AMANECER EN CAMERÚN Gracias, de corazón. Sol Heras Carretero Durante el mes de agosto pasado, estuve de voluntaria en Camerún, trabajando en el proyecto de acogida y formación de chicas jóvenes, con riesgo de calle, en la casa de Casa de Acogida Aisa Ndogpassi (Douala) de las hermanas Misioneras Cruzadas de la Iglesia (MCI). Comparto, brevemente, algo de lo que me ha llamado la atención; me ha interpelado; y me ha motivado personalmente, en mi primer contacto con la realidad de Camerún. No mi trabajo concreto con las jóvenes de la Casa de Acogida que, naturalmente, son parte y fruto de esa realidad. Mi estancia en Camerún ha sido de mucho aprendizaje: sobre todo, porque me ha llevado a reflexionar sobre varios temas que, solamente viviendo con la gente y en su realidad, es posible hacerlo. Una de las preguntas que me he hecho constantemente es: ¿Cómo entender y asimilar que, simplemente desplazándose unas cuantas horas en avión, se pueda aterrizar en una realidad tan diferente de la que vivimos la mayoría en nuestros países? ¿Cómo enfrentarse, tras unas horas de vuelo, a semejante pobreza? Qué difícil es afrontar, de forma tan brusca, algo tan duro y real. Qué difícil es ver sufrir a tantas personas una constante violación de sus derechos humanos más básicos. Recuerdo mis amaneceres en Camerún, haciéndome esas preguntas… Cuesta mucho asimilar que en el planeta en el que vivimos, teniendo todos la misma y fundamental dignidad de persona, desgraciadamente… NO TODOS TENGAMOS LA OPORTUNIDAD DE GOZAR DE LOS MISMOS DERECHOS. Aunque seamos conscientes, desde nuestro sofá del “Primer Mundo”, de la pobreza en que vive la gente en el llamado “Tercer Mundo”, no es lo mismo que el aterrizar en ella, tocarla y sentirla. Porque no es lo mismo “hacer por, desde lejos; que estar con, de cerca,… en su realidad”. Camerún es un país de grandes contrastes: hermosos amaneceres y suficientes recursos, para que su población tenga una vida digna; y, sin embargo, una mayoría del pueblo ve, cada día, prolongada su situación de pobreza. ¡Qué ironía, sentir la fuerza de la lluvia tropical todos los días y, sin embargo, no tener agua potable para beber. Nunca olvidaré esos caminos que he transitado, llenos de barro y de baches. También, tendré siempre presente la exhuberancia de su vegetación y sus vivos colores; el estruendo de la lluvia y la humedad extrema; los enormes lagartos y el zumbido de los mosquitos. Recuerdo el ambiente bullicioso y un tanto caótico de sus mercados: las risas, los olores, las frutas, los cacahuetes, el arroz omnipresente, la cerveza. El ir y venir de las mototaxis arriesgadas Guardo la memoria de su gente: su música y sus danzas; la imagen de muchas mujeres cargando de todo sobre su cabeza; y la de niños deambulando solos por las calles o trabajando, descalzos. La mayoría de ellos viviendo en un medio de pobres chabolas, y calles en las que la suciedad se acumula…Y son muchos los sentimientos y pensamientos que afloran, y que tengo grabados, cuando ves todo eso tan cerca: la desigual y difícil condición de vida, las enfermedades que padecen; y, al mismo tiempo, su humildad y sencillez, su amabilidad y generosidad, su fe y su confianza. Toca reconocer el desconocimiento, la ignorancia en la que vivimos respecto de esa realidad; se siente tristeza y dolor en tantos momentos; y brotan, espontáneos, el amor y el movimiento de solidaridad, conscientes de la propia impotencia ante las dificultades, con miedo, pero con ilusión y con el deseo de no ahorrar esfuerzos. Y, todo ello, lleva a experimentar un sentimiento de felicidad… ¿Por qué, a veces, sólo sabemos valorar lo que tenemos, cuando lo perdemos o no disponemos de ello, en un momento determinado? ¿Por qué necesitamos desprendernos de algunas cosas, para darnos cuenta de que se puede ser feliz sin todas ellas? ¿Por qué no nos damos cuenta, de que el secreto de la felicidad es salir al encuentro del OTRO? Vamos dispuestas a ser útiles allí, a ayudar, a entregarnos… Y, sin embargo, la mayor parte de los días te acuestas con la sensación de que estás aprendiendo mucho más de lo que estás enseñando o aportando ¿Cómo es posible que, estando allí, haya recibido mucho más de lo que he dado? Quizás, las respuestas a alguna de estas preguntas, es que, no siempre, lo útil es sólo lo que se ve; sino que, a veces, la utilidad no es palpable: no se puede tocar ni ver, pero supera con creces a lo que se ve; es que el secreto de la felicidad está en hacer felices a los demás, sin esperar nada a cambio. Y, exactamente, esa felicidad y ese amor es lo que me han hecho sentir todas las personas, en especial los niños y las mujeres, con los que he tenido la oportunidad de compartir mis días en Camerún. Sólo puedo sentirme afortunada, por haber tenido la oportunidad de conocer una realidad que, sin duda, ha cambiado mi vida, y me ayudará a descubrir mejor las causas de todo lo vivido, y a crecer como persona.