Sesión 4 Los hogares como protagonistas del

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 Sesión 4 Los hogares como protagonistas del sistema económico En la sesión anterior dijimos que el hogar era una esfera económica fundamental, y señalamos que el hogar estaba atravesado por conflictos. En esta sesión vamos a ir más lejos aún: vamos a asegurar que los hogares son las principales unidades económicas, es decir, los lugares primarios donde se toman las decisiones económicas. Y vamos a profundizar en qué significa eso de que están atravesados por relaciones de poder. Todo lo anterior, lo vamos a contraponer con la forma habitual de entender la economía, que centra su atención en personas individuales que toman decisiones económicas de manera egoísta y aislada del resto. Se trata del llamado “homo economicus” (u “hombre económico”), que para la economía neoclásica y neoliberal es el sujeto fundamental de la economía1. Desde una perspectiva feminista, aseguramos que ese supuesto “hombre económico” no es real, sino que es una figura inventada que representa valores patriarcales (por eso lo llamamos “hombre”). Y aseguramos que es preciso dejar de pensar en ese sujeto mítico como el destinatario de nuestras políticas económicas, porque, si no, es imposible hacer intervenciones realistas y liberadoras. La estructura de esta sesión es la siguiente: primero veremos la manera habitual de pensar a las personas en la economía (el “hombre económico” guidado por el interés personal) y nos adentraremos en las principales críticas que se le hacen. Esto se 1
Para el marxismo y otras corrientes de pensamiento económico crítico, la unidad de análisis
son las clases sociales. Como es imposible profundizar en todo, en esta sesión no vamos a
entrar en esta discusión que, en todo caso, sí se aborda por una de las lecturas obligatorias
(Folbre y Hartmann, 1988) y que atraviesa de manera trasversal todo el curso.
relaciona mucho con la primera lectura obligatoria de Folbre y Hartmann (1988). Una vez que veamos que esa figura no nos sirve, pasaremos a plantear el hogar como la unidad básica económica y nos adentraremos en los debates sobre qué tipo de hogares hay, cómo funcionan, si los hogares son ámbitos donde las personas cooperan o no, etc. Iremos relacionando todas estas reflexiones con ejemplos de cómo se concretan en la práctica. El texto de Chant (2003) parte de esta idea del hogar como unidad económica básica a la hora de entender la pobreza y se adentra en comprender las relaciones de poder que se dan en el hogar2. 1‐ Una figura mítica que no existe: Robinson Crusoe ¿Conocéis a Robinson Crusoe? Imagino que sí, pero, por si acaso alguien nunca ha oído hablar de él, os lo presento. Este es Robinson Crusoe. ¿Veis que parece un héroe, mirando al futuro? Está solo, en una isla desierta, a su alrededor sólo hay naturaleza, no necesita a nada ni a nadie, solo debe salir adelante. Esta es la figura mítica que se suele utilizar en los primeros cursos de economía, como metáfora de cómo nos comportamos las personas al tomar decisiones económicas. Se supone que las personas decidimos de manera individual y aislada, pensando en nuestro propio interés, haciendo cálculos coste‐beneficio para decidir qué nos conviene más3. Es decir, la economía supone que las decisiones económicas se toman así: 2
Además, este texto aborda otras cuestiones más relacionadas con sesiones anteriores, como,
por ejemplo, que el bienestar no es sólo disponer de ingresos, etc.
3
Para que quienes no habéis estudiado economía veáis el grado de irrealidad de la teoría
económica y de lo que nos enseñan en las facultades. En los primeros cursos nos enseñan a
resolver problemas en los que Robinson tiene que decidir cómo organizar su tiempo. Puede
elegir entre descansar (se está muy bien bajo una palmera, pero si pasa ahí todo el rato morirá
de hambre) o trabajar. Además, puede trabajar recogiendo cocos o pescando. Pescar es más
trabajoso, pero le gusta más el pescado que los cocos. Pues bien, hay montones de fórmulas
matemáticas que nos “ayudan” a saber cómo Robinson va a comprarse y venderse cocos y
pescados a sí mismo. Como empresario, dedica tiempo a “fabricar” cocos y como consumidor
1. QUIÉN: Es lo que se llama el “hombre económico”. Un individuo que es: a. Egoísta: siempre piensa en sí mismo, en su bienestar, en lo que le gusta y lo que no le gusta. b. Separado: toma las decisiones individualmente, nunca decide junto a otros u otras. Comprando y vendiendo en el mercado tiene todo lo que necesita en la vida; no depende de nadie: ni de la sociedad, ni de otras personas cercanas, ni de la naturaleza. Por supuesto, no es un niño, ni un anciano, ni está enfermo… La sociedad es el entorno en el que debe decidir, nada más. Las otras personas son sólo otros individuos que toman a su vez sus decisiones e intercambian con él. La naturaleza son un montón de recursos que están disponibles para ser utilizados. c. Racional: siempre está calculando. “Si decido hacer esto, ¿cuánto me cuesta?, ¿qué consigo?” “Si gasto 15$ en una camisa: ¿cuán feliz voy a ser?, ¿a qué otra cosa debo renunciar?” 2. CÓMO: Ese “hombre económico” decide haciendo un cálculo coste‐
beneficio de manera racional. Tiene unos ciertos gustos (hay gente a la que le gusta más ir al cine que comprar camisas, otros preferirán trabajar muchas más horas en la empresa para poder comprarse siete camisas en lugar de una) y esos gustos los aplica a un mundo exterior que es inamovible (si trabaja en el mercado le pagan X plata, las camisas cuestan Y). Decide solo, sin que nadie le presione (nunca se comprará una camisa porque en su sociedad se supone que un hombre debe llevar camisa; sino porque a él le gustan las camisas. Igualmente, una “mujer económica” a la que le gusten las camisas nunca renunciará a comprarse una porque en su familia la miren mal si lo hace). Es decir, el proceso de toma de decisiones es lo que se llama maximización de la utilidad: a. Maximización de la utilidad: Hay dos tipos de individuos: los consumidores, que van a maximizar su utilidad decidiendo cuánto quieren trabajar (en el mercado) y cuánto quieren consumir. Cuanto más consumen, más felices son. Es decir, se da por hecho que es el consumo lo que da la felicidad. Pero, al mismo tiempo, para consumir hay que trabajar (en el mercado) y eso es desagradable, se hace no porque sea necesario para otros o para la sociedad, sino porque se logra dinero. Así que la decisión es cómo repartir el tiempo entre “trabajo” y consumo; si consumir camisas o consumir cine, si consumir ahora o se va a comprar los cocos. También como empresario 1 “fabrica” cocos que se los vende al
empresario 2, que “fabrica” pescados. Puede parecer un absurdo poner este ejemplo, pero este
ejemplo muestra realmente de manera muy sencilla lo que subyace a toda la teoría económica
habitual: un individuo frío y calculador, que continuamente hace análisis coste-beneficio. Que
tiene toda la naturaleza a su servicio (Robinson nunca se pregunta si los cocos algún día
podrían acabarse). Que no necesita a nada ni a nadie. Que sólo piensa en sí mismo y en su
bienestar entendido de manera muy materialista.
