CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL Jurisdicción

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Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.
Cuadernos de Derecho Judicial / 13 / 1996 / Páginas 13-48
Jurisdicción, competencia y partes en el proceso civil
CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL
Jurisdicción, competencia y partes en el proceso civil
Gabaldón López, José
Vicepresidente del Tribunal Constitucional
JURISDICCIÓN Y COMPETENCIA: DOCTRINA CONSTITUCIONAL
Ponencia
Serie: Civil
VOCES: PROCEDIMIENTO CIVIL. JURISDICCION. COMPETENCIAS JURISDICCIONALES. PODER
JUDICIAL. POTESTAD JURISDICCIONAL. DERECHO A LA JUSTICIA. ORGANIZACION JUDICIAL.
GARANTIAS PROCESALES. INDEPENDENCIA JUDICIAL. PARTES DEL PROCEDIMIENTO. CONFLICTO
DE COMPETENCIAS.
ÍNDICE
Introducción
I. El principio del juez legal
II. Jurisdicción y competencia como presupuesto procesal
1. Exigencia de la regulación por ley de estos presupuestos
III. El derecho al juez ordinario predeterminado por la ley
1. Relaciones entre los arts. 117 y 24.2 de la Constitución
2. Aplicación al proceso civil
3. Las reglas de distribución de asuntos en tribunales colegiados y su efecto en cuanto al derecho al
juez ordinario
4. La prohibición de jueces excepcionales o no ordinarios. (Caso de los Juzgados Centrales de
Instrucción)
IV. Contenido del derecho al juez ordinario
1. Reserva absoluta de Ley
2. Creación por ley formal. ¿Ley Orgánica?
V. El derecho a un juez imparcial
1. El principio de independencia
2. Sujeción a la Ley
3. Idoneidad del juez. Jueces "ad hoc"
VI. Órganos colegiados. Composición
1. Sala de lo Civil completada con otros magistrados
VII. Potestad de ejecución
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TEXTO
Introducción
El tema que así se enuncia, contemplado desde la perspectiva general del curso ("jurisdicción,
competencia y partes en el proceso civil") sugiere un tratamiento específico que no sería adecuado si
empezásemos por la jurisdicción o función jurisdiccional desde la perspectiva orgánica como una de las
funciones (o poderes) del Estado. Trátase, creo, más bien de la jurisdicción como presupuesto del proceso
y aun si nos atuviéramos estrictamente al contenido del curso, del presupuesto de un proceso concreto, el
civil. Mas, dado que trataremos de la doctrina constitucional, nuestro comentario debe ser más general en
cuanto dicha doctrina lo haya configurado de modo común al proceso, o en la medida en que lo haya
contemplado como presupuesto procesal en abstracto con doctrina aplicable a los varios tipos de proceso
(1).
Siendo, pues, un presupuesto del proceso, ha de referirse a la cualidad o potestad atribuida desi gualmente a los órganos jurisdiccionales, en cuanto no todos la tienen para conocer de todos los asuntos y
les viene atribuida según unos criterios legales determinantes de que existan distintos órdenes de tribuna les, cada uno con jurisdicción en una clase de asuntos.
En términos constitucionales, estas normas concretan el derecho fundamental al "Juez ordinario
predeterminado por la Ley", protagonista del art. 24.2 de la Constitución, donde, sobre todo, se configura
no solo un derecho a la jurisdicción (24.2) sino a que el mismo se ejercite ante el juez predeterminado por
la ley, el juez a quien, en primer lugar, (y antes de otros presupuestos), le está atribuida jurisdicción para
conocer de la clase de asuntos a los que se refiere la demanda del interesado.
Las normas que regulan los dos presupuestos procesales que nos ocupan (jurisdicción y competencia)
son consecuencia de la necesidad de que existan unas reglas legales determinantes del juez o tribunal que
debe conocer de un asunto concreto. En definitiva, las que delimitan el ámbito de su potestad de juzgar
según la clase de órgano, tipo o materia del asunto, grado de conocimiento y resolución, etc. Según Andrés
de la OLIVA, jurisdicción y competencia son dos términos que se solapan parcialmente (2).
De hecho, la falta de alguno de estos presupuestos impide al juez conocer del fondo de la cuestión
planteada (3) por carecer de potestad para ello; no se trata en tal caso del juez "predeterminado por la ley"
para juzgar del supuesto concreto. En la visión que nos ocupa, (antes de considerar la competencia) se
trata de la potestad para conocer y juzgar sobre las cuestiones civiles, o dicho a la inversa, de las materias
de que pueden conocer los jueces civiles, o sea los jueces y tribunales a quienes las normas orgánicas
atribuyen potestad para conocer de los asuntos civiles y que en ellas viene calificada como orden jurisdic cional civil. Y en consideración más amplia, orden jurisdiccional civil español, en cuanto atribuye esta
potestad a los jueces civiles españoles (4).
Una vez determinado este presupuesto, o sea el que sirve para delimitar qué tribunal tiene jurisdicción
para resolver en asuntos civiles, el siguiente (a veces solapado en las leyes como antes dijimos) es la
competencia, presupuesto determinante de la atribución a un juez civil en concreto del conocimiento de un
asunto de naturaleza civil (5).
Y, como es bien sabido por cualquiera que haya manejado la terminología y las leyes procesales, las
normas de competencia atribuyen el conocimiento según criterios relativos a la materia o la cuantía del liti gio (competencia objetiva, determinante del juez que ha de conocer en primera instancia) la función
procesal que cada juez cumple (competencia funcional) o la extensión de sus funciones en el territorio
(competencia territorial). El conjunto aplicativo de estas normas viene a determinar, desde este otro punto
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de vista, quién es, concretamente ya, el juez predeterminado por la ley para un singular asunto.
El contenido de nuestro estudio ha de referirse, pues, a la doctrina que el Tribunal Constitucional ha
venido formulando al aplicar, dentro de la prescripción más general del derecho a la tutela efectiva de los
jueces y tribunales (art. 24.1), las garantías legales reconocidas para determinar quién sea el juez prede terminado por la ley en los asuntos civiles (art. 24.2). Y no sólo como garantía de este derecho fundamen tal, sino, en su caso, de la legitimidad constitucional de las normas legales (y de su aplicación) dictadas
según el Título VI de la Constitución, en particular sus arts. 117 y siguientes; sobre todo éste y el 122.1,
siempre en relación con el proceso civil, pero también en general, en cuanto sean aplicables a este tipo de
proceso.
En todo caso es necesario insistir en una necesaria observación preliminar:
Las normas constitucionales sobre jurisdicción y las normas legales que las aplican pueden ser
contempladas desde un punto de vista subjetivo, en el cual se garantiza el derecho a la tutela judicial en
general y el derecho al juez predeterminado por la ley en particular.
Estos derechos son ejercitables y eficaces siempre que existan órganos judiciales ante quienes
demandar el reconocimiento de los derechos. Estos órganos son los establecidos en el art. 117 CE, con las
potestades y garantías que este precepto constitucional establece. En él se diseña el Poder Judicial, o sea
el que ejerce la potestad jurisdiccional (art. 117.3) (6).
Las leyes que lo desarrollan (LOPJ, Leyes Procesales) deben ajustarse a estos principios generales y,
dentro de ellos, articular los órganos que ejercen las distintas clases de jurisdicción y, a su vez, los que son
competentes para conocer de las diversas cuestiones de naturaleza civil según éstas vienen, a su vez,
determinadas por las normas orgánicas y procesales (7).
I. El principio del juez legal
Juega, como antes decimos, desde el punto de vista subjetivo. Según el mismo, es un derecho
fundamental consagrado en dos preceptos de la Constitución: positivamente, el 24.2.º; negativamente, el
117.6 que proscribe los tribunales de excepción (8).
Se trata del derecho del particular a presentar su pretensión ante órganos establecidos por ley (orgá nica).
Son notas esenciales de esa idea las siguientes:
- Requiere reserva de ley orgánica (arts. 24.2.º, 53.1.º, 81.1.º CE) y, concretamente, la LOPJ (122.1.º
CE). (Cfr. SSTC 101/1984 y 95/1988).
- Forma parte del Poder Judicial.
- Es independiente (art. 117.1.º).
- Predeterminación de la competencia.
El juez legal ha de ser el juez predeterminado por la legislación ordinaria. O sea por las normas de
competencia contenidas en la legislación orgánica y procesal. El juez territorial objetiva y funcionalmente
competente (En ningún caso un tribunal ad hoc).
II. Jurisdicción y competencia como presupuesto procesal
1. Exigencia de la regulación por ley de estos presupuestos.
La STC 254/1994, de 15 de septiembre, contempla concretamente la exigencia de Ley Orgánica para
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la institución de los órdenes jurisdiccionales, su ámbito y las divisiones territoriales.
"La Constitución no solo ha querido configurar el Poder Judicial en atención a los principios de unidad,
exclusividad e independencia judicial, sino que también ha previsto diversas garantías para asegurar su
realización, entre ellas la reserva de Ley Orgánica del art. 122.1 CE" (STC 108/1986). Con la particularidad
de que este precepto constitucional "remite no a cualquier Ley Orgánica, sino muy precisamente a la Ley
Orgánica del Poder Judicial", que ha de ser entendida, por tanto, "como un texto normativo unitario" (STC
60/1986). Por lo que únicamente corresponde a ésta determinar "la configuración definitiva" de los Tribu nales de Justicia (STC 38/l982) (FJ 3º) (9).
La declaración de que no se requiere rango de Ley Orgánica para toda norma atributiva de competen cia jurisdiccional a los diversos tribunales ordinarios (que se encuentra en la STC 93/1988) se produjo
desde la perspectiva del derecho al juez ordinario predeterminado por la Ley, para excluir el que la garantía
de este derecho exigiera Ley Orgánica. Pero es cuestión distinta la del alcance de la reserva establecida en
el art. 122.1 CE, pues una cosa es que en aquella materia no sea exigible Ley Orgánica, pero sí en lo rela tivo a la de "constitución de los juzgados y tribunales y, dentro de ella, la atribución de competencia. Y el
legislador de la LOPJ (art. 9) ha establecido la constitución y disposición de la competencia de los juzgados
y tribunales y, entre ellos, establece para los del orden civil una competencia residual sobre todas aquellas
materias "que no estén atribuidas a otro orden jurisdiccional" (apartado 2.º de dicho artículo).
STC 224/1993. Para el órgano judicial proponente, el inciso cuestionado de la referida disposición
vulnera, en primer lugar, los arts. 81 y 122.1 CE al regular una materia reservada a Ley Orgánica, ya que la
atribución de competencia jurisdiccional realizada ha de incluirse dentro de la Ley Orgánica del Poder Judi cial, a quien el art. 122.1 CE confiere la determinación de la "constitución.. de los juzgados y tribunales". "La
misma LOPJ, en su art. 9, ha establecido como materia propia -al punto de que existe en cierto modo una
congelación de rango- el marco competencial básico de cada orden jurisdiccional. Por consiguiente, la
norma cuestionada infringe lo dispuesto en el art. 122.1 CE, en relación con el art. 28.2 LOTC, tanto al
regular, por ley ordinaria, materia propia de Ley Orgánica, cuanto al modificar, sin rango suficiente para
ello, lo que la LOPJ ha asumido como contenido propio y regulado de forma diferente" (10).
