partido de San Isidro”, año 2003. Reconocimiento de la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires por la “Ejemplar trayectoria y desempeño en la lucha por los derechos de las mujeres”, 2007. Reconocimiento y agradecimiento por la contención brindada a las personas víctimas de violencia de género, violencia intrafamiliar e inequidad” de la Dirección General de Coordinación de Políticas de Género del Ministerio de Seguridad, 2007. GÉNERO Y SEGURIDAD CIUDADANA: Transversalización. Tensiones e Interlocuciones. Autora: Lucia Irene Heredia 2008 Se entiende por transversalización de la perspectiva de género al “proceso de examinar las implicaciones para mujeres y hombres de cualquier tipo de acción pública planificada, incluyendo legislación, políticas y programas, en cualquier área.” Asimismo, es …“una herramienta para hacer de los intereses y necesidades de hombres y mujeres una dimensión integrada en el diseño, implementación, monitoreo, y evaluación de políticas y programas en todos los ámbitos políticos, sociales y económicos” (Naciones Unidas, 1997). “En todas las sociedades la gestión de la seguridad refleja valoraciones y asignaciones de poder. Las opciones pueden reproducir jerarquías y desigualdades, en cuyo caso abiertamente conducirán y sostendrán concepciones instrumentales en contra de los sujetos y colectivos con menor poder social; u, orientadas por el valor supremo de la persona humana, tomarán en serio gestionar la seguridad de manera que los derechos humanos de todas las personas están al centro de las políticas. La primera opción no tiene una matriz moral diferente del simple ejercicio de la fuerza. La segunda implica una tarea de construcción de capacidades y control de factores adversos a fin de orientar la convivencia humana hacia términos que reduzcan la lesividad.” (Giulia Tamayo, Seguridad Ciudadana con Enfoque de Género, Conferencia Centroamericana y del Caribe: Reducción de la Pobreza, Gobernabilidad Democrática y Equidad de Género”, Nicaragua, 2002.) INTRODUCCIÓN El reclamo de seguridad, protección y justicia de las mujeres víctimas de violencia por parte de sus parejas ha interpelado al Estado desde su formación. Dice José Luis Moreno que “El siglo XIX, a juzgar por la cantidad de juicios que reposan en el Archivo General de la Nación, ha sido pleno de conflictos en el seno de los hogares pampeanos.” (Moreno, 2004) Y continúa el investigador: “Fueron las mujeres, teniendo en cuenta la frecuencia con que acudieron a los tribunales judiciales, las mayores damnificadas”. (Idíd.) Ya por aquel entonces las respuestas que encontraron las podían llevar a una situación de mayor desprotección que la que les indujo a iniciar la demanda. “Los malos tratos, la demanda pública de la mujer y su reclusión en la Casa de Ejercicios constituyeron muchas veces una trilogía inseparable ...” (Ibíd.) Nunca fue bien visto que una mujer esté sola, ni antes ni ahora. En el año 2002 una investigación realizada por Alberdi y Matas sobre malos tratos a mujeres en España, extrae la conclusión que la mayor parte de las mujeres asesinadas están en proceso de separación, es decir han manifestado la firme decisión de volver a estar “solas”. (Alberdi y Matas, 2002) En una sociedad patriarcal la mujer que no pertenece a ningún varón en particular, pertenece potencialmente a todos, es la célebre “mujer pública”. (Amorós, 1998) Carecemos de estos informes para nuestro país, pero quienes trabajamos con las víctimas en el estadio de la denuncia sabemos en qué medida la violencia se intensifica y se hace más frecuente cuando la víctima toma la decisión de poner fin a la relación. De hecho esta etapa se denomina “ruta crítica” y el aumento de riesgo es considerado especialmente en las evaluaciones que al respecto se realizan. También la denominación hace referencia al farragoso acceso a la justicia. Es importante dar cuenta de este primer movimiento que las víctimas realizan en solicitud de seguridad, protección y justicia. Lo realizan mucho antes que las respuestas hayan sido delineadas, tan siquiera que la situación adquiera nominación (eficacia simbólica en el sentido de poder promover la aspiración a derechos, garantías y protecciones). Con esto quiero resaltar que desde siempre la violencia vivida por las mujeres por parte de sus parejas ha sido vivenciada por las víctimas mismas como un tema que afectaba su seguridad, exigiendo por lo tanto una intervención que las más de las veces no encontraron. Y, sin embargo, insistieron. Tanto como insistió, e insiste, la violencia que padecían y que aun padecen. La necesaria articulación entre seguridad y género, fundamentalmente expresada en la violencia de género, se impone como exigencia y los primeros movimientos al respecto pecaron de improvisación y precariedad, aunque no podemos restarle la creatividad y el voluntarismo propios de los inicios. Ambas temáticas, la seguridad y la perspectiva de género configuran campos muy controversiales, con fuertes disputas al interior de ambos. “Relacionar de manera sinérgica las temáticas de género y seguridad ciudadana presenta dificultades tanto teóricas como metodológicas. La primera dificultad reside en que esa relación es todavía en buena medida terra incógnita en el ámbito de las ciencias humanas… Sólo recientemente se está iniciando la producción de conocimiento en cuanto a esta relación”, nos alertan Enrique Gomáriz y Ana Isabel García. (Gomáriz, García, 2003) La incorporación de la equidad de género como tema de debate en el diseño de políticas públicas ha sido la resultante de un largo proceso social y político. Fue a partir del reconocimiento y la crítica respecto de la construcción cultural, social, política y económica de las desigualdades entre los géneros que se comenzó a pensar en la necesidad de políticas públicas que incorporen esta dimensión. Cuando hablamos de políticas públicas con enfoque de género, las diferenciamos claramente de las políticas sociales orientadas a las mujeres, destinatarias privilegiadas de una gran cantidad de servicios como beneficiarias y en la mayoría de los casos como mediadoras entre la familia y los mismos. Estos servicios son fundamentalmente servicios de salud, educación y asistencia, lo que refuerza la identidad tradicional de las mujeres como responsables del cuidado del hogar y el grupo familiar y no como sujetas autónomas de derechos. Rosa Cobo, al dar cuenta de los dos aspectos que definen el patriarcado de la modernidad (público-privado), encuentra un núcleo de tensión originado entre las ideas liberadoras de la Ilustración y las estrategias para impedir que las mujeres dispusieran de los mismos derechos de los varones quienes postulaban ideas de libertad, igualdad y apostaban su fe a los efectos del desarrollo de la razón (la racionalidad). Se diferencian así espacios públicos y domésticos, priorizando la vida de las mujeres en el ámbito doméstico y esencializando la subordinación de las mujeres en el sistema “democrático”. (Cobo, 1995) La palabra seguridad es en sí misma problemática por las distintas interpretaciones y los diversos adjetivos que se le añaden: “personal”, “individual”, “pública”, “urbana”, “ciudadana”, “humana”; sin olvidar la importancia que tuvieron en los años 70 las llamadas “seguridad nacional” y “seguridad interna”. La seguridad ciudadana se asocia a la recuperación de las instituciones democráticas en América Latina, la defensa de los derechos ciudadanos ante las arbitrariedades de las fuerzas del Estado, la criminalidad, la corrupción, y a la exigencia hacia el Estado de las garantías de una convivencia pacífica. La seguridad ciudadana se perfila como un campo polémico, relevante en el debate público, situado como prioritario entre las áreas problemáticas planteándose como un reclamo de urgente intervención al Estado. Podríamos decir que en este caso se constituiría la condición que Estela Grassi describe como de tal aflicción que adquiere una significación social que cuestiona la legitimidad del sistema institucional por sí misma y que configura entonces un campo de disputa por el tipo de soluciones y por quién tiene la responsabilidad de encararlas. (Grassi, 2003) Podemos considerar estas políticas como parte del segundo universo de las políticas sociales del Siglo XX: las políticas de servicios universales, dentro de la provisión pública de infraestructura social. Participa la provisión de seguridad ciudadana en la conformación del “umbral de ciudadanía”, del mínimo indispensable de condiciones de vida para ciudadanos/as y residentes legales e, indudablemente, la podemos definir en su deber ser como el más público de los bienes públicos: “la seguridad ciudadana es un “bien público” cuya privatización socava las mismas bases del contrato social.” (PNUD, 2006) Como política social la seguridad ciudadana se imbrica con, define y se define en relación a la integración social. Es así que su contrapartida: la (in)seguridad ciudadana ataca fuertemente la cohesión social y se instala como un poderoso, y peligroso, catalizador de actitudes autoritarias y excluyentes. Zygmunt Bauman argumenta que la seguridad ciudadana es tan popular porque, ante la angustia que provocan las diversas formas de incertidumbre generadas por el imperio del mercado (desprotección social, pérdida de certezas sobre el futuro, delincuencia urbana, etc.), resulta tranquilizante contar con culpables de carne y hueso, definibles como enemigos en común, que catalizan todos los miedos e iras reprimidos. Simultáneamente, en un marco de debilitamiento de los Estados nacionales, la dureza con el delito entrega una ilusión de que algo se hace por la seguridad de la gente y permite esconder la impotencia real de los gobiernos para reducir las incertidumbres y desprotecciones que genera el mercado. (Bauman, 1999) Partiendo de este protagonismo y en tanto campo de importante densidad, visibilidad y compromiso social, que hace a la cohesión social y a la dignidad de las personas, se impone como indispensable la cuña de la perspectiva de género en los debates, como condición para que las políticas resultantes sean inclusivas de los intereses de todas y de todos y transparentes en su ejecución. Aquí se hace visible el horizonte que demarca nuestro campo de interés: la transversalización del enfoque de género. Redoblamos la apuesta, ya no se trata sólo de la respuesta a la problemática de la violencia hacia las mujeres como demanda exclusiva de protección, sino que se impone el dar cuenta de su núcleo de sentido: la desigual distribución de poder en las relaciones entre géneros, la jerarquización, la subordinación histórica, los estereotipos culturales que reproducen la misma. Este núcleo de sentido se derrama en todos los intersticios en donde la seguridad ciudadana es interpelada, tanto hacia el interior de las instituciones que la sustentan como en las políticas que se implementan en su nombre. Se configura de esta forma un campo: el de la política de seguridad ciudadana con enfoque de género. Se resalta en este nuevo campo un importante ámbito de desigualdad y vulneración de derechos, como es la violencia que se ejerce contra las mujeres en el marco de las desigualdades de género, principalmente con la violencia doméstica y la violencia sexual. (Provoste Fernández, Guerrero Caviedes, 2004) TENSIONES E INTERLOCUCIONES Trabajaremos en las áreas de intersección de los campos delimitados, la seguridad ciudadana y el enfoque de género, deteniéndonos especialmente en los nudos de tensión críticos donde se ponen en juego disputas por la hegemonía en la implementación de las políticas públicas para dar respuesta a las necesidades planteadas. Parto de considerar el ámbito de las políticas públicas como un campo. Campo configurado como red de relaciones ocupadas por agentes y por instituciones con intereses e interesados (donde se ponen en juego lugares de “poder”: ocupar el poder y poder de definir) Campo conformado por prácticas y a la vez conformador de prácticas, es decir campo estructurado y estructurante de prácticas. Veamos algunos nodos de tensión, se aclara que todos estos nodos se hayan a su vez anudados entre sí y en interlocución. Sólo por un esfuerzo de exposición se intenta una clasificación: 1) Perspectiva de Seguridad: Cómo se considera la problemática de la Seguridad Ciudadana (como campo en sí mismo): Desde una perspectiva represiva o desde una perspectiva preventiva. Ciñéndonos al concepto de campo ya delineado, estos extremos: control/prevención, se dinamizan necesariamente en fuertes disputas reconociendo puntos de arreglos temporales y transacciones diversas. “Ambos tipos de respuesta: la preventiva y la represiva, están presentes en todas las disputas (actores), co-existiendo distintas visiones sobre el origen del problema, su conceptualización y las estrategias y acciones para abordarlo.” (Provoste Fernández, Guerrero Caviedes, 2004) Dada la enorme diversidad de factores asociados a la (in)seguridad ciudadana y a la gran complejidad y heterogeneidad de sus consecuencias, las respuestas que se instrumentan en