Es un motivo sin lugar a dudas de mucha alegría el poder escuchar

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Insigne y Nacional Basílica de Santa María de
Guadalupewww.virgendeguadalupe.org.mx
Versión estenográfica de la
Homilía pronunciada por Mons. Dr. Enrique Glennie Graue, Rector de la Basílica
de Santa María de Guadalupe, Vicario General y Episcopal de Guadalupe,
Presidente del Cabildo, en la celebración de las Confirmaciones Comunitarias.
15 de mayo de 2016
Es un motivo sin lugar a dudas de mucha alegría el poder escuchar como
este nutrido número de niños, jóvenes y adultos se han preparado para
recibir al Señor, para recibir el gran don del Espíritu Santo.
Hemos escuchado en el Evangelio como el Señor se hace presente en
medio de sus discípulos y los transforma. Estaban temerosos, escondidos,
llenos de miedo y el Señor llega y les da la paz, se llenan de alegría, los
reconcilia y les da el poder de reconciliar los pecados. Pero también les
envía a cumplir con una misión muy importante y les da el Espíritu Santo.
Yo deseo especialmente para todos ustedes que hoy van a recibir este
don del Espíritu Santo a través del sacramento de la confirmación, que
puedan experimentar verdaderamente y no solo ellos sino todos y cada
uno de nosotros esos dones de Dios que son en primer lugar la alegría y
la paz. Que podamos todos y cada uno de nosotros sentirnos
verdaderamente tocados por el Espíritu de Dios para vivir en una nueva
forma, una nueva vida, una nueva realidad. Que podamos sentirnos
también reconciliados unos con otros. Que vivamos en esa reciprocidad
del amor como el Señor nos lo pide en su único mandamiento que nos
da: que nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado.
Pero quisiera fijarme de manera particular en este don del Espíritu Santo
y en el envío que hace de los discípulos como hoy lo hace también para
cada uno de ustedes. ¿Qué significa el don del Espíritu Santo? Significa la
fortaleza, significa una nueva realidad de cada uno de ustedes. Se puede
hablar de que los discípulos en Pentecostés fueron re-creados, vivieron
una nueva creación y así ustedes en este día. Una creación diferente, son
hombres y mujeres nuevos, según nos habla San Pablo, el hombre viejo
que ha quedado atrás, el hombre viejo lleno de pecado, el hombre o la
mujer nuevos, llenos de Dios, llenos del Espíritu Santo.
Este don del Espíritu Santo que significa esa transformación, implica
también una maduración. Y de esto tenemos que ser conscientes todos y
cada uno de los que hemos recibido la confirmación. La confirmación nos
hace madurar, nos hace ser adultos en la fe. Eso es lo que se espera de
manera especial de estos jóvenes, niños y adultos que van a recibir la
confirmación, que sean adultos.
¿Qué significa ser adulto? Significa ser responsable de la propia fe, que
no podemos seguir viviendo con una fe de “costumbre”, ordinariamente
es nuestra fe. ¿Por qué eres católico? Porque así soy, porque así me
bautizaron, porque viví o nací en una familia católica. Sin embargo, es
importante, como nos dice San Pedro que demos razón de nuestra
esperanza y de nuestra fe.
¿Por qué eres católico? Porque yo he decidido ser católico, porque conozco
mi fe. El Espíritu Santo -nos dice Jesús- los conducirá una vez que lo
hayan recibido los conducirá a la verdad completa. Eso es lo que nosotros
tenemos que vivir. Conocer más a Jesús para amarlo más. Nadie ama lo
que no se conoce. Entonces amar más a Jesús, conociéndolo y en esta
forma, vivir de acuerdo como Él quiere que vivamos, con más madurez,
con más responsabilidad. Pero esta madurez también implica un
compromiso, un compromiso que es precisamente la misión de que nos
habla también el Evangelio.
Como el Padre me envió, dice Jesús, así yo los envío. Entonces Jesús
asocia a su propia tarea, a su propia misión, a los discípulos a como hoy
lo quiere hacer con todos y cada uno de ustedes, para que vayan y sean
testigos. La Iglesia nos habla hoy de que tenemos que ser apóstoles, que
tenemos que ser misioneros, discípulos por supuesto del Señor. Entonces
conociendo al Señor, amando al Señor que seamos también testigos
suyos, que seamos misioneros suyos, que llevemos a Cristo a los demás
para que también seamos ocasión de que los demás se acerquen a Cristo.
Este es el mensaje que hoy nos da de manera muy especial esta
celebración, este gran acontecimiento de Pentecostés. Entonces vamos a
pedir especialmente a María, ella que con los apóstoles se disponía y
disponía a los apóstoles en la oración para recibir al Espíritu Santo que
ella acompañándonos en nuestra oración, también nos disponga el
corazón para recibir el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo.
Nuestra celebración de la confirmación, como ustedes ya lo habrán visto,
lo han preparado, tiene tres partes. La primera nos relaciona con nuestro
bautismo, el primero de los sacramentos. La confirmación junto con la
eucaristía y el bautismo, por supuesto, forman parte de lo que llamamos
los sacramentos de iniciación cristiana. Nos relaciona con el bautismo
recordando las promesas que nuestros padrinos hicieron en nombre
propio. Hoy las volvemos a hacer, ratificando nuestra fe y renunciando al
pecado. Es lo único que nos separa de Dios.
En un segundo momento viene precisamente este envío de parte del
Señor que se manifiesta con una imposición de manos. En la antigua
Iglesia así lo hacían: imponían las manos a los que iban a ir a evangelizar,
a anunciar a Jesucristo a todos los pueblos. Así ustedes recibirán esta
imposición de manos en forma general para sentirse fuertes con el poder
del Espíritu e ir cumplir la misión de ser cristianos, de ser católicos en
medio de un mundo hostil y difícil.
Finalmente viene la unción, la unción que podemos entenderla también
entre muchas otras cosas como esa caricia de Dios que nos dice: tú eres
mi hijo, tú eres mi hija a quien amo profundamente y a quien consagro
con la unción para que dé testimonio y para que viva con más plenitud su
condición de hijo o de hija de Dios.
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