Desde antiguo la Hermandad del Santo Entierro ha venerado con la

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VBI EST DOLOR
1. Introducción
Desde antiguo la Hermandad del Santo Entierro ha venerado con
la mayor devoción los Dolores de María Santísima, dolores que
fueron creciendo progresivamente en el corazón de la Madre durante toda su vida, desde la Profecía de Simeón hasta la muerte y
entierro de su Amado Hijo.
Reflejo de esta veneración es el uso como lema propio de la Hermandad de la oración que en parte da título a esta exposición:
”VBI EST DOLOR SICUT DOLOR MEUS”, “DÓNDE HAY DOLOR COMO
MI DOLOR” inspirada en la antífona “¡Oh vos omnes qui transitis
per viam, attendite et videte si est dolor sicut dolor meus!”, “Oh todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante a mi dolor”, de las Lamentaciones de Jeremías (I, 12), uno
de los Responsorios propios de la antigua liturgia de los Oficios
del Sábado Santo y que se refiere a la particular Pasión vivida por
María, la Madre de Jesús.
María mantiene su comunión espiritual con el Hijo durante toda
su vida pero especialmente en su Pasión, sufriendo con Él y asociándose a su sacrificio por lo que la Iglesia la advoca como CORREDENTORA. Si bien el papel de María en nuestra redención ha
sido de subordinación respecto a Cristo, María es corredentora
porque Dios quiso redimirnos siendo hombre y no lo podía ser
sino nacido de una mujer; pudo redimirnos de muchas maneras,
pero quiso hacerlo haciéndose hombre en el seno de María. María
es corredentora por su total entrega a su Hijo: desde el “fiat” de
la Anunciación María estuvo a la total disposición para cumplir la
voluntad de Dios. Cualquier insinuación que Dios le manifestara
Ella la cumplía inmediatamente.
Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha considerado y admirado los dolores de María, los “llantos de la Virgen”, pero es en el
Medioevo (S. XIII-XIV) cuando se compartimenta esta “Via Matris
Dolorosae” en los Siete Dolores que a modo de “pasos” ilustran el
dolor de María.
Y si bien el dolor de María encuentra su mayor significación en
torno a la Cruz, también fue contemplado por la piedad mariana
en otros acontecimientos de su vida íntima, asociada a la del Redentor desde los primeros instantes de su infancia.
En nuestra tierra se celebra la Pasión también según Santa María.
Los fieles consideran los padecimientos del Redentor a través del
corazón traspasado de la Corredentora. La expresión de la Dolorosa da la versión maternal y emocionada del misterio representado
en el paso de Cristo.
En el Entierro de Cristo María carga en su corazón ya con los Siete
Puñales. Medita en todos sus Dolores constituyéndose pues este
paso del Duelo, protagonista de esta exposición, en el momento
álgido de la particular Pasión de María cuyo corazón de Madre sin
embargo espera ya en la Resurrección.
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2. Primer Dolor: La Profecía de Simeón
PASAJE EVANGÉLICO:
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como
está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al
Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o
de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era
justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al
Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo,
y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él
las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: “Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor
muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto
la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para
iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel”.
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de
él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: “Este
niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel;
será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará
el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos”. (Lucas 2, 22-35)
MEDITACIÓN:
Tras el “fiat” de Nazaret, María acepta por segunda vez su participación junto a Jesús: su puesto no está sólo en la Encarnación, sino
también en la Redención; Ella es a su vez, la Madre del Creador y
la Madre del Salvador. El dolor de María está tan estrechamente
vinculado a los dolores del Hijo, que llega a formar como una parte de ellos. Sin los sufrimientos del Hijo, la Madre no sufriría, y sin
el dolor de la Madre —aún más misterioso— también al dolor del
Hijo le faltaría esta última amargura. Para que el dolor del Hijo
fuese completo era preciso que sufriese también la Madre. Desde
este momento, Jesús y María se encuentran aún más unidos. Apenas realizada la obra de la Encarnación, apenas el Niño ha abandonado el seno materno, María se encuentra de nuevo unida a
Jesús: unida con Él, también para la REDENCIÓN.