tanto que políticas públicas varían en un espectro donde se contraponen, superponen, limitan y articulan modelos donde podemos ubicar como dos polos extremos las políticas de control y las políticas de prevención. Dice Jordi Borja que ante la demanda de seguridad ciudadana, los gobiernos regularmente han optado por dos tipos de respuestas: Las políticas preventivas con acciones positivas hacia los grupos vulnerables y de riesgo, enfatizando procesos de inclusión y reinserción, reformas de la policía y de la justicia. Y por otro lado, las políticas represivas o de “tolerancia cero” que enfatizan la represión sobre colectivos y barrios oficialmente “criminalizados” y persiguen la participación activa de aquellos a los que busca proteger, entendiendo por participación la denuncia. (Borja, 2003) La perspectiva represiva restringe la mirada hacia los actos delictuales y violentos en ámbitos públicos. Parte de una neta diferenciación entre “ciudadanos honestos” y “delincuentes”. Al decir de Michel Foucault, generando dispositivos para proteger la riqueza “mediante una moral rigurosa”, donde los “delincuentes” aparecen cargados de todos los vicios y son vistos como origen de los más grandes peligros. (Foucault, 1976) Desde esta óptica se privilegia el ámbito familiar como el lugar más “seguro”, lugar “idílico” de protección. Al mismo tiempo la familia es exigida como dispositivo de control. Es ilustrativo al respecto la descripción de Estela Grassi acerca del lugar de la familia durante la dictadura militar en la Argentina (1976-1983): “En nombre de los “sagrados derechos de la Familia” se erigieron en su garante los más amplios dispositivos disciplinarios y de control, que subordinaban los derechos y la privacidad de las familias concretas, a su adecuación al “orden público” despolitizado, del que el Estado terrorista era garante; y a la reasunción efectiva de las “responsabilidades” de control y manutención de sus miembros. Desde entonces, toda familia en la que alguno de estos “obligara” a la intervención de cualquiera de tales dispositivos (la asistencia, los tribunales de justicia, los técnicos o las fuerzas de seguridad), es ella misma “responsable” por desviarse de sus “deberes”. (Los militares respondieron a las Madres de Plaza de Mayo que reclamaban a sus hijos, que “se acordaron tarde de preguntar dónde estaban”, devolviéndole a ellas la culpa de la desaparición.)” … “Nunca como entonces la vida privada estuvo tan expuesta al control público y, al mismo tiempo, tan replegada sobre sí misma”. (Grassi, 1990) Desde esta perspectiva la violencia intrafamiliar es leída como “conflicto privado” si ocurre en “familias decentes”, o como “caldo de cultivo” en la generación de la delincuencia cuando ocurre en los sectores peligrosos, y en estos casos se concibe la violencia familiar como un “factor de riesgo” pero no como un problema de seguridad ciudadana en sí mismo. En relación a la intersección con las políticas de género, la perspectiva preventiva ofrece mejores posibilidades al abrir el debate sobre las relaciones que se establecen entre las personas y promover la participación activa en una perspectiva de corresponsabilidad, donde las relaciones de género podrían ser parte de esas responsabilidades. (Provoste Fernández, Guerrero Caviedes, 2004). Estas políticas intentan cubrir un campo más amplio que la simple respuesta a los actos delictivos o violentos, sea para evitarlos o reprimirlos, atribuyendo gran importancia a la participación social, fundamentalmente en la prevención y la evitación. Una visión superadora en el abordaje de la problemática de seguridad, se construye con la incorporación del Paradigma de la plena vigencia de los Derechos Humanos y la mirada de la Seguridad Ciudadana como Seguridad Humana en tanto garante para el Desarrollo Humano. Encontramos esta mirada en un Informe del PNUD (2006) “la seguridad ciudadana es una parte limitada pero vital de la noción de la seguridad humana. Si esta última atiende a formas de vulnerabilidad que comprometen el disfrute de los Derechos Humanos en general, la seguridad ciudadana se refiere a modalidades específicas de vulnerabilidad, las ocasionadas por la violencia y el despojo, y a la protección de un núcleo esencial de derechos fundamentales de las personas”. Continua el Informe resaltando que la construcción de la (in)seguridad ciudadana a partir de los derechos fundamentales es alejarla de las nociones, casi siempre autoritarias, que la definen en función del combate a la delincuencia o a los delincuentes. Una política orientada a tutelar derechos fundamentales no puede prescindir de procedimientos igualmente respetuosos de los derechos humanos. La violencia de género desde esta óptica, seguridad ciudadana comprendida como el respeto de los derechos de todas y todos que todo estado debe garantizar a sus ciudadanas y ciudadanos, queda comprendida como problemática que debe estar presente en los debates. 2) Connotaciones: Pruritos para abordar los temas de Seguridad Ciudadana por sectores que parten de posturas con visiones equitativas y democráticas por entenderlo como un campo con connotaciones autoritarias. La convocatoria a la inseguridad es un argumento altamente sensible para instalar y generar consenso para propuestas autoritarias y para la implementación de medidas de control en el ejercicio del poder. Tal como se describió en el apartado anterior la prevalencia de estas posturas en el debate erosionan las posibilidades para considerar la problematización de una cultura de la seguridad que deja por fuera las violencias ocurridas en los ámbitos privados. El debate sobre seguridad ciudadana ha encontrado un enorme eco en la población convirtiéndose en un campo ineludible de política pública y de interés social, es un error sustraerse al mismo. Dejar las discusiones en este campo a los sectores más autoritarios genera un círculo vicioso: a más autoritarismo, más distancia, a más distancia, menos debate. Este fenómeno es muy visible en los Foros de Seguridad vecinales que se promueven como política pública desde el Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires. Es muy llamativa la escasa participación de las y los vecinos en los mismos, sobretodo de las vecinas, y el tipo de problemáticas que se abordan es una casi constante interpelación a la policía para incrementar la patrulla y la represión, quedando un muy escaso margen para debatir acciones preventivas mancomunadas. La escasez de participación femenina en estos espacios impide que se salga de una mirada netamente androcéntrica Es urgente la consideración de la seguridad ciudadana desde un punto de partida democrático, comprometido con los Derechos Humanos y con el ejercicio de las libertades de las personas. El Estado de Derecho Garantista no debe ser entendido como la ausencia de represión, sino que la misma no sólo debe ser la última ratio en el marco del sistema, sino que debe responder en su aplicación a la existencia de normas punitivas que no restrinjan las garantías básicas establecidas en la Constitución Nacional y en los Tratados Internacionales. (De Stefano, 2005) En esta línea la transversalización del enfoque de género, que hace a la democratización de las relaciones entre mujeres y hombres revisando lecturas androcéntricas, se torna prioritaria. Esto exige para quienes tienen mucho que decir en esta disputa el desafío de conocer y transitar lógicas institucionales y políticas que sustentan las posibilidades de acción en este campo. 3) Enfoque de la seguridad (público/privado): Sostenimiento de la equivalencia de la seguridad ciudadana con la delictividad de tipo patrimonial y con aquella que acaece en los espacios públicos, modalidades de violencia que afectan desproporcionadamente a la población de sexo masculino. La paradoja que se plantea es que la mayor cantidad de episodios de violencia contra las mujeres, las niñas y los niños y que vulneran su seguridad, ocurren en el hogar y en los espacios más cercanos al mismo. Estadísticas relevadas en la Provincia de Buenos Aires nos dicen que el 70 por ciento de los homicidios cometidos durante un período de siete años en el territorio bonaerense, entre 1997 y 2003, cuyo autor fue identificado, ha sido ejecutado por parejas o ex parejas de la víctima. (Cisneros, Chejter, Kohan, 2005) Los parámetros internacionales revelan índices similares. Se invisibilizan así la violencia y el despojo que tienen lugar en los ámbitos privados, así como la que se ejerce por medio de la intimidación psicológica, que son, acaso, las modalidades que conspiran en forma más directa contra la seguridad de las mujeres. Muchas veces esto no es visto por las propias víctimas: muchas mujeres asocian sus temores más intensos al uso de los espacios públicos, en los que objetivamente sufren una victimización menor que otros grupos de la población. Al respecto dice Amartya Sen que las preferencias reveladas por las personas pueden ser una guía distorsionada para entender sus intereses más básicos si quien las revela se encuentra en una situación de desventaja o subordinación. (Sen, 1990) En encuestas realizadas acerca de la percepción de (in)seguridad en Chile, aparece la violencia sexual en forma de violación cruenta (anónima, callejera) como una situación incluida entre los requerimientos de seguridad. (Provoste Fernández, Guerrero Caviedes, 2004) También en los Foros de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires suele ser el único delito hacia las mujeres que se visibiliza. Lo que llama la atención es que este tipo de crimen es de baja incidencia si se lo compara con los números relativos de los crímenes de género que tienen lugar en el ámbito doméstico. (Segato, 2003) Tradicionalmente la seguridad no ha tomado en cuenta los patrones de riesgo específicos para las mujeres. Annette Backhaus hace una lúcida enumeración de los mismos resaltando su neta distancia con los patrones androcéntricos. Para ella el principal factor de riesgo es ser mujer en relaciones de género desiguales de poder a favor de los hombres; otro factor es que los victimarios no son mayormente desconocidos, sino el propio compañero y otros familiares o conocidos; en tercer lugar sitúa el lugar de la violencia, generalmente la propia casa o un ámbito conocido. (Backhaus, 1999) En este punto se destaca especialmente el momento histórico que estamos atravesando, la vigencia de nuevos paradigmas de respeto y promoción de los derechos humanos y se comprueba de hecho el aumento de actores sociales que están cada vez más conscientes de que la ley y su ejecución y vigilancia por parte de los jueces y las fuerzas policiales se han orientado durante demasiado tiempo casi exclusivamente hacia la protección del patrimonio, descuidado la protección y promoción de los derechos humanos de los ciudadanos y las ciudadanas, lo que también les compete. (Segato, 2003) 4) Configuraciones delictivas: No se considera que forman parte de la seguridad ciudadana formas no criminalizadas de ejercicio de la violencia y el despojo, los cuales, en muchos casos, crean una intensa sensación de vulnerabilidad y desprotección del núcleo duro de los derechos fundamentales de gran parte de la población. Sabemos que la mayoría de las violencias de género que sufren las mujeres en el ámbito privado no constituyen delitos, la violencia moral, psicológica, emocional y económica no están contempladas al día de hoy en nuestro Código Penal. Cabe aclarar que la legislación específica nacional y provincial sobre violencia familiar las incluye, pero sólo habilita esta legislación a la provisión de medidas de protección no incluyendo ninguna sanción. En términos generales, a pesar de la legislación y de los Tratados Internacionales que nuestro país ha suscripto, es sabido que la violencia que no ha dejado marcas en el cuerpo continúa siendo de escasa visibilización y más difícil prueba. Es muy interesante el recorrido que rescata Rita Segato acerca de la forma en que se fue delineando la figura jurídica de “violencia moral”. Siguiendo a Georges Vigarello (Vigarello, 1998) refiere que “la misma entró en escena cuando ya no fue posible mantener la criminalización de la violación basada exclusivamente en el criterio de la violencia física ejercida sobre la víctima.” (Segato, 2003) En el siglo XX, bajo la influencia del feminismo y el paradigma de los derechos humanos, “las nociones de presión moral y coacción psicológica se liberaron de su vinculación con la obtención de la violación, para pasar a referirse a la pérdida de la autonomía en un sentido más amplio… La vulnerabilidad a la violencia moral y al maltrato psicológico por parte de los subordinados en un sistema de estatus – las mujeres y los niños – pasó a ser asociada con el menoscabo del ejercicio de la voluntad y con la libertad de elección.” (Ibíd.) Esta violencia moral, la ridiculización, el menoscabo, la coacción, la sospecha, la desvalorización cotidiana de la persona, el intelecto, la psicología, la personalidad de la mujer, la condena de su sexualidad, etc., que se puede manifestar tanto