Siendo la jurisdicción un presupuesto necesario de admisibilidad de la pretensión, la declaración de
incompetencia de jurisdicción por parte del tribunal de un orden jurisdiccional es lícita desde el punto de
vista de la tutela efectiva pues no impide al actor acudir a órgano de otra jurisdicción.
STC 112/1986. "Las anteriores consideraciones reducen el ámbito litigioso válido del recurso al tema
consistente en decidir si la sentencia de 23 de abril de 1985 de la Sala Sexta del Tribunal Supremo, ha
causado al demandante de amparo la indefensión que prohibe el art. 24 de la CE por haber declarado la
incompetencia de la jurisdicción laboral y remitido a las partes a la jurisdicción civil" (11).
Si no hay norma legal que establezca la litispendencia o prejudicialidad entre dos jurisdicciones distin tas, no viola el derecho a la tutela judicial el que una sentencia civil no haya tenido en cuenta para los
efectos propios en su jurisdicción la decisión producida en otra (contencioso-administrativa) (12).
La duda para plantear cuestión de inconstitucionalidad respecto de las normas sobre "competencia
jurisdiccional" "puede plantearse (al TC) desde el primer momento en que el órgano judicial se vea obligado
a entrar a conocer del asunto" (13).
III. El derecho al juez ordinario predeterminado por la ley
1. Relaciones entre los arts. 117 y 24.2 de la Constitución.
El art. 117.3 determina que la jurisdicción ("la potestad jurisdiccional") corresponde ... a los juzgados y
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tribunales determinados por las leyes", y ello, "según las normas de competencia "..." que las mismas esta blezcan".
La Constitución, pues, atribuye esta potestad según lo que las leyes determinen. Éstas a su vez la
atribuyen a los diversos órdenes jurisdiccionales (de ahí la denominación: jurisdicción civil, penal, etc.) en la
distribución orgánica la LOPJ "determinará la constitución de los juzgados y tribunales" (art. 122.1 CE) y las
leyes procesales la aplican, estableciendo la competencia de los órganos de cada jurisdicción. Los juzgados
y tribunales sólo ejercen esas funciones y las demás atribuidas por ley.
El art. 24.1 CE que reconoce el derecho a la tutela efectiva (a que en sus demandas se ejercite la
jurisdicción) en su párrafo 2.º configura un derecho al "juez predeterminado por la ley", o sea al que, según
la ley, esté atribuida jurisdicción y competencia en la materia y el caso planteado.
2. Aplicación al proceso civil.
La STC 101/1984, de 8 de noviembre afirma tajantemente, en contra del criterio de la Sala de
Gobierno del Tribunal Supremo, que el derecho fundamental al juez ordinario predeterminado por la ley se
refiere también al proceso civil.
Esta doctrina corrobora la naturaleza claramente constitucional de la configuración legal de los tribu nales en orden a los presupuestos de jurisdicción y competencia, puesto que las normas que los estructu ran determinan cómo ha de darse satisfacción a este derecho fundamental.
Dice la mencionada STC 101/1984, de 8 de noviembre: "Como consta en el antecedente segundo, la
Sala de Gobierno del Tribunal Supremo entiende que el derecho fundamental al Juez ordinario predeter minado por la ley no se refiere al proceso civil". Tal afirmación no puede admitirse. Este tribunal ha dicho
(STC 62/1982, de 15 de octubre) que "dado el valor central que tienen los derechos fundamentales en
nuestro sistema jurídico, toda restricción a los mismos ha de estar justificada", pero no se ve cuál podría ser
en este caso la justificación de excluir tal derecho fundamental del orden procesal civil, pues el único
argumento aducido al efecto por la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo, esto es, que los jueces civiles
tienen jurisdicción en todo el territorio nacional y a cualquiera de ellos pueden someterse las partes, no sólo
es compatible con la predeterminación legal del juez ordinario civil, sino que no deja de ser también una
forma de determinación de la competencia permitida y establecida legalmente, con generalidad y con anti cipación al caso. Frente a tan débil argumento este tribunal, en su calidad de intérprete supremo de la
Constitución y de acuerdo con la regla de remisión del art. 10.2 de la CE, declara la plena vigencia del
derecho fundamental en cuestión en el orden procesal civil (14).
De aquí se desprende que el juez ordinario predeterminado por la Ley es el juez legal al que ella atri buye jurisdicción y competencia, en todos los órdenes jurisdiccionales. Nótese que la sentencia dice que
toda restricción a los derechos fundamentales ha de estar justificada y no se encuentra tal justificación para
excluir ese derecho fundamental del orden procesal civil. Lo mismo cabe decir de los demás.
(STC 101/1984, de 8 de noviembre). La vigencia del derecho al juez ordinario así entendido en el
ámbito de los procesos civiles lato sensu, es compatible con características propias, tanto del derecho
sustantivo como del orden procesal civil (15).
Este derecho no supone el derecho a un juez concreto. Según la STC 55/1990, de 28 de marzo, "Esta
garantía no supone el derecho a un juez determinado en concreto (STC 97/1987, Fundamento Jurídico 4º)
y no excluye, en principio, la posibilidad de establecer reglas especiales de competencia en la distribución
de los asuntos entre los distintos órganos judiciales. La noción constitucional de Juez ordinario predeter minado por la ley no se concreta en el establecimiento legislativo de unas competencias en general, sino
que se integra normalmente con aquellas disposiciones legales que derogan o alteran esa competencia
general" (16).
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Pero hay exceso de jurisdicción si el juez, debiendo plantear cuestión de constitucionalidad, resuelve
por sí (17).
3. Las reglas de distribución de asuntos en tribunales colegiados y su efecto en cuanto al derecho al
juez ordinario.
Respecto de los asuntos en las Salas del Tribunal Supremo.
Según el auto del TC n.º 13/1989, de 16 de enero, no puede equipararse la atribución de competencia
a los diversos órganos judiciales con el reparto o distribución del trabajo entre las diversas salas o seccio nes de un mismo tribunal, que corresponde decidir a su Sala de Gobierno. No se infringe en este caso la
reserva de Ley del art. 24.2 CE, ni podría entenderse que ha habido una designación de tribunal especial o
ad hoc (18).
4. La prohibición de jueces excepcionales o no ordinarios. (Caso de los Juzgados Centrales de Instruc ción).
STC 199/1987, de 16 de diciembre: "La Constitución prohibe jueces excepcionales o no ordinarios,
pero permite al legislador una determinación de las competencias de acuerdo a los intereses de la justicia y
teniendo en cuenta experiencias propias y ajenas. Resulta evidente que el legislador estatal al establecer la
planta orgánica de los tribunales ha de tener en cuenta y respetar la estructura autonómica del Estado y el
reconocimiento constitucional de la existencia de los Tribunales Superiores de Justicia, pero la actuación de
éstos presupone la radicación en el territorio de la Comunidad del órgano competente en primera instancia.
Existen supuestos que, en relación con su naturaleza, con la materia sobre la que versan, por la amplitud
del ámbito territorial en que se producen, y por su trascendencia para el conjunto de la sociedad, pueden
hacer llevar razonablemente al legislador a que la instrucción y enjuiciamiento de los mismos pueda
llevarse a cabo por un órgano judicial centralizado, sin que con ello se contradiga el art. 152.1 de la CE ni
los preceptos estatutarios que aquí se alegan, ni tampoco el art. 24.2 de la CE. En efecto, tanto los Juzga dos Centrales de Instrucción como la Audiencia Nacional son orgánica y funcionalmente, por su composi ción y modo de designación, órganos judiciales "ordinarios", y así ha sido reconocido por la comisión
Europea de Derechos Humanos en su informe (de 16 de octubre de 1986) sobre el caso BARBERA y otros,
en el que se afirma: "la Comisión comprueba que la Audiencia Nacional es un Tribunal ordinario instituido
por un Real Decreto-Ley y compuesto de magistrados nombrados por el Consejo General del Poder Judi cial". (FJ 6º).
IV. Contenido del derecho al juez ordinario
1. Reserva absoluta de Ley.
El vehículo normativo para determinar cuál será el juez en cada caso es la ley en sentido estricto y no
el Decreto-Ley ni las disposiciones emanadas del ejecutivo (19).
2. Creación por ley formal. ¿Ley Orgánica? (20).
Se exige para la institución de los órdenes jurisdiccionales, su ámbito y las divisiones territoriales. El art.
122.1 CE remite a la LOPJ la configuración definitiva de los tribunales. Constitución de los juzgados y
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tribunales es su creación in abstracto y las divisiones territoriales y el tipo orgánico-funcionaI de los tribu nales.
"De la interpretación conjunta de los arts. 24.2 y 81.1 CE no puede concluirse que se requiera rango de
ley orgánica para toda norma atributiva de competencia jurisdiccional a los diversos tribunales ordinarios"
(21).
El art. 117.3 y 4 de la CE desarrolla el principio que, desde el punto de vista subjetivo, consagra el art.
24.2 de la misma en relación con el derecho al juez ordinario predeterminado por la ley "... Indica que dicho
juez ordinario es el que se establezca por el legislador... El derecho al juez ordinario exige que el órgano
jurisdicial haya sido creado previamente por la norma jurídica, con generalidad y con anterioridad al caso, y
que la composición de ese órgano venga determinada por la ley" (22).
V. El derecho a un juez imparcial
Aunque referidas singularmente al proceso penal, las SSTC 145/1988 y 106/1989 (con la serie de otras
anteriores que ésta cita) definen con claridad esta exigencia como definida por los arts. 24.2 y 117.1 de la
Constitución.
"De las garantías del proceso debido, que reconoce como derecho fundamental el art. 24.2 CE forma
parte la del juez imparcial, la cual constituye no solo una de las notas esenciales del principio acusatorio,
que encuentra su protección constitucional en el derecho a un proceso con todas las garantías, sino
también y al propio tiempo es un derecho fundamental, implícito en el derecho al juez legal, proclamado en
el mismo núm. 2 del art. 24 de la CE".
"Desde un punto de vista orgánico, el derecho a ser juzgado por un juez o tribunal independiente e
imparcial constituye la principal exigencia del derecho al juez legal que ha de presidir la constitución de los
órganos jurisdiccionales penales..." (23).
1. El principio de independencia.
STC 108/1986, de 26 de julio:
"Respecto al primero de estos principios, el de la independencia del Poder Judicial, no hay duda de que
constituye una pieza esencial de nuestro ordenamiento como del de todo Estado de Derecho, y la misma
Constitución lo pone gráficamente de relieve al hablar expresamente del "poder" judicial, mientras que tal
calificativo no aparece al tratar de los demás poderes tradicionales del Estado como son el legislativo y el
ejecutivo. El Poder Judicial consiste en la potestad de ejercer la jurisdicción, y su independencia se predica
de todos y cada uno de los jueces en cuanto ejercen tal función, quienes precisamente integran el poder
judicial o son miembros de él porque son los encargados de ejercerla. Así resulta claramente del art. 117.1
de la CE, con que se abre el título VI de la misma dedicado al "poder judicial".
