COLOR Cezanne

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Cien años de la muerte de
Paul Cézanne
(1839-1906), Aix-en-Provence, Francia
Autorretrato con sombrero negro (1879-1882).
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Rocas en el bosque (1893).
“Hay que volver a ser clásico a través de la naturaleza,
es decir, a través de la sensación.”
Victoria Eugenia Arenal
l 15 de octubre de 1906, mientras Cézanne trabajaba al aire
libre, según su costumbre, en el cuadro La cabaña de Jourdan, es sorprendido por una tormenta y sufre un síncope que le
deja inconsciente. Es llevado a su casa en una carreta que pasaba por aquel paraje. Al día siguiente decide trabajar en su jardín,
pero el esfuerzo realizado le hace regresar a la vivienda ya agonizante. El 22 de octubre, a la edad de 67 años, muere en su casa de
la rue Boulegon, en Aix-en-Provence. Su mujer y su hijo, que vivían en París, no llegaron a tiempo de verle con vida.
Así era Cézanne, un pintor forjado a base de empeño y trabajo,
que expone sus primeras obras en la década de 1890. Apartado
del mundo del arte, frustrado como pintor y auténtico en su pintura, cuando el poeta Joachim Gasquet le conozca, nos dirá de él:
“Le conocí en 1896. No tenía más que 57 años, pero, abrasado por
su propio martirio interior, descorazonado y sufriente, parecía ya
un viejo”. El sentimiento de pintor fracasado debió acompañar al
artista durante toda su vida, de ahí que, cuando su íntimo amigo
Zola publique en 1886 su novela La obra, se identifique con el
personaje y ponga fin a esa larga amistad. No olvidemos que Lantier, el protagonista de la novela, era un pintor de edad aproximada a la de Cézanne, vivía en el sur de Francia y tenía unos amigos
identificables con los de Cézanne, un genio que no encontró su
camino y acabó los días suicidándose después de haber enloquecido. En 1900, Zola nos dirá de Cézanne: “Comienzo a comprender mejor su pintura. Antes quizá se me escapaba, pues la creía
exasperada; sin embargo, ahora la encuentro de una verdad y
sinceridad increíbles”. Esa verdad y esa sinceridad de la que nos
habla Zola hacen que la pintura de Cézanne sea diferente, que vaya más allá de la mera impresión lumínica de un momento del día,
convirtiendo a Cézanne en la base del arte del siglo XX.
E
Paul Cézanne en 1873.
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“Penetrar en lo que tenemos delante,
y perseverar hasta expresarnos con la
mayor lógica posible…” (Cézanne).
Paul Cézanne pintando en el camino de Les Lauves.
El arte de Cézanne
El ideal de Cézanne fue llegar a ser un pintor clásico, a pesar de
ser un pintor torpe, sobre todo en sus inicios. Y a ello dedicó toda
su vida. Gracias a su empeño personal y a no tener que preocuparse por la vida diaria, ya que su padre, banquero de Aix, siempre le ayudó económicamente —a su muerte en 1886 heredó una
pequeña fortuna—. Recibió una esmerada educación en el colegio de Bourbon, donde conoció a Émile Zola. Dado su catolicismo, su estudio estaba presidido por un crucifijo. Como ven, Cézanne tiene poco de esa idea de artista bohemio de finales del XIX.
Y, sin embargo, consiguió renovar el arte partiendo de posturas
conservadoras. Es más, consiguió elevar unas simples manzanas
a la categoría de arte.
Para ello prescinde de la emotividad y del sentimiento, reflexionando sobre el lenguaje pictórico, meditando sobre las relaciones
entre la forma y el color. Separándose del Impresionismo por considerar que se fundaba demasiado en la sensación y en la superficialidad: “Penetrar en lo que tenemos delante, y perseverar hasta
expresarnos con la mayor lógica posible…” (Cézanne). (Las citas
del artista están sacadas de las cartas que escribió a Émile Bernard en 1904 y 1906, publicadas en el Mercure de France en
1907.) “Hay que fijarse bien en el modelo y sentir con mucha exactitud; y además expresarse con distinción y fuerza. El mejor juez
es el gusto. No abunda. El arte sólo se dirige a un número excesivamente restringido de individuos.” Y será en ese contacto íntimo, casi místico, con la naturaleza donde nuestro torpe pintor se
convierta en ese gran artista que todos conocemos.
llos, una suma superficie de azulados, para que se note el aire”.
