Las migraciones interiores y exteriores españolas

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LAS MIGRACIONES INTERIORES Y EXTERIORES ESPAÑOLAS
DESDE MEDIADOS DEL SIGLO XX.
Incidencia en Castilla y León
L
os movimientos migratorios han sido uno de los factores más decisivos en la evolución de la población española y en su distribución geográfica, incidiendo a su vez de manera diversa en el comportamiento demográfico, económico, cultural e incluso político, tanto de las áreas emisoras como receptoras. El conocimiento de
los desplazamientos de población producidos en España desde mediados del siglo XX es esencial para comprender la problemática demográfica actual: densidades contrastadas, crecimiento desigual, envejecimiento
de algunas regiones...
1.
LAS MIGRACIONES INTERIORES y su papel determinante
Las migraciones interiores constituyen la corriente migratoria española más importante, tanto desde el punto de
vista cuantitativo como cualitativo. La significación de este fenómeno queda patente en el hecho de que casi la
mitad de la población de España reside hoy en un municipio distinto al que nació.
Las migraciones interiores presentan rasgos bien diferenciados según tengan lugar antes o después de 1975.
Antes de 1975 los movimientos migratorios afectan a un gran volumen de población que se desplaza fundamentalmente desde el campo a la ciudad –éxodo rural–, mientras que después de esa fecha los destinos son más
variados, dominando las migraciones interurbanas.
1.1. El modelo migratorio del periodo desarrollista: el éxodo rural (1950-1975)
Los movimientos migratorios internos que se desarrollan en España entre 1950 y 1975 van a caracterizarse por
la salida masiva de población desde los núcleos rurales hacia las áreas urbanas, y desde las regiones más atrasadas hacia las más industrializadas.
La emigración de la gente del campo a la ciudad ha sido una constante de la España contemporánea, pero el éxodo
rural adquiere unos volúmenes muy importantes a partir de los años cincuenta –y sobre todo en los sesenta–. Se
estima que durante el tercer cuarto del siglo XX se produjeron unos diez millones de desplazamientos. Sólo en los
años sesenta más de cuatro millones de españoles cambiaron de residencia, la mayoría de ellos a una provincia
distinta de la de origen.
Las causas de este trasvase masivo del campo a la ciudad son más complejas que las puramente laborales. Durante esta fase, enmarcada en la etapa del desarrollismo, el gran crecimiento demográfico y la mecanización
del campo produce numerosos excedentes de mano de obra en el medio rural, que emigra a las ciudades atraída por la demanda de una industria en expansión y de la cosntrucción y los servicios en los núcleos turísticos
del litoral mediterráneo y de las islas.con mayores salarios y unas expectativas de mejores condiciones de vida.
A ello se añade como foco de atracción el boom del turismo que genera abundantes puestos de trabajo en los
servicios y la construcción. A este éxodo masivo contribuye en gran medida el atractivo que la ciudad ejerce
sobre la población rural.
Aunque el fenómeno emigratorio afecta a todo el campo en
general y se dirige a todas las ciudades españolas, la emigración parte sobre todo de Galicia, las dos Castillas, Extremadura, Aragón, Murcia y Andalucía. Su destino son
mayoritariamente los núcleos industriales de Madrid, Barcelona, País Vasco y Asturias y los turísticos de las islas y de
la costa mediterránea. Asimismo, en el interior de las regiones emisoras de emigrantes se manifiesta un importante
flujo en dirección a los principales centros industriales: Valladolid, Zaragoza, Sevilla, La Coruña, etc.
Los movimientos migratorios en España
Las consecuencias de este éxodo rural masivo se aprecian tanto en el espacio urbano como en el rural:
• La principal consecuencia del éxodo rural es el desequilibrio que se produce en la distribución de la población española, vaciando el interior (“desierto central”) y congestionando la periferia y Madrid.
• Los movimientos migratorios influyen además en la estructura y en la dinámica natural de la población.
La emigración se hizo de una forma selectiva: afectó sobre todo a los jóvenes y a las mujeres. El resultado
fue el envejecimiento y la masculinización de la población de las regiones emisoras de emigrantes.
Ambas consecuencias supusieron a su vez la reducción de las tasas de natalidad y el aumento de las de
mortalidad y, por tanto, un menor crecimiento vegetativo, en muchos casos negativo. Por el contrario, las
zonas receptoras de inmigrantes ven incrementar su población con personas jóvenes en edad de procrear, por lo que presentan tasas de natalidad más elevadas.
