Las mujeres del siglo XXI nos queremos LIBRES PARA SER Y

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Las mujeres del siglo XXI nos queremos LIBRES PARA SER Y HACER
Concepció Garriga ([email protected]; http://personal.ilimit.es/cgarriga)
El concepto de género plantea que la masculinidad y la feminidad no se corresponden con las
diferencias de sexo entre hombres y mujeres, sino a una construcción personal-social-cultural
sobre la que se fundamenta la desigual división sexual del trabajo. Con esta conferencia
pretendemos explicar como se va modificando esta construcción con la emergencia de nuevas
subjetividades con el resultado de una mayor libertad personal.
Buenas tardes a todas y a todos, y gracias por estar aquí. También quiero dar
las gracias a todas las autoras y a todos los autores que me han ayudado a
componer este texto, y que están debidamente citadas y citados en la
bibliografía.
Deseo que lo os voy a contar sea de vuestro interés y que nos permita seguir
contribuyendo a la mejora y al avance de nuestra democracia y bienestar, tan
amenazados por integrismos de todo tipo.
Mi discurso es psicológico, pero no quiero eludir su dimensión social ya que,
como sostiene Marina (2005) en La inteligencia fracasada1, nuestra felicidad
privada está en relación con nuestra felicidad política, y en el deseo de libertad
de las mujeres convergen ambos substratos de manera indisociable, como
espero poder demostrar, ya que es la organización establecida la que ha
limitado esta libertad al dificultar la individualización de las mujeres, y es la
organización social la que se tendrá que modificar, impulsada por las nuevas
subjetividades emergentes de las mujeres, para adaptarse a sus necesidades y
posibilitar su satisfacción. Esta es la dirección que está tomando el
ordenamiento social y jurídico en los últimos años, pero no lo bastante ni para
todo el mundo. Por esto tenemos que contribuir a su refinamiento.
A lo largo de la historia de la mayoría de culturas se han mantenido tres
creencias sobre los hombres y las mujeres:
1) que tienen naturalezas psicológicas y físicas fundamentalmente distintas,
2) que los hombres son el sexo superior o dominante por naturaleza,
3) que tanto la desigualdad hombre-mujer como la dominación masculina son
naturales (biológicas).
A pesar de que en las sociedades tecnológicas avanzadas estas creencias ya no
tienen sentido, aún continúan estando en la base de la desigual división sexual
del trabajo; desigual porque deja a las mujeres en una posición de desventaja
masiva: en la estructura social, respecto a las oportunidades para ganar dinero,
para adquirir habilidades comerciales, para avanzar en sus carreras, y para
ejercer poder, es decir, para vivir cómodamente en el mundo que tenemos
(Bem, 1993)2.
1
2
MARINA, José Antonio (2005), La intel·ligència fracassada, Barcelona: Ara llibres
BEM, Sandra, L. (1993), The lenses of gender, New Haven & London: Yale University Press.
Que los hombres y las mujeres son distintos en las características biológicas
referidas a la reproducción es incuestionable. Intentaré demostrar que de estas
no se desprenden las consecuencias psicológicas que se han atribuido a las
unas y a los otros, y que lo que es responsable en último extremo de la
desigualdad es un mundo social organizado totalmente desde la perspectiva de
los hombres, de manera que su presencia define la familia, sus dificultades para
llevarse bien con los otros (guerras y regulaciones) definen la historia, su
imagen define a dios, y sus genitales el sexo.
A esta manera de mirar el mundo se la denomina androcéntrica y a la manera
de organizarlo se llama patriarcal, y es la que da lugar a la dominación
masculina porque proporciona a los hombres y a las mujeres experiencias
sociales diarias distintas, que a su vez dan lugar a maneras drásticamente
distintas de construir la realidad, de manera que queda claro para todo el
mundo que los hombres son el sexo privilegiado y que su perspectiva es la
privilegiada, en otras palabras, que las mujeres son “las otras”. (Ejemplos de
androcentrismo: el uso del masculino genérico como práctica social que
invisibiliza a las mujeres. Otro ejemplo es el apellido de las criaturas: a pesar de
que está legalmente aceptado desde hace unos años que las mujeres pueden
darles el primer apellido, solo conozco un caso, en fuerte contraste, por
ejemplo, con el hecho de que acostumbran a liderar el proceso mediante el cual
una pareja termina decidiendo reproducirse).
La dominación masculina
Bourdieu (2000)3 escribió un libro con este título con el que explica justamente
que la dominación masculina está profundamente enraizada en la manera
misma de organizarse las familias y las instituciones: iglesia, estado, escuela,
que de manera sutil y decisiva contribuyen a perpetuar la desigual división
sexual.
Permitidme que diga, aquí, que la dominación o violencia simbólica tanto puede
ser de etnia (nación), como de género, como de cultura o de lengua.
Bourdieu nos propone descubrir los mecanismos históricos que hacen
parecer natural aquello que es arbitrario cultural, los mecanismos
responsables de la eternización de las estructuras de la división sexual y nos
muestra que lo que en la historia aparece como natural e inmutable no es más
que el producto de un trabajo constante de reproducción al que contribuyen
agentes singulares (entre los cuales hay hombres con armas como la violencia
física o la violencia simbólica) e instituciones: familia, iglesia, escuela, estado.
Descartes estableció el sistema binario de clasificación cuerpo/mente. Esta
división tiende a devorar a las otras, razón/naturaleza, cultura/natura. Cuando
este sistema se convierte en esquema de pensamiento, y se refiere al binario
hombre/mujer, termina otorgando todo lo que aparece como valioso al hombre,
3
BOURDIEU, Pierre (2000), La dominació masculina, Barcelona: Edicions 62
y lo que queda, los elementos primitivos y arcaicos de la vida humana, a la
mujer (Bem, Benjamin, Bourdieu, Chodorow, Dimen, Dio Bleichmar, Harris, …,
la lista es interminable. Todos los autores y todas las autoras que consulto se
refieren a esta manera dicotómica de mirar el mundo como problemática y
ofrecen distintas soluciones para hacerle frente).
Estas dicotomías están organizadas como una jerarquía: la dominación de la
mente y la razón sobre el cuerpo y la naturaleza resuena en jerarquía social
entre los géneros.