Naturalmente, la independencia judicial (es decir, la de cada juez o tribunal en el ejercicio de su juris dicción) debe ser respetada tanto en el interior de la organización judicial (art. 2 de la LOPJ) como por
"todos" (art 13 de la misma ley). (FJ 6º).
2. Sujeción a la Ley.
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Pasando a resolver sin suscitar la cuestión de constitucionalidad que procedía en el caso, el órgano
judicial resolvió más allá de su jurisdicción desconociendo su sujeción a la Ley (24).
3. Idoneidad del juez. Jueces "ad hoc".
"Las normas que conducen a la determinación del juez entroncan con el art. 24 CE. Entre ellas están
también las relativas a la concreta idoneidad de un determinado juez en relación con un concreto asunto
(imparcialidad, desinterés y neutralidad además de ecuanimidad y rectitud) (25).
En relación con ello se reconoce un derecho a la recusación (26).
El nombramiento de jueces "ad hoc" es incompatible con la predeterminación legal del juez del caso
(27).
La atribución a la jurisdicción militar de un asunto que corresponde a la ordinaria lesiona el derecho del
art. 24.2 CE (28).
La Constitución ha establecido límites estrictos para la regulación legal de la jurisdicción militar (29).
VI. Órganos colegiados. composición
Desde el punto de vista de su incidencia en el derecho fundamental al juez predeterminado por la Ley,
el Tribunal Constitucional se ha pronunciado respecto de las normas que establecen aquella composición.
La STC 47/1983, de 31 de mayo, abordó de modo general esta cuestión en relación con un sistema orgá nico y procesal anterior a la Constitución, pese a lo cual formuló una doctrina bastante completa y perfec tamente aplicable a la posterior regulación positiva. Y, precisamente, teniendo en cuenta la tensión entre la
predeterminación legal del juez o tribunal y las exigencias del funcionamiento (30).
La STC 31/1983, de 27 de abril, aunque no se refiere a un tribunal colegiado sino a la designación de
un juez sustituto, es claramente aplicable a igual caso en los tribunales colegiados; señala que "una even tual irregularidad en la designación del juez que ha de entender de un proceso puede constituir una infrac ción del derecho del justiciable al juez ordinario predeterminado por la ley".
La atribución de potestades a los presidentes de órganos colegiados para la eficiente organización
funcional del tribunal y la distribución del trabajo para su mayor eficacia ha sido muy criticada por la doctrina
italiana, en la que se ha considerado como un problema falso la contraposición de eficacia y preconstitu ción, entendiendo que aquélla sólo puede considerarse después de haber asegurado el respeto al juez
natural.
Según la STC 13/1989, "no puede equipararse la atribución de competencia a los diversos órganos
judiciales con el reparto o distribución del trabajo entre las diversas secciones de un mismo tribunal, dota das ex lege de la misma competencia material"; en la medida en que esas normas sean concretas, se
mantengan en el tiempo y no sufran modificaciones singulares, completarán adecuadamente la exigencia
del juez predeterminado. La falta de un tiempo determinado de vigencia (como el párrafo siguiente esta blece para los turnos y ponencias) permite modificaciones de esas normas de reparto siempre que la Sala
de Gobierno lo entienda procedente; tal posibilidad es claramente contraria al art. 24.2 y se lesionaría el
derecho fundamental si tuviera lugar singularmente para asunto o asuntos determinados.
La segunda norma (31) se refiere a los turnos para la composición y funcionamiento de las salas y
secciones (el precepto está en correlación con el 198.1 de la misma ley: composición de las secciones). Las
garantías son dos: ha de hacerse con criterios objetivos (que excluyen la singularidad de atribución de
asuntos concretos o específicos) y debe tener lugar anualmente; aunque no se dice, habrá que interpretar
que la vigencia será anual.
También se fijarán con iguales caracteres las normas de asignación de ponencias que deban turnar los
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magistrados.
La doctrina antes citada del Tribunal Constitucional y estas prescripciones legales (aunque insuficien tes) ponen de manifiesto la importancia de la organización y funcionamiento interno del tribunal desde el
punto de vista de la esencial garantía que ahora nos ocupa. Aquellas cuestiones no tienen una mera efica cia interna sino que contribuyen decisivamente a configurar o menoscabar, según su sentido, el derecho de
todo ciudadano a que su asunto sea sustanciado y resuelto no por un juez "ad hoc" sino por el ordinario
predeterminado por la ley o en aplicación directa y objetiva de la ley que establece el sistema.
1. Sala de lo Civil completada con otros magistrados.
En este caso, la notificación a las partes sólo tendría relevancia constitucional si su retraso impidió la
recusación. Y otro tanto cabe afirmar respecto de la designación del magistrado ponente.
ATC 138/1989, de 13 de marzo:
"Con carácter general este tribunal ha señalado que el derecho al juez ordinario predeterminado por la
ley exige en primer término que el órgano judicial haya sido creado previamente por la norma jurídica, que
ésta le haya investido de jurisdicción y competencia con anterioridad al hecho motivador de la actuación o
proceso judicial y que su régimen orgánico y procesal no permita calificarle de órgano especial o excep cional. Comporta también que la composición del órgano judicial venga determinada por la Ley y que en
cada caso concreto se siga el procedimiento legalmente establecido para la designación de los miembros
que han de constituir el órgano correspondiente. De esta forma se garantiza la independencia e imparcia lidad que el derecho en cuestión representa y que se recoge expresamente en el art. 14.1 del Pacto Inter nacional de Derechos Civiles y Políticos y en el art. 6.1 del Convenio Europeo de los Derechos Humanos y
las Libertades Fundamentales, garantía que quedaría burlada si bastase con mantener el órgano y pudie ran alterarse arbitrariamente sus componentes, que son quienes en definitiva ejercitan sus facultades inte lectuales y volitivas en las decisiones que hayan de adoptarse. Si bien es cierto que no cabe exigir el mismo
grado de certeza y predeterminación al órgano que a sus titulares, dada la diversidad de contingencias que
puedan afectar a éstos en su situación personal y la exigencia, dimanante del interés público -las llamadas
"necesidades del servicio"- de que los distintos miembros del Poder Judicial colaboren dentro de la Admi nistración de Justicia (STC 47/1983)" (32).
VII. Potestad de ejecución
Según el art. 117.3 CE corresponde en principio al órgano judicial competente deducir las exigencias
que impone la ejecución de la sentencia en sus propios términos, interpretándolos incluso. Y vulnera el art.
24.1 si se aparta sin causa justificada de lo previsto en el fallo o no adopta las medidas necesarias para
ejecutarlo. Todo esto constituye potestad privativa de los jueces y tribunales en la que no puede sustituirles
el Tribunal Constitucional.
STC 125/1987, de 15 de julio:
"En principio corresponde al órgano judicial competente, en su caso, a petición de los interesados
cuando proceda según las leyes, deducir las exigencias que impone la ejecución de la Sentencia en sus
propios términos, interpretando en caso de duda cuáles sean éstos, y actuar en consecuencia, sin que sea
función del Tribunal Constitucional sustituir a la autoridad judicial en este cometido. Ello no obstante, si un
juez o tribunal se aparta, sin causa justificada, de lo previsto en el fallo que debe ejecutarse o se abstiene
de adoptar las medidas necesarias para su ejecución, cuando le sea legalmente exigible, estaría vulne -
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rando el art. 24.1 de la CE, supuesto en el que corresponde al Tribunal Constitucional, en el ámbito del
recurso de amparo, el reconocimiento y restablecimiento del derecho constitucional infringido" (FJ 2º) (33).
La STC 107/1992, de 1 de julio (34) plantea una curiosa cuestión sobre ejecución de sentencias
nacionales (en aquel caso, de la jurisdicción social) sobre bienes de Estados extranjeros. La posterior, STC
140/1995, de 28 de septiembre se refiere directamente al ámbito de la jurisdicción española respecto de
agentes diplomáticos (inmunidad) (35).
La potestad de ejecución corresponde exclusivamente a los órganos judiciales como manifestación
típica de la potestad jurisdiccional que la CE les infiere en su art. 117.3 (36).
Sobre la ejecución en España de sentencias extranjeras se pronuncia la STC 43/1986 (37).
Notas
(1) Prieto CASTRO (L. Prieto CASTRO, "Derecho Procesal Civil" (1948). T.I. págs. 70 y ss.) enuncia un
concepto amplio de jurisdicción como "actividad del Estado para la realización del orden jurídico por medio
de la aplicación del derecho objetivo que se traduce en la tutela y seguridad de los derechos de los parti culares". Distingue seguidamente entre las tres funciones (o Poderes del Estado) y señala que "la jurisdic ción en el sentido indicado es un Poder del Estado (Poder Judicial) y traslativamente se emplea para indicar
cualquier otra forma (no judicial) de pronunciamiento del derecho e incluso en el lenguaje vulgar para indi car la existencia o la extensión de una facultad o poder". "Pero, como función, la jurisdicción es única,
aunque varíe en sus manifestaciones".
Viene este autor, finalmente, a caracterizar "dos esferas que en los procesos primitivos estuvieron
confundidas" "encomendando la ley la materia civil a Tribunales civiles y la criminal a los Tribunales penales
en procedimientos, normas y principios especiales cada una, en consonancia con los intereses que entran
en juego (predomiantemente privados o predominantemente públicos)".
El mismo autor (ob. cit. pág. 126) define la competencia como "la facultad y el deber de un juzgado o
tribunal (de los varios que existen en el territorio nacional) para conocer de determinado asunto".
Los motivos de competencia de un tribunal se derivan de haber distinguido la ley los negocios por
razón de : el valor y el objeto (competencia objetiva); la existencia de varios tribunales de igual asignación
de negocios en el territorio (competencia territorial); y de haber distinguido la ley dentro del proceso
funciones diversas (competencia funcional).
Guasp (J. GUASP, "Derecho Procesal Civil". (Ed. Instituto de Estudios Políticos, págs. 109 y ss.).
Considera que la intervención de un órgano estatal en la institución de satisfacción de pretensiones, que es
el proceso, se conoce con el nombre de jurisdicción. Puede concebirse desde un punto de vista objetivo
(conjunto de materias procesales en las que intervienen los órganos del Estado) como desde un punto de
vista de la actividad (conjunto de actos realizados por los órganos estatales al intervenir en el proceso).
Pero al fijar el concepto conviene referirse a una idea más amplia, la idea de función
La jurisdicción o administración de justicia se define como "la función específica estatal por la cual el
Poder público satisface pretensiones".
Para el Derecho político constituye uno de los poderes básicos del Estado, el Poder Judicial.
Para el Derecho procesal, la jurisdicción constituye un verdadero requisito del proceso cuya falta
impide entrar en el examen de fondo de la pretensión formulada.