• Al mismo tiempo, se inicia el fenómeno de la despoblación rural. La despoblación ha llegado al extremo
de provocar el abandono de pueblos enteros, y ha supuesto la disminución de los servicios básicos (escuela, sanidad…) en determinadas poblaciones, lo que retroalimenta la emigración y el abandono de las
zonas rurales.
• Con este éxodo rural, la sociedad española se urbanizó definitivamente, dando lugar a la gran expansión de las ciudades españolas, especialmente de Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia... En muchas ocasiones este rápido crecimiento originó importantes problemas urbanísticos y de dotaciones (hinchazón
de las ciudades, chabolismo, barrios marginales, carencia de escuelas, hospitales..).
• En el plano social, el éxodo rural trajo consigo importantes problemas de adaptación a la nueva forma
de vida urbana de costumbres distintas a las de las sociedades rurales tradicionales.
1.2. El cambio en el modelo migratorio a partir de la crisis de los años setenta
Desde mediados de los setenta, los cambios políticos (transición democrática) y socioeconómicos (crisis industrial) que se producen en España dan lugar a importantes transformaciones en las migraciones internas y se producen cambios importantes en las direcciones de las mismas. El sistema migratorio se hace más diverso y
abierto, en parte debido a la reducción de importancia que experimentan las motivaciones exclusivamente laborales en favor de otras como el retorno o la búsqueda de mayor calidad de vida en áreas residenciales más
descongestionadas.
Como rasgos característicos de los movimientos migratorios actuales se pueden señalar los siguientes:
• Durante esta etapa se asiste a una reducción del éxodo rural y de la tendencia a emigrar hacia las grandes
ciudades, produciéndose, en algunos casos, una inversión de los flujos.
Desde los inicios de la crisis industrial se produce un incremento en los movimientos de “retorno” de los
antiguos emigrantes a sus lugares de origen a la hora de su jubilación. Por otra parte, también se asiste a
una “escapada” al campo desde las ciudades –protagonizada por jóvenes y adultos, con niveles de renta
medio y alto–, en función de un deseo de desarrollo rural (no agrario) del campo o de recuperación de la
naturaleza. Sin embargo, este fenómeno de los neorrurales, desencantados de la ciudad, tiene una escasísima incidencia desde el punto de vista cuantitativo, aunque es importante para los pequeños pueblos
abandonados.
Se asiste asimismo a una relocalización de la población rural. En general, las zonas más alejadas de la capital
siguen perdiendo población, que se concentra en los núcleos próximos a los centros urbanos.
• El movimiento migratorio interior dominante en estas últimas décadas es, por el contrario, el interurbano, aunque con características distintas según los casos:
• Un cambio importante es el notable descenso que experimentan las migraciones de largo recorrido
(interprovinciales e interregionales) en favor de las que se desarrollan en el interior de la misma
provincia o comunidad. Destacan los cambios residenciales desde el municipio central o capitalino a los municipios próximos de la periferia por razones diversas (la búsqueda de una vivienda más
barata o de un mayor contacto con la naturaleza…), lo que ha ocasionado un gran desarrollo de las
ciudades-dormitorio y todo tipo de áreas residenciales.
• El movimiento de población entre ciudades es propio de un personal cualificado perteneciente al
sector de servicios y de personal técnico, en función de la obligada movilidad profesional actual.
• Por otra parte, las ciudades medias han ido ganando protagonismo hasta convertirse en uno de
los destinos preferenciales de las nuevas migraciones.
IES Núñez de Arce
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Los movimientos migratorios en España
A escala regional, teniendo en cuenta las provincias de origen y destino de las migraciones, se puede observar que también se producen cambios relevantes:
• Los focos que tradicionalmente habían recibido población (País Vasco, Asturias, Barcelona ) se han convertido en las últimas décadas en centros de emigración como consecuencia de la saturación del tejido residencial y de la crisis industrial que ha afectado a determinadas regiones (País Vasco, Asturias).
• De igual manera, algunas zonas tradicionales de emigración son ahora zonas receptoras por los “retornos”
o por su proximidad a Madrid (Guadalajara, Toledo, Segovia…) o Barcelona (Tarragona, Gerona).
• En esta etapa se consolidan como provincias receptoras aquellas que presentan una estructura productiva más diversificada, con un papel relevante del sector servicios. Entre ellas destacan las provincias insulares y mediterráneas (turismo), así como las situadas en el eje del Ebro (Álava, La Rioja, Navarra, etc.).