La fuerza de este sistema radica en que va a parar al cuerpo porqué la
definición social del cuerpo y sus diferencias según la visión androcéntrica es la
que acaba instituyendo la diferencia entre los sexos en desigualdad jerárquica
(un superior y un inferior), de manera que acaba dando fundamento, en
apariencia natural, a la construcción arbitraria de la división sexual
del trabajo y del mundo.
Bem (1993) nos muestra como a partir de la segunda mitad del siglo XIX las
disciplinas aliadas de la medicina, la sexología, la psiquiatría, y la psicología
juntas, dieron legitimidad científica y médica al requerimiento cultural de que el
sexo del cuerpo casara con el género de la mente. Ahora espero mostrarlo con
Freud4.
Veamos con un ejemplo la transformación de la diferencia sexual (de
los cuerpos) en desigualdad social con apariencia de natural-biológica
Cojo este ejemplo porque hace años que lo estoy estudiando. Para mi es
paradigmático de la aplicación de la violencia simbólica: justamente lo que
Freud llama desarrollo psicosexual no es otra cosa que un forzamiento teórico
que tiene la función de convertir en desigualdad jerárquica aquello que es
arbitrario, la diferencia sexual.
. 1908, “Tres ensayos para una teoría sexual”, aquí postula que los niños tienen
la fantasía del sexo único (el pene).
. 1924, “Disolución del complejo de Edipo”, aquí nos muestra que él ha dado
esta fantasía por buena y habla, en consecuencia, de la castración femenina (a
la niña se lo han cortado).
. 1925, “Consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica”, de la
supuesta castración de la niña –supuesta por la fantasía de los niños y por el
mismo Freud- él saca? Extrae? la envidia del pene de la niña. Karen Horney, en
1945, ya dijo que, en todo caso, lo que las niñas envidiaban era la situación
privilegiada de los niños y de los hombres y no el pene, pero ni Freud se lo
aceptó, ni este discurso oficial fue corregido de la mayoría de instituciones
psicoanalíticas.
. 1931, “Sobre la sexualidad femenina”, cito literalmente “del reconocimiento de
la castración la niña pasa a reconocer la superioridad del hombre y su propia
4
FREUD, Sigmund (1981), Obras completas, Vols. I, II y III, Madrid: Biblioteca Nueva.
inferioridad y se revela contra este estado de cosas de tres maneras, dos
patológicas, el alejamiento de la sexualidad y la autoafirmación en la
masculinidad, y una sana: la adopción de la actitud femenina normal (que no es
revelarse, ahora veremos porqué).
. 1932, “La feminidad”, aquí encontramos lo que entiende por actitud femenina
normal, dice literalmente: pasividad, masoquismo, docilidad y dependencia. En
este mismo texto llega al clímax de la violencia simbólica que está perpetrando.
Dice literalmente: “el triunfo de la finalidad biológica (la reproducción)
ha sido confiado a la agresión del hombre y hecho independiente, en
cierta manera, del consentimiento de la mujer”. Fijémonos en la lógica
impecable del argumento: primero define a la mujer como pasiva, masoquista,
dócil, y a continuación incita a la violación. Ya vemos que a partir de esta lógica
es fácil terminar diciendo: es que a las mujeres les gusta que las violen.
. 1937, “Análisis terminable e interminable”, en este artículo remata la faena:
cola y orejas. Afirma literalmente, “efectivamente, el repudio de la
feminidad no pude ser nada más que un hecho biológico”. Con esta
afirmación Freud revela, tal vez, el sesgo que ha inspirado toda su teoría
psicosexual. Lo digo porqué este repudio de la feminidad que le sale al final no
se deduce en absoluto de la textualidad del texto, aunque se encuentra en el
espíritu. ¿Podríamos decir que él mismo nos facilita el trabajo
proporcionándonos una interpretación? Sea como sea, el trabajo es implacable.
Ha convertido una diferencia biológica en desigualdad jerárquica: un superior y
un inferior indiscutibles.
Que coja este ejemplo no significa que descalifique la totalidad de las
valiosísimas aportaciones de su inmensa y extensa obra, tanto a la psicología
como a la cultura, sino que al contrario, me siento deudora de ella y lo
manifiesto nombrándome psicoterapeuta psicoanalítica, aunque esto no me
impide darme cuenta de los puntos débiles de su obra en un aspecto tan
central –el de la identidad- y que ha causado tanto sufrimiento a muchas
mujeres naturalizando la dominación-violación5.
La dominación simbólica
El resultado es que con esta operatoria se legitima una relación de dominación
inscribiéndola en una naturaleza biológica que es, en si misma, una
construcción social naturalizada.
Como acabamos de ver, el establecimiento de esta estructura de dominación
simbólica no es en absoluto gratuito, sino todo lo contrario, es el resultado de
5
Hay otro aspecto muy polémico y también vinculado a la violencia simbólica y al androcentrismo
ejercidos por Freud, que además puede atribuirse a un mecanismo de defensa más primitivo: la negación.
Es bien sabido que en la primera teoría causal de las neurosis Freud hallaba la seducción de hecho, la
presencia de algún adulto o hermano mayor que iniciaba precozmente a la criatura en experiencias
sexuales que se constituían en factor traumático. Más adelante Freud modificó esta teoría y atribuyó el
carácter traumático a la fantasía. Para finalmente atribuirlo a la “madre fálica”. Todas estas evoluciones y
sus consecuencias están extensa y brillantemente desarrolladas en el libro: DIO BLEICHMAR, Emilce
(1997), La sexualidad femenina, de la niña a la mujer, Barcelona: Paidós.
un trabajo colectivo ingente de “educación” y socialización difusa y continua,
que va modificando las representaciones del cuerpo y de los cerebros para
acabar produciendo el artefacto social que se llama el hombre viril y la mujer
femenina, lo que se denomina género.
Por lo tanto, los efectos de la dominación simbólica se producen, no en la lógica
pura de la conciencia, sino a través de los esquemas de percepción apreciación
y acción que constituyen los hábitos –sin pasar por la conciencia ni la voluntad,
también llamados memoria procedimental-. La fuerza simbólica es una forma de
poder que se ejerce directamente sobre los cuerpos y que queda sedimentada
en lo más profundo de los cuerpos. Otro ejemplo del ejercicio de dominación
simbólica de calado más limitado que el ejercido por Freud: actualmente tengo
dos pacientes cuyos maridos, entre otras cosas, conducen sus vehículos a toda
velocidad a pesar de que ellas les piden que no lo hagan. De esta manera
quedan encogidas en su asiento e inscribiendo el miedo en el cuerpo.