consumir en el futuro (ahorrar)4. Los empresarios son el otro tipo de “hombre económico” y estos lo que buscan siempre es maximizar sus beneficios. b. Es un proceso individual: como decíamos, cada “hombre económico” toma sus propias decisiones, no se pone de acuerdo con nadie, no hace nada porque otra persona se lo pida… y tampoco porque le obliguen (por ejemplo: pensando en un adolescente de una barriada que decide no estudiar, ¿cómo se interpreta esta decisión? Como una valoración: dados los pocos recursos que tiene, prefiere buscar un empleo y no gastarlos. El acento se pone en la decisión individual, en los recursos individuales, y no en las estructuras colectivas de falta de servicios educativos públicos, gratuitos y de calidad). c. Los gustos de cada persona (lo que se denominan las preferencias) son suyos propios, internos y se aplican a un mundo exterior que es inamovible. No influye la sociedad ni el entorno. Ni el género. Por eso deben respetarse, hay que dar total libertad: es decir, hay una idea de la libertad muy individual, y se da por hecho que todo lo que individualmente se quiere y decide es válido y legítimo. No hay que pensar social o colectivamente qué límites poner. d. “Ceteris paribus”: Todo lo relacionado con la construcción de los gustos, o con las condiciones del mundo exterior, se toma como un dato dado, un elemento fijo que la economía simplemente debe asumir, y no cuestionar. Si a los hombres les gustan las camisas y a las mujeres las blusas, eso no es problema de la economía. Si el adolescente no puede solicitar una beca porque no hay programas de becas, eso es un dato, no se cuestiona. Todo eso forma parte de lo que se llama el “ceteris paribus” (que significa “siendo las demás cosas igual”). Es decir, hay muchísimas cosas relacionadas con normas sociales, con relaciones de poder, con estructuras de desigualdad etc. que simplemente se dan por hechas, la economía no se pregunta si están bien o están mal. Como imaginaréis, esto dificulta enormemente introducir el género en el análisis. 2‐ ¿Por qué tienen hijos los economistas? Esta es la forma habitual de entender la economía… y de entender cómo funcionamos las personas cuando tomamos decisiones económicas. Sin embargo: ¿es una manera realista de comprender cómo las personas decidimos? ¿Nos sirve para entender si 4
Aquí, como veis, queda fuera el trabajo no remunerado. La única manera de introducirlo es
preguntándose cuánta plata nos ahorramos haciendo nosotras mismas las cosas. Es decir: si
en lugar de limpiar hay que pagar a una empleada. Pero nunca se planteará la posibilidad de
que cocinemos porque sentimos que es nuestra función de madre (o padre) el cocinar.
decidimos buscar un trabajo asalariado o montar un negocio, si decidimos ir de vacaciones tres días a la playa, si decidimos contratar a una empleada de hogar?… Vamos a intentar aplicar esa forma de toma de decisiones a una que casi todas las personas hacemos en algún momento de nuestra vida: tener hijas/os (hay quienes deciden tener, y quienes deciden no tener). Vamos ir pensando en cinco posibles explicaciones. La primera es la que se ajusta de manera más estricta al modelo que acabamos de explicar. Poco a poco, vamos a ir rompiendo algunos de los supuestos, introduciendo modificaciones en ese modelo del “hombre económico que maximiza su utilidad de forma individual”. La explicación que sigue está tomada del artículo de Susan Himmelweit (2000) quien se pregunta: ¿por qué tienen hijos los economistas? Ella se pregunta si los (y las) economistas cuando deciden sobre su propia vida lo hacen ajustándose precisamente al modelo que enseñan. Veamos. ¿Por qué tienen hijos los economistas? Teoría (qué modelo usamos para explicar)
Nombre
Explicación
Se decide tener hijas/os porque eso significa una inversión para el futuro, es decir, porque en el futuro tener hijos nos dará beneficios financieros, sobre todo: • Ayudarán a trabajar en el negocio familiar o las tierras • Cuando seamos ancianas/os nos cuidarán y mantendrán Todos esos beneficios futuros hacen Los hijos como que compense gastar hoy plata en inversión tener hijos, criarlos, educarlos. Este modelo se usa sobre todo para los países más pobres. En los países más enriquecidos se dice que disminuye la tasa de fecundidad porque: • Hay otras formas de asegurar rentas futuras (por ejemplo, puede ser más rentable invertir en un seguro privado, que no en hijos) ¿Se ajusta al modelo del “hombre económico”? Dimensión de clase: ¿cómo asegurar que los Esta explicación se ajusta mucho al modelo: la decisión se toma hijos e hijas devolverán lo recibido? Si no de manera totalmente egoísta, consideramos que exista el sentimiento de haciendo un cálculo coste‐
responsabilidad, de compromiso, o incluso beneficio de corte puramente de cariño, la única posibilidad es que se les monetario (cuánta plata me obligue por medio de la herencia. Dimensión de género: si las mujeres no van a cuesta, cuánta plata me dará en el futuro). No importan las trabajar en el negocio o no tienen empleo, ¿por qué invertir en ellas? Se justifica, se reglas sociales (se supone que entiende que se invierta menos en las hijas. hay que tener hijos y que no se les puede dejar morir de hambre), ni hay posibilidad de cariño o altruismo. No importa si existen o no métodos anticonceptivos… Ni la influencia de la iglesia. Ni se plantea que capaz la mujer quiere menos hijos y el hombre más… No explica por qué se tienen hijas/os en lugares donde éstos Fallos (lo que no logra explicar) • Es más caro tener hijos: es más cara la educación, por ejemplo. También es más caro en el sentido de que el coste de que las mujeres se queden en casa criándoles es mayor (porque las mujeres tienen mayores salarios que en los países más pobres) Los hijos como bien de consumo (los placeres de la paternidad y la maternidad) El altruismo El consumo suele aumentar cuantos mayores ingresos se tiene. Sin embargo, esto no ocurre con las hijas e hijos (en muchos Se tiene hijos/as porque se disfruta de países, con el crecimiento de la renta per tenerlos, porque son una fuente de cápita lo que ha ocurrido es lo contrario: la placer. Se puede disfrutar el tiempo fecundidad ha disminuido). ¿Será porque hay que se pasa con ellos y ellas, e incluso otras aspiraciones vitales, porque cambian comprándoles cosas. Se puede las normas sociales, porque hay otro acceso disfrutar el estatus mismo de ser padre a métodos anticonceptivos? o madre. Según esta teoría, todos esos factores no importan, no son económicos (son el “ceteris paribus”). Los padres y madres son felices no ¿Tener hijas/os y cuidarlos es siempre una consumiendo niños, sino viendo que elección? ¿O a veces es una responsabilidad, sus hijas e hijos son felices. Según los incluso una obligación moral? ingresos que tengan, y según lo caro o ¿Los padres y madres dedican tiempo a barato que sea tener hijas/os decidirán hacer lo que quieren hacer o a veces dedican