"La jurisdicción como potestad de administrar justicia es única, pero los órganos por los cuales se
ejerce son varios" (GUASP Ob. cit. pág. 136). La competencia "determina las atribuciones de cada órgano
jurisdiccional". Es una cuestión puramente procesal y funciona solo como un requisito del proceso. Su
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Jurisdicción, competencia y partes en el proceso civil
tratamiento procesal varía según el criterio de competencia de que se trate (jerárquico, que se califica de
oficio; territorial, vinculado al poder dispositivo de las partes).
La aptitud de un juez para intervenir con preferencia a los otros es necesario que se manifieste en dos
direcciones: frente a los órganos superiores o inferiores y frente a los iguales en grado (c. en sentido verti cal-jerárquico y c. en sentido horizontal-territorial).
(2) A. de la OLIVA SANTOS y Miguel Angel FERNÁNDEZ, "Derecho Procesal". (Ed. Centro de Estudios
Ramón Areces, 1990) T.I. pág. 281. Véase también págs. 119 y ss., 279 y ss., 299 y ss.
(3) Se alega en el proceso como excepción dilatoria (art. 533.1.º LEC).
(4) Cfr. arts. 2.1, 3.1, 4, 9, 10, 21, 22 LOPJ.
(5) Aquí confluye la determinación establecida por las normas orgánicas de las que resulta la organiza ción territorial de los tribunales (arts. 30 y ss. LOPJ) con la de las normas procesales atributivas de compe tencia a los varios tribunales según criterios del objeto, el territorio o la función procesal del tribunal.
(6) El Tribunal Constitucional ejerce también función jurisdiccional pero no forma parte del Poder Judi cial como organización del Estado (se regula en Título distinto de la Constitución, el IX). Según el art. 161
CE tiene "jurisdicción". También del Tribunal de Cuentas puede decirse que ejerce jurisdicción, (art. 136.2
CE) en una de sus funciones. En ambos casos juega el concepto típico del Poder Jurisdiccional con natu raleza propia, aunque se ejerza por órganos distintos.
(7) Puede verse también Gimeno SENDRA, y GONZÁLEZ CUELLAR, "Derecho Procesal Administrati vo", pág. 60 (Ed. Tirant lo Blanch, 1991).
(8) Gimeno SENDRA, ob. cit. págs. 60 y ss.
(9) Y sigue esta Sentencia:
"El núcleo de significación de la expresión "constitución... de los Juzgados y Tribunales" del art. 122.1
CE no es otro que la creación, "in abstracto", de los órganos judiciales que están llamados a ejercer la
función jurisdiccional. Esto es, su determinación como tipo genérico funcional y no su existencia como
realidad concreta, que dependerá de las necesidades a las que ha de servir la Administración de Justicia, y,
por ello, se confía a la ulterior operación de establecimiento de la "planta judicial" (STC 56/1990). De suerte
que sólo la LOPJ puede determinar la creación de los órganos a los que se va a encomendar el ejercicio de
la potestad jurisdiccional (STC 56/1990), así como la institución de los diferentes órdenes jurisdiccionales y
la definición genérica de su ámbito de conocimiento litigioso (STC 224/1993). Y a dicha Ley Orgánica le
corresponde, finalmente, establecer "las divisiones territoriales en las que el Estado se organiza a efectos
judiciales, procediendo a su definición" (STC 56/1990, FJ 4º).
Más allá de los términos empleados por la Ley 19/1992, en la redacción que da el art. 737 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, la realidad es que si la Audiencia Provincial ejerce su potestad jurisdiccional en materia
civil confiándola a "un solo magistrado", con ello se afecta decisivamente al tipo abstracto orgánico-funcio nal de la Audiencia Provincial que ha configurado la Ley Orgánica del Poder Judicial, lo que sólo puede
llevarse a cabo mediante una modificación de ésta, sin que quepa considerar que la mencionada modifica ción suponga un supuesto de colaboración entre Ley Orgánica y Ley ordinaria, y, por tanto, que resulte
constitucionalmente lícita, ya que, ciertamente, no estamos ante un caso en que la Ley Orgánica llama a la
ordinaria a integrar en algunos extremos sus disposiciones de desarrollo, pues ninguna remisión a la
segunda se contiene en el citado precepto de la Ley Orgánica del Poder Judicial. Por lo que cabe estimar,
en definitiva, que dicho precepto ha vulnerado la reserva que establece el art. 122.1 CE, y ello ha de
conducir, por las razones anteriormente expuestas, a la estimación de las presentes cuestiones de incons titucionalidad (FJ 5º).
Finalmente, tampoco cabe considerar que la modificación introducida por el art. 737 LEC en el art. 82.4
LOPJ supone un supuesto de colaboración entre Ley Orgánica y Ley ordinaria y, por tanto, que resulte
constitucionalmente lícita (STC 137/1986, FJ 3º). Ciertamente, no estamos ante un caso en que la Ley
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Jurisdicción, competencia y partes en el proceso civil
Orgánica llama a la ordinaria a integrar en algunos extremos sus disposiciones de desarrollo SSTC 83/1984
y 137/1986), pues ninguna remisión a la segunda se contiene en el citado precepto de la Ley Orgánica del
Poder Judicial. Y más allá de este caso, es indudable que tal colaboración posee unos límites infranquea bles, como ya se indicó respecto al Estatuto de los jueces y magistrados, también objeto de la reserva de
Ley Orgánica del art. 122.1 CE, en nuestra STC 108/1986, Fundamento Jurídico 26. Doctrina que más
recientemente se ha reiterado en la STC 224/1993, (Fundamento Jurídico 3º)".
(10) Sigue diciendo esta Sentencia:
Congruentemente con esas premisas, el Tribunal ha declarado que no se requiere rango de Ley Orgá nica "para toda norma atributiva de competencia jurisdiccional a los diversos Tribunales ordinarios" (STC
93/1988, Fundamento Jurídico 5º). Es cierto, sin embargo, que tal declaración se produjo, estrictamente,
desde la perspectiva de la interpretación conjunta de los arts. 24.2 -en cuanto proclama el derecho al juez
ordinario predeterminado por la ley- y 81.1 CE y en orden a excluir que la garantía del mencionado derecho
fundamental conllevara la exigencia de Ley Orgánica, habida cuenta de que el contenido del mismo se
agota en la aplicación de normas (si bien leyes formales) preexistentes, atributivas de competencia. Por lo
tanto, el problema ha de trasladarse a la interpretación del alcance de la reserva instituida en favor de la
Ley Orgánica del Poder Judicial por el art. 122.1 CE -punto en que lo sitúa con acierto la Sala proponente-,
al objeto de determinar si la materia "constitución... de los juzgados y tribunales" comprendida en la referida
reserva engloba forzosamente, y aun desde la obligada consideración restrictiva de la misma, la atribución
de competencia de los órganos judiciales. Pues, en efecto, una cosa es que la forma de Ley Orgánica no
resulte exigible a una regulación atributiva con arreglo, simplemente, a la materia "desarrollo de los dere chos fundamentales y las libertades públicas" de que habla el art. 81.1 (al no ser el derecho al juez ordina rio susceptible de desarrollo por las normas competenciales (STC 93/1988) y otra que "tal exigencia
obedezca a una reserva distinta como la establecida en el art. 122.1".
Así lo ha entendido, por lo demás, el Legislador de la LOPJ, en cuyo art. 9 se contienen la institución y
definición mencionadas. De acuerdo con este precepto, y en lo que aquí importa, los tribunales y juzgados
del orden contencioso administrativo "conocerán de las pretensiones que se deduzcan en relación con los
actos de la Administración Pública sujetos al Derecho Administrativo y con las disposiciones reglamentarias"
(apartado 4.º), en tanto que los del orden civil "conocerán, además de las materias que les son propias, de
todas aquellas que no estén atribuidas a otro orden jurisdiccional" (apartado 2.º) y los del orden social "de
las pretensiones que se promuevan dentro de la rama social del derecho, tanto en conflictos individuales
como colectivos, así como las reclamaciones en materia de Seguridad Social o contra el Estado cuando le
atribuya responsabilidad la legislación laboral".
"El art. 9.4 de la LOPJ atribuye a los órganos de la jurisdicción contencioso-administrativa el conoci miento de la impugnación de los actos de la administración pública sujetos al Derecho Administrativo.
Consecuentemente, al Legislador ordinario le está vedado, so pena de infringir el art. 81.2 CE, detraer del
conocimiento de esos órganos el recurso instituido para reaccionar contra actos que son típicamente
administrativos en razón de su naturaleza y origen. Tal sucede en el presente caso, de modo que la dispo sición legal cuestionada, al adscribir al orden jurisdiccional civil el conocimiento de dichos actos, que son el
substrato que origina la presente cuestión, modifica en un aspecto particular el diseño previsto en el art. 9.4
de la LOPJ sin revestir la forma de Ley Orgánica, contraviniendo así lo dispuesto en la Constitución (art.
81.2), por lo que ha de declararse inconstitucional y nula".
(11) Y sigue así esta Sentencia:
"En línea con un cuerpo de doctrina consolidado (SSTC 49/1983 y 43/1984 entre otras), se reitera que
una primera declaración de incompetencia de jurisdicción es perfectamente regular y lícita desde la pers pectiva del derecho a la tutela judicial efectiva, ya que el presupuesto procesal de la jurisdicción tiene
naturaleza de cuestión de orden público apreciable de oficio por los órganos judiciales en ejercicio de la
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Jurisdicción, competencia y partes en el proceso civil
potestad que les confiere el art. 117.3 CE. La jurisdicción es un presupuesto necesario de admisibilidad de
la pretensión, que impide a todo actor en cualquier clase de proceso alegar desconocimiento de que su
pretensión debe ejercitarla ante el órgano judicial que tiene atribuida la jurisdicción para resolverla".
"En su aspecto teórico, este problema encuentra la solución denegatoria del amparo en abundantes
resoluciones de este Tribunal, entre ellas las Sentencias 49/1983, de 1 de julio, y 43/1984, de 18 de enero;
396/1984, de 27 de junio, y 272/l985, de 24 de abril, que en su conjunto constituyen un cuerpo de doctrina
consolidado, según el cual la declaración de incompetencia de jurisdicción, desde la perspectiva del dere cho a la tutela judicial efectiva, tiene el sentido de una primera resolución que no impide al actor acudir a
otra que decida sobre sus derechos e intereses legítimos, ni tampoco plantear, si esta última también se
declara incompetente, cuestión negativa de competencia en la que se decida a qué órgano judicial le viene
ésta legalmente atribuida, siendo por tanto dicha primera resolución judicial, negadora de la jurisdicción,
perfectamente regular y lícita en su conexión con el derecho protegido por el art. 24.1 de la CE, pues el
conocimiento sobre el fondo del asunto por los Jueces y Tribunales está condicionado a que se cumplan los
presupuestos procesales establecidos en la Ley y, entre ellos, el de la jurisdicción, que tiene la naturaleza
de cuestión de orden público apreciable de oficio por los órganos judiciales en ejercicio de la potestad que
les confiere el art. 117.3 CE, sin que sea, por ello, confundible la falta de protección judicial con la declara ción de incompetencia de jurisdicción cuando ésta se razona y fundamenta en Derecho".
