Discurso Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2008

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El Clarí-n de Chile
Discurso Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2008
autor Carmen Berenguer
2008-08-02 16:46:19
Me lo hubiera imaginado joven, me lo hubiera imaginado alegre, me lo hubiera imaginado rabiosa, molesta, porfiada. De
tantas maneras y no me lo imaginé nunca vieja, a rastras, apenas, pensando en mil maneras y otras tantas formas de
vestir estos huesos ilusos, estos pies semiplanos y estos rellenos que han empollado mi cuerpo por haberme atrevido a
comer como si viniera de la cárcel, asida a mi plato, a mi cuchara y a mi tenedor y cuchillo, presa del terror.
No imaginé en lo que nos hemos convertido, después de la guerra interna en que fuimos tan solidarios y buena onda. En
el que cual más, cual menos perteneció a alguna universidad intervenida, cual más fue perseguido, cual menos
perteneció a algún comité partidario, cual más fue un relegado, cual menos a algún gremio, cual más ha vivido lo que
ha merecido.
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Entiendo perfectamente lo que es para mi recibir el Premio Iberoamericano de PoesÃ-a Pablo Neruda y su significado
profundo del honor de recibirlo de manos de la primera mujer Presidenta de Chile Sra, Michele Bachelet.Â
También gratificante ha sido el magnÃ-fico jurado que tuvo la capacidad de leer otra forma de mutación literaria y de
ponerla en esta preponderante galerÃ-a de poetas latinoamericanos. Gracias a los académicos Alan Sicard y Soledad
Bianchi al cronista y crÃ-tico mexicano Carlos Monsivais, a la Ministra de Cultura Sra Paulina Urrutia. Al Consejo del libro
y la Literatura, por haber creado este premio.
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Sé de la experiencia, que uno de los requerimientos para escribir, es ese ocio esperando que llegue aquel estado donde
se encuentra el horror al blanco de la página, para hacer el primer signo que se borrará una y mil veces. Tal estado da
cuenta de un desasosiego que es ‘salir de si’, donde se produce una sensación de vaciamiento de tal magnitud como si
se perdiera el centro.
Nadie se imagina el privilegio que es escribir y pensar con la lengua hablada y escrita a la vez. AllÃ- donde opto por
contravenir el orden y la ley.
En esa trama hay toda una polÃ-tica de la lengua, una opción estética y ética que se diferencia de lo banal de la
literatura que es auspiciada por el mercado MEGA-editorial, con su exigencia funcional y entretenida. Cosa que repiten
algunos poetas encerrados en los cenáculos de la nueva burguesÃ-a nacional, restaurando el horror vivido a través de la
belleza y el encanto formal.Â
LeÃ- libros que despertaron mi curiosidad adolescente:  AquÃ- están intrusas a pesar de los propios vocablos que se
intentan titubeantes en las primeras sÃ-labas, fueron objetos de transferencia para acercarme al mundo que me rodeaba.
Y me di cuenta en mis primeras lecturas que sino veÃ-a una forma novedosa de narrar o poetizar daba vueltas la página
y me iba al kiosco de la esquina a leer revistas ilustradas o al cine que quedaba a la vuelta de la casa.
Y en la aventura de inscribir las primeras intenciones a la hora de transcribir las emociones del tiempo esta breve nota
para ilustrar de qué manera di el primer paso a la escritura, en la que me leo hoy e intento descifrar. Entonces evoco
aquellas lecturas que dejan su huella por diversas razones: A Gabriela Mistral la escuché antes que leerla y quedó
como fijación el sonido de su voz, como una interrupción radial atonal y milenaria. Fue un momento clave para mi
futura vida literaria.  El mundo estaba cambiando; sentÃ- el movimiento de la cuerda eléctrica, y yo ya vivÃ-a en casa
grande. Y por primera vez me sentÃ-a libre después de haber sido dueña de pieza, frase acuñada por Nicanor Parra.
Y como lo dijera el primer dÃ-a que recibÃ- el Premio, en aquella calle santiaguina, transcurrÃ-a placenteramente mi
pubertad. Los chicos estudiantes leÃ-an los 20 poemas de amor del poeta Pablo Neruda. Los versos dichos en esa
casona grande y vieja hizo un hueco romántico en mi corazón. Sucedió junto a ese silencio que sólo se alteraba por el
crujido de la madera que dejaba la caminata del gato dentro de la casa. Ingresó un nuevo vocabulario de la modernidad
a la tertulia provinciana de la época. Y yo presenciaba tal momento.