no son la fuente de sostenimiento y financiación en el futuro. Se elige por el propio interés (es decir, la decisión sigue siendo egoísta), aunque el interés se calcula de una manera menos monetarista que en el modelo anterior. No se hace un análisis coste‐beneficio financiero hacia el futuro. Este modelo no es individualista como los anteriores en el sentido de que el bienestar del padre o madre depende del bienestar de otros (en este caso, sus hijas/os). Existe la empatía. Pero sigue siendo una decisión individual y racional, y que no está influenciada por el contexto. Según este modelo, el principal motivo En este modelo lo que no se puede entender En este modelo se rompen para cuidar a las y los hijos puede ser es que la norma cambie ni que distintas algunos de los supuestos más el sentimiento de responsabilidad. Si personas asuman de manera diferencial la rígidos del “hombre un bebé llora y te levantas a la noche misma norma. económico”. no es porque te guste, ni porque En las preferencias, en los calcules que en el futuro te lo Lo importante no es si es más rentable o no gustos, influye la sociedad. Ya devolverá, ni siquiera porque sientas hacer caso a la norma, sino que sujetarte a la no se trata de un individuo tan empatía… sino porque debes hacerlo. norma te permite: aislado e independiente, sino de Puedes querer más a una hija que a • Evitar la sanción social que supone no personas a las que les afecta lo La aceptación de otra, pero las cuidas igual porque que el resto piensa. aceptarla responsabilidades tienes la misma responsabilidad. Por lo Sin embargo, dado ese contexto • Aumentar tu reputación social (se morales tanto, se adopta una norma impuesta social, la decisión sigue siendo relaciona, por lo tanto, con la desde el exterior. individual (y sigue siendo una construcción de la identidad) Pero aquí se vuelve al modelo anterior: decisión). ¿por qué se adopta esa norma? Porque monetariamente compensa hacerlo (hay un análisis coste‐beneficio que dice que lo más rentable es aceptarla) porque en sociedades complejas, cuando el proceso de toma de si quieren gastar plata en hacer felices a esos niños y niñas, o si prefieren gastar plata en otra forma de consumo. tiempo a hacer lo que creen que deberían hacer? Desarrollando un gusto por los/as niños/as decisiones es demasiado complicado, es más “barato” y más rentable simplemente seguir la norma impuesta. Este modelo dice que, cuanto más cuides a tus hijas e hijos, más te gustará hacerlo. Cuidándolos construyes un capital personal (tu propia identidad como padre o madre, en la que te reconoces). Pasando tiempo con otros padres y madres construyes un capital social. El tiempo pasado con tus hijos/as y con otros padres y madres hace que cada vez disfrutes más del tiempo que gastas cuidando (los niños como bien de consumo) y de verles disfrutar (las niñas como altruismo). Así también se explica que las mujeres tengan mayor gusto por criar, porque desde el principio dedican más tiempo a la maternidad. Construyen sus redes sociales y su capital personal en torno a la crianza, en lugar de hacerlo, por ejemplo, en torno a su profesión. Las normas sociales juegan un rol muy importante, pero se toman como algo dado, preexistente e inmutable. No se valora si esas normas están bien o mal y desde luego la economía no se plantea cambiarlas. No se entiende cómo diferentes normas aplican a diferentes grupos sociales. Este modelo no se plantea que las normas puedan llegar a un extremo que anulen la capacidad de elegir (porque eres mujer, debes tener hijos), o que las normas apliquen de forma muy distinta a mujeres y hombres (aunque seas padre, no sientes que sea tu deber hacerte cargo). Ni introduce la posibilidad de que no exista posibilidad de elegir, por ejemplo, porque no hay anticonceptivos. Este modelo rompe con la idea de que el “hombre económico” es un ente aislado que funciona al margen de la sociedad. En este caso, la sociedad influye en sus propios gustos y también en los posibles resultados de la acción. 3‐ La importancia de las normas sociales y las identidades: complejizando al sujeto El ejemplo anterior quería ser una forma entretenida de explicar cómo, si nos aferramos a los supuestos que decíamos al principio de manera muy estricta, hay muchas cosas que no podemos explicar. Cada una de las teorías nos puede aportar una explicación parcial, pero no la explicación completa, que sólo la logramos introduciendo diversas perspectivas, para lo cual es imprescindible romper con esa figura del “hombre económico” como la única forma de estar en la economía5. Para entender lo que ocurre tenemos que ir introduciendo nuevos elementos que normalmente se quedan fuera de los análisis económicos y se entiende que forman parte de la sociología, la psicología, la demografía… de cualquier rama de pensamiento, o de cualquier ministerio, pero no de la economía, ni del ministerio de coordinación de la política económica. Lo que se desprende de lo anterior es que ese modelo estrecho del “hombre económico” que “maximiza su utilidad” no nos sirve, y que tenemos que introducir en el análisis las normas sociales y las identidades. De forma calve, las normas de género y las identidades sexuadas (es decir, la construcción de las masculinidad y la feminidad). Las normas sociales: no pueden quedarse en el limbo de lo “no‐económico”, sino que deben formar parte de la comprensión de cómo funciona la economía. Pero tampoco basta con introducirlas como algo fijo, inmutable. Sino que hay que cuestionar si consideramos que esas normas sociales son o no justas y, por lo tanto, si debemos intentar cambiarlas. Por ejemplo: en las políticas de conciliación, podemos tener en cuenta la norma social de que las madres son responsables del bienestar de sus hijos y que, si no tienen donde dejarlos, no van a buscar empleo (aunque en términos financieros pudiera ser beneficioso: pero ellas no deciden sólo mediante un análisis coste‐beneficio). Y, por eso, podemos obligar a las empresas a que pongan guardería en los centros de trabajo (en bastante lugares de América Latina existe esta normativa: se obliga a las empresas con más de un cierto número de trabajadoras a que tengan guarderías). El problema es que aquí asumimos la norma y no intentamos cambiarla. ¿por qué no poner guarderías también en las empresas con trabajadores varones? Así, lo que haremos es reproducir una norma social injusta. Las identidades de las personas: que están marcadas por muchas variables. Por supuesto, por su género, pero también por su clase social, por su procedencia étnica, por el ámbito rural‐urbano… El sentimiento de responsabilidad hacia los hijos e hijas y lo que se considera cuidarlos bien varía de unos grupos a otros. Por ejemplo, esto es importante tenerlo en cuenta para entender la discriminación hacia las mujeres en el 5
Críticas feministas al “hombre económico” son, por ejemplo: England (1993) y Grapard y
Hewitson (2007).