• Otras provincias de tradición migratoria continúan manteniendo saldos negativos como en la época anterior, en especial las provincias del interior peninsular situadas en los bordes de la meseta (Ávila, Burgos
y Zamora, Ciudad Real…).
2.
LAS MIGRACIONES EXTERIORES
Hasta los años ochenta del pasado siglo, España fue tradicionalmente un país de emigrantes. A partir de entonces se invierte la tendencia y se convierte en un país de inmigración.
2.1. Las emigraciones hacia Europa (1950-1975)
Tras el éxodo político al finalizar la guerra civil, la emigración económica de los españoles se reinicia en los años
cincuenta, aunque todavía en esa década el principal destino de la emigración española siguen siendo los países americanos. A partir de 1960, la corriente migratoria exterior cambia de destino y se encamina hacia Europa.
Desde entonces, y hasta 1975, la emigración de trabajadores españoles hacia Europa Occidental supera los dos
millones de personas, de los cuales la mitad no retornó en este período.
Tras la crisis de 1973, con el incremento del paro en los países europeos, cesa el flujo migratorio español hacia Europa
cesa, aumentando el retorno de emigrantes a España.
Las causas que explican esta corriente migratoria se pueden sintetizar en:
1. La expansión de la industria de la Europa occidental necesitaba abundante mano de obra, que no podía
cubrir con los trabajadores nacionales, poco abundantes (pérdidas de la Segunda Guerra Mundial y baja natalidad en los años treinta y durante la guerra). La escasez de población joven y la oferta de empleo hace que
se recurra a trabajadores extranjeros (portugueses, italianos, yugoslavos, griegos, magrebíes y españoles).
2. En España hay un gran excedente de mano de obra, sobre todo en el medio rural, debido al proceso de
modernización agraria y al crecimiento vegetativo del país (en torno al 1 % anual). La creación del IEE (Instituto Español de Emigración) impulso la salida al exterior, lo mismo que la necesidad de divisas para el
desarrollo industrial español.
Los principales destinos a los que se dirigieron los emigrantes españoles fueron Alemania, Suiza, Francia y, en menor
medida, Holanda, Bélgica y Gran Bretaña.
Los emigrantes a Europa procedían de todas las regiones españolas. Sin embargo, las regiones rurales (Andalucía, Extremadura, Galicia y las dos Castillas) son las que aportan mayor número de emigrantes, aunque también
afectó a Valencia, Murcia, Aragón.
En cuanto a las características de los emigrantes, fueron fundamentalmente varones (aunque en muchos casos
años más tarde se producían reagrupaciones familiares), predominando los adultos-jóvenes (de 20 a 40 años);
principalmente campesinos poco cualificados (en su mayoría jornaleros agrarios), destinados a integrarse en el
peonaje industrial, agrícola o de la construcción.
Las consecuencias que se derivaron para los países receptores tienen un tinte sobre todo económico: los inmigrantes contribuyen a su desarrollo económico. Los países europeos se encontraron con una mano de obra
dócil, dispuesta a ocupar cualquier trabajo rechazado por los naturales del país y por unos sueldos realmente
bajos, dado su nivel de vida.
IES Núñez de Arce
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Los movimientos migratorios en España
En España, los movimientos migratorios originaron una disminución de la población y de la presión social
–evitando el problema del paro– y contribuyeron a financiar el desarrollo económico español: las divisas que aportaron
redujeron el déficit comercial que se generaba con la importación creciente de materias primas y bienes de equipo.
Por otro lado, agudizaron los desequilibrios territoriales. La mayor parte de las remesas enviadas por los emigrantes
a las cajas de ahorro de sus respectivas regiones no repercutieron en el desarrollo de las mismas, ya que aquéllas
derivaban los ahorros hacia las zonas más industrializadas, donde el capital invertido daba más beneficios. Y cuando
estos emigrantes retornan, sobre todo a partir de 1975, no todos lo hicieron a su comunidad de origen. El balance
resultó claramente negativo para las comunidades autónomas con mayor número de emigrantes (Andalucía, Galicia, Castilla-León, Extremadura), mientras Cataluña, Madrid o la Comunidad Valenciana fueron beneficiadas.
Como aspecto negativo, y desde el punto de vista social, hay que mencionar el desarraigo y los problemas de integración de los emigrantes en la cultura del país al que llegan, de la que les separa el muro del idioma y las costumbres. La segregación social se ve incrementada por las difíciles condiciones de vida y de trabajo en el lugar
de destino (donde realizan los trabajos de los sectores menos cualificados y con salarios más bajos).