A mÃ- me quedaba la captura del sonido de este nuevo mundo. Creo que se prefijaba la hija de la poesÃ-a bastarda. Mi
querido poeta, lo aplaudo, por reconocer su voz como doblaje de la única voz de Gabriela Mistral. Esa voz quejumbrosa
de la montaña, que en Ella fue glacial y gélida; en usted se hizo románticamente dolorosa. Una épica del dolor. Y que
junto al sonido de la guitarra eléctrica, fijó el preludio de mi inconformidad.
Y esa lengua, recibió un golpe mortal y se llenó de llamas La casa de la Moneda;  corazón de la república, y se llenó
de lágrimas y se embargó de tristeza el valle y la muralla de piedra y fueron arrojados al mar y fueron perseguidos y
fueron vencidos, ¡Ah! “amigo Neruda el pueblo está contigo―, el eco de una oración perdida escuchada cuando leÃ-am
en las catacumbas de la república. Como tantas palabras borradas en la era de la simulación.
Puedo decir que escribÃ-a al mismo tiempo que se quemaban libros en la Plaza Pública. La lectura literaria Confieso que
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he vivido de Pablo Neruda fue clandestina. Hay una imagen que simboliza ese momento entre la moneda en llamas y el
entierro del poeta, como el fin y caÃ-da de la utopÃ-a.
No obstante, hay páginas inolvidables que las hice mÃ-as, épicas como Canto General, que trazaron su ethos en la
poesÃ-a chilena, y que se hizo fundamental en los oscuros momentos que nos tocó vivir.
Por eso tuve que recoger los despojos de un sujeto en crisis permanente, crisis contemporánea y en alguna forma
encubrir su representación de género. Pues hay que reconocer que bajo la sombra del bardo, ha sido una tremenda
exigencia, destinada a descifrar el infierno cotidiano. Por eso cuando leo las artimañas y argucias de las que se sirvióÂ
Sor Juana Inés de la Cruz en su carta al Arzobispo de Puebla  Tres palabras: saber, decir, no, articuló las estrategias
del decir desde el lugar subordinado. Toda una cartografÃ-a de la polÃ-tica de la lengua. Como bien dice Foucault:
Cuando Hitler o Stalin y Pinochet dirigen todo un paÃ-s manejando únicamente el poder del discurso, es absurdo tratar el
resultado como algo que ocurre simplemente en el interior del discurso. Es evidente que el poder real se ejerce por
medio del discurso, y que este poder tiene efectos reales.
Me hice escritora cuando firmé mi propio documento, puse mi nombre a un primer libro, mi voz entró en el cuerpo de un
hombre moribundo de un insurreccional y salÃ- de allÃ- haciendo una raya en la pared, un grafiti, eso fue apenas una
raya para trazar mi resistencia dentro de la lengua y fuera de ella en la escritura en la pared. “Y nadie dijo nada― podrÃ-a
continuar citando al poeta  Pesoa Véliz y recordé una frase de Lenin “La insurrección es arte―. ¡Cómo ha pasad
siglo del horror!
Pero allÃ- nacÃ- y me tocó presenciar su fin,  la calle y su vocerÃ-a pública de tantas formas descritas, desde la visión
del brillo en un tarro amohosado o la imagen de los gatos calientes en los tejados de los cuartos de Jaime Sáenz el
poeta de Bolivia, en mis piezas donde habitaban mujeres, parajes tristes y desolados de ese frÃ-o que recalentaba el
estómago en una escuela pública y el inefable pedazo de dulce de membrillo. A mÃ- se me cayeron los calzones
jugando en el barrio, otra cita de mis letras. Entre narrativas realistas y versos, vivÃ- con la esperanza que cambiara la
vida. No estoy hablando de cambiar el mundo, como  Rimbaud, yo no tuve estadÃ-as en el Infierno. Yo vivÃ- el infierno.Â
No fue esa mirada utópica de cambiar el mundo, yo querÃ-a cambiar mi vida y leÃ-a “La Sangre y la Esperanza―, junto a
Flash Gordon y el rico Mac pato.