verbalmente como a través de gestos, actitudes y miradas, puede ser perpetrada tanto por parejas, padres, hermanos, médicos, profesores, jefes o colegas de trabajo. No nos referimos exclusivamente al ámbito de las relaciones de pareja. Pero, estas formas de maltrato se encuentran en el punto ciego de las sensibilidades jurídicas e incluso de los discursos de prevención. No es posible tipificar el acto perpetrado, sólo habla el daño que provoca pero la queja es ignorada y al ignorar la queja, también se le niega reconocimiento a la existencia del sujeto discursivo de la queja y se duplica así el gesto negador (revictimización). Es interesante indagar en qué momentos se produce la ineludible visibilización de la violencia. Es cuando ocurre una muerte, una apoteosis de violencia física que culmina con el asesinato. Entonces mirando hacia atrás aparecen los indicadores previos, las más de las veces ocultos por las mismas víctimas y en otros casos denunciados pero no escuchados ni sancionados, pero siempre revelados como violencias sobre el cuerpo y si es posible con lesiones visibles, demostrables. Las violencias emocionales, psicológicas, sexuales, económicas y sociales, mucho más sutiles y extendidas, sólo se toman en consideración en tanto sean complementos del indispensable indicador de violencia física, esto marca la “diferencia”, el tamaño de la vara con la cual le era permitido al marido golpear a su mujer en otras épocas. Esta visibilidad tiene no obstante asociado un efecto de velamiento, de opacamiento de la textura de las relaciones sociales, determinante en lo que respecta a las condiciones cotidianas de vida de las mujeres. Qué se invisibiliza? Dice Ana María Fernández: “Aquellos procesos económicos, sociales y subjetivos que hacen posible que este contrato se lleve a cabo, aun hoy, entre dos partes que acuerdan desde diferentes grados de autonomía económica, social, simbólica, erótica y subjetiva, por lo tanto que llegan a él y luego se desarrollan en los límites que tal contrato estipula, es decir, en una relación “política” desigual.” Sintetiza la autora: “se han invisibilizado las condiciones por las cuales lo privado es, en realidad, el lugar donde, a través del matrimonio y la familia, se generan las condiciones para las formas de apropiación desigual del capital cultural y para las formas de desigual acceso a los circuitos de calificación, laboral, centros de poder, etc. Y no menos importante que lo anterior, el escenario conyugal es, aun hoy, lugar de apropiación y control del erotismo de la esposa.” (Fernández, 1993) 5) Cuestión familiar: Deslizamiento del “interés” a la cuestión familiar: Este deslizamiento pasa muchas veces inadvertido, en otras ocasiones es fuertemente impulsado. Las dos formas merecen una especial atención por las consecuencias en la atención a las víctimas: imposición de mediaciones, recomendaciones de dar nuevas oportunidades, intentos de conciliaciones, requerimientos a escuchar “las dos campanas”, etc. El no contar con Instrumentos legales género-específicos refuerza esta dilución e invisibilización de la violencia de género dentro de la amplitud de la “violencia familiar” pasando por alto e invisibilizando también estadísticas y registros epidemiológicos. De esta forma el bien jurídico a proteger deviene la familia, quedando esta institución por sobre la integridad de las personas. Lo que la violencia pone en cuestión no es leído como un develamiento de las nulidades que el contrato inicial arrastraba, sino una desviación que debe ser corregida y de cuya seguridad y preservación las instituciones deben dar cuenta. Para ello se ponen en marcha dispositivos de corrección: mediaciones judiciales y extra - judiciales, terapias de familia, terapias de pareja, terapias individuales. Los Juzgados donde dirimirán sus reclamos las víctimas, en caso de que los hagan, serán los “Tribunales de Familia” y en algunas provincias y localidades los “Juzgados de Paz”, nuevamente nominaciones muy llamativas donde lo que no se dice es la violencia. La víctima se convierte desde esta operatoria en la integrante de un grupo familiar disfuncional donde le cabría una cuota de “responsabilidad” ya sea por la “elección” de su pareja, por sospechas de “provocar” con sus conductas y en última instancia por haber “aguantado” tanto. Estas incriminaciones, que son funcionales al sostenimiento de la familia como espacio por excelencia donde debe reinar el “amor” y el “buen trato”, se las realiza la misma víctima quien de esta forma se culpabiliza por no haber podido cumplir con el mandato de conformar una “buena familia”. La pareja y la familia con sus vínculos de alianza y consanguinidad dan la ilusión de indestructibilidad. Esto genera la ilusión de poder soportar y contener los ataques y las violencias. (Puget- Berenstein, 1988). Una práctica de este campo sería que se admite la violencia intrafamiliar como un “factor de riesgo” en el desarrollo de conductas delictivas, por lo tanto, la importancia de actuar sobre ella no estaría dada por el daño y riesgo real que sufren las personas que la viven hoy, sino por el efecto que puede producir en los menores como futuros delincuentes. (Y los riesgos para la población en general). En la misma línea pero desde una lectura diferente se considera que sólo los/as niños/as son merecedores de atención en tanto víctimas ya que las mujeres serían co-responsables de las situaciones de violencia por parte de sus parejas o ex – parejas. En muchas ocasiones la sensibilización es mayor por la preocupación de la posición de los/las niños/as en el interior del hogar y de la violencia que se ejerce sobre ellos/as, apareciendo como más importante que la violencia contra las mujeres, llegando incluso a señalarlas a ellas como agresoras/cómplices. Este mecanismo de anteponer los intereses de otros/as miembros/as de la familia sobre los propios encuentra su fundamento y sostén en lecturas sociales, culturales y políticas del fenómeno: “Cuando se habla de violencia intra – familiar muy fácilmente se ignora o minimiza la violencia contra las mujeres, porque siempre encontramos mayor sensibilidad, solidaridad, comprensión y compromiso social frente a la violencia que viven las niñas y los niños, las personas adultas mayores o las personas con discapacidad.” (Carcedo, 2002) Otra práctica es considerar que la familia “toda” sufre Violencia familiar y no se distingue concretamente al causante de esta situación. (Mito de mutua agresión y/o culpabilidad de la víctima). Se invisibiliza a la víctima y a los/las victimarios. Otra vertiente es banalizar las nominaciones: ofensor, perpetrador, partenaire, etc. Víctimas y victimarios desaparecen así como actores de la situación y se los ubica como efectos del contexto de “violencia familiar”. De aquí se deriva el hecho de que se dé al victimario el mismo trato que a la víctima. Un importante resorte que se evidencia en este nodo de tensión es la consideración de la familia como un espacio privado por excelencia, como ámbito “natural”, “ahistórico”, “apolítico”. Sin embargo, la familia es histórica y socialmente variable. El ámbito privado es un espacio social él mismo, cuyos alcances y límites son históricamente variables y se definen en el contexto de la interacción con las demás instituciones. (Grassi, 1990) La familia moderna no es tanto una institución como un mecanismo que permite responder a la marginalidad con una desposesión total de los derechos privados y favorecer la integración positiva, la renuncia a la cuestión del derecho público, a través de la búsqueda privada del bienestar, nos alerta Jacques Donzelot. (Donzelot, 1979) Al respecto de esta familia nuclear moderna dice el historiador norteamericano Edgard Shorter citado por Irene Meler (Meler, 1998) en su artículo “La familia. Antecedentes históricos y perspectivas futuras”, que su aspecto distintivo no estaría dado por el número reducido de sus miembros, sino por un aspecto subjetivo o intersubjetivo: un sentido especial de solidaridad que separa la unidad doméstica de la comunidad donde quienes se consideran integrantes de la misma, se sienten partícipes de un clima emocional que deben proteger de la intrusión ajena por medio de la privacidad y el aislamiento. (Shorter, 1977). Es decir que la separación del mundo público del mundo privado, no sólo anclaría en el necesario desdoblamiento del área de la producción del área reservada para la reproducción como necesario sustento para el desarrollo de la industrialización, sino que estaría gestando a su vez una nueva cuna para el desarrollo de las subjetividades que coagularía en la frase que comienza a oírse ya para el 1870: “Hogar, dulce hogar”. Dice Mabel Burín: “La constitución de familias nucleares trajo efectos de largo alcance en las condiciones de subjetivación de hombres y mujeres. La familia se tornó una institución básicamente relacional y personal, la esfera personal e íntima de la sociedad. Esta familia nuclear fue estrechando los límites de la intimidad personal y ampliando la especificidad de sus funciones emocionales.” (Burín, 1998) Este espacio se maneja con una lógica que es totalmente contrapuesta a la que domina el ámbito público. Lógica de los afectos, mundo privado sentimentalizado, mundo de la retaguardia, marginal y subalterno, donde las mujeres se subjetivarán en tanto sostenedoras de la felicidad, la salud mental y física, el bienestar cotidiano, etc., para todos/as los/as integrantes de la familia. (Fernández, 1993). De ella dependerá la estabilidad emocional que reine en este nuevo reducto y fundamentalmente el desarrollo de la descendencia, con quienes adquirirá un estatuto de por vida y que la subsumirá en tanto mujer: “ser madre”, o mejor dicho: “ser una buena madre”, de acuerdo con los parámetros que dicte lo instituido para su época, su etnia, su clase. Lo privado queda así sacralizado, no admite intromisiones ni objeciones, espacio a-político donde las jerarquías y la distribución del poder son “naturalizados”: que el hombre mande sobre su mujer y sus hijos e hijas, es lo que es y lo que debe ser ya que es “natural” que así sea, siempre fue así y lo será por los siglos de los siglos. Lo privado adquiere la dimensión de lo íntimo, de lo propio, de lo que se debe mantener al margen de las intrusiones, donde sólo los/las que son considerados/as miembros/as de la familia pueden acceder. Tal como enfatiza P. Bourdieu se supone la familia como un universo sagrado, secreto, separado de lo exterior. Su privacy es la salvaguarda de la trastienda, del ámbito privado. (Bourdieu, 1997). Desde esta perspectiva se puede considerar impertinente cualquier interferencia en este espacio donde “Una no se puede instalar como un elefante en un bazar”, me decía una Jueza de Familia. Hablar de violencia familiar, intra – familiar o doméstica ha permitido situar un espacio privilegiado de subordinación de las mujeres en tanto género y como tal generador de violencias claramente direccionadas. En este sentido, ello fue en un principio eficaz políticamente para visibilizar la trama oculta de este emplazamiento socio – cultural. Pero, como contracara, ha favorecido el desplazamiento de la problemática hacia un callejón complejo: Hoy existen presiones muy importantes y permanentes para poner atención a las familias y no a las mujeres. Cuando se solicitan políticas y acciones específicas contra la violencia hacia las mujeres se argumenta que esto sería excluyente y discriminatorio para otras personas que también son víctimas de malos tratos en el interior de las familias y se pone en cuestión la situación de las/os niñas/os, de las/os discapacitados/as y de los/as adultos/as mayores. Curiosamente cuando se habla de acciones específicas para estos sectores no se esgrimen los mismos argumentos que en relación a las medidas que abordan las violencias que sufren las mujeres por su pertenencia al género femenino como factor de riesgo para las mismas. Cristina Motta y Marcela Rodríguez hacen un muy interesante cuestionamiento a la Ley de Violencia familiar vigente en Argentina (Las legislaciones provinciales reproducen con algunas reformulaciones y agregados el mismo patrón) y su adecuación a la Convención para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer que nuestro país ha suscripto. Resaltan que “su conceptualización no está basada en la violencia de género. Intenta dar respuestas similares a problemáticas diferentes. Homologa diferentes situaciones de violencia dentro del ámbito familiar de una forma neutral en relación al género.” … “Tener en cuenta que la violencia de que es objeto la mujer es una violencia de género, implica considerar las relaciones históricas asimétricas de distribución de poder que existen en nuestra sociedad entre hombres y mujeres como una característica crucial en la definición, magnitud y gravedad de la situación de vulnerabilidad de las mujeres y del hecho de que el factor de riesgo está dado por su pertenencia al género femenino.” (Motta, Rodríguez, 2001) 6) Violencias de género: Si partimos de considerar que las