Dr Wong - Cayetano – Pae

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“MÁS QUE CONSEJOS, PENSARÍA EN VOZ ALTA LO QUE YO HARÍA SI
FUERA JOVEN Y TUVIERA QUE SALIR A HACER FRENTE A LA VIDA”
Entrevista al doctor Carlos Félix Wong Cam, egresado de la Facultad de Medicina,
integrante de la V Promoción 1967 “J. Oscar Trelles”; Creador y Director de la
Organización Peruana de Lucha contra la Ceguera (Opeluce), Fundador y Director Médico
del Instituto Oftalmológico Wong, ganador del Premio Internacional Reina Sofía de España.
¿Cuáles fueron sus motivaciones para estudiar medicina?
¿Y por qué se muere la gente? Es la pregunta que se hacía un niño de tres años en Barrios
Altos, cuando estuvo presente en un funeral y el difunto atrajo su curiosidad. De esa época
tengo recuerdos indelebles de una Lima señorial y equilibrada, posteriormente por razones
laborales de mis padres residí en Chiclayo.
Ellos habían venido de China y cada cierto tiempo, cambiaban el giro del negocio. Por
entonces, había concluido la segunda guerra mundial y afloraron mis inquietudes por
conocer los acontecimientos del mundo, circunscritas a las noticias diferidas que llegaban
con los diarios capitalinos un día después, así como las que se escuchaban a través de la
radio de onda corta. Esto despertó en mí una insaciable curiosidad que complementaba bien
con las libros donde los artefactos de Julio Verne alternaban con los intrépidos personajes
de Alejandro Dumas y Emilio Salgari; pero fueron tal vez mi afición por las ciencias
biológicas y mi frecuente visita al médico chino que curaba mi dermatosis, atopia le dicen;
la observación de la diabetes que agobió a mi madre ó porque había nacido un generoso
sentimiento por servir a los demás de alguna manera, los que finalmente influyeron en mi
decisión de ser médico.
Al terminar los estudios en el centenario Colegio Nacional San José, postulé a la carrera de
Medicina en la Universidad Nacional de Trujillo, ciudad que escogí para estar más cerca de
mi familia, pero no contaba con la gran demanda que tenía este programa, en su sección
pre-universitaria habían 800 alumnos y solo ingresaban a Medicina los seis primeros en
orden de mérito. Como les comenté era un gran lector, pero nunca había tomado en serio el
estudio en el colegio, para el ingreso a la Universidad sí puse todo mi empeño, logrando
ocupar el primer lugar en la lista de ingreso a Pre-Médicas. Los tres años que siguieron
fueron difíciles y de mucho sacrificio pero me encaminaron por la senda del estudio.
¿Puede señalarnos algunas vivencias de su vida universitaria?
Luego de los dos años de Pre-Médicas, pasé al primer año de Medicina en Trujillo,
enterándome de la creación de la Universidad Peruana de Ciencias Médicas y Biológicas.
Era invierno en Lima de 1961 cuando acudí a la entrevista en el adusto y grisáceo local del
ex colegio Belén, con su gran patio y su jardín interior. Conocí con mayor detalle los
orígenes de la naciente Universidad y decidí participar en la gesta, conociendo las
motivaciones de sus creadores y las falencias de la aplicación de la reforma universitaria y
de la política del momento. Tomé la decisión sin mayores dudas, a pesar de que en la
entrevista se nos advirtió de los riesgos que podríamos tener. Tomé partido por Cayetano lo
que significaba para mí, vivir sólo en Lima bajo un exigente ritmo de estudios. Eran años
movidos con las protestas sociales, que iban acordes con la cimbreante música de Elvis
Presley y Los Beatles. El inicio de mis estudios en Cayetano marcó una nueva etapa,
significó varios años de dura adaptación, pugnando por sobrevivir y por aprobar los cursos,
en una rutina de estudiar, alimentarse y dormir cuando fuera posible. El apoyo que la
Universidad brindaba a los estudiantes era amical y personalizado a través de soporte
tutorial, y los alumnos respondían positivamente a las exigencias académicas. Nuestros
profesores nos enseñaron con afecto y dedicación, paso a paso, el arte y la ciencia de la
Medicina, como padres llevando de la mano a sus hijos. Posteriormente, con el ingreso a
los años de prácticas hospitalarias, a pesar de mi difícil situación, ejercí el cargo de
delegado de la promoción durante los tres últimos años de estudios, lo que me permitió
participar y comprometerme con la Asociación de Estudiantes. En ese tiempo realicé un
histórico viaje a Europa, tras agotadores esfuerzos en la recolección de fondos obtenidos
trabajando durante dos años en las noches y los fines de semana, recorriendo los barrios
más pobres y peligrosos de Lima.
