CREACIÓN Y ENSEÑANZA LITERARIA Amaia Iturbide El primer

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ENCUENTROS EN VERINES 1995
Casona de Verines. Pendueles (Asturias)
CREACIÓN Y ENSEÑANZA LITERARIA
Amaia Iturbide
El primer libro de la Biblia, el Génesis comienza así: "Al principio creó Dios el
cielo y la tierra". Aunque el término crear en su sentido absoluto corresponde
solamente a Dios, en el plano relativo también pertenece al ser humano, pues a
pesar de que no le ha sido dado producir algo de la nada, es capas en cambio de
introducir por primera ves una cosa o darle vida en sentido figurado. Así ha nacido
la ciudad, espacio artificial construido por el ser humano, en donde expone sus
dudas y ambiciones, realiza proyectos, perfila diferentes puntos de vista o inventa
realidades. La ciudad como sinónimo de modernidad.
Junto a la imagen de la ciudad viva pienso en la idea del libro transitable que tenga
un lugar en esta sociedad de final del milenio. Un libro creativo, que no lo enseñe
todo, sino más bien insinúe, que deje al lector un espacio para que él mismo
imagine, piense e interprete, un libro que despierte interés. A continuación, me
acerco a las estanterías de mi biblioteca en busca de tal material misterioso, y, por
ejemplo, me encuentro con Paul Auster. ¿Qué posee la obra de Paul Auster con
su Leviatán., El Palacio de la Luna o La invención de. La soledad para que mágicamente
atrape la atención del lector? Además de la genialidad del autor para narrar
acontecimientos y contar historias, su actitud de recoger, traer y atraer la tradición
literaria (desde Chandler, Kafka, Beckett, Dostoievski, los cuentos de hadas, la
novela policíaca y la de ficción científica a la novela de aventuras, los folletines del
siglo XIX, la novela victoriana...) y su técnica para experimentar con ella o
revitalizarla.
En la sección de libros escritos en euskera son de obligada mención Bernardo
Atxaga y Juan Mari Lekuona. Atxaga en su Obabakoak reconstruye un pasado
mitológico, una memoria, necesaria en toda tradición literaria, por medio de
prodigiosa imaginación. Sin embargo, en su siguiente novela no se estanca en este
apartado, que por otro lado, le ha consagrado definitivamente como un gran
escritor, sino que acepta los riesgos que implica todo cambio y da un salto hacia
adelante. En Gizona bere bakardadean ("El hombre solo") Atxaga se olvida del
mundo mítico y fascinante de Obabakoak para sumergirse en el presente.
Comprometiéndose con la realidad de su país, trata un tema de actualidad, como es
el de la violencia política. Para tal propósito emplea un lenguaje muy próximo al
de la redacción periodística, pero tratado literariamente, exponiendo con libertad
sus puntos de vista, como es habitual en su obra acogedora y llena de humor.
Juan Mari Lekuona, que impregna de un nuevo significado a palabras como
"mindura" ("dolor mitigado") o "muga beroak" ("límites trascendentes,
palpitantes"), es autor de una consolidada y larga trayectoria poético-investigadora,
pues como él mismo ha señalado "son horas de trabajo buscando afanosamente un
estilo. Lo duro y lo gratificante de la tarea creativa". En su obra consigue renovar
el mito de forma hegeliana, dialéctica, dinámica y cíclicamente. Y siguiendo las
pautas de Lizardi, en su poesía ha realizado un ensayo de modernidad, tomando
como base el idioma y sentir vascos por medio del cubismo y la solidaridad e
igualdad, siempre con una profunda preocupación estética. Su poesía puede
recordar a un castillo medieval, una catedral o un diccionario etimológico, por
donde el lector pasea, aprende a la vez que se recrea en sus innumerables y
escondidas sendas de sabiduría y en sus tapices incrustados por acertijos y frescos
barrocos,
intentando
descifrar
sus
secretos.