(12) STC 70/1989. "Es, sin duda, criticable la posibilidad de que se produzcan sobre los mismos inte reses Sentencias en cierta medida contradictorias a causa de una determinada interpretación judicial de un
sistema legal que establece la concurrencia de dos órdenes jurisdiccionales distintos, como sucede en el
caso de autos, en el que un mismo acto administrativo es enjuiciado por la jurisdicción contencioso-admi nistrativa, a la que corresponde revisar su legalidad conforme al Derecho Administrativo, y es tomado en
consideración por la civil con competencia para determinar sus efectos desde la perspectiva del Derecho
arrendaticio urbano, pero el hecho de que la Sentencia pronunciada en esta última vía no haya tenido en
cuenta la decisión producida en la primera de ellas no viola el derecho a la tutela judicial efectiva. No exis tiendo norma legal que establezca relación de litisdependencia entre dichas jurisdicciones, corresponde a
cada una de ellas, en efecto, en el ejercicio independiente de la potestad que les confiere el art. 117.3 CE,
decidir si se han cumplido o no los presupuestos de las pretensiones que ante ellas se ejerciten" (FJ 4º).
(13) STC 114/1994. "Como se ha dicho, la presente cuestión afecta, en una primera dimensión, al art.
74.1 a) LOPJ. (Dice este art.: La Sala de lo contencioso-administrativo conocerá en única instancia: a) De
los recursos contencioso administrativos contra actos y disposiciones de los órganos de la administración
del Estado que no estén atribuidos o se atribuyan por ley a otros órganos de este orden jurisdiccional) regla
de competencia jurisdiccional que, como cualquier otra de este carácter, no resulta, en sí misma, insuscep tible de enjuiciamiento y control a través del presente cauce procesal (SSTC 55/1990 y 224/1993; ATC
132/1992). A lo que cabe agregar, además, que la duda de constitucionalidad que verse sobre las reglas de
esta naturaleza puede plantearse desde el primer momento en el que el órgano judicial que se estima
incompetente se ve obligado a entrar a conocer del asunto. De manera que en el presente caso el TSJ de
Madrid pudo no haber aguardado hasta la fase inmediata a la de dictar Sentencia para elevar su duda a
este tribunal; pero que ello no haya sido así no puede constituir óbice para la viabilidad de la presente
cuestión, como ha señalado la Fiscalía general del Estado en respuesta a las reservas apuntadas por la
parte recurrente en el incidente previo al planteamiento de la cuestión".
(14) Continúa diciendo esta Sentencia que:
"El derecho de toda persona a que su causa sea juzgada por un tribunal independiente e imparcial,
establecido por la Ley" se extiende "a los litigios sobre derechos y obligaciones de carácter civil" según el
art. 6.1 del Convenio de Roma de 1950 y así ha sido interpretado por el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos en varias sentencias (así, la de 21 de febrero de 1975, caso Folder; la de 28 de julio de 1981,
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Jurisdicción, competencia y partes en el proceso civil
caso Le Compte, y la de 24 de septiembre de 1982, caso Sporrong). De modo coincidente, el art. 14.1 del
Pacto de Nueva York de 1966 sobre derechos civiles y políticos establece que toda persona tendrá derecho
a ser oída públicamente y con las debidas garantías por un tribunal competente, independiente e imparcial,
establecido por la ley... para la determinación de sus derechos u obligaciones de carácter civil. Aunque la
dicción del 24.2 no sea idéntica a la de las normas citadas, es obvio que las tres se refieren a unos mismos
derechos o garantías de contenido procesal y de vigencia explícita en las dos primeras en el ámbito
procesal civil, pauta interpretativa obligada e inequívoca que fuerza a concluir que también el derecho al
juez ordinario preestablecido por la ley tiene vigencia en nuestro ordenamiento y por imperativo constitu cional en el proceso civil. Así lo ha entendido ya este tribunal que, al menos en una de sus sentencias, se
ha ocupado de la posible violación de tal derecho fundamental en materia civil (Sala Segunda, STC
31/1983, de 27 de abril). Todo ello nos obliga a examinar si se ha quebrantado o no tal derecho en el caso
presente" (FJ 2º).
(15) STC 101/1984, de 8 de noviembre: "La vigencia del derecho al juez ordinario predeterminado por
la ley, así entendido, en el ámbito de los procesos civiles lato sensu es compatible con características
propias, tanto del derecho sustantivo como del orden procesal civil, y más en concreto, con las inherentes a
la regulación de los juicios concursales. La existencia en la ley de la posibilidad de un pacto de sumisión por
las partes en favor de un determinado órgano judicial, o la posibilidad opcional confiada por la ley a los
acreedores para residenciar la solicitud de declaración de quiebra en un juzgado entre varios legalmente
posibles, constituyen otros tantos criterios legales preestablecidos con anterioridad al caso, y en cuanto
tales forman parte de las normas competenciales que el legislador puede mantener o sustituir, pero que en
cuanto estén vigentes sirven para determinar cuál es el juez del caso, quien, una vez resulta determinado
entre otras normas por éstas de carácter opcional, se convierte en el juez legal, en el juez predeterminado
por la ley de quien habla la Constitución. El legislador, en aras del respeto a este derecho fundamental y en
atención a la especificidad de la materia de concursos y quiebras en nuestro ordenamiento, podrá valerse
de la experiencia jurídica atesorada en ordenamientos que reconocen un derecho equivalente al del 24.2
de la CE, y que han regulado la competencia sobre juicios universales de manera compatible con sus
preceptos constitucionales (como sucede en Italia y en la República Federal de Alemania); o podrá crear
soluciones legales originales, haciendo uso en todo caso de su potestad legislativa y de su condición de
representante del pueblo español, en quien reside la soberanía (arts. 66.2 y 1.2 de la CE), y más en
concreto, podrá conservar o modificar lo concerniente a fueros alternativos u opcionales, su único límite, en
el punto que nos ocupa, consistirá en todo caso en el respeto al contenido de la predeterminación legal en
el sentido antes expuesto". (FJ 4º).
(16) Y sigue así la doctrina de esta Sentencia: "Los preceptos cuestionados respetan esa garantía
institucional y ese derecho fundamental, porque establecen, con carácter previo y general, para todos los
hechos de la misma o semejante índole la competencia de determinados órganos judiciales (STC 47/1982,
Fundamentos Jurídicos 2º y 3º). Los órganos a los que aquéllos asignan competencias, Jueces de Instruc ción o Audiencias, son, orgánica y funcionalmente, Jueces ordinarios de orden penal, idóneos para conocer
de los procedimientos "en materia criminal" (art. 120.2 CE) o de los "procesos penales" (art. 125 CE). Por
consiguiente, ha de declararse que los párrs. 2.º y 3.º del art. 8.1 LOFCS no violan el derecho al juez ordi nario predeterminado por la Ley del art. 24.2 CE "(FJ 3º).
(17) STC 23/1988, de 23 de febrero: El Tribunal Central de Trabajo ha venido a sustituir así con su
juicio el que este Tribunal Constitucional -de suscitarse la correspondiente cuestión- podría haber realizado,
y a sobreponer, en definitiva, su potestad ejercitable sólo secundum legem, a la fuerza y al valor de la ley
(arts. 117.1 y 163 de la CE y art. 5 de la LO 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial). Su decisión no ha
sido, pues, una decisión fundada en Derecho ni ha respetado el límite constitucional del respeto a la ley.
Procediendo así, sin suscitar cuestión de inconstitucionalidad, el órgano judicial ha resuelto más allá de su
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Jurisdicción, competencia y partes en el proceso civil
jurisdicción y ha desconocido su sujeción a la ley (art. 117.1 de la CE) y ha quebrado, en la misma medida,
la razonable expectativa del justiciable en orden a que su pretensión, fundada en la ley, será acogida, de no
controvertirse, por el cauce idóneo, la conformidad de tal ley a la Constitución.
La irregularidad de tal proceder no ha quedado paliada en este caso por la mención de dos sentencias
constitucionales en las que el órgano judicial habría podido creer encontrar apoyo para afirmar la inconsti tucionalidad de la ley que inaplicó (ley postconstitucional), pues el valor de la doctrina de este Tribunal (art.
40.2 de su LO) no autoriza a los órganos judiciales para negar con carácter definitivo la presunción de
validez de una ley, por más que lo que en ella dispuesto se corresponda, a juicio de los jueces ordinarios,
con el contenido de otro precepto legal sometido en su día a control de constitucionalidad y declarado
entonces contrario a la Normas fundamental" (FJ 2º).
ATC 539/1988, de 9 de mayo: "...como este Tribunal Constitucional ha afirmado en reiteradas ocasio nes, las cuestiones de competencia o las controversias acerca de cuál haya de ser el orden jurisdiccional al
que dentro de la jurisdicción ordinaria corresponde el conocimiento de un asunto son ajenas al contenido
del derecho fundamental consagrado en el art. 24.2 de la CE, y más concretamente, que no cabe apreciar
infracción del derecho al Juez predeterminado por ley, si el juez ante el que se alega la incompetencia de
jurisdicción la rechaza haciendo una interpretación de las normas legales que, acertada o no, en nada
afecta a los derechos que la Constitución garantiza (entre otros ATC 500/1986, de 11 de junio)" (FJ 1º).
(18) ATC 13/1989, de 16 de enero: "También alega la recurrente que se ha vulnerado el derecho al
juez predeterminado por la ley al aplicarse al caso de autos la Disposición Transitoria del Acuerdo de la
Sala de Gobierno del Tribunal
Supremo, de 12 de diciembre de 1986, atribuyéndose en consecuencia el conocimiento del recurso a
una sala distinta de dicho tribunal (la Quinta) a la competente en el momento de su interposición (la Terce ra). Pero, con independencia de que esta supuesta vulneración del citado derecho fundamental pudo y
debió ser denunciada, inclusive ante este tribunal por la vía de amparo constitucional y no sólo ante los
órganos judiciales, cuando se produjo o adquirió firmeza y no cuando recae la resolución que pone fin al
proceso (STC 30/1986, de 20 de febrero, y AATC 115/1981, 67, 413, 460, 461, 473, 474, 569 y 570/1983,
entre otros), lo cierto es que manifiestamente no se ha producido la infracción constitucional denunciada.
En efecto, no puede equipararse la atribución de competencia a los diversos órganos judiciales, a la que
afecta la Predeterminación por ley formal ex art. 24.2 de la CE, con el reparto o distribución del trabajo o
entre las diversas Salas o Secciones de un mismo Tribunal, dotadas "ex lege" de la misma competencia
material, que responde a exigencias o conveniencias de orden puramente interno y organizativo y que, en
el caso del Tribunal Supremo, corresponde decidir a su Sala de gobierno, es decir, al propio órgano judicial
(arts. 15 de la LJCA y 151.1 de la LOPJ). Ni se infringe, en este caso, la reserva de ley establecida en el art.