EL PUÑAL:
La espada de la profecía irá penetrando más y más en el corazón
de María en la progresiva revelación que Dios le irá haciendo de la
suerte de su Hijo. Esta espada será el símbolo del camino doloroso
de la Virgen, asumida como signo plástico de los dolores sufridos
por la madre del redentor y representada por el puñal o puñales
(hasta siete) clavados en el corazón de la Virgen.
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3. Segundo Dolor: La Huída a Egipto
PASAJE EVANGÉLICO:
Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció
en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre,
huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. José se levantó, tomó de
noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor
había anunciado por medio del Profeta: “Desde Egipto llamé a mi
hijo”. Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y
mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían
indicado. Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías: En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es
Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque
ya no existen. (Mateo 2, 13-18)
MEDITACIÓN:
El camino de fe de la Virgen se vio muy pronto marcado por un
nuevo suceso doloroso: la huida a Egipto con Jesús y José. De nuevo repitió María: “Fiat”, Sí Padre, hágase. Y si terrible fue la angustia por el peligro que corría la vida de su Hijo, o por la huida y el
destierro, más terrible debió ser el conocimiento de la matanza de
los inocentes. María sufre en su corazón de Madre y llora, derrama quizá las primeras lágrimas corredentoras. Raquel es símbolo
y representación de la propia María. La lamentación de la mujer
del Patriarca Jacob es como un callado preludio del “Stabat Mater
Dolorosa”. En esta Raquel se halla representada María, la Madre
Dolorosa. No le fue arrebatado entonces el Cordero Inocente, su
entrega sería más tardía.
EL PAÑUELO:
El fino pañuelo de encaje y/o seda, con que enjuga sus lágrimas
la Corredentora, símbolo de su llanto como manifestación directa del dolor, puede verse también como la expresión paralela de
la patena, en la que el sacerdote presenta la ofrenda del divino
sacrificio. María es así la Virgen Oferente durante toda su Pasión;
sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose a la inmolación de la Víctima por Ella engendrada.
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4. Tercer Dolor: Jesús Perdido y Hallado en el Templo
PASAJE EVANGÉLICO:
Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.
Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre,
y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.
Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y
después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.
Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al
tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de
la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo
oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al
verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: “Hijo
mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te
buscábamos angustiados”. Jesús les respondió: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi
Padre?” Ellos no entendieron lo que les decía. El regresó con sus
padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas
cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura
y en gracia delante de Dios y de los hombres. (Lucas 2, 41-52)
MEDITACIÓN:
María coopera de nuevo en el misterio de la salvación, no entiende, pero calla y medita guardándolo todo en su corazón.
María vive en esos tres dramáticos días, en que su Hijo se separa
de ellos para permanecer en el templo, la anticipación del triduo
de su pasión, muerte y resurrección. Al dejar partir a su madre y a
José hacia Galilea, sin avisarles de su intención de permanecer en
Jerusalén, Jesús los introduce en el misterio del sufrimiento que
lleva a la alegría, anticipando lo que realizaría más tarde con los
discípulos mediante el anuncio de su Pascua. Este pasaje, último
de los misterios gozosos del Santo Rosario, engarza directamente
con los misterios dolorosos y es un nuevo aviso de los dolores que
habría Jesús de padecer y con él su Madre.
EL ROSARIO:
“Conservaba estas cosas en su corazón”. El Rosario es símbolo de
esta meditación y reflexión continua de María, al tiempo que de
su dedicación plena al Misterio de Cristo. María es modelo de contemplación y en el Rosario contemplamos los misterios de Cristo y
de María su Madre. Es una invitación a la oración, un compendio
del mensaje evangélico y una vía maravillosa de llegar a Cristo
por María.
