A la mayoría de mujeres les da vergüenza hablar

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A la mayoría de mujeres les da vergüenza hablar de la vagina. Raramente comentamos el vello,
el olor, el color o el tamaño de nuestros genitales, porque hay muy poco con lo que podemos
compararnos. Y no hay suficientes eufemismos para describir lo que parece, en el mejor de los
casos, inapropiado y, en el peor, grosero para una conversación de sobremesa.
Cuando tenía doce años, estábamos en un campamento de verano muy dedicado al deporte y una
amiga mía llevaba salvaslips, cada día. A mí me parecían extraordinariamente incómodos y
cuando le pregunté por qué los usaba, se sonrojó, se encogió de hombros y dijo: «Es que eso no
me gusta». Bueno, para ella y para todas las demás mujeres que no pueden soportar el hecho de
que sus vaginas parezcan poco pulcras, sabed que eso es una vagina sana. No os empeñéis en
limpiarla todo el tiempo; dejadla en paz.
Alcanzamos la plena madurez ginecológica al principio de la veintena. Esto significa que el
cuello del útero está maduro, los períodos son regulares, la ovulación se produce la enorme
mayoría de veces (un noventa por ciento o más), somos fértiles y nuestros pechos están
plenamente desarrollados. Estamos preparadas físicamente, si no emocionalmente, para la
maternidad.
Ovarios
Los ovarios (también conocidos como gónadas femeninas) son análogos a los testículos
masculinos. Son más blandos que una pelota y miden solamente alrededor de tres por dos
centímetros. Flotan en la cavidad abdominal, sujetos al útero y la pared de la pelvis por unos
ligamentos. No disponen de revestimiento externo y, por lo tanto, no están protegidos de su
entorno, igual que este tampoco lo está de ellos (véase la página 245).
---------¡Ay, mi ovario!
Una paciente llamó diciendo que tenía «dolor de ovulación»; el mismo dolor que sentía cada
mes, por las mismas fechas, solo que ahora no eran esas fechas. Le aseguré repetidamente que,
casi con toda seguridad, no eran los ovarios, pero ella insistía en que sí que lo eran. Una semana
más tarde, me llamó de nuevo, quejándose exactamente del mismo dolor y yo le aseguré que
podían ser muchas cosas, pero que, seguro, no podía ser una ovulación que durara una semana.
Finalmente, fue a ver a su médico, quien le diagnosticó piedras en el riñón. Creedme, cuando
tenemos un dolor abdominal no suelen ser los ovarios.
---------Las gónadas femeninas están formadas por tejido conectivo (estroma) y vasos sanguíneos.
Esparcidas por el estroma hay unas diminutas bolsas llenas de líquido, llamadas folículos. Cada
uno de ellos está compuesto de células productoras de hormonas que rodean a un único óvulo.
Nacemos con todos los folículos que tendremos en nuestra vida (véase la página 183 para un
interesante descubrimiento reciente). Permanecen inactivos hasta las primeras etapas de la
pubertad, en cuyo momento empiezan a producir hormonas. Cada mes, un folículo afortunado,
partidario de la acción, estalla en la cavidad peritoneal y libera un óvulo. El lugar donde estaba el
folículo desgarrado acaba cicatrizando, pero queda una pequeña señal, así que, con el tiempo, el
ovario tiene el aspecto de un hueso de melocotón blando.
Podría decirse que el ovario es el órgano más precioso del tracto reproductor, porque afecta a
nuestra forma femenina, nuestro humor, nuestra libido y nuestra salud. Por añadidura, los óvulos
que contiene son el único medio de que disponemos para transmitir nuestro linaje genético.
Trompas de falopio
Las trompas de Falopio son tubos que actúan como conductos para que los óvulos y el esperma
se encuentren, lo cual hacen, en una situación normal, en el tercio final de la trompa. Así que la
Tierra gira en torno a las trompas. Esas trompas son unas estructuras muy delicadas que pueden
sufrir daños fácilmente. Las aberturas, llamadas fimbrias, son muy delgadas. Se parecen mucho a
frondas de algas flotando en el mar. Las trompas tienen entre ocho y diez centímetros de largo y
su diámetro varía, adelgazándose en el centro y ensanchándose en los dos extremos. No hacen
mucho, salvo ser el camino que lleva a la reproducción.
Algunos investigadores creen que el líquido que hay dentro de las trompas es un nutriente para el
embrión en desarrollo, mientras nada hacia el útero, y también que es una parte integral del
proceso reproductor. En la actualidad, se dedica mucho tiempo y dinero a investigar el entorno
de las trompas de Falopio, a fin de duplicarlo en tubos de ensayo para la fecundación in vitro.
El útero y el cuello uterino
El útero (sin feto dentro) es del tamaño de una ciruela. El cuello uterino, de unos tres
centímetros, es una prolongación del útero. Juntos tienen el aspecto de una pera al revés.
Un útero desocupado no hace casi nada. Estrictamente hablando, no fabrica hormonas que le
interesen a nadie ni de las que nadie sepa nada. Y, sin embargo, para las mujeres, está investido
de una gran emoción. Para muchas, simboliza su condición de mujer, la feminidad o la capacidad
de concebir un hijo. Del mismo modo que el corazón es realmente una bomba con varios
compartimientos, también es el símbolo del amor.