mercado laboral. Os pongo el ejemplo del sector de la metalurgia en españa. Durante mucho tiempo se dijo que no se contrataba a mujeres porque no tenían conocimientos, porque carecían de la cualificación necesaria. Entonces, se organizaron muchos cursos sobre soldadura, etc. para mujeres. Ya había mujeres cualificadas. Si estaban cualificadas, y podían ser buenas trabajadoras, siguiendo una lógica racional coste‐beneficio, los empresarios las contratarían y ellas buscarían trabajo en ese sector donde los sueldos son mayores que en otros. Sin embargo, esto casi no ocurrió, ¿por qué? Por un lado, porque los empresarios (hombres) simplemente no querían contratar mujeres. Era una decisión muy poco “racional”, muy poco “económica”, que se explicaba por su construcción de la masculinidad. Al mismo tiempo, algunas mujeres que entraron se encontraron en un ambiente muy masculino que les era hostil. Tan hostil que decidieron salirse, a pesar de los mayores salarios. Desarrollaron lo que se llama un “gusto por la discriminación”. Es decir, en un ambiente de discriminación, prefieres no saltarte las normas y ajustar a ellas tu identidad. Esto es lo mismo que ocurre muchas veces con gays o lesbianas, que anticipan la discriminación que van a sufrir en la empresa y prefieren no buscar empleo, sino montar su propio negocio, aunque capaz sea más arriesgado y una peor decisión monetaria. Igualmente, un hombre puede querer que su esposa no cambie a un nuevo puesto de trabajo donde va a ganar más que él porque, a pesar de que así van a tener mayor capacidad de consumo, el sentimiento de pérdida de su masculinidad que esto puede significar es más poderoso que la mejora del consumo. Además de introducir las normas sociales y la construcción de las identidades en el análisis económico (y, por lo tanto, de tener necesariamente que coordinar la política económica tradicional con otras políticas que no suelen considerarse económicas, como, por ejemplo, las educativas), se argumenta que esa figura del “hombre económico” es androcéntrica porque representa todos los valores asociados a la masculinidad y desprecia todos los valores asociados a la feminidad: 1. Es un ser separado y aislado: lo contrario de las mujeres, que se supone que son seres en profunda relación con otros, y con la naturaleza. La conexión y la relación, lo colectivo es lo simbólicamente femenino. 2. Es un ser racional: todo lo calcula, lo piensa, hace un balance, y decide. No se entienden los impulsos como forma de decidir. Ni los afectos como algo que afecta a la decisión, ni las normas sociales. Sin embargo, lo asociado a lo femenino, como decíamos en sesiones anteriores, es lo impulsivo, lo irracional. 3. Es un ser egoísta que sólo piensa en sí mismo. Las mujeres, en cambio, se supone que son altruistas, hasta el punto de esperar de ella que lo sacrifiquen todo por el bien de quienes están a su alrededor. 4‐ Dificultades para matematizar la realidad compleja Todo lo anterior puede parecer de sentido común y, sin embargo, si miramos con calma, rara vez se logra hacer un análisis tan complejo y sutil cuando se hacen análisis económicos. Y rara vez se tiene en cuenta esa complejidad al pensar en políticas económicas: por ejemplo, pensamos que con dar educación a las mujeres se solucionarán los problemas de discriminación laboral. O que con dar incentivos monetarios se enviará alas hijas a la escuela. O que con incentivos en los aportes al seguro social se contratará a mujeres. O que con los microcréditos se logrará el empoderamiento de las mujeres. Además, hay un “problema” adicional: ¿qué pasa cuando todo lo anterior lo queremos medir y queremos construir un modelo económico que lo explique? Hay intentos de introducir, por ejemplo, las identidades de género y las normas sociales de género en los modelos6. Normalmente, las políticas económicas que se ponen en marcha suelen exigir tener detrás un modelo que las avale, una justificación. Y esa justificación suele ser un modelo matemático en general complicadísimo, que tiene dos dificultades básicas: 1. Primero: medir todo eso que decimos que es relevante. ¿Cómo medir las normas sociales, o las identidades, o el sentimiento de responsabilidad? 2. Segundo: convertir todo lo anterior en una fórmula matemática o econométrica. Muchos análisis económicos tienen que reducir al mínimo esas dos complejidades, para poder medir y calcular. Se basan en, lo que se llama, los supuestos. El problema es que muchas veces se dedican todas las energías a medir y construir fórmula, pero a base de supuestos tan sencillos que, a lo máximo que se llega, es a simplemente extraer conclusiones de sentido común, o cosas que ya se sabían antes, por ejemplo, gracias a estudios cualitativos. Como se ha afirmado, los intentos de introducir todas estas complejidades socioeconómicas en los modelos tienen una deficiencia fundamental: “a veces parecen traer más problemas de los que resuelven: modelos increíblemente complejos pueden no producir más que conclusiones elementales, incluso de puro sentido común”. ¿Por qué ocurre esto? Porque no creemos que las metodologías cualitativas sean serias o confiables y sólo nos creemos algo cuando hay un número que lo explica… aunque ese número diga lo que ya sabíamos, y aunque obtener ese número haya consumido una cantidad ingente de recursos (humanos y 6
Por ejemplo, Akerlof y Kranton (2000) introducen las identidades, McCrate (1988) introduce
las normas. Sobre la importancia de las normas aunque menos matemático, Badgett y Folbre
(1999) y de las identidades Grapard y Hewitson (2007).
financieros). Como comentábamos el otro día en la tutoría virtual, el problema de la economía muchas veces es que va atravesando estos cuatro pasos7: 1. Primero: mide todo lo que puede medirse. Esto está bien 2. Segundo: desconsidera lo que no puede medirse (por ejemplo, las normas sociales sobre la maternidad y la paternidad) o le da un valor cuantitativo aleatorio: esto es artificial y engañoso 3. Tercero: da por hecho que lo que no puede medirse no es realmente importante: esto es ceguera 4. Cuarto: dice que lo que no puede medirse fácilmente no existe: ¡esto es suicidio! 5‐ La contrapropuesta feminista: los hogares como unidad económica básica ¿Qué es lo que se afirma desde la economía feminista? Que las decisiones no las toman los “hombres económicos” (de hecho, se asegura que esos “hombres económicos” no existen), sino que las decisiones las toman las personas en los hogares. Precisamente, se entiende el hogar como ese conjunto de personas que gestionan de manera conjunta su vida cotidiana, y, por lo tanto, que negocian las decisiones económicas. Los hogares son las unidades básicas de producción, consumo e inversión. En ellos se da ese triple proceso que decíamos de extensión del bienestar, expansión del bienestar, y reducción de la población trabajadora. En ellos, sobre todo, se asume la responsabilidad de que “el conjunto encaje”, porque es donde se garantiza que los distintos recursos y procesos económicos finalmente se traduzcan en bienestar concreto de las personas. De nuevo, esta idea así dicha puede parecer de sentido común. Pero luego no solemos ser consecuentes o la utilizamos de manera engañosa: 1. En las decisiones correspondientes al mercado laboral seguimos pensando en términos individuales. Creemos que las personas deciden ellas solas según qué les conviene más. Por ejemplo, si ofrecemos un incentivo a una buena trabajadora para que mejore su puesto a cambio de asumir mayores responsabilidades, ni se nos pasará por la cabeza que capaz no lo acepte… porque su esposo le anime a no aceptarlo (porque, como decíamos antes, eso podría suponer una pérdida de estatus en su sentimiento de masculinidad y ella quiere evitar ese conflicto potencial). En programas dirigidos a “aumentar el capital humano” de la población, se piensa que la 7
John J. Flynn, Antitrust Jurisprudence: A Symposium on the Economic. Political and Social
Goals of Antitrust Policy Introduction, 125 U. PA. L. REv. 1182, 1186 n.9 (1977) (quoting Daniel
Yankelovitch).