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5. Orígenes de la Advocación de María Santísima de Villaviciosa
En el Alentejo Central, donde se encuentra enclavada la localidad
de Vila Viçosa (Portugal), tuvo lugar el hallazgo de una imagen que
habría sido ocultada en tiempos de la dominación islámica. Una leyenda popular relata que durante el S. XIV un grupo de labradores
que se encontraban faenando en el campo, haciendo un hueco para
plantar un sarmiento observaron que salía de la tierra un fuerte
halo resplandeciente al que le acompañaba un finísimo olor a flores; de tal modo, siguieron excavando hasta que encontraron una
pequeña caja de plomo muy betunada en donde permanecía una
imagen pequeña de Nuestra Señora. Llegadas las noticias al pueblo,
se decidió erigir una ermita en el lugar del prodigioso hallazgo y se
comenzaron a realizar romerías y diversos actos de culto en torno
a la imagen. La devoción alcanzó, aseguran algunos autores, cotas
inimaginables. Sin embargo, lo que se transformó en un lugar de
peregrinación mariana y de culto, pronto se trocó en lugar de olvido, permaneciendo la talla en el ostracismo durante mucho tiempo
hasta que un cordobés llamado Hernando, pastor a la sazón, la encontró con su rebaño en tal estado de abandono que decidió introducir a la Virgen en su zurrón y llevarla consigo hasta la Sierra de las
Gamonosas, en Córdoba.
Primitiva imagen gótica de Nuestra Señora de Villaviciosa (s. XIV) Recubierta de plata en 1577 por el platero Rodrigo de León a expensas de Fr.
Bernardo de Fresneda, Obispo de Córdoba. Se venera en el Altar Mayor
de la Mezquita Catedral de Córdoba..
Pronto lo portugueses percibieron que la talla había sido sustraída,
motivo por el que encaminaron sus pasos hacia Córdoba para recuperarla. Allí, los justicias portugueses encontraron a Hernando y la
Virgen, tomado por reo y siendo condenado a la pena de horca, lo
llevaron a Vila Viçosa en donde pasó la noche encerrado. A la mañana siguiente no encontraron ni a Hernando ni a la Virgen, que había
sido nuevamente colocada en su ermita. Los portugueses fueron al
lugar en el que encontraron por vez primera al pastor, volvieron a
tomarlo preso, pero a la tercera jornada de camino hacia Vila Viçosa,
tanto la Virgen como el reo y los portugueses se encontraban nuevamente en tierras cordobesas. Este prodigioso hecho dio a entender
la voluntad de Nuestra Señora a permanecer en aquél lugar. Por
ello, los portugueses levantaron su castigo a Hernando e hicieron
entrega de la talla, colocándola en un árbol. Los cordobeses decidieron poner por nombre a la imagen el de la localidad portuguesa
donde fue hallada: de ahí la peculiar advocación de Nuestra Señora
de Villaviciosa.
En Córdoba fue proclamada durante el S. XVI Patrona del Cabildo
Catedral, tenida por sus múltiples y afamados milagros a favor de
la capital en tiempos de calamidad como especial protectora. En el
lugar donde Hernando depositó la imagen se fue originando un poblado que adoptó el nombre de Villaviciosa en honor a la bendita
Virgen María. Desde finales del s. XVII la imagen originaria permanece en la Catedral de Córdoba, donde hoy día permanece en su Altar
Mayor. En el s. XVI se fundó una Hermandad de Gloria en la capital
cordobesa que aún hoy da culto a una reproducción de la imagen
en la Parroquia de San Lorenzo. Igualmente en el pueblo de Villaviciosa se creó una Hermandad que da culto a una copia de la imagen
realizada en el S. XVIII tras quedarse definitivamente en Córdoba la
primitiva imagen gótica.
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6. Cuarto Dolor: El Encuentro en la Calle de la Amargura
PASAJE EVANGÉLICO:
Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás
de Jesús. Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de
mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Pero
Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: “¡Hijas de Jerusalén!, no
lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos.
Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles,
felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron! Entonces se dirá a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!,
y a los cerros: ¡Sepúltennos! Porque si así tratan a la leña verde,
¿qué será de la leña seca?” (Lucas 23, 26-31)
MEDITACIÓN:
Desde aquella ahora ya lejana Profecía del anciano Simeón, María ha vivido en continua zozobra; conocía, con total seguridad,
las Profecías del Antiguo Testamento sobre la Pasión y sabía que
la hora estaba cerca: “como oveja será llevada a la muerte sin resistencia” (Isaías, 53), por eso cuando en la mañana del Viernes
Santo San Juan buscó a la Madre de Jesús para salir a su encuentro, su alma sintió de nuevo el dolor de aquella espada. Aunque
no aparece en los Santos Evangelios, la IV estación del Via-Crucis
recoge este encuentro entre Jesús, ya cargado con la Cruz, y María.
Jesús es un despojo humano tras los cruentos padecimientos de
la Flagelación y la Coronación de Espinas, es una pura llaga casi
irreconocible. Con el alma igualmente dolorida por los insultos y
el abandono pasó el Hijo ante la Madre, y juntos caminaron hacia
la voluntad del Padre que no era otra sino que estuvieran juntos
en el Calvario.
LA CORONA DE ESPINAS:
Es frecuente que la dolorosa se represente portando es sus manos
la corona de espinas que cruelmente se burló de la realeza de Jesús. En esta corona no sólo se resume toda la primera parte de la
Pasión del Señor sino que también nos sirve para relacionarla (en
tanto que Reina Madre como Madre del Rey) con la corona gloriosa que porta sobre sus sienes. En estrecho paralelismo con la glorificación de Cristo, que al subir a los cielos es constituido Señor,
María, al ser elevada al cielo en cuerpo y alma, es recibida por la
Trinidad Beatísima y coronada como Reina y Señora de todo lo
creado.
Boceto de Francisco García Madrid para cartela del paso del Duelo (1964).
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7. Quinto Dolor: Cristo en la Cruz
PASAJE EVANGÉLICO:
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre,
María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: “Mujer, aquí
tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Aquí tienes a tu madre”. Y
desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: Tengo sed. Había allí un
recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron
a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber
el vinagre, dijo Jesús: “Todo se ha cumplido”. E inclinando la cabeza, entregó su espíritu. Era el día de la Preparación de la Pascua. Los
judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en
la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne. Los
soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido
crucificados con Jesús. Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba
muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados
le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.
El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que
dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para
que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ninguno
de sus huesos. Y otro pasaje de la Escritura, dice: Verán al que ellos
mismos traspasaron. (Juan 19, 25-37)
MEDITACIÓN:
Boceto de Francisco García Madrid para cartela del paso del Duelo (1964).
La sombría muerte está próxima y la Madre del Crucificado está con
él, al pie de la Cruz, unida a su sufrimiento y a su gran misericordia
pues las primeras palabras de Jesús en la Cruz son precisamente de
perdón: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, palabras a las que sin duda se unió espiritualmente María como Madre
de Misericordia. Antes se acordó Jesús de los pecadores que de su
propia Madre a la que precisamente invocamos en la letanía como
“Refugio de los pecadores” y lo hizo en su tercera palabra para entregárnosla a todos como Madre, como regalo precioso, representados
en la figura del Discípulo Amado. Llegamos al momento culminante
de la Redención de la humanidad por medio de la sangre y la muerte de su Hijo y de nuevo el “fiat” de Nazaret se hace presente, María
une su plegaria a la de su Hijo y se inmola con Él y con Él sufre, Ella
como nueva Eva rescata a los Hijos de Adán, hermoseando la obra
de la Salvación llevada a cabo por su Hijo.
LOS CLAVOS:
También suele portar la Dolorosa en sus manos los clavos como símbolo de la muerte en la Cruz del Redentor. Paradójicamente, la realeza de Cristo tiene su trono en la Cruz. Cristo es nuestro Rey porque
es nuestro Redentor. Nosotros somos súbditos suyos porque hemos
sido rescatados del pecado al precio de su sangre. A los pies de la
Cruz, adoramos a Cristo, nuestro Rey, y nos comprometemos a vivir
y a obrar como súbditos suyos.