El útero tiene tres capas. De dentro afuera, son: el endometrio, el miometrio y la membrana
serosa o peritoneo. Cada mes, durante toda la edad fertil, el endometrio, el epitelio que recubre la
cavidad uterina, crece y luego se desprende. Y después de la menopausia, se adelgaza y se
vuelve inactivo. Es ahí donde anida el embrión. Es también lo que los médicos raspan cuando
hacen un DyC (la dilatación y curetaje o legrado uterino, es un procedimiento común de
diagnóstico o terapéutica, en el cual el ginecólogo dilata el cuello uterino y raspa el interior del
útero con una especie de espátula delgada y flexible, llamada legra). El miometrio es el músculo.
Se dilata durante el embarazo y se contrae al tener calambres o contracciones. La serosa es la
capa de tejido, lisa y brillante, que recubre todos los órganos y superficies del abdomen,
incluyendo el útero. Su función es impedir que nada se adhiera a nada en la cavidad peritoneal
(el espacio que hay debajo del diafragma).
El cuello uterino está compuesto de tejido conectivo, el epitelio columnar y el epitelio escamoso.
Las células que revisten el canal del cuello uterino reciben el nombre de epitelio columnar, que
tiene dobleces y hendiduras, como si fuera un bollo inglés. Su grosor está formado por una capa
de células y produce una mucosidad que ayuda al esperma a llegar al útero. El tejido conectivo
mantiene el cuello uterino cerrado y le impide abrirse en el momento equivocado. El epitelio
escamoso cubre la parte del cuello que mira hacia la vagina; es el mismo revestimiento que cubre
todo el cuerpo (es decir, la epidermis). Se estira, respira, excreta, protege, es impermeable... es el
Goretex de la naturaleza. Su grosor está formado por muchas capas de células; en la abertura
uterina está la unión del epitelio columnar y el epitelio escamoso (comúnmente llamada unión
escamoso-columnar), donde las células columnares se encuentran con las células escamosas.
Este punto de unión desempeña un papel importante en la salud ginecológica (véase la página
281, para más detalles).
Los vecinos
Si aceptamos que la especialización funcional (lo cual quiere decir que cada órgano tiene una
función específica y única) es señal de una avanzada evolución, entonces la hembra humana es el
animal más avanzado del planeta. Tenemos tres orificios perineales, cuando el macho humano
solo tiene dos, y cada uno de ellos realiza una tarea diferente: uno es para eliminar los desechos
líquidos, otro para eliminar los desechos sólidos y el tercero para la reproducción. Los hombres
usan un único orificio tanto para los desechos líquidos como para la reproducción.
Esa es la parte buena. La mala tiene dos caras. Nuestros «agujeros », por así decir, están tan
cerca unos de otros que la contaminación cruzada puede ser un auténtico problema; queremos
decir que, por ejemplo, algunas sustancias de nuestra vagina pueden no ser muy buenas para
nuestra uretra. Nuestros orificios fueron diseñados para un cuadrúpedo, lo cual significa que a
todas esas vías perineales les iría mejor si estuvieran paralelas al suelo y, por lo tanto, fueran
relativamente inmunes a la fuerza de la gravedad. Ahora, gracias a la evolución, están en
posición vertical, de forma que la gravedad tiene una gran fuerza sobre ellas. En resumen, los
orificios que tenemos están bien, en teoría, pero en la práctica no son tan geniales.
----El cuello uterino como prueba del embarazo
Hay montones de viejas ideas sobre el cuello del útero y su actuación durante el embarazo. En
los años cincuenta, no era raro que un médico dijera: «El cuello del útero tiene un aspecto
azulado; está embarazada ». Si el cuello está demasiado blando, estás embarazada. Si se puede
doblar el útero sobre el cuello uterino, estás embarazada. Nadie con menos de ochenta años sabe
nada de esas pruebas. Nadie las hace fuera de los círculos de la medicina más alternativa. Ve a
una farmacia, compra una prueba de embarazo, haz pipí en un bastoncillo y sabrás seguro (o
casi) si estás embarazada o no.
----La uretra
Para empezar, la uretra es demasiado corta. Tiene aproximadamente unos dos centímetros y
medio desde el mundo exterior hasta la vejiga, una distancia muy fácil de recorrer para una
bacteria. Un virus diligente solo necesita un par de horas para llegar desde la salida hasta la meta.
La uretra de un hombre puede llegar a tener veinte centímetros de largo (o eso dicen).
Todas hemos oído la frase: «No me hagas reír más o me haré pipí encima». Es un temor que
tienen en común las niñas de tres años y las ancianas de ochenta y tres. Unas cuantas fibras
musculares crean un ángulo donde la uretra se une a la vejiga. Los músculos actúan como una
puerta cerrada cuando estamos de pie, pero cuando esos pocos músculos se deterioran, retener la
orina puede ser todo un problema y empiezas a sentirte como un grifo que gotea, eso si no
chorrea. [...]
(c) 2004, Dr. Carol Livoti y Liz Topp
(c) 2004, Georgia Rucker, por las ilustraciones
(c) 2006, Isabel Merino, por la traducción.
(c) 2006 Grupo Editorial Random House Mondadori, S.L.
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