Así pues, la violencia simbólica se manifiesta en forma de emociones
corporales: vergüenza, humillación, timidez, ansiedad, culpabilidad; o de
pasiones y sentimientos: amor, admiración, respeto. Emociones a veces muy
dolorosas porque traicionan en forma de manifestaciones visibles: el rubor, la
torpeza, la cólera o la rabia impotente, varias formas de someterse sin desearlo
al juicio dominante. También se manifiesta en acciones: anticipándose a
satisfacer las necesidades del dominante ahorrándole tener que admitir que las
tiene, lo cual le permite sentirse independiente y en control y parecerlo.
Lo más terrible es que los efectos y las condiciones de eficacia de la violencia
simbólica están durablemente inscritos en lo más íntimo de los cuerpos en
forma de disposiciones (hábitos), lo que hace que el poder simbólico no
pueda ser ejercido sin la colaboración de los que lo sufren porque está
inscrito en los cuerpos.
El ejercicio de la maternidad (i la correspondiente omisión del ejercicio de la
paternidad) creo que podría ser un ejemplo en el que se puede ver con mucho
detalle que la violencia no reside en la conciencia sino en las maneras de hacer.
Ejemplo de violencia simbólica
Pondré un ejemplo que seguro que todas y probablemente muchos hemos
observado. El escenario es una comida de celebración. Hay invitada una familia
compuesta por una madre economista y un padre empresario que han venido
con una criatura pequeña y esta tiene hambre. La madre se pasa la fiesta en la
cocina, ayudada por otras mujeres. El padre come y habla con el grupo de
hombres sin poner ninguna atención a las ausencias, y cuando aparece la
criatura continúa sin inmutarse, o pide que alguien (su mujer, preferiblemente)
le elimine la molestia sin sentir en ningún momento que las necesidades de su
criatura tengan nada que ver con él. Pocos meses después nos enteramos que
se han divorciado. Esta mujer lo ha podido hacer, y ahora el padre se tendrá
que ocupar, al menos los días que le toque.
Ahora imaginemos que esta pareja hubieran decidido que, puesto que el padre
ya se gana la vida y es muy complicado organizarse a fin de que la criatura esté
bien atendida, se ocupará la madre. Pero se divorcian al cabo de unos años. Se
trata de una pareja que viven en Catalunya, donde el régimen matrimonial es la
división de bienes. Esta mujer que ha renunciado voluntariamente a la carrera
se quedará con lo que tenía antes de casarse, o con una casa mientras las
criaturas sean menores. Las ganancias que ha facilitado a su marido quedaran
en poder de él, y ella, sin la experiencia ni la formación profesional que su nivel
hubiera requerido, tal vez podrá acceder a un puesto de trabajo muy inferior. El
resultado es que cuando estos hombres se divorcian mejoran su nivel de vida,
mientras que para las mujeres y las criaturas que viven con empeora
drásticamente. El concepto de feminización de la pobreza recoge esta situación,
entre todas las demás que comportan la definición que llevó a al ONU a
afirmar, en los 80, que “Las mujeres constituyen el 50% de la población
mundial, realizan los dos tercios del trabajo total, cobran el 10% de los ingresos
mundiales y tienen el 1% de la propiedad”. Y hay que añadir que en estas
condiciones asumen personas a su cargo. He intentado actualizar estos datos
sin éxito, pero mucho me temo que en estos 25 años no habrán variado
mucho.
Una ampliación de este efecto lo encontramos en la psicopatología, donde se
otorga toda la responsabilidad de los trastornos psicológicos a la madre y queda
blanqueada la figura del padre, que solo tiene que cumplir una función
simbólica y libre de la responsabilidad que le pertenece en el desarrollo de las
criaturas (Dio Bleichmar, 1997; Benjamin6, 1988).
Todo esto también está cambiando, y actualmente la legislación tiene más en
cuenta la responsabilidad del padre en la crianza de las criaturas, aunque la
aplique poco, ha surgido la figura de la custodia compartida en determinados
casos de separación.
El principio de la inferioridad y exclusión de la mujer, que la mitología ratifica y
amplifica hasta el punto de hacer de él el principio de división de todo el
universo, no es otra cosa que la desigualdad fundamental –la del sujeto y el
objeto, el agente y el instrumento- que se instaura entre el hombre y la mujer.
Veamos otro ejemplo, la institución del trabajo está completamente organizada
alrededor del trabajado que tiene una esposa en casa que tiene cuidado de
todas las necesidades domésticas –crianza incluida- y cuando las mujeres
quieren acceder a él, quedan en flagrante desventaja, sobretodo si tienen
criaturas y han aceptado el principio no escrito pero inscrito en el hacer, que
traerlas al mundo es cuidarlas hasta que se van de casa.
BENJAMIN, Jessica (1988), Los lazos de amor, psicoanálisis, feminismo y el problema e la
dominación. Barcelona: Paidós (1996).
6
La solución
Por lo tanto, lo que sostiene Bourdieu (y Chodorow7, Benjamin y Dio Bleichmar)
es que una simple conversión de la consciencia y de la voluntad no son
suficientes para erradicar la violencia simbólica, sino que es necesaria
una transformación de las estructuras que crean las disposiciones
para su ejercicio.
Es necesario transformar el yo, la familia, los métodos y modelos de crianza, la
televisión, la escuela, la iglesia y el estado, y ya lo estamos haciendo, de
distintas maneras, como espero ir mostrando. La natalidad y la crianza son
los grandes temas que tenemos que abordar (Bem, 1993) socialmente de
una manera mucho más clara y abierta de lo que lo hemos hecho hasta ahora.
Actualmente está claro que está en manos de las mujeres que consciente o
inconscientemente aceptan todo el lote, pero también está claro que cada vez
hay menos mujeres dispuestas, de aquí el bajo índice de natalidad actual. Y es
lógico dadas las condiciones en las que tiene lugar, y el castigo que reciben
muchas heroicas mujeres que después de quedar embarazadas son despedidas
de los puestos de trabajo.
Actualmente el embarazo y la crianza o se ignoran o se contemplan como una
elección de las mujeres y no como lo que son: la reproducción de la sociedad.