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8. Sexto Dolor: La Piedad
PASAJE EVANGÉLICO:
Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del
sábado, vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo,
que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. Se extrañó Pilato de
que ya estuviese muerto y, llamando al centurión, le preguntó si
había muerto hacía tiempo. Informado por el centurión, concedió
el cuerpo a José, quien, comprando una sábana, lo descolgó de la
cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba
excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada
del sepulcro. María Magdalena y María la de José se fijaban dónde
era puesto. (Marcos, 15 42-47)
MEDITACIÓN:
Aunque los Evangelios tampoco recogen el momento de la Piedad,
la religiosidad popular aceptó pronto con gran veneración este
momento que sin duda se produjo tras el Descendimiento. María
acogió en su regazo el Cuerpo del Redentor tal y como hiciera tantas veces desde su Nacimiento en la cueva de Belén y cubrió con
su manto su desnudez.
EL MANTO:
El origen del atuendo de Nuestra Señora de los Dolores —saya y
manto negro— es anecdótico. La reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, dispuso que Gaspar Becerra reprodujera en una
imagen de vestir la Virgen de la Soledad o de las Angustias representada en un cuadro que trajo de Francia. Ultimado el simulacro
se colocó, vestido con el traje de la condesa viuda de Ureña, camarera mayor de la reina, en una capilla de la iglesia conventual
del Buen Suceso, o Servitas de Madrid. De ahí que las Vírgenes de
las Angustias, de los Dolores, y de la Soledad, vistan de negro sobre negro. Lucen anacrónicamente la indumentaria de una viuda
o dueña de la época de Felipe II, en sustitución del traje hebreo
propio. La saya se ajusta a la cintura siempre con un fajín o cíngulo, manifestación exterior de la virginidad de la Madre de Dios.
La indumentaria actual de las dolorosas combina prendas profanas y religiosas, inspirándose sobre todo en el traje de corte del
XIX. Los bordados suelen ser florales simbolizando las virtudes
que adornan a María. El manto es el manto de misericordia de
raigambre medieval que simboliza la acogida de María a todos
sus hijos, que bajo él encuentran cobijo, protección y amparo.
Boceto de Francisco García Madrid para cartela del paso del Duelo (1964).
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9. Séptimo Dolor: El Entierro de Cristo
PASAJE EVANGÉLICO:
Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre
bueno y justo, que no había asentido al consejo y proceder de los
demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de
Dios. Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús y, después
de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía.
Era el día de la Preparación, y apuntaba el sábado. Las mujeres
que habían venido con él desde Galilea, fueron detrás y vieron el
sepulcro y cómo era colocado su cuerpo, regresando, prepararon
aromas y mirra. Y el sábado descansaron según el precepto. (Lucas
23, 50-56)
MEDITACIÓN:
Si bien la Pasión y el sufrimiento del Señor culmina con su muerte
en la Cruz, no así el de María, que aún ha de pasar por el trance
del entierro de su amado Hijo. Los hombres hicieron rodar una
piedra sellando la entrada del sepulcro y esta piedra cayó dolorosamente, como un peso, sobre el corazón de María. Ya no existe
su Hijo, ya no tiene Hijo. En la Cruz por lo menos tenía un Hijo,
aunque moribundo, cuando lo tuvo en su regazo tenía a su Hijo
muerto, pero ahora, cuando la piedra ha rodado, se encuentra
sola, completamente sola, tristemente sola.
EL DUELO:
Terminado el entierro de Cristo, María queda afligida por la Séptima Angustia. De nuevo frente al mundo, permanece muda, sin
un sollozo, sin un gemido, mustia la frente, lívido el rostro. San
Juan, los santos varones y las piadosas mujeres intentan consolar
su pena. La escena aparece envuelta en una cierta atmósfera de
serenidad y mesura. Pero, en el grupo de los dolientes de Jesús, se
adivina el dramatismo interior. Se presiente la soledad.
Boceto de Francisco García Madrid para cartela del paso del Duelo (1964).