24.2 de la CE, pues dicha reserva se ha cumplido y observado al atribuirse el conocimiento del asunto a
una de las Salas competentes "ratione materiae" del órgano judicial predeterminado por la ley, ni, desde un
punto de vista más sustantivo, podría entenderse que ha habido una designación de un tribunal especial o
"ad hoc" para conocer del caso que nos ocupa, puesto que tanto el acuerdo de la Sala de Gobierno como
su Disposición Transitoria son normas que distribuyen los asuntos entre las Salas competentes del mismo
orden jurisdiccional, con criterios objetivos y de generalidad. En virtud de todo ello, no existe indicio alguno
que permita sostener que, en el presente caso, se ha vulnerado el derecho de la recurrente al Juez ordina rio predeterminado por la ley" (f 2C).
(19) STC 101/1984, de 8 de noviembre: "La referencia del art. 24.2 a la ley, coherente con lo también
dispuesto en los arts. 53.1 y 86.1 de la CE, exige que el vehículo normativo para determinar cuál será el
juez en cada caso es la ley en sentido estricto y no el Decreto-Ley ni las disposiciones emanadas del ejecu tivo. No obstante, como el Decreto-Ley de 17 de julio de 1947 es preconstitucional y como la Constitución
no puede tener efecto retroactivo para exigir un rango determinado a las normas anteriores a ella, no es
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Jurisdicción, competencia y partes en el proceso civil
obstáculo para la constitucionalidad de la norma aplicada en este caso su rango formal. Analicemos, sin
embargo, su contenido" (FJ 4º).
20 (20) Véase, antes, la STC 254/1994, de 15 de septiembre. (pág. 9)
(21) STC 95/1988, de 20 de mayo: "De la interpretación conjunta de los arts. 24.2 y 81. CE no puede
concluirse que se requiera rango de Ley Orgánica para toda norma atributiva de competencia jurisdiccional
a los diversos tribunales ordinarios. La existencia de tales normas constituye un presupuesto para la efecti vidad del derecho al juez ordinario predeterminado por la ley, pero no representan un "desarrollo del mismo
en los términos del art. 81.1 CE. En efecto, mientras que el ejercicio de diversos derechos y libertades
requiere una normativa de desarrollo que especifique sus límites respecto a otros derechos, y provea las
condiciones para su efectividad, tal no es el caso en cuanto al derecho aquí considerado, cuyo ejercicio
queda garantizado por la mera aplicación en cada supuesto de las normas preexistentes atributivas de
competencia; de manera que el contenido de este derecho se agota en esa aplicación, sin necesidad de
norma alguna que lo desarrolle, o precise las condiciones de su ejercicio. Desde la perspectiva, pues,
específica que se nos plantea y por los concretos motivos que se aducen en la cuestión propuesta, procede
excluir la exigencia de Ley Orgánica" (FJ 5º).
(22) STC 199/1987, de 16 de diciembre: "El art. 117.3 y 4 de la CE, desarrolla el principio consagrado
en el art. 24.2 de la misma en relación con el "derecho al juez ordinario predeterminado por la ley", lo que
significa desde luego garantía para el justiciable de una predeterminación del órgano judicial que ha de
instruir, conocer y decidir sobre su posible responsabilidad criminal, pero también indica que dicho "juez
ordinario" es el que se establezca por el legislador. Como ha venido sosteniendo este tribunal, el derecho
constitucional al juez ordinario predeterminado por la ley exige que el órgano judicial haya sido creado
previamente por la norma jurídica, con generalidad y con anterioridad al caso, y que la composición de ese
órgano venga determinada por la ley, garantizandose así la independencia e imparcialidad que el derecho
a la tutela judicial exige, y que se recoge expresamente en el art. 14.1 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos y en el art. 6.1 del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Civiles y Políti cos y Libertades Fúndamentales. Según la Sentencia 47/1983, de 31 de mayo, el derecho constitucional al
juez ordinario predeterminado por la ley, consagrado por el art. 24.2 de la CE, exige, en primer término,
que el órgano judicial haya sido creado previamente por la norma jurídica, que ésta le haya investido de
jurisdicción y competencia con anterioridad al hecho motivador de la actuación o proceso judicial y que su
régimen orgánico y procesal no permita calificarle de órgano especial o excepcional, pero exige también
que la composición del órgano judicial venga determinada por ley y que en cada caso concreto se siga el
procedimiento legalmente establecido para la designación de los miembros que han de constituir el órgano
correspondiente, de esta forma se trata de garantizar la independencia e imparcialidad que el derecho en
cuestión comporta... que constituye el interés directo protegido por el derecho al juez ordinario predeter minado". (FJ 6º).
(23) STC 145/1988, de 12 de julio.
STC 106/1989, de 8 de junio : "Como ha tenido ocasión de señalar este tribunal en sus SSTC 113/1987,
Fundamento Jurídico 4º, 145/1988, 47/1982, 261/1984, 44/1985 y 148/1987 de las garantías del proceso
debido, que reconoce como derecho fundamental el art. 24.2 CE, forma parte la del juez imparcial, la cual
constituye no sólo una de las notas esenciales del principio acusatorio, que encuentra su protección cons titucional en el derecho a un "proceso con todas las garantías", sino también y al propio tiempo es un
derecho fundamental, implícito en el derecho al juez legal, proclamado en el mismo número 2 del art. 24 de
la CE".
Asimismo, y desde un punto de vista orgánico, el derecho a ser juzgado por un juez o "tribunal inde pendiente e imparcial" (arts. 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos -RCL 1977, 893- y
6.1 del Convenio Europeo de Derechos Humanos) constituye la principal exigencia del derecho al juez
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legal, que ha de presidir la constitución de los órganos jurisdiccionales penales, pues, si nuestra Constitu ción sanciona el derecho que a todos asiste al "juez ordinario predeterminado por la ley", habida cuenta de
que la Constitución es la primera ley que ha de ser acatada por todos los poderes públicos (art. 9.1) y que
nuestra misma ley fundamental, en sus arts. 24.2 y 117.1, eleva la independencia judicial y la imparcialidad
a nota consustancial de todo órgano jurisdiccional, es evidente que la constitución de un órgano judicial, en
el que pudiera presumirse su falta de imparcialidad, ha de conculcar el derecho al juez legal.
(24) STC 23/1988, de 23 de febrero: "Su decisión no ha sido, pues, una decisión fundada en derecho ni
ha respetado el límite constitucional del respeto a la Ley. Procediendo así, sin suscitar cuestión de incons titucionalidad, el órgano judicial ha resuelto más allá de su jurisdicción y ha desconocido su sujeción a la ley
(art. 117.1 de la CE) y ha quebrado, en la misma medida, la razonable expectativa del justiciable en orden a
que su pretensión, fundada en la ley, será acogida, de no controvertirse, por el cauce idóneo, la conformi dad de tal Ley a la Constitución.
La irregularidad de tal proceder no ha quedado paliada en este caso por la mención de dos sentencias
constitucionales en las que el órgano judicial habría podido creer encontrar apoyo para afirmar la inconsti tucionalidad de la ley que inaplicó, pues el valor de la doctrina de este tribunal (art. 40.2 de su LO) no auto riza a los órganos judiciales para negar con carácter definitivo la presunción de validez de una ley, por más
que lo que en ella dispuesto se corresponda, a juicio de los jueces ordinarios, con el contenido de otro
precepto legal sometido en su día a control de constitucionalidad y declarado entonces contrario a las
normas fundamentales" (FJ 2º).
(25) STC 47/1982, de 12 de julio: "El art. 24 de la CE consagra el derecho al proceso, que comprende,
entre otras garantías, la relativa a que el justiciable sea juzgado por el juez ordinario predeterminado por la
ley. Por ello, las normas que conducen a la determinación del juez entroncan con el mencionado art. 24.
Entre ellas no se encuentran sólo las que establecen los límites de la jurisdicción y la competencia de los
órganos jurisdiccionales. Están también las relativas a la concreta idoneidad de un determinado juez en
relación con un concreto asunto, entre las cueles es preeminente la de imparcialidad, que se mide no sólo
por las condiciones subjetivas de ecuanimidad y rectitud, sino también por las de desinterés y neutralidad".
(FJ 3º).
(26) STC 47/1982, de 12 de julio: "De esta suerte, hay que señalar que el derecho a la utilización de los
medios de defensa y el derecho a ser juzgado por el juez predeterminado por la ley comprenden recusar a
aquellos funcionarios en quienes se estime que concurren las causas legalmente tipificadas como circuns tancias de privación de la idoneidad subjetiva o de las condiciones de imparcialidad y de neutralidad. El
derecho a formular la recusación comprende, en línea de principio, la necesidad de que la pretensión
formulada se sustancie a través del proceso prevenido por la ley con este fin y a que la cuestión así
propuesta no sea enjuiciada por los mismos jueces objeto de recusación, sino por aquellos otros a los que
la ley defiera el examen de la cuestión. Sólo las partes legítimas pueden recusar, aunque naturalmente
deba comprenderse en tal concepto a aquellos que tengan derecho a ser parte una vez que se personen
en el proceso y cuando falta el presupuesto de admisibilidad consistente en la expresión de la causa
comprendida en la ley, con relación de los hechos en que la parte funde su afirmación.
(27) STC 101/1984, de 8 de noviembre: "La indeterminación de la norma la vacía de contenido en
cuanto norma competencial, de modo que no es ella la que predetermina el juez de cada juicio universal,
sino la que permite que tal juez en algunos e indeterminados casos sea nombrado "ad hoc" por la Sala del
Gobierno del Tribunal Supremo. El nombramiento de jueces "ad hoc" es incompatible con la predetermina ción legal del juez del caso".
(28) STC 111/1984, de 28 de noviembre: "El precepto del art. 24.2 garantiza a toda persona (y no sólo
necesariamente en cuanto inculpado, sino también en cuanto ofendido por el delito) un juez ordinario
previamente determinado mediante la institución jurídico-pública de las competencias legales. Cuando
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quebrantando lo dispuesto en el art. 117.5, que limita la jurisdicción militar al "ámbito estrictamente
castrense", se atribuye un asunto a esta jurisdicción, correspondiente a la jurisdicción ordinaria, se lesiona
el derecho al Juez ordinario que proclama el art. 24.2, como hemos dicho en la STC 75/1982, de 13 de
diciembre, mencionada" (FJ 3º).
(29) STC 60/1991, de 14 de marzo: "El art. 117.5 CE ha establecido límites y exigencias muy estrictos
de la Ley Reguladora de la Jurisdicción Militar. Impone al legislador una transformación radical de su
configuración y alcance dejándola sometida a los principios constitucionales relativos a la independencia del
órgano judicial y a las garantías sustanciales del proceso y de los derechos de defensa, y además reduce a
límites muy estrechos su posible ámbito caracterizando en la España moderna a la jurisdicción militar, tanto
en las etapas liberales como, mucho más acentuadamente, en las dictatoriales" (FJ 3º).
"Siguiendo en parte la pauta de la Constitución republicana de 1931, y también la de otras Constitu ciones extranjeras, el art. 117.5 CE impide una extensión inadecuada de la jurisdicción militar, vedando
tanto la creación de un fuero privilegiado, que excluya el sometimiento de los miembros de las Fuerzas
Armadas a los Tribunales ordinarios, como la sujeción indebida al conocimiento por los Tribunales militares
de cuestiones que, por no ser estrictamente castrenses deben corresponder en todo caso a los Tribunales
ordinarios. El art. 117.5 CE no deja lugar a dudas del propósito constitucional de limitar el ámbito de la
jurisdicción militar a lo estrictamente indispensable, asegurando que, en tiempo de normalidad constitucio nal, la jurisdicción militar sólo pueda conocer de lo estrictamente castrense, noción que ha de ser interpre tada a la luz de otros preceptos constitucionales, en particular los arts. 8 y 30 CE".