Esa fase de la historia de la Universidad es la que considero más importante, por cuanto
permitió su consolidación institucional, siendo lo más significativo el aporte de sus gestores,
quienes nos enseñaron cómo es posible llevar adelante esta proeza en un entorno escéptico.
No menciono nombres porque es probable que omita muchos, pero estoy seguro que en la
práctica diaria de nuestra profesión, cada uno de ellos permanece en nuestro recuerdo,
como un perdurable homenaje, ahora 46 años después.
¿Algunos comentarios sobre su Residentado Médico y los logros obtenidos?
Concluidos los estudios en la Facultad de Medicina, me conté entre los iniciados de la
flamante Residencia de Oftalmología emprendida por el Maestro Angel Carbone en el
Hospital Loayza. De Pepe Carbone añadiré que fue uno de los introductores de la
formación escolarizada de oftalmólogos en el Perú. Con su clásico academicismo europeo,
sentó cátedra y escuela, con sueño y empeño formó especialistas a lo largo de tres décadas,
es a quien debo recordar con cariño y admiración porque inspiró en mí la investigación, la
docencia y la rebeldía ante la pasividad e indiferencia. Mi formación quirúrgica la completé
en el servicio oftalmológico del antiguo Hospital Santo Toribio de Mogrovejo, donde
soplaban también vientos innovadores con el Maestro Francisco Contreras, culminando mi
anhelada formación como oftalmólogo. Luego participé en el prestigioso Curso de
Oftalmología de Puerto Rico, donde especialistas de la crema y nata de la Oftalmología de
los Estados Unidos de Norteamérica dictaban conferencias de un nivel increíblemente
avanzado, este curso acabó por cambiar totalmente mi enfoque sobre la especialidad, a tal
extremo que casi acepto la carta de ciudadanía que me ofrecieron para ejercer en Hawai.
Decidí optar por el retorno a Lima para desempeñar mi labor como oftalmólogo e instructor
de la cátedra en el Hospital Loayza.
¿Algunos comentarios sobre su experiencia profesional, lugares donde ha trabajado,
logros, premios, posición actual?
Debo confesar que cuando hablo de mi vida profesional debo lidiar con recuerdos y
sentimientos. Resulta que a pesar de mi vocación y dedicación por la docencia, tuve que
abandonarla por un corto ejercicio de supervivencia en un consultorio. Fue ahí donde
empecé a trabajar independientemente y fue una ocasión para planificar mi futuro.
Cuarenta años después cuando me preguntan sobre la manera de alcanzar el “éxito”, podría
resumirlo diciendo que es preciso enfatizar que se debe ser dinámico y resuelto, dedicar
tiempo, vitalidad y alegría a muchas actividades y responsabilidades dejando de lado otras
también importantes. En este proceso hay que ignorar a los escépticos, cometer errores y
compartir ideas para lograrlo. Debo agregar la paciencia; la paciencia oriental que Lao Tse resumió en una frase: “Un viaje de mil millas empieza con el primer paso”. La riqueza
material es sólo parte del éxito, junto con la salud, la energía, el entusiasmo por la vida, las
relaciones personales, la libertad creativa, la estabilidad emocional, la paz y el bienestar. El
verdadero éxito resulta de la comprensión de nuestra verdadera naturaleza y el despliegue
de nuestras milagrosas fuerzas internas, que nos conducen a acercarnos a comprender el
verdadero significado de la vida y hacer que vivir valga la pena.
Lo dicho explica la variedad de las actividades que he desarrollado; jefe de boy scouts,
asesor de la vista para 80 clubes de Leones, productor y director de un documental para el
cine, viajero impenitente en vuelos de aviones correos, autor o coautor de 160 trabajos
científicos, fundador de tres modernas clínicas oftalmológicas, editor de la revista Archivos
Peruanos de Oftalmología, comunicador social en temas de salud y empresario, fundador y
director de la Organización Peruana de Lucha contra la Ceguera (Opeluce), he sido pionero
de la prevención de ceguera en Latinoamérica, recorriendo la mayor parte de la costa, sierra
y selva peruanas en una ejemplar obra social que atendió 750,000 pacientes, 18,000
intervenciones quirúrgicas y ha salvado de la ceguera a 40,000 personas. De otro lado, he
sido víctima del golpe artero de la traición de socios y he sufrido el despojo de una empresa
de toda la vida.