políticas de género son aquellas que apuntan a la autonomía de las mujeres como sujetas de derechos, a superar las arbitrariedades basadas en el sexo, a visibilizar y abolir los estereotipos de género y a la nivelación de derechos, responsabilidades y poder entre mujeres y hombres; las violencias, vulneradoras de los derechos a la integridad física, emocional, sexual y/o patrimonial, vividas por las mujeres como producto de las asimetrías, la subordinación histórica, el desnivelamiento de poder, etc. en el interior de las relaciones familiares, constituyen inevitablemente un punto de encuentro entre las políticas de género y las políticas de seguridad. Dentro de una concepción amplia de violencia de género es la violencia intrafamiliar la que tiene mayor cabida en el espacio de debate de la seguridad ciudadana y es innegable que la incorporación de la violencia intrafamiliar como un problema de seguridad ciudadana constituye un avance importante en la incorporación de los temas de género y ofrece la posibilidad de poner énfasis en quienes sufren este tipo de violencia, las mujeres y las/los niñas/os principalmente, pero este énfasis puede desdibujar la actuación sobre el sistema de subordinación y discriminación que le da origen. (Provoste Fernández, Guerrero Caviedes, 2004) A la vez plantea como limitación el hecho de dejar por fuera del mismo otras formas de violencia de género: violencia sexual, violencia laboral, acoso sexual en el trabajo, trata de personas, explotación sexual, etc. Se observa en este sentido una contradicción interesante de resaltar: la violencia sexual, los conocidos hoy como delitos contra la integridad sexual, son visualizados (se destaca en encuestas y presencia en los medios de comunicación) como de prioridad en tanto problema de inseguridad para las mujeres, esto ocurre tanto para las mismas mujeres como para los hombres. Una lectura posible en este sentido es que la violación de las mujeres aun es considerada como “delito contra el honor”, a pesar de los avances en las leyes por delante de las mentalidades. El “honor” es el de los hombres “dueños” de estas mujeres. Dice Rita Segato: “La agresión a través del cuerpo de la mujer se dirige a otro y, en éste, amenaza la sociedad en su conjunto al poner en riesgo derechos y prerrogativas de su padre y su marido”. (Segato, 2003) En esta línea se sostienen también los argumentos, fuertemente angustiantes para las víctimas, de que una violación “es lo peor que le puede pasar a una mujer”, como si la pérdida de la vida fuera un mal menor frente a esta afrenta. Una víctima muerta en defensa de su honor se asegura el lugar de víctima, las demás lo deben probar. Ahora bien, observando las políticas de atención para las víctimas de estos delitos, vemos que la oferta no está a la altura de la preocupación manifestada. Lo que sí se observa es un intenso empuje para el agravamiento de las penas para los victimarios no teniendo en cuenta, o dando escasa importancia, a necesarias reformulaciones en la tipificación. Nuevamente en el debate se impone la medida represiva, de mucho mayor efecto, que el debate acerca de las causas y la atención de las consecuencias. En este sentido no deja de ser interesante observar la tendencia a la psicopatologización del violador, aislándolo de esta forma del resto de los hombres: “caso aislado” y “anormal”. Como contrapartida, desde una perspectiva feminista, Diana Scully ve “la violación como una extensión de la conducta normativa masculina, el resultado de la adaptación a los valores y prerrogativas que definen el rol masculino en las sociedades patriarcales.” (Scully, 1990) Al respecto de la violación sexual me interesa resaltar el trabajo pionero de Susan Brownmiller (Brownmiller, 1976). Esta autora visualiza la violación como una estrategia de dominación por medio del temor que se infunde en todas las mujeres. Define la violación como parte de un sistema de control que afecta al comportamiento cotidiano de todas las mujeres: la violación forma parte del proceso de intimidación masculina del que son víctimas todas las mujeres, no sólo las que han sido violadas sino a quienes temen serlo, quienes, de acuerdo a su investigación, muestran una ansiedad similar a quienes han padecido efectivamente un ataque sexual y su temor afecta su comportamiento en su afán de evitar una violación, limitando su autonomía en el espacio público. Funciona entonces como un mecanismo eficaz para retenerlas en el espacio privado. Rita Segato concluye que la economía simbólica de la violación la constituye como crimen moralizador aunque ilegal. (Segato, 2003) Quiero resaltar con esto que el tema de la violación cruenta se hace visible como temor en las mujeres, aspecto destacado por Brownmiller, y como afán de “protección” para que no ocurra y de “venganza” una vez ocurrida para los hombres. Por ello hay más preocupación por el delito y por el delincuente que por las víctimas. 7) Impunidad/Ausencia de sanción: Es conocido que existe en todos los delitos de violencia de género una alta cifra oculta, esto abarca el espectro completo de violencias de género hacia las mujeres: violencia intra-familiar, sexual, acoso sexual, trata y tráfico, etc. No es el objeto hacer un análisis exhaustivo, por demás importante e interesante, de este fenómeno en este trabajo. Me limitaré a señalar que se entretejen causas culturales, sociales y políticas para ello, pero en razón de lo que hoy nos interesa no se puede obviar que la deficiente atención, la ausencia de respuestas y la falta de efectividad no alientan a denunciar y a sostener las denuncias. Según un estudio realizado en los Estados Unidos en 1988, de 100 ataques violentos de hombres contra sus compañeras se reportaban 14 a la policía, 6 agresores eran rastreados, 1.5 capturados, 0.75 juzgados y 0.37 eran sentenciados con multas o prisión. Según el autor, la violencia contra la mujer parece pertenecer, junto con los delitos económicos y la evasión de impuestos, a las violaciones a la ley más seguras de esta sociedad. (Dutton, 1988 cit. en Backhaus, 1999). Los delitos contra la integridad sexual tienen una baja estadística de esclarecimientos y la violación marital a pesar que en nuestro país es considerada delito, en la práctica no suele pasar de la Instrucción. La trata y el tráfico recién están siendo tomados en cuenta en el ámbito de la instrumentación de políticas públicas y gracias al enorme esfuerzo de las organizaciones de la sociedad civil. La sanción en sistemas democráticos cumple tres funciones: de prevención, de protección y de aseguramiento del estado de derecho. Annette Backhaus agrega: “En el caso de la violencia contra las mujeres hay que considerar otro elemento importante. Es característico de estos delitos que, en la mayoría de los casos, los victimarios no tienen sentido de culpabilidad, no se sienten como agresores injustos sino en su derecho al actuar así. En la medida que la sociedad siga poniendo más énfasis en la atención a la víctima (aun con deficiencias) pero sin igual aplicación para sancionar al victimario, y con ello deslegitimar su sentido de derecho, el resultado será reforzar esa percepción, minimizando la violación del derecho humano a la plena integridad física y psíquica.” … “Con la apropiada penalización se quebrarán también el silencio cómplice y la pasividad de otros hombres – y, a veces, de mujeres – que justifican actos delictivos que no tienen justificación.” (Backhaus, 1999) 8) Pasivización de las víctimas: Tendencia a cristalizar a las víctimas como sujetos pasivos, susceptibles de tutela y protección y no sujetos de derechos. La seguridad, por razones culturales, sociales y políticas, es fácilmente leída, y requerida, desde esta perspectiva. Desde el punto de vista práctico la seguridad ciudadana se descompone en por lo menos dos problemas igualmente relevantes: la victimización y la percepción de inseguridad. El Informe de Desarrollo Humano de Letonia de 2003 agrega un tercer componente de suma importancia a los de victimización y percepción: la segurabilidad: “Conjunto de pensamientos, sensaciones y comportamientos que le permiten a una persona sentirse segura y retornar a un estado de seguridad tras experimentar cualquier tipo de situación de inseguridad”. (PNUD, 2006) Ello implica: la percepción de la persona de que dispone de recursos para la prevención y la protección. Estos recursos abarcan tanto lo personal como lo comunitario y lo institucional. Desde una primera respuesta que se sostendría en un principio de “protección”, posiblemente imprescindible para una persona situada en tanto “víctima”, se debe realizar una segunda propuesta: de tránsito al empoderamiento, al fortalecimiento y a la creación de capacidades. Sólo de esta forma no estaríamos repitiendo en la víctima una nueva victimación al situarla como sujeto pasivo. “La extensión en que las personas resultan empoderadas depende tanto de sus capacidades como de las oportunidades que les brinden las reglas e instituciones para ejercer sus derechos.” (Sen, 1999) Una respuesta que no cristalice a las víctimas en la pasividad requiere del reconocimento de los derechos de las mismas no sólo a la protección sino al respeto de su autonomía. 9) Riesgo en la urgencia: Dificultades para articular una saludable visión a largo plazo con una apropiada respuesta a la urgencia. Cuando de temas de violencia/seguridad se trata, recordemos que la violencia siempre es un abuso de poder, la pregnancia de la urgencia opera muchas veces como obstáculo para sostener espacios en las disputas en el campo del diseño e implementación de políticas públicas. La improvisación por la ausencia de las mismas da lugar muchas veces a “voluntarismos” que bordean el suicidio. Los efectos de “burnout” en las/os operadores/as son ejemplos de estas prácticas. El no dar lugar para este “tiempo para pensar” acerca de las prácticas diluye muchas veces la posibilidad de que las mismas entren en el juego de cuestionarse a sí mismas para generar cambios en las instrumentaciones dando lugar a enfoques rígidos y nuevamente a tentaciones autoritarias. Las mismas tienen el efectismo de una respuesta inmediata aunque de corto alcance. La visión a largo plazo impone la decisión de entrar al terreno político e inscribir las prácticas en una secuencia que tolere las disrupciones sin alterar la disposición a un debate en condiciones de una lograda equidad. 10) Desafío de la transversalización: Riesgo de ubicar la temática de género como un agregado, un apéndice, que se aborda a través de programas especiales dirigidos a las mujeres y no, como sugieren las recomendaciones internacionales en la materia, incorporando el enfoque de género de modo transversal al conjunto de las áreas de gestión de los organismos públicos. Siguiendo a Oszlak y O´Donnell, las políticas públicas deben ser entendidas en el contexto de un proceso de doble vuelta: con incidencia en la toma de posiciones que asumirán otros/as actores/as sociales y, por otra parte, como generadoras de procesos al interior del propio Estado, a través de repercusiones horizontales y verticales que se expresan en la asignación de competencias y recursos a quienes estarán a cargo del diseño y ejecución de estas políticas. Estos movimientos en el Estado producen nuevas políticas y estructuras especializadas que, a la vez, generan nuevas redefiniciones de las políticas. En todo este proceso se abren espacios para la interrelación entre el Estado y la sociedad. (Oszlak, O´Donnell, 1982) Si bien no debemos olvidar que el puntapié inicial para este entrecruzamiento de campos es instalado por demanda específica de las mujeres, las violencias que las tenían y aun las tienen como víctimas, y posiblemente no estaríamos en este punto de la discusión si las mismas no hubieran exigido su consideración, hoy no podemos quedarnos en este sólo eje temático si queremos un cambio que ataque directamente a las causas y sentidos de los cuales la violencia de género contra las mujeres es sólo un efecto visible. Un segundo momento se constituye en la demanda por la equidad, aun estamos en una identificación entre género y mujer, momento imprescindible de acciones positivas. Giulia Tamayo hace una lúcida descripción de este momento: “El enfoque de género aplicado a la problemática de seguridad ciudadana trata precisamente de hacer de la equidad de género, una dimensión transversal de las políticas de seguridad de modo que hombres y mujeres sean igualmente significativos y valorados como destinatarios de la acción institucional, y en consecuencia participen bajo términos de igualdad, asegurando que el conjunto de agencias encargadas de gestionar la seguridad respondan con sensibilidad y eficacia a las necesidades de protección de las personas sin distinciones arbitrarias por género.” (Tamayo, 2002) Demanda compleja en instituciones que tienen género (masculino) si no se permite una torsión hacia el interior. “Un enfoque transversal no debe situarse como una integración o como una sumatoria de estrategias a estructuras preexistentes, sino que se requieren cambios fundamentales en la política, la cultura y las prácticas organizacionales, al tiempo que dichos cambios deben ser coordinados.” (Pautassi, 2007) En esta línea se alientan los aportes que fundamentalmente en América Central y El Caribe se han hecho para la promoción del enfoque de género como un eje estratégico en la modernización de las fuerzas policiales. Dicho eje se sostiene en tres dimensiones de reconocimiento: 1. Las demandas de las mujeres, niñas/os y adolescentes por tipos de violencia que se ejercen contra ellas/os por su condición de género y edad. (Se hace hincapié en la recopilación estadística teniendo en cuenta estos indicadores, es habitual que no se desagregue el sexo en las víctimas de delitos, esta dificultad es bien visibilizada en el estudio que en Argentina realizaron S. Chejter, S. Cisneros y J. Kohan) 2. La existencia de desigualdades entre mujeres y hombres, así como manifestaciones de discriminación de género, a lo interno de la institución. (Se invita a visibilizar las desigualdades en el acceso y permanencia y la segregación vertical – techo de cristal - y horizontal, distribución de tareas ubicando a las mujeres y a los hombres en ocupaciones típicamente “femeninas” y “masculinas” de acuerdo a estereotipos de género.) 