gente va a invertir más o menos plata en educarse según qué salario crea que va a lograr después. Pero rara vez, por ejemplo, se piensa en que esa decisión puede ser una decisión familiar, que dependerá del papel que cada persona juegue en la familia (por ejemplo, si esa persona ayuda en el negocio familiar) o que, incluso, será la familia la que decida cuál de los hijos o hijas va a ir a estudiar. 2. La idea del hogar la usamos, sobre todo, para entender lo que pasa fuera del mercado (por ejemplo, si se tienen hijos) y, más que nada, las decisiones de las mujeres. Por ejemplo, casi nadie (tampoco ningún economista) dirá que la decisión sobre cuántas horas dedicar a trabajo doméstico es individual: es una decisión conjunta según las necesidades del hogar. Pero, como decíamos, no ocurre lo mismo cuando pensamos en las decisiones respecto al trabajo de mercado. Igualmente, ahora que hay muchas mujeres que migran, empieza a adquirir mucha importancia la idea de que migran como una estrategia de supervivencia para las familias. Siempre que se piensa en mujeres migrantes, se piensa también en sus hogares: migran para enviar remesas a la familia, cuando migran qué ocurre con los hijos e hijas... Sin embargo, durante los años en que las mujeres migrantes han sido invisibles y había una idea generalizada de que el protagonista de la migración era un varón, siempre se pensaba en términos individuales: cuánta plata ganaría si se queda, cuánta ganará si se marcha. Ni estrategia familiar, ni hijos en origen, ni nada. Ellos solos frente al mercado laboral global. 3. Pensamos en el hogar como un lugar armonioso, donde sus miembros se quieren y apoyan unos a otras. Es el modelo de hogar unitario que, de forma clave, suele subyacer a los programas de lucha contra la pobreza, como deja claro la lectura de Chant (2003). Se da por hecho, por ejemplo, que los recursos que llegan a los hogares se reparten de manera equitativa. El hogar, como decimos, se convierte en una caja negra. Al considerarlo como una unidad armoniosa, no nos preocupamos de entender los procesos de decisión económica intrahogar. El hogar se convierte en una caja negra. ¿Quién y cómo decide?, ¿qué relaciones de poder afectan? Sin embargo, si nos preocupamos, veremos que por supuesto hay relaciones de poder: de género y generacionales, sobre todo. Y que hay un proceso de toma de decisiones muy complicado. 6‐ El conflicto cooperativo Para entender los complejos procesos de toma de decisiones en los hogares se usa el modelo del conflicto cooperativo8. Este modelo se basa en dos ideas: por un lado, que en los hogares existe cierta cooperación, existe una toma de decisión más o menos común (común no significa que sea justa ni simétrica, pero sí que es compartida). Bien sea por elección (se elige estar juntos), o porque no queda otra alternativa (hay que estar juntos, hay que tomar decisiones que afectan a todos y todas). Y, por otro lado, que las decisiones no se toman armoniosamente ni benefician a todos los miembros del hogar por igual. Sino que hay una negociación entre personas que, a veces, pueden tener intereses comunes, y otras, intereses opuestos. La cuestión entonces es ver cómo se decide y qué factores afectan al poder de negociación de las distintas personas que los integran. Agarwal (1997) tiene un muy buen artículo donde explica qué cuestiones hay que tener en cuenta, que normalmente son olvidadas: 1. Determinantes del poder de negociación intra‐hogar: en una casa, no todo el mundo tiene la misma “influencia”. Esto depende de muchos factores, de manera clave, los recursos que se tengan: a. Algunos de ellos pueden medirse: las tierras, el capital, el salario… b. Ganar un salario o tener tierras son factores determinantes, ¡pero no los únicos! También afectan otros elementos no tan fácilmente medibles: los apoyos que se tengan fuera (por ejemplo, si una mujer tiene un fuerte apoyo de su familia extensa, puede plantar cara a un esposo abusivo, aunque dependa de él monetariamente). Hay recursos que no se miden, pero que es importante si están o no. 2. La importancia de las normas sociales que marcan las nociones aceptadas de cómo debe repartirse el trabajo y los recursos y que definen quién se merece qué: a. Por ejemplo, al decidir si poner una tierra recientemente adquirida a nombre del esposo o esposa, suele reproducirse la costumbre social de que las tierras sean de los varones. b. Afectan también las percepciones sobre las contribuciones. Por ejemplo, aunque el esposo sea incapaz de cocinarse, esa dependencia no da 8
Hay distintos tipos de modelos para explicar cómo se toman decisiones en los hogares.
Primero está el modelo de hogar unitario, que niega que existan conflictos. Para este modelo
(que no es feminista ni de género porque niega que haya discrepancias, mucho menos
relaciones de poder) la decisión es unitaria. Luego vienen los modelos de lo que se llama teoría
de juegos, que asumen que hay negociación. Algunos piensan que la negociación es
cooperativa (que no hay conflicto). Otros, los más y donde hay más aportes desde el género,
piensan que la cooperación tienen conflictos (de estos, por ejemplo: Manser y Brown, 1980 y
Woolley, 1988). Un repaso de todos está en Seiz (1999). Finalmente, están los modelos de
conflicto cooperativo (en general, mucho menos basados en fórmulas matemáticas, y que
utilizan otro tipo de herramientas metodológicas). Es central el trabajo de Amartya Sen (por
ejemplo, Sen, 1985). Y, como reelaboraciones feministas, destacan las de Bina Agarwal (por
ejemplo, Agarwal, 1997).
