lectura- Comisión Teológica Internacional

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 Ciencias para el Mundo Contemporáneo Lectura: “Comisión Teológica Internacional”
COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL
COMUNIÓN Y SERVICIO
“La persona humana creada a la imagen de Dios”
Esta comisión surgió gracias al Papa Pablo VI, el 11 de abril de 1969
dentro de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Podemos decir que su función es ayudar a la Santa Sede y
especialmente a la Congregación para la Doctrina de la Fe a examinar
cuestiones doctrinales de mayor importancia.
La Comisión se reúne al menos una vez al año, pero puede
desarrollar su actividad también por medio de subcomisiones. Los
resultados de los estudios son presentados al Santo Padre y entregados
para su oportuna utilización a la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Introducción
La explosión del conocimiento científico y la capacidad tecnológica en
los tiempos modernos han comportado notables ventajas al género humano,
sin embargo presenta serios desafíos. Nuestro conocimiento sobre la
inmensidad y antigüedad del universo ha hecho que los seres humanos
parezcan inferiores y, en su interior, menos seguros de su posición y
significación. Los avances tecnológicos han incrementado en gran medida
nuestra habilidad para controlar y dirigir las fuerzas de la naturaleza, pero
también han producido un inesperado y posiblemente incontrolable impacto
sobre nuestro ambiente e incluso sobre nosotros mismos.
La Comisión Teológica Internacional ofrece la siguiente meditación
teológica sobre la doctrina de la imago Dei (imagen de Dios) para orientar
nuestra reflexión sobre el significado de la existencia humana de cara a estos
desafíos. (…)
Los humanos son seres que comparten el mundo con otros seres
corpóreos, pero se distinguen por su intelecto, amor y libertad, y están
ordenados por su naturaleza misma a la comunión interpersonal (…) El hombre
puede utilizar todos los recursos de la creación visible, de acuerdo a su ingenio,
y ejercitar este dominio participado sobre ella a través de la ciencia, la
tecnología y el arte (…) Se conduce a la criatura racional a buscar la verdad y
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el bien en su dominio del universo. Creado a imagen de Dios, el hombre ejerce
este dominio sobre la creación visible solo en virtud del privilegio a él conferido
por Dios. Imita al gobierno divino, pero no puede sustituirlo (…)
Ni la ciencia ni la tecnología son fines en sí mismos; lo que es posible
técnicamente no necesariamente es también razonable o ético. La ciencia
y la tecnología deben ser puestas al servicio del plan divino para toda la
creación y para todas las creaturas. Los seres humanos ejercen este servicio
adquiriendo conocimiento científico sobre el universo, cuidando
responsablemente la naturaleza (incluyendo a los animales y al medio
ambiente), y protegiendo su propia integridad biológica.
La ciencia y el servicio del conocimiento
El esfuerzo por comprender el universo ha marcado la cultura humana
en todas las épocas y en casi todas las sociedades
De acuerdo a la tesis científicamente más aceptada, hace 15.000
millones de años, en una explosión llamada “Big Bang” surgió el universo, y
desde ese momento viene expandiéndose y enfriándose. Luego, gradualmente,
se fueron dando las condiciones necesarias para la formación de átomos, más
tarde la condensación de las galaxias y estrellas, y alrededor de 10.000
millones de años después, la formación de los planetas. En nuestro propio
sistema solar y sobre la tierra (formada hace aproximadamente 4.500 millones
de años), las condiciones han sido favorables para la aparición de la vida.
Mientras que hay poco consenso entre los científicos al explicar el modo en
que se originó esta primera vida microscópica, existe un acuerdo generalizado
entre ellos en que el primer organismo que habitó este planeta lo hizo hace
3.500 ó 4.000 millones de años. Puesto que ha sido demostrado que todos los
organismos vivos de la tierra están genéticamente relacionados entre sí, es
virtualmente cierto que todos los organismos vivos han descendido de un
primer organismo. (…) La antropología física y la biología molecular se asocian
para sostener que el origen de la especie humana estaría en África, unos
150.000 años atrás, en una población humanoide de ascendencia genética
común
Con el desarrollo del cerebro humano, la naturaleza y el ritmo de la
evolución fue alterado de forma permanente: con la introducción de factores
únicamente humanos, como la conciencia, la intencionalidad, la libertad y la
creatividad. La evolución biológica ha asumido el nuevo carácter de evolución
de tipo social y cultural. (…) Cualquiera que sea la explicación, el factor
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decisivo en el origen del hombre ha sido el continuo aumento de la dimensión
del cerebro, que condujo al fin al homo sapiens
El Papa Juan Pablo II afirmaba, algunos años atrás, que “el nuevo
conocimiento nos conduce a considerar la teoría de la evolución como algo
más que una mera hipótesis. Es digno de notar el hecho de que esta teoría ha
sido progresivamente aceptada por los investigadores siguiendo una serie de
descubrimientos en diversas disciplinas del saber” (Mensaje a la Pontificia
Academia de Ciencias sobre la evolución, 1996) (…) El mensaje de Juan Pablo
II no puede ser leído como una aprobación general de todas las teorías de la
evolución, incluyendo las teorías de origen neo-darwinistas, que niegan
explícitamente que la Divina Providencia pueda haber tenido cualquier rol
verdaderamente causal en el desarrollo de la vida en el universo.
Con respecto a la creatio ex nihilo, los teólogos pueden notar que la
teoría del Big Bang no contradice esta doctrina, siempre que pueda afirmarse
que la suposición de un inicio absoluto no es científicamente inadmisible.
Como la teoría del Big Bang en realidad no excluye la posibilidad de un
estadio precedente de la materia, se puede ver en ella un sustento,
meramente indirecto, a la doctrina de la creatio ex nihilo, la cual, en sí
misma, sólo puede ser conocida por la fe (…)
Con respecto a la evolución de condiciones favorables para la aparición
de la vida, Dios es la causa, no solo de la existencia, sino que también es
causa de las causas. (…) La acción de Dios no desplaza o suplanta la
actividad de las causas creaturales, sino que las habilita para actuar conforme
a su naturaleza. A través de la actividad de las causas naturales, Dios causa el
surgimiento de aquellas condiciones requeridas para la aparición y
mantenimiento de los organismos vivos y, además, para su reproducción y
diferenciación (…).
Muchos científicos neo-darwinistas han concluido que, si la evolución es
un proceso materialístico radicalmente contingente guiado por la selección
natural y la variación genética casual, entonces no hay lugar en él para una
causalidad divina providencial. (…)
El resultado de un proceso natural verdaderamente contingente
puede, sin embargo, caber dentro del providencial plan de Dios sobre la
creación.
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