3. Los límites que estas desigualdades internas imponen: a las posibilidades de optimización del recurso central de estas instituciones, es decir, su personal; al avance institucional hacia un adecuado cumplimiento de su rol y mandato frente a las demandas de seguridad ciudadana diferenciadas de mujeres y hombres; y como resultado de lo anterior, al fortalecimiento mismo de la institución en el contexto social. (Género y Seguridad Ciudadana – Módulo de Capacitación Regional – Policía Nacional de Nicaragua – Proyecto Promoción de Políticas de Género/GTZ, Nicaragua, 2004) El salto cualitativo no es fácil, implica una mirada que articule necesariamente el nuevo paradigma de seguridad, la seguridad ciudadana en el marco de la seguridad humana, y una perspectiva género – inclusiva. Mirada que se dirija con la misma agudeza hacia el interior de las instituciones, a sus prácticas, a su esquema de organización, a sus relaciones interinstitucionales como a las políticas que promueve. Mirada que haga suyo el nuevo paradigma, comprometiéndose con el respeto y la promoción de los derechos humanos, el aumento de la ciudadanía sustantiva y el fortalecimiento de las instituciones democráticas, permeándose al control ciudadano tanto de su funcionamiento como de la corrupción que pueda atravesarlas. García y Gomáriz (García, Gomáriz, 2003) dan un nuevo salto y analizan las posibilidades que una mirada desde un marco conceptual género-inclusivo que tenga en cuenta las masculinidades tiene para airear un campo que, desde su lectura, limitado a la identificación género/femenino. Se incluyen entonces aspectos que se mantenían en las sombras: los estudios sobre criminalidad y masculinidad, cultura militar e identidad de género, etc. Es prometedora también la investigación que se puedan promover en este sentido en cuanto a las violencias de género con víctimas hombres. Me refiero, y los autores citados parecen coincidir en estas formulaciones, a las violencias que específicamente tienen como componente principal los estereotipos de masculinidad como serían la violencia hacia hombres homosexuales, la violencia hacia niños y adolescentes, el bullying, el acoso moral en el trabajo, etc. En ningún caso, no me voy a explayar en la fundamentación, remito entre otros al trabajo de Esperanza Bosch y Victoria Ferrer al respecto (Bosch, Ferrer, 2002), acepto encuadrar como simétrica y como “violencia de género” a situaciones que se puedan generar en las parejas heterosexuales y que tengan como víctima al hombre y victimaria a la mujer. No descarto que una mujer puede ser muy agresiva tanto verbal como físicamente con un hombre, de hecho todas las estadísticas hablan de un 2 %, que puede ser más, de hombres que denuncian ser maltratados por sus mujeres, pero de ninguna forma estas situaciones tienen las características, los indicadores que se observan en la violencia hacia las mujeres, donde es justamente el género lo que las ubica en esta situación de vulnerabilidad. En los hombres el género no los hace vulnerables a sufrir violencia por parte de sus compañeras. A modo de alerta señalo sólo algunos indicadores que definen la situación: el miedo, el daño, el síndrome, el proceso de victimación, el contexto socio-cultural, la injusticia, la subordinación histórica, la sumisión paradójica producto de la violencia simbólica (Bourdieu, 2000), la naturalización. CONCLUSIONES El campo abierto implica un desafío, sólo queda: ajustar las herramientas teóricas y dejarse interpelar en una praxis. Como se ha dicho: “hacer teoría sin acción es soñar despierto, pero la acción sin teoría amenaza con producir una pesadilla.” (Paula Trichler, Conferencia de Durban de 2001, extraído de Ana Luisa Ligouri, “Ciencias Sociales”, www.sidalac.org.mx) Intentamos un acercamiento a un material nuevo, lo entrecruzamos con teorizaciones, intentos de explicación, experiencias y sobre ello las presiones del contexto, la urgencia de las respuestas, lo considerado “políticamente correcto”, el vaciamiento de conceptos, el intento de encontrar intersticios por donde reposicionarse. Examinando algunas experiencias concretas se desnuda más claramente lo que entiendo que es el fundamento de esta cuestión: Nunca más pertinentes me han resultado los urgentes llamados de atención que realiza Ana Carcedo: “quienes hayan intentado legislar o desarrollar programas específicos sobre violencia contra las mujeres se habrán encontrado con una gigantesca oposición de parte de legisladores, políticos y en general de quienes deciden y ejecutan las políticas públicas. Hay una presión permanente por tener como objeto de atención a las familias y no a las mujeres. Cuando reclamamos la necesidad de acciones y políticas específicas para abordar la violencia contra las mujeres, se nos dice que somos excluyentes, o que discriminamos al resto de las personas que también son maltratadas, y que por tanto nuestras intenciones chocan con el derecho constitucional a la igualdad de trato. Sospechosamente, este argumento no es utilizado cuando se trata de la protección específica de otras poblaciones como las antes mencionadas.” (Carcedo, 2002) Cuando se hace hincapié en que hablar de género especificidad cuando nos referimos a violencia familiar es discriminatorio, en realidad no se está haciendo referencia a los niños/as, los adultos/as mayores o los/las discapacitados /as (quienes por otra parte cuentan con instrumentos legales antidiscriminatorios y protectivos y es poco o nada lo que pueden beneficiarse con la Ley de violencia). Se refiere a ocultar que las víctimas de la violencia de género son principalmente las mujeres y que los victimarios son hombres. En España que cuenta con legislación género específica, la Ley de Protección Integral contra la Violencia hacia las Mujeres, claramente las voces se levantaron en este sentido: se discrimina a los hombres. Intentar remover un poder que se sostiene a sí mismo en las instituciones que hegemoniza y que necesita para sostenerse y reproducirse de la violencia, no es algo fácil. “Las salidas a las injusticias humanas no pueden provenir de los modelos o paradigmas que las generaron. La lógica de la inequidad no puede generar equidad.” (Pautassi, L., 2007) Y mirando hacia nosotras, es de tener en cuenta el reclamo que nos hace Rosa María Alfaro: “Una de las grandes deudas del movimiento feminista con la modernidad es la poca comprensión y uso de los espacios públicos como finalidad y proceso de cambio, como lugar de estadía dialogante con otros, donde se produzcan interpelaciones sobre el mismo, sin esperar vuelcos ideológicos instantáneos. Se ha tendido a ver estos espacios como instrumentos en la lucha por la conquista de derechos por las mujeres o como factor sexista que requiere ser cuestionado y hasta satanizado, aunque sea también muy usado de manera difusionista.” (Alfaro, 1999) El llamado de atención debe ser tenido en cuenta. El movimiento por los derechos de las mujeres ha hecho un esfuerzo considerable en la construcción de un espacio discursivo propio, indispensable a la hora de formar un colectivo. Pero debemos percatarnos que esta construcción discursiva y práctica no tiene por qué tener sentido para otros/as actores/as. La creación de un ámbito autorreferido ha sido, y es, importante para el fortalecimiento y la construcción de una identidad social, pero puede poner en riesgo la posibilidad para acudir al debate y en caso de hacerlo suele hacer difícil el reconocer las lógicas argumentales de los/as otros/as actores/as. En el caso del campo de la seguridad ciudadana se hace muy evidente esta dificultad ya que se exigen lógicas políticas a veces muy distantes a las de circulación corriente en el colectivo de mujeres. En este sentido cabe mencionar que en relación al ámbito de los Derechos Humanos las discusiones no fueron fáciles y aun hoy en muchos sectores se cuestiona el considerar a la violencia en el ámbito doméstico como una violación a los derechos humanos de las mujeres; pero al ser las lógicas políticas afines, jamás se corrió el riesgo de retirarse del campo de disputa y jamás se vulneraron acuerdos básicos. El campo de la seguridad ciudadana es un espacio ríspido, pleno de nichos inexplorados y de difícil acceso pero, el dar el debate en este espacio se torna indispensable en el cambio cultural que se requiere para la desaparición de la violencia de género. La enorme posibilidad que brindan los nuevos paradigmas en seguridad, la seguridad humana, la seguridad ciudadana, nos enfrentan a un desafío, un núcleo duro pero que deja aristas que nos permiten sobrepasar la sola acción positiva. Dejo mis conclusiones abiertas para que sean la motivación para nuevos procesamientos, tanto propios como para aquellas/os que quieran adentrarse en terrenos difíciles y en muchos sentidos inexplorados. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Alberdi I., Matas, N. – “La violencia doméstica. Informe sobre los malos tratos a mujeres en España”, Barcelona, Fundación La Caixa. Edición electrónica disponible en www.estudios.lacaixa.es Alfaro, R. M. – “Certezas e incertidumbres acerca de la participación política de las mujeres” – Memoria del Seminario Internacional Reestructuración política y Transformación social - DAWN-REPEM, Uruguay, 1999. Amorós, C. – “Tiempo de feminismo”, Cátedra, Madrid, 1998 Backhaus, A. – “Violencia de género. 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Lucero La experiencia regional compartida con el proceso de consolidación democrática, la profesionalización de las Fuerzas Armadas y la promoción de los derechos de las mujeres, desde organismos gubernamentales internacionales como la ONU y organismos no gubernamentales, confluyen en la última década en el incremento de la incorporación de mujeres en las instituciones armadas de los países latinoamericanos. En una sociedad tradicionalmente machista se le incorporan nuevos fenómenos como son la fuerte incorporación de mujeres en las carteras ministeriales, como es el caso de los Ministerio de Defensa en particular, inclusive el acceso de algunas de ellas a la presidencia. En este contexto surge la inquietud que plantea este trabajo centrado en el estudio de las políticas comparadas de género en el ámbito de la Defensa. Este estudio aborda la incorporación de las mujeres a las Fuerzas Armadas y las políticas relativas a la cuestión de género desde la perspectiva crítica feminista de las Relaciones Internacionales. El objetivo es responder a la pregunta: ¿Qué grado de desarrollo presentan las políticas de género en Latinoamérica? ¿Qué países marcan la avanzada en éste ámbito? Por otro lado, se estudia la evolución del cuerpo de mujeres dentro de las Fuerzas Armadas en sus respectivos países y los obstáculos normativos y de valores que aún persisten en diferentes grados. Para ello se escogieron los países sudamericanos con la excepción de las Guyanas. Se analizan estadísticas, discursos, estudios y políticas de defensa orientadas al personal femenino de las Fuerzas Armadas, y se elaboraron algunas hipótesis tentativas. Reseña biográfica de la autora: Mariel R. Lucero Mgter. en Relaciones Internacionales Profesora Titular de Política Internacional Contemporánea Universidad de Congreso _ Mendoza Profesora de Política Exterior Argentina Universidad Champagnat _ Mendoza [email protected] , [email protected] 2 Ponencia presentada en el Foro Interamericano de Mujeres contra la Corrupción, 29, 30 de setiembre y 1º de octubre de 2008. Facultad de Derecho. Universidad de Buenos Aires. Argentina Eje temático: El género, la corrupción y los derechos en el trabajo y en el empleo “LA MUJER EN LAS FUERZAS ARMADAS. PERSPECTIVA COMPARADA EN AMÉRICA DEL SUR” Mariel R. Lucero “(…) En efecto, las mujeres ocupan una posición tan central en todas las sociedades que un cambio en ellas representa una revolución para todos y una amenaza no sólo para el orden establecido y para las normas de convivencia en vigor, sino también para el imaginario que subyace a todo ello (…)” Alessandra Bocchetti Ante los cambios sufridos en la región durante las últimas dos décadas convergen viejas y nuevas problemáticas asociadas con la mujer y los espacios que ahora ocupa en ámbitos tan diversos como el militar, sin embargo la discriminación es una constante que en mayor o en menor medida se mantiene y la lucha contra la impunidad una herramienta indispensable para alcanzar la equidad de género. El objetivo de esta investigación será responder a las siguientes preguntas: ¿Cuánto han avanzado los países sudamericanos en la aplicación de políticas de igualdad de oportunidades dentro de las fuerzas armadas? La presencia de la mujer dentro de las instituciones militares, ¿ha contribuido a disminuir situaciones de impunidad? Para responder a estos interrogantes se estudió primero la evolución de la incorporación de mujeres dentro de las fuerzas armadas en los países de la región. Sin embargo, es necesario aclarar que este estudio evitará abordar el proceso de construcción de roles de género en cada país y los debates teóricos referido a la incorporación de mujeres a las milicias. Lic. en Relaciones Internacionales (Univ. del Salvador), Mgter. en Relaciones Internacionales (FLACSO – Argentina). Prof. Titular en Política Internacional Contemporánea (Univ. De Congreso-Mendoza). 