Una espiritualidad de la alegría Sor Chiara Cazzuola 10/2009 Queridas Hermanas: Me gusta conversar un poco con vosotras partiendo precisamente de la invitación que el CG XXII nos hace de “reavivar la identidad carismática en su dimensión de profecía para el mundo de hoy…”. Pienso que esto se puede leer como una invitación a volver a la santidad gozosamente vivida, a una santidad simpática, según la eficaz expresión con que Don Egidio Viganó se dirigió a los Salesianos en una carta de 1983, cautivadora, capaz de atraer e implicar a hermanas y jóvenes. Si consideramos la santidad de Don Bosco lo que nos asombra es su actitud de sencillez y de alegría, que hace que aparezca natural y sencillo lo que en realidad es difícil y fatigoso; es la alegría de vivir, es la aceptación de los eventos con su carga de esperanza, es el conocimiento de las personas con todas sus capacidades, es la simpatía de quien sabe hacerse amigo, hermano y padre. La suya es aquella santidad que le consiente caminar, cantando y sonriendo, también en el emparrado de rosas, donde, aunque llevando zapatos bastos consistentes, ha de sufrir espinas “invisibles” pero punzantes. Bajo las apariencias de la sencillez y de la benignidad, el secreto hay que buscarlo en el corazón de Don Bosco, que ha palpitado siempre al impulso del “da mihi animas”, es necesario también para nosotros, hacer palpitar el corazón, como él, al vivir la caridad pastoral, encarnada en el don de predilección hacia la juventud y caracterizada por la “bondad” afable, por el “saber hacerse amar de buena gana”. Nuestra querida Madre Mazzarello no es menos con la opción de vivir una espiritualidad de la alegría, baste pensar cuantas veces en las cartas invita a sus amadas Hermanas a estar alegres estimulando con ellas a las muchachas a cultivar este don, que no es sencillamente una cualidad natural, sino más bien el fruto de la propia libertad interior. “Para estar alegre hay que ir adelante con sencillez” (C 24, 4), es decir, mirarse a sí mismo con un cierto desprendimiento, tomar las distancias de las cosas, de los eventos, para afrontar la vida cotidiana con equilibrio y acercarse a los demás con dulzura, con libertad de espíritu, amándoles con pureza de corazón, con un amor grande pero despojado y libre. Para María Dominica la alegría es también fuente de salud, mental y física, es síntoma de una gran energía interior, y declara la guerra a la melancolía, que es causa de muchos males. “La tristeza es la madre de la tibieza” (C 27, 11) afirma, considerando que quien está en camino para un crecimiento humano y espiritual no puede no estar sereno y alegre, haciendo así eco a San Francisco de Sales que invita a caminar en la ascesis “con paciencia, dulzura, humildad y serenidad”. El enojo no conviene a una persona madura y tanto menos a la raíz típica de nuestra espiritualidad, en todo caso expresa un cierto malestar personal y una errónea visión de las cosas. Madre Mazzarello sugiere a menudo que no se haga paz con los propios defectos e invita a no querer mejorar “todo de una vez, sino poco a poco, con buena voluntad” (C 17, 4); “las rosas florecen a su tiempo” (C 39, 6). Como buena campesina, María Dominica sabe que hay que respetar los ritmos de la naturaleza, así como los de las personas, en las que Dios, siembra y cumple su proyecto; entonces ¿por qué tomársela por las dificultades, sin esperar con paciencia que se cumpla el tiempo de Dios? ¿Cómo no referirse aún a San Francisco de Sales?: “Ante todo ponte calmada y serena, haz que se calme tu entendimiento y tu voluntad,… con moderación y dulzura… sin precipitación, sin turbación y agitación… Si por casualidad tu corazón se hubiera extraviado, ante todo ¡encuéntralo! Tráelo de nuevo con garbo a la presencia de Dios”. La invitación de María Mazzarello a no dejarse perturbar es muy clara: “¿Estás serena y alegre?” (C 57, 1). “Ánimo… todo pasa, por esto, nada nos turbe” (C 26, 7), y es una llamada al nada te turbe de Santa Teresa de Jesús. Es la calma generosa que tiene raíz en la fe en Dios Amor y Providencia y es garantía de alegría inalterable. Para la Madre la inestabilidad del humor es síntoma de falta de equilibrio y constituye un serio peligro para uno mismo y para la vida de relación, por eso no duda en recomendar a las Hermanas: “Recordad que quiero que estéis alegres; pobres de vosotras si os dais a fantasear” (C 49, 7). En cambio, la alegría, si es verdadera, es contagiosa “… está alegre y procura que lo estén también todas mis queridas hermanas”. Quien ama está alegre y da salida a una energía vital a su alrededor. “Por lo tanto, ánimo y siempre una gran alegría, ésta es la señal de un corazón que ama mucho al Señor” (C 60, 5). Os invito a volver a tomar en las manos la Cronohistoria, sobre todo el volumen II, en el que la perturbadora sencillez de los episodios narrados y la esencialidad de la vida tienen el sabor de las florecillas, nos llevan de nuevo a los valores universales que superan lo contingente, para abrirnos a una visión amplia y luminosa de los acontecimientos. Me limito a recordar el último párrafo de la página 226, donde se habla de la solicitud de Madre Mazzarello para con sus hijas, de la disponibilidad a la escucha, sobre todo cuando las ve turbadas, oprimidas por escrúpulos y por melancolías, entonces las llama a la presencia de Dios porque, textuales palabras de la Cronohistoria, ¡ las quiere ver sonríentes! Habría aún muchos ejemplos de santos, a los que acudir, que han sabido vivir en la alegría también los momentos difíciles y oscuros de su existencia fiándose totalmente de Dios. Il pare le misma Sainte Teresa de Jesús je tombe encuentro avec de l'el Señor au large de la cheminée de le vida était fuente de plena felicidad, vez más verdadera y arrolladora tombe, que non excluía las tentaciones. También en nuestra vida hay momentos en los que somos tentadas contra la alegría, es el tiempo de la pereza espiritual. Un momento de reflexión, una prolongada oración, un poner orden en la vida, nos dice enseguida que alguna zona importante de nuestra vida (afectividad, oración, descanso, reflexión, recreo…) no ha sido suficientemente cuidada. Un toque de equilibrio revitaliza la alegría. “Un trozo de Paraíso lo arregla todo”. Finalmente una llamada de San Pablo: “Dios ama al que da con alegría” (2 Co 9, 7). Él nos exhorta a dar siempre con una sonrisa en los labios, aunque en el corazón esté el sufrimiento del don de la vida. Es la belleza de la jovialidad y el apostolado de la sonrisa. “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres” (Flp 4, 4). Es la exhortación paulina, llena de humanismo cristiano, que lleva a todos el sentido de la presencia del Señor y de su victoria en toda circunstancia, apreciando todos los valores (Cf. Flp 4, 8-9). Como FMA estamos llamadas a ser sembradoras de la alegría en nuestras comunidades, entre la juventud, con las personas que el Señor nos confía, teniendo siempre la alegría en el corazón, la sonrisa en los labios y una buena palabra para todos, llena de la jovial simpatía de nuestro Dios. En realidad vivir la alegría es entrenarse para la eternidad como ha escrito C. S. Lewis: “La alegría es la verdadera ocupación del cielo”. (Las citas de San Francisco de Sales corresponden a la parte cuarta de la Filotea).