La presencia de Dios en la realidad peruana

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La presencia de
Dios en la
realidad peruana
Bodas de oro de la Constitución pastoral
Gaudium et Spes sobre “la misión de la
Iglesia en el mundo actual”.
Beato Paulo VI,
Al concluir el último día de sesiones del
Concilio Ecuménico Vaticano II
(7-XII-1965).
El tema de la presencia de Dios en la
historia estuvo en el corazón del Concilio
Vaticano II y en la elaboración de la
constitución pastoral Gaudium et Spes (GS).
Se trata de unas preguntas que siguen
siendo actuales:
¿qué significa, desde la tradición de la fe
bíblica, la presencia cristiana de la Iglesia
en el mundo?
¿Somos una Iglesia pobre y para los
pobres?
¿Somos una Iglesia en salida misionera?.
Y desde la Encíclica Laudato Si’ nos
planteamos con toda la humanidad:
¿Qué tipo de mundo queremos dejar a las
generaciones que nos sucedan, a los niños
que están creciendo?,
¿para qué pasamos por este mundo?, ¿para
qué vinimos a esta vida?,
¿para qué trabajamos y luchamos?,
¿para qué nos necesita esta tierra? (LS, 160)
Las respuestas a estas preguntas nos
servirán de hilo conductor de nuestras
reflexiones.
El mismo título de la constitución pastoral
Gaudium et spes, «sobre la misión de la
Iglesia en el mundo de hoy» nos hablan de
una «Iglesia en salida misionera».
Nos habla de la urgencia de “discernir bien
los signos de los tiempos e interpretarlos a
la luz del Evangelio, de tal manera que, en
forma adaptada a cada generación, pueda
responder siempre a los incesantes
interrogantes de los hombres sobre el
sentido de su vida presente y de la futura,
así como sobre la relación entre una y
otra” (GS, 4)
Marco de la misión de la Iglesia en el
mundo actual
“El gozo y la esperanza, la tristeza y la
angustia de los hombres de nuestro
tiempo, sobre todo de los pobres y de
todos los que sufren, son también gozo y
esperanza, tristeza y angustia de los
discípulos de Cristo, y nada hay
verdaderamente humano que no
encuentre eco en su corazón” (GS 1)
Importancia decisiva de la
Constitución Pastoral GS
La Gaudium et Spes encierra todo un
programa, una declaración de intenciones,
un lema: la Iglesia es servidora de la
humanidad. Este mundo en el que la Iglesia
vive y cumple la misión evangelizadora de
Jesús «que no vino a ser servido sino a
servir».
La dimensión profética de la Iglesia
El pueblo de Israel experimentó la
presencia de su Dios de muchas maneras,
en especial a través de distintos personajes
e instituciones como son el sacerdocio, la
monarquía y los profetas, entre otros.
Entre estos grupos de personas, hay uno
que no depende de ninguna forma del
Pueblo, y son los profetas.
El pueblo puede elegirse reyes y
sacerdotes, pero los profetas son llamados
por Dios.
Por tanto solo es Él quien asegura la
continuidad del profetismo.
La vida y el pensamiento del profeta se
desarrollan bajo la impresión de una nueva
realidad que se cierne amenazante sobre
su propia existencia.
En cierta forma Dios le obliga a vivir esa
vocación de ser testigo de su Palabra en la
contexto en el que vive.
Ellos han experimentado en su vida un
cambio radical a todo lo que vivían antes.
Tienen un conocimiento nuevo y atrayente
de Dios que les lleva a un cambio de
mentalidad y sentido de sus vidas.
Este nuevo conocimiento no se debe a
frustraciones de su vida anterior, ni de sus
planes y pensamientos, sino que
descubren una irrupción inesperada de
Dios que les pedía realizar una misión en
su nombre, a pesar de la conciencia de sus
limitaciones y temores
Los profetas no están aislados, ni son
personas independientes de la comunidad,
del pueblo que Dios se ha elegido.
Son miembros de la comunidad, y en ella y
desde ella, realizan la misión
encomendada:
LOS PROFETAS
Anuncian la presencia continua de Dios en
la historia, denuncian los signos de su
ausencia en nuestras vidas y proclama el
amor fiel y eterno de Dios en la persona
del Mesías, el Señor Jesús. Junto a los
sacerdotes y reyes, los profetas son
durante varios siglos los tres ejes de la
sociedad de Israel.
Dios aparece en los profetas como un ser
libre, que actúa y habla aun en contra de
las mismas instituciones de su pueblo
elegido, como son el sacerdocio y la
realeza.
Dios no se limita a lo establecido porque
nos ama. Actúa libremente; cuando quiere
calla o habla; guía y corrige a su pueblo.
Y Dios, en los profetas, es quien toma la
iniciativa, y los llama para “profetizar” en
su nombre (anuncio, denuncia). Así por
nuestro bautismo somos llamados a ser
profetas obedientes a Dios Padre, como
Jesús, y estar atentos a la palabra de Dios,
siendo dóciles y disponibles a su voluntad.
El realismo de la esperanza.
