Página 1 de 3 TEXTO OBLIGADO PARA UN HOMBRE

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TEXTO OBLIGADO PARA UN HOMBRE (Opción 2)
(Narración y explicación gráfica que le hace Perico a su padre, dueño de la zapatería en la que trabaja, y
que vive postrado en una silla de ruedas como si fuera un vegetal. Interpretará pues, a tres personajes)
PERICO.(Sin esperanza)
¿Papá? ¿Por qué no me dices algo? No puedes quedarte callado,
ya para siempre. Tienes que ayudarme a vivir. Necesito que me enseñes muchas cosas, que me
aconsejes ¡y que me ayudes! Sobre todo, en materia de mujeres, que ando muy mal... En eso no
parezco hijo tuyo; bueno, ni en eso, ni en el don de gentes, ni... no sé, no sé... ¿Tú estás seguro de que
mamá con lo del embarazo no te lió más de lo que a ti te parece? Porque si me vieras cada vez que
entra en la zapatería alguna mujer joven y guapa... Bueno, la verdad es que no hace falta que sea
joven, ni siquiera que sea guapa; si me vieras... Me pongo nervioso, me tiembla la voz, me tiemblan las
manos... Y cuando viene la vecina esa a preguntar por ti, me pongo rojo... Ayer, por cierto, entró una
mujer... ¡Qué mujer, papá! ¿Sabes qué fue lo primero que pensé cuando la vi entrar en la zapatería...?
Pensé: "Ésta es para mi padre" y quise salir corriendo a avisarte. ¿Te das cuenta? Cualquier hombre de
mi edad habría pensado: "Ésta es para mí"; cualquiera menos yo. Venía con un hombre que me pidió
unos zapatos para ella... Mientras, ella sonreía..., sonreía y miraba a todos lados, discretamente.
(Se pone en píe y coloca en lugar adecuado el supuesto maniquí de la mujer sonriente; luego, el de
su marido, y por último a el mismo... Disfruta volviendo a inventar cada detalle de aquella tarde; ahora,
sonrisas, modos... después, incluso subir a los anaqueles a recoger zapatos y sentarse delante de ella
para probárselos. Cada vez que a Perico le interese, cobrarán vida)
(EL MARIDO).- Por favor, chico; ¿tendrías unos zapatos de piel de serpiente para mi mujer?
PERICO.-
... Me dijo el marido señalando los pies de su esposa.
PERICO EL DEPENDIENTE.-
Sí, señor. ¿Qué número?
(EL MARIDO).- El siete, naturalmente.
PERICO.¿Naturalmente por qué? Aquel tío era tonto; pero no me importaba, no le prestaba
atención; sólo esperaba el momento de decirle a ella...
PERICO EL DEPENDIENTE.- ¿Quiere sentarse, por favor?
PERICO....Y sentarme yo mismo a sus pies. Me miró por primera vez, me sonrió y fue hacia la
silla. Era la mirada más dulce que he visto en toda mi vida; claro que tampoco he visto muchas. Y lo
mejor..., lo mejor fue cuando se sentó.
(Hace que el supuesto maniquí se siente en una banqueta)
Su falda se deslizó suavemente hacia arriba, cruzó una pierna y dejó al aire buena parte de la piel
blanca de su muslo. El corazón se me salía por la boca. Temía no ser capaz de mantener la calma.
Subí a las estanterías a traer cinco o seis modelos; mientras, ellos hablaban…
(EL MARIDO).-
¿Te encuentras ya bien, querida?
(LA ESPOSA).-
No. ¡Ni lo esperes!
(EL MARIDO).Pero querida, es la cuarta tienda en la que entramos en lo que va de tarde.
Te he comprado vestidos, bolsos...
(LA ESPOSA).-
Una insignificancia.
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(EL MARIDO).Bueno, pues una insignificancia que ya va por los dos mil euros...
Te he comprado ropa interior...
PERICO.-
Cómo le odié cuando dijo eso, ¡cómo le odié!
(EL MARIDO).-
Y ahora…, zapatos. Ya no sé qué más hacer, para demostrarte mi amor.