El art. 117.5 CE impide al legislador que pueda arbitrariamente atribuir a los órganos de la jurisdicción
militar el conocimiento de delitos ajenos al ámbito de lo estrictamente castrense, por no poderse poner en
conexión con los objetivos, fines y medios propios de las Fuerzas Armadas.
El precepto constitucional refuerza esta exigencia mediante el calificativo "estrictamente", que, en
contra del parecer del Abogado del Estado, no se dirige sólo al órgano judicial, para que éste aplique de
forma estricta la norma atributiva de competencia (STC 4/1990), sino también al propio legislador, limitando
su margen de configuración del ámbito de la jurisdicción militar.
(30) Estas eran sus principales precisiones al respecto: "1. El derecho constitucional al juez ordinario
predeterminado por la Ley,... exige que el órgano judicial haya sido creado previamente por la norma jurí dica, que ésta le haya investido de jurisdicción y competencia con anterioriridad al hecho... y que su régi men orgánico y procesal no permita calificarle de órgano especial o excepcional.
"2. Exige también que la composición del órgano judicial venga determinada por ley y en cada caso...
se siga el procedimiento legal establecido para la designación de los miembros que ha de constituir...,
garantía que quedaría burlada si bastase con mantener el órgano y pudieran alterarse arbitrariamente sus
componentes que son quienes, en definitiva, van a ejercitar sus facultades intelectuales y volitivas en las
decisiones que hayan de adoptarse".
"3. Es cierto que no cabe exigir el mismo grado de fijeza y predeterminación al órgano que a sus titu lares,... la exigencia,... de las llamadas "necesidades del servicio", de que los distintos miembros del poder
judicial colaboren dentro de la administración de justicia en los lugares en que su labor pueda ser más
eficaz,... Pero, en todo caso, los procedimientos fijados para la designación de los titulares han de garanti zar la independencia e imparcialidad de éstos,...".
"4. Las salas son órganos de segundo grado integrados en el tribunal, cuya constitución es de carácter
permanente; las secciones son órganos de tercer grado integrados en las salas y previstos en la ley con
caracteres muy generales...".
"6. No basta con que se respete el mecanismo previsto por la ley para la designación de los titulares de
los órganos colegiados. Es preciso que este mecanismo posea el grado de concreción necesario para
asegurar la independencia e imparcialidad de los tribunales... la normativa actual.. no responde plenamente
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a dicha exigencia constitucional... tal indeterminación,... puede reducirse por el que las aplica, utilizando
criterios objetivos".
Como fácilmente se advierte, de estos criterios es posible deducir reglas de interpretación concretas
sumamente interesantes.
(31) El texto se está refiriendo a las normas de distribución de asuntos del art. 152.1.1.º LOPJ.
Distribución de asuntos:
A las Salas de Gobierno se atribuyen las facultades de:
- Aprobar las normas de reparto de asuntos entre las distintas secciones de las salas (art. 152.1.1.º).
- Establecer anualmente con criterios objetivos los turnos precisos para la composición y el funciona miento de las salas y secciones del tribunal y fijar de modo vinculante el modo de asignación de las ponen cias que deban turnar los Magistrados.
(32) Sigue así este auto: "Pero en el presente caso no se suscita en realidad una infracción de tales
normas, sino simplemente de preceptos que se limitan a establecer sendas comunicaciones o notificacio nes a las partes".
"En efecto, la integración de la Sala de lo Civil con magistrados de distintas salas de la misma audien cia, a que alude la demanda, está prevista expresamente por el art. 199 LOPJ, para el supuesto de que no
asistieran número suficiente de aquélla para poder constituirla, y en este sentido el precepto no se opone al
art. 326 de la LECiv".
"El reproche que se formula es solamente que se hiciera saber dicha integración en el propio alto de la
vista o en esa misma mañana y no inmediatamente como dispone el mencionado art. 202 LOPJ. Pero con
independencia de que, como es normal, la necesidad de la designación por el presidente pudo presentarse
el mismo día de la vista, en cualquier caso sólo podría tener relevancia constitucional un eventual retraso
en la notificación si como consecuencia del mismo no hubiera sido posible formular la recusación; y sobre
este particular nada se dice, ni tan siquiera se señala la concurrencia en alguno de los magistrados que
provenían de sala de la misma audiencia de alguna causa que justificase dicha recusación".
"Igual intranscendencia cabe apreciar en el eventual incumplimiento denunciado de la designación del
magistrado Ponente en la primera resolución del proceso y de su consecuente notificación si al mismo
tiempo no se razona que ha supuesto un cambio en el correspondiente turno y la presencia de circunstan cias que permita suponer una merma en las garantías de imparcialidad que la composición del Tribunal ha
de merecer." (FJ 1º).
(33) STC 167/1987, de 28 de octubre "Este tribunal no puede sustituir a la autoridad judicial en el
cometido de interpretar y fijar el alcance de sus propios pronunciamientos, ni en el modo de llevarlas a su
puro y debido efecto, pero sí le corresponde velar para que tales decisiones se adopten en el seno del
procedimiento de ejecución de un modo razonablemente coherente con el contenido de la resolución que
haya de ejecutarse y una vez que las partes hayan tenido oportunidad suficiente para formular alegaciones
y aportar pruebas sobre la incidencia que para la efectividad del fallo pudiera tener la actuación administra tiva subsiguiente" (FJ 4º).
(Reiterada, entre otras, en STC 215/1988, de 14 de noviembre.
(34) STC 107/1992, de 1 de julio: "A la vista de los datos aportados por la realidad jurídica internacional
no cabe sino concluir que el art. 21.2 LOPJ, al remitir al Derecho internacional público, no impone una regla
de inmunidad absoluta de ejecución de los Estados extranjeros. Antes al contrario, permite afirmar la relati vidad de dicha inmunidad. El art. 24.1 CE, aunque como ha quedado dicho no impone, sí coadyuva a
entender en un sentido limitado la inmunidad de ejecución, sobre todo si se tiene en cuenta que la "ratio" de
las inmunidades de los Estados extranjeros no es de otorgar a éstos una protección indiscriminada, sino la
de salvaguardar la integridad de su soberanía. Por ello, con carácter general, cuando en una determinada
actividad o cuando en la afectación de determinados bienes no esté empeñada la soberanía del Estado
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extranjero, tanto el ordenamiento internacional como, por remisión, el ordenamiento interno, desautorizan
que se inejecute una sentencia y, en consecuencia, una decisión de inejecución supone una vulneración del
art. 24.1 CE".
"La peculiaridad del presente caso es que la demandada y ejecutada en el proceso de que trae causa
este recurso de amparo fue la República de Sudáfrica como tal Estado soberano y no su Embajada o
alguno de sus representantes diplomáticos. Por ello, ni el Convenio de Viena de 1963 sobre relaciones
consulares, ni el de una ejecución forzosa contra bienes de las misiones diplomáticas y consulares, pueden
servir para definir si la inmunidad de ejecución del Estado sudafricano era absoluta o relativa, sino sólo para
excluir determinados tipo de bienes -los adscritos a la Embajada sudafricana- de la ejecución forzosa".
"Sentado que en la actualidad el derecho internacional público no impone una inmunidad absoluta de
ejecución, sino que permite que los tribunales nacionales dirijan la ejecución forzosa frente a un Estado
extranjero y que, en consecuencia, una interpretación distinta de la remisión contenida en el art. 21.2 LOPJ
debe considerarse vulneradora del art. 24.1 CE por restringir sin causa legal el derecho a la ejecución,
queda por determinar con qué amplitud o, si se quiere, con qué límites puede un tribunal español ejecutar
una sentencia sobre bienes de un Estado extranjero en nuestro territorio".
"En dicha tarea de concreción, debe partirse de dos principios generales: en primer término, el Derecho
internacional impide que se lleven a cabo medidas de ejecución forzosa sobre aquellos bienes de titularidad
del Estado extranjero que estén afectados o destinados al desenvolvimiento de actividades de soberanía o
de imperio, permitiendo tan sólo la ejecución sobre bienes que estén destinados al desenvolvimiento de
actividades económicas en las que no esté empeñada su potestad soberana por actuar conforme al dere cho privado. Ahora bien, en segundo término, debe tenerse especialmente en cuenta que, dentro del
abanico de bienes de los que pueda ser titular un Estado extranjero en nuestro territorio, gozan de un
específico régimen de protección los bienes de las misiones diplomáticas y consulares, en virtud del art.
22.3 de la Convención de Viena de 1961 de relaciones diplomáticas y del art. 31.4 de la Convención de
Viena de 1963 de relaciones consulares. Es decir, la relatividad de la inmunidad de ejecución de los Esta dos extranjeros se asienta en la distinción entre bienes destinados a actividades iure imperii y bienes
destinados a las actividades iure gestionis; mas, con independencia de este criterio, los bienes de las
misiones diplomáticas y consulares son absolutamente inmunes a la ejecución, en virtud de los Convenios
de Viena de 1961 y 1963" (FFJJ 4º y 5º).
STC 107/1992, de 1 de julio: "Del art. 23.3 del Convenio de Viena de 1961 se deduce que no son en
absoluto susceptibles de ejecución forzosa los bienes de la
República de Sudáfrica situados en el recinto de su Embajada, incluida la sede misma. Ahora bien, la
duda se plantea respecto de aquellos bienes del Estado extranjero que, sin estar en la sede de la Emba jada ni estar expresamente mencionados en el art. 22.3 de la Convención de Viena de 1961, están desti nados por el Estado extranjero al sostenimiento de su misión diplomática.
La práctica internacional contemporánea exceptúa claramente de toda medida de ejecución las cuen tas corrientes bancarias de la Embajada. A título indicativo pues carece de fuerza normativa, cabe citar el
art. 23 del ya mencionado Proyecto sobre inmunidades jurisdiccionales de los Estados. También ésta es la
opinión aceptada en resoluciones de altos tribunales nacionales en fechas aun recientes.
Esta inembargabilidad de las cuentas corrientes de titularidad del Estado extranjero en bancos situados
en el territorio nacional afectados al desenvolvimiento de la actividad ordinaria de las misiones diplomáticas
y consulares, constituye la práctica internacional generalizada, de la que se deriva que la inmunidad de los
Estados y de los bienes de las misiones diplomáticas y consulares en materia de ejecución impide que la
ejecución forzosa pueda dirigirse, dentro de los bienes que las misiones diplomáticas y consulares puedan
tener en el Estado del foro, contra aquellas cuentas corrientes.