La solución II
Navarro8 (2002) lo expone de una manera inmejorable, en Catalunya y en
España hay una sobrecarga de responsabilidades en las familias y en particular
en las mujeres, en la atención a las criaturas, a los/las adolescentes y la gente
mayor debido a la enorme falta de ayuda estatal y a la polarización de los
papeles de género que hacen que las mujeres hagan cuarenta y cuatro horas
semanales de trabajo para la familia mientras que los hombres dedican seis.
Otros datos que aporta Navarro son que las danesas, por ejemplo, hacen
veintidós y que los hombres suecos dedican veintidós horas semanales a las
tareas domésticas.
Es este trabajo Navarro demuestra que si tuviéramos el mismo porcentaje de
población trabajando en sanidad, educación y servicios de apoyo a las personas
que en los países nórdicos (el 18%), no solo desaparecería el desempleo, sino
que se favorecería la incorporación de las mujeres en el mercado laboral y no
se limitaría su desarrollo personal.
El déficit del estado del bienestar (falta de guarderías, de servicios de atención
a las personas mayores, a las discapacitadas…) en Catalunya, va a parar a las
CHODOROW, Nancy (1978), El ejercicio de la maternidad. Psicoanálisis y sociología de la
maternidad y paternidad en la crianza de los hijos. Barcelona: Gedisa (1984).
8
NAVARRO, Vicenç (2002), Bienestar insuficiente, democracia incompleta. Barcelona:
Anagrama.
7
mujeres, que soportan una fuerte carga de estrés. La encuesta de salud del
Ayuntamiento de Barcelona del año 2000, en su monográfico “Diferencias y
desigualdades de género en salud” lo cuantifica diciendo que las mujeres
vivimos más años pero tenemos menos calidad de vida.
No es justo limitar el potencial de las mujeres negándoles que puedan
desarrollar su vida profesional. Una de las consecuencias es la bajísima
tasa de fertilidad, una de las más bajas del mundo, reflejo de las
dificultades que hay todavía para hacer modelos de vida más sostenibles para
las mujeres.
En los países escandinavos una familia puede enviar a su criatura de 0 a 3 años
a la guardería, o bien, tanto el padre como la madre que se ocupan de ellas
reciben fuertes subsidios de crianza, y las personas discapacitadas reciben
hasta un total de cinco visitas domiciliarias: una por la mañana, para
levantarlas, lavarlas y darles el desayuno; otra al mediodía para hacerles y
darles la comida; una por la tarde para hacerles compañía, otra por la noche
para hacerles la cena y llevarlas a la cama, y una a las dos de la madrugada
para llevarles al servicio (el gobierno ha llegado a la conclusión que sale más
económico hacerlo así que ingresarles en una institución). Está claro que estos
países invierten en bienestar en vez de en armamento.
Continuaré con el “Inici de càntic al temple”9 feminista que he iniciado, si me
permitís citar a Espriu, pues yo sí que –parafraseándole- deseo “seguir mi
sueño de llegar a ser libre, despejada y feliz”, como sucede en el norte, y como
he dicho al principio, no quiero eludir la dimensión política de este anhelo de
felicidad, ya que deseo que este sueño sea posible también para la población
catalana, más empobrecida de apoyo social que la de otras zonas del estado
por el expolio fiscal al que ha sido sometida, y que ha sido ampliamente
documentado por el profesor Tremosa10 y otros a lo largo de estos últimos
años, y por las políticas ultraconservadoras ejercidas en materia “familiar” en
los últimos 30 años por los distintos gobiernos “nacionales”y “estatales”.
Hablo de políticas ultraconservadoras en el sentido que aquí no se ha
reconocido la variabilidad de modelos familiares existentes, cuando lo que se
necesitaba eran políticas orientadas a favorecer el crecimiento y la educación
de las personas, y no el de las instituciones que fomentan la reproducción del
sistema de dominación como se ha hecho. En vez de destinar el dinero a
ofrecer una escuela pública laica y de calidad, con todos los soportes
necesarios: bibliotecas, extraescolares,… destinados a favorecer el desarrollo
integral de las criaturas y la conciliación de la vida laboral con la familiar –es
escandaloso el desencuentro entre la organización temporal del trabajo y los
horarios escolares-, se ha dado mucho dinero a las escuelas religiosas, con las
9
Este es un poema de Salvador Espriu muy querido por los y las demócratas catalanes porque
abría una puerta a la esperanza en los negros años del franquismo. En él Espriu reconocía la
mejor calidad de vida material y política del “norte”, como opuesto a las miserias del “sur”de
Europa.
10
PONS, J. i TREMOSA, R. (2004), L’
espoli fiscal. Una asfixia premeditada. València: Ed. 3 i 4.
consecuencias que expongo a continuación, entre otras. (Todavía es muy difícil
introducir la laicidad en el Estatuto Catalán. Es tan difícil que no se ha
conseguido).
Ejemplo local
En 2001 llevé a cabo un estudio11 cuantitativo sobre una muestra de 522
estudiantes chicos y chicas de secundaria en cuatro centros públicos y dos
privados concertados de una comarca catalana, en el que les administraba un
“Inventario de actitudes hacia la sexualidad”12. Este cuestionario mide la
presencia de actitudes favorables a la coacción y la violencia en la sexualidad,
uno de los ámbitos privilegiados para las manifestaciones de la estructura
profunda de la dominación.
Puntuar alto en Coacción y Violencia (en adelante C y V) significa tener
aceptadas ideas como: “Una chica no tiene derecho a mostrar abiertamente su
deseo sexual”, “El sexo de una mujer se puede comprar con dinero” o “Las
chicas esperan que los chicos las fuercen para responder sexualmente”.
Los resultados obtenidos fueron:
1. Los chicos de la muestra tienen actitudes favorables a la C y V en un
grado muy superior al de las chicas en todas las categorías
socieoeconómicas.
2. Los chicos de las clases más acomodadas de la muestra, que
corresponden a los que asisten a un centro religioso concertado
son los que tienen las actitudes más favorables a la C y V de la
muestra.
3. Las chicas que aceptan los grados más elevados de C y V son las que
van a una escuela privada concertada, de un nivel socioeconómico
medio, cuyas madres no tienen estudios ni trabajan.
4. Las hijas de familias acomodadas pero con estructuras
familiares menos convencionales, con madres con estudios y
que trabajan, que van a la escuela pública en una zona
residencial son las chicas que más se guardan de la C y V
sexuales.