3 En una segunda parte, se estudiaron las políticas de equidad de género dentro de las fuerzas armadas y si en la situación de impunidad existente la mayor presencia femenina ha contribuido, en alguna medida, a disminuirla. Para sostener esta idea es necesario aclarar que se adopta el concepto de impunidad entendido como la ausencia de sanción o castigo, que involucra directamente al Estado debido a la no aplicación de leyes o la falta de legislación vigente para permitir la equidad de género, impidiendo así la aplicación de prácticas discriminatorias. En este trabajo se abordó la impunidad a través de la variable acoso sexual. La metodología aplicada fue el análisis de fuentes secundarias conseguidas a través de un relevamiento en base a estadísticas, artículos y estudios sobre las mujeres en las fuerzas armadas en Sudamérica y a nivel mundial a través de Internet, y donde se elaboraron algunas tesis tentativas de respuesta. Sin embargo, es necesario señalar la dificultad existente para acceder a fuentes directas debido a la escasez de publicaciones oficiales que presenten la sistematización de datos referidos al personal femenino. Contexto regional e internacional: el ingreso “masivo” de las mujeres a las fuerzas armadas en Sudamérica El estudio del ingreso de las mujeres en las fuerzas armadas sudamericanas remite a conocer primero el contexto en el cual se produjo su incorporación “masiva”. Se destaca el término “masiva”, ya que existen antecedentes de su participación en la historia de la región que fueron minimizadas, principalmente en lo que se conocen como las guerras de la independencia durante el siglo XIX. El desempeño de Juana Azurduy en el, entonces, Alto Perú le permitió alcanzar el nombramiento de Capitana siendo un claro ejemplo más de las tantas historias ocultas sobre la participación de las mujeres en el frente de combate. La experiencia compartida durante la década de los ochenta con la consolidación democrática regional (Bobea, 2008: 65), fue acompañada por un creciente interés en el control de la sociedad civil sobre las fuerzas armadas – aplicada con criterios y tiempos diferentes según el país que se analice (Mathias, 2008: 15-26; Diamint, 1999: 42). Estas experiencias se complementaron con una fuerte promoción de los derechos humanos a nivel internacional, reflejado en la ratificación de tratados e impulsados desde distintas organizaciones locales y mundiales1. Finalmente, todos estos procesos confluyeron durante la década de los noventa en la 1 Algunas de las más significativas son: Convención Americana sobre Derechos Humanos (San José de Costa Rica, 1969); Convención de Naciones Unidas para prevenir y sancionar la tortura (1984); Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura (1985); Conferencia Mundial de Derechos Humanos (Viena, 1993). 4 transformación de los Estados latinoamericanos desde dos planos diferentes: el político- social, ya mencionado, y el económico, a través de la aplicación de políticas de corte neoliberal. Estas transformaciones se reflejarían también en el ámbito militar, con la profesionalización de las fuerzas armadas a fines de la Guerra Fría (Bobea, 2008: 65). En este contexto se ensambló la promoción de los derechos de las mujeres - a través de la ratificación de tratados y convenios por los gobiernos latinoamericanos, el desarrollo de foros y congresos, la creación de programas y planes de acción y comités específicos a nivel regional y global, y la incorporación de la perspectiva de género en distintas conferencias mundiales2 - que confluyeron en el progresivo incremento del personal femenino dentro de las instituciones castrenses. A comienzos del milenio, en una sociedad sudamericana tradicionalmente machista, se incorporaron mujeres en posiciones de poder político llegando a ocupar el 50% de los cargos ministeriales (Ecuador, Chile), e incluso reductos históricamente asociados al androcentrismo como es el de Defensa (Argentina, Colombia, Chile, Ecuador y Uruguay). Este fenómeno de emponderamiento se extendió también al acceso de las presidencias nacionales, como es el caso de Michelle Bachelet (2006- …) en Chile y Cristina Fernández de Kirchner (2007-…) en Argentina, convirtiéndose en las primeras mujeres Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas en la región. Finalmente, es necesario destacar que este proceso de incorporación de personal femenino no fue homogéneo en Latinoamérica, por lo cual las peculiaridades en el ingreso está asociado a los contextos locales particulares y la idiosincrasia propia de cada país (Bobea, 2008: 64, Tellería Escobar, 2008: 4). Es por ello que existen casos como el de Ecuador, Perú, Bolivia, donde existe una necesidad de incrementar el número de efectivos dentro de sus filas debido al descenso en la cantidad del personal masculino, en otras palabras el ingreso femenino se asocia con la incorporación de más “mano de obra”, como también sucede en otras partes del mundo (Hombrados, Olmeda y del Val; 2007: 20; Tellería Escobar, 2008: 21). Dentro de este marco contextual surgió la inquietud de este trabajo en analizar comparativamente el desarrollo y aplicación de políticas de equidad de género dentro de las fuerzas armadas en América del Sur. 2 Entre las más relevantes se encuentran: 2ª Conferencia Mundial sobre la Mujer (Copenhague, 1980); 3ª Conferencia Mundial sobre la Mujer (Nairobi, 1985); 4ª Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing 1995) y su Plataforma de Acción; Beijing +5 (Asamblea General Especial de la ONU); Plan de Acción Regional sobre Integración de la Mujer en el Desarrollo Económico y Social de América Latina y el Caribe (La Habana, 1977), Preparación para la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer y reuniones regionales (Mar del Plata, 1994; Santiago de Chile, 1997; Lima, 2000), Convención para la Eliminación de la Discriminación contra la mujer (CEDAW) (1979), Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Belem do Pará, 1994). 5 Feminización de las fuerzas armadas sudamericanas El ingreso de las mujeres en las fuerzas armadas es sólo un aspecto a considerar en el análisis de la feminización, ya que limita el trabajo a la mera obtención de datos cuantificables, atendiendo al aspecto formal de la incorporación sin llegar a profundizar sobre la “calidad” de la misma desde la perspectiva de género. Sin embargo, este paso permite obtener una primer impresión sobre el tema: la “visibilidad de la mujeres” dentro de los ejércitos. En este sentido resulta interesante observar comparativamente algunas peculiaridades que se producen en Sudamérica. Para ello se seleccionaron los datos presentados en los cuadros estadísticos elaborados por la Red de Seguridad y Defensa de América Latina (RESDAL). Incorporación Femenina en las Fuerzas Armadas Sudamericanas Año de incorporación País Fuerza Terrestre Suboficiales y Oficiales. Cuerpo Profesional: Argentina 1982. Oficiales, Cuerpo Comando: 1997 ¿Pueden acceder a todas las Fuerza Naval Suboficiales y Oficiales, Cuerpo Profesional (consideradas oficiales de reserva): 1981 Oficiales, Cuerpo Comando 2001 Fuerza Aérea especialidades? ¿Pueden alcanzar el grado más alto en todas las fuerzas? Suboficiales: 1980. Oficiales No pueden ingresar Cuerpo en las armas Si, en las Profesional: combatientes en especialidades 1982. Oficiales, ninguna de las permitidas. Cuerpo Fuerzas. Comando: 2001 Oficiales. Oficiales. Cuerpo Bolivia Si, en las Profesional: Oficiales. Cuerpo Cuerpo 1982. Profesional: - Profesional: - Sí , sólo en la Fuerza Oficiales, Oficiales, Cuerpo Oficiales, Terrestre y Aérea. Cuerpo Comando: - Cuerpo Comando: 2003 Comando: - especialidades permitidas en la Fuerza Terrestre y Aérea. 6 Oficiales. Cuerpo Profesional: Brasil 1992. Oficiales, Cuerpo Comando: Oficiales. Oficiales. Cuerpo Profesional: 1980. Oficiales, Cuerpo Comando: 1998 1998. Profesional: 1982. Oficiales, Cuerpo Comando: No pueden ingresar en las armas Si, en las combatientes en especialidades ninguna de las permitidas. Fuerzas. 2001 Oficiales, Oficiales, Colombia Cuerpo Cuerpo Oficiales, Cuerpo Profesional: Profesional: 1982 1984. Oficiales, Oficiales, Cuerpo Cuerpo Comando: 2003 Comando: s/d Cuerpo Profesional: No, no pueden 1979. ingresar a algunos Oficiales, grados en las Cuerpo distintas Fuerzas. No Comando: 2003 Suboficiales: 1983, Cuerpo profesional, Chile Oficiales: 1974. Cuerpo comando, Cuerpo Oficiales, profesional, No, no pueden Cuerpo Oficiales: 1974. ingresar a algunas de Si, en las profesional, 2003 Cuerpo las armas especialidades Cuerpo comando: comando, combatientes en las permitidas. 2007 Oficiales: 2000 Fuerzas. Oficiales: 1995 Oficiales, Oficiales, Cuerpo Ecuador Profesional: Oficiales, Cuerpo s/d Profesional: s/d Oficiales, Oficiales, Cuerpo Cuerpo Comando: 2000 Comando: 2000 Cuerpo Profesional: s/d No, sólo ingresan a Si, en las Oficiales, algunas de las especialidades Cuerpo especialidades. permitidas. Comando: 2000 7 Paraguay Perú Oficiales. Oficiales. Cuerpo Cuerpo Profesional: Oficiales. Cuerpo Profesional: 1970. Profesional: s/d. s/d. Oficiales, Oficiales, Cuerpo Oficiales, Cuerpo Comando: 2003 Cuerpo Comando: Comando: 2003 2003 Oficiales. Oficiales. Cuerpo Cuerpo Profesional: Oficiales. Cuerpo Profesional: s/d Profesional: s/d. s/d. Oficiales, Oficiales, Cuerpo Oficiales, Cuerpo Comando: 1998 Cuerpo Comando: Comando: 1997 1998 Oficiales, Oficiales, Cuerpo Profesional: Uruguay 1996. Oficiales, Cuerpo Comando: Profesional: 1998. Oficiales, Cuerpo Comando: 2000. 1994. Oficiales, 1980. Oficiales, Cuerpo Comando: 2002. 1980. Oficiales, Cuerpo Comando: 2002. No, se exceptúan en la Fuerza Naval submarinistas y Si, en las fuerzas especiales, al especialidades igual que en la Fuerza permitidas. Aérea y las Fuerza Terrestre. Si Si Sí Si Comando: Oficiales. Profesional: oficialidad. Cuerpo Oficiales. Profesional: suboficiales. Si, en la Profesional: 1997. Oficiales. Cuerpo acceso a la carrera de Cuerpo 1998. Cuerpo Venezuela Oficiales, Cuerpo Si, pero no tiene Cuerpo Profesional: 1980. Oficiales, Cuerpo Comando: 2002. Fuente: Elaboración con base en la información del Atlas Comparativo de la Defensa en América Latina, Red de Seguridad y Defensa en América Latina (RESDAL). 2005 y 2007. 