El
disciplinado
quehacer
arquitectónico-poético de Juan Mari Lekuona, cuya confección y orden de poemas
está marcado por su oficio de profesor de literatura, es así ejemplo de creación y
enseñanza literaria.
Luis Racionero en E.l arte de escribir afirmará que "En el acto creativo, tanto la mente como los
sentidos gozan al contemplar las nuevas relaciones establecidas: es el placer de la
unificación, el gozo de fundir la diversidad en la unidad, de contemplar la analogía
profunda y armónica de cosas superficialmente dispares".1 La escritura como
síntesis de intuición y conocimiento, de imaginación matizada y pensamiento
relajado lo podemos contemplar en el siguiente poema de Eliot de reminiscencias
orientales, metáfora de la escritura
COBO
tejido, que reza así: "Las palabras,
después del habla, tienden / al silencio. Sólo por la forma, la estructura, / pueden
las palabras o la música alcanzar / la calma, como un jarrón chino sigue /
moviéndose perpetuamente en su calma".2
El escritor, una de cuyas finalidades es la de reinventar la lectura, es el primero que
debe saber qué es un libro, su función (si es que la tiene) y tratar de cuidar al lector.
Cabe preguntarnos ¿qué es un libro y cuál es el papel que desempeña? Un libro es
alquimia, un proceso en el que el lector descubre y se reencuentra con la lectura a
través de encantamientos sucesivos; un libro no es o no debería ser una
imposición, sino una elección, un regalo, cuyo lugar permanece y pertenece al
refugio de la intimidad, en donde el lector pueda encandilarse con la lectura,
forjar sus propios criterios, su rebeldía y llegar a ser como decía Paul Valéry de
los niños "un público despiadado y excelente". En este sentido, se puede afirmar,
con las palabras que Daniel Cassany utiliza en Describir el escribir, al explicar las
teorías de Linda Flower, que "en muchos casos saber escribir quiere decir saber
transformar la prosa de escritor en la de lector".3 Es decir, la escritura siempre
como comunicación.
Junto con el contenido del libro es aconsejable cuidar su forma, creando
libros con ilustraciones, portadas y formatos modernos.
Retornando a la segunda parte del tema de esta conferencia, el de la
enseñanza literaria no nos podemos olvidar del profesor. No en vano, yo
empecé a fascinarme por la lectura y escritura gracias a un profesor de
literatura. El profesor, guía y puente entre la asignatura impartida y sus
alumnos, en una relación de igual a igual; la clase, un lugar de encuentros para
comprender la literatura; el libro, un instrumento de trabajo resucitado. Y
junto con el libro, el tándem escritor-lector. El escritor, camarero que sirve
sus obras de arte a sus clientes, en este caso, a sus lectores; el lector, el
destinatario o segunda parte del contrato.
Aparte del entorno familiar (hay cosas que desde pequeños se pueden
aprender en casa mejor que en cualquier otro lugar, como puede ser el de
valorar el libro y tratarlo como a un amigo) y el sistema educativo existen
otros medios de transmisión de la literatura eficaces tales como tertulias y
talleres literarios, bibliotecas amoldadas a tal propósito o programas de
televisión o radio.
Para finalizar esta ponencia, mencionaré un párrafo de Daniel Pennac del
libro Como una novela, que dice: "El hombre construye casas porque está
vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal. Vive en grupo porque es
gregario, pero lee porque se sabe solo. Esta lectura es para él una compañía
que no ocupa el lugar de ninguna otra pero que ninguna otra compañía podría
sustituir. No le ofrece ninguna explicación definitiva sobre su destino pero
teje una apretada red de connivencias que expresan la paradójica dicha de
vivir a la vez que iluminan la absurdidad trágica de la vida. De manera que
nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir.
Y nadie tiene poderes para pedirnos cuentas sobre esa intimidad".4
Verines, 1995
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