Estos resultados nos muestran que es justamente la dominación, tal como la
hemos descrito, la que se reproduce: con virulencia entre los chicos de las
capas dominantes y abriéndose a modificaciones entre las capas más reflexivas
o intelectuales que han empezado a modificar los modelos de funcionamiento
familiar, y esto tiene una traducción en las actitudes procedimentales,
sobretodo de las chicas.
11
Este trabajo ha sido publicado en www.aperturas.org: GARRIGA, C. “Género, violencia y
sexualidad”, núm, 17. Julio 2004.
12
Traducido de PATTON, W. & MANISON, M., “The revised Attitudes Toward Sexuality”, dentro de:
DAVIS & cols. (1998), Handbook of sexually-related measures, London: Sage Publications.
Sexo, género y sexualidad
La historia del género de cada persona corre paralela a la historia temprana del
desarrollo del yo (Harris, 2005)13 de acuerdo con las teorías contemporáneas de
la vinculación i de la individuación (actualmente sobresalen Lyons-Ruth i Beebe
& Lachmann).
Dio Bleichmar (1997) vincula el sexo con el género en lo que denomina sexogénero y lo formula diciendo que además de la múltiple determinación del sexo
biológico: cromosomas, hormonas fetales, sexo gonadal fetal, morfológico y
gonadal posterior (que pueden coincidir o no -se refiere a las criaturas
hermafroditas, por ej.), hay otro cuadro después del nacimiento, que, para una
niña comprende: las creencias de género de la madre sobre el destino de mujer
que espera para su hija; las creencias del padre; las experiencias infantiles que
dan forma a los modelos e ideales de ser mujer en el mundo, adultos que se
erigen en modelos para la niña, tanto de feminidad positiva como negativa, los
modelos de feminidad vigentes en el entorno de la niña. Estos factores se
cruzaran con la realidad concreta de la relación de la niña con sus padres y con
su entorno. También jugaran un papel, el grado de placer y satisfacción de
cada progenitor con su identidad, y el modelo de pareja que los adultos aporten
a sus hijos e hijas. Hay un cuadro similar para el niño.
Lo que quiero decir con esto es que la adquisición del género tiene lugar de una
manera personal y particular en el entorno familiar y particular en que nace la
criatura, y depende de las características personales de las figuras parentales
que la rodean así como de sus propias respuestas a este entorno, de manera
que cada experiencia individual del género está enraizada en la historia
personal, las historias y la historia colectiva, y la evolución de los cambios que
se producen en el contexto en el que emerge.
Podemos afirmar con rotundidad, por tanto, que los resultados de toda esta
serie de interacciones son que cada persona es única, como es único su
sentido del género, porqué en cada persona se conjugaran de una manera
particular, y además en esta conjugación también intervienen los factores
conscientes, que todavía no había mencionado.
Contra lo que parece una expresión clara de feminidad o masculinidad, hay
para cada persona un entretejido complicado, con múltiples capas de fantasías
e identificaciones, algunas “femeninas” y algunas “masculinas”. En los 70 se
llegó a conceptualizar la androginía14, un término que describía a las personas
que se definían como altas en masculinidad y en feminidad. Posteriormente
Chodorow15 escribió en 1994 su libro: “Feminidades, masculinidades,
HARRIS, Adrienne (2005), Gender as soft assembly, Hillsdale: The Analytic Press.
BEM, Sandra L. (1974), The measurement of psychological androgyny. Journal of Clinical
and Consulting Psychology, 42, 155-162
15
CHODOROW, Nancy (1994), Femininities, masculinities, sexualities; Freud and beyond,
London: Free Association Books.
13
14
sexualidades”en el describía toda esta variedad de matices que actualmente es
incuestionable.
Otro aspecto del género es que en las sociedades democráticas actuales los
individuos escogen los papeles adultos. En consecuencia, la psicología
contemporánea ha empezado a contemplar la identidad de género, e incluso la
orientación sexual, en parte como resultado del compromiso personal y
conciente de la persona en la construcción de aspectos particulares de su yo
(Bem, 1993).
Toda esta variabilidad en las maneras de ser mujer y hombre también se
expresa en los objetos de deseo sexual, y da lugar a las homosexualidades, las
heterosexualidades, las transexualidades16 y los transgenerismos17 más o
menos sofisticados.
Esta variabilidad también influye en la manera de vivir la sexualidad. Person
(1999)18 afirma que el sistema dimórfico normativo genera dos organizaciones
de la sexualidad que en los extremos pueden resultar problemáticas, que
denomina hiposexualidad, o inhibición de la sexualidad en las mujeres, e
hipersexualidad masculina.
Respecto a la inhibición Person se refiere a dos tipos de fenómenos:
1. las inhibiciones de la asertividad (capacidad de una persona de saber qué
quiere y hacer lo posible para conseguirlo) en un contexto interpersonal, y
2. las inhibiciones del sexo en si (del deseo, de la excitación o del orgasmo)
también denominado bajo impulso sexual.
Las inhibiciones de la asertividad tienen que ver con el comportamiento de
deferencia o el miedo al hombre. Incluyen: falsear el orgasmo, no insistir en la
estimulación adecuada, asumir que el orgasmo del hombre termina la relación y
poner más atención en complacer que en ser complacida.
Respecto al bajo impulso sexual, Person se refiere a los bajos índices de
masturbación en las chicas y las mujeres, y en la capacidad para tolerar la
anorgasmia, que a su vez están relacionados con la asertividad y con el hecho
que muchas mujeres sean más reactivas que autónomas respecto a la
sexualidad.
Todo esto, aderezado, además, con las confusiones que ha generado a muchas
mujeres toda la mitología alrededor del doble orgasmo, clitoridiano y vaginal.
Dio Bleichmar (1997) plantea que hay una mayor represión de la sexualidad de
las niñas debido a que adquieren el saber que la sexualidad marca a las
mujeres pero no a los hombres. Perciben claramente que se aplica una doble
moral.
16
17
18
FAUSTO-STERLING, Anne (2000), “The five sexes revisited”, The Sciences.
BUTLER, Judith (1993), Bodies that matter, New York: Routledge.
PERSON, Ethel S. (1999), The sexual century, New Haven & London: Yale University Press.
Los cambios en la manera de vivir la sexualidad las mujeres, orientados a la
obtención de placer y a la autoexpresión, vienen de conseguir las condiciones
necesarias para su desarrollo como sujetos, es decir, la liberación sexual
viene de la liberación personal, y no al revés (Person, 1999). S. Berbel
(2004)19 lo plantea en estos otros términos: difícilmente se puede vivir una
relación sexual en libertad, simetría y reciprocidad si ambos miembros de la
pareja no gozan de independencia al mismo nivel, psicológica, económica y
social; circunstancia aún infrecuente en nuestra cultura.