En el paso del Duelo, María Dolorosa medita todo lo sufrido, su
corazón no puede soportar más pero ella está en pie, ausente,
con la mirada baja y concentrada, rodeada de los más fieles de
sus amigos, que la quieren consolar pero que al tiempo ven en
Ella al Consuelo de los Afligidos pues ellos mismos necesitan de
su presencia para asirse a Cristo, pues es la Madre el vínculo y el
camino más directo a Cristo; María es ya la Madre de todos, de la
Iglesia naciente que se agrupa en torno a Ella. La mayor fuerza del
paso del Duelo es precisamente la ausencia física de Cristo, María
medita en sus dolores por su Hijo muerto, pero en estos instantes
vuelve a ser la Virgen del Adviento, pues quizá no sabe qué va a
pasar exactamente pero sí tiene una Nueva Esperanza de que algo
importante va a suceder. Con la luz de la esperanza en el corazón,
se retiró Ella de la tumba de su Hijo. María Espera en el Señor. María Espera el Triunfo del Señor Resucitado.
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10. El Duelo. Evolución del Cortejo Procesional
Cortejo alegórico: coros angélicos portando atributos de la pasión (1956).
Cortejo alegórico: Sibilas (1963).
Presidencia del paso del Duelo: de izquierda a derecha, Excmo. Sr. Alcalde de Sevilla
D. Mariano Pérez de Ayala, Excmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal Bueno Monreal y D. Manuel
Bermudo de la Barrera en representación de la Hermandad (ca. 1960).
De izquierda a derecha, el Excmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal Bueno Monreal, el Excmo.
Sr. D. Eduardo Sáenz de Buruaga, Capitán General de Sevilla y el Excmo. Sr. Alcalde D.
Jerónimo Dómínguez y Pérez de Vargas, Marqués del Contadero (1956).
Paso decimonónico del Duelo en los Palcos (1956).
Una de las principales características del desfile procesional del
Santo Entierro durante el S.XVI y principios del S.XVII es su carácter cambiante y efímero. El Abad Gordillo describe la ceremonia
del Descendimiento que se realizaba en el collado de los Humeros, ante su Capilla de Monte Calvario y las prácticas que se seguían. En la procesión de 1693 desaparece toda reminiscencia a
las primitivas prácticas en torno al Calvario, pues durante el S.XVII
fue frecuente que los cofrades durante la tarde del Viernes Santo
dejaran depositada la imagen del Redentor en alguna iglesia cercana a la espera de realizar la procesión de Resurrección durante
la mañana de Pascua. No en vano, es en ese año cuando se estrenan las tallas de la Muerte, el Dragón y toda la escena del Duelo,
incluida a Nuestra Señora de Villaviciosa. El encargado de toda la
obra fue el escultor Antonio Cardoso de Quirós, si bien la creación
intelectual pudo deberse a la propia Cofradía. El paso del Triunfo
ocupa el primer lugar de la procesión, los Santos Varones abandonan las andas del Cristo y pasan a formar parte del acompañamiento de la Virgen, quedando conformados los pasos de manera
muy similar a la actual. Por tanto, a finales del S.XVII no sólo el
Duelo adquiere su significación actual, sino que otras de las escenas más características como la Alegoría del Triunfo adoptan un
carácter más barroco y tétrico, abandonando otras formulas discursivas más complejas.
El viraje del cortejo también se hace patente en su completa dimensión alegórica mediante la participación de las Sibilas, coros
de ángeles presididos por arcángeles y otras figuras simbólicas,
que bien estudiadas daban a la procesión un eminente sentido
catequético a través de una escenificación compleja, sólo comparable al cortejo procesional del Corpus Christi en sus orígenes.
Junto a los elementos de carácter simbólico aparecen otros con
una finalidad representativa, merced al carácter intrínseco de la
procesión, pues se trata del Entierro de Nuestro Señor Jesucristo.
De este modo, las fórmulas sociales se adecuan al ceremonial religioso; así, desde 1693 se institucionaliza la representación de la
Ciudad, del Asistente y de otras corporaciones y órdenes religiosas.