Confianza en Dios y entre nosotros para
buscar el bien común
“…preferimos reafirmar toda nuestra confianza
en nuestro Salvador, que no se ha ido del
mundo, por él redimido. Al contrario, haciendo
nuestra la recomendación de Jesús de que
sepamos distinguir los signos de los tiempos
(Mt. 16, 4); creemos vislumbrar, en medio de
tantas tinieblas, no pocos indicios que nos
hacen concebir buenas esperanzas sobre la
suerte de la Iglesia y de la humanidad.”
(Juan XXIII. Humanae Salutis. 25.12.63)
Por primera vez un documento conciliar se
dirige a los bautizados y bautizadas,
miembros de la Iglesia y a cuantos invocan el
nombre de Cristo y también a toda la familia
humana (GS 2).
Además toma como destinatarios a los
cristianos no católicos y así va más allá de las
fronteras del cristianismo expresando un
giro ecuménico nuevo y esperanzador.
Los signos de los tiempos
La GS crea el concepto de los “signos de los
tiempos” como aquellos acontecimientos de la
sociedad moderna de la época más relevantes
y que nos plantea un mundo en proceso de
cambios acelerados en todos los ámbitos del
desarrollo humano (la ciencia y tecnología, la
familia, la cultura, la sociedad, la economía, la
política, la paz, etc.).
También anuncios de esperanza para un
compromiso en la construcción de una sociedad,
más justa, pacífica y solidaria.
Los “signos de los tiempos” también
anuncios de esperanza para un
compromiso en la construcción de una
sociedad, más justa, pacífica y solidaria.
Preguntas del mundo actual, a las que hay
que buscar respuestas a la luz del Evangelio
para ser hoy, en la Iglesia, continuadores
de la misión de Jesús.
Para nosotros en el Perú podemos indicar
que la corrupción, el aborto, la inseguridad
ciudadana, la inequidad social, la
desnutrición infantil, la degradación de la
tierra, la desconfianza en los políticos,
empresarios, profesionales, Iglesias, entre
otros, son nuestros “signos de los
tiempos”.
GS carta magna de la dignidad humana
San Juan Pablo II, -en un importante
discurso pronunciado el 8 de noviembre de
1995, para inaugurar un Seminario
Internacional organizado por la Santa Sede
y destinado a conmemorar los 30 años de
la Gaudium et Spes-, calificó esta
Constitución conciliar como la "carta
magna" para promover y defender la
dignidad humana.
El realismo de la esperanza
"tiene presente... a la universal familia humana
con todo cuanto la rodea, al mundo como
espacio de la historia del género humano,
marcado por la impronta de su laboriosidad,
de sus fracasos y de sus victorias; un mundo,
como lo ven los que creen en Cristo, fundado y
conservado por el amor de un Creador, puesto,
ciertamente, bajo la esclavitud del pecado,
pero liberado por Cristo… (GS, 2)
La familia, la cultura y la sociedad
«…Dios no creó al hombre solo, ya que,
desde los comienzos, "los creó varón y
mujer", haciendo así, de esta asociación de
hombre y mujer, la primera forma de una
comunidad de personas: el hombre, por su
misma naturaleza, es un ser social, y sin la
relación con otros no puede ni vivir ni
desarrollar sus propias cualidades" (GS, 12).
“De la índole social del hombre se deduce
claramente que la perfección de la persona
humana y el incremento de la misma
sociedad se hallan mutuamente
interdependientes. Porque el principio, el
sujeto y el fin de todas las instituciones
sociales es y debe ser la persona humana,
porque por su propia naturaleza tiene
absoluta necesidad de la vida social” (GS, 25).
“El orden social…y su progreso deben
subordinarse siempre al bien de las
personas, ya que el orden de las cosa debe
someterse al orden de las personas y no al
revés, como lo dio a entender el Señor al
decir que el sábado fue hecho para el
hombre y no el hombre para el sábado”
(Mc. 2, 27; GS, 26)
La cultura "logra hacer más humana,
mediante el progreso de costumbres e
instituciones, la vida social, tanto en lo
familiar como en todo el mecanismo civil y,
finalmente, consigue expresar, comunicar y
conservar profundas experiencias y
ambiciones espirituales en sus obras" (GS,
54).
El Papa Francisco nos habla con frecuencia
de la cultura del descarte y exclusión a la
que debemos enfrentar con la cultura del
encuentro, del diálogo por la paz y la
justicia.
La Constitución valora de un modo muy
especial el importante progreso y
diversificación de las ciencias, tanto
naturales como sociales, destacando su
rigurosidad en la investigación de la verdad
y el desarrollo del pensamiento crítico, a la
vez que su directa incidencia en el
progreso económico y social de los
pueblos.
El Papa Francisco ha retomado los grandes
principios de la GS en la carta Encíclica
Laudato Si’ para actualizar la misión de la
Iglesia en el mundo actual. Igualmente nos
ha presentado la Evangelii Gaudium
siguiendo la visión de la Constitución
Dogmática sobre la Iglesia, Lumen
Gentium.
Agradecemos a Dios por la experiencia
eclesial que estamos viviendo con el Papa
Francisco.
Experimentamos que somos miembros de
la Iglesia, Pueblo de Dios, jerárquicamente
organizada, que peregrina hacia la casa del
Padre, siguiendo a Jesús, muerto y
resucitado. Y como Iglesia cuidamos
nuestra casa común que Dios nos ha dado.
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