Visión psicológica de la dominación
En este caso me apoyaré en Benjamin (1988). Dice: la madre representa el
prototipo de objeto no diferenciado, de no-sujeto.
El niño y la niña para llegar a ser personas separadas, para individuarse, se
tienen que diferenciar de la madre. Solo alguien que logra completamente la
subjetividad puede permitirse la diferenciación completa. Así pues, ¿Cómo lo
pueden hacer si ella misma no está individuada?
El niño para llegar a ser masculino negará la identificación primaria con la
madre, y así logrará una “falsa diferenciación”, subrayando sus aspectos de
separación y autosuficiencia por encima de la conexión y la dependencia.
La niña, al mismo tiempo que se tiene que desidentificar de la madre para
convertirse en persona separada, se da cuenta de que la madre ha sacrificado
su independencia, y que si afirma su individualidad perderá su apoyo
todopoderoso. La aceptación de la obediencia (la sumisión) le permitirá hacer
una réplica de la actitud maternal en si.
La falta de subjetividad materna forma parte del sistema de reproducción de la
desigualdad sexual. Veamos que propone Benjamin para salir de los circuitos de
la dominación.
Propuestas de Benjamin
Redefinir la maternidad y la paternidad en dirección a la ”parentalidad dual” en
que tanto el padre como la madre se hagan cargo tanto de los aspectos
materiales como emocionales de la criatura. Esta solución la proponen la
mayoría de autoras que estoy citando. También se denomina “nuevo contrato
sexual”20.
Para esto es necesario que la madre se convierta en sujeto y que esto nos
permita abandonar el ideal actual de maternidad fundamentado en la creencia
19
BERBEL, Sara (2004), Sin cadenas; nuevas formas de libertad en el siglo XXI, Madrid:
Narcea.
20
BERBEL, S. i PI-SUNYER, Mª T. (2001), El cuerpo silenciado. Barcelona: Viena Ediciones.
de la omnipotencia materna, en la idea que la madre es o tiene que ser dadora
de todo y perfecta.
Por otro lado, el ideal de individualidad autónoma fundamentado en la falsa
diferenciación y en la negación de que necesitamos a los otros nos priva del
reconocimiento y la sintonía reales.
El repudio de la feminidad es el que empuja a los niños hacia la diferenciación y
se fundamenta en una imagen arcaica, de unión interminable o fusión oceánica
de la que el padre ideal les tiene que salvar. Hay que desmentir estos mitos a la
vez que proporcionamos a los niños un periodo más largo de indiferenciación, a
fin de que puedan adquirir los aspectos de cuidado del otro.
Benjamín llega a la conclusión de que tenemos que aprender a sostener la
tensión entre igualdad y diferencia entre los individuos, y que el
reconocimiento mutuo es una solución.
Formulación de Bem
La natalidad y la crianza se tienen que convertir en temas de discusión
institucional prioritarios porque tiene un impacto tan grande para la vida de las
mujeres que las deja automáticamente en desventaja como grupo social. Así
pues, no se puede seguir hablando de democracia mientras se mantiene al
50% de la población en desventaja, por un lado. Tampoco se puede aguantar
una sociedad en la que las mujeres dejen de reproducirse, porque desaparece.
Pero también será necesaria una redefinición del significado del trabajo, a fin de
que demos el mismo valor a la crianza de la próxima generación que a
la producción de bienes. Esto significará que el cuidado de las criaturas tiene
que subir mucho en la escala de valores sociales y que tendremos que aceptar
reducir los beneficios, o que el cuidado profesional de las criaturas se tendrá
que pagar mucho mejor, i/o que la parentalidad a tiempo completo de las
criaturas pequeñas se tendrá que contemplar como el mismo tipo de sacrificio
de la carrera personal al servicio del bien de la sociedad como se contempla a
los militares por ejemplo (a los que el estado español acaba de subir
sustancialmente los sueldos atendiendo a estas consideraciones).
Visión histórica
La falta de subjetividad individualizada de las mujeres responde a un plan
ejecutado con toda precisión desde el siglo XII (Hernando, 2000)21. En aquella
época la sociedad se individualizaba para hacer frente a la vida cotidiana, con
independencia del sexo que se tuviera. A fin de poder frenar el proceso de
21
HERNANDO, Almudena (2000), “Factores estructurales asociados a la identidad de género
femenina. La no-inocencia de una construcción socio-cultural” dentro de HERNANDO, A. (Ed.),
La construcción de la subjetividad femenina, Madrid: Instituto de Investigaciones Feministas.
Universidad Complutense de Madrid.
individualización de las mujeres inherente a las transformaciones que estaban
teniendo lugar, intervino la iglesia. Para frenar el proceso en seco, empezó a
venerar a la virgen María, que es el ideal de mujer no individualizada, la madre
generosa que renuncia a sus deseos personales, incluido el sexual. También
reforzó el mito de origen: que el mundo perdió la condición de paraíso cuando
la mujer se atrevió a acercase al árbol del conocimiento, de nuevo
idealizando la figura desindividualizada como modelo de mujer. (El acceso de
las mujeres al conocimiento -escolarización, lectura,… - es uno de los elementos
fundamentales para su individuación-subjetivación, no es extraño desde el
punto de vista de los defensores de la indiferenciación que el pecado original
sea acercarse al conocimiento).
A partir de este momento, siglo XII, los hombres empezaron a legislar para
excluir a las mujeres de todas partes. La única salida que les quedaba si
querían individualizarse era entrar en un convento, lo que las dejaba fuera de la
sociedad y sin relacionarse con ella. A pesar de ello los conventos se llenaban, y
en el siglo XVI se estableció la clausura.
Con la modernidad y la razón surgió el sujeto, el concepto de “yo”que controla
el mundo. La única manera de negar a las mujeres este control era impedir que
accedieran a este modo de representación: la razón. Así los teóricos de la
Ilustración y de la Revolución Francesa, Rousseau entre ellos, defendieron con
todos los mecanismos los efectos contraproducentes de la lectura y la
educación de las mujeres, y la necesidad de reclusión en los estrechos
espacios domésticos.