poder a la esposa. La contribución del esposo con el salario se valora, la de la esposa con el trabajo no pagado se menosprecia. Los trabajos de las mujeres típicamente se infravaloran y no dan a las mujeres poder de negociación. Cuando buscamos empoderar a las mujeres haciendo que ganen un salario, eso puede ser muy positivo, pero olvidamos que estamos reproduciendo esta valoración diferencial de las contribuciones. c. También hay una fuerte influencia social marcada por el género en las percepciones sobre las necesidades (por ejemplo, entender que un hombre necesita más “espacios de diversión”) y sobre las capacidades (por ejemplo, dar por hecho que una mujer cuida mejor). d. Además, las normas sociales no sólo afectan al poder de negociación diferencial de mujeres y hombres dentro del hogar, sino fuera: si hay una idea general de que las mujeres son trabajadoras secundarias, o que su sueldo es un “complemento” al de los esposos, su capacidad para negociar mejoras salariales es mucho menor. Por ejemplo, muchas empresas que producen para la exportación (en ecuador son sobre todo agrícolas, como la florícola) se aprovechan de esta idea para pagar muy bajos salarios. 3. Las normas sociales afectan de otras muchas maneras: a. Limitan incluso lo que se puede negociar: ahora se puede negociar si una adolescente va a la universidad, pero antes no era siquiera planteable. Hay cosas que se dan por hecho, que se consideran “naturales”: por ejemplo, ¿se negocia quién debe dedicarse a criar a un bebé, más allá de la lactancia? b. Como decíamos, las normas determinan el poder de negociación. Por ejemplo, si hay una fuerte sanción social a las mujeres que se divorcian, una mujer tendrá mucho menos poder para discutir con su esposo. c. Las normas establecen cómo se produce la negociación misma: por ejemplo, puede verse muy mal que una mujer discuta, o que una mujer discuta en público con su marido o con su padre. De hecho, las normas sociales muchas veces ahogan las voces de las mujeres. 4. Además, el proceso de negociación es muy complejo por otros factores: a. Las negociaciones muchas veces no son explícitas, sino el resultado de las diferencias implícitas en el poder de negociación. b. El poder tiende a ser cumulativo (si por norma social se da por hecho que la tierra debe estar a tu nombre, luego además estará a tu nombre y eso te refuerza). c. Se pueden formar alianzas En general, muchos son los factores que deben incluirse y esto complejiza y, sobre todo, enriquece nuestra comprensión de la economía y nos permite acercarnos mucho más a los procesos reales y diseñar intervenciones que tengan el impacto deseado. Pongamos un último ejemplo. Supongamos que queremos poner en marcha un proyecto de mejoramiento del cultivo de café y de facilitación de acceso a mercados de las familias productoras de café de una zona determinada9. La posición más tradicional se centra en preocuparse por cuáles serán las mejores semillas, cómo incrementar la calidad del producto (por ejemplo, proyectos que promocionan los biocultivos), cómo garantizar el acceso a mercados locales o internacionales, cómo mejorar el funcionamiento de la cadena de valor asociando a diversos productores, etc. Normalmente, son proyectos en los que se involucra el “jefe de familia” en nombre de toda la familia entendida como unidad productora (en este caso, cafetalera). Y se supone que lo que sea bueno para la “unidad productora” es bueno para todos los miembros que la conforman. No se harán preguntas como las siguientes: 1. ¿Cuál es el reparto de roles en esa “unidad de producción”? A menudo, los trabajos que hacen las mujeres en la producción de café son invisibles. Mucho más lo son los trabajos que hacen en el hogar y que permiten al varón dedicar capaz más tiempo a la producción o, por ejemplo, asistir a una reunión con otros cafetalero aspara organizar una asociación. Sin embargo, las mujeres hacen trabajos en el hogar que sostienen la producción de café. Y hacen también trabajos en la producción de café, como lo muestra la siguiente tabla: Fuente: Torres y Quishpe (2009) 2. ¿Quién toma las decisiones en esa familia?, ¿se están repartiendo de manera justa los beneficios? ¿Cómo podemos aprovechar el proyecto para empoderar a las mujeres, que se reconozcan sus trabajos, que logren mayor 9
Este apartado está inspirado en el ensayo final del curso Género y economía 2009, de Janett
Torres y Jeakeline Quishpe “Programa Nacional Biocomercio Sostenible en Ecuador. Iniciativa
productiva cafetalera y el rol de la mujer”
poder de negociación? ¿Cómo hacer para que las mujeres también participen en las reuniones de las asociaciones de productores cafetaleros? 3. ¿Hay hogares que están quedándose fuera, como, por ejemplo, los hogares de mujeres solas con hijos? Muchas veces, estos hogares se quedan fuera de los proyectos generales, y sólo acceden a proyectos “específicos”. Es decir, lo “normal” es el otro tipo de familia, y esta es la “excepción”. Además, sólo recordamos que hay mujeres y que capaz tienen necesidades específicas si están en este tipo de hogar, las otras permanecen totalmente invisibles. Todas esas preguntas son imprescindibles si queremos poner en marcha un proyecto de mejora de la calidad de vida para toda la población. Es decir, si no asumimos que, beneficiando a la familia a través del varón que supuestamente la represente, estamos beneficiando a todo el resto. 7‐ Mujeres malabaristas de la vida Juntemos dos ideas dichas anteriormente: 1. Los hogares son el lugar donde se asume la responsabilidad de que el sistema económico finalmente se traduzca en bienestar concreto y cotidiano, donde se dan respuestas a los cambios en otras esferas para garantizar día a día la sostenibilidad de la vida. 2. En los hogares los trabajos y los recursos se reparten en base a ejes de poder, sobre todo, de género y generación. Si unimos estas dos ideas, ¿qué tenemos? Tenemos que el rol de las mujeres en los hogares a menudo las convierte en las “mujeres esponja”, es decir, aquellas que en última instancia están respondiendo a todos los cambios. Las que, si hay menos plata, comprarán el grano sin moler porque es más barato y lo molerán luego en casa, las que aunque no encuentren un empleo harán mil y una cosas para sacar unos centavos. Las que se mueven de una esfera a otra de la economía: de la chacra a la propia casa, de la cada a la de la vecina; de ahí al centro de salud; de ahí al mercado a buscar lo más barato; de ahí a preparar un mote con fritada para vender en la esquina, de ahí a…. Las europeas de clase media que prepararán el desayuno al hijo, y lo llevarán a la escuela mientras dejan al bebé con la abuela; que desde la oficina llamarán a la compañía de gas porque se estropeó el suministro; saldrán y recogerán al bebé e irán con el otro niño al oculista, y llamarán a su amiga que está enferma por si necesita que le compren medicinas, y… La vida económica de las mujeres es muy móvil y flexible entre las distintas esferas económicas, porque es necesaria esa movilidad para que al final la economía entendida como sostenibilidad de la vida salga adelante. Son las mujeres esponja, aunque también hay quien las llama “malabaristas de la vida” (Dones i Treball, 2003). Este rol implica que son ellas quienes absorben la tensión entre el capital y la vida que explicábamos en la sesión anterior. Este es el rol que los hombres (en general) no asumen, más allá de que algunos aumenten su dedicación al trabajo no remunerado; el rol que refleja aquel gráfico sobre las personas “responsables del hogar” como alternativa a la idea de jefatura de familia. Un rol que se asocia a la construcción de las masculinidades, mucho más