Cuando leÃ- que Emily Dikenson no salió nunca de su casa y escribÃ-a poemas maravillosos en su jardÃ-n, ( tiene un
poema espléndido “Abejas―) pues en su casa se encontraba una de las bibliotecas más completas, yo en cambio tenÃque salir a la calle a jugar y no contaba con una biblioteca, pero leÃ- porque a mi madre le gustaba la poesÃ-a y su
autor preferido era Rubén DarÃ-o y Amado Nervo. En cambio la tÃ-a Elvira se paseaba en la oralidad dramatizada entre
el teatro, el cura y la polÃ-tica. A ella le gustaba escuchar el foro de los diputados en el Congreso y me arrastraba a
verlos como también a Doña MarÃ-a de La Cruz después que la destituyeron del cenáculo polÃ-tico, 100 mujeres la
siguieron y entre ellas mi tÃ-a Elvira.
La imagen de una escena en un recodo de la pieza con un brasero de rescoldo y olor a naranjas quemadas, entre mate
y mate, aprendÃ-a a escuchar la plática de mi madre y mi tÃ-a Elvira. Esta reflexión me hizo retroceder el tiempo de
aquellas noches de pláticas: “Tan callada y lateral fue siempre su relación con la marcialidad de los discursos
establecidos, que los hombres, paradójicamente, calificaron a la mujer de “muy platicadora― . “Y la plática no serÃ
cosa que esa enmarañada mezcla de niveles discursivos cuyo decir, como objeto, es la nada. (Tamara Kamenszain)Â
Aquellas noches de susurrantes pláticas de mujeres, creó una cadena irrompible de sabidurÃ-a por transmisión oral,
que nunca quedó recogida en los libros.―
Se dice que un texto femenino se reconoce por el hecho de que es interminable siempre, sin finales: no hay clausura, el
texto no termina, por eso es difÃ-cil de leer. Porque hemos aprendido a leer los libros que básicamente postulan la
palabra “fin―. En cambio un texto femenino sigue y sigue y llega al punto en que el volumen se acaba, pero la escritura
continúa y para el lector esto significa algo asÃ- como ser lanzado al vacÃ-o. (Cixous)
Pablo Brodski, a quién le doy las gracias por atender mis peticiones, me entregó las antologÃ-as para que revisara los
discursos de los poetas precedentes que habÃ-an obtenido el Premio Iberoamericano. Noté que los poetas se sienten
cómodos hablando de ellos, amigos poetas de una generación establecÃ-an sus genealogÃ-as reconociéndose en la
tradición precedente. Este hecho me hizo titubear, pensando, ¿cual es mi generación? no son más que un puñado
de escritoras, surgidas en los 80.s para dar un tremendo salto con el fin de sostener un diálogo con Gabriela Mistral,
Marta Brunet, en un siglo. Para que nos lean, la mujer escritora ha tenido que asumir las normas que rigen el canon
mayor de los libros. Aún cuando cuento con escritorio y biblioteca, el salón de estar quedó en el pasado, he tenido que
rastrear textos perdidos- olvidados- mutilados y suprimidos para lograr entender el estado de la literatura escrita por la
mujer.
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Y esa ha sido mi incomodidad de sentirme en una lengua ajena, instalada en el lenguaje que lo hago mÃ-o por
pertenecer a una comunidad lingüÃ-stica, pero lo vivo ajeno por sentirme intrusa en otra lengua. En esa comunidad de
poetas vivos y muertos que trazan lo que Virginia Wolf llama el estilo masculino, combinación de sensibilidad, visión
de mundo y uso de palabra.
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Para terminar, quiero cerrar con una cita de la poeta y ensayista Rosario Castellanos, la niña que se vio
inicialmente rechazada por sus padres porque habÃ-a nacido hembra, para verse más tarde revalorada, porque era más
blanca que su hermano. Porque su obra representa la experiencia de buscarse como sujeto dentro de una historia
nacional y continental en que todo parecÃ-a estar organizado para negarla.
“No, no es la solución
Tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Õvila la visita
del ángel con el venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar
Debe de haber otro modo que no se llame Safo
Ni Mesalina ni MarÃ-a Egipciaca
Ni Magdalena ni Clemencia Isaura
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.
(“Meditación en el Umbral―, en poesÃ-a no eres tú. 1972)
Hoy Mi querido Pablo, en su nombre ya no canta el pueblo. En su nombre se aplaude a un salvajismo sin precedentes,
después de los asesinatos que maldijo en vida. En su nombre se criminaliza al pueblo originario. AsÃ- es la muerte
querido poeta Pablo Neruda: Un mito.
Yo hago un brindis verbal, por su paladar poético, por el ajÃ- picante, por un pebre cuchareado, incluso por su caldillo de
congrio, y sobre todo por una teatralidad trágica.
Buen aniversario Pablo Neruda.
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