Volvemos a ver ejemplificada en la práctica histórica la descripción teórica de
Bourdieu, que para la eternización y la reproducción de la dominación hace
falta un ingente trabajo que realizan simultáneamente las distintas instituciones
sociales.
Propuesta de Hernando
En consecuencia, lo que propone Hernando, es que, cuando las mujeres
finalmente accedieron a la escolarización tuvieron que enfrentar diversos
conflictos. Uno es que la mitad masculina (e inmadura y enferma) de la
población no podía ni quería renunciar a los cuidados y las atenciones que
hasta entonces tenía garantizados y sin los cuales resulta mucho más difícil
mantener el equilibrio de poder. Otra dificultad es interna: el modelo de
identidad de género femenino que las mujeres siguen recibiendo, da prioridad a
los afectos. Y por lo tanto, escoger la individualización que les permita
acceder a la posición de sujetos sociales, de equidad y de justicia social, no es
fácil, todo lo contrario, las mujeres que escogen ser sujetos saben que están
optando por una opción difícil, de soledad y de esfuerzo constante; y que
tienen que tener ganas porque tienen que renunciar a las dulzuras y
gratificaciones inherentes a una percepción impotente y mítica de la realidad
para asumir la parte de soledad, responsabilidad y duda metódica que
impregnan el mundo de la individuación (Hernando, 2003)22.
Propuesta II
Escoger la individuación supone modificar las disposiciones que generan
dominación y subordinación, como hemos visto. Las mujeres que quieren
hacerlo saben que tienen que salir de la indefensión en la que las dejan los
criterios que las definen al servicio del mantenimiento de la dominación. Tienen
que hacer esfuerzos para empoderarse, para pasar de la posición de
objetos a la de sujetos23 autónomas: económicamente, sexual y
subjetiva. Para conseguirlo tienen que hacer un trabajo personal y uno
político.
En seguida está dicho que las mujeres que quieran llegar a ser sujetos tienen
que salir de la indefensión y empoderarse, si no supiéramos que esta es una
tarea ingente. Comporta toda la vida de una mujer oponerse a la dominación,
porque como hemos visto opera a nivel corporal procedimental, por tanto
inconsciente. En consecuencia, al optar por la subjetividad, hay que contar con
un esfuerzo permanente que consiste en la atención constante, en el
autoanálisis, con el fin de detectar, cuanto antes, los efectos de la dominación
sobre una, porque en la medida que una sabe que operan, y los puede
reconocer, tiene más posibilidades de trabajar en contra. Los grupos de
autoconciencia de los 70 partían de este reconocimiento y derivaron en grupos
de apoyo mutuo. Actualmente son los grupos de terapia.
Otro aspecto que me parece interesante de Hernando va en esta dirección. Ella
propone que las mujeres intentemos oponernos a la posibilidad de que la
dominación pueda darse en nosotras. Conocedoras de las instituciones y
circunstancias que crean dominación, se trata de intentar evitarlas a fin de
evitar sus efectos, al menos. Evitar reproducir el estereotipo de género
femenino mediante la construcción del propio sentido de género personal24,
evitar reproducir la familia tradicional, evitar “nutrirse” de cultura oficial
(películas comerciales, mass-media en general), mantenerse en un sano
agnosticismo lejos de las religiones oficiales que no admiten la valía de las
mujeres. Hernando (2000) dice que las mujeres estamos aplicando la razón al
sujeto, profundizando de esta manera en la subjetividad. Por esto muchas
mujeres recorren al psicoanálisis o a las psicoterapias, porque están buscando
instrumentos de introspección y resolución racional de conflictos.
22
HERNANDO, A. (2003), “Poder, individualidad e identidad de género femenina” dins
HERNANDO, A. (coord.), ¿Desean las mujeres el poder?, Madrid: Minerva Ediciones.
23
La palabra “sujeto”solo existe en masculino. Observad el forzamiento del lenguaje que
tengo que hacer al no poder utilizar la palabra “sujeta”, que significativamente no existe.
24
CHODOROW, N. (1999), The power of feelings, New Haven and London: Yale University
Press.
No hacer posible la reproducción de los sistemas que crean dominación a nivel
personal, oponerse con todos los medios personales que una tiene al alcance,
salir de la indefensión y empoderarse subjetivamente, económica y
sexualmente, ya es un trabajo político de gran abasto. El hecho incuestionable
de estar presentes en las instituciones con el fin de ir haciendo desaparecer la
visión androcéntrica e incluyendo la perspectiva de las mujeres, es otra manera
de hacer política. La mayor presencia de mujeres en los órganos de decisión y
las cuotas políticas de representación van en esta dirección. Y además hay que
procurar modificar el estado con propuestas favorables a unas condiciones de
vida más sostenibles para las mujeres, la ley integral contra la violencia de
género es un ejemplo paradigmático. Solo fue posible aprobarla en la medida
en que las mujeres participaron en su redacción, estando presentes en todos
los órganos de poder que llevaban a su aprobación final. También se hace
urgente hacer un esfuerzo para comprender en profundidad y para incidir en
otro mecanismo de dominación que representa la existencia a tan gran escala y
con tanta impunidad de la prostitución y sus mafias. Ahora no entraré en el
tema aunque remito a Lienas (2006)25 que ha hecho un magnífico trabajo al
respecto.
La familia es una de las instituciones que ha sido más cuestionada, y con razón.
Por esto actualmente hay tantas formas de organizarse la vida personal
distintas de la familia tradicional. Berbel (2004) en el libro ya citado presenta un
puñado de ellas: grupos de jóvenes de ambos sexos que conviven; padres o
madres con criaturas; separados o separadas con criaturas o sin, creando
nuevas agrupaciones familiares, donde pueden nacer criaturas comunes;
parejas del mismo o de distinto sexo viviendo juntos; casadas o no, con
criaturas propias o adoptadas, o no; personas que viven solas, o no; pero
posiblemente en la mayoría de opciones cada persona haciéndose cargo de su
propia economía. El pasado otoño la prensa publicó la noticia de que muchas
nuevas parejas optan por economías separadas, y por hacerse cargo de los
gastos a medias, de nuevo, en concordancia con la legislación catalana que
aplica la división de bienes. Ignorar que muchas parejas acaban divorciadas –de
hecho el 50%- y que si no se tiene en cuenta la legislación, particularmente las
mujeres pueden salir bastante mal paradas, no es la mejor opción. Como le
sucedió a una mujer que me vino a consultar no hace mucho: después de
trabajar toda la vida a sueldo, además de criar a cuatro criaturas, ahora, en el
momento que se separa se queda sin nada, mientras que su marido queda con
las arcas llenas y las propiedades, resultado de la buena fe de haberlo puesto
todo al servicio del bienestar de la familia. Lo contrario, enfrentarlo desde el
principio, como están haciendo muchas personas al optar por tener las
economías separadas, les evitará muchas dificultades futuras. La división legal
de bienes y la economía conjunta de los matrimonios convencionales es una
contradicción que no ha sido suficientemente bien abordada en las familias
catalanas.