El Asistente como “alter ego” del Rey, quien desde 1694 ostentaba
el título efectivo de Hermano Mayor, es el encargado del convite
a la procesión, costeando y sufragando todo aquello que fuera
necesario. En este sentido, es el poder público quien organiza de
manera figurada y costea el Entierro de Nuestro Señor Jesucristo.
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11. El Duelo
1693. En este año el escultor Antonio de Quirós, también conocido
como Antonio Cardoso de Quirós se compromete con el mayordomo
y reorganizador de la Hermandad, el presbítero D. Manuel González
de Contreras, a realizar las imágenes del paso del Duelo y del de la
Muerte. De ellas sólo se conservan la imagen de Nuestra Señora de
Villaviciosa y el esqueleto, la popular canina.
A partir de este año el paso del Duelo adquiere su actual iconografía, variando poco en el tiempo en su disposición. Sólo se conocen
modificaciones en la posición de las imágenes, así las Marías fueron
en algún momento arrodilladas en torno a la Virgen, tal y como se
aprecia en el lienzo del Ayuntamiento de Sevilla.
Antonio de Quirós ingresó posteriormente como hermano de la corporación del Santo Entierro, dando como limosna de entrada las
manos de la Virgen. En 1829 fue restaurada por Astorga, que sustituyó sus primitivas manos, siendo encarnada por D. José Domínguez
Bécquer. La Santísima Virgen fue restaurada en lo que al candelero
se refiere por Luis Álvarez Duarte en 1980 y posteriormente por D.
José Rodrígez Rivero-Carrera en 1991.
1829/1830. En la reorganización llevada a cabo por el Asistente Arjona, Juan de Astorga realiza las imágenes del Duelo, perdidas en la
francesada. Destacan por su belleza, típica de las obras de Astorga,
las imágenes de las Marías, para las que siguió modelos usados para
otras dolorosas sevillanas. Todas las imágenes fueron restauradas
por D. José Rodríguez Rivero-Carrera entre 1992 y 1995.
Juan de Astorga fue también destacado hermano y oficial de su Junta de Gobierno, gran colaborador del Asistente Arjona en la reorganización de la Cofradía. Se realizaron nuevos pasos en estilo neoclásico, de los cuales se conserva la Urna que preside el Altar Mayor de
San Gregorio, diseñada por el Arquitecto Municipal D. Melchor Cano
y ejecutada por el tallista Lucas de Prada en 1831. En esta época el
paso de la Virgen llevaba dosel.
1871. Tras los azarosos años centrales del S. XIX la Hermandad se
reorganiza de nuevo realizando nuevos todos sus pasos a cargo del
tallista Juan Rossi. En este año se realizan las magníficas vestiduras
de las imágenes diseñadas por Antonio del Canto Torralvo y bordadas magistralmente por su esposa Teresa del Castillo. La renovación
incluye un cambio de estilo, adoptando el entonces de moda estilo neogótico en todos sus elementos (insignias, pasos, bordados…),
estilo que aún perdura como característico de la Cofradía. De esta
época se conserva el paso del Triunfo de la Santa Cruz y parte del
paso de la Urna usado como efímero altar de cultos.
1965. Con motivo del Santo Entierro Grande celebrado este año se
estrena ya terminado el nuevo paso del Duelo, diseñado y tallado en
estilo neogótico por D. Luis Jiménez Espinosa con cartelas de Francisco García Madrid. Fue restaurado y dorado de nuevo en 2008.
Contrato de la hechura de Nuestra Señora.
VBI EST DOLOR
Exposición
Bibliografía y Documentación
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• LA PROCESIÓN DEL SANTO ENTIERRO. SEVILLA, 1948.
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• EL SANTO ENTIERRO GRANDE : LA PASIÓN SEGÚN SEVILLA. CATÁLOGO DE LA
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Fotografías
• ARCHIVO DE LA HERMANDAD DEL SANTO ENTIERRO.
• FOTOTECA MUNICIPAL.
• FRANCISCO MORILLO BORDALLO.
• ANTONIO RODRÍGUEZ NAVARRO.
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