2.2. España, país de inmigración
Los efectos de la crisis económica de mediados de los años setenta y los cambios sociopolíticos operados en España tras el final de la dictadura franquista provocaron una reducción de la emigración española hacia el exterior y un notable incremento del número de retornos. Pero, sin duda, el hecho más llamativo es el espectacular
crecimiento del flujo de inmigrantes extranjeros, que ha pasado de algo menos de 10.000 anuales en los años
ochenta a cerca de 900.000 en 2007. Hoy viven en España cerca de 5 millones de extranjeros, lo que representa
un 11 % de la población residente en España. Sin embargo, ahora de nuevo, con la crisis económica, a partir
del año 2010 es mayor el número de personas que abandonan España que el de los que establecen su residencia en nuestro país (saldo migratorio de 2013: -250.000).
Las causas de estas inmigraciones son suficientemente conocidas: superpoblación y pobreza de los países
subdesarrollados frente al reclamo de un mejor nivel de vida en los países de destino. Junto a estos factores generales que afectan al conjunto de los países europeos como destinatarios de inmigrantes, hay otros más específicos relacionados con la situación y características geográficas de nuestro país:
• El extraordinario dinamismo de la economía española desde la segunda mitad de los años 90 (antes de
la reciente crisis económica) hizo surgir una demanda laboral en sectores muy específicos (construcción,
temporeros agrícolas, servicio doméstico...), insatisfactoriamente cubierta por la mano de obra local.
• La proximidad al continente africano hace de España la principal puerta de entrada en Europa para la
inmigración procedente de África en general y el Magreb en particular.
• Los lazos histórico-culturales que unen a España con Latinoamérica convierten a nuestro país en el
principal nexo de unión entre los países iberoamericanos y Europa.
• Otro factor de atracción es la suavidad del clima y el modo de vida español (efecto Sun Belt). Muchos "inmigrantes de lujo" europeos –jubilados, trabajadores de multinacionales, trabajadores a distancia vía Internet o empresarios que establecen negocios– eligen España ya desde hace décadas como residencia
temporal o semipermanente.
La procedencia de los inmigrantes es muy variada y recoge realidades individuales y colectivas enormemente
complejas, que no siempre se corresponden con la imagen arquetípica que la sociedad tiene del inmigrante:
• El colectivo más importante procede de la Unión Europea (2 millones, que suponen el 40 % de los extranjeros residentes en España). Entre éstos, destaca la población originaria de los países del este de Europa (Rumania –comunidad extranjera más abundante con cerca de 800.000 residentes–, Bulgaria…).
Otro volumen importante procede de los países desarrollados de Europa (británicos, italianaos, alemanes, franceses….) y se compone de personal cualificado –integrado por técnicos y ejecutivos– o de jubilados que se retiran a España.
• El otro gran contingente lo constituyen los inmigrantes del Tercer Mundo. En este caso, los principales
emisores de emigrantes hacia España son África (especialmente Marruecos, con más de 750.000 inmigrantes), Latinoamérica (con 1 millón de inmigrantes, procedentes de Ecuador, Colombia, Bolivia, Argentina…), y el Lejano Oriente –sobre todo China, Pakistán, India y Filipinas–.
En cuanto al perfil de los inmigrantes varia mucho en función de su procedencia. Existe un cierto equilibrio de
sexos, aunque con una ligera superioridad de los varones (52 %). Los varones predominan entre los africanos y
asiáticos, mientras que las mujeres son mayoría entre los oriundos de Latinoamérica. Y en lo que respecta a la esIES Núñez de Arce
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Los movimientos migratorios en España
tructura por edad predomina la población adulta-joven, aunque se observa un mayor nivel de envejecimiento
de la población comunitaria (debido a la importancia el establecimiento en España de jubilados europeos).
Las actividades laborales desarrolladas por los inmigrantes son, al igual que su procedencia, muy diversas. Podemos encontrar directivos de empresas y técnicos muy cualificados (procedentes en su mayoría de la UE). Sin
embargo, la mayor parte de los inmigrantes extranjeros en España se dedican principalmente a trabajos vinculados a la agricultura, construcción, servicio doméstico, hostelería y economía sumergida (venta ambulante), trabajos de escasa cualificación y remuneración. Muchos de ellos sufren un proceso de "proletarización", ocupando
posiciones laborales de categoría inferior a la que tenían en sus países de origen.