25
LIENAS, Gemma (2006), Quiero ser puta. Contra la regulación del comercio sexual.
Barcelona: Ediciones Península.
Lo que me parece interesante de estas múltiples formas de vida es que
contemplan la posibilidad de escoger y esto lo que estamos haciendo de una
manera cada vez más abierta y creciente. Esto me lleva al título del presente
escrito: nos queremos Libres para Ser y Hacer.
En consecuencia, en las definiciones de género contemporáneas hay incluida
una componente de opción personal, y, de hecho, actualmente abandonar el
estereotipo de género normativo en un intento más o menos logrado de crear
el propio sentido de género no es solo una opción que toman muchas mujeres,
sino que forma parte de sus definiciones, de tal manera que los estudios
contemporáneos de psicoanalistas feministas como Chodorow (1999, ya citada)
afirman que cada persona crea su propio género personal-cultural. El género,
según esta autora, es un entretejido inextricable de significado personal y
cultural psicológicamente construido. Lo que entiende por significado cultural
son las propias vivencias experimentadas en la vida de relación con las
personas significativas del propio entorno, que una persona va asimilando. Este
entorno está inserto en un contexto cultural determinado que tiñe estas
relaciones y vivencias y les da este matiz de significado cultural.
Psicológicamente construido se refiere a las maneras como la criatura en
evolución va absorbiendo estas vivencias, algunas de forma inconsciente y otras
de manera más explícita hasta lograr esta consciencia de identidad personal
que configura el yo.
Otra manera de decirlo es como lo planteaba la filósofa F. Birulés26 el 8 de
marzo de 2005, decía: si entendemos el género como lo dado, lo que una no ha
escogido, nos daremos cuenta que no confiere singularidad alguna. Para llegar
a ser sujetos y ser libres nos hace falta escoger más allá de lo dado, así nos
hacemos un lugar en el mundo. No hacerlo nos deja en una posición inocente,
prescindible, sustituible y, por tanto, superflua.
Así pues, lo que hacemos es pasar del dualismo a la multiplicidad. Si
entendemos el dualismo como “o una cosa o la otra”, y ya hemos visto los
efectos que produce, es necesario que construyamos puentes entre las
polaridades; entre cuerpo y mente, entre masculino y femenino, entre psique y
sociedad; adoptamos un “y también”: el postmodernismo es lo que nos permite
pensar en las dos direcciones a la vez, la psicológica y la social (Dimen, 2003)27.
El género en la construcción de la subjetividad de las mujeres
Como he mencionado el género es un núcleo de la identidad, una dimensión del
yo. Actualmente las personas reflexionamos sobre nosotras mismas, sobre
como somos y como queremos ser. Somos más o menos conscientes de que
podemos incidir en alguna medida en la construcción de nuestra subjetividad.
También reconocemos la complejidad y las dificultades de esta tarea de largo
alcance. Por eso creo interesante aportar las definiciones contemporáneas de
26
27
BIRULÉS, Fina (2005), “Llibertat femenina i violència”, Ca la dona, nº 48, juny.
DIMEN, Muriel (2003), Sexuality, intimacy, power, Hillsdale: The Analytic Press.
género, ya que no solo contemplan, sino que contienen, esta posibilidad de
incidencia consciente. Goldner (2003)28, por ejemplo, dice: “El género estaría
constituido como una identidad social fija (el estereotipo)29 y un estado psíquico
fluido (las vivencias internas personales)… por lo tanto la cuestión crítica
consiste en considerar en que medida el sujeto o la sujeto se
experimenta a si mismo/a como invistiendo al género con significado
o en si el género es un significado que tiene lugar en él o en ella”.
Y aun, el género es un “ensamblaje blando”, resultado de interacciones,
elaboradas sutil pero poderosamente. Vinculado a las teorías contemporáneas
del desarrollo que describen a la criatura que crece como constructiva, es decir,
que participa transformando la interacción en resultados complejos (acciones,
emociones, pensamientos) que varían con el contexto. Patrones a la vez sólidos
e idiosincrásicos (únicos para cada persona)30. Queda claro que en esta
comprensión hay espacio para la libertad
Pero además, Bassin (1996)31 y Benjamin (1996)32 afirman que las personas
que reflexionan y optan sobre el género, creando su propio yo, son personas
que logran niveles muy altos de desarrollo personal.
También, como nos recuerda Dimen (2003), nuestras ideas influyen en lo que
somos, son parte de nuestra subjetividad y de la vida social; por lo tanto las
ideas y sus efectos, constituyen un componente objetivo de las formas de vida
que vivimos –es lo que en términos psicoanalíticos denominamos ideal del yo.
Dimen observa que hay algo fascinante en la manera como construimos
nuestros cuerpos, nuestras mentes, nuestros géneros, o no lo hacemos.
Nuestros cuerpos son lugares de luchas complejas para la libertad, y son
protecciones contra la dominación. Y, naturalmente, esta no puede ser, no es,
una lucha completamente exitosa.
Las constricciones culturales y las lecturas corporales afectan el género de
muchas maneras, pero a pesar de todo, cada persona hace un compromiso
creativo, guardándose y dándose en una negociación sin fin consigo
misma, con el/la otro/a y con la cultura.
28
GOLDNER, Virginia (2003) “Ironic gender/authentic sex”, Studies in Gender and Sexuality,
4(2):113-139.
29
Las aclaraciones entre paréntesis son mías, no de la autora.
30
Harris, A. (2005) ya citada.
31
BASSIN, D. (1996), “Beyond the he and the she”, dins Dimen, M,; Goldner, V., (ed.) (2002),
Gender in Psychoanalytic Space. Nova York: Other Press.
32
BENJAMIN, J. (1996), Sujetos iguales, objetos de amor, Buenos Aires: Paidós.
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