centradas en el papel que se juega en la esfera pública, en el mercado (y, en algunos casos, en la política). Un rol mucho más estático y que conlleva mucha menor capacidad de respuesta. Así, cuando ha habido procesos de gran aumento del desempleo masculino (como en los años 80 en muchos países latinoamericanos), muchos hombres se han quedado sin saber qué hacer, heridos en lo más profundo de su construcción como sujetos. La película “Los lunes al sol” (dirigida por Fernando León de Aranoa, España, 2002) muestra muy claramente esta centralidad del empleo en la vida de los hombres y esa rigidez respecto a su rol económico: o tienen un trabajo (remunerado), o nada. Las mujeres, decimos, asumen la responsabilidad de que el conjunto encaje, son el colchón último del sistema económico. Es fundamental tener en cuenta este rol… pero no explotarlo, sino socializarlo. Es decir, hacer dos cosas: convertirlo en una forma de participación económica también de los hombres. Y fomentar que ese rol no funcione contra las propias mujeres, que, muy a menudo, pensando en las necesidades del resto se olvidan de las propias, como ha ocurrido en varias experiencias de presupuestos participativos (al final de este documento de clase, se incluye una experiencia que es muy ilustrativa sobre este punto, podéis leerla si os interesa). 8‐ En resumen Hay que ser conscientes de que la unidad económica básica en la cual las sociedades y las personas se organizan para resolver sus vidas son los hogares, y que los hogares funcionan con conflicto cooperativo, actuando en general los métodos de distribución de los recursos y las normas sociales en contra de las mujeres, restándoles poder de negociación, lo cual disminuye su capacidad para obtener, controlar y decidir sobre los recursos. Y convirtiéndolas en las garantes últimas o únicas del bienestar. Cuando tengamos en cuenta que las políticas no pueden dirigirse a “hombre económicos” sino a hogares en conflicto cooperativo, que probablemente tendrán a una mujer como responsable última, tenemos que tener cuidado de no caer en los siguientes errores: 1. Pensar que, cuando hablamos de hogares, estamos siempre haciendo referencia al modelo de familia nuclear tradicional: pareja heterosexual e hijas/os. Los hogares son muchísimo más diversos. Hay una pluralidad de formas de organización económica básica. Y, de hecho, la diversidad está creciendo. Arriagada y Aranda (comps.) (2004) 2. No tenemos que pensar en los hogares como unidades que funcionan aisladas. Igual que el “hombre económico” no funciona de manera separada a todo el resto de personas, tampoco los hogares lo hacen. Los hogares funcionan insertos en redes, y en conexión con otros ámbitos de actividad económica. De hecho, aquí hay dos preguntas clave para la economía: por un lado, hasta qué punto existen redes sociales que conecten a los hogares y eviten que cada hogar esté “solo ante el peligro”. Precisamente, hoy día estamos viviendo, en ciertos grupos sociales y/o países, un proceso de nuclearización de la vida: los hogares cada vez son más pequeños y, sobre todo, actúan de forma más solitaria. Esto dificulta muchísimo el poder responder a los shocks económicos, porque esa función de “colchón” se nucleariza. Por otro lado, preguntarnos cuál es la relación de los hogares con otros agentes, de manera clave, las instituciones públicas, las organizaciones de base, etc. 3. Aunque hablemos de hogares, no nos vayamos al otro extremo. No podemos olvidar el nivel individual. Precisamente, cuando decimos que tenemos que adentrarnos en la caja negra del hogar y preguntarnos qué ocurre ahí, estamos hablando de preguntarnos por cada una de las personas de esos hogares. De nuevo, esto es lo que solemos hacer con las mujeres: no las vemos como sujetos en sí mismas, sino como madres, esposas, abuelas, etc. No logramos entender su individualidad y darle un significado económico. Cuando decimos que el “hombre económico” en tanto que ese ser separado del resto no existe, tampoco estamos diciendo lo contrario: que ese sujeto sea absolutamente “soluble”, que desaparezca. Tenemos que intentar entender las experiencias de lo que se ha llamado un individuo relacional (o individua relacional), que tiene personalidad, intereses y posiciones propias, pero que está en constante conexión con el resto (England, 2003). 4. Y, si recordáis, otra de las cosas que se critican del “hombre económico” es la idea de que es totalmente egoísta. Pero, frente al egoísmo, no debemos caer en la idea del puro altruismo, ese que lo da todo por amor al resto, que por amor al resto es capaz de inmolarse y sacrificar el bienestar propio. Esta idea sacrificial del amor es la que se ha promovido históricamente en las mujeres, lo que hemos llamado la ética reaccionaria del cuidado. La gente a veces se comporta de manera egoísta, otras, es altruista y, las más de las veces, ni lo uno ni lo otro de forma pura. Y también afectan asuntos como el sentimiento de responsabilidad, la coerción, el compromiso… Las motivaciones económicas son complejas y en absoluto reductibles a la dicotomía egoísmo/altruismo. Quizá todo lo que hemos estado discutiendo en esta sesión os parezca un poco abstracto, o, vuelta, de puro sentido común. Pero es fundamental tenerlo en cuenta, y es fundamental estar atentas y atentos, porque son valores mucho más arraigados de lo que a veces pensamos. En el momento más insospechado, puede ocurrir que una vez más estemos diseñando una política dirigida al hogar unitario, sin ver los conflictos internos, o que pensemos en ese “hombre económico” al entender la conducta de las personas. Bibliografía Akerlof, George A. y Kranton, Rachel E. (2000), "Economics and Identity", Quarterly Journal of Economics , 115 (3), págs. 715‐53 Arriagada Irma y Verónica Aranda (comps.) (2004), Cambio de las familias en el marco de las transformaciones globales: necesidad de políticas públicas eficaces, CEPAL, disponible en http://www.eclac.cl/cgi‐
bin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/5/20555/P20555.xml&xsl=/dds/tpl/p9f.xsl&
base=/dds/tpl/top‐bottom.xsl Badgett, Lee y Folbre, Nancy (1999), "Assigning Care: Gender Norms and Economic Outcomes", International Labour Review, 138 (3), págs. 311‐26 Dones i Treballs, Grupo (2003), Malabaristas de la vida. Mujeres, tiempos y trabajos, Barcelona: Icaria England, Paula (1993), "The Separative Self: Androcentric Bias in Neoclassical Assumptions" en Ferber, Marianne A. y Nelson, Julie A. (eds.) (1993), Beyond Economic Man: Feminist Theory and Economics, Chicago: University of Chicago Press, págs. 37‐