El análisis de la distribución espacial de la población extranjera en España nos permite comprobar un elevado
grado de concentración geográfica en las áreas economicamente más activas. Los destinos preferidos por los
inmigrantes son las grandes ciudades (Madrid y Barcelona), las zonas turísticas y de agricultura intensiva de la
costa mediterránea y de las islas, y el valle del Ebro. Esta distribución territorial está íntimamente ligada tanto al
propio reparto espacial de la población española –claramente conectado por su parte a los desequilibrios económicos internos– como a las particulares características y preferencias residenciales de los extranjeros que viven
en España. En el lado opuesto, las más bajas concentraciones de población extranjera se registran en provincias
del interior peninsular, coincidiendo con las áreas menos pobladas y, en general, con menor dinamismo económico de nuestro país.
Las consecuencias derivadas de este nuevo fenómeno para España son variadas.
a) Crecimiento demográfico. La consecuencia más directa de la inmigración en España ha sido el aumento de
la población, el mayor de nuestra historia. Desde el año 2001, la población española ha aumentado en más de
6 millones de personas, y más de un 75% de este incremento se ha debido a la llegada de extranjeros.
Asimismo, los inmigrantes están contribuyendo a paliar el proceso de envejecimiento de la población
española, tanto directamente ya que entre ellos predominan los adultos-jóvenes, como indirectamente al elevar las tasas de natalidad.
b) Crecimiento económico: la inmigración es beneficiosa para el crecimiento económico del país, ya que los
inmigrantes proporcionan mano de obra –cada vez más necesaria por el envejecimiento progresivo de la
población española– para un tipo de trabajo que difícilmente es realizado por los trabajadores nacionales. Esto, junto al aumento del consumo –fundamental para incentivar la economía–, ha contribuido de manera decisiva al crecimiento del PIB español en los años anteriores a la crisis.
También es significativa su contribución a la financiación del Estado del Bienestar. Las aportaciones de
ingresos de los inmigrantes a la caja de la Seguridad Social son superiores a los gastos que originan, dado
el bajo porcentaje de su población dependiente.
c) Consecuencias económico-sociales. La llegada de inmigrantes ha provocado una importante diversidad
étnica, cultural, religiosa y lingüística. Ello supone un reto para la sociedad española que se debe enfrentar con problemas nunca antes planteados: integración educativa, convivencia con nuevas prácticas culturales, creación de guetos..., que suscitan recelos sobre las consecuencias de la inmigración sobre nuestro
bienestar colectivo, convivencia y valores.
2.3. Problemática migratoria actual
Las consecuencias positivas de la inmigración tienen contrapartidas que derivan en problemas de caracter económico y soccial. No obstante, la problemática migratoria actual presenta una consideración radicalmente distinta según se trate de inmigrantes de los países desarrollados o de los países subdesarrollados.
Los inmigrantes de UE están constituidos en una buena parte por jubilados, que demográficamente aportan poco,
o por profesionales de empresas, principalmente multinacionales, que laboralmente representan una competencia
para los trabajadores cualificados españoles. Sin embargo, este colectivo no suscita ningún rechazo de signo xenófobo
entre la población.
El problema se plantea sobre todo con los diversos grupos de inmigrantes procedentes de los países menos
desarrollados, a pesar de sus aportaciones al crecimiento económico y demográfico del país. Las actitudes de
rechazo son fáciles de fomentar cuando se alude a prejuicios culturales, a la competencia laboral o a la inseguridad.
En relación con el trabajo, es muy frecuente asociar inmigración a desempleo de la población local. Sin embargo, los índices de paro de la época de crecimiento económico indican que la afluencia de extranjeros no ha
influido negativamente en el empleo. Por otro lado, los trabajos que realizan los inmigrantes son aquellos no cu-
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Los movimientos migratorios en España
biertos satisfactoriamente por los españoles, por su dureza o por su escaso salario: trabajos mineros, agrarios
eventuales, peonaje de la construcción, camareros muy marginales u ocasionales, asistencia a ancianos, etc.