8 La incorporación femenina se inició en la década del ’70 en Chile en las Fuerzas terrestre y aérea, y en Paraguay sólo en la terrestre. Este proceso se replicó gradualmente en el resto de la región a partir de los ochenta, presentando asimetrías relacionadas con el acceso a las distintas armas (terrestre, naval o aérea), escalafones y especialidades. Sin embargo, la mayoría de los Estados coincidieron en incorporar primero a las mujeres dentro del cuerpo profesional3 encontrándose los escalafones más altos en el cuerpo comando, que sólo podían ser ocupados por hombres4. En otras palabras, el acceso a puestos de mando y toma de decisiones les estaba vedado. Esta característica reforzó el dominio patriarcal, acentuando aún más la discriminación, trasladando sus consecuencias al plano económico, ya que a menor jerarquía en el cargo ocupado menor remuneración (Villalobos, 2007: 12). Esta situación se revertiría paulatinamente en Sudamérica desde mediados de los ’90 – con diferentes modalidades y adaptaciones según el país - pero manteniendo, aún hoy, la imposibilidad de asumir funciones en las especialidades de combate directo, con la excepción de Uruguay y Uruguay que no presentan restricciones. Al respecto, Chile permite que puedan ingresar en armas de apoyo al combate: artillería, ingeniería y telecomunicaciones (Mathias, 2008: 30; Villalobos, 2007: 16). Un dato curioso es el hecho que Ecuador fue uno de los últimos países en incorporar mujeres a sus fuerzas en el año 2000, pero lo hizo comenzando con el cuerpo comando (RESDAL, 2007). En este sentido, el acceso femenino denegado en alguna de las especialidades relacionadas con los roles de combate directo (infantería, artillería, submarinistas, fuerzas especiales, etc.) presentan su correspondencia con tendencias mundiales que respaldan al paradigma patriarcal y que provocan debates en el plano académico.5 En el caso de España y Canadá – países que se encuentran con porcentajes más altos en la participación femenina dentro de sus ejércitos - estas restricciones son inexistentes, sin embargo persisten en países de larga data en la incorporación de mujeres como son Estados Unidos y el Reino Unido (Tellería Escobar, 2008: 7; Villalobos, 2007: 8-12), donde la argumentación que respalda el patrón hegemónico refuerza la dicotomía del rol masculino asociado a la violencia, la fuerza y lo público, y el de la mujer a lo pacífico y privado. En este sentido arguyen la permanente exposición de sus países a conflictos de alta intensidad y al rol “protector” – según el paradigma 3 Por cuerpo profesional se entiende que son aquellos militares que se forman dentro o se incorporan a las fuerzas para brindar servicios de apoyo técnico y/o profesional. (RESDAL 2005, 2007) 4 Por cuerpo comando se entiende que son aquellos militares formados para cumplir misiones relativas al combate y que tienen capacidad de mando. (RESDAL 2005, 2007) 5 Al respecto ver Angustias Hombrados, José A. Olmedo y Consuelo del Val (2007) “La incorporación de las mujeres a las Fuerzas Armadas: el caso español y su percepción pública en perspectiva comparada”, Instituto de la Mujer (Madrid), DT , Nº 7; Lilian Bobea (2008), “Mujeres en uniforme: la feminización de las fuerzas armadas. Un estudio del caso dominicano”, Nueva Sociedad, nº 213, enero/febrero. pp. 64-79; Loreta Tellería Escobar, “Mujer, Fuerzas Armadas y misiones de paz. Región Andina”, (en línea, disponible en http://www.resdal.org; Internet; accesado el 03/04/2008). 9 patriarcal - que el Estado debe ejercer frente a la “vulnerable” figura femenina, despojándola con esta definición de todo derecho, capacidad y voz. En todos los casos estudiados, la incorporación de las mujeres en las FFAA comenzó bajo gestiones masculinas, sin embargo la presencia femenina al frente de algunos Ministerios de Defensa en la región (Argentina, Colombia, Chile, Ecuador y Uruguay) incrementó aceleradamente su participación y facilitó el despliegue de políticas de equidad en el acceso a algunos escalafones y especialidades que aún les estaban vedados. Sin embargo, los cortos tiempos de las funcionarias en sus cargos - característico de los gobiernos de la región aplicado a cualquier sexo6 - impide realizar un balance significativo de sus gestiones, que en el caso de la mayoría de las funcionarias alcanza un promedio cercano al año (con la excepción de Nilda Garré en Argentina que continúa en su cargo). En síntesis, la presencia de ministras de defensa se encuentra altamente asociada a la incorporación de tópicos relacionados con los derechos humanos y la búsqueda de cambios relacionados con un mayor control civil en el ámbito militar, las reformas dentro de las FFAA, la transparencia en las gestiones y las reestructuraciones internas dentro de los ministerios (Lucero y Cóvolo, 2008: 8). Uno de estos resultados se manifiesta en las redefiniciones de los conceptos de defensa y seguridad afrontadas en cada uno de estos países. Son los casos de Bachelet en Chile, con la aparición del Libro de Defensa Nacional del 2002, y de Ramírez de Rincón con la publicación del cuaderno de “Política de Defensa y Seguridad Democrática” de junio de 2003. En el mismo sentido, la ministra Berrutti desarrolló un proyecto novedoso denominado “Debate Nacional sobre Defensa” de 2005, con la participación directa de la población a través de la página web del Ministerio de Defensa uruguayo (www.mdn.gub.uy/pages/debmest1.asp) en la construcción de una nueva definición de defensa y seguridad para el Libro Blanco - que se encuentra en proceso de finalización - y que generará una Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas y una Ley de Inteligencia. Otro importante nivel de discusión sobre distintos aspectos en la organización de las fuerzas armadas y el control civil se produjo con Escudero en Ecuador – segunda civil en ocupar el cargo de Ministro de Defensa luego de Guadalupe Larriva, su antecesora7 ; y con Garré en Argentina, referidos a la formación 6 Al respecto se observa que el promedio de permanencia en el cargo de ministro de Defensa en Argentina es de 1 año y 4 meses (superado por Nilda Garré); en Colombia de 1 año y 9 meses; en Chile de 1 año y 7 meses (superado por Michelle Bachelet); en Ecuador de 9 meses; y en Uruguay de 2 años y 2 meses (superado por Azucena Berrutti) (RESDAL, 2007). 7 Fallecida en un acto oficial en la base de Manta a pocos días de asumir como Ministra. 10 militar en derechos humanos en los institutos castrenses y la reforma de la justicia militar, entre otros aspectos (Lucero y Cóvolo, 2008: 5-7). Por otro lado, el incremento de la participación femenina presenta ahora un nuevo espacio asociado a las misiones de paz, promovido desde Naciones Unidas a través de las Resoluciones 1325 y 1327 del Consejo de Seguridad en el año 2000. Según Suzeley K. Mathias, este impulso se debe a tres factores centrales: en primer lugar, el aumento de las intervenciones de la ONU en el mundo; en segundo lugar, la participación de la ONU, ya no sólo con carácter de mediador de conflictos - Peacekeeping Operations - sino como reconstructor de países Peace-building Operations. Finalmente, el tercer aspecto se refiere a la evolución del rol de la mujer en la sociedad mundial, acompañada de declaraciones de derechos y tratados, y la promoción desde ONG’s y redes que acompañan este desarrollo (Mathias, 2008: 26). Al respecto, se puede resumir la situación latinoamericana diciendo que Uruguay presenta una participación numerosa en misiones de paz, en particular en la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH), ocupando el contingente femenino el 4,4%, un número importante si consideramos que Brasil con una cantidad mayor de uniformados enviados sólo alcanza el 0,5% de mujeres. De hecho, Uruguay es el país que mayor presencia femenina envía a las misiones de paz respecto del resto de la región, siendo 54 las uniformadas presentes, siguiéndolo Argentina con 21, y luego Brasil (Clarín, 2008). Chile en general tiene un bajo índice de participación, a pesar de ser el primer país latinoamericano que incorpora a la mujer en la institución. El caso de Chile resulta curioso, en comparación con países con procesos más retrasados en la región pero con mayor inclusión femenina en los contingentes. Por otro lado, Ecuador, Colombia y Venezuela son los únicos países que no participan con uniformadas - por diversas razones - aunque otros países lo hacen con un número muy bajo como Paraguay, Perú, Bolivia y Chile (Mathias, 2008: 32; Tellería Escobar, 2008: 26). En síntesis, se puede destacar que analizar la cantidad de mujeres participantes en cada una de las FFAA resulta poco significativo para extraer conclusiones referidas a las cuestiones de género. Ello se debe, por un lado, al bajo porcentaje femenino enrolado dentro de las milicias, y por otro, a su reciente incorporación histórica dentro de la institución, lo cual obstaculiza la obtención de resultados contundentes debido a la lentitud en los procesos de ascenso – en concordancia con las normativas vigentes para ambos sexos – y de análisis de otros aspectos que puedan verse afectados, sobre todo aquellos referidos a su vida privada/familiar. En consecuencia, más allá del estudio del aspecto cuantitativo de la 11 incorporación, se abordarán aspectos cualitativos como son la implementación de políticas de equidad de género dentro del ámbito militar. Y ahora … ¿existen políticas de equidad de género dentro de las fuerzas armadas? A modo de introducción se puede observar a simple vista, y de manera general, que existen profundas carencias referidas a la internalización de la cuestión de género dentro de las fuerzas armadas. Como sostiene la especialista en defensa, Loreta Tellería Escobar, la equidad de género no es todavía un tema de agenda en las políticas públicas de los Ministerios de Defensa de la mayoría de los países estudiados, pudiendo exceptuarse de este listado a Chile debido a la continuidad dada a las mismas, más allá de los cambios de gobierno y ministros, aunque le queda aún un camino por recorrer. En este sentido, las insuficiencias se agudizan si se analizan las “participaciones esporádicas” promovidas desde las legislaturas en Sudamérica, como confirma Pamela Villalobos en el caso de Chile, y que resulta aún más escasa en el resto de la región (Lucero y Cóvolo, 2008: 8; Villalobos, 2007: 19). En el caso chileno, esta política se concretó en el marco de un Plan de Igualdad de Oportunidades 2000-2010, que se desprendió del trabajo del Consejo de Ministros para la Igualdad de Oportunidades – creado en el año 2000 a instancias del Presidente Ricardo Lagos (Ministerio de Defensa Nacional de Chile, 2005: 8). Por otro lado, el Servicio Militar Voluntario Femenino cobró un nuevo impulso bajo el Ministerio de Defensa a cargo de Michelle Bachelet. Si bien la incorporación femenina se había reabierto en el año 2001, en el 2005 bajo el lema “1000 conscriptas para servir a Chile” produjo la triplicación del contingente femenino - de 300 en el año 2004, a 1000 en el año 2005. Esta política se inscribió en la concepción del gobierno chileno que consideraba que el aumento de la voluntariedad femenina en la milicia mejoraba su rendimiento (Villalobos, 2007: 15-16). Bajo la gestión ministerial de Bachelet también se elaboró el Libro de Defensa Nacional en el 2002, que incluye redefiniciones en las concepciones de Defensa y Seguridad. También se observan avances referidos a las cuestiones de género en la Separata del Libro de Defensa Nacional 2005, que manifiesta los cambios que se han generado y los que se proyectan implementar, con la incorporación y acceso equitativo de las mujeres a los cargos superiores y a las distintas especialidades, siendo la más retrasada en sus reformas la Fuerza Naval. Sin embargo, se proyecta ampliar en el 2009 con el ingreso de las mujeres a la Escuela de Grumetes y su participación en los escalafones de Ejecutivos, Ingenieros, Litoral y Abastecimiento, proyectando alcanzar las especialidades de Infantería de Marina y Submarinos hacia el 2011 (Mimisterio de Defensa Nacional de Chile: 2005). 12 En este sentido se profundiza sobre la equidad de género a partir de la creación de un Comité de Integración de Mujeres a las Fuerzas Armadas en el año 2005, e incorporando en el año 2007 los ámbitos de “Orden y Seguridad”, con delegados que realizan el seguimiento de las medidas políticas de equidad de género en Carabineros. Mientras tanto, el gobierno de la presidente Bachelet creó el cargo de “Asesor ministerial para la equidad de género” en cada uno de los ministerios existentes (Villalobos, 2007: 7-8). Finalmente, se contempla la situación de maternidad dentro de la legislación, aunque este aspecto parece presentar algunas deficiencias en su aplicación dentro de la institución. Por otro lado, a partir del 2004 anualmente se han implementado en Chile talleres de reflexión para mujeres militares, donde se analizan los obstáculos y fortalezas en su desempeño profesional. Por otro lado, en referencia al acoso sexual éste se encuentra contemplado dentro de las leyes nacionales e incorporado a la normativa institucional a través del régimen disciplinario (Ley 20.005), generando seminarios dentro de las Fuerzas para concientizar sobre el tema de género, que profundizaremos más adelante (Villalobos, 2007: 13- 15). Esta misma situación se replica en Perú a cargo de la Defensora del Pueblo, Beatriz Merino quien actualmente se encuentra dictando jornadas en su país a los miembros de las fuerzas armadas sobre derechos humanos y hostigamiento sexual (Andina, 2008). Al respecto, Perú presenta algunas leyes que acompañan la cuestión de género dentro de las fuerzas armadas. Estas son: la Ley 27.628 de 2003 referida a la prevención y el hostigamiento sexual; la Ley 28.308 de 2004 referida al descanso pre y post natal del personal femenino; y la Ley 28.359 de 2004 referida a la situación militar que establece en sus art. 2ª el principio de igualdad sin discriminación para los efectivos militares, curiosamente posterior en ocho años a la ley que permite el acceso de las mujeres a las escuelas de oficiales y suboficiales (Defensa Informa, 2007). Tanto la página web del Ministerio de Defensa (www.defensa.cl/Mujeres_FFAA) como la de Argentina (www.mindef.gov.ar), de Chile, contienen dentro del menú de opciones que dirigen al Observatorio de la Mujer en las FFAA, inexistente