Esa perspectiva aérea a que se refiere Cézanne es influencia de
sus gustos en pintura, una alusión directa al arte de Velázquez y
a los pintores venecianos con sus rojos y amarillos. Influencias
que Cézanne tamizaba por la observación personal de la naturaleza, traducida en pequeños bloques de pinceladas cortas, vibrantes de matices, separadas a veces por el blanco nítido del
lienzo sin pintar. Esta última característica de las obras de Cézanne nos la aclara el pintor en una carta de 1905: “La tesis que hay
que desarrollar consiste —sea cual sea nuestro temperamento, o
forma de poder delante de la naturaleza— en dar la imagen de lo
que vemos, olvidándonos de todo lo que haya aparecido antes de
nosotros. Y esto, creo, ha de permitir que el artista saque toda su
personalidad. Las sensaciones de color, que dan la luz son en mi
caso causa de abstracciones que no me permiten cubrir la tela, ni
proseguir la delimitación de los objetos cuando los puntos de
contacto son tenues, delicados, y así resulta que mi imagen o cuadro queda incompleto”. Estos vacíos dotan a su obra de originalidad, pero nuestro maestro sabía la proporción exacta entre imitación y originalidad, como cualquier artista clásico de toda época ha sabido, sabe y sabrá, pues la relación entre naturaleza y
creación individual son la base del buen arte. A esto hay que añadir una buena técnica, y la suya lo es: complicada y minuciosa. Insistía sobre una mancha de color varias veces con diferentes tonos hasta conseguir modelar el objeto, unificando color y dibujo
en armonías cromáticas. Cuando el color alcanza la riqueza, la
forma alcanza la plenitud.
Su actitud hacia el mundo del arte y la crítica es clara y tajante: “El
Su aislamiento comienza en 1877, tras sucesivos rechazos en el
Salón y en la exposición de los impresionistas. Se separa del gru-
po para encontrar la motivación y el significado de su obra: “He
resuelto trabajar en el silencio hasta el día que me sienta capaz
de defender teóricamente el resultado de mis ensayos” (carta a
Maus en 1899).
Cézanne se vuelca en el paisaje bajo la influencia de Pissarro, por
ser el pintor impresionista que más atención presta a la estructura y los volúmenes. Su hacer personal toma forma poco a poco,
consiguiendo que su estilo se caracterice por la geometrización
de la naturaleza, la superposición de matices para modelar el volumen y los espacios blancos del lienzo que realzan las formas a
pesar de su aspecto inacabado. A su amigo, el pintor Émile Bernard le aconsejará: “Trate la naturaleza a través del cilindro, de la
esfera, del cono, todo ello situado en perspectiva, o sea que cada
lado de un objeto, de un plano, se dirija hacia un punto central.
Las líneas paralelas en el horizonte dan la extensión, es decir, una
sección de la naturaleza o si lo prefiere del espectáculo que el Pater omnipotens, oeterne Deus, despliega ante nuestros ojos. Las
líneas perpendiculares a este horizonte dan la profundidad. Ahora bien, la naturaleza para nosotros hombres aparece más en profundidad que en superficie, de ahí la necesidad de introducir en
nuestras vibraciones de luz, representadas por los rojos y amari120
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artista debe desconfiar de la mentalidad literata, que con tanta
frecuencia aparta al pintor de su senda verdadera, el estudio concreto de la naturaleza, para perderse largo tiempo en intangibles
especulaciones”. Ya nos advierte de la actitud de los críticos. “Los
institutos, las pensiones, los honores sólo sirven para los cretinos, los farsantes y los bribones. No se meta a crítico de arte, dedíquese a la pintura. Ahí está la salvación.” El artista está formado, domeña su frustración y crea en su aislamiento.
Las palabras que profetizó su amigo y pintor Émile Bernard en
1904 se han hecho realidad: “Muchas glorias contemporáneas
caerán cuando despierte la ciencia; entonces, como cristiano y
como artista, Cézanne asistirá a la realización de estas palabras
del Magnificat: ‘Serán desposeídos los poderosos y exaltados los
humildes’”.J
Bibliografía general
Rilke, Rainer Marie. Cartas sobre Cézanne. Barcelona: Paidós.
D’Ors, Eugenio: Cézanne. Ed. El Acantilado.
Cézanne. 1839-1906: precursor de la modernidad. E. Taschen.
Cézanne. Art Book. Ed. Electa.
Gasquet, Joachim: Cézanne. Lo que vi y lo que me dijo. Ed. Macula.
Asthon, Dore. Una fábula del arte moderno. Ed. Turner-FCE.
Zola Émile. La obra. Ed. Proa.
Doran, Michael. Sobre Cézanne. Ed. Gustavo Gili.
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Cabeza de muchacho (1875-1877).
Naturaleza muerta (1880-1890).
“La naturaleza para nosotros hombres aparece más en profundidad que en superficie, de ahí la necesidad de introducir en
nuestras vibraciones de luz, representadas por los rojos y amarillos, una suma superficie de azulados, para que se note el aire.”
Montaña de Santa Victoria (1890-1894).
Campesino sentado (1904-1906).
“Las sensaciones de color, que dan la luz son en mi caso causa de abstracciones que no me permiten cubrir la tela, ni proseguir la
delimitación de los objetos cuando los puntos de contacto son tenues, delicados, y así resulta que mi imagen o cuadro queda incompleto.”
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