En el terreno social da la impresión de que en España no existen brotes de racismo, entre otras razones porque
apenas existen grupos social o políticamente representativos y activos que lo estimulen, aunque lo que sí existe
es un notable clasismo: se rechaza o, al menos, se desconfía del inmigrante pobre. El riesgo de la xenofobia se
puede exacerbar en momentos de crisis económicas, en los que, al aumentar el paro, se ve al inmigrante como
un competidor indeseable. Esto es especialmente significativo entre los sectores sociales españoles más modestos, que se sienten más perjudicados al competir con los inmigrantes en ayudas sociales, vivienda, instituciones educativas... Esta serie de hechos provoca reacciones xenófobas hacia los inmigrantes como si ellos fueran
el problema, pese a ser parte de los perjudicados, dando lugar a conflictos sociales más o menos graves, cuyos
chispazos se vienen manifestando periódicamente, aunque en puntos aislados.
Para evitar estas tensiones, los países desarrollados imponen políticas inmigratorias muy restrictivas (Ley de Extranjería y cupos de inmigración), que dificultan la llegada libre de extranjeros, y han traído como consecuencia el fuerte
aumento de los inmigrantes en situación ilegal, atrapados en las redes mafiosas de contrabando humano. Asimismo,
la Unión Europea ha aprobado (2008) el Pacto Europeo de Inmigración para regular la política común relacionada
con la inmigración y frenar la inmigración desordenada. Este Pacto propone condicionar la entrada a personas con
permiso de trabajo y potenciar las políticas de retorno a los países de origen de los inmigrantes ilegales.
2.4. La emigración española en la actualidad
Hoy, tras años de bonanza económica en los que España fue un país de inmigración, la situación se ha revertido.
Desde el comienzo de la crisis en 2008 hasta hoy el número de españoles residentes en el exterior se ha incrementado en más de 300.000 personas.
Buena parte de ellos son jóvenes, altamente cualificados. La crisis laboral y la falta de expectativas en España
provocan su fuga hacia Reino Unido, Francia, Alemania, EE UU e incluso países latinoamericanos. Además de la
crisis económica, la globalización de la economía (las empresas multinacionales) y la internacionalización de los
estudios (Erasmus) son claves en la explicación de este fenómeno.
3.
EL DECISIVO SIGNIFICADO DE LAS MIGRACIONES EN CASTILLA Y LEÓN
Las migraciones en Castilla y León han sido decisivas en su historia demográfica y se han convertido en el indicador más expresivo de su capacidad de desarrollo económico –en el pasado y en la actualidad–.
Desde finales del siglo XIX, el espacio constituido por la actual comunidad de Castilla y León empezó a ser zona de
emigración, especialmente como éxodo rural tradicional, aunque también, en determinados momentos, de movimientos migratorios exteriores (primero a América y luego hacia Europa). Esta pérdida de población alcanza su mayor
intensidad en la década de los sesenta y primeros setenta, período en el que grandes contingentes de población en
edad de trabajar, sobre todo menores de cuarenta años, abandonan el medio rural y se dirigen a los entornos urbanos más dinámicos de la Península (Madrid, País Vasco y Barcelona) o a los núcleos urbanos regionales (sobre todo,
Valladolid y Burgos); otros muchos emprenden el camino de la emigración hacia Alemania, Suiza o Francia.
Las consecuencias demográficas de tales emigraciones se dejaron sentir enseguida. Además de la pérdida de
población (más de 1,1 millón de nacidos en Castilla y León residen en otras CCAA) y de los cambios en la distribución de la población en el interior de la comunidad, la región experimentó un notable envejecimiento, con
una caída brusca de la natalidad por la drástica disminución de la población en edad de tener hijos.
Otra importante consecuencia es la despoblación del medio rural, a la que contribuye también una organización del
poblamiento en núcleos muy pequeños de población, que se adaptan mal a las modernas exigencias de dotaciones
de servicios y de bienestar social. Frente a la despoblación de las zonas rurales se produjo un rápido crecimiento de
las ciudades. La ausencia de puntos intermedios (centros comarcales) provoca la falta de vertebración del territorio.
Hoy, Castilla y León sigue siendo una región emisora de emigrantes. El principal problema es que una buena parte de
estas salidas corresponden a jóvenes con una alta preparación académica que no encuentran aquí una ocupación
acorde con su cualificación, y han de buscar empleo en otras zonas más dinámicas de este país o en el extranjero.
Sin embargo, la llegada de inmigrantes extranjeros –que no alcanza la importancia que adquiere en otras comunidades españolas– palia en parte esta sangría demográfica y compensa el crecimiento vegetativo negativo de esta comunidad. Procedentes mayoritariamente de Bulgaria, Rumanía, Marruecos y Portugal, se concentran en las ciudades más
dinámicas (Valladolid, Burgos, Segovia...), algunos centros mineros y áreas agrícolas prósperas.
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