He obtenido diversos premios y distinciones, los más representativos son el Premio
Internacional Reina Sofía por mi labor en la prevención de las deficiencias de la visión, el
Premio Panamericano Carl Kupfer de prevención de ceguera, premio de Lions International
como asesor de la vista, medalla al mérito del Colegio Médico del Perú, distinciones del
Congreso de la República, Doctor Honoris Causa de Global Health Organization, Doctor
Honoris Causa de la Universidad Nacional Hermilio Valdizán de Huánuco, Visitante Ilustre
de varias ciudades y otros galardones.
Sin arrogancia, debo decir que lo que encontré fue oportuno con lo que buscaba, la vida me
ha provisto de beneficios adicionales que nunca había planeado. La percepción de algunos
fue calificar mi labor en la Oftalmología Social con los rótulos de “insurrecto”, “loco”,
“idiota”, “misionero”, “visionario”, entre otros adjetivos. Aún así, después de tantos años
como médico oftalmólogo, aún me fascinan y encandilan esos ojos, sanos o enfermos; aún
me siento identificado con esos pacientes que luchan y sufren ante un mal, leve o severo;
aún creo que puedo ayudar a disminuir los índices de ceguera en este país pobre. Asimismo,
aún me impresionan los arrebatos juveniles de mis hijos, los arrebatos no tan juveniles de
los médicos que trabajan conmigo, los románticos boleros de antaño, y la pretensión de
seguir experimentando diariamente lo que todo médico joven debe sentir.
¿Qué piensa de la UPCH y su futuro?
Ya he mencionado en parte lo que pienso de mi Alma Mater, otra parte queda guardada en
los recuerdos, aflorando constantemente. Mis compañeros de promoción, deben estar
sintiendo la misma nostalgia y han mostrado sumo interés en reunirse en la próxima
celebración de cuarenta años de graduados. Cuando hemos pasado tantos años distantes
solo el grato recuerdo de la epopeya de Cayetano puede lograr el prodigio de una jubilosa
conmemoración. La historia debe ser contada a las nuevas generaciones, porque todos
estamos inmersos en el Spiritus ubi vult spirat fundacional.
¿Qué consejos les daría a los jóvenes estudiantes?
Más que consejos, pensaría en voz alta lo que yo haría si fuera joven y tuviera que salir a
hacer frente a la vida. Así no suena a discurso de abuelito “sabelotodo”.
Nuestra Alma Máter nos brindó la formación profesional, pero para crecer y desarrollarnos
debemos tener en consideración otros aspectos de la vida. En términos existenciales, la
persona se define a sí misma al existir activamente en lo profesional, como en lo económico,
sentimental y familiar. En varios momentos de la vida se enfrentará a elecciones
importantísimas ya sea en caminos, actividades o devociones diversas; algunas de ellas
serán elecciones existenciales que se extienden fuera del paradigma, cometiendo verdaderas
infracciones de las reglas de la sociedad, las cuales serán consideradas como verdaderos
“pecados” sociales, pero que son elecciones al fin.
Los cambios son también inevitables, y no me refiero a la necesaria actualización por
medio de la educación médica continua, sino a la adaptación a los cambios del entorno. No
olvidemos que los médicos son tradicionalmente los mejores alumnos que ingresan a las
universidades del país, pero los vaivenes políticos tienen un impacto negativo que ocasiona
frustración. Además, la práctica profesional se ve cada día más limitada por reformas de
salud carentes de visión y continuidad, ejercicio ilegal de la medicina, carencia de ideas
innovadoras en el gremio médico, con una defectuosa transferencia de tecnología y de
conocimientos que nos desbordan a través de eventos, publicaciones y ahora a través de
Internet. Para estabilizar la situación, es preciso reajustar nuestro proyecto de vida
reevaluando lo actuado para hacer las correcciones necesarias. Finalmente, debo decir que
son los pacientes quienes nos dan las mayores enseñanzas sobre la enfermedad y sus
vicisitudes, y quienes nos acercan a través de sus oraciones y de las nuestras, hacia el
Creador.
Muchas gracias Dr. Wong, por su entrevista.
En la fotografía la Reina Sofía de España, entrega el premio que lleva su nombre al Dr.
Wong
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