(LA ESPOSA).y cásate conmigo.
Yo sí: deja a tu esposa, a tu madre y a esos niños repelentes que tienes por hijos
PERICO.-
Casi me caigo de lo alto de la escalera. ¡No era su esposa! ¡Qué capullo!
(EL MARIDO).-
No hace falta que grites. Al chico no le importa nuestra vida.
PERICO.-
El chico era yo, claro.
(LA ESPOSA).Me da igual que se enteren todos: me tienes como a una cualquiera, para tus
necesidades, sólo porque tu mujer es una frígida.
PERICO.-
Eso me dolió, porque se notaba que era cierto.
(EL MARIDO).Por favor, cállate; eso que dices, no es cierto. Yo te amo, pero no puedo
abandonar a mi madre. Si quieres, pido el divorcio mañana mismo, pero dejar a mi madre, no, que una
madre es una madre.
PERICO.Yo no podía esperar más en lo alto de la escalera; primero, porque estaba
impaciente por ver de cerca aquel muslo maravilloso, y segundo, porque me era imposible coger más
modelos de una sola vez. Así que fui bajando.
(LA ESPOSA).Pues entonces, despídete de mí. Antes viviría con tu esposa que con tu madre,
fíjate lo que te digo. Al menos, tu esposa no me humilla como lo hace tu madre; cada vez que te llama a
la oficina es amable conmigo; pero tu madre, querido, siempre remarcando que no soy más que una
secretaria enamorada... Alguien con un cuerpo como el mío, señora, no puede ser "sólo la secretaria".
(EL MARIDO).-
María del Consuelo, por favor.
(LA ESPOSA).Querrás decir, María de la Desesperación. O mañana mismo te divorcias y
mandas a tu madre a un asilo, o no vuelves a verme el pelo, “ningún pelo”. Esto es lo que hay.
(EL MARIDO).-
¿Ésas tenemos?
(LA ESPOSA).-
¡Ésas tenemos!
PERICO EL DEPENDIENTE.- Esto es lo que tenemos, en piel de serpiente.
(EL MARIDO).-
Muy bien, muy bien...
PERICO.Me senté a medio metro de aquella pierna, de aquella ropa deliciosa que
enmarcaba el muslo más exquisito que he visto jamás. Casi me desmayo al cogerle el pie, no acertaba
a ponerle los zapatos... Creí que se darían cuenta de mi nerviosismo, pero afortunadamente no fue así;
estaban demasiado ocupados en sus discusiones.
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(LA ESPOSA).-
¿Qué quiere decir "muy bien, muy bien"?
(EL MARIDO).-
Le decía al chico, querida.
(LA ESPOSA).-
Pues háblame a mí, querido. Te he hecho una última oferta.
(EL MARIDO).-
¿Por qué no esperamos a llegar a casa para hablarlo?
(LA ESPOSA).No espero ni un segundo más, Ramón. Decide ahora. Y piénsalo bien..., no vayas
a arrepentirte luego.
PERICO.Entonces hizo algo magnífico, una jugada que sólo una mujer haría: ¡Se subió la
falda hasta casi las ingles y levantó una pierna! ¡Qué movimiento! Era un jaque perfecto: forzaba la
decisión del amante, le ponía celoso usándome a mí, que además era la presa más fácil del mundo, y
por si fuera poco, se miraba el zapato que acababa de probarle; todo de una tacada, en menos de un
segundo. Yo, claro, me moría; pero el amante no respondió como ella esperaba.
(EL MARIDO).Lo siento, querida; lo siento y mucho, porque te amo de verdad, a pesar de lo que
tú creas; pero no puedo abandonar a mi madre en un asilo. Eso sería un crimen, y yo no soy un
criminal. Sabes dónde me tienes; si reconsideras tu postura, llámame; te estaré esperando.
PERICO.Y se fue. Se fue antes de que a ella le diera tiempo siquiera a bajar la pierna. Por
mi parte, no puedo decir que lamentara la marcha del amante, y menos aún viendo su expresión. Ni te
la imaginas, papá. Triste, seria..., ¡estaba aún más hermosa!
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