No se le oculta a este tribunal la dificultad que la inembargabilidad de dichas cuentas corrientes puede
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representar en algunos casos para el éxito de una ejecución forzosa frente a un Estado extranjero en los
supuestos en que su inmunidad haya quedado exceptuada. Mas, la razonabilidad de la inmunidad en estos
casos, en atención a la soberanía e igualdad de los Estados, conduce indefectiblemente a la conclusión de
que el embargo de una cuenta corriente de una Embajada es un acto prohibido por el art. 21.2 LOPJ.
El derecho a la tutela judicial efectiva de la recurrente, en su vertiente de derecho a la ejecución, no
alcanza a que dicha ejecución se dirija sobre bienes amparados por una causa" (FJ 5º).
(35) STC 140/1995, de 28 de septiembre: "A los fines de este examen conviene comenzar recordando
que desde la primera de sus sentencias, la de 26 de enero de 1981, este tribunal ha afirmado con reitera ción la plenitud jurisdiccional de los jueces y tribunales españoles en cuanto exigencia que se deriva del
derecho a la justicia o derecho a la tutela jurisdiccional, "que se califica por la nota de la efectividad" (STC
1/1981, FJ 11). Pero también ha declarado reiteradamente que el art. 24.1 CE no reconoce un derecho
incondicional o absoluto a la prestación jurisdiccional, sino un derecho a obtenerla por las vías procesales
existentes y con sujeción a su concreta ordenación legal" (SSTC 19/1981, 49/1983, 113/1990 y 172/1991,
entre otras muchas).
Por ello, este tribunal ha declarado que, en cuanto se trata de un derecho prestacional, "el de tutela
judicial efectiva, en sus distintas vertientes (...) es conformado por las normas legales que determinan su
alcance y contenido concretos y establecen los requisitos y condiciones para su ejercicio" (STC 107/1992,
FJ 2º). De suerte que el legislador, dentro de su ámbito de configuración legal, puede establecer límites al
pleno acceso a la jurisdicción, al igual que al pleno acceso a la ejecución de las sentencias, siempre y en el
bien entendido de que dichos límites sean razonables y proporcionados respecto de los fines que lícita mente puede perseguir en el marco de la Constitución (STC l07/l992, concita de la STC 4/1988). A lo que
cabe agregar, por último, que confrontados a normas legales que pueden limitar o dificultar el acceso a la
jurisdicción, hemos dicho que su interpretación ha de llevarse a cabo, cuando la norma así lo permita y sin
violentar sus términos, de forma que no se menoscabe o excluya el acceso a la justicia (SSTC 294/1994,
37/1995, 55/1995 y 58/1995); pues a diferencia de lo que ocurre con la interpretación de las normas que
limitan la admisibílidad de un recurso contra una sentencia dictada en el proceso celebrado con todas las
garantías, en este caso puede quedar afectado el contenido esencial del derecho constitucional de acceso
a la justicia que el art. 24.1 CE garantiza.
Asimismo, en atención al mandato que se deriva del art. 10.2 CE es oportuno señalar que este carácter
no absoluto del derecho fundamental de acceso a la jurisdicción y la correspondiente posibilidad de límites
legales también han sido reconocidos por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en relación con el art.
6.1 del Convenio Europeo sobre Protección de Derechos y Libertades Fundamentales, hecho en Roma en
1950. Entre otras decisiones, en la sentencia de 21 de febrero de 1975 (asunto GOLDER, párrafos 37 a
39). Y es especialmente significativo, además, que en este mismo caso la comisión se haya referido, como
posibles límites legales, a las inmunidades parlamentarias y diplomáticas, precisando que operan cuando
su titular es demandado en un proceso (Decisión de 1 de junio de 1973, párrafos 93 y 94).
Sentado lo anterior, ha de partirse de un dato relevante a los fines de nuestro examen; que la inmuni dad jurisdiccional aquí considerada no opera respecto al derecho sustantivo cuya sanción judicial el actor
trata de obtener en el proceso, sino frente al sometimiento al proceso del agente diplomático. Pues si es
indudable que la inmunidad de la jurisdicción civil se establece en el art. 31.1 del Convenio de Viena de
1961 con un carácter relativo dadas las tres excepciones que en el mismo se contemplan, a diferencia de lo
establecido respecto a la inmunidad de la jurisdicción penal, no es menos cierto que, caso de no concurrir
alguna de esas excepciones como han estimado las resoluciones judiciales aquí impugnadas, el resultado
que dicho precepto persigue no es otro que la incompetencia del órgano jurisdiccional cuando un particular
ejercita una pretensión en materia civil contra un agente diplomático acreditado en el Estado receptor.
En relación con lo anterior no es ocioso precisar, además, que la exclusión de ‘la jurisdicción civil de los
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agentes diplomáticos, cuando no concurre alguna de las excepciones establecidas por el art. 31.1 del
Convenio de Viena de 1961, se halla justificada objetivamente por las obligaciones que el Derecho Interna cional impone a los Estados al establecer la extensión y límites de la jurisdicción de sus juzgados y tribuna les. Y ello pese a que la potestad jurisdiccional sea ciertamente una emanación de la soberanía del Estado,
como reiteradamente ha declarado la jurisprudencia del Tribunal Supremo.
Ahora bien, es indudable que también la soberanía estatal está limitada por las obligaciones que el
Derecho Internacional público impone a los Estados. Lo que es relevante en relación con el art. 21.2 LOPJ,
ya que el legislador se ha remitido precisamente en este precepto al Derecho Internacional público para
determinar el contenido y alcance de las inmunidades de jurisdicción y de ejecución que dicho ordena miento establece.
De este modo, si al determinar la extensión de la jurisdicción de los juzgados y tribunales españoles
-como ha hecho en los arts. 21 a 25 LOPJ- el legislador necesariamente ha de tener presente los límites,
positivos y negativos, que el derecho internacional impone a los Estados, ello viene a corroborar la justifi cación objetiva y razonable de la inmunidad de la jurisdicción civil que el art. 21.2 de dicho cuerpo legal
consagra, dado que la jurisdicción de los juzgados y tribunales españoles ha de operar dentro del ámbito
que el Derecho Internacional deja al Estado en esta materia. Pues caso de que se extendiera más allá del
ámbito delimitado por el Derecho Internacional y tratara de hacer efectiva en todo caso la tutela jurisdic cional en el orden interno, el Estado podría incurrir, al hacerlo así, en un hecho ilícito por la violación de una
obligación internacional, lo que entrañaría su responsabilidad internacional frente a otro Estado.
(36) STC 167/1987, de 28 de octubre: "La titularidad de la potestad de ejecución corresponde exclusi vamente a los propios órganos judiciales como una manifestación típica de la potestad jurisdiccional que la
Constitución les ha conferido en su art. 117. De acuerdo con ello no compete a este Tribunal precisar
cuáles sean las decisiones y medidas oportunas que en cada caso hayan de adoptarse en el ejercicio de
dicha potestad jurisdiccional ejecutiva, pero sí le corresponde, en cambio, corregir y reparar las eventuales
lesiones del derecho a la tutela judicial que tengan su origen en la pasividad o el desfallecimiento de los
órganos judiciales para adoptar las medidas necesarias que aseguren el cumplimiento de sus propios
fallos. Dentro del orden jurisdiccional contencioso-administrativo, son exigibles, en primer lugar, las que, al
amparo de su legislación reguladora, deben tender a que se produzca inicialmente la actuación administra tiva requerida por el pronunciamiento judicial, recabando para ello la colaboración precisa, incluso al
margen del régimen ordinario de competencias. Pero también lo son, y si cabe con mayor razón, cuantas
medidas sean necesarias de acuerdo con las leyes, para impedir lo que expresivamente el Tribunal
Supremo ha calificado como "‘la insinceridad de la desobediencia disimulada’" por parte de los órganos
administrativos (STS, Sala Quinta, de 21 de junio de 1977), que se traduce en cumplimiento defectuoso o
puramente aparente, o en formas de inejecución indirecta, como son entre otras la modificación de los
términos estrictos de le ejecutoria, la reproducción total o parcial del acto anulado o la emisión de otros
actos de contenido incompatible con la plena eficacia del fallo" (FJ 2º).
(37) STC 43/1986: "Antes de la entrada en vigor de la Constitución, la Ley de Enjuiciamiento Civil (art.
954) y la doctrina jurisprudencial han venido denegando el reconocimiento y ejecución de sentencias
extranjeras contrarias al orden público del foro. Este concepto de orden público ha adquirido una nueva
dimensión a partir de la vigencia de la Constitución de 1978. Aunque los derechos fundamentales y liber tades públicas que la Constitución garantiza sólo alcanzan plena eficacia allí donde rige el ejercicio de la
soberanía española, nuestras autoridades públicas, incluidos los jueces y tribunales, no pueden reconocer
ni recibir resoluciones dictadas por autoridades extranjeras que supongan vulneración de los derechos
fundamentales y libertades públicas garantizados constitucionalmente a los españoles o, en su caso, a los
españoles y extranjeros. El orden público del foro ha adquirido así en España un contenido distinto,
impregnado en particular por las exigencias del art. 24 de la Constitución.
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El demandante de amparo se queja en primer lugar y principalmente de la vulneración de su derecho a
una tutela judicial efectiva y a no sufrir indefensión (art. 24.1 de la Constitución Española), causada al
conceder el Auto impugnando el exequatur respecto de una sentencia dictada en rebeldía de la parte
vencida, por cuanto la Ley de Enjuiciamiento Civil en su art. 954.2 no reconoce fuerza en España a las
ejecutorias relativas a tales sentencias. Pero por lo que atañe a la tutela judicial efectiva, el demandante de
amparo ha tenido acceso a la jurisdicción competente para oponerse a la ejecución de la sentencia extran jera, y ha podido alegar cuanto estimara pertinente en defensa de su interés. El Tribunal Supremo, por su
parte, a pesar de declarar aplicable el criterio de reciprocidad establecido en los arts. 952 y 953 de la Ley
de Enjuiciamiento Civil, ha examinado extensa y razonadamente las circunstancias en que se produjo la
rebeldía de la solicitante de amparo. Y ha llegado a la conclusión de que la rebeldía como posible causa
para denegar el exequatur sólo puede admitirse cuando la parte no haya sido debidamente notificada del
procedimiento seguido contra ella o no haya podido hacer valer sus medios de defensa.
Igualmente infundada resulta la pretendida vulneración del derecho al juez ordinario predeterminado
por la ley, garantizado en el art. 24.2 de la Constitución, que se trata de conectar a la incompetencia del
juez norteamericano para juzgar la pretensión que le fue formulada. La solicitante de amparo alega, inclu so, incongruencia en el Auto de la Sala Primera, al no haber examinado esa cuestión, planteada por la soli citante de amparo. Pero lo cierto es que la Sala Primera ha planteado el problema de competencia interna cional o general de la jurisdicción extranjera bajo la rúbrica de la denominada "rebeldía por convicción", a la
que califica como la surgida por la no presentación ante un tribunal que se considera incompetente; y que,
al otorgar el exequatur en el presente caso, se pronuncia implícita pero claramente sobre la improcedencia
de negar la homologación de la Sentencia por dicho motivo, entendiendo que de las reglas españolas de
competencia jurisdiccional internacional resulta la competencia del Tribunal norteamericano para juzgar el
caso que nos ocupa".
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