en las páginas de otros países de la región. Este observatorio pretende difundir la situación de la mujer dentro del ámbito militar y los resultados de la implementación de políticas de género dentro de la institución. En el marco del Observatorio de la Mujer en Argentina, se promovió una encuesta voluntaria y anónima entre 700 oficiales – cuyos resultados aparecen publicados en la página 13 web - sobre distintos aspectos como discriminación, adaptación de las normativas a la cuestión de género, capacitación, aptitud, acoso sexual, entre otras (Ministerio de Defensa de Argentina: 2006). Uno de los resultados más significativos fue la existencia de una baja tasa de retención de las mujeres dentro de las instituciones militares que se corresponden con una falta de normativas institucionales que reviertan esta situación. Al respecto ya se han puesto en vigencia alguna de las medidas necesarias para superarlo. A través de la Resolución Ministerial 849/06 se instó a las instituciones militares a adecuar las condiciones de ingreso y permanencia de las mujeres embarazadas en concordancia con la legislación nacional sobre maternidad y lactancia. Por Decreto 1647/06 también se modificó la reglamentación sobre el servicio militar voluntario, que impedía al ingreso a aquellos individuos quienes tuvieran personas a cargo, siendo las más afectadas las mujeres. También la eliminación de la prohibición de contraer matrimonio entre el personal militar de diferentes categorías (oficiales y suboficiales), así como entre el personal militar y el de las fuerzas de seguridad. El reconocimiento de la constitución familiar, derogando toda normativa discriminatoria entre los hijos (Res. 206/08), y facilitando la adjudicación de viviendas militares a aquel personal soltero/a con hijos legalmente a cargo, como también la ampliación de la licencia por maternidad en los casos de guarda con fines de adopción (Garré, 2008). Finalmente, pueden mencionarse como políticas complementarias la promoción del debate y las reformas en la educación militar – se implementan desde agosto de 1997 - que buscan una formación orientada hacia el ciudadano militar, el respeto por los derechos humanos, la convivencia y la cuestión de género. En concordancia con esta perspectiva se creó dentro del ámbito del Ministerio de Defensa, bajo el Decreto 1648/06, la Dirección Nacional de Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario. En esta dirección también se implementaron medidas de diversa magnitud relacionadas con la defensa de los derechos humanos, asociadas a la oscura historia vivida durante la última dictadura militar (Keeve, 2007:11). Uruguay presenta una gestión que gira en torno a la defensa de los derechos humanos y la necesidad de reformar la organización del ministerio de defensa en torno a civiles. En este sentido, es importante destacar que algunos autores sostienen que este proceso de equidad de género es uno de los más avanzados en el Cono Sur, sin embargo no se ha podido abordar el análisis de políticas de género más específicas por la escasa información existente (Mathias, 2008: 23, 38-39). Por último, es necesario aclarar que esto también ocurre con otros países sudamericanos no mencionados, y en otros casos debido a los paupérrimos avances realizados en materia de políticas de género dentro de dichas instituciones militares. 14 Justicia militar, violencia de género e impunidad dentro de las Fuerzas Armadas Del estudio de la implementación de políticas de género en las fuerzas armadas sudamericanas se desprende esta segunda parte del análisis que gira en torno a la equidad y la garantía de los derechos para las mujeres y la relación con las situaciones de impunidad. Para abordar este tema es necesario primero analizar cómo funciona la Justicia Militar y cómo tipifica y pena el delito de acoso sexual. Tomando como referencia el trabajo de Lilian Bobea, la pregunta “no es tanto con qué frecuencia sino qué hace la institución y (…) cuáles son los mecanismos de prevención” (Bobea, 2008: 77) El acoso sexual se encuentra contemplado dentro de la violencia de género y se refiere “(…) a cualquier acción o conducta basada en su género que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público o privado (Convención do Belem do Pará)” (Gamba, 2007: 343). En este sentido, el acoso se contempla asociado a la reproducción de la discriminación en nuevos espacios donde la mujer comienza a desenvolverse con la finalidad de retraerla a los espacios privados o doméstico, reforzando el patrón hegemónico androcéntrico (Toledo, 2006: 204). Por ello es necesario comprender cómo es contemplado por la Justicia Militar. Ante todo es necesario entender qué es la Justicia Militar, y ello remite a diferenciarla de la Justicia Ordinaria y a identificar el objeto militar. Por lo tanto, los delitos militares serán resueltos por los fueros militares, contemplando en ello aquellos hechos referidos a espionaje y traición - relacionados directamente con las capacidades de defensa del Estado -, y los delitos comunes serán resueltos por la Justicia Ordinaria, “(…) al ser los Códigos Penales Militares leyes especiales, deben ser claramente delimitados, de aquí la importancia de que el objeto de la ley penal militar sea claro (…) el precisar qué actos constituyen estrictamente un delito militar en los instrumentos legales sigue siendo la materia pendiente en los países de América Latina; esta omisión ha permitido que a la hora de juzgar existan confusiones, sancionándose actos tipificados en los Códigos Penales Comunes, como actos militares (…)” (Castro y Bermeo Lara, 2008). Los especialistas del RESDAL, Fabián Castro y Dolores Bermeo Lara, realizaron un estudio comparativo de la Justicia Militar en Latinoamérica, concluyendo que en la mayoría de los casos se consideran delitos militares acciones que son de carácter disciplinario, confundiendo los conceptos, por ello la importancia de distinguir claramente el derecho penal militar del derecho disciplinario, como también dejar los delitos comunes cometidos por militares para que sean juzgados por la Justicia Ordinaria, “(…) toda persona sometida a la 15 jurisdicción castrense goza de los derechos fundamentales reconocidos a todos los habitantes de la Nación, de los cuales no puede ser privado, (…) cabe entonces dotar de los contenidos a este principio para que tenga efectiva vigencia y no sea una mera fórmula verbal (…)” (Bailone, 2008: 3). En otro nivel normativo, se encuentran los Reglamentos de Disciplina. El objetivo del reglamento disciplinario militar es “(…) preservar la obediencia y disciplina de los miembros dentro de las fuerzas armadas, por lo que se imponen sanciones por acciones u omisiones de carácter militar y/o administrativas (que) se dividen en faltas leves, graves y gravísimas (…)” (Castro y Bermeo Lara, 2008). En los casos de acoso sexual, el hecho de que se encuentren contemplados como faltas graves y gravísimas dentro del régimen disciplinar implica la “intromisión” de una perspectiva de género que entiende al hecho en sí mismo como opuesto a la conducta propia de una organización militar y contraria al honor de la institución, que no discriminaría a la mujer modificando, en este sentido, la visión androcéntrica. Sin embargo, este proceso de concientización debe sustentarse complementariamente desde otros ángulos. Al respecto, en Argentina se implementaron medidas tendientes a contemplar estas cuestiones de género en un proyecto de reforma integral de la Justicia Militar. Para ello se consideró la derogación del Código que regía desde 1951. Con esta reforma se creó un “Procedimiento Penal Militar para tiempos de guerra y otros conflictos armados”, y se modificó el código disciplinario militar, derogando definitivamente la pena de muerte del único ordenamiento jurídico que aún la sostenía, en cumplimiento con los convenios y acuerdos de derechos humanos ratificados por Argentina. Por otro lado, la figura de acoso sexual se incorporó dentro del Reglamento disciplinario como falta grave y gravísima (según la situación jerárquica del victimario). Esto significaría que considerado como sanción grave la pena sea de 60 días de arresto estricto o una multa equivalente a 30 días de sueldo, y en el caso que sea gravísima, la destitución de la fuerza. Actualmente, este proyecto se encuentra aprobado (Página 12, 2008). En Sudamérica la situación se presenta de la siguiente manera: la Ley 20.005 sobre acoso sexual se sancionaría en Chile en el año 2005, luego de más de diez años de tramitación parlamentaria – al igual que lo sucedido en Uruguay (Puyeski, 2003) – modificando diversas disposiciones del Código de Trabajo aunque sin modificar los códigos de disciplina militar (Toledo, 2006: 208). Según Villalobos, ya se encuentra en vigencia en Chile una normativa interna militar que permite acceder a los procedimientos de denuncia y sanción. De la misma manera, en Uruguay si bien existe el Decreto de ley 37/97 sobre acoso u hostigamiento sexual y la ley sobre igualdad de oportunidades y trato para ambos sexos Ley 16.045, el problema radica, 16 como en la mayoría de las situaciones, en su aplicación efectiva. Finalmente en Perú, la Ley 27.628 hace referencia a la prevención y el hostigamiento sexual. Sin embargo, en estos casos no queda expresamente aclarado cómo se contempla dentro de los códigos disciplinarios militares. Por otra parte, el hecho de que en la mayoría de los países la Justicia Militar dependa del Poder Ejecutivo no garantiza los derechos de la víctima y pone en duda la autonomía necesaria del fuero judicial. Es por ello que en esta parte del trabajo se relacionó la impunidad con la Justicia Militar debido a la ilegalidad de muchos de los tribunales militares para el dictado de sentencias por carecer de las garantías necesarias para alcanzar un juicio “justo” e independiente. Finalmente, si bien las modificaciones a la Justicia Militar beneficiaría en un juicio por acoso sexual a las mujeres, en el sentido de poder apelar a un juicio imparcial, las situaciones de impunidad que existen actualmente contra los propios efectivos varones8 debido a la legislación vigente, beneficiaría a la sociedad toda. Conclusiones En respuesta a la pregunta ¿cuánto han avanzado los países sudamericanos en la aplicación de políticas de igualdad de oportunidades dentro de las fuerzas armadas? Se puede argumentar que la pregunta es capciosa y obliga a responder positivamente. Sin embargo, en la actualidad todos los países sudamericanos contemplan el ingreso de la mujer en mayor o en menor medida, por lo cual este paso en sí mismo es un avance. En este sentido, se puede sostener que tanto Chile, como Uruguay y Argentina se encuentran entre los países que lideran las políticas de equidad de género dentro de las fuerzas armadas. En todos estos casos la presencia de mujeres al frente de los ministerios pudo ser un factor desbordante para canalizar los cambios, sumado a causas locales particulares. Sin embargo, es necesario volver a destacar la heterogeneidad de los procesos de incorporación femenina en la región. En relación a la pregunta ¿la presencia de mujeres ha contribuido a disminuir situaciones de impunidad dentro de las fuerzas armadas?, la respuesta es más difusa. La mayor presencia de mujeres en las Fuerzas ha logrado hacer visibles los problemas de las mujeres dentro de la institución militar y con ello las situaciones de impunidad existentes. Por otro lado, las dificultades para relevar el escaso material existente impide alcanzar conclusiones contundentes. 8 Al respecto ver el caso Correa Belisle y caso Runza en Argentina (CELS, 2006: 61-73). 17 En la región sudamericana con un claro predominio del paradigma masculino, en un ámbito de trabajo donde este paradigma se agiganta – como es la esfera castrense -, bajo un sistema judicial considerado “especial” según las leyes – como es el Código de Justicia Militar, y dependiente en casi todos estos países del Poder Ejecutivo - lo cual implica la falta de autonomía de los funcionarios judiciales por depender jerárquicamente de otro Poder e incluso la posible ilegalidad de los mismos - , resulta difícil pensar en una situación donde no exista la impunidad. Es en este contexto particular desde donde las mujeres a través de su presencia al frente de los Ministerios, dentro de las propias Fuerzas Armadas, contenidas por distintas agrupaciones de mujeres y a través de redes, hacen presentes sus situaciones y se enfrentan a la impunidad, en algunos casos con éxitos por las modificaciones alcanzadas, y en otros casos a la espera de cambios, pero en todos los casos con un largo camino por recorrer. 18 Bibliografía Bailone, Matias (2008), “El código de la Justicia Militar”, Urbe et lus, Newsletter Nº 25. Bobea, Lilian (2008), “Mujeres en uniforme: la feminización de las fuerzas armadas. Un estudio del caso dominicano”, Nueva Sociedad, nº 213, enero/febrero, pp. 64-79. Bocchetti, Alessandra (2007), “Voces Mediterráneas”, Letra Internacional, nº 96, pp. 56-63. 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