53. Versión en español editada por Cátedra, la Universidad de Valencia y el Instituto de la Mujer, 2003 ‐‐‐‐‐ (2003), "Separative and Soluble Selves: Dichotomous Thinking in Economics" en Ferber y Nelson (eds.) (2003), Feminist Economics Today. Beyond Economic Man, Chicago: University of Chicago Press págs. 33‐60 Grapard, Ulla y Gillian Hewitson (eds.) (2007), Robinson Crusoe's Economic Man. A Construction and Deconstruction, Taylor and Francis Himmelweit, Susan (2000), "Alternative rationalities, or why do economists become parents?", Open Discussion Papers in Economics, 28, http://www.open.ac.uk/socialsciences/__assets/ndxa2cy6kem6mjglhg.pdf Manser, Marilyn y Brown, Murray (1980), "Marriage and Household Decision‐Making: a Bargaining Analysis", International Economic Review, 21 (1), págs. 31‐44 McCrate, Elaine (1988) "Gender Difference: the Role of Endogenous Preferences and Collective Action", American Economic Review, 78 (2), págs. 235‐9 Seiz, Janet A. (1999) "Game Theory and Bargaining Models" en Peterson y Lewis (eds.) (1999), págs. 379‐90 Sen, Amartya K. (1985), Commodities and Capabilities, Oxford: Oxford University Press Torres, Janett y Jeakeline Quishpe (2009), “Programa Nacional Biocomercio Sostenible en Ecuador. Iniciativa productiva cafetalera y el rol de la mujer”, Mimeo Woolley, Frances R. (1988), A Non‐Cooperative Model of Family Decision Making, Londres: Londres School of Economics TIDI/125 Anexo (leer sólo si se tiene interés en este asunto): Extractos de Llavaneras Blanco, Masaya (2010), “Llegando al corazón de la política fiscal: ¿los presupuestos sensibles al género como herramienta para La justicia de reconocimiento y redistribución?”, XII Jornadas de economía Crítica, Zaragoza, febrero de 2010 El presupuesto participativo como herramienta para el ejercicio de derechos El proceso de implementación de PSG en el municipio Caroní inició en junio de 2006. Caroní fue de los primeros municipios en implementar los presupuestos participativos en Venezuela (a partir de 1995) mucho antes de que esta modalidad de planificación fuera establecida por la Ley del Poder Público Municipal. Caroní también fue pionero al abrir una de las primeras Casas Municipales de la Mujer de Venezuela en la década del noventa. Diversas administraciones del gobierno municipal han mantenido una gestión abierta a nuevas modalidades de trabajo participativas y a favor del fortalecimiento del ejercicio de derechos y su equipo se mostró dispuesto a explorar las posibilidades de incorporar PSG en su gestión. Además, Caroní se presentó como una localidad de interés para este tipo de propuestas por contar con una historia importante de presencia de movimientos y organizaciones populares de mujeres. El trabajo en el ámbito municipal permitió también colocar un mayor énfasis en la participación de beneficiarias y mujeres organizadas en todas las etapas de la investigación. La investigación diagnóstica para la implementación de PSG en el municipio Caroní, desarrollada por Solana Simao, conto entre sus características principales con la consulta a diversas organizaciones de mujeres, la revisión del plan municipal de desarrollo y el análisis del gasto etiquetado, así como la revisión de los niveles de participación de mujeres y hombres en las jornadas de presupuesto participativo. Esta investigación permitió evidenciar la presencia del supuesto de “neutralidad” de las estrategias de desarrollo municipales, la falta de formación del personal técnico en materia de género y planificación pública, así como un alto nivel de agregación de los presupuestos de gastos que impedía un análisis a profundidad del gasto presupuestado tanto a nivel de objetivos, como de población beneficiaria. El análisis del gasto etiquetado demostró que sólo un 0,05% del total del gasto presupuestado de la alcaldía estaba dirigido a la equidad de género durante los años observados (2004‐
2005) (Simao 2006). La escasa asignación de recursos a los problemas de género contrastaba con la alta asistencia de las mujeres en relación a los varones en las jornadas de presupuesto participativo, la cual era particularmente pronunciada en las parroquias urbanas y de mayores niveles de pobreza como Unare y Vista al Sol (ver tabla No.1). Por el contrario, la asistencia de las mujeres en relación a los varones disminuye en las parroquias rurales. El contraste entre la alta asistencia de mujeres a las jornadas de presupuesto participativo y los escasos recursos destinados a sus intereses estratégicos (tales como salud sexual y reproductiva y generación de empleos) impuso la necesidad de distinguir analíticamente entre asistencia y participación. Se descubrió entonces que las mujeres tendían a asistir en grandes números más no a participar en la misma proporción dentro de las mesas técnicas. Al ser consultadas al respecto, lideresas comunitarias y beneficiarias de políticas públicas indicaron la escasez de tiempo para participar en las mesas de trabajo en las cuales se tomaban las decisiones finales sobre el presupuesto participativo municipal. Esta escasez era atribuida en la mayoría de los casos a deberes dentro de los hogares tales como la preparación de alimentos, el cuidado de familiares y la llegada de los esposos al final de la jornada laboral. Es por esto que a partir del año 2007 se variaron las horas de convocatorio y se incorporaron actividades dirigidas a las hijas e hijos, nietas y nietos de las y los participantes de las jornadas participativas de manera que contaran con las condiciones necesarias para permanecer durante la totalidad de las jornadas de toma de decisión. Para las consultas de ese año se observó una mayor paridad en la participación de hombres y mujeres en las mesas de trabajo y se logró la incorporación de la asignación de recursos al Hospital Materno‐Infantil del municipio entre las prioridades del Presupuesto Participativo. A pesar de que que las mujeres se incorporan en mayor proporción dentro de las mesas técnicas, se observó que al participar las mujeres priorizaban las necesidades de sus cónyugues, hijos e hijas y familia en general, dejando a un lado sus necesidades estratégicas y reproduciendo el rol reproductivo en el ámbito comunitario (Simao 2006). Esta tendencia a la invisibilización de las reivindicaciones y demandas de género parecen obedecer a lo que Nussbaum denomina “preferencias adaptativas” según las cuales la elaboración de demandas “de mujeres” en el ámbito público no parecía ser parte de las capacidades y oportunidades imaginadas por las propias sujetas (2007, p. 85). Una manifestación clara de las preferencias adaptativas ocurrió durante las jornadas de presupuesto participativo en el año 2006, cuando el propio gobierno municipal incorporó la violencia intrafamiliar como una de las prioridades a consultar con la población. No obstante, esta prioridad de inversión en política pública fue removida en las asambleas participativas por parte de la propia ciudadanía (y sustituida por demandas relacionadas con mejoras al urbanismo de las comunidades a pesar del alto número de demandas al respecto realizadas por las mujeres (participantes de las jornadas de discusión del presupuesto) en talleres de discusión. En este caso, la participación dentro del espacio público y las esferas de toma de decisión no implicó la “reestructuración profunda de las relaciones de producción” o de las “relaciones de reconocimiento” tal y como lo plantea Fraser (p. 30) sino más bien reafirmó los roles de género establecidos por las convenciones sociales. A la luz de esta experiencia se experimentó con la realización de asambleas participativas específicamente de mujeres durante el año 2009 para la formulación del año fiscal 2010 con el objetivo de fomentar la participación activa de las mujeres en las esferas de toma de decisión trayendo la esfera privada al espacio público. Esto permitió orientar las discusiones del presupuesto municipal a los problemas de las mujeres, e implicó la incorporación de prioridades de política pública al presupuesto municipal vinculadas con la problemática de las mujeres consultadas: el embarazo en adolescentes, violencia contra la mujer, y promoción de derechos de las mujeres (difusión de instrumentos jurídicos existentes). Si bien esta medida puede ser evaluada como una que profundiza y apoya la diferenciación entre grupos (en este caso las mujeres) y la “sedimentación y congelamiento de las diferencias de género” (Fraser, p. 32) la misma permitió construir reivindicaciones políticas por parte de las mujeres que permitieran, al menos temporalmente, poner en entredicho la dicotomía entre lo público y lo privado, así como incorporar sus propias demandas